martes, 8 de marzo de 2011

GWT 41.193. El tercer Círculo, del reencuentro.

Ciertamente Alice no esperaba aquella bienvenida. Era ella quien pensaba darles una sorpresa y fue al revés. De hecho estaban todos aguardándola. Cuando cruzó por el espejo saludó a Cooan y a Loren que ya habían regresado de hacer unas compras. Tom la recibió también sonriente y amable, afirmando en nombre de todos.



-Me alegro de verte otra vez. Te hemos echado mucho de menos.

-Gracias.- Convino la joven con una cortés inclinación de cabeza.-

-¿Vienes a visitarnos?- Quiso saber la esperanzada Loren, añadiendo.- ¡Ya es casualidad que nosotros hayamos venido a pasar unos días con la abuela Cooan!

-No, ya me gustaría. La verdad es que me alegro mucho de poder veros. - Repuso Alice, declarando con una franqueza propia de su parte saiyajin.-  Pero vine por aquí para llegar antes a la Tierra. Voy a felicitar a la reina Serenity por el nacimiento de su hija.



            Aunque pensándolo con detenimiento, con la tecnología que poseían, ir de la Luna a la Tierra en lanzadera rápida le hubiera costado apenas diez horas. Desde casa de Cooan, llamando a un transporte rápido, quizás estuviera en Tokio en cuatro.



-Tampoco es tanta diferencia.- Se dijo ahora, reflexionando, eso sí.- Puede que mis padres desearan que viese a Cooan, para comprobar como está.



            Y esa misma mujer le pidió con su tono afable habitual.



-Pero no tendrás que marcharte inmediatamente, seguro que puedes al menos cenar con nosotros.

-No, claro. Dispongo de unas horas.- Pudo responder.-

-Estupendo, pondremos un cubierto más.- Afirmó Loren con gesto alegre.-



            La joven princesa esbozó una sonrisa de circunstancias. Realmente tampoco tenía un horario que cumplir, ni ningún protocolo. Avisó a la corte de Endimión y Serenity que iría pero no especificó exactamente cuándo. Sin embargo, se sentía algo incómoda. Por un lado era totalmente cierto que agradecía la ocasión de ver a Cooan y a Loren. Le gustaría charlar con ellas y ver cómo les iba. Tenía muy gratos recuerdos de su estancia en Bios. Empero, no quería molestar. Y todavía no había tenido ocasión de hablar con Tom después de aquella abrupta y poco edificante despedida que tuvieron. Desde luego le resultaba muy embarazoso. Meditó sobre ello, pensando que harían sus padres en una situación así.



-Bueno, como ellos siempre dicen. Esto podría ser un ensayo para habituarme a las recepciones palaciegas. Muchas veces en sus cometidos como reyes deben tratar con gentes que no les caen nada bien y ser amables pese a todo. Que conste que yo no tengo ese problema aquí, ni siquiera con Tom…pero…¡en fin!



De modo que asintió deseando agradar a esa anciana que tan amable había sido siempre con ella. Loren, visiblemente contenta, se ofreció a ayudar a su abuela. Lo mismo  que su hermano.



-Voy a la cocina.- Dijo la nieta de Cooan siguiendo a su abuela.-

-Yo iré enseguida.- Repuso Tom.-



Y cuando el chico se disponía a seguir a su hermana, escuchó a la princesa decirle con tinte apurado.



-Tienes un momento. Por favor.

-Por supuesto, para ti siempre.- Comentó él con tono amable sin dejar translucir nada más.-



            Aquello hizo sentir todavía más incómoda a Alice. Siendo honesta había imaginado que ese muchacho la rehuiría o que no le dirigiría la palabra. En cambio no podría estar mostrándose más gentil. Suspiró para declarar al fin.



-Siento haberte juzgado mal. Tu hermana me aclaró lo sucedido. Sé que trataste de ayudarme. Y que fue Granate quién te encargó aquello.

-No te preocupes por eso. Lo he olvidado ya.- Musitó él con tono entristecido pese a todo.-

-Escucha, Tom.- Le pidió ella de manera conciliadora.- Siempre serás un buen amigo. Pero no puedo pensar en ti de otra forma. ¿Lo comprendes, verdad?

-Sé que no soy digno de ti, pero cambiaré. Mejoraré. Te lo prometo.- Le aseguró el muchacho.- ¡Ya lo verás! Ganaré reputación, ¡seré famoso!

-No, no se trata de eso. –Comentó la envarada chica que no sabía que responder.- Yo no amo a Granate porque sea famoso… es difícil de explicar…Siento algo muy especial cada vez que estoy a su lado.



            Entonces el chico le tomó una mano entre las de él y le dijo con énfasis y casi desesperación.



-Pero Alice, ¡Granate ya no está! Partió a cumplir con esa misión…y… ¿y si nunca retornase?



            Ella movía la cabeza negándose a aceptar aquello, pero el joven era pertinaz y con un tono bastante más medido y suave del que creyó tener, insistió.



-Sé que le amas. Yo también le aprecio mucho. A pesar de todo lo que ha pasado. ¡Es mi amigo! Y él también me tiene en mucha estima, la prueba es que me encargó decirte aquello. Y le prometí que lo haría, sin importarme las consecuencias. Lo hice por él y también por ti, ¡porque te quiero!, siempre me gustaste. Desde el primer momento que te vi a través del espejo. Y además, le prometí a Granate cuidar de ti.

-No necesito que cuides de mí.- Repuso ella de un modo más brusco ahora separándose de su interlocutor.-



            La atmosfera pareció congelarse, Tom no dijo nada, únicamente la miraba de una forma extraña. Alice se sintió mal otra vez. Quizás había vuelto a tomar esas palabras de la peor manera. Suspiró tratando de calmarse y dijo.



-Lo siento. Es mi carácter. A veces reacciono sin más. Sé que tus intenciones son buenas. Y seguro que Granate te pidió eso con la mejor voluntad. Pero no debes preocuparte por mí. Soy una princesa de la Luna y además tengo sangre saiyajin. No preciso que velen por mí. Sé arreglármelas bien yo sola.

-No es bueno estar solo.- Repuso el joven.- Y cuando dije que prometí cuidar de ti, no me refería a eso. Quise decir que nunca te dejaré. Que siempre podrás contar conmigo para lo que te haga falta, hablar, pasar el rato…yo te quiero, Alice.

-Pero yo a ti no…- Insistió la muchacha moviendo la cabeza, aunque matizando tras un suspiro para aliviar su tensión.- No así…¡por favor, no lo tomes a mal!

-Tus ojos dicen otra cosa.- Le susurró Tom aproximándose a ella.-



            Y aunque quería negar aquello y rechazar a esa chico, su interlocutora se sentía confusa, la mirada de él se clavaba en sus ojos…no podía evadirla, era casi como sí…



-Esto no está bien. - Fue capaz de musitar la princesa con visible aturdimiento.-

-No tienes por qué estar sola. Yo estaré contigo. -Le aseguró él lanzándose a besarla en los labios.-

           

            Para su sorpresa Alice encajó aquel beso sin apenas resistirse y se sintió extraña. Como si algo dentro de su estómago ardiera. Tras aquello la penetrante mirada del chico seguía prendida en ella, más cuando él sentenció.



-Haría cualquier cosa, cualquiera, para ser digno de que me amases.



            La desconcertada joven no era capaz de articular palabra. Por un lado su instinto casi la impulsó a abofetearle y salir de allí, de otro encontró ese beso inexplicablemente cálido y agradable. Por suerte algo la sacó de aquella especie de embrujo. Era Loren avisándoles



-Venga chicos, vamos a cenar… ¿habréis puesto la mesa, verdad? Hemos hecho unas ensaladas y algo de pasta. Alice, a ti te gustaba mucho ¿A que si?..

-Sí,...sí me gusta.- Fue capaz de replicar casi entre jadeos de respiración entrecortada por aquella situación. -



Ahora miraba a Tom que simplemente sonrió, agarrándola suavemente de una mano como si esa conversación o ese beso nunca hubiesen tenido lugar, en tanto le indicaba con jovialidad.



-La mesa está puesta. Vamos a cenar…



            Y así era, aunque la princesa juraría que ese muchacho había estado con ella todo el tiempo. ¿Cómo habría podido poner la mesa entonces?.. Seguramente ya la tuvieran lista antes y con únicamente añadir un cubierto para ella bastase. Con lo que había sucedido entre ambos tampoco se había fijado mucho la verdad. De todas formas se sentaron y todo estaba perfectamente colocado sin que faltase de nada. Alice no le dio más importancia. Sin comprender a ciencia cierta porqué sencillamente sonrió. Se encontraba feliz… de hecho la cena fue muy agradable y sin saber de dónde el chico la obsequió con un ramo de rosas. Aquello impresionó a todas las mujeres de la casa. Más cuando, tras desempolvar un karaoke, Tom interpretó algunas hermosas canciones, dedicadas sobre todo a su invitada.



-¡Es increíble!- Exclamó Cooan asombrada, para admitir cuando el chico terminó entre aplausos.- Me ha parecido estar oyendo y viendo a tu abuelo…

-¿Desde cuándo has aprendido a cantar así?....Le preguntó su propia hermana.-

-¿No te acuerdas que estuve practicando con unos amigos? Cantábamos y además tocamos la guitarra. - Le comentó él despreocupadamente.-

-¡Ah, sí, es verdad! - Recordó entonces Loren.- ¡Qué tonta!, no sé por qué pero no me acordaba de eso.

-Vaya, ¡es increíble como has mejorado!- Le alabó Alice sin reservas.-

-Ya te lo dije, quiero ser digno de alguien muy especial.- Sonrió de forma encantadora él.- Y haré cualquier sacrificio para conseguirlo.



            La joven princesa se ruborizó, cosa rara en ella. Comenzaba a pensar que Tom era mucho más agradable de como ella recordaba. Quizás era el tiempo que Granate llevaba fuera. ¡No!, el hermano de Loren era su amigo…no podía verle de otra manera.



-Ya se ha hecho muy tarde.- Comentó Cooan, ofreciéndole a su joven invitada.- ¿Quieres pasar la noche aquí?...

-Tenemos sitio.- Afirmó Loren con visible entusiasmo.- Puedes dormir conmigo en la habitación. Igual que hacíamos alguna de vez de pequeñas.



            La chica había traído un par de maletas que Tom prestamente metió en el cuarto de su hermana. Al final la princesa se encogió de hombros conviniendo en ello bastante más animada que antes.



-No veo por qué no.- Pudo decir con voz más jovial.- Tampoco me esperan enseguida en el Palacio de Cristal Tokio.



            Y así, los tres no tardaron mucho en acostarse. Ambas chicas charlaron un poco antes de dormir. Fue la propia Loren la que comentó, sin todavía salir de su asombro.



-Mi hermano está muy cambiado. La verdad es que se está esforzando mucho por ser mejor en todo.

-Sí, eso parece.- Admitió su interlocutora quién quiso cambiar de tema para preguntarle a su amiga.- ¿Y a ti cómo te va?...

-Bien, estoy terminando bachillerato ya y me gustaría estudiar bellas artes. Si pudiera optar a un puesto de profesora de pintura y dibujo o hacer retratos, sería para mí maravilloso.

-Tienes talento, seguro que lo conseguirás.- Sonrió animosamente Alice. Quién le propuso.- Estoy convencida de que a mis padres les encantaría que tú te ocupases de pintarles para la galería Real.

-¿De veras?  ¡Sería maravilloso! - Replicó una entusiasmada Loren.-

-Tú déjalo de mi cuenta.- Sonrió su amiga.-



            Por fin, tras unos minutos más de conversación, ambas se durmieron. Sin embargo, Tom seguía despierto. Ojeaba un gran libro de color burdeos, ahora lo recordaba, siendo niño lo vio en la habitación de Asthel. ¡Si hubiese sabido entonces de qué se trataba! No obstante, eso ya no importaba.



-Quizás hasta pueda arreglar algunas cosas que ya hayan sucedido. -Meditó al hilo de aquello.- Creo que además, lo que escribo en este cuaderno negro pasa de algún modo a incorporarse al relato. No sé como pero así es. El libro en sí, en cambio, no se puede alterar. Lo que puedo hacer es consultarlo a ver en qué ha variado cuando use la agenda. Y parece que nadie más es consciente de eso salvo yo.



            Recordó a Loren, y cómo la expresión de su hermana varió del desconcierto y la sorpresa a sonreír asintiendo como si lo que le hubiera dicho fuese lo natural y hubiera sucedido desde siempre.



-La pobre tenía razón. Yo no había cantado en mi vida. Y hasta me daba vergüenza. Pero al anotar eso en la agenda, no solamente soy un gran artista sino que me gusta. Y si he conseguido eso. ¿Cuantas más cosas podría lograr? - Se preguntó intrigado.-No únicamente para mí, mi familia y la gente a la que quiero se merecen triunfar y ser felices. -Decidió.-



            Y es que lo tenía ahora a su disposición, con esa agenda negra y la pluma podría hacer de su destino y del de los otros lo que deseara, así pues sonreía para musitar, tras leer un pasaje del libro, justamente la conversación entre Loren y Alice.



-Por supuesto, hermanita…tus sueños se harán realidad. Tú serás una gran artista. Me ocuparé de ello. Y también pintarás el retrato de Alice y mío en nuestra boda.



            Entonces, con visible curiosidad le dio otro vistazo al libro, dándose cuenta de que era enorme.



-Se divide en capítulos y estos se agrupan en historias. Hay hasta sucesos de otros planetas. Ya ojearé eso después, de momento miraré qué tal les va a esos nueve. -Y leyó-...



Acuciados por la prisa a ninguno de ellos se le ocurría nada que pudiese abrir esa puerta. Ahora, además, podían leer sobre ella, en el frontispicio, unas palabras. “El poema del Paraíso Perdido abrirá el camino”



-Maldita sea. ¿Qué significa eso?- Inquirió el saiyajin sin comprender nada.-

-No lo sé, pero si no lo averiguamos estamos perdidos.- Declaró Brian.-

-De momento unamos fuerzas y rechacémosles, para ganar algo de tiempo.- Les indicó Asthel.-

-¡Vamos, ya están aquí otra vez!- Urgió Granate.-



Los cuatro muchachos intentaron efectivamente retrasar a sus enemigos lanzando una poderosísima ráfaga de energía entre todos. Esto contuvo a la horda que les perseguía, pero, una vez disipada, aquellos monstruos volvieron a surgir como si apareciesen de la nada. ¡Ahora eran incluso más! Las chicas por su parte lanzaron otra andanada de sus respectivas armas y pudieron ganar unos instantes. No obstante, el número de sus adversarios parecía ser inagotable. Alusa y Minara estaban exhaustas. Mimet, algo más entera, tampoco tenía ya demasiadas fuerzas. Agotada, Maray se sentó a descansar. Fiora por su parte descargó varias saetas más que no daban para frenar a tanto rival que les acometía, ella también cayó de rodillas jadeando en busca de aire y con los brazos casi entumecidos de tanto usar su arco. El tiempo se agotaba. La distancia entre esa horda y el grupo se reducía a cada segundo. Sin apenas fuerzas para resistir, los componentes del grupo estaban comenzando a resignarse a su terrible final...



-De eso nada.- Comentó Tom preocupado por la suerte de esos chicos.- No permitiré que os ocurra algo tan terrible. A ver, tengo que pensar…



            Discurrió algo y no dudó en escribirlo en la agenda, esperó y para su alivió, leyó...



            Fue cuando Granate recordó algo que le vino a la cabeza casi como la única y desesperada solución.



-¡Podría ser!- Musitó el chico añadiendo con tinte reflexivo. - Aquel viejo poema. -

¿A qué te refieres, Granate? - Le preguntó Maray, deseosa como el resto de escuchar lo que fuese, con tal de que les permitiera abrir aquella condenada puerta. – Dinos, ¡por favor!…

- Un poema que mi abuelo me enseñó. Una especie de clave. - Comentó el muchacho añadiendo esperanzado - ¡Quizás sea la respuesta!

- Aunque se trate de la canción del verano. - Terció Brian con nervioso sarcasmo para urgir a su compañero. -¡Prueba lo que sea o sino esos monstruos van a acabar con nosotros!



            Razón no le faltaba, los seres del averno se acercaban cada vez más. Ésta vez fueron Alusa y Minara las que, tras descansar por unos instantes, relevaron a sus exhaustos compañeros y atacaron con ondas de energía. Pero ya sólo lograban retrasar a sus perseguidores un escaso periodo de tiempo. No obstante, fue suficiente como para que Granate entonase en voz alta las siguientes palabras. En el lenguaje del averno, que luego tradujo…



“¡Oh, millares de espíritus inmortales!! ¡Oh, potestades a quienes sólo puede igualarse el Todopoderoso! Aquel combate no careció de gloria, por más que su resultado fuera desastroso, como lo atestiguan esta mansión y este terrible cambio que me es odioso expresar “El Paraíso perdido de John Milton “(crédito al autor)



            Y ante el asombro y el alivio de sus amigos la entrada emitió un crujir, el chico añadió otra estrofa, de nuevo en aquella lengua ininteligible para el resto y esa puerta comenzó a abrirse. Pudieron cruzar a la carrera en tanto los subhumanos y demás bestias no osaban seguirles más allá. Por fin, la puerta comenzó a cerrarse lentamente hasta desaparecer una vez concluida la operación. Todos se miraron con visible contento. Ya estaban dentro del tercer círculo y sobre todo a salvo. Al menos de momento.



- ¿Qué has dicho, Granate? Ese idioma era muy extraño. - Quiso saber Fiora con la misma curiosidad que embargaba al resto. -

- Es el idioma natal de mi abuela, el avernal, ella me lo enseñó cuando venía  a visitarme siendo yo pequeño. Debe usarse para invocar  algunas de las grandes puertas.

- ¿Podrías traducirnos lo que fuera que has dicho? - Se interesó Diaval, todavía con perplejidad. -

- Bueno. - Replicó el interpelado en tanto pensaba en las palabras. – Esperad, es un poco difícil, pero creo que una traducción aproximada vendría a decir.



Tras el vergel del submundo se alza la gran Puerta.

 Custodia del Tercer Círculo

 Si el que tiene sangre infernal le ruega

 Ella se abrirá mostrándole el camino.

 Yo te ruego, ¡Ábrete pues, gran Puerta! ”



-¡Menos mal que lo has recordado a tiempo! - Suspiró Asthel añadiendo totalmente seguro de ello. – De lo contrario, nuestro viaje habría terminado.

-¡No sabía que los demonios tuvieran poemas! – Terció Maray visiblemente sorprendida. -



Granate asintió para explicarles a todos.



- Mi abuelo me contó también que al menos los habitantes del tercer círculo eran bastante parecidos a nosotros, por eso mi abuela tenía apariencia humana y pudo tener sentimientos.

- A nosotras en cambio, nuestro padre apenas nos ha hablado de esas cosas. Lo único que sabemos es que nuestro abuelo biológico era un demonio muy poderoso. Pero no de este círculo, sino de otro más avanzado.- Terció Alusa. -

-Sí, - añadió Minara. – A nuestro padre nunca le ha gustado hablar de ese tema, ni a él, ni a nuestra abuela Karaberasu.



            Alusa miró a su hermana y esta asintió despacio dejando de hablar. Su abuela les había contado algunas cosas más pero eso de momento quedaría entre ellas dos. Al menos hasta que llegase la ocasión de ponerlo en práctica. ¡Si es que llegaba! Por eso, Minara agregó. Para justificar ese repentino silencio suyo.



-Aunque nos ha enseñado algunas cosas sobre cómo controlar nuestros poderes. Pese a que a nosotras se nos han manifestado de forma mucho más atenuada.



Los demás asintieron. En cualquier caso lo habían conseguido. Todos suspiraron aliviados y dirigieron sus expectantes miradas hacia Granate que por ahora parecía haberse erigido en el líder de la expedición. No obstante, el muchacho se encogió de hombros y les confesó algo apurado.



- Yo sólo podré servir de guía a través de este círculo. Lo conozco entre las notas de mi abuela y lo que ella y mi abuelo me contaron. Pero, más allá de él, sé tan poco como cualquiera de vosotros.



Eso hizo cundir la inquietud entre ellos, si las cosas eran ya complicadas, al menos tenían a Granate para llevarles por la dirección adecuada o advertirles, pero. ¿Qué iba a suceder cuando éste fuera incapaz de seguir haciéndolo?



- Ya nos preocuparemos de eso una vez estemos más allá de este círculo. No tiene sentido pensar en ello antes. Lo lógico es salir de aquí primero. Así que sácanos de este lugar lo más pronto posible. - Intervino Mimet poniendo la nota de objetividad y frialdad necesaria para el grupo. -

- Tienes toda la razón. - Reconoció Asthel.-



El joven agradecía ahora el carácter tan especial de esa muchacha. Racional y centrado cuando el resto estaba demasiado inquieto y temeroso de lo que pudiera acontecer. De modo que, más animado por ella, le indicó a Granate.



- Vamos, pongámonos en marcha.



El muchacho asintió y el resto del grupo le siguió de inmediato. Al cabo de andar durante unos minutos por una extensión de algo similar a un bosque, salieron a lo que era asombrosamente parecido a una calle de cualquier ciudad terrestre que conocieran, de Nueva Vegeta, la Tierra, la Luna, Nature o Bios. Se levantaban casas que en poco o nada se diferenciaban de los diversos tipos de construcciones humanas. Comenzaron a cruzarse entonces con gentes que realmente daban la impresión de ser humanos corrientes. Incluso vieron un grupo de niños jugando. Al parecer a quitarse cosas unos a otros. Lo único extraño eran sus ropas. Por parte de los adultos, muchos llevaban capas y hombreras similares a los uniformes demoniacos de batalla que los chicos recordaban de las historias de sus abuelos. Tenían, eso sí, algunas variantes, sin pinchos que sobresalieran, y sus dueños tampoco llevaban armas. El grupo lo observaba todo con sorpresa e interés cuando Granate les comentó.



- Trataremos de pasar desapercibidos. Quizás podamos salir de este círculo sin despertar sospechas, podremos hacerles creer que somos unos demonios cualquiera.

- No sé, pero tengo la sensación de que eso no será tan fácil. - Opuso Asthel con prevención. -



            Granate asintió levemente. Iba a exponer el porqué de las palabras de su compañero cuando vieron que dos de esos demonios se dirigían hacia ellos. Eran un hombre de pelo moreno y ojos rojos  y una mujer de pelo verdoso con ojos rojizos también. Ambos eran altos, ella casi como Mimet y él de una estatura pareja a la de Granate y Brian. Los dos miraban directamente al hijo de Sandy, éste se sorprendió. No sabía el porqué, pero a él le resultaban vagamente familiares. De todos modos no parecían agresivos y ambos les hicieron señas a los chicos para que los siguieran hacia un apartado rincón. El grupo se acercó para no levantar sospechas. Cuando estuvieron a parte del resto del bullicio el demonio les dijo con voz brusca y al tiempo tono sorprendido, que sonaba también de una extraña forma gutural.



- Vosotros no sois de nuestra especie. ¿Qué estáis haciendo aquí?

- ¿Y qué te hace pensar que no lo somos, eh? - Le espetó Diaval con amenazador tono. -

- Es que hemos sido muy malos, ¡por eso nos han mandado aquí! - Bromeó Brian. -

- No sois de este lugar, podemos sentirlo. Aunque vosotras dos. -  Replicó el demonio señalando a Alusa y Minara – y tú. - Añadió dirigiéndose a Granate. - Sí sois en parte de los nuestros.

- Sí, eso es verdad. - Confesó Alusa añadiendo. - Somos nietas de un poderoso demonio.

- Aunque él no pertenecía a este círculo. - Matizó Minara. -

- ¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Cómo habéis podido llegar hasta nuestro mundo? - Quiso saber el demonio, visiblemente perplejo. -

-¡No ibais a ser vosotros los únicos en poder ir y venir a vuestro antojo al nuestro! – Replicó Brian con regocijo al ver el gesto de sorpresa de ambos diablos. – Vinimos a devolveros la cortesía de vuestras visitas.

- Lástima. Habrá que eliminarles, saben demasiado.- Sentenció Diaval como si de un mafioso se tratase.-



            Aunque ante las expresiones de alarma de ambos demonios Granate les tranquilizó. Detuvo con un gesto de una mano a su compañero saiyajin. Decidió ser más explícito y contarles concretamente quién era. Presentía que podía confiar en esos dos y así les dijo en busca también de respuestas.



- Mi madre era hija de una diablesa de este círculo. Una llamada ILaya. ¿Os dice algo ese nombre?

- ¡ILaya! ¡No puede ser posible!  - Exclamó la diablesa abriendo su boca hasta dejar ver un par de pequeños colmillos como gesto de asombro según inquiría con tono igualmente gutural aunque más agudo que el de su compañero. - ¿Te refieres a ILaya la traidora?

- ¡Mi abuela no traicionó a nadie! Sólo se dio cuenta de que podría vivir en paz en mi mundo -  Replicó el ofendido Granate a quién no le había gustado semejante apelativo, para querer saber a su vez. - ¿Quién eres tú para insultarla de esa forma? ¿Acaso pretender ser feliz y querer a los tuyos es traición?



            La diablesa arqueó las cejas visiblemente sorprendida. Enseguida respondió con voz serena.



- Me llamo Daila. Del tercer círculo, y sí, aquí se considera como traición todo lo que vaya contra las directrices de las altas jerarquías.

- No te pregunto eso. Te he preguntado, ¡si tú lo consideras como traición! – Le aclaró Granate con énfasis. -

           

            Y para sorpresa del resto de los muchachos, Daila negó con la cabeza y respondió de forma reposada.



- No, yo fui compañera de tu abuela y sé que ella nunca mereció ese calificativo. Al menos cuando vivía aquí. Te lo puedo asegurar…

- Yo soy Ruwoard. – Se presentó el demonio a su vez. - Los dos conocimos a tu abuela, Granate.

- ¿Cómo saben tu nombre?- Inquirió Mimet sin comprender. -

- Telepatía. - Le contestó el muchacho. -Es una habilidad que todos poseemos cuando estamos en nuestro propio mundo.- Explicó Daila añadiendo. - Y también sabemos por qué estáis aquí. De modo que haríais bien en tratar de ocultar esos pensamientos al resto de los nuestros. Por eso, nada más os vimos, vinimos a apartaros del bullicio.

-Dad gracias a que nuestros congéneres suelen ir a ocuparse de sus propios asuntos. Aparte de que vuestro plan es descabellado o directamente suicida. - Afirmó Ruwoard.-

- Supongo que entonces vosotros trataréis de impedirnos llevarlo a cabo. – Aventuró Mimet. -

- ¿Por qué habríamos de querer tal cosa?- Repuso tajantemente Daila mirando a Asthel, mientras admitía. - Todos vosotros poseéis grandes poderes, muy superiores a los nuestros. Sobre todo tú.

- Sí - reconoció el chico a su vez añadiendo. - Y si sabéis a lo que venimos y no vais a oponeros sólo queda una cuestión por resolver. ¿Vais a ayudarnos o no? - Inquirió el aludido con una escrutadora mirada dirigida a ambos. -

- Estarás de broma, supongo. - Intervino Diaval con total incredulidad para sentenciar con un tinte entre retórico e irónico en su pregunta. - ¿Unos demonios nos van a ayudar?



            Pero, para nueva sorpresa del grupo, fue Ruwoard el que quiso saber dirigiéndose a Granate.



- Antes de que os respondamos dinos una cosa. ¿Tú abuela fue feliz en el mundo de los humanos?

- Sí, lo fue, muy feliz.- Contestó el muchacho aunque matizó con pesar. – Pero fue asesinada por unos hombres que servían a una de vuestras sectas.

- Lo lamentamos de veras. - Afirmó la diablesa con un tono de consternación realmente creíble. – Créenos, mucho más de lo que  te imaginas.



Desde luego que ambos diablos se miraron al parecer con asombro tras saber aquello. Ahora fue Maray la que intervino declarando con sorpresa e intriga.



-¡Yo siempre pensé que los demonios erais malvados y crueles, que únicamente deseabais destruir a los humanos y corromper sus almas!

- Quizás muchos de nuestros congéneres, sí. - Admitió Daila que, de seguido matizó. - Pero no somos ni mucho menos una raza homogénea. La mayoría vivimos aquí, en nuestro hogar. Casi todos buscamos mejorar nuestro estatus y para eso no solemos tener límites, pero algunos de nosotros no compartimos esas ideas del todo.

- Explícanoslo. - Le pidió Minara con tono intrigado. - No acabamos de comprender eso.

           

            Aunque ahora fue Ruwoard el que tomó la palabra para responder.



- Algunos de nosotros, muy pocos, hemos oído historias de vuestro mundo. Se decía que otros demonios incluso vivían allí. Nunca conocimos a nadie, pero alguno de nuestros compañeros, sí. Lo que vieron les hizo pensar que la lucha entre ambos mundos no tenía sentido, que todos podíamos convivir en paz, creando un puente entre ambas especies.

- He oído eso antes, mis abuelos nos han contado la historia, lucharon contra una invasión vuestra hace unos cincuenta de nuestros años.- Terció Asthel. -

- Esa invasión fue dispuesta por las jerarquías superiores de los círculos más poderosos, ellos sí que deseaban arrasar a los humanos y conquistar vuestro mundo. - Le contó Daila. –

- Pero, ¿por qué? No les hacemos ningún mal. - Replicó Maray con visible desconcierto. –

- Supongo que querían mantener las cosas como estaban. Sin permitirnos convivir en paz. - Conjeturó Ruwoard que agregó con un poso de pesar. - Eso nunca lo sabremos.

- Cuando conocimos a ILaya ella era una de las que creían ciegamente en la directriz de los altos cargos. Solamente pensaba en aniquilar a todos los humanos, les consideraba como enemigos.- Les contó Daila añadiendo. - Yo pude hablar con ella antes de que partiese a vuestra dimensión a causa de una llamada. Los sectarios la invocaron para cumplir una tarea. Le pedí encarecidamente que, al menos, estudiara un poco las costumbres de los humanos para saber si era cierto lo que se contaba. Pero ella  me respondió que sólo le importaba su misión, que los seres humanos eran débiles y que les despreciaba.



La diablesa les refirió entonces lo que recordaba. Aquella vez, hacía ya más de cincuenta años humanos. ILaya, de pelo cobrizo y ojos color fuego, se aprestaba a colocarse su uniforme de combate, lucía orgullosa sus tridentes entrecruzados, símbolo de su reciente ascenso.



-Ahora, tras esta invocación, si logro triunfar en esta misión seré nuevamente recompensada – Sonreía mostrando sus colmillos. –

-ILaya. – Le pidió Daila que se acercó a ella con cierta prevención para decirle. – Cuando llegues al mundo de los humanos ¿qué deberás hacer?

-No lo sé- replicó ésta de forma despreocupada añadiendo con regocijo.- Pero todo lo que implique sembrar el caos y la destrucción será bien recibido. Estamos en guerra y ésta debe decidirse a nuestro favor.

-¿Por qué no tratas de obtener información sobre ellos?- Le sugirió su compañera con tono algo más calmado. –

-Sí, lo haré. Hay que conocer al enemigo para vencerle de forma más eficiente. Supongo que tendré que adoptar forma humana y mezclarme con ellos. – Siseó como si el mero pensamiento de algo así le pareciese repugnante. – 

-Quizás puedas vivir entre los mortales. – Repuso Daila casi de pasada –



Aunque su compañera le dedicó una hosca mirada. Aquel comentario no pareció hacerle demasiada gracia. Es más, pareció irritarla cuando inquirió



-¿Qué insinúas? ¿Te parece divertido que esté obligada a sufrir la proximidad de esos patéticos humanos? ¿Tratas de burlarte de mí?

-No – pudo decir su interlocutora, que quizás creyó que había hablado demasiado y trató de justificarse. –Solamente digo que, a lo mejor, no es tan terrible después de todo.



Sin previo aviso ILaya atacó a su contertulia con un rayo de energía que la derribó dejándola herida en un hombro. Al instante fue a por ella y la agarró de la barbilla elevándola en el aire en tanto le mostraba sus colmillos en abierta señal de advertencia.



-Hablas como esos traidores de la quinta columna. Esos que quieren vendernos a los humanos.

-No… yo... te equivocas. – Pudo responder Daila realmente asustada y dolorida por el anterior ataque. – Espera...



Su polemista no parecía querer escuchar sus razones. Con su otra mano abierta alargó sus uñas en forma de cuchillas y estaba dispuesta a ensartarla sin más miramientos cuando otra voz femenina y potente la detuvo con un tono gutural.



-¿Qué está pasando aquí?



ILaya se giró a desgana hacia la procedencia de esa pregunta. Vio a una diablesa de pelo con un tono parecido al suyo, aunque más rubio y que lucía una estrella de cinco puntas en sus hombreras. De inmediato soltó a su presa y se puso firme. Para decir algo sorprendida.



-Comandante Mireya. ¿Qué haces aquí?

-Vengo a decirte que has sido invocada y que estás demorando demasiado tu partida. – Replicó la interpelada con tono severo. – ¿Se puede saber a qué esperas?

-Pero, es que estaba ajustándole las cuentas a esta traidora. – Se justificó su interlocutora señalando con desprecio a la ahora caía Daila. – Me iré en cuanto me ocupe de ella.

-¿Esa una traidora?- se rio Mireya moviendo la cabeza con desdén. – Es solamente una estúpida. De todas formas. – Agregó agarrando de los pelos a la caída diablesa que aulló por el dolor  en tanto su superiora sentenciaba. – Eso ya no es cuestión tuya. Tienes una misión que cumplir. Yo me encargaré.

-Pero, soy yo quien quiero hacerle pagar su traición a esa perra. – Insistió ILaya, nada conforme con esa idea  –

-¡Ni una palabra más! – Le espetó Mireya en tono de mando. – Vete a cumplir con tu cometido, te guste o no has sido designada. Ve de inmediato o yo misma me ocuparé de ti por tu desobediencia – Amenazó mostrando sus colmillos. –



ILaya sostuvo esa mirada amenazante pero al cabo de unos segundos debió de pensarlo mejor, asintió y tras volver a cuadrarse siseó.



-Como tú ordenes, comandante.



Y dedicando una despectiva mirada a Daila salió andando con pasos rápidos de allí. Una vez se perdió de vista, la diablesa al mando aguardó unos momentos y tras asegurarse de que no había ya nadie soltó a su presa que cayó al suelo aun doliéndose. Entonces Mireya le preguntó con una mezcla de sorpresa e indignación.



-¿Se puede saber que le has dicho? Ha estado a punto de aniquilarte.



En cuanto pudo recobrarse y empezó a regenerar sus heridas, su interlocutora se puso en pie y le explicó su conversación con ILaya. Entonces su superiora movió la cabeza con desaprobación para sisear.



-Estúpida inconsciente. ¿Cómo se te ocurre ser tan clara, y más con una diablesa como ella?

-Lo siento comandante, pensé que quizás, si iba al mundo de los humanos podría averiguar cosas y contárnoslas después.

-Escucha - le pidió Mireya ahora con un tono más considerado y casi susurrándole. – Tenemos que ser muy cuidadosos. Los de la quinta columna somos una minoría.

-Lo sé, lo siento mucho. - Se disculpó sumisamente su contertulia. –

-Da gracias a que yo estaba en este círculo todavía. – Le contó su superiora comentándole. – Ya te conté lo que vi cuando estuve allí. Sabes que hace poco cumplí una misión en el exterior, en el mundo de los humanos.

-Sí, recuerdo que te ascendieron a comandante por ello. – Afirmó Daila. –

-Pero porque creyeron que estaba ayudando a una secta de adoradores a traer el mal al mundo de los mortales. – Le matizó la otra diablesa, que de inmediato  aclaró. – Lo cierto es que fui a proteger a un enviado muy poderoso, sí. Pero uno que no debe caer en manos de las altas jerarquías. Tendrá una misión muy importante que cumplir en el futuro. Ahora es fundamental que seas más cauta. ILaya se ha ido, cuando regrese no deberá encontrarte por aquí. O de lo contrario sospechará al saber que no te he liquidado. Tendrás que buscar fortuna en mi círculo.

-¿En el cuarto círculo?- Se sorprendió Daila, objetando con temor – Pero… allí no tendré oportunidad.

-No te inquietes, te diré a dónde puedes ir sin peligro, en breve yo misma retornaré, ese es mi hogar.



Su subordinada asintió, no le quedaría otro remedio. No obstante, los acontecimientos se sucedieron de otra forma. Por increíble que le pareciese oyó el rumor de que su antigua compañera ILaya había traicionado a los suyos quedándose a vivir con un humano. ¡Incluso se decía que había concebido un hijo o una hija y que vivía en la superficie como una mortal más! Dado que los demonios habían sido expulsados del mundo humano, esos cotilleos llegaron vía adoradores, a ellos se les encomendó acabar con esa traidora. Y al parecer aunque tardaron unos años humanos, finalmente lo consiguieron. Daila suspiró aliviada, no tendría que marcharse de su círculo. Empero, Mireya sí que se fue de regreso al suyo. Ahora que concluía su relato, se asombró cuando uno de esos muchachos, al parecer descendiente de la llamada traidora, le contó con tono alegre.

 

-  A mi abuela ILaya la he visto muchas veces en mis sueños, aparecía con un vestido blanco y su pelo  a veces brillaba de ese color ¡su alma está ahora con el Creador!



El muchacho recordaba siendo niño. Quizás tendría unos cinco o seis años. Estaba casi en la frontera en la que los críos dejan de vivir inmersos en un mundo de fantasía, (al menos eso es lo que los adultos creen) En esa temprana edad, la inocencia les da otra manera de mirar las cosas. Son conscientes de otras realidades que a los mayores se les escapan. Y después al crecer pierden esa habilidad y sus recuerdos. Por fortuna Granate aún retenía esto en su memoria. Jugaba en su habitación. Su madre estaría en la cocina preparándole la merienda. Se divertía con un coche que hacía rodar cuando vio un leve destello blanco. Al poco una tenue luminosidad del mismo color inundó la habitación. De ella surgió una figura que se fue condensando, era una forma femenina. El niño miraba con la boca abierta pero no decía nada. Una señora muy guapa de pelo castaño, y ojos verdes, como los de su madre, había aparecido. Vestía una túnica blanca larga y vaporosa. Le miraba esbozando una sonrisa y quiso pasarle una de sus manos por el pelo. Aunque no pudo tocarle. Pese a ello Granate sintió una especie de cosquilleo que era muy agradable



-¿Quién eres tú?- Le preguntó a esa mujer que ahora se agachaba para mirarle más de cerca.-

-Soy tu abuela. - Respondió la interpelada con voz muy suave y casi reverberante, como si de un lejano eco se tratara.- Y tú eres mi nieto, Granate.

-Mi abuela se llama Petz, es la mamá de mi papá y tiene el pelo oscuro.- Replicó el niño haciendo memoria.-



            Aunque esa extraña esbozó una gran sonrisa y le dijo con tono bastante afectuoso…



-Yo me llamo ILaya, soy la mamá de tu mamá. He venido a verte…

-¿Por qué no vienes a vernos como hacen mis abuelos?- Quiso saber el crío.-

-Me gustaría mucho pero no puedo, cielo. Solamente puedo verte a ti y durante muy poquito tiempo. - Contestó su interlocutora entristeciendo el semblante, aunque enseguida recobró esa sonrisa tan luminosa y añadió.- Eres muy guapo, te pareces mucho a tu madre cuando tenía tu edad.

-¿Y por qué no puedes venir a verme más tiempo?- Preguntó el pequeño.-

-Es que ahora estoy con los angelitos, cariño. Pero vendré de vez en cuando a contarte cosas. – Le aseguró su abuela quien tras una pausa le pidió con tono cómplice.- Pero no debes decirle nada a nadie. Ni siquiera a tus papás, ni a tus abuelos. Que sea un secreto entre tú y yo… ¿Me lo prometes?



            Y el niño asintió. Durante algún tiempo el espíritu de la ex diablesa le visitó contándole cosas, cantándole canciones, e incluso enseñándole parte del idioma del Averno. Así hasta que un día, tan inopinadamente como apareciese, dejó de hacerlo.



-Quizás crecí y perdí la capacidad de verla. O pudiera ser que juzgase que ya me había enseñado lo que debía. El caso es que nunca más volvió. Pero sé que era una presencia de luz y estaba llena de bondad. Me quería y yo también a ella. - Concluyó Granate no sin melancolía.-



            Ambos diablos se miraron con sorpresa y hasta emoción. El demonio a su vez les explicó que él había sido captado hacía siglos por Mireya, con la misión de ir creando y consolidando una red de demonios y diablesas disconformes con los designios de los círculos superiores. Y quizás, con paciencia, tener un día la oportunidad de ir al mundo de los humanos para vivir allí en paz. Se exaltó al explicarlo, sobre todo cuando anunció.



- ¡Entonces es cierto! ¡Es verdad lo que se dice! ¡Todos somos seres del Creador! ¡Tenemos alma! ¡Si ILaya pudo hacerlo, todos podemos transcender, formamos un todo!



Daila enseguida le hizo callar con semblante inquieto en tanto le susurraba.



- Baja la voz, Ruwoard. Si te oyesen te acusarían de alta traición y ya sabes cuál es el castigo para eso.



Su compañero asintió apuradamente, disculpándose por su desliz, en tanto Asthel comentaba.



- Claro, al principio de los tiempos, el propio Satán era un ángel del Creador que le traicionó, por eso fue desterrado.

- A nosotros nos dijeron que Satán creó a todos los demonios de los círculos inferiores tras ser expulsado él y los del noveno círculo y que no teníamos nada que ver con el Creador, ni con su obra, que debíamos tratar de destruirla.- Declaró Daila. -

- Pues parece que os han estado engañando.- Comentó Brian que les preguntó con visible impaciencia. - ¿Nos ayudaréis ahora?

- Nos gustaría hacerlo pero. ¿Cómo podríamos ayudaros? - Le inquirió Ruwoard a su vez, afirmando con pesar. – Ni siquiera sabemos que hay más allá de nuestro propio círculo.

- Al menos nos podréis decir que debemos hacer para llegar a la puerta del cuarto. – Les sugirió Granate. -

- Es sí podemos hacerlo, el camino hacia la Gran Puerta lo conocemos.- Replicó Daila que enseguida objetó con preocupación. - Aunque ningún demonio que no sea autorizado o ascendido puede cruzar. Nosotros mismos estaríamos en peligro si descubren que os hemos ayudado. Pero si lo lográis, una vez estéis allí, buscad a Mireya. Ella os ayudará.

- Pues indicadnos el camino, y si es posible, como hacernos pasar por demonios autorizados a cruzar. No es necesario que nos acompañéis, ya nos ocuparemos nosotros luego de buscar a esa diablesa. – Les indicó Asthel. -

- Tampoco lo sabemos. – Contestó apuradamente Ruwoard agregando no sin temor al informarles -, la puerta está guardada por un destacamento de nuestros mejores guerreros infernales.

- Eso no creo que sea ningún problema, tenemos mucho más poder que un demonio del séptimo círculo. Eso me contó mi abuelo. - Afirmó Diaval con tono confiado. -

- Eso será en nuestro mundo, pero no olvides que aquí, estamos en su terreno.- Le recordó Minara con desaprobación para sentenciar. - Las cosas son diferentes de lo que conocemos.

- Es verdad - convino Fiora con un tono más suave y amable para dirigirse al guerrero del espacio. - Debemos ser más cuidadosos aquí, Diaval. Ya has visto que la mera fuerza física no lo es todo.

- Si tú lo dices. - Replicó resignadamente éste, ya que desde luego, no tenía muchas ganas de serlo, estaba ansioso por liquidar demonios y así lo expresó sin recato. - ¡Yo tengo la sangre de los príncipes y reyes de los saiyajin y me gusta luchar!, y cuanto más fuertes sean los enemigos mucho mejor. Disfruto con un buen combate

- No puedo comprender eso. - Le dijo Fiora con voz apenada, añadiendo con desaprobación. - La violencia por la violencia sólo engendra problemas, no tiene ningún sentido.

-Si fueses de mi raza lo comprenderías bien.- Replicó Diaval que se sorprendió por aquella apreciación.-



Aunque en este caso no pareció ofenderse, con el carácter de Fiora eso era casi imposible. Sabía que no decía aquello por cobardía. Era porque realmente no le gustaba la idea de luchar, ni de matar. Sin embargo, a veces no había más remedio claro está. El saiyajin simplemente dejó eso a un lado y se encogió de hombros.



- Lo único que podemos aconsejaros es que no provoquéis su ira. - Les pidió Daila terciando en la conversación para advertirles. - ¡Pueden ser terribles!  Nosotros mismos les tememos ya que ellos pueden estar en contacto con esferas superiores en poder.

- Son los que ascenderán de nivel y pasaran en su mayor parte al cuarto círculo. Los más fuertes y malignos de entre nosotros. -Les aclaró Ruwoard. –

-¿Tan terribles son?- Preguntó Mimet.-

-Sí, veréis. - Les comentó Daila.- Aquí hasta a los niños se les enseña a que deben sacar ventaja del que sea más débil. Aprovecharse de esa debilidad y triunfar a toda costa.

-Bueno.- Terció Diaval cruzándose de brazos.- En eso no sois tan distintos de mi pueblo. Los fuertes prevalecen.

-No creo que en tu pueblo valga ganar por cualquier medio.- Comentó Brian, añadiendo.- Al menos por lo que mi abuelo me contó, existe un sentido del honor.

-Por supuesto.- Sentenció el saiyajin.-No nos gusta abusar de los débiles. Eso no tiene sentido. Sería indigno…

-Pues aquí no.- Le comentó Ruwoard.- Los mismos niños saben que todo está permitido para medrar. Desde pequeños nos lo enseñan así y luego, cuando tenemos apenas diez u once años, nos dejan a nuestra suerte. Pocas son las madres y menos todavía los padres avernales que siguen ocupándose de su descendencia pasada esa edad.

-Me parece algo terrible. Hacerles eso a unos niños. - Musitó Fiora mirando hacia el suelo.-

-No te fíes de las apariencias. - La avisó Daila advirtiéndole a su interlocutora.- Cualquier niño de ocho o nueve años, de descubrir que eres una intrusa, te apuñalaría sin dudar si te confiaras. Solamente para presumir de ello.



            La aludida palideció de horror al escuchar aquello. Los demás guardaron también un significativo silencio. Hasta que Mimet declaró con su típico tono analítico.



- Teniendo en cuenta esa información iremos con cuidado.

- Sólo una cosa más que os sirva podemos deciros. - Añadió la diablesa. - A partir del cuarto círculo cada vez os encontraréis con más presencias sobrenaturales. Aquí, en el tercer círculo, se concentran la mayoría de demonios de pensamientos o formas más parecidos a los humanos. Más allá de este lugar, hay seres tan terribles que a los propios demonios de niveles inferiores nos llena de horror con sólo pensar en ellos.

- También he visto por aquí a seres que no parecen humanos y que son muy crueles. - Le comentó Maray. -

- Son los recién ascendidos del segundo círculo que habéis dejado atrás. La mayor parte de ellos son una especie de mercenarios que se dedican a luchar en guerras, disputas de señores feudales de círculos superiores. En su mayoría animalescos y bárbaros. No nos mezclamos con los de su calaña y por fortuna ellos no suelen acercarse a nosotros. Aunque también se les permite acceder a los círculos siguientes como reclutas para las tropas.- Explicó el diablo. -



            De pronto pareció que a Granate se le había ocurrido una idea e intervino preguntando.



- ¿Hay alguna disputa interesante ahora?

- Sí - repuso Ruwoard haciendo memoria. - Hay varias, pero la más interesante ahora y la que os pillará más próxima es la que dura desde que el Barón de las Tinieblas de Hazel fue destruido. Dos nobles demonios se disputan su título en un enfrentamiento que debe de durar ya más de medio siglo de vuestros años.

-Eso podría venirnos muy bien. - Afirmó Brian llevándose una mano a la barbilla en actitud pensativa.-



            Diaval y Asthel asintieron también. Las muchachas se miraron, sobre todo Alusa y Minara a quienes ese nombre les era muy familiar. Entre tanto Daila les contó.



- Pugnan por el territorio y el título, no sabemos mucho sobre ello, sólo lo que cuentan algunos mercenarios que vuelven, y son muy pocos los que regresan. Si podéis contactar con Mireya, ella podría ayudaros quizás a pasar a los siguientes círculos. Poco más podemos deciros, lo lamento. 

- ¡Tiene gracia, demonios nobles!- Escupió Diaval con sorna, manifestando su desprecio por semejantes seres. -



            El resto de sus compañeros acogieron esas palabras con silenciosa reprobación, a fin de cuentas sus dos interlocutores eran demonios también, y aquello era una descortesía. Sin embargo, Ruwoard no debió entender el sentido de la frase, o quizás no quiso mostrar que lo había comprendido y sí que añadió.



- No te dejes engañar por ese nombre, es un mero título. En realidad son muy malvados y belicosos, además de poderosos.

- Pues podríamos hacernos pasar por mercenarios con forma humana y decir que vamos a esa guerra. - Les propuso Granate. -

- No es una mala idea - concedió Daila que de inmediato advirtió. - Entonces necesitaréis un conjuro que os camufle el pensamiento.

- Creo que yo puedo hacer eso. - Intervino Asthel explicando. - Un bloqueo mental que emita a los que traten de leer nuestros pensamientos la sola idea de matar y obtener un rápido ascenso.



            La diablesa asintió con aprobación e hizo aparecer unas cuantas túnicas demoniacas y algunas armas, entonces les urgió con visible premura en su rostro.



- Poneos esto. Seguro que les convenceréis. Habitualmente no se preocupan demasiado por quién quiere cruzar y si encima les decís que vais hacia Hazel pensarán que os dirigís hacia vuestra destrucción. Os dejarán pasar sin más problemas. De todos modos, mucha suerte. Si puedo, porque es arriesgado, trataré de comunicarme astralmente con Mireya. Así, quizás ella se las apañe para ir a vuestro encuentro.

- Gracias, pero si de veras es muy peligroso no hace falta que os arriesguéis. – Les pidió Alusa. –

- Así es - convino su gemela agregando con tono reconocido. – Os deseamos paz y esperamos que estéis seguros.

- Lo mismo os deseo. - Añadió Ruwoard. -

- Adiós y gracias por vuestra ayuda. - Les despidió Granate. -

- Nos ha hecho mucha ilusión ver a un nieto de ILaya y saber que ella llegó a ser feliz. Eso nos da ánimos para seguir adelante. - Le sonrió Daila que agregó ahora dirigiéndose a todos en general con tono esperanzado. - Si conseguís llegar ante la presencia del Príncipe de las Tinieblas preguntadle, por favor, cual es la verdad de todo esto. Quizás las cosas puedan cambiar para todos.

- Esa es mi intención. - Le respondió amablemente Asthel que agregó. - Además, debo pedirle su ayuda. Y tengo fe en que la fuerza del Creador nos protegerá, incluso aquí.



            Ambos demonios le miraron asombrados. Ya no hablaron más. Los miembros del grupo por fin se despidieron de esos inesperados y valiosos aliados y prosiguieron por el camino que les habían indicado. Ojalá pudieran encontrar a esa benefactora. La tal Mireya tuvo que haber jugado un papel muy importante en el pasado. Asthel creyó sospechar porqué, pero ya se lo preguntaría si es que lograba encontrarla. Para tratar de ilustrarse consultó el libro y allí, en efecto, aparecía el motivo. Estaba seguro de que, de poder hallarla, sería una aliada muy valiosa, posiblemente la única que tendrían ya en esos parajes hasta el fin de su misión. También leyó un párrafo que acababa de formarse. No tenía nada que ver con ellos y su búsqueda pero asimismo le causó mucha preocupación. Miró de reojo al nieto de esa legendaria ILaya pero no dijo nada. El otro joven, sin percatarse de eso, seguía caminando junto al resto. De este modo prosiguieron. La marcha discurría tranquila y no se cruzaron con demasiados demonios. Granate iba ahora encerrado en sus recuerdos. Se acordaba de una vez, cuando cumplió los trece años, tuvo una charla con su madre sobre estos temas. El muchacho estaba en su habitación, pensativo. Sandy, su madre, entró a verle nada más regresar de su trabajo. No había tenido ocasión de felicitarle en todo el día pues ella se marchaba aun antes de que él despertase para ir al instituto. Ahora no obstante apareció en el cuarto de Granate con un pequeño paquete en la mano y saludándole jovial.



- ¡Felicidades, hijo!



            Aunque el chico no pareció acoger a su madre con talante jovial, más bien la miró con ojos preocupados y al tiempo, reflexivos. Sandy se dio cuenta enseguida de que algo no iba bien y borrando su sonrisa preguntó con intranquilidad.



- ¿Te ocurre algo? Te noto preocupado, cariño.

- Mamá, - repuso él con tono serio para confesarle. - El abuelo Robert me ha contado cosas sobre la abuela ILaya y sobre el sitio del que vino.



Ella le observó con los ojos muy abiertos y contrayendo el gesto, estaba preparada para escuchar la inevitable pregunta y el muchacho no la hizo esperar.



- ¿Todo eso es cierto? - Quiso saber él con una expresión de temor e incredulidad. -

- Bueno, dependerá de lo que el abuelo te haya contado. Hasta que no me lo digas no puedo responderte porque desconozco lo que te ha dicho.- Le objetó Sandy que no pretendía ser evasiva sino conocer exactamente qué era lo que su hijo sabía. – Pregunta sin miedo, cariño.

-¿Venía la abuela del infierno? ¿Era una diablesa? - Inquirió Granate sin reparo pero con cierta dosis de angustia. -



            Su madre guardó silencio durante unos instantes, acarició el rostro del chico, asintió y confesó con un poso de tristeza.



- Sí, hijo. Pero tenía un alma noble, al principio quizás actuase como una diablesa pero al conocer a tu abuelo cambió. Se convirtió en una mujer con buenos sentimientos y por lo poco que recuerdo de ella, nos quería muchísimo, a mi padre y a mí.

- Cuando era pequeño, veía a la abuela en sueños, me decía que era su nieto querido y que, cuando fuera mayor podría conocer el lugar donde ella nació. Entonces yo me ponía muy contento, pero ahora me preocupa. Si ella nació en el infierno significa que yo iré allí, que voy a ser malvado.- Le confesó el chico no sin temor. -



            Aunque Sandy le miró asombrada por esa revelación enseguida sonrió restándole importancia a aquello y le explicó con tono animoso en tanto le acariciaba la frente y el pelo.



-¡No Granate, no tengas miedo! El infierno no es como la mayoría de la gente se imagina. Nada de calderos, ni llamas. Tiene diferentes regiones y en cada una de ellas  moran muchas variedades de pobladores. Es verdad que existen sitios a los que van a parar las almas condenadas, sí. Pero otros lugares son muy parecidos a cualquier lugar de este mundo, sólo que se encuentran en otra dimensión.

- Sí - convino el muchacho para añadir algo más aliviado. - El abuelo Robert me contó también que la abuela ILaya le dijo que existían demonios y diablesas que creían posible vivir en paz junto con los humanos. ¿Crees que eso será cierto? - Inquirió esperanzadamente el muchacho deseando obtener una respuesta afirmativa. -¿Era la abuela uno de ellos?

- Así es, hijo. - Asintió su madre con una sonrisa para aseverar. - Si tu abuela lo dijo debía de ser verdad. Francamente no lo sé, yo nunca he estado en ese lugar, pero una cosa sí que puedo asegurarte. A veces, para estar en lo que la mayor parte de la gente imagina como el infierno, no es preciso ir hasta allí.- Y suspiró entristecida en tanto agregaba. - Se puede encontrar muy fácilmente en este mismo mundo. Por ejemplo, cuando la gente te teme y te odia sólo por ser diferente y no te dejan explicarte, ni tampoco que les quieras. - Remachó con el semblante apenado recordando algunos episodios de su propia vida. -



Granate la miró consternado y pudo preguntar con timidez y pesar. Al darse cuenta de la expresión de su madre.



- Lo pasaste muy mal, ¿verdad, mamá? Por ser distinta de los otros. ¿Todavía estás triste?

- No, tesoro. - Respondió ella más animadamente, abrazando con afecto al muchacho para añadir. -Eso fue hace mucho tiempo, ya lo he olvidado. Desde que conocí a tu padre y te tuve a ti. ¡Hace ahora trece años, cómo pasa el tiempo!- Exclamó jovial para proseguir. - Desde entonces he sido la mujer más feliz de este mundo. Además, tengo muchos amigos que me quieren y me respetan sabiendo como es mi exterior, pero sobre todo mi interior, que es lo más importante en cualquier persona.

- Igual que Mazoui. Él ha hablado conmigo en muchas ocasiones y aunque no me lo ha dicho, estoy convencido de que es como nosotros. ¿A que sí, mamá? - Quiso saber el chico. -

- Sí, cariño. - Asintió Sandy que había adoptado ese aspecto de diablesa, de pelo cobrizo y ojos rojos, asomando incluso sus dos colmillos entre sus carnosos labios en tanto aseveraba. - Y fue también gracias a él cuando me convencí de que son tus actos en la vida y no tu aspecto o tu origen, lo que cuenta.



            El chico estaba acostumbrado a ver así a su madre desde que era muy pequeño. Sandy siempre quiso que el niño viera esto con naturalidad, es más, a él le encantaban aquellos colmillitos que sobresalían de la boca de ella. Incluso siendo más pequeño, él intentaba adoptar el mismo aspecto pero nunca lo consiguió. Recordó como incluso en algún Halloween, siendo muy niño, él les había contado a sus amiguitos lo que su madre podía hacer. ¡Menos mal que Sandy fue previsora y había comprado colmillos de plástico y una peluca  que se ocupó de ponerse en una de las fiestas que celebraron en casa! Evidentemente los otros críos se dieron cuenta de que esas cosas eran falsas y tomaron las palabras de Granate por un intento de tratar de asustarles. El muchacho tuvo que cumplir algún año más para darse cuenta de que eso debería ser un secreto que guardasen solamente para sus familiares más próximos y amigos íntimos. Además de ser advertido por sus padres de que esas cosas debían de permanecer en el seno de la familia. Al hilo de esos pensamientos le preguntó a su madre como tantas otras veces había hecho, casi con pesar.



- ¿Por qué no puedo transformarme como tú?

- No lo sé cariño, quizás no has heredado esa facultad. – Replicó la interpelada tratando de consolarle con un sincero alegato. - Te aseguro que es mucho mejor para ti así. No ganas nada con esto, al contrario, no es ninguna ventaja, más bien es una maldición de cara a la gente que no lo comprende. Pero, con los otros dones que tienes, tus conocimientos y tu fuerza, puedes hacer grandes cosas tanto para ti, como para los demás, nunca lo olvides.

-¡Espero que sean una ventaja para entrar en la academia militar cuando sea mayor! Como hicieron  Mazoui y el padre de Asthel!  – Afirmó el chico visiblemente ilusionado. -

- Seguro que sí.- Sonrió su madre volviendo de forma gradual a su aspecto humano para añadir también con tono divertido. - ¡Pero eso tendrá más que ver con tu esfuerzo y con tus ganas de estudiar!



            Granate sonrió también, aunque enseguida volvió a su rostro serio y dijo.



- El abuelo Robert e incluso la abuela ILaya, cuando soñaba con ella y la veía, me dijeron que tendría que cumplir una misión que será muy importante para el futuro. ¿Cuál es, mamá?

- Lo ignoro, hijo. - Repuso Sandy que sinceramente no lo sabía, ¡ojalá lo supiera!. Igual que le sucedía a su amiga Amatista, había oído aquello otras veces pero era incapaz de intuir de qué podría tratarse. Únicamente esperaba que su hijo no se fuera para siempre de su lado pese a ese sentimiento de desasosiego se las arregló para parecer jovial y afirmar. – Pero seguro que, cuando el momento llegue, lo harás bien.



Y ésta fue la última vez que hablaron de ese tema. Por desgracia para Sandy, sus temores se hicieron realidad. Una noche, años después, con toda la familia reunida, Granate sintió que el momento había llegado al fin y se despidió emocionadamente de ella, de su padre y de sus abuelos, Zafiro y Petz. Entonces apareció una luz blanca en forma de estrella que le abrió un camino.



-No temas, mamá. Seguro que los abuelos ILaya y Robert me protegerán en mi viaje. – Le dijo él con seguridad. –



Sandy no dejaba de llorar cuando le abrazó con fuerza.



-Mi niño. ¡Hijo mío! Por favor, cuídate mucho. Y vuelve…

-Lo haré. - Sonrió él tras separarse de la compungida mujer, que ahora era abrazada por Coraíon quien declaró. –

-Estamos muy orgullosos de ti, sé que cumplirás tu tarea, sea cual fuere. Pero por favor, hijo mío, ten cuidado.

-Lo tendré papá. Y no estaré solo. – Comentó el chico. –

-Cariño, – pudo musitar Petz secándose las lágrimas en tanto acariciaba la mejilla del chico. – Te quiero mucho. Recuérdalo siempre.

-Todos te queremos, - agregó un también emocionado Zafiro. – Rezaremos por ti.

-Yo también os quiero y nunca os olvidaré. Ahora adiós. Hasta que volvamos a vernos…- Declaró Granate con tono esperanzado en tanto se dirigía hacia esa apertura formada por aquella estrella. -



Aquel era un pasillo dimensional por el que el muchacho entró, reuniéndose con el resto de sus compañeros…



-Y aquí estoy, tan lejos de todos a los que quiero.- Suspiró.-



             Los recuerdos seguían. Ahora pensaba en Alice. Aquella joven de la que se había enamorado. Los dos paseaban juntos, iban al holocine y esas cosas típicas de las parejas. Pero también comenzaron a explorar sus cuerpos. Un día, en casa de él cuando no había nadie, tras los besos y abrazos finalmente dieron el paso y se acostaron. Fue la primera vez para los dos. Por suerte el joven había sido previsor y tenía preservativos. Una vez completaron aquella relación ambos, tumbados en la cama del chico, se sonreían y acariciaban. Fue ella la primera en declarar.



-Ya puedo decir que mis experiencias en Bios han sido completas.

-Sí, ¡pero no lo vayas contando por ahí! No creo que a tus padres les complaciera demasiado. - Se rio el chico haciendo que la princesa se uniera a él.-

-Te quiero, Granate.- Le susurró la joven al oído, para añadir.- Cuando te licencies pide venir a mi reino. Les diré a mis padres que te nombren duque, o conde o lo que sea… pero que permitan que nos casemos tú y yo.

-Realmente me gustaría, sí.- Convino él, pese a todo matizando.- De todos modos tenemos que ser pacientes. Es mejor ir poco a poco.

-Ya hemos hecho el amor. ¿Eso te parece poco?- Replicó la chica tapándose ahora los pechos con una sábana en tanto se erguía algo molesta por aquello.- Creo que te he dado pruebas más que suficientes de que te amo.

-Y yo también a ti. Y sé que me quieres.- Afirmó él de modo conciliador, acariciándola una de las mejillas. Sin embargo, nuestros padres… bueno, ya sabes… son mayores y piensan de otra forma. Seguramente desearían que nuestro noviazgo fuera más pausado. Aunque esto ellos no lo tienen porqué saber…

-Tienes razón. - Suspiró la princesa con resignación ahora, para afirmar.- Tengo muchos compromisos, deberes y cosas que hacer. Mis padres me matarían si supieran esto. O si les pidiera…bueno, cuando tú termines la academia, puedes pedir que te envíen a la Tierra. Entonces, les pediré, no, ¡les suplicaré si hace falta! Que te reclamen de allí para servir en la Luna.. No se negarán. Son aliados de mi reino. Y entonces iremos más despacio.

-Y estaremos juntos.- La abrazó él besándola en esos cabellos azabaches que tanto le gustaban y así se lo comentó.- Eres una morenaza preciosa.



            Por respuesta la chica se rio, entonces acumuló energía e hizo que su pelo tomara un tono dorado…



-¿Y qué te parecen las rubias?- Exclamó divertida en tanto el lecho en el que estaban temblaba.-

-¡Alice! – Le pidió el chico, que no pudo decir más cuando las patas del mueble que les sustentaba cedieron rompiéndose.- ¡Cuidado!



            Ambos rodaron de la cama al suelo. La princesa recobró su apariencia cesando de emitir esa gran fuerza y muy azorada pudo decir.



-¡Oh! Lo siento… yo… no pensé…

-Pues ahora tendrás que pensar conmigo qué nos inventamos cuando vengan mis padres y vean esto.- Suspiró el chico que entonces no pudo evitarlo. Al ver la cara de desconcierto y vergüenza de la joven, se echó a reír sin poder parar.- ¡Ja, ja, ja! Princesa de la Luna, esta noche sí que no voy a poder dormir pensando en ti.



             Y tras observarle atónita y percatarse del significado de esa frase ella se rio a su vez sin poder parar. Estuvieron así un buen rato hasta que él se calmó, la miró fijamente y la besó. Ella le devolvió otro beso apasionado. Hicieron el amor de nuevo, esta vez con suavidad entre las sábanas caídas en el suelo. Cuando terminaron trataron, eso sí, de arreglar las patas de la cama. Con cola de la fuerte pegaron los pivotes rotos y afortunadamente eso pasó desapercibido bajo las sábanas y la colcha.



-Menos mal que soy yo quién se hace la cama todos los días.- Afirmó el chico.-

-Sí, porque en palacio, con tanto servicio que se ocupa incluso de hacer la mía. Se hubiera visto enseguida.- Rio la joven.- Aunque creo que Brise, la hija de Anaris, me guardaría el secreto.- Remachó ella refiriéndose a su doncella personal.-



            Y de nuevo las carcajadas arreciaron, aunque ambos estaban ya vestidos y saliendo de la casa de él. Granate la acompañó hasta la de Idina y con un suave beso en los labios se despidieron. ¡Cuánto añoraba los ratos que pasaba con Alice y cómo la quería! Sin embargo, como el resto de sus compañeros, tuvo que dejar lo que le era más preciado atrás.



-Todos hemos tenido que hacer sacrificios. Yo no iba a ser menos.- Se dijo con resignación.-



Ahora, trató de apartar aquello de su mente, disfrazado como iba de diablo mercenario. Junto a los otros miembros del grupo, llegó ante la gran puerta que guardaba la frontera de aquél círculo. Enseguida fueron avistados por los centinelas, provistos de negras armaduras y portando enormes tridentes, hachas y espadas. Uno de ellos, que parecía el jefe, les espetó en lengua demoniaca con ninguna cortesía.



- Vosotros, ¿a dónde creéis que vais? Esto es una zona prohibida, ¿tenéis autorización?



            Y Granate, siguiendo a la perfección el juego, le contestó en el idioma de los demonios a desgana y de la forma más ruda que pudo.



- ¡Déjanos pasar, no somos unos vagos como vosotros, vamos a probar fortuna en Hazel!



            El incrédulo jefe cruzó unas miradas de sorpresa con sus subordinados y acto seguido, tanto él como el resto de los guardias se echaron a reír con sonoras carcajadas.



- ¡Debéis de estar locos! Allí sólo van los que se aburren durante siglos y desean acabar con su existencia...

- Nuestros motivos no te importan. - Intervino Asthel que, gracias a sus habilidades, pudo contestar en el idioma avernal, añadiendo de paso con tono de exigencia. - ¡Déjanos pasar!

-De acuerdo - concedió el aun sonriente jefe, leyendo la mente del grupo, o al menos lo que ellos querían que leyera, ambición, codicia y deseos de prosperar en esas guerras. Tras lo que el demonio añadió no sin una maliciosa aprobación.  - Ya veo que tenéis muchas ganas de ascender. Ese es vuestro problema.- Y se dirigió hacia sus guardianes ordenándoles no sin sorna. - ¡Ya lo habéis oído! ¡Abrid las puertas para nuestros distinguidos amigos!



            Los centinelas obedecieron enseguida. Tras un conjuro mediático, los enormes batientes de las puertas chirriaron y se abrieron poco a poco. Finalmente dejaron ver una vasta y pelada llanura. El comienzo del Cuarto Círculo se extendía ante los muchachos. El capitán de los demonios de guardia, sonriendo de forma sarcástica sentenció, entre el regocijo y las risas de sus soldados.



- ¿A qué esperáis? No vamos a tener las puertas abiertas para siempre. Se nos podría colar algún monstruo aquí. ¿O es que ya no deseáis cruzar? ¿Acaso os habéis vuelto atrás?



            Obsequiándole con una iracunda mirada (para eso no tuvieron que fingir mucho), todo el grupo comenzó a caminar. Granate y los demás cruzaron y lo último que pudieron oír del círculo anterior fue el cínico e irónico grito del capitán deseándoles buena suerte, acompañado de las carcajadas de sus soldados. Después se cerraron las puertas que desaparecieron tras ellos como si jamás hubiesen existido. Todos se detuvieron por unos instantes, suspirando aliviados de haber superado el escollo. Al otro lado sin duda, esos malignos demonios estarían apostando sobre si alguno de los muchachos podría regresar. Pero eso ya no era su problema. Ahora debían cruzar esa enorme extensión arenosa, vacía y seca que se les presentaba.



- ¡Vamos hacia adelante!  No podemos permanecer aquí para siempre. –  Les arengó Granate. -



            Y los demás estuvieron conformes reanudando la marcha a través de un terreno que les era por completo desconocido, ya que ninguno de ellos había escuchado nunca historias que se remontasen más allá de aquí. Desde este instante, únicamente contarían con su propia intuición, pericia y valentía, para ser capaces de llevar a buen término su aventura. Con suerte podrían localizar a esa tal Mireya y tendrían una valiosísima aliada. De lo contrario dependerían solamente de sí mismos y sus destrezas para sobrevivir en aquel territorio tan hostil. ¡Ellos lo sabían, pero juntos estaban dispuestos a enfrentarse a cualquier peligro!



-¡Maldita sea!- Exclamó el chico.-



Y Tom cerró aquel ejemplar de libro. Ahora se lamentó con amargura, tenía lágrimas en los ojos. Aunque ya se había imaginado algo así…siendo novios era lo normal. Sin embargo, jamás hubiese creído, o mejor dicho, se había negado a creer que Alice…



-Pensar que acabo de salvarles. ¡Si no hubiera escrito que Granate recordó ese hechizo les habrían hecho pedazos en la entrada del tercer círculo!- Comentó enrabietado.-



            Aunque enseguida se avergonzó de sí mismo. Granate pese a todo era su amigo, y no estaba únicamente él. ¿Qué había de Asthel y Maray? Y los demás tampoco le habían hecho nada. Tras meditar sobre ello, recordó algo que había leído.



-Asthel sobre todo sabe más de lo que parece. Debe tener otra agenda, estaba leyendo cosas. Aunque esa parte no se detallaba muy bien.- Meditó.- Bueno, en cualquier caso él no tiene nada que ver, ni los demás. Tampoco dijo nada. Claro, su misión es lo importante. No distraería a Granate. En tal caso no hay problema.  No me meteré en eso, no me hace ninguna falta. Desde ahora me ocuparé de mis asuntos.



            Pensó entonces en Alice. No podía soportar la idea de saberla haciendo el amor con otro chico, aunque este fuera Granate. Aunque quizás, si había podido modificar antes unas cosas, no veía por qué no iba a ser capaz de cambiar otras...



-Ella le olvidará, ya me ocuparé yo de que eso ocurra. Es más, eso jamás habrá sucedido.- Se decía con seguridad, sintiéndose mejor cuando pensaba.- Hasta mi hermana ha creído exactamente lo que le he dicho. Sencillamente para ella eso existió en cuanto lo comenté…tras haberlo escrito antes, claro. Pero para hacerlo bien tengo que practicar. Echaré un vistazo al libro, a ver si encuentro a alguien en mí misma situación. O en otra parecida.- Decidió, aunque no tardó en bostezar.- Bueno, lo haré mañana. Ahora estoy cansado. Y no tengo prisa. Ahora sé que el tiempo está en mis manos.



            Se durmió muy animado por esas perspectivas. Al día siguiente, saludó afablemente a su hermana, su abuela y a la invitada.



-¿Habéis dormido bien?- Quiso saber.-

-De maravilla.- Respondió Loren.-

-¡Qué suerte has tenido, Alice! Con lo que ronca mi hermanita.- Se rio él.-

-¡Oye majo! Yo no ronco.- Se defendió Loren entre atónita y algo molesta por esa ridícula observación.-



            Empero, la princesa de la Luna se tronchó de risa. Moviendo la cabeza, al fin pudo decir con jovialidad.



-No te preocupes, la pobre no ha roncado nada.

-¡Era una broma, Loren! No te enfades conmigo. - Se rio él también.-



            Dejó que su hermana le “ obsequiase con un capón” en eso al menos las cosas no habían cambiado. A veces tenían esas pequeñas riñas. Aunque ahora Tom estaba de un excelente humor. Aunque eso no duró mucho, su tío Lance había llegado. Se alegró de verle. No obstante, éste no estaba tan jovial como el resto de la familia. Apenas si pudo decirle a su sobrino con tono envarado, en un aparte tras saludar amablemente al resto.



- Andrew. Tenemos que hablar, tú y yo... ¡Ahora!



            Fingiendo no entender el motivo de aquello el muchacho le siguió al despacho que fuera de su abuelo. Pero no le gustó esa manera de su tío de dirigirse a él. Para empezar, solamente usaba su segundo nombre para llamarle cuando estaba enfadado por algo.



-En fin. Vamos a ver qué le pasa.- Se dijo el chico, casi con más curiosidad que inquietud.-



            Lance entró en la estancia y cuando el chico hizo lo propio cerró la puerta tras de ellos. Entonces, sin irse por las ramas, le espetó con enfado y temor.



-¿Se puede saber qué has hecho, Tom?...

-¿No me digas que crees que he hecho algo? - Se sonrió el chico. Añadiendo con sorna.- ¿Qué podrá ser?

-¿Acaso te crees el único que ha tratado antes con ese ser?- Le recriminó su tío con énfasis agregando con visible miedo.- ¡Es muy arriesgado!

-¿Cómo sabes que he tratado con nadie?- Inquirió el chico a su vez.-

-También yo tengo mis fuentes.- Le contestó su interlocutor, insistiendo.- Y créeme, estás jugando a un juego muy peligroso

-¿Por qué habría de serlo? Ese ser como tú lo llamas, me ha enseñado muchas cosas. Dime ¿qué es eso tan peligroso?-  Inquirió el joven sin sentirse preocupado.-

-El saber demasiado. Eso es lo peligroso. Fue lo que le costó la vida a tu abuelo.- Espetó Lance.-

-Pero ahora es diferente.- Afirmó el muchacho con seguridad, desvelándole a su horrorizado tío.- Hice un pacto con él.

-¿Un pacto? ¿Con el Demiurgo? -Exclamó su contertulio a medio camino entre el espanto y la indignación.-  ¡Tú estás loco!, nadie hace pactos con él, ni siquiera los reyes Serenity y Endimión…

-Entonces debo suponer que les he superado en eso. - Declaró Tom con visible satisfacción para añadir de modo conciliatorio.- Mira, tío Lance. Él me ha concedido autorización no solamente para leer el “Libro de los Días”, sino para rellenar algunos pasajes… Y lo haré, buscando el bien de todos, no te inquietes. Para empezar, mi hermana Loren siempre quiso ser una artista famosa, desde que era niña. Y voy a hacer realidad su deseo y el de más buenas personas. Todo está controlado.

-¡No sabes lo que dices! - Aulló Lance con el rostro desencajado por el horror.- ¡No seas ingenuo, Andrew! Tú no controlas nada, te está utilizando…y cuando no le sirvas más…

-¿Qué pasará, eh? – Replicó el chico elevando la voz con insolencia para añadir.- ¿Y qué si es así? ¿Acaso no nos usa a todos a su antojo? Pues al menos yo saldré ganando algo. Mi vida entera tendrá un sentido. Sin ir más lejos mira a Alice, ella está sola… pero ahora me tendrá a mí, seré alguien que la hará enorgullecerse, me amará…seremos felices y ¿Quién sabe? Hasta podríamos tener una bonita y larga historia…- Sentenció con creciente euforia.- Una que yo mismo escribiré.

-No, no comprendes nada. Estás en un serio peligro, tú y todos nosotros…. Por favor, te suplico que pienses en tu madre, en tu hermana, tu padre, tu abuela Cooan. No sacudas los cimientos de nuestras vidas. ¡Te lo pido por favor, Tom!

-¿Qué piense en ellos me dices? Eso es exactamente lo que hago.- Repuso el joven.- Mira a la abuela. La pobre está triste, perdió a su marido, al hombre que amaba por ese maldito libro. Tú mismo lo has dicho. Quizás no se lo pueda devolver, he descubierto que hay partes que no me deja cambiar. Entre ellas la muerte del abuelo. Pero al menos trataré de que la abuela Connie sea feliz, viendo como el resto de la familia lo es.



            En ese instante guardó silencio, pareció meditar algo y prosiguió…



-¡Espera un momento! ¿O quizás sí?- Se dijo a  medio tono.- Claro, sólo tengo que pensar en la forma… el abuelo podría volver con ella. ¿Acaso no lo hicieron otros?... Su amigo Roy lo hizo…usaron esas bolas…

-Te suplico que no trates de alterar las cosas.- Le pidió Lance una vez más, afirmando con manifiesto temor.- Sufrirás las consecuencias, todos las sufriremos si lo haces…No juegues con poderes que jamás podrás entender.



            Pero el chico se limitó a sonreír, moviendo la cabeza, ahora contestó con un tono mucho más suave y mesurado pero al tiempo más terrible.



-Sé lo que hago y tú, tío…no te metas en mis asuntos o lo lamentarás. No me gustaría pero si me obligas podría hacer que tuvieras un accidente o que todos te odiasen de repente. Por otro lado, si te callas y te quedas al margen, todo te irá muy bien. Lo cierto es que no se dice aquí mucho sobre ti, pero… si te gustase alguien. Quizás esa Debbie de tu grupo especial… ya. ¡Ja, ja!… Sé que es lesbiana, pero eso se podría cambiar. Como en el caso de Brian Rice con Kerria. Eso estuvo muy interesante…Oye... ¿Qué crees que diría ese tipo si le ofrezco la posibilidad de que su amor imposible dejase de serlo?...



            Lance estaba horrorizado, aunque reaccionó para declarar con tono más controlado y pese  a todo indignado…



-Esa es la gran diferencia entre Brian Rice y tú… ¿Acaso no dices haber leído tanto? Esa es una de las cosas que él pudo tener. El Demiurgo pensó en darle a Kerria si él la deseaba. ¡Pudo cambiar por completo la historia! Pero Brian es un hombre decente, quizás es que todo estaba designado para que lo fuese. En cualquier caso no quiso hacer eso, no quiso forzar a la mujer que amaba a ir en contra de su propia naturaleza y de sus sentimientos…a pesar de saber lo duro que sería para él renunciar a ella. Pero prefirió pensar en la felicidad de Kerria antes que en la suya propia. ¡Eso sí que es verdadero amor!…



            Ahora fue Tom quién se quedó perplejo, aunque movió la cabeza afirmando con sorna.



-¡Eso no es amor!, es ser un cobarde y un patético estúpido. ¡Pudo tomar lo que más deseaba y no se atrevió! Pero allá él. Yo amo a Alice, y ella será para mí. No dejaré que se consuma esperando a un tipo que seguramente no volverá. Que no tuvo ni siquiera el valor de despedirse de ella cara a cara, encargándome a mí de hacerlo. Quizás es que él, en el fondo de su corazón, sospechaba lo que yo sé.

-¿Y qué te crees que sabes?- Le preguntó Lance con desaprobación.-

-Que soy mucho mejor y que merezco a Alice mucho más que él, y lo voy a demostrar. Así que ya sabes lo que hay, tío. No volveré a advertirte, ¡apártate de mi camino!…



            Y sin más salió del cuarto tras dar un portazo. Lance se quedó allí, apoyando las manos en la mesa de la oficina y musitando…



-Por favor, ¡te lo suplico! Ten piedad, es un crío y no sabe lo que hace. No le permitas llegar demasiado lejos. Pero ten misericordia de él… Su madre no podría soportar perderle. La mía, que es su abuela, tampoco. Si me has avisado en sueños de esto debe de ser por alguna razón…



            Entonces, comprendió. ¡Aquellos cambios tan extraños y lo que tanto él, como Asthel o Maray habían percibido en algunas ocasiones! El misterioso individuo que había cambiado algunas historias. ¡Era Tom!. Pero él no pudo saberlo hasta ahora dado que eso sucedió de forma retroactiva. En algunos casos el muchacho era un crío o no había nacido siquiera.



-Claro. Por eso no pude verlo.- Se percató con espanto.-



            Y para mayor horror de Lance, aquella negra silueta se apareció en medio del despacho…y sin darle tiempo ni a despegar los labios sentenció con aquella voz gutural.



-Lo que deba suceder sucederá. Pero te he escuchado…y te diré…que esto es lo que pasará…



            Por su parte, Tom todavía respiraba agitado. Por suerte había escondido el libro a buen recaudo. Lejos del alcance de su tío. Lance no podría hacerse con él. Lo había protegido escribiendo  algo apropiado.



-No quiero hacerte daño, tío Lance. Si tú no te entrometes yo no te molestaré.- Se dijo queriendo sonar conciliador de cara a su propia conciencia.- Claro, yo soy un buen tipo. No deseo mal a nadie. Eso es lo que él no comprende. Pero se lo demostraré y cuando lo haga tendrá que pedirme disculpas.



            Ahora, retornando a su habitación cerró la puerta. Allí hizo aparecer una especie de cajón de la nada. Abriéndolo sacó ese gran tomo.



-Vamos a mirar algo… Brian Rice…-Se dijo musitando, al hilo de esa discusión anterior.- Sí, es verdad. ¡Menudo estúpido!- Comentó tras leer algunas páginas.- Pudo tener al amor de su vida y eligió un destino miserable con una loca celosa por esposa.



            Tentado estuvo de cambiar eso, pero si aquel tipo había elegido ser un desgraciado aquel era su problema. Pasó más páginas con cierta indolencia hasta que vio otra parte de ese gran Libro. El color de las letras impresas variaba un poco.



-¡Vaya! En esta parte se habla del planeta Nature. Ese mundo está muy lejos de aquí.- Recordó de sus clases de geografía interplanetaria.-



            Con cierta curiosidad comenzó a echar un vistazo más detenido a aquello. Se hablaba de muchas cosas, multitud de personas y sus conflictos, problemas alegrías y tristezas. En general eran interesantes. Aunque uno en particular le llamó la atención. Se trataba de un chico y una chica. En realidad eran dos maestros, igual que su madre.



-Este chico, Martin…parece un buen tipo... y su caso es similar al mío.



            En efecto, la situación de aquel infeliz en cierta medida le recordó a él mismo. Por lo que pudo leer estaba colado por una muchacha llamada Daphne que le rehuía. No obstante, al fin cedió a sus requerimientos y aceptó salir con él. Aunque daba toda la impresión de que lo hacía por compromiso. Era uno de esos casos en los que ella no quiere perder la amistad.



-Veamos que sucede.- Se dijo Tom, leyendo.-



“Tras despedirse de Martin, una apurada Daphne llegó a su casa. Sabía que ya era tarde. A buen seguro que su cita la estaba esperando desde hacía un buen rato, pero no pudo dejar antes a ese muchacho tan amable y agradable como insistente.



-¡Al fin! - Suspiró.- Espero que no se haya ido…



Pero sus temores resultaron infundados. Allí, a la puerta de la misma, le aguardaba alguien. Nada más verla esa persona sonrió.



-¿Dónde te metes?- Quiso saber con voz cálida e incitadora.-

-Estaba con un amigo.- Pudo responder la aludida.-

-Vaya, ¿dándome celos?- Sonrió quien la contemplaba con una mezcla de impaciencia y deseo.-

-No, no de esa manera. Es solo un compañero de trabajo. - Afirmó una divertida Daphne mirando a su vez a la otra persona.-



            A sus ojos esa guapa morena de ojos azules era realmente hermosa. Sin más aproximó sus labios a los suyos fundiéndolos en un apasionado beso. Luego abrió la puerta de casa invitándola a pasar, ambas lo hicieron en tanto comenzaban a despojarse de sus ropas cerrando tras de ellas. Después, tras explorarse mutuamente hicieron el amor con gran apasionamiento. Una vez se sintieron satisfechas descansaron abrazadas y sonrientes. Aquella joven de cabello moreno declaró con un tono de marcado acento en su inglés.



-Se hizo esperar, pero valió la pena.

-Siempre vale la pena.- Sonrió  Daphne besándola con suavidad en los labios.-



            Y es que tras unos meses las cosas estaban cada vez mejor. Había conocido a esa chica en una de sus salidas a ese bar de ambiente en el que ponían aquellas canciones que tanto le gustaban.



-Esto ha debido suceder antes.- Se dijo Tom, yendo algunas páginas atrás.-



            De hecho leyó algo relacionado una vez más con esa tal Kerria. Era su música la que Daphne adoraba. Sus padres se la prohibieron porque eran gentes de moral muy cristiana y rechazaban ese tipo de vida. Aquella chica empezó a ir a un local de gentes con esas inclinaciones donde se ponía aquel tipo de música. Allí conoció a esa otra morena que al parecer era piloto de cazas. Las dos se gustaron y empezaron a verse en secreto. Cuando podían se citaban en un apartamento que los padres de Daphne alquilaban. Aprovecharon que en ese momento no tenían inquilinos dado que los últimos acababan de marcharse y todavía no habían llegado otros.



-¡Ja, ja! Padres devotos cristianos. Y simpatizantes de la congregación para la fe nada menos. Si supieran como es su adorable hijita. Dando la apariencia de chica modélica y recatada. Pero acostándose con otra tía. La verdad, esto pone.  - Pensó él con cierto regocijo.-



            Iba a empuñar la pluma y escribir en la agenda, pero cambió de parecer.



-Será mejor que lea un poco más para hacerme una mejor idea.- Decidió prudentemente el chico.-



            Consultó incluso una parte anterior. Donde se narraba el viaje de una gran nave, la SSP-2 a Nature. Allí ya vio a Martin, parecía que el pobre se sintiera atraído casi exclusivamente por ese tipo de mujeres. En ese caso por una enfermera mayor que él, quien para librarse del chico le confesó que ella era...



-¡Joer, macho! .- Se rio Tom, preguntándose en voz alta.- ¿Qué pasa, que solamente te gustan las bolleras? Desde luego el Demiurgo tiene sentido del humor.- Sentenció con sorna.-



            Empero, tras leer un poco más, saltó de nuevo hacia donde estaba. Centrándose en la tal Daphne y su amiguita. Las dos volvieron a verse. Fue precisamente estando con Martin, tomándose algo en la cafetería de Ginger y Clarisa.



-Esta cafetería me suena. Ya estaba en la parte anterior, y creo que incluso en otra de más atrás. Bueno, ahora no voy a ir allá, leeré esto.- Se dijo Tom quien tenía verdadera curiosidad por ver cómo seguía aquello.-



“Una tarde en las que ambos se sentaban bebiendo sendos batidos tras el día de escuela. Daphne recordaba que su compañero le estaba contando algo sobre los críos de su clase y ella reía, no obstante, le dijo que tuvo que ir al baño…”



            El chico de detuvo, incluso lanzó un silbido y musitó entre atónita y reprobatoriamente.



-¡Será zorra!... le da largas al pobre chico y se lía con otra tía.  Esto merece la pena leerse con atención…



            Y esa morena llegó allí al poco. Las dos se besaron con pasión pero al estar en un lugar público nos e atrevieron a más. Se despidieron quedando para otra ocasión. Primero salió Daphne, luego esa tal Sabra. El pobre Martin no se había enterado de nada.



-En serio, colega. ¡Me das mucha pena! ¡Cómo se están riendo de ti! - Suspiró Tom moviendo la cabeza.-



            Continuó leyendo realmente enganchado. Pasó a otro momento, cuando Martin le ofreció a esa chica ir juntos a cenar con unos antiguos compañeros de estudios. Ella se negó pretextando estar resfriada pero en realidad había quedado con su amante. Esa morena que tampoco daba la impresión de estar nada pero que nada mal.



-Debe de ser una de esas Feminax que odian a los tíos.- Pensó Tom, que, sonriendo se dijo.- Habría que darle una lección y así, de paso, le echo una mano al pobre Martin. Me lo agradecerá. Y de este modo voy practicando cuando escriba para mí y para Alice.



            Prosiguió con la lectura. Martin y sus amigos fueron a cenar y después a una especie de pub discoteca. Allí, tras beber unas cervezas y conversar, el joven maestro se disculpó para ir al servicio. Entonces…



-La vio.- Susurró Tom, quien tomando su agenda negra y su pluma  y tras cavilar un momento, decidió.- Se sorprendió de ver a Daphne allí, tan bien arreglada. La describiré muy sexy…pero ella no le verá a él. Y después…



            Hizo que el apurado chico se marchase con sus amigos y que, a los pocos momentos de despedirse de ellos retornase.



-Podría hacer que la abordase allí, que la sorprendiera con esa otra… o mejor que las vea y ellas no sepan de su presencia. Sí, eso será más interesante.- Se dijo complacido.-



            Así lo hizo. Tras leer cómo el pobre Martin observó a esa tal Daphne con esa otra, de nombre Sabra, decidió intervenir de forma directa.



-Creo que haré una prueba, y si funciona con él, conmigo y con Alice irá incluso mejor.- Pensó entusiasmado.- Y lo haré interesante, nada que sea vulgar. Además, esas dos son tan sibilinas y rebuscadas que será una especie de venganza poética. Martin les pagará con la misma moneda. Gracias a mí, claro.



            De modo que escribió justo cuando leyó que ese desdichado salía a la carrera de esa discoteca, tras haber vistió a la chica a la que amaba dándose descaradamente el lote con esa otra morena…



-¡No me engañas!- Canturreó recordando alguna de esas viejas canciones tan buenas que tanto le gustasen a su abuelo Tom.- ¡Tus bonitos ojos, tu sonrisa sexy! Sí, esta es una buena canción para poner de fondo…



            Lo curioso es que, tras hacer eso, algunas frases más se formaron en el libro, era como si éste estuviera respondiendo a lo que él escribía. Y en aquella discoteca en efecto sonaba precisamente esa canción.  A Tom desde luego le gustó mucho el giro que tomaban los acontecimientos.



-¡Realmente puedo hacer lo que yo quiera!- Exclamó lleno de satisfacción, para refiriéndose a ese maestro, afirmar.- Es tu día de suerte amigo. Voy a ayudarte, voy a evitar que alguien más salga herido. Y haré que esa tonta te elija a ti. Porque tú sí querrás que te ayuden a conquistarla, estoy seguro…



            Y entonces se incluyó a sí mismo en esa parte…Aunque manteniendo el anonimato. Su nombre no saldría a relucir. Empero sería como si estuviese presente y hubiera visto salir corriendo a ese desgraciado, con los ojos llorosos, respirando agitadamente. Tom se sonrió y su avatar sonrió también y le dijo al maestro..



-¡Vaya palo, amigo!



Martin no podía verle bien la cara dado que él se ocupó de que escribir que estaba en una zona sin iluminar. Lo que sí hizo fue espetarle con rabia.



-¿De qué coño te crees que hablas, eh?

-De tu amiguita. Lo siento tío.- Dijo Tom que parecía recrearse con su malestar y su enfado, para afirmar con tono solidario y fruto de su propia experiencia.- Mira que toca las narices que la chica que te gusta esté colada por otra persona, y encima que esa persona sea otra tía.- Matizó para ajustarse a esa variante.-

-¡Cállate o te parto la cara!- Aulló su interlocutor acercándose con semblante amenazador.-

-Vale, vale. Tranquilo.- Le pidió al maestro con tintes más conciliatorios para añadir.- Lo creas o no quiero ayudarte.

-Tú no puedes ayudarme, ¡déjame en paz!- Espetó Martin.-



            Tom le vio alejarse, ese tipo le daba pena. De modo que decidió ser algo más claro y le preguntó en voz alta, eso sí, con manifiesto sarcasmo.



-Tiene que ser muy duro, tropezar dos veces en la misma piedra. ¿Verdad?



            El maestro se giró una vez más, ahora más sorprendido que enfadado.



-¿Qué?- Fue lo único que acertó a responder.-

-Maggie era muy mayor para ti, no estabais destinados a estar juntos. Pero mira, luego cambió. – Le relató Tom, que había leído algo de aquello. - Y ahora te aprecia muchísimo, eres maestro de su hija, confía en ti y te valora como a un chico estupendo.

-¿Cómo sabes tú eso?- Inquirió Martin ahora realmente estupefacto.-



            Tom se sonrió. ¡Pobre tipo!, jamás podría imaginarse como lo sabía él. Quiso contarle con un tinte más conciliador y al tiempo lleno de esperanza y de convicción de que así sería.



-He pasado por la misma situación, créeme. Sé lo mucho que duele que la chica a la que amas prefiera a otra, bueno, en mi caso fue a otro. Pero yo no me rendí. Y al final logré que ella me ame a mí. O mejor dicho, lo lograré. – Pensó para remachar con regocijo.- Del otro tipo ya, literalmente, ni se acuerda.



Ahí se detuvo y antes de escribir más pensó en voz alta.



- Bueno, en breve haré que sea así. Voy a practicar contigo primero para que a mí me salga perfecto.



            Miró una vez en ese grueso libro y leyó la réplica de su interlocutor…



-Creía que Daphne era de otra forma. – Declaró amargamente Martin.- Pero esto…, en realidad es una…

-No lo digas.- Le detuvo tras haber leído los calificativos tan poco educados que aparecían.- Estoy convencido de que no es así. Lo que sucede es que hasta ahora no has sabido hacer las cosas.



            Curiosamente vio como esas palabras tan malsonantes se borraban por sí solas.



-Luego puedo hacer que los acontecimientos varíen sobre la marcha.- Se dijo con deleite.-



            Dejó entonces que ese chico respondiese…



-¿Y qué se suponía que tendría que haber hecho?- Inquirió sarcásticamente  Martin para remachar con irónica rabia.- ¿Ponerme tetas?

-¡Ja, ja, ja! No, nada de eso. Verás. Debes usar la cabeza y ser más decidido. Lo del otro día con el ramo de flores y demás estuvo bien, pero no basta.- Le expuso Tom con tono entre condescendiente y crítico.-



            Luego leyó…



“Martin comenzaba a estar realmente atónito. Ese tipo hablaba con mucha seguridad y parecía querer ayudarle,  pero lo que más le impresionaba era que estaba al corriente de todo lo que él había hecho. ¿Cómo era posible? ¿Quién demonios era? Aunque, daba igual, no veía como podría hacer para echarle una mano en eso. Entonces, su extraño interlocutor añadió”



-Tienes que cambiar, amigo. Yo te diré como. Para empezar…en vez de salir corriendo al verlas tuviste que hacer algo tan fácil como esto.



            Tom se rio ahora por lo bajo. Apuntó en la agenda que mientras Daphne y Sabra estaban entregadas a desahogar sus pasiones él pudo grabarlo todo con un teléfono de alta resolución y que las dos salían perfectamente reconocibles.



-A ver cómo queda esto.- Pensó, dirigiéndose al libro de los Días para leer…-



            “Y para mayor perplejidad de Martin ese tipo sacó un móvil. Puso el reproductor de video y allí estaban, las imágenes de Daphne y esa chica, prodigándose en aquellas demostraciones de afecto.



-Yo me quedé y obtuve esto. ¿Interesante, verdad?- Comentó Tom no sin regocijo a aquel infeliz.-

-¡Borra eso!- Exclamó un enojado Martin tratando de arrebatarle el teléfono.-

-Tranquilo.- Le pidió el otro sujetándole con una mano hasta hacerle daño en un brazo.-



            Y es que apuntó que era tan fuerte que ese maestro no podría ni moverle. De hecho, leyó complacido.



“Martin tuvo que desistir, ese individuo tenía una fuerza tremenda, ¡ni que fuera un saiyajin! Al fin decidió calmarse. Su contertulio pareció sonreír tras la oscuridad que velaba sus rasgos, afirmando con aprobación.



-Bien, esa es una buena idea. Cálmate primero, escúchame después.

-¿Qué quieres que haga, que la chantajee con eso?- Repuso un abatido Martin para sentenciar.- Entonces sí que me odiaría, yo no quiero que esté conmigo así. Además, eso sería un delito.

-¿Quién ha dicho que la chantajees? – Se rio el otro tipo.- Tienes que ser mucho más sutil e inteligente que eso, amigo mío. Verás, tú solo hazme caso a lo que te diga. Y te garantizo que Daphne, ¿dijiste que se llama así, verdad? Será tuya. Y por su propia voluntad.



            Ahora se detuvo, tendría que pensar en cómo haría eso. Pese a tener tanto poder se requería imaginación para poder plasmarlo adecuadamente. Sin embargo, una vez más se dijo que tenía la oportunidad perfecta para practicar.



-No quiero hacerlo “Deus ex machina”.- Reflexionó.- No voy a poner a Daphne colgada de su brazo porque sí. No tendría interés. Y este libro ante todo es interesante…



            Lo que sí había logrado era la total atención de Martin. Tanto que ese joven aseguró.



-Si eres capaz de lograr eso, haré cualquier cosa que me digas.- Le prometió.-



            Y Tom asintió. Después prosiguió su “conversación” con ese muchacho y al fin le persuadió para que ejecutase un ingenioso plan que se le había ocurrido. Su recompensa como no podría ser de otra manera, sería el cumplir su deseo de que Daphne le eligiera a él. Aunque, para su asombro, se dio cuenta de que aquello puso en marcha una especie de reacción en cadena, modificando los párrafos del Libro en otras secciones de la historia.



-Esto es realmente increíble. Ahora que sé lo que puedo hacer me tomaré mi tiempo.



            Y de hecho llevaba al menos dos horas allí metido. Se olvidó incluso del desayuno, no obstante eso se solucionaría con facilidad, escribiendo.



-Mi hermana, mi abuela, mi tío Lance y Alice están convencidos de que salí a hacer unas compras. Ahora solamente debo regresar.



            Y lo hizo. Así lo escribió y así sucedió. Apareció en el exterior de la casa con algunas bolsas en sus manos. Entró tras abrir la puerta con su código dactilar y saludó.



-¡Ya estoy aquí!

-Iba siendo hora.- Le respondió algo admonitoriamente su abuela.- Jovencito, ya casi habíamos terminado de desayunar…

-Sí, te estuvimos aguardando un buen rato.- Añadió su hermana, que estaba sentada junto a Lance. Éste no daba la impresión de recordar la conversación que mantuvieron ayer.-

-Será porque he escrito precisamente eso.- Se sonrió el muchacho que también había discurrido como solucionar ese problema, así declaró.- Lo siento mucho. Me entretuve comprando esto.



            Y sacó unas flores realmente bonitas, unas rosas para cada una de las mujeres presentes en la casa.



-Es todo un detalle, no debiste haberte molestado.- Intervino Alice, sentada al lado de Cooan, con evidentes muestras de educación.-

-Eso no es todo, en realidad fui a que me compusieran esto.- Les desveló él.-



            Y entonces Tom entregó sendos paquetes de medio metro por medio metro a su abuela y a la princesa de la Luna. Ambas los miraron con visible desconcierto.



-Abridlos, por favor.- Les pidió él con gesto sonriente.-

-Pero  ¿qué es esto? – Quiso saber Cooan.-



            Aunque al no recibir respuesta se limitó a  abrirlo, la anciana enseguida lanzó una exclamación. La misma Alice quiso abrir el suyo. En realidad, ambos tenían lo mismo. Eran sendas fotografías. La misma que Cooan tenía de ella, siendo más joven, con su hija Idina, su sobrina Kerria y Neherenia, cuando estas eran niñas, posando junto a un gracioso muñeco de nieve.



-Pensé que, tenerla ampliada y enmarcada como si fuera un cuadro os gustaría. Sé que ya la tienes abuela, aunque ignoraba si la madre de Alice poseía una.

-No recuerdo haberla visto en el palacio de mi madre.- Admitió la princesa, añadiendo, eso sí, con visible agradecimiento.- Pero creo que Cooan me la enseñó. A un tamaño más pequeño, eso sí.

-Ha sido todo un detalle, hermanito.- Aprobó Loren.-

-Es verdad.- Tuvo que admitir Lance.-

-Pero tuve que madrugar e ir pronto a una tienda que se especializa en este tipo de fotos tan antiguas.- Les explicó Tom, excusándose de nuevo.- Por eso he tardado tanto, quería que Alice la tuviera para llevársela a su madre.

-Muchas gracias.- Sonrió ésta con visible azoramiento ahora.-

-Sí, cariño. Perdona.- Convino una emocionada Cooan.-

-No abuela, no te preocupes, te quiero mucho y hace tanto que no te veía que es lo único que se me ocurrió.- Pretextó él.-



            Desde luego que la interpelada le dio un fuerte y cariñoso abrazo. Al fin se sentó a desayunar, rodeado ahora de las tres. Lance por su parte se disculpó alegando que tenía cosas que hacer. No tardó en marcharse. Tom sonrió, eso era exactamente lo que quería.



-Y ahora, paso a paso…todo irá saliendo según lo he escrito.- Pensó lleno de satisfacción.-



            Entre tanto, los nueve proseguían con su difícil y peligrosa misión…



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