martes, 8 de marzo de 2011

GWT 40.192. El descenso a los infiernos, los dos primeros círculos.



Granate les señaló hacia abajo, a los pies de todos podía verse un gran agujero que parecía conducir a un inmenso torbellino de color verdoso.



- Ahí está la entrada a la dimensión de los infiernos. – Declaró el chico. -

- "Es por mí que se va a la ciudad del llanto, es por mí que se va al dolor eterno y el lugar donde sufre la raza condenada, yo fui creado por el poder divino, la suprema sabiduría y el primer amor, y no hubo nada que existiera antes que yo, abandona la esperanza si entras aquí" novena y última línea procede la frase "Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate", o" Abandonad toda esperanza, aquellos que entréis aquí"- Recitó Mimet, dejándoles sorprendidos para aclararles.- Es la Divina Comedia de Dante. Lo leí hace tiempo para ver si despertaba algún sentimiento en mí.

-¿Y lo recuerdas de memoria?- Se sorprendió Fiora, alabando.- Es impresionante.



            Su compañera se encogió de hombros, respondiendo sin darle importancia.



-Para mí no tiene nada de particular. Suelo recordarlo todo.

-Bueno, lo importante ahora es saber a dónde debemos ir.- Intervino Brian.-

-Pues si tenéis datos sobre como es este sitio es que alguien estuvo antes aquí. Si escribió  un libro sobre él y tú lo conoces.- Dedujo observando a Mimet para sentenciar.- Así nos será mucho más fácil orientarnos.



            El saiyajin parecía animado al comentar aquello. Aunque otros no daban la impresión de compartir su optimismo. Maray, sin ir más lejos, inquirió sorprendida.



-¿Los infiernos? ¿Es que hay más de uno?....

- El infierno se divide en nueve círculos que rodean uno a otro, eso es a lo que se refiere. - Le explicó su hermano -…

- No del todo Asthel,- corrigió Granate matizando. - Lo que tú has dicho es cierto, pero cada uno de los círculos es muy distinto del anterior. Podríamos decir más bien que son dimensiones entrelazadas. Tienen sus propias normas y peligros. Eso me lo contó mi abuelo. Y…Diaval, lamento tener que decirte esto, pero me temo que este lugar no va a ser como Dante pensaba…

-¿Qué debemos hacer en primer lugar? - Quiso saber Fiora. -

- Lo primero es cruzar por el torbellino, todos de la mano, no soltaros o saldríais a cualquier lugar remoto y perdido, aislados para siempre de los demás.- Les avisó Granate. -

- Podemos unir nuestras energías en una gran burbuja que nos proteja.- Propuso Minara. -

- Es una buena idea. Aunque otra cosa os debo advertir...- dijo su guía de forma muy seria. -Cuando entremos ahí, no estaremos solos...

-¿Quiénes estarán allí, los demonios? - Inquirió Brian preparado para posibilidad de luchar.  -

- No, aun no, pero casi será peor, las almas perdidas y no purificadas.- Les previno Granate  añadiendo con patente inquietud. - Tratarán de pegarse a nosotros porque llevaremos luz.

- Intentaremos no brillar y apagaremos las linternas. - Repuso Mimet ingenuamente. -

- No creo que se refiera a ese tipo de luz, cariño.- Contestó Brian algo preocupado también por el carácter sobrenatural de esa amenaza. -

- Está hablando de la luz del espíritu.- Aclaró Asthel dirigiéndose a todo el grupo.  - Esa es la que les atraerá. Debéis ser fuertes y no dejaros influenciar por esas almas...

- Exactamente, no les prestéis atención, concentraros solamente los unos en los otros y cruzaremos sin dificultad. Y sobre todo, por nada del mundo, no importa lo que os digan, rompáis la burbuja ni os separéis. - Les pidió Granate haciendo bastante énfasis en ello. -...



            Sus compañeros asintieron convencidos, estaban dándose las manos en un círculo en el que, a diferencia de la anterior vez cuando rechazaron a los seres del olvido, miraron hacia el interior. Entre todos generaron una nueva burbuja protectora y a una señal de Granate se impulsaron hacia las profundidades del torbellino. Al principio éste sólo era un difuso entorno verdoso por el que parecía aullar una especie de viento sobrenatural. Pero al poco se vieron rodeados de innumerables manchas negras que parecían gemir sin descanso, tratando de pegarse a las paredes de la burbuja. Rostros de dolor y sufrimiento con formas grotescas se dibujaban en ellas. Todos se esforzaron por no mirarlas, incluso Diaval, que era el príncipe heredero de Nuevo Vegeta y que no había conocido nunca el miedo en un combate, estaba horrorizado ahora y propuso algo dubitativamente.



- Podríamos alejarles con un rayo de energía.

- No Diaval, eso no creo que sirviese de nada. Y recuerda lo que ha dicho Granate, no debemos separarnos. Es mejor no romper el círculo. - Rebatió Maray también con patente temor -... ¡no las mires!..

- Maray tiene razón.- Corroboró Granate haciendo acopio de todo su aplomo. - Tus poderes de energía tangible no valen aquí, sólo cuenta la fuerza del espíritu y la pureza del alma. –Añadió para sentenciar.- Y ya os lo he advertido antes. Por nada del mundo debemos romper este círculo. Es nuestra única protección.



Aunque el saiyajin tuvo que escuchar algunas voces que parecían querer colarse en su mente y que le chillaban.



-¡Cobarde! Has abandonado a tu pueblo en su hora de mayor necesidad. El peligro no está aquí. Está en tu mundo…

-Tengo una misión que cumplir y nuestras patrañas no me lo impedirán.- Espetó él tratando de no caer  en esas provocaciones.-

-¡Ja, ja, ja! El príncipe sin honor.- Clamaban aquellas burlonas voces.- ¡La vergüenza de su estirpe!

-Menuda una excusa… ¡tan pobre como cobarde! Dejar abandonados a los tuyos. ¿Dónde está tu lealtad? Eres aún peor que tu mentor, ese loco de Eron…

-Sí... ¿Dónde está tu orgullo?- Chillaban otras grotescas caras.- ¡Sólo eres un cobarde!



            El joven rechinaba los dientes con visible cólera. Sin embargo, mirando hacia el centro del círculo se tranquilizó, Fiora le observaba con esos ojos azules tan profundos y le sonreía dándole ánimos. Le devolvió la sonrisa casi sin pensar. Por algún motivo la presencia de esa chica ejercía sobre él un influjo de calma. La muchacha a su vez, se fijaba en ese poderoso guerrero. Algo en ella también se despertaba. Quizás porque le parecía un tipo atractivo, puede que por la fuerza que percibía en él. De hecho había conocido a otros saiyajin, en especial a Gloria, esa chica a quién nunca le cayó bien. Ambas tenían desde luego ideas muy diferentes sobre cómo actuar. La saiyajin siempre deseando solucionarlo todo a golpes, ella en cambio, deseando evitar cualquier tipo de violencia.



-Nunca pudimos entendernos, aunque no era mala chica en el fondo. Y la pobre estaba coladita por mi primo Alex.- Se sonrió ahora rememorando aquello.-



El caso es que, gracias a esos pensamientos, era capaz de abstraerse de la negrura y el mal que les rodeaba. Pese a todo, la joven tuvo que oír cosas como…



-Tu mundo perecerá. Los bosques arderán…todos los animales serán masacrados… no quedará nada cuando llegue el olvido…Y ya jamás verás a tu familia…

-Tu sacrificio será inútil, penarán hasta el final de sus días pensando en ti.

-Ni caso - Terció Diaval guiñándole un ojo para sonreír, afirmando.- Yo provocaba mejor a mis compañeros de lucha cuando tenía seis años…



Aquello hizo que la joven sonriera a su vez, librándose de aquel influjo. Los demás parecían estar serenos, excepto Mimet que a su vez miraba a Brian. No quería apartar la vista de él hasta que eso no terminara. Ella nunca había tenido esa sensación y eso que desde que comenzó a salir con él había conseguido ir mostrando algunos sentimientos cada vez más profundos. Pero lo de ahora no era nada adquirido, ni tuvo que aprenderlo ni esforzarse por intentar sentirlo, apareció de pronto, era un miedo que sobrepasaba cualquier lógica y que ni la misma muchacha llegaba a comprender. ¿Miedo a lo desconocido quizá?...hasta ahora lo desconocido sólo le había inspirado curiosidad científica y afán de análisis, pero esto era algo que iba mucho más allá. Se daba cuenta de que su forma analítica aquí no servía. Más cuando un demacrado y retorcido rostro le chilló con tono histriónico.



-Nunca sabrás lo que es amar… No tienes sentimientos… ¡Tu novio te dejará!…

-En ese caso, es ilógico y una pérdida de tiempo que trates de apelar a posibles temores míos. Dado que no tengo capacidad de sentirlos.- Repuso ella, tratando sin embargo de aplicar la razón. Incluso se permitió aconsejar a ese tenebroso ente. - Deberás modificar tu estrategia.



            Aquella visión entonces se esfumó. Brian pareció percatarse de esas tribulaciones que su novia padecía y le dijo con tono confortador, sobreponiéndose a sus propios temores



- No tengas miedo, yo estoy contigo, Mimet....y nunca te dejaré.



Ella sonrió más tranquila, estaba convencida de que su novio no la dejaría sola allí y eso la dio renovadas fuerzas.



-Lo sé al cien por cien de certeza.- Asintió ella esbozando una ligera sonrisa.-



            Aunque fue el turno del chico de escuchar, a una cara en forma de horrenda y deformada mujer susurrarle al oído.



-Eres un pervertido…hijo de dos pervertidas…te liaste con tu hermana, deseabas a tu propia tía… ¿Si eso se supiera quién te aceptaría?

-Tu novia te abandonará horrorizada… sólo eres un desviado… ¡Ja, ja, ja! - Aseguró otra voz gutural.-



            El joven pasaba un mal rato, moviendo la cabeza y tratando de no oír aquello. Aunque ahora fue Mimet quien con su privilegiado oído escuchó aquello y declaró para ayudarle.



-Él me lo ha contado todo, perdéis el tiempo. Eso ya está superado y yo le acepto…Vuestro razonamiento es erróneo otra vez.



            Y Brian sonrió, susurrándole a su novia.



-Te quiero, mientras sigamos juntos no podrán nada contra nosotros…



Ella asintió. Por su parte las hermanas Alusa y Minara se miraban la una a la otra apoyándose con sus respectivas determinaciones. Pensaban en sus padres, sus abuelos y otros familiares y la confianza que habían depositado en ambas. Asimismo tenían muy presente su responsabilidad y la importancia de su tarea. También en sus compañeros de grupo, no serían ellas las que flaqueasen. Soportaban estoicamente como algunos de esos horribles engendros se aproximaban gritándolas de forma burlona.



-Vuestra tía volverá a caer en las drogas… ¡Y ahora no estaréis allí para salvarla!…

-Vuestra madre estará sola…sin su madre, sin su padre y sin vosotras…seguro que vuestro padre también la dejará…Tiene sangre infernal, como vosotras…

-Hermana, esta colección de idioteces no nos detendrá.- Afirmó Alusa.-

-Ni pensarlo. Hace falta mucho más para frenar a las hermanas O’ Brian - Masters.- Declaró Minara.-

-Como la tía Kathy solía decir. Tenemos la suerte irlandesa por partida doble.- Sonrió su interlocutora.-

-Esperemos poder usar un poco de ella aquí.- Suspiró su hermana.-



            Lo mismo podía aplicarse a Asthel y Maray. Ambos centraban la vista en el otro. Sonreían confiados, ignorando aquellos aullidos y terribles gritos en demanda de ayuda. O esas voces roncas que les amenazaban con la pérdida de sus almas y la condenación…



-Eso no pueden hacerlo.- Repuso calmadamente él.-

-Lo sé, hermano. - Asintió la muchacha.-



            Y entre tanto esos malvados entes arreciaban en sus imprecaciones tratando de minar su moral con chillidos que afirmaban.



-Has fracasado Mensajero… todo será inútil…el final es inevitable…-Rechinaban algunas voces.-

-Tú, niña… has perdido tus sueños. Ya jamás podrás volver a ver a los que amas…Tu novio encontrará consuelo en otra…

-Y la tuya también te olvidará, Mensajero sin mensaje, siempre habrá otro chico que le guste para sustituirte.- Añadía otra de esas espectrales sombras.-

-¡Oh, Maray! Seguro que tu amiga Crista te arrebatará tu herencia. Tu abuela la preferirá a ella.- Resonó otra horrísona voz fantasmal.-

-Los dos habéis dejado destrozados a vuestros padres… y todo eso ¿para qué?... ¡Ja, ja, ja!...



            Aunque los aludidos se limitaron a sonreír, mirándose fijamente e ignorando aquellos ridículos comentarios. Granate por su parte se abstraía con el pensamiento de sus padres, y el recuerdo siendo niño de las palabras de su abuelo. Incluso ahora le venía a la mente aquellas veces en las que, siendo muy pequeño, su abuela ILaya se le aparecía en sus sueños. Aquella mujer de pelo castaño y ojos verdes siempre le sonreía animosa y con mucho afecto. De este modo se obligaba a ignorar el horrible trance por el que todos pasaban. También se acordaba de sus padres, y de Alice, además de sentirse responsable como guía en esta primera etapa del camino…Pero entonces una de aquellas terribles visiones de rostro demacrado y boca desencajada se rio delante suya espetándole.



-Ella te dejará, ¡te abandonará!…otro te la está robando….Alice acabará sucumbiendo a sus encantos. Deberías volver para evitarlo…

-No es una posesión mía para que la haya de guardar.- Repuso él sin perder el aplomo.-

-Y tu madre verá como tu padre y los demás envejecen y mueren. Será libre para desahogar sus diabólicos instintos con tus amigos…Al igual que tú, en el fondo sólo se quiere a sí misma.

-Está visto que no conocéis a mi madre.- Suspiró él sin prestar mayor atención.-



            Así los miembros del grupo continuaron soportando todas aquellas amenazas e insultos con férrea disciplina y estoicismo. Tras unos momentos que parecieron durar eternamente el remolino y esas manchas comenzaron a ser cada vez más escasas. Los seres que les habían amenazado al fin desaparecieron y los nueve aterrizaron sobre lo que parecía un suelo arenoso y húmedo...



-Menos mal. Desde luego eran muy pesados.- Suspiró Minara, con visible alivio.-

-Pues ésta era solamente la entrada. Y ellos el comité de recepción. Deben ser los tipos más amables que haya por aquí. - Comentó irónicamente Brian.-

- Yo creía que el Infierno era de otra manera totalmente distinta.- Declaró Alusa con visible extrañeza al pisar aquello. -

- Sí, yo también,- afirmó Fiora sorprendida según especificaba. - Algo ardiente con muchas llamas....y lleno de demonios.

- Eso es pura simbología, la verdad sobre el Infierno es muy diferente. Igual que el concepto de infierno es distinto para cada uno. En realidad es otra dimensión con otros mundos y otros seres. Pero lo peor de todo estriba en que viven de espaldas al Creador.- Les contó Granate.-

- Sí, quisieron renunciar a la Luz del Espíritu y al Amor Universal.- Añadió Asthel con su voz teñida de consternación -

- Entonces ¿qué lugar es éste? ¿En qué parte del infierno estamos ahora? - Inquirió Diaval recorriéndolo con la vista sin conseguir ningún punto de referencia. -

- Esta es una zona neutral...tierra de nadie - Le contestó Granate también oteando el lugar. -...Diría que en el ante infierno. Como lo llamase Dante.

-¿Qué quieres decir? ¿Qué esto no es parte del infierno?...- quiso saber Maray, perpleja. -

- Sí que lo es, pero no pertenece a ningún círculo en especial - le aclaró su contertulio. - A decir verdad es una subdivisión,  la frontera entre el primer y el segundo círculo infernal.

-¿Entonces nos quieres decir que ya hemos atravesado el primer círculo?,- intervino Brian esperanzado. -

- Así es...el primer círculo es la entrada al Infierno y sus moradores son los seres inferiores y las almas condenadas y no purificadas que nos rodearon. Es como una especie de limbo. Algunos lo llaman Más Allá, y los incautos e inconscientes que practican el juego de la oujia, a veces logran convocar a alguna de esas almas atormentadas, que tan amablemente nos han recibido, a nuestro plano de existencia.- Aseveró sarcásticamente Granate que explicó. - Como nuestra fuerza espiritual es muy grande nos ha permitido cruzar ese umbral sin ningún problema...

- Pero me temo que el resto del trayecto no será tan fácil.- Comentó Asthel arengando de seguido a los demás. - ¡Debemos seguir ya!...



            Con poco entusiasmo el resto convino en ello. Se pusieron trabajosamente en camino, sus pies se hundían entre aquel terreno arenoso que estaba cada vez más embarrado. La atmósfera era densa,  cada vez más irrespirable. Granate les aconsejó que usaran la fuerza de su espíritu y no sus sentidos físicos. Asthel añadió según lo comprendía...



- El Infierno es una dualidad, es un lugar físico y espiritual, ambas realidades se entrelazan indistintamente. Pero la verdad está en el espíritu, no os fieis de las apariencias, casi siempre engañan. Eso es algo que me dijo mi abuelo Diamante una vez. De hecho, él vino hasta aquí cuando era joven para rescatar a mi abuela Esmeralda.

- Lo recuerdo. Una vez soñé con eso, cuando era pequeña. – Afirmó Maray. – Tuvo que hacer frente a muchas pruebas para conseguir regresar con ella.

-Tu abuelo debe de ser un tipo duro, para venir aquí él solo.- Alabó Diaval remachando.- Me gusta. Sería un honor poder charlar con él y que nos aconsejara.

-Cuando volvamos si quieres te lo presento.- Sonrió Asthel, sin poder evitar que aquel comentario le hiciera gracia.-

-Creía que los saiyajin únicamente os respetabais entre vosotros. - Comentó Alusa con algo de retintín.-

-Los de mi pueblo siempre respetamos y admiramos el valor. Provenga de quién provenga.- Aseveró el aludido con rotundidad.-

-Sí…y aquí entre todos tenemos una buena suma de coraje para salir delante.- Terció Maray.-



            El resto se animó por aquel comentario. De hecho levantaba la moral y hasta ese instante todo parecían ir bien. Tras unos segundos de silencio fue Mimet la que declaró con visible desconcierto.



- Pues yo no sé qué hacer, siempre me he basado en lo que podía ver, tocar o medir. Me siento muy rara aquí.

- Tendrás que cambiar, todos deberemos hacerlo. Este lugar tiene muchos peligros, pero quizás el mayor es el que viene de nosotros mismos. Todos tendremos que vencernos en cierta medida. – Le respondió Granate, mirando a la muchacha y al resto a continuación para sentenciar.- Como esas voces. Todo lo que nos decían proviene en realidad de nuestros propios temores. Eso es lo que les daba fuerza, se alimentan de eso…

-Sí, como la canción que cantábamos al bajar.- Recordó Maray.- Bailamos con los demonios en nuestra mente.

-Los demonios de nuestra mente. Esos son sin duda los más peligrosos.- Convino Brian.-

-Así es. El Demiurgo trata de ayudarnos. Por eso nos mandó ese mensaje en forma de canción.- Sonrió Asthel.- Es su forma de decirnos que confía en nosotros…

-Lo que no comprendo es que si ese Demiurgo tiene tanto poder, no nos lleve directamente a ver a ese tal Lucifer a través de algún pasillo mágico o algo así.- Cuestionó Diaval.-

-Quizás ni él mismo pueda hacer eso.- Conjeturó Brian.-

-O puede que eso no tuviera ningún mérito y debemos ser dignos de llegar por nuestros propios méritos.- Convino Asthel.-



            El resto escuchó meditando sobre esas palabras. Mientras tanto siguieron caminando hasta que por fin llegaron al pie de lo que parecía un muro de colosales dimensiones. Una gran gruta se abría junto a una gigantesca puerta que parecía de una madera petrificada e indestructible. Granate se detuvo y tras él los demás, miró hacia la misma y dijo...



- Esa es la puerta que marca la entrada al segundo círculo infernal...

- Pues vamos a abrirla y ya está. - Comentó despreocupadamente Diaval que se dispuso a lanzar un rayo de energía, afirmando. – No tenemos llave pero supongo que esto servirá…

- Eso no creo que sirva de nada. - Objetó Fiora mirando la gigantesca puerta. -

-¡Tú no me has visto en acción, puedo desintegrar meteoritos del tamaño de ciudades. Vaporizaré esa puerta sin sudar!  -Se jactó el saiyajin.-



Y desde luego parecía perfectamente capaz de hacerlo. Acumulando energía apuntó contra el objetivo lanzando un potente rayo. No obstante, éste se estrelló contra su blanco produciendo una gran explosión que retumbó durante largo rato en aquella densa atmósfera obligándoles a todos a taparse los oídos....pero al disiparse los humos, la puerta, para asombro de todos, seguía allí, indemne...



-¡Maldita sea! - exclamó el contrariado saiyajin. - ¡Ese rayo habría destruido una ciudad entera! Pero no me rendiré tan fácilmente. – Remachó convirtiéndose en súper guerrero y preparando otra acometida. -

- Ya te han dicho que eso de nada sirve aquí, yo también puedo convertirme en súper guerrero...- dijo Brian que lo hizo a su vez oponiendo. - Aunque no creo que logremos nada tampoco con ese nuevo ataque...

- Entre los dos seguro que la derribamos, los demás poneos a cubierto - ordenó el guerrero del espacio a su forma principesca. -

- No te esfuerces, no servirá de nada.- Afirmó convencido Asthel -...

-Y evitaremos quedarnos sordos.- Terció Alusa.-

- Podemos probar, puede que el primer ataque la haya debilitado...- arguyó Diaval alegando.- Nada perdemos por…



Aunque antes de poder completar la frase todos se quedaron petrificados por un rugido sobrenatural que provenía de la caverna y el mismo saiyajin inquirió con estupor.



- ¿Qué demonios ha sido eso?...

- No mentes la soga en casa del ahorcado. - Suspiró Granate.-



            No obstante, todos se giraron hacia la fuente de ese sonido...de la oscuridad de la caverna centellearon varios ojos verdosos...seis en total. Poco a poco sus dueños se fueron haciendo visibles, tres enormes cabezas de perros con unas fauces temibles emergieron de la gruta mirando amenazadoramente a los nueve...



-¡Son tres perros enormes!...- pudo indicar Maray aterrada. -

- No, no son tres,- rebatió Granate reconociendo a aquel ser para sentenciar con horror. - Es  solamente uno....pero vale por una legión de ellos.

           

            Todos le miraron incrédulos pero el muchacho tenía razón. Aquellas tres cabezas se unían en el único cuerpo de un gran perro - lobo, cuya cola terminaba en una cabeza de serpiente. La lengua bífida de esa cabeza salía amenazante, olisqueando el aire y haciéndole mirar también en la misma dirección.



-Menos mal que Hesíodo se equivocaba. Según él podría tener hasta más de cincuenta cabezas.- Comentó Mimet.- Aunque claro, biológicamente eso es harto improbable…

-Pues tener tres tampoco es demasiado común, cariño. O es que no he visto bastantes documentales de animales cuando era pequeño.- Comentó irónicamente Brian.-



            Su novia asintió, eso era cierto. No conocía ningún caso desde luego.



-La verdad, se han registrado casos de bicefalia en el mundo animal. Pero no recuerdo ninguno de tricefalia que haya sido confirmado y que pudiera sobrevivir.- Admitió la joven.-



            Los otros la miraron como de costumbre, perplejos ante esa manera de explicarse. Aunque tuviera tres cabezas o no, allí estaba.



- Si no me equivoco ese es el can Cerbero, el guardián de las puertas del infierno de la antigua mitología griega.- Reconoció Alusa también. -

- Es verdad - confirmó su hermana -... ¿pero, qué hace aquí?...

- Es un ser del segundo círculo infernal.- Les explicó Granate conjeturando alarmado. - Los antiguos griegos debieron conocerle de alguna manera y lo incorporaron a sus leyendas. ¡No nos dejará pasar, está ahí para impedir que nadie entre o salga!...

-Creía que Dante lo alineaba en el tercero. - Comentó Mimet que recordaba  perfectamente ese libro como prácticamente todo lo que leía.-

-No te fíes. - Repuso Minara.- Puede que ese tipo no se enterase bien.

-Desde luego estar, está aquí.- Convino Alusa.- Y no tengo la impresión de que ese tal Dante tuviera que vérselas con él. ¿Acaso dice como vencerle?

-hay un relato mitológico, cuando Hércules bajó al tártaro se lo encontró y lo arrastró de la cola. Llevaba puesta la piel del León de Nemea.- Recordó Mimet relatando.- Se dice que cualquiera que la llevase puesta inspiraría temor al Cerbero pues creería que era Hércules que volvía.

-Lamento comentarte que Modas Deveraux no tiene sucursal por aquí. Al menos que yo sepa.- Suspiró Maray.-

-Sí, y dudo mucho que vendan pieles de león por aquí.- Convino Granate.-

-Pues no sé si ese Hércules pudo ser un antepasado de mi pueblo. Debería haber sido muy fuerte.- valoró Diaval preguntándose con curiosidad en tanto observaba a aquel enorme animal.- ¿Cuánta fuerza de combate podría  tener para arrastrar a  ese bicho? – Y ni corto ni perezoso, añadió.- Probaré a medir la de ese chucho.-



Incluso intentó analizarle con un extraño visor que extrajo de su ropa y que se colocó en la cara a modo de monóculo. Sin embargo, no podía obtener medición alguna, era como si ese aparato no funcionase allí.



- Diaval - Le dijo Brian bastante intimidado. - No pienso que se trate de eso. Es decir, creo que debe tener bastante más poder de lo que podamos imaginarnos...



            Las cabezas del Cerbero rugían mientras se acercaba hacia ellos, Asthel les indicó a sus compañeros que retrocediesen. Casi todos dieron unos pasos hacia atrás y entonces el príncipe de los saiyajin, el único que no se había movido, les dijo bastante molesto mientras seguía plantando en su sitio.



-¡Esto es ridículo!, yo no voy a echarme atrás por un vulgar chucho. Aunque tenga tres cabezas, ¡se le cortan y ya está!...y para hacer buena su bravata emitió más energía y pasó al segundo estado de súper guerrero. - Dejádmele a mí...ya veréis como nos deja entrar....si ese Hércules pudo asustarle, con más motivo lo lograré yo.

- No seas imprudente.- Le pidió Maray -...no sabemos el poder que pueda tener ese monstruo.

- Tranquila - dijo Diaval quien, muy seguro de sí, avanzó unos metros hasta estar a unos diez del can Cerbero y  retándole con voz desafiante. - ¡Eh tú, escucha pulgoso!, no hemos venido hasta aquí para darnos la vuelta....te aconsejo que te vuelvas a tu cueva y no nos molestes... de lo contrario llamaré a la perrera o yo mismo te convertiré en salchichas...



            El Can Cerbero clavó la vista de sus seis ojos sobre Diaval, después rugió y golpeó el suelo con sus patas haciendo que éste cayese. El chico se enfadó y se preparó para el ataque.



-Maldito chucho. ¡Tú lo has querido!...- Gritó el príncipe saiyajin que lanzó una gran onda de energía contra el gran can.-



 Ésta le dio de lleno haciéndole retroceder contra la puerta, Diaval mantuvo la intensidad  provocando que su enemigo fuese empujado a más distancia pero sin dañarle lo más mínimo



- ¡No puede ser!- Exclamó el príncipe de Nuevo Vegeta.- Tendría que haberse vaporizado…

- Es inmortal, no le dañarás de esa manera....- le avisó Granate.-



En efecto, el Can Cerbero recuperó su posición sin un sólo rasguño. Además, ahora parecía más irritado, entonces fue Fiora la que se acercó mientras decía.



- Si hubiera querido atacarnos lo habría hecho ya...está ahí parado por alguna razón y para dejarnos pasar no servirán las amenazas ni los ataques, Diaval.- Reprendió suavemente al atónito saiyajin y se acercó hasta el gran perro ante el asombro y la gran preocupación de todos en tanto sentenciaba. – Ese no es el camino. La violencia nunca debería serlo.



            Y es que ella recordó haber mantenido ese tipo de conversación antes. Fue precisamente con Gloria. Debía ser algo inherente a los habitantes de Nuevo Vegeta. Todos ellos apostaban siempre por la violencia y la fuerza bruta. Atacar de forma directa sin pararse a pensar en el motivo de la disputa. Ella, no obstante, prefería intentar ponerse en el lugar del otro. De este modo, fiel a sus ideas, prosiguió su avance hacia aquella colosal criatura.



-¿Estás loca? ¡Te va a despedazar!...- gritó el príncipe de los guerreros del espacio entre incrédulo de lo que veía y asustado por la chica. -



            Aunque para sorpresa de Diaval y también del resto, el enorme can no reaccionó con hostilidad al ver como ese chica se aproximaba.



- No debes preocuparte. - Sonrió ella acariciando una de las cabezas del perro que ahora parecía estar amansado como un cachorro delante de esa chica. Más cuando la muchacha le rascó un poco tras las orejas. Ella, susurrando con voz amable, agregó,  -...A veces el amor y un gesto amable son más poderosos que cualquier ataque. Porque en el fondo, todos los seres necesitamos cariño y comprensión. - Aseveró con simpatía y dulzura maternal, dejando al atónito príncipe saiyajin sin palabras. -... ¿Lo ves?



            Ella lo sabía bien, recordaba su infancia en Nature, su mundo de origen. Creció entre los paisajes llenos de vegetación y  animales. Allí existían muchas especies llevadas por los colonos para hacer que ese planeta adquiriese una fauna y una flora en cuestión de pocos años, y de paso, preservar a muchas razas de animales y variedades de plantas que estaban en peligro de extinción en la propia Tierra. La tecnología en materia de terraformación había avanzado mucho respecto a la que se había practicado en Bios unos pocos años antes. Para cuando Fiora tenía sólo cinco años su mundo, más pequeño que el otro planeta anteriormente transformado en habitable, ya estaba casi totalmente adaptado a los humanos. La mayor parte de él lo constituía una extensión de grandes bosques y entornos naturales. De ahí su nombre, de la pretensión de hacer un nuevo paraíso para la naturaleza. La muchacha pasó su niñez recorriendo esas extensas superficies vegetales y compartiéndolas con todo tipo de animalitos cuando sus padres la llevaban de excursión. Alan y Naya la habían inculcado desde siempre el amor hacia todos los seres vivos y el respeto por cada una de las criaturas que existían. Le contaban a la pequeña que los animales no eran malos, simplemente tenían su propio modo de vivir. De todos modos, tampoco había demasiadas especies que pudieran juzgarse como peligrosas, y las que sí podían llegar a serlo, estaban confinadas en partes más alejadas. Con todo, en una ocasión, la familia visitó un entorno semi salvaje en el que les advirtieron que debían llevar cuidado. La fauna del lugar comprendía lobos y estos, aunque generalmente no se acercaban mucho a la zona en la que estaban, podían aparecer en cualquier momento atraídos por olores de comida. Aunque sus padres le advirtieron que no se alejase demasiado de ellos. No obstante Fiora, embelesada en la contemplación de los árboles y las mariposas, así como de alguna que otra ardilla esquiva, fue adentrándose en el bosque. Cuando Alan y Naya, preocupados por la niña, corrieron a buscarla, la encontraron en un hoyo. La pequeña se había metido dentro y abrazaba algo con mucho cuidado.



- ¿Hija, estás bien?- Le preguntó Naya con visible inquietud. -

- Sí mamá. - Replicó Fiora añadiendo algo inquieta. – Pero este cachorrito no.



            Para sorpresa de sus padres, la niña abrazaba tiernamente a un pequeño cachorro de lobo. Según les dijo la cría, andaba por allí cuando escuchó gemidos que le llevaron hasta ese agujero, entonces descubrió a ese perrito. (Como ella lo calificó en un principio). Debía de tener la pata rota pues gemía con tono dolorido y se lamía sin cesar la extremidad delantera derecha. La niña no se lo pensó y bajó corriendo para salvarle. Ahora, mirando a sus padres con gesto convencido y suplicante, les pidió.



- Tenemos que curar al perrito.

- Pero hija, eso no es un perrito, es un cachorro de lobo.- Le explicó pacientemente Alan que agregó no sin inquietud. -Posiblemente su jauría le estará buscando.

- Y podrían enfadarse si nos ven con él, cariño. – Añadió su madre mesándose preocupada su pelo castaño, pues estaba con su apariencia humana. – Tenemos que marcharnos.



            La niña les miró sin parecer comprender y aseguró.



- No se van a enfadar, quiero curar a su cachorro.

- Pero los animales no entienden como las personas. Tesoro. - Le quiso explicar Naya que veía con creciente preocupación que la mañana había transcurrido buscando a su hija y que ahora la pequeña debía de salir de allí antes de que comenzase a oscurecer. – Debemos dejarles tranquilos.



            Por fortuna el hoyo no era demasiado profundo, todo lo más de metro y medio por dos de diámetro. Alan enseguida bajó a por su hija, pero ella se empeñó en sacar también al pequeño lobo. Su padre tuvo que transigir con tal de poder rescatarla a ella. Una vez fuera, ante los ruegos de la niña, ambos se llevaron al cachorro de vuelta hacia su caravana, le vendaron y entablillaron la pata rota. Afortunadamente Naya había estudiado medicina de múltiples especies y no tuvo problemas en recolocar la fractura. El paciente se quejó por unos instantes del dolor al serle colocados los huesos, pero al poco parecía sentirse mucho mejor. Fiora le dio de comer un poco de leche que el animal sorbió con avidez, estaba claro que aun era lactante y que había pasado hambre. La encantada niña le acarició la cabecita con una gran sonrisa preguntándoles a sus progenitores. Más concretamente a su padre.



- ¿Me lo puedo llevar a casa? Así sería mi perrito. Como los que teníais tú, la tía Idina y el tío Lance, con los abuelos Tom y Connie en la Tierra.



Pero Alan, moviendo su cabeza, al tiempo que se repeinaba su moreno cabello, negó con suavidad.



- Hija, este animal no es como las mascotas. Está acostumbrado a vivir libre. No puedes meterlo en una casa. Por muy grande que sea. Además, sus papás deben estarle buscando con mucha preocupación.



            La niña empezó a hacer pucheros, visiblemente entristecida, el lobito lamía ahora sus mejillas como si quisiera secarle las lágrimas y Naya le susurró con cariñoso tono confortador.



- Aquí él es mucho más feliz. Tiene campo y a sus otros amigos. ¿Y tú no querrás que se vea solo y triste lejos de su casa y de su familia, verdad?



            La pequeña negó con la cabeza, a pesar de su corta edad se daba cuenta de que  lobito, como empezó entonces a llamarle, podría sentirse perdido y solo, lejos de su hogar. De todos modos, sus padres apenas le prestaron atención, enmudecieron cuando alrededor de su vehículo contaron al menos a seis enormes lobos grises. Alan, sin perder ni un instante, sujetó a Fiora. Con la cría en brazos él y Naya se aproximaron a la puerta de la caravana, así tendrían las espaldas cubiertas. La niña en cambio no mostró el menor signo de temor. Y lo que sucedió después, fue algo visto y no visto, una gran loba gris de orejas blancas se aproximó pausadamente al cachorro, al principio olisqueó desconfiada. Alan y Naya se mantenían a distancia sujetando a su hija y el cachorro quedó libre. De este modo, la loba, más confiada, se llegó a él y comenzó a olerle. La cría movió la cola y su madre le lamió satisfecha. Fiora entonces le dijo con visible emoción.



- ¡Adiós lobito! Me alegro de que te haya encontrado tu mamá.



Y para sorpresa de Alan y Naya, el pequeño cachorro se acercó a la niña y le lamió las rodillas, ella se agachó acunándole en sus brazos y riendo contenta, el lobo lamió sus mejillas y la niña acarició la cabeza y el lomo del animal. La propia loba blanca se acercó, y antes de que los padres de Fiora pudieran ni reaccionar agitó la cola en lo que parecía una señal de gratitud. Había visto el vendaje en la pata de su cría y también olido la leche que había tomado. Fiora entonces, en un descuido de su horrorizado padre, se acercó con total seguridad a la gran loba y le acarició entre las orejas. Para sorpresa de los adultos ésta ni se movió, es más, humilló la cabeza ante la pequeña para dejarse rascar. Después se alejó junto con su cachorro que obsequió a la niña con una última mirada sacando la lengua y jadeando feliz. El resto de la jauría ni se acercó, retirándose enseguida al bosque. Desde la distancia, y otra vez sujeta por sus impresionados y todavía incrédulos padres, Fiora se despidió con un agudo gritito.



- ¡Adiós lobito, vendré a verte de vez en cuando!



            Los animales se perdieron por entre la densa vegetación que había más allá del claro en el que estaba la caravana. A pesar del tremendo susto que tenían encima ni Naya, ni Alan, fueron capaces de regañar a la pequeña. ¡Cómo advertirle de lo peligrosos que pueden ser esos animales después de lo que habían visto! Incluso la cría se permitió el lujo de decir con total entusiasmo.



-¿Verdad que vendremos por aquí para ver a lobito?

- Claro hija. - Tuvo que susurrar Alan que apenas si era capaz de pensar en otro argumento. -

- Pero debes tener más cuidado y no alejarte nunca de nosotros. - Pudo indicarle Naya aun con voz trémula. – No todos son tan simpáticos como esos lobos ¿vale?



            Y la niña asintió con energía, conviniendo en ello. Claro que volvió y ese cachorro parecía haberse afincado cerca de allí puesto que volvieron a verse en repetidas ocasiones. Para Fiora llegó a ser un amigo al que siempre estaba deseosa de ver y abrazar. Y pasaron los años y tanto ella como lobito crecieron, aunque el vínculo que les unía permaneció incluso haciéndose más fuerte. Y sucedió que, en una ocasión, bastantes años más tarde, cuando regresó en otra de sus habituales excursiones con sus padres, Fiora tuvo un repentino presentimiento. La muchacha era ya una adulta esbelta y de gran belleza que seguía adorando la naturaleza y a sus moradores. Ese bosque era para ella como un jardín. Y su amigo el lobo apareció de entre los árboles como en otras tantas ocasiones.



- Hay tienes a tu lobito. - Sonrió Naya que ya no temía tampoco a ese majestuoso ejemplar de color gris perla y manchas blancas moteadas en las orejas, en el que se había convertido aquel pequeño cachorro. -



            Pero tanto el lobo como Fiora, lejos de mostrar signos de alegría, parecían tristes. El animal se acercó a ella gimiendo y lamiendo las manos de la chica que lo acarició afectuosamente como solía aunque susurrándole con cierto pesar.



- Tú también lo has sentido lobito. ¿Verdad? Dentro de poco tendré que irme.



Alan observó a su hija y visiblemente intrigado agregó.



- ¿Te refieres a ese sueño que nos has contado?



            La muchacha asintió afirmando con voz queda.



 - Sí, hace tiempo Asthel, el hijo de tu primo Leval y de Amatista, me lo dijo. Después lo he soñado muchas veces. Un día, alguien me llamará para hacer un largo viaje y habré de marchar. Creo que ese momento ha llegado ya. Lobito también lo sabe. Puede percibirlo.

- Pero hija, ya lo hemos hablado otras veces. - ¿A dónde vas a ir?- Le inquirió su madre con tono y semblante preocupado. -

- Lo ignoro, sólo sé que es algo muy importante. Y que debo ir. Por eso, quiero despedirme de vosotros y de él.



Y no solamente ese lobo, otros varios más pertenecientes a la jauría que ahora mandaba, aullaron en tono lastimero cuando, ante los asombrados ojos de Naya y Alan, apareció un gran destello luminoso inscrito en una estrella. Fiora suspiró, declarando resignada.



- Tengo que marcharme. Papá, mamá...por favor, decid adiós por mí a toda nuestra familia. Decidles que les quiero, como os he querido siempre a vosotros. Y que nunca os olvidaré…



Alan sintió un nudo en la garganta, hacía años su padre, que había estudiado temas de esoterismo desde su juventud, le advirtió de esto antes de morir, corroborando las palabras de su nieta. Fiora estaba destinada a una gran tarea y pese a que les doliese terriblemente deberían dejarla marchar. Naya en tanto se abrazaba a su hija y sollozaba llena de pesar. Nunca creyó aquello, jamás pensó que realmente sucedería. Lo tomó por un mero sueño sin más significado, pero ahora su peor temor se había hecho realidad. No obstante, Fiora acarició el pelo de su madre y sonriendo alentadora, la animó.



- Estaré bien, no iré sola. Todavía no conozco a todos mis compañeros, pero sé que son de gran fuerza y buen corazón.



A Naya no le salían las palabras viendo a su hija que sonreía con valor y seguridad. Ya era toda una mujer y confiaba en que sabría cuidarse. Alan por su parte también la abrazó llenándola de besos y le pidió con la voz quebrada de emoción.



- No nos olvides nunca hija, y conserva siempre tu pureza y tu bondad. A donde quiera que vayas ellas serán tu mayor tesoro.



Sin poder evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos, la chica asintió besando a sus padres y abrazándose a ellos. Después se dirigió a Lobito y acariciándole la cabeza se agachó tomándosela entre ambas manos para susurrarle.



- Adiós amigo, cuida de los tuyos y sigue viniendo aquí, a ver a mis padres. Tal vez un día volvamos a vernos.



Y Fiora dedicó una última y amorosa mirada a su amigo lobo y a sus padres  metiéndose en aquel destello de luz. Todavía recordaba aquello cuando se dirigió al Can Cerbero pidiéndole con afecto y dulzura.



- Necesitamos pasar a través de tus dominios y tú puedes ayudarnos. Es muy importante...todos estamos en peligro...incluso tú... ¿Y sabes una cosa?  Me recuerdas mucho a un viejo amigo. Seguro que de cachorro tuviste que ser muy gracioso.



            Ante el asombro de todos el gran perro guardián humilló sus tres cabezas dejándose rascar sumisamente por la humana, gimió ligeramente complacido por aquellas caricias ¡y se retiró!...poco a poco se introdujo en su caverna. Asthel asintió con aprobación. Fiora era una chica de gran corazón y muy buenos y puros sentimientos. Aquel enorme animal debía de haberlo percibido con toda claridad.



-Claro. No somos almas condenadas al Infierno. Por eso él no tenía intención de atacarnos.- Explicó Granate.-

-Y cuanta más pureza poseas, menos agresivo será.- Completó Maray, entendiéndolo también.-



            Todos se maravillaron de aquello. Incluso Diaval estaba asombrado tras ver eso, ¡esa chica había manejado a ese monstruo contra el que él mismo no pudo hacer nada como si de un cachorro se tratase!



-Si no lo hubiese visto no lo habría creído jamás.- Admitió el saiyajin.-

No había duda al respecto, Fiora era valiente y decidida. Antes de que supieran el motivo, ella se había arriesgado con total confianza en sí misma. Y tal y como había dicho antes de su pueblo, como buen saiyajin, él admiraba eso. No obstante, enseguida objetó con escepticismo y algo de sarcasmo.



- Espero que seas igual de convincente con la puerta. Aunque me temo que, por mucho que la acaricies, no creo que vaya a moverse.

- Si el Can Cerbero se ha retirado lo habrá hecho obedeciendo alguna orden.- Le respondió Granate con un gesto reflexivo. - Enseguida lo sabremos...



            Maray escuchó con atención y oyó un ruido, como un crujido de enormes batientes, enseguida llamó la atención de los demás...



- Escuchad, suena como si fuera a abrirse....- les previno y efectivamente la gran puerta se abrió hacia dentro en tanto ella exclamaba con júbilo. -  ¡Nos dejan pasar!...

- ¡Rápido!  Tenemos que atravesarla antes de que se cierre...- les indicó Asthel y los nueve corrieron cruzando la gran entrada que rápidamente se cerró tras ellos. -

- ¡Estupendo, hemos pasado...lo hemos conseguido, gracias a ti, Fiora!  ¡Has estado magnífica! - Exclamó Brian. -

- Es verdad, ya estamos dentro del segundo círculo, ahora debemos cruzarlo...lo más rápido posible.- Aconsejó Granate que parecía alarmado. –

-¿A qué tanta prisa?- Le miró Diaval que oteaba en derredor sin ver nada preocupante.-

-¿Qué es lo que hay aquí...?.- Quiso saber Mimet. -

- Este es el domino de las bestias, subhumanos y animales monstruo. Y por lo que mis abuelos me contaron esos son malvados y crueles, no serán tan fáciles de persuadir. - Le respondió el muchacho sin dejar de mirar hacia todos los lados una y otra vez. – Dudo mucho que con caricias se muestren amables.

           

            Pero por el momento no podía verse a nadie. No obstante, el grupo avanzaba con prevención a través de una densa vegetación de color violáceo. La iluminación parecía extraída de una lámpara de rayos ultravioletas. Pronto Asthel y Maray notaron que alguien les seguía, en realidad parecían muchas presencias.



-¿Habéis sentido eso?- Inquirió también Alusa mirando en derredor.-

-No estamos solos, ni muchísimo menos.- Acordó su hermana.-



Ahora todos miraban a su alrededor, hacia las zonas de densas arboledas retorcidas. La hojarasca se movía, alguien o algo estaba allí, esperándoles. Asthel indicó a los demás que no demostrasen haberse percatado de ello, pero que estuvieran preparados...



-Seguid como si nada. Creo que por ahora solamente nos están evaluando. Pero si mostramos temor nos atacarán, seguro.- Les advirtió para indicar.- Proseguid sin acelerar pero sin deteneros.



            Continuaron pues con la marcha, con Asthel y Granate en cabeza, las chicas en el medio y Diaval y Brian cerrando el grupo.



-No hace falta que hagáis eso.- Sonrió Minara al darse cuenta de ello.-

-¿Hacer qué?- Quiso saber Brian.-

-Que nos protejáis.- Le aclaró Maray.-

-Es nuestro deber. Somos guerreros más poderosos que vosotras.- Sentenció Diaval.-

-Eso habría que verlo, guapo.- Repuso Alusa con retintín, alegando.- No deberías menospreciarnos por ser mujeres.

-No os menosprecio por eso.- Afirmó su interlocutor, añadiendo no obstante para estropear su anterior afirmación.- Lo hago porque sois humanas.

-¡Vaya, es todo un consuelo! – Repuso ahora Minara con manifiesto sarcasmo, para puntualizar de peor modo.- No eres un estúpido machista, solamente un racista idiota.

-Solamente digo la verdad.- Se justificó un molesto saiyajin.- Sois débiles comparadas conmigo o con cualquier otro de mi raza.

-Pues yo creo que sigue siendo menosprecio después de todo.- Terció Mimet.-

-Por eso mismo lo dice, guapa.- Le respondió Alusa moviendo la cabeza.-

-Gracias por valorar mi apariencia. La vuestra también es muy agradable.- Contestó por su parte la aludida.-



            Alusa le dedicó una mirada de estupor. ¡Esa chica había hablado sin rastro de sarcasmo. Al fin únicamente suspiró replicando entre divertida y atónita.



-De nada...

-Nadie os menosprecia.- Intervino Asthel no deseando que aquello desembocara en una discusión tan estéril y ridícula como peligrosa en esas circunstancias, y tratando de argumentar.- Nosotros podemos lanzar rayos de energía si llegara el caso y reaccionar más rápidamente. Vosotras precisáis unos segundos para transformaros.

-Claro. De ese modo estáis a cubierto hasta poder hacerlo, caso de que sea necesario.- Añadió Granate tratando también de contemporizar.- Luego podéis cubrirnos con vuestras energías.



            Las chicas se miraron sin saber que responder, en eso sí que tenían razón sus compañeros. Fue Fiora quien comentó entonces para suavizar la tensión.



-Es un detalle muy amable y considerado por vuestra parte. No creo que lo hayáis hecho para ofendernos. Pero no os preocupéis. Seguro que sabremos valernos por nosotras mismas.

-¿Acaso no decías que la violencia no solucionaba las cosas?- Se sorprendió Granate.-

-Lo dije y lo pienso sí.- Suspiró la aludida, agregando sin embargo con pesar.- Pero hay ocasiones en las que es inevitable usar la fuerza. Cuando hay que defenderse y sobre todo proteger a los tuyos de quienes no razonan ni muestran empatía, no queda más opción. Mis padres y mis abuelos me enseñaron eso.

-Dices bien.- La apoyó Diaval.- Es obligación de todo guerrero el pelear por lo que debe defender.

-Pues roguemos porque no nos sea necesario.- Remachó Maray mirando a su alrededor no sin inquietud.- Al menos por ahora…

-Sí, estando en campo abierto y siendo tan pocos no tendríamos demasiadas opciones.- Suspiró Brian observando también el denso espesor boscoso que tenían a algunas decenas de metros con cierta aprehensión.- No debemos bajar la guardia.



Aunque parecía que hasta ese mismo instante la suerte estaba del lado del grupo. Habían cubierto ya un largo trecho sin más novedad. Sin embargo y para su desgracia, eso pronto iba a cambiar. Tras unos momentos de aparente calma escucharon un ruido que iba creciendo, como si de una marea de sonidos entrelazados se tratase. Entonces, con sorprendente rapidez, una gran turba de seres de variopintas formas, a medio camino entre humanos, bestias o criaturas que parecían sacadas de la mitología, salió de la espesura. Profiriendo horribles alaridos y gruñidos esos seres de pesadilla cayeron sobre el grupo. Iban armados de porras, hachas, lanzas y demás útiles pensados para cortar, triturar y desgarrar todo lo que se encontrasen. Asthel ordenó formar un círculo y defenderse.



-¡Ahora sí!- Espetó Brian convirtiéndose de nuevo en súper guerrero y desintegrando a varios de ellos con un rayo de energía en tanto les desafiaba. - ¡Vamos, venid si os atrevéis!

-Ya era hora de divertirse un poco.- Exclamó Diaval haciendo crujir sus nudillos y transformándose a su vez en súper saiyajin en tanto retaba a sus enemigos.-  ¡Vais a saber quién soy yo, malditos bichos!



Al momento todas las chicas invocaron también sus respectivos poderes.



-Corazón puro del Fuego, del Viento, del Hielo, del Trueno, del Rayo… ¡Dame el poder!



Tras una zarabanda de luces y giros sobre ellas mismas aparecieron ataviadas como Justicieras. Aquellos eran regalos de sus familiares. Maray se preparaba convertida en la Dama del Viento, recordando asimismo como semanas antes de partir para su misión fue de visita a Bios. Allí, tras ver a sus familiares retornó a la Tierra, pero antes su madre quiso hablar con ella…



-Hija, ¿puedo pasar?- Inquirió Amatista.-



La muchacha estaba en su habitación, se le hacía raro dormir de nuevo en su cama de toda la vida. Aunque le hacía ilusión, escuchó entonces a su madre y respondió de modo jovial.



-Adelante mamá.



            La interpelada entró en la estancia y le dijo, en tanto se sentaba en la cama, junto a la muchacha.



-Perdona cariño, ¿tienes un momento?

-Claro, mamá.- Sonrió la aludida.- Siempre lo tengo para ti.



Amatista miró a su hija con mucho amor y orgullo. Le acarició el pelo y entonces dijo, con voz cargada de emoción…



-Ya eres toda una mujer. Parece mentira lo deprisa que ha transcurrido el tiempo. Te echo mucho de menos, cariño.

- Y yo a vosotros.- Afirmó la joven.-



            Su madre la miraba de esa forma tan afectuosa y sonrió. Aunque parecía dudar, como si lo que fuese a decir tuviera que ser expuesto con cuidado. Al fin, Amatista se atrevió a declarar.



 -Me gustaría entregarte algo. Verás cielo. Hace unos días, antes de que vinieras, hablé con tu abuela Esmeralda. Sé que las dos estáis muy unidas y soy muy feliz de que así sea. Pero creo que ella sabe algo que tú no me cuentas…

-¿A qué te refieres?- Pudo decir la muchacha que ahora se sentía algo incómoda. Ojalá que su abuela no hubiera dicho nada de lo que le reveló sobre su misión. Pese a todo pudo replicar con genuino desconcierto.- No sé qué podría ser.



            Aunque, para alivio de Maray, su interlocutora sonrió dejando eso de lado para afirmar.



-No importa, también yo tenía mis secretos a tu edad. Lo que sí me contó mi madre es que creía que ya iba siendo hora de que asumieras ciertas responsabilidades. Y una de ellas me corresponde a mí legártela, tal y como ella hizo conmigo hace ya tantos años.



            Y sin más se quitó un colgante del que pendía una piedra color verde esmeralda y se la puso a su hija al cuello. En tanto le explicaba.



-Es una piedra de la justicia, cariño. La que te convertirá en la Dama del Viento si la aceptas….- Amatista guardó un momento de silencio, luego con tono teñido de algo de temor y emotividad apenas contenida añadió.-  Sé que es algo repentino y que es una carga que puede resultar pesada. Pero yo ya no puedo llevarla más. Mi madre me dijo que, en sus sueños, vio que era el momento. Y ella nunca se ha equivocado en eso. Debo transmitirte este poder y la capacidad para hacer el bien y defender la justicia que representa. ¡Ojalá que nunca tengas que emplearla más que como adorno!



            Maray asintió, lo comprendía. Su abuela quería que estuviera lo más protegida posible, y aunque ella no necesitaba de eso, lo agradecía de corazón. Su propia madre confiaba en ella. La joven sonrió de forma amplia y tras darle un beso a su progenitora en la mejilla, declaró.



-Para mí es un gran honor y juro defender siempre el bien y la justicia, del mismo modo en el que tú y la abuela lo hicisteis.



            Aquellas palabras emocionaron a su madre. Le recordaban muchísimo a las que ella misma declaró cuando su progenitora a su vez le diera aquello, tras contarla la historia de su vida y la de su padre. Sin poderlo evitar Amatista derramó algunas lágrimas en tanto abrazaba a su hija susurrándole afectuosamente al oído.



-¡Te quiero mi vida, y estoy muy orgullosa de ti!



            Y tras ese momento madre e hija hablaron sobre la larga tradición de las Luchadoras Justicieras, amigas y compañeras de las Guerreras de la Justicia, esas legendarias guardianas del Milenario de Plata.



-Créeme, cielo. Tener por amigas y madrinas a esas maravillosas luchadoras, es un enrome honor y un privilegio. Tu abuela y yo, al igual que nuestras compañeras siempre tratamos de honrar y ser dignas de ello. Y para eso, debes conocer algunas cosas.



            Así, Amatista le dio algunos consejos a su hija, le explicó las características de ese traje. La chica por supuesto invocó su nuevo poder. Afortunadamente su cuarto era lo bastante amplio. Al concluir la luminosa y acrobática transformación y mostrándose encantada, Maray pudo decir en tanto se contemplaba en el espejo.



-¡Vaya! Si es de mi talla. El lazo verde a juego con la falda es precioso. Las botas son de mi número y no me aprietan. Menos mal que no llevo mucho tacón o iba a quedar altísima. El corpiño en blanco conjunta y es muy elástico. ¡Es un atuendo más cómodo de lo que creía!- Sonrió divertida, permitiéndose incluso comentar con jocosidad.- Podría pasarlo como modelo de la colección de primavera.



            Su madre se rio. Curiosamente nunca lo había considerado de esa manera. No obstante, sí que le comentó.



-Puedes invocar el poder del boomerang. Lo lanzas e impacte o no contra el enemigo te volverá. Pero a ti nunca te hará daño. Puedes lanzar rayos de energía y tendrás una protección ante disparos de bala.

-Pues es muy completo.- Afirmó la muchacha dando alguna que otra vuelta para verse mejor al tiempo que se fijaba en una especie de reloj transmisor que tenía en la muñeca derecha.-¿Y esto?. Quiso saber.-

-Te permitirá hablar con tus compañeras justicieras.- Le desveló Amatista.- E incluso con las guerreras. Bueno, las ahora princesas. Si es que volvieran algún día a estar en activo.

-¿Mis compañeras justicieras? ¿Quiénes? - Inquirió la jovencita interrogando a su progenitora con la mirada.-



            Aunque Amatista todavía no sabía quiénes podrían ser. Pero su madre le dijo que pronto lo averiguaría. Al menos si ella había dado el relevo a su hija las demás sin duda harían lo propio. O eso pareció pensar. Maray por su parte le volvió a dar las gracias, los días siguientes probó a entrenar un poco con la supervisión de su madre y se le dio bastante bien. De hecho, parecía haber hecho eso toda su vida. Ahora, saliendo de esos recuerdos mientras era espoleada por la adrenalina, esquivaba las acometidas de aquellos seres tan repulsivos y contratacaba con rayos de energía.



-¡Que vuele el boomerang!- Exclamó arrojando su arma y golpeando a varios de ellos, a los que derribó antes de que el arma le retornase.-



            A su lado, Mimet luchaba convertida en otra justiciera. La muchacha se acordaba a su vez de esa visita que hizo con Brian a casa de los Malden en Nueva York. En un momento dado, cuando su novio estaba conversando con su abuelo Roy, el resto de las mujeres la llamaron.



-Mimet…- Le pidió Sam con amabilidad.- ¿Podrías venir un momento?



            La interpelada asintió, claro que podía. Siguió a la madre consorte de su novio y entró en el salón. Allí estaban Kerria y Bertie. Las dos parecían haber estado hablando justo antes de que ella hiciera su aparición, ahora guardaban silencio. Fue Beruche la que tomó la palabra y le dijo con tono suave y afectuoso.



-Querida. Hemos visto que Brian te quiere y que tú le quieres a él. A pesar de que aparentemente no lo muestras. Pero no ignoramos que, en tu interior, así es.

-Por eso mismo, te consideramos ya una más de la familia. - Añadió Samantha posando sus manos sobre los hombros de la muchacha y encaminándola hacia Kerria.- Y ha llegado el momento de que te digamos algo... ¿Verdad cariño?- Le preguntó a su esposa.-



            Ésta se levantó tras quitarse un colgante, entonces se lo mostró a la chica y le dijo con una amplia sonrisa.



-Queremos darte esto. Es un regalo, pero también una enorme responsabilidad que solamente puede otorgarse de forma voluntaria a alguien de corazón puro, que lo acepte libremente y que sea una mujer.



            La aludida miró aquella piedra de color azul celeste que brillaba. Comentó entonces.



-Basándome en vuestro análisis creo cumplir esas condiciones. Pero, ¿qué debo hacer?...

-Luchar por la justicia y el bien de los demás. Proteger a los débiles y ayudar a los indefensos.- Replicó Bertie declarando.- Mi hija te traspasa ese deber como hace ya mucho tiempo se lo traspasé yo a ella. Si utilizas ese colgante invocando su poder entonces te convertirás en una justiciera,  la Dama del Hielo.



            Mimet quiso hacer memoria. De niña le habían contado historias. O simplemente las introdujeron en su base de datos. Eso no podía saberlo con seguridad. En cualquier caso su abuela le explicó algo similar. Había luchado contra las sailors, pero esas eran las princesas planetarias. Sin embargo, otro grupo de mujeres guerreras habían protegido al mundo después. Y se las conocía desde hacía al menos medio siglo. Estaba claro el porqué de esa longevidad, si lo habían transmitido de una generación a otra. Al fin la muchacha respondió con tintes de duda.



-No sé si cumplo las condiciones requeridas…para esa labor…

-Estoy convencida de que serás una digna justiciera.- Afirmó Kerria añadiendo.- Eres sincera, bondadosa y tienes mucho amor dentro de ti para entregar. Ahora, por favor, dime. ¿Aceptarás?



            Y con todas las miradas puestas en ella, la chica asintió. Sabía que no era de buena educación rehusar un regalo tan valioso. Si había que mantener la paz ella estaría preparada. Y tras aceptar unirse a Brian y al resto para aquella misión supuso que esto ayudaría a optimizar las probabilidades de éxito. De modo que respondió.



-Acepto. Gracias por vuestra confianza.



            Kerria y Bertie se sonrieron, Samantha entonces le propuso de modo jovial.



-Pues venga, ponte el colgante e invoca tu poder.

-Debes decir. Corazón puro del Hielo, dame el poder.- La instruyó Kerria.-



            Mimet obedeció, aunque no puso mucho entusiasmo en la entonación la piedra reaccionó igualmente envolviéndola en una luminosidad celeste que la hizo girar sobre sí misma, aunque sin marearla. Al poco surgió con un uniforme muy peculiar. Corpiño blanco con un lazo azul celeste en el pecho, falda y botas hasta las rodillas de ese mismo color cielo. Un extraño brazalete en su muñeca derecha. Y en esa misma mano se materializó una espada no demasiado larga, parecía una especie de carámbano desde la empuñadura, que era plateada.



-Estás muy guapa. - Sonrió Sam valorándola con la mirada.-

-Sí, el tono de tu pelo es muy parecido al de mi madre.- Afirmó Kerria que recordaba aquel color platino tirando a azulado de su progenitora, cuando ésta era joven.-

-Bueno, Mimet es algo más rubia.- Sonrió Sam.- Al menos a juzgar por las fotos que he visto de Bertie.



            La aludida sonrió con nostalgia. Ahora ésta iba a ser la tercera generación de justicieras. Hacía pocos días habló con Esmeralda por teléfono y supo que Amatista iba a cederle su piedra a Maray que se convertiría en la nueva Dama del Viento. Era lo natural, pasarla de madre a  hija. Como Kerria no tuvo una niña propia, no pudo hacer lo mismo, al menos hasta ahora. Así se lo comentó a Mimet. La joven afirmó para alegría de sus interlocutoras.



-Me halaga que me hagan semejante honor. No soy su hija biológica pero desde este momento trataré de hacer todo lo que pueda para representar ese papel con la mejor disposición.



            Y pese a la forma de ser de esa muchacha, o precisamente debido a ella, todas las demás supieron que les agradecía de corazón aquello. Después llamaron a  Brian y a Roy. El chico, digno nieto de su abuelo, exclamó nada más verla.



-¡Joer, cariño! ¡Cómo me pones!..



            Roy se tronchaba de risa, Beruche sonreía moviendo la cabeza, Sam se puso colorada y Kerria le dio un capón a su hijo también sin reprimir una carcajada. Entre tanto Mimet, le observó  con aparente desconcierto e inquirió.



-No sé. ¿Cómo te pongo en dónde?...esa frase está inconclusa. Desconozco su posible significado.

-Mejor olvídalo. - Rio también él, remachando con picardía.- Ya te lo concluiré luego…



            Y tras algunas carcajadas más del resto celebrando esa réplica, le explicaron  a Mimet  los poderes y propiedades de su traje. Ella asimiló las instrucciones a la perfección. Así lo demostraba ahora la muchacha cuando ponía en práctica sus poderes, lanzando andanadas de cristales de hielo que desbarataban filas enteras de esos seres de pesadilla. Incluso paró acometidas de otros utilizando diestramente la espada. Sin embargo eran demasiados, ella y las otras se veían casi rebasadas…



-Nuestra energía está bajando.- Afirmó la Dama del Hielo tras arrojar una nueva ráfaga de cristales congelados.-



Brian llegó en su ayuda y con varias ráfagas de rayos los mantuvo a raya. Alusa y Minara por su parte les rechazaron con una onda de energía que les hacía desaparecer según les alcanzaba.



-¡Vamos! ¡No podemos desfallecer! - Exclamaba Minara.-

-Hasta el final, haremos honor a nuestro uniforme y a las que nos precedieron llevándolo.- Convino su hermana.-



Ambas gemelas se hallaban transformadas a su vez, Alusa lucía el uniforme de la Dama del Trueno, y Minara el de la Dama del Rayo…En tanto auxiliaban a sus compañeras usando su látigo y su jabalina, recordaron también como llegaron a convertirse en justicieras…



-¡Atrás malditos engendros! - Exclamó Minara tras golpear a uno de ellos con su arma.- ¡Fuera!..

            La joven repelió otro ataque con una ráfaga de energía. Espalda contra espalda de su hermana. Las dos se protegían, ambas se cuidaban desde que había nacido. La menor de las gemelas reflexionaba sobre eso. A su memoria vino aquel momento en el que se le traspasó, o al menos lo intentaron, este poder…



-No creí que esto acabara siendo así.- Meditaba al evocar.-



Estaba tomando el aire en la terraza de la casa de sus padres. Su hermana había salido con un chico. Pero ella no tenía muchas ganas de fiesta. Pensaba en la misión que deberían emprender. Algo le decía que ya no quedaba mucho. Alusa también lo sabía, pero ella siempre fue más extrovertida y despreocupada, no meditaba tanto las cosas como ella. Minara era más daba a  pensar y a dejarse influenciar por las implicaciones de aquello. Quizás su hermana mayor prefería evadirse con algo más animado y entretenido. Su gemela reflexionaba precisamente sobre ese particular cuando alguien salió a la terraza con ella. Sonrió al reconocer a su tía Kathy.



-¿Te preocupa algo, cielo?- Quiso saber la recién llegada.-

-Sólo estaba pensando.- Afirmó la chica suspirando en tanto la brisa de esa tarde le agitaba el pelo.- Nada de especial.



            Sin embargo, Katherine le dedicó una mirada profunda, los ojos de ella se clavaron en los de su sobrina que entonces le dijo.



-A ti sí que te preocupa algo. Lo percibo.

-Sí, cariño.- Confesó su contertulia que entonces le desveló.-  Verás. Hace mucho tiempo ya que decidí hacer algo. Quería dar un relevo de una gran responsabilidad. Supongo que tus padres no te lo habrán dicho pero yo, aparte de todo lo que sabéis sobre mí, tu hermana y tú… bueno.- Pudo añadir visiblemente nerviosa y algo avergonzada.- Mis problemas con las drogas…

- Tía Kathy, ¡por favor! Eso ya lo has superado y estamos muy orgullosas de ti por ello. No es nada fácil.- Se apresuró a replicar su sobrina.- Has demostrado ser muy valerosa y tenaz. Y además ayudas a otros a sobrellevar eso mismo por lo que tú tuviste que pasar.



            La aludida sonrió agradecida y besó a la joven en la mejilla para añadir reconfortada.



-Gracias cielo. No sabes lo mucho que he necesitado de vuestra ayuda y lo feliz que he sido cuando siempre habéis estado ahí, para mí. Nunca me casé, nunca tuve familia propia, pero a ti y a tu hermana os considero como si fuerais mis hijas. Os quiero por igual. Pero… en este caso, por desgracia, no puedo daros lo mismo a las dos…



            Y con la atónita mirada de su sobrina puesta en ella, Kathy le desveló…



-Soy una de las Justicieras, la Dama del Trueno. Heredé ese poder de vuestra abuela Karaberasu. Debo confesar que al principio lo acepté casi forzada. Ya sabes, para no desilusionar a mi madre. Pero luego comprendí la importancia y el valor de la tarea que se me encomendó. Aunque a veces no fui todo lo digna que debiese. Ahora creo que ha llegado el momento de pasar el testigo a otra generación…y como no tuve hijas mías vosotras sois las herederas.

-Ya veo.- Musitó Minara que pareció comprender al afirmar.- Pero nosotras somos dos…y tu legado  solamente puede ser para una, ¿no es así?.

-Así es, cariño. - Musitó su tía con pesar para decir.- Y por eso he tardado tanto en decidirme. No sabía a quién de las dos debía encomendarle esto… Pero, tras meditarlo mucho, creo que debe ser a ti…



            Su interlocutora abrió la boca con gesto de sorpresa. Apenas sí pudo replicar…fue su tía la que le explicó.



-Ya te he dicho que os quiero a las dos por igual, y es la verdad, pero creo que tú eres la más tenaz, la que se preocupa más por otras personas. No me interpretes mal.- Agregó con cierto apuro, tratando de justificarse al afirmar.- Tu hermana es una chica estupenda. Enérgica, siempre lista para actuar, pero la veo más volcada en sus propias pasiones. En cierto modo me recuerda mucho a mí misma. Tú, en cambio, te pareces más a tu madre. Por ello pienso que serás una justiciera más adecuada. No quiero decir que Alusa no fuera capaz de hacerlo bien…



            Entonces fue Minara la que posó una mano sobre las de su tía y la cortó en mitad de la frase…



-¡Gracias, muchas gracias, realmente me siento muy honrada!…pero tía. No puedo aceptarlo.



            Ahora fue Katherine la que abrió la boca con una expresión llena de asombro y también desilusión. Su sobrina se apresuró a explicarle.



-Alusa es la mayor, aunque únicamente sea por unos minutos. ¡Le corresponde a ella! ¡Es su herencia! Sé que será una gran justiciera. Y lo será precisamente porque se parece a ti.

-Pero…yo…

-Sé que estoy destinada a hacer muchas cosas. Y ayudaré a mi hermana. Aprecio mucho el honor que me haces, pero mi destino no es ser la Dama del Trueno. No me preguntes por qué lo sé. Simplemente es así…



Su interlocutora bajó la cabeza, suspiró resignada, incluso emocionada, y pudo musitar.



-Está bien cariño…sea así pues…



            Y sin decir nada más su tía salió de la terraza volviendo al interior. Minara la observó con pesar. No quería ofenderla en absoluto. Aguardó al día siguiente y cuando su hermana estuvo allí, junto a ella, las cosas se oficializaron…



-¡Vamos! Cúbrete.- Le ordenó Alusa sacándola de esos pensamientos.-

-Cuidado a tu izquierda. Lush.- Respondió Minara, empleando ese apodo más familiar.-



            Su hermana esquivó un ataque y replicó con un golpe de látigo tan potente que derribó a su agresor. Ahora, en tanto recordaba, lanzó un nuevo latigazo que derribó a otros dos seres avernales y con la otra mano emitió energía para cubrir a su hermana que estaba haciendo lo propio para protegerla a ella misma con la jabalina que manejaba. Lo cierto es que le estaba muy agradecida. Supo el sacrificio que Minara hizo por ella. Siempre la quiso, ambas se adoraban, pero desde entonces aún apreció más a su hermana menor…



-Querida Mina.- Pensaba con aquel cariñoso apelativo que empleaba con ella.- Siempre estaré a tu lado. Nunca de decepcionaré.



            Se acordaba de aquel día. Tras haberse levantado tarde después de esa cita que mantuvo con Greg, Grey, o como se llamase, cuando se vistió y bajó a desayunar le aguardaban su hermana, su tía Kathy y su abuela Kalie… Parecía una reunión de mujeres. Sus padres no estaban allí, tampoco el abuelo Mathew. Recordó que posiblemente el anciano hubiera ido al médico y que sus padres le habrían llevado. No obstante, los gestos de las demás eran serios. La chica les inquirió con cierta preocupación.



-¿Sucede algo malo?...



            Fue su abuela la que se dirigió a ambas chicas y les comentó…



-Ha llegado el momento de que una de vosotras reciba algo muy importante, un tesoro de la familia.



            Y para su sorpresa, su abuela le contó que había sido una justiciera, que su tía Katherine la había relevado de aquella obligación y ahora, nada más y nada menos que se lo ofrecían a ella. Sobrepasada por el asombro y la incredulidad apenas sí pudo decir…



-No, no puede ser… quiero decir que… ¿Cómo voy a ser una justiciera? No creo que merezca eso.

-Lo mereces. Eres una chica de corazón puro y valeroso. Protegerás bien a los débiles y a los inocentes.- Afirmó Katherine.-

- Bueno… no sé si éste es el mejor momento…- Opuso la chica añadiendo con cierta desgana.- Ahora que vamos a trabajar en la empresa tendremos muchas responsabilidades.- Y además… es injusto. Mi hermana tiene tanto derecho como yo…



            Pero al contrario que con Minara, su tía percibió que esas palabras no eran más que una excusa. Suspiró. Entonces con tono de contrariedad le dijo…



-Eres tan parecida a otra chica que conocí…yo tenía razón. - Sentenció mirando ahora a Minara que bajó la cabeza consternada.-

-¿A qué te refieres?- Quiso saber Alusa sin comprender.-



No obstante, fue Karaberasu la que, con suavidad en el tono y más amabilidad, tomó la palabra…



-Calmaos…hija, es natural que tu sobrina reaccione de esa manera. Ha sido muy repentino.

-Por favor, tía. No te enfades conmigo. No quiero ofenderte. – Le pidió la aludida.- Es un honor, pero ¿Por qué yo?...

-Tú eres la mayor. – Replicó entonces su propia hermana con voz queda, sentenciando.- Es tu derecho.

-No, Minara. Escucha. - Repuso su interlocutora.- Las dos tenemos los mismos derechos…



            Pero Katherine avanzó hacia la chica y le espetó con tono de reproche…



-Se sincera Alusa, esa no es la cuestión. En el fondo tú no quieres para nada esa responsabilidad. ¿Verdad?



            La interpelada se quedó observándola atónita, hasta que pudo replicar también de forma más molesta ahora.



-Puede ser que no la quiera, pero aun así. Mi hermana podría tener derecho a ella.

-¿Acaso te crees que no se lo dije?- Estalló su tía.-



            Pero se arrepintió de inmediato de aquel arrebato, ahora su sobrina la observaba con incredulidad, tardó poco en ensombrecer su semblante y pudo musitar entre dolida e indignada…



-Y yo soy la segunda elección. ¿No es así? ¿Qué ocurre? ¿Acaso ella se ha negado también?

-No, - replicó Minara dirigiéndose a su hermana. – Le dije a la tía que tú eres la mayor y que serías una gran justiciera. Y tú sabes que puedes serlo.



            Pero su hermana se dio la vuelta al parecer indignada y dolida. Fue su gemela menor la que le sujetó de un brazo y la giró ordenándole.



-¡Mírame Lush!  Siempre percibimos lo que piensa la otra. Tú sabes que soy sincera… Tenemos cosas muy importantes que hacer. Esto es parte de ello…



            Y tras unos segundos de incómodo silencio por parte de todas las presentes  su hermana asintió, apenas pudo evitar que las lágrimas le cayeran y suspiró…



-Perdonadme todas. ¡Por favor!…He sido muy egoísta. Tía, lo siento mucho. Si todavía me aceptas sería para mí un honor…te suplico que me entiendas…



Katherine se aproximó ahora con una sonrisa y tras acariciar la mejilla izquierda de la muchacha le susurró con dulzura.



-Te comprendo mucho mejor de lo que puedas imaginar, cariño. Esa chica a la que me recordabas era yo. Por eso pensé antes en tu hermana. Sé que te pareces tanto a mí que te sería duro. Pero también sé que, al final, harás lo correcto.



            Y entonces se quitó el colgante y se lo ofreció. Alusa vaciló durante unos momentos hasta que al fin tomó la piedra de color ámbar y se la puso al cuello. Fue su abuela la que le dijo…



-Debes decir, corazón puro del Trueno, dame el poder…



            La muchacha asintió, casi con voz temblorosa lo dijo, al momento la piedra relució de color dorado y amarillo y ella se vio tragada por ese resplandor, tras dar varias vueltas sobre sí misma emergió ataviada con ese uniforme de falda tono ámbar, botas rojas y corpiño blanco. Un gran lazo anaranjado le tapaba el pecho. En su muñeca derecha portaba algo similar a un reloj. Y en esa mano apareció un látigo color marrón que al agitarse se iluminaba con un destello de energía. Minara fue la primera en decir.



-¡Estás monísima! La verdad, ahora tengo algo de envidia.



            En ese instante y para su asombro alguien respondió, pero no fueron ni su tía, ni su abuela, ni su hermana. Al fin reconoció la voz de su madre. Ésta había entrado en el salón afirmando…



-Pues si es por eso, no te preocupes, hija… tenemos otro regalito para ti…



            Y para sorpresa de la chica, Satory sacó un colgante de su bolsillo. De él pendía una piedra de color verde mar. Ahora fue Alusa la que sonrió afirmando divertida…



-¡Te lo has tragado, hermanita!…

-¿Qué quieres decir?... – Quiso saber ésta.-

-Verás hija. Tu hermana efectivamente es la mayor de las dos. La herencia debía pasar a ella. Tu tía Kathy se lo dijo y Alusa le respondió que sí le gustaría, pero que había una sola razón que le impedía aceptar…. Ese motivo era pensar que tú te sintieras desplazada…y que se lo reprochases.

-¡Yo nunca pensaría así, Lush! - Declaró Minara que pareció molestarse ahora, más incluso con su tía al reprocharle con amargura..- Y no puedo creer que me hayas engañado, tía Kathy

- Nunca te engañé. - Afirmó Katherine que desveló ahora.- Le dije a Alusa lo que te dije a ti. Pero también que, pese a ello, la tarea le correspondía al ser la primogénita. Sin embargo, ella lo aceptaría solamente con una condición. Antes me pidió que te lo propusiera. Que tuvieras la oportunidad de considerarlo y aceptar o no libremente. Estaba dispuesta renunciar si tú hubieras querido ser la Dama del Trueno…



            Ahora fue Minara la que no pudo contener las lágrimas y abrazó a su hermana para decirle.



-Siento haber  dudado de ti, Lush. Tuve que darme cuenta. ¿Cómo es posible que no lo hiciera?

-Posiblemente fueron tus propias dudas las que proyectaste sobre tu hermana.- Conjeturó su abuela.-

-Y  tal y como la tía Kathy ha dicho yo quería que disfrutases de la oportunidad de aceptar o no  esta herencia, Mina. - Replicó Alusa entre sollozos también.- Aunque tuviera que renunciar a ella…para mí tú eres más importante.



            La escena era muy emotiva, Kathy y Satory no podían evitar que sus ojos hicieran aguas. Lo más hermoso de aquello era el grado de cariño y comprensión que demostraban las gemelas entre sí. No obstante fue Kalie, la que más entera, intervino entonces y explicó…



-Fue por eso por lo que llamé a mi hermana Petz. Le conté lo que ocurría. Tal y como pensé, ella me dio la solución. Habló con su nuera y ésta con Granate, vuestro primo segundo. Él aceptó de inmediato. Al ser un hombre no puede usar el poder de este colgante. Y la persona en la que él habría pensado para hacerlo ya tenía su propia responsabilidad. E incluso una herencia propia si la acepta.- Explicó señalando el collar con la verde piedra.- Su madre entonces se lo dio a la vuestra, cuando viajó a Bios hace tan solo unos días.

- Y ahora hija. Tú que eres de corazón puro y mujer, y aunque no sea estrictamente necesario, tienes además sangre de las cuatro hermanas. Si aceptas este don y esta responsabilidad, deberás gritar. ¡Corazón Puro del Rayo, dame el poder! –Le explicó una orgullosa Satory.-



            Minara asintió emocionada y así lo hizo, se produjo algo similar al espectáculo de su hermana, solo que en este caso con colores verdes. Al reaparecer con su nuevo atuendo su falda y sus botas eran verde oscuro, su lazo sobre el pecho de un tono verdemar claro. En su mano derecha apareció una jabalina y en la misma muñeca otro transmisor.



-¡Te quiero, Lush! - Pudo decir la chica con lágrimas en los ojos.-

-¡Y yo a ti, Mina! - Sollozó ésta con idéntico sentimiento.-



Tras abrazarse con su hermana y con el resto de las mujeres allí presentes aguardaron a que su padre y su abuelo volvieran.



-También tú estás ideal con ese conjunto, hermanita.- La halagó Alusa a su vez.-

-Ya verás cuando mi hermano y mi padre vuelvan.- Sonrió Katherine.-



Y al rato, cuando estos hicieron acto de presencia y les dieron la nueva ambos sonrieron orgullosos. Mazoui les invitó a todos a cenar para celebrarlo…Alusa se permitió una fugaz sonrisa rememorando esos momentos, enseguida dejó aquello para otra ocasión y propinó varios latigazos a esos seres subhumanos que las atacaban, desbaratándoles a todos con la potencia subsónica y la energía que ahora iluminaba su arma de un tono ámbar incandescente…



-Fuera... ¡apartaos! Ya os enseñaré yo a tratar con la debida educación a una Dama… sobre todo a la del Trueno.



Por su parte Diaval optó por emprenderla a golpes y mandobles con la espada que llevaba hasta ahora oculta en sus cosas, la Inmortal Sword, herencia directa de su padre y de su abuelo, con ella hizo estragos entre las filas de los enemigos despedazándoles sin contemplaciones.



-¡Esto ya me gusta más! - Aullaba el saiyajin en tanto proseguía con su labor de desmantelamiento de las filas enemigas.- ¡Ah!… ¡cómo lo echaba de menos!…



Granate también luchaba descargando rayos de energía con el poder heredado de sus padres y conjuros de ataque aprendidos de su abuela ILaya, que diezmaban a esos seres. Sin embargo, estos seguían saliendo cada vez en un número mayor. Fiora era la única que se tapaba la cara con las manos. Se sentía paralizada, incapaz de asistir a tanta violencia y horror. Fueron las gemelas, que ahora eran capaces de luchar con suma eficacia y coordinación, las que la protegieron del ataque de varios de esos monstruos.



-Vamos Fiora, eres la Dama del Fuego. ¡Contraataca! - Le ordenó Minara.-

-¡Espabílate! Sabemos que no te agrada pero tienes que luchar. ¡Por tu vida y la del resto! - Añadió Alusa.-



La chica no tuvo más opción, pese a lo que dijera anteriormente el usar la violencia la horrorizaba hasta tal punto que casi se quedaba bloqueada por completo. Sin embargo, se sobrepuso a eso por su bien y el del resto. Descargó entonces una saeta de fuego tras materializar su arco destruyendo a uno de esos terribles seres en tanto hacía memoria para tratar de evadirse de ese horror. Su abuela Connie vino a Nature para una corta visita a la parte de su familia que allí vivía. La anciana les dijo sentirse muy bien de salud y estar feliz por volver a verles. Pero aprovechó cuando pudo quedarse a solas con su nieta. Tras hablar un poco sobre la naturaleza y los animales, Cooan le dijo con afecto.



-Me recuerdas muchísimo a tu difunto abuelo Tom. A él le encantaba la naturaleza.

-Mi sueño es poder protegerla y ayudar a que las criaturas que viven aquí lo hagan en paz y armonía.- Declaró la muchacha.-



            Su interlocutora la observó enternecida. Parecía buscar algo en el interior del bolso rojo que llevaba, finalmente lo encontró y lo sacó. Era un collar muy bonito, con una piedra roja tono rubí pendiendo de él.



-Cariño. También me recuerdas muchísimo a mi hija Idina. Mira, debo ser sincera contigo.- Le susurró su abuela, afirmando.- Esto es para ti, si lo aceptas. Es un tesoro de familia.

-¡Es precioso abuela, muchas gracias!- Exclamó la muchacha.-



            Pero para sorpresa y extrañeza de Fiora, su contertulia se puso seria y replicó con tono más grave advirtiéndole.



-No me las des todavía. No hasta que sepas lo que es y para lo que sirve. Quizás entonces no desees que te lo dé.



            Y con la atención de la perpleja joven plenamente centrada en ella, durante un buen rato Cooan le contó a su nieta su larga historia. De cómo fue una malvada que luchó contra las guerreras de la Justicia, las ahora princesas planetarias. En especial de sus batallas contra Rei, la princesa de Marte, quien finalmente la ayudó y Sailor Moon, la actual reina Serenity, que la purificó.  Después inició una nueva vida. Estudió, fue a los Estados Unidos…



-Allí conocí al que luego fue mi marido, tu abuelo Tom…Después luchamos contra el mal. Las guerreras me dieron esto a mí y otros similares a mis hermanas. Nos encargaron pelear a favor de los desamparados y defender el bien. Lo hicimos lo mejor que supimos. Yo se lo pasé a mi hija, tu tía Idina. En un principio no era esa mi intención, pero no tuve más remedio. Fue en un momento de extrema crisis y peligro. A pesar de eso, tu tía fue digna sucesora mía y luchó mucho por el bien y la justicia. Ahora ha llegado el momento. Te seré sincera mi amor. Hablé con mi hija, pero ella no quería dárselo a la suya. Loren todavía es muy niña y además esta piedra simboliza la justicia pero también puede traer mucho dolor a su portadora. Y sobre todo exigirle muchos sacrificios. Pues solamente una mujer puede usar sus poderes. Tú desciendes de mí, y de Ail y Ann. Grandes amigos de las guerreras también. Eres de corazón puro. Cumples con todos los requisitos. Ahora únicamente depende de ti aceptar libremente o rehusar.



            Fiora escuchaba asombrada. De modo que, esa larga historia era una epopeya familiar. No sabía que decir. A ella le desagradaba mucho la violencia, pero sentía que, en cierta medida, era su responsabilidad. Y también tenía que considerar que para la misión que debía de cumplir quizás precisase ir protegida y armada. Se debatía pensando en todo aquello. Así, tras unos instantes en los que ninguna pronunció palabra, fue finalmente Cooan la que comentó.



-Si quieres meditarlo con más tiempo lo comprenderé…Si no quieres soportar tal carga no te lo reprocharemos, ni yo, ni nadie…



            Sin embargo, la muchacha negó con la cabeza y sin dudar esta vez, replicó.



-Acepto abuela…lo único que espero es ser lo bastante digna de ello. Y estar a la altura de esta responsabilidad.



            Cooan sonrió, atusando un poco su canoso pelo que ya era casi gris en su totalidad. Asintió con aprobación y le dijo entonces, con una gran dosis de afecto e incluso nostalgia, a su nieta.



-En tal caso cariño, deberás gritar. ¡Corazón Puro del Fuego, dame el poder!…



            Y tras unos instantes de duda y cierto temor, Fiora lo hizo. Se vio de pronto sometida a rápidos giros y a una deslumbrante luz rojiza que la cubrió. Cuando todo acabó, pudo verse en el espejo de su habitación. ¡No podía creerlo!, esa falda violeta y esas botas rojas hasta la rodilla de medio tacón a juego con el alzo que llevaba sobre el pecho, y el extraño aparato que llevaba en su muñeca derecha. Su abuela le comentó que era un transmisor con el que podía comunicar con sus compañeras. Además, apareció una especie de arco que, tras un buen rato, logró controlar. No sin esfuerzo al principio hizo aparecer una cuerda llameante que sin embargo no le quemaba y un montón de flechas de fuego.



-Pareces la propia diosa Artemisa. - Le sonrió Cooan, observándola con orgullo.- Te queda perfecto, hija.

-La verdad…–replicó la todavía atónita muchacha en tanto se miraba.- Nunca había llevado botas altas y encima rojas. Creía que serían más incómodas. Pero me están bien. Y esta falda, quizás es algo corta. Al menos el lazo me tapa algo por delante y no marco tanto el pecho. - Remachó ruborizándose.-

-¡Ja, ja, ja!… Cielo, recuerdo a mi hermana mayor Petz decir exactamente lo mismo. - Rio su interlocutora.- Y mi hija era como tú… ¡Sois de lo más recatado! Pero créeme. - Agregó ahora ensombreciendo su tono.- El decoro será el menor de tus problemas cuando debas transformarte.



            Y charlaron durante un buen rato más. Después se lo contaron a Naya y a Alan. Curiosamente  fue a él a quién menos le gustó esa idea. En cambio la madre de Fiora la animó. Total, pensaban que en Nature pocos criminales habría para combatir. ¡Qué poco sospechaban el destino que su joven hija tenía reservado! Así lo recordaba ella cuando retrocedía junto a los demás, obedeciendo la instrucción de Diaval que gritó en alta voz.



- ¡Reagrupaos!



Los nueve se habían aproximado reduciendo el tamaño del círculo defensivo. Ahora el saiyajin también usaba potentes rayos de energía y cubría a sus compañeros. Se puso junto a Fiora que respiraba agitada y con expresión entre ausente y temerosa. Interpretando aquello a su manera le sonrió confiado para decirle.



-Ahora vamos a hacer las cosas a mi modo. No tengas miedo, no permitiré que ninguno de esos malditos engendros te roce siquiera.



La chica le observó incrédula. Aunque aparte del lógico miedo por su vida, sentía casi más todo aquel despliegue de violencia, muerte y horror al que se veía obligada a asistir e incluso participar. No obstante, a pesar de que todos ellos peleaban con arrojo y utilizando buena parte de sus fuerzas, la marea de aquellos monstruos parecía no tener fin. Por cada uno que destruían aparecían varios más en su lugar.



- ¡Al final nos desbordarán!...no podremos contra tantos.- Advirtió Alusa que ya sudaba copiosamente por el esfuerzo. -

- Debemos abrir brecha y escapar, ¡rápido! - Urgió la ya jadeante Minara, respaldando el argumento de su hermana -...

- Bien, coordinemos un ataque, súper guerreros arrasar el camino de delante. Justicieras, cubrir la retaguardia. - Les indicó Granate gritando para hacerse oír entre el caos y el ruido de la lucha -...

- Tú y yo vamos a proyectar un escudo defensivo de energía. - Le comentó Asthel al hijo de Sandy y Coraíon.-       



            Éste asintió y comenzaron con el plan.  Primero fue Diaval el que se encargó de su parte, apoyado por Brian. Con una gran descarga de energía desperdigaron y desintegraron a decenas de ellos. Las chicas diezmaron  a otros haciendo retroceder por el momento a sus perseguidores. Asthel y Granate les protegían de rayos de energía enemigos con sus escudos. Sin embargo el grupo estaba muy debilitado, incluso el Mensajero respiraba con dificultad, pronto cayó en la cuenta del porqué y declaró en voz alta.



- Éste no es nuestro mundo, nuestras fuerzas físicas aquí están muy debilitadas.

- Es verdad,- admitió el propio Diaval. - Si luchase en cualquier otro sitio ni siquiera sudaría por esto, pero noto que apenas puedo más, casi ni tengo energía... Es que no puedo ni volar.- Agregó percatándose de ello con creciente alarma. -

- Está claro que en esta dimensión estamos en desventaja.- Reconoció también Mimet  con su forma objetiva y más analítica. – Y no sé cómo podremos compensarlo.

- Hemos usado la fuerza física y eso nos debilitará mucho aquí. Nuestra constitución no se adapta fácilmente a este sitio. - Terció Asthel. -



            Y en tanto se percataban de eso la turba de hombres bestia y seres subhumanos, volvieron a rehacerse del anterior ataque y se acercaban a ellos con rapidez. El grupo pronto se vería rodeado y ya no era seguro que pudieran resistir otra acometida semejante. Minara intervino entonces y les dijo a todos con un grito de alegría...



-¡Mirad...otra puerta! - Señaló otro enorme portón de un color negro azabache casi oculto tras una densísima agrupación de lianas, plantas y arbustos.-

- La frontera del tercer círculo.- Les informó Granate que, de modo inmediato, instó. - ¡Debemos darnos prisa por llegar allí!....

-¿Y cómo la abriremos?- preguntó Brian con mucha preocupación. -

- Ya lo pensaremos cuando alcancemos esa maldita puerta, pero ahora tenemos que escapar de estos tipos.- Respondió apremiantemente Alusa. -¡Vamos!



            Tenía toda la razón. La gran horda de  aquellos seres malignos y deformes se les echaba encima. Diaval, Granate, Brian y Asthel, lanzaron una andanada de rayos para contener su avance, seguidos de los sendos ataques de las justicieras. Pero estos cada vez eran más ineficaces. Pronto no podrían parar a aquella marea de seres sedientos de sangre. Todos siguieron corriendo cada vez más agotados. Igual que le sucediera al saiyajin, los que dominaban tal destreza tampoco eran ya capaces de volar. Por fin, llegaron al término de su camino, interceptados por aquella gran puerta. Atrapados entre ella y la furiosa marabunta que les acechaba. Mientras los demás trataron de preparar un rápido plan de acción, Diaval y Brian se ocupaban de crear una barrera de energía y de disparos para frenar a sus enemigos. Algunos de ellos eran bestias humanoides que mostraban unos enormes falos a las atónitas chicas, siendo arrastrados al momento por un viento huracanado que los estrellaba contra la pared en la que se enmarcaba la puerta.



-¡Serán pervertidos! – Exclamó Fiora tapándose los ojos con una mano, en un acto reflejo.-

-Es el círculo en el que se castiga a los lujuriosos.- Les explicó Mimet. Afirmando.- Supongo que, en buena medida es lógico su proceder. Y posiblemente ahora eso nos dé ventaja. No odrán acercarse más. Al menos los que pequen de lujuria.

-Pues mejor, a mí no me interesan para nada. – Terció Maray.-

-Si, por grandes que las tengan no son nuestro tipo. ¿Verdad Lush?- Sonrió Minara.-

-Será mejor que no me tientes – Repuso la aludida con otra pícara sonrisa.-

-Al menos no perdéis el sentido del humor.- Intervino Brian lanzando otro rayo de energía que aniquiló a más de aquellos seres.-

-Tenemos que seguir manteniendo las defensas.- Les instó Granate.- Hay que abrir esta puerta…

-Tú ocúpate de eso. Yo me dedicaré al tiro al monstruo.- Afirmó Diaval lanzando una onda vital que barrió la planicie para sentenciar, en un intento de mantener el buen humor y quizás asimismo de reivindicarse.- ¡Y las tienen muy pequeñas comparadas con un saiyajin!



Y desde luego que, pese a lo precario de la situación, ese comentario logró arrancar unas sonrisas del resto. Fiora hasta se ruborizó.



-¡Menos lobos!- Dijo incluso Alusa.-

-Cuando quieras puedes comprobarlo.- Se sonrió el saiyajin.-

-¡Qué más quisieras tú!- Terció Minara.-

-¡Queréis dejaros de coqueteos!- Exclamó una perpleja Maray.-



Diaval se encogió de hombros sonriendo una vez más y sin darle más importancia a ese tema continuó lanzando ráfagas de energía contra esos seres ayudado por Brian. Pero eso al final acabaría por ser inútil. Muchas más de aquellas horribles criaturas reaparecieron descargando rayos de energía a su vez. Los jóvenes se parapetaban aguantando como podían tras su escudo de energía. Con las justicieras y Asthel uniendo su poder al del resto en un desesperado intento de mantenerlo estable. Así estuvieron durante un rato. Lo malo era que precisamente para mantener la posición no podían moverse del sitio.



-No aguantaremos mucho más.- Declaró un preocupado Brian.-

-Debemos hacerlo. Hay que darle tiempo a Granate.- Dijo Maray.-



Este a su vez se esforzaba en encontrar una manera de traspasar aquella entrada. Pero apenas sí podía discurrir nada. El continuo hostigamiento al que se veían sometidos lo hacía virtualmente imposible.



-No puedo concentrarme.- Se lamentaba el muchacho.- Creo que había algo para abrirla. Una cosa que mi abuelo me contó, pero no puedo hacer memoria. Necesito un poco de tiempo.

-Eso es precisamente lo que no tenemos.- Contestó una muy apurada Alusa.-

-Yo ya no puedo más.- Musitó Minara.-

-¡Vamos Granate, haz un esfuerzo! – Le pidió una asimismo angustiada Maray.-



Y es que ese escudo que les protegía tanto de los rayos como de la intrusión de esos seres comenzaba a debilitarse. En muy poco tiempo cedería y se verían asaltados por esa turba. Eso sería el fin para todos. No cabía otra posibilidad. Tendrían que distraer a esos seres lo suficiente como para poder abrir la puerta o sino, pese a sus poderes tan extraordinarios, tarde o temprano estarían irremisiblemente perdidos...






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