A la mañana siguiente Asthel se levantó como un
resorte para iniciar el nuevo día. Se aseó y fue a desayunar, su madre ya
estaba levantada. Brian y Leval también se unieron a ellos y todos se sentaron
a la mesa. Leval le preguntó a su hijo como le iban los estudios, Asthel
respondió que bastante bien pero se extrañó que tanto Brian como su madre
estuvieran tan callados, al fin Amatista intervino.
- Hijo, ayer estabas tan concentrado. - Le dijo con
visible gesto de sorpresa. - Ni quisiste siquiera que entrase en tu habitación…
- Sí, la verdad es que los temas eran algo
complicados y para entenderlos necesitaba mucha concentración.- Respondió
Asthel tratando de soslayar el asunto. -
-¿Y tú, Brian? - Inquirió Leval mostrándose
preocupado. - Estás muy callado. ¿Tienes algún problema con los estudios? ¿Algo
que no entiendas bien?
-¿Eh? - Reaccionó el interpelado como si hubiese
despertado de un sueño para responder en un intento de parecer jovial. - ¡Ah no,
tío Leval, no te preocupes...sólo pensaba!....
-¡Seguro que en alguna chica! - rio éste. -
El aludido se puso bastante rojo y su tío le señaló
sonriente creyendo confirmada su aventurada afirmación.
-¡Alguna guapa universitaria te está haciendo soñar
despierto! Me pregunto quién será la afortunada. ¡Debes de tener a unas cuantas
locas por ti! - Rio Leval.-
Amatista intervino nuevamente para sacar al chico
del apuro dirigiéndose a su marido con voz entre condescendiente y
cariñosamente reprobatoria.
- Déjale en paz, si a nuestro sobrino le gusta
alguna chica y no quiere decirlo, no tienes porque obligarle...
- Tienes
razón, perdona Brian. - Se disculpó Leval sonriendo en tanto agregaba aun con
regocijo. -¡Cada día soy más cotilla, debe ser por deformación profesional! Me
paso la vida investigando cosas. Después de tantos años ya parezco más
detective que militar. Bueno, tengo que irme ya. - Terminó el desayuno para
remachar. - Voy a ver si consigo subir al deslizador de las ocho treinta para
no llegar tarde...
- Papa.- Observó Asthel. - No entiendo como pudiendo
transportarte decides ir en ese deslizador…
- Hijo,- respondió cansinamente éste. - Soy el jefe
de coordinación de las bases del planeta, tengo que dar una apariencia seria y
no puedo aparecer de pronto en medio de la central aun conociendo la energía de
todos. No sería muy ortodoxo. Las cosas ya no son como antes. - Suspiró resignadamente
mientras sentenciaba con un tinte de pesar - no, no lo son...
-¡Pues venga! - Le advirtió Amatista con humor -,
vete ya o llegarás tarde...
- Yo también debo irme, hoy he quedado con Madeleine.
¡Vamos a estudiar juntos! - Recordó Asthel con manifiesta alegría -...
-¡Me parece a mí que poco estudiaréis los dos! - Se
rio su madre. –
Aunque
su hijo suspiró, y con tinte más serio, decidió desvelar lo que realmente pasaba.
-Mamá. Vamos a ir con Mimet, cada vez está más
deprimida e introvertida. Queremos animarla, no quería comentarlo pero ya me lo
has hecho decir....
-Pues ¿Qué le pasa?- Se interesó su madre mudando su
risueño gesto por otro más preocupado.-
-No lo sé. Ya sabes que esa chica nunca se ha
abierto mucho. Pero incluso para lo que es ella está muy rara. Hasta su mirada
es triste.- Pudo describir el chico.-
-¿Y tú Brian? ¿No vas con ellos? – Le preguntó
Amatista. -
- Bueno, no....- Pudo responder el chico, mirando
avergonzadamente a su tía que tenía clavados los ojos en él. Brian no quería
enfrentar su mirada a la de ella y bajó un poco la cabeza para agregar con voz
queda. - Quizá dentro de un rato. Asthel, decidme donde vais a estar y
quedaremos por allí...
Su
primo convino en eso y le indicó el lugar. Momentos después Leval se marchó,
Asthel también y Brian se levantó para ayudar a Amatista a recoger los platos,
mientras le dijo muy aliviado.
- Muchas gracias por no decir nada...
- No te preocupes por eso, ya está pasado. Vamos a dejarlo,
seguro que enseguida lo olvidarás...-Replicó ella conciliatoriamente.-
- No lo creo. No conozco a ninguna mujer que sea como
tú.- Respondió el consternado Brian sintiéndolo de verdad -....
- Pero seguro que hay muchas chicas de tu edad que
se morirían por estar contigo. Creo que tu tío no iba tan desencaminado en eso.
Habrá muchas que suspirarán por ti.- Repuso ella algo turbada y porque no
decirlo, incluso halagada por esas palabras tan sinceras. -
- ¡Son sólo unas crías estúpidas que nada más piensan
en tonterías! - Repuso el muchacho con cierto desdén. –
La
mayoría desde luego eran unas alocadas que le seguían en los partidos de
baloncesto gritándole cosas como ¡ tío bueno! O ¡queremos un hijo tuyo! Eso le
comentó a su tía. Haría incluso unos meses, cuando su propia madre Ky, estando de
visita en Bios pudo comprobarlo. Fue incluso antes de lo sucedido con Cindy. La
abogada vino tras haber viajado a Nature por un caso, quiso la casualidad que
Brian y Asthel tuvieran partido.
-Sí, lo recuerdo.- Asintió Amatista.-
Estaban
ellos dos junto con Kerria y Asthel. Los muchachos, ya con la equipación
deportiva, calentando en la cancha, unos momentos antes de comenzar, pudieron
charlar con sus respectivas madres que había bajado a pie de pista.
-Tengo muchas ganas de veros jugar.- Declaró Kerria
con tono sonriente.- Espero que ganaréis.
- Los contrarios son muy buenos, tía.- Afirmó
Asthel.-
-Pero haremos lo que podamos.- Le aseguró Brian a su
madre.-
-Cuidado a cómo jugáis porque ella entiende de
baloncesto.- Les advirtió Amatista quien también había acudido allí, con gesto
divertido.-
Ambos
chicos sonrieron, al poco tuvieron que regresar a completar la rueda de
calentamiento con sus compañeros. Kerria entonces suspiró comentando con su cuñada.
-Me hace muy feliz verle así, siendo tan amigo de tu
hijo e integrado con sus compañeros.
-Pues claro. ¿Por qué no habría de estarlo?- Afirmó
Amatista con tono jovial.-
-Ya sabes, las madres siempre nos preocupamos por
nuestros hijos…
-Es cierto.- Convino su interlocutora que se interesó
a su vez.- ¿Qué tal por Nature?
-De lo más cansado. Aunque al fin salió a relucir la
verdad.- Le contó Kerria.- Tuve que defender a Sonia Calderón.
-¿La directora de la Casa de modas de mi madre
allí?- Se sorprendió Amatista, queriendo saber.- ¿Pues qué hizo?
-Nada, es que tiene un hijo y el padre del niño apareció
reclamando la custodia compartida. Fue un juicio bastante complicado. Al final,
ese hombre sí que era el padre. Pero eso no fue lo que me alegró. Sino que al
fin, Daphne diera el paso de salir del armario.
-¿Daphne?- Repitió Amatista sin comprender.- ¿Quién
es?
-La hermana mayor de Stephanie Kensington.- Le
contestó Kerria.- En fin. No sé si lo recordarás pero hace años, tuve que
defender a una tal Sabra levi, en un juicio. Daphne era su pareja pero en ese
momento, debido a muchas presiones y el
miedo que tenía, ella cometió perjurio. Ahora, por el contrario, declaró la
verdad. Admitió su homosexualidad. Y eso allí es muy duro. A buen seguro le
costará perder a su familia y su trabajo.
-¡Pobre mujer!- Exclamó Amatista.-
-Le ofrecí mi ayuda si algún día fuese a la Tierra
deseando empezar de nuevo. Daphne es maestra de primaria e infantil, como Idina
y la tía Connie. Y mi madre tiene
contactos en el mundo de la enseñanza en Nueva York. A buen seguro que
podríamos hacer algo para que la contratasen.
-Le deseo lo mejor.- Convino su interlocutora.-
Kerria
dio la impresión de querer añadir algo aunque las voces de un grupo de
muchachas adolescentes las distrajeron. Gritaban los nombres de algunos de los
jugadores locales y algunas cosas más con patente histerismo…
-¡Brian! ¡Quiero un hijo tuyo!- Chilló una rubita
que no estaba del todo mal.-
-¡Por Dios! - Suspiró Kerria moviendo la cabeza para
aseverar sin poder evitar reírse.- ¡Estas niñas están locas!
-¡Asthel! Deja a la sosa de tu novia y vente
conmigo. ¡Ya verás lo que te voy a hacer!- Aulló otra de cabello moreno e
igualmente atractiva.-
-Ganas de me dan de ir a arrastrarlas de los pelos.-
Refunfuñó Amatista cruzándose de brazos.-
Su
cuñada y amiga se rio tras oír aquello. Pudo finalmente decir, al controlar la
carcajada.
-¡Son unas crías! A su edad tú y yo hicimos cosas
realmente peores…
Amatista
asintió, ahora recordaba eso. Durante todo el partido tuvieron que escuchar a
esa pandilla de histriónicas quienes, afortunadamente, se guardaron mucho de
aproximarse a sus hijos una vez acabó el juego. Seguramente al ver cómo tanto su
cuñada como ella misma, se adelantaron. El colmo fue cuando una de esas bobas,
dirigiéndose a Kerria, llegó a atreverse a gritar cuando la vio junto con el
apurado Brian.
-¡Oiga señora, que es usted muy mayor para él!
Aquello
sí lo rememoró en voz alta y logró al menos que Brian sonriera, más cuando él añadió.
-¡Es verdad, me acuerdo de eso! ¡Menudo corte se
llevaron cuando les dije que era mi madre! Ja, ja. Luego no pararon de
disculparse con ella.- Hizo memoria el joven, para agregar.- Repetían como
loros. Señora, es que es usted muy joven para ser su madre, o ¡qué bien se
conserva usted! ¿No será modelo? ¡Menos mal que mamá Ky tiene sentido del
humor! Y se rio. En fin,- suspiró ahora con resignación e incluso algo de
desdén al aseverar.- ¿Qué se puede esperar de unas adolescentes? No saben más
que chillar y decir tonterías
Amatista sonrió fugazmente acordándose asimismo de
eso, luego miró a su sobrino y le contestó.
- No todas las muchachas serán de esa manera, seguro
que alguna habrá que comparta tus gustos. Tienes que darles una oportunidad. - Le
rebatió con tono afable y lleno de condescendiente certeza para añadir entre
divertida y llena de nostalgia. – Si me hubieras conocido a mí con esa edad…
-Seguro que hubiese sido maravilloso.- Afirmó él,
haciendo que su tía se ruborizase.-
No
obstante, ella negó con la cabeza y sonrió, para agregar con tono suave.
-No, te hubieras llevado una decepción. Entonces yo
no era más que una cría tonta y muy competitiva. Me tenía que salir siempre con
la mía. Sin importarme como. A veces pienso que, de las cosas que más me
alegran de mi carácter tan impulsivo de antaño es que, al menos, con paciencia
y tesón, sí logré el amor de tu tío. Pero desde luego cuando pienso en todas
las bobadas que hice para ello a veces me da mucha vergüenza.
- Claro. Visto ahora será diferente. - Musitó el
chico cabizbajo. - Seguro que yo mismo debo parecerte también un crío
estúpido...
- No Brian,- negó enseguida su tía para añadir con
afecto pero firmeza. - Eres muy buen muchacho, pero comprende que hay cosas que
no pueden ser. Lo que te ocurre es muy natural, es bueno querer a alguien, pero
debes enfocarlo de otra manera.
- Hay mucha gente que pensaría que esto me ocurre
porque soy hijo de una mujer que vive con otra....ya me entiendes. – Añadió
sintiéndose culpable.- Echarían la culpa a mi entorno.
El chico bajó la cabeza pensando que esto de seguro
podría traerles a su madre y a Sam un enorme perjuicio si se supiera. De hecho,
todavía había mucha gente que no veía nada bien que dos mujeres convivieran de
esa forma. Y él mismo no había hecho si no darles carnaza si algo así llegara a
ser de dominio público…
- No, no sé qué pueda tener que ver. Me parece una
tontería.- Opinó Amatista extrañada. -
- Mi madre y Samantha siempre me contaron la verdad
y yo conozco a mi padre, pero de cara a los otros chicos muchas veces era duro
tener que soportar los comentarios. Lo que me decían.- Le confesó amargamente
él. -
-¿El qué?- le preguntó su tía preocupada mientras le
miraba con interés y no sin algo de lástima. -
- ¡Ahí va el niño con dos mamás! No tienes padre,
tus mamás son dos tortilleras. Tú tienes que ser gay como ellas. No puedes ser
normal. - Recordó enumerando todas aquellas injurias con voz queda y llena de
pesar -...y cosas así. Por mí no me importaba, pero era injusto que insultasen
a mi mamá Ky y a mi mamá Sam…
Su
interlocutora asintió despacio, enfrentando su mirada a la de él.
- Yo tengo una deuda con tu madre Ky, muy grande... ¿sabes?
- Le confesó Amatista sintiéndose también culpable al recordar su propio
pasado. -
Al oírla Brian se sintió muy envarado aunque se
atrevió a decir.
- Tía Amatista. Si te pregunto una cosa ¿no te
enfadarás? Es personal, si te molesta dímelo, pero por favor, no te enfades
conmigo. Es algo que tengo que saber.
- Depende de lo que sea. No puedo prometerte que no
me enfade, Brian. Pregúntamelo y ya veremos,- respondió ella con cautela. -
-Sé que mi madre te quiere mucho, siempre que habla
de ti sonríe y se le ilumina el rostro. Y tú también la quieres. Yo…verás…no sé
cómo exponerlo. ¿Tú y mi madre erais simplemente muy amigas o más que eso? -
Inquirió él de forma muy temerosa. -
-¿Te refieres a si tu madre y yo éramos amantes? ¿Si
nos acostamos juntas alguna vez? - Le replicó su interlocutora con voz serena y
directa. -
- Pues… - Brian pareció estar dubitativo de querer
reconocer aquella pregunta y atónito además por la claridad de su tía, pero al
fin asintió. - Sí.... ¿lo erais? Si no quieres decírmelo lo entenderé...
- No,- respondió tajantemente Amatista. -No lo
fuimos, éramos muy amigas y lo seguimos siendo. Mi deuda es, en gran parte, por
la ayuda que tu madre me brindó para conquistar a tu tío. Ella me ayudó mucho
desde que se dio cuenta de que yo estaba enamorada de él. Siempre fue como una
hermana para mí.
- ¡Mi madre no me ha contado eso nunca! - Se
sorprendió Brian. -
- Sí, pues lo hizo, y muy a mi pesar tengo que
reconocer que cuando tu madre desveló su orientación sexual yo misma al
principio la rechacé. Le hice daño.
- ¿Tú? - Exclamó el atónito muchacho que tampoco
sabía nada de eso. - ¡Pero si eras su mejor amiga!
- Tuve miedo,- reconoció Amatista – también me
influyeron las circunstancias, era sólo
una cría, pero eso no es excusa. Le pedí perdón enseguida y tu madre me
perdonó. Pero yo siempre me he considerado en deuda con ella. Por eso te
comprendo, un momento de debilidad lo tiene cualquiera. Todos cometemos
errores. Si te digo la verdad, tu madre no fue la primera chica homosexual que
conocí. Cuando era muy jovencita mis amigas de entonces y yo le hicimos mucho
daño a otra muchacha. Lo pienso ahora y me doy cuenta de que he hecho muchas
tonterías en mi vida, voluntariamente o no, que han hecho daño a mucha gente .Y
no quiero hacer sufrir a nadie más.
- Tú no te has enamorado de tu propia hermana sin
saberlo.- Replicó el muchacho muy
abatido para admitir a su vez. - Me dolió mucho, pero al menos no tenía idea de
quién era ella en realidad, aunque ahora me he enamorado de ti y eres mi tía.
¡Y yo lo sabía!
- No te atormentes más, Brian. - Le pidió Amatista
tomándole una mano para agregar con tinte suave y confortador. - Ya has sufrido bastante, créeme. Lo que
sientes hacia mí es muy bonito, pero no puede ser. Y estoy convencida de que no
es verdadero amor. Posiblemente me veas como una especie de figura materna y me
hayas idealizado. Debes salir al mundo y abrirte a los demás, estoy segura de
que pronto encontrarás alguna chica que lo sea todo para ti y tú para ella.
El
muchacho la miró más tranquilo y añadió pudiendo esbozar una sonrisa.
- Me alegra que seas tan sincera, me ha ayudado
mucho poder hablar contigo, gracias. Después de decir lo que sentía me
encuentro mucho mejor.
- Y recuerda siempre que tus madres, Kerria y
Samantha, son dos grandes mujeres. Nunca lo olvides, y tú eres un buen chico, a
mí también me ha ayudado contártelo.- Sonrió Amatista animándole de un modo más
jovial. - ¡Anda, vete con tu primo y pásalo bien antes de los exámenes!...
El
muchacho, más animado, sintió que un gran peso se le había quitado de encima.
Besó cariñosamente a su tía, esta vez en la mejilla.
-Hasta luego, tía.
-Que tengáis un buen día.- Sonrió ella, pensando ya
en ir a su trabajo.-
Su sobrino mucho más aliviado al punto corrió para
prepararse y tratar de alcanzar a Asthel....Éste, por su parte, había ido a
buscar a Madeleine y luego ambos fueron a encontrarse con Mimet. Brian, a la carrera,
les interceptó cuando los tres llegaban a la zona donde habían quedado. Llegó
con gran velocidad, aunque cuidando de que no le vieran los otros transeúntes y
llamando a sus amigos con las manos con tono cordial.
-¡Ey, estoy aquí, ya he llegado!
- Has sido rápido,- le dijo Asthel bastante contento
de tenerle allí.-
Lo cierto es que le había notado algo raro esa
mañana y estaba incluso preocupado por Brian. Ahora que pensaba, su primo
llevaba comportándose de una forma muy poco social y bastante meditabunda desde
hacía tiempo. Algo le estaba haciendo daño, por eso ahora exclamó con animación.
-¡Qué bien,
así seremos cuatro!
Mimet
observó acercarse a Brian, no le conocía más que de pasada, de alguna vez que
fueron juntos a la universidad con Asthel y con Madeleine. También le vio en algunos
partidos de baloncesto cuando el chico jugaba con Asthel en su equipo. Era lo
que podía describir como fuerte y apuesto. Desde luego le llamaba la atención
en ese plano, pero carecía de otras referencias acerca de su personalidad. No
habían hablado mucho y ella tampoco tenía ahora demasiadas ganas de conversar.
Pero entonces Maddie dijo a todos con voz que parecía algo apenada...
- La verdad es que yo tendré que irme dentro de
media hora...
-¿Pero, y eso por qué? - Preguntó Asthel con expresión
desorientada y llena de desencanto en el rostro. -
- Es que mi madre me ha pedido que cuide al hijo
pequeño de una amiga.- Repuso la muchacha agregando con pesar. - Le dije que sí
y luego quedé contigo sin acordarme, lo siento...
- Bueno, no te preocupes, puedo ir contigo. Si no
tienes objeción. - Le propuso su novio. -
- Creía que no ibas a proponerlo nunca,- le susurró
Maddie, al parecer aliviada. -
- Entonces.... ¿nosotros qué hacemos? - Preguntó
Brian sintiéndose desconcertado cuando les hizo ver - porque vosotros no
podréis ir a ninguna Holo peli.
- Yo me volveré a casa. Tengo mucho que estudiar.-
Dijo Mimet y su voz sonó monocorde y
resignada -
- ¡De eso nada! - Opuso Maddie que casi la ordenó. -
Tú y Brian id a ver la Holo peli, luego contadnos como está...
-¿De veras precisas que te cuente el argumento? Eso
haría que perdieras el interés por verla.- Respondió la joven.-
-No te preocupes, estoy tan liada que a lo mejor ni
puedo ir.- Sonrió trémulamente Maddie, animando a su amiga una vez más.- ¡Anda,
id a ver la película! Lo pasaréis bien. ¿Verdad Brian?
- Bueno...si eso creo. Si tú quieres, Mimet.- terció
el interpelado de forma tímida. -
Asthel había estado escuchando entre divertido y
sorprendido. Aunque se había dado cuenta de inmediato de las intenciones de
Madeleine. Desde un principio vio claro el juego de su novia. Estaba claro que
no había ningún crío al que cuidar y para ayudarla a convencer a su amiga
agregó con humor.
- ¡Vamos Mimet!, ve con Brian al holocine, lo
pasaréis bien. El pobre chico necesita distraerse, está muy preocupado con sus exámenes,
ja, ja...
- ¡Oye!... ¿pero qué?...- Intervino el atónito
aludido tratando de protestar, aunque se calló enseguida porque Mimet le miró
con un gesto raro. Podría ser que incluso inquisitivo y la verdad es que, a
pesar de esa expresión algo rara era una chica preciosa -... Bueno…claro, los
exámenes…
- No te preocupes por los exámenes.- Le respondió la
muchacha que le aconsejó con su habitual calma lógica. - Únicamente estúdialos,
pero si necesitas descansar y puedo ayudarte, vale. Vamos a ver esa holo
película...
- Sí, gracias.- Repuso Brian que sonrió de forma
estúpida mientras se acariciaba el cogote nervioso. Madeleine y Asthel se
cruzaron miradas de complicidad y se sonrieron. – Estaría bien…
- Entonces nos vamos. Hasta luego chicos, que os
divirtáis.- Les deseó Maddie convencida, o al menos eso esperaba, de que así
sería. -
Y la pareja de novios se fueron paseando de la mano.
-Creo que he hemos hecho un buen trabajo como
celestinos.- Se rio Asthel.-
-Sí.- Convino Madeleine. Al menos, me parece que a
Brian no le son indiferentes los encantos de Mimet.
-Supongo que no, son muy evidentes.- Se rio el
chico.-
-¡Oye!- Le reconvino jocosamente su novia.- ¡Es Brian
el que tiene que fijarse en ella, no tú!
De este modo, entre cómplices risas y algunos besos
se alejaron. Por su parte Brian y Mimet se quedaron clavados sin saber qué
hacer. Hasta que ella le dijo por fin, como siempre siguiendo un criterio
objetivo.
- Vamos hacia el holocine, la película comenzará en
veinte minutos. Si andamos a un ritmo promedio a juzgar por la distancia que
nos separa de él, llegaremos en diez. Tiempo suficiente para no perdernos el
inicio. - Avisó señalando su reloj. -
Su
acompañante asintió todavía desconcertado por la manera de hablar de aquella
chica y ambos llegaron allí. Lo hicieron con aproximadamente doce minutos de
margen, dado que anduvieron algo más deprisa de la media a la que ella aludía. Ya
en la cola de las taquillas el muchacho se fijó en el bar.
-¿Quieres palomitas?- le ofreció él. -
-¿Por qué?- Quiso saber la muchacha –
-He recordado que…, bueno, es la costumbre…, a mi
madre Ky por ejemplo, le encantan. – Afirmó el chico. –
-No soy tu madre Ky. Ese razonamiento no puede
aplicarse. – Rebatió ella. – Tendremos gustos y criterios distintos debido a nuestras
diferentes edades, procedencias y educación.
Su interlocutor la miraba con la boca abierta.
Entonces la muchacha comentó al ver esa reacción.
-¿He dicho algo que no se ajuste a la realidad?
-No, vamos, como verdad, es…- sonrió él para
proponerle. – Pero no hace falta ser tan lógica.
-No te comprendo. – Dijo ella aseverando. – Se es
lógico o no se es.
-Escucha Mimet. – Repuso él con otra sonrisa. – Si
uno es humano no tiene porqué ser tan estricto en los razonamientos. Tenemos
esa suerte.
La muchacha no dijo nada, precisamente porque ese
argumento le parecía irrebatible. Lamentándolo mucho ella era como era, pero no
se lo iba a explicar. Entonces recordó su oferta y declaró.
-Unas palomitas estarían bien… ¿De cuantas estamos
hablando?
Y para su sorpresa eso hizo reír a Brian. Lo que
dejó aún más desconcertada si cabe a su interlocutora. Si ella aceptaba la oferta.
¿A qué venía eso de reírse? Se estaría burlando... Aunque no lo parecía. Quizás
le había dicho algo que él hubiera encontrado gracioso. Pero no acertaba a
saber qué. Para su desgracia no podía entender ese tipo de reacciones y sus postulados
lógicos no le servían a la hora de analizarlas. Optó pues por permanecer
callada en la creencia de que así no cometería ningún error más. Pero entonces
el muchacho dejó de reírse y le preguntó.
-¿Dulces o saladas?
-¿El qué?- quiso saber ella. –
-Las palomitas – le aclaró él –
-No lo sé. ¿Qué variedad es la más adecuada?
-A mi madre Ky le gustan mucho las dulces…- Le contó
el chico. –
-Entonces, dado que te recuerdo a tu madre Ky, esas
– convino Mimet –
-No - sonrió de nuevo su contertulio. –
-¿No,… qué?- Preguntó ella. –
-No me la recuerdas para nada. ¡Sois totalmente
distintas! – se sonrió de nuevo amagando con reírse. – Mi madre jamás hablaría
así…
-Pero, no lo comprendo. – Comentó la muchacha en
tanto razonaba. – Si siempre pones como ejemplo a tu madre Ky cuando me
propones algo debe de ser porque estableces un paralelismo conmigo. Lo que
justifica que tengamos cosas en común, por tanto debo recordártela, y ahora me
dices que no es así. Carece de fundamento lógico.
-¡Es que pareces una computadora! – se rio el
muchacho parodiándola con tono divertido. – Si, no, esto o lo otro. Mira Mimet,
la vida no es código binario. – Le dijo con tono afable para aconsejarla. –
Tienes que tomártelo con calma.
-No estoy nerviosa.- Repuso con total seguridad, lo
que hizo que aquel muchacho incluso se riese más.-
-¡No sabía que tuvieras tanto sentido del humor! -
Comentó él, casi enjugándose las lágrimas.-
-Ni yo tampoco.- Convino la chica mirándole con lo
que parecía una expresión de desconcierto.-
Y
con esa respuesta el muchacho casi se caía de risa. Ante el desconcierto de la
joven. Finalmente Brian pudo hablar, una vez que compraron las entradas y
pasaron a la sala.
-Bueno, creo que lo que te sucede es que solamente
ves dos alternativas. Y muchas veces hay un gran número de ellas.- Le explicó
él.-
Aunque la muchacha quiso analizar aquello, quizás
esa era una posible explicación. Ella siempre consideraba las opciones más
probables y sí que basaba sus análisis de las cosas en parámetros
contrapuestos. Aunque ese chico le acababa de revelar que pudieran existir
matices. Luego el truco podría consistir en aplicarlos acorde con la situación.
Eso merecía un buen análisis en profundidad. Desde luego el muchacho era una
persona interesante. Pensó en ello en tanto él iba a por las palomitas. Sin
pedírselo le trajo también un refresco. Cuando ella le miró mientras se lo entregaba, Brian le comentó casi a modo
de chanza.
-Pensé que para acompañar las palomitas lo más
lógico sería beber algo.
-Sí, es cierto. Dada la consistencia de las mismas
seguramente necesitaré ingerir líquidos. – Pudo decir ella, viendo que el chico era
capaz también de deducir ese tipo de cosas, la pregunta era. ¿Por qué a veces
usaba la lógica y otras la descartaba? ¿Bajo qué parámetros lo hacía? Y así se
lo preguntó.-
-Verás. Eso depende del instinto de cada uno. En
ocasiones la lógica sí que es muy útil.- Declaró él.-
-Eso es algo que me resulta muy complicado.- Admitió
la joven.- No sé cuándo debo emplear otra cosa que no sea la lógica y no sé
cómo hacerlo. ¿Cuál es el patrón?
-Estoy convencido de que si realmente te dejas llevar
por tus emociones lo sabrás.- Afirmó su interlocutor.-
Aunque precisamente ahí radicaba el problema de
ella. Optó por no decir más. A fin de cuentas aquella Holo película estaba
empezando ya. Y sin mucha más conversación los dos la vieron. En honor a la
verdad no estuvo mal, al menos fue entretenida, y al terminar sí que hablaron.
De camino a casa la conversación fue progresando, de cosas triviales a temas
algo más interesantes. Durante la misma, Brian
sentía que podía confiar en Mimet, era el tipo de chica discreta que
jamás traicionaría las confesiones de nadie si se le pedía explícitamente no
hacerlo. Analizaba las cosas bajo esa perspectiva tan particular suya. Él
pensaba que ella no le prejuzgaría ni basaría sus opiniones en los chismorreos.
También notaba pese a toda la frialdad y
el aplomo de esa muchacha que sus ojos rezumaban tristeza. Sin casi
proponérselo le preguntó el motivo de ello. Por primera vez desde hacía mucho
tiempo, Mimet pareció sorprenderse. No esperaba que nadie pudiera interpretar
ningún tipo de emoción en su rostro y sinceramente, como siempre solía hacer,
le respondió con sinceridad...
- Yo no tengo muchos sentimientos. Es algo que
siempre me preocupó, si puedo emplear ese término. Les pedí a mis padres que me
ayudasen a saber el porqué. Y un día me lo dijeron.
-¿Es algo que te preocupa hasta el extremo de no
poder contarlo? A mí me ha ocurrido algo parecido. Desde niño. – Le confesó el
muchacho a su vez, queriendo animarla para que hablase más de eso -...
-¿Qué te ocurría de niño?- Preguntó ella que
parecía intrigada. - ¿Tampoco tenías
sentimientos?
- No, se podría decir que todo lo contrario. Verás,
yo me crie con dos madres,- le contó Brian
agregando con un cierto toque de complicidad cuando aclaró. - Ya me
comprendes. Mi madre biológica y otra mujer viven juntas.
- Sí, lo comprendo. Comparten vivienda.
- Bueno, sí y no… no es eso ¿entiendes? – Volvió a
repetirle él. -
- No, no lo comprendo. ¿Qué significa? ¿Viven juntas
o no? - inquirió ella y los ojos de Mimet verdaderamente expresaban confusión.
-
Brian
no podía creerlo, ¡esa chica realmente tenía cara de no entender nada! Se lo
explicó mejor mientras recorrían la calle. Ambos fueron paseando hasta un
solitario parque.
- Mi madre biológica se llama Kerria, pero yo desde
pequeño la llamo Ky. Y mi otra madre, Samantha, son pareja. Están casadas. Se
atraen mutuamente y se quieren, como si fuesen un hombre y una mujer.
- Eso es lo que se llama una relación homosexual, en
este caso concreto, lésbica. - Definió Mimet
aseverando. – Tal y como has dicho tú
eres hijo biológico únicamente de una de ellas.
- Sí, claro – convino el muchacho. –
-¿No te concibieron con el método ROPA entonces?-
Inquirió la muchacha.-
-No que yo sepa. También sé quién es mi padre.-
Replicó él.-
- ¿Y ambas te han cuidado y querido, cumpliendo sus
obligaciones como progenitora y madre, una y como madre la otra? – Le inquirió
la chica. –
- Sí.- Asintió el perplejo Brian, lo cierto es que
nunca lo había visto de esa manera. -
- Entonces no sé dónde está el problema. – Declaró
Mimet. – No se debe a una negligencia por su parte.
-No, claro que no. Son las mejores madres del
mundo.- Se apresuró a replicar él.- Pues, el problema estaba en…veras, por ejemplo,
cuando los otros niños se burlaban de mí o me lo reprochaban. – Le contó él. –
- ¿Esos chicos tenían alguna responsabilidad o
autoridad para contigo o tus madres?- Inquirió agudamente la muchacha. –
- Pues… no… - pudo replicar el cada vez más atónito
Brian. –
-¿Hiciste algo que objetivamente mereciera sus
críticas o quejas? Como insultarles previamente, agredirles, robarles o algo de
esa índole. - Preguntó la chica.-
-Que yo sepa nunca. - Afirmó él.-
- Entonces lo que digan es irrelevante y carente de
certeza. – Concluyó ella para remachar.- Por tanto, debes ignorarles o
corregirles para que se ajusten a la verdad.
Tras escuchar esto último él sonrió ampliamente y
sin casi darse cuenta le dio un beso en la mejilla a la muchacha. Mimet le miró
sin entender y simplemente preguntó.
-¿Deseas establecer una relación sentimental conmigo
o es más de índole sexual?
-¿Quéee?- Exclamó el muchacho realmente pasmado,
agitando ambas manos. – ¡No!, bueno, quiero decir, que eso ha sido para darte
las gracias. Es la primera vez que alguien me plantea las cosas tan claramente.
En cuanto a tu pregunta, pues de índole sentimental para empezar, si...me
gustaría. – Se atrevió a decir algo
ruborizado. –
-A mí también me gustaría. – Secundó la joven de
forma totalmente normal aunque sin aclarar la índole, como ella dijo. – En tal
caso, ¿debo entender que con esta conversación hemos comenzado ya?..
El
joven la miró atónito. Desde luego esa chica sí que era directa. Eso le
gustaba, quiso ser igual de claro y asintió.
-Desde ahora mismo creo que podemos considerarnos
como ligados emocionalmente a ese nivel. Y, si no te importa, en nuestra nueva
calidad de pareja sentimental, me haría mucho bien terminar de contarte mi
historia. – Le pidió él entre asombrado y divertido. –
-En ese caso, adelante. Creo que una de las
obligaciones de un miembro de una pareja sentimental es escuchar a su otra
parte.– Concedió la chica.-
Los dos se sentaron entonces en un banco cercano.
Brian suspiró y prosiguió ya más serio.
-Cómo te dije, para mí fue duro. Yo no me planteaba
las cosas como tú, y me herían moralmente con esos comentarios. Luego cuando
conocía a alguna chica…pues todas se creían que debía de ser un pervertido o
algo así. Tenían reparo de ir a mi casa. Algunas hasta llegó a confesar que le
daba vergüenza. Por si alguna de mis madres la miraba. Ya sabes. De esa manera…
-¿De qué manera?- Inquirió su oyente.-
-Pues, con deseo sexual.- Afirmó el apurado Brian.-
-Si tus madres son de esa inclinación y esas novias
tuyas eran atractivas a sus ojos, puede que las observasen. Aunque si entre
ellas dos son fieles, esa consideración no sería en absoluto preocupante.
Estimo que su amor maternal por ti prevalecería sobre cualquier tipo de
atracción que una novia tuya pudiera producirles.
Brian
volvió a asentir. Era como si Mimet tuviese el don de decir las cosas más
obvias que estaban ahí delante y que nadie quería o se molestaba en ver.
-Y hace poco – suspiró el chico prosiguiendo con su
relato. - Fue gracioso, - añadió con sarcasmo. - Me enamoré sin saberlo de mi
propia hermanastra. Ninguno sabíamos que fuéramos parientes. Hasta que mi madre
Ky y mi padre me lo explicaron todo. Sé que esto les ha hecho sufrir mucho,
tanto como a mí…-Remachó consternado y con patente tono culpable.- Aunque
entonces les culpé a ellos…
- Vaya.- Comentó Mimet. - No lo entiendo, tú no
tienes la culpa si no lo sabías. Y si tus padres tampoco supieron de tu
relación con tu hermanastra son asimismo inocentes. Pero te preocupas por todos
y tratas de empatizar con sus sentimientos. Además de expresar remordimientos
por algo que no se considera aceptable socialmente, pese a no ser directamente
responsable. Por lo que concluyo que tú eres un buen chico.- Sentenció
convencida. -
- No lo creas, me ha ocurrido algo de lo que estoy
avergonzado.- Rebatió él.-
-¿El qué?- Quiso saber su oyente.-
Y arrastrado por la necesidad de sincerarse con
alguien que no fuera su propia tía, le contó a Mimet lo ocurrido con Amatista. Al
mismo tiempo estuvo escrutando el rostro de la joven para ver su reacción,
aunque ella no pareció inmutarse, simplemente se limitaba a escuchar.
Finalmente él suspiró, remachando.
- Ahora me siento mejor, porque ella me ha perdonado.
Pero si se enterasen mis primos Asthel, Maray, o mi tío Leval, sería un gran disgusto,
estoy muy avergonzado. ¡Por favor!, no se lo digas a nadie.
- No lo haré, no tengo porqué. Es una cuestión
vuestra. Además, si te ha perdonado debes olvidarlo. Por lo que veo tú tampoco
has tenido mucha... digamos suerte, con tus relaciones.- Sopesó la muchacha sin
evidenciar ninguna clase de asombro o escándalo. –
Eso
dejó perplejo a Brian, a la par que muy agradado. Esa joven no le juzgaba. Al
menos no manifestaba ningún tipo de prejuicio. Quizás su tía había tenido razón
después de todo. No todas las chicas de su edad eran vanas o superficiales. Por
ello, llevado del interés y la curiosidad, preguntó a su vez.
-¿Y qué te ocurre a ti? ¿Qué te contaron tus padres
que te haya deprimido tanto? En fin. Me parece que estás algo triste. Y
aparentemente no veo ningún motivo para ello. Eres una chica muy bonita y
agradable.
- Objetivamente hablando tienes razón. No obstante
hay causas de fondo. – Le respondió ella.-. Verás, fue hace algunos años. - Le
contó Mimet. - Tampoco tuve suerte con mis relaciones. Los chicos con los que
salí sólo querían aprovecharse de mí...ya sabes, sexo, no querían nada más. Pero
lo peor de todo es que casi ni me importaba. No sentía amor, ni alegría. Eso
sí, hacía cosas que los demás no podían. Yo quería saber porqué no podía sentir
como las otras personas y mis padres me lo dijeron. Bueno, en realidad,
tuvieron que hacerlo porque lo descubrí...
- Si es algo de lo que no quieras hablar, no tienes
por qué hacerlo.- Le dijo cortésmente Brian no deseando violentarla. -
- No, tú has confiado en mí como tu pareja
sentimental, en justa reciprocidad yo haré lo mismo contigo. Verás, mis padres
me contaron.- Y ella hizo una leve pausa reflexiva y recordó. -
Cuando
Mimet entró en el salón de su casa hacía tres años para buscar información se
lo encontró revuelto. Su madre había estado haciendo limpiezas. Mimí era
bastante aficionada a ello, así se quitaba el estrés, decía. Aunque eso su hija
no lograba comprenderlo demasiado bien. Tampoco lo hacía Ken a decir verdad. El
caso es que la chica tenía que utilizar algunos “discos duros” para ponerse a
estudiar en busca de información. Se fue hacia el armario donde los guardaba y
lo abrió. No estaban allí, se percató de que su madre los había sacado y los
tenía cuidadosamente apilados en el suelo. Fue a buscar los que le interesaban
pero, accidentalmente pisó un trapo que estaba bajo ellos y lo arrastró,
derrumbando la pila.
- Tendré que reorganizarlos otra vez. Me llevará
unos cinco minutos.- Pensó con precisión. -
Y
Mimet se puso a hacerlo con diligencia pero, al tomar algunos discos de la
parte inferior descubrió uno que nunca había visto antes. Y en su caja tenía
puesto su nombre M.I.M.E.T. Aunque a ella le extrañó ver las letras separadas
por puntos. Aquello parecía más bien un acrónimo. Lo sacó de la caja pensando
que podría ser algún tipo de información destinada a ella y lo llevó a su
cuarto donde lo metió en el ordenador. No es que experimentase la ansiedad propia de estar a
punto de satisfacer la curiosidad, pero sabía que cualquiera en su lugar sí la
tendría, así que decidió imitar ese comportamiento. Ese disco duro en
particular tenía una clave de acceso de tres cifras, pero ella conocía un programa
de descifrado de códigos. No tardó más que veinte minutos en acceder a la
información, que, desde luego, no era ni mucho menos lo que ella suponía.
-Esto es…un trabajo anatómico de investigación
cibernética.- Se dijo con átona exactitud.- ¿Sobre mí? No puede ser posible, a
no ser que yo…
En
un mapa que apareció en el ordenador se dibujaba una silueta femenina. Las
partes del cuerpo estaban divididas y cada una explicada con anotaciones. Mimet
siguió tecleando para descubrir mapas de nervios, músculos e incluso uno
cerebral. En cuanto accedió a éste pudo leer atónita.
- Bienvenidos al proyecto Microcomputer Inteligent
Machine Especial Trenton.
No
podía dar crédito a lo que leía, ¡ese disco duro versaba sobre ella misma! Con
un sentimiento que esta vez sí sólo podría calificar de interés científico,
quizás curiosidad, pero que seguramente en cualquier otro sería de gran
asombro, comenzó a explorar los contenidos. Le llevó poco tiempo asimilar que
esa información contenía su propia creación, diseño y desarrollo. Mimet salió
del archivo y quitó el disco duro. Se dirigió al comedor para dejarlo en su
sitio. Allí la encontró su madre que había vuelto del trastero y se afanaba en
terminar con la limpieza. Mimí fue la primera en saludarla como siempre, con
cariñosa jovialidad.
- ¡Hola cielo, que bien que hayas vuelto, así podrás
ayudarnos con las limpiezas!...
Mimet
la miró fijamente y sorprendiendo a su madre, preguntó.
- Mamá… ¿Quién soy yo? O mejor dicho. ¿Qué soy?
Mimí
la miró atónita pero palideció cuando Mimet le mostró el disco. Entonces la
madre de la muchacha pudo decir con voz temblorosa.
- De, ¿de dónde has sacado eso?
- Lo encontré bajo los otros discos,- respondió la
muchacha que insistió. - Dímelo por favor. ¿Qué soy realmente? No soy hija
vuestra ¿verdad?
- Verás… tú, para nosotros has sido como una
verdadera hija.- Pudo decir Mimí visiblemente emocionada. -
- Cuéntamelo todo, mamá. Necesito tener todos los
datos. - Le pidió la chica sin casi
parpadear. -
- Por favor, espera a que llegue tu padre. Yo sola
no puedo…- Solicitó Mimí a su vez, tratando de dominar su angustia ante lo que
era un secreto largamente guardado que jamás quiso desvelar. – Necesitaré que
él te explique también algunas cosas.
Y Mimet accedió, supuso que su padre tendría
información complementaria. Por fortuna para ella, tampoco tenía el impulso de
ser impaciente. Así que cuando Ken llegó su consternada esposa le puso al
corriente. Él sufrió también la misma sensación de pesar pero se preparó a ser
sincero con la que desde siempre consideraba como a su verdadera hija que tomó
la palabra.
- Entonces es como yo suponía. Quieres decir que no
soy vuestra hija de verdad.- Preguntó ella para confirmarlo. - ¿Soy adoptada o
algo así? - Inquirió, por primera vez en su vida, utilizando el engaño de
pretender que no sabía toda la verdad. -...
- No, no
cariño. - Intervino su padre que sabía de sobra que Mimet habría
consultado alguna base de datos para llegar a esa conclusión, de modo que le
dijo. - No eres adoptada, en cierto modo sí que somos tus padres.
- ¡Ken, por favor! - Le pidió Mimí con una muda
súplica en sus ojos, como si pensase que aun podía detenerse, pero él añadió
apenado y con tono suave pero firme. -
- Ya es hora de que sepa la verdad, querida, si se
lo ocultáramos más no le haríamos ningún bien.
- Está bien,- concedió ésta visiblemente entristecida.
– Vamos allá, pues…
-¿Qué queréis decir? .Por favor no deis más rodeos.
No es lógico. - Les pidió Mimet con extraña intensidad de voz en ella.-
Lo cierto es que se sentía deseosa como nunca lo
había estado de confirmar la veracidad de lo que había leído y lo principal, de
conocer el porqué de todo aquello por boca de sus propios padres.
-Como bien sabes, tu padre y yo somos ingenieros informáticos
y estamos doctorados en cibernética.- Le explicó su madre. - Tu abuela Mimette
y tu abuelo Daniel, también. Nosotros teníamos un proyecto de fin de carrera
que luego se amplió en colaboración con bioquímicos de su empresa, y con
ingenieros de robótica como Keiko Tomoe, a la que llamas tía Keiko, y de su
padre, el famoso doctor Tomoe, en la Masters Corporation. Estaban haciendo
investigación genética integrada con tecnología artificial y nuestro proyecto de
doctorado se basaba en eso mismo.- Le
costaba seguir hablando por la emoción pero se sobrepuso y desveló. – Veras mi
amor. Durante los experimentos y las pruebas para llevarlo a cabo yo sufrí un
terrible accidente. Estaba embarazada entonces y perdí a mi hijo. Y además, a
resultas de las secuelas que padecí, nunca pude volver a concebir. Me deprimí
mucho. Lo pasé muy mal. Durante un tiempo no quise saber nada de nadie. Aunque
tu padre y el resto de la familia me apoyaron. Al final logré superarlo en
parte por ese proyecto. Ironías del destino. El mismo que me quitó la
posibilidad de dar a luz a un hijo me compensó.
-¿Cómo es eso posible?- Quiso saber la chica que no
acertaba a comprender aquello, cuando alegó.- Suena a paradoja irresoluble.
Su
madre asintió con lágrimas en las mejillas, sonrió débilmente y le respondió.
-Lo es, cariño, lo es. Una extraña y hermosa
paradoja al final. Verás, el resultado que obtuvimos, tras años de trabajo y
desarrollo, fue un organismo vivo con una gran fuerza e inteligencia
artificial, ese resultado fuiste tú, Mimet.
Pese
a saberlo ya, la chica quedó paralizada por primera vez en su vida de la sorpresa.
Oírselo decir a sus propios padres o a las personas a las que ella había
considerado de ese modo fue un golpe muy duro. Ken y Mimí la miraban muy
apenados y con gran preocupación...
- Te creamos con lo mejor de nuestra tecnología y
conocimientos. - Añadió Ken temiéndose el shock que aquello representaba incluso
para alguien como Mimet. - Saliste tan bien y nos encariñamos tanto contigo que
tu madre y yo mismo, que por culpa de ese desgraciado accidente nunca tuvimos
hijos, decidimos criarte como una hija nuestra. El doctor Tomoe y su esposa,
junto a tu abuela Mimette y su hermana Melissa, nos ayudaron mucho. Gracias a
los avances en el campo de la biología molecular pudimos crear un cuerpo mucho
mejor que el de un humano corriente que sirviera de anfitrión a tu cerebro. Como
tenías una mente cibernética analítica dejamos en blanco ésta y tratamos de
implantarle sensaciones y recuerdos como los de cualquier niño de tu edad,
desde la fase de bebé hasta los seis años. A partir del sexto año dejamos que
tu mente, influenciada por esos recuerdos y sensaciones, funcionase por sí
misma, para que no estuvieras excesivamente adelantada a tu edad. Y fueras
aprendiendo de un modo natural. Pese a ello, quizás a causa de las mejoras
implementadas en ti, tu desarrollo físico y mental era muy superior al de cualquier
niño con tus años.
-¿Soy un robot…un tipo de androide orgánico? - Les
preguntó Mimet incrédula. - ¿Por eso no
podía sentir y amar como los demás? ¿Por eso soy tan fría?
- No lo eres, has aprendido por ti misma a tener
curiosidad, a sonreír y....
Mimí enmudeció de asombro e incluso dolor mezclado
con cierta dosis de inexplicable alegría, al ver húmedos los ojos de Mimet.
- También sé llorar mamá, hace poco que lo he
aprendido.- Susurró ella mientras las lágrimas fluían por sus mejillas. – Creo que se llora cuando se siente dolor,
pero es extraño. No me he golpeado, ni herido con nada…
-¿Te ha dolido saberlo, hija? - Preguntó Ken sorprendido
y apenado. - Lo sentimos, de verdad. Nunca quisimos hacerte daño, confiábamos
en que llegarías a ser igual que cualquier chica. Siempre tratamos de rodearte
de nuestro amor...
- Pero eso no cambia las cosas, técnicamente, lo
único que soy es un androide. Sólo un montón de explicaciones y cables sobre
una mesa de diseño.- Musitó Mimet que parecía muy hundida.- Quizás, en el mejor
de los casos un ciborg que combina microchips con partes biológicas. Pero no un
ser humano.
O quizás la joven simplemente estaba analizándose a
sí misma, sin apenas prestar atención a las palabras de su entristecido padre.
- Eso no es cierto, eres físicamente como cualquier
mujer.- Le rebatió Mimí llorosa para argumentar. - Hace poco que tuviste tu
primer periodo. Puedes llorar y reír, comes y bebes. Tu cuerpo es humano,
Mimet. Y tú lo eres también. Hasta te sientes atraída por los chicos. Sólo te
faltan algunos sentimientos más profundos. Pero ahora estás llorando, debes de
haberlos adquirido.- Remachó con un tinte de esperanza. -
- Creo que lloro por que en cierto modo sé que es lo
que supone que debo hacer. La reacción fisiológica que esperaríais de mí en
este contexto, pero no porque sienta pena.- Objetó Mimet entre sollozos aunque
ni ella misma podría asegurar eso al cien por cien. -
-¿Tú crees, hija? - Le preguntó Ken añadiendo con
deseo de animarla. - Ahora tienes amigos que te quieren y siempre has tenido a
tu familia. No importa como hayas nacido, lo que realmente cuenta es que estás
aquí. Que te tenemos con nosotros.
- Yo no lo creo así.- Negó ella que insistió. - Sólo soy una máquina, un
proyecto. Tú mismo lo has dicho, puede que más sofisticado que otros. Pero al
final, sólo soy un mecanismo, un
ciborg.- Mimi y Ken no supieron que decir, Mimet retomó la palabra y
apenas sí susurró. - Ahora quiero estar sola para asimilar esta nueva realidad,
me iré a mi habitación...
Subió
a su cuarto dejando a sus apenados padres en el desordenado salón y no pudo
llorar más, sólo dejar su mirada perdida en la pared. Como si tratase de hacer
introspección en si misma, buscando su propia alma.
- Desde entonces quise estudiar cirugía, - le
explicó Mimet al atónito Brian concluyendo su historia. - Con mis conocimientos
de informática y los que me diese la medicina, podría conocerme mejor a mí
misma. Quizás tengo un mal funcionamiento en mi interior, o puede que mi
cerebro informático no acabe de reproducir los parámetros de la conducta humana
como debiera. En cualquier caso deseo obtener respuestas…
-¡Vaya!- Exclamó su interlocutor que realmente
estaba boquiabierto. - Bueno - le desveló al fin reponiéndose. - Yo tampoco soy
humano del todo, ¿sabes?...
-¿No lo eres?,- inquirió Mimet también sin
comprender tratando de deducir.- ¿Eres otro ciborg?
- No. – Negó el muchacho, matizando.- Mi abuelo
materno es un guerrero del espacio, igual que mi tío. Tengo sangre de saiyajin
y puedo transformarme. Mi abuelo Roy me enseñó. Te lo mostraré.
Y Brian, tras
asegurarse de que no había nadie más por allí cerca, tornó su pelo en rubio
dorado mientras emitía un resplandor del mismo color para añadir convencido.
- Seguro que mi primo puede hacerlo también. Al
igual que mi tío Leval.
- Tu energía ha subido mucho. Tus cabellos han
variado su pigmentación a causa de tanta potencia. - Pudo apreciar ella con sus
dotes de análisis, aseverando. – Seguro que tu metabolismo habrá aumentado
enormemente para producir tal cantidad de fuerza.
- Sí, por eso luego como mucho. - Sonrió él sin
darle más importancia en tanto retornaba a su apariencia normal. – Es una de
las pegas…
- Entonces todos podéis hacer cosas sorprendentes.-
Aseveró Mimet que parecía todo lo asombrada que era posible en ella. -
- Sí, y hay algo más.- Añadió Brian. - Asthel me lo
desveló cuando éramos pequeños…
Y en tono aun de mayor confidencialidad si cabía,
siguió contándole a esa chica lo que su primo le dijera acerca de su misión.
-¿Sabes qué misión es esa?- Se interesó la
muchacha.-
-Pues, si te soy sincero, no tengo ni idea. Pero
será algo muy importante. - Le confesó él.-
Su
interlocutora guardó silencio, él también lo hizo durante un rato, allí
quedaron, sentados en el banco, cada uno entregado a sus reflexiones…
-Pudiera ser que, de algún modo, sea bueno tener a
Brian como pareja sentimental. Él tampoco se ajusta al promedio humano, como yo.-
Razonó Mimet.-
Por
otro lado, en casa de los Johnson la joven princesa estaba algo aburrida. Tras
estudiar un poco y pensar, Alice decidió salir a dar un paseo. La tarde estaba
agradable, realmente en Bios el tiempo siempre era benigno. Cuando llovía el
agua caía en forma de una suave cortinilla que casi embellecía más el panorama.
La muchacha había estado reflexionando mucho sobre lo que hablase con Cooan.
-Realmente este mundo es una maravilla. Una especie
de milagro. A pesar de todo lo que mis
padres han trabajado para embellecer la Luna y convertirla en un paraíso, no se
puede comparar con esto.- Se decía en tanto caminaba.- Sí, he sido una tonta.
No me daba cuenta de todo lo que han debido de luchar y de sufrir, por mí y por
nuestros súbditos. Ellos lo único que quieren es legarme nuestro reino lo más
hermoso y próspero que puedan, y será mi responsabilidad mejorarlo el día en el
que gobierne.
Ensimismada
con esas reflexiones bajó por la avenida del Teniente Granate Lassart en dirección al parque. En otras
circunstancias quizás hubiese charlado un poco con la hija de Idina buscando su
consejo o al menos, sus ánimos. Sin embargo, Loren estaba en sus clases de
pintura. En cuanto a Tom, había salido con unos amigos. Recordó que hacía unos
pocos días el pobre muchacho le había ofrecido ir con él, pero estaba claro lo
que deseaba. Incluso, en un a juicio de la chica, intento desesperado, le pidió
quedar para ir al holocine. A su pesar, dado que no deseaba herirle, Alice le
dijo claramente que ella no veía en él más que a un buen amigo. Supuso que lo entendió.
De siempre su abuela Seira y su padre, e incluso su madre, le habían dicho que
ese tipo de situaciones era mejor cortarlas con la verdad. No obstante, el
muchacho ahora trataba de evitarla. Quizás eso fuera lo mejor. De todas maneras
ella tenía a su vez a alguien en mente. No tardó en estar cerca de la casa en
la que esa persona vivía, entonces se detuvo aguardando. Si no se equivocaba a
esas horas él siempre solía salir y parecía ser efectivamente que su paciente
investigación dio frutos puesto que oyó…
-Bueno mamá. Hasta luego.- Se despidió la voz de un
chico.- No volveré tarde…
Alice
se acercó con sigilo, le conocía aunque no mucho. Desde luego Idina le había
presentado a sus amigos y demás personas que eran importantes para ella. La
joven princesa recordó cuando conoció al coronel Malden. Incluso pudo practicar
un poco con él en un sitio apartado del planeta. Ese hombre era de la familia
real del planeta Nuevo Vegeta. Sus poderes eran enormes y podía convertirse en
súper saiyajin con la misma facilidad que el padre de ella. De hecho el tal
Leval tenía rango de príncipe. Desde luego que entrenaron unas cuantas veces y
la chica no fue nunca capaz ni de darle un golpe. Pero le vino muy bien. Tal y
como su madre le dijese, pudo avanzar mucho en su adiestramiento estando en ese
mundo. Lo cierto es que llegó a conversar ocasionalmente con el señor Malden.
Recordaba como la sorprendió cuando, tras una pregunta suya, ese hombre
respondió.
-¿Qué por qué no uso más mis poderes?- Repitió Leval
para contestar.- Verás, cuando era joven también me sorprendía eso en mis
padres. ¡Pensaba que podrían haber tenido una vida mucho más fácil y cómoda de
haberlo hecho! Luego comprendí la causa. Ellos siempre quisieron que mi hermana
y yo pudiéramos relacionarnos con todo el mundo, comprender al resto de la gente,
sus vidas, sus problemas. Así puedes querer más a quienes te rodean y estás más
dispuesto a ayudar a quién lo necesita. Porque sabes que ellos no pueden hacer
lo que nosotros. Te identificas con sus circunstancias y evitas asimismo que la
gente te tema. Las personas muchas veces temen lo que no entienden y entonces
te apartan de su lado. Y créeme, los poderes que tenemos causan ese efecto en
la mayoría y en otros incluso algo peor. El deseo de utilizarte para ayudarles
a cumplir con sus propósitos, que a veces, no son precisamente limpios ni
altruistas.
Ahora
la joven princesa meditaba sobre eso con interés. Esa era otra lección que sus
padres habían querido que aprendiese. Quizás si la hubieran enviado al
magnificente palacio de Cristal Tokio eso no hubiese pasado. Pero lo más
importante para abrirle los ojos fue esa conversación con la madre de Idina.
Así pensaba cuando por inercia se acercó a ese muchacho que ahora caminaba unos
metros por delante de ella y le saludó.
-¡Hola!- Dijo con jovialidad.- ¡Eres Granate Lassart!,
¿verdad?- Agregó señalando el gran rótulo de la calle.
El
aludido se giró sorprendido. Esa muchacha morena y atractiva le pareció
familiar…creyó reconocerla. Era la hija de la reina de la Luna, la que vivía
con Idina. Sonrió algo azorado para matizar.
-Bueno, ese Granate no, él era mi tío…
-Sí, claro.- Convino ella con una apurada sonrisa.- Lo
siento. No quise decir eso, yo…
Aunque
ahora se sentía un poco tonta, no se le ocurría qué más decir…Realmente deseaba
hablar con ese muchacho al que encontraba bastante atractivo e interesante. Y además
despertaba en ella mucha curiosidad dado que se parecía bastante a su difunto
pariente. El que fue el primer amor de su madre. De modo que, tratando de ser
amable, y salir de ese aturullamiento, comentó.
-Es que te pareces tanto a él, que cualquiera que no
te conozca pensaría que ha resucitado…
-Es cierto. – Admitió su contertulio quien le contó.-
Mi abuela Petz me lo dice muchas veces. Le recuerdo a su hijo. La pobre sufrió
bastante cuando murió. Le quería muchísimo. Siempre que puede me enseña cosas
suyas.- Añadió con un poso de tristeza.-
-Mi madre también.- Dijo ella casi sin darse
cuenta.-
Granate
la miró atónito. Suponía que quizás, la soberana de la Luna y su tío podrían
haberse conocido. Entonces la joven le devolvió la mirada visiblemente azorada.
-Bueno, quiero decir que, cuando lo supo, lo pasó
muy mal…
El
chico recordó algo. Hacía años su abuela Petz le puso algunas canciones de su
tío. De las que había grabado a bordo de
la SSP-1. Y en el Holo video él salía con una joven muy hermosa, ahora que se fijaba
se parecía mucho a esa chica. Apenas sí pudo comentar…
-¿Estás diciendo que mi tío y tu madre? Que ellos…
-Hace poco que me enteré.- Confesó la apurada joven
en tanto ambos caminaban ya fuera de la avenida.- Pero creo que sí se querían.
-¡Lo que es la vida! ¡Podríamos haber sido primos!-
Comentó el joven quien, mirando el reloj, añadió.- Bueno, me están esperando.
Me gustaría que algún día pudiéramos charlar de esto. Mi abuela Petz se
alegraría mucho de conocerte.
-Sí claro, cuando quieras. Vivo en…
-En casa de Idina y Michael, lo sé… eres amiga de
sus hijos.- Sonrió afablemente él.-
Aunque
eso no le sonó muy bien a Alice. Ese muchacho era varios años mayor y casi
parecía que la comparaba con los hijos de la amiga de su madre. Quizás solamente
viese en ella a una niñita con la que hablar. De hecho él le comentó.
-Vente a casa alguna vez. Mi madre hace unas tartas
estupendas. Y tráete a Tom y a Loren.
-Claro.- Pudo musitar ella apagando su sonrisa.- Lo
intentaré.
El
joven se despidió saludando con la mano y echó a correr para llegar a su cita
con un grupo de amigos. Ella le devolvió el gesto moviendo la suya y se quedó
pensativa. Además de guapo parecía agradable. A pesar de esa decepción en
cuanto a lo que él pudiera considerarla, trataría de verle más. Nunca se sabía
que es lo que podría pasar…Y suspirando se marchó a proseguir con su paseo.
-Bueno, otra cosa más digna de verse en este
planeta. Un chico muy guapo y gentil. - Se sonrió finalmente.-
Asthel
mientras tanto estaba con Madeleine. Como él sospechó, su novia había inventado
eso de cuidar al niño para dejarles a ambos solos y de paso que Mimet y Brian
congeniasen. Aun no lo sabían pero su plan había sido un completo éxito
saliendo muchisimo mejor de lo que ninguno habría imaginado. Y el chico en su
interior tenía la impresión de que, así de unidos, esos dos formarían parte de
su futuro grupo.
-Espero que Brian consiga que Mimet se sienta mejor.
La pobre se encierra cada día más en sí misma.- Valoró Maddie.-
-No te preocupes. Creo que cada uno de ellos es lo
que necesita el otro.- Replicó confiadamente Asthel.-
-¡Vaya! No sabía que te hubieras vuelto psicólogo.-
Sonrió su novia mirándole divertida, en tanto se sentaba sobre sus rodillas y
le pasaba los brazos por el cuello.- Otro talento más para adornarte.
Tras
darse unos cuantos besos, el joven sonrió, desvelando.
-Psicólogo no, pero digamos que tengo un don para
ver en los corazones de la gente….
-Eso desde luego. - Convino Madeleine de forma casi
profética.- Lo que tú no sepas no creo que pueda conocerlo nadie.
Asthel sonrió nuevamente para besarla otra vez. A
todo eso, su padre tuvo un día anodino en el trabajo, salvo por un detalle.
Alguien había venido a verle a su despacho. Se lo comunicaron y él autorizó a
que esa visita entrase.
-Sí…por supuesto. Adelante.- Le indicó por el
interfono a su ayudante.-
Un chico de su estatura, de pelo castaño oscuro y
ojos color azul verdoso, con uniforme de cadete, se cuadró enseguida ante él
saludando militarmente. Leval le devolvió el saludo en tanto ese muchacho
declaraba.
-Se presenta el cadete primero Alex Ginga, mi coronel.
-¡Vaya! ¿Ginga? ¿Acaso eres hijo de Giaal?- Se
interesó su interlocutor. –
-Sí señor, soy hijo del director médico del hospital
central de Nature, Giaal Ginga y de la capitana de navío, Susan Hunter.
Era algo poco habitual que le
enviasen a alguien que todavía no se había graduado en la academia militar.
Aunque conociendo las circunstancias de Nature, Leval pudo comprenderlo. A buen
seguro que Susan quiso alejarle de allí todo lo posible.
-Muy bien, supongo
que con este traslado podrás ascender enseguida a alférez y concluir tu
preparación para obtener el rango de teniente en pocos meses.- Comentó Leval.-
-Muchas gracias,
mi coronel.- Repuso el chico.-
Ahora su superior sonrió de una
manera más desenfada y dándole una palmada en la espalda, declaró.
-¡Cuánto me alegra verte, muchacho! ¿Qué tal están
tus padres?- Quiso saber con interés.-
-Bien señor, le envían sus saludos y recuerdos para
usted y toda su familia. Ellos al menos, en lo que a su salud particular respecta,
se encuentran estupendamente.
-Celebro oírlo. ¿Sabes?- Eran muy amigos míos. Luché
junto a ellos y serví junto a tu madre. Celebro ver que ha tenido una buena
carrera militar.- Le contó su contertulio que, enseguida le indicó. – Pero
descansa y siéntate, por favor. – Le pidió ofreciéndole el sillón que se
enfrentaba al suyo propio. –
Alex aceptó de inmediato y ambos tomaron asiento. El
muchacho entonces le contó.
-Le traigo recuerdos de su hija, señor. Antes de
venir aquí pasé por la Ciudad del Sur de Bios, Selenia, creyendo que usted
estaría allí. La encontré a ella. Está muy bien y deseando volver a verles.
-Sí, nosotros también la echamos de menos. - Sonrió
Leval recordando cuanto había cambiado su niña (en fin, siempre lo sería para
él) en los últimos tiempos. De chica tímida y algo acomplejada había pasado a
ser una joven sofisticada, muy hermosa, independiente, segura de sí y con una
manifiesta personalidad. – Pero ¿de qué la conoces? ¿De cuando fue a Nature,
verdad?. Ella habló muy bien de ti y de cómo la ayudaste a adaptarse.
-Gracias, señor. Sí, nos conocimos allí. – Admitió el
muchacho, confesando ahora.- En cuanto llegué a este planeta fui a indagar para
presentarme ante usted. En mi orden de traslado figuraba el apellido Malden y
debieron de equivocarse cuando me asignaron la ciudad. Cuando traté de
localizar a alguien me remitieron allí.
-Bueno…desfiles, Malden, ¡ja, ja! - Se rio Leval,
añadiendo ya con tintes más reflexivos.- Admito que tiene gracia… tenemos una
base de operaciones allí, aunque no me explico la confusión.
-Ni yo. Pero verá, mi coronel. – Comentó Alex ahora
con tono más serio y preocupado. – En realidad no he venido desde Nature sólo para
contarle esto. Tengo algunos informes para usted, de parte de mi madre.
Ahora fue Leval el que tornó su gesto más serio y
dedicando toda su atención al chico, replicó.
-Me lo imaginaba. Dime. ¿Hay novedades sobre “el
tema”?
-Sí señor, desgraciadamente avanza mucho más rápido
de lo que habíamos creído en un principio.- Le informó con gravedad. – La
princesa Kakyuu pidió a dos de sus mejores guerreras que investigasen. Según
nos indicaron en persona Sailor lead Crow y Sailor Aluminium Seiren, la
situación es insostenible en su sector…Aquello avanza de forma muy veloz. No
puede ser detenido por ningún medio. Incluso Sailor Galaxia ha fracasado en
eso.
Tras escuchar aquello y suspirar largamente, el
coronel Malden se levantó de su sillón, el chico obviamente hizo lo propio. Su
superior se paseó por la estancia con las manos detrás de la espalda tratando
de pensar y finalmente preguntó.
-¿Cuánto tiempo nos queda?
-Acorde a los informes suministrados por las Starlight
y las Anima mates, a este paso unos
pocos años a lo sumo, mi coronel. – Estimó el muchacho. –
-Muy bien, espero que tus padres podrán reunirse con
nosotros, igual que mi primo Alan y su familia.
-No se preocupe. Lo harán cuando llegue el momento.
Así me lo han asegurado. – Contestó su subordinado. –
-En ese caso, te quedarás en Bios por algún tiempo,
si te han destinado aquí te buscaré un lugar cercano a mí, en la base de Vitae.
Redactaré tu ascenso a alférez y llevarás a cabo tus últimas pruebas para licenciarte.
Dime. ¿En qué especialidad estás encuadrado?
Aunque Leval enseguida lo vio, el chico lucía entre
sus insignias la del cuerpo médico. Entonces sonrió para declarar con
aprobación.
-Eres la perfecta combinación de tus padres. Oficial
de UNISON y médico. Bueno, supongo que estarás deseando ir a descansar.
Retírate si lo deseas, ya seguiremos hablando.
-Gracias. Con su permiso, mi coronel.- Saludó el
muchacho, Leval le devolvió el gesto y Alex se dio media vuelta saliendo del
despacho.- Buenas tardes, señor.
Su superior asintió volviendo a sentarse frente a su
escritorio. Tenía mucho en lo que pensar. De camino a buscar alojamiento en su
nuevo destino el joven oficial meditaba a su vez. Supondría que Asthel ya
habría comenzado a prepararse para el momento final. También pensaba que el
chico tendría el libro de guía. Él mismo pudo consultar ese ejemplar hacía
algún tiempo y sabía de la importancia de todo aquello.
-Todavía deben acontecer muchas cosas. Únicamente
espero que podamos disfrutar de algún tiempo de calma y felicidad…Eso ya es
cosa del Mensajero y su grupo.
De modo que, por ahora, no interferiría, su misión
era otra bien distinta. Finalmente encontró sus dependencias y se instaló,
deseando descansar y pensando en sus padres, en sus amigos de Nature y en Maray.
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