El líder del
grupo se situó en el centro de un improvisado círculo formado por el resto y
habló...
- Me llamo
Asthel, para los que no me conozcáis, soy el hijo de Leval y Amatista, nieto de
Roy Beruche, Esmeralda y Diamante.
El muchacho recordaba no sin
nostalgia a todos sus amigos y compañeros en tanto se presentaba. Pero no solamente
a los allí presentes, sino a sus amigos y familiares que quedaron en su mundo y
en la Tierra. De hecho, el joven había vivido una vida feliz y normal. Aunque
jalonada por aquellas visitas de los dioses y sus habilidades tan
extraordinarias. No obstante, la mayor parte del tiempo la cotidianeidad fue la
norma. Estudiar, no llegar tarde a casa, comenzar a salir con chicas…
-Sí, he tenido
una buena existencia terrenal. – Pensaba.-
Le
venía a la mente el recuerdo de Madeleine, a la que sabía que también debía de
renunciar. Pensaba en eso cuando recordó una conversación que tuvo haría ya
algunos años con su padre. Los dos estaban pasando una tarde tranquila en casa,
dado que Amatista había ido de compras con Maray, a los pocos días de haberse
celebrado el certamen de Miss Bios.
-Bueno hijo,
¿cómo se presenta esta temporada?- Quiso saber su padre en tanto veían por lo Holo
tele algunas imágenes de partidos clásicos de baloncesto.-
-Pues, tras
ganar este campeonato el reto ahora es repetir el próximo año. Una vez que
llegas arriba del todo solamente se puede ir cuesta abajo. - Replicó filosóficamente
el muchacho.-
-Sí. Lo difícil
es mantenerse. - Convino su interlocutor ahora con un tinte reflexivo para
decir señalando a la pantalla.- Mira, ahí está tu abuelo.
En las imágenes aparecía Roy
haciendo unos espectaculares mates. Después podían verse una selección de sus
mejores asistencias y robos de balón. Se hablaba de él como de uno de los
mejores jugadores de la historia en la competición. Ganador de varios anillos y
asimismo un carismático entrenador. Al hilo de aquello, Asthel sonrió
declarando no sin admiración.
-¡El abuelo
era muy bueno jugando!…le encanta el baloncesto. ¡Y como entrenador es
fantástico!
Ahora fue Leval quién sonrió de
forma leve para asentir despacio y confesar.
-A veces creo
que quedó decepcionado conmigo porque no me decidí a jugar como él, en plan
profesional. Seguro que estará encantado con verte a ti jugando en el equipo
del instituto, y el próximo año en el de la universidad.
-Sé que el
abuelo Roy está muy orgulloso de ti, papá. Siempre que le he visto me lo ha
dicho.- Contestó el chico.- Presume a la menor ocasión…
-Es curioso.-
Replicó su padre añadiendo no sin analizar aquello con cierta sorpresa.- Al
parecer, tanto tú, como tu hermana habéis hecho lo que quizás los padres de tu
madre y los míos esperaban de nosotros. Seguir sus pasos. Y me alegro, puesto
que tanto tu abuela Esmeralda como mi padre, no lograron que ni tu madre, ni yo
continuásemos la tradición familiar. Al menos en eso.
-Los abuelos
os quieren mucho.- Aseveró Asthel.- Y tanto Maray como yo somos felices
haciendo lo que nos gusta hacer. Al menos en tanto podamos.- Remachó ahora con
un tono menos animado.-
Su padre no pareció percatarse de
eso, o si lo hizo posiblemente creyera que el chico se refería a otras cosas,
puesto que respondió.
-A todos nos
llega el momento de centrarnos en la vida y dedicarnos a una profesión.
Disfruta tu etapa de estudiante y de juventud mientras puedas…
-Sí papá. Lo
haré. - Sonrió el muchacho que decidió que era mejor no aclarar el trasfondo de
sus palabras.-
Recordaba esos momentos junto a su
padre con mucho cariño. Estaba muy unido a él y a su madre, hermana y abuelos.
Aunque respecto de su progenitor no había tenido demasiado tiempo de pasarlo a
solas y conversar de ese tipo de cosas con él. Leval había estado muy ocupado
con sus obligaciones militares. No obstante, eso no le impidió preocuparse por
sus hijos y tratar de estar a su lado. Ahora había llegado el momento para
Asthel de dejar esa existencia tan agradable, la vida que un muchacho corriente
de su edad podría haber seguido disfrutando, puesto que tenía una misión
fundamental que realizar.
-Siempre supe
de un modo u otro que este momento llegaría.- Se dijo con tintes reflexivos y
algo tristes.-
Pero
ahora estaba rodeado por otros muchachos y muchachas tan o más jóvenes que él
que debían hacer ese mismo sacrificio. Ninguno de ellos lo pidió tampoco. Y
miró a su hermana en tanto pensaba en eso. La pobre chica no parecía haber
estado destinada en un principio a compartir su carga, al menos eso había
creído hasta que, siendo niño, le revelaron que así sería. Y él también conocía
otro secreto. La muchacha debería acompañarle en su misión y tendría además
otro destino reservado. De este modo la presentó declarando.
-Ella es Maray,
mi hermana menor.- Le cedió el sitio a la muchacha que saludó al resto. -
-¿Qué tal
estáis?- Preguntó de forma educada, añadiendo.- A la mayoría ya os conozco,
pero a algunos nunca os había visto. Sé que, como mi hermano y yo, estáis
destinados a esta importantísima tarea. Seguro que haremos un buen equipo todos
juntos.
La chica no podía abstraerse tampoco
a sus recuerdos. Había dejado atrás a sus padres, sus abuelos, el resto de la
familia y amigos. E incluso a su novio. De todos modos algo le decía que si triunfaban en
aquella misión volvería a verle. Pero ahora su mente voló hacía algunos meses
atrás, cuando visitó la casa de sus abuelos paternos en Nueva York,
aprovechando que la casa Deveraux hacía una gira por allí. Su abuela Esmeralda
enseguida quiso que ella fuese para ver a su familia. Curiosamente fue Maray
quién les dio noticias de Brian y del resto de los que se encontraban en Bios.
Asimismo les dio recuerdos de la veterana diseñadora. Tanto sus abuelos como
Kerria y Sam la acribillaron a preguntas.
-¿Qué tal el
mundo de la moda?- Quiso saber Roy con innegable buen humor.- ¿Se liga mucho?
-Muy bien,
abuelo. - Sonrió la chica obviando esa broma y sintiéndose realmente contenta
al afirmar.- Es mi sueño hecho realidad.
-Eso está muy
bien, cielo.- Terció Bertie sosteniendo una mano de su nieta con afecto.-
-¿Y qué se
cuenta nuestro hijo?- Quiso saber Kerria que estaba a su vez de la mano de Sam.-
-Tanto él como
Mimet están saliendo juntos por lo que yo sé. - Les contó su interlocutora.-
Les va muy bien, ella ya es doctora y él está a punto de terminar.
-Economista
como su padre.- Sonrió Samantha, al agregar.- Y como yo.
-Sí, eso nunca
viene mal. - Afirmó Roy.- ¡Es estupendo tener a alguien que sea capaz de
hacerte la declaración de la Renta! - Remachó jovialmente pasándole un
afectuoso brazo por los hombros a su nuera.-
Como de costumbre su chascarrillo
provocó las risas del resto, que le miraron divertidos.
-Tampoco es
para tanto, la tuya es muy fácil de hacer. - Sonrió Samantha.-
-Siempre había
creído que te dedicabas a la publicidad y el marketing, tía Sam.- Comentó
Maray.-
-Bueno, verás.
Encontré trabajo en una agencia de publicidad, porque tengo un master en
marketing mix, pero realmente soy economista.- Le explicó la aludida.-
-¡Es un chollo!,
una abogada y una economista en la familia. - Sonrió Bertie mirando a su hija y
a Sam con orgullo.-
-Sí, y ahora además
contaremos con Brian.- Declaró la madre de éste con patente satisfacción
también.-
-Dentro de
poco podréis poner vuestro propio despacho de abogados y consulting financiero
a lo grande. Malden & Malden.- Declaró Roy con su teatralidad habitual a la
hora de bromear. Aunque quizás en esta ocasión no fuese una broma.- ¡Y yo
podría ser vuestro primer cliente!
De todos modos su esposa y las demás
se rieron una vez más. Aunque merecía la pena sopesarla. Desde luego eso no
parecía una idea tan descabellada.
-Eso sería un
enorme orgullo para mí.- Declaró Kerria.-
-¿Quiñen
sabe?. Después de volver de Bios con su carrera terminada. Pudiera ser que a Brian
le gustara la idea.- Convino Samantha.-
Maray esbozó una débil sonrisa.
¿Cómo decirles a sus familiares que aquello no sería posible? Aunque la atención
de todos retornó a ella una vez más. Su tía Kerria reanudó el cuestionario.
-Bueno, ¿y qué
tal te va en todo lo demás?... ya sabes. ¿Hay alguien por esos lares que estés
echando de menos ahora y que no sea familiar ni amigo? - Quiso saber con tono
de complicidad.-
-Pues veréis.-
Pudo decir la muchacha ruborizándose.- Hace poco estuve con mi novio. Tenía un
permiso y vino a verme a París.
-¡Vaya!-
Exclamó su abuelo tratando de hacer memoria para decir.- ¿Tu novio no es ese
chico que es nieto de Ail y Ann?
-Sí, el hijo
de la hermana mayor de Debbie. - Suspiró Kerria afirmando con un toque de
nostalgia.- El mundo, ¡qué digo!, el universo, es un pañuelo.
-El destino
tiene estas cosas.- Afirmó Beruche.- Nunca sabes por dónde te va a sorprender…
Su nieta les miró a todos ahora con
expresión reflexiva e incluso bastante seria y algo entristecida y musitó,
dejándoles perplejos.
-Así es. Y a
veces creo que nuestras vidas parecieran diseñadas por alguien. Una fuerza muy
por encima de nuestro entendimiento que escribe el guion para que ese tipo de
causalidades se den.
Nadie
supo que contestar, la palabra que empleó la muchacha era causalidad, no
casualidad. Si alguien pudo reparar en
ello no lo hizo notar. Aunque enseguida pasaron a otros temas y aquello
aparentemente se olvidó. A la hora de instalarse Maray se alojó en el cuarto
que fuera de su padre. Allí contemplaba los trofeos, fotografías y recuerdos
que éste había dejado. La chica supo que él también tuvo un destino trazado.
Incluso otro Leval, de un futuro apocalíptico y terrible, vino al pasado a
cambiar la historia y eso puso en marcha todos los acontecimientos para que
tanto ella, como su hermano llegasen a este mundo. La joven se sentó en la
cama, meditaba sobre eso y otras cosas. De pronto, sin saber cómo ni porqué,
comenzó a tararear una bella melodía y a cantar una canción en una lengua que
desconocía pero que le vino a la mente.
Hi-ri-u
Ho-ro-ro
Ho-ri-u
Hoireann- is –oro
Ta muid beo
Him-oro-ho
Hi-ri-u
Ho-ro-ro
Ho-ri-u
Hoireann- is –oro
Ta muid beo
Him-oro-ho
Go deo na ndeor
(ENYA The long
ships Crédito al autor)
Era
como si presintiese la llegada de un invisible barco que acudiera a buscarla
desde un vasto océano, a la orilla en la que estaba. Y de algún modo, sabía que
tendría que embarcar en él para realizar un largo viaje a remotos lugares. No
supo cuánto estuvo así, pero al terminar, como si de una especie de trance se
tratase, se giró descubriendo allí a su abuela Bertie y a sus tías Kerria y
Sam, junto a su abuelo. Todos la observaban maravillados.
-Hija mía.
¿Dónde aprendiste esa canción?- Le preguntó Beruche con los ojos llenos de
lágrimas.-
-No lo sé. –
Repuso suavemente ella.- Me vino sin más…
-Yo recuerdo
haberla escuchado.- Terció Roy con tono entre asombrado y lleno de emoción
también, sobre todo al afirmar con rotundidad.- Pero no en esta vida.
-¡Ha sido algo
increíble! - Pudo decir Sam sin salir de su asombro y hasta secándose algunas
lágrimas.- Cantabas con una voz maravillosa y
tu pelo… ¡brillaba en un tono blanco tan hermoso!
-¿Qué
significa? – Quiso saber Kerria, igualmente impresionada. -
-No lo sé.-
Admitió su sobrina.- Ya os lo dije, me llegan a la mente y tengo que cantar, es
como si no pudiera contenerlas en mi interior y tuviera que expresar lo que me
hacen sentir.
Pero fue entonces Bertie la que,
sonriendo, les tradujo con voz suave y llena de nostalgia.
-Estamos
vivos, por siempre y para siempre…Eso es lo que quiere decir. Que somos
inmortales, que, pase lo que pase perduraremos…En otros mundos, otros lugares y
otros tiempos…Creedme, lo sabemos muy bien.- Remachó mirando cariñosamente a su
esposo que le devolvió esa misma expresión.-
-Sí, es verdad.-
Admitió la chica sonriendo con afecto y timidez a todos los presentes. Y
declarando con voz queda.- A veces me sucede que pierdo la noción del tiempo y
de lo que estoy haciendo. Es como si viajase a lugares que ni siquiera son de
este mundo. Pero sé que están ahí y sé que me están llamando…Algún día, no muy
lejano ya, tendré que ir…
Los demás se miraron atónitos.
Aunque sus abuelos cruzaron a su vez
sendas miradas de pesar combinadas sin embargo con orgullo.
-Hija.- Le
dijo Bertie tomando sus manos entre las de ella.- Eso es porque eres alguien
muy especial. Al parecer has conectado con unos poderes muy elevados y ellos te
transmiten muchas cosas.
Y la aludida suspiró ahora con un
poso de tristeza en su mirada y en su tono de voz cuando declaró.
-¡Ojalá no
hubiera sido así! Muchas veces desearía ser simplemente una chica que lucha por
alcanzar sus sueños. Que comparte su vida con sus seres queridos y que piensa
en su futuro.
-Cariño. Trata
de disfrutar de tu vida y de los que te queremos todo lo que puedas. Tras todos
estos años eso es lo más importante que yo aprendí.- Le susurró su tía Kerria
con cariño y dulzura, para darle un beso en la mejilla.- Hazlo en tanto tengas
esa oportunidad.
Maray asintió sonriendo más
reconfortada, se abrazó a todos sus
parientes y quiso seguir ese consejo. Al poco tiempo retornó a Paris y después
fue a ver a sus padres. De eso hacía algún tiempo ya, pero le pareció de pronto
que hubiese transcurrido una eternidad. Y ahora, bueno, ahí estaba, con ese
grupo que compartía el peso de su tarea…
-Lo hice lo
mejor que pude. Por lo menos sí que pude realizar mis sueños.- Pensaba con
melancolía.-
Después les tocó el turno a las
gemelas. Alusa, la mayor por unos minutos, habló por las dos...
- Soy Alusa y
ella es mi hermana gemela Minara. Somos hijas de Mazoui y Satory, nietas de
Karaberasu y Mathew y de Ian y Jennifer.
Su hermana pensaba también en lo que
habían vivido. Desde que, siendo muy pequeñas, Asthel les devolviese a su madre
del Más Allá, lo supieron. Estarían destinadas a hacer algo muy importante. Por
supuesto que entonces eran demasiado jóvenes para entenderlo del todo. Así pues
siguieron con sus vidas normales y estudiaron. Tampoco se privaron de salir con
chicos. E incluso a veces, por mera diversión, de tratar de confundirles
haciéndose pasar la una por la otra. En ese particular no llegaron a enamorarse
de verdad de ninguno. Una de la razones fue que nadie fuese capaz de
distinguirlas cuando se permutaban. Eso, en opinión de las jóvenes, quería
decir que sus pretendientes no las querían lo bastante. Pensaban que, de
existir un verdadero amor, sus parejas las habría distinguido sin lugar a dudas
de la otra hermana. Ahora Minara pensaba que había sido mejor así. Su gemela compartía
aquella impresión. De hecho, muchas veces no necesitaban hablar para
comunicarse. Las unía un vínculo que nació con ellas. De todos modos Alusa,
como la mayor, (aunque fuera por tan exigua diferencia) y más decidida de las
dos, era la que había llevado la iniciativa casi siempre. A la hora de salir,
llegar tarde, incluso discutir con sus padres. Ahora confiaba en que, junto a
su hermana y el resto de esos jóvenes que las acompañaban, pudieran culminar
con éxito aquella trascendental misión. Las dos chicas habían conversado mucho
con su padre acerca de sus orígenes y su naturaleza. Por fortuna no dieron
muestras de atravesar una pubertad como la que tuvo que sufrir Mazoui. Quizás,
al tener predominio de herencia humana en sus genes aquella influencia se
hubiera minimizado. Desde luego los padres de ambas siempre las quisieron,
cuidaron y alentaron en todo y las miraron con orgullo en su primer día como
empleadas oficiales de la Master Corporation. Sucedió al poco de licenciarse,
Alusa en ingeniería Industrial y de Infraestructuras, Minara en empresariales y
gestión.
-No podría
estar más orgulloso de vosotras. Habéis estudiado mucho y trabajado duro para
terminar con tan buenas notas.- Las felicitó su padre.-
-Sí, hijas.
Ojalá vuestro abuelo Ian pudiera ver en qué dos hermosas e inteligentes mujeres
os habéis convertido. - Suspiró Satory.-
-Creo que el
abuelo lo sabe. - Sonrió Minara elevando la mirada hacia el techo.- Y que lo ha
visto.
-Es verdad.-
Convino Alusa haciendo lo propio para rematar.- Nos gustaría mostrarnos dignas
de él y de vosotros.
-Ya lo sois.-
Las abrazó Satory con visible satisfacción, para añadir.- Ahora vendrán el
abuelo Mathew, la abuela Karaberasu y la tía Katherine. Les hemos llamado para
que puedan felicitaros.
-En cuanto les
conté que ibais a venir quisimos organizar una pequeña celebración. - Sonrió
Mazoui.-
Alusa recordaba aquello con una
sonrisa llena de nostalgia. Su familia siempre fue un grupo de personas
estupendas que rodearon a ambas de mucho amor. Y aunque ella era la más traviesa
de las dos, quizás fuese en el fondo la más sentimental.
-Papá, Mamá,
abuelos. Os echaré mucho de menos.- Pensó con añoranza.-
Por su parte, Minara se acordaba también con
nostalgia de esos momentos pasados con sus padres, sus abuelos y su tía Katherine.
Sabía que ésta quiso hacerle un regalo muy especial. Aunque ella lo rechazó
puesto que estaba segura de que otra persona sería mucho más indicada para
tenerlo. ¡Quién iba a decirle que al final ella también compartiría ese mismo
destino!…
-Espero que
seamos dignas de vosotros y de todos vuestros esfuerzos.- Se dijo con la
esperanza de que así fuera.-
Entonces tocó el turno del muchacho
moreno y de ojos verdes que estaba junto a ellas, y con el que sentían una gran
afinidad. Posiblemente debido a orígenes comunes. De hecho, Minara le miró con
una mezcla de agradecimiento y simpatía. Su hermana Alusa también atendió a sus
palabras con cortesía y respeto.
- Soy
Granate,- se presentó éste tomando la palabra. - Hijo de Sandy y Coraíon, nieto
de Petz y Zafiro y de Robert e ILaya.
Y se sentía muy orgulloso en tanto
lo recordaba. Desgraciadamente su abuelo falleció hacía poco tiempo. Su madre
pese a todo lo superó bien. Ella misma le dijo que aquello era ley de vida. Lo
cierto es que Sandy, pese a su edad, seguía pareciendo una chica joven, casi
tanto como su propio hijo. El muchacho se acordaba, ahora no sin una nostálgica
sonrisa, de cómo tuvo que disuadir a más de un compañero de acercársela. Una de
las veces paseaba por el campo de su academia militar junto con su amigo Roger.
Era otro cadete, un tipo de pelo rubio y ojos marrones que se había dejado un
fino bigote, según él para dar la impresión de ser más responsable a sus
superiores. Charlaban sobre temas anodinos cuando estaban llegando al edificio
de las clases. Allí, el muchacho sonrió al descubrir a su madre que le
aguardaba. Ella le devolvió la sonrisa dirigiéndose hasta ellos. No vestía de
forma particularmente llamativa en esa mañana de cielo encapotado y algo de
llovizna, quizás al contrario. Una chaqueta burdeos de tweet, pantalones
blancos largos y negras botas de montar hasta la rodilla por fuera del pantalón.
Aunque pese a ello, a la vista de su larga melena morena y sus ojos verdes
albahaca, acompañados eso sí de las formas tan voluptuosas que marcaba incluso
con ese vestuario, Roger enseguida le cuchicheó a su divertido compañero.
-¡Joer tío!
¿Has visto que piba? No me fastidies que la conoces. ¿Es tu novia o te la estás
ligando?
-No. ¡No tengo
ese tipo de interés con ella! - Pudo replicar el chico tratando de aguantar la
risa.-
-Pues
preséntamela y te deberé una, ¡mejor dicho!, dos…- Le pidió su compañero con
tanta vehemencia que le hizo reír.-
-Muy bien, si
es tu gusto. – Repuso él al fin, tras contener su hilaridad.-
-¡Ya te digo!
- Exclamó su amigo.- Bien que me gustaría conocerla, sobre todo íntimamente.
Su interlocutor obvió aquello
último, lejos de molestarle incluso le hizo sonreír, y sin pensarlo dos veces se
aproximaron hasta coincidir con esa morena tan espectacular. Ella saludó como
si tal cosa dándole dos sentidos besos en las mejillas a Granate que preguntó
entre divertido y algo sorprendido.
-¿Cómo tú por
aquí?...
-Tenía la
mañana libre y fui a montar a caballo. Pensé qué, si tenías permiso, quizás te
apetecería que almorzáramos juntos, cariño…- Fue la jovial respuesta.-
Al oír eso a buen seguro que Roger
pensó que esa mujer estaba realmente interesada por su compañero. De hecho su amigo puso una cara entre el
asombro y la envidia. Lo cual divirtió todavía más a Granate quien, fiel a su
palabra y para seguir un poco más con esa confusión, le dijo entonces a su
interlocutora.
-Te voy a
presentar a mi amigo, se llama Roger Carter. Está en mi promoción. Roger, ésta bella
mujer es Sandy Ann Lassart.
-Vaya, tiene
el mismo apellido que tú.- Sonrió él, aventurándose para preguntarle a esa
hermosa chica.- ¿Eres la hermana de Granate, quizás?
-Casi.-
Replicó ella sonriendo, para desvelar dejando helado a ese rubio muchacho.-
Pero no, soy su madre.
-¡No puede
ser!- Pudo replicar éste del todo asombrado.- No me lo puedo creer…
-¡Pues te
aseguro que lo es! - Rio su amigo para preguntar ahora a su risueña
progenitora. -Dime mamá. ¿Qué tal papá? ¿Sabes algo de él? ¿Ha vuelto ya de
nuestra luna?
-No hijo.
Todavía sigue allí tratando de ver qué posibilidades de construcción hay para
las infraestructuras.- Suspiró ella que más jovialmente volvió a su tema
inicial para proponer.- Entonces, ¿puedes venir a comer conmigo? Si tu amigo
quiere que se una a nosotros.
No obstante, el azorado chico apenas
si pudo pretextar en tanto movía ambas manos con cierta prevención…
-No, no puedo,
lo siento. Gracias pero tengo que irme, había quedado dentro de media hora. Ni
me acordaba. -Y visiblemente apurado agregó dirigiéndose a su compañero.- Oye
tío, lo siento. No quise decir…ya me comprendes. Bueno, nada, nos vemos luego…
Al menos Granate suspiró aliviado,
sabía que eso era cierto. Se rio asintiendo con gesto desenfadado hacia su
amigo. Se despidieron de él aunque su madre no parecía tan contenta. Mientras
los dos se alejaban paseando el chico bromeó con jocosidad tras contarle lo que
Roger había dicho de ella…
-¡Hay que ver,
mamá! Es que levantas pasiones. Dentro
de poco van a decir que eres mi hermana pequeña.
Pero enseguida guardó silencio
cuando observó la tristeza reflejada en los ojos de su progenitora, que musitó.
-No es algo
que me guste precisamente, hijo.
-Pero no es
algo tan malo. - La intentó animar su interlocutor en tanto llegaban a la
cafetería de la academia, a esa hora repleta de jóvenes cadetes, y tomaban
asiento.- Eso de tener una madre tan joven y tan guapa me llena de orgullo. ¡Podrías
pasar por cualquier de mis compañeras de academia! No, más aún. ¡Estás mucho
mejor que la mayoría de ellas!…¿De veras no quieres alistarte conmigo?
Sandy sonrió pese a todo, su hijo
sabía cómo animarla, era capaz de desdramatizar cualquier cosa. En eso era
igual que Coraíon, el padre de aquel estupendo muchacho con el que fue
bendecida hacía ya más de veinte años. Pese a todo, ella quiso serle sincera y
le comentó.
-Cariño, para
ti nunca fue un secreto como soy yo y quién fue mi madre. Sabes que desde
pequeño te pedimos que no lo contaras, sobre todo porque la gente no lo
entendería.
-Tú nunca has
tenido problemas con eso. Al menos que recuerde.- Opuso el muchacho que no
parecía inquietado por aquello.- Ni yo tampoco.
-Bueno, desde
los doce años sufrí mucho por causa de mi naturaleza. Lo pasé muy mal, hijo.-
Le confesó con pesar, para sorpresa y consternación del muchacho.- Pero ahora a
mi edad puedo controlarme ya perfectamente. Ya no me preocupa cambiar de
aspecto o sufrir ciertos impulsos. - Respondió su contertulia, que, suspiró
para sentenciar.- Siempre di gracias a Dios porque tú no heredaste esa parte de
mí. Pero lo que más temo ahora ya no es eso. Es precisamente que la parte genética
mía que no tienes me separe poco a poco de tu padre y de ti.
El chico asintió, comenzaba a
comprender. Él, que estaba estudiando para oficial y se especializaba en la
rama fitosanitaria de la flota, como el novio de su amiga Maray, no era tan
tonto como para no darse cuenta de las implicaciones de aquello. Por supuesto a
eso añadía sus estudios sobre los arcanos y las cosas que tanto su abuelo
Robert, como en sueños su abuela ILaya le revelasen. Y dado que jamás había
experimentado ninguno de los síntomas que ella le describió como propios de los
híbridos, asumía al igual que su progenitora que sus genes no estaban afectados
por su herencia demoniaca. Pero eso tenía sus pros y también sus contras. El
chico sí que crecía e iba haciéndose adulto a un ritmo normal. Seguramente
llegado el momento envejecería de igual modo. Quizás llegara el día en el que,
desgraciadamente, la chanza que hizo antes se convirtiera en una terrible
realidad. En lugar de tomarles por madre e hijo, ahora les tomaban por
hermanos, pero. ¿Y si llegara el momento en el que les comenzasen a tomar por
padre e hija? Ahora él observaba a su madre con creciente preocupación.
Comprendía el porqué de su desolación.
-No tengas
miedo por eso, mamá…- Se apresuró a decir.-
-Solamente me
gustaría ser una mujer normal. Envejecer junto a tu padre y que un día nos
hicieras abuelos.- Le confesó su contertulia.-
-Sé que todo
irá bien. No sufras más. Por favor. - Le susurró el muchacho ahora, tras posar
una mano sobre las de su progenitora.- Eso no podrá separarnos nunca.
Estaba claro que la mujer deseaba
creer en eso, pero no era sencillo. No obstante, se esforzó por dejar el tema
de lado y charlar con su hijo de otras cosas más agradables. Últimamente no
compartían demasiado tiempo los dos juntos. Sandy precisamente se apuntó a
clases de equitación porque el chico ya prácticamente vivía en la academia militar y se pasaba el día
lejos de casa. Ese picadero al menos estaba cerca y siempre que podía, tras
trotar un poco, (a veces con Amatista que fue quien la aficionó), iba a verle.
-Al menos los
caballos no se espantan conmigo, como me contó Mazoui que le sucedía a él.
Quizás es que entonces el pobre estaba en pleno cambio hormonal.- Le contó a
Granate quien asintió.-
-Debe de ser
eso, mamá.- Convino el muchacho, contento a su vez de cambiar de tema.-
Sandy
suspiró asintiendo, feliz a su vez por aparcar ese pesar. En ocasiones, como
ese día, coincidía que encontraba a su hijo en alguna hora libre. De modo que
no iba a desperdiciar esos momentos con conversaciones acerca de temas tan
deprimentes. Dejó por tanto que él le contase que sus exámenes estaban próximos.
-¿Y qué tal
con tu princesa de la Luna? ¿Os veis a menudo? - Quiso saber más jovialmente
Sandy.-
-Bien mamá, sí
que nos vemos. Lo malo es que tendrá que volver pronto a su mundo. Pero en
cuanto me licencie puede que pida destino allí.
-Algún día
cariño. Deberás comentarle, ya sabes. Tus orígenes.- Le dijo su interlocutora
con prevención.-
-Lo haré. No
te preocupes. Además, creo que ya lo sabe de sobra. Y también yo sé que ella es
en parte saiyajin. De modo que.- ¡Imagina el bebé que podría salir! Sólo espero
que nos dejase dormir por las noches, ¡ja, ja!…-bromeó agregando ya más en
serio.- No temas, mamá. Eso no es ningún problema. Nos queremos mucho, como
papá y tú.
Eso
hizo que su madre volviera a sonreír. Ahora era él mismo quién lo hacía, pero
con nostalgia. Granate siempre supo que tendría que partir. En el fondo el
hablar de su origen o de un traslado carecía de importancia. Su anhelo más
profundo habría sido el haber tenido más tiempo para poder compartir su amor
con Alice. Quizás haberse casado, vivir juntos, formar una familia y que esa
misión tardase en llegar. Desgraciadamente hacía pocos meses que intuyó que el
momento estaba próximo. De hecho, él mismo fue a charlar con Tom, el hijo de
Idina. Sabiendo muy bien lo que ese muchacho sentía por la princesa. Cuando
le llamó no obstante el chico acudió con
talante afable. Pese a todo siempre se habían llevado bien. Compartían incluso
gustos por las artes esotéricas. Pero fue sacar el tema de la princesa de la
Luna y la expresión del otro muchacho se tornó seria. Granate, consciente de
ello, le explicó.
-Dentro de
poco tendré que marcharme. Esa misión tan especial, la que llevo predestinado a
realizar durante años, va a comenzar.
-¿Y por qué me
lo cuentas a mí?- Quiso saber su contertulio que parecía estar a la defensiva,
más cuando le escuchó añadir.- ¿Qué tengo yo que ver con eso?
-Porque sé
perfectamente lo que sientes por mi novia. Y te imaginarás que durante este
tiempo no ha sido fácil. Ni para mí, ni para ella…
-De todos
modos, no tienes por qué darme ninguna explicación. Está claro que Alice te prefirió
a ti. Yo ni siquiera existo para ella.- Sentenció el joven con amargura.-
-Escúchame
Tom.- Le pidió su amigo, ahora con más amabilidad y tacto.- Jamás quise
herirte, ni ella tampoco. Las cosas son así. Nos enamoramos. Sé que al
principio no reparé en ella. Y vi como tú sí tratabas de conquistarla. Eras
amable, te ofrecías a invitarla. En cambio yo ponía excusas. Pero al final vi
lo maravillosa que era y me enamoré también. Y ella lo hizo de mí. Podría
decirte que la vida es injusta, que tú la viste primero… pero no sería sincero.
Me alegra de que me eligiera en tu lugar.
-Entonces, ¿qué
sentido tiene esto? - Inquirió su dolido contertulio.- ¿Acaso es que únicamente
quieres restregármelo para que no lo olvide cuando te marches? No te preocupes,
no lo hago, nunca lo olvido.- Sentenció molesto.-
Su interlocutor suspiró, tratando de
tener paciencia. No deseaba una confrontación, nada más lejos de su ánimo. Era
todo lo contrario, finalmente pudo responder con calma.
-Te he dicho
que nunca quisimos hacerte ningún daño. Ni yo quiero hacérselo ahora a ella. No
le he dicho nunca que un día tendré que irme. Al menos hay dos razones. La
primera es que creía que tendría más tiempo, la segunda que deseo que seamos
felices el poco que nos quede de estar juntos. Y por eso recurro ahora a ti.
Como sé que la quieres, te pido un favor. ¡Cuida de ella! Quiero que seas tú
quién se lo diga.
-De modo que
ahora no tienes valor para mirarla a los ojos y dejarla. ¿No es así?- Se
indignó el otro chico.-
Sin embargo, para su sorpresa, lejos
de mostrarse enfadado por aquellas palabras o negarlas, Granate le puso las
manos sobre los hombros y asintió, admitiendo sin reparos.
-No, no lo
tengo. Me duele demasiado. La amo y es muy duro para mí. Tú mejor que nadie
puedes comprenderme, Tom, por eso entre otras cosas te lo pido. Y si al menos
sé que alguien a quién aprecio y en quién confío estará junto a ella y la
querrá, me iré más tranquilo.
Su joven amigo asintió despacio,
parecía totalmente descolocado. Desde luego no había esperado oír aquello.
Entonces sí que pudo decir con un tono más suave e incluso conciliador.
-No temas.
Estaré a su lado, se lo diré cuando llegue el momento y cuidaré de ella. Tienes
mi palabra. Haré lo que sea para hacerla feliz.
Su interlocutor esbozó una sonrisa
agradecida y se dispuso a irse, aunque la voz de su amigo le llamó con tono
tembloroso y emocionado para sentenciar.
-Y… Granate…
Lo creas o no, también yo te echaré de menos. A pesar de todo eres mi amigo, y
te prometo que siempre la querré. Por mí y por ti.
Y
el interpelado sonrió una vez más, ahora volvía de aquellos agridulces
recuerdos en tanto oía hablar a otro de sus compañeros de aventura.
- Yo me llamo
Brian, soy hijo de Kerria, Samantha y Brian y nieto de Roy y Beruche y de Steve
y Margaret.
- Yo me llamo
Mimet.- Intervino la atractiva muchacha de pelo platino que estaba a su lado. -
Soy hija de Mimí y de Ken y nieta de Mimette y Daniel, Ornella y Raimond.
Al
hilo de esas palabras Brian pensaba. Tuvo que superar alguna que otra prueba
hasta llegar a este momento. Con sus madres que siempre le habían querido por
encima de todo aprendió el valor de no prejuzgar a las personas y de defender
los derechos de la gente, especialmente de los más débiles. También tuvo
siempre a los abuelos Roy y Bertie quienes le apoyaron y le mostraron el camino
cuando era un adolescente en conflicto con todo lo que le rodeaba. Después su
padre biológico, aunque en contadas ocasiones, estuvo ahí para apoyarle. Por
desgracia la relación que éste tuvo con su esposa fue tan difícil que apenas
pudo compartir con él más que unos pocos momentos. Luego llegó esa trágica
situación. Su propia hermana Cindy y él se enamoraron. Al descubrir quiénes
eran y el parentesco que les unía aquello fue terrible. El muchacho sufrió
enormemente. Al fin pudo superarlo aunque no sin dificultad, después conoció a
Mimet y las cosas mejoraron. Así, tras un tiempo, pudieron volver a verse.
-Únicamente
lamento que aquello tuviera que suceder.- Pensaba.- Si las cosas hubiesen sido
distintas…podríamos haber sido hermanos desde siempre.
Él
se acordaba de como sucedió aquello. Como se sentía tan mal, sus madres y sus
abuelos le insistieron en que debía pedir ayuda profesional. A regañadientes
finalmente aceptó. La psicóloga que le atendió era una vieja conocida de su
madre, la francesa Michelle Arneau. Con bastante reputación debido a sus éxitos
en casos similares. Pero lo que el muchacho no sabía es que su propia
hermanastra acudía también a su consulta. Fue allí donde descubrió todo el
resto de esa historia. Cindy desveló a la doctora las oscuras intenciones que
había tenido y él lo supo. La muchacha estuvo a punto de quitarse la vida
arrojándose por una ventana cuando se percató de la presencia de él allí. Gritando
que era la única forma de demostrar su arrepentimiento. Por fortuna el chico
fue muy rápido y tras convertirse en súper guerrero la rescató. Tras volar con
ella de retorno al despacho de una asombrada Michelle, que todavía estaba
pálida, Brian hizo que su temblorosa hermana se sentara. Cindy apenas era capaz
de balbucear, sin parecer darse cuenta de cómo la había salvado él. Pero el
chico, todavía preocupado y tras volver a su estado normal, centró en ella sus
azules ojos y la miró con inquietud. Finalmente la chica pudo tartamudear entre
sollozos.
-Brian…lo
siento muchísimo. ¡Si te hubiera conocido antes!…si todo hubiera sido
diferente… ¡nunca quise hacerte daño!…
El muchacho la abrazó dejándola
llorar, y pudo finalmente decirle al separarse en tanto le acariciaba el mentón
con afecto pero usando un tono serio.
-Lo que
hiciste no estuvo nada bien. Pero tenías ese trauma desde niña. Mi madre no
tuvo la culpa, pero tú creíste que sí. Y sé que estabas manipulada por esos
tipejos de la Luna Negra. A pesar de eso debes entender que no me gusta lo que
intentaste hacer. No te engañaré, es algo terrible y no sé si podré olvidarlo…
La chica lloró de nuevo con más
angustia si cabía. Al fin pudo reunir la fuerza suficiente como para decir,
tratando de mirarle entre las lágrimas.
-Lo sé. Sé que
soy despreciable y comprendo que debas odiarme. Soy un monstruo…debiste dejarme
caer…
No obstante, Brian le acarició una
mejilla y le apartó un mechón de pelo que le caía sobre los ojos para negar con
la cabeza y replicar esta vez con tono suave.
-No te odio,
Cindy. Y no eres despreciable. Al contrario. ¡Eres mi hermana y te quiero!, te
quise al principio de conocerte y me enamoré de ti. Pero ahora eso es
imposible. No he dicho que no pueda perdonarte, dije que no podré olvidar. Ni
tú tampoco. Hacerlo no nos sería fácil a ninguno de los dos. Pero créeme, no
quiero perder la oportunidad de tenerte a mi lado. Y ahora como a una hermana.
Por favor, recupera las ganas de vivir por ti y por mí. Te necesito.
La emocionada interpelada pudo
abrazarse a él gimiendo con tono agradecido y al tiempo lleno de dolor.
-Sí…Te quiero
Brian…y deseo más que nada en el mundo ser esa hermana para ti.
Atenta a todo aquello y sin
interrumpir hasta ese instante, Michelle había tomado algunas notas. Visiblemente
emocionada a su vez les dijo a los dos chicos.
-Esta
situación es muy difícil. Admito que es de las más complejas que jamás haya visto en toda mi
carrera, incluso en mi vida. Pero habéis hecho ya lo más duro que era abrir
vuestros corazones al otro. Ya no habrá más malos entendidos. Ahora deberéis
tener mucha paciencia e ir cimentando vuestra nueva relación paso a paso.
Tendréis altibajos y mejores o peores momentos, pero con el tiempo todo
mejorará. Estoy convencida de que así será.
Ellos escucharon sin hablar, más
pendientes quizás de abrazarse. Aquello fue en efecto muy duro pero la
psicóloga estaba en lo cierto. Por fin las cosas mejoraron. Al cabo del tiempo
él retornó con Mimet y la presentó a su
familia, incluida su hermanastra y a los padres de ésta. Recordó también como
antes de despedirse de su madre, de Sam y los abuelos, tuvo una última
conversación con Cindy. Salieron de paseo en la moto de él. Ella agarrándose
fuertemente a su cintura. Tras parar en un parque cercano pasearon un poco.
Brian le contó que tendría que irse lejos, muy lejos y que quizás no volviera.
Aquello sumió a la chica en una gran tristeza. Ahora al menos también había
comenzado a salir con un buen chico. No obstante, ella le comentó.
-Es por eso
que me contaste. Sobre esa especie de misión.
-Así es -
asintió él bajando la mirada.- El momento se va acercando, lo presiento.
Su hermana se aproximó acariciándole
de forma suave una mejilla y le susurró.
-Eres alguien
realmente excepcional, y no lo digo solamente por las cosas tan increíbles que
eres capaz de hacer. Lo que sobre todo te define es que eres un gran chico.
Bueno y cariñoso. Con un gran corazón. Te quiero mucho. Siempre lo haré.-
Suspiró ahora armándose de valor para pronunciar las siguientes palabras, y al
cabo de un instante pudo decir.- A pesar de todo, sé que no está bien, pero no
puedo evitar amarte.
Y para subrayar eso, le dio un beso
en los labios, tímido al principio pero después más prolongado. El mismo Brian
se sorprendió abrazándola y haciendo que aquello fuese todavía más largo e
intenso. Al fin se separaron, ella tenía los ojos nublados de lágrimas. Sin
embargo, él le sonrió declarando.
-Michelle nos
lo advirtió, algo tan traumático no se supera de repente.
-Pero ahora
tenemos nuestras propias parejas y somos hermanos.- Pudo decir la chica no sin
amargura.- No hemos debido hacerlo…
-Un beso es sólo
un beso. Demuestra que nos queremos.- Afirmó él que suspirando, añadió.- Y yo
te quiero muchísimo. Pero eso ahora ya no importa. Lo único que te pido que
seas feliz, que cuides a papá y que ayudes a los demás.
-Te lo
prometo.- Le aseguró la emocionada chica.- Lo haré.
Los dos retornaron,…se subieron a la
moto de nuevo regresando a la casa de los Malden…
-Fue duro, sí.
Al menos tengo a Mimet a mi lado. Que es más de lo que mis compañeros pueden
decir. En cierto sentido soy muy afortunado.
Así lo recordaba Brian, ahora estaba
en efecto junto a su novia, que sería asimismo su compañera en esa aventura, y
se sentía feliz. Por lo menos cualquier cosa que sucediera la afrontarían
juntos. Fue conocerla y pese a ser en apariencia tan fría y rara no pudo evitar
enamorarse de ella, dado que, bajo esa superficie podía percibir que poseía
sentimientos y que era una muchacha realmente buena, ingenua y dulce. Paradójicamente
se daba cuenta de que ninguna otra chica hubiera sido capaz de comprenderle y
aceptar la situación que tenía con Cindy. Y también, por supuesto, llevaba el
recuerdo de todos sus seres queridos en el corazón.
-Vaya a donde
vaya, siempre estaréis conmigo. - Pensaba el joven.-
Mimet a su vez rememoraba su propia circunstancia. Tras conocer su
verdadero origen. Aquello, pese a su especial condición, la había marcado.
Pensaba en la visita que su abuela, con la que compartía nombre, aunque este se
escribiera de manera algo distinta, le hiciera hacía algunos años. La anciana,
ya retirada hacía tiempo, mantenía un poco de ese carácter alocado de sus años
jóvenes. Pero mucho más tamizado ya por la experiencia y el saber acumulados
durante su vida. Una tarde ambas se sentaban en el sofá del salón. Los padres
de Mimet estaban en el trabajo y el abuelo Daniel salió a dar un paseo. Le gustaba
recorrer el parque central de Vitae. En realidad él y su esposa habían hablado.
Antes de ir a Bios, Mimí les había puesto al corriente de la situación. Ahora
era la abuela de aquella jovencita la que trataba de llegar a ella para animarla.
-Bueno
tesoro.- Le dijo con jovialidad y mucho afecto.- ¿Qué tal te van las clases?
-Muy bien,
abuela. - Replicó ella sin inmutarse para referir.- Mi promedio de notas está
cerca del 9,95. El mejor de todos.
-¿Y tus amigos
y compañeros?
-Tampoco lo
hacen mal. Muchos llegan al 9 de media.- Contestó.-
La anciana sonrió acariciando una
mejilla de la chica para mover la cabeza y declarar.
-No estoy
hablando de eso, cariño. Mira, sé que no tiene sentido que te oculte nada. Y
aunque quizás no lo sepas, tus padres están muy preocupados por ti.
-No es
necesario. Realmente estoy bien a todos los niveles.- Aseveró su contertulia.-
-Escúchame.
-Le pidió su abuela ahora con tono más suave.- Eso no es verdad. Estás triste.
Puedo sentirlo. Y tú lo sabes, ¿verdad?
-Carezco de
esa capacidad.- Negó la aludida.- Como de cualquier otro sentimiento o emoción.
-Y por eso
tienes lágrimas en los ojos. ¿No? ¿O es que se te ha metido polvillo? - Rebatió
con afectuosa ironía su abuela, en tanto que con un pañuelo se las enjugaba.-
Hijita, tienes sentimientos, por supuesto que sí. Aunque no sabes mentir.
Mimet no se había percatado de
aquello, era como si su cuerpo actuase al margen de su conocimiento. Entonces
pudo argumentar.
-Posiblemente
sea una reacción condicionada. O quizás producto de alguna irritación como tú
has sugerido.
-No mi niña.
Es producto de tu corazón.- Le desveló su contertulia añadiendo
comprensivamente.- Mira Mimet. Es duro sentirse distinto al resto. Y puede que
tú lo seas aparentemente. Pero al final
ya lo verás, tus sentimientos aflorarán. Yo sé que los tienes, sólo que
están ahí, profundamente encerrados dentro de ti. A veces alguno logra salir,
como ahora. Sin embargo, estoy segura de que, un día, conseguirás hacerlos
brotar, florecerán y podrás experimentar todo aquello que muy en el fondo,
anhelas sentir.
-Siendo un
ciborg no veo como podría.- Comentó la muchacha que ahora daba la impresión de
estar más desconcertada ante una imposibilidad técnica que emocionada.-
-Serán ellos
los que se manifiesten cuando llegue el momento.- Le aseguró su abuela
afirmando.- Mi amor, todos te queremos mucho. Tus padres, tu abuelo Daniel, la
tía Keiko, mi hermana Melissa, Souichi y Kaori y por supuesto yo misma. Y ahora
creo que ha llegado el momento. Quiero contarte algo, algo sobre mí.
Y Mimette pasó a referirle a su
nieta episodios de su antigua vida, cuando peleaba contra aquellas Guerreras de
la Justicia, las que ahora eran las princesas planetarias y la Reina Serenity.
La anciana terminó por remachar.
-Tampoco yo
pensaba entonces en el amor y en mis sentimientos y si lo hice fue de manera
egoísta. Pero si alguien me hubiera dicho que tu abuelo me rescataría, que nos
enamoraríamos y que crearíamos una familia por la que estaría dispuesta a dar
mi vida, entonces me hubiera reído de él. Por eso no pierdas la esperanza para
ti. Lograrás ser tan humana como cualquiera, y te lo repito, en el fondo de ti
ya lo eres. Solamente debes hacerlo surgir.
-Me gustaría
que fuese así. - Se permitió contestar la muchacha, agregando.- Que mi vida
cambiara como la tuya…
Su abuela le dio un afectuoso abrazo
y tras eso pasaron a cosas más triviales. Ella le contó que acababa de conocer
a un muchacho estéticamente muy guapo y bastante bien formado físicamente. Pero
que, además, era interesante por su forma de ser y su conversación. Aunque no
pocas veces la aturdía, dejándola desconcertada. Confesó sentir una rara
sensación en el estómago cuando él estaba cerca. Dudaba de que fuera una
reacción alérgica. La anciana sonrió, mesando afectuosamente el pelo de la
chica, le preguntó.
-¿Notas
mariposas en el estómago?
Mimet la miró con extrañeza para
afirmar con tono categórico.
-No he ingerido
ningún insecto, y caso de que lo hubiese hecho no habría sobrevivido en mi
estómago, abuela…aunque sí noto a veces una especie de cosquilleo que no puedo
explicar.
Su veterana contertulia sonrió
moviendo la cabeza y tras acariciar suavemente una mejilla de la chica quiso
saber.
-¿Cómo se
llama ese chico?
-Brian
Malden.- Repuso la interpelada explicándole.- Es primo de Asthel y de Maray.
-Sí, sé
quiénes son sus madres y sus abuelos. ¿Y sabes una cosa?- Su nieta la miró
moviendo la cabeza a la par que Mimet aseveró jovial. - ¡Tal y como me has
descrito tu opinión sobre él, y lo que te sucede cuando estáis juntos, creo que
eso puede llamarse amor!
La joven retuvo esas palabras en su
mente. Quizás esa definición pudiera coincidir con los parámetros que había
expuesto. Lo cierto es que siempre que estaba al lado de Brian se sentía
particularmente relajada y contenta y al mismo tiempo más inquieta. Si es que
podía aplicarse esos calificativos. Ahora lo que contaba es que estaban juntos,
dispuestos a cooperar con los demás de ese grupo para llevar a buen puerto esa
misión. También pensó en como Asthel le contó que ella sería una de las
elegidas. Fue un día en el que quedaron todos, Granate, Maray, Brian, el propio
primo de éste y ella misma. En un principio la muchacha le miró sin apenas
parpadear cuando Asthel se lo expuso y le preguntó.
-¿Qué clase de
misión será esa?
-Una
trascendental, para el destino del universo. Y requiere de tu participación.
Por ahora no puedo decirte más.- Le respondió el interpelado.-
-No es
información suficiente.- Valoró la chica, sentenciando.- En tal caso no puedo
acompañarte.
Pero fue Brian el que, tomándola de
una mano, la miró a los ojos y le pidió con afecto e incluso preocupación.
-Te lo suplico,
Mimet. Confía en Asthel, confía en nosotros. Y sobre todo, te pido que confíes
en mí. En el amor que sentimos el uno por el otro. Jamás te lo pediríamos si no
fuera algo fundamental para todos. Yo jamás me atrevería a pedirte una cosa así
de no ser absolutamente vital.
Ahora la interpelada le observó
desconcertada como casi siempre que él le salía con esa clase de argumentos tan
poco lógicos. Sin embargo, recordó la conversación con su abuela y asintió,
esbozó incluso una sonrisa como cada vez que quería mostrarse accesible y
alegrar a su pareja y afirmó.
-Si me lo
pides tú. Lo haré. Lo lógico es que si vas te acompañe para ayudarte. Siendo tu
pareja sentimental, es lo que debo hacer.
Todos los demás suspiraron
aliviados, la muchacha vio como sus caras resplandecían también con sendas
sonrisas. Ahora estaba allí, junto a ellos y a otros dos que le eran
desconocidos. Y eran estos los que tuvieron por fin su turno de presentarse.
Fiora fue la primera en hablar. Una suave belleza de larga melena morena y
dulce aspecto, orejas ligeramente puntiagudas con ojos azul intenso, dijo.
- Mi nombre es
Fiora Rodney. Soy hija de Alan y de Naya y nieta de Ail y Ann y de Tom y Cooan.
Vivo en el planeta Nature, terraformado como Bios...
La
joven sonreía al rememorar su mundo natal. Desde siempre disfrutó mucho de la
naturaleza y los paisajes de Nature. Allí se instalaron sus padres y también
sus tíos junto a su primo Alex. Poco antes de tener que partir ella mantuvo una
charla con él. El muchacho había ido de visita, estaba destinado en Bios. Los
dos se querían mucho pero por desgracia el destino les hacía tomar caminos
diferentes.
-Por un
momento me gustaría pensar que puedo seguir aquí. Este planeta es muy querido
para mí.- Le confesó Fiora.-
-En eso no
sales a los abuelos Ail y Ann. - Replicó el muchacho, añadiendo.- Ni a tu madre
ni a tu tío, mi padre. Siempre les gustó recorrer el universo.
-Pero
finalmente encontraron un hogar. Los abuelos viven entre la Tierra, Bios y
nuestro mundo. Nuestros padres se instalaron aquí. La diferencia está en que a
mí me gustaría quedarme y quizás viajar un poco. Pero siempre retornando a este planeta. Me encanta, por ejemplo,
visitar a la abuela Connie. Y sé que a ella también le hace mucha ilusión verme
a mí y a mis primos Tom y Loren, desde que el abuelo murió. Aunque al final,
hasta ahora, sabía que terminaba volviendo a este lugar tan hermoso. Mi sueño
siempre fue trabajar envuelta en esta naturaleza, con los bosques frondosos que
tenemos y los animales.
Recordaba la última visita de su
abuela Connie que fue por Nature al poco de pasar unos meses en Bios. De allí le trajo un regalo muy
especial… Alex la sacó de esos pensamientos cuando posó sus manos sobre los
hombros de ella para afirmar.
-Sí, te
entiendo. También es muy duro para mí. Mi novia se irá. No ignoro que nuestra
separación es necesaria pero no deja de dolerme por ello. Y de igual manera te
irás tú. Aunque mantengo la esperanza. Sé que todo saldrá bien. Volveremos a
reunirnos, prima. Ya lo verás.
-Realmente no
sé qué es lo que debo hacer.- Admitió la muchacha.-
-Asthel, el
hermano de mi novia, te lo dirá cuando llegue el momento. Confía en él.
-Es duro
dejaros a todos aquí. - Musitó ella con expresión triste.-
-Bueno, por lo
menos no dejas novio. - Quiso desdramatizar él alegrando un poco su expresión.-
-No he estado
interesada en nadie hasta ahora.- Le contó su prima.-
-¿Quién sabe?-
sonrió animosamente el chico.- Puede que conozcas a alguien en tu misión.
-Eso es lo que
menos me preocupa. Únicamente deseo que, sea lo que sea lo que tengamos que
hacer, merezca la pena. - Declaró su interlocutora con un poso de pesar en su
voz.- Por el bien de todos.
-La merecerá.
Ya lo verás. - Afirmó Alex sentenciando.- Los sacrificios que hacéis, que
también hacemos los que nos quedamos, serán la fuerza que nos haga prevalecer.
Confía en ello prima.
Y Fiora deseaba realmente que así
fuese. Ahora, tras mirar en derredor sólo esperaba que su primo Alex no se
hubiera equivocado…y entonces este le pidió.
-Por favor,
cuídate mucho, y cuida de Maray. Dile lo mucho que la quiero. ¿lo harás?
-Lo haré,
aunque en eso último no hay necesidad. Ella lo sabe.- Le animó la muchacha a su
vez.-
Tras
rememorar esa conversación, evocó también algún episodio de su niñez. Cuando,
junto a sus abuelos Ail y Ann pasaba una tarde en casa, en Nature. Tendría unos
seis años y su abuela le contaba un cuento.
-Había una vez
una hermosa niña que era tan morena como tú y vivía en un palacio…se llamaba
Blanca Nieves…
-Sí, me sé ese
cuento. Mamá me lo ha contado...- Repuso la cría.-
Annie sonrió acariciando las
mejillas de su nieta y le dijo.
-Claro mi
amor, yo se lo contaba cuando ella era como tú. Me acuerdo incluso de como
interpreté ese papel en una obra del colegio.
-¡Que
recuerdos! - Intervino Ail acercándose con una sonrisa.-
De hecho, ambos abuelos estaban con
su apariencia alienígena. Cosa que le hacía mucha gracia a su nieta. Pero ésta,
por más que lo intentaba, no conseguía adoptar ese aspecto. Eso hizo que su
expresión se pusiera triste y Annie, dándose cuenta de eso, le preguntó.
-¿Qué te
ocurre, cielo?...
-Me gustaría
ponerme verde como el abuelo y tú. Y tener ese pelo de color rosa tan bonito.
Pero no sé cómo hacerlo…
Los
dos aliens se miraron algo apenados pero enseguida Ail sonrió intercambiando
una mirada con su esposa. De hecho en su forma extraterrestre apenas íi habían
envejecido. Su especie tenía una longevidad superior a la humana. Aunque cuando
adoptaban forma de terráqueos sí que evidenciaban canas y algunas arrugas, más
que nada para encajar bien con sus amigos. A esa forma pasaron para evitar que
su pobre nieta se sintiese mal.
-No estés triste por eso, cariño.- Respondió Ail.- Es un truco que sabemos hacer.
-Mamá también sabe.- Les comentó la pequeña aún más compungida al añadir.- Pero yo no…y quiero ser tan guapa como ella cuando lo hace.
-No te preocupes, cielo. Tú ya eres muy guapa.- Afirmó Annie.- Y lo principal es que eres una niña muy buena. Todos te queremos mucho. No olvides eso nunca. Tengas el color que tengas. Eso al final es lo de menos. Tu interior y tu corazón son lo más importante, como Blanca Nieves.
La pequeña sonrió sintiéndose mejor.
Luego sus abuelos mantuvieron ya sus formas humanas para dar un paseo con ella
por los parques de Nature. La niña les contó que, de mayor, quería vivir con
muchos animalitos. Tanto Ail y Ann la observaban con ternura… Ahora Fiora salió
de esos recuerdos al escuchar una potente y masculina voz. Su dueño, el último
que faltaba por presentarse, lo hizo. Con una estatura enorme, era incluso algo
más alto que el propio Asthel. Además era muy musculoso, de porte altivo y
gesto severo, llevando un peto de combate engalanado con distintivos reales y
con un largo pelo moreno recogido en una trenza y ojos castaños almendrados.
- Soy Diaval.-
Declaró con un claro tinte de orgullo. - Hijo del Rey Bralen y la reina Aiona,
nieto de los Reyes Lornd y Setsuna y de Calix y Seira, nobles de alta estirpe y
guardianes de la Casa Real. Además de sobrino de Doran, rey de la Luna Nueva. Soy
el príncipe heredero del planeta Nuevo Vegeta...
Así era. El rudo joven se sentía
realmente lleno de confianza y de satisfacción. No en vano descendía de una
línea de grandes guerreros que procedía del linaje del mismísimo y legendario
rey Vegeta. Pero asimismo su padre, el rey Bralen y su madre, la reina Aiona, le
habían dicho muchas veces que la mera fuerza no era suficiente. El muchacho
respetaba también muchísimo a sus abuelos, Seria y Calix, bravos defensores de
sus soberanos y su mundo. Y a sus otros dos abuelos por supuesto les rendía
admiración. Lornd, el que reinstauró la figura del monarca, perdida durante
generaciones, al superar la prueba del aspirante. Y por supuesto, Setsuna, la
reina madre Meioh, tan sabia como poderosa. Incluso tras traspasar la
responsabilidad de ser la guardiana del Tiempo y de los soberanos del Milenario
de Plata a su hija Seren, la tía de Diaval. Y luego estaba Eron, su tío y
mentor. Él le había enseñado a luchar pero también a pensar y a analizar las
cosas. De todos modos el muchacho no podía evitar esa vena de orgullo, soberbia
en ocasiones, fruto de su rama paterna. La estirpe del gran Vegeta. Lo de ser
humilde y cauto, a pesar de los esfuerzos de sus mayores por inculcárselo,
desgraciadamente no iba mucho con su carácter. Aunque se sintió honrado desde
que hacía años Asthel le ofreciera participar en esa misión y que sus propios
familiares le explicaran la gran importancia de la misma. Al parecer, formar
parte de ese grupo de elegidos para defender el universo era el mayor honor que
se podría recibir. Incluso más que ser rey de Nuevo Vegeta, llegó a decirle su
padre. Sin embargo, sería igualmente peligroso. Desde luego él no temía por su
vida. Lo que sí le asustaba era la idea de fracasar y no estar a la altura de
las expectativas que había puestas en él. Así lo habló un día con su abuelo
Lornd en una estancia del palacio. Éste estaba ya envejecido pero sin embargo
mantenía una forma física más que notable y ese porte regio que tanto
impresionaba a su nieto. El chico le preguntaba no sin inquietud.
-Abuelo, deseo
triunfar. Vencer al enemigo y elevar el nombre de nuestra familia y de nuestra
raza. No os defraudaré.
-Sé que no lo
harás. - Le dijo éste con expresión amable.- Aunque me duele verte marchar,
eres mi nieto y heredero al trono.
-Este honor
vale tanto que, tal y como ha dicho mi padre, estoy seguro de que está incluso
por encima de mis derechos reales. - Afirmó el chico.-
-Sí hijo, pero
no hablo ya de eso.- Le comentó su interlocutor agregando con tono más
melancólico.- Mira, yo ya soy viejo. Estoy lejos de mi fuerza y vigor de
antaño. Ahora sin embargo, veo las cosas con una perspectiva mayor. Al final,
todo eso del honor y la valentía están muy bien, pero solamente si sirven a un interés
mucho mayor. Al bienestar de cuantas más personas y seres vivos, mejor. Es algo
que mi antigua mentora me enseñó y que tu abuela Setsuna y sus amigas las
princesas, y los monarcas de la Tierra, así como el resto de mis amigos y también
mí propio hermano, me recordaron.
- Trataré de
guardar tus palabras, para mí son ley, abuelo.- Aseveró el muchacho.-
- No dudo de
que lo harás. Pero no te digo esto porque simplemente quiera convencerte de
nada. No lo interpretes como una imposición o una doctrina infalible. Tú mismo
deberás descubrirlo y estoy seguro de que un día lo harás. Cuando sientas el
amor hacia otros como lo profesas por los tuyos y desees darlo todo por ellos.
-No tuve
tiempo de elegir esposa. Ni de dar lugar a que ninguna reclamase el derecho a
desposarse conmigo.- Se lamentó el chico, afirmando.- Si al menos hubiera
dejado un descendiente.
-Lo que tenga
que ocurrir, ocurrirá. Ahora debes andar tu camino. - Declaró su interlocutor
posando una mano sobre el hombro derecho del muchacho.- Procura hacerlo siempre
con honor y lealtad para con tus compañeros.
Dicho eso salió del cuarto. Allí
quedó Diaval meditando sobre aquello, algunas cosas aun no alcanzaba a
comprenderlas pero seguramente tendría que pasar tiempo para que lo hiciera. De
todos modos lo que le preocupaba más que nada era cumplir con éxito esa misión.
Así pensaba cuando terminó de presentarse y guardó silencio, mirando al resto.
-Me conduciré
con el honor de los saiyajin que tú y mis padres y maestros me habéis inculcado,
abuelo.- Meditó.-
Y
fue su primo segundo, el Mensajero, quien ahora asintió complacido y se
disponía a hablar cuando una voz pausada y llena de fuerza y poder lo hizo
antes que él...
- Ya que todos
os conocéis, hora es ya de que me conozcáis a mí, aunque algunos ya me habéis visto.....
Todos se giraron y pudieron ver a un
ser enorme, de una larga túnica negra, con un rostro pálido, parecía que
tallado en la roca. Dos agujeros negros y en el centro dos rojos ojos que
brillaban como carbunclos. Nadie pudo mirarle a la cara. Incluso Asthel se
asustó y musitó con tintes de temor reverencial.
-¿Quién eres
tú? ¿Acaso eres un ser del olvido?
- Soy Azraél.-
Se presentó suavemente ese ser cuyas palabras parecían acariciar por unos
momentos y por otros retumbar con un eco de solemne poderío. - Ya no te
acuerdas de mí, guié tus primeros pasos y estuve contigo en tu infancia....
- No - negó el
aludido de forma categórica. -Tú no eres como él, era un niño de mi edad y
vestía de blanco. Eso lo recuerdo bien.
- Yo tomo
muchas apariencias distintas. - Respondió condescendientemente el ángel -, me
presenté ante ti como niño cuando eras un niño. Ahora que ya eres hombre me
presento como en verdad soy. El Ángel de la Muerte.
-¿El Ángel de
la Muerte? ¿Quiere eso decir que todos moriremos? - Exclamó Minara visiblemente
asustada. -
El
resto también palideció, Diaval por el contrario se puso en guardia. Como buen
heredero al trono de los guerreros del espacio. Exclamando, con aires
desafiantes, pese al sentimiento de temor que le invadía.
-¡No te será
tan fácil acabar con nosotros!
No
obstante, Azrael no pareció hacerle mucho caso y replicó con suavidad.
- No soy el
tipo de muerte que tú crees y por ahora sólo vengo a mostraros algunas cosas
más que debéis ver y a deciros hacia donde deberéis ir...
- Estamos preparados,
hemos vencido a los seres del silencio y no tenemos motivo lógico para sentir miedo.-
Dijo Mimet.-
Sin
embargo, la visión de aquel ser había llegado a lo más hondo de su interior
haciéndole experimentar sensaciones que jamás había tenido o no creyó tener.
Aunque su imponente interlocutor movió lentamente su pétrea cabeza, objetó.
-Solamente habéis
retardado la confrontación definitiva e inevitable, pero aún no estáis lo
bastante preparados.
- Pues
muéstranos entonces lo que debamos saber, ¡lo antes posible! - Le pidió Brian
dominando ya su inicial pánico. -
- Ahora mismo
lo haré.- Le aseguró Azrael quien no obstante les indicó. - Pero debéis
permanecer juntos. Yo os llevaré a través de algunas de las infinitas
dimensiones y lugares que existen o han existido y existirán. Vamos....
El ángel extendió su manto que, de
forma increíble, pareció ocupar todo a su alrededor y de inmediato los nueve se
vieron transportados. Como si de una burbuja se tratase podían ver el exterior
protegidos desde dentro. Azrael les llevó a un remoto paraje, un lugar cubierto
por extrañas formas que parecían vivas, pero que a ninguno de ellos les
resultaba familiar. Exuberantes plantas crecían alcanzando enormes alturas y
seres gigantescos y fantásticos se movían ignorando aparentemente al grupo...
-¿Dónde estamos?,-
preguntó Diaval admirado. - ¡No se parece a ninguno de los mundos que haya
visitado!
- Esta es la
Tierra, tal y como era en su anterior encarnación.- Le respondió el ángel.-
-¿Eso quiere
decir que existió una Tierra anterior a la actual? - Concluyó Brian atónito. -
- Una Tierra y
una humanidad, aquellos humanos de entonces son los que vosotros llamáis hoy dioses.-
Le explicó Azrael. - Ellos fueron los que lograron trascender...
- Entonces, si
es así, nosotros podríamos ser dioses si lográsemos esa Trascendencia,-
conjeturó Maray. -
- Pudiera ser.
Aunque eso ni yo mismo lo sé. Pero ahora
sigamos.- Repuso el ángel que agitó su manto y todos se vieron nuevamente
transportados a otros mundos. –
En uno de ellos, cubierto de casas bajas de
aspecto normal, vieron correr a una chica pelirroja tras un oso panda. Parecía
que quería pegarle y aquel animal exhibía carteles con letras y palabras. Ninguno
comprendió de qué podría tratarse. Otro extraño lugar al que pasaron si
transición aparente tenía a varios individuos con armaduras de oro, plata y
bronce, que luchaban por atravesar una serie de casas que lucían signos del
zodiaco. El siguiente era algo insólito, grandes montañas y masas de tierra
flotaban en el aire y un grupo de chicos y una chica ataviados con armaduras
también parecían conjurar mantras luchando contra otros guerreros o entre ellos.
De pronto, una vez más sin ninguna transición, aparecieron en un parque, donde
un grupo de chicas parecían estar estudiando. Una de ellas estaba explicando
algo…
_”...Y entonces, aplicas esta fórmula y lo tienes...
¿Área del triángulo?_ inquirió con unos ojos azules a sus contertulias.
_Eeeemmm...Base por..._ replicó a las apuradas una chica
de cabello rubio lacio, que se sonrojó al no poder terminar su respuesta. Su
amiga no pareció enfadarse por ello, y volvió la mirada a otra compañera, que
acabó con más seguridad:
_Base por altura partido en dos_ sentenció, aliviada de
saber la respuesta”
_Muy bien, Laura_ sonrió la chica que preguntaba,
satisfecha de que su paciencia y sus explicaciones hubiesen llegado a buen
puerto, siquiera a alguna de ellas. La otra chica rubia puso de cara de
circunstancias, para luego añadir:
_ ¿De qué nos sirve aprender esto? Cuando sea famosa no
lo necesitaré_ señaló con aire de superioridad, mientras dentro de su mente se
deleitaba con imágenes de sí misma unos años más tarde, rodeada de sus
admiradores que la vitoreaban en un concierto.
_Lo vas a necesitar, Macarena, ya verás_ le sonrió la
muchacha que hacía de profesora.
_Por lo pronto te sirve para el examen de geometría de la
próxima semana_ añadió otra chica del grupo, de cabello negro largo, que hasta
el momento había estado concentrada en su guía de ejercicios_ ¿Verdad,
Araceli?_ se volvió satisfecha hacia la profesora del grupo.
_Claro que sí_ afirmó ella, dándole la razón.
_Y bueno...Como siempre, sólo nosotras concentradas
escuchando, mientras que ella..._ apuntó con su barbilla hacia un costado,
sacudiendo la cortina de cabello negro, las otras tres a su vez voltearon a
ver, con expresiones de estar acostumbradas a ese cuadro. Algo apartada del
grupo, hincada en el suelo, una jovencita de cabello rutilante rubio, con
graciosas ondas que le llegaban hasta la mitad de la espalda, observaba absorta
el vuelo de una mariposa de alas color naranja y negro que la rondaba.
_ ¿Mariposas en otoño? Eso es extraño...” (Este párrafo entre paréntesis ni siquiera
Azrael y el grupo de los nueve pueden leerlo puesto que está más allá del mismo
Libro de los días. Me he tomado la libertad de citarte, con cariño a mi amiga
Claudia, va por ti, de demiurgo a demiurgo, por todo el camino que hemos
recorrido juntos y lo que aún nos queda por escribir y leer).
Aunque
no pudieron ahondar en eso más. Esa visión desapareció tan rápido como las
otras y al momento se hallaron en otro lugar. En aquel mundo en particular, un
niño con una cola al final de la espalda, luchaba contra seres enormes por la
posesión de unas pequeñas bolas. Diaval creyó reconocerle asombrado.
-¡Es el gran rey
de la leyenda! uno de los padres de nuestro pueblo, ¡estoy seguro de eso! Mis
abuelos me lo han contado…
- Y no te
equivocas...- le aseguró Azrael volviendo a agitar su manto. El ángel
transportó al grupo a otro sitio, un lugar familiar y a la vez desconocido para
ellos. -...Ahora observad.
- Esto es una
hamburguesería. O un sitio donde venden comida.- Reconoció Brian que
desconcertado agregó. - Algo antigua pero eso es lo que parece.
- Sí que lo
es...por el diseño, los precios, y la moneda en la que pagan debe de tener más
de cincuenta años. - Confirmó Mimet mientras observaba a un nutrido grupo de
personas haciendo cola por unos refrescos -...
- Más bien
parece una bocadillería, como las que hay en París. - Corrigió Maray
dirigiéndose hacia el ángel con extrañeza y preguntándole. - No lo entiendo,
¿qué nos quieres mostrar?
-Aquí no hay
nada de extraordinario. - Apuntó Alusa con el asentimiento de su hermana.-
-Sí, esto es no
es nada especial.- Convino Minara.-
-Os
equivocáis. Es muy especial. - Rebatió el ángel.- Al menos para vosotros
debería serlo.
Los
miembros del grupo le interrogaron con la mirada, al menos sin coincidir con
sus ígneos ojos. Sin embargo, Azrael se limitó a señalar a unas mesas donde un
grupo de chicos se reunían sentados y con una gran cantidad de papeles y
revistas desperdigados ante las caras de disgusto de las empleadas del recinto.
Asthel miraba perplejo la escena, les oía charlar entre ellos y escuchó una
conversación que enseguida atrajo su interés, se producía entre un chico de
gafas y una chica morena.
- Esta semana
te he traído muchas cosas, espero que no se me olvide nada. - Dijo el joven. -
- Pues yo no
he podido hacer nada.- Sonrió tímidamente su contertulia añadiendo casi con
tono culpable. - Sólo terminar los dibujos que estaba haciendo...
Minara
le susurró a Asthel como si creyese que
pudieran escucharla.
- Esa chica
dibuja muy bien, mira.- Señaló unos bocetos que tenía sobre la mesa, los rasgos
de las caras resultaban familiares para ellos. -
-¿Qué estáis
mirando tan atentos?,- preguntó Granate con curiosidad. -
Asthel le hizo señas de que se
callase y avisó a Maray con un gesto. La chica había sacado unos dibujos que su
compañero miraba muy complacido. Él a su vez, sacó una desgastada carpeta de
cartón y la abrió mostrando más dibujos que debían de pertenecer a la muchacha.
- Fíjate en
esos dibujos, Maray. - Le pidió su hermano afirmando en tanto recordaba aquel
gran libro. –Yo he visto esto antes…
-¡No puedo
creerlo....no es posible!- exclamó ella dominada por el asombro.-
- Todo es
posible - intervino Azrael añadiendo enigmáticamente.- Escuchad atentamente y
comprenderéis que todo tiene su propósito...
El chico terminó de examinar los
dibujos y le pidió a otro muchacho más joven que los mirase, éste los observó
con gusto y declaró que eran una maravilla. Asthel se acercó más y pudo verlos
quedándose asombrado. Reconoció un dibujo de su padre, otro que era el retrato
de su madre, ambos cuando eran jóvenes, otro que era el de Eykalea. El mismo
Georcael y los dioses también aparecían, todos estaban allí representados tal y
como eran...
- Azraél ¿qué
significa todo esto? - Quiso saber Asthel visiblemente sorprendido. -
- Tú escucha con
atención.- Fue la respuesta del ángel. -
Entre el murmullo de las múltiples
conversaciones, el Mensajero y los otros pudieron escuchar al chico de gafas contarles
a la chica morena y a otro chico...
- Pues llevo
ya más de ciento noventa episodios. Asthel, bueno el nieto de Roy y
Beruche....en fin, hasta que no te lo leas no te lo puedo contar...
-¡Pues me
queda para rato!..- rio la chica agitando la mano. -
- De todas
formas ya estoy haciendo una guía de personajes y de capítulos que quiero sacar
por ordenador. - Le informó el muchacho añadiendo con humor. - ¡Es mi enésima
revisión!
Asthel
asombrado le dijo a Azrael.
- ¡No puede
ser!, ¡me ha nombrado a mí y a mis abuelos!...
- Y esos dibujos.-
Terció Alusa atónita. - He visto uno de
mi madre y otro de mi padre. ¿Quiénes son estos chicos? ¿Dioses quizá?
- Sí, bien pudieran
serlo. - Convino Fiora. - Parecen saber más de nuestro destino que nosotros
mismos, en especial el de las gafas...
- Os mostraré
más...- declaró Azrael que de nuevo agitó su manto.-
Reaparecieron
en otro lugar, era una calzada junto a una carretera, de noche, el muchacho de
las gafas paseaba con otro algo más alto y que también llevaba gafas a su vez,
parecían estar hablando. Mimet escuchó y quedó sobrecogida...
- Entonces
Mimet es como el Terminator...o como los replicantes.- Decía el chico más alto
con tono elucubrador -.
- No, es una
especie de compendio,- le respondía el otro tratando de aclararle. - Algo
parecido, no,...es humana biológicamente pero tiene inteligencia artificial...
Brian y Mimet se miraron asombrados,
los demás también se sorprendieron. Sin salir de su asombro, Maray pudo
escuchar a ese chico contar palabra por palabra lo que le ocurrió en la gala de
Miss Bios. Cosas que ni ella misma le había desvelado a nadie. Asthel le oyó hablar
sobre la misión que tendrían que realizar.
-¿Los infiernos?,
¿qué está diciendo? - Se sorprendió el atónito muchacho. -
En eso escucharon otra parrafada de
aquel chico que les dejó sencillamente anonadados...
- "Sí,
entonces Granate propuso presentarse entre ellos porque Fiora y Diaval apenas
sí conocían al resto, cada uno se presentó diciendo el nombre de sus padres y
abuelos. Asthel dijo. Me llamo Asthel hijo de Amatista y de Leval, nieto de
Roy, Beruche, Diamante y Esmeralda y los demás su respectiva ascendencia.
Cuando terminaron y Asthel se preguntaba que podrían hacer, escucharon una voz
poderosa y potente que les dijo que era la hora de que conocieran su misión.
Esa voz era de Azraél”.- El chico siguió
y describió a Azraél con la apariencia que tenía en ese momento, luego añadió.
- Y me he quedado ahí, éste es el capítulo treinta y nueve, sólo llevo unas
pocas páginas y ahora tendré que seguir...
-¿Estamos
locos o está contando la historia de nuestras vidas palabra por palabra?,-
afirmó más que preguntarlo Granate -...
- Parece que
la hubiera escrito él...- añadió Minara perpleja. -
- Y así ha
sido. Mirad.- Con otro movimiento del ángel los nueve pudieron ver a ese chico
tecleando con rapidez sobre un antiguo modelo de ordenador. Estaba escribiendo
justo esto....."(Con otro movimiento del ángel los nueve pudieron ver a
ese chico tecleando...).
Asthel
se acercó bastante a la pantalla y dijo asombrado.
- ¡Está
escribiendo nuestra historia, todo lo que decimos, pensamos o vamos a hacer
está ahí! Entonces. ¡El libro! Por eso tenía páginas en blanco. - Exclamó
dándose cuenta de aquello, y pudo añadir. - Me gustaría avanzar un poco más para ver que
nos depara...
Tomó
el libro que portaba bajo el brazo lo abrió y buscó… capítulo treinta y nueve.
No obstante en ese episodio ponía algo bien distinto…Pudo leer en voz alta para
sorpresa suya y del resto…
“Capítulo 39. Ail
contra Gergel.
Roy y los
demás volaban hacia la Tierra muy concentrados para el combate. El grupo se
había desecho con facilidad de decenas de demonios por el camino y ahora, en silencio, revivían
cada uno los recuerdos de sus muertes a manos de los poderes de la Oscuridad.
El duro entrenamiento al que se habían sometido y su afán de venganza les
impulsaban junto al deseo de recobrar la paz. Pero, sobre todo, los deseos de
volver a ver y abrazar a sus seres más queridos. Sobrevolaban el terreno con
rapidez, el paisaje iba variando a cámara rápida y bajaban progresivamente
hacia el suelo, pudiendo ver como la maldad diabólica se iba extendiendo por
todas partes”...
-Pero esos no
somos nosotros. – Terció Alusa con extrañeza. –
-No, pero está
hablando de mi abuelo. – Comentó Brian. –
-Claro, me he
equivocado de capítulo.- Se percató Asthel que, avanzando más deprisa se dio
cuenta de que ese libro estaba dividido en partes, una letra A, B, G, D, otros
anexos que estaban dedicados a Nature, con letras DN y TN y finalmente T y
leyó… ¡Aquí!… Transcendencia Cósmica – remachó para asombro de los demás. ¡Es
nuestra historia!
Y
ahí sí que pudo leer algo que a todos les era familiar...
“191. Capítulo
39. El retorno de Azrael con increíbles revelaciones,..
El muchacho se
situó en el centro de un improvisado círculo formado por el resto y habló...
- Soy Asthel,
para los que no me conozcáis hijo de Leval y Amatista, nieto de Roy Beruche,
Esmeralda y Diamante. Maray es mi hermana menor.- Le cedió el sitio a su
hermana que vino a decir lo mismo. – Leyó, saltándose algunos párrafos en los
que se expresaban los pensamientos y recuerdos de cada uno.-
- Eso ya lo
dijiste antes – comentó Mimet. –
- Pero esta
vez lo estoy leyendo en este libro.- Le explicó el aludido. –
No
obstante, cuando siguió avanzando encontró algo que le sorprendió. No quiso
leerlo en voz alta. Al parecer, según había comentado con lance e incluso intuido,
había otros que también manejaban ese libro.
-Sí, eso lo
sabía pero…- Pensó atónito.-
¡E incluso había sospechado que escribían en él!
Quedó estupefacto al ver quiénes eran. ¡Eso fue lo que Lance trató de
explicarle! De todos modos aquello no le competía a él. Esa otra historia
debería desarrollarse al margen de la suya y la del grupo. Aunque tampoco pudo
leer más, el resto de las páginas se iban difuminando hasta estar otra vez en blanco.
- Por el
momento no puede mostraros más.- Negó el ángel para desvelarle -...lo que
ocurra de ahora en adelante deberéis hacerlo posible vosotros.
Siguieron observando lo que Azrael les
mostraba. Aquel que escribía en un teclado de un antiguo ordenador se paró
pensativo, corrigió un par de errores y volvió a cavilar como si no supiese por
donde continuar, después siguió tecleando con renovado vigor.
-¿Qué estará
escribiendo ahora?- Se preguntó Brian.-
El joven miró al ordenador y leyó
precisamente eso, es decir." El joven miró al ordenador y leyó
precisamente eso". Era como una paradoja sin fin," El joven miró al
ordenador y leyó precisamente eso que el
joven miró al ordenador y leyó precisamente eso".....
- Por favor,
Azrael explícanos esto.- Le pidió el propio Brian hecho un lío. -
- Ha puesto
mal mi nombre - dijo Maray algo turbada señalando. - Está en minúsculas, ¡no
espera, ahora lo corrige! ¡Es increíble!, ¿me habrá oído? - Se preguntó ella en voz alta a la vez que el
chico añadía precisamente eso en el texto. -
- No, no se
trata de eso, os lo explicaré....pero antes dejémosle.- Y Azrael hizo
desaparecer al grupo y todos volvieron al punto de partida, un lugar ignoto del
espacio con ellos protegidos por una burbuja mientras el ángel flotaba a su
lado y les desvelaba. -Ese humano está escribiendo vuestra historia. Se la
inventa sobre la marcha o con ideas que se le ocurren mientras hace otras
cosas, o al menos eso es lo que él se cree.
-¿Qué quieres
decir? ¿Qué somos una invención suya y que no existimos de verdad?,- inquirió
Granate sin poder creerlo. -
- Para este
chico sois personajes inventados por él, algunos los tomó de otro lugar, como
vuestros abuelos.- Azraél señaló a Maray y a Asthel para revelarles. – Los
utilizó para comenzar esta historia, de una humana que a su vez los creó....o
que también pensó eso mismo.
- Entonces él
es el Creador...o un Creador.- Conjeturó Asthel que recordó haber visto sobre
el escritorio del chico un antiguo
sistema de almacenamiento de música, un C.D con el dibujo de las chicas que
Georcael le mostrase luchando contra su abuela y las demás hermanas. -
- No,- le
corrigió el ángel. - Es una criatura más. Creada como vosotros, pero de otra
dimensión paralela a la vuestra. Ya os he dicho que existen infinitas
dimensiones y flujos temporales. En la suya vosotros no sois reales, únicamente
sois personajes de cuentos, cómic. No existís y él no es consciente de vuestra
realidad...como vosotros, hasta ahora, no lo erais de la suya.
-Entonces
podría ser ¡Podría ser el Demiurgo! El que ha creado esta dimensión y este
universo. O eso cree.- Repuso su interlocutor.-
-Sí y no.-
Repuso enigmáticamente el ángel.-
Ahora
incluso podían escuchar música en el cuarto de aquel chico, que muchos habían
creído oír alguna vez. Ninguno salía de su asombro, Brian repuso de una forma
muy perspicaz.
- Pero si esto
es así, ahora mismo estará escribiendo lo que tú has dicho, lo leerá y sabrá
que somos reales, aunque sea en otra dimensión.
- No Brian,-
rebatió Asthel dándose cuenta del auténtico significado de aquello. - Lo que
creerá es que eso lo ha inventado él, que es parte del guion que está
escribiendo...
-
Efectivamente - asintió Azrael corroborando esas palabras. - Él piensa que todo
lo que escribe le viene merced a su imaginación, cuando en verdad os digo que
somos nosotros los seres superiores de las jerarquías angélicas los que se lo
inspiramos. Porque queremos que escriba precisamente eso y que piense que es
fruto de su imaginación...
- Entonces no
tendremos nada que ver con su realidad,- terció Maray agregando con estupor. -¡Somos
meros sueños para él!
- Estoy seguro
de que a él le habría encantado conoceros y quién sabe si lo hará.- Repuso
Azrael con tono misterioso. -
- Para él nada
de lo que nos preocupa existe pues.- Sentenció Alusa sin poderlo creer. -
- Te
equivocas,- corrigió Azrael que expuso con voz más seria. - La amenaza del olvido
atañe a todas las dimensiones, es como una gran marea que arrasara sin
distinción diferentes puertos que fuesen desconocidos entre ellos. Como una
supernova que estallase destruyendo a la vez a civilizaciones enteras que nunca
se hayan conocido entre sí. Todos estáis en el mismo peligro.
-¿Podría él
ayudarnos? ¿Podríamos darle un mensaje? - Inquirió Maray. -
- Ya lo estáis
haciendo. Desde el mismo principio. Todas vuestras aventuras, las de vuestros
abuelos y padres, momentos de gloria, tristeza, alegría, batallas, romances…
todo eso son mensajes para él y para quien quiera que los lea. Cuanto más
complejos y emocionantes hayan sido, se harán más duraderos y más llamarán la
atención. Sin embargo, tanto ese narrador como el resto de los lectores son tan
mudos testigos de vuestra misión como lo sois vosotros de él y su existencia.- Repuso
el ángel. - Pero desean que todo os salga bien. El escritor os quiere como a
sus personajes, los que él ha creado. Sois eso para él, nada más… y nada menos.
Hubo un espeso silencio entre todos,
ninguno podía siquiera concebir aquello. ¿Acaso sus vidas, alegrías, tristezas,
triunfos, fracasos, amigos, amores, etc., no existían? Entonces fue Mimet la
que paradójicamente pareció entenderlo.
-Claro, tiene
mucho sentido, es una paradoja. Una gran paradoja.- Declaró con la atención de
todos puesta en ella.-
-Explícate,
por favor.- Le pidió Diaval, tan desconcertado como el resto.-
-Es muy
simple. –Declaró la chica argumentando.- Lo ha dicho Azrael, cuantas más
vivencias tenemos, más grueso es ese libro. Cuantas más personas lean ese
libro, más nos rescatan del olvido.
-Pero eso no
detendrá la amenaza. – Objetó Alusa.- La tenemos aquí lean ese libro o no.
-Debemos
hacerle frente y seguir avanzando.- Convino su hermana.-
-Claro. –
Terció Granate.- Y al avanzar se escribirán más capítulos del libro. Por eso
ahora ha llegado el momento de seguir para cumplir con nuestra misión.
-Es verdad.
Alguien o algo que nos libere definitivamente de la Nada.- Comentó Brian.-
- He oído que
esa especie de Demiurgo decía algo de los
infiernos.- Recordó Asthel. -
- Es cierto,-
admitió Azrael pasando a desvelarles. - Pues
allí es donde os deberéis dirigir en primer lugar...
-¿A los
infiernos?... ¿para qué?,- preguntó Minara aterrada. -
- Para poder
hablar con el mismísimo Lucifer que allí os aguarda. Necesitáis su ayuda para
cumplir con vuestra misión.- Contestó el
ángel. -
-¿Ese tío está
loco o va de broma? ¿Acaso se le ha ocurrido eso al tipo que nos está
escribiendo? ¿Y por qué no va él? -
Exclamó Granate entre indignado y asustado, abriendo unos ojos como
platos. - ¡Qué fácil es mandar a otros a semejante lugar!
- Su plano
existencial y sus habilidades no son las idóneas. Las vuestras sí, se han
forjado durante todo este gran relato, a través de vuestros padres y los padres
de vuestros padres. – Les explicó Azrael de forma imperturbable. - Pero eso que
escribe, como ya os dije, está guiado por nosotros. Sólo es un mero testigo,
como un notario de lo que ocurre que toma nota para preservarlo de forma
fidedigna, no tiene más función que esa. Escribe como si de un escribano se tratase,
cada palabra que decimos o cada cosa que pensamos o hacemos, incluso describiendo
los lugares...
- Siendo de
ese modo ya lo comprendo todo.- Pudo musitar Asthel que, pese a las miradas de
sus compañeros, prefirió guardar silencio. – Es cierto, tiene mucho sentido.
- Todo tiene
un último propósito, y está relacionado. – Le corroboró el ángel. -
-¿Entonces
partiremos enseguida? - Preguntó Asthel que quiso saber. -¿Cómo lograremos llegar hasta Lucifer?
- Yo mismo os
conduciré hasta la frontera de los avernos, deberéis atravesar los nueve
círculos. Cada uno de vosotros tendrá una llave a una respectiva entrada, no
puedo deciros más.- Les indicó Azrael -...
- Ahora
comprendo por qué somos nueve, como los nueve círculos.- Afirmó su interlocutor
recordando las palabras pronunciadas por Redan años atrás. -
- Entonces
llévanos y afrontemos nuestro destino, sea lo que sea que nos tenga reservado,-
declaró Fiora y los demás asintieron con el mismo valor y determinación. – Que
al menos resulte interesante para nuestros lectores.
- Así sea -
convino Azrael agitando de nuevo su denso y negro manto. -
Éste
les envolvió a todos otra vez, como si de la noche más oscura se tratase, al
serles retirado se vieron rodeados por una penumbra cenital, era la frontera
entre los reinos de varias dimensiones. Por un lado el plano físico mortal, por
otro el superior para las almas iluminadas y al fin, otro que se bifurcaba, hacia
la zona del purgatorio y el más oscuro y tortuoso, el camino que descendía a
los infiernos. El ángel entonces declaró.
- Aquí debo
dejaros. Es donde terminan mis dominios.
- Pero ¿cómo
lograremos abrirnos paso por aquí?... ¿qué debemos hacer? - Preguntó Diaval que
se encontraba desasosegado e incluso molesto por no tener ni la más mínima idea
de cómo proseguir. – Esto es totalmente desconcertante.
- No temas,-
le tranquilizó Granate. - Yo conozco la respuesta a casi todas esas preguntas,
mi abuelo me lo contó cuando era niño. Él a su vez lo aprendió de mi abuela,
ella era una diablesa y conocía bien al menos los primeros tres o cuatro
círculos. En un principio, yo os guiaré...
- ¡Yo no temo
a nada ni a nadie! ¡Soy un príncipe saiyajin! - Replicó orgullosamente el
aludido cruzándose de brazos. -
- Sólo era un
modo de hablar, me refería a que, al principio, como yo puedo guiarnos a todos.
Podéis despreocuparos por eso. - Se disculpó Granate.-
Y
lo hizo mirando a ese tipo de reojo
puesto que tenía la pinta del clásico bestia al que no convenía irritar.
- En un principio,
pero. ¿Y después? - Objetó desapasionadamente Mimet, al abrigo de la lógica. -
- Después. El
Creador dirá,- replicó Maray con tono resignado. -
Todos
se miraron entre sí, como si aguardasen algunas palabras que les indicasen lo
que debían hacer y Asthel, dándose cuenta de ello, sentenció con tono decidido.
-¡No hay
vuelta atrás! Desde aquí nuestro deber es bajar. - Y abriendo el libro
únicamente descubrió páginas en blanco, de modo que, cerrándolo con solemnidad
dijo del mismo modo. – A partir de aquí no sé lo que nos encontraremos. Pero
vamos hacia los mismísimos infiernos, así que no creo que sea nada agradable.
Si alguno quiere dejarlo ahora puede volverse con Azrael, no se le
reprochará...
Hubo
un silencio tenso que nadie se atrevía a romper. Asthel aguardó unos instantes
más y entonces pasó a preguntar a todos
los miembros del grupo uno por uno.
- Ya que hemos
llegado hasta aquí no hay razón para volverse. Además, iremos más rápido cuesta
abajo y cuantos más seamos más divertido. - Respondió Brian con una sarcástica
sonrisa. -
- Así es. Cuantos
más seamos, más probabilidades tendremos, es algo matemático y de lo más lógico.
- Añadió Mimet secundando a su novio -
- Yo estoy dispuesto,
¡tengo curiosidad por conocer el hogar de mi abuela y saber si me dejó algún
piso en herencia! - Intervino Granate de forma irónica y llena de humor. -
- Confiamos en
ti Asthel, te seguiremos hasta donde nos lleves. A tu lado no tenemos miedo.-
Declaró Minara.-
- Sí, estamos
dispuestas a arriesgarnos, te debemos mucho y no vamos a dejarte sólo cuando
más nos necesitas,- la apoyó su hermana Alusa. -
- El porvenir
de todo el Universo depende de nosotros, no podemos renunciar. Las vidas y el
destino de innumerables criaturas están en nuestras manos ahora. Yo estoy
contigo, Asthel.- Se ofreció Fiora visiblemente decidida. -
- Siempre
hemos estado juntos, hermano y permaneceremos juntos para afrontar cualquier peligro.
¡Por duro que éste sea! - Terció animosamente
Maray. -
-¡Un miembro
de la familia Real Deveget nunca se echa atrás ante nada ni nadie, ni tampoco
rompe una palabra dada! - Exclamó Diaval sentenciando. - Durante años me he
entrenado duramente para esta misión y no voy a retirarme ahora, ¡eso jamás! Adonde tú vayas iré yo ¡Y que se anden con
cuidado esos demonios, un príncipe de los guerreros del espacio va a por ellos!
El
Mensajero sonrió complacido con el apoyo de todos sus compañeros, al fin,
convencido de que nadie iba a renunciar, finalmente le dijo a Azrael.
- Gracias por
todo lo que nos has mostrado. Ahora nos toca a nosotros cumplir con nuestro
deber...
- Nos
volveremos a ver si salís con bien de los infiernos. Aún quedan cosas y seres
que debéis conocer. Hasta pronto,- se despidió el ángel de la Muerte que poco a
poco fue desvaneciéndose con su manto negro entre la oscuridad…-
-Adelante
pues.- Les indicó Asthel.- El viaje comienza…
Y
en la Tierra habían pasado ya unos meses. La soberana dio a luz a una hermosa
niña de cabellos rosados. Fue llamada Usagi, en recuerdo a su otra encarnación
en la Tierra. Se trató de un gran acontecimiento, recibido con alegría por la
mayoría de los habitantes de la Tierra que no habían olvidado los meses previos
y esa vuelta de aquella terrible oscuridad y de cómo ésta fue rechazada una vez
más. Casi todos atribuyeron ese nuevo milagro a los soberanos. No obstante,
algunos de los más rebeldes y recalcitrantes argüían que eso fue una especie de
truco para hacerles recobrar prestigio y popularidad en sus horas más bajas.
Sin embargo, los reyes y sus princesas estaban más pendientes de la recién
nacida que de esas maledicencias.
-La pequeña
Chibiusa es una monada.- Sonreía Ami que fue quién atendió personalmente el
parto.-
-Sí, es una
ricura.- Convino Rei que era quién la sujetaba ahora en brazos tratando de
hacerla dormir.-
-Al fin
tenemos con nosotras a la Pequeña Dama.- Afirmó Minako con el semblante
sonriente.-
-En cuanto las
exteriores vengan a palacio estarán encantadas de verla.- Declaró Makoto.-
-Sí, con esto
de la amenaza hemos tenido que enviarlas a los confines del sistema solar para
comprobar la situación. Espero que no tarden mucho en volver.- Terció Endimión
que iba ahora a ver a su esposa, que
descansaba en su habitación.-
Las princesas guardianas hicieron
una respetuosa inclinación ante el monarca que tomó a su hija entre los brazos
y entró con ella para visitar a la flamante mamá.
-Mi niña.-
Suspiró la reina en cuanto Endimión depositó a la cría sobre su pecho.- Hola
chiquita, Chibiusa. - Le decía cariñosamente en tanto la pequeña entreabría sus
ojitos haciendo gorgoritos.- Bueno, parece que las cosas van siguiendo su
curso. Únicamente espero que a los Nueve les vaya bien.- Declaró ya con un tono
más serio.-
-Eso espero yo
también. Por ahora las cosas siguen sin novedad. Es una buena señal.- Comentó
Endimión.-
Y así era, en la Tierra se mantenía
la normalidad. Era como si aquel episodio de la oscuridad no hubiese sucedido.
En la Luna, tanto Neherenia como Doran, enseguida enviaron sus felicitaciones a
los monarcas. La propia Nehie era muy feliz, sabiendo que su mentora y amiga
del futuro se había encarnado ya en esta línea temporal. Lo malo es que ya no
podría ver a la Chibiusa adulta. Y en cuanto a Alice, la joven princesa todavía
recordaba a Granate aguardando su retorno…
-No sé qué
estarás haciendo ahora. Solamente espero que estés bien y que no tardes en
regresar.- Se decía la entristecida muchacha.-
Sus pensamientos se vieron
interrumpidos por la llamada de su madre. La chica no tardó en acudir.
-¿Deseabas
verme, Bella y Gentil Majestad?- Inquirió respetuosamente dado que había sido
llamada al salón de audiencias, con cortesanos presentes.-
-Sí princesa.-
Repuso Neherenia que pasó a indicarle, ante el asentimiento de Doran, sentado
junto a ella.- Es nuestro deseo presentar respetos y felicitar en persona a sus
majestades los reyes de la Luna Blanca y la Tierra por el feliz alumbramiento
de su heredera, la princesa Usagi Chiba, la Pequeña Dama. Para tal fin, os
designamos a vos como representante del reino de la Luna Nueva. Partiréis
mañana a la Tierra a realizar esa misión. Una vez allí, podréis quedaros un
tiempo para poneros al día de las nuevas pertinentes que haya sobre ese mundo amigo.
-Será un honor
y un privilegio para mí cumplir con esa encomienda que me hacéis, majestades.-
Afirmó la joven, realmente agradada por ello.-
Y es que Alice tenía muchas ganas de
visitar aquel hermoso planeta azul y tal y como le prometieron hace tiempo,
ahora podría hacerlo. Una vez terminada la audiencia y a solas, sin embargo, su
madre le comentó.
-Irás de
incognito para bajar a la Tierra. No conviene hacernos notar. Sabes que las
cosas allí están algo tensas. Podrás usar el espejo que tenemos que se comunica con el de la casa de Cooan, la
madre de Idina. Ella seguro que se pondrá muy contenta de verte.
-Así lo haré.
Yo también me alegraré mucho de verla.- Afirmó la muchacha.-
Desde luego que le tenía mucha
estima a esa anciana tan agradable y sabia, que tanto la ayudó cuando estuvo en
Bios. Así pues, tras despedirse de su madre y soberana, la joven partió a sus
aposentos a prepararse. De camino fue abordada por Briseida quien también había
acudido a la corte.
-Alteza,
celebro veros.
-¡Brise!-
Sonrió la muchacha sorprendida al encontrarla allí.- ¿Cuándo has llegado?
-Acabo de
venir desde mi casa. Mis padres me enviaron a presentar nuestros respetos y a
transmitiros felicitaciones para los reyes de la Tierra.
-Precisamente
voy a ir allí en breve para hacerlo.- Le comentó su interlocutora.-
-Es una
lástima que no podamos vernos un poco más de tiempo.- Comentó Briseida.-
-En cuanto
retorne te lo compensaré.- Le prometió Alice, confiándole.- Antes debo ir a
visitar a una persona muy querida para mi madre y para mí.
-Os aguardaré
con sumo placer, Alteza.- Asintió su contertulia haciéndole una leve
reverencia.-
La princesa se despidió continuando
su camino, Briseida se la quedó mirando con gesto animoso que enseguida trocó
por otro más serio y duro en cuando Alice se perdió por aquel largo pasillo en
el que se habían encontrado.
-Tú ve a
cumplimentar a quién sea. Entre tanto, me ocuparé de hacer lo que realmente
vine a hacer.- Se dijo esbozando una maquiavélica sonrisa.-
Ajena a eso, Alice tampoco sabía
que, en ese mismo momento, y desde hacía días, Tom y Loren estaban allí de
visita junto a su tío Lance. El muchacho había pasado mal esos meses,
acordándose siempre de su amada. Aunque cuando llegó a la casa de su abuelo y
curioseó alguno de sus libros en la biblioteca privada que éste había reunido
se llevó una gran sorpresa. Anotaciones sobre un extraño y poderoso libro y una
figura llamada el Demiurgo le sorprendieron. Preguntó a su tío Lance y aún se
quedó más atónito cuando observó como el rostro de éste palidecía. Simplemente
le arrebató un papel que el joven llevaba con esas anotaciones, lo rompió y le
dijo con tono cortante y seco.
-Olvida que
has visto o leído nada a ese respecto. Eso no es algo con lo que se deba jugar.
¿Comprendido?
-Sí, tío Lance.-
Musitó lacónicamente el chico.-
Una vez que Tom salió de esa
habitación Lance maldijo su descuido. Se había olvidado completamente de todo
aquello y ni se preocupó de ocultar las anotaciones de su padre. Tampoco había
querido destruirlas. Eso pudo ser negligente por su parte pero es que había
estado estudiándolas para averiguar cosas y jamás pensó en que su sobrino
pudiera encontrar aquello. Para empezar vivía en otro planeta y apenas había
venido nunca de visita a la casa de sus abuelos en la Tierra. No obstante,
enseguida se dijo.
-Solucionaré
ese error. La historia no se repetirá. O mejor dicho, no se alterará.
Se apresuró entonces a destruir u
ocultar todo lo que juzgó peligroso. Sin embargo, eso y sus avisos a su
sobrino, lejos de hacer desistir a Tom, le espolearon. Por fortuna el chico no
entregó todas las anotaciones que había hecho. De modo que pretendió hacer caso
al consejo de su tío y aprovechó una tarde que éste estaba fuera. Su abuela
Cooan y Loren también habían salido de tiendas. Gracias a las lecturas que
había hecho durante ese tiempo el muchacho había aprendido a conjurar entes de
otras realidades. Pero no tenía mucha idea de cómo convocar a ese extraño ser.
Quizás el modo directo fuese el mejor y, tras celebrar algún que otro rito, se
limitó a llamar en voz alta.
-¡Demiurgo!
Quiero verte. Vamos, sé que existes. Mi abuelo dejó escritos que mi tío no ha
podido destruir, es más, copié algunos y ahora lo sé todo. El Libro de los
Días…Ese es el libro que escribes tú, ¿verdad?...y trata sobre nosotros, ¿no es
así?.. Me gustaría darle un vistazo, para ver qué es lo que dice sobre mí.
Pasaron unos instantes en los que
nada sucedió. El joven suspiró sentándose sobre su cama. Comenzó a creer que
estaba haciendo el ridículo y se alegró de estar a solas.
-Si pudieran
verme se reirían de mí. Como de costumbre.- Musitó con una buena dosis de auto
reproche.- ¿A quién quiero engañar?. Esto debían ser chaladuras del abuelo…
Fue
entonces cuando, increíblemente, una gran figura enfundada en un sayal y una
capucha oscuras, se aparecieron ante él. Tras el gran susto que se llevó, Tom
pudo enfrentar su mirada a esa aparición y preguntar con la voz entrecortada.
-De…Demiurgo,
¿eres tú?..
-Yo soy.- Fue
la respuesta que retumbó con un tono entre gutural y grave. Para agregar de un
modo más suave y hasta conciliador.- Veo que has hecho bien tus deberes y sé lo
que quieres. La única cuestión es… ¿estás dispuesto a pagar el precio?...
- Sí, si me
conoces tal y como está escrito aquí, ya sabes cuál va a ser mi respuesta.- Se
atrevió a replicar el chico.-
-Muy bien.-
Convino aquel ser.- Tendrás lo que deseas…
-¿Qué debo
hacer?- Inquirió el joven, todavía intimidado por aquella presencia.-
-Nada en
absoluto… yo me ocuparé de que todo se desarrolle acorde con tus anhelos.- Le
aseguró su interlocutor.- Te dotaré de lo necesario para conseguir tu meta. A cambio,
un día tendrás que cumplir con tu parte en la historia.
-Así lo haré.-
Sonrió ahora Tom, entre emocionado y eufórico para sentenciar.- Si ella fuera
al fin mía, si me amase, entonces nada de lo demás me importaría.
Pero al terminar la frase se encontró
nuevamente sólo. Ahora dudaba si había tenido un sueño o no. Hasta que saliendo
del cuarto tuvo el impulso de sentarse al piano y tocar. ¡Para su completo
asombro lo hacía de maravilla!, y eso que él jamás había dado clases. También
comenzó a cantar, canciones que no sabía. Y su voz sonaba realmente
bien…Sonrió, incluso rio encantado. ¡Aquella era la prueba, eso no había sido
un sueño entonces! Fue cuando descubrió ese gran libro, de color burdeos, sobre
una mesa del salón. Y junto a él una especie de pluma como las que hacía siglos
se usaban para escribir y una gruesa agenda encuadernada en algo similar al
cuero negro, con bastantes páginas en blanco…supo de forma instantánea qué
debía hacer con ella.
-Al fin, ¡ya
no seré un mediocre nunca más! - Dijo en voz alta y lleno de regocijo.-
A su memoria vino esa dura
conversación que mantuvo con su madre. Después de que la familia volviera de
despedir a Alice él estaba metido en su cuarto, perdido en su tablet, tratando
de estudiar, pero no podía concentrarse. Estaba desesperado por terminar ese
maldito bachillerato. Ya había repetido un curso, pero sus padres no estaban
enfadados por ello. Es más, le animaban. Quizás eso era lo más triste de todo.
Desde pequeño Tom sabía que tenía dificultades de aprendizaje. Casi todo en ese
aspecto le costaba mucho trabajo. Al menos era bueno en los deportes, para
béisbol y baloncesto todos le querían en
sus equipos. No obstante, a su edad, esas cosas perdían importancia. Y por si
fuera poco difícil concentrarse en los apuntes de por sí, ahora solamente
pensaba en ella. Alice era una chica excepcional. Maravillosa y que habría
destacado igualmente aunque no hubiera sido una princesa. Demostró ser una
brillante alumna y además con sangre saiyajin. El desconsolado joven lo pensaba
y movía la cabeza. ¿Cómo iba una muchacha así a fijarse en un perdedor como él?
Lo lógico fue que se interesase por Granate, quien a su vez era apuesto y un
magnífico estudiante a su vez. Sobre todo tras aquella amarga despedida que
tuvieron. A estas alturas la chica estaría retornando a la Luna. Meditaba sobre
ello cuando tocaron a la puerta.
-¿Quién es? -
Pudo preguntar algo sobresaltado.-
-Soy yo...hijo.-
Se anunció Idina.- ¿Puedo entrar, cariño?
Él no replicó y al cabo de unos
instantes su madre abrió la puerta despacio y tras verle ahí sentado, frente a
su ordenador, se acercó a él.
-¿Estabas
estudiando, hijo? Alice me dijo que tenías cosas que hacer y que te habías
despedido antes de ella.
-Sí mamá. Es
que tenía que repasar. ¡Este maldito examen!...-Se quejó amargamente él.-
-No te
preocupes, tu padre y yo sabemos qué haces lo que puedes.- Le animó su
interlocutora.-
-Pero no es
suficiente, ¡Nunca lo es! – Se lamentó ahora con visible pesar, espetando.
-¿Por qué tengo que ser tan mediocre?... ¿Por qué no puedo ser como vosotros?
-Hijo mío,
pero ¿qué estás diciendo?- Se sorprendió su atónita madre para apresurarse a
rebatir con una mezcla de preocupación y pesar.- Tú no eres ningún mediocre.
-¡Sí que lo
soy, mamá! - Sollozaba él, con patente dolor para sentenciar.- No me extraña
que ella ni me mirase a la cara.
Ahora fue Idina la que, sujetando
con afecto entre sus manos el rostro desencajado de su hijo, le observó con
honda preocupación. Entonces lo comprendió.
-¡Oh, hijo
mío!...No me digas que… por eso no fuiste a despedirla, ¿verdad?...
El chico únicamente podía llorar en
silencio, tratando de esconder su cara, su entristecida madre suspiró…
-Supongo que
la quieres desde hace mucho, ¿no es así?...
El desolado muchacho asintió
débilmente y apenas pudo sollozar lleno de impotencia.
-Ella solamente
piensa en Granate. Él es inteligente, terminó la academia militar y además es
mayor que yo… comparado con él no tengo nada que le pueda gustar a Alice, ni
inteligencia, ni fuerza, ni poderes…
-Cariño.- Le
susurró su madre visiblemente afectada.- Eso no es lo que enamora a una chica.
Granate es un gran muchacho, como lo eres tú también. No sufras más por eso. Tú
encontrarás tu camino y tu amor algún día, ya lo verás. A todos nos han pasado
ese tipo de cosas. Yo misma llegué a pensar que jamás me casaría, que no
encontraría al hombre adecuado, y entonces llegó tu padre…
El chico no dijo nada. Su padre en
efecto era un buen hombre, pero no pasaba de ser un tipo corriente. Su madre
también, una simple maestra y su hermana, pues eso, una cría que adoraba
pintar. En cambio los miembros de la familia de Alice eran reyes…y la de
Granate, pues bueno. Tenía un difunto tío héroe de guerra, con su nombre puesto
en la avenida principal. Su madre era una de las principales responsables de la
terraformación de Bios y su padre el mejor ingeniero de infraestructuras del
planeta que hasta había ido a la Luna de su mundo y al reino de Alice a
ayudarles. Era evidente de quién se iba a enamorar esa chica. Ahora volvía de
esos pensamientos pero no con pesar, al contrario. Eso se había terminado para
siempre. Abrió aquel libro leyendo algunos pasajes y tras cavilar un poco, tomó
aquella pluma y comenzó a escribir en esa extraña agenda, las palabras que
ponía más que ser anotadas daban la impresión de materializarse como por
encanto…
-Entonces.
¡Ahora seré capaz de hacer lo que quiera! Le daré la vuelta, lo cambiaré todo.
Bueno, no debo ser egoísta. Tengo la gran oportunidad de mejorar las cosas, no
solamente para mí, sino para todos aquellos que lo precisen. - Pensó lleno de
entusiasmo, y como si de pronto alguien se lo hubiera revelado, musitó.- Alice
va a venir precisamente aquí. Le daré una bienvenida que nunca podrá olvidar…
Y
en otra lejana dimensión, ajenos por completo a estos hechos, los miembros del
grupo se quedaron en silencio tras la partida del ángel hasta que por fin,
Asthel exclamó con seguridad y señalando hacia el tortuoso camino.
- ¡En marcha,
hacia los infiernos!- arengó. -
Todos
le siguieron a una, con los rostros cargados de decisión y moral para afrontar
aquella aventura, dándose las manos para conformar un círculo perfecto mirando
hacia el interior y cantando a coro una canción que les llegó a la mente,
resumiendo quizás el propósito de sus propias vidas. Regalo del Demiurgo…
No
les digas a los dioses que dejo atrás un desastre,
No
puedo deshacer lo ha sido hecho,
Vamos
a correr para ponernos a cubierto.
¿Y
si soy el último héroe que queda?
Mejor
que dispares tu pistola
Una
vez y para siempre.
Dijo
que fuera a secarme los ojos
Y
que viviera mi vida
Como
si no hubiera un mañana, hijo.
Y
diles a los otros
Que
lo canten como un colibrí,
El
himno más grandioso jamás escuchado...
Somos
los héroes de nuestro tiempo,
Pero
bailamos con los demonios de nuestra cabeza.
Somos
los héroes de nuestro tiempo, héroes,
Pero
bailamos con los demonios de nuestra cabeza.
¡Héroes!...
Y eso precisamente eran. Unos héroes puros de
alma y de corazón. Todos resplandecían con una blanca luz, sus cabellos en tono
inmaculados y con el brillo de sus ojos dorados, decididos a llegar hasta el
final arrostrando cualesquiera que fueran las consecuencias. Unidos en la mutua
confianza y el deseo de cumplir con su trascendental misión. Por ellos y por
todos los seres del universo…Y así corearon todos…
Somos
los héroes de nuestro tiempo, héroes...
Pero
bailamos con los demonios de nuestra cabeza,
Somos
los héroes de nuestro tiempo, héroes...
Los
grillos cantan una canción para ti,
No
digas una palabra, no hagas ni un ruido,
Es
la creación de la vida.
Hago
que los gusanos se conviertan en mariposas,
Me
levanto y convierto este mundo
En
agradecimiento.
Dijo
que nunca me aparté de tu lado,
Cuando
estabas perdido, yo seguí detrás de ti
Era
tus cimientos.
Ahora
ve a cantarlo como un colibrí,
El
himno más grandioso jamás escuchado,
Vamos
a cantar juntos...
Y una vez más cantaron, llenos de decisión y esperanza…
Somos
los héroes de nuestro tiempo,
Pero
bailamos con los demonios de nuestra cabeza.
Somos
los héroes de nuestro tiempo, héroes,
Somos
los héroes,
Seguimos
bailando con los demonios, en nuestras mentes
Tú
podrías ser un héroe.
Ve
a cantarlo como un colibrí,
El
himno más grandioso jamás escuchado,
Ahora,
cantemos juntos...
-¡Adelante!
- Exclamó Asthel.-
Y todos a una asintieron, coreando
una vez más…
Somos
los héroes de nuestro tiempo, héroes,
Pero
bailamos con los demonios de nuestra cabeza.
Somos
los héroes de nuestro tiempo, héroes...
Pero
bailamos con los demonios de nuestra cabeza.
Seguimos
bailando con los demonios,
Tú
podrías ser un héroe.
Nosotros
somos los héroes.
(Heroes. Mäns
Zelmerlöw crédito al autor)
Y
aquella figura embozada en su negro sayal, portando ese gran libro, al verles
partir escribió algo y declaró.
-Buena suerte,
hijos míos. Todos tenéis un importante papel que desempañar y sois muy queridos
para mí. De un modo u otro siempre estaré con vosotros.
Así
comenzó el descenso…
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