martes, 8 de marzo de 2011

GWT 45.197. El séptimo círculo. Diaval doblega su orgullo.


El grupo de princesas y los soberanos miraban con preocupación a Rei, que apenas si podía balbucear.



-¡Maldito sea! Si no fuese el hijo de mi ahijada. Yo…

-Vamos, cálmate.- Le pidió afectuosamente Minako.-

-¡No puedo, no quiero calmarme! - Sollozó su compañera mirando ahora a la reina, en tanto exclamaba.- ¡Es un malnacido y un miserable, pero lo peor de todo es que tiene razón!

-Recuerda que no es él. Es ese libro.- Le dijo Ami.- Debe de estar controlándole de algún modo. Landar dijo que era capaz de corromper al que abusara de su poder.

-¡Si te hubiese hecho y dicho lo que a mí no le defenderías!- Estalló su compañera dejando a Mercurio sin capacidad de respuesta.-

-Sí, ha sido terrible.- Admitió Makoto, tratando de calmar a su amiga.- Se ha convertido en un monstruo…



            Todas las además asintieron con pesar. No obstante, su interlocutora movió la cabeza con un rictus que marcaba una sardónica sonrisa para balbucear entre lágrimas.



-No, no es eso lo que me dio miedo…lo que realmente me aterró es que él lo sabe todo, lo conoce todo de nosotras. Nuestras motivaciones, pensamientos…

-Eso no es verdad.- Terció Endimión.- Él no lo sabe todo, Rei…

-¿Ah no?- Pudo replicar ella cargando ahora de amargura sus palabras.- Describió a la perfección mi propia vida. Nuestras vidas de princesas, tan largas y rutilantes como estériles…

-¡Pero Rei!…- Trató de objetar una preocupada y atónita Ami.- ¿Cómo puedes decir eso?...



            El temor del resto aumentó. Más si cabe cuando su amiga ignoró a Mercurio, apartándose de ella para encararse con la reina y preguntar con ese mismo tinte de amargo dolor.



-¿Porqué? ¿Por qué tenemos que estar condenadas a vivir así?…

-¿Así cómo?- Le inquirió serenamente la aludida mirándola sin comprender o al menos queriendo dar esa impresión.- ¿A qué te refieres?...

-Sabes bien a lo que me refiero. ¡Nuestros sueños, nuestro amor! Nunca hemos podido amar a ningún hombre…- Replicó la agitada princesa.-

-Rei, debes comprenderlo…Es como debe ser.- Dijo Serenity con tintes de pesar.-

-Para ti es muy fácil hablar.- Le reprochó su compañera espetando.- Tú que tienes a tu marido y a tu hija que hasta vino del futuro para salvarte cuando la vimos por primera vez. ¡Jamás podrás comprender como me siento, como nos sentimos todas!



            El resto bajaron las cabezas apesadumbradas sin ser capaces de mirar a su amiga. No obstante, la soberana se aproximó tomando de las muñecas a su interlocutora y declarando con suavidad.



-Se lo duro que es para ti…y para las demás. Pero sois mis guardianas, mis princesas…



            Sin embargo, ajena a razones, la enfurecida Marte se soltó bruscamente de ese agarre mirándola con reproche.



-¡Maldita seas, sólo sabes hablar!- Le espetó con amargura.- ¡Estoy harta de palabras!… ¡Estoy cansada de vivir así!



            Mas ahora fue el rostro de la reina el que se endureció y repuso con fría cólera.



-Si tanto odias estar a mi servicio te eximo desde ahora mismo de ello. Puedes marcharte cuando quieras. Y vivir como te apetezca…





            Y se giró dándole la espalda a su guardiana que, impactada por aquellas duras palabras, cayó de rodillas al suelo. Fue Minako la que corrió a levantarla tratando de consolarla, en tanto Ami a su vez tomaba la palabra con tono de súplica, tratando de dominar sus propias lágrimas.



-Por favor, Serenity, no seas tan cruel. ¿Es que no ves en qué estado está? ¿Lo que ha sufrido enfrentándose a ese chico?..

-Ha sido tu amiga y tu guardiana durante décadas. Lo ha dado todo por ti ¡Por el amor de Dios! - Añadió Makoto, visiblemente apesadumbrada e incluso llena de reproche a su vez.- No se merece que la trates así. ¡Ten algo de compasión!



            De nuevo la reina se volvió a mirarlas pero su severo semblante no se alteró, es más, sentenció lapidaria y fríamente dirigiéndose a sus princesas.



-Estáis conmigo o estáis con ella. Podéis elegir…



            Ahora eran las demás quienes la miraban sin poder creer lo que oían, con la boca abierta e incluso con creciente indignación.



-¡No eres más que una desagradecida! - La acusó Makoto a su vez.-

-Después de todo lo que hemos pasado juntas. ¿Cómo puedes tratarnos así?- Añadió Minako.-

-No puedo creer lo que estoy oyendo.- Remachó Ami con patente tristeza.- No de ti…

-Por favor, Majestad.- Terció ahora Michiru con un tono más conciliador.- Ha sufrido mucho…

-Tú no eres así.- Añadió Haruka acercándose a la soberana.-



            Sin embargo ésta no pronunciaba palabra alguna. Pero dedicó a ambas guerreras exteriores una mirada tal que éstas se apartaron instintivamente de su camino. Al fin la reina declaró con tono serio y firme.



-Esta es una amenaza realmente grave y nos lo jugamos todo. No puedo tolerar debilidad ninguna. El miedo y los arrepentimientos por cómo hemos vivido no tienen cabida aquí.



            Fue Seren la que se aproximó entonces y trató de mediar afirmando.



- Con el debido respeto, Majestad. Yo…quizás no pueda entender cómo se sienten el resto de mis compañeras, tengo una hija pese a todo. Quizás mi origen me ha eximido de esa dura regla a la que ellas están sometidas desde siempre.

-Dichosa tú.- Musitó Rei con amargura, sin levantar al vista del suelo.-



            Seren quiso ayudarla a levantarse pero Marte se apartó de ella. Añadiendo en un intento por recobrar su entereza.



-Puedo hacerlo yo.



            La sailor Plutón volvió a dirigirse de nuevo a la soberana y con tono consternado y asimismo concernido, confesó.



-Y el tener una hija me hace comprender el motivo de esa rígida norma. Es por ella por quien tengo miedo, y también por el resto de los que nos son queridos. Sufro sólo con pensar en fallarles a ellos y al resto de las personas de este planeta, e incluso de otros mundos.

-Tú comprendes las cosas mucho mejor que mis otras guardianas entonces. Al menos hay una de la que no podré dudar. - Suspiró la reina Serenity con aprobación.-



            Eso le hizo ganarse las reprobatorias miradas del resto, que no podían dar crédito a lo que escuchaban. ¡Después de tantas batallas y penalidades juntas!

-Eso no es justo.- Intervino entonces Hotaru, no sin indignación.- Aunque no tengamos hijas, o no estemos casadas, sí que tenemos padres, madres, hermanas y otros seres que nos son muy queridos. Y eso jamás nos impidió pelear por ti y por todos ellos…

-Habéis cumplido con vuestro deber. Ni más ni menos.- Sentenció tajantemente la soberana.- Todos lo hemos hecho. Yo la primera…, y hemos sufrido. Por eso ahora no podemos venirnos abajo. No es una opción. ¿Queréis que os diga qué podemos hacer contra ese muchacho? Bien, os lo voy a decir. ¡Nada, nada en absoluto! - Remachó dejándolas a todas perplejas y heladas.-

-Pero aun así, es nuestro deber enfrentarle.- Añadió Endimión saliendo en apoyo de su esposa.-

-Si alguna no desea hacerlo porque teme las consecuencias, es libre de marcharse.- Afirmó Serenity con tinte inflexible.- Que lo haga ahora para saber con quién podemos contar.



            Las princesas se miraron con notoria incredulidad unas a otras. Haruka apretó los puños y masculló visiblemente enojada.



-¡Nos insultas al hablarnos así! De sobra sabes lo que hemos hecho en batallas anteriores. Y de lo que somos capaces.

-Si tenemos que morir peleando no sería la primera vez.- La secundó Makoto.-

-Pero no lo haremos por una desagradecida que ya no valora la lealtad ni la amistad.- Añadió Minako.-

-¡Basta chicas, por favor!- Pudo mediar Rei, aproximándose a ella e intentando controlar su quebrada voz, en medio de sollozos.- Reina Serenity…Usagi-chan…yo…te quiero y moriría por ti, lo sabes… de hecho es verdad que todas morimos por ti. ¿Es que ya no lo recuerdas?...y volveríamos a hacerlo…una y otra vez…¡lo haríamos! Sin pedirte nada a cambio. ¿Cómo puedes dudar de nosotras ahora?



            El resto, conmovidas a su vez por aquello, le dedicaron miradas suplicantes a su soberana y la propia reina no pudo sostenérselas. Serenity bajo la cabeza con arrepentido pesar. Aunque no quería hacerlo tampoco pudo evitar las lágrimas y derrumbarse. No tardó en correr a abrazar a Rei y suplicarla perdón.



-¡Lo siento mucho! Sabéis cuanto os quiero a todas. Yo…también he dado y daría mi vida por vosotras. Sé que es muy duro, también lo es para mí…habéis sido testigos de eso. ¡Sois mis mejores amigas, chicas, y os necesito! Lo sabéis…siempre ha sido así… ¡perdonadme, por favor!



            Aquello era un coro de llantos, ninguna podía evitarlo. El propio Endimión asistía emocionado a aquello. Él fue quién, más entero, pudo agregar.



-No ignoramos el tremendo sacrificio que vuestros puestos demandan. Siempre habéis cumplido de forma sobresaliente y tanto la reina como yo os debemos muchísimo. Lamentamos profundamente que os sintáis tan desgraciadas…

-No, Majestad. No somos desgraciadas a vuestro lado.- Afirmó una emocionada Minako con el asentimiento del resto.- Al contrario.

- Puede que echásemos a faltar ciertas cosas.- Aseveró la llorosa Ami, matizando.- Como el haber tenido hijos.

-Sin embargo, no desconocéis lo que les hubiese pasado al no ser habitantes puros del Milenario de Plata.- Repuso quedamente Endimión.-



            Todas bajaron la cabeza, ahora se daban cuenta de eso. La misma princesa de Marte asintió declarando con honda pena.



-Supongo que ellos sí que habrían envejecido en tanto nosotras hubiésemos conservado nuestra juventud. Lo veo en nuestros amigos, en sus hijos…Y yo… a veces me gustaría ser como ellos. Para no dejarles atrás…Siento mucho mi comportamiento, majestades…-Fue capaz de remachar.- Pero a veces cuando todos esos pensamientos me abruman no puedo controlarlos. Duele demasiado.

-No, no pasa nada Rei-chan.- La animó la propia Serenity abrazándola con ternura.- Te comprendo muy bien, mi queridísima amiga.

-Al menos tenemos amigos y unos ahijados maravillosos.- Dijo Ami con mejor disposición.- Nos compensaron con eso y yo quiero a los míos como si de mis propios hijos se tratasen.

- En eso al menos sé que, un día, mi propia hija me sucederá. Yo no fui predestinada como vosotras a ser una sailor. Por eso supongo que también envejeceré. Aun siendo una saiyajin.- Afirmó Seren agregando con tono emocionado a  su vez.- Y siento mucho temor y orgullo al mismo tiempo, cuando a Sandrei le llegue el día de tomar mi relevo.

-Nuestra misión es proteger el ahora para asegurar el mañana.- Aseveró Minako.- Pero Rei tiene razón. Es muy doloroso ver envejecer e irse a nuestros seres queridos. Majestades, por encima de cualquier otra cosa, eso es lo que más tememos.



            El resto convino en ello. Todas habían tenido ocasión de amadrinar a muchos de los hijos e hijas de sus amigos. Les habían visto nacer, crecer, enamorarse y fundar sus familias. Incluso la propia Mercurio ayudó a traer al mundo a los suyos y a los hijos de estos. Júpiter recordaba a su vez el intenso cariño que tenía a los de ella misma y el enorme dolor que sufrió al morir el joven hijo menor de Petz y Zafiro. Venus pensaba en los suyos y en la odisea de su amiga Karaberasu para traer al mundo a  Mazoui y  los problemas de la pobre Kathy con las drogas. Y la propia Rei recordó a sus ahijados Alan, Lance e Idina. Sonrió ahora, era como si pudiera verles en la casa de los Rodney correteando con los perros y jugando. La pequeña de la casa se sentaba en sus rodillas y ella le contaba historias del santuario. Y ahora, el hijo de la que fuese esa dulce niña, se había convertido en aquel despiadado chico que había hecho que ella misma se derrumbase, sacando todos sus fantasmas ¡No! Eso no podía continuar. Tenían que reconducir la situación.



-Nos necesitan.- Declaró Marte, esta vez con decisión.- Ahora más que nunca. Y no podemos flaquear. Yo… no quiero que sufran más…como otros muchos, como el pobre Yuuichirou…- Remachó con pesar, derramando más lágrimas.-Te pido perdón,  mi reina. Sé que no era lo correcto. Pero he ido a verle en ocasiones…lo confieso.

-Lo sé muy bien, Rei.- Le sonrió sin embargo su también emocionada contertulia.- Y no tengo nada que oponer al respecto…yo sólo…



Entonces algo las interrumpió. Era una llamada. Lance se puso en inmediato contacto con Serenity vía vídeo comunicador. La soberana escuchó atentamente a su amigo. Mostró al hacerlo un rostro concernido, expresando su inquietud, a lo que su interlocutor replicó.



-No os preocupéis, Majestad. Landar ha hablado conmigo. Y me ha dicho lo que a vosotros. Sabéis de sobra que a mi sobrino no se le permitirá seguir con esa forma de actuar durante mucho  más tiempo.

-Lo sé. – Admitió la reina para añadir con tono consternado.- Pero me preocupan las consecuencias, para él y vuestra familia.

-Ante eso, he suplicado piedad.- Repuso el también apenado Lance, sentenciando.- Es lo único que podía hacer…y al parecer me ha sido concedida. Gracias por vuestra consideración, señora. Os pido humildemente perdón por todas las molestias que esto os haya podido causar a vos, al rey y a las princesas.

-Tú no tienes la culpa de nada. Y te estamos muy agradecidos por el duro trabajo que has hecho hasta ahora y por la parte que te resta por realizar.- Respondió amablemente Serenity.-

-Estoy muy orgullosa de ti, ahijado.- Convino también Rei.-

-Muchas gracias. Eso significa muchísimo para mí, y me da valor y fuerzas para afrontar esta situación. Adiós.- Contestó Lance despidiéndose con emoción.-



            La reina le dedicó una mirada plena de solidaridad y simpatía y desconectó. Él suspiró. Tenía ante sí aquel ejemplar del libro de los Días. El que le diera el Demiurgo cuando le visitara hacía tan solo una semana.



-Pensé que, cuando se lo devolví tras rechazar al olvido esto se había terminado. ¡Qué ingenuo fui!

En pocas palabras el Demiurgo volvió a darle aquel libro nuevamente contándole que era imprescindible que él actuase como líder de los guardianes y que anduviera muy atento a cualquier alteración del natural devenir de las cosas.



-Te he dado mucho poder.- Sentenció ese enigmático personaje.- Aunque sabes perfectamente el grado de responsabilidad que eso conlleva. Además, este libro no es el único. Le entregarás una copia a Asthel, centrada en su propia tarea. Pero tú guardarás otra. Te hará falta para enfrentar a alguien.

-¿A quién?- Quiso saber entonces él.-



            Pero ese ser se limitó a mover la cabeza bajo su capucha y a sentenciar.



-Llegado el momento, lo sabrás…



 Y así fue, le entregó entonces un gran tomo y una pluma encargándole que, llegado el momento, reescribiera la historia. Ahora él se dispuso a ello. Tras leer escandalizado lo que Tom había hecho era momento de anularlo. Lance no estaba seguro de qué podría suceder en una confrontación de libro contra libro. Para su alivio, al parecer esta versión en su poder estaba más actualizada que la de su descontrolado sobrino. Y eso es algo que éste iba a descubrir enseguida…



-Lo creas o no, espero poder escribir las cosas de modo que sufras lo menos posible. – Suspiró una vez más justo antes de empezar.-



            Por otro lado, Tom se tomó unos momentos antes de volver con su prometida. Se desvió por un corredor adyacente. Allí estaba Brise. Tras asegurarse de que nadie les veía la pareja se dio un apasionado beso. Una vez se separaron, ella, mirándole con gesto esperanzado, le comentó.



-Ha llegado la hora. Esa zorra invasora no verá un nuevo día.

-¿Qué has hecho?- Inquirió el chico.-



            Y lo preguntaba con sinceridad. No había leído nada sobre aquello. Aunque no le hizo falta. La propia muchacha le desveló.



-He puesto una bomba en las habitaciones de esa usurpadora. Explotará en cuestión de minutos. Lo hice en cuanto fue con su consorte a solazarse en privado. Ya ni decoro tienen. -Remachó con total desprecio.-

-Eso no acabará con un saiyajin.- Opuso Tom pensando en Doran, y aliviado al tiempo por Alice.-

-Pero con ella, sí. Es una bomba tan potente que podría hacer caer todo este palacio.

-Y matar a todos los que aquí estamos, ¿verdad?- Replicó él.-

-No, si nos vamos ahora.- Le invitó Briseida.- ¡Vamos! No hay tiempo que perder…

-Tengo que sacar a Alice de aquí.- Se negó Tom.-

-Por supuesto.- Concedió la joven.- Tienes quince minutos, Tampoco yo quiero que muera. -Aseveró la muchacha.-



            En este caso, Tom no sabía a ciencia cierta si esa rubia con apariencia angelical mentía o era sencillamente un truco. De todos modos, estaba colada por él, pero quizás eso mismo fuera lo peligroso. Tras recordarle que solamente amaba a Alice, quizás Briseida hubiera quedado trastornada por los celos y decidiese que, si no era para ella, él no sería para otra. Entonces el chico sonrió, afirmando para sorpresa y asombro de su interlocutora.



-¿Sabes qué?. Al diablo con ella. Me he hartado de esa mocosa malcriada. Creo que tú me gustas mucho más.



            Y para subrayar aquellas palabras tan impactantes como inesperadas, rodeó a la joven entre sus brazos y la besó. Una vez se separaron, él guiñándole un ojo, le comentó.



-Iré a recoger mis cosas y nos iremos. Tenemos tiempo.

-Aguarda.- Le pidió Briseida.- Creo que he calculado mal. Quizás solamente queden cinco minutos. Será mejor que nos vayamos ya…

-Me sobra para lo que he de llevarme.- Le aseguró él, quien salió corriendo en dirección a sus estancias privadas.-

           

            De modo que esa zorra había querido en efecto engañarle. Pero ahora la burlada sería ella. Tom no tardó más de tres minutos en llegar a sus habitaciones, allí, sacó el libro y su agenda. Lo cierto es que la tenía casi llena, pero no pasaba nada. Ya crearía otra. Como hizo para Martin y alguno más. De momento escribió.



“Y Tom adivinó que la bomba estaba bajo la alcoba de la reina, con su gran velocidad llegó a esa habitación, sin ser visto, sacó la bomba y la arrojó lejos antes de que explosase, quedándole un minuto, logró volver sin que nadie lo notase y se unió a su linda prometida…



-Eso es.- Se sonrió él, continuando con su relato.-



Los dos juntos vieron retornar a los padres de ella con alegría. Ambos lucían una amplia sonrisa desde luego.



-Parece que os habéis estado divirtiendo.- Comentó Alice con tono jovial.-

-Últimamente tu padre y yo teníamos mucho tiempo que recuperar.- Repuso la soberana.-

-Desde luego, tal y como estabas, eso me ha parecido.- Se rio Doran, y junto a él el resto.- Y luego hemos ido a almorzar algo. Desde luego, hija, tu madre parecía no haber comido en años, incluso a mí, un saiyajin, me ha dejado atónito y…



No pudo concluir la frase. De repente el estampido de una tremenda explosión hizo temblar literalmente la sala. Se escucharon gritos y los allí congregados huían sin rumbo fijo. De inmediato Doran se transformó en súper saiyajin, lo mismo hizo Alice.



-¿Qué ha ocurrido?- gritó el rey.-

-Majestad.- Le informó un miembro de la guardia de palacio, que había llegado hasta allí a la carrera.- Hemos sufrido un atentado.

-¿Qué?. ¿De quién?..- Quiso saber la princesa.-



            Pero la sangre se le congeló en las venas cuando escuchó una voz femenina que le era muy conocida, aullar.



-¡Acabad con las invasoras extranjeras! ¡Viva el fantasma de la Muerte!



            Asombrada, Alice vio como dos guardias sujetaban a Briseida de ambos brazos. Era ella quien había chillado esa terrible consigna.



-¡Pero! -Pudo musitar Alice.-

-Al fin ha caído la traidora.- Intervino entonces Neherenia con tono de fría cólera y desdén.-

-Sí, -Secundó Tom, para asombro de su prometida y de Doran, explicándoles.- Esta desgraciada lleva años conspirando con ese grupo de terroristas. Tuve que ganarme su confianza seduciéndola. Al fin me confesó que, esta noche, había puesto una bomba en las habitaciones de sus majestades. Aprovechando que se celebraba esta fiesta.

-Mentiroso, ¡tú lo sabías todo!- Denunció la rubia doncella con gritos de furia e incredulidad.- Ibas a abandonar a esa perra y a venirte conmigo…

-¡Lo que hay que hacer y decir para engañar a una loca!- Se burló Tom.-

-Es verdad.- Le apoyó Neherenia.- Hace tiempo que supimos de la traición de Briseida y de su familia, no obstante quisimos reunir pruebas. Le pedí a Tom que se acercase a ella e hiciera lo necesario para descubrirla.



            Alice estaba conmocionada. ¡Su dama de compañía! La joven que había sido su amiga y confidente desde que eran unas niñas, ¡había querido asesinarles a todos!. Sin poderse contener avanzó a grandes zancadas hasta ella y, agarrándola del cuello, la elevó transformándose nuevamente en super saiyajin…



-¡Debería matarte con mis propias manos! -Espetó.-

-Hazlo.- La desafió aquella chica apenas siendo capaz de articular palabra, mirándola con inquina y desdén, para proclamar.- Mejor muerta que sojuzgada por unas usurpadoras extranjeras.



            La joven, herida al oír eso, la empotró contra la pared. Briseida gimió por el impacto pero no dijo nada. Fue Doran quien intervino sujetando a su hija para que no matase a esa individua.



- Ya es suficiente, Alice.- Terció  el soberano.- Pese a todo tiene derecho a ser juzgada.

-Sí, es verdad.- Concedió Neherenia, quien esbozó una glacial y malévola sonrisa para matizar.- Ella, su padre y su madre, serán juzgados. Y hay cosas muchísimo peores que la muerte.. podéis creerme.



            Alice la dejó caer al suelo con manifiesto odio. Sin embargo, la bravura y el gesto desafiante de Brise hacia ella se tornaron en temor cuando escuchó esa alusión a sus padres. No tardó en responder con tintes suplicantes.



-No, ellos no han tenido nada que ver en esto.

-Eso seré yo quien lo decida. Una traidora como tú no se hace de la noche a la mañana. Seguramente lo habrá aprendido en su casa. Se habrá educado en el arte de la mentira y el engaño allí. -Aseveró la soberana con tono inflexible.-

-Propongo que se detenga a ambos de inmediato. Que pierdan título, propiedades y hogar.- Terció Tom con idéntica falta de misericordia.-

-Un momento.- Intervino Doran a su vez.- Debemos comprobar que ellos estén implicados. Es la ley.

-La ley es la que yo dictamino.- Le contradijo su esposa, sentenciando.- No me cabe duda de que son tan culpables como la zorra rebelde de su hija.



            Tras un espeso silencio, fue la propia Briseida quien pudo decir con tono entre pesaroso y enfurecido.



-Lo sabía, al final teníamos razón. Esta es la verdadera cara de nuestra bella y gentil reina. ¡Una dictadora sin escrúpulos! Solamente lamento haber fracasado y haber sido traicionada por este sinvergüenza.- Escupió señalando a Tom.-



            Eso le valió ganarse un bofetón de Alice que la derribó en el suelo. La misma princesa, tras inclinarse ante la que creía era su madre, declaró.



-Si me das la orden, yo misma volaré hasta esa región y reduciré su casa a cenizas. ¡Con ellos dentro! Como esta maldita traidora quiso hacer contigo. Madre.



            Briseida estaba aterrada ante esa posibilidad. Pero supuso que, de pedir clemencia lo empeoraría. Guardó silencio, lo mismo que los perplejos guardias que la custodiaban. Ahora observaban a su princesa con incredulidad. No obstante, fue Neherenia quien, tras sonreír con aprobación le contestó a su hija.



-Veo con orgullo que eres una digna heredera. Pero eres asimismo muy joven todavía. No, no es necesario que les des su merecido de esa manera. Eso sería regalarles un final demasiado glorioso y rápido. No hija, las cosas pueden hacerse mucho más adecuadamente, y ser saboreadas…la venganza se degusta mejor fría. Confía en mí, sé muy bien lo que digo…



            Alice asintió, aunque Doran las miraba a ambas con perplejidad. Podía entender que el acto de Briseida fue terrible, pero su esposa jamás había sido así. Al menos que él supiera. Y su propia hija estaba actuando de un modo muy extraño. Y otra cosa sorprendió al saiyajin. Enseguida comentó, dirigiéndose a su mujer.



-Neherenia, tú eres sailor Shadow, tienes la facultad de ver en el corazón de las personas, sabes si mienten o dicen la verdad. No hay necesidad de condenar a los padres de esta chica. Con que les hagas venir y les des la ocasión de explicarles eso será suficiente. ¿No crees?

-Sí, por supuesto que podría. Pero no vamos a perder el tiempo en ello. Así todos sabrán el precio de desafiarnos.- Declaró su esposa con tono grave y malévolo.- ¡Ahora llevaos a esta traidora al calabozo!- Espetó a los guardias.-



            Estos obedecieron, llevándose a rastras a Briseida que se debatía entre alaridos dirigidos a Tom.



-Tú sí que eres un traidor. Al menos yo le he dicho a Alice las cosas a la cara…



            Fue Neherenia quien sonriendo de modo pérfido, movió la cabeza y afirmó.



-Esa pobre desequilibrada siempre estuvo enamorada de ti, Tom. Entre eso y su fanatismo, se ha vuelto completamente loca.

-Tenéis toda la razón, Majestad.- Sonrió el interpelado, afirmando entonces.- Y por precaución , la boda debería celebrarse lo antes posible y con poca gente. Me refiero al enlace oficial. Luego podremos hacer alguna fiesta para la Corte. Pero ante todo lo que me atañe y concierne más es la seguridad, la vuestra y la de la princesa. No quiero que ningún otro, animado por vuestra clemencia para con esa desquiciada, intente repetir este terrible acto.



            Tanto la soberana como la princesa asintieron. Doran por su parte no dijo nada. No le acababa de gustar aquella situación, pero podía entender las circunstancias. Quizás cuando las cosas se calmasen podrían hablar de ello y actuar de otra manera.



-Sí, ya hablaré con Neherenia. -Se dijo.-



            Tom le dedicó una mirada un tanto fría. Si ese tipo trataba de inmiscuirse ya se encargaría de él. Aunque por ahora, no veía ninguna amenaza seria por parte del saiyajin. Nehie sabría como ocuparse apropiadamente de él.



-Por el momento, me centraré en mis nupcias. Después, cuando sea rey, ya veremos.- Se dijo el chico, deseando retornar a su habitación cuanto antes, para revisar su agenda.-



Ajenos a esto, al menos la mayor parte de sus componentes, el grupo proseguía su misión. Según entraron en el nuevo círculo una gran sensación de frío les recorrió los cuerpos. Tal y como les advirtiera Garonarg, Alusa y Minara perdieron esa fuerza especial que habían adquirido en el círculo anterior. Ahora su pelo y ojos volvían a tener su color normal y ambas estaban heladas. Los demás temblaban ateridos también. Fiora tiritaba de forma muy marcada, más afectada que nadie por soportar esas bajas temperaturas. Diaval lo vio y se acercó a ella, junto con Asthel era el que menos perjudicado parecía. Hizo ademán de quitarse una chaqueta que llevaba y se la ofreció a la muchacha. Ella, aunque agradecida, sonrió débilmente negando con la cabeza, preocupada por él.



- No, tú también tendrás frío, te quedarías helado si me la das.- Objetó apurada.-

- ¡No te preocupes por mí!,- repuso él despreocupadamente. Proclamando como casi siempre solía, con un claro matiz de orgullo. - ¡Soy un guerrero del espacio y he soportado cosas mucho peores! No tengo frío, ponte mi chaqueta.- Y se despojó de ésta dejando a la vista la potente musculatura de sus brazos. -

-¡Eres muy fuerte! - se admiró Fiora aunque enseguida añadió. - Pero aun así, no puedo dejar que sufras a la intemperie.

-¡Bah! Esto no es nada - exclamó Diaval comentando divertido. - Si supieras las cosas por las que he tenido que pasar cuando me entrenaba con mi tío.

-¿Qué cosas?,- quiso saber la chica con poca disimulada curiosidad. –

-Algunas muy duras. Mejor que ni te las diga, pero mereció la pena, él era un gran guerrero y me enseño todo lo que sé.- Replicó el joven.-

-Tu tío parece ser una persona muy importante para ti.- Comentó la muchacha.-

- Recuerdo la primera vez que le vi - sonrió él declarando con un tono que parecía hasta de nostalgia. - Yo era sólo un chaval...



            El joven príncipe Diaval se entrenaba junto con sus compañeros de clase y su abuela Seira. Sus padres estaban en el palacio, en una sesión rutinaria de audiencias, cuando un saiyajin proveniente de allí corrió hacia ellos con un mensaje.



-¡Mi señora!- exclamaba éste llegándose junto a Seira. - ¡Ha vuelto, el príncipe Eron ha vuelto!

- No puede ser,- repuso ésta incrédulamente - después de tanto tiempo. ¿Qué ha venido a hacer aquí? - Le inquirió al guerrero del espacio que se encogió de hombros. -

- No lo sé, noble Seira - repuso su interlocutor aun con la respiración agitada. - Pero el rey Bralen os ha hecho llamar a vos y al príncipe Diaval.

- Ya vamos. - Repuso ésta avisando a al muchacho. - Ven, tenemos que ir a presencia de tu padre.

- Enseguida, abuela.- Respondió el  interpelado que estaba transformado en súper guerrero y que  inmediatamente volvió a  su estado normal. -



            Sin perder tiempo llegaron a presencia del rey y la reina. Estos y toda la Corte aguardaban con impaciencia. Seira se mantuvo algo alejada e hizo una marcada reverencia, como mandaba el protocolo. Por su parte, Diaval se llegó hasta el trono y se arrodilló respetuosamente ante sus padres y soberanos.



- Aquí estoy. ¿Me hicisteis llamar?,- preguntó el muchacho cortésmente. -

- Sí, hijo,- repuso su madre, la reina Aiona. - Queremos que conozcas a tu tío Eron.



La soberana señaló a un enorme y corpulento saiyajin que llevaba envainada una espada tras su espalda y que aguardaba con los brazos cruzados en un lateral del salón de audiencias.



- Él se hará cargo, de ahora en adelante de tu entrenamiento.- Le explicó el rey. - Debe prepararte para una misión.

-¿Prepararme? - Se sorprendió Diaval que opuso confiado. - Padre, ya estoy sobradamente preparado. La abuela Seira dice que soy el guerrero más fuerte del planeta. Exceptuándote a ti, claro. Incluso el abuelo Lornd y la abuela Setsuna, antes de ir a visitar a la tía Seren y a la prima Sandrei a la Tierra, dijeron que también estaban muy satisfechos de mí.

-¿Así que te crees muy fuerte, verdad muchacho? – Intervino Eron que lucía un largo pelo color azabache, y le observaba con unos ojos castaños en los que brillaban dos destellos de visible interés cuando preguntó al chico esbozando una incrédula sonrisa. - ¿Piensas que podrías derrotarme a mí?

- Tu fuerza de combate no se me antoja gran cosa.- Repuso Diaval mirándole fijamente a los ojos sin demostrar miedo. -

- Pues podemos luchar si estás tan seguro de vencerme. - Le desafió su interlocutor. -

-¡Cuando quieras!- aceptó el joven que lo estaba deseando. –



Quería demostrar a sus padres y a todo el mundo, cual era su poder. No obstante, preso de los formalismos, pidió permiso al rey, éste asintió con un gesto.



- Vamos entonces al exterior del palacio. - Repuso su tío sin perturbar la expresión escrutadora que mantenía al agregar.  - No quisiera que lo destruyéramos.



            Diaval le siguió, los reyes y la corte también salieron hacia allí. Los saiyajin hicieron un círculo alrededor de ellos y el joven príncipe sonrió con suficiencia dirigiéndose a Eron.



- Mira esto,- el chico se convirtió en súper guerrero de segundo nivel con facilidad inquiriéndole con sorna a su contrincante. - ¿No te lo esperabas, eh?



             Entonces su tío hizo lo propio. ¡Emitía un aura tremenda!, aquello tomó por sorpresa a Diaval que no lo esperaba, pero aun así, el joven príncipe no se amedrentó. Lanzándose al ataque contra Eron, comenzó la lucha. Parecían estar igualados, pero al cabo de unos minutos el joven príncipe se cansaba tratando de golpearle y Eron evitaba los puñetazos y patadas sin parecer esforzarse demasiado, incluso cruzado de brazos evitaba las acometidas de su descontrolado sobrino.



- Está totalmente cambiado.-  Le susurró Bralen a su esposa que también observaba con aprobación, en tanto su marido comentaba. - Ahora Eron ya no lucha con ira, sino con una gran calma interior.

-¿Qué opinas tú, madre?- Preguntó Aiona a Seira que seguía el combate también con expresión muy interesada. -

- Que el rey tiene razón. Diaval está muy lejos de ese nivel todavía. El muchacho quiere que nos sintamos orgullosos de él y en eso es un auténtico príncipe. Nunca retrocederá aunque se sepa inferior. Pero a veces conviene saber cuales son las propias limitaciones. He tratado de explicárselo pero a mí ya no me escucha. La razón es que he dejado de poder vencerle. Por ello, nada puede ya aprender de las derrotas. Por el contrario se envanece a cada nueva victoria. Eso es peligroso. Será un acierto que Eron le entrene. Por lo que veo, sus años de periplo le han enriquecido y rehabilitado por completo.- Afirmó la veterana guerrera con aprobación. -



            Y para dar la razón a Seira, Diaval no tardó en besar el suelo por sendos golpes de su tío. Se levantó con rapidez y bombardeó a Eron con ataques de gran potencia que hicieron temblar el planeta. Pero su rival no pareció nada afectado. Con dos golpes fuertes y certeros terminó con la resistencia de su sobrino que cayó agotado al suelo.



- No lo haces mal,- declaró benévolamente Eron, aunque objetó. - Pero aun te queda muchísimo que aprender antes de poder enfrentarte a mí en condiciones. Venga, levanta,-  remachó con tono amable  y ayudó a éste a ponerse en pie dándole una alubia que lo recuperó. -

-¡Es maravilloso!- exclamó Diaval sinceramente admirado. - Tu fuerza no debe tener igual en todo el Universo ¡No puede haber nadie más fuerte que tú! Será un honor que me entrenes.

- En eso te equivocas y mucho - sonrió su contertulio negando con la cabeza para afirmar. - Yo no soy nada en comparación con otros seres con los que me he encontrado. Si he vuelto aquí, tras vislumbrar tanta maravilla en el cosmos, es precisamente porque debo entrenarte. Pero no sólo para que aumentes tu fortaleza física, sino para prepararte.

-¿Prepararme? ¿Para qué?,- inquirió Diaval muy sorprendido. -

- Aquí, eres el príncipe.- Le explicó Eron. - Pero más allá de este mundo eso no tiene ningún significado. Hay lugares y seres para los que no serías nada. Debes cumplir una misión, no sé cual, pero debo ayudarte a estar listo. Es algo que me fue confiado por alguien con un poder tal, que nosotros no le llegaríamos ni a los tobillos aun uniendo nuestras fuerzas. Pues su poder trasciende lo material, incluso la energía que podamos desarrollar.

- Quiero saber quién es ¿Acaso un Dios? ¿O el legendario súper guerrero divino? - Le preguntó Diaval muy interesado. -

- Ya lo sabrás. - Afirmó Eron visiblemente complacido por el sincero entusiasmo que detectaba, sentenciando. - Cuando llegue el momento, él te llamará. Y deberás ser digno de acompañarle.





            El muchacho asintió declarando con solemnidad ante la aprobación y el orgullo de sus padres y su abuela allí presentes.



-Lo juro. Desde ahora me consagraré a ello. No tendrás queja de mí.



            Su tío desde entonces se dedicó a entrenarle. Fueron juntos por todo el sistema solar del Planeta Nuevo Vegeta, destruyeron enormes meteoros, combatieron contra fieras criaturas. Eron le enseñó todos los trucos que conocía con la espada, le contó muchas de sus aventuras. Alguna que otra vez los dos charlaban tras un duro día de entreno y el experimentado guerrero le contaba su joven alumno.



-Cree lo que te digo. Cuando estés en presencia de uno de esos seres tan espirituales, sentirás que no hay nada que se les pueda comparar.

-Pero…realmente, ¿Puedes sentir su fuerza de combate?- Quiso saber el chico.-

-No, no es cuestión de sentir ningún tipo de fuerza a nivel de energía. Al menos, no como estamos acostumbrados los mortales a hacerlo.- Le aclaró Eron.- Están en una dimensión distinta. No podemos llegar hasta allí.

-En ese caso, ¿para qué tanto entrenar?- Repuso el muchacho alegando.- Si es imposible equipararnos con ellos, ¿Qué sentido tiene?



            Su tío suspiró entonces mirando a la fogata que les calentaba, en medio de un yermo páramo en el que habían acampado, tardó unos instantes en contestar y finalmente le dijo a su joven aprendiz.



-Con el entrenamiento no solamente progresamos en fuerza física, o en poder material. También lo hacemos en entendimiento. Conociendo nuestras limitaciones valoraremos mucho más todo lo que nos rodea  y a quienes nos acompañan en nuestro camino. Para mi desgracia me vi solo durante mucho tiempo. Eso tampoco es malo siempre, me dio la oportunidad de meditar mucho. Pero tú, Diaval, tendrás que formar parte de un equipo. Y eso supondrá colaborar con unos compañeros y ponerte en sus manos, como ellos se pondrán en las tuyas.



 Su alumno escuchó aquello con atención guardando esas palabras. Su tío también le instruyó para aumentar su potencia y sobrepasar el tercer nivel de súper guerrero. Pasaron los años. En el funeral por un humano antiguo amigo y compañero de aventuras de sus abuelos, fue cuando Diaval conoció a Asthel. Éste le dijo que un día debería ir con él. El saiyajin no detectó entonces ningún poder especial en aquel otro muchacho. Pero, confiando en la palabra de Eron y de sus padres y abuelos aceptó, sintiéndose muy honrado. Aquella misión al parecer no tuvo ni tendría igual en la historia. Unos años después, tras proseguir su entrenamiento con su tío, regresaron a su mundo y un día sucedió que, en el centro de la Corte, estando en una comida con toda su familia, apareció una brillante luz.



- Es para ti - Le informó Eron. - Debes partir. Yo mismo partiré también. Hay alguien a quién después de todos estos años me gustaría volver a ver.



Y un pasillo dimensional que resplandecía con un tono dorado se abrió para el veterano guerrero, éste solicitó la venia y el monarca se la dio con un gesto en tanto le decía con afecto ante los asentimientos del resto de la familia.



-Ve en paz. Todo ha sido ya saldado entre nosotros. Has cumplido con honor. Guardaremos un buen recuerdo de ti, hermano.



Eron sonrió agradecido y le indicó el foco de luminosidad inmaculada a su sobrino.



-Esa es la tuya. Síguela y buena suerte. Te entrené con todo mi afecto y como mejor supe. Ahora todo dependerá de ti. Por fin, mi misión está cumplida. Hice por ti lo que pude, te he enseñado todo cuanto sé. Es tu turno. La hora de que tu generación acometa con valor su deber, igual que hicieron las generaciones que existieron antes. Recuerda que tu linaje proviene del gran rey Vegeta. Y hazle honor a él, a tus padres, abuelos y al resto de tus antepasados, siempre. Pero, sobre todo, y esto es aún muchísimo más importante, aprende el valor de la humildad y del servicio a los demás.



Dicho esto Eron atravesó su corredor y éste se cerró desapareciendo. El muchacho entre tanto había asentido a sus palabras. Iba pertrechado con su uniforme de gala. Sus padres se acercaron a él, todos los cortesanos se arrodillaron respetuosamente. Seira, su abuela, le dijo con un claro esfuerzo por controlar sus sentimientos.



- Ten presente que nos llevas a todos contigo. Eres la representación de todo tu pueblo.

- Así es,- convino Calix, su abuelo materno. - Estamos orgullosos de ti.

-¡Guárdanos en el corazón y no te olvides de que te queremos mucho! - Añadió su otra abuela Setsuna con emoción. -

- Lo hará muy bien - sonrió su abuelo Lornd afirmando con orgullo. - Lleva la sangre de todos nosotros. ¡Suerte, muchacho! Y recuerda que en esta misión van comprometidos no sólo tu valor y la dignidad de nuestra familia, sino el honor de toda nuestra raza y el destino del Cosmos entero.

- Jamás lo olvidaré, abuelo. Gracias por confiar en mí. - Sonrió Diaval completamente dispuesto a mostrarse a la altura de tal responsabilidad. -



            Su tía Seren, allí presente entonces, le dio un beso en la mejilla y su prima Sandrei, alta y de pelo castaño como su madre, también. Aiona le besó en la frente y Diaval, arrodillándose, besó su mano.



- Madre, padre, os echaré de menos, pero sabré ser digno de vosotros, en lo que sea que el destino me reserve.

- Lo sé hijo y ojalá que un día regreses y puedas llevar a tu prometida al pico del Sol Poniente, como tu abuelo Lornd hizo con tu abuela Setsuna y tu padre hizo conmigo. - Sonrió ella evitando las lágrimas, ya que su posición de soberana y su educación saiyajin no le permitían mostrar sus sentimientos tan abiertamente como quisiera cuando remachó. – Ve en buena hora y triunfa en tu misión.

- Antes de que te vayas. - Terció Bralen - llévate esto contigo.- Sacó su espada, la Inmortal Sword y le dijo mirando al abuelo paterno de Diaval. - Tu abuelo, el rey Lornd, me la dio a mí cuando le sucedí. Es espada de reyes. Yo te la entrego ahora a ti. Sé justo, valiente y digno de ella y nunca te fallará.

- Lo seré padre, para mí es un gran honor. ¡No te defraudaré! - Prometió Diaval arrodillándose nuevamente con respeto ante su progenitor y rey. -



            Bralen le hizo levantarse y le dio un abrazo, lo mismo hizo su madre y el resto de la familia. El monarca entonces le despidió.



-Ve, cumple sin más demora con tu deber. Y haznos sentir llenos de orgullo, hijo mío.

-¡Lo haré, lo juro por esta espada!- Declaró solemnemente Diaval elevando la Inmortal Sword y besando su hoja. -



            Después, y como acostumbraban los saiyajin, caminó hacia la luz que se había convertido en una estrella sin volver la vista atrás y desapareció. Reapareció con el grupo de los que iban a ser sus camaradas...



- ¡Así que tienes una gran responsabilidad sobre ti, además de la propia misión en sí! - Le dijo Fiora admirada y añadió algo llevada por su conciencia. – Quizás te haya juzgado mal a veces. Debe ser duro cumplir lo que esperan de ti.

- Sí, algunas veces lo es.- Admitió Diaval  aunque enseguida añadió con buen talante. - Pero no tengo derecho a quejarme. Debo mucho a mis mayores y por eso me he preparado durante tanto tiempo. Así que, no temas por mí, un poco de frío no es capaz de afectarme.





            La muchacha se sonrojó un poco, aunque su contertulio no lo advirtió. Ella tenía también curiosidad sobre esas palabras que la madre de Diaval le dijera. Y aparentando despreocupación, quiso saber.



-¿Qué es eso del Pico del Sol Poniente?



            Su interlocutor sonrió de forma fugaz y le explicó.



-Es la montaña más alta de la mayor cordillera de mi planeta. Allí, mi abuelo Lornd rescató una antigua tradición. En cuanto fueron coronados tanto él, como mi abuela Setsuna, como reyes de los saiyajin. Sin esperar a la celebración del banquete nupcial la tomó en brazos y ascendió con ella hasta la cumbre más alta. Allí le mostró todo su nuevo reino. El rey y la reina de la ciudad del atardecer…

-¿La ciudad?- Le preguntó la chica que no comprendía aquello.-

-Desde allí puede verse nuestra capital, como está a poniente, junto al pico de la montaña, también se la llama así.- Le aclaró su contertulio, que prosiguió.- Cuando mi padre le sucedió, hizo lo mismo con mi madre. Y un día… si conseguimos regresar, cuando yo les suceda y encuentre a la mujer adecuada haré lo mismo…

-No sabía que los guerreros del espacio tuvierais canciones.- Se sorprendió la joven.-



            Ahora fue Diaval el que esbozó una leve sonrisa, replicando divertido.



-Tenemos muchas. Incluso oramos a veces cantando alguna. Hay otra que todo rey o príncipe canta cuando busca la guía de los poderes supremos. Envíame un ángel, se llama. Mi abuelo Lornd me contó que, antes de desposar a mi abuela Setsuna, la entonó en presencia de la corte para pedir la bendición de esos poderes. Él me explicó que esa canción tiene la clave de una profecía, que un día, alguien que la entone, cumplirá. Cuando la cante en la tierra de la estrella matutina.

-Entonces sois un pueblo mucho más espiritual de lo que parecéis.- Afirmó la chica no sin asombro.-

-Comprendo que, mi apariencia y mis maneras son muy rudas para ti. En general los saiyajin nos comportamos de forma más brusca y arisca que vosotros. También es cierto que amamos la lucha. Pero cree esto. Mi pueblo tiene muchas tradiciones, puede que la mayoría sean muy salvajes para ti. Sin embargo, otras son hermosas. Incluso para los seres tan delicados como tú.- Declaró él  con tono cordial.-

-Lo lamento, no quise ofenderte. – Musitó Fiora que parecía inquieta por esa posibilidad-

-No te preocupes, no me has ofendido. Puedo entenderte. ¿Sabes? Mi abuela Setsuna pensaba igual cuando vino a mi mundo por primera vez. Y tanto mi abuelo Lornd como mi padre, además de educarme como a un guerrero, me enseñaron también a comportarme adecuadamente con las mujeres de la Tierra.



            Y en tanto remachaba esta sentencia ofreció su chaqueta a su interlocutora. Finalmente Fiora se dejó convencer y la aceptó agradecida, lo cierto es que ella no podía evitar el sentirse atraída por Diaval, era apuesto y muy fuerte. Aunque orgulloso, en ocasiones demasiado. A veces no soportaba esa arrogancia que mostraba y su ansia de lucha. Sin embargo, era cierto que tenía también su lado amable y más cariñoso de lo que aparentaba ser. Quizás en el fondo temía demostrarlo a causa de su educación tan estricta. Le recordaba mucho a Gloria Elua, esa terca hija del embajador Derail, con la que tantas veces discutía por sus diametralmente opuestas maneras de entender algunas cosas



-En el fondo no era mala chica.- Pensó Fiora incluso con nostalgia.- Muy brusca y parca en palabras la mayor parte de las veces. Igual que Diaval.



Al menos al principio fue así. El saiyajin apenas hablaba, excepto para jactarse de algo. Quizás por eso chocaba tanto con Alusa y Minara que no se quedaban calladas al oírle. Pero con ella era distinto. Diaval hablaba y se abría más que con el resto. Incluso dejando entrever su amor por los suyos y sus recuerdos.



-No parece que sea mal muchacho. Una pena que le guste tanto la violencia. Pero contra la herencia de sus genes y su cultura es difícil que pueda luchar. - Se decía la joven con pesar.- En eso también me recuerda mucho a Gloria, sobre todo en ese aspecto.



 Diaval, por su parte, pensaba algo similar. Fiora era tan dulce y cariñosa que él no temía dejar salir sus emociones y confiarse a ella. Era con la que más charlaba cuando el grupo caminaba o descansaba en algún sitio. También pudiera contribuir el hecho de que los otros ya se conocían de antes y que tanto el saiyajin como la muchacha de Nature no tenían con ellos ningún recuerdo ni vivencia en común.



-Asthel, Maray, Brian y Granate tiene una amistad que se remonta a bastantes años y lazos de parentesco. Mimet es la novia de Brian, y Alusa y Minara son hermanas.- Meditaba el saiyajin.- Por eso, ellos siempre tienen cosas de las que charlar o recordar.



En cambio, tanto él como Fiora provenían de planetas diferentes y no conocían de nada al resto cuando se reunieron. Quizás fuera más fácil para ambos charlar entre sí partiendo de cero. Aunque a veces sus visiones de las cosas no pudiesen ser más opuestas. De este modo, durante los días que llevaban juntos, se habían ido conociendo bastante bien y pese a sus aparentes diferencias de opinión sobre muchas cosas y alguna discusión, como por ejemplo acerca del uso de la violencia, congeniaban bastante y ¿por qué no? Cuando todo esto terminase quizás él le diría algo que su abuela Setsuna le contó. Sobre todo tras desvelarle aquella tradición tan especial de su familia…



-Sí, ahora creo que empiezo a entender algo de eso.- Pensaba tratando de buscar un sentido a esas palabras.- Mi abuela es muy sabia.



            Él lo recordaba muy bien. Fue incluso antes de que su tío Eron llegara para adiestrarle. Por aquel entonces Diaval era ya un muchacho adolescente. Aunque todavía estaba en pleno aprendizaje con su padre y su abuela Seira. Un día, terminó de entrenar y fue advertido por uno de sus guerreros de que, la reina madre Setsuna Meioh, estaba de visita en el palacio. El muchacho quería mucho a su abuela y la respetaba de forma muy profunda. Para él siempre fue una gran dama con una reputación impresionante. Hasta su propia abuela Seira, normalmente parca en elogios y de serio carácter, sonreía hablando maravillas de la que fuera su soberana y ahora era su consuegra. La veterana saiyajin en más de una ocasión aconsejó a Diaval que hablase con su otra abuela, asegurándole que ésta podría darle unas lecciones que nadie más sería capaz de enseñarle al joven príncipe. Diaval además, estaba ya en una edad en la que comenzaba a interesarse por las mujeres. Todo ello imbuido siempre por la moralidad de los guerreros del espacio, buscar una pareja potencialmente fuerte para engendrar vástagos lo más poderosos posibles. De modo que, pensando todo esto, se dirigió hacia la sala de palacio en la que descansaba Setsuna. La antigua reina aunque de edad ya madura, no había perdido sin embargo apenas su belleza y majestad. Acababa de regresar de un viaje a la lejana Tierra en donde vivían su hija Seren y su otra nieta, Sandrei. También vio a Doran, hijo de su amiga Seira y tío del propio Diaval, al ser el hermano menor de la madre del chico. Doran estaba casado con la reina de la Luna Nueva Neherenia, y tenía con ella una hija llamada Alice, que era por tanto prima del muchacho.  Tras todos estos viajes la ya anciana ex guerrera Plutón y anterior reina de los saiyajin, deseaba volver a ver a su nieto y charlar con él de muchas cosas. Sabía que un día no muy lejano él tendría que afrontar sus propias pruebas. Diaval no tardó en presentarse ante ella y cuando la vio, enseguida le dedicó una reverencia de cortesía, besándole cariñosa y respetuosamente una mano para saludar.



- Bienvenida abuela, espero que hayas tenido un viaje agradable.

- Sí, hijo. Muchas gracias. - Sonrió afectuosamente Setsuna para interesarse de inmediato. - ¿Tú, cómo estás?

- Estoy progresando mucho. – Afirmó él con visible satisfacción para añadir. - La abuela Seira dice que, dentro de poco, romperé la segunda barrera de superguerrero. ¡Estoy deseando que eso suceda!



            Setsuna asintió con aprobación, aunque enseguida volvió a preguntar.



- ¿Y tus estudios, cómo van?



            Ahí el muchacho torció un poco el gesto y tuvo que admitir con algo de sonrojo.



- Eso no se me da tan bien. Pero lo principal que es la lucha, sí.- Remachó convencido. -

- En esta vida todo es importante, Diaval. - Le dijo su abuela con tinte cariñoso pero firme según le aconsejaba. - Has de aprender múltiples destrezas. Tienes que ensanchar tu mente al igual que aumentas tu fuerza. Sé que no es fácil hacer algo que no nos gusta mucho. Pero la obligación y la dignidad de un príncipe se ven precisamente en esos momentos. Cuando las cosas no son sencillas. Ahí están los verdaderos retos.



            Setsuna conocía bien el carácter de su nieto, era el típico de los saiyajin más nobles. Aunque terco y algo arrogante, era cumplidor de sus obligaciones y defensor a rajatabla del honor de su raza y su familia. Si estas cualidades eran bien dirigidas estaba segura de que llegaría a ser una gran persona y un digno soberano. Diaval por su parte interiorizó las palabras de su abuela sabiendo que el aplicarse en sus estudios también era una cuestión de honor, así que prometió.



- Estudiaré más. No te decepcionaré, abuela.



            Ella acarició con suavidad la barbilla de su nieto dando por zanjado aquel tema y le preguntó, ahora con más jovialidad.



- ¿Ya hay alguna chica que te guste?



            Éste negó tajantemente con la cabeza y replicó con cierta desgana.



- Son todas demasiado débiles y no me interesan. No deseo más que una mujer fuerte como tú o la abuela Seira, o como mi madre. Para mantener nuestro linaje como el más poderoso del Universo.



            Setsuna sonrió ante esas palabras, tan ingenuas como bienintencionadas de su nieto para contarle.



- Te diré una cosa, Diaval. Las mujeres no sólo podemos ser fuertes físicamente. Recuérdalo bien, en ocasiones la auténtica fuerza está en la determinación y el valor, en la capacidad de amar a los demás y de sacrificarnos por ellos. Eso nos da poder y hace superar las limitaciones del cuerpo mucho más que el más duro de los entrenamientos.



El chico se quedó pensativo, se acordaba de que su abuela Seira le contó hace años como fue vencida por la después reina Meioh, su otra abuela Setsuna. Su abuela materna habló de que ésta había usado el poder del amor, ¡debía de ser una fuerza tremenda para derrotar a una súper saiyajin sin siquiera usar un golpe!



- ¿Y cómo sabré cuando una mujer reúne todas esas cualidades, abuela?- ¿Cómo crees tú que el abuelo Lornd lo supo al conocerte a ti y cómo lo hizo mi padre con mi madre? Ella tenía una alta fuerza de combate, siempre pensé que fue esa la razón. ¿Qué otra podía haber? Le inquirió el chico con visible desconcierto. -

- Lo sabrás, confía en mí. - Le sonrió cálidamente su interlocutora. - Cuando lo experimentes nada habrá más importante. Será algo tan poderoso que arrollará cualquier otra consideración que tuvieras anteriormente. Te hará luchar por ella y ella luchará por ti. No sólo de forma física, ya que, en muchas ocasiones, las batallas más duras son las que no precisan de ningún golpe.- Y ante la cara desconcertada de su nieto, Setsuna añadió con cariñoso tono. - Créelo Diaval, el amor verdadero es mucho más importante que la fuerza de combate más alta y lo que antes pudo parecerte debilidad, se ve después como la mayor de las fortalezas. Si tú encuentras una mujer así, una chica que te brinde su amor y sus sentimientos verdaderos, tendrás algo de valor incalculable. Una persona que te quiera a ti, únicamente por como tú eres, no por la energía que despliegues. Entonces, cuando encuentres a la que habrá de ser para ti, podrás cumplir la tradición que tu abuelo reinició conmigo. Él me elevó en brazos hacia el cielo, hasta casi rozar las estrellas y me dijo que estaría dispuesto a bajarlas para mí. Después me llevó al Pico del Sol Poniente, para contemplar nuestro reino. El que deberíamos de gobernar, proteger y amar, para hacerlo prosperar. Los dos juntos, y me cantó esa hermosa canción. – Sonrió añadiendo. - Y tu padre hizo lo mismo por tu madre y sé que Aiona, que casi nunca había alterado su semblante de severa guerrera hasta entonces, se emocionó. Si eres capaz de sentir algo así por una persona, tu corazón se abrirá y sea donde sea, podrás dibujar su nombre en el cielo, e incluso pintar las estrellas cuando no las hubiera para ofrecérselas.



            El chico se quedó realmente atónito, no terminaba de poder comprender eso. Entonces, ¿acaso tendría que encontrar una chica físicamente débil? ¡Pero eso chocaba con la tradición! No obstante, su abuela era muy sabia y seguro que él aun no era capaz de entenderla, confiaba con poder hacerlo algún día. Ahora, en su viaje, meditaba todavía sobre aquellas palabras escuchadas hacía ya tantos años...



-Espero que ese día llegue, abuela. Y ser capaz de mantenerme digno de ti y los demás.- Deseó.-



            Ajena a esas reflexiones, Fiora le comentó.



-Lo cierto es que conocí a una muchacha saiyajin que opinaba exactamente igual que tú. Se llamaba Gloria.

-Sí, la nieta de Elua.- Respondió él acordándose de inmediato.- Era una gran guerrera. Tenía un don muy especial.

-Y le gustaba mucho la lucha, como a ti.- Suspiró su interlocutora , recordando incluso con algo de pesar.- Discutíamos bastante sobre eso.

-Puedo comprender por qué.- Sonrió Diaval.-



            Desde luego que no podía imaginar a nadie más opuesta a Fiora que Gloria Elua Derail. Él entrenó con ella y desde luego, le obligó a dar lo mejor de sí mismo. El propio príncipe saiyajin llegó a dudar a veces de si esa muchacha no sería incluso superior a él.



-Supongo que, de haberlo sido, hubiera venido a esta misión.- Se dijo.-



            A su memoria vino una vez, en un combate contra ella, en el que Diaval incluso llegó a convertirse en super guerrero de tercer nivel. Pese a todo no obtenía una clara ventaja. Y su adversaria parecía no emplearse a fondo. Así, tras concluir un asalto, el chico se detuvo y retornó a su estado normal. Entre jadeos, su oponente le preguntó con mirada sorprendida.



-¿Hay algún problema, Alteza?



            Tras recobrar a su vez el aliento, el interpelado, fiel a su estilo directo de saiyajin, replicó con otra cuestión y tinte molesto.



-¿Acaso estás luchando sin recurrir a todas tus fuerzas? ¿Tan mediocre me juzgas que no te empleas a fondo?



            Aquello pareció descolocar a su contertulia. La muchacha clavó en él esa intensa mirada de sus ojos violetas y, tras dejar de ser una super saiyajin a su vez, replicó con tono modesto.



-Jamás podría enfrentarme a vos, de no recurrir a todo mi poder, Alteza. No tendría ningún sentido.



            El caso es que, cuando ella se transformaba en super guerrero, su cabello se tornaba rojizo, no dorado. Y se movía tan rápidamente que el mismo Diaval era prácticamente incapaz de acertarla con sus ataques. No obstante, Gloria no contratacaba, al menos no con una intensidad que él juzgase suficiente. De modo que, aun irritado, respondió.



-Así lo espero, o lo tomaría por un insulto.



            Y sin aguardar contestación se giró elevándose en el aire para marcharse. Fue la última vez que entrenaron juntos. Al poco tiempo Gloria tuvo que retornar a Nature, su planeta natal. Iba a reunirse con sus padres y a tratar de encajar en las costumbres de allí, dado que su madre era humana.



-¿En qué piensas?- Quiso saber Fiora sacándole de aquellos recuerdos.- Te noto algo ausente.



            Diaval entonces se lo comentó. Agregando con tono de pesar.



-Quizás fui demasiado duro. Me hubiera gustado descubrir por mí mismo si mis sospechas eran ciertas o no. En cualquier caso ella era una gran rival.- Admitió deportivamente.-



Su interlocutora se sorprendió. No sabía que Gloria pudiera llegar a ser tan diplomática. Ella misma, poco antes de desplazarse al norte de su mundo a estudiar la naturaleza, pudo conversar con la saiyajin, quién, fiel a su estilo, era tan cortante como un cuchillo y tan categórica como un martillo cuando hablaba.



-Espero que seas muy feliz estudiando a tanto bicho.- Le deseó con algo de sarcasmo.-

-Me gusta la naturaleza y ver a los seres vivos en su ambiente.- Repuso Fiora, afirmando convencida.- No creo que haya nada de malo en eso.

-No, no lo hay, a cada cual lo suyo.- Se sonrió su contertulia, añadiendo parecía que incluso con fastidio.- A mí me encanta pelear, pero ahora, sólo puedo hacerlo con mi padre. Eso si quiero un combate digno, claro. Y aun con él, comienzo a tenerlo demasiado fácil.

-Nunca he comprendido por qué os encanta tanto la violencia.- Repuso Fiora con tintes más reflexivos que admonitorios.-

-Lo llevamos en los genes.- Contestó Gloria esta vez con un tono más introspectivo de lo que solía cuando desveló.- En mi caso sé que debo aumentar mi poder todo lo que me sea posible. Y no únicamente por ser esa la costumbre de mi pueblo, ni tan siquiera para enorgullecer a mi familia. Sé que, algún día, será necesario. Tendré una importante labor que llevar a cabo…



            Diaval interrumpió ese relato para querer saber.



-¿No te dijo que labor sería esa?

-No, justo entonces llegó mi primo Alex para despedirme. La pobre estaba realmente enamorada de él. Aunque intentase disimularlo.- Suspiró Fiora con una leve sonrisa.-

-¿Y tu primo no la correspondía? ¡Vaya un necio! - Se sorprendió el príncipe saiyajin, aseverando.- Gloria hubiera sido una esposa magnífica para cualquier saiyajin. Incluso para mí mismo. Caso de haber tenido tiempo para eso.



            Su contertulia le observó con una mezcla de asombro e incluso de cierta tristeza. Aunque no dudó en preguntarle.



-¿Estabas enamorado de ella?

-No lo sé. Al menos, no tengo idea de a qué os referís los humanos con eso del amor.- Contestó el joven quien parecía genuinamente confundido ahora, cuando inquirió a su vez.- Si te refieres a buscar una pareja ideal para conseguir perpetuar nuestra raza, Gloria era, sin duda, la hembra más adecuada. Pero no me hubiese movido ningún otro interés.



            Al oír aquello Fiora movió la cabeza con desaprobación y simplemente suspiró, para declarar.



-Jamás podría estar con nadie si no sintiese algo especial por él. Para mí no es importante que clase de hijos podría llegar a tener con esa persona, solamente me preocuparía tenerlos con alguien a quien amase y que me correspondiera de igual modo.



Ahora fue Diaval quien la observó sin parecer comprender eso. Desde luego, sus filosofías vitales eran harto distintas. Pese a ello, no podía evitar el deseo de estar con Fiora. A la joven le ocurría algo similar, puede que ese chico fuera de esa manera sencillamente porque era la forma en la que los de su pueblo se comportaban. Aun así, ella se sentía bien en su compañía.  No obstante, sus pensamientos y esa larga caminata fueron interrumpidos de improviso. Ante el grupo apareció una enorme sima. Aquella era una colosal rotura que separaba la planicie por la que transitaban del resto de aquel territorio. Todos miraron ahora a Mimet en busca de una explicación. La joven, echando mano de su privilegiada memoria, les comentó.



-Acorde con la Divina Comedia de Dante, ésta es la frontera que marca el principio del séptimo círculo. Una enorme brecha, producto del terremoto originado con la muerte de Jesucristo. Se supone que su custodio es el Minotauro. Que representa la bestialidad y la violencia.

-Pues si asoma su cara por aquí ya me ocuparé de él.- Anunció Diaval con interés y hasta buena disposición.- Se va a enterar ese de lo que significan las palabras bestialidad y violencia cuando le agarre…Solamente espero que me dé una buena pelea.



            Fiora ensombreció su semblante al oír aquello, aunque el chico no la vio, pendiente en ese instante de las palabras de Brian.



-No sé yo si eso te iba a parecer tan divertido si apareciera semejante bicho.- Comentó éste.-

-Pero, antes de eso, lo primero es cruzar esa enorme grieta.- Intervino Alusa.-

-Sí, ya nos preocuparemos por ese monstruo después.- Convino Minara.- Si es que se da a conocer.

-Tenéis razón. Dejemos eso de momento. Para proseguir el viaje hay que cruzar esta brecha. Espero que ahora sí que podamos volar.- Suspiró Maray mirando a Asthel que asintió.-



Probaron pues y tanto ella como su hermano emitieron un aura blanca que les elevó. Al parecer eso sí podían hacerlo en ese círculo. Los demás quisieron elevarse a su vez. Diaval y Brian lo lograron, Granate fue capaz de hacerlo utilizando sus conocimientos esotéricos. Únicamente las hermanas, Alusa y Minara, junto con Mimet y Fiora, estaban en tierra. Aunque fueron respectivamente tomadas en brazos por Asthel, Granate, Brian y Diaval. Tras recorrer ese trecho  no les fue difícil aterrizar en el otro lado. Superando también un río rojo y borboteante…



-El primer giro, o subdivisión de este círculo. El rio Flegetonte.- Les explicó Mimet no sin un gesto de aprehensión.- Es un río de sangre hirviente donde los asesinos, violadores y demás criminales son atormentados.

-Desde aquí arriba no veo a  nadie.- Comentó el saiyajin.- ¿De veras harán eso ahí?

-A lo mejor es un rio que transporta sedimentos de mineral de hierro, y por eso tiene ese color.- Conjeturó Brian.-

-Mejor será que no descendamos para averiguarlo.-Recomendó Granate con prevención.-



            Por esta vez todos estuvieron de acuerdo. Ninguno tenía la menor intención de comprobar si la descripción literaria era cierta o no. Prosiguieron avanzando por el aire hasta observar un gran bosque…



-Esto me gusta.- Sonrió Fiora añadiendo con alivio.- Al fin algo de naturaleza más amable.

-Nada aquí es lo que parece.- La previno Asthel.-

-Cierto.- Asintió Mimet, declarando para horror del resto.- Es el segundo giro o subdivisión, el bosque de los suicidas. Todos los que renunciaron a su vida humana fueron transformados en árboles, y en lugar del ruido del viento entre sus copas se escuchan sus lamentos eternos.



            De hecho, observaron a unos seres parecidos a pájaros revolotear entre esos árboles y arrancar ramas o posarse violentamente sobre sus copas.



-¡Las arpías!- Comentó Granate que creyó reconocer esas formas de alguna ilustración presente en los libros que estudiara.- Atormentan a esos árboles. ¿No?...



            Mimet asintió. El resto miraba aquello con el ánimo sobrecogido.



-¡Alejémonos cuanto antes de aquí! – Pidió Minara.-

-Eso, antes de que quieran venir a hacernos una visita.- Convino Maray, tan desasosegada como el resto.-



            Siguieron volando… atravesaron después una especie de desierto arenoso…era casi inacabable. Mimet les comentó.



-El tercer giro o subdivisión. Aquí castigan a los blasfemos y a los violentos contra Dios…



            Pero en tanto la joven lo explicaba unas gruesas nubes amarillentas, del color del azufre, se fueron reuniendo sobre ellos. Al poco comenzó una devastadora lluvia de fuego. Todos se juntaron y crearon una especie de escudo de energía para protegerse. No tuvieron más remedio que descender hasta que pasara aquella ígnea tormenta, parapetados entre unas rocas.



-¡Vaya una lata!- Protestó Alusa.-

-Sí, y esto es peor que la lluvia normal, con esa nuestro peor problema era que se nos rizase el pelo.- Convino su hermana con un tinte más jovial.-

-A saber cuanto dura.- Suspiró Brian.-

-No tengo elementos para responder. Ignoro cualquier detalle de la climatología de este lugar.- Dijo una resignada Mimet.-

-No te preocupes, ninguno tenemos la menor idea ya de como son las cosas por estos lares.- Terció Granate.-



            Asthel miró hacia arriba aunque no pensando en esa tormenta de fuego, sino en qué estaría pasando en su mundo, en la Tierra y en el resto de los lugares que habían dejado atrás.



-El libro no me da ya nueva información. Lo que sea que este ocurriendo me será ajeno. Confío en ti, Lance.



El resto ocupó el tiempo departiendo sobre temas variopintos. Por fortuna, esa tormenta se fue disipando en unos minutos.



-Ya podemos continuar.- Indicó Granate.-

-Será mejor que desde ahora vayamos andando.- Propuso Maray.- Por si se forma otra de esas tormentas.



Así lo hicieron, reanudando la marcha. Más nubes de azufre se aproximaban, y ese chaparrón de llamas volvió aunque por suerte, estaba ahora lejos de ellos.



-Mejor será no parar por si nos alcanza.- Sugirió Brian.-

-Es la mejor opción, sí.- Convino Asthel.-





Caminaron si parar. Aun pasaron unas horas hasta que ese desierto enorme se terminó, siendo sustituido por un pedregoso paraje.  No sin dificultad, fueron capaces de apartarse de aquel diluvio ardiente que no proseguía más allá de los límites de la gran extensión de arena. Suspirando aliviados, tras hacer un alto de aproximadamente una hora para descansar, reemprendieron la marcha. Pudieron andar un trecho adicional hasta que una nueva tormenta se desató.  Asthel ordenó parar y buscar un refugio. La borrasca que venía era totalmente opuesta a la lluvia anterior. Eso les sorprendía un poco pero, después de lo que habían visto ya, lo aceptaron sin más. Al fin vieron una gran gruta y se cobijaron en ella. Fue una decisión acertada pues comenzó a caer una intensísima nevada agitada por un viento huracanado...



-¡Creía que eso de nevar en el Infierno se refería a un imposible!,- dijo Maray atónita mientras veía caer copos como puños. -

- Por lo que parece, a nosotros se nos hace posible lo imposible, primita. - Sonrió Brian, añadiendo con tono a medio camino entre el asombro y la ironía. – Después de la lluvia de fuego, ahora nieve. Desde luego la previsión del tiempo aquí es de lo más variada.

- Espero que esta tormenta no dure mucho - deseó Alusa. - Sino no habrá forma de continuar.

- ¡Esto sí que no me lo esperaba! ,- declaró Granate sorprendido como los demás. - Y por si fuera poco el ambiente es gélido y todo está en penumbra, muy oscuro. Más que en los círculos anteriores.

-¿Piensas que esto es otro símbolo místico? - Le preguntó Asthel. -

- Es muy probable,- respondió el aludido con semblante pensativo para conjeturar. - El frío y esta inhóspita penumbra podrían significar la gran lejanía que separa a estos parajes del Creador...

- Espero que esto no sea un obstáculo demasiado grande.- Terció Minara afirmando preocupada.  -Esta vez estamos a merced de la tormenta, es más fuerte hacia donde debemos encaminarnos.

-Pues será mejor descansar bien antes de intentar continuar.- Propuso Fiora.-



            Todos  se mostraron conformes con eso. Se acomodaron lo mejor que les fue posible y aprovecharon para dormir un poco por turnos y conversar sobre sus familias, sus recuerdos y lo que echaban de menos a sus seres queridos. De esta forma pasaron algunas horas.  No pudieron saberlo exactamente pero, por fin, la tormenta cesó y pudieron salir. Asthel, Granate, Diaval y Brian abrieron camino entre la densa manta de nieve con rayos de energía. Penosamente, avanzaron durante largo rato. Fueron transitando por una zona donde la nieve iba desapareciendo. Finalmente llegaron a una angosta garganta. A los lados abruptos desfiladeros les encajonaban y hacían que sintiesen un ligero temor....



- Esta zona podría ser geológicamente inestable, es potencialmente muy peligrosa. - Temió Mimet. - No me parece adecuado que pasemos por aquí....es más, no me gusta…- Remachó con sus recién desarrollados sentimientos.-

- No tenemos más remedio. - Respondió resignadamente Maray aseverando. - Es el único camino que podemos seguir.



            La joven casi no había terminado de pronunciar esas palabras cuando unas estruendosas carcajadas se escucharon rebotando entre las piedras. Todos alzaron la cabeza tratando de determinar de donde provenían. Al cabo de unos instantes las risas se extinguieron entre el creciente fragor de una avalancha de piedras.



- ¡Cubríos! ¡Rápido!.- Ordenó Asthel con urgencia  indicando a sus compañeros. - ¡Brian!, ¡Diaval! Vamos a tratar de hacer un escudo de energía.

- Vosotros formar el escudo, no será una simple avalancha de piedras la que me haga refugiarme. Yo me encargaré de destruirla para que no os alcance. Lo he hecho muchas veces con los meteoritos.  - Le  replicó el guerrero del espacio, no de forma altiva esta vez, sino evidenciando sus deseos de ayudar, remachando. – Ocupaos de proteged al resto…



            Asthel lo entendió así y asintió, junto con Brian unió su aura formando una cúpula energética a modo de escudo, reforzada por un conjuro de Granate. Diaval por su parte lanzó varios rayos pulverizando grandes trozos de roca. Los demás ayudaron a mantener la  barrera con su energía. El príncipe de los saiyajin logró destruir la mayor parte. Las piedras restantes, reducidas sensiblemente de tamaño, resbalaron inofensivamente al chocar contra la cúpula energética. Por fin el grupo pudo seguir, abriendo un nuevo camino entre los restos de los cascotes....



-¡Por poco!...- suspiró Alusa aliviada.- Hemos reaccionado rápido, de lo contrario ahora estaríamos sepultados.

-¿Quién habrá podido ser? Está claro que no ha sido un accidente,- replicó Minara visiblemente enfadada. -

- ¡Si atrapo al que haya sido le voy a hacer comer piedras hasta que reviente!,- amenazó Diaval furioso mientras miraba a Fiora quien, pese a todas las precauciones, parecía estar herida en un brazo. - ¿Estás bien? - Inquirió con preocupación. -

- Me resbalé cuando formamos la cúpula, no es nada, estaré bien...- le aseguró ella esbozando una tranquilizadora sonrisa mientras se asía el brazo herido. -



            Sin dudar, Diaval arrancó un trozo de su capa de viaje y le vendó cuidadosamente la herida. Estaba preocupado por ella. Fiora era como su nombre, una flor, bonita pero delicada. Más a los rudos ojos del saiyajin. ¡Si agarraba al responsable de esto le aplastaría la cabeza contra las rocas con sus propias manos! Entonces, como si alguien quisiera darle la ocasión, escuchó una voz que parecía retarle. Tenía un sonido gutural y burlesco.



- Oye valiente, ¿de verdad nos harías comer piedras?  ¡Eso me gustaría verlo!...



El saiyajin miró hacia arriba y replicó con voz y gesto amenazante.



-¡Si no te lo crees, déjate ver y lo comprobarás!...



            Cuando el eco de sus palabras aun no se había disipado apareció flotando sobre sus cabezas una silueta que descendió cortándoles el paso. Era de una enorme altura, bípeda pero con una larga cola y rasgos de animal. Sonrió mostrando unos terribles colmillos...



- Soy Typueros, demonio de este séptimo círculo y uno de sus guardianes, ¡vamos humano! , trata de hacer buenas tus amenazas conmigo. - Le desafió con sorna. -

- Con mucho gusto,- sonrió Diaval de modo sarcástico. - Y no soy humano. Soy un guerrero del espacio. Así que no te confíes, ¡payaso! El hecho de que seas tan feo no quiere decir que me des ningún miedo...

- Veo que eres de temperamento irascible y violento. Me gusta. Desde luego estás en el círculo adecuado. Adelante, vamos a luchar, verás cómo dentro de poco te tomarás más en serio mis palabras.- Le retó el demonio. -

- Pues no esperemos más. - Aceptó su interlocutor que, con evidente complacencia en la pelea, se transformó en súper guerrero. -



Asthel intervino diciéndole a su compañero.



- No debes luchar con él, podría ser un adversario terrible, lucharemos todos juntos...

- De eso nada...no necesito ayuda. No lo tomes a mal, pero puedo con él yo solo.- Repuso el príncipe de los saiyajin muy seguro de sí.-



En tanto, el demonio le hacía gestos desafiántes con lo que parecían unas manos. Diaval, sonriendo de forma maliciosa, se lanzó al ataque. Su enemigo paró el primer golpe pero el saiyajin desapareció de su vista y reapareció golpeándole en el rostro y derribándole al suelo con estruendo. El súper guerrero hizo un gesto de victoria para exclamar:



-¿Lo veis? ¡Estos tipos no valen para nada! - Miró a su espalda y vio al demonio levantarse de modo que le inquirió con sorna. - ¿Todavía quieres más?....

-¡No ha estado mal! - rio Typueros - mejor de lo que pensaba, pero no lo suficiente.-Sentenció.-



Y contraatacando de modo rapidísimo golpeó a Diaval también en el rostro, lanzándole contra una pared de roca que el saiyajin pulverizó con su impacto. Aunque esto no pareció afectarle demasiado, el joven guerrero salió inmediatamente y ambos comenzaron un duro intercambio de golpes.



            Los demás, indecisos, no sabían lo que hacer. Brian fue el que primero tomó la palabra con manifiesta preocupación.



- Me importa un pito lo que haya dicho, ¡voy a ayudarle!...- y al instante se convirtió también en súper guerrero. -

- Espera un momento. - Le pidió serenamente Asthel que valoró, - es muy orgulloso para eso, déjale. Si estuviera realmente en peligro intervendremos, pero por ahora se desenvuelve bien.



            Fiora observaba a su vez con inquietud, ¡ese chico!, ¿Por qué sería tan fanático de la pelea? ¿Acaso su propia vida no le importaba nada? Estaba asustada por la posibilidad de que le ocurriera algo, pero afortunadamente sus temores fueron infundados. Al cabo de un rato de dura lucha, Diaval parecía poder con el demonio.



-¿Cómo es posible?- Dijo aquel ser infernal en tanto se alejaba de su oponente.- Ningún mortal miserable puede derrotarnos en nuestros dominios.

-Ya te lo advertí.- Replicó Diaval con expresión de superioridad al darle alcance.-



El demonio trató de huir de nuevo, pero el saiyajin le cortó el escape y le dejó malherido con un rayo. Typueros furioso se revolvió y conjurando dos enormes bolas rojas a su vez se las arrojó a Diaval, exclamando.



-¡Ay va mi ataque especial, fuego del averno!



            Sin embargo, el saiyajin concentró su energía creando una pantalla sobre la que ambas esferas se estrellaron provocando una tremenda explosión. El resto de sus compañeros observaban desde la lejanía, con visible inquietud la mayoría, sobre todo Fiora, que se atapaba la cara con las manos para no ver aquello. Fue Maray la que amablemente la abrazó.



-Tranquila. Diaval sabe bien lo que hace. Es un experto en el arte del combate.

-Ha recibido de lleno ese ataque. – Terció Mimet con preocupación, afirmando.- Calculo que la potencia de esas bolas de energía ha sido equivalente a varios megatones.

-Entonces no hay de qué preocuparse.- Sonrió Brian, pasando un protector brazo sobre los hombros de su novia.- Eso es una caricia para él. Pero le habrá cabreado, ¡Ja, ja! Se va a enterar ese tipo, Diaval le va a dar la paliza de su vida.



            Aunque el chico obtuvo el efecto contrario al que había deseado, Fiora, mirándole con gesto y tono consternados, musitó.



-Es muy triste que algo así te produzca satisfacción.



            Brian la miró desconcertado, no comprendía a qué podía venir aquello pero lo dejó pasar. Seguro que su compañera estaba asustada. No se lo podía censurar. El resto se limitaron a seguir ese combate sin decir nada más. Entre tanto, el estruendo y el humo de aquella explosión se fue disipando, Typueros cantó victoria exclamando con sorna.



-¡Ahora no te reirás más…loco insolente!…



            Pero el demonio quedó asombrado e incluso esbozó una mueca de horror e incredulidad al ver a su enemigo incólume. Diaval brillaba con ese resplandor dorado emitiendo rayos de energía y un aura realmente potente le envolvía. Estaba herido pero de poca consideración, se restañó algo de sangre de una ceja en tanto replicaba con tono entre burlón y despectivo.



-Tal y como te dije. No tienes nada que hacer…Espero por tu bien que eso no haya sido tu mejor ataque.



            Su interlocutor trató de escapar entonces, pero el saiyajin apareció a su lado en una fracción de segundo y le golpeó en el vientre haciendo que se doblase.



-¡Acabaré contigo! – Aulló el demonio lanzando una sucesión de golpes que fueron interceptados por su rival.-

-Eres muy aburrido, hasta la vista, ¡fantoche!- Replicó su adversario zafándose una vez más.-



Diaval entonces le propinó un puñetazo en la cara que propulsó a su enemigo contra el suelo, estrellándole en él y abriendo un enorme cráter de resultas del impacto. Sin pensarlo dos veces, el saiyajin apuntó hacia esa zona con la palma de su mano abierta y lanzó una tremenda descarga de energía que al alcanzar el lugar explotó provocando una enorme  bola de fuego. Pese a estar a cierta distancia, sus compañeros se cubrieron para protegerse de la onda expansiva generando una campana de energía protectora…



-Habrá que decirle a Diaval que tenga un poco de cuidado.- Comentaba Granate invocando un hechizo protector.-

-Mucho me temo que pedirle eso a un saiyajin cuando pelea es misión imposible.- Suspiró Alusa.-

-Sí, se vuelven realmente peligrosos.- Convino su hermana.-



Los demás convinieron en eso, finalmente al disiparse los efectos de aquello no quedaba ni rastro del demonio. El príncipe de los guerreros del espacio, sangrando y con los brazos en jarras exclamó exultante.



-¿Y ahora qué? ¡Mamarracho! ¡Ya he dicho que aquí no hay demonios capaces de vencerme!



            Descendió al suelo regresando con sus amigos y Fiora solícitamente le curó la herida. El saiyajin lo agradeció con una adusta sonrisa y percatándose del rostro demudado de la chica, seguramente por el miedo a que le sucediese algo a él, le dijo en tono tranquilizador:



- No temas, ninguno de estos ridículos demonios me llega a la suela de los zapatos.

- No es sólo eso…yo…- Le susurró ella con un tono lleno de profunda preocupación e incluso algo de tristeza. – Nada…



Él la miró desconcertado, iba a pedirle que se explicase mejor cuando, de nuevo, una voz desconocida contestó la bravata de Diaval. Esta vez era una voz más suave pero que parecía precisamente por eso, mucho más terrible.



- Eres fuerte para un ser mortal. Ni siquiera el Minotauro guardián podría derrotarte. Pero sí que hay demonios que fácilmente pueden vencerte, y yo soy uno de ellos.- Y ante la vista atónita de todos ellos apareció un enorme cocodrilo y sobre él la figura de un hombre con armadura, en su frente llevaba una gran corona. -

-¿Quién eres tú? - Le espetó Diaval- ¿Otro payaso que se quiere...?.- Se calló porque decir" ir al Infierno" estaba de más allí, así que añadió. - ¿También tienes ganas de que te parta la cara? ¡Venga! ¡Estoy listo!

- Soy Zaebos. Gran Conde Infernal. - Se presentó el demonio sin parecer nada intimidado, agregando a modo de reto, con total tranquilidad. - Si tan valiente eres, lucha contra mí si te atreves...



            Asthel sintió que este demonio era inmensamente más poderoso que los anteriores, le desaconsejó a su compañero enfrentarse con él.



- Pertenece a una jerarquía muy superior, no tendrás ninguna oportunidad contra él, no aceptes su desafío.

-¿Estás de broma? A ese le voy a liquidar tan rápido como al otro. O todavía antes. - Rebatió Diaval que volvió a acumular energía y a brillar con fuerza para espetarle a su contrario. - ¿Qué te parece esto?...



            Zaebos no pronunció palabra, simplemente descendió del cocodrilo y antes de que ninguno lo advirtiese estaba junto al saiyajin.



- ¡Pobre mortal!, no tienes nada que hacer frente a mí, pero soy un demonio al que le gusta conceder favores y prebendas. A cambio de pelar conmigo tienes derecho a pedirme algo. Aunque adivino lo que es...- e hizo aparecer la siguiente puerta ante los asombrados miembros del grupo afirmando. - Aquí está la entrada que da acceso al Octavo Círculo. Pero, para traspasarla, deberás luchar antes contra mí.

-¿No tengo que vencerte? ¿Sólo luchar? - Repuso despectivamente Diaval afirmando con desgana. - Eso no tiene ningún interés. Pero no tendré problemas en liquidarte igualmente.

- Tú no podrás vencerme, eso está fuera de toda cuestión. - Afirmó Zaebos que desapareció y reapareció a un centenar de metros en un instante. -

- Eso es un truco fácil de hacer, una translación instantánea.- Repuso su adversario sin parecer impresionado. Desapareció a su vez y reapareció tratando de golpear al demonio justo al lado de éste según sentenciaba. - ¡Ya te lo dije!



            Sin embargo Diaval no pudo tocar a Zaebos, éste le rechazó aparentemente sin moverse. El guerrero del espacio había rebotado contra una especie de barrera y el demonio le dijo con una media sonrisa burlona.



- No tienes posibilidad de tocarme, mis poderes arcanos me protegen...



El muchacho lo intentó en repetidas ocasiones pero el resultado seguía siendo el mismo, por fin se detuvo jadeando agotado y sacó una alubia de su bolsa. Cuando la comió se encontró de nuevo en forma y replicó con tono arrogante.



- Ya sé porqué no te he dado, estaba cansado del combate de antes. ¡Pero ahora, te vas a enterar! – Proclamó.-



Y se lanzó sin pensar, atacando de nuevo con la máxima fuerza y rapidez que poseía, pero siguió sin poder tocar al demonio que no se movía.



- Te lo he dicho ya mortal, ¡tú no podrás traspasar mis poderes! - Repitió Zaebos con tono de chanza. -



Imitando la voz del demonio a modo de burla Diaval dijo a su vez.



- Tú no podrás alcanzarme,.... ¡bah!  En realidad solamente eres un cobarde. Muchos poderes arcanos pero no te atreves a pelear conmigo directamente. Si no te escondieras tras esa barrera te iba a dar una paliza que no te reconocería ni el cretino ese del Satanás al que tanto laméis el culo.



No obstante, al oír esto, Zaebos le miró de forma fría y escupió sibilante.



- Insolente ¡Te voy a enseñar respeto! – Y sin que su oponente pudiese reaccionar el demonio levantó una mano y con un invisible poder le lanzó contra las rocas estrellándole en ellas. -



            Asthel y los demás acudieron a ayudar a su compañero pero éste se levantó por sí solo y dijo bastante enfadado.



-¡La madre que te...ahora verás! - Concentró su energía y lanzó una potentísima onda que fue directa al demonio. -



Éste no hizo el más mínimo esfuerzo por esquivarla, cuando le alcanzó, Zaebos dejo de ser visible eclipsado por el resplandor de ese ataque y la onda siguió su camino arrasando una enorme extensión de terreno y provocando una explosión que obligó al resto del grupo a crear un escudo protector. Jadeando agotado entre tanto y  a una considerable altura, Diaval exclamó exultante.



-¡Sí!  ¿Y ahora qué pasa? Ya no tienes tantas ganas de hablar. ¿A qué no?...



Pero Maray le advirtió muy asustada:



-¡Ten cuidado!  Me temo que no le has vencido, ¡lo presiento!



No obstante, Brian intervino incrédulo rebatiendo a su prima.



- ¡Le ha fulminado! La onda le ha dado de lleno, con esa potencia no habrá quedado nada de él...

- ¡Mirad allí! - señaló Mimet hacia la zona devastada. Una figura se erguía impasible entre la desolación y el crepitar de ardientes brasas que quedaban del gran impacto energético. - ¡Es él!...

-¡Ni le ha tocado! ¡Es un demonio sumamente poderoso! - Repuso Minara asombrada. -

- Seguramente debe de pertenecer a las altas jerarquías. No hay duda - corroboró Alusa con creciente temor para afirmar. -  Ahora sí que estamos en problemas...

- ¡No es posible! ¡Le he lanzado toda mi energía concentrada! ,- pudo exclamar Diaval jadeante mientras se veía obligado a tomar tierra para tratar de recobrar el aliento. -

           

            Aquel ente infernal se acercó, esta vez caminando sin prisas. Entonces todos oyeron un estruendo por encima de ellos y al levantar la vista pudieron ver a otro monstruo espantoso. Una serpiente de tres cabezas, reptil, gato y humana, que chillaban histéricamente. Sobre él otro demonio que portaba en su mano una antorcha, bajó de su horrenda montura y se posó junto a Zaebos que se dirigió desenfadadamente al recién llegado...



- Haborym - saludó a su compañero demonio para preguntarle con cierta extrañeza. - ¿Qué haces aquí? De esto me encargo yo sólo.

- Vengo para apropiarme de sus almas, ¿a qué sino? Son nuestras,- repuso el interpelado que acercó  descuidadamente su antorcha a unas piedras cercanas que al punto ardieron. – Están en nuestros dominios.

-¿Quiénes demonios sois vosotros? - Pudo preguntar Diaval.-



Aunque enseguida se dio cuenta de lo absurdo de sus palabras. Desde luego esas frases hechas no tenían mucho sentido allí, o precisamente tenían demasiado.



- Ya te lo he dicho. ¿Eres sordo además de estúpido? - Le inquirió Zaebos que parecía irritado aunque enseguida recompuso su imperturbable gesto para decir. - No importa, el caso es que has luchado conmigo y podéis pasar.- Les señaló hacia la puerta y cuando el grupo iba a dirigirse hacia ella les ordenó detenerse para añadir con malicia. - Pero has perdido y tendrás que dar algo a cambio...

- No me pediste nada.- Rebatió Diaval negándose con tono orgulloso. - No tengo porque darte ninguna cosa.

- Pero yo sí que lo pido, quiero un alma, una de cualquiera de vosotros.- Intervino Haborym que recorrió con la mirada a todos los miembros del grupo y clavó su vista en la aterrorizada Fiora. - Tu alma me gusta, me quedaré con ella.

-¡No, ni hablar! , no se te ocurra acercarte.- Le advirtió Diaval que se interpuso tratando de atacar al demonio.-



No obstante éste levantó su antorcha y el saiyajin sintió un calor tan horrible que se apartó casi involuntariamente.



- Es un buen trato, no lo dudes, ¡únicamente uno de vosotros por el resto! - Le dijo Zaebos divertido - Así podréis seguir adelante.

-¡Eso no es justo!- terció Asthel con indignación. - No podéis pedirnos eso...

- Fiora es nuestra amiga y no vamos a dejarla ¡Ni se os ocurra! - Les advirtió Maray de idéntico talante que su hermano.-

           

            Todos cerraron filas en torno a su compañera pero los dos demonios permanecían impasibles. Haborym les apartó  con un sólo gesto de su antorcha sin que pudieran resistirse. Aunque Diaval concentró todas sus fuerzas y se aproximó apuntando a ambos demonios con uno de sus brazos.



- ¡Si no queréis que os reduzca a partículas dejadla en paz! - Les espetó. -

- Ya has visto que tus poderes nada valen contra nosotros. Tu violencia es inútil. - Sonrió Zaebos que le indicó a su compañero. - Habornym. ¿Qué hacemos?

-¡Si no nos dan el alma de la muchacha, nos quedaremos con todas! - Declaró ese otro demonio con visible entusiasmo. -

-¡Por encima de mi cadáver! - Escupió Diaval que trató de golpear al de la antorcha.-



Pero éste le esquivó de tal modo que el saiyajin no pudo saber cuando había desaparecido de su vista. Lo que si notó fue el postrer golpe que le lanzó al suelo. El príncipe estaba furioso y frustrado, no sabía como oponerse a sus rivales que le observaban divertidos. Aunque ahora Habornym agregó con más severidad.



- Si quieres morir, por mí no hay inconveniente.



 Volvió a acercar su antorcha ante Diaval y el saiyajin sintió un ardor terrible que le hizo gritar. El resto estaba paralizado, apenas podían moverse del sitio, una fuerza invisible les retenía. Pero no a todos, súbitamente Fiora consiguió avanzar sin oposición alguna y en voz alta detuvo al demonio con un tono lleno de convicción y dignidad.



- Ya es suficiente. Si queréis mi alma os la daré, pero no le hagáis daño. Ya basta de violencia, ¡por favor!…



            Nada más oírla Habornym apartó su tea y Diaval pudo recuperar algo de su aliento, notando como su temperatura bajaba. Aunque estaba tumbado en el suelo y apenas era capaz de levantarse, totalmente agotado. Aun así pudo musitar...



- ¡No lo hagas Fiora! No podría soportar… la humillación, ¡prefiero morir! Y no permitiré que tú…



            Aunque la chica se agachó tapándole los labios con un dedo y le dijo con tinte cariñoso y suave.



- Pero no sólo se trata de ti y de tu honor Diaval, también están nuestros compañeros, no puedes sacrificarles a ellos. Ya has oído lo que han dicho estos demonios, mi alma por todas las vuestras, y tienen razón, es un precio bajo para asegurar que se cumplirá nuestra misión. Por favor, es mi decisión. Te pido que la respetes y la aceptes, como yo he respetado tus deseos de combatir. Y recuerda que, pase lo que pase, te llevaré en mi corazón siempre. Únicamente te pido que reces por mí…con aquella hermosa canción que dijiste. Ya sabes lo que siempre he creído, que el amor es más poderoso que la violencia.



            El asombrado muchacho no supo que oponer. Recordaba haber oído algo así. ¡ A su propia abuela Setsuna! Y también a su abuela Seira. Jamás lo comprendió, aunque ahora quizás comenzase a hacerlo. Fiora le dedicó una tierna sonrisa y levantándose se aproximó más hacia los demonios que observaban la escena con rostro impasible. La chica entonces asintió afirmando con voz queda.



- Estoy lista.



Habornym chasqueó uno de sus dedos e hizo que la chica levitara, al instante la dejó en estado de coma. Entonces del cuerpo de ella surgió un resplandor que se condensó en una esfera de blanca luz.



-¡Qué alma más pura, ja, ja, ja! - Rio  el demonio con regocijo. -

-¡Nooo, déjala en paz! ¿Por qué a ella?- Gritó impotente Diaval quien haciendo gala de su coraje, pudo, pese a todo, reunir las suficientes energías para levantarse de nuevo. Quería acercarse pero ahora sí que no podía ni moverse, solamente pudo chillar presa de la desesperación. - Yo soy el que ha luchado y el que ha perdido. ¡Yo os desafié por culpa de mi orgullo! ¡Yo soy quien tiene un temperamento violento que debe ser castigado! ¡Quítame el alma a mí, matadme, despedazadme, haced conmigo lo que os plazca, pero dejádsela a ella!



            Todos los del grupo estaban perplejos, seguían clavados en el sitio sin poder moverse tampoco. Las chicas presenciaban horrorizadas la escena. Brian, lleno de rabia e impotencia, quiso atacar con una bola de energía, pero ésta sencillamente no se condensaba. Asthel y Granate se miraron, parecían inquietos aunque no tan preocupados. Quizás tenían una intuición pero eran incapaces de plasmarla. A todo eso, los dos demonios cruzaron miradas de mutua confirmación y Zaebos dijo.



- Parece una buena oferta ¿Qué dices tú? - Inquirió a su compañero con sorna. -

- No sé.- Repuso Habornym con regocijado tinte de fingida duda. - A mí me gusta mucho esta alma que tengo aquí. No necesito la suya para nada. La de la muchacha es mucho más pura.- Y mientras hablaba el alma de Fiora se acercó hacia el demonio y parecía perder su blancura mientras lo hacía. -



Granate pudo decir aterrado y con la voz entrecortada.



-¡Le está corrompiendo el alma! ¡Si sigue así estará perdida!

-¡Oh no! ¿No podemos impedirlo? - Chilló Maray espantada. -

-¡Es imposible! - Repuso Alusa aterrada e impotente también. - ¡Son inmensamente poderosos!

-¡No lo serán lo bastante!...- aulló Diaval.-



Con el rostro desencajado por la furia y haciendo un enorme esfuerzo, trató de atacar a los demonios. Con un potente grito concentró su energía rodeándose de un resplandor dorado. Aunque sus oponentes le miraban con desdén, sin parecer en absoluto inquietados. El guerrero del espacio intentó golpearles pero no podía tocarlos. Ciego de rabia y desesperación desenvainó su espada, la mítica Inmortal Sword legado de su padre y de su abuelo y trató de herir con ella a sus enemigos, pero Habornym acercó su antorcha y ante la mirada perpleja del saiyajin su espada ardió...Tuvo que soltarla para no quemarse y el arma quedó reducida a cenizas. El joven saiyajin estaba boquiabierto, incapaz de reaccionar. Los demonios se sonrieron y Zaebos dijo triunfante,..



-¡Creo que ya es hora de irnos, tenemos lo que queríamos!

- Sí,- convino el otro desapasionadamente, apartando la antorcha. - Vayámonos ya...



            Diaval  se sentía desesperado, tenía la mirada perdida tratando de asimilar aquello. En un instante había sido derrotado, humillado y además había permitido que la gloriosa espada de sus ancestros se redujera a cenizas. Eso le cruzó por la mente en un instante pero, paradójicamente, lo único que le importaba ahora era el terrible destino de Fiora. Esa muchacha había sacrificado no sólo su vida, sino su alma inmortal para permitir que ellos pudieran continuar vivos y proseguir su misión. ¡Y él no había podido hacer nada! Aunque entonces sintió que quizás sí le quedase un último recurso, y para sorpresa de todos se arrojó de rodillas ante los demonios cuando estos iban a marcharse y les interpeló.



-¡Por favor! ¡Os lo suplico!, salvarla a ella y tomadme a mí. Nunca he suplicado nada a nadie en toda mi vida….Pero ahora…, os lo pido de rodillas, ¡me humillo ante vosotros por ella!



            Las palabras de su abuela Setsuna volvieron a resonar en la mente del chico. Aquello era algo que trascendía la mera fuerza, ¡ahora lo comprendía! Estaba más allá de toda posibilidad de vencer, y ahora no le importaban la derrota ni la humillación, con tal de que Fiora volviera a estar viva y a salvo.



-¡Es conmovedor!,- declaró Zaebos con sorna dirigiéndose a su compañero. - ¿No crees Habornym?..

- Ja, ja, ja, ja, ¡me va a hacer llorar! - Se rio éste -....

- Por favor,-  musitó entre dientes Diaval con la voz entrecortada, ajeno a las burlas y presa de la desesperación. - Os lo suplico, ¡ella no! No ha hecho nada para merecer esto. La quiero y no deseo perderla. ¡Yo tengo la culpa!, todo ha sido por causa de mi violento carácter y de mi gran orgullo. He sido muy prepotente y vanidoso. Me lo advirtieron pero yo no escuché y ahora no quiero que Fiora sufra por ello. ¡Es injusto!  Ella me lo avisó. Tenía razón, las cosas no pueden resolverse siempre por la fuerza. Pero yo no sé actuar de otro modo. ¿Cómo podría reparar lo que he hecho? - Pudo balbucear derramando lágrimas de dolor e impotencia. -



            Entonces recordó las últimas palabras de Fiora, aquella canción… rezaría a sus ancestros y pediría por la ayuda divina. ¡Aunque estuviera en las profundidades del infierno! De modo que ante la sorpresa de los propios demonios, se dominó y comenzó a cantar con voz potente elevando la vista a las alturas y de rodillas al tiempo que extendía los brazos formando casi una cruz.



“El hombre sabio dijo, camina de esta manera
Al amanecer de la luz
El viento soplará en tu rostro
Mientras que los años pasan

Escucha esta voz en el interior
Es la llamada de tu corazón
Cierra los ojos y encontrarás
La salida de la oscuridad

Aquí estoy 
¿Me enviarás un ángel? 
Aquí que estoy 
En la tierra de la estrella de la mañana 

El hombre sabio dijo, sólo encuentra tu lugar
En el ojo de la tormenta
Busca las rosas a lo largo del camino
Sólo ten cuidado con las espinas 

Aquí estoy 
¿Me enviarás un ángel? 
Aquí que estoy 
En la tierra de la estrella de la mañana 



Todos se quedaron asombrados. Ahora, incluso más allá de la gravísima situación que sufrían, miraban compadecidos a su compañero. Estaban llenos de pesar por él y por la propia Fiora, pero tampoco podían hacer nada. Aunque al tiempo quedaron maravillados por la belleza de ese canto, teñido de dolor y al tiempo de súplica, combinados con la fuerza y la determinación del guerrero.


El hombre sabio dijo, sólo levanta tu mano
Y busca el conjuro
Encuentra la puerta a la tierra prometida
Sólo confía en ti mismo

Escucha esta voz en el interior
Es la llamada de tu corazón
Cierra los ojos y encontrarás
La salida de la oscuridad



El cabello del saiyajin incluso se tornó entonces blanco brillante y sus ojos adoptaron ese tono dorado que daba fe de su carácter sobrenatural. Eso les asombró a todos, aunque, al fin, tanto Asthel como Maray, parecieron comprender algo y sonrieron…el mismo Granate asintió con idéntica expresión…


Aquí estoy 
¿Me enviarás un ángel? 
Aquí estoy 



En la tierra de la estrella de la mañana 
Aquí estoy 
¿Me enviarás un ángel? 
Aquí  estoy 




Al verlo así los demonios se miraron como si hubieran convenido algo ya pactado de antemano y Habornym hizo un ligero ademán. El alma de Fiora recobró su luz blanca y volvió al cuerpo de la chica….


En la tierra de la estrella de la mañana


Aquí  estoy 
En la tierra de la estrella de la mañana


Aquí  estoy 



Ella cayó suavemente al suelo y poco a poco recobró el sentido. Los demás pudieron al fin moverse y fueron a auxiliarla en tanto el saiyajin miraba hacia arriba, rogando por recibir la inspiración de sus ancestros, en tanto concluía aquella hermosa canción…



En la tierra de la estrella de la mañana

Aquí  estoy 
En la tierra de la estrella de la mañana


¿Me enviarás un ángel? 
En la tierra de la estrella de la mañana”




(Send me an Angel. Scorpions, crédito al autor)

           

            Y finalmente, al terminar de cantar, Diaval se levantó y resignado, susurró bajando la cabeza, dirigiéndose a ambos demonios.



- Estoy a vuestra merced, tomad mi alma, eso es lo pactado y un príncipe de los saiyajin siempre cumple sus promesas.



            Todos guardaron un espeso y preocupado silencio. Sus dos interlocutores tampoco daban la impresión de tener prisa por contestar, finalmente y tras unos agónicos instantes, uno de ellos tomó la palabra.



-Tonto presuntuoso. Nosotros no dijimos nunca que quisiéramos tu alma. - Replicó Zaebos mirándole con indiferencia. -

-Tenemos órdenes de jerarquías superiores. Así que ¡marchad! - Les ordenó Habornym  señalando hacia la puerta que ya estaba abriéndose. –

-Has luchado bien, has sido valiente y lo más importante, finalmente has sabido vencerte a ti mismo.- Intervino Typueros que, reapareció ante ellos, totalmente incólume, para remachar.- Has ganado el derecho a traspasar este círculo, para ti y para tus compañeros. Así pues, continuad…



            El saiyajin les miraba como atontado, ¡no podía creerlo!, apenas sí pudo preguntar.



-¿Cómo es posible que estés aquí? Yo había acabado contigo…



            El demonio dibujo en sus fauces algo parecido a una sonrisa, entre burlona y condescendiente, moviendo la cabeza para replicar.



-Somos inmortales. Un mortal como tú no puede destruirnos. Poco importa lo poderoso que seas o que creas ser… ¡Ahora idos! - Ordenó de modo más tajante e inflexible.-



Al fin Asthel, sacando a su compañero de su estupor, le agarró del brazo y tiró de él llevándole hacia la puerta antes de que esos demonios cambiasen de opinión. Pero estos habían desaparecido. La espada de Diaval estaba otra vez incólume. El príncipe, asombrado, la recogió y la envainó de nuevo.



-No soy más que un inútil…- pudo musitar el muchacho atormentado por aquella situación, ante las caras consternadas del resto. – He fracasado y he traído la vergüenza a mi familia. Por mi orgullo y mi estupidez. El tío Eron estaba en lo cierto. Comparado con estos seres no soy… nada…Nunca debí venir yo. Gloria lo merecía más.

-Gloria tenía otro cometido vital para todos. Y lo habrá cumplido bien. - Le dijo Maray, posando una mano sobre el hombro derecho del chico, que ahora estaba arrodillado en el suelo.-

-Lamento mucho haberos puesto en riesgo por culpa de mi soberbia.- Musitó él.-



 Sin embargo, Fiora miró al abatido joven y con lágrimas le abrazó sollozando emocionada...



-¡Muchas gracias, Diaval! .Yo estaba en una especie de trance pero te escuché.

- Lo siento.- Susurró él visiblemente abatido dejando escapar incluso alguna lágrima. - Tú tenías razón. ¡Soy un estúpido! Ahora comprendo lo que mi abuela me dijo una vez y también sé a lo que tú te referías cuando conseguiste que el Cerbero nos dejara pasar. Yo ni siquiera pude moverle del sitio. Tú sí que demostraste valor al renunciar a todo por los demás. - Sonrió con amargura para sentenciar. – Pero yo he humillado la memoria de los míos y te he decepcionado a ti y a todos con mi estúpido comportamiento. No soy ni un buen príncipe, ni un buen guerrero, no soy más que un idiota...



            Pero ella le acarició la mejilla con afecto y sonrió ampliamente para rebatir con suavidad.



- Eso no es cierto. Tus oponentes mismos lo han reconocido. Tú has sido capaz de vencer tu orgullo y tu vanidad y de templar tu temperamento violento, has admitido tus errores. Esa es la verdadera batalla que debías de librar aquí. La has ganado y esos demonios lo sabían. Por eso nos han permitido continuar. Por eso me han devuelto el alma. Y tu canción… ha sido lo más hermoso que nunca haya escuchado…Al parecer, tus dioses han respondido a la llamada que hiciste con el corazón.



            Diaval la observó atónito, quizás ahora si que comprendía eso de que las batallas más duras son aquellas en las que no se necesitan golpes de puños.



-Mi abuelo también tenía razón cuando me explicó el motivo de ésta canción de mi pueblo. Como dice la letra. Todo rey de los saiyajin, cuando va a ser proclamado como tal, pide que le envíen un ángel...Y creo que a mí, incluso antes de serlo, me han concedido ese deseo.- Afirmó con voz queda, mirando a los ojos de su interlocutora.-



Entonces Fiora, poniéndose un poco más seria y devolviendo esa mirada, le preguntó.



- Sé sincero conmigo por favor. Entonces… ¿Lo que les dijiste a ellos lo sentías de verdad o sólo fue para salvarme?



            Ahora el muchacho la miró incrédulo, no sabía que decir. Por supuesto que lo pensaba. Finalmente sonrió y acariciando las mejillas de ella con sus manos declaró emocionado.



- Sí, un príncipe saiyajin jamás miente cuando da su palabra. Lo dije de veras, ¡y te quiero! No dejaré que nada malo te ocurra. ¡Nunca! por muy poderosos que sean los demonios a los que nos tengamos que enfrentar. Si algún día logramos salir de este lugar y cumplir con éxito nuestra misión quiero que tú seas mi reina, ¡mi futura reina! Si todavía soy digno de ti. Aunque aquí no podamos ver el brillo de las estrellas, te lo pido como mi padre y el padre de mi padre, lo hicieron a sus esposas. ¡Cásate conmigo cuando esto termine por favor y te prometo que, si es necesario, pintaré el mismo averno con el resplandor del cielo!  Aunque solamente pudiéramos estar juntos unos breves instantes y aunque fuera en este desolado lugar. Si estoy contigo para mí eso valdría por toda la eternidad en el Paraíso. - Y Diaval  remachó su propuesta, pidiéndoselo de rodillas ante la cara de asombro de todos los demás. – Acorde a las costumbres de mi pueblo, te pido que seas mi esposa, mi amiga y compañera y la madre de mis hijos.



            Fiora guardó silencio por unos instantes, estaba demasiado sorprendida e impactada para hablar, pero por fin, sonrió de la forma dulce en la que solía hacerlo y respondió mesándole el cabello.



- Te quiero y deseo estar  a tu lado. Sí, me casaré contigo.



            Diaval se levantó lleno de júbilo, sujetó por la cintura  a Fiora y la elevó por los aires sobre su cabeza. La muchacha rio divertida, sorprendida y algo azorada por aquello. Luego él la bajó al suelo y ambos se besaron. Todos los demás aplaudieron emocionados. Esa debía de ser, de seguro, la primera proposición de matrimonio hecha y aceptada en los infiernos.



-Pese a todo quizás ésta sí que sea la tierra de la Estrella Matutina. – Les sonrió Mimet interviniendo entonces.-

-Espera un momento.- Terció entonces Asthel, que, para el asombro del resto, aclaró.- La estrella de la Mañana también es conocida como el Lucero del Alba, y sabéis en qué lugar estamos, ¿verdad?

-En el Infierno.- Replicó Brian con tono de obviedad encogiéndose de hombros.- ¿Y qué?

-Creo que te entiendo.- Afirmó entonces Granate para explicar.-  El Lucero del Alba es otro nombre que la Biblia le da a Luzbel, después Lucifer. ¡Y ésta es su tierra!…

-Realmente podríamos decir entonces que estamos en la tierra de la Estrella de la Mañana.- Concluyó Minara.-

-La misma canción lo decía. Encuentra la puerta a la tierra prometida. ¡Se refería a esa puerta! - Comentó la atónita Maray señalándola.-

-Luego la profecía de tu pueblo se ha cumplido en ti.- Dedujo Alusa, observando al atónito saiyajin.- ¡Eres el elegido!

-¿Qué dice la profecía?- Le preguntó Fiora ante las atentas miradas del resto.-



            El estupefacto saiyajin dedicó unos instantes a meditar sobre esas palabras, y después haciendo memoria, explicó.



-Dice que, cuando un saiyajin cante en la Tierra de la Mañana será respondido.- Les contó Diaval, añadiendo no sin emoción.- El ángel le visitará mostrándole el camino y la consumación de los tiempos estará próxima… ¡Es irónico! Mi pueblo siempre dudó de ese presagio. Nuestra capital es llamada la Ciudad del Sol Poniente y Nuevo Vegeta nunca tuvo ninguna estrella que se ajustara a esa canción. Por ello no le encontrábamos sentido, creíamos que era solamente una tradición sin más. Sin embargo, era verdad. Aunque para descubrirlo haya tenido que descender al mismísimo infierno. Pero eso ya no importa. Lo principal es que os tengo a vosotros, amigos…mejor dicho, hermanos. Os juro que, pase lo que pase a partir de ahora, jamás os abandonaré. En cuanto a ti, Fiora, te amaré como a mi esposa y reina por siempre…



La joven sonrió visiblemente feliz y los dos se dieron un largo beso. El resto guardó un reflexivo y emotivo silencio. Todos comprendieron lo que eso significaba. Ahora más que nunca debían proseguir con su misión y cruzar el umbral de la puerta y así lo hicieron. Ésta se cerró y aun con el eco de la promesa del saiyajin, el grupo comenzó a aventurarse en el Octavo Círculo…



-Las cosas van bien. Justo como yo quería. - Pensó Tom.-



            En el mundo físico y mortal, la celebración en el reino de la Luna había terminado. Tras haberle dejado claras las cosas a la princesa de Marte, y haber detenido y encarcelado a Briseida, Tom se deleitó viendo la animación de la fiesta que se estaba celebrando en el gran salón. Enseguida se reunió con Alice y  se dispuso a acompañar a su prometida a sus estancias. Quizás podrían imitar a los padres de ella y disfrutar de un buen rato a solas para relajarse. No obstante, la joven le sorprendió cuando, tras esbozar una apagada sonrisa, le dijo con tinte de voz triste.



-Estoy un poco cansada. Tanto ajetreo me ha agotado. Si no te importa cariño, me gustaría dormir…



            El muchacho se quedó extrañado, aunque no dijo nada. Era comprensible. A pesar de todo Brise había sido su amiga de confianza y su traición debía serle a Alice muy dolorosa. Ya hablaría él mismo con Neherenia para que el reverso oscuro de la soberana mostrase algo de piedad.



-Neherenia hará lo que yo le diga. Todo me lo debe a mí, y me aseguraré de que Alice sepa que ha sido por mi intercesión. Eso hará que mi princesa de la Luna me ame aún más.- Pensó.-



Así pues le devolvió la sonrisa a su prometida y la besó con suavidad en los labios. Quizás sería mejor descansar. Ahora lo tenía todo controlado. De la misma forma quiso encontrar a sus propios padres y su hermana. Él había dispuesto que estuvieran en la fiesta para que se enorgulleciesen más todavía de él, pero no les había visto hasta ese instante.



-Estarán en el gran comedor, la cena ha terminado pero me aguardarán allí, seguro….- se dijo convencido.-



            Al traspasar la puerta sin embargo no había nadie. Eso le empezó a parecer demasiado raro. No es lo que tenía previsto. Iba a charlar con su familia que se mostraría encantada por esa magnífica celebración. Alabarían sus estupendas canciones y le desearían lo mejor para su próxima boda. Quizás se entretuvo en exceso con Rei y luego con ese atentado absurdo de Brise, que no tendría que haberse producido así, ni en ese momento.



-Tendría que haber descrito mejor esa parte. Puede que el libro al no tener una directriz clara haya improvisado. Bueno, escribiré con más cuidado la próxima vez.- Se prometió.-



Así pues, fue directo a ver a la soberana. Ésta, junto con Doran, se sentaban impasibles en sus tronos y ante una pantalla de holo televisión, mantenían una conferencia. Tom pudo ver el rostro demudado y perplejo de Anaris. Sobre todo cuando con un frío tono de cólera, Neherenia le decía.



-Tu hija ha intentado atentar contra nuestras vidas, se os acusa a ella y a vosotros, sus padres, de alta traición. Compareceréis aquí inmediatamente para ser juzgados.

-Pero, Majestad. ¡No puede ser!- Pudo apenas balbucear la horrorizada condesa.- Briseida jamás haría algo así…



            Antes de que Neherenia replicase se oyó ruido tras Anaris. Al punto entraron varios guardias del reino de la Luna y la sujetaron con poca delicadeza de ambos brazos. Pese a ello, la atónita mujer no ofreció ninguna resistencia. Solamente abría la boca con un gesto a medio camino entre el miedo, el asombro y la desolación. Entonces, tras sonreír de forma siniestra, Neherenia declaró.



-Por si tenías pensado retrasarte he enviado a mi guardia para que te escolten hasta aquí. Y harán lo mismo con tu maridito…

-¡Majestad!- Terció el oficial al mando de esa expedición.- No hemos encontrado al Conde Briseo. Ha debido de huir cuando nos aproximábamos a su palacio.

-No me gusta nada.- Intervino Doran, deduciendo.- Si tenía su fuga tan bien preparada es que algo tiene que ver en todo esto. Sin embargo, - añadió con tono más cordial, dirigiéndose a la que suponía su esposa.- Que Anaris no escapara y que esté tan sorprendida dice mucho en favor de su inocencia.

-Eso ya lo veremos.- Replicó su mujer con desdén.-



            Fue entonces cuando Tom intervino, tras acercarse y hacer una leve inclinación, pidió la palabra. La reina enseguida se la otorgó y él dijo.



-Estoy con el rey Doran. Quizás la pobre Anaris haya sido tan burlada como nosotros. No tendría sentido que, tras el fracaso de un atentado contra vuestras vidas, se quedase tranquilamente en su palacio esperando a los guardias. Y seguro que siendo vos la Hermosa y Gentil reina Neherenia, guardiana de los misterios lunares, podréis ver con facilidad en su corazón.

-Sí, claro.- Se apresuró a replicar Nehie, alegando.- Pero no puedo hacerlo a través de una pantalla. Será traída ante Nos y veremos si es cierto lo que dice. No obstante, su hija es una traidora confesa. Para ella no habrá clemencia.

-Os lo suplico, ¡Majestad! - Exclamó Anaris rompiendo a llorar.- No os pido nada para mí…tened compasión de mi hija, seguro que ha sido un malentendido, ella nunca.

-¡Cállate! La zorra de tu hija ha tratado de matarnos a todos, a mi marido, a mi hija y a mí.- Estalló la soberana, llena de ira, apenas siendo capaz de añadir, en tanto temblaba de furia.-Agradece que el caballero Luz de Luna y que mi esposo hayan intercedido por ti.



            E hizo un gesto para que desconectasen la pantalla, la visión de hecho no era nada agradable, Anaris lloraba y gritaba suplicando piedad para Briseida, en tanto era arrastrada fuera del ángulo de la cámara por los guardias.



-Ahora me retiro a  mis estancias.- Anunció la reina quien mirando con interés a su esposo, le pidió. - ¿Vienes, mi amor?

-Enseguida, solamente quiero estar un momento aquí, pensando.- Le pidió Doran con un tinte de voz apagado.-



            Aquello no pareció gustarle a Neherenia quien dedicó una mirada extrañada a Tom, el chico se limitó a encogerse de hombros y a hacerle un imperceptible gesto para que se fuera. La soberana se alejó. Entonces el joven se aproximó al saiyajin. Una vez a solas, le preguntó con fingida candidez.



-¿Algún problema?

-Sí.- Le confesó Doran, con tono entre sorprendido y preocupado.- Noto a mi esposa diferente. No sé, algo raro le pasa. Se comporta de una manera extraña, está más fría e irascible. Y no deja de mirarse en todos los espejos que ve.

-Bueno, ha estado bajo mucha tensión últimamente con todas sus obligaciones y ahora, esto del atentado la ha incrementado. Creo que es comprensible. Ha sido traicionada por alguien en quién confiaba.- Pretextó Tom.-

-Sí, eso debe ser. Espero que pronto vuelva a ser la de siempre.- Deseó en voz alta su interlocutor.-

-No te preocupes. En cuanto esta crisis quede superada sin duda lo será.- Le animó el muchacho, dejando al rey a solas con sus reflexiones.-



            No tardó en acudir a las estancias de la soberana. Allí, Neherenia estaba ya desvestida, con un sugerente atuendo de noche que evidenciaba sus encantos.



-Pensaba que eras Doran.- Le comentó al chico cuando le vio entrar, en tanto extinguía una lasciva sonrisa.-

-Yo podría hacerte pasar un buen rato antes de que él llegase.- Le ofreció el chico.-

-Si no te importa, me gustaría disfrutar de mi esposo.- Replicó ella para sorpresa de su interlocutor.-



            ¿Cómo era eso posible? Esa desgraciada tendría que haberse entregado a él sin dudar, con ese simple comentario. Tom estaba molesto y, sujetando a su interlocutora de las muñecas, la tiró sobre la cama quedando encima de ella para jadear.



-¡Escúchame bien, zorra! No olvides quien te ha traído aquí…

-No lo hago.- Pudo decir Neherenia que mudó su tono en otro más sumiso. Alegando.- Es que no comprendo porqué él se aparta de mi lado. Soy igual en todo a ella…

-No, no lo eres.- Rebatió Tom soltándola e incorporándose para explicar en modo incluso admonitorio.- Tu otro yo es una reina bondadosa y que se preocupa por todos. A ti se te nota demasiado tu egoísmo…



            Lo que el joven no esperaba fue la reacción de su contertulia, tras erguirse en la cama sentándose sobre la misma, Neherenia se rio. Y era más bien una carcajada burlesca. Tom le dedicó una expresión perpleja y tras interrogarla con la mirada, ella replicó de un modo sorprendentemente sincero.



-¡Mira quien fue a hablar! ¡El egoísta mayor del reino!...

-¿Egoísta, yo?. Mide tus palabras.- Le ordenó él con visible enfado.-

-Todo lo que estas haciendo lo haces por ti mismo. Por tu satisfacción.- Le acusó esa oscura reina.-

-He hecho que Alice sea feliz, te he sacado de tu miseria y te he dado un reino y una familia, he ayudado a mi hermana a triunfar.- Enumeró el chico.- Así que cállate, perra ignorante y respétame como merezco. De la misma forma en que te saqué de tu exilio perpetuo podría devolverte a él.



            Y tiró de una mano de la soberana como si quisiera llevarla hacia el espejo de su habitación. Neherenia demudó su rostro y de aquel tono casi desafiante pasó a otro sumiso y temeroso.



-Perdóname, por favor. ¡No quise faltarte al respeto!

-Vas a aprender cuál es tu lugar.- Espetó él, obligándola a ponerse de rodillas.-



            La soberana se dejó hacer dócilmente, Tom estaba cada vez más excitado, esa sensación de poder total sobre aquella hermosa mujer le servía de afrodisiaco. No perdió tiempo en bajarse los pantalones y su otra prenda íntima, para exhibir su ya erecto miembro ante ella y susurrarle entre divertido y lleno de deseo.



-Ya sabes lo que tienes que hacer…usa tu boca para un mejor fin que el de decir tonterías.



            Su interlocutora no replicó obedeciendo de inmediato se aprestó a esa tarea. El chico gimió de placer. Esa reina oscura había aprendido bien. Aunque para su perplejidad, mirando al espejo, vio el reflejo de la otra Neherenia, observando aquello con lágrimas y moviendo la cabeza. Entonces alguien llamó a la puerta.



-Madre, soy yo.- Escuchó entre atónito y sobre saltado la voz de Alice.- Los padres de Tom van a marcharse, preguntan por él…¿Sabes dónde pueda estar?...



            Y no llegó a terminar la frase, la princesa de la Luna Nueva abrió la puerta encontrándose con aquel espectáculo. A su madre, con esa ropa tan fuera de tono, arrodillada y complaciendo de ese sórdido modo a su prometido, él medio desnudo. Recobrándose a su vez de la sorpresa, Tom pudo tomar la palabra, cuando la impactada chica reaccionó al fin, girándose y saliendo a la carrera de allí.



-Espera Alice, no es lo que piensas… -gritó apartando a la soberana.-

-¿Qué no es lo que piensa?- Se rio ahora esa Neherenia oscura, levantándose para describir entre sarcástica y divertida.- Ha visto a la que cree su madre chupándosela a su futuro esposo. No, para nada es lo que ella piensa que es.



            Tom le dedicó una furibunda mirada pero no contestó, de todos modos eso era cierto. Pero no pasaba nada, él lo arreglaría, solamente tendría que escribir algunas frase en su agenda. Fue en busca de Alice pero ella había desaparecido. No logró encontrarla. Moviendo la cabeza, decidió ir a su habitación en la que se alojaba como invitado de honor. Allí avisaría a algún sirviente para que le informase del paradero de sus padres…



-Será mejor que consulte el Libro. - Se dijo.- Veremos si debo hacer algunos cambios…Y en cuanto a Alice, ¿por qué no?- Se sonrió con expresión lasciva.- Podría convencerla para que se uniera a su madre y a mí…



            Por su parte, Neherenia esperó así vestida la llegada de su marido. Doran apareció a los pocos minutos y la oscura soberana, tras dirigirle unas cariñosas palabras, logró convencerle de que todo iba mejor. Luego le obsequió con las misma atenciones que dedicara a Tom, aunque ahora lo hizo de mejor grado.  



-Quizás empiezo a entenderte.- Pensó, dedicando una leve mirada al espejo que aprisionaba a su otro yo, mientras ya desnuda, era tomada por su esposo.- Hay que sentir algo especial por alguien para hacer esto y ser feliz.



La otra Neherenia seguía presa en aquella habitación siniestra. Ahora trataba de apartar de su mente los jadeos de su contraparte oscura que seguía haciendo el amor con Doran. El saiyajin la sujetaba con delicadeza de ambas muñecas y tras besarla la había penetrado con suavidad tras ponerse encima de ella. La reina oscura gimió sintiendo intensamente ese tipo de placer en aquel cuerpo. Le pareció maravilloso. Percibía una calor extraño y que la irradiaba por todo su ser.



-Esto debe de ser amor.- Pensaba en tanto no paraba de gemir.- Sí…debe de ser eso…me gusta... me gusta mucho…



            Para tratar de evadirse a esa amarga visión su reverso bondadoso recordaba aquella vez en la que Leval, tras un par de años de investigación, pudo decirle lo durante tanto tiempo la había preocupado, pero que nunca tuvo la ocasión de averiguar. Su auténtica procedencia. Reunidos a solas en la estancia privada de la soberana, el ya general Malden le contaba.



-Escucha, Nehie. Por lo que he podido averiguar de mis fuentes en Nature,  de lo que ellas llegaron a saber, tú provienes de un lejano planeta llamado Nyx. Estaba ubicado en los confines del sistema solar terrestre y fue conquistado y destruido por Caos cuando dominaba a la Guerrera Galaxia. Tus padres te hicieron salir de allí cuando eras una niña para ponerte a salvo y así llegaste a la Luna. La reina Serenity, la madre de la soberana actual, te acogió. Y al parecer viviste feliz allí, hasta que tus celos por su hija comenzaron a dominarte. Caos se aprovechó de eso para volverte malvada. Al menos a tu otra encarnación.

-Entiendo.- Musitó su interlocutora realmente impactada por aquello, para afirmar.- Por eso mi fisonomía es algo diferente. Es cierto entonces que soy una extraña aquí, en la Luna.

-Eres diferente, pero no una extraña.- La animó Leval, afirmando con amabilidad.- Creciste y has vivido aquí casi desde siempre. Éste es tu reino, la propia Serenity te lo confió. Además, tienes tus propios poderes. Tus padres eran lo que los humanos llamaríamos dioses. - Le desveló Leval.- Tu raza era fuerte, aunque no tanto como para oponerse al poder del Caos cuando controlaba a Galaxia. De hecho, fue ella misma la que les contó todo a sus sailors Ánima mates, y ellas a mis amigos, cuando indagaron por tu origen. Lo siento mucho, Nehie. – Remató él para añadir.- La misma guerrera Galaxia suplica tu perdón. Por eso y por haberte manipulado.



            Su contertulia guardó silencio entrelazando las manos sobre su regazo y bajando la vista hacia ellas, apenas sí pudo decir con un susurro.



-No hay nada que perdonar. Realmente no fue la verdadera Galaxia quien hizo eso. La comprendo perfectamente. Como yo, fue víctima también del dominio que la oscuridad ejerció sobre ella.



            Leval posó una mano sobre el hombro derecho de la soberana y animoso, le comentó.



-Lamento si esto te ha producido malestar o tristeza. Pero creo que siempre es mejor que uno sepa de donde viene para saber a dónde va… Y, de todas maneras, aquello es parte de un pasado remoto y terminado. Tú eres una persona renacida y nueva. Has demostrado ser una magnífica reina y una gran mujer. Eres una estupenda madre y esposa. Lo que quiera que sucedió entonces ya no tiene importancia.



            La aludida levantó la vista y sonrió agradecidamente en tanto asentía. Eso pensaba también, se sintió mucho mejor. Su amigo se despidió entonces dado que iba a la Tierra a visitar a su familia. Ahora volvió a la cruel realidad. Su esposo seguía amando a aquella malvada mujer tomándola por ella misma. Pero a fin de cuentas ¿cómo podría culparle? De hecho, ahora las dos eran idénticas…el anverso y reverso de una misma moneda. Entonces, sin previo aviso algo sucedió, inexplicablemente aquel cristal comenzó a agrietarse.



-¿Qué ocurre?- Fue apenas capaz de musitar.-



Entonces Nehie sintió como si una enorme fuerza tirase de ella hacia el exterior. El espejo estalló y la soberana perdió el conocimiento…



-Bueno, creo que dormiré un poco yo también.- Suspiró Tom tras darle una ojeada al libro.-



            Había leído algo de sí mismo. Usó su agenda para agregar algunas cosas y quedó satisfecho. Vio que allí estaba escrito todo lo que había pensado. No tenía dudas de que, al día siguiente, las cosas se aclararían. Le pareció suficiente. También se informó de las peripecias de aquel grupo… Esa aventura en el séptimo círculo había estado bien.  Al parecer ya iban muy avanzados. Asimismo ojeó algo de lo que pasaba en Nature. Al parecer Martin estaba casado y feliz con Daphne, incluso habían tenido un hijo. De todos modos eso no le interesaba demasiado. Aunque probaba que seguía teniendo el poder.



-Mañana hablaré con Alice, le diré que lo que vio fue una pesadilla y lo creerá. Eso si lo recuerda. Así que, fin del problema. O me inventaré una tradición de la Luna por la cual, la madre y la hija deban complacer al novio antes de la boda.- Se dijo con satisfacción y un tinte de lujuria, sentenciando.- Puedo hacer lo que yo quiera.



Y en cuanto a la gran amenaza que se cernía sobre todos, ya se ocuparía él mismo de hallar una solución. Si bien no podía terminar con la Nada y el Olvido quizás pudiera llegar a alcanzar algún tipo de pacto con ellos. ¿Por qué no? Eso es algo que nadie había tratado de hacer…Quizás esa fuese la solución. Decidió dejarlo por esa noche. También estaba algo cansado. No pudo leer nada más concreto sobre sí mismo. Sin embargo, no le pareció un asunto demasiado importante y en cualquier caso daba igual. Tal y como indicaba en el final de esa página en la que se quedó, al día siguiente resolvería aquello de una vez por todas. Tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que deseara. Finalmente se acostó. Por su parte, Lance había terminado aquellos retoques, siendo incluso capaz de borrar pasajes que le parecieron realmente carentes de moral, como el de su sobrino con Briseida, con la reina oscura, o incluso con la propia Rei. ¿Es que a ese chico no le bastaba con la hija de Neherenia?...En honor a la verdad la soberana seguía siendo una mujer realmente hermosa. Pero de ahí a desnudarla y luego atreverse a hacer eso con ella… Y en cuanto a la pobre madrina…en fin, aquello ya estaba eliminado…



-Bien, querido sobrino. Duerme tranquilo y descansa. - Se dijo esbozando una sonrisa entre aliviada y algo entristecida, sentenciando.- Sea como fuere, al despertar te llevarás una gran sorpresa…no te gustará, pero es por tu propio bien.



            Guardó el libro y su propia agenda, que estaba con bastantes páginas en blanco aun, y volvió a sonreír, su sobrina Loren llegaba en ese momento. Lo cierto es que esa alegre niña se había convertido en una chica muy hermosa, recordaba bastante a su propia madre con esa edad. Su tío no podía dejar de mirarla percatándose de ello. Él había ido a visitarles a casa, pero ni Idina, ni Michael estaban allí. Por fortuna tenía la contraseña digital de la puerta y pudo pasar. Ahora era la joven la que había retornado en primer lugar.



-¡Cuanto me alegro de verte!- Le saludó ella tras darle un sentido beso en la mejilla.-

-Y yo a ti, cariño.- Sonrió Lance a su vez, preguntando con inquietud.- ¿Qué tal está hoy?..

-Bueno, acabo de venir de estar un rato a su lado. Los médicos dicen que se mantiene en un estado estable. Mamá está con él ahora. Incluso esa señora, la doctora Arneau, ha venido especialmente de la Tierra para atenderle. ¡Ojalá que mejore! Hasta Alice y sus padres han enviado sus mejores deseos…

-No te preocupes. - La animó su tío, aseverando convencido.- Mejorará…Anda, ahora prepárate, te invito a cenar…

-¡Vaya! - Se sonrió la chica.- Es estupendo tener un tío con dinero…

-Siempre he querido invitar a salir a una artista. - Se rio él dándole un afectuoso capón en la cabeza para arengarla.- ¡Vamos, pequeñaja!...



            Loren asintió con más entusiasmo. No tardó en seguir a su tío que ya salía de la casa. Con él siempre se encontraba muy a gusto, podía hablar de cualquier cosa, la comprendía perfectamente y siempre la apoyaba. Durante los últimos años y a raíz de lo sucedido con Tom, habían estrechado mucho su relación. Desde luego se alegraba de haberse puesto guapa para él. Dejó aquello y le siguió. Tras alcanzarle su acompañante la ofreció un brazo y la muchacha lo tomó, agarrándose con cariñosa presteza. ¡Ahora más que familiares casi parecían una pareja! pensaba ella con cierto tinte de culpabilidad. Pero no podía evitar un extraño hormigueo en el estómago cada vez que estaba a su lado.



Lance la miró y sonrió. Sabía que aquello supondría un enorme sacrificio pero, tras hacer un pacto con el Demiurgo, no tuvo elección.



-Será difícil para todos, pero lo haré. Y de este modo las cosas tendrán sentido. -Meditó para sí.- Y los otros podrán continuar sus vivencias y la historia.

-¿En qué piensas?- Sonrió Loren, creyendo adivinar.- ¿El trabajo otra vez?

-Bueno, algo así.- Admitió su interlocutor.-

-Pues olvídate de eso ahora que estás conmigo.- Le pidió melosamente la joven.-



El interpelado asintió, lo haría de buena gana. Así las cosas aguardaron en la calle hasta que al fin, llegó el taxi deslizador, lo tomaron entonces directos a un restaurante de Bios. Allí podrían seguir hablando de cómo estaban las cosas…

 
              
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