Ciertamente Alice no esperaba aquella bienvenida. Era
ella quien pensaba darles una sorpresa y fue al revés. De hecho estaban todos aguardándola.
Cuando cruzó por el espejo saludó a Cooan y a Loren que ya habían regresado de
hacer unas compras. Tom la recibió también sonriente y amable, afirmando en
nombre de todos.
-Me alegro de verte otra vez. Te hemos echado mucho de
menos.
-Gracias.- Convino la joven con una cortés inclinación
de cabeza.-
-¿Vienes a visitarnos?- Quiso saber la esperanzada
Loren, añadiendo.- ¡Ya es casualidad que nosotros hayamos venido a pasar unos
días con la abuela Cooan!
-No, ya me gustaría. La verdad es que me alegro mucho
de poder veros. - Repuso Alice, declarando con una franqueza propia de su parte
saiyajin.- Pero vine por aquí para
llegar antes a la Tierra. Voy a felicitar a la reina Serenity por el nacimiento
de su hija.
Aunque
pensándolo con detenimiento, con la tecnología que poseían, ir de la Luna a la
Tierra en lanzadera rápida le hubiera costado apenas diez horas. Desde casa de
Cooan, llamando a un transporte rápido, quizás estuviera en Tokio en cuatro.
-Tampoco es tanta diferencia.- Se dijo ahora,
reflexionando, eso sí.- Puede que mis padres desearan que viese a Cooan, para comprobar
como está.
Y esa
misma mujer le pidió con su tono afable habitual.
-Pero no tendrás que marcharte inmediatamente, seguro
que puedes al menos cenar con nosotros.
-No, claro. Dispongo de unas horas.- Pudo responder.-
-Estupendo, pondremos un cubierto más.- Afirmó Loren
con gesto alegre.-
La
joven princesa esbozó una sonrisa de circunstancias. Realmente tampoco tenía un
horario que cumplir, ni ningún protocolo. Avisó a la corte de Endimión y
Serenity que iría pero no especificó exactamente cuándo. Sin embargo, se sentía
algo incómoda. Por un lado era totalmente cierto que agradecía la ocasión de
ver a Cooan y a Loren. Le gustaría charlar con ellas y ver cómo les iba. Tenía
muy gratos recuerdos de su estancia en Bios. Empero, no quería molestar. Y
todavía no había tenido ocasión de hablar con Tom después de aquella abrupta y
poco edificante despedida que tuvieron. Desde luego le resultaba muy
embarazoso. Meditó sobre ello, pensando que harían sus padres en una situación
así.
-Bueno, como ellos siempre dicen. Esto podría ser un
ensayo para habituarme a las recepciones palaciegas. Muchas veces en sus
cometidos como reyes deben tratar con gentes que no les caen nada bien y ser
amables pese a todo. Que conste que yo no tengo ese problema aquí, ni siquiera
con Tom…pero…¡en fin!
De modo que asintió deseando
agradar a esa anciana que tan amable había sido siempre con ella. Loren,
visiblemente contenta, se ofreció a ayudar a su abuela. Lo mismo que su hermano.
-Voy a la cocina.- Dijo la nieta de Cooan siguiendo a
su abuela.-
-Yo iré enseguida.- Repuso Tom.-
Y cuando el chico se disponía a
seguir a su hermana, escuchó a la princesa decirle con tinte apurado.
-Tienes un momento. Por favor.
-Por supuesto, para ti siempre.- Comentó él con tono amable
sin dejar translucir nada más.-
Aquello
hizo sentir todavía más incómoda a Alice. Siendo honesta había imaginado que
ese muchacho la rehuiría o que no le dirigiría la palabra. En cambio no podría
estar mostrándose más gentil. Suspiró para declarar al fin.
-Siento haberte juzgado mal. Tu hermana me aclaró lo
sucedido. Sé que trataste de ayudarme. Y que fue Granate quién te encargó
aquello.
-No te preocupes por eso. Lo he olvidado ya.- Musitó
él con tono entristecido pese a todo.-
-Escucha, Tom.- Le pidió ella de manera conciliadora.-
Siempre serás un buen amigo. Pero no puedo pensar en ti de otra forma. ¿Lo
comprendes, verdad?
-Sé que no soy digno de ti, pero cambiaré. Mejoraré.
Te lo prometo.- Le aseguró el muchacho.- ¡Ya lo verás! Ganaré reputación, ¡seré
famoso!
-No, no se trata de eso. –Comentó la envarada chica
que no sabía que responder.- Yo no amo a Granate porque sea famoso… es difícil
de explicar…Siento algo muy especial cada vez que estoy a su lado.
Entonces
el chico le tomó una mano entre las de él y le dijo con énfasis y casi
desesperación.
-Pero Alice, ¡Granate ya no está! Partió a cumplir con
esa misión…y… ¿y si nunca retornase?
Ella
movía la cabeza negándose a aceptar aquello, pero el joven era pertinaz y con
un tono bastante más medido y suave del que creyó tener, insistió.
-Sé que le amas. Yo también le aprecio mucho. A pesar
de todo lo que ha pasado. ¡Es mi amigo! Y él también me tiene en mucha estima,
la prueba es que me encargó decirte aquello. Y le prometí que lo haría, sin
importarme las consecuencias. Lo hice por él y también por ti, ¡porque te
quiero!, siempre me gustaste. Desde el primer momento que te vi a través del
espejo. Y además, le prometí a Granate cuidar de ti.
-No necesito que cuides de mí.- Repuso ella de un modo
más brusco ahora separándose de su interlocutor.-
La
atmosfera pareció congelarse, Tom no dijo nada, únicamente la miraba de una
forma extraña. Alice se sintió mal otra vez. Quizás había vuelto a tomar esas
palabras de la peor manera. Suspiró tratando de calmarse y dijo.
-Lo siento. Es mi carácter. A veces reacciono sin más.
Sé que tus intenciones son buenas. Y seguro que Granate te pidió eso con la
mejor voluntad. Pero no debes preocuparte por mí. Soy una princesa de la Luna y
además tengo sangre saiyajin. No preciso que velen por mí. Sé arreglármelas
bien yo sola.
-No es bueno estar solo.- Repuso el joven.- Y cuando
dije que prometí cuidar de ti, no me refería a eso. Quise decir que nunca te
dejaré. Que siempre podrás contar conmigo para lo que te haga falta, hablar,
pasar el rato…yo te quiero, Alice.
-Pero yo a ti no…- Insistió la muchacha moviendo la
cabeza, aunque matizando tras un suspiro para aliviar su tensión.- No así…¡por
favor, no lo tomes a mal!
-Tus ojos dicen otra cosa.- Le susurró Tom aproximándose
a ella.-
Y
aunque quería negar aquello y rechazar a esa chico, su interlocutora se sentía
confusa, la mirada de él se clavaba en sus ojos…no podía evadirla, era casi
como sí…
-Esto no está bien. - Fue capaz de musitar la princesa
con visible aturdimiento.-
-No tienes por qué estar sola. Yo estaré contigo. -Le
aseguró él lanzándose a besarla en los labios.-
Para
su sorpresa Alice encajó aquel beso sin apenas resistirse y se sintió extraña.
Como si algo dentro de su estómago ardiera. Tras aquello la penetrante mirada
del chico seguía prendida en ella, más cuando él sentenció.
-Haría cualquier cosa, cualquiera, para ser digno de
que me amases.
La
desconcertada joven no era capaz de articular palabra. Por un lado su instinto
casi la impulsó a abofetearle y salir de allí, de otro encontró ese beso
inexplicablemente cálido y agradable. Por suerte algo la sacó de aquella
especie de embrujo. Era Loren avisándoles
-Venga chicos, vamos a cenar… ¿habréis puesto la mesa,
verdad? Hemos hecho unas ensaladas y algo de pasta. Alice, a ti te gustaba
mucho ¿A que si?..
-Sí,...sí me gusta.- Fue capaz de replicar casi entre
jadeos de respiración entrecortada por aquella situación. -
Ahora miraba a Tom que simplemente
sonrió, agarrándola suavemente de una mano como si esa conversación o ese beso nunca
hubiesen tenido lugar, en tanto le indicaba con jovialidad.
-La mesa está puesta. Vamos a cenar…
Y así
era, aunque la princesa juraría que ese muchacho había estado con ella todo el
tiempo. ¿Cómo habría podido poner la mesa entonces?.. Seguramente ya la
tuvieran lista antes y con únicamente añadir un cubierto para ella bastase. Con
lo que había sucedido entre ambos tampoco se había fijado mucho la verdad. De
todas formas se sentaron y todo estaba perfectamente colocado sin que faltase
de nada. Alice no le dio más importancia. Sin comprender a ciencia cierta
porqué sencillamente sonrió. Se encontraba feliz… de hecho la cena fue muy
agradable y sin saber de dónde el chico la obsequió con un ramo de rosas.
Aquello impresionó a todas las mujeres de la casa. Más cuando, tras desempolvar
un karaoke, Tom interpretó algunas hermosas canciones, dedicadas sobre todo a
su invitada.
-¡Es increíble!- Exclamó Cooan asombrada, para admitir
cuando el chico terminó entre aplausos.- Me ha parecido estar oyendo y viendo a
tu abuelo…
-¿Desde cuándo has aprendido a cantar así?....Le
preguntó su propia hermana.-
-¿No te acuerdas que estuve practicando con unos
amigos? Cantábamos y además tocamos la guitarra. - Le comentó él despreocupadamente.-
-¡Ah, sí, es verdad! - Recordó entonces Loren.- ¡Qué
tonta!, no sé por qué pero no me acordaba de eso.
-Vaya, ¡es increíble como has mejorado!- Le alabó
Alice sin reservas.-
-Ya te lo dije, quiero ser digno de alguien muy
especial.- Sonrió de forma encantadora él.- Y haré cualquier sacrificio para
conseguirlo.
La
joven princesa se ruborizó, cosa rara en ella. Comenzaba a pensar que Tom era
mucho más agradable de como ella recordaba. Quizás era el tiempo que Granate
llevaba fuera. ¡No!, el hermano de Loren era su amigo…no podía verle de otra
manera.
-Ya se ha hecho muy tarde.- Comentó Cooan,
ofreciéndole a su joven invitada.- ¿Quieres pasar la noche aquí?...
-Tenemos sitio.- Afirmó Loren con visible entusiasmo.-
Puedes dormir conmigo en la habitación. Igual que hacíamos alguna de vez de
pequeñas.
La
chica había traído un par de maletas que Tom prestamente metió en el cuarto de
su hermana. Al final la princesa se encogió de hombros conviniendo en ello
bastante más animada que antes.
-No veo por qué no.- Pudo decir con voz más jovial.-
Tampoco me esperan enseguida en el Palacio de Cristal Tokio.
Y
así, los tres no tardaron mucho en acostarse. Ambas chicas charlaron un poco
antes de dormir. Fue la propia Loren la que comentó, sin todavía salir de su
asombro.
-Mi hermano está muy cambiado. La verdad es que se
está esforzando mucho por ser mejor en todo.
-Sí, eso parece.- Admitió su interlocutora quién quiso
cambiar de tema para preguntarle a su amiga.- ¿Y a ti cómo te va?...
-Bien, estoy terminando bachillerato ya y me gustaría
estudiar bellas artes. Si pudiera optar a un puesto de profesora de pintura y
dibujo o hacer retratos, sería para mí maravilloso.
-Tienes talento, seguro que lo conseguirás.- Sonrió
animosamente Alice. Quién le propuso.- Estoy convencida de que a mis padres les
encantaría que tú te ocupases de pintarles para la galería Real.
-¿De veras?
¡Sería maravilloso! - Replicó una entusiasmada Loren.-
-Tú déjalo de mi cuenta.- Sonrió su amiga.-
Por
fin, tras unos minutos más de conversación, ambas se durmieron. Sin embargo,
Tom seguía despierto. Ojeaba un gran libro de color burdeos, ahora lo
recordaba, siendo niño lo vio en la habitación de Asthel. ¡Si hubiese sabido
entonces de qué se trataba! No obstante, eso ya no importaba.
-Quizás hasta pueda arreglar algunas cosas que ya
hayan sucedido. -Meditó al hilo de aquello.- Creo que además, lo que escribo en
este cuaderno negro pasa de algún modo a incorporarse al relato. No sé como
pero así es. El libro en sí, en cambio, no se puede alterar. Lo que puedo hacer
es consultarlo a ver en qué ha variado cuando use la agenda. Y parece que nadie
más es consciente de eso salvo yo.
Recordó
a Loren, y cómo la expresión de su hermana varió del desconcierto y la sorpresa
a sonreír asintiendo como si lo que le hubiera dicho fuese lo natural y hubiera
sucedido desde siempre.
-La pobre tenía razón. Yo no había cantado en mi vida.
Y hasta me daba vergüenza. Pero al anotar eso en la agenda, no solamente soy un
gran artista sino que me gusta. Y si he conseguido eso. ¿Cuantas más cosas
podría lograr? - Se preguntó intrigado.-No únicamente para mí, mi familia y la
gente a la que quiero se merecen triunfar y ser felices. -Decidió.-
Y es
que lo tenía ahora a su disposición, con esa agenda negra y la pluma podría
hacer de su destino y del de los otros lo que deseara, así pues sonreía para
musitar, tras leer un pasaje del libro, justamente la conversación entre Loren
y Alice.
-Por supuesto, hermanita…tus sueños se harán realidad.
Tú serás una gran artista. Me ocuparé de ello. Y también pintarás el retrato de
Alice y mío en nuestra boda.
Entonces,
con visible curiosidad le dio otro vistazo al libro, dándose cuenta de que era
enorme.
-Se divide en capítulos y estos se agrupan en
historias. Hay hasta sucesos de otros planetas. Ya ojearé eso después, de
momento miraré qué tal les va a esos nueve. -Y leyó-...
Acuciados por la prisa a ninguno de
ellos se le ocurría nada que pudiese abrir esa puerta. Ahora, además, podían
leer sobre ella, en el frontispicio, unas palabras. “El poema del Paraíso
Perdido abrirá el camino”
-Maldita sea. ¿Qué significa eso?- Inquirió el
saiyajin sin comprender nada.-
-No lo sé, pero si no lo averiguamos estamos
perdidos.- Declaró Brian.-
-De momento unamos fuerzas y rechacémosles, para ganar
algo de tiempo.- Les indicó Asthel.-
-¡Vamos, ya están aquí otra vez!- Urgió Granate.-
Los cuatro muchachos intentaron
efectivamente retrasar a sus enemigos lanzando una poderosísima ráfaga de
energía entre todos. Esto contuvo a la horda que les perseguía, pero, una vez disipada,
aquellos monstruos volvieron a surgir como si apareciesen de la nada. ¡Ahora
eran incluso más! Las chicas por su parte lanzaron otra andanada de sus
respectivas armas y pudieron ganar unos instantes. No obstante, el número de
sus adversarios parecía ser inagotable. Alusa y Minara estaban exhaustas.
Mimet, algo más entera, tampoco tenía ya demasiadas fuerzas. Agotada, Maray se
sentó a descansar. Fiora por su parte descargó varias saetas más que no daban
para frenar a tanto rival que les acometía, ella también cayó de rodillas
jadeando en busca de aire y con los brazos casi entumecidos de tanto usar su
arco. El tiempo se agotaba. La distancia entre esa horda y el grupo se reducía
a cada segundo. Sin apenas fuerzas para resistir, los componentes del grupo
estaban comenzando a resignarse a su terrible final...
-De eso nada.- Comentó Tom preocupado por la suerte de
esos chicos.- No permitiré que os ocurra algo tan terrible. A ver, tengo que
pensar…
Discurrió
algo y no dudó en escribirlo en la agenda, esperó y para su alivió, leyó...
Fue cuando Granate recordó algo que le vino a la cabeza casi como la
única y desesperada solución.
-¡Podría ser!- Musitó el chico añadiendo con tinte
reflexivo. - Aquel viejo poema. -
¿A qué te refieres, Granate? - Le preguntó Maray,
deseosa como el resto de escuchar lo que fuese, con tal de que les permitiera
abrir aquella condenada puerta. – Dinos, ¡por favor!…
- Un poema que mi abuelo me enseñó. Una especie de
clave. - Comentó el muchacho añadiendo esperanzado - ¡Quizás sea la respuesta!
- Aunque se trate de la canción del verano. - Terció
Brian con nervioso sarcasmo para urgir a su compañero. -¡Prueba lo que sea o
sino esos monstruos van a acabar con nosotros!
Razón
no le faltaba, los seres del averno se acercaban cada vez más. Ésta vez fueron
Alusa y Minara las que, tras descansar por unos instantes, relevaron a sus
exhaustos compañeros y atacaron con ondas de energía. Pero ya sólo lograban
retrasar a sus perseguidores un escaso periodo de tiempo. No obstante, fue
suficiente como para que Granate entonase en voz alta las siguientes palabras.
En el lenguaje del averno, que luego tradujo…
“¡Oh, millares de espíritus inmortales!! ¡Oh, potestades a
quienes sólo puede igualarse el Todopoderoso! Aquel combate no careció de
gloria, por más que su resultado fuera desastroso, como lo atestiguan esta
mansión y este terrible cambio que me es odioso expresar “El Paraíso perdido
de John Milton “(crédito al autor)
Y
ante el asombro y el alivio de sus amigos la entrada emitió un crujir, el chico
añadió otra estrofa, de nuevo en aquella lengua ininteligible para el resto y
esa puerta comenzó a abrirse. Pudieron cruzar a la carrera en tanto los
subhumanos y demás bestias no osaban seguirles más allá. Por fin, la puerta
comenzó a cerrarse lentamente hasta desaparecer una vez concluida la operación.
Todos se miraron con visible contento. Ya estaban dentro del tercer círculo y
sobre todo a salvo. Al menos de momento.
- ¿Qué has dicho, Granate? Ese idioma era muy extraño.
- Quiso saber Fiora con la misma curiosidad que embargaba al resto. -
- Es el idioma natal de mi abuela, el avernal, ella me
lo enseñó cuando venía a visitarme
siendo yo pequeño. Debe usarse para invocar
algunas de las grandes puertas.
- ¿Podrías traducirnos lo que fuera que has dicho? -
Se interesó Diaval, todavía con perplejidad. -
- Bueno. - Replicó el interpelado en tanto pensaba en
las palabras. – Esperad, es un poco difícil, pero creo que una traducción
aproximada vendría a decir.
“Tras el vergel del submundo se alza la gran Puerta.
Custodia del Tercer
Círculo
Si el que tiene sangre
infernal le ruega
Ella se abrirá
mostrándole el camino.
Yo te ruego, ¡Ábrete
pues, gran Puerta! ”
-¡Menos mal que lo has recordado a tiempo! - Suspiró
Asthel añadiendo totalmente seguro de ello. – De lo contrario, nuestro viaje
habría terminado.
-¡No sabía que los demonios tuvieran poemas! – Terció
Maray visiblemente sorprendida. -
Granate asintió para explicarles a todos.
- Mi abuelo me contó también que al menos los
habitantes del tercer círculo eran bastante parecidos a nosotros, por eso mi
abuela tenía apariencia humana y pudo tener sentimientos.
- A nosotras en cambio, nuestro padre apenas nos ha
hablado de esas cosas. Lo único que sabemos es que nuestro abuelo biológico era
un demonio muy poderoso. Pero no de este círculo, sino de otro más avanzado.-
Terció Alusa. -
-Sí, - añadió Minara. – A nuestro padre nunca le ha
gustado hablar de ese tema, ni a él, ni a nuestra abuela Karaberasu.
Alusa
miró a su hermana y esta asintió despacio dejando de hablar. Su abuela les
había contado algunas cosas más pero eso de momento quedaría entre ellas dos.
Al menos hasta que llegase la ocasión de ponerlo en práctica. ¡Si es que
llegaba! Por eso, Minara agregó. Para justificar ese repentino silencio suyo.
-Aunque nos ha enseñado algunas cosas sobre cómo
controlar nuestros poderes. Pese a que a nosotras se nos han manifestado de
forma mucho más atenuada.
Los demás asintieron. En cualquier
caso lo habían conseguido. Todos suspiraron aliviados y dirigieron sus
expectantes miradas hacia Granate que por ahora parecía haberse erigido en el
líder de la expedición. No obstante, el muchacho se encogió de hombros y les
confesó algo apurado.
- Yo sólo podré servir de guía a través de este círculo.
Lo conozco entre las notas de mi abuela y lo que ella y mi abuelo me contaron.
Pero, más allá de él, sé tan poco como cualquiera de vosotros.
Eso hizo cundir la inquietud entre
ellos, si las cosas eran ya complicadas, al menos tenían a Granate para
llevarles por la dirección adecuada o advertirles, pero. ¿Qué iba a suceder
cuando éste fuera incapaz de seguir haciéndolo?
- Ya nos preocuparemos de eso una vez estemos más allá
de este círculo. No tiene sentido pensar en ello antes. Lo lógico es salir de
aquí primero. Así que sácanos de este lugar lo más pronto posible. - Intervino
Mimet poniendo la nota de objetividad y frialdad necesaria para el grupo. -
- Tienes toda la razón. - Reconoció Asthel.-
El joven agradecía ahora el
carácter tan especial de esa muchacha. Racional y centrado cuando el resto
estaba demasiado inquieto y temeroso de lo que pudiera acontecer. De modo que,
más animado por ella, le indicó a Granate.
- Vamos, pongámonos en marcha.
El muchacho asintió y el resto del
grupo le siguió de inmediato. Al cabo de andar durante unos minutos por una
extensión de algo similar a un bosque, salieron a lo que era asombrosamente
parecido a una calle de cualquier ciudad terrestre que conocieran, de Nueva
Vegeta, la Tierra, la Luna, Nature o Bios. Se levantaban casas que en poco o
nada se diferenciaban de los diversos tipos de construcciones humanas.
Comenzaron a cruzarse entonces con gentes que realmente daban la impresión de
ser humanos corrientes. Incluso vieron un grupo de niños jugando. Al parecer a
quitarse cosas unos a otros. Lo único extraño eran sus ropas. Por parte de los
adultos, muchos llevaban capas y hombreras similares a los uniformes demoniacos
de batalla que los chicos recordaban de las historias de sus abuelos. Tenían,
eso sí, algunas variantes, sin pinchos que sobresalieran, y sus dueños tampoco
llevaban armas. El grupo lo observaba todo con sorpresa e interés cuando
Granate les comentó.
- Trataremos de pasar desapercibidos. Quizás podamos
salir de este círculo sin despertar sospechas, podremos hacerles creer que
somos unos demonios cualquiera.
- No sé, pero tengo la sensación de que eso no será
tan fácil. - Opuso Asthel con prevención. -
Granate
asintió levemente. Iba a exponer el porqué de las palabras de su compañero
cuando vieron que dos de esos demonios se dirigían hacia ellos. Eran un hombre de
pelo moreno y ojos rojos y una mujer de
pelo verdoso con ojos rojizos también. Ambos eran altos, ella casi como Mimet y
él de una estatura pareja a la de Granate y Brian. Los dos miraban directamente
al hijo de Sandy, éste se sorprendió. No sabía el porqué, pero a él le
resultaban vagamente familiares. De todos modos no parecían agresivos y ambos
les hicieron señas a los chicos para que los siguieran hacia un apartado rincón.
El grupo se acercó para no levantar sospechas. Cuando estuvieron a parte del resto
del bullicio el demonio les dijo con voz brusca y al tiempo tono sorprendido,
que sonaba también de una extraña forma gutural.
- Vosotros no sois de nuestra especie. ¿Qué estáis
haciendo aquí?
- ¿Y qué te hace pensar que no lo somos, eh? - Le
espetó Diaval con amenazador tono. -
- Es que hemos sido muy malos, ¡por eso nos han
mandado aquí! - Bromeó Brian. -
- No sois de este lugar, podemos sentirlo. Aunque
vosotras dos. - Replicó el demonio
señalando a Alusa y Minara – y tú. - Añadió dirigiéndose a Granate. - Sí sois
en parte de los nuestros.
- Sí, eso es verdad. - Confesó Alusa añadiendo. -
Somos nietas de un poderoso demonio.
- Aunque él no pertenecía a este círculo. - Matizó
Minara. -
- ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Cómo habéis podido
llegar hasta nuestro mundo? - Quiso saber el demonio, visiblemente perplejo. -
-¡No ibais a ser vosotros los únicos en poder ir y
venir a vuestro antojo al nuestro! – Replicó Brian con regocijo al ver el gesto
de sorpresa de ambos diablos. – Vinimos a devolveros la cortesía de vuestras
visitas.
- Lástima. Habrá que eliminarles, saben demasiado.-
Sentenció Diaval como si de un mafioso se tratase.-
Aunque
ante las expresiones de alarma de ambos demonios Granate les tranquilizó.
Detuvo con un gesto de una mano a su compañero saiyajin. Decidió ser más
explícito y contarles concretamente quién era. Presentía que podía confiar en
esos dos y así les dijo en busca también de respuestas.
- Mi madre era hija de una diablesa de este círculo.
Una llamada ILaya. ¿Os dice algo ese nombre?
- ¡ILaya! ¡No puede ser posible! - Exclamó la diablesa abriendo su boca hasta
dejar ver un par de pequeños colmillos como gesto de asombro según inquiría con
tono igualmente gutural aunque más agudo que el de su compañero. - ¿Te refieres
a ILaya la traidora?
- ¡Mi abuela no traicionó a nadie! Sólo se dio cuenta
de que podría vivir en paz en mi mundo -
Replicó el ofendido Granate a quién no le había gustado semejante
apelativo, para querer saber a su vez. - ¿Quién eres tú para insultarla de esa
forma? ¿Acaso pretender ser feliz y querer a los tuyos es traición?
La
diablesa arqueó las cejas visiblemente sorprendida. Enseguida respondió con voz
serena.
- Me llamo Daila. Del tercer círculo, y sí, aquí se
considera como traición todo lo que vaya contra las directrices de las altas
jerarquías.
- No te pregunto eso. Te he preguntado, ¡si tú lo
consideras como traición! – Le aclaró Granate con énfasis. -
Y para
sorpresa del resto de los muchachos, Daila negó con la cabeza y respondió de
forma reposada.
- No, yo fui compañera de tu abuela y sé que ella
nunca mereció ese calificativo. Al menos cuando vivía aquí. Te lo puedo
asegurar…
- Yo soy Ruwoard. – Se presentó el demonio a su vez. -
Los dos conocimos a tu abuela, Granate.
- ¿Cómo saben tu nombre?- Inquirió Mimet sin
comprender. -
- Telepatía. - Le contestó el muchacho. -Es una
habilidad que todos poseemos cuando estamos en nuestro propio mundo.- Explicó
Daila añadiendo. - Y también sabemos por qué estáis aquí. De modo que haríais
bien en tratar de ocultar esos pensamientos al resto de los nuestros. Por eso,
nada más os vimos, vinimos a apartaros del bullicio.
-Dad gracias a que nuestros congéneres suelen ir a
ocuparse de sus propios asuntos. Aparte de que vuestro plan es descabellado o
directamente suicida. - Afirmó Ruwoard.-
- Supongo que entonces vosotros trataréis de impedirnos
llevarlo a cabo. – Aventuró Mimet. -
- ¿Por qué habríamos de querer tal cosa?- Repuso
tajantemente Daila mirando a Asthel, mientras admitía. - Todos vosotros poseéis
grandes poderes, muy superiores a los nuestros. Sobre todo tú.
- Sí - reconoció el chico a su vez añadiendo. - Y si
sabéis a lo que venimos y no vais a oponeros sólo queda una cuestión por resolver.
¿Vais a ayudarnos o no? - Inquirió el aludido con una escrutadora mirada
dirigida a ambos. -
- Estarás de broma, supongo. - Intervino Diaval con
total incredulidad para sentenciar con un tinte entre retórico e irónico en su
pregunta. - ¿Unos demonios nos van a ayudar?
Pero,
para nueva sorpresa del grupo, fue Ruwoard el que quiso saber dirigiéndose a
Granate.
- Antes de que os respondamos dinos una cosa. ¿Tú
abuela fue feliz en el mundo de los humanos?
- Sí, lo fue, muy feliz.- Contestó el muchacho aunque
matizó con pesar. – Pero fue asesinada por unos hombres que servían a una de
vuestras sectas.
- Lo lamentamos de veras. - Afirmó la diablesa con un
tono de consternación realmente creíble. – Créenos, mucho más de lo que te imaginas.
Desde luego que ambos diablos se
miraron al parecer con asombro tras saber aquello. Ahora fue Maray la que intervino
declarando con sorpresa e intriga.
-¡Yo siempre pensé que los demonios erais malvados y
crueles, que únicamente deseabais destruir a los humanos y corromper sus almas!
- Quizás muchos de nuestros congéneres, sí. - Admitió
Daila que, de seguido matizó. - Pero no somos ni mucho menos una raza
homogénea. La mayoría vivimos aquí, en nuestro hogar. Casi todos buscamos
mejorar nuestro estatus y para eso no solemos tener límites, pero algunos de
nosotros no compartimos esas ideas del todo.
- Explícanoslo. - Le pidió Minara con tono intrigado.
- No acabamos de comprender eso.
Aunque
ahora fue Ruwoard el que tomó la palabra para responder.
- Algunos de nosotros, muy pocos, hemos oído historias
de vuestro mundo. Se decía que otros demonios incluso vivían allí. Nunca
conocimos a nadie, pero alguno de nuestros compañeros, sí. Lo que vieron les
hizo pensar que la lucha entre ambos mundos no tenía sentido, que todos
podíamos convivir en paz, creando un puente entre ambas especies.
- He oído eso antes, mis abuelos nos han contado la
historia, lucharon contra una invasión vuestra hace unos cincuenta de nuestros
años.- Terció Asthel. -
- Esa invasión fue dispuesta por las jerarquías
superiores de los círculos más poderosos, ellos sí que deseaban arrasar a los
humanos y conquistar vuestro mundo. - Le contó Daila. –
- Pero, ¿por qué? No les hacemos ningún mal. - Replicó
Maray con visible desconcierto. –
- Supongo que querían mantener las cosas como estaban.
Sin permitirnos convivir en paz. - Conjeturó Ruwoard que agregó con un poso de
pesar. - Eso nunca lo sabremos.
- Cuando conocimos a ILaya ella era una de las que
creían ciegamente en la directriz de los altos cargos. Solamente pensaba en
aniquilar a todos los humanos, les consideraba como enemigos.- Les contó Daila
añadiendo. - Yo pude hablar con ella antes de que partiese a vuestra dimensión
a causa de una llamada. Los sectarios la invocaron para cumplir una tarea. Le
pedí encarecidamente que, al menos, estudiara un poco las costumbres de los
humanos para saber si era cierto lo que se contaba. Pero ella me respondió que sólo le importaba su misión,
que los seres humanos eran débiles y que les despreciaba.
La diablesa les refirió entonces lo
que recordaba. Aquella vez, hacía ya más de cincuenta años humanos. ILaya, de
pelo cobrizo y ojos color fuego, se aprestaba a colocarse su uniforme de
combate, lucía orgullosa sus tridentes entrecruzados, símbolo de su reciente
ascenso.
-Ahora, tras esta invocación, si logro triunfar en
esta misión seré nuevamente recompensada – Sonreía mostrando sus colmillos. –
-ILaya. – Le pidió Daila que se acercó a ella con
cierta prevención para decirle. – Cuando llegues al mundo de los humanos ¿qué
deberás hacer?
-No lo sé- replicó ésta de forma despreocupada
añadiendo con regocijo.- Pero todo lo que implique sembrar el caos y la
destrucción será bien recibido. Estamos en guerra y ésta debe decidirse a
nuestro favor.
-¿Por qué no tratas de obtener información sobre
ellos?- Le sugirió su compañera con tono algo más calmado. –
-Sí, lo haré. Hay que conocer al enemigo para vencerle
de forma más eficiente. Supongo que tendré que adoptar forma humana y mezclarme
con ellos. – Siseó como si el mero pensamiento de algo así le pareciese
repugnante. –
-Quizás puedas vivir entre los mortales. – Repuso
Daila casi de pasada –
Aunque su compañera le dedicó una
hosca mirada. Aquel comentario no pareció hacerle demasiada gracia. Es más,
pareció irritarla cuando inquirió
-¿Qué insinúas? ¿Te parece divertido que esté obligada
a sufrir la proximidad de esos patéticos humanos? ¿Tratas de burlarte de mí?
-No – pudo decir su interlocutora, que quizás creyó
que había hablado demasiado y trató de justificarse. –Solamente digo que, a lo
mejor, no es tan terrible después de todo.
Sin previo aviso ILaya atacó a su
contertulia con un rayo de energía que la derribó dejándola herida en un
hombro. Al instante fue a por ella y la agarró de la barbilla elevándola en el
aire en tanto le mostraba sus colmillos en abierta señal de advertencia.
-Hablas como esos traidores de la quinta columna. Esos
que quieren vendernos a los humanos.
-No… yo... te equivocas. – Pudo responder Daila
realmente asustada y dolorida por el anterior ataque. – Espera...
Su polemista no parecía querer
escuchar sus razones. Con su otra mano abierta alargó sus uñas en forma de
cuchillas y estaba dispuesta a ensartarla sin más miramientos cuando otra voz
femenina y potente la detuvo con un tono gutural.
-¿Qué está pasando aquí?
ILaya se giró a desgana hacia la
procedencia de esa pregunta. Vio a una diablesa de pelo con un tono parecido al
suyo, aunque más rubio y que lucía una estrella de cinco puntas en sus
hombreras. De inmediato soltó a su presa y se puso firme. Para decir algo
sorprendida.
-Comandante Mireya. ¿Qué haces aquí?
-Vengo a decirte que has sido invocada y que estás
demorando demasiado tu partida. – Replicó la interpelada con tono severo. – ¿Se
puede saber a qué esperas?
-Pero, es que estaba ajustándole las cuentas a esta
traidora. – Se justificó su interlocutora señalando con desprecio a la ahora
caía Daila. – Me iré en cuanto me ocupe de ella.
-¿Esa una traidora?- se rio Mireya moviendo la cabeza
con desdén. – Es solamente una estúpida. De todas formas. – Agregó agarrando de
los pelos a la caída diablesa que aulló por el dolor en tanto su superiora sentenciaba. – Eso ya
no es cuestión tuya. Tienes una misión que cumplir. Yo me encargaré.
-Pero, soy yo quien quiero hacerle pagar su traición a
esa perra. – Insistió ILaya, nada conforme con esa idea –
-¡Ni una palabra más! – Le espetó Mireya en tono de
mando. – Vete a cumplir con tu cometido, te guste o no has sido designada. Ve
de inmediato o yo misma me ocuparé de ti por tu desobediencia – Amenazó
mostrando sus colmillos. –
ILaya sostuvo esa mirada amenazante
pero al cabo de unos segundos debió de pensarlo mejor, asintió y tras volver a
cuadrarse siseó.
-Como tú ordenes, comandante.
Y dedicando una despectiva mirada a
Daila salió andando con pasos rápidos de allí. Una vez se perdió de vista, la
diablesa al mando aguardó unos momentos y tras asegurarse de que no había ya
nadie soltó a su presa que cayó al suelo aun doliéndose. Entonces Mireya le
preguntó con una mezcla de sorpresa e indignación.
-¿Se puede saber que le has dicho? Ha estado a punto
de aniquilarte.
En cuanto pudo recobrarse y empezó
a regenerar sus heridas, su interlocutora se puso en pie y le explicó su
conversación con ILaya. Entonces su superiora movió la cabeza con desaprobación
para sisear.
-Estúpida inconsciente. ¿Cómo se te ocurre ser tan
clara, y más con una diablesa como ella?
-Lo siento comandante, pensé que quizás, si iba al
mundo de los humanos podría averiguar cosas y contárnoslas después.
-Escucha - le pidió Mireya ahora con un tono más
considerado y casi susurrándole. – Tenemos que ser muy cuidadosos. Los de la
quinta columna somos una minoría.
-Lo sé, lo siento mucho. - Se disculpó sumisamente su
contertulia. –
-Da gracias a que yo estaba en este círculo todavía. –
Le contó su superiora comentándole. – Ya te conté lo que vi cuando estuve allí.
Sabes que hace poco cumplí una misión en el exterior, en el mundo de los
humanos.
-Sí, recuerdo que te ascendieron a comandante por
ello. – Afirmó Daila. –
-Pero porque creyeron que estaba ayudando a una secta
de adoradores a traer el mal al mundo de los mortales. – Le matizó la otra
diablesa, que de inmediato aclaró. – Lo
cierto es que fui a proteger a un enviado muy poderoso, sí. Pero uno que no
debe caer en manos de las altas jerarquías. Tendrá una misión muy importante
que cumplir en el futuro. Ahora es fundamental que seas más cauta. ILaya se ha
ido, cuando regrese no deberá encontrarte por aquí. O de lo contrario
sospechará al saber que no te he liquidado. Tendrás que buscar fortuna en mi
círculo.
-¿En el cuarto círculo?- Se sorprendió Daila,
objetando con temor – Pero… allí no tendré oportunidad.
-No te inquietes, te diré a dónde puedes ir sin
peligro, en breve yo misma retornaré, ese es mi hogar.
Su subordinada asintió, no le
quedaría otro remedio. No obstante, los acontecimientos se sucedieron de otra
forma. Por increíble que le pareciese oyó el rumor de que su antigua compañera
ILaya había traicionado a los suyos quedándose a vivir con un humano. ¡Incluso
se decía que había concebido un hijo o una hija y que vivía en la superficie
como una mortal más! Dado que los demonios habían sido expulsados del mundo
humano, esos cotilleos llegaron vía adoradores, a ellos se les encomendó acabar
con esa traidora. Y al parecer aunque tardaron unos años humanos, finalmente lo
consiguieron. Daila suspiró aliviada, no tendría que marcharse de su círculo.
Empero, Mireya sí que se fue de regreso al suyo. Ahora que concluía su relato,
se asombró cuando uno de esos muchachos, al parecer descendiente de la llamada
traidora, le contó con tono alegre.
- A mi abuela
ILaya la he visto muchas veces en mis sueños, aparecía con un vestido blanco y
su pelo a veces brillaba de ese color
¡su alma está ahora con el Creador!
El muchacho recordaba siendo niño.
Quizás tendría unos cinco o seis años. Estaba casi en la frontera en la que los
críos dejan de vivir inmersos en un mundo de fantasía, (al menos eso es lo que
los adultos creen) En esa temprana edad, la inocencia les da otra manera de
mirar las cosas. Son conscientes de otras realidades que a los mayores se les
escapan. Y después al crecer pierden esa habilidad y sus recuerdos. Por fortuna
Granate aún retenía esto en su memoria. Jugaba en su habitación. Su madre
estaría en la cocina preparándole la merienda. Se divertía con un coche que
hacía rodar cuando vio un leve destello blanco. Al poco una tenue luminosidad
del mismo color inundó la habitación. De ella surgió una figura que se fue
condensando, era una forma femenina. El niño miraba con la boca abierta pero no
decía nada. Una señora muy guapa de pelo castaño, y ojos verdes, como los de su
madre, había aparecido. Vestía una túnica blanca larga y vaporosa. Le miraba
esbozando una sonrisa y quiso pasarle una de sus manos por el pelo. Aunque no
pudo tocarle. Pese a ello Granate sintió una especie de cosquilleo que era muy
agradable
-¿Quién eres tú?- Le preguntó a esa mujer que ahora se
agachaba para mirarle más de cerca.-
-Soy tu abuela. - Respondió la interpelada con voz muy
suave y casi reverberante, como si de un lejano eco se tratara.- Y tú eres mi
nieto, Granate.
-Mi abuela se llama Petz, es la mamá de mi papá y
tiene el pelo oscuro.- Replicó el niño haciendo memoria.-
Aunque
esa extraña esbozó una gran sonrisa y le dijo con tono bastante afectuoso…
-Yo me llamo ILaya, soy la mamá de tu mamá. He venido
a verte…
-¿Por qué no vienes a vernos como hacen mis abuelos?-
Quiso saber el crío.-
-Me gustaría mucho pero no puedo, cielo. Solamente
puedo verte a ti y durante muy poquito tiempo. - Contestó su interlocutora
entristeciendo el semblante, aunque enseguida recobró esa sonrisa tan luminosa
y añadió.- Eres muy guapo, te pareces mucho a tu madre cuando tenía tu edad.
-¿Y por qué no puedes venir a verme más tiempo?-
Preguntó el pequeño.-
-Es que ahora estoy con los angelitos, cariño. Pero
vendré de vez en cuando a contarte cosas. – Le aseguró su abuela quien tras una
pausa le pidió con tono cómplice.- Pero no debes decirle nada a nadie. Ni
siquiera a tus papás, ni a tus abuelos. Que sea un secreto entre tú y yo… ¿Me
lo prometes?
Y el
niño asintió. Durante algún tiempo el espíritu de la ex diablesa le visitó
contándole cosas, cantándole canciones, e incluso enseñándole parte del idioma
del Averno. Así hasta que un día, tan inopinadamente como apareciese, dejó de
hacerlo.
-Quizás crecí y perdí la capacidad de verla. O pudiera
ser que juzgase que ya me había enseñado lo que debía. El caso es que nunca más
volvió. Pero sé que era una presencia de luz y estaba llena de bondad. Me
quería y yo también a ella. - Concluyó Granate no sin melancolía.-
Ambos
diablos se miraron con sorpresa y hasta emoción. El demonio a su vez les
explicó que él había sido captado hacía siglos por Mireya, con la misión de ir
creando y consolidando una red de demonios y diablesas disconformes con los
designios de los círculos superiores. Y quizás, con paciencia, tener un día la
oportunidad de ir al mundo de los humanos para vivir allí en paz. Se exaltó al
explicarlo, sobre todo cuando anunció.
- ¡Entonces es cierto! ¡Es verdad lo que se dice!
¡Todos somos seres del Creador! ¡Tenemos alma! ¡Si ILaya pudo hacerlo, todos
podemos transcender, formamos un todo!
Daila enseguida le hizo callar con semblante inquieto en tanto le
susurraba.
- Baja la voz, Ruwoard. Si te oyesen te acusarían de
alta traición y ya sabes cuál es el castigo para eso.
Su compañero asintió apuradamente, disculpándose por su desliz, en tanto
Asthel comentaba.
- Claro, al principio de los tiempos, el propio Satán
era un ángel del Creador que le traicionó, por eso fue desterrado.
- A nosotros nos dijeron que Satán creó a todos los
demonios de los círculos inferiores tras ser expulsado él y los del noveno
círculo y que no teníamos nada que ver con el Creador, ni con su obra, que debíamos
tratar de destruirla.- Declaró Daila. -
- Pues parece que os han estado engañando.- Comentó
Brian que les preguntó con visible impaciencia. - ¿Nos ayudaréis ahora?
- Nos gustaría hacerlo pero. ¿Cómo podríamos ayudaros?
- Le inquirió Ruwoard a su vez, afirmando con pesar. – Ni siquiera sabemos que
hay más allá de nuestro propio círculo.
- Al menos nos podréis decir que debemos hacer para
llegar a la puerta del cuarto. – Les sugirió Granate. -
- Es sí podemos hacerlo, el camino hacia la Gran
Puerta lo conocemos.- Replicó Daila que enseguida objetó con preocupación. -
Aunque ningún demonio que no sea autorizado o ascendido puede cruzar. Nosotros
mismos estaríamos en peligro si descubren que os hemos ayudado. Pero si lo
lográis, una vez estéis allí, buscad a Mireya. Ella os ayudará.
- Pues indicadnos el camino, y si es posible, como
hacernos pasar por demonios autorizados a cruzar. No es necesario que nos
acompañéis, ya nos ocuparemos nosotros luego de buscar a esa diablesa. – Les
indicó Asthel. -
- Tampoco lo sabemos. – Contestó apuradamente Ruwoard
agregando no sin temor al informarles -, la puerta está guardada por un
destacamento de nuestros mejores guerreros infernales.
- Eso no creo que sea ningún problema, tenemos mucho
más poder que un demonio del séptimo círculo. Eso me contó mi abuelo. - Afirmó
Diaval con tono confiado. -
- Eso será en nuestro mundo, pero no olvides que aquí,
estamos en su terreno.- Le recordó Minara con desaprobación para sentenciar. -
Las cosas son diferentes de lo que conocemos.
- Es verdad - convino Fiora con un tono más suave y
amable para dirigirse al guerrero del espacio. - Debemos ser más cuidadosos
aquí, Diaval. Ya has visto que la mera fuerza física no lo es todo.
- Si tú lo dices. - Replicó resignadamente éste, ya que
desde luego, no tenía muchas ganas de serlo, estaba ansioso por liquidar
demonios y así lo expresó sin recato. - ¡Yo tengo la sangre de los príncipes y
reyes de los saiyajin y me gusta luchar!, y cuanto más fuertes sean los
enemigos mucho mejor. Disfruto con un buen combate
- No puedo comprender eso. - Le dijo Fiora con voz
apenada, añadiendo con desaprobación. - La violencia por la violencia sólo
engendra problemas, no tiene ningún sentido.
-Si fueses de mi raza lo comprenderías bien.- Replicó
Diaval que se sorprendió por aquella apreciación.-
Aunque en este caso no pareció
ofenderse, con el carácter de Fiora eso era casi imposible. Sabía que no decía
aquello por cobardía. Era porque realmente no le gustaba la idea de luchar, ni
de matar. Sin embargo, a veces no había más remedio claro está. El saiyajin
simplemente dejó eso a un lado y se encogió de hombros.
- Lo único que podemos aconsejaros es que no
provoquéis su ira. - Les pidió Daila terciando en la conversación para
advertirles. - ¡Pueden ser terribles!
Nosotros mismos les tememos ya que ellos pueden estar en contacto con
esferas superiores en poder.
- Son los que ascenderán de nivel y pasaran en su
mayor parte al cuarto círculo. Los más fuertes y malignos de entre nosotros.
-Les aclaró Ruwoard. –
-¿Tan terribles son?- Preguntó Mimet.-
-Sí, veréis. - Les comentó Daila.- Aquí hasta a los
niños se les enseña a que deben sacar ventaja del que sea más débil.
Aprovecharse de esa debilidad y triunfar a toda costa.
-Bueno.- Terció Diaval cruzándose de brazos.- En eso
no sois tan distintos de mi pueblo. Los fuertes prevalecen.
-No creo que en tu pueblo valga ganar por cualquier
medio.- Comentó Brian, añadiendo.- Al menos por lo que mi abuelo me contó,
existe un sentido del honor.
-Por supuesto.- Sentenció el saiyajin.-No nos gusta
abusar de los débiles. Eso no tiene sentido. Sería indigno…
-Pues aquí no.- Le comentó Ruwoard.- Los mismos niños
saben que todo está permitido para medrar. Desde pequeños nos lo enseñan así y
luego, cuando tenemos apenas diez u once años, nos dejan a nuestra suerte.
Pocas son las madres y menos todavía los padres avernales que siguen ocupándose
de su descendencia pasada esa edad.
-Me parece algo terrible. Hacerles eso a unos niños. -
Musitó Fiora mirando hacia el suelo.-
-No te fíes de las apariencias. - La avisó Daila
advirtiéndole a su interlocutora.- Cualquier niño de ocho o nueve años, de
descubrir que eres una intrusa, te apuñalaría sin dudar si te confiaras.
Solamente para presumir de ello.
La
aludida palideció de horror al escuchar aquello. Los demás guardaron también un
significativo silencio. Hasta que Mimet declaró con su típico tono analítico.
- Teniendo en cuenta esa información iremos con
cuidado.
- Sólo una cosa más que os sirva podemos deciros. - Añadió
la diablesa. - A partir del cuarto círculo cada vez os encontraréis con más
presencias sobrenaturales. Aquí, en el tercer círculo, se concentran la mayoría
de demonios de pensamientos o formas más parecidos a los humanos. Más allá de
este lugar, hay seres tan terribles que a los propios demonios de niveles
inferiores nos llena de horror con sólo pensar en ellos.
- También he visto por aquí a seres que no parecen
humanos y que son muy crueles. - Le comentó Maray. -
- Son los recién ascendidos del segundo círculo que
habéis dejado atrás. La mayor parte de ellos son una especie de mercenarios que
se dedican a luchar en guerras, disputas de señores feudales de círculos
superiores. En su mayoría animalescos y bárbaros. No nos mezclamos con los de
su calaña y por fortuna ellos no suelen acercarse a nosotros. Aunque también se
les permite acceder a los círculos siguientes como reclutas para las tropas.-
Explicó el diablo. -
De
pronto pareció que a Granate se le había ocurrido una idea e intervino
preguntando.
- ¿Hay alguna disputa interesante ahora?
- Sí - repuso Ruwoard haciendo memoria. - Hay varias,
pero la más interesante ahora y la que os pillará más próxima es la que dura
desde que el Barón de las Tinieblas de Hazel fue destruido. Dos nobles demonios
se disputan su título en un enfrentamiento que debe de durar ya más de medio
siglo de vuestros años.
-Eso podría venirnos muy bien. - Afirmó Brian
llevándose una mano a la barbilla en actitud pensativa.-
Diaval
y Asthel asintieron también. Las muchachas se miraron, sobre todo Alusa y
Minara a quienes ese nombre les era muy familiar. Entre tanto Daila les contó.
- Pugnan por el territorio y el título, no sabemos
mucho sobre ello, sólo lo que cuentan algunos mercenarios que vuelven, y son
muy pocos los que regresan. Si podéis contactar con Mireya, ella podría
ayudaros quizás a pasar a los siguientes círculos. Poco más podemos deciros, lo
lamento.
- ¡Tiene gracia, demonios nobles!- Escupió Diaval con
sorna, manifestando su desprecio por semejantes seres. -
El
resto de sus compañeros acogieron esas palabras con silenciosa reprobación, a
fin de cuentas sus dos interlocutores eran demonios también, y aquello era una
descortesía. Sin embargo, Ruwoard no debió entender el sentido de la frase, o
quizás no quiso mostrar que lo había comprendido y sí que añadió.
- No te dejes engañar por ese nombre, es un mero
título. En realidad son muy malvados y belicosos, además de poderosos.
- Pues podríamos hacernos pasar por mercenarios con
forma humana y decir que vamos a esa guerra. - Les propuso Granate. -
- No es una mala idea - concedió Daila que de
inmediato advirtió. - Entonces necesitaréis un conjuro que os camufle el
pensamiento.
- Creo que yo puedo hacer eso. - Intervino Asthel
explicando. - Un bloqueo mental que emita a los que traten de leer nuestros
pensamientos la sola idea de matar y obtener un rápido ascenso.
La
diablesa asintió con aprobación e hizo aparecer unas cuantas túnicas demoniacas
y algunas armas, entonces les urgió con visible premura en su rostro.
- Poneos esto. Seguro que les convenceréis.
Habitualmente no se preocupan demasiado por quién quiere cruzar y si encima les
decís que vais hacia Hazel pensarán que os dirigís hacia vuestra destrucción.
Os dejarán pasar sin más problemas. De todos modos, mucha suerte. Si puedo, porque
es arriesgado, trataré de comunicarme astralmente con Mireya. Así, quizás ella
se las apañe para ir a vuestro encuentro.
- Gracias, pero si de veras es muy peligroso no hace
falta que os arriesguéis. – Les pidió Alusa. –
- Así es - convino su gemela agregando con tono
reconocido. – Os deseamos paz y esperamos que estéis seguros.
- Lo mismo os deseo. - Añadió Ruwoard. -
- Adiós y gracias por vuestra ayuda. - Les despidió
Granate. -
- Nos ha hecho mucha ilusión ver a un nieto de ILaya y
saber que ella llegó a ser feliz. Eso nos da ánimos para seguir adelante. - Le
sonrió Daila que agregó ahora dirigiéndose a todos en general con tono
esperanzado. - Si conseguís llegar ante la presencia del Príncipe de las
Tinieblas preguntadle, por favor, cual es la verdad de todo esto. Quizás las
cosas puedan cambiar para todos.
- Esa es mi intención. - Le respondió amablemente
Asthel que agregó. - Además, debo pedirle su ayuda. Y tengo fe en que la fuerza
del Creador nos protegerá, incluso aquí.
Ambos
demonios le miraron asombrados. Ya no hablaron más. Los miembros del grupo por
fin se despidieron de esos inesperados y valiosos aliados y prosiguieron por el
camino que les habían indicado. Ojalá pudieran encontrar a esa benefactora. La
tal Mireya tuvo que haber jugado un papel muy importante en el pasado. Asthel creyó
sospechar porqué, pero ya se lo preguntaría si es que lograba encontrarla. Para
tratar de ilustrarse consultó el libro y allí, en efecto, aparecía el motivo.
Estaba seguro de que, de poder hallarla, sería una aliada muy valiosa,
posiblemente la única que tendrían ya en esos parajes hasta el fin de su
misión. También leyó un párrafo que acababa de formarse. No tenía nada que ver
con ellos y su búsqueda pero asimismo le causó mucha preocupación. Miró de
reojo al nieto de esa legendaria ILaya pero no dijo nada. El otro joven, sin
percatarse de eso, seguía caminando junto al resto. De este modo prosiguieron.
La marcha discurría tranquila y no se cruzaron con demasiados demonios. Granate
iba ahora encerrado en sus recuerdos. Se acordaba de una vez, cuando cumplió
los trece años, tuvo una charla con su madre sobre estos temas. El muchacho
estaba en su habitación, pensativo. Sandy, su madre, entró a verle nada más
regresar de su trabajo. No había tenido ocasión de felicitarle en todo el día
pues ella se marchaba aun antes de que él despertase para ir al instituto.
Ahora no obstante apareció en el cuarto de Granate con un pequeño paquete en la
mano y saludándole jovial.
- ¡Felicidades, hijo!
Aunque
el chico no pareció acoger a su madre con talante jovial, más bien la miró con
ojos preocupados y al tiempo, reflexivos. Sandy se dio cuenta enseguida de que
algo no iba bien y borrando su sonrisa preguntó con intranquilidad.
- ¿Te ocurre algo? Te noto preocupado, cariño.
- Mamá, - repuso él con tono serio para confesarle. -
El abuelo Robert me ha contado cosas sobre la abuela ILaya y sobre el sitio del
que vino.
Ella le observó con los ojos muy
abiertos y contrayendo el gesto, estaba preparada para escuchar la inevitable
pregunta y el muchacho no la hizo esperar.
- ¿Todo eso es cierto? - Quiso saber él con una
expresión de temor e incredulidad. -
- Bueno, dependerá de lo que el abuelo te haya
contado. Hasta que no me lo digas no puedo responderte porque desconozco lo que
te ha dicho.- Le objetó Sandy que no pretendía ser evasiva sino conocer
exactamente qué era lo que su hijo sabía. – Pregunta sin miedo, cariño.
-¿Venía la abuela del infierno? ¿Era una diablesa? -
Inquirió Granate sin reparo pero con cierta dosis de angustia. -
Su
madre guardó silencio durante unos instantes, acarició el rostro del chico,
asintió y confesó con un poso de tristeza.
- Sí, hijo. Pero tenía un alma noble, al principio
quizás actuase como una diablesa pero al conocer a tu abuelo cambió. Se
convirtió en una mujer con buenos sentimientos y por lo poco que recuerdo de
ella, nos quería muchísimo, a mi padre y a mí.
- Cuando era pequeño, veía a la abuela en sueños, me
decía que era su nieto querido y que, cuando fuera mayor podría conocer el
lugar donde ella nació. Entonces yo me ponía muy contento, pero ahora me
preocupa. Si ella nació en el infierno significa que yo iré allí, que voy a ser
malvado.- Le confesó el chico no sin temor. -
Aunque
Sandy le miró asombrada por esa revelación enseguida sonrió restándole
importancia a aquello y le explicó con tono animoso en tanto le acariciaba la
frente y el pelo.
-¡No Granate, no tengas miedo! El infierno no es como
la mayoría de la gente se imagina. Nada de calderos, ni llamas. Tiene
diferentes regiones y en cada una de ellas
moran muchas variedades de pobladores. Es verdad que existen sitios a
los que van a parar las almas condenadas, sí. Pero otros lugares son muy
parecidos a cualquier lugar de este mundo, sólo que se encuentran en otra
dimensión.
- Sí - convino el muchacho para añadir algo más
aliviado. - El abuelo Robert me contó también que la abuela ILaya le dijo que
existían demonios y diablesas que creían posible vivir en paz junto con los
humanos. ¿Crees que eso será cierto? - Inquirió esperanzadamente el muchacho
deseando obtener una respuesta afirmativa. -¿Era la abuela uno de ellos?
- Así es, hijo. - Asintió su madre con una sonrisa
para aseverar. - Si tu abuela lo dijo debía de ser verdad. Francamente no lo
sé, yo nunca he estado en ese lugar, pero una cosa sí que puedo asegurarte. A
veces, para estar en lo que la mayor parte de la gente imagina como el
infierno, no es preciso ir hasta allí.- Y suspiró entristecida en tanto
agregaba. - Se puede encontrar muy fácilmente en este mismo mundo. Por ejemplo,
cuando la gente te teme y te odia sólo por ser diferente y no te dejan
explicarte, ni tampoco que les quieras. - Remachó con el semblante apenado
recordando algunos episodios de su propia vida. -
Granate la miró consternado y pudo
preguntar con timidez y pesar. Al darse cuenta de la expresión de su madre.
- Lo pasaste muy mal, ¿verdad, mamá? Por ser distinta
de los otros. ¿Todavía estás triste?
- No, tesoro. - Respondió ella más animadamente,
abrazando con afecto al muchacho para añadir. -Eso fue hace mucho tiempo, ya lo
he olvidado. Desde que conocí a tu padre y te tuve a ti. ¡Hace ahora trece
años, cómo pasa el tiempo!- Exclamó jovial para proseguir. - Desde entonces he
sido la mujer más feliz de este mundo. Además, tengo muchos amigos que me
quieren y me respetan sabiendo como es mi exterior, pero sobre todo mi interior,
que es lo más importante en cualquier persona.
- Igual que Mazoui. Él ha hablado conmigo en muchas
ocasiones y aunque no me lo ha dicho, estoy convencido de que es como nosotros.
¿A que sí, mamá? - Quiso saber el chico. -
- Sí, cariño. - Asintió Sandy que había adoptado ese
aspecto de diablesa, de pelo cobrizo y ojos rojos, asomando incluso sus dos
colmillos entre sus carnosos labios en tanto aseveraba. - Y fue también gracias
a él cuando me convencí de que son tus actos en la vida y no tu aspecto o tu
origen, lo que cuenta.
El
chico estaba acostumbrado a ver así a su madre desde que era muy pequeño. Sandy
siempre quiso que el niño viera esto con naturalidad, es más, a él le
encantaban aquellos colmillitos que sobresalían de la boca de ella. Incluso siendo
más pequeño, él intentaba adoptar el mismo aspecto pero nunca lo consiguió.
Recordó como incluso en algún Halloween, siendo muy niño, él les había contado
a sus amiguitos lo que su madre podía hacer. ¡Menos mal que Sandy fue previsora
y había comprado colmillos de plástico y una peluca que se ocupó de ponerse en una de las fiestas
que celebraron en casa! Evidentemente los otros críos se dieron cuenta de que
esas cosas eran falsas y tomaron las palabras de Granate por un intento de tratar
de asustarles. El muchacho tuvo que cumplir algún año más para darse cuenta de
que eso debería ser un secreto que guardasen solamente para sus familiares más
próximos y amigos íntimos. Además de ser advertido por sus padres de que esas
cosas debían de permanecer en el seno de la familia. Al hilo de esos
pensamientos le preguntó a su madre como tantas otras veces había hecho, casi
con pesar.
- ¿Por qué no puedo transformarme como tú?
- No lo sé cariño, quizás no has heredado esa
facultad. – Replicó la interpelada tratando de consolarle con un sincero
alegato. - Te aseguro que es mucho mejor para ti así. No ganas nada con esto,
al contrario, no es ninguna ventaja, más bien es una maldición de cara a la
gente que no lo comprende. Pero, con los otros dones que tienes, tus
conocimientos y tu fuerza, puedes hacer grandes cosas tanto para ti, como para
los demás, nunca lo olvides.
-¡Espero que sean una ventaja para entrar en la
academia militar cuando sea mayor! Como hicieron Mazoui y el padre de Asthel! – Afirmó el chico visiblemente ilusionado. -
- Seguro que sí.- Sonrió su madre volviendo de forma
gradual a su aspecto humano para añadir también con tono divertido. - ¡Pero eso
tendrá más que ver con tu esfuerzo y con tus ganas de estudiar!
Granate
sonrió también, aunque enseguida volvió a su rostro serio y dijo.
- El abuelo Robert e incluso la abuela ILaya, cuando
soñaba con ella y la veía, me dijeron que tendría que cumplir una misión que
será muy importante para el futuro. ¿Cuál es, mamá?
- Lo ignoro, hijo. - Repuso Sandy que sinceramente no
lo sabía, ¡ojalá lo supiera!. Igual que le sucedía a su amiga Amatista, había
oído aquello otras veces pero era incapaz de intuir de qué podría tratarse.
Únicamente esperaba que su hijo no se fuera para siempre de su lado pese a ese
sentimiento de desasosiego se las arregló para parecer jovial y afirmar. – Pero
seguro que, cuando el momento llegue, lo harás bien.
Y ésta fue la última vez que
hablaron de ese tema. Por desgracia para Sandy, sus temores se hicieron realidad.
Una noche, años después, con toda la familia reunida, Granate sintió que el
momento había llegado al fin y se despidió emocionadamente de ella, de su padre
y de sus abuelos, Zafiro y Petz. Entonces apareció una luz blanca en forma de
estrella que le abrió un camino.
-No temas, mamá. Seguro que los abuelos ILaya y Robert
me protegerán en mi viaje. – Le dijo él con seguridad. –
Sandy no dejaba de llorar cuando le
abrazó con fuerza.
-Mi niño. ¡Hijo mío! Por favor, cuídate mucho. Y
vuelve…
-Lo haré. - Sonrió él tras separarse de la compungida
mujer, que ahora era abrazada por Coraíon quien declaró. –
-Estamos muy orgullosos de ti, sé que cumplirás tu
tarea, sea cual fuere. Pero por favor, hijo mío, ten cuidado.
-Lo tendré papá. Y no estaré solo. – Comentó el chico.
–
-Cariño, – pudo musitar Petz secándose las lágrimas en
tanto acariciaba la mejilla del chico. – Te quiero mucho. Recuérdalo siempre.
-Todos te queremos, - agregó un también emocionado
Zafiro. – Rezaremos por ti.
-Yo también os quiero y nunca os olvidaré. Ahora
adiós. Hasta que volvamos a vernos…- Declaró Granate con tono esperanzado en
tanto se dirigía hacia esa apertura formada por aquella estrella. -
Aquel era un pasillo dimensional
por el que el muchacho entró, reuniéndose con el resto de sus compañeros…
-Y aquí estoy, tan lejos de todos a los que quiero.-
Suspiró.-
Los recuerdos seguían. Ahora pensaba en Alice.
Aquella joven de la que se había enamorado. Los dos paseaban juntos, iban al
holocine y esas cosas típicas de las parejas. Pero también comenzaron a
explorar sus cuerpos. Un día, en casa de él cuando no había nadie, tras los
besos y abrazos finalmente dieron el paso y se acostaron. Fue la primera vez
para los dos. Por suerte el joven había sido previsor y tenía preservativos. Una
vez completaron aquella relación ambos, tumbados en la cama del chico, se
sonreían y acariciaban. Fue ella la primera en declarar.
-Ya puedo decir que mis experiencias en Bios han sido
completas.
-Sí, ¡pero no lo vayas contando por ahí! No creo que a
tus padres les complaciera demasiado. - Se rio el chico haciendo que la
princesa se uniera a él.-
-Te quiero, Granate.- Le susurró la joven al oído,
para añadir.- Cuando te licencies pide venir a mi reino. Les diré a mis padres
que te nombren duque, o conde o lo que sea… pero que permitan que nos casemos
tú y yo.
-Realmente me gustaría, sí.- Convino él, pese a todo
matizando.- De todos modos tenemos que ser pacientes. Es mejor ir poco a poco.
-Ya hemos hecho el amor. ¿Eso te parece poco?- Replicó
la chica tapándose ahora los pechos con una sábana en tanto se erguía algo
molesta por aquello.- Creo que te he dado pruebas más que suficientes de que te
amo.
-Y yo también a ti. Y sé que me quieres.- Afirmó él de
modo conciliador, acariciándola una de las mejillas. Sin embargo, nuestros
padres… bueno, ya sabes… son mayores y piensan de otra forma. Seguramente
desearían que nuestro noviazgo fuera más pausado. Aunque esto ellos no lo
tienen porqué saber…
-Tienes razón. - Suspiró la princesa con resignación
ahora, para afirmar.- Tengo muchos compromisos, deberes y cosas que hacer. Mis
padres me matarían si supieran esto. O si les pidiera…bueno, cuando tú termines
la academia, puedes pedir que te envíen a la Tierra. Entonces, les pediré, no,
¡les suplicaré si hace falta! Que te reclamen de allí para servir en la Luna..
No se negarán. Son aliados de mi reino. Y entonces iremos más despacio.
-Y estaremos juntos.- La abrazó él besándola en esos
cabellos azabaches que tanto le gustaban y así se lo comentó.- Eres una
morenaza preciosa.
Por
respuesta la chica se rio, entonces acumuló energía e hizo que su pelo tomara
un tono dorado…
-¿Y qué te parecen las rubias?- Exclamó divertida en
tanto el lecho en el que estaban temblaba.-
-¡Alice! – Le pidió el chico, que no pudo decir más
cuando las patas del mueble que les sustentaba cedieron rompiéndose.- ¡Cuidado!
Ambos rodaron de la cama al suelo. La princesa
recobró su apariencia cesando de emitir esa gran fuerza y muy azorada pudo
decir.
-¡Oh! Lo siento… yo… no pensé…
-Pues ahora tendrás que pensar conmigo qué nos
inventamos cuando vengan mis padres y vean esto.- Suspiró el chico que entonces
no pudo evitarlo. Al ver la cara de desconcierto y vergüenza de la joven, se
echó a reír sin poder parar.- ¡Ja, ja, ja! Princesa de la Luna, esta noche sí
que no voy a poder dormir pensando en ti.
Y tras observarle atónita y percatarse del
significado de esa frase ella se rio a su vez sin poder parar. Estuvieron así
un buen rato hasta que él se calmó, la miró fijamente y la besó. Ella le
devolvió otro beso apasionado. Hicieron el amor de nuevo, esta vez con suavidad
entre las sábanas caídas en el suelo. Cuando terminaron trataron, eso sí, de
arreglar las patas de la cama. Con cola de la fuerte pegaron los pivotes rotos
y afortunadamente eso pasó desapercibido bajo las sábanas y la colcha.
-Menos mal que soy yo quién se hace la cama todos los
días.- Afirmó el chico.-
-Sí, porque en palacio, con tanto servicio que se
ocupa incluso de hacer la mía. Se hubiera visto enseguida.- Rio la joven.-
Aunque creo que Brise, la hija de Anaris, me guardaría el secreto.- Remachó
ella refiriéndose a su doncella personal.-
Y de
nuevo las carcajadas arreciaron, aunque ambos estaban ya vestidos y saliendo de
la casa de él. Granate la acompañó hasta la de Idina y con un suave beso en los
labios se despidieron. ¡Cuánto añoraba los ratos que pasaba con Alice y cómo la
quería! Sin embargo, como el resto de sus compañeros, tuvo que dejar lo que le
era más preciado atrás.
-Todos hemos tenido que hacer sacrificios. Yo no iba a
ser menos.- Se dijo con resignación.-
Ahora, trató de apartar aquello de
su mente, disfrazado como iba de diablo mercenario. Junto a los otros miembros
del grupo, llegó ante la gran puerta que guardaba la frontera de aquél círculo.
Enseguida fueron avistados por los centinelas, provistos de negras armaduras y
portando enormes tridentes, hachas y espadas. Uno de ellos, que parecía el
jefe, les espetó en lengua demoniaca con ninguna cortesía.
- Vosotros, ¿a dónde creéis que vais? Esto es una zona
prohibida, ¿tenéis autorización?
Y
Granate, siguiendo a la perfección el juego, le contestó en el idioma de los
demonios a desgana y de la forma más ruda que pudo.
- ¡Déjanos pasar, no somos unos vagos como vosotros,
vamos a probar fortuna en Hazel!
El
incrédulo jefe cruzó unas miradas de sorpresa con sus subordinados y acto
seguido, tanto él como el resto de los guardias se echaron a reír con sonoras
carcajadas.
- ¡Debéis de estar locos! Allí sólo van los que se
aburren durante siglos y desean acabar con su existencia...
- Nuestros motivos no te importan. - Intervino Asthel
que, gracias a sus habilidades, pudo contestar en el idioma avernal, añadiendo
de paso con tono de exigencia. - ¡Déjanos pasar!
-De acuerdo - concedió el aun sonriente jefe, leyendo
la mente del grupo, o al menos lo que ellos querían que leyera, ambición,
codicia y deseos de prosperar en esas guerras. Tras lo que el demonio añadió no
sin una maliciosa aprobación. - Ya veo
que tenéis muchas ganas de ascender. Ese es vuestro problema.- Y se dirigió
hacia sus guardianes ordenándoles no sin sorna. - ¡Ya lo habéis oído! ¡Abrid
las puertas para nuestros distinguidos amigos!
Los
centinelas obedecieron enseguida. Tras un conjuro mediático, los enormes
batientes de las puertas chirriaron y se abrieron poco a poco. Finalmente
dejaron ver una vasta y pelada llanura. El comienzo del Cuarto Círculo se
extendía ante los muchachos. El capitán de los demonios de guardia, sonriendo
de forma sarcástica sentenció, entre el regocijo y las risas de sus soldados.
- ¿A qué esperáis? No vamos a tener las puertas
abiertas para siempre. Se nos podría colar algún monstruo aquí. ¿O es que ya no
deseáis cruzar? ¿Acaso os habéis vuelto atrás?
Obsequiándole
con una iracunda mirada (para eso no tuvieron que fingir mucho), todo el grupo
comenzó a caminar. Granate y los demás cruzaron y lo último que pudieron oír
del círculo anterior fue el cínico e irónico grito del capitán deseándoles
buena suerte, acompañado de las carcajadas de sus soldados. Después se cerraron
las puertas que desaparecieron tras ellos como si jamás hubiesen existido.
Todos se detuvieron por unos instantes, suspirando aliviados de haber superado
el escollo. Al otro lado sin duda, esos malignos demonios estarían apostando
sobre si alguno de los muchachos podría regresar. Pero eso ya no era su
problema. Ahora debían cruzar esa enorme extensión arenosa, vacía y seca que se
les presentaba.
- ¡Vamos hacia adelante! No podemos permanecer aquí para siempre.
– Les arengó Granate. -
Y los
demás estuvieron conformes reanudando la marcha a través de un terreno que les
era por completo desconocido, ya que ninguno de ellos había escuchado nunca
historias que se remontasen más allá de aquí. Desde este instante, únicamente
contarían con su propia intuición, pericia y valentía, para ser capaces de
llevar a buen término su aventura. Con suerte podrían localizar a esa tal
Mireya y tendrían una valiosísima aliada. De lo contrario dependerían solamente
de sí mismos y sus destrezas para sobrevivir en aquel territorio tan hostil.
¡Ellos lo sabían, pero juntos estaban dispuestos a enfrentarse a cualquier
peligro!
-¡Maldita sea!- Exclamó el chico.-
Y Tom cerró aquel ejemplar de
libro. Ahora se lamentó con amargura, tenía lágrimas en los ojos. Aunque ya se
había imaginado algo así…siendo novios era lo normal. Sin embargo, jamás
hubiese creído, o mejor dicho, se había negado a creer que Alice…
-Pensar que acabo de salvarles. ¡Si no hubiera escrito
que Granate recordó ese hechizo les habrían hecho pedazos en la entrada del
tercer círculo!- Comentó enrabietado.-
Aunque
enseguida se avergonzó de sí mismo. Granate pese a todo era su amigo, y no
estaba únicamente él. ¿Qué había de Asthel y Maray? Y los demás tampoco le
habían hecho nada. Tras meditar sobre ello, recordó algo que había leído.
-Asthel sobre todo sabe más de lo que parece. Debe
tener otra agenda, estaba leyendo cosas. Aunque esa parte no se detallaba muy
bien.- Meditó.- Bueno, en cualquier caso él no tiene nada que ver, ni los
demás. Tampoco dijo nada. Claro, su misión es lo importante. No distraería a
Granate. En tal caso no hay problema. No
me meteré en eso, no me hace ninguna falta. Desde ahora me ocuparé de mis asuntos.
Pensó
entonces en Alice. No podía soportar la idea de saberla haciendo el amor con
otro chico, aunque este fuera Granate. Aunque quizás, si había podido modificar
antes unas cosas, no veía por qué no iba a ser capaz de cambiar otras...
-Ella le olvidará, ya me ocuparé yo de que eso ocurra.
Es más, eso jamás habrá sucedido.- Se decía con seguridad, sintiéndose mejor
cuando pensaba.- Hasta mi hermana ha creído exactamente lo que le he dicho.
Sencillamente para ella eso existió en cuanto lo comenté…tras haberlo escrito
antes, claro. Pero para hacerlo bien tengo que practicar. Echaré un vistazo al
libro, a ver si encuentro a alguien en mí misma situación. O en otra parecida.-
Decidió, aunque no tardó en bostezar.- Bueno, lo haré mañana. Ahora estoy
cansado. Y no tengo prisa. Ahora sé que el tiempo está en mis manos.
Se
durmió muy animado por esas perspectivas. Al día siguiente, saludó afablemente
a su hermana, su abuela y a la invitada.
-¿Habéis dormido bien?- Quiso saber.-
-De maravilla.- Respondió Loren.-
-¡Qué suerte has tenido, Alice! Con lo que ronca mi
hermanita.- Se rio él.-
-¡Oye majo! Yo no ronco.- Se defendió Loren entre
atónita y algo molesta por esa ridícula observación.-
Empero,
la princesa de la Luna se tronchó de risa. Moviendo la cabeza, al fin pudo
decir con jovialidad.
-No te preocupes, la pobre no ha roncado nada.
-¡Era una broma, Loren! No te enfades conmigo. - Se
rio él también.-
Dejó
que su hermana le “ obsequiase con un capón” en eso al menos las cosas no
habían cambiado. A veces tenían esas pequeñas riñas. Aunque ahora Tom estaba de
un excelente humor. Aunque eso no duró mucho, su tío Lance había llegado. Se
alegró de verle. No obstante, éste no estaba tan jovial como el resto de la
familia. Apenas si pudo decirle a su sobrino con tono envarado, en un aparte
tras saludar amablemente al resto.
- Andrew. Tenemos que hablar, tú y yo... ¡Ahora!
Fingiendo
no entender el motivo de aquello el muchacho le siguió al despacho que fuera de
su abuelo. Pero no le gustó esa manera de su tío de dirigirse a él. Para
empezar, solamente usaba su segundo nombre para llamarle cuando estaba enfadado
por algo.
-En fin. Vamos a ver qué le pasa.- Se dijo el chico,
casi con más curiosidad que inquietud.-
Lance entró en la estancia y cuando el chico hizo lo propio cerró la
puerta tras de ellos. Entonces, sin irse por las ramas, le espetó con enfado y
temor.
-¿Se puede saber qué has hecho, Tom?...
-¿No me digas que crees que he hecho algo? - Se sonrió
el chico. Añadiendo con sorna.- ¿Qué podrá ser?
-¿Acaso te crees el único que ha tratado antes con ese
ser?- Le recriminó su tío con énfasis agregando con visible miedo.- ¡Es muy arriesgado!
-¿Cómo sabes que he tratado con nadie?- Inquirió el
chico a su vez.-
-También yo tengo mis fuentes.- Le contestó su
interlocutor, insistiendo.- Y créeme, estás jugando a un juego muy peligroso
-¿Por qué habría de serlo? Ese ser como tú lo llamas,
me ha enseñado muchas cosas. Dime ¿qué es eso tan peligroso?- Inquirió el joven sin sentirse preocupado.-
-El saber demasiado. Eso es lo peligroso. Fue lo que
le costó la vida a tu abuelo.- Espetó Lance.-
-Pero ahora es diferente.- Afirmó el muchacho con
seguridad, desvelándole a su horrorizado tío.- Hice un pacto con él.
-¿Un pacto? ¿Con el Demiurgo? -Exclamó su contertulio
a medio camino entre el espanto y la indignación.- ¡Tú estás loco!, nadie hace pactos con él, ni
siquiera los reyes Serenity y Endimión…
-Entonces debo suponer que les he superado en eso. -
Declaró Tom con visible satisfacción para añadir de modo conciliatorio.- Mira,
tío Lance. Él me ha concedido autorización no solamente para leer el “Libro de
los Días”, sino para rellenar algunos pasajes… Y lo haré, buscando el bien de
todos, no te inquietes. Para empezar, mi hermana Loren siempre quiso ser una
artista famosa, desde que era niña. Y voy a hacer realidad su deseo y el de más
buenas personas. Todo está controlado.
-¡No sabes lo que dices! - Aulló Lance con el rostro
desencajado por el horror.- ¡No seas ingenuo, Andrew! Tú no controlas nada, te
está utilizando…y cuando no le sirvas más…
-¿Qué pasará, eh? – Replicó el chico elevando la voz
con insolencia para añadir.- ¿Y qué si es así? ¿Acaso no nos usa a todos a su
antojo? Pues al menos yo saldré ganando algo. Mi vida entera tendrá un sentido.
Sin ir más lejos mira a Alice, ella está sola… pero ahora me tendrá a mí, seré
alguien que la hará enorgullecerse, me amará…seremos felices y ¿Quién sabe?
Hasta podríamos tener una bonita y larga historia…- Sentenció con creciente
euforia.- Una que yo mismo escribiré.
-No, no comprendes nada. Estás en un serio peligro, tú
y todos nosotros…. Por favor, te suplico que pienses en tu madre, en tu
hermana, tu padre, tu abuela Cooan. No sacudas los cimientos de nuestras vidas.
¡Te lo pido por favor, Tom!
-¿Qué piense en ellos me dices? Eso es exactamente lo
que hago.- Repuso el joven.- Mira a la abuela. La pobre está triste, perdió a
su marido, al hombre que amaba por ese maldito libro. Tú mismo lo has dicho.
Quizás no se lo pueda devolver, he descubierto que hay partes que no me deja
cambiar. Entre ellas la muerte del abuelo. Pero al menos trataré de que la
abuela Connie sea feliz, viendo como el resto de la familia lo es.
En
ese instante guardó silencio, pareció meditar algo y prosiguió…
-¡Espera un momento! ¿O quizás sí?- Se dijo a medio tono.- Claro, sólo tengo que pensar en
la forma… el abuelo podría volver con ella. ¿Acaso no lo hicieron otros?... Su
amigo Roy lo hizo…usaron esas bolas…
-Te suplico que no trates de alterar las cosas.- Le
pidió Lance una vez más, afirmando con manifiesto temor.- Sufrirás las
consecuencias, todos las sufriremos si lo haces…No juegues con poderes que
jamás podrás entender.
Pero
el chico se limitó a sonreír, moviendo la cabeza, ahora contestó con un tono
mucho más suave y mesurado pero al tiempo más terrible.
-Sé lo que hago y tú, tío…no te metas en mis asuntos o
lo lamentarás. No me gustaría pero si me obligas podría hacer que tuvieras un
accidente o que todos te odiasen de repente. Por otro lado, si te callas y te
quedas al margen, todo te irá muy bien. Lo cierto es que no se dice aquí mucho
sobre ti, pero… si te gustase alguien. Quizás esa Debbie de tu grupo especial…
ya. ¡Ja, ja!… Sé que es lesbiana, pero eso se podría cambiar. Como en el caso
de Brian Rice con Kerria. Eso estuvo muy interesante…Oye... ¿Qué crees que
diría ese tipo si le ofrezco la posibilidad de que su amor imposible dejase de
serlo?...
Lance
estaba horrorizado, aunque reaccionó para declarar con tono más controlado y
pese a todo indignado…
-Esa es la gran diferencia entre Brian Rice y tú…
¿Acaso no dices haber leído tanto? Esa es una de las cosas que él pudo tener.
El Demiurgo pensó en darle a Kerria si él la deseaba. ¡Pudo cambiar por
completo la historia! Pero Brian es un hombre decente, quizás es que todo
estaba designado para que lo fuese. En cualquier caso no quiso hacer eso, no
quiso forzar a la mujer que amaba a ir en contra de su propia naturaleza y de
sus sentimientos…a pesar de saber lo duro que sería para él renunciar a ella.
Pero prefirió pensar en la felicidad de Kerria antes que en la suya propia.
¡Eso sí que es verdadero amor!…
Ahora
fue Tom quién se quedó perplejo, aunque movió la cabeza afirmando con sorna.
-¡Eso no es amor!, es ser un cobarde y un patético
estúpido. ¡Pudo tomar lo que más deseaba y no se atrevió! Pero allá él. Yo amo
a Alice, y ella será para mí. No dejaré que se consuma esperando a un tipo que
seguramente no volverá. Que no tuvo ni siquiera el valor de despedirse de ella
cara a cara, encargándome a mí de hacerlo. Quizás es que él, en el fondo de su
corazón, sospechaba lo que yo sé.
-¿Y qué te crees que sabes?- Le preguntó Lance con desaprobación.-
-Que soy mucho mejor y que merezco a Alice mucho más
que él, y lo voy a demostrar. Así que ya sabes lo que hay, tío. No volveré a
advertirte, ¡apártate de mi camino!…
Y sin
más salió del cuarto tras dar un portazo. Lance se quedó allí, apoyando las
manos en la mesa de la oficina y musitando…
-Por favor, ¡te lo suplico! Ten piedad, es un crío y
no sabe lo que hace. No le permitas llegar demasiado lejos. Pero ten
misericordia de él… Su madre no podría soportar perderle. La mía, que es su
abuela, tampoco. Si me has avisado en sueños de esto debe de ser por alguna
razón…
Entonces,
comprendió. ¡Aquellos cambios tan extraños y lo que tanto él, como Asthel o
Maray habían percibido en algunas ocasiones! El misterioso individuo que había
cambiado algunas historias. ¡Era Tom!. Pero él no pudo saberlo hasta ahora dado
que eso sucedió de forma retroactiva. En algunos casos el muchacho era un crío
o no había nacido siquiera.
-Claro. Por eso no pude verlo.- Se percató con espanto.-
Y
para mayor horror de Lance, aquella negra silueta se apareció en medio del
despacho…y sin darle tiempo ni a despegar los labios sentenció con aquella voz
gutural.
-Lo que deba suceder sucederá. Pero te he escuchado…y
te diré…que esto es lo que pasará…
Por
su parte, Tom todavía respiraba agitado. Por suerte había escondido el libro a
buen recaudo. Lejos del alcance de su tío. Lance no podría hacerse con él. Lo
había protegido escribiendo algo
apropiado.
-No quiero hacerte daño, tío Lance. Si tú no te
entrometes yo no te molestaré.- Se dijo queriendo sonar conciliador de cara a
su propia conciencia.- Claro, yo soy un buen tipo. No deseo mal a nadie. Eso es
lo que él no comprende. Pero se lo demostraré y cuando lo haga tendrá que
pedirme disculpas.
Ahora,
retornando a su habitación cerró la puerta. Allí hizo aparecer una especie de
cajón de la nada. Abriéndolo sacó ese gran tomo.
-Vamos a mirar algo… Brian Rice…-Se dijo musitando, al
hilo de esa discusión anterior.- Sí, es verdad. ¡Menudo estúpido!- Comentó tras
leer algunas páginas.- Pudo tener al amor de su vida y eligió un destino
miserable con una loca celosa por esposa.
Tentado
estuvo de cambiar eso, pero si aquel tipo había elegido ser un desgraciado
aquel era su problema. Pasó más páginas con cierta indolencia hasta que vio
otra parte de ese gran Libro. El color de las letras impresas variaba un poco.
-¡Vaya! En esta parte se habla del planeta Nature. Ese
mundo está muy lejos de aquí.- Recordó de sus clases de geografía
interplanetaria.-
Con
cierta curiosidad comenzó a echar un vistazo más detenido a aquello. Se hablaba
de muchas cosas, multitud de personas y sus conflictos, problemas alegrías y
tristezas. En general eran interesantes. Aunque uno en particular le llamó la
atención. Se trataba de un chico y una chica. En realidad eran dos maestros,
igual que su madre.
-Este chico, Martin…parece un buen tipo... y su caso es
similar al mío.
En
efecto, la situación de aquel infeliz en cierta medida le recordó a él mismo.
Por lo que pudo leer estaba colado por una muchacha llamada Daphne que le
rehuía. No obstante, al fin cedió a sus requerimientos y aceptó salir con él.
Aunque daba toda la impresión de que lo hacía por compromiso. Era uno de esos
casos en los que ella no quiere perder la amistad.
-Veamos que sucede.- Se dijo Tom, leyendo.-
“Tras despedirse de Martin, una apurada Daphne llegó a su casa.
Sabía que ya era tarde. A buen seguro que su cita la estaba esperando desde
hacía un buen rato, pero no pudo dejar antes a ese muchacho tan amable y
agradable como insistente.
-¡Al
fin! - Suspiró.- Espero que no se haya ido…
Pero sus temores resultaron infundados. Allí, a la puerta de la
misma, le aguardaba alguien. Nada más verla esa persona sonrió.
-¿Dónde
te metes?- Quiso saber con voz cálida e incitadora.-
-Estaba
con un amigo.- Pudo responder la aludida.-
-Vaya,
¿dándome celos?- Sonrió quien la contemplaba con una mezcla de impaciencia y
deseo.-
-No,
no de esa manera. Es solo un compañero de trabajo. - Afirmó una divertida
Daphne mirando a su vez a la otra persona.-
A sus ojos esa guapa morena de ojos
azules era realmente hermosa. Sin más aproximó sus labios a los suyos
fundiéndolos en un apasionado beso. Luego abrió la puerta de casa invitándola a
pasar, ambas lo hicieron en tanto comenzaban a despojarse de sus ropas cerrando
tras de ellas. Después, tras explorarse mutuamente hicieron el amor con gran
apasionamiento. Una vez se sintieron satisfechas descansaron abrazadas y
sonrientes. Aquella joven de cabello moreno declaró con un tono de marcado
acento en su inglés.
-Se
hizo esperar, pero valió la pena.
-Siempre
vale la pena.- Sonrió Daphne besándola
con suavidad en los labios.-
Y es que tras unos meses las cosas
estaban cada vez mejor. Había conocido a esa chica en una de sus salidas a ese
bar de ambiente en el que ponían aquellas canciones que tanto le gustaban.
-Esto
ha debido suceder antes.- Se dijo Tom, yendo algunas páginas atrás.-
De hecho leyó algo relacionado una
vez más con esa tal Kerria. Era su música la que Daphne adoraba. Sus padres se
la prohibieron porque eran gentes de moral muy cristiana y rechazaban ese tipo
de vida. Aquella chica empezó a ir a un local de gentes con esas inclinaciones
donde se ponía aquel tipo de música. Allí conoció a esa otra morena que al
parecer era piloto de cazas. Las dos se gustaron y empezaron a verse en
secreto. Cuando podían se citaban en un apartamento que los padres de Daphne
alquilaban. Aprovecharon que en ese momento no tenían inquilinos dado que los
últimos acababan de marcharse y todavía no habían llegado otros.
-¡Ja,
ja! Padres devotos cristianos. Y simpatizantes de la congregación para la fe
nada menos. Si supieran como es su adorable hijita. Dando la apariencia de
chica modélica y recatada. Pero acostándose con otra tía. La verdad, esto
pone. - Pensó él con cierto regocijo.-
Iba a empuñar la pluma y escribir en
la agenda, pero cambió de parecer.
-Será
mejor que lea un poco más para hacerme una mejor idea.- Decidió prudentemente
el chico.-
Consultó incluso una parte anterior.
Donde se narraba el viaje de una gran nave, la SSP-2 a Nature. Allí ya vio a
Martin, parecía que el pobre se sintiera atraído casi exclusivamente por ese
tipo de mujeres. En ese caso por una enfermera mayor que él, quien para
librarse del chico le confesó que ella era...
-¡Joer,
macho! .- Se rio Tom, preguntándose en voz alta.- ¿Qué pasa, que solamente te
gustan las bolleras? Desde luego el Demiurgo tiene sentido del humor.-
Sentenció con sorna.-
Empero, tras leer un poco más, saltó
de nuevo hacia donde estaba. Centrándose en la tal Daphne y su amiguita. Las
dos volvieron a verse. Fue precisamente estando con Martin, tomándose algo en la
cafetería de Ginger y Clarisa.
-Esta
cafetería me suena. Ya estaba en la parte anterior, y creo que incluso en otra
de más atrás. Bueno, ahora no voy a ir allá, leeré esto.- Se dijo Tom quien
tenía verdadera curiosidad por ver cómo seguía aquello.-
“Una
tarde en las que ambos se sentaban bebiendo sendos batidos tras el día de
escuela. Daphne recordaba que su compañero le estaba contando algo sobre los
críos de su clase y ella reía, no obstante, le dijo que tuvo que ir al baño…”
El chico de detuvo, incluso lanzó un
silbido y musitó entre atónita y reprobatoriamente.
-¡Será
zorra!... le da largas al pobre chico y se lía con otra tía. Esto merece la pena leerse con atención…
Y esa morena llegó allí al poco. Las
dos se besaron con pasión pero al estar en un lugar público nos e atrevieron a
más. Se despidieron quedando para otra ocasión. Primero salió Daphne, luego esa
tal Sabra. El pobre Martin no se había enterado de nada.
-En
serio, colega. ¡Me das mucha pena! ¡Cómo se están riendo de ti! - Suspiró Tom
moviendo la cabeza.-
Continuó
leyendo realmente enganchado. Pasó a otro momento, cuando Martin le ofreció a
esa chica ir juntos a cenar con unos antiguos compañeros de estudios. Ella se
negó pretextando estar resfriada pero en realidad había quedado con su amante.
Esa morena que tampoco daba la impresión de estar nada pero que nada mal.
-Debe
de ser una de esas Feminax que odian a los tíos.- Pensó Tom, que, sonriendo se
dijo.- Habría que darle una lección y así, de paso, le echo una mano al pobre
Martin. Me lo agradecerá. Y de este modo voy practicando cuando escriba para mí
y para Alice.
Prosiguió con la lectura. Martin y
sus amigos fueron a cenar y después a una especie de pub discoteca. Allí, tras
beber unas cervezas y conversar, el joven maestro se disculpó para ir al
servicio. Entonces…
-La
vio.- Susurró Tom, quien tomando su agenda negra y su pluma y tras cavilar un momento, decidió.- Se
sorprendió de ver a Daphne allí, tan bien arreglada. La describiré muy
sexy…pero ella no le verá a él. Y después…
Hizo que el apurado chico se
marchase con sus amigos y que, a los pocos momentos de despedirse de ellos
retornase.
-Podría
hacer que la abordase allí, que la sorprendiera con esa otra… o mejor que las
vea y ellas no sepan de su presencia. Sí, eso será más interesante.- Se dijo
complacido.-
Así lo hizo. Tras leer cómo el pobre
Martin observó a esa tal Daphne con esa otra, de nombre Sabra, decidió
intervenir de forma directa.
-Creo
que haré una prueba, y si funciona con él, conmigo y con Alice irá incluso
mejor.- Pensó entusiasmado.- Y lo haré interesante, nada que sea vulgar. Además,
esas dos son tan sibilinas y rebuscadas que será una especie de venganza
poética. Martin les pagará con la misma moneda. Gracias a mí, claro.
De modo que escribió justo cuando
leyó que ese desdichado salía a la carrera de esa discoteca, tras haber vistió
a la chica a la que amaba dándose descaradamente el lote con esa otra morena…
-¡No
me engañas!- Canturreó recordando alguna de esas viejas canciones tan buenas
que tanto le gustasen a su abuelo Tom.- ¡Tus bonitos ojos, tu sonrisa sexy! Sí,
esta es una buena canción para poner de fondo…
Lo curioso es que, tras hacer eso,
algunas frases más se formaron en el libro, era como si éste estuviera respondiendo
a lo que él escribía. Y en aquella discoteca en efecto sonaba precisamente esa
canción. A Tom desde luego le gustó
mucho el giro que tomaban los acontecimientos.
-¡Realmente
puedo hacer lo que yo quiera!- Exclamó lleno de satisfacción, para refiriéndose
a ese maestro, afirmar.- Es tu día de suerte amigo. Voy a ayudarte, voy a
evitar que alguien más salga herido. Y haré que esa tonta te elija a ti. Porque
tú sí querrás que te ayuden a conquistarla, estoy seguro…
Y entonces se incluyó a sí mismo en
esa parte…Aunque manteniendo el anonimato. Su nombre no saldría a relucir.
Empero sería como si estuviese presente y hubiera visto salir corriendo a ese
desgraciado, con los ojos llorosos, respirando agitadamente. Tom se sonrió y su
avatar sonrió también y le dijo al maestro..
-¡Vaya
palo, amigo!
Martin
no podía verle bien la cara dado que él se ocupó de que escribir que estaba en
una zona sin iluminar. Lo que sí hizo fue espetarle con rabia.
-¿De
qué coño te crees que hablas, eh?
-De
tu amiguita. Lo siento tío.- Dijo Tom que parecía recrearse con su malestar y
su enfado, para afirmar con tono solidario y fruto de su propia experiencia.-
Mira que toca las narices que la chica que te gusta esté colada por otra
persona, y encima que esa persona sea otra tía.- Matizó para ajustarse a esa
variante.-
-¡Cállate
o te parto la cara!- Aulló su interlocutor acercándose con semblante
amenazador.-
-Vale,
vale. Tranquilo.- Le pidió al maestro con tintes más conciliatorios para
añadir.- Lo creas o no quiero ayudarte.
-Tú
no puedes ayudarme, ¡déjame en paz!- Espetó Martin.-
Tom le vio alejarse, ese tipo le
daba pena. De modo que decidió ser algo más claro y le preguntó en voz alta,
eso sí, con manifiesto sarcasmo.
-Tiene
que ser muy duro, tropezar dos veces en la misma piedra. ¿Verdad?
El maestro se giró una vez más,
ahora más sorprendido que enfadado.
-¿Qué?-
Fue lo único que acertó a responder.-
-Maggie
era muy mayor para ti, no estabais destinados a estar juntos. Pero mira, luego
cambió. – Le relató Tom, que había leído algo de aquello. - Y ahora te aprecia
muchísimo, eres maestro de su hija, confía en ti y te valora como a un chico
estupendo.
-¿Cómo
sabes tú eso?- Inquirió Martin ahora realmente estupefacto.-
Tom se sonrió. ¡Pobre tipo!, jamás
podría imaginarse como lo sabía él. Quiso contarle con un tinte más conciliador
y al tiempo lleno de esperanza y de convicción de que así sería.
-He
pasado por la misma situación, créeme. Sé lo mucho que duele que la chica a la
que amas prefiera a otra, bueno, en mi caso fue a otro. Pero yo no me rendí. Y
al final logré que ella me ame a mí. O mejor dicho, lo lograré. – Pensó para
remachar con regocijo.- Del otro tipo ya, literalmente, ni se acuerda.
Ahí
se detuvo y antes de escribir más pensó en voz alta.
-
Bueno, en breve haré que sea así. Voy a practicar contigo primero para que a mí
me salga perfecto.
Miró una vez en ese grueso libro y
leyó la réplica de su interlocutor…
-Creía
que Daphne era de otra forma. – Declaró amargamente Martin.- Pero esto…, en
realidad es una…
-No
lo digas.- Le detuvo tras haber leído los calificativos tan poco educados que
aparecían.- Estoy convencido de que no es así. Lo que sucede es que hasta ahora
no has sabido hacer las cosas.
Curiosamente vio como esas palabras
tan malsonantes se borraban por sí solas.
-Luego
puedo hacer que los acontecimientos varíen sobre la marcha.- Se dijo con
deleite.-
Dejó entonces que ese chico
respondiese…
-¿Y
qué se suponía que tendría que haber hecho?- Inquirió sarcásticamente Martin para remachar con irónica rabia.-
¿Ponerme tetas?
-¡Ja,
ja, ja! No, nada de eso. Verás. Debes usar la cabeza y ser más decidido. Lo del
otro día con el ramo de flores y demás estuvo bien, pero no basta.- Le expuso
Tom con tono entre condescendiente y crítico.-
Luego leyó…
“Martin
comenzaba a estar realmente atónito. Ese tipo hablaba con mucha seguridad y
parecía querer ayudarle, pero lo que más
le impresionaba era que estaba al corriente de todo lo que él había hecho.
¿Cómo era posible? ¿Quién demonios era? Aunque, daba igual, no veía como podría
hacer para echarle una mano en eso. Entonces, su extraño interlocutor añadió”
-Tienes
que cambiar, amigo. Yo te diré como. Para empezar…en vez de salir corriendo al
verlas tuviste que hacer algo tan fácil como esto.
Tom se rio ahora por lo bajo. Apuntó
en la agenda que mientras Daphne y Sabra estaban entregadas a desahogar sus
pasiones él pudo grabarlo todo con un teléfono de alta resolución y que las dos
salían perfectamente reconocibles.
-A
ver cómo queda esto.- Pensó, dirigiéndose al libro de los Días para leer…-
“Y para mayor perplejidad de Martin
ese tipo sacó un móvil. Puso el reproductor de video y allí estaban, las
imágenes de Daphne y esa chica, prodigándose en aquellas demostraciones de
afecto.
-Yo
me quedé y obtuve esto. ¿Interesante, verdad?- Comentó Tom no sin regocijo a
aquel infeliz.-
-¡Borra
eso!- Exclamó un enojado Martin tratando de arrebatarle el teléfono.-
-Tranquilo.-
Le pidió el otro sujetándole con una mano hasta hacerle daño en un brazo.-
Y es que apuntó que era tan fuerte
que ese maestro no podría ni moverle. De hecho, leyó complacido.
“Martin
tuvo que desistir, ese individuo tenía una fuerza tremenda, ¡ni que fuera un
saiyajin! Al fin decidió calmarse. Su contertulio pareció sonreír tras la
oscuridad que velaba sus rasgos, afirmando con aprobación.
-Bien,
esa es una buena idea. Cálmate primero, escúchame después.
-¿Qué
quieres que haga, que la chantajee con eso?- Repuso un abatido Martin para
sentenciar.- Entonces sí que me odiaría, yo no quiero que esté conmigo así.
Además, eso sería un delito.
-¿Quién
ha dicho que la chantajees? – Se rio el otro tipo.- Tienes que ser mucho más
sutil e inteligente que eso, amigo mío. Verás, tú solo hazme caso a lo que te diga.
Y te garantizo que Daphne, ¿dijiste que se llama así, verdad? Será tuya. Y por
su propia voluntad.
Ahora se detuvo, tendría que pensar
en cómo haría eso. Pese a tener tanto poder se requería imaginación para poder
plasmarlo adecuadamente. Sin embargo, una vez más se dijo que tenía la
oportunidad perfecta para practicar.
-No
quiero hacerlo “Deus ex machina”.- Reflexionó.- No voy a poner a Daphne colgada
de su brazo porque sí. No tendría interés. Y este libro ante todo es
interesante…
Lo que sí había logrado era la total
atención de Martin. Tanto que ese joven aseguró.
-Si
eres capaz de lograr eso, haré cualquier cosa que me digas.- Le prometió.-
Y Tom asintió. Después prosiguió su
“conversación” con ese muchacho y al fin le persuadió para que ejecutase un
ingenioso plan que se le había ocurrido. Su recompensa como no podría ser de
otra manera, sería el cumplir su deseo de que Daphne le eligiera a él. Aunque,
para su asombro, se dio cuenta de que aquello puso en marcha una especie de
reacción en cadena, modificando los párrafos del Libro en otras secciones de la
historia.
-Esto
es realmente increíble. Ahora que sé lo que puedo hacer me tomaré mi tiempo.
Y de hecho llevaba al menos dos
horas allí metido. Se olvidó incluso del desayuno, no obstante eso se
solucionaría con facilidad, escribiendo.
-Mi
hermana, mi abuela, mi tío Lance y Alice están convencidos de que salí a hacer
unas compras. Ahora solamente debo regresar.
Y lo hizo. Así lo escribió y así
sucedió. Apareció en el exterior de la casa con algunas bolsas en sus manos.
Entró tras abrir la puerta con su código dactilar y saludó.
-¡Ya
estoy aquí!
-Iba siendo hora.- Le respondió algo admonitoriamente
su abuela.- Jovencito, ya casi habíamos terminado de desayunar…
-Sí, te estuvimos aguardando un buen rato.- Añadió su
hermana, que estaba sentada junto a Lance. Éste no daba la impresión de
recordar la conversación que mantuvieron ayer.-
-Será porque he escrito precisamente eso.- Se sonrió
el muchacho que también había discurrido como solucionar ese problema, así
declaró.- Lo siento mucho. Me entretuve comprando esto.
Y
sacó unas flores realmente bonitas, unas rosas para cada una de las mujeres
presentes en la casa.
-Es todo un detalle, no debiste haberte molestado.-
Intervino Alice, sentada al lado de Cooan, con evidentes muestras de
educación.-
-Eso no es todo, en realidad fui a que me compusieran
esto.- Les desveló él.-
Y
entonces Tom entregó sendos paquetes de medio metro por medio metro a su abuela
y a la princesa de la Luna. Ambas los miraron con visible desconcierto.
-Abridlos, por favor.- Les pidió él con gesto
sonriente.-
-Pero ¿qué es
esto? – Quiso saber Cooan.-
Aunque
al no recibir respuesta se limitó a
abrirlo, la anciana enseguida lanzó una exclamación. La misma Alice quiso
abrir el suyo. En realidad, ambos tenían lo mismo. Eran sendas fotografías. La
misma que Cooan tenía de ella, siendo más joven, con su hija Idina, su sobrina
Kerria y Neherenia, cuando estas eran niñas, posando junto a un gracioso muñeco
de nieve.
-Pensé que, tenerla ampliada y enmarcada como si fuera
un cuadro os gustaría. Sé que ya la tienes abuela, aunque ignoraba si la madre
de Alice poseía una.
-No recuerdo haberla visto en el palacio de mi madre.-
Admitió la princesa, añadiendo, eso sí, con visible agradecimiento.- Pero creo
que Cooan me la enseñó. A un tamaño más pequeño, eso sí.
-Ha sido todo un detalle, hermanito.- Aprobó Loren.-
-Es verdad.- Tuvo que admitir Lance.-
-Pero tuve que madrugar e ir pronto a una tienda que
se especializa en este tipo de fotos tan antiguas.- Les explicó Tom, excusándose
de nuevo.- Por eso he tardado tanto, quería que Alice la tuviera para
llevársela a su madre.
-Muchas gracias.- Sonrió ésta con visible azoramiento
ahora.-
-Sí, cariño. Perdona.- Convino una emocionada Cooan.-
-No abuela, no te preocupes, te quiero mucho y hace
tanto que no te veía que es lo único que se me ocurrió.- Pretextó él.-
Desde
luego que la interpelada le dio un fuerte y cariñoso abrazo. Al fin se sentó a
desayunar, rodeado ahora de las tres. Lance por su parte se disculpó alegando
que tenía cosas que hacer. No tardó en marcharse. Tom sonrió, eso era
exactamente lo que quería.
-Y ahora, paso a paso…todo irá saliendo según lo he
escrito.- Pensó lleno de satisfacción.-
Entre
tanto, los nueve proseguían con su difícil y peligrosa misión…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)