martes, 8 de marzo de 2011

GWT 39.191. El retorno de Azraél con increíbles revelaciones.


El líder del grupo se situó en el centro de un improvisado círculo formado por el resto y habló...



- Me llamo Asthel, para los que no me conozcáis, soy el hijo de Leval y Amatista, nieto de Roy Beruche, Esmeralda y Diamante.



            El muchacho recordaba no sin nostalgia a todos sus amigos y compañeros en tanto se presentaba. Pero no solamente a los allí presentes, sino a sus amigos y familiares que quedaron en su mundo y en la Tierra. De hecho, el joven había vivido una vida feliz y normal. Aunque jalonada por aquellas visitas de los dioses y sus habilidades tan extraordinarias. No obstante, la mayor parte del tiempo la cotidianeidad fue la norma. Estudiar, no llegar tarde a casa, comenzar a salir con chicas…



-Sí, he tenido una buena existencia terrenal. – Pensaba.-



Le venía a la mente el recuerdo de Madeleine, a la que sabía que también debía de renunciar. Pensaba en eso cuando recordó una conversación que tuvo haría ya algunos años con su padre. Los dos estaban pasando una tarde tranquila en casa, dado que Amatista había ido de compras con Maray, a los pocos días de haberse celebrado el certamen de Miss Bios.



-Bueno hijo, ¿cómo se presenta esta temporada?- Quiso saber su padre en tanto veían por lo Holo tele algunas imágenes de partidos clásicos de baloncesto.-

-Pues, tras ganar este campeonato el reto ahora es repetir el próximo año. Una vez que llegas arriba del todo solamente se puede ir cuesta abajo. - Replicó filosóficamente el muchacho.-

-Sí. Lo difícil es mantenerse. - Convino su interlocutor ahora con un tinte reflexivo para decir señalando a la pantalla.- Mira, ahí  está tu abuelo.



            En las imágenes aparecía Roy haciendo unos espectaculares mates. Después podían verse una selección de sus mejores asistencias y robos de balón. Se hablaba de él como de uno de los mejores jugadores de la historia en la competición. Ganador de varios anillos y asimismo un carismático entrenador. Al hilo de aquello, Asthel sonrió declarando no sin admiración.



-¡El abuelo era muy bueno jugando!…le encanta el baloncesto. ¡Y como entrenador es fantástico!



            Ahora fue Leval quién sonrió de forma leve para asentir despacio y confesar.



-A veces creo que quedó decepcionado conmigo porque no me decidí a jugar como él, en plan profesional. Seguro que estará encantado con verte a ti jugando en el equipo del instituto, y el próximo año en el de la universidad.

-Sé que el abuelo Roy está muy orgulloso de ti, papá. Siempre que le he visto me lo ha dicho.- Contestó el chico.- Presume a la menor ocasión…

-Es curioso.- Replicó su padre añadiendo no sin analizar aquello con cierta sorpresa.- Al parecer, tanto tú, como tu hermana habéis hecho lo que quizás los padres de tu madre y los míos esperaban de nosotros. Seguir sus pasos. Y me alegro, puesto que tanto tu abuela Esmeralda como mi padre, no lograron que ni tu madre, ni yo continuásemos la tradición familiar. Al menos en eso.

-Los abuelos os quieren mucho.- Aseveró Asthel.- Y tanto Maray como yo somos felices haciendo lo que nos gusta hacer. Al menos en tanto podamos.- Remachó ahora con un tono menos animado.-



            Su padre no pareció percatarse de eso, o si lo hizo posiblemente creyera que el chico se refería a otras cosas, puesto que respondió.



-A todos nos llega el momento de centrarnos en la vida y dedicarnos a una profesión. Disfruta tu etapa de estudiante y de juventud mientras puedas…

-Sí papá. Lo haré. - Sonrió el muchacho que decidió que era mejor no aclarar el trasfondo de sus palabras.-



            Recordaba esos momentos junto a su padre con mucho cariño. Estaba muy unido a él y a su madre, hermana y abuelos. Aunque respecto de su progenitor no había tenido demasiado tiempo de pasarlo a solas y conversar de ese tipo de cosas con él. Leval había estado muy ocupado con sus obligaciones militares. No obstante, eso no le impidió preocuparse por sus hijos y tratar de estar a su lado. Ahora había llegado el momento para Asthel de dejar esa existencia tan agradable, la vida que un muchacho corriente de su edad podría haber seguido disfrutando, puesto que tenía una misión fundamental que realizar.



-Siempre supe de un modo u otro que este momento llegaría.- Se dijo con tintes reflexivos y algo tristes.-



Pero ahora estaba rodeado por otros muchachos y muchachas tan o más jóvenes que él que debían hacer ese mismo sacrificio. Ninguno de ellos lo pidió tampoco. Y miró a su hermana en tanto pensaba en eso. La pobre chica no parecía haber estado destinada en un principio a compartir su carga, al menos eso había creído hasta que, siendo niño, le revelaron que así sería. Y él también conocía otro secreto. La muchacha debería acompañarle en su misión y tendría además otro destino reservado. De este modo la presentó declarando.



-Ella es Maray, mi hermana menor.- Le cedió el sitio a la muchacha que saludó al resto. -

-¿Qué tal estáis?- Preguntó de forma educada, añadiendo.- A la mayoría ya os conozco, pero a algunos nunca os había visto. Sé que, como mi hermano y yo, estáis destinados a esta importantísima tarea. Seguro que haremos un buen equipo todos juntos.



            La chica no podía abstraerse tampoco a sus recuerdos. Había dejado atrás a sus padres, sus abuelos, el resto de la familia y amigos. E incluso a su novio. De todos  modos algo le decía que si triunfaban en aquella misión volvería a verle. Pero ahora su mente voló hacía algunos meses atrás, cuando visitó la casa de sus abuelos paternos en Nueva York, aprovechando que la casa Deveraux hacía una gira por allí. Su abuela Esmeralda enseguida quiso que ella fuese para ver a su familia. Curiosamente fue Maray quién les dio noticias de Brian y del resto de los que se encontraban en Bios. Asimismo les dio recuerdos de la veterana diseñadora. Tanto sus abuelos como Kerria y Sam la acribillaron a preguntas.



-¿Qué tal el mundo de la moda?- Quiso saber Roy con innegable buen humor.- ¿Se liga mucho?

-Muy bien, abuelo. - Sonrió la chica obviando esa broma y sintiéndose realmente contenta al afirmar.- Es mi sueño hecho realidad.

-Eso está muy bien, cielo.- Terció Bertie sosteniendo una mano de su nieta con afecto.-

-¿Y qué se cuenta nuestro hijo?- Quiso saber Kerria que estaba  a su vez de la mano de Sam.-

-Tanto él como Mimet están saliendo juntos por lo que yo sé. - Les contó su interlocutora.- Les va muy bien, ella ya es doctora y él está a punto de terminar.

-Economista como su padre.- Sonrió Samantha, al agregar.- Y como yo.

-Sí, eso nunca viene mal. - Afirmó Roy.- ¡Es estupendo tener a alguien que sea capaz de hacerte la declaración de la Renta! - Remachó jovialmente pasándole un afectuoso brazo por los hombros a su nuera.-



            Como de costumbre su chascarrillo provocó las risas del resto, que le miraron divertidos.



-Tampoco es para tanto, la tuya es muy fácil de hacer. - Sonrió Samantha.-

-Siempre había creído que te dedicabas a la publicidad y el marketing, tía Sam.- Comentó Maray.-

-Bueno, verás. Encontré trabajo en una agencia de publicidad, porque tengo un master en marketing mix, pero realmente soy economista.- Le explicó la aludida.-

-¡Es un chollo!, una abogada y una economista en la familia. - Sonrió Bertie mirando a su hija y a Sam con orgullo.-

-Sí, y ahora además contaremos con Brian.- Declaró la madre de éste con patente satisfacción también.-

-Dentro de poco podréis poner vuestro propio despacho de abogados y consulting financiero a lo grande. Malden & Malden.- Declaró Roy con su teatralidad habitual a la hora de bromear. Aunque quizás en esta ocasión no fuese una broma.- ¡Y yo podría ser vuestro primer cliente!



            De todos modos su esposa y las demás se rieron una vez más. Aunque merecía la pena sopesarla. Desde luego eso no parecía una idea tan descabellada.



-Eso sería un enorme orgullo para mí.- Declaró Kerria.-

-¿Quiñen sabe?. Después de volver de Bios con su carrera terminada. Pudiera ser que a Brian le gustara la idea.- Convino Samantha.-



            Maray esbozó una débil sonrisa. ¿Cómo decirles a sus familiares que aquello no sería posible? Aunque la atención de todos retornó a ella una vez más. Su tía Kerria reanudó el cuestionario.



-Bueno, ¿y qué tal te va en todo lo demás?... ya sabes. ¿Hay alguien por esos lares que estés echando de menos ahora y que no sea familiar ni amigo? - Quiso saber con tono de complicidad.-

-Pues veréis.- Pudo decir la muchacha ruborizándose.- Hace poco estuve con mi novio. Tenía un permiso y vino a verme a París.

-¡Vaya!- Exclamó su abuelo tratando de hacer memoria para decir.- ¿Tu novio no es ese chico que es nieto de Ail y Ann?

-Sí, el hijo de la hermana mayor de Debbie. - Suspiró Kerria afirmando con un toque de nostalgia.- El mundo, ¡qué digo!, el universo, es un pañuelo.

-El destino tiene estas cosas.- Afirmó Beruche.- Nunca sabes por dónde te va a sorprender…



            Su nieta les miró a todos ahora con expresión reflexiva e incluso bastante seria y algo entristecida y musitó, dejándoles perplejos.



-Así es. Y a veces creo que nuestras vidas parecieran diseñadas por alguien. Una fuerza muy por encima de nuestro entendimiento que escribe el guion para que ese tipo de causalidades se den.



Nadie supo que contestar, la palabra que empleó la muchacha era causalidad, no casualidad. Si  alguien pudo reparar en ello no lo hizo notar. Aunque enseguida pasaron a otros temas y aquello aparentemente se olvidó. A la hora de instalarse Maray se alojó en el cuarto que fuera de su padre. Allí contemplaba los trofeos, fotografías y recuerdos que éste había dejado. La chica supo que él también tuvo un destino trazado. Incluso otro Leval, de un futuro apocalíptico y terrible, vino al pasado a cambiar la historia y eso puso en marcha todos los acontecimientos para que tanto ella, como su hermano llegasen a este mundo. La joven se sentó en la cama, meditaba sobre eso y otras cosas. De pronto, sin saber cómo ni porqué, comenzó a tararear una bella melodía y a cantar una canción en una lengua que desconocía pero que le vino a la mente.



Hi-ri-u

Ho-ro-ro

Ho-ri-u



Hoireann- is –oro

Ta muid beo

Him-oro-ho



Hi-ri-u

Ho-ro-ro

Ho-ri-u

Hoireann- is –oro

Ta muid beo

Him-oro-ho



Go deo na ndeor



(ENYA The long ships Crédito al autor)



Era como si presintiese la llegada de un invisible barco que acudiera a buscarla desde un vasto océano, a la orilla en la que estaba. Y de algún modo, sabía que tendría que embarcar en él para realizar un largo viaje a remotos lugares. No supo cuánto estuvo así, pero al terminar, como si de una especie de trance se tratase, se giró descubriendo allí a su abuela Bertie y a sus tías Kerria y Sam, junto a su abuelo. Todos la observaban maravillados.



-Hija mía. ¿Dónde aprendiste esa canción?- Le preguntó Beruche con los ojos llenos de lágrimas.-

-No lo sé. – Repuso suavemente ella.- Me vino sin más…

-Yo recuerdo haberla escuchado.- Terció Roy con tono entre asombrado y lleno de emoción también, sobre todo al afirmar con rotundidad.- Pero no en esta vida.

-¡Ha sido algo increíble! - Pudo decir Sam sin salir de su asombro y hasta secándose algunas lágrimas.- Cantabas con una voz maravillosa y  tu pelo… ¡brillaba en un tono blanco tan hermoso!

-¿Qué significa? – Quiso saber Kerria, igualmente impresionada. -

-No lo sé.- Admitió su sobrina.- Ya os lo dije, me llegan a la mente y tengo que cantar, es como si no pudiera contenerlas en mi interior y tuviera que expresar lo que me hacen sentir.



            Pero fue entonces Bertie la que, sonriendo, les tradujo con voz suave y llena de nostalgia.



-Estamos vivos, por siempre y para siempre…Eso es lo que quiere decir. Que somos inmortales, que, pase lo que pase perduraremos…En otros mundos, otros lugares y otros tiempos…Creedme, lo sabemos muy bien.- Remachó mirando cariñosamente a su esposo que le devolvió esa misma expresión.-

-Sí, es verdad.- Admitió la chica sonriendo con afecto y timidez a todos los presentes. Y declarando con voz queda.- A veces me sucede que pierdo la noción del tiempo y de lo que estoy haciendo. Es como si viajase a lugares que ni siquiera son de este mundo. Pero sé que están ahí y sé que me están llamando…Algún día, no muy lejano ya, tendré que ir…



            Los demás se miraron atónitos. Aunque sus abuelos cruzaron a  su vez sendas miradas de pesar combinadas sin embargo con orgullo.



-Hija.- Le dijo Bertie tomando sus manos entre las de ella.- Eso es porque eres alguien muy especial. Al parecer has conectado con unos poderes muy elevados y ellos te transmiten muchas cosas.



            Y la aludida suspiró ahora con un poso de tristeza en su mirada y en su tono de voz cuando declaró.



-¡Ojalá no hubiera sido así! Muchas veces desearía ser simplemente una chica que lucha por alcanzar sus sueños. Que comparte su vida con sus seres queridos y que piensa en su futuro.

-Cariño. Trata de disfrutar de tu vida y de los que te queremos todo lo que puedas. Tras todos estos años eso es lo más importante que yo aprendí.- Le susurró su tía Kerria con cariño y dulzura, para darle un beso en la mejilla.- Hazlo en tanto tengas esa oportunidad.



            Maray asintió sonriendo más reconfortada,  se abrazó a todos sus parientes y quiso seguir ese consejo. Al poco tiempo retornó a Paris y después fue a ver a sus padres. De eso hacía algún tiempo ya, pero le pareció de pronto que hubiese transcurrido una eternidad. Y ahora, bueno, ahí estaba, con ese grupo que compartía el peso de su tarea…



-Lo hice lo mejor que pude. Por lo menos sí que pude realizar mis sueños.- Pensaba con melancolía.-



            Después les tocó el turno a las gemelas. Alusa, la mayor por unos minutos, habló por las dos...



- Soy Alusa y ella es mi hermana gemela Minara. Somos hijas de Mazoui y Satory, nietas de Karaberasu y Mathew y de Ian y Jennifer.



            Su hermana pensaba también en lo que habían vivido. Desde que, siendo muy pequeñas, Asthel les devolviese a su madre del Más Allá, lo supieron. Estarían destinadas a hacer algo muy importante. Por supuesto que entonces eran demasiado jóvenes para entenderlo del todo. Así pues siguieron con sus vidas normales y estudiaron. Tampoco se privaron de salir con chicos. E incluso a veces, por mera diversión, de tratar de confundirles haciéndose pasar la una por la otra. En ese particular no llegaron a enamorarse de verdad de ninguno. Una de la razones fue que nadie fuese capaz de distinguirlas cuando se permutaban. Eso, en opinión de las jóvenes, quería decir que sus pretendientes no las querían lo bastante. Pensaban que, de existir un verdadero amor, sus parejas las habría distinguido sin lugar a dudas de la otra hermana. Ahora Minara pensaba que había sido mejor así. Su gemela compartía aquella impresión. De hecho, muchas veces no necesitaban hablar para comunicarse. Las unía un vínculo que nació con ellas. De todos modos Alusa, como la mayor, (aunque fuera por tan exigua diferencia) y más decidida de las dos, era la que había llevado la iniciativa casi siempre. A la hora de salir, llegar tarde, incluso discutir con sus padres. Ahora confiaba en que, junto a su hermana y el resto de esos jóvenes que las acompañaban, pudieran culminar con éxito aquella trascendental misión. Las dos chicas habían conversado mucho con su padre acerca de sus orígenes y su naturaleza. Por fortuna no dieron muestras de atravesar una pubertad como la que tuvo que sufrir Mazoui. Quizás, al tener predominio de herencia humana en sus genes aquella influencia se hubiera minimizado. Desde luego los padres de ambas siempre las quisieron, cuidaron y alentaron en todo y las miraron con orgullo en su primer día como empleadas oficiales de la Master Corporation. Sucedió al poco de licenciarse, Alusa en ingeniería Industrial y de Infraestructuras, Minara en empresariales y gestión.



-No podría estar más orgulloso de vosotras. Habéis estudiado mucho y trabajado duro para terminar con tan buenas notas.- Las felicitó su padre.-

-Sí, hijas. Ojalá vuestro abuelo Ian pudiera ver en qué dos hermosas e inteligentes mujeres os habéis convertido. - Suspiró Satory.-

-Creo que el abuelo lo sabe. - Sonrió Minara elevando la mirada hacia el techo.- Y que lo ha visto.

-Es verdad.- Convino Alusa haciendo lo propio para rematar.- Nos gustaría mostrarnos dignas de él y de vosotros.

-Ya lo sois.- Las abrazó Satory con visible satisfacción, para añadir.- Ahora vendrán el abuelo Mathew, la abuela Karaberasu y la tía Katherine. Les hemos llamado para que puedan felicitaros.

-En cuanto les conté que ibais a venir quisimos organizar una pequeña celebración. - Sonrió Mazoui.-



            Alusa recordaba aquello con una sonrisa llena de nostalgia. Su familia siempre fue un grupo de personas estupendas que rodearon a ambas de mucho amor. Y aunque ella era la más traviesa de las dos, quizás fuese en el fondo la más sentimental.



-Papá, Mamá, abuelos. Os echaré mucho de menos.- Pensó con añoranza.-



 Por su parte, Minara se acordaba también con nostalgia de esos momentos pasados con sus padres, sus abuelos y su tía Katherine. Sabía que ésta quiso hacerle un regalo muy especial. Aunque ella lo rechazó puesto que estaba segura de que otra persona sería mucho más indicada para tenerlo. ¡Quién iba a decirle que al final ella también compartiría ese mismo destino!…



-Espero que seamos dignas de vosotros y de todos vuestros esfuerzos.- Se dijo con la esperanza de que así fuera.-





            Entonces tocó el turno del muchacho moreno y de ojos verdes que estaba junto a ellas, y con el que sentían una gran afinidad. Posiblemente debido a orígenes comunes. De hecho, Minara le miró con una mezcla de agradecimiento y simpatía. Su hermana Alusa también atendió a sus palabras con cortesía y respeto.



- Soy Granate,- se presentó éste tomando la palabra. - Hijo de Sandy y Coraíon, nieto de Petz y Zafiro y de Robert e ILaya.



            Y se sentía muy orgulloso en tanto lo recordaba. Desgraciadamente su abuelo falleció hacía poco tiempo. Su madre pese a todo lo superó bien. Ella misma le dijo que aquello era ley de vida. Lo cierto es que Sandy, pese a su edad, seguía pareciendo una chica joven, casi tanto como su propio hijo. El muchacho se acordaba, ahora no sin una nostálgica sonrisa, de cómo tuvo que disuadir a más de un compañero de acercársela. Una de las veces paseaba por el campo de su academia militar junto con su amigo Roger. Era otro cadete, un tipo de pelo rubio y ojos marrones que se había dejado un fino bigote, según él para dar la impresión de ser más responsable a sus superiores. Charlaban sobre temas anodinos cuando estaban llegando al edificio de las clases. Allí, el muchacho sonrió al descubrir a su madre que le aguardaba. Ella le devolvió la sonrisa dirigiéndose hasta ellos. No vestía de forma particularmente llamativa en esa mañana de cielo encapotado y algo de llovizna, quizás al contrario. Una chaqueta burdeos de tweet, pantalones blancos largos y negras botas de montar hasta la rodilla por fuera del pantalón. Aunque pese a ello, a la vista de su larga melena morena y sus ojos verdes albahaca, acompañados eso sí de las formas tan voluptuosas que marcaba incluso con ese vestuario, Roger enseguida le cuchicheó a su divertido compañero.



-¡Joer tío! ¿Has visto que piba? No me fastidies que la conoces. ¿Es tu novia o te la estás ligando?

-No. ¡No tengo ese tipo de interés con ella! - Pudo replicar el chico tratando de aguantar la risa.-

-Pues preséntamela y te deberé una, ¡mejor dicho!, dos…- Le pidió su compañero con tanta vehemencia que le hizo reír.-

-Muy bien, si es tu gusto. – Repuso él al fin, tras contener su hilaridad.-

-¡Ya te digo! - Exclamó su amigo.- Bien que me gustaría conocerla, sobre todo íntimamente.



            Su interlocutor obvió aquello último, lejos de molestarle incluso le hizo sonreír, y sin pensarlo dos veces se aproximaron hasta coincidir con esa morena tan espectacular. Ella saludó como si tal cosa dándole dos sentidos besos en las mejillas a Granate que preguntó entre divertido y algo sorprendido.



-¿Cómo tú por aquí?...

-Tenía la mañana libre y fui a montar a caballo. Pensé qué, si tenías permiso, quizás te apetecería que almorzáramos juntos, cariño…- Fue la  jovial respuesta.-



            Al oír eso a buen seguro que Roger pensó que esa mujer estaba realmente interesada por su compañero.  De hecho su amigo puso una cara entre el asombro y la envidia. Lo cual divirtió todavía más a Granate quien, fiel a su palabra y para seguir un poco más con esa confusión, le dijo entonces a su interlocutora.



-Te voy a presentar a mi amigo, se llama Roger Carter. Está en mi promoción. Roger, ésta bella mujer es Sandy Ann Lassart.

-Vaya, tiene el mismo apellido que tú.- Sonrió él, aventurándose para preguntarle a esa hermosa chica.- ¿Eres la hermana de Granate, quizás?

-Casi.- Replicó ella sonriendo, para desvelar dejando helado a ese rubio muchacho.- Pero no, soy su madre.

-¡No puede ser!- Pudo replicar éste del todo asombrado.- No me lo puedo creer…

-¡Pues te aseguro que lo es! - Rio su amigo para preguntar ahora a su risueña progenitora. -Dime mamá. ¿Qué tal papá? ¿Sabes algo de él? ¿Ha vuelto ya de nuestra luna?

-No hijo. Todavía sigue allí tratando de ver qué posibilidades de construcción hay para las infraestructuras.- Suspiró ella que más jovialmente volvió a su tema inicial para proponer.- Entonces, ¿puedes venir a comer conmigo? Si tu amigo quiere que se una a nosotros.



            No obstante, el azorado chico apenas si pudo pretextar en tanto movía ambas manos con cierta prevención…



-No, no puedo, lo siento. Gracias pero tengo que irme, había quedado dentro de media hora. Ni me acordaba. -Y visiblemente apurado agregó dirigiéndose a su compañero.- Oye tío, lo siento. No quise decir…ya me comprendes. Bueno, nada, nos vemos luego…



            Al menos Granate suspiró aliviado, sabía que eso era cierto. Se rio asintiendo con gesto desenfadado hacia su amigo. Se despidieron de él aunque su madre no parecía tan contenta. Mientras los dos se alejaban paseando el chico bromeó con jocosidad tras contarle lo que Roger había dicho de ella…



-¡Hay que ver, mamá!  Es que levantas pasiones. Dentro de poco van a decir que eres mi hermana pequeña.



            Pero enseguida guardó silencio cuando observó la tristeza reflejada en los ojos de su progenitora, que musitó.



-No es algo que me guste precisamente, hijo.

-Pero no es algo tan malo. - La intentó animar su interlocutor en tanto llegaban a la cafetería de la academia, a esa hora repleta de jóvenes cadetes, y tomaban asiento.- Eso de tener una madre tan joven y tan guapa me llena de orgullo. ¡Podrías pasar por cualquier de mis compañeras de academia! No, más aún. ¡Estás mucho mejor que la mayoría de ellas!…¿De veras no quieres alistarte conmigo?



            Sandy sonrió pese a todo, su hijo sabía cómo animarla, era capaz de desdramatizar cualquier cosa. En eso era igual que Coraíon, el padre de aquel estupendo muchacho con el que fue bendecida hacía ya más de veinte años. Pese a todo, ella quiso serle sincera y le comentó.



-Cariño, para ti nunca fue un secreto como soy yo y quién fue mi madre. Sabes que desde pequeño te pedimos que no lo contaras, sobre todo porque la gente no lo entendería.

-Tú nunca has tenido problemas con eso. Al menos que recuerde.- Opuso el muchacho que no parecía inquietado por aquello.- Ni yo tampoco.

-Bueno, desde los doce años sufrí mucho por causa de mi naturaleza. Lo pasé muy mal, hijo.- Le confesó con pesar, para sorpresa y consternación del muchacho.- Pero ahora a mi edad puedo controlarme ya perfectamente. Ya no me preocupa cambiar de aspecto o sufrir ciertos impulsos. - Respondió su contertulia, que, suspiró para sentenciar.- Siempre di gracias a Dios porque tú no heredaste esa parte de mí. Pero lo que más temo ahora ya no es eso. Es precisamente que la parte genética mía que no tienes me separe poco a poco de tu padre y de ti.



            El chico asintió, comenzaba a comprender. Él, que estaba estudiando para oficial y se especializaba en la rama fitosanitaria de la flota, como el novio de su amiga Maray, no era tan tonto como para no darse cuenta de las implicaciones de aquello. Por supuesto a eso añadía sus estudios sobre los arcanos y las cosas que tanto su abuelo Robert, como en sueños su abuela ILaya le revelasen. Y dado que jamás había experimentado ninguno de los síntomas que ella le describió como propios de los híbridos, asumía al igual que su progenitora que sus genes no estaban afectados por su herencia demoniaca. Pero eso tenía sus pros y también sus contras. El chico sí que crecía e iba haciéndose adulto a un ritmo normal. Seguramente llegado el momento envejecería de igual modo. Quizás llegara el día en el que, desgraciadamente, la chanza que hizo antes se convirtiera en una terrible realidad. En lugar de tomarles por madre e hijo, ahora les tomaban por hermanos, pero. ¿Y si llegara el momento en el que les comenzasen a tomar por padre e hija? Ahora él observaba a su madre con creciente preocupación. Comprendía el porqué de su desolación.



-No tengas miedo por eso, mamá…- Se apresuró a decir.-

-Solamente me gustaría ser una mujer normal. Envejecer junto a tu padre y que un día nos hicieras abuelos.- Le confesó su contertulia.-

-Sé que todo irá bien. No sufras más. Por favor. - Le susurró el muchacho ahora, tras posar una mano sobre las de su progenitora.- Eso no podrá separarnos nunca.



            Estaba claro que la mujer deseaba creer en eso, pero no era sencillo. No obstante, se esforzó por dejar el tema de lado y charlar con su hijo de otras cosas más agradables. Últimamente no compartían demasiado tiempo los dos juntos. Sandy precisamente se apuntó a clases de equitación porque el chico ya prácticamente vivía  en la academia militar y se pasaba el día lejos de casa. Ese picadero al menos estaba cerca y siempre que podía, tras trotar un poco, (a veces con Amatista que fue quien la aficionó), iba a verle.



-Al menos los caballos no se espantan conmigo, como me contó Mazoui que le sucedía a él. Quizás es que entonces el pobre estaba en pleno cambio hormonal.- Le contó a Granate quien asintió.-

-Debe de ser eso, mamá.- Convino el muchacho, contento a su vez de cambiar de tema.-



Sandy suspiró asintiendo, feliz a su vez por aparcar ese pesar. En ocasiones, como ese día, coincidía que encontraba a su hijo en alguna hora libre. De modo que no iba a desperdiciar esos momentos con conversaciones acerca de temas tan deprimentes. Dejó por tanto que él le contase que sus exámenes estaban próximos.



-¿Y qué tal con tu princesa de la Luna? ¿Os veis a menudo? - Quiso saber más jovialmente Sandy.-

-Bien mamá, sí que nos vemos. Lo malo es que tendrá que volver pronto a su mundo. Pero en cuanto me licencie puede que pida destino allí.

-Algún día cariño. Deberás comentarle, ya sabes. Tus orígenes.- Le dijo su interlocutora con prevención.-

-Lo haré. No te preocupes. Además, creo que ya lo sabe de sobra. Y también yo sé que ella es en parte saiyajin. De modo que.- ¡Imagina el bebé que podría salir! Sólo espero que nos dejase dormir por las noches, ¡ja, ja!…-bromeó agregando ya más en serio.- No temas, mamá. Eso no es ningún problema. Nos queremos mucho, como papá y tú.



Eso hizo que su madre volviera a sonreír. Ahora era él mismo quién lo hacía, pero con nostalgia. Granate siempre supo que tendría que partir. En el fondo el hablar de su origen o de un traslado carecía de importancia. Su anhelo más profundo habría sido el haber tenido más tiempo para poder compartir su amor con Alice. Quizás haberse casado, vivir juntos, formar una familia y que esa misión tardase en llegar. Desgraciadamente hacía pocos meses que intuyó que el momento estaba próximo. De hecho, él mismo fue a charlar con Tom, el hijo de Idina. Sabiendo muy bien lo que ese muchacho sentía por la princesa. Cuando le  llamó no obstante el chico acudió con talante afable. Pese a todo siempre se habían llevado bien. Compartían incluso gustos por las artes esotéricas. Pero fue sacar el tema de la princesa de la Luna y la expresión del otro muchacho se tornó seria. Granate, consciente de ello, le explicó.



-Dentro de poco tendré que marcharme. Esa misión tan especial, la que llevo predestinado a realizar durante años, va a comenzar.

-¿Y por qué me lo cuentas a mí?- Quiso saber su contertulio que parecía estar a la defensiva, más cuando le escuchó añadir.- ¿Qué tengo yo que ver con eso?

-Porque sé perfectamente lo que sientes por mi novia. Y te imaginarás que durante este tiempo no ha sido fácil. Ni para mí, ni para ella…

-De todos modos, no tienes por qué darme ninguna explicación. Está claro que Alice te prefirió a ti. Yo ni siquiera existo para ella.- Sentenció el joven con amargura.-

-Escúchame Tom.- Le pidió su amigo, ahora con más amabilidad y tacto.- Jamás quise herirte, ni ella tampoco. Las cosas son así. Nos enamoramos. Sé que al principio no reparé en ella. Y vi como tú sí tratabas de conquistarla. Eras amable, te ofrecías a invitarla. En cambio yo ponía excusas. Pero al final vi lo maravillosa que era y me enamoré también. Y ella lo hizo de mí. Podría decirte que la vida es injusta, que tú la viste primero… pero no sería sincero. Me alegra de que me eligiera en tu lugar.

-Entonces, ¿qué sentido tiene esto? - Inquirió su dolido contertulio.- ¿Acaso es que únicamente quieres restregármelo para que no lo olvide cuando te marches? No te preocupes, no lo hago, nunca lo olvido.- Sentenció molesto.-



            Su interlocutor suspiró, tratando de tener paciencia. No deseaba una confrontación, nada más lejos de su ánimo. Era todo lo contrario, finalmente pudo responder con calma.



-Te he dicho que nunca quisimos hacerte ningún daño. Ni yo quiero hacérselo ahora a ella. No le he dicho nunca que un día tendré que irme. Al menos hay dos razones. La primera es que creía que tendría más tiempo, la segunda que deseo que seamos felices el poco que nos quede de estar juntos. Y por eso recurro ahora a ti. Como sé que la quieres, te pido un favor. ¡Cuida de ella! Quiero que seas tú quién se lo diga.

-De modo que ahora no tienes valor para mirarla a los ojos y dejarla. ¿No es así?- Se indignó el otro chico.-

           

            Sin embargo, para su sorpresa, lejos de mostrarse enfadado por aquellas palabras o negarlas, Granate le puso las manos sobre los hombros y asintió, admitiendo sin reparos.



-No, no lo tengo. Me duele demasiado. La amo y es muy duro para mí. Tú mejor que nadie puedes comprenderme, Tom, por eso entre otras cosas te lo pido. Y si al menos sé que alguien a quién aprecio y en quién confío estará junto a ella y la querrá, me iré más tranquilo.



            Su joven amigo asintió despacio, parecía totalmente descolocado. Desde luego no había esperado oír aquello. Entonces sí que pudo decir con un tono más suave e incluso conciliador.



-No temas. Estaré a su lado, se lo diré cuando llegue el momento y cuidaré de ella. Tienes mi palabra. Haré lo que sea para hacerla feliz.



            Su interlocutor esbozó una sonrisa agradecida y se dispuso a irse, aunque la voz de su amigo le llamó con tono tembloroso y emocionado para sentenciar.



-Y… Granate… Lo creas o no, también yo te echaré de menos. A pesar de todo eres mi amigo, y te prometo que siempre la querré. Por mí y por ti.



Y el interpelado sonrió una vez más, ahora volvía de aquellos agridulces recuerdos en tanto oía hablar a otro de sus compañeros de aventura.



- Yo me llamo Brian, soy hijo de Kerria, Samantha y Brian y nieto de Roy y Beruche y de Steve y Margaret.

- Yo me llamo Mimet.- Intervino la atractiva muchacha de pelo platino que estaba a su lado. - Soy hija de Mimí y de Ken y nieta de Mimette y Daniel, Ornella y Raimond.



Al hilo de esas palabras Brian pensaba. Tuvo que superar alguna que otra prueba hasta llegar a este momento. Con sus madres que siempre le habían querido por encima de todo aprendió el valor de no prejuzgar a las personas y de defender los derechos de la gente, especialmente de los más débiles. También tuvo siempre a los abuelos Roy y Bertie quienes le apoyaron y le mostraron el camino cuando era un adolescente en conflicto con todo lo que le rodeaba. Después su padre biológico, aunque en contadas ocasiones, estuvo ahí para apoyarle. Por desgracia la relación que éste tuvo con su esposa fue tan difícil que apenas pudo compartir con él más que unos pocos momentos. Luego llegó esa trágica situación. Su propia hermana Cindy y él se enamoraron. Al descubrir quiénes eran y el parentesco que les unía aquello fue terrible. El muchacho sufrió enormemente. Al fin pudo superarlo aunque no sin dificultad, después conoció a Mimet y las cosas mejoraron. Así, tras un tiempo, pudieron volver a verse.



-Únicamente lamento que aquello tuviera que suceder.- Pensaba.- Si las cosas hubiesen sido distintas…podríamos haber sido hermanos desde siempre.



Él se acordaba de como sucedió aquello. Como se sentía tan mal, sus madres y sus abuelos le insistieron en que debía pedir ayuda profesional. A regañadientes finalmente aceptó. La psicóloga que le atendió era una vieja conocida de su madre, la francesa Michelle Arneau. Con bastante reputación debido a sus éxitos en casos similares. Pero lo que el muchacho no sabía es que su propia hermanastra acudía también a su consulta. Fue allí donde descubrió todo el resto de esa historia. Cindy desveló a la doctora las oscuras intenciones que había tenido y él lo supo. La muchacha estuvo a punto de quitarse la vida arrojándose por una ventana cuando se percató de la presencia de él allí. Gritando que era la única forma de demostrar su arrepentimiento. Por fortuna el chico fue muy rápido y tras convertirse en súper guerrero la rescató. Tras volar con ella de retorno al despacho de una asombrada Michelle, que todavía estaba pálida, Brian hizo que su temblorosa hermana se sentara. Cindy apenas era capaz de balbucear, sin parecer darse cuenta de cómo la había salvado él. Pero el chico, todavía preocupado y tras volver a su estado normal, centró en ella sus azules ojos y la miró con inquietud. Finalmente la chica pudo tartamudear entre sollozos.



-Brian…lo siento muchísimo. ¡Si te hubiera conocido antes!…si todo hubiera sido diferente… ¡nunca quise hacerte daño!…



            El muchacho la abrazó dejándola llorar, y pudo finalmente decirle al separarse en tanto le acariciaba el mentón con afecto pero usando un tono serio.



-Lo que hiciste no estuvo nada bien. Pero tenías ese trauma desde niña. Mi madre no tuvo la culpa, pero tú creíste que sí. Y sé que estabas manipulada por esos tipejos de la Luna Negra. A pesar de eso debes entender que no me gusta lo que intentaste hacer. No te engañaré, es algo terrible y no sé si podré olvidarlo…



            La chica lloró de nuevo con más angustia si cabía. Al fin pudo reunir la fuerza suficiente como para decir, tratando de mirarle entre las lágrimas.



-Lo sé. Sé que soy despreciable y comprendo que debas odiarme. Soy un monstruo…debiste dejarme caer…



            No obstante, Brian le acarició una mejilla y le apartó un mechón de pelo que le caía sobre los ojos para negar con la cabeza y replicar esta vez con tono suave.



-No te odio, Cindy. Y no eres despreciable. Al contrario. ¡Eres mi hermana y te quiero!, te quise al principio de conocerte y me enamoré de ti. Pero ahora eso es imposible. No he dicho que no pueda perdonarte, dije que no podré olvidar. Ni tú tampoco. Hacerlo no nos sería fácil a ninguno de los dos. Pero créeme, no quiero perder la oportunidad de tenerte a mi lado. Y ahora como a una hermana. Por favor, recupera las ganas de vivir por ti y por mí. Te necesito.



            La emocionada interpelada pudo abrazarse a él gimiendo con tono agradecido y al tiempo lleno de dolor.



-Sí…Te quiero Brian…y deseo más que nada en el mundo ser esa hermana para ti.



            Atenta a todo aquello y sin interrumpir hasta ese instante, Michelle había tomado algunas notas. Visiblemente emocionada a su vez les dijo a los dos chicos.



-Esta situación es muy difícil. Admito que es de las más  complejas que jamás haya visto en toda mi carrera, incluso en mi vida. Pero habéis hecho ya lo más duro que era abrir vuestros corazones al otro. Ya no habrá más malos entendidos. Ahora deberéis tener mucha paciencia e ir cimentando vuestra nueva relación paso a paso. Tendréis altibajos y mejores o peores momentos, pero con el tiempo todo mejorará. Estoy convencida de que así será.



            Ellos escucharon sin hablar, más pendientes quizás de abrazarse. Aquello fue en efecto muy duro pero la psicóloga estaba en lo cierto. Por fin las cosas mejoraron. Al cabo del tiempo él retornó con Mimet y la presentó a  su familia, incluida su hermanastra y a los padres de ésta. Recordó también como antes de despedirse de su madre, de Sam y los abuelos, tuvo una última conversación con Cindy. Salieron de paseo en la moto de él. Ella agarrándose fuertemente a su cintura. Tras parar en un parque cercano pasearon un poco. Brian le contó que tendría que irse lejos, muy lejos y que quizás no volviera. Aquello sumió a la chica en una gran tristeza. Ahora al menos también había comenzado a salir con un buen chico. No obstante, ella le comentó.



-Es por eso que me contaste. Sobre esa especie de misión.

-Así es - asintió él bajando la mirada.- El momento se va acercando, lo presiento.



            Su hermana se aproximó acariciándole de forma suave una mejilla y le susurró.



-Eres alguien realmente excepcional, y no lo digo solamente por las cosas tan increíbles que eres capaz de hacer. Lo que sobre todo te define es que eres un gran chico. Bueno y cariñoso. Con un gran corazón. Te quiero mucho. Siempre lo haré.- Suspiró ahora armándose de valor para pronunciar las siguientes palabras, y al cabo de un instante pudo decir.- A pesar de todo, sé que no está bien, pero no puedo evitar amarte.



            Y para subrayar eso, le dio un beso en los labios, tímido al principio pero después más prolongado. El mismo Brian se sorprendió abrazándola y haciendo que aquello fuese todavía más largo e intenso. Al fin se separaron, ella tenía los ojos nublados de lágrimas. Sin embargo, él le sonrió declarando.



-Michelle nos lo advirtió, algo tan traumático no se supera de repente.

-Pero ahora tenemos nuestras propias parejas y somos hermanos.- Pudo decir la chica no sin amargura.- No hemos debido hacerlo…

-Un beso es sólo un beso. Demuestra que nos queremos.- Afirmó él que suspirando, añadió.- Y yo te quiero muchísimo. Pero eso ahora ya no importa. Lo único que te pido que seas feliz, que cuides a papá y que ayudes a los demás.

-Te lo prometo.- Le aseguró la emocionada chica.- Lo haré.



            Los dos retornaron,…se subieron a la moto de nuevo regresando a la casa de los Malden…



-Fue duro, sí. Al menos tengo a Mimet a mi lado. Que es más de lo que mis compañeros pueden decir. En cierto sentido soy muy afortunado.



            Así lo recordaba Brian, ahora estaba en efecto junto a su novia, que sería asimismo su compañera en esa aventura, y se sentía feliz. Por lo menos cualquier cosa que sucediera la afrontarían juntos. Fue conocerla y pese a ser en apariencia tan fría y rara no pudo evitar enamorarse de ella, dado que, bajo esa superficie podía percibir que poseía sentimientos y que era una muchacha realmente buena, ingenua y dulce. Paradójicamente se daba cuenta de que ninguna otra chica hubiera sido capaz de comprenderle y aceptar la situación que tenía con Cindy. Y también, por supuesto, llevaba el recuerdo de todos sus seres queridos en el corazón.



-Vaya a donde vaya, siempre estaréis conmigo. - Pensaba el joven.-





            Mimet a su vez rememoraba  su propia circunstancia. Tras conocer su verdadero origen. Aquello, pese a su especial condición, la había marcado. Pensaba en la visita que su abuela, con la que compartía nombre, aunque este se escribiera de manera algo distinta, le hiciera hacía algunos años. La anciana, ya retirada hacía tiempo, mantenía un poco de ese carácter alocado de sus años jóvenes. Pero mucho más tamizado ya por la experiencia y el saber acumulados durante su vida. Una tarde ambas se sentaban en el sofá del salón. Los padres de Mimet estaban en el trabajo y el abuelo Daniel salió a dar un paseo. Le gustaba recorrer el parque central de Vitae. En realidad él y su esposa habían hablado. Antes de ir a Bios, Mimí les había puesto al corriente de la situación. Ahora era la abuela de aquella jovencita la que trataba de llegar a  ella para animarla.



-Bueno tesoro.- Le dijo con jovialidad y mucho afecto.- ¿Qué tal te van las clases?

-Muy bien, abuela. - Replicó ella sin inmutarse para referir.- Mi promedio de notas está cerca del 9,95. El mejor de todos.

-¿Y tus amigos y compañeros?

-Tampoco lo hacen mal. Muchos llegan al 9 de media.- Contestó.-



            La anciana sonrió acariciando una mejilla de la chica para mover la cabeza y declarar.



-No estoy hablando de eso, cariño. Mira, sé que no tiene sentido que te oculte nada. Y aunque quizás no lo sepas, tus padres están muy preocupados por ti.

-No es necesario. Realmente estoy bien a todos los niveles.- Aseveró su contertulia.-

-Escúchame. -Le pidió su abuela ahora con tono más suave.- Eso no es verdad. Estás triste. Puedo sentirlo. Y tú lo sabes, ¿verdad?

-Carezco de esa capacidad.- Negó la aludida.- Como de cualquier otro sentimiento o emoción.

-Y por eso tienes lágrimas en los ojos. ¿No? ¿O es que se te ha metido polvillo? - Rebatió con afectuosa ironía su abuela, en tanto que con un pañuelo se las enjugaba.- Hijita, tienes sentimientos, por supuesto que sí. Aunque no sabes mentir.



            Mimet no se había percatado de aquello, era como si su cuerpo actuase al margen de su conocimiento. Entonces pudo argumentar.



-Posiblemente sea una reacción condicionada. O quizás producto de alguna irritación como tú has sugerido.

-No mi niña. Es producto de tu corazón.- Le desveló su contertulia añadiendo comprensivamente.- Mira Mimet. Es duro sentirse distinto al resto. Y puede que tú lo seas aparentemente. Pero al final  ya lo verás, tus sentimientos aflorarán. Yo sé que los tienes, sólo que están ahí, profundamente encerrados dentro de ti. A veces alguno logra salir, como ahora. Sin embargo, estoy segura de que, un día, conseguirás hacerlos brotar, florecerán y podrás experimentar todo aquello que muy en el fondo, anhelas sentir.

-Siendo un ciborg no veo como podría.- Comentó la muchacha que ahora daba la impresión de estar más desconcertada ante una imposibilidad técnica que emocionada.-

-Serán ellos los que se manifiesten cuando llegue el momento.- Le aseguró su abuela afirmando.- Mi amor, todos te queremos mucho. Tus padres, tu abuelo Daniel, la tía Keiko, mi hermana Melissa, Souichi y Kaori y por supuesto yo misma. Y ahora creo que ha llegado el momento. Quiero contarte algo, algo sobre mí.



            Y Mimette pasó a referirle a su nieta episodios de su antigua vida, cuando peleaba contra aquellas Guerreras de la Justicia, las que ahora eran las princesas planetarias y la Reina Serenity. La anciana terminó por remachar.



-Tampoco yo pensaba entonces en el amor y en mis sentimientos y si lo hice fue de manera egoísta. Pero si alguien me hubiera dicho que tu abuelo me rescataría, que nos enamoraríamos y que crearíamos una familia por la que estaría dispuesta a dar mi vida, entonces me hubiera reído de él. Por eso no pierdas la esperanza para ti. Lograrás ser tan humana como cualquiera, y te lo repito, en el fondo de ti ya lo eres. Solamente debes hacerlo surgir.

-Me gustaría que fuese así. - Se permitió contestar la muchacha, agregando.- Que mi vida cambiara como la tuya…



            Su abuela le dio un afectuoso abrazo y tras eso pasaron a cosas más triviales. Ella le contó que acababa de conocer a un muchacho estéticamente muy guapo y bastante bien formado físicamente. Pero que, además, era interesante por su forma de ser y su conversación. Aunque no pocas veces la aturdía, dejándola desconcertada. Confesó sentir una rara sensación en el estómago cuando él estaba cerca. Dudaba de que fuera una reacción alérgica. La anciana sonrió, mesando afectuosamente el pelo de la chica, le preguntó.

-¿Notas mariposas en el estómago?



            Mimet la miró con extrañeza para afirmar con tono categórico.



-No he ingerido ningún insecto, y caso de que lo hubiese hecho no habría sobrevivido en mi estómago, abuela…aunque sí noto a veces una especie de cosquilleo que no puedo explicar.



            Su veterana contertulia sonrió moviendo la cabeza y tras acariciar suavemente una mejilla de la chica quiso saber.



-¿Cómo se llama ese chico?

-Brian Malden.- Repuso la interpelada explicándole.- Es primo de Asthel y de Maray.

-Sí, sé quiénes son sus madres y sus abuelos. ¿Y sabes una cosa?- Su nieta la miró moviendo la cabeza a la par que Mimet aseveró jovial. - ¡Tal y como me has descrito tu opinión sobre él, y lo que te sucede cuando estáis juntos, creo que eso puede llamarse amor!



            La joven retuvo esas palabras en su mente. Quizás esa definición pudiera coincidir con los parámetros que había expuesto. Lo cierto es que siempre que estaba al lado de Brian se sentía particularmente relajada y contenta y al mismo tiempo más inquieta. Si es que podía aplicarse esos calificativos. Ahora lo que contaba es que estaban juntos, dispuestos a cooperar con los demás de ese grupo para llevar a buen puerto esa misión. También pensó en como Asthel le contó que ella sería una de las elegidas. Fue un día en el que quedaron todos, Granate, Maray, Brian, el propio primo de éste y ella misma. En un principio la muchacha le miró sin apenas parpadear cuando Asthel se lo expuso y le preguntó.



-¿Qué clase de misión será esa?

-Una trascendental, para el destino del universo. Y requiere de tu participación. Por ahora no puedo decirte más.- Le respondió el interpelado.-

-No es información suficiente.- Valoró la chica, sentenciando.- En tal caso no puedo acompañarte.



            Pero fue Brian el que, tomándola de una mano, la miró a los ojos y le pidió con afecto e incluso preocupación.



-Te lo suplico, Mimet. Confía en Asthel, confía en nosotros. Y sobre todo, te pido que confíes en mí. En el amor que sentimos el uno por el otro. Jamás te lo pediríamos si no fuera algo fundamental para todos. Yo jamás me atrevería a pedirte una cosa así de no ser absolutamente vital.



            Ahora la interpelada le observó desconcertada como casi siempre que él le salía con esa clase de argumentos tan poco lógicos. Sin embargo, recordó la conversación con su abuela y asintió, esbozó incluso una sonrisa como cada vez que quería mostrarse accesible y alegrar a su pareja y afirmó.



-Si me lo pides tú. Lo haré. Lo lógico es que si vas te acompañe para ayudarte. Siendo tu pareja sentimental, es lo que debo hacer.





            Todos los demás suspiraron aliviados, la muchacha vio como sus caras resplandecían también con sendas sonrisas. Ahora estaba allí, junto a ellos y a otros dos que le eran desconocidos. Y eran estos los que tuvieron por fin su turno de presentarse. Fiora fue la primera en hablar. Una suave belleza de larga melena morena y dulce aspecto, orejas ligeramente puntiagudas con ojos azul intenso, dijo.



- Mi nombre es Fiora Rodney. Soy hija de Alan y de Naya y nieta de Ail y Ann y de Tom y Cooan. Vivo en el planeta Nature, terraformado como Bios...



La joven sonreía al rememorar su mundo natal. Desde siempre disfrutó mucho de la naturaleza y los paisajes de Nature. Allí se instalaron sus padres y también sus tíos junto a su primo Alex. Poco antes de tener que partir ella mantuvo una charla con él. El muchacho había ido de visita, estaba destinado en Bios. Los dos se querían mucho pero por desgracia el destino les hacía tomar caminos diferentes.



-Por un momento me gustaría pensar que puedo seguir aquí. Este planeta es muy querido para mí.- Le confesó Fiora.-

-En eso no sales a los abuelos Ail y Ann. - Replicó el muchacho, añadiendo.- Ni a tu madre ni a tu tío, mi padre. Siempre les gustó recorrer el universo.

-Pero finalmente encontraron un hogar. Los abuelos viven entre la Tierra, Bios y nuestro mundo. Nuestros padres se instalaron aquí. La diferencia está en que a mí me gustaría quedarme y quizás viajar un poco. Pero siempre retornando  a este planeta. Me encanta, por ejemplo, visitar a la abuela Connie. Y sé que a ella también le hace mucha ilusión verme a mí y a mis primos Tom y Loren, desde que el abuelo murió. Aunque al final, hasta ahora, sabía que terminaba volviendo a este lugar tan hermoso. Mi sueño siempre fue trabajar envuelta en esta naturaleza, con los bosques frondosos que tenemos y los animales.



            Recordaba la última visita de su abuela Connie que fue por Nature al poco de pasar unos meses en  Bios. De allí le trajo un regalo muy especial… Alex la sacó de esos pensamientos cuando posó sus manos sobre los hombros de ella para afirmar.



-Sí, te entiendo. También es muy duro para mí. Mi novia se irá. No ignoro que nuestra separación es necesaria pero no deja de dolerme por ello. Y de igual manera te irás tú. Aunque mantengo la esperanza. Sé que todo saldrá bien. Volveremos a reunirnos, prima. Ya lo verás.

-Realmente no sé qué es lo que debo hacer.- Admitió la muchacha.-

-Asthel, el hermano de mi novia, te lo dirá cuando llegue el momento. Confía en él.

-Es duro dejaros a todos aquí. - Musitó ella con expresión triste.-

-Bueno, por lo menos no dejas novio. - Quiso desdramatizar él alegrando un poco su expresión.-

-No he estado interesada en nadie hasta ahora.- Le contó su prima.-

-¿Quién sabe?- sonrió animosamente el chico.- Puede que conozcas a alguien en tu misión.

-Eso es lo que menos me preocupa. Únicamente deseo que, sea lo que sea lo que tengamos que hacer, merezca la pena. - Declaró su interlocutora con un poso de pesar en su voz.- Por el bien de todos.

-La merecerá. Ya lo verás. - Afirmó Alex sentenciando.- Los sacrificios que hacéis, que también hacemos los que nos quedamos, serán la fuerza que nos haga prevalecer. Confía en ello prima.



            Y Fiora deseaba realmente que así fuese. Ahora, tras mirar en derredor sólo esperaba que su primo Alex no se hubiera equivocado…y entonces este le pidió.



-Por favor, cuídate mucho, y cuida de Maray. Dile lo mucho que la quiero. ¿lo harás?

-Lo haré, aunque en eso último no hay necesidad. Ella lo sabe.- Le animó la muchacha a su vez.-



Tras rememorar esa conversación, evocó también algún episodio de su niñez. Cuando, junto a sus abuelos Ail y Ann pasaba una tarde en casa, en Nature. Tendría unos seis años y su abuela le contaba un cuento.



-Había una vez una hermosa niña que era tan morena como tú y vivía en un palacio…se llamaba Blanca Nieves…

-Sí, me sé ese cuento. Mamá me lo ha contado...- Repuso la cría.-



            Annie sonrió acariciando las mejillas de su nieta y le dijo.



-Claro mi amor, yo se lo contaba cuando ella era como tú. Me acuerdo incluso de como interpreté ese papel en una obra del colegio.

-¡Que recuerdos! - Intervino Ail acercándose con una sonrisa.-



            De hecho, ambos abuelos estaban con su apariencia alienígena. Cosa que le hacía mucha gracia a su nieta. Pero ésta, por más que lo intentaba, no conseguía adoptar ese aspecto. Eso hizo que su expresión se pusiera triste y Annie, dándose cuenta de eso, le preguntó.



-¿Qué te ocurre, cielo?...

-Me gustaría ponerme verde como el abuelo y tú. Y tener ese pelo de color rosa tan bonito. Pero no sé cómo hacerlo…



            Los dos aliens se miraron algo apenados pero enseguida Ail sonrió intercambiando una mirada con su esposa. De hecho en su forma extraterrestre apenas íi habían envejecido. Su especie tenía una longevidad superior a la humana. Aunque cuando adoptaban forma de terráqueos sí que evidenciaban canas y algunas arrugas, más que nada para encajar bien con sus amigos. A esa forma pasaron para evitar que su pobre nieta se sintiese mal.



-No estés triste por eso, cariño.- Respondió Ail.- Es un truco que sabemos hacer.

-Mamá también sabe.- Les comentó la pequeña aún más compungida al añadir.- Pero yo no…y quiero ser tan guapa como ella cuando lo hace.

-No te preocupes, cielo. Tú ya eres muy guapa.- Afirmó Annie.- Y lo principal es que eres una niña muy buena. Todos te queremos mucho. No olvides eso nunca. Tengas el color que tengas. Eso al final es lo de menos. Tu interior y tu corazón son lo más importante, como Blanca Nieves.



            La pequeña sonrió sintiéndose mejor. Luego sus abuelos mantuvieron ya sus formas humanas para dar un paseo con ella por los parques de Nature. La niña les contó que, de mayor, quería vivir con muchos animalitos. Tanto Ail y Ann la observaban con ternura… Ahora Fiora salió de esos recuerdos al escuchar una potente y masculina voz. Su dueño, el último que faltaba por presentarse, lo hizo. Con una estatura enorme, era incluso algo más alto que el propio Asthel. Además era muy musculoso, de porte altivo y gesto severo, llevando un peto de combate engalanado con distintivos reales y con un largo pelo moreno recogido en una trenza y ojos castaños almendrados.



- Soy Diaval.- Declaró con un claro tinte de orgullo. - Hijo del Rey Bralen y la reina Aiona, nieto de los Reyes Lornd y Setsuna y de Calix y Seira, nobles de alta estirpe y guardianes de la Casa Real. Además de sobrino de Doran, rey de la Luna Nueva. Soy el príncipe heredero del planeta Nuevo Vegeta...



            Así era. El rudo joven se sentía realmente lleno de confianza y de satisfacción. No en vano descendía de una línea de grandes guerreros que procedía del linaje del mismísimo y legendario rey Vegeta. Pero asimismo su padre, el rey Bralen y su madre, la reina Aiona, le habían dicho muchas veces que la mera fuerza no era suficiente. El muchacho respetaba también muchísimo a sus abuelos, Seria y Calix, bravos defensores de sus soberanos y su mundo. Y a sus otros dos abuelos por supuesto les rendía admiración. Lornd, el que reinstauró la figura del monarca, perdida durante generaciones, al superar la prueba del aspirante. Y por supuesto, Setsuna, la reina madre Meioh, tan sabia como poderosa. Incluso tras traspasar la responsabilidad de ser la guardiana del Tiempo y de los soberanos del Milenario de Plata a su hija Seren, la tía de Diaval. Y luego estaba Eron, su tío y mentor. Él le había enseñado a luchar pero también a pensar y a analizar las cosas. De todos modos el muchacho no podía evitar esa vena de orgullo, soberbia en ocasiones, fruto de su rama paterna. La estirpe del gran Vegeta. Lo de ser humilde y cauto, a pesar de los esfuerzos de sus mayores por inculcárselo, desgraciadamente no iba mucho con su carácter. Aunque se sintió honrado desde que hacía años Asthel le ofreciera participar en esa misión y que sus propios familiares le explicaran la gran importancia de la misma. Al parecer, formar parte de ese grupo de elegidos para defender el universo era el mayor honor que se podría recibir. Incluso más que ser rey de Nuevo Vegeta, llegó a decirle su padre. Sin embargo, sería igualmente peligroso. Desde luego él no temía por su vida. Lo que sí le asustaba era la idea de fracasar y no estar a la altura de las expectativas que había puestas en él. Así lo habló un día con su abuelo Lornd en una estancia del palacio. Éste estaba ya envejecido pero sin embargo mantenía una forma física más que notable y ese porte regio que tanto impresionaba a su nieto. El chico le preguntaba no sin inquietud.



-Abuelo, deseo triunfar. Vencer al enemigo y elevar el nombre de nuestra familia y de nuestra raza. No os defraudaré.

-Sé que no lo harás. - Le dijo éste con expresión amable.- Aunque me duele verte marchar, eres mi nieto y heredero al trono.

-Este honor vale tanto que, tal y como ha dicho mi padre, estoy seguro de que está incluso por encima de mis derechos reales. - Afirmó el chico.-

-Sí hijo, pero no hablo ya de eso.- Le comentó su interlocutor agregando con tono más melancólico.- Mira, yo ya soy viejo. Estoy lejos de mi fuerza y vigor de antaño. Ahora sin embargo, veo las cosas con una perspectiva mayor. Al final, todo eso del honor y la valentía están muy bien, pero solamente si sirven a un interés mucho mayor. Al bienestar de cuantas más personas y seres vivos, mejor. Es algo que mi antigua mentora me enseñó y que tu abuela Setsuna y sus amigas las princesas, y los monarcas de la Tierra, así como el resto de mis amigos y también mí propio hermano, me recordaron.

- Trataré de guardar tus palabras, para mí son ley, abuelo.- Aseveró el muchacho.-

- No dudo de que lo harás. Pero no te digo esto porque simplemente quiera convencerte de nada. No lo interpretes como una imposición o una doctrina infalible. Tú mismo deberás descubrirlo y estoy seguro de que un día lo harás. Cuando sientas el amor hacia otros como lo profesas por los tuyos y desees darlo todo por ellos.

-No tuve tiempo de elegir esposa. Ni de dar lugar a que ninguna reclamase el derecho a desposarse conmigo.- Se lamentó el chico, afirmando.- Si al menos hubiera dejado un descendiente.

-Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. Ahora debes andar tu camino. - Declaró su interlocutor posando una mano sobre el hombro derecho del muchacho.- Procura hacerlo siempre con honor y lealtad para con tus compañeros.



            Dicho eso salió del cuarto. Allí quedó Diaval meditando sobre aquello, algunas cosas aun no alcanzaba a comprenderlas pero seguramente tendría que pasar tiempo para que lo hiciera. De todos modos lo que le preocupaba más que nada era cumplir con éxito esa misión. Así pensaba cuando terminó de presentarse y guardó silencio, mirando al resto.



-Me conduciré con el honor de los saiyajin que tú y mis padres y maestros me habéis inculcado, abuelo.- Meditó.-



Y fue su primo segundo, el Mensajero, quien ahora asintió complacido y se disponía a hablar cuando una voz pausada y llena de fuerza y poder lo hizo antes que él...



- Ya que todos os conocéis, hora es ya de que me conozcáis a mí,  aunque algunos ya me habéis visto.....



            Todos se giraron y pudieron ver a un ser enorme, de una larga túnica negra, con un rostro pálido, parecía que tallado en la roca. Dos agujeros negros y en el centro dos rojos ojos que brillaban como carbunclos. Nadie pudo mirarle a la cara. Incluso Asthel se asustó y musitó con tintes de temor reverencial.



-¿Quién eres tú? ¿Acaso eres un ser del olvido?

- Soy Azraél.- Se presentó suavemente ese ser cuyas palabras parecían acariciar por unos momentos y por otros retumbar con un eco de solemne poderío. - Ya no te acuerdas de mí, guié tus primeros pasos y estuve contigo en tu infancia....

- No - negó el aludido de forma categórica. -Tú no eres como él, era un niño de mi edad y vestía de blanco. Eso lo recuerdo bien.

- Yo tomo muchas apariencias distintas. - Respondió condescendientemente el ángel -, me presenté ante ti como niño cuando eras un niño. Ahora que ya eres hombre me presento como en verdad soy. El Ángel de la Muerte.

-¿El Ángel de la Muerte? ¿Quiere eso decir que todos moriremos? - Exclamó Minara visiblemente asustada. -



El resto también palideció, Diaval por el contrario se puso en guardia. Como buen heredero al trono de los guerreros del espacio. Exclamando, con aires desafiantes, pese al sentimiento de temor que le invadía.



-¡No te será tan fácil acabar con nosotros!



No obstante, Azrael no pareció hacerle mucho caso y replicó con suavidad.



- No soy el tipo de muerte que tú crees y por ahora sólo vengo a mostraros algunas cosas más que debéis ver y a deciros hacia donde deberéis ir...

- Estamos preparados, hemos vencido a los seres del silencio y no tenemos motivo lógico para sentir miedo.- Dijo Mimet.-



Sin embargo, la visión de aquel ser había llegado a lo más hondo de su interior haciéndole experimentar sensaciones que jamás había tenido o no creyó tener. Aunque su imponente interlocutor movió lentamente su pétrea cabeza, objetó.



-Solamente habéis retardado la confrontación definitiva e inevitable, pero aún no estáis lo bastante preparados.

- Pues muéstranos entonces lo que debamos saber, ¡lo antes posible! - Le pidió Brian dominando ya su inicial pánico. -

- Ahora mismo lo haré.- Le aseguró Azrael quien no obstante les indicó. - Pero debéis permanecer juntos. Yo os llevaré a través de algunas de las infinitas dimensiones y lugares que existen o han existido y existirán. Vamos....

           

            El ángel extendió su manto que, de forma increíble, pareció ocupar todo a su alrededor y de inmediato los nueve se vieron transportados. Como si de una burbuja se tratase podían ver el exterior protegidos desde dentro. Azrael les llevó a un remoto paraje, un lugar cubierto por extrañas formas que parecían vivas, pero que a ninguno de ellos les resultaba familiar. Exuberantes plantas crecían alcanzando enormes alturas y seres gigantescos y fantásticos se movían ignorando aparentemente al grupo...



-¿Dónde estamos?,- preguntó Diaval admirado. - ¡No se parece a ninguno de los mundos que haya visitado!

- Esta es la Tierra, tal y como era en su anterior encarnación.- Le respondió el ángel.-

-¿Eso quiere decir que existió una Tierra anterior a la actual? - Concluyó Brian atónito. -

- Una Tierra y una humanidad, aquellos humanos de entonces son los que vosotros llamáis hoy dioses.- Le explicó Azrael. - Ellos fueron los que lograron trascender...

- Entonces, si es así, nosotros podríamos ser dioses si lográsemos esa Trascendencia,- conjeturó Maray. -

- Pudiera ser. Aunque eso ni yo mismo  lo sé. Pero ahora sigamos.- Repuso el ángel que agitó su manto y todos se vieron nuevamente transportados a otros mundos. –





 En uno de ellos, cubierto de casas bajas de aspecto normal, vieron correr a una chica pelirroja tras un oso panda. Parecía que quería pegarle y aquel animal exhibía carteles con letras y palabras. Ninguno comprendió de qué podría tratarse. Otro extraño lugar al que pasaron si transición aparente tenía a varios individuos con armaduras de oro, plata y bronce, que luchaban por atravesar una serie de casas que lucían signos del zodiaco. El siguiente era algo insólito, grandes montañas y masas de tierra flotaban en el aire y un grupo de chicos y una chica ataviados con armaduras también parecían conjurar mantras  luchando contra otros guerreros o entre ellos. De pronto, una vez más sin ninguna transición, aparecieron en un parque, donde un grupo de chicas parecían estar estudiando. Una de ellas estaba explicando algo…



_”...Y entonces, aplicas esta fórmula y lo tienes... ¿Área del triángulo?_ inquirió con unos ojos azules a sus contertulias.

_Eeeemmm...Base por..._ replicó a las apuradas una chica de cabello rubio lacio, que se sonrojó al no poder terminar su respuesta. Su amiga no pareció enfadarse por ello, y volvió la mirada a otra compañera, que acabó con más seguridad:

_Base por altura partido en dos_ sentenció, aliviada de saber la respuesta”

_Muy bien, Laura_ sonrió la chica que preguntaba, satisfecha de que su paciencia y sus explicaciones hubiesen llegado a buen puerto, siquiera a alguna de ellas. La otra chica rubia puso de cara de circunstancias, para luego añadir:

_ ¿De qué nos sirve aprender esto? Cuando sea famosa no lo necesitaré_ señaló con aire de superioridad, mientras dentro de su mente se deleitaba con imágenes de sí misma unos años más tarde, rodeada de sus admiradores que la vitoreaban en un concierto.

_Lo vas a necesitar, Macarena, ya verás_ le sonrió la muchacha que hacía de profesora.

_Por lo pronto te sirve para el examen de geometría de la próxima semana_ añadió otra chica del grupo, de cabello negro largo, que hasta el momento había estado concentrada en su guía de ejercicios_ ¿Verdad, Araceli?_ se volvió satisfecha hacia la profesora del grupo.

_Claro que sí_ afirmó ella, dándole la razón.

_Y bueno...Como siempre, sólo nosotras concentradas escuchando, mientras que ella..._ apuntó con su barbilla hacia un costado, sacudiendo la cortina de cabello negro, las otras tres a su vez voltearon a ver, con expresiones de estar acostumbradas a ese cuadro. Algo apartada del grupo, hincada en el suelo, una jovencita de cabello rutilante rubio, con graciosas ondas que le llegaban hasta la mitad de la espalda, observaba absorta el vuelo de una mariposa de alas color naranja y negro que la rondaba.

_ ¿Mariposas en otoño? Eso es extraño...” (Este párrafo entre paréntesis ni siquiera Azrael y el grupo de los nueve pueden leerlo puesto que está más allá del mismo Libro de los días. Me he tomado la libertad de citarte, con cariño a mi amiga Claudia, va por ti, de demiurgo a demiurgo, por todo el camino que hemos recorrido juntos y lo que aún nos queda por escribir y leer).



Aunque no pudieron ahondar en eso más. Esa visión desapareció tan rápido como las otras y al momento se hallaron en otro lugar. En aquel mundo en particular, un niño con una cola al final de la espalda, luchaba contra seres enormes por la posesión de unas pequeñas bolas. Diaval creyó reconocerle asombrado.



-¡Es el gran rey de la leyenda! uno de los padres de nuestro pueblo, ¡estoy seguro de eso! Mis abuelos me lo han contado…

- Y no te equivocas...- le aseguró Azrael volviendo a agitar su manto. El ángel transportó al grupo a otro sitio, un lugar familiar y a la vez desconocido para ellos. -...Ahora observad.

- Esto es una hamburguesería. O un sitio donde venden comida.- Reconoció Brian que desconcertado agregó. - Algo antigua pero eso es lo que parece.

- Sí que lo es...por el diseño, los precios, y la moneda en la que pagan debe de tener más de cincuenta años. - Confirmó Mimet mientras observaba a un nutrido grupo de personas haciendo cola por unos refrescos -...

- Más bien parece una bocadillería, como las que hay en París. - Corrigió Maray dirigiéndose hacia el ángel con extrañeza y preguntándole. - No lo entiendo, ¿qué nos quieres mostrar?

-Aquí no hay nada de extraordinario. - Apuntó Alusa con el asentimiento de su hermana.-

-Sí, esto es no es nada especial.- Convino Minara.-

-Os equivocáis. Es muy especial. - Rebatió el ángel.- Al menos para vosotros debería serlo.



Los miembros del grupo le interrogaron con la mirada, al menos sin coincidir con sus ígneos ojos. Sin embargo, Azrael se limitó a señalar a unas mesas donde un grupo de chicos se reunían sentados y con una gran cantidad de papeles y revistas desperdigados ante las caras de disgusto de las empleadas del recinto. Asthel miraba perplejo la escena, les oía charlar entre ellos y escuchó una conversación que enseguida atrajo su interés, se producía entre un chico de gafas y una chica morena.



- Esta semana te he traído muchas cosas, espero que no se me olvide nada. - Dijo el joven. -

- Pues yo no he podido hacer nada.- Sonrió tímidamente su contertulia añadiendo casi con tono culpable. - Sólo terminar los dibujos que estaba haciendo...



Minara le susurró  a Asthel como si creyese que pudieran escucharla.



- Esa chica dibuja muy bien, mira.- Señaló unos bocetos que tenía sobre la mesa, los rasgos de las caras resultaban familiares para ellos. -

-¿Qué estáis mirando tan atentos?,- preguntó Granate con curiosidad. -



            Asthel le hizo señas de que se callase y avisó a Maray con un gesto. La chica había sacado unos dibujos que su compañero miraba muy complacido. Él a su vez, sacó una desgastada carpeta de cartón y la abrió mostrando más dibujos que debían de pertenecer a la muchacha.



- Fíjate en esos dibujos, Maray. - Le pidió su hermano afirmando en tanto recordaba aquel gran libro. –Yo he visto esto antes…

-¡No puedo creerlo....no es posible!- exclamó ella dominada por el asombro.-

- Todo es posible - intervino Azrael añadiendo enigmáticamente.- Escuchad atentamente y comprenderéis que todo tiene su propósito...



            El chico terminó de examinar los dibujos y le pidió a otro muchacho más joven que los mirase, éste los observó con gusto y declaró que eran una maravilla. Asthel se acercó más y pudo verlos quedándose asombrado. Reconoció un dibujo de su padre, otro que era el retrato de su madre, ambos cuando eran jóvenes, otro que era el de Eykalea. El mismo Georcael y los dioses también aparecían, todos estaban allí representados tal y como eran...



- Azraél ¿qué significa todo esto? - Quiso saber Asthel visiblemente sorprendido. -

- Tú escucha con atención.- Fue la respuesta del ángel. -



            Entre el murmullo de las múltiples conversaciones, el Mensajero y los otros pudieron escuchar al chico de gafas contarles a la chica morena y a otro chico...



- Pues llevo ya más de ciento noventa episodios. Asthel, bueno el nieto de Roy y Beruche....en fin, hasta que no te lo leas no te lo puedo contar...

-¡Pues me queda para rato!..- rio la chica agitando la mano. -

- De todas formas ya estoy haciendo una guía de personajes y de capítulos que quiero sacar por ordenador. - Le informó el muchacho añadiendo con humor. - ¡Es mi enésima revisión!



Asthel asombrado le dijo a Azrael.



- ¡No puede ser!, ¡me ha nombrado a mí y a mis abuelos!...

- Y esos dibujos.- Terció Alusa  atónita. - He visto uno de mi madre y otro de mi padre. ¿Quiénes son estos chicos? ¿Dioses quizá?

- Sí, bien pudieran serlo. - Convino Fiora. - Parecen saber más de nuestro destino que nosotros mismos, en especial el de las gafas...

- Os mostraré más...- declaró Azrael que de nuevo agitó su manto.-





Reaparecieron en otro lugar, era una calzada junto a una carretera, de noche, el muchacho de las gafas paseaba con otro algo más alto y que también llevaba gafas a su vez, parecían estar hablando. Mimet escuchó y  quedó sobrecogida...



- Entonces Mimet es como el Terminator...o como los replicantes.- Decía el chico más alto con tono elucubrador -.

- No, es una especie de compendio,- le respondía el otro tratando de aclararle. - Algo parecido, no,...es humana biológicamente pero tiene inteligencia artificial...



            Brian y Mimet se miraron asombrados, los demás también se sorprendieron. Sin salir de su asombro, Maray pudo escuchar a ese chico contar palabra por palabra lo que le ocurrió en la gala de Miss Bios. Cosas que ni ella misma le había desvelado a nadie. Asthel le oyó hablar sobre la misión que tendrían que realizar.



-¿Los infiernos?, ¿qué está diciendo? - Se sorprendió el atónito muchacho. -



            En eso escucharon otra parrafada de aquel chico que les dejó sencillamente anonadados...



- "Sí, entonces Granate propuso presentarse entre ellos porque Fiora y Diaval apenas sí conocían al resto, cada uno se presentó diciendo el nombre de sus padres y abuelos. Asthel dijo. Me llamo Asthel hijo de Amatista y de Leval, nieto de Roy, Beruche, Diamante y Esmeralda y los demás su respectiva ascendencia. Cuando terminaron y Asthel se preguntaba que podrían hacer, escucharon una voz poderosa y potente que les dijo que era la hora de que conocieran su misión. Esa voz era de Azraél”.-  El chico siguió y describió a Azraél con la apariencia que tenía en ese momento, luego añadió. - Y me he quedado ahí, éste es el capítulo treinta y nueve, sólo llevo unas pocas páginas y ahora tendré que seguir...

-¿Estamos locos o está contando la historia de nuestras vidas palabra por palabra?,- afirmó más que preguntarlo Granate -...

- Parece que la hubiera escrito él...- añadió Minara perpleja. -

- Y así ha sido. Mirad.- Con otro movimiento del ángel los nueve pudieron ver a ese chico tecleando con rapidez sobre un antiguo modelo de ordenador. Estaba escribiendo justo esto....."(Con otro movimiento del ángel los nueve pudieron ver a ese chico tecleando...).



Asthel se acercó bastante a la pantalla y dijo asombrado.



- ¡Está escribiendo nuestra historia, todo lo que decimos, pensamos o vamos a hacer está ahí! Entonces. ¡El libro! Por eso tenía páginas en blanco. - Exclamó dándose cuenta de aquello, y pudo añadir. -  Me gustaría avanzar un poco más para ver que nos depara...



Tomó el libro que portaba bajo el brazo lo abrió y buscó… capítulo treinta y nueve. No obstante en ese episodio ponía algo bien distinto…Pudo leer en voz alta para sorpresa suya y del resto…



“Capítulo 39. Ail contra Gergel.



Roy y los demás volaban hacia la Tierra muy concentrados para el combate. El grupo se había desecho con facilidad de decenas de demonios  por el camino y ahora, en silencio, revivían cada uno los recuerdos de sus muertes a manos de los poderes de la Oscuridad. El duro entrenamiento al que se habían sometido y su afán de venganza les impulsaban junto al deseo de recobrar la paz. Pero, sobre todo, los deseos de volver a ver y abrazar a sus seres más queridos. Sobrevolaban el terreno con rapidez, el paisaje iba variando a cámara rápida y bajaban progresivamente hacia el suelo, pudiendo ver como la maldad diabólica se iba extendiendo por todas partes”...



-Pero esos no somos nosotros. – Terció Alusa con extrañeza. –

-No, pero está hablando de mi abuelo. – Comentó Brian. –

-Claro, me he equivocado de capítulo.- Se percató Asthel que, avanzando más deprisa se dio cuenta de que ese libro estaba dividido en partes, una letra A, B, G, D, otros anexos que estaban dedicados a Nature, con letras DN y TN y finalmente T y leyó… ¡Aquí!… Transcendencia Cósmica – remachó para asombro de los demás. ¡Es nuestra historia!



Y ahí sí que pudo leer algo que a todos les era familiar...



“191. Capítulo 39. El retorno de Azrael con increíbles revelaciones,..



El muchacho se situó en el centro de un improvisado círculo formado por el resto y habló...



- Soy Asthel, para los que no me conozcáis hijo de Leval y Amatista, nieto de Roy Beruche, Esmeralda y Diamante. Maray es mi hermana menor.- Le cedió el sitio a su hermana que vino a decir lo mismo. – Leyó, saltándose algunos párrafos en los que se expresaban los pensamientos y recuerdos de cada uno.-

- Eso ya lo dijiste antes – comentó Mimet. –

- Pero esta vez lo estoy leyendo en este libro.- Le explicó el aludido. –



No obstante, cuando siguió avanzando encontró algo que le sorprendió. No quiso leerlo en voz alta. Al parecer, según había comentado con lance e incluso intuido, había otros que también manejaban ese libro.



-Sí, eso lo sabía pero…- Pensó atónito.-



 ¡E incluso había sospechado que escribían en él! Quedó estupefacto al ver quiénes eran. ¡Eso fue lo que Lance trató de explicarle! De todos modos aquello no le competía a él. Esa otra historia debería desarrollarse al margen de la suya y la del grupo. Aunque tampoco pudo leer más, el resto de las páginas se iban difuminando hasta estar otra vez en blanco.



- Por el momento no puede mostraros más.- Negó el ángel para desvelarle -...lo que ocurra de ahora en adelante deberéis hacerlo posible vosotros.



 Siguieron observando lo que Azrael les mostraba. Aquel que escribía en un teclado de un antiguo ordenador se paró pensativo, corrigió un par de errores y volvió a cavilar como si no supiese por donde continuar, después siguió tecleando con renovado vigor.



-¿Qué estará escribiendo ahora?- Se preguntó Brian.-



            El joven miró al ordenador y leyó precisamente eso, es decir." El joven miró al ordenador y leyó precisamente eso". Era como una paradoja sin fin," El joven miró al ordenador y leyó precisamente eso que  el joven miró al ordenador y leyó precisamente eso".....



- Por favor, Azrael explícanos esto.- Le pidió el propio Brian hecho un lío. -

- Ha puesto mal mi nombre - dijo Maray algo turbada señalando. - Está en minúsculas, ¡no espera, ahora lo corrige! ¡Es increíble!, ¿me habrá oído? - Se  preguntó ella en voz alta a la vez que el chico añadía precisamente eso en el texto. -

- No, no se trata de eso, os lo explicaré....pero antes dejémosle.- Y Azrael hizo desaparecer al grupo y todos volvieron al punto de partida, un lugar ignoto del espacio con ellos protegidos por una burbuja mientras el ángel flotaba a su lado y les desvelaba. -Ese humano está escribiendo vuestra historia. Se la inventa sobre la marcha o con ideas que se le ocurren mientras hace otras cosas, o al menos eso es lo que él se cree.

-¿Qué quieres decir? ¿Qué somos una invención suya y que no existimos de verdad?,- inquirió Granate sin poder creerlo. -

- Para este chico sois personajes inventados por él, algunos los tomó de otro lugar, como vuestros abuelos.- Azraél señaló a Maray y a Asthel para revelarles. – Los utilizó para comenzar esta historia, de una humana que a su vez los creó....o que también pensó eso mismo.

- Entonces él es el Creador...o un Creador.- Conjeturó Asthel que recordó haber visto sobre el escritorio del chico  un antiguo sistema de almacenamiento de música, un C.D con el dibujo de las chicas que Georcael le mostrase luchando contra su abuela y las demás hermanas. -

- No,- le corrigió el ángel. - Es una criatura más. Creada como vosotros, pero de otra dimensión paralela a la vuestra. Ya os he dicho que existen infinitas dimensiones y flujos temporales. En la suya vosotros no sois reales, únicamente sois personajes de cuentos, cómic. No existís y él no es consciente de vuestra realidad...como vosotros, hasta ahora, no lo erais de la suya.

-Entonces podría ser ¡Podría ser el Demiurgo! El que ha creado esta dimensión y este universo. O eso cree.- Repuso su interlocutor.-

-Sí y no.- Repuso enigmáticamente el ángel.-



            Ahora incluso podían escuchar música en el cuarto de aquel chico, que muchos habían creído oír alguna vez. Ninguno salía de su asombro, Brian repuso de una forma muy perspicaz.



- Pero si esto es así, ahora mismo estará escribiendo lo que tú has dicho, lo leerá y sabrá que somos reales, aunque sea en otra dimensión.

- No Brian,- rebatió Asthel dándose cuenta del auténtico significado de aquello. - Lo que creerá es que eso lo ha inventado él, que es parte del guion que está escribiendo...

- Efectivamente - asintió Azrael corroborando esas palabras. - Él piensa que todo lo que escribe le viene merced a su imaginación, cuando en verdad os digo que somos nosotros los seres superiores de las jerarquías angélicas los que se lo inspiramos. Porque queremos que escriba precisamente eso y que piense que es fruto de su imaginación...

- Entonces no tendremos nada que ver con su realidad,- terció Maray agregando con estupor. -¡Somos meros sueños para él!

- Estoy seguro de que a él le habría encantado conoceros y quién sabe si lo hará.- Repuso Azrael con tono misterioso. -

- Para él nada de lo que nos preocupa existe pues.- Sentenció Alusa sin poderlo creer. -

- Te equivocas,- corrigió Azrael que expuso con voz más seria. - La amenaza del olvido atañe a todas las dimensiones, es como una gran marea que arrasara sin distinción diferentes puertos que fuesen desconocidos entre ellos. Como una supernova que estallase destruyendo a la vez a civilizaciones enteras que nunca se hayan conocido entre sí. Todos estáis en el mismo peligro.

-¿Podría él ayudarnos? ¿Podríamos darle un mensaje? - Inquirió Maray. -

- Ya lo estáis haciendo. Desde el mismo principio. Todas vuestras aventuras, las de vuestros abuelos y padres, momentos de gloria, tristeza, alegría, batallas, romances… todo eso son mensajes para él y para quien quiera que los lea. Cuanto más complejos y emocionantes hayan sido, se harán más duraderos y más llamarán la atención. Sin embargo, tanto ese narrador como el resto de los lectores son tan mudos testigos de vuestra misión como lo sois vosotros de él y su existencia.- Repuso el ángel. - Pero desean que todo os salga bien. El escritor os quiere como a sus personajes, los que él ha creado. Sois eso para él, nada más… y nada menos.



            Hubo un espeso silencio entre todos, ninguno podía siquiera concebir aquello. ¿Acaso sus vidas, alegrías, tristezas, triunfos, fracasos, amigos, amores, etc., no existían? Entonces fue Mimet la que paradójicamente pareció entenderlo.



-Claro, tiene mucho sentido, es una paradoja. Una gran paradoja.- Declaró con la atención de todos puesta en ella.-

-Explícate, por favor.- Le pidió Diaval, tan desconcertado como el resto.-

-Es muy simple. –Declaró la chica argumentando.- Lo ha dicho Azrael, cuantas más vivencias tenemos, más grueso es ese libro. Cuantas más personas lean ese libro, más nos rescatan del olvido.

-Pero eso no detendrá la amenaza. – Objetó Alusa.- La tenemos aquí lean ese libro o no.

-Debemos hacerle frente y seguir avanzando.- Convino su hermana.-

-Claro. – Terció Granate.- Y al avanzar se escribirán más capítulos del libro. Por eso ahora ha llegado el momento de seguir para cumplir con nuestra misión.

-Es verdad. Alguien o algo que nos libere definitivamente de la Nada.- Comentó Brian.-

- He oído que esa especie de Demiurgo  decía algo de los infiernos.- Recordó Asthel. -

- Es cierto,- admitió Azrael  pasando a desvelarles. - Pues allí es donde os deberéis dirigir en primer lugar...

-¿A los infiernos?... ¿para qué?,- preguntó Minara aterrada. -

- Para poder hablar con el mismísimo Lucifer que allí os aguarda. Necesitáis su ayuda para cumplir con vuestra misión.-  Contestó el ángel. -

-¿Ese tío está loco o va de broma? ¿Acaso se le ha ocurrido eso al tipo que nos está escribiendo? ¿Y por qué no va él? -  Exclamó Granate entre indignado y asustado, abriendo unos ojos como platos. - ¡Qué fácil es mandar a otros a semejante lugar!

- Su plano existencial y sus habilidades no son las idóneas. Las vuestras sí, se han forjado durante todo este gran relato, a través de vuestros padres y los padres de vuestros padres. – Les explicó Azrael de forma imperturbable. - Pero eso que escribe, como ya os dije, está guiado por nosotros. Sólo es un mero testigo, como un notario de lo que ocurre que toma nota para preservarlo de forma fidedigna, no tiene más función que esa. Escribe como si de un escribano se tratase, cada palabra que decimos o cada cosa que pensamos o hacemos, incluso describiendo los lugares...

- Siendo de ese modo ya lo comprendo todo.- Pudo musitar Asthel que, pese a las miradas de sus compañeros, prefirió guardar silencio. – Es cierto, tiene mucho sentido.

- Todo tiene un último propósito, y está relacionado. – Le corroboró el ángel. -

-¿Entonces partiremos enseguida? - Preguntó Asthel que quiso saber.  -¿Cómo lograremos llegar hasta Lucifer?

- Yo mismo os conduciré hasta la frontera de los avernos, deberéis atravesar los nueve círculos. Cada uno de vosotros tendrá una llave a una respectiva entrada, no puedo deciros más.- Les indicó Azrael -...

- Ahora comprendo por qué somos nueve, como los nueve círculos.- Afirmó su interlocutor recordando las palabras pronunciadas por Redan años atrás. -

- Entonces llévanos y afrontemos nuestro destino, sea lo que sea que nos tenga reservado,- declaró Fiora y los demás asintieron con el mismo valor y determinación. – Que al menos resulte interesante para nuestros lectores.

- Así sea - convino Azrael agitando de nuevo su denso y negro manto.  -



Éste les envolvió a todos otra vez, como si de la noche más oscura se tratase, al serles retirado se vieron rodeados por una penumbra cenital, era la frontera entre los reinos de varias dimensiones. Por un lado el plano físico mortal, por otro el superior para las almas iluminadas y al fin, otro que se bifurcaba, hacia la zona del purgatorio y el más oscuro y tortuoso, el camino que descendía a los infiernos. El ángel entonces declaró.



- Aquí debo dejaros. Es donde terminan mis dominios.

- Pero ¿cómo lograremos abrirnos paso por aquí?... ¿qué debemos hacer? - Preguntó Diaval que se encontraba desasosegado e incluso molesto por no tener ni la más mínima idea de cómo proseguir. – Esto es totalmente desconcertante.

- No temas,- le tranquilizó Granate. - Yo conozco la respuesta a casi todas esas preguntas, mi abuelo me lo contó cuando era niño. Él a su vez lo aprendió de mi abuela, ella era una diablesa y conocía bien al menos los primeros tres o cuatro círculos. En un principio, yo os guiaré...

- ¡Yo no temo a nada ni a nadie! ¡Soy un príncipe saiyajin! - Replicó orgullosamente el aludido cruzándose de brazos. -

- Sólo era un modo de hablar, me refería a que, al principio, como yo puedo guiarnos a todos. Podéis despreocuparos por eso. - Se disculpó Granate.-



Y lo hizo  mirando a ese tipo de reojo puesto que tenía la pinta del clásico bestia al que no convenía irritar.



- En un principio, pero. ¿Y después? - Objetó desapasionadamente Mimet, al abrigo de la lógica. -

- Después. El Creador dirá,- replicó Maray con tono resignado. -



Todos se miraron entre sí, como si aguardasen algunas palabras que les indicasen lo que debían hacer y Asthel, dándose cuenta de ello, sentenció con tono decidido.



-¡No hay vuelta atrás! Desde aquí nuestro deber es bajar. - Y abriendo el libro únicamente descubrió páginas en blanco, de modo que, cerrándolo con solemnidad dijo del mismo modo. – A partir de aquí no sé lo que nos encontraremos. Pero vamos hacia los mismísimos infiernos, así que no creo que sea nada agradable. Si alguno quiere dejarlo ahora puede volverse con Azrael, no se le reprochará...



Hubo un silencio tenso que nadie se atrevía a romper. Asthel aguardó unos instantes más  y entonces pasó a preguntar a todos los miembros del grupo uno por uno.



- Ya que hemos llegado hasta aquí no hay razón para volverse. Además, iremos más rápido cuesta abajo y cuantos más seamos más divertido. - Respondió Brian con una sarcástica sonrisa. -

- Así es. Cuantos más seamos, más probabilidades tendremos, es algo matemático y de lo más lógico. - Añadió Mimet secundando a  su novio -

- Yo estoy dispuesto, ¡tengo curiosidad por conocer el hogar de mi abuela y saber si me dejó algún piso en herencia! - Intervino Granate de forma irónica y llena de humor. -

- Confiamos en ti Asthel, te seguiremos hasta donde nos lleves. A tu lado no tenemos miedo.- Declaró Minara.-

- Sí, estamos dispuestas a arriesgarnos, te debemos mucho y no vamos a dejarte sólo cuando más nos necesitas,- la apoyó su hermana Alusa. -

- El porvenir de todo el Universo depende de nosotros, no podemos renunciar. Las vidas y el destino de innumerables criaturas están en nuestras manos ahora. Yo estoy contigo, Asthel.- Se ofreció Fiora visiblemente decidida. -

- Siempre hemos estado juntos, hermano y permaneceremos juntos para afrontar cualquier peligro. ¡Por duro que éste sea! - Terció animosamente  Maray. -

-¡Un miembro de la familia Real Deveget nunca se echa atrás ante nada ni nadie, ni tampoco rompe una palabra dada! - Exclamó Diaval sentenciando. - Durante años me he entrenado duramente para esta misión y no voy a retirarme ahora, ¡eso jamás!  Adonde tú vayas iré yo ¡Y que se anden con cuidado esos demonios, un príncipe de los guerreros del espacio va a por ellos!



            El Mensajero sonrió complacido con el apoyo de todos sus compañeros, al fin, convencido de que nadie iba a renunciar, finalmente le dijo a Azrael.



- Gracias por todo lo que nos has mostrado. Ahora nos toca a nosotros cumplir con nuestro deber...

- Nos volveremos a ver si salís con bien de los infiernos. Aún quedan cosas y seres que debéis conocer. Hasta pronto,- se despidió el ángel de la Muerte que poco a poco fue desvaneciéndose con su manto negro entre la oscuridad…-

-Adelante pues.- Les indicó Asthel.- El viaje comienza…



Y en la Tierra habían pasado ya unos meses. La soberana dio a luz a una hermosa niña de cabellos rosados. Fue llamada Usagi, en recuerdo a su otra encarnación en la Tierra. Se trató de un gran acontecimiento, recibido con alegría por la mayoría de los habitantes de la Tierra que no habían olvidado los meses previos y esa vuelta de aquella terrible oscuridad y de cómo ésta fue rechazada una vez más. Casi todos atribuyeron ese nuevo milagro a los soberanos. No obstante, algunos de los más rebeldes y recalcitrantes argüían que eso fue una especie de truco para hacerles recobrar prestigio y popularidad en sus horas más bajas. Sin embargo, los reyes y sus princesas estaban más pendientes de la recién nacida que de esas maledicencias.



-La pequeña Chibiusa es una monada.- Sonreía Ami que fue quién atendió personalmente el parto.-

-Sí, es una ricura.- Convino Rei que era quién la sujetaba ahora en brazos tratando de hacerla dormir.-

-Al fin tenemos con nosotras a la Pequeña Dama.- Afirmó Minako con el semblante sonriente.-

-En cuanto las exteriores vengan a palacio estarán encantadas de verla.- Declaró Makoto.-

-Sí, con esto de la amenaza hemos tenido que enviarlas a los confines del sistema solar para comprobar la situación. Espero que no tarden mucho en volver.- Terció Endimión que  iba ahora a ver a su esposa, que descansaba en su habitación.-





            Las princesas guardianas hicieron una respetuosa inclinación ante el monarca que tomó a su hija entre los brazos y entró con ella para visitar a la flamante mamá.



-Mi niña.- Suspiró la reina en cuanto Endimión depositó a la cría sobre su pecho.- Hola chiquita, Chibiusa. - Le decía cariñosamente en tanto la pequeña entreabría sus ojitos haciendo gorgoritos.- Bueno, parece que las cosas van siguiendo su curso. Únicamente espero que a los Nueve les vaya bien.- Declaró ya con un tono más serio.-

-Eso espero yo también. Por ahora las cosas siguen sin novedad. Es una buena señal.- Comentó Endimión.-



            Y así era, en la Tierra se mantenía la normalidad. Era como si aquel episodio de la oscuridad no hubiese sucedido. En la Luna, tanto Neherenia como Doran, enseguida enviaron sus felicitaciones a los monarcas. La propia Nehie era muy feliz, sabiendo que su mentora y amiga del futuro se había encarnado ya en esta línea temporal. Lo malo es que ya no podría ver a la Chibiusa adulta. Y en cuanto a Alice, la joven princesa todavía recordaba a Granate aguardando su retorno…



-No sé qué estarás haciendo ahora. Solamente espero que estés bien y que no tardes en regresar.- Se decía la entristecida muchacha.-



            Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llamada de su madre. La chica no tardó en acudir.



-¿Deseabas verme, Bella y Gentil Majestad?- Inquirió respetuosamente dado que había sido llamada al salón de audiencias, con cortesanos presentes.-

-Sí princesa.- Repuso Neherenia que pasó a indicarle, ante el asentimiento de Doran, sentado junto a ella.- Es nuestro deseo presentar respetos y felicitar en persona a sus majestades los reyes de la Luna Blanca y la Tierra por el feliz alumbramiento de su heredera, la princesa Usagi Chiba, la Pequeña Dama. Para tal fin, os designamos a vos como representante del reino de la Luna Nueva. Partiréis mañana a la Tierra a realizar esa misión. Una vez allí, podréis quedaros un tiempo para poneros al día de las nuevas pertinentes que haya sobre  ese mundo amigo.

-Será un honor y un privilegio para mí cumplir con esa encomienda que me hacéis, majestades.- Afirmó la joven, realmente agradada por ello.-



            Y es que Alice tenía muchas ganas de visitar aquel hermoso planeta azul y tal y como le prometieron hace tiempo, ahora podría hacerlo. Una vez terminada la audiencia y a solas, sin embargo, su madre le comentó.



-Irás de incognito para bajar a la Tierra. No conviene hacernos notar. Sabes que las cosas allí están algo tensas. Podrás usar el espejo que tenemos que  se comunica con el de la casa de Cooan, la madre de Idina. Ella seguro que se pondrá muy contenta de verte.

-Así lo haré. Yo también me alegraré mucho de verla.- Afirmó la muchacha.-



            Desde luego que le tenía mucha estima a esa anciana tan agradable y sabia, que tanto la ayudó cuando estuvo en Bios. Así pues, tras despedirse de su madre y soberana, la joven partió a sus aposentos a prepararse. De camino fue abordada por Briseida quien también había acudido a la corte.



-Alteza, celebro veros.

-¡Brise!- Sonrió la muchacha sorprendida al encontrarla allí.- ¿Cuándo has llegado?

-Acabo de venir desde mi casa. Mis padres me enviaron a presentar nuestros respetos y a transmitiros felicitaciones para los reyes de la Tierra.

-Precisamente voy a ir allí en breve para hacerlo.- Le comentó su interlocutora.-

-Es una lástima que no podamos vernos un poco más de tiempo.- Comentó Briseida.-

-En cuanto retorne te lo compensaré.- Le prometió Alice, confiándole.- Antes debo ir a visitar a una persona muy querida para mi madre y para mí.

-Os aguardaré con sumo placer, Alteza.- Asintió su contertulia haciéndole una leve reverencia.-



            La princesa se despidió continuando su camino, Briseida se la quedó mirando con gesto animoso que enseguida trocó por otro más serio y duro en cuando Alice se perdió por aquel largo pasillo en el que se habían encontrado.



-Tú ve a cumplimentar a quién sea. Entre tanto, me ocuparé de hacer lo que realmente vine a hacer.- Se dijo esbozando una maquiavélica sonrisa.-



            Ajena a eso, Alice tampoco sabía que, en ese mismo momento, y desde hacía días, Tom y Loren estaban allí de visita junto a su tío Lance. El muchacho había pasado mal esos meses, acordándose siempre de su amada. Aunque cuando llegó a la casa de su abuelo y curioseó alguno de sus libros en la biblioteca privada que éste había reunido se llevó una gran sorpresa. Anotaciones sobre un extraño y poderoso libro y una figura llamada el Demiurgo le sorprendieron. Preguntó a su tío Lance y aún se quedó más atónito cuando observó como el rostro de éste palidecía. Simplemente le arrebató un papel que el joven llevaba con esas anotaciones, lo rompió y le dijo con tono cortante y seco.



-Olvida que has visto o leído nada a ese respecto. Eso no es algo con lo que se deba jugar. ¿Comprendido?

-Sí, tío Lance.- Musitó lacónicamente el chico.-



            Una vez que Tom salió de esa habitación Lance maldijo su descuido. Se había olvidado completamente de todo aquello y ni se preocupó de ocultar las anotaciones de su padre. Tampoco había querido destruirlas. Eso pudo ser negligente por su parte pero es que había estado estudiándolas para averiguar cosas y jamás pensó en que su sobrino pudiera encontrar aquello. Para empezar vivía en otro planeta y apenas había venido nunca de visita a la casa de sus abuelos en la Tierra. No obstante, enseguida se dijo.



-Solucionaré ese error. La historia no se repetirá. O mejor dicho, no se alterará.



            Se apresuró entonces a destruir u ocultar todo lo que juzgó peligroso. Sin embargo, eso y sus avisos a su sobrino, lejos de hacer desistir a Tom, le espolearon. Por fortuna el chico no entregó todas las anotaciones que había hecho. De modo que pretendió hacer caso al consejo de su tío y aprovechó una tarde que éste estaba fuera. Su abuela Cooan y Loren también habían salido de tiendas. Gracias a las lecturas que había hecho durante ese tiempo el muchacho había aprendido a conjurar entes de otras realidades. Pero no tenía mucha idea de cómo convocar a ese extraño ser. Quizás el modo directo fuese el mejor y, tras celebrar algún que otro rito, se limitó a llamar en voz alta.



-¡Demiurgo! Quiero verte. Vamos, sé que existes. Mi abuelo dejó escritos que mi tío no ha podido destruir, es más, copié algunos y ahora lo sé todo. El Libro de los Días…Ese es el libro que escribes tú, ¿verdad?...y trata sobre nosotros, ¿no es así?.. Me gustaría darle un vistazo, para ver qué es lo que dice sobre mí.



            Pasaron unos instantes en los que nada sucedió. El joven suspiró sentándose sobre su cama. Comenzó a creer que estaba haciendo el ridículo y se alegró de estar a solas.



-Si pudieran verme se reirían de mí. Como de costumbre.- Musitó con una buena dosis de auto reproche.- ¿A quién quiero engañar?. Esto debían ser chaladuras del abuelo…



Fue entonces cuando, increíblemente, una gran figura enfundada en un sayal y una capucha oscuras, se aparecieron ante él. Tras el gran susto que se llevó, Tom pudo enfrentar su mirada a esa aparición y preguntar con la voz entrecortada.



-De…Demiurgo, ¿eres tú?..

-Yo soy.- Fue la respuesta que retumbó con un tono entre gutural y grave. Para agregar de un modo más suave y hasta conciliador.- Veo que has hecho bien tus deberes y sé lo que quieres. La única cuestión es… ¿estás dispuesto a pagar el precio?...

- Sí, si me conoces tal y como está escrito aquí, ya sabes cuál va a ser mi respuesta.- Se atrevió a replicar el chico.-

-Muy bien.- Convino aquel ser.- Tendrás lo que deseas…

-¿Qué debo hacer?- Inquirió el joven, todavía intimidado por aquella presencia.-

-Nada en absoluto… yo me ocuparé de que todo se desarrolle acorde con tus anhelos.- Le aseguró su interlocutor.- Te dotaré de lo necesario para conseguir tu meta. A cambio, un día tendrás que cumplir con tu parte en la historia.

-Así lo haré.- Sonrió ahora Tom, entre emocionado y eufórico para sentenciar.- Si ella fuera al fin mía, si me amase, entonces nada de lo demás me importaría.



            Pero al terminar la frase se encontró nuevamente sólo. Ahora dudaba si había tenido un sueño o no. Hasta que saliendo del cuarto tuvo el impulso de sentarse al piano y tocar. ¡Para su completo asombro lo hacía de maravilla!, y eso que él jamás había dado clases. También comenzó a cantar, canciones que no sabía. Y su voz sonaba realmente bien…Sonrió, incluso rio encantado. ¡Aquella era la prueba, eso no había sido un sueño entonces! Fue cuando descubrió ese gran libro, de color burdeos, sobre una mesa del salón. Y junto a él una especie de pluma como las que hacía siglos se usaban para escribir y una gruesa agenda encuadernada en algo similar al cuero negro, con bastantes páginas en blanco…supo de forma instantánea qué debía hacer con ella.



-Al fin, ¡ya no seré un mediocre nunca más! - Dijo en voz alta y lleno de regocijo.-



            A su memoria vino esa dura conversación que mantuvo con su madre. Después de que la familia volviera de despedir a Alice él estaba metido en su cuarto, perdido en su tablet, tratando de estudiar, pero no podía concentrarse. Estaba desesperado por terminar ese maldito bachillerato. Ya había repetido un curso, pero sus padres no estaban enfadados por ello. Es más, le animaban. Quizás eso era lo más triste de todo. Desde pequeño Tom sabía que tenía dificultades de aprendizaje. Casi todo en ese aspecto le costaba mucho trabajo. Al menos era bueno en los deportes, para béisbol y  baloncesto todos le querían en sus equipos. No obstante, a su edad, esas cosas perdían importancia. Y por si fuera poco difícil concentrarse en los apuntes de por sí, ahora solamente pensaba en ella. Alice era una chica excepcional. Maravillosa y que habría destacado igualmente aunque no hubiera sido una princesa. Demostró ser una brillante alumna y además con sangre saiyajin. El desconsolado joven lo pensaba y movía la cabeza. ¿Cómo iba una muchacha así a fijarse en un perdedor como él? Lo lógico fue que se interesase por Granate, quien a su vez era apuesto y un magnífico estudiante a su vez. Sobre todo tras aquella amarga despedida que tuvieron. A estas alturas la chica estaría retornando a la Luna. Meditaba sobre ello cuando tocaron a la puerta.



-¿Quién es? - Pudo preguntar algo sobresaltado.-

-Soy yo...hijo.- Se anunció Idina.- ¿Puedo entrar, cariño?



            Él no replicó y al cabo de unos instantes su madre abrió la puerta despacio y tras verle ahí sentado, frente a su ordenador, se acercó a él.



-¿Estabas estudiando, hijo? Alice me dijo que tenías cosas que hacer y que te habías despedido antes de ella.

-Sí mamá. Es que tenía que repasar. ¡Este maldito examen!...-Se quejó amargamente él.-

-No te preocupes, tu padre y yo sabemos qué haces lo que puedes.- Le animó su interlocutora.-

-Pero no es suficiente, ¡Nunca lo es! – Se lamentó ahora con visible pesar, espetando. -¿Por qué tengo que ser tan mediocre?... ¿Por qué no puedo ser como vosotros?

-Hijo mío, pero ¿qué estás diciendo?- Se sorprendió su atónita madre para apresurarse a rebatir con una mezcla de preocupación y pesar.- Tú no eres ningún mediocre.

-¡Sí que lo soy, mamá! - Sollozaba él, con patente dolor para sentenciar.- No me extraña que ella ni me mirase a la cara.



            Ahora fue Idina la que, sujetando con afecto entre sus manos el rostro desencajado de su hijo, le observó con honda preocupación. Entonces lo comprendió.



-¡Oh, hijo mío!...No me digas que… por eso no fuiste a despedirla, ¿verdad?...



            El chico únicamente podía llorar en silencio, tratando de esconder su cara, su entristecida madre suspiró…



-Supongo que la quieres desde hace mucho, ¿no es así?...



            El desolado muchacho asintió débilmente y apenas pudo sollozar lleno de impotencia.



-Ella solamente piensa en Granate. Él es inteligente, terminó la academia militar y además es mayor que yo… comparado con él no tengo nada que le pueda gustar a Alice, ni inteligencia, ni fuerza, ni poderes…

-Cariño.- Le susurró su madre visiblemente afectada.- Eso no es lo que enamora a una chica. Granate es un gran muchacho, como lo eres tú también. No sufras más por eso. Tú encontrarás tu camino y tu amor algún día, ya lo verás. A todos nos han pasado ese tipo de cosas. Yo misma llegué a pensar que jamás me casaría, que no encontraría al hombre adecuado, y entonces llegó tu padre…



            El chico no dijo nada. Su padre en efecto era un buen hombre, pero no pasaba de ser un tipo corriente. Su madre también, una simple maestra y su hermana, pues eso, una cría que adoraba pintar. En cambio los miembros de la familia de Alice eran reyes…y la de Granate, pues bueno. Tenía un difunto tío héroe de guerra, con su nombre puesto en la avenida principal. Su madre era una de las principales responsables de la terraformación de Bios y su padre el mejor ingeniero de infraestructuras del planeta que hasta había ido a la Luna de su mundo y al reino de Alice a ayudarles. Era evidente de quién se iba a enamorar esa chica. Ahora volvía de esos pensamientos pero no con pesar, al contrario. Eso se había terminado para siempre. Abrió aquel libro leyendo algunos pasajes y tras cavilar un poco, tomó aquella pluma y comenzó a escribir en esa extraña agenda, las palabras que ponía más que ser anotadas daban la impresión de materializarse como por encanto…



-Entonces. ¡Ahora seré capaz de hacer lo que quiera! Le daré la vuelta, lo cambiaré todo. Bueno, no debo ser egoísta. Tengo la gran oportunidad de mejorar las cosas, no solamente para mí, sino para todos aquellos que lo precisen. - Pensó lleno de entusiasmo, y como si de pronto alguien se lo hubiera revelado, musitó.- Alice va a venir precisamente aquí. Le daré una bienvenida que nunca podrá olvidar…



Y en otra lejana dimensión, ajenos por completo a estos hechos, los miembros del grupo se quedaron en silencio tras la partida del ángel hasta que por fin, Asthel exclamó con seguridad y señalando hacia el tortuoso camino.



- ¡En marcha, hacia los infiernos!- arengó. -



Todos le siguieron a una, con los rostros cargados de decisión y moral para afrontar aquella aventura, dándose las manos para conformar un círculo perfecto mirando hacia el interior y cantando a coro una canción que les llegó a la mente, resumiendo quizás el propósito de sus propias vidas. Regalo del Demiurgo…



No les digas a los dioses que dejo atrás un desastre,

No puedo deshacer lo ha sido hecho,

Vamos a correr para ponernos a cubierto.



¿Y si soy el último héroe que queda?

Mejor que dispares tu pistola

Una vez y para siempre.



Dijo que fuera a secarme los ojos

Y que viviera mi vida

Como si no hubiera un mañana, hijo.

Y diles a los otros



Que lo canten como un colibrí,

El himno más grandioso jamás escuchado...



Somos los héroes de nuestro tiempo,

Pero bailamos con los demonios de nuestra cabeza.

Somos los héroes de nuestro tiempo, héroes,

Pero bailamos con los demonios de nuestra cabeza.

¡Héroes!...



Y eso precisamente eran. Unos héroes puros de alma y de corazón. Todos resplandecían con una blanca luz, sus cabellos en tono inmaculados y con el brillo de sus ojos dorados, decididos a llegar hasta el final arrostrando cualesquiera que fueran las consecuencias. Unidos en la mutua confianza y el deseo de cumplir con su trascendental misión. Por ellos y por todos los seres del universo…Y así corearon todos…



Somos los héroes de nuestro tiempo, héroes...

Pero bailamos con los demonios de nuestra cabeza,

Somos los héroes de nuestro tiempo, héroes...



Los grillos cantan una canción para ti,

No digas una palabra, no hagas ni un ruido,

Es la creación de la vida.



Hago que los gusanos se conviertan en mariposas,

Me levanto y convierto este mundo

En agradecimiento.



Dijo que nunca me aparté de tu lado,

Cuando estabas perdido, yo seguí detrás de ti

Era tus cimientos.



Ahora ve a cantarlo como un colibrí,

El himno más grandioso jamás escuchado,

Vamos a cantar juntos...



Y una vez más cantaron, llenos de decisión y esperanza…



Somos los héroes de nuestro tiempo,

Pero bailamos con los demonios de nuestra cabeza.

Somos los héroes de nuestro tiempo, héroes,

Somos los héroes,



Seguimos bailando con los demonios, en nuestras mentes

Tú podrías ser un héroe.



Ve a cantarlo como un colibrí,

El himno más grandioso jamás escuchado,

Ahora, cantemos juntos...



-¡Adelante! - Exclamó Asthel.-



            Y todos a una asintieron, coreando una vez más…



Somos los héroes de nuestro tiempo, héroes,

Pero bailamos con los demonios de nuestra cabeza.

Somos los héroes de nuestro tiempo, héroes...



Pero bailamos con los demonios de nuestra cabeza.

Seguimos bailando con los demonios,

Tú podrías ser un héroe.

Nosotros somos los héroes.



(Heroes. Mäns Zelmerlöw crédito al autor)



Y aquella figura embozada en su negro sayal, portando ese gran libro, al verles partir escribió algo y declaró.



-Buena suerte, hijos míos. Todos tenéis un importante papel que desempañar y sois muy queridos para mí. De un modo u otro siempre estaré con vosotros.



Así comenzó el descenso…




  
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