martes, 8 de marzo de 2011

GWT 48. 200. Las últimas despedidas


Paralelamente a la bajada a los infiernos del grupo, en la Tierra y en Bios había pasado el tiempo, pero no de la misma manera. El último año de espera antes del fin se fue consumiendo. Para los que se quedaron habían transcurrido diez largos años desde la partida del grupo de los nueve. Madeleine había aguardado el regreso de su novio durante bastante tiempo pero, desalentada al no tener noticias suyas, pensó que ya no volvería más.



-Te he amado mucho, Asthel. Y todavía te quiero.- Suspiraba a veces, mientras continuaba con su vida.- Pero ya no puedo esperarte más. Lo siento, sé que te lo prometí. ¡Ojalá que puedas comprenderlo!



Y es que hacía unos años que conoció a un chico en su trabajo como médico en un hospital en el que comenzó a trabajar. Ambos se hicieron novios. Las cosas iban muy bien, ya pensaban en su próxima boda. Amatista y Leval no habían perdido, sin embargo, la esperanza de ver de nuevo a sus hijos lo mismo que los demás padres, antes del final. De hecho, Madeleine nunca dejaba de pasarse a ver a los padres de su antiguo novio. Les tenía mucho aprecio y no olvidaba lo que hicieron por ella y por todos. Muchas veces hablaba con la señora Malden y le decía con amabilidad tratando de animarla.



-No se preocupe. Sé que un día volverá.

-Sí, ojalá sea así.- Suspiraba Amatista agradeciendo aquellas palabras, añadiendo en ocasiones con tristeza.- Pero hija, nos queda ya tan poco tiempo…

-No se desanimen.- Le pidió Madeleine que no entendió aquellas últimas palabras.- Tengan confianza en Asthel…él puede hacer cualquier cosa…



            Su contertulia sonrió, se dio cuenta de que no debió haber dicho eso último. Esa pobre joven tenía derecho a  rehacer su vida y ser todo lo feliz que pudiera. Además, trataba de apoyarla y era muy gentil. Pese a todo, Maddie siempre mantuvo el recuerdo y el cariño hacia Asthel. Así las cosas no dedicaron más tiempo a ese tema.



-¿Qué tal todo en el hospital?- Quiso saber la señora Lassart.-

-¡Oh!, mucho trabajo como siempre. Pero por suerte cuento con la ayuda de la jefa de enfermeras. Erika tiene mucha experiencia. Ha pasado por muchas cosas, sobre todo cuando viajó en la SSP-2 rumbo a Nature.

-¿En la SSP-2 dices? Algunos amigos míos fueron en ella. De modo que se llama Erika. Me suena ese nombre, pero ahora no recuerdo.- Comentó Amatista tratando de hacer memoria.-

-Erika Marek. Bueno, desde que se casó, Erika Jordan. -Rectificó Maddie.- Tiene una hija muy mona, Gloria, tendrá unos seis años ahora. - Le contó.-

-Creo que es una niña rubita, es alumna de mi amiga Idina.- Sonrió su contertulia.-



            Amatista pensó en su antigua compañera de grupo. Por fortuna parecía haber ido superando la marcha de su hija Loren. Aunque el brillo en su mirada se había apagado. A veces quedaba con ella, con Sandy y Mimí, y se animaban mutuamente. Y de todas ellas, era Idina la que se mostraba más melancólica. Por lo menos tuvo algo que la animó, haciendo que poco a poco fuese recobrando algo de su pasado optimismo. Su mayor consuelo era ver feliz a su hijo Tom otra vez. La relación de ese chico con esa muchacha, Helen, la hija de la doctora Julieth Sullivan, iba muy bien. Hablaban incluso de su inminente boda.



-¡Qué lástima! Se vuelto alguien tan distinta a cuando era joven. ¡Ojalá que la felicidad de su hijo le devuelva en parte la suya!  - Meditaba Amatista.-

-¿Está usted bien?- Se interesó Madeleine al ver tan pensativa a su interlocutora.-

-Sí, no te preocupes. Únicamente recordaba.- Sonrió débilmente este.-



            Charlaron sobre otros asuntos y tras darle recuerdos para sus padres, despidió a esa muchacha.



-Es una buena chica. Lástima que ella y mi hijo no hayan podido tener una historia los dos juntos.- Se dijo Amatista no sin pesar.-



En cuanto a los abuelos Roy, Diamante, Beruche, Esmeralda y todos los de su generación ya estaban viejos y muy cansados. Recordaban el día de la partida de los muchachos y también mantenían la ilusión por volver a abrazar a sus nietos antes de que su tiempo en el mundo terminase. Así, la vida había transcurrido relativamente normal en ese periodo. Hasta aquellos días los informes sobre el avance del olvido se circunscribían únicamente a la inteligencia militar y a los gobiernos. Sin embargo, desde hacía unas pocas semanas ocurrían cosas muy extrañas en el espacio, naves y comunicaciones que desaparecían como si jamás hubiesen existido. Alteraciones en los días, trastornos en el agujero de gusano que unía a la Tierra y Bios, que incluso permitían la comunicación simultánea entre ambos mundos prescindiendo de los avances de la tecnología que ya lo posibilitaban hacía años. Ya no era posible seguir manteniendo aquello en secreto. Se había creado un clima de temor en la población pese a los llamamientos a la calma y al orden de los distintos gobiernos. No obstante, todo el mundo guardaba una última carta, al menos, una esperanza. Los reyes de la Tierra ya solventaron hacía años una situación similar. Seguramente volverían a hacerlo. Pero desde que comenzara la crisis estos no habían dado señales. Tanto los soberanos como las princesas planetarias se mantenían recluidos en el gran palacio de Cristal- Tokio. Allí, ante sus puertas, acudían casi a diario miles de personas rogando por verles. Pero nadie respondía. Quizás lo hicieran llegado el momento. Sin embargo, los únicos que sabían lo que estaba pasando realmente eran, Leval, Mazoui, sus familias y amigos más cercanos. Un día por fin, el hijo de Karaberasu, gracias a sus poderes para ver lo oculto que ahora parecían activarse nuevamente, y sus estudios, descubrió que la crítica situación había llegado a su momento final. Llamó a su antiguo compañero de aventuras por el vídeo teléfono y le dijo con tono bastante preocupado y lleno de consternación.



- Leval, han vuelto.....

- Sí.- Contestó éste, comprendiendo inmediatamente de lo que se trataba para agregar con voz queda. – Lo hemos sabido desde hace varios años. Al principio eran esas anomalías detectadas en los confines del sistema de Nature. Después en las lejanas estrellas. Ahora se aproximan otra vez.

- ¡Y nuestros hijos que los habían rechazado ya no está aquí para volver a hacerlo! Hemos esperado deseando que pudieran regresar a tiempo… pero me temo que, en esta ocasión, no habría un segundo milagro.

- Quizá lo lograron solamente por unos años, y por última vez cuando partieron a interceptar a aquello.- Le dijo Mazoui añadiendo con gravedad. - Pero ahora detecto una inmensa marea que cubre todo lo que he tratado de investigar en los alrededores del Universo. Las luces de estrellas que deberían estar ahí puede que ya ni estén y planetas cercanos han desaparecido. Lo que indica que eso ha pasado por esa zona hace ya al menos unas horas...

- Es el Olvido, y la Nada ¿verdad, Mazoui? - Le inquirió Leval que, a su pesar, conocía la respuesta cuando sentenció. - Ésta vez no tenemos escapatoria...

- Eso me temo. - Reconoció su primo comentándole con un tinte sereno. - Creo que lo mejor sería reunirnos.

-¿Para qué? - Objetó resignadamente su contertulio. - Nada podemos hacer, no tiene sentido crear más pánico. Dejemos vivir a todo el mundo en paz el tiempo que nos quede...

- Sólo lo decía para poder despedirnos, viejo amigo.- Sonrió su primo. – Todos juntos…

- Sí, eso es verdad.- Asintió su interlocutor devolviéndole la sonrisa. -

- Venid a la Tierra mientras os sea posible hacerlo, aquí estamos casi todos. Díselo a los demás, os esperamos. Hasta pronto.- Se despidió Mazoui  cortando la transmisión. -



Leval desconectó el aparato y se sentó en el sofá de su salón. Sin hacer nada más aguardó a que llegase su esposa. Casi una hora después Amatista retornó del trabajo. No era ajena a que esa oscuridad se acercaba. Su marido no quiso o bien no pudo guardar el secreto durante mucho más tiempo. Se lo confesó semanas antes con enorme tristeza. Ambos se abrazaron y lloraron entonces, pero no por ellos mismos, tan solo por la desolación de no haber sido capaces de abrazar nuevamente a sus hijos. De todas formas, Amatista quiso mantener la dignidad y el valor hasta el último día. No tenía sentido preocupar a nadie más. De modo que, acudió regularmente al laboratorio e hizo como si nada extraño ocurriese. Únicamente cuando estaba a solas con Sandy hablaban las dos de ello. Y aun así, preferían no dedicarle muchas palabras a ese tema, tratando de comentar cosas más agradables y cotidianas. Sabiendo lo poco que les quedaba, únicamente deseaban saborearlo lo más posible. De modo que cuando la doctora Malden entró en casa y observó la expresión de  su esposo, él no tuvo que pronunciar palabra.



-Entonces, todo ha llegado ya a su fin. – Suspiró ella abrazándose a su marido. –

-Sí, cariño.- Replicó él con voz queda, apretándola fuertemente entre sus brazos para añadir.- Ahora debemos ir al encuentro de nuestros seres queridos. Si hemos de terminar, que sea juntos.



Ella se mostró de acuerdo, quería tener también la ocasión para decir adiós a sus padres. Después, los dos avisaron a todos sus familiares y amigos de siempre. Empezando por Sandy y  Coraíon. Cuando sonó el videoteléfono en casa de los Lassart, fue la morena científica quién se puso. Reconoció a su amiga Amatista que apenas sí tuvo que mirarla y decir en tono grave.



-Llegó el momento que tanto temimos, nos reuniremos en la Tierra.

-Bien – convino ésta que esbozó una débil sonrisa para replicar. – Allí nos veremos mi querida amiga.



Amatista colgó. Sandy avisó a su esposo para que regresara urgentemente. Él lo comprendió. Enseguida Coraíon se presentó en casa y le dijo.



-Iremos lo antes posible. No hace falta llevar equipaje. Nos reuniremos allí con mis padres.



Y ambos comenzaron a hacer los pocos preparativos que les quedaban pendientes para partir…



            Cuando Leval llamó a su prima Idina ésta asintió afirmando.



-Nos veremos en la Tierra.

-Bien, vamos al astropuerto en cuestión de una hora. – Le informó el chico. –

-No te preocupes. - Repuso ella aseverando de forma casi jovial. – Tenemos nuestro propio medio de transporte.



Y así era. Todavía tenía aquel viaje que su amiga Nehie le dejó a través del espejo. Idina nunca quiso utilizarlo, se decía a sí misma que llegaría una ocasión especial. Bien, ya había llegado el momento. Aguardó hasta que Michael llegó y su hijo retornó junto a su novia. Dado que estaban en Navidades. Helen, esa hermosa joven  de cabello rubio, fue la que le preguntó a la madre de su novio con temor.



-Entonces, ¿aquello que estabais esperando a que pasara ha sucedido ya? Lo que Tom me contó. Es cierto…

-Sí, así es – Suspiró su interlocutora acariciando los cabellos de la muchacha para sentenciar con voz queda y resignado pesar. – Es el final…



Y aunque esa chica humedeció sus ojos con lágrimas no lloró. Tom la abrazó tratando de confortarla.



-El final.- Pudo decir él entonces, recordando como si de un sueño se tratara.- El libro se ha quedado sin páginas…Aunque siempre hay esperanza. Quizás mi hermana y el tío Lance escriban algunas nuevas después de todo.



            Idina asintió con mejor talante ahora. Pensaba en las últimas semanas. Su madre Cooan habló con ella muy seriamente y le pidió que no estuviera triste, que Loren tenía un destino muy importante que cumplir. Lo mismo que Lance. Pensaba en eso, sentadas las dos en un sofá, en la casa del matrimonio Johnson. Escuchó atentamente las palabras de su sabia progenitora, desvelándole.



-Y aunque no lo creas, mi niña. Siendo yo muy pequeña nuestra madre, que se llamaba como tú, nos narraba cuentos e historias de Némesis, de sus padres fundadores. Y en ellas se hablaba de un amor prohibido, que llevó a nuestros antepasados a instalarse allí.



            Idina no tuvo mucha dificultad en comprender lo que su madre quería darle a entender. Quedando asombrada.



-¿Entonces quieres decir que…ellos?...- La mujer no pudo continuar, se quedó lívida.- ¡Eso no…no puede ser posible, mamá!…

-Escucha, cariño. He vivido tantas y tantas cosas que a estas alturas nada me parece imposible ya. – Le rebatió afectuosamente su madre añadiendo.- Sé que estás dolida y triste y que amabas a tu hijita con toda tu alma. Tampoco ignoro que la vida te ha resultado muy dura desde que tu padre murió. Pero todo eso estaba ya marcado. Tenía un propósito. Y al final lo comprenderás…

-Eso no es ningún consuelo, mamá.- Suspiró su interlocutora llena de consternación.-

-Todos hemos perdido a personas amadas y hecho sacrificios. Loren está en Némesis, eso seguro, y está con Lance. Al menos ninguno de ellos estará solo allí. Y son buenas personas, con su amor y sus vidas edificarán el futuro en ese lugar.- Le aseguró su contertulia, acariciando una mejilla de su hija con ternura.- Al menos durante el tiempo del que dispongan. Pero algo me dice, que éste será generoso con ellos

-¡Eso quisiera pensar!- Sollozó ahora Idina, declarando.- Si tan sólo pudiera abrazarla una vez más y decirla cuanto la quiero. No me importaría ninguna otra cosa. Y también quiero a Lance. No deja de ser mi hermano…Desearía de todo corazón poder decirles que no estoy enfadada, que les perdono, y que deseo que ellos me perdonen a mí.

-Sé que lo dices de corazón, cariño. Sin embargo, eso no es posible ya. Ahora, lo que debes hacer es recuperar tu amistad con quien todavía te es posible hacerlo. Debes ir a ver a  Nehie. Ella sufre mucho también. Y aquello no fue culpa suya.- Le dijo Cooan mesando ahora con cariño los cabellos ya en parte canosos de su hija.- Ella siempre te ha querido como a una hermana. Tú lo sabes muy bien.

-Y yo también la he querido así. Tienes razón. Lo haré.- Asintió la aludida.- Tienes razón. Por lo que los primos dicen apenas nos queda tiempo y  no quiero pasarlo llorando y con rencor hacia nadie. No, eso se terminó. ¿Sabes? Siempre tuviste razón, mamá. La reina Serenity y las princesas sabían muy bien lo que hacían cuando os dieron una nueva oportunidad.



Su madre sonrió feliz al escuchar aquellas palabras. Esa sí era la hija que tanto añoraba. Asintió con aprobación y las dos se abrazaron. Y así lo hizo, en cuanto pudo llamó a Neherenia y hablaron. La emocionada reina la invitó a visitarla. Su amiga aceptó gustosa. Las dos pudieron verse una última vez en la Luna y se abrazaron largamente.



-Tú has sido mi amiga más querida.- Le confesó Idina.- Y deseo que siempre sea así, pase lo que pase…¡perdóname! Fui muy injusta contigo. Sé que no tuviste la culpa.

- Estaban bajo mi tutela.- Se lamentó la soberana.- No tengo nada que perdonarte. Es al contrario. ¡Lo lamento con toda mi alma! Ojalá pudiera dar marcha atrás y evitarlo.

-Ahora sé que eso tenía que suceder. No lo sientas más. Eso está olvidado, sólo deseo que podamos volver a ser las amigas que fuimos. Como cuando éramos niñas. - Replicó emotivamente Idina.-

 -Te prometo que así será. - Sonrió la también llorosa soberana, sentenciando.- Hasta el fin de los tiempos.

-¡Ja, ja!…entonces no tardaremos mucho.- Se rio ahora su interlocutora.- Eso será fácil de cumplir, querida Nehie.



            La reina la miró atónita aunque enseguida rio con ella. Ocuparon al menos dos horas más en rememorar sus días de universidad, sus aventuras y todos los viejos y buenos tiempos. Idina le contó que su hijo Tom era feliz con Helen, su novia. Una chica agradable y que le quería.



-Están pensando en casarse, aunque no sé si tendrán la oportunidad.

-En cualquier caso, lo importante es que se amen, eso nadie se lo podrá arrebatar.- Sentenció su amiga.-

-¿Y cómo está tu hija?- Quiso saber Idina.-



            Nehie respondió poniéndola al día sobre Alice. La princesa estaba terminando su estancia en Cristal- Tokio. También le confesó algo más.



-Mi esposo me dejó.- Musitó apenada.- No puedo culparle. Siempre le he amado. Al menos lo he intentado… Pero tanto él, como mi propia hija vieron dentro de mí más que yo misma.

-Dale tiempo. Volverá, sobre todo ahora.- Le dijo Idina con tinte de ánimo.-

-¿Y sabes quién quiso venir a animarme?- Se sonrió con sarcasmo su interlocutora, para rematar.- La última persona que te pudieras imaginar. Aunque trató de hacerlo a su manera…



            Y ante el asombro de su amiga, la soberana le contó…estaba ante el espejo de su alcoba. Sin darse cuenta del paso de los minutos y las horas, la reina se contemplaba. A veces cantaba. Una de sus tonadas favoritas aludía precisamente al espejo y a su juventud perdida.



Espejo.



Estoy buscando un espejo

Para enfrentarlo a mis ojos

Y darme cuenta de que

La belleza de la juventud

Es la única cosa que merece la pena tenerse



Estoy celosa de todo aquel

Cuya belleza no muere

Oh, estoy celosa

De la imagen que el espejo

Ha pintado



Espejo, Espejo…



Estoy buscando un espejo

Para enfrentarlo a mis ojos

Y darme cuenta de que

La belleza de la juventud

Es la única cosa que merece la pena tenerse



Suplico por más

Más de lo que puedo tener

Pero sé que no puedo tenerlo solamente

Con un mirada de mi ojo



Espejo, espejo, espejo, espejo, espejo…

Espejo, espejo, espejo…



(X-perience. Mirror) Crédito al artista



            Algunos de sus cortesanos la escuchaban desde fuera con una mezcla de perplejidad, admiración por su hermosa voz e incluso preocupación, dado que su reina daba la impresión de estar encerrándose cada vez más en sus propios pensamientos o peor aún, de comenzar a perder la razón. Incluso su doncella Selina, la sucesora de su antigua camarera real, Anaris, la observaba con preocupación cuando iba atenderla en sus estancias. Apenas si se atrevía a entrar y preguntar con timidez.



-Majestad. ¿Vais a desear algo para cenar?



            Pero la interpelada no respondía. La muchacha apenas se atrevió a insistir con un susurro.



-Señora…



            Sin embargo, Neherenia simplemente la despidió con un gesto de la mano y la chica salió lo más discretamente que pudo. Fue entonces cuando el reflejo de la soberana tomó vida propia y le preguntó.



-Has vuelto a los orígenes, ¿verdad?

-Sabía que, tarde o temprano retornarías para atormentarme.- Suspiró resignadamente su interlocutora.- Ahora puedes hacerlo. Aunque nada de lo que me digas superará el dolor que ya he sufrido…

           

            Pero el reflejo de la que parecía ser su parte oscura movió la cabeza y declaró con un tono que incluso parecía entristecido.



-No me juzgues tan duramente. Yo nunca he pretendido hacerte daño. Al contrario. Quise advertirte de que esto sucedería. Mi pobre y pequeña niña solitaria. Ya te lo dije antes, no debes tener ningún sueño, los sueños nunca se hacen realidad…

-Los míos sí que se cumplieron.- Rebatió la soberana.- Aunque fuera solamente por un breve espacio de tiempo, una vida humana. Y ahora será mi hija quién los continuará…

-Tu hija tiene sus propios anhelos. Lo sé muy bien, lo mismo que lo sabes tú.- Contestó su alter ego.-

-De todos modos, ¿qué importa ya eso?.. No nos queda mucho tiempo…- Sentenció Neherenia.-

-Es cierto.- Convino su reflejo.- Y ahora puedes comprender lo fútil de los sueños, al final no sabes si has estado soñando o si el mismo sueño has sido tú. Quizás tú misma no dejes de ser más que un sueño que yo he tenido. Uno hermoso de lo que mi vida hubiese podido ser para librarme de mi eterna soledad. Aunque solamente fuese por un breve instante.

-O puede que sea yo quién soñó contigo.- Respondió su interlocutora.- O quizás las dos seamos el sueño de alguien. No lo sé, ni tampoco me importa. Solamente deseo abrazar a mis seres queridos y prepararme para afrontar el final a  su lado…



            Su imagen la observó con sorpresa, aunque asintió, incluso adornó sus facciones con una leve sonrisa y pudo conceder.



-Sí…a fin de cuentas que puede importar ya… te deseo que seas feliz en el tiempo que aun te quede, Hermosa y Gentil soberana de la Luna Nueva, Sailor Shadow, Neherenia Moonlight…Nehie…



            Y guardó silencio. Cuando Neherenia miró otra vez al espejo se vio a sí misma tal cual era. Quizás nunca existió otra cosa allí. Posiblemente siempre se habría tratado de ella misma batallando contra sus miedos y sus incertidumbres…la parte oscura que todos llevamos dentro.



-Es por eso que te echaba tanto de menos, amiga mía. Lo mismo que extraño a mi esposo. Y deseo volver a abrazar a mi hija. Estoy pensando en abdicar en ella. Ya nos queda tan poco que me gustaría ver a mi niña convertida en reina. - Sonrió con ternura para comentar ahora a Idina quien la había escuchado muy atentamente.- Y anhelaba también abrazarte a ti…

-Sí, lo sé. Me ocurría lo mismo. ¡Te echaba tantísimo de menos! Y ahora comprendo que nada fue culpa tuya…ni mía tampoco. Sencillamente  estaba destinado a ser así. Desde el principio.- Repuso serenamente su contertulia.-



Neherenia sonrió reconfortada y las dos se abrazaron una vez más. Añadió confiándole otra cosa.



-Sabiendo que el fin estaba tan cerca, indulté asimismo a los prisioneros. De hecho, antes de que se fuese a la Tierra, le encargué a Alice que me acompañara.



            Las dos fueron a la prisión juntas. Tras haber ordenado un perdón general para los presos y ver como estos se marchaban, se dirigieron a la celda que habían dejado para el final. Allí estaba Briseida, entretenida en regar unas plantas. Al verlas apenas se sonrió con aire resignado comentando de forma irónica fingiendo una reverencia.



-Majestad, Alteza. ¡Cuánto honor!

-Puedes irte. Eres libre.- Declaró lacónicamente la soberana.-



            Al principio la aludida la miró perpleja, luego se rio. Moviendo la cabeza, replicó no sin sorna.



-Si no os importa, terminaré de regar mis plantas antes. Alguien debe cuidarlas.



            La reina no respondió, fue Alice quien, acercándose hasta la celda avisó a un guardia, éste acudió y tras recibir la oportuna orden abrió. Eso sí que sorprendió a la reclusa. Su amiga entró entonces y tomándola de las manos le dijo con afecto y tristeza.



-Es el fin, Brise. El final de todo cuanto existe. Queda muy poco tiempo. Parece que tu Fantasma de la Muerte está llegando. Pero ni mi madre, ni yo, deseamos que lo aguardes aquí. Ve en busca de tus padres. Reúnete con ellos mientras todavía puedas.



            En tanto su interlocutora la miraba con la boca abierta, fue la soberana quien tomó la palabra para explicarle.



-Partirás de inmediato, una nave terrestre te espera.  Irás hasta Cristal Tokio. Los soberanos han encontrado a tu madre, la han alojado allí para que te aguarde. Luego, las dos embarcaréis en una lanzadera que os llevará a otra nave, ésta tomará rumbo hacia Némesis. No es un destierro. Solamente irás si tú lo deseas. Si prefieres dirigirte a cualquier otro lugar, házselo saber al capitán.



            Al fin, la perpleja Briseida pudo reaccionar. En esta ocasión toda su pretendida sorna y desdén desapareció, pudiendo musitar.



-Entonces, es verdad…

-Sí, amiga mía.- Asintió Alice mirándola con pesar.-

-Acepto pues, gracias Majestad, gracias Alteza…-Repuso ahora con humildad.-

-Ve pues, apresúrate.- Le pidió afablemente la princesa.-

-¿Y vos qué haréis?- Quiso saber la todavía atónita chica, mirando a ambas.-

-Quedarnos aquí, en casa. Hasta el final.- Afirmó Neherenia quien esbozando una leve sonrisa, remachó.- No abandonaré a mis súbditos hasta que ellos mismos no estén a salvo y en paz. Me debo a ellos.



            Y Briseida hizo algo que sorprendió a ambas, dobló una rodilla bajando la cabeza para afirmar, entre sollozos.



-Estaba equivocada con vos. Os lo suplico. ¡Perdonadme Majestad! Habéis demostrado que la Luna os importa y todos los que en ella habitan también. Mi madre siempre tuvo razón.

-Estás perdonada, Brise.- Respondió suavemente Nehie, que, dirigiéndose ahora a su hija, le pidió.- Y tú, acompáñala. Quizás en la Tierra los soberanos puedan protegerte de algún modo. O puede que aun en Némesis…



            No obstante, su unigénita no la dejo continuar. Moviendo la cabeza sentenció.



-No madre, soy tu hija, la princesa de este mundo. Y además tengo sangre saiyajin. No huiré, ni abandonaré a mis súbditos a su suerte. Si este ha de ser el final de todo cuanto existe, dará igual a donde vaya. Por eso te pido que no me apartes de tu lado, ¡por favor! - Pudo concluir visiblemente emocionada.-



            Neherenia lloró también y abrazó a su hija. Briseida contempló aquello sin pronunciar palabra. Finalmente musitó.



-Buena suerte. Os lo digo de corazón….a las dos.



            Y tras abrazarse con Alice, la joven ex prisionera, corrió hacia aquella su recién adquirida libertad. Nehie todavía se emocionaba al contarlo. Su amiga ahora se enjugó a su vez algunas lágrimas. Y entonces, la soberana añadió, con una hermosa sonrisa pese a todo.



-Y Alice todavía le pidió a Briseida una cosa más. Que si iba a Némesis les dijera a tu hija y a tu hermano cuanto les quieres y que todo les ha sido perdonado. Espero no haber hecho mal.



            Idina no pronunció palabra, únicamente se abrazó a su amiga y rompió a llorar, con una mezcla de gratitud, alivio y tristeza difícil de explicar. Finalmente, fue capaz de balbucir con emoción.



-Sólo espero que si Briseida y su madre van a Némesis puedan encontrarles y darles ese mensaje. El mismo que yo quisiera poderles haber enviado. Gracias, querida amiga…muchísimas gracias por todo.

-Gracias a ti, por haber estado ahí, siempre. Por aceptar en tu casa y querer ser la mejor amiga de una niña que se encontraba sola.- Musitó la asimismo emocionada Nehie.-



 De este modo se despidieron, deseando poder verse todavía una última vez…Así lo recordaba Idina, ahora con una sonrisa. Nadie dijo nada más, Tom despidió a su novia que quiso volver junto a su madre.



-Iré contigo.- Se ofreció amablemente él.-



            Caminaron un buen trecho hasta llegar al hospital, pese a ser pediatra, la doctora estaba muy atareada atendiendo cuadros de ansiedad ayudando a Madeleine y a Erika. Había muchas personas que estaban aterradas ante aquellas noticias. Tras evaluar a un par de pacientes, Julieth vio llegar a su hija acompañada de aquel chico, sonrió y les saludó.



-¿Cómo estáis?.

-Bien, doctora Sullivan, no se preocupe.- Contestó amablemente Tom.-

-¡Esto es un caos! - Suspiró la facultativa, una vez estuvieron a solas en una salita.- Es terrible, ver a madres que lloran, no por ellas, sino por sus hijos.- Pudo decir, entre sollozos a su vez.-

-No pasa nada, mamá. Estaremos juntas cuando todo termine.- Quiso animarla Helen, posando suavemente su cabeza contra la de su progenitora.-

-Cuando llegue la hora, por favor, venga usted junto con su hija. Únanse a mi familia. Todos estaremos juntos.



            Julieth sonrió de nuevo a ese muchacho. Era un buen chico y quería a su hija. De hecho, al fin parecía que ambas habían encontrado la estabilidad de un hogar. Aunque tristemente eso había sucedido cuando el fin estaba tan próximo.



-¡Ojalá hubieseis tenido tiempo de vivir vuestro amor, de casaros e incluso de tener hijos!-. Suspiró la consternada doctora, añadiendo con un poco de humor pese a todo.- No me habría importado ser abuela y atender en persona a mis nietos.

-Quizás no todo este perdido, mamá.- Le sonrió animosamente Helen.- Nunca se sabe. Puede que, pese a esta situación, quede un poco de esperanza.



            Eso le había dicho Andrew, como él insistía en ocasiones en ser llamado. Tom pensaba que no era digno de llevar el mismo nombre que su abuelo. Pese a ello, a veces su novia se olvidaba, igual que el resto de la familia. Sonrió moviendo la cabeza. ¡Aquello no importaba ya!



-Pudiera ser que los sueños se hagan realidad. Y que algún milagro acontezca.- Susurró él mirando afectuosamente a las dos.-



            Sabía bien a su pesar de las peripecias de aquella mujer. Incluso fue amante de Daphne, cuando esa otra pobre chica, a la que él tan caprichosamente redirigió la vida, estaba atrapada en un matrimonio sin amor. Bueno, más concretamente en uno en el que ella no podía corresponder a su esposo Martin debido a sus inclinaciones.



-Jugué con el destino, creyéndome un dios.- Pensó Tom con vergüenza.- Mi tío siempre tuvo razón. Aunque ahora creo que eso debió de ocurrir de algún modo para ayudarnos a frenar la llegada de la Nada…



Tras esas reflexiones percibió algo. Aquella oleada de olvido estaba aproximándose mucho más rápido de lo que habían creído. Así pues le dijo a su novia.



-No hay tiempo. Por favor, venid las dos a casa conmigo.



Las mujeres se miraron y al fin asintieron. Cuando el chico retornó con ellas todos aguardaron  junto con Idina a que Michael llegara. Al hacer este acto de presencia, todos ellos se dieron la mano. Entonces Idina les indicó que fueran tras ella. Así lo hicieron todos, atravesando el espejo para reaparecer en la Tierra. Surgieron a través de otro, en casa de Cooan. Allí estaban también Daniel y Mimette, acompañados de su hija Mimí y del marido de ésta, Kenneth, que habían viajado a su planeta natal un poco antes, para pasar las fiestas con sus padres. Tras presentar a las asombradas Julieth  y Helen, a toda la familia, la matriarca tomó la palabra.



-Ahora ha llegado la hora. – Suspiró Cooan que incluso parecía feliz cuando les comentó. – El día en el que todos volveremos a estar unidos de nuevo.

-Es verdad, - confirmó Mimette que les recordó. – Creo que el punto de reunión es nuestro viejo cuartel general.

-Así es. - Les confirmó Kenneth, afirmando. – Todos nos veremos allí.



En el reino de la Luna Nueva Neherenia y su retornado esposo contemplaban ya aquella marea de oscuridad acercándose, apagando por momentos el brillo de las estrellas. Recordaba su conversación con Idina y se alegraba de que volvieran a ser esas amigas tan entrañables de antaño. También pensó con asombro todavía en aquella visita tan particular. La propia sailor Galaxia pidió verla. Asombrada, la soberana la concedió audiencia privada de inmediato. Para mayor sorpresa de la reina, la poderosa guerrera, nada más entrar en el salón del trono, se arrodilló bajando la cabeza y disculpándose.



-Por la destrucción de tu planeta y el modo en el que te utilicé, te pido humildemente perdón.

           

            Nehie se levantó enseguida del trono y, arrodillándose a su lado,  le rogó a su invitada que se pusiera en pie. Para declarar.



-Es un honor que Galaxia-sama haya venido a visitar mi humilde reino. Y no tengo nada que perdonarte, señora. Tú no eras responsable de aquello.

-Lo fui cuando traté de acabar con el Caos yo sola.- Replicó su contertulia, levantándose y mirándola ahora, en tanto agitaba su larga melena dorada para sentenciar.- Sin embargo, ahora la Nada deberá ser combatida por todos, unidos y sin excepción.

-Lo sé y también que nos queda poco tiempo.- Convino Nehie.-



            Aunque ahora Galaxia sonrió para decirle con tintes incluso afectuosos.



-Lo que debes hacer es pasar todo el tiempo que puedas con tus seres queridos. Permaneced unidos. Amaos y conservad la esperanza…



            Y así se despidió aquella formidable guerrera. Ahora Nehie volvió a la realidad. Avisó entonces a su hija. La princesa Alice, atractiva chica de casi veinte años, largo pelo moreno peinado en forma que recordaba al de su propia madre y ojos azules. Vino ataviada con su vestido favorito, uno color burdeos con ribetes dorados.



-Es la hora, ¿verdad mamá?

-Sí, querida - convino ésta declarando con resignación. – Ya no queda más que hacer en la Luna. Casi todos nuestros súbditos han sido evacuados o están con sus familias, esperando el fin. Nosotras iremos a la Tierra, la reina Serenity nos necesitará allí. Y podremos reunirnos con todos nuestros amigos.

-Supongo que mis padres y los reyes de Nuevo Vegeta estarán a su vez de camino hacia aquí. – Terció Doran que entró también en la estancia en la que estaban.-



El saiyajin efectivamente había retornado para reconciliarse con su esposa. Tras meditar no podía dejar de amarla y una vez supo la inminencia del final juzgó un sinsentido el estar apartado de ella. Así, al volver a palacio y plantarse ante su esposa, declaró con emoción.



-Ha sido muy duro estar lejos de ti, y no seré tan estúpido como para dejar que mi orgullo se interponga más entre nosotros. Menos ahora cuando todo va a terminar. Si he de desaparecer quiero que mis últimos instantes de existencia se consumen a tu lado.



Ella sonrió de forma muy luminosa al verle y más todavía al escuchar sus palabras. Doran entonces, dio una orden y alguien conectó el hilo musical.



-Hagamos las cosas al estilo saiyajin, como dirían el rey Lornd y su hermano el príncipe Asthel.



La reina corrió a su encuentro, se abrazaron, se besaron largamente y se mantuvieron unidos el uno al otro con sus brazos entrelazados en tanto escuchaban una de tantas hermosas canciones que Roy Malden le había estado sugiriendo durante años, que por supuesto, era más que apropiada para esa ocasión.



Se donde vas, sé que esto es un adiós
Y no puedo hacer que te quedes, no importa como lo intente
Pero ¡Ooh!, si te marchas, por favor, concédeme esta última petición



Y deja mi corazón con alguna felicidad
Si este es el último beso.(Vamos a hacerlo durar toda la noche)




Si esta es la última vez que voy a poder sostenerte
Déjame sostenerte fuerte hasta la luz de la mañana
Si esta es la última vez, ¡ooh que estaremos siempre juntos!




Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte
Si no puedo estar contigo, ¡Oh cariño, toda mi vida!




Cantó Nehie.


La siguiente mejor cosa es tenerte junto a mí toda la noche



            Añadió él…



Deshazte de todas las sombras, pon tu corazón junto al mío

Esta noche dame una oportunidad de sentir el Cielo sólo una vez más.

¡Y ooh!, si te marchas, cariño, te dejaré libre
Solo deja mis brazos con esta única y dulce melodía



Si esta es la última vez que voy a poder sostenerte
Déjame sostenerte fuerte hasta la luz de la mañana
Si esta es la última vez, ¡ooh estaremos siempre juntos!




Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte
Si no puedo estar contigo, Oh cariño, toda mi vida




La siguiente mejor cosa es tenerte a mi lado toda la noche



Y ambos cantaron al tiempo…

Si este es el último beso.(Vamos a hacerlo durar toda la noche)

Si esta es la última vez que voy a sostenerte

Déjame sostenerte hasta la luz del amanecer


Si esta es la última vez, ¡ooh estaremos siempre juntos!


Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte



Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte



Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte




Si este es el último beso.(Vamos a hacerlo durar toda la noche)

Si esta es la última vez que voy a sostenerte

Déjame sostenerte hasta la luz del amanecer



Si esta es la última vez, ¡ooh estaremos siempre juntos!

Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte, esta noche…



Bésame y cariño, dame algo
Tierno para recordarte, esta noche…




(If this is the last Kiss. Meat Loaf, crédito al autor)



Así, tras unos momentos de intimidad para la real pareja en tanto duró esa canción, fue Alice la que, aproximándose hasta ellos abrazaba a su padre con alegría. Su madre,  pudo decir con visible emoción , tras ver como su hija daba la bienvenida a Doran.



-Ahora, ante los pocos testigos que nos quedan. Quiero abdicar mi corona y título de soberana de la Luna en ti. Alice.

-¡Pero madre!- Se sorprendió la joven.- Yo no...



            Neherenia la cortó moviendo la cabeza y sonrió, completando la frase.



-¿Acaso no estás preparada?.. No temas por eso. Lo estás, tanto como pueda estarse en un momento como este.



Y su hija ya no objetó nada más. De modo que  su madre avisó a los pocos leales que allí permanecían. Tras hacer una señal, algunos de los cortesanos se aproximaron. Estaban encabezados por el anciano Gillard de la Lune, quien pese a su avanzada edad seguía haciéndose cargo de muchas cosas todavía. Con el cabello blanco y habiendo perdido peso, el caballero entonces tomó la palabra al ser informado de las intenciones de la reina.



-Así, en este solemne día, y ante todos los aquí reunidos yo, como canciller del reino os pregunto, Majestad. ¿Deseáis renunciar a vuestros derechos como soberana de la Luna Nueva en favor de vuestra hija y heredera la princesa Alice?

-Sí, lo deseo.-Contestó resueltamente Neherenia.-

-¿Y vos, Majestad?- Le inquirió ahora a Doran.- Deseáis renunciar también a vuestra condición de soberano rey consorte?

-Sí, lo deseo.- Repitió él.-



            En anciano se aclaró la voz y tratando de dominar la emoción, se dirigió entonces a la llorosa muchacha y le preguntó.



-Princesa Alice. ¿Deseáis aceptar el gobierno del reino, así como todas las demás prebendas y responsabilidades que se derivan de vuestra nueva condición de soberana? ¿Así como juráis cumplirlas con devoción hasta que la cuenta de vuestros días terminen o bien cedáis a otro esa responsabilidad?



            Y tras unos instantes de duda y casi sin ser capaz de articular palabra, la chica pudo al fin asentir, declarando.



-Sí, acepto. Y lo juro ante todos vosotros.



            Y tras unos segundos de silencio, De la Lune elevó el tono de voz y preguntó a la concurrencia.



-¿Hay alguien que esté en contra o tenga alguna razón para que esta coronación no se lleve a lugar? Que hable ahora o guarde silencio para siempre.



            Dejaron pasar unos instantes. Nadie habló. Fue entonces cuando Neherenia se quitó la diadema que lucía como corona y se la entregó al canciller. Tanto ella como Doran se arrodillaron, así como el resto de los presentes, mientras el viejo caballero colocaba esa joya en la cabeza de Alice, proclamando.



-Entonces yo, como Canciller del reino y sin la oposición de persona alguna os corono a vos, como Alice Primera, soberana de la Luna Nueva. Y os rindo pleitesía ¡Larga vida y próspero reinado a nuestra reina!



            El mismo De la Lune se arrodilló besando una mano de la nueva monarca. Alice dejó caer algunas lágrimas de emoción. Aquello en otras circunstancias hubiera significado muchísimo. La mayor responsabilidad de su vida. Ahora únicamente le producía tristeza haciéndola llorar. Sus propios padres besaron sus manos ahora y ella les urgió de inmediato a ponerse en pie. Entonces el viejo caballero sonrió, dejando aquella expresión adusta suya de antaño a un lado y suspiró diciendo.



-Desde que vuestra madre era una niña se me encargó velar por ella y ayudarla a ser una buena reina. Ella creció y cumplió ese cometido más allá de todas mis expectativas. Ahora mi misión ha terminado. Me siento muy orgulloso de vos, Señora.- Afirmó mirando a una emocionada Neherenia.-

-Gracias, amigo mío. Muchas gracias por todo lo que has sido para mí. - Sonrió la interpelada enjugando sus propias lágrimas.-

-Ahora le corresponde a la nueva reina el dirigirnos.- Intervino un no menos orgulloso Doran.-



            Y Alice, tomando la palabra tras sentarse en el trono, dijo en efecto.



-¡Que todos mis súbditos vayan a donde ellos elijan! Que puedan reunirse con sus seres queridos allá donde estén. Buena suerte a todos. Y gracias...   



            Estos así lo hicieron. Dejando a solas a la familia real. Al fin, Alice suspiró levantándose de aquel trono y deseando con voz queda.



-¡Ojalá que Loren y Lance estén bien! - Suspiró la muchacha.- Y la prima Sandrei y la tía Seren, que volvieron a su planeta hace ya un tiempo. Y Brise y su madre, Anaris.

-Lo estarán. Al menos como nosotros.- Repuso su padre.- Ya no importa en qué planeta o parte de la galaxia estemos. En Némesis, Bios, Nature, la Tierra e incluso en Nuevo Vegeta, deben de estar atisbando el final.



Y así era. En el planeta de los saiyajin también se habían detectado cosas alarmantes, las estrellas simplemente ya no estaban allí. Todo se iba reduciendo como si jamás hubiese existido. Bralen entonces reunió al completo a los miembros de su familia, su esposa Aiona y el hijo que ambos habían tenido tras la marcha de Diaval, Torix. Que, en ausencia de su hermano mayor, hubiera sido el heredero. Por desgracia el niño contaba con cinco años solamente. Era demasiado pequeño para entender lo que pasaba. Su madre le tomó en brazos afectuosamente rompiendo esa sobria etiqueta de los saiyajin.



-Madre. ¿Nos vamos de excursión? –Le preguntó el pequeño con semblante ilusionado.-



            Aiona le miró con una mezcla de ternura, cariño y pesar. El crío adoraba ir a visitar a sus abuelas. Incluso Seira se había suavizado bastante en los últimos tiempos. La ya anciana guerrera echaba de menos a su otro nieto y la cercanía del fin la había hecho reflexionar, junto a todos aquellos años en compañía de su anterior soberana y ahora consuegra. Ambas querían muchísimo a Torix y sufrían porque un niño tan pequeño fuera a tener una existencia tan efímera. Pero nada podían hacer. De modo que, la propia reina de los saiyajin, luchando por no derramar lágrimas, sonrió al crío y asintió.



-Eso es, hijo. Vamos a ir todos juntos a ver a unos buenos, muy buenos amigos. Y a celebrar que estaremos todos juntos.

-Es la hora, mi Señora.- Terció Elua.-



La veterana saiyajin era de las principales nobles, esposa de Blintz, y ascendiente de dos grandes héroes de Nuevo Vegeta, su hijo Kiros, y su nieta Gloria. La soberana, mirándola con deferencia y agradecimiento, le respondió con tono animoso.



-Vamos pues. Tú tienes mi venia para desviarte de camino a Nature. Reúnete con tu hijo si ese es tu deseo. Ya has servido a tu pueblo y a nosotros muchísimo más de lo exigido por tu deber.



            No obstante, la adusta y leal guerrera, replicó.



-Os lo agradezco mucho, Majestad. Pero hace tiempo ya que perdimos todo rastro de ese planeta. He de suponer que ha desaparecido junto con todos los que moraban en él. Así pues os acompañaré en vuestro viaje. Sé que veré a mi hijo y a mi nieta en otro lugar…en la morada de todos los legendarios héroes de Nuevo Vegeta, si es que he sido digna de ir allí.

-Bien que lo has sido Elua. Que así sea pues.- Asintió la reina Aiona.-



Y así fue. Tanto Lornd como Setsuna, Seira y Calix e incluso Seren, su hija Sandrei y su exesposo, un humano llamado Sean, que estaban visitando a los parientes, acudieron. También el hermano de Seira y su familia.



-Al fin, todos estaremos unidos. – Afirmó Lornd en tanto se fijaba en un pasillo dimensional que quedase abierto en una habitación del palacio tras la marcha de su hijo Eron. –

-Ahora entiendo por qué no se cerró. – Comentó el rey Bralen. – Tantos años y solamente aguardaba a que nosotros lo cruzásemos.

-Sí, jamás nadie se atrevió a hacerlo antes tras la marcha de Eron. – Convino Aiona. –

-Iremos a ver a nuestros amigos y a la reina Serenity.- Comentó Setsuna que, dedicando una cariñosa mirada a su nieta Sandrei, una chica de cerca de veinte años, muy larga melena morena, y bastante alta, le preguntó con afecto. ¿Te ha dicho tu madre alguna vez el por qué la llamamos Seren cuando ese no es su verdadero nombre?

-No abuela, nunca me comentó nada de eso.  – Pudo decir la joven que realmente desconocía aquello. –



Y fue entonces su propia madre la que sonriente se aproximó a las dos y le resolvió esa duda a la muchacha.



-Verás, hija mía. Fue porque mi nombre real es Serenity, en honor a la reina de la Tierra y de la Luna. Pero, para no confundirme, mis padres de siempre me llamaron así, Seren. Y por eso tú te llamas Setsuna Sandrei y te llamamos por tu segundo nombre para distinguirte de tu abuela. La original Sailor y Princesa Plutón.

-Sí. Y ese es el título que tú llevas ahora. – Le explicó su abuela, recordándole. – Por eso, hará unos pocos días, tu madre te lo traspasó, igual que hice yo con ella en su día. Ahora te ha llegado el momento de unirte a la reina del Milenario de Plata y cumplir tu juramento de lealtad, honrándolo antes del fin. Y a nosotros de volver a ver a unos viejos y maravillosos amigos.



La muchacha asintió y, junto a los demás saiyajin y miembros de su familia allí reunidos, se dispuso a cruzar aquel pasillo rumbo a la Tierra.



 En Nueva York, Diamante y Esmeralda recibieron también la comunicación de su hija. Amatista les decía que iban para allá. Ambos comprendieron enseguida el significado del mensaje.



-Avisaré a Nephrite y a su familia. Luego a mi hermano y a Petz. – Comentó el príncipe de Némesis. -

-Supongo que Roy y Bertie lo sabrán también. – Repuso Esmeralda. –

-Lo saben, cariño. Y tienen en sus corazones la misma remota esperanza que tú y yo. - Asintió su esposo mirándola con afecto. –



            La veterana diseñadora convino en eso, recordaba aun la expresión de Crista hace ya cinco años, cuando esa joven fue a verla a su despacho. Tras tocar a la puerta ella dijo.



-Adelante…



            Aquella muchacha entró, Esmeralda sonrió mirándola pero la sonrisa se le congeló al ver como lloraba con expresión desolada en el rostro. Esa chica solamente tuvo que musitar entre sollozos…



-Maray se ha ido, señora Deveraux. A cumplir con su misión. Me ha encargado despedirla de usted. Dice que siempre la ha querido y que la querrá más que a nada…y que nunca… ¡nunca la olvidará!



            Su interlocutora no pudo responder. Solamente asintió despacio. Trataba de evitar que las lágrimas le aflorasen, no lo logró. Entonces, reuniendo los restos de la entereza que todavía le quedaban, le pidió a la muchacha.



-Está bien…ocúpate tú de las cosas pendientes…confío en ti, Crista…



            La muchacha, comprendiendo el sentir de la anciana, asintió. Para Esmeralda esos recuerdos eran todavía dolorosos, lo mismo que para su esposo y el resto de sus amigos. Ahora no obstante, recordó a esa chica, que se ocupaba ya de muchas tareas de la firma Deveraux. De hecho, la consideraba como a su más que posible sucesora. ¡Aunque ojalá hubiese algo que poder dejarla! Además, la pobre estaba muy ilusionada pensando en su boda con su novio Pier, ese muchacho parisino tan simpático que casualmente compartía apellidos con Diamante. Por desgracia eso no sería posible. Suspirando apenada por eso, la veterana diseñadora  llamó a esa joven por video conferencia para darle unas noticias muy especiales…



-Sí, Crista.- Le dijo llena de afecto.- Niña…desde ahora me retiro. La Casa Deveraux pasará a tus manos como directora. Sé que desgraciadamente no será por mucho tiempo. Aunque creo que mereces ser designada y poder proclamarte como tal. Y antes de nada, te deseo muchísima felicidad para ti y tu prometido. Éste es mi regalo de bodas y mi agradecimiento a tu gran trabajo y bondad.



            La muchacha escuchaba asombrada, con la boca abierta. Aquello era una gran noticia, todo un honor, al menos lo sería si todo fuese normal. Pero ella no era tonta. Al igual que el resto del mundo sabía de esas extrañas alteraciones en el espacio. Así que, con gesto serio y pesaroso, pudo decir.



-Al final Maray y su hermano no lo consiguieron, ¿verdad, señora Deveraux?

-Bueno hija. Nunca te rindas antes de tiempo. Yo jamás lo hice.- Le sonrió animosamente la anciana. Añadiendo con afecto.- Es más. Me gustaría que también tú y tu familia vinierais a una isla que tenemos mi esposo y yo. Anota la dirección y tomad el primer vuelo disponible…



Crista tomó los datos, después se despidió, cortando la comunicación. En ese momento Roy, Bertie, Kerria y Sam, aparecieron en el comedor… Esmeralda sonrió para decir con suavidad.



-Me alegro mucho de veros. Vamos pues a reunirnos con los demás…



Y es que minutos antes, a pocos chalets de distancia, los Malden también se aprestaban a partir.  Samantha miraba al cielo y lo notaba extraño, tenía una especie de tono violeta oscuro y apenas sí se veían partes de él. El mismo sol se ponía con un tono que parecía más apagado de lo habitual.



-No sé qué está ocurriendo - pudo decir con patente estupor e inquietud. – Pero no me gusta nada…

-Estamos llegando al fin, cariño. – Le desveló Kerria que la tomó suavemente por los hombros. –

-Así es, hija. – Convino Roy que abrazaba a su propia esposa en tanto sonaba una de sus canciones favoritas, una que le traía al tiempo recuerdos dulces y amargos…



No hay tiempo para nosotros. 
No hay lugar para nosotros. 
¿Qué es esto que construye nuestros sueños? 
¿Y aún se escapa de nosotros? 

¿Quién quiere vivir para siempre? 
¿Quién quiere vivir para siempre? 


Uuuuu


No hay oportunidad para nosotros. 
Todo está decidido para nosotros. 
Este mundo tiene sólo un dulce momento separado para nosotros. 



Y Roy acompañó esa canción con potente y sentida voz, mientras abrazaba a su esposa y Kerria hacía lo propio con Samantha. Y ninguna pudo evitar derramar lágrimas viendo también como el color del cielo se volvía violeta primero para sumirse en la negrura después…


¿Quién quiere vivir para siempre? 
¿Quién quiere vivir para siempre? 
¿Quién se atreve a vivir para siempre, 
Cuando el amor debe morir? 

Pero, toca mis lágrimas con tus labios. 
Toca mi mundo con las puntas de tus dedos. 



Y podemos tenerlo para siempre. 
Y podemos amar siempre. 
Para siempre es nuestro presente. 

¿Quién quiere vivir para siempre? 
¿Quién quiere vivir para siempre? 
Para siempre es nuestro presente. 
De todos modos, ¿quién espera para siempre?




“Who wants to life Forever” Queen, Crédito al autor.



Ante lo que él dijo con voz queda mirando hacia arriba.



– Amigo, lo único que siento es que ésta vez no estás aquí para cantar conmigo…

-Debemos prepararnos para la última reunión con nuestros familiares y amigos. – Remachó Bertie con una débil sonrisa, tras enjugarse sus lágrimas. –

-Tengo algo de miedo – Pudo decir Sam que, esbozando una sonrisita nerviosa, admitió tratando de contener sus propias lágrimas sin lograrlo.– Bueno, en realidad tengo mucho miedo… ¿Qué nos va a pasar?

-Lo que estaba destinado a ocurrirnos desde el principio. - Le susurró su pareja con voz dulce, en tanto la abrazaba con fuerza, llorosa también. – No debes temer, estaremos contigo. Yo estaré siempre a tu lado, mi amor.



            Su cónyuge suspiró asintiendo. Pudo replicar con voz queda.



-Al menos estamos juntas, con la familia, sabiendo que nuestro hijo fue a darlo todo por salvar el cosmos. Pero ahora me acuerdo de quienes no han sido tan afortunados.

-Sonia y Mei Ling.- Suspiró Kerria.-



            Y es que la abogada recordaba las caras de tristeza y dolor de esas dos pobres mujeres. Su hijo, su precioso niño, había desaparecido, secuestrado por su padre. Tras buscarle como loca por todo Nature, Sonia esperó a que su mujer retornase a ese planeta. Las dos siguieron indagando en vano. Entonces vinieron a la Tierra. Pidieron ayuda a Bertie y a Roy pero ellos nada pudieron hacer, pese a contactar con todos sus amigos. Tras un tiempo en el que las dos siguieron la búsqueda sin resultados, Kerria y Sam hablaron con Loren antes de que la chica se marchase de su casa. No pudieron convencerla, pero lo que llamó la atención de ambas no fue su estéril conversación con aquella chiquilla, sino las palabras que antes les dirigiera su hermano Tom. La letrada lo rememoraba ahora.



-Ese chico daba la impresión de saber algo. Por ello Sam y yo citamos Sonia y a Mei Ling aquí…



            Tras contarles aquello, las dos mujeres quedaron perplejas. Fue Mei Ling, quien, algo más entera, pudo preguntar.



-¿Entonces ese muchacho dio a entender que nuestro hijo podría haber sido llevado a ese lugar? ¿Ese planeta , llamado…?

-Némesis.- Le recordó Kerria, confirmando.- Eso nos comentó. No quería hacerlo claramente, pero no fue difícil de deducir. Muchos opositores a los soberanos de la Tierra han huido allí, para ellos es como una especie de refugio. También a los castigados por ostracismo se les envía allá.

-¡Oh, Dios mío!- Exclamó Sonia en su español natal, para añadir, presa del llanto.- Nuestro pobre hijo, rodeado de criminales y fanáticos.

-No todos son así.- Quiso calmarla Samantha, quien, compadecida del sufrimiento de aquella pobre mujer, no dudó en abrazarla con afecto.- También hay gente buena, que quizás haya ido engañada, o tras otras personas a las que amaban.

-La hija de mi prima Idina, por ejemplo. Fue en busca de mi primo Lance.- Suspiró Kerria bajando la cabeza.-

-¿Cómo podríamos ir allí?- Inquirió una desesperada Sonia.-

-¿Ir?. Es casi imposible.-Intervino Samantha, mirando a esa pobre desgraciada llena de conmiseración.- Está muy lejos.

-Eso no importa. ¡Aunque estuviese en la otra punta del universo iríamos a buscar a nuestro hijo sin dudar! - Intervino contundentemente Mei Ling.-



            Kerria asintió, las comprendía perfectamente, lo mismo que Sam. Al fin, la hija de Roy y de Bertie pudo decir, con tono considerado y solidario.



-Solamente puedo aconsejaros que pidáis audiencia a la reina Serenity, o a la reina Neherenia. Os ayudarán. Si hay alguien que pueda lograros un pasaje para Némesis, esas son ellas.

-La Luna está muy lejos.- Suspiró una pesimista Sonia, agregando.- Pero Cristal Tokio no. Por lo menos, está en la Tierra.

-Sí, y mi primo Zhao podría interceder, está en el servicio de inteligencia de mi país.- Añadió Mei Ling.-

- Entonces id a ver a Serenity. Llamaré a mi madrina, la princesa Mercurio. Ella os conseguirá una audiencia más rápidamente. Le explicaré todo por adelantado.- Les ofreció Kerria.-



            Al oír eso Sonia se abrazó entre lágrimas a la abogada quien tampoco pudo evitar emocionarse. Al menos ahora esas dos pobres mujeres tenían un hilo de esperanza. Fue la oriental quien, conteniendo su propia emotividad a duras penas, pudo musitar.



-Muchas gracias.

-No hay de qué, mucha suerte.- Sonrió Samantha.-



            Y así, esas dos se despidieron, al poco viajaron en avión hasta Japón y una vez allí…



-Creo que mi madrina logró que Serenity y Endimión las recibieran. Lo que no sé es si pudieron tener tiempo de embarcarse rumbo a ese planeta, antes de que la marea del Olvido y la Nada llegasen. - Suspiró Kerria.-

-Bueno, quizás no importe mucho ya. Cuando esa marea nos tragué a todos.- Musitó Samantha.-

-Sí, es verdad. Nuestro tiempo se ha cumplido, nos sucederá a todos juntos. – Declaró Roy, animándolas a continuación.  - ¡Vamos chicas! Tras tantas emociones y aventuras ésta será la más maravillosa de todas. Ahora, dadme la mano, vamos a pasar a buscar a Diamante y Esmeralda. ¡Ese principito siempre está igual!, incluso en momentos como éste tiene que esperar a que vayan a buscarle…- Sonrió haciendo que el resto le imitara.-



Y al aparecer en casa de estos, se dieron las manos con ellos y desaparecieron rumbo a su destino final… La antigua isla de Masters, que fuera durante tantas aventuras, centro de operaciones de todos ellos. Allí les aguardaba ya un grupo muy familiar. Mazoui y Satory, junto con Katherine, Eron y Mathew, éste que ya no abandonaba su silla de ruedas, y a su lado su esposa Karaberasu. Fue ésta última la que declaró.



-Nuestros amigos están en camino. Dentro de poco llegarán.

-Así es, mamá. – Afirmó Mazoui - y todo tendrá su culminación –

-Después de todo lo que hemos vivido me parece muy extraño terminar así. – Terció Katherine musitando con tintes reflexivos en tanto se daba la mano con el saiyajin. – Es como si despertásemos de un largo sueño…



            Eron la miró con afecto. Con esa mujer finalmente logró alcanzar una felicidad que nunca creyó posible. Desde el mismo momento en el que llegó por el túnel de luz. Tras la despedida de Alusa y Minara rumbo a su misión, permaneció al lado de Kathy. La pobre mujer echaba muchísimo de menos a sus sobrinas, pero animosamente no quería hacerlo notar. Apoyó a su cuñada y a su hermano en esos momentos tan dolorosos y después se consagró a campañas de ayuda contra la drogadicción y a amparar a niños de familias desestructuradas. Eron la acompañaba. Muchas veces iban junto con la princesa de Venus. Él recordaba como Katherine jugaba con los críos, les llevaba regalos, se fotografiaba sonriente con ellos. Lo mismo que Minako. Y le arrastraron a ello. Nunca pensó que confortar y animar a otras personas pudiera ser tan hermoso. Mucho más pleno que la lucha o cualquier otra cosa que hubiese hecho en su vida.



-Sea como sea. Lo afrontaremos juntos. Te quiero, Kathy.- Le confesó él haciéndola sonreír.- Gracias por mostrarme como es la felicidad.

-Yo también a ti. Gracias por estar a mi lado, y por darme tu apoyo y tu amor.- Suspiró la aludida afirmando con pesar.- Solamente lamento que haya llegado el final.

- Y siempre hay un final, cielo. – Pudo agregar Mathew con voz cansada. – Para todas las cosas.

-Y seguro que para nosotros será uno muy hermoso. - Deseó Satory afirmando no sin pesar. – Sólo me apena el que nuestras hijas y los demás no estén aquí.

-Ten fe… - Le pidió Karaberasu que miraba infatigablemente a ese cielo que cada vez parecía reducirse más  y oscurecer a un mayor ritmo. – Hasta el mismo final debemos confiar…



            Y Kathy sonrió entonces tomando de la mano a Eron, y declaró dirigiéndose a toda su familia.



-Me gustaría brindaros mi última actuación. Hay una canción muy hermosa que creo que es muy adecuada para la ocasión. Recuerdo cuando Kerria y yo la cantamos al final de aquel reportaje que hicimos en el caso de Enzo.

-Sería maravilloso poder escucharte, cariño.- Sonrió Mathew con el asentimiento del resto.-

-Si hermanita. Por favor… una canción más.- Le pidió Mazoui.- Como cuando cantabas con tu grupo y con la tía Alannah.

-En este momento es el mejor regalo que podríamos recibir para nuestras almas.- Añadió Satory.-



            Y Katherine no tardó en encontrar esa tonada en su reproductor. Conectó la música y el resto únicamente tuvo que disfrutar de aquella canción que les trajo paz y la promesa de que aun en la noche más oscura, el paraíso no estaba tan lejano, con tal de estar todos juntos.



Aguanta un momento en el tiempo
Y mira a los cielos
Y estamos congelados en luz
No pasa un segundo



Es un soñar despierto
¿Sosteniéndome? 
Tú nunca sabes realmente
Hasta que lo sabes



En un parpadear de ojos
Los corazones se unirán.

Somos uno 
Encuéntranos bajo la luz de las estrellas,


La Luz de las estrellas

La Luz de las estrellas


Podría morir
Aquí mismo en tus brazos



Somos uno
Capturados aquí bajo la luz de las estrellas


La Luz de las estrellas

La Luz de las estrellas
¡Oh!, porque ésta noche
Hemos hallado el Cielo en la oscuridad




Y Katherine fue abrazando y besando uno a uno a todos los miembros de su familia…

No hay silueta en mi mente
Es sólo tú y yo 
Y las estrellas brillan
Los cuerpos están ciegos
Es tan natural
Irrompible
Nunca te dejaré ir



Al final quedó abrazada a Eron quien, como el resto, la escuchaba embelesado, olvidándose por unos instantes de aquel final que se aproximaba.

Dejarte ir
Mano en mi mano
Aquí hasta el final

Somos uno 
Encuéntranos bajo la luz de las Estrellas

Luz de las estrellas

Luz de las estrellas



Somos uno
Capturados aquí bajo la Luz de las estrellas


La Luz de las estrellas

La Luz de las estrellas


¡Oh!, porque ésta noche
Hemos hallado el Cielo en la oscuridad




Como el nuevo día surge
Perdido en nuestro abrazo
Somos uno



Somos uno
Capturados aquí bajo la Luz de la estrellas


La Luz de las estrellas

La Luz de las estrellas


¡Oh!, porque ésta noche
Hemos hallado el Cielo en la oscuridad




Y Katherine desafiaba a aquella negrura creciente que iba tiñendo de malva el azul del cielo a medida que se aproximaba a ellos, al cantar mirando hacia lo alto…


Somos uno 
Encuéntranos bajo la luz de las estrellas,


La Luz de las estrellas

La Luz de las estrellas


Podría morir
Aquí mismo en tus brazos



Somos uno
Capturados aquí bajo la luz de las estrellas




La Luz de las estrellas

La Luz de las estrellas
¡Oh!, porque ésta noche
Hemos hallado el Cielo en la oscuridad



Aaahhh


Aaahhh

Aaahhh

Aaahhh

Aaahhh



(Starlight Sophie-Ellis Bextor. Crédito al autor)



            Al terminar todos lucían expresiones soñadoras y llenas de esperanza. Fue Kalie quien afirmó diciéndole a su hija en tanto rodeaba a su esposo con un amoroso brazo tras los hombros.



-Gracias, cariño. Ahora verdaderamente sé que nada malo nos ocurrirá...

-Sí, ya estamos preparados para el gran final. - Afirmó Eron estrechando entre sus fuertes brazos a una emocionada Kathy.- Habremos de afrontarlo con todo el valor y la dignidad que tengamos.



            En Némesis las cosas también se precipitaban, las estrellas y otros cuerpos celestes de la nube de Oort en donde se ubicaba el planeta ahora, comenzaron a desaparecer. Desde su casa Lance y Loren lo observaban con pesar. Ella acunando a la pequeña hija recién nacida de ambos. Tenía tan solo unas semanas. Por ello, la muchacha declaró con tristeza.



-Nuestra pobre niña apenas sí había comenzado a vivir y ya está condenada a desaparecer.

-No sin que le hayamos dado todo el amor que nos sea posible.- Pudo añadir un también  emocionado Lance.-

-Y ahora es cuando me doy realmente cuenta de lo mucho que quiero y echo de menos a mi familia, a mis padres, a la abuela…

-Sí cariño. Yo también les añoro.- Suspiró su esposo.- Ojalá que hubiésemos tenido la ocasión de verles, de abrazarles…Pero estamos muy lejos y es demasiado tarde ya.

-Pensaré en ellos. Quizás así, al menos les tendré dentro de mí.- Sollozó la ahora llamada Kurozuki, acunando a su bebé.- Kimberly, mi amor… ¡Ojalá hubieras conocido a tu abuela Idina, a tu abuelo Michael, a tu tío Tom, a tu bisabuela Cooan y tu bisabuelo Tom. Todos siempre fueron maravillosos. Y te habrían amado tanto como te queremos nosotros…



            Alguien tocó a la puerta de su casa, sorprendido, el ahora llamado Crimson fue a abrir. Vio a Grafito acompañando a un joven rubio, que preguntó.



-¿Son ustedes Crimson y Kurozuki? ¿Los que antes se llamaban Lance y Loren?

-Sí, somos nosotros. ¿Quién es este joven, Grafito? Quiso saber Lance.-

-Se llama Lignito.- Repuso el interpelado en cuanto su interlocutor abrió, para agregar.- Pero antes era conocido como David Carson…

-Eres el hijo de Martin y de Daphne, ¿verdad?- Sonrió débilmente Lance.-

-Así es. ¿Cómo lo sabe?- Se sorprendió el muchacho.-

-Sencillamente lo sé. Eso ya no importa ahora.- Contestó su contertulio para querer conocer a su vez.- ¿Qué deseabas de nosotros?

-Cuando llegué el príncipe Corindón me dijo que viniera a verles. Que ustedes podrían contarme cosas de mis padres. Entonces Grafito se ofreció a traerme hasta vosotros. Él vino aquí hace años, desde mi mismo planeta.

-¿Has podido ver algo?- Inquirió Loren con visible interés.- ¿Alguna cosa de lo que pasó allí?

-Cuando me fui, escapando de esa aniquilación, el cielo se estaba volviendo negro. Y no únicamente por salir al espacio exterior.- Les contó el joven.- Las estrellas se apagaban, o más bien desaparecían, igual que está empezando a suceder aquí…



            Aunque Lignito no decía toda la verdad. Él huyó de Nature destrozado por el antinatural comportamiento de su propia madre. Ella prefirió la compañía de otra mujer a la del padre del muchacho. Su mentor espiritual y líder, el padre Corbin, que llevaba años en prisión, le aconsejó que su uniera a la Luna Negra. Y en un papel que le dio, además de indicarle como contactar con ellos, le sugirió que preguntase por un gran Libro. El Libro de los Días. Pero asimismo le aconsejó que fuese cauto y no lo hiciera directamente. De hecho, el nombre de ese tal Lance Rodney aparecía relacionado con él.



-Quizás ese libro nos pueda salvar a todos aún.- Recordó pensando sobre ello.-



Esas fueron las enigmáticas palabras que su mentor le dejo escritas. Y él siguió las instrucciones al pie de la letra. Tras lograr escapar de la destrucción de Nature y una vez superado aquel largo y angustioso viaje, huyendo de la Nada, su nave logró llegar a Némesis. El hombre que le había traído, un tal Basalto, le consiguió una audiencia con el príncipe. Corindón negó saber nada de ningún extraño libro, pero sí que le comentó que un muchacho llamado Grafito, provenía también del mundo de David. Luego, al conocer a ese chico, se enteró por él del paradero de Lance Rodney. Ahora llamado Crimson. Ese tipo había llegado al planeta junto con su sobrina, y ahora esposa.



-Está visto que los amores contra natura se dan en todas partes.- Pensó el ahora llamado Lignito con desaprobación.-



            Sin embargo, eso ya no era asunto suyo.  Lo único que le interesaba era aquella última esperanza. Así pues, preguntó.



-Hay gente que dice que esto estaba escrito, que tenía que suceder. Que es un castigo divino por nuestros malos actos.

-Eso no lo sé.- Replicó reflexivamente Lance, añadiendo no obstante con resignación.- Yo prefiero pensar que todo tiene un principio y también un final. Incluso el universo mismo. Pero que, quizás, a veces en lugar del fin, sea un recomienzo…

-Entonces, no conoces ningún medio para frenar esto.- Quiso saber Lignito.-

-Ninguno que yo sepa.- Suspiró Lance, abrazando a su esposa y mirando con ternura a su hija para sentenciar.- ¿Acaso crees que no lo utilizaría?



            Su contertulio asintió, dándose por vencido. Estaba claro que ese hombre no disponía de aquel fabuloso Libro, o lo usaría sin dudar para proteger a su esposa y a su hija. Al menos Crimson estaría con su familia cuando todo acabara. Seguramente ese extraño tomo de color burdeos que su mentor le describiese solamente estaba en la imaginación de su mentor.  Pudiera ser que Corbin hubiera perdido la razón y él se dejase envolver de aquellas fantasías de aquel tipo.



-Quizás hubiera sido mejor haberme quedado en Nature y afrontar el final con mi familia.- Pensó ahora con arrepentimiento.-



Sonó una llamada en el intercomunicador de la casa. Loren la atendió. La joven enseguida llamó a Grafito y le dijo.



-Hay dos personas preguntando por ti. Están junto al príncipe ahora. Él las ha recibido en su salón de juntas.

-¿Quiénes son?- Quiso saber el muchacho.-

- Será mejor que vayas tú mismo a verlo.- Sonrió Loren.-



            Su interlocutor asintió, con visible curiosidad reflejada en el semblante.



-Te acompaño.- Se ofreció Lignito.-



Y ambos se despidieron saliendo de allí. El matrimonio se quedó a solas observando la progresión de aquella oscuridad que iba envolviendo el cosmos a una enorme velocidad. Loren  se dio la mano con su marido en tanto ambos observaban a su pequeña dormir plácidamente, ajena afortunadamente a lo que les aguardaba…



-Estaremos siempre juntos.- Suspiró ella, reclinando la cabeza contra el pecho de su esposo.-



            Grafito no tardó en acudir a presencia de Corindón. El príncipe salió a recibirle a la puerta de su salón de juntas y tras sonreír afablemente le comentó.



-Aquí hay dos personas que han hecho un largo viaje para poder reunirse contigo.



            Y le indicó que pasara, quedándose él fuera.  Cuando el muchacho obedeció entrando en la sala vio a dos mujeres de mediana edad abrazadas que le miraban con una mezcla de asombro, alegría e incredulidad. La más alta, de pelo castaño y ojos a juego, se separó de la otra musitando entre sollozos de emoción…



-¡Richard! Mi pequeño…



            La otra, de rasgos orientales, y negros cabellos, ya con algunas canas, sonrió ampliamente, enjugándose algunas lágrimas a su vez de sus ojos color azabache…



-Cariño.- Pudo decir igualmente afectada.-

-¿Quiénes sois?- Quiso saber él que juraría haberlas visto antes.-

-Somos tus madres, tesoro.- Pudo responder la del pelo castaño, presentándose.- Soy mamá Sonia.

-Y yo mamá Mei.- Agregó la otra.-



            El joven apenas si recordaba. Aunque algo en su interior le hacía creer a esas dos mujeres.  Algo aturdido repitió.



-¿Mamá Sonia? ¿Mamá Mei?



            Las dos corrieron a  abrazarle, él de hecho ya sobrepasaba en unos centímetros a esa mujer de pelo castaño que era con mucho la más alta de las dos.



-Richard, hijo. ¿Cómo has estado? ¿Quién ha cuidado de ti?- Quiso saber la tal Mei.-

-Aquí, todos cuidamos de todos.- Repuso él con tono amable, una vez se separaron del abrazo.-

-¿Y tu padre?- Inquirió la otra mujer con interés.-

-No lo sé. Sólo me acuerdo de un hombre que me llevaba de paseo en una gran nave. Pero luego se perdió. Basalto me trajo aquí, y él ha sido mi padre.- Declaró el muchacho, informándolas a ambas.- Yo ahora me llamo Grafito, y soy su hijo.

-Cariño, da igual como te llamen aquí, eres nuestro pequeño.- Afirmó la mujer del pelo castaño, dándose plenamente a conocer.- Yo me llamo Sonia Calderón, Y tu otra madre es Mei Ling Chang.

-Tu auténtico nombre es Richard Calderón Chang.- Convino Mei Ling.-



            No obstante, el chico las miró moviendo levemente la cabeza para afirmar con resignado pesar.



-De todos modos, nada de eso importa ya. El final está llegando. La Nada se acerca. Pronto dejaremos de existir.

-¡Nosotras dejamos de existir cuando te perdimos! - Sollozó Sonia, quien abrazándose nuevamente a él, afirmó.- Pero ahora hemos vuelto a recuperar la alegría. Y aunque únicamente dure por unos pocos minutos, ha merecido la pena.

-Sí, nos sentimos vivas otra vez. Y sea lo que sea lo que haya de ocurrir, lo afrontaremos dichosas al estar nuevamente a tu lado.- La secundó Mei Ling con idéntica emoción.-



            Y el que ahora se llamaba Grafito no replicó a eso, sencillamente volvió a dejarse abrazar. Pese a que él apenas se acordaba de esas dos mujeres no quería desilusionarlas, sentía que de veras le querían y se merecían un poco de felicidad, máxime teniendo en cuenta el poco tiempo que les quedaba…



-Así sea. Seremos una familia hasta el final. Ya no hay tiempo para reproches ni para desconfianzas. - Pensó él.-



Y se dejó abrazar por ambas en tanto, allá en la lejanía del oscuro espacio, una enorme mancha aún más negra lo iba devorando en tanto se aproximaba inexorablemente a ese pequeño planeta.


                             anterior                                                          siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)