-Siendo aún muy pequeña tuve que empezar a ocuparme
de eso. Papá se pasaba la vida saliendo a trabajar o a buscar trabajo para
mantenernos.- Se decía con una mezcla de melancolía y nostalgia.-
Y además, llevaba desde por la mañana temprano
estaba despierta, era incapaz de dormir. Coraíon, tras cubrirla de todo el
cariño que pudo, como siempre, se había marchado al trabajo. El chico siempre
le susurraba cosas bonitas. Ella al principio sonreía, pero, poco a poco aquellas
palabras le iban siendo cada vez más indiferentes y apenas sí alteraba su
expresión. Al fin, el muchacho suspiraba resignado y tras darle un beso se iba.
La joven había permanecido en la cama, abrazada a su osito, durante al menos un
par de horas. Lo hacía cada vez que se sentía sola y desolada. Creyó que jamás
volvería a sucederle algo así, pero la vida era muy cruel, siempre lo fue con
ella. Primero la muerte de su madre, después todos los problemas de
incomprensión y rechazo que arrastró por el mero hecho de su herencia genética
y cuando al fin pensó que su sufrimiento había quedado atrás, con su esposo y
con esos años de felicidad, ocurría esto. Sin saber que más hacer solamente
podía acariciar a Alitas, su oso y único refugio a ese pesar, y musitar llena
de amargura.
-Vas a ser el único niño que tendré…
Lloraba en silencio, aunque sabía que su amiga iría
y no deseaba que la viera hundida en la
cama o en el sofá, con todo desarreglado. Menos aún si traía al pequeño con
ella. Y por otro lado, sentía la necesidad de ver a aquel niño al que adoraba.
Era la única cosa capaz de darle alguna alegría, aunque paradójicamente le
recordase el motivo de su tristeza. De modo que, durante toda la mañana y tratando
de sobreponerse a su estado depresivo, se afanó en ordenar y limpiar lo mejor
que pudo. Pensaba incluso en su amigo Scott, que hacía apenas un año, había
sido padre.
-Al menos tú lo has logrado. ¿Quién te lo iba a
decir? - Suspiró dejando caer algunas lágrimas. –
Contempló
incluso una Holo foto del chico, junto a su ahora esposa Clarisa y su hijo
Franklin. El pequeño tenía el pelo rubio como su madre y unos ojos azules
pálidos como los del padre.
-Me alegro mucho por ti - Musitaba la llorosa joven.
– El crio es una monada. Te mereces ser muy feliz con él y con tu mujer.
Y
es que Sandy, en justa reciprocidad, fue invitada a la boda de esos dos apenas
haría un año y medio en Nature. Por ese entonces la muchacha no tenía aun el
pesar de no ser capaz de concebir. En su ingenuidad suponía que ni ella ni su
marido llevaban demasiado tiempo intentándolo. La ceremonia del enlace de sus
amigos fue sencilla pero bonita. Y a los diez meses nació Franklin. Scott incluso
le ofreció a Sandy ser la madrina, no obstante, por la lejanía de ambos
planetas finalmente fue Ginger quien tuvo ese honor. La dueña del prestigioso
Clargin fue quien se ocupó gustosamente del tema. Su negocio iba realmente
bien. Era esa la cafetería más reputada de Nature. Superando incluso a la
delegación del Flowers and Flavours de la madrina de Coraíon.
-Gran parte del éxito te lo debo a ti.- Le dijo a Sandy cuando esta le alabó por aquel
estupendo local.-
Pudo
ver el karaoke con las holofotos de todos aquellos que fueran en la SSP-1, y
las imágenes de Amatista, sonrió. También vio al hijo de Ginger, Dean, un
muchacho rubio y bastante guapo. Había crecido bastante.
-Dentro de poco ya te tocará. Como a Clarisa y a Scott.
- La animó Gin en tanto le preparaba a su hijo la
merienda.-
Y además Ginger era como una hermana para Clarisa.
Por no decir que ambas eran socias en aquel próspero negocio. Por ello, pensó
que no habría mejor madrina para el hijo de su amigo, que esa simpática chica,
que además era muy buena persona.
-Eso es lo natural. Ellos están siempre juntos. -Se
dijo Sandy. – Y yo tengo aquí a otros amigos. Pese a todo, tú siempre has
estado ahí tratando de animarme y nunca te lo podré agradecer lo bastante.
Y es que Scott la había llamado y enviado holo
videos en los que siempre le decía que tuviera fe. Que todo era posible. Que si
él lo había conseguido ella no iba a ser menos. Estaba claro que ese joven la
conocía muy bien. Pese a que la propia Sandy tratase de fingir ante la cámara
cuando contestaba en sus mensajes, dirigidos a ese joven en Nature.
-Nunca fui capaz de engañarte sobre mi estado de
ánimo. - Reflexionaba con amargura - Y siempre has sido para mí un amigo fiel y
sincero. Me has animado y dado apoyo moral cuando lo he necesitado. Aunque
ahora estás muy lejos y no puedes hacer nada, ni tú ni nadie puede…
Y ansiosa por dejar de pensar en eso hasta se metió
en la cocina, para preparar algo que ofrecer a sus amigos. También le gustaba
cocinar, era como un bálsamo, empero, de un tiempo a esta parte hasta eso le
resultaba cada vez más anodino. Aunque por esta vez, tan liada estaba tras un
rato de actividad febril horneando
algunas tartas que Amatista llamó a la puerta un par de veces antes de que su
amiga se percatase de ello y la abriera. Mientras esperaban, Asthel le preguntó
a su madre el porqué Sandy estaba triste.
- Hijo, son cosas de mayores, ya lo comprenderás.-
Respondió esquivamente ella al pequeño mientras le arreglaba el abriguito
colocándole bien las mangas. -
- Yo quiero ayudar a tita Sandy...no me gusta que
nadie esté triste...- dijo el niño con gesto convencido y hasta serio. -
Amatista
le dedicó una tierna sonrisa y le besó en una mejilla, entonces Sandy abrió la puerta,
llevaba un delantal, tras invitarles a entrar trató de parecer alegre delante
del crío.
- Hola Asthel, cielo...pasa, te he hecho un pastel.
Es de chocolate. Lo tengo en la mesa de la cocina.
- ¿Has oído cariño?- ¿Qué se dice?- Le inquirió
Amatista. -
-¡Pastel biiiieeeen! ¡Gracias, tita! –exclamó el
niño que apenas sí dijo otra cosa. -
Tras
besar a su anfitriona en la mejilla el pequeño Asthel salió disparado hacia
dentro. El pastel de chocolate era su debilidad. Sobre todo los de Sandy que
muchas veces le hacía alguna de sus deliciosas tartas. Aunque ésta no estaba
ahora de muy buen humor ni tan siquiera para sonreírse con el apetito del crío y
tan pronto como éste desapareció dentro de la casa hacia su anhelado dulce,
saludó a la madre del pequeño con su auténtico estado de ánimo.
- Hola Amatista - susurró muy decaída. - Pasa, no te
quedes en la puerta...
-¿Cómo te encuentras, Sandy? ¿Puedo hacer algo por
ti?...- inquirió su amiga visiblemente preocupada. -
Ésta
negó con la cabeza y ambas entraron al salón de la casa y de allí fueron a la
cocina. Asthel ya estaba empezando a comer el pastel, al niño le encantaban los
dulces que su anfitriona hacía, Sandy era muy buena repostera. El crío se
acercó a las dos mujeres con la boca llena de chocolate. Amatista, alarmada por
aquel cuadro que presentaba su hijo, corrió a limpiarle con una servilleta de
papel.
- ¡Pero tesoro, mira cómo te has puesto! - Le recriminó
su madre con suavidad. - Tienes que comer más despacito o te atragantarás.
- Estás muy gracioso, ¿quieres un poco de leche para
pasar mejor el pastel? Estarás empalagado de tanto chocolate...- sonrió Sandy,
esta vez sin tener que fingir. -
- Sí por favor..., dale un poco de leche.- Le pidió
Amatista disculpándose azorada.- Lo siento, ha entrado tan rápido que ni he
podido intentar frenarle.
-No te preocupes. Está bien así. Me encanta verle
tan vital y con contento. Como debe estar un niño.- Afirmó su interlocutora.-
Ahora mismo voy por un poco de leche.
Y se acercó a
la nevera y le trajo un vaso lleno al niño. Asthel lo agarró con las dos manos
y bebió un largo sorbo, ahora tenía la marca de la leche en los morretes.
-¡Qué gracioso está!- declaró la morena científica
que le miraba y sonreía de verdad por primera vez en mucho tiempo. -Tu hijo es
tan rico...parece un auténtico angelito. Un angelito…- repitió musitando mientras
se le apagaba la sonrisa. -
- Cuéntame Sandy... ¿qué es lo que te ocurre? Es por
lo de los niños, estás triste por eso ¿verdad?- le dijo en voz baja Amatista. -
- Sí,- admitió ella hablando bajo también para que
Asthel, que seguía bebiendo leche no la oyese. – veo al niño de Scott y de
Clarisa, a las hijas de Mazoui y Satory. Te veo a ti con tu hijo, tan
feliz...el orgullo que tenéis Leval y tú, me da tanta envidia. ¡Cómo quisiera
tener un hijo, una hija...me da igual! , pero...ser estéril. ¡La ironía tiene
gracia! yo que a veces tomaba pastillas para evitar tener hijos…- comenzó a
sollozar añadiendo con sentimiento de culpabilidad. - ¡Podía habérmelas
ahorrado todas!, igual que cuando era una adolescente impetuosa. ¡Quizá sea un
castigo de Dios! - Trató de contener un poco sus lloros para añadir ante la
triste mirada de su amiga en tanto casi balbucía. - Coraíon y yo nos acostamos
anoche, él me dijo que esta vez lo lograríamos. Me destroza el corazón pensar
como trata de darme ánimos a pesar de que él también está sufriendo por mi
culpa.
- Tranquilízate, mujer.- Le pidió Amatista tratando
de animarla - no digas eso... no es en absoluto culpa de nadie. Verás cómo todo
se arregla, aún eres muy joven...
- Oye - intervino Asthel que se acercó a ambas aun
con los bigotes de la leche – Oye, mami... ¿por qué está triste tita Sandy?
- Vete a jugar, cielo...- Le pidió evasivamente
Amatista. - Ahora estoy contigo ¿eh? ....
-¡No quiero jugar! ...quiero que la tita Sandy esté
contenta - replicó el niño con gesto serio. -
- Gracias cariño. Eres un chico muy bueno, - sollozó
la aludida que abrazó con gran cariño al crío sin dejar de repetir -...muy
bueno…
Ya no conseguía evitar que le cayesen las lágrimas,
conmovida por las palabras del crío. Amatista la miraba muy apenada sin saber
ni que decir, ni qué hacer ante esa escena tan penosa. Entonces, cuando Sandy
soltó a Asthel de su abrazo éste la miró, sonrió con un cariñoso gesto y la
tocó cerca del vientre con una de sus manitas.
- Tita Sandy ¿quieres un bebé? - Preguntó serenamente
el niño mientras le acariciaba suavemente la tripa ante el asombro de la propia
muchacha y su madre, añadiendo con lo que ellas tomaron como conmovedora
ingenuidad infantil. -...Seguro que si lo quieres mucho tendrás uno. Mami
siempre dice que cuando deseas una cosa se puede hacer realidad.
Amatista
desvió la mirada sintiéndose apurada. ¡Lo que le faltaba a su pobre amiga por
escuchar! En cuanto a la aludida no supo que decir...era incapaz de inventar
nada, como si la forma de mirarla que tenía ese crío la obligase a ser sincera.
Estuvo unos momentos sin poder hablar. Al fin supo buscar las palabras que en
su opinión podría decirle al niño.
- No puedo tener bebés, cariño…y.… estoy triste por eso.
- Confesó a trompicones ella con voz queda en tanto acariciaba con sumo afecto
la carita del crío limpiándole los bigotes de la leche. - Aunque lo desee con
muchísima fuerza, no puedo…
En un principio ella no tenía intención de decirle
nada, incluso se sentía avergonzada de que Asthel la viese en ese estado. Pero era
otra vez esa sensación. Algo en él hacía que ella no pudiera ocultarle lo que
realmente sentía. Verdaderamente Sandy se sentía desconcertada. Ni tan siquiera
Mazoui había sido nunca capaz de acceder al interior de su alma con tanta
facilidad. Pero lo que más asombró a las dos mujeres fue la respuesta que el
crío les dio, cuando dijo más animoso.
- ¡Sí que puedes, angelito dice que sí puedes! -
Entonces Asthel miró a un rincón, parecía buscar la corroboración de sus
palabras y Amatista se percató de eso. -...
-¿A dónde miras, cariño?, ¿hay alguien ahí? - Preguntó
su madre sorprendida. -
- Angelito...- repuso él algo extrañado
inquiriéndola a su vez. -¿Mami, es que tú no lo ves? - Y señaló de nuevo a la pared de la esquina
como si algo en ella fuese la mar de evidente, proclamando muy contento. - ¡Está
ahí y me dice que sí!...
- Serán cosas de niños, yo no veo nada, ni tampoco
lo siento.- Intervino Sandy que agregó escéptica. - Mi sexto sentido no detecta
nada anormal.
- Pero es verdad. – Insistió Asthel que le tocó de
nuevo la tripa a la mujer dejando su manita sobre ella. - Aquí tienes un bebé -
declaró con mucha seguridad. -
- No - le sonrió la joven entre sus lágrimas moviendo
la cabeza despacio. - No cariño... ¡ojalá…lo tuviera!
- ¡Ya está bien!,- terció Amatista que miró a su
hijo con reprobación para reprenderle. - Asthel, no le digas eso a Sandy...no
se dicen mentiras.
- Pero es verdad. - Volvió a repetir él. Casi a
punto de llorar por ese tono de enfado que detectó en su madre. - Angelito me lo
ha dicho...
Amatista iba a regañarle de nuevo pero su amiga la
cortó diciendo con tono conciliatorio y lleno de gratitud, realmente
avergonzada de que hasta un niño tan pequeño tratase de levantarle así la
moral.
- Déjale, por favor, él a su manera trata de
animarme. Bueno, ya estoy mejor, muchas gracias cariño.- Y la morena científica esbozando una tenue
sonrisa, le dio un suave beso al pequeño en la mejilla y afirmó. - Mañana
volveré al trabajo. Gracias Asthel…
- Te dejamos ya, es tarde y Asthel tiene que irse a
la guardería. - Repuso ésta percatándose
de que su amiga ahora si que deseaba estar a solas para desahogarse. - Bueno hijo,
hoy no creo que cenes mucho. Dale las gracias a Sandy por el pastel...
-¡Gracias tita Sandy!...- exclamó el niño que tras
beber lo que le quedaba en su vaso, le dio a su anfitriona un pringoso beso en
una mejilla dejándole aún la huella de algo de leche.-
-¡Oh, por Dios, hijo!…- Exclamó su madre sacando un
pañuelo para tratar de limpiar el rostro de su amiga, en tanto agregaba algo
apurada.- Lo siento… ¡cómo te ha puesto!
No
obstante, Sandy pudo sonreír con amplitud. Aquello era muy tierno y la conmovía
hasta un punto en el que ni ella misma era capaz de controlarse. Sin decir nada
dejó que su amiga le limpiase al tiempo que el pequeño repetía con tono animado
y muy alegre.
-Y es verdad...tienes un bebé y cuando sea mayor yo
jugaré con él y seremos muy amiguitos.- Remachó antes de irse. – Solamente
tienes que quererle mucho…
La
mujer sintió un escalofrío recorrerla cuando Asthel le dijo eso. Como si esas
palabras fueran parte de alguna especie de profecía. Amatista entonces tomó a
su hijo de la mano y se despidió. A la salida de la casa de su amiga, regañó
nuevamente al niño.
- Asthel,- le dijo su madre con expresión contrariada.
- Te advertí que no volvieras a decir eso...
- Pero tú dices que hay que decir la verdad.-
Respondió el niño, al parecer desconcertado. No comprendía porqué su mamá se
enfadaba. – Y yo la he dicho…
La
mujer miró hacia el cielo moviendo la cabeza, ¿Cómo explicarle eso a un niño
tan pequeño? Mejor sería dejar el tema.
- Anda, olvidémoslo ¿eh?,- le pidió Amatista más
conciliatoriamente.-
-Mami, ya verás cómo tita Sandy se pondrá muy
contenta cuando tenga a su bebé.- Insistió el chiquillo.-
La interpelada suspiró con resignación. Y es que tras
reflexionar un poco decidió dejarlo estar. Asthel era muy pequeño quizá, no
distinguía entre la verdad y la fantasía pensó, en su mente infantil trataba de
que Sandy estuviera contenta. Cambiando de tema, añadió con más suavidad.
-Vamos a casa hijo, tienes que ir con la señorita
Idina...
- Sí, con la tita seño. – Pudo repetir el crío que
se hacía un lio siempre con eso. –
De hecho sus padres habían comenzado a llevarle a la
escuela donde trabajaba Idina hacía tan solo un par de semanas. El crío siempre
la había llamado tita, aunque ahora sus papás le informaron de que tenía que
llamarla señorita, al menos cuando estuviera en la guardería con otros niños. A
Asthel le parecía algo divertido pero un poco complicado, al fin dio con la
solución, combinando ambas palabras. Eso desde luego les hizo mucha gracia a
sus padres y no digamos a Idina. Aunque ahora ya iban tarde. Amatista lo sabía
y aceleró un poco. De modo que anduvieron con paso rápido a través de la avenida
principal del Teniente Granate Lassart hasta que tuvieron que doblar la esquina
y tras un par de calles plantarse en la escuela elemental. Allí estaban jugando ya otros niños y niñas de su edad.
Amatista saludó a un par de madres que ya conocía y al poco salió Idina. Ésta,
como de costumbre, sonrió ampliamente al verles. Enseguida tomó de la manita a
Asthel y le condujo al interior, donde, en presencia de su madre, le puso el
babi. Como era la hora de los juegos le
dejó que corriera al jardín con los demás pequeños. Enseguida se puso a
amontonar arena para hacer un montículo y ayudado de cubo y pala, a levantar
una especie de castillito. Entre tanto su maestra le vigilaba a él y a los
demás, charló un poco con Amatista.
-¿Qué tal? ¿Habéis tenido algún percance? Hoy se os
ha hecho un poco tarde. – Sonrió Idina.
-
-No, lo siento. Es que fuimos a ver a Sandy – le
desveló su amiga con un tono algo alicaído, más cuando le resumió lo que había
pasado. –
-¡Pobrecilla! – pudo responder su interlocutora sinceramente
apenada. – Es una chica tan buena y tan cariñosa. Lo lamento por ella y por el
primo Coraíon. Se les nota que desean tener hijos.
-Pues si hubieses oído lo que Asthel le dijo. –
Comentó ahora Amatista que todavía movía la cabeza con patente azoramiento al
recordarlo en tanto se lo contaba a su amiga. – Me quise meter bajo tierra…
-No debes enfadarte con él.- Le dijo Idina
confirmando las hipótesis de su amiga. – Es muy pequeño y para él las cosas de
la fantasía y la realidad se entremezclan. Seguro que cree de verdad lo que le
dijo a Sandy.
-Ya, eso mismo pensé yo. Sé que es muy difícil
enfadarse con él, pero le llevé para que le levantase la moral, no para que
terminara por hundírsela a la pobre. – Suspiró Amatista que en cierto modo se
sentía culpable por aquello. –
-No te preocupes. – La animó su contertulia. – Estoy
convencida de que Sandy se habrá alegrado cuando Asthel le dijo esas cosas.
Quizás si alguien como él se lo asegura con la inocencia que tienen los niños,
ella crea de veras en sí misma.
-¿Insinúas que todo esto podría deberse a una
especie de bloqueo que pudiera tener?- Quiso saber Amatista realmente
sorprendida ahora. –
-No lo sé. Ni siquiera sé si es posible bloquear
algo así. – Admitió Idina, tan desconcertada como su interlocutora que remachó.
– En cualquier caso unas sinceras palabras de apoyo y afecto no la podrán
dañar…
- En eso tienes razón.- Convino su interlocutora que
a su vez quiso saber.- ¿Cómo están tus padres y tus hermanos?
-¡Ah!, estupendamente bien. - Se rio la joven
maestra.- Lance con sus negocios. Viajando como de costumbre, de aquí para
allá. Alan y Naya en Nature, muy contentos. Hablando de críos, creo que dentro
de poco me van a hacer tía.
-¡Vaya! Es una noticia estupenda, enhorabuena.- La
felicitó su interlocutora pensando no sin pesar que aquello sería lo que le
faltase a Sandy por escuchar.-
-Sí, mi
hermano y mi cuñada también estaban preocupados al principio.- Le contó Idina.-
Como ella es extraterrestre no estaban seguros de ser compatibles. Ya sabes,
genéticamente hablando. Pero Naya ahora mantiene su forma humana para todo.
-Bueno, imagino que para eso también. - Se sonrió
pícaramente Amatista con el asentimiento cómplice de su amiga.-
Idina
se azoró un poco y pasó de puntillas sobre esa observación. Amatista la miró
divertida. ¡Esa muchacha seguía siendo tan puritana para según qué cosas!. Al
poco, la joven maestra añadió, saliendo de ese rubor.
-Mis padres están muy contentos. Les hace muchísima
ilusión ser abuelos. Y la madrina Rei prometió ir a verles a Nature en cuanto
pueda…dicen que ese mundo es muy bonito.
-Así es. -Convino su contertulia.- Penélope y sus
Fairy Five de allí están realizando una excelente labor, según creo.
Una niña que lloraba interrumpió la conversación.
-¡Vaya, se me hace tarde!- Se excusó Amatista.- Tengo
que irme al laboratorio.
Se despidió
de su amiga y ex compañera de grupo y dejó a Asthel para dirigirse a su
trabajo. Idina por su parte consoló enseguida a la pequeña que simplemente
tenía un rasguño en la pierna al haberse caído. Durante un rato más estuvo
vigilando a los críos. Después de algunas clases divertidas para que
aprendieran palabras nuevas y otras cosas, les hizo entrar al comedor para
darles la merienda. Auxiliada por una compañera se ocupó rápidamente de
aquello. Al poco los pequeños volvieron a su juegos, en el interior de la
clase. Dispuestos en mesitas redondas y con pequeñas sillas adecuadas a sus tamaños se distribuían en grupos de
cuatro. Su maestra iba pasándose a ver
como jugaban o pintaban. Cuando llegó a la mesa en la que estaba Asthel, Idina
se sorprendió, el crío había estado
dibujando una especie de niño con dos grandes alas a cada lado.
-Vaya, es muy bonito, cielo. ¿Eres tú?- Quiso saber
ella con voz dulce. –
-No, es el angelito.- Sonrió el niño. –
-Es muy guapo- le dijo su maestra.-
Desde luego Idina se quedó observando sorprendida de
que, para su corta edad, Asthel dibujaba muy bien. Y se quedó aún más atónita
al escucharle decir.
-Muchas veces viene a casa y juega conmigo. - Le
desveló el crío. – Pero mis papás no le pueden ver. ¿Tú puedes verle?
-No, creo que yo tampoco puedo, cariño. Por eso me
encanta tu dibujo. - Sonrió la maestra realmente impresionada por tal
imaginación.-
-Seguro que un día le podréis ver. Mientras, yo hago
dibujos y así sabéis lo guapo que es. - Afirmó el pequeño empuñando decididamente
un lápiz de colores.-
Idina asintió sin darle más importancia, otros niños
la reclamaban para que viese sus trabajos y ella fue rauda a interesarse por
ellos. Tenía mucho que hacer, aunque las palabras del hijo de su primo se le
quedaron grabadas. Era algo extraño, la forma en la que tenía de hablar de su
angelito. ¡Parecía como si realmente lo viera! En fin, cosas de niños, claro.
Así transcurrieron las horas. Al terminar la jornada fue el padre de Asthel quien
pasó a recoger a su pequeño. Eran algo más de las cinco. Por hoy la jornada
laboral y escolar habían terminado.
-Bueno, ya estoy aquí.- Sonrió Leval una vez entró
en aquella clase, observando esas pequeñas sillas y las mesitas a escala de los
críos, a lo que comentó.- No puedo evitar sentirme como Gulliver.
-Este es su pequeño mundo.- Afirmó Idina,
devolviéndole la sonrisa, en tanto terminaba de ayudar a otro crío a ponerse el
abrigo.-
Al
fin, le tocó el turno a Asthel. Tras echarle una mano para que el crio se
pusiera su chaquetita, su maestra comentó en un aparte con Leval.
-Parece que tu hijo tiene una enorme imaginación. Al
menos a juzgar por lo que dibuja.
-Bueno, ya sabes, a estas edades, es lo normal.
Aunque yo no me acuerdo de cuando era tan pequeño.- Se rio Leval, dirigiéndose
al crío.- Anda hijo, vámonos a casa.
El pequeño asintió, Idina se arrodilló para que
Asthel le diera un cariñoso beso en una mejilla y tras eso, Leval se marchó con
el crío.
-Desde luego, este niño es muy fantasioso.- Se
sonrió la maestra.-
Aunque
ella misma se recordó a esa edad. Incluso un par de años más tarde, cuando
conoció a su amiga Nehie a través del espejo de la habitación de sus padres.
¡Ellos también pensaron que era cosa de su imaginación! La típica amiga
invisible que se tiene a esas edades.
-Quizás no debería ser tan escéptica.- Se dijo de un
modo más reflexivo, en tanto despedía a un par de críos más que se iban con sus
madres.- Nunca se sabe…
Y dejando de lado esas meditaciones se ocupó de
recoger la clase para volver a casa. Entre tanto, de camino a la suya y subiendo a su hijo a caballito, Leval le
preguntó con jovialidad.
-¿Qué tal el cole hoy?
-Bien papi, he pintado dibujos y muchos números, he
hecho un castillo muy grande y he jugado al “corre que te pillo”, - le enumeró
el pequeño con patente alegría. –
-¡Qué bien! - Sonrió su progenitor. –
-¿Y tú a que has jugado?- Quiso saber el crio. –
-Pues…a escribir en muchos papeles. – Replicó su
padre de forma algo sarcástica y no demasiado entusiasta, cosa que
evidentemente le pasó desapercibida al pequeño. –
-No es muy divertido – valoró Asthel proponiéndole
con afán. - ¿Por qué no te vienes a la guarde conmigo?
-¡Ja, ja, ja!- Leval se rio con ganas totalmente
pillado por sorpresa por aquella proposición tan interesante. Quería imaginarse
con babi, a él y a su superior, el comandante Zorton, y eso le provocaba
carcajadas. Aunque su superior últimamente estaba de bastante mejor humor. Al
parecer su esposa estaba esperando un bebé. – Si hasta el cascarrabias está más
contento, cosas más raras se han visto. Desde luego estaríamos bastante graciosos
vestidos como críos de guardería.- Así
pensando pudo replicar todavía entre risas. – ¡Te agradezco la oferta, hijo. Si
pudiera desde luego que iría!
Y
así entre otras conversaciones en las que su pequeño le deleitaba poniéndole al
corriente de sus pequeñas vivencias, llegaron a casa. A Leval le encantaba
pasar a recogerle, de mañana le era imposible y su mujer se ocupaba y al
terminar la jornada sucedía al revés. Cuando llegaron a casa, dio de cenar al
crío. Al poco llegó su esposa. Amatista venía cansada, mucho trabajo todavía en
Bios. Tenía una gran cantidad de cosas pendientes que analizar y estudiar para
proseguir con la adaptación de plantas y animales a ese hábitat tan nuevo. Pero
eso se le olvidaba tan pronto entraba y veía la carita sonriente de su hijo.
Tras darle un montón de besos acostó a Asthel. Éste, una vez en la camita,
demandó el clásico beso de buenas noches de sus papás. Ambos se apresuraron
a ello. Leval salió entonces del cuarto
dado que tenía que revisar un par de informes que tenía por leer.
-Dime, cariño. ¿Te lo pasaste bien en la guarde con
la tita Idina?- Le preguntó Amatista con una amplia sonrisa, en tanto sentada
en un lateral de la cama acariciaba el pelo de su hijo. –
-Sí, mami. - Asintió el pequeño con otra sonrisa que
imitaba a la de su madre. –
Brevemente le relató todo lo que había hecho en el
cole, incluso el dibujo del angelito. Aunque aquí se puso algo triste al
recordar.
-Me lo dejé en la clase, mami.
-Bueno, no te preocupes, mi amor. Mañana lo tendrás
allí.- Le aseguró ella con un dulce tono en su voz -
-Es que se lo quería enseñar al angelito. – Opuso cariacontecidamente
él. –
-Seguro que el angelito ya lo ha visto. Los ángeles
pueden ver muchas cosas. – Le explicó con dulzura su mamá. –
-Ya lo sé. – Replicó el niño para asombro de ella,
como si eso para él fuese lo más natural del mundo. –
-Bueno, pues ahora a dormir. – Pudo decir Amatista
que, tras darle otro beso más de buenas noches le propuso. – Sueña con el
angelito y se lo cuentas.
El pequeño asintió con su cabecita, esa era una
buena idea, y ella se levantó, tras susurrarle las buenas noches salió apagando
la luz. Era curioso pero al pequeño nunca le había dado miedo la oscuridad. Aun
sonriente Amatista le dejó allí y fue con Leval. Cuando su marido terminó de
leer aquellos informes sobre la segmentación estratégica del planeta, ella le
contó lo que había hablado con Sandy. Aunque nada le detalló de las cosas que
Asthel le dijo a su amiga.
-¡Pobre Sandy! – Pudo decir el muchacho, llevado por
la misma compasión que los demás. – Ella lo está pasando muy mal y seguro que
no le contará casi nada a Coraíon para que él no sufra.
-Trata de ser fuerte pero está muy afectada. Yo ya
no sé qué más puedo decirle. Me preocupa mucho. – Corroboró Amatista con
semblante consternado. – Si sigue así, puede que hasta su matrimonio se
resienta.
Aunque de pronto su esposo pareció escrutar con la
mirada hacia la habitación del niño. Parecía haber escuchado algo y le hizo una seña a su esposa de que se callase
un momento.
-¿Qué ocurre? - Quiso saber Amatista extrañada de
aquello. -
- Es Asthel,- le comentó Leval aguzando el oído. - Está
hablando sólo. Quizás esté soñando. Vamos a oír que dice.
Su mujer asintió, intrigada también y con el mayor
sigilo posible se acercaron a la puerta. Al parecer el niño estaba todavía
despierto. O quizás soñaba hablando en voz alta. Muy despacio la entreabrieron
sin querer asustarle y escucharon a su hijo decir entre susurros.
- Pero mami dice que no es verdad, y nunca dice
mentiras... ¿es verdad? ¿Me lo prometes? Vale, pero me lo has prometido y tú
tampoco dices mentiras… ¿vale?... ¿Has visto mi dibujo? Mami dijo que puedes
verlo todo, yo le dije que ya lo sabía. ¿Te ha gustado? ¡Qué bien! Mañana te
haré otro. Me voy a mimir... ¿estarás conmigo? ¡Hasta mañana angelito, Arrael!...
Amatista
y su esposo quedaron petrificados al oír el nombre del ángel, no lo habían
entendido del todo, pero imaginaban a quién se refería.
- ¡No puede ser! – exclamó él, aunque enseguida bajó
el tono de voz para no despertar a su hijo. –
Su esposa
también estaba lívida, parecía que hubiese visto un fantasma. Leval
enseguida le preguntó.
-¿Alguna vez le has mencionado tú ese nombre?
-¿Yo?- se sorprendió la joven señalándose a sí misma
para contestar. – ¡Nunca se me ha ocurrido hacer tal cosa! ¿Cómo iba a decirle
algo así a nuestro hijo?- Protestó con visible indignación. –
-Lo siento cariño, perdona. Era por eliminar
probabilidades. – Se excusó de inmediato el chico que agregó con prevención. - Supongo que ni tus padres, ni los míos,
cuando han venido a visitarle han dicho nada de eso tampoco.
Pero ahora su mujer no estaba enfadada sino atónita.
Apenas sí pudo musitar con expresión de asombro.
-Asthel decía la verdad. ¡Dios mío, Sandy espera un
hijo!...
Su
marido se quedó sorprendido, no entendía nada de lo que ocurría hasta que su
esposa se lo explicó por completo. En cuanto le refirió lo que su hijo le había
dicho a la mujer de Coraíon, Leval sintió un escalofrío.
-No sé qué pensar. – Pudo decir el muchacho
realmente anonadado –
- ¡Pues yo sí! - Repuso su interlocutora con mayor
decisión. – No se trata de ninguna coincidencia, Leval. Tú sabes lo que rodeó a
nuestro hijo aún antes de que naciera. ¡Lo que mi propia madre me contó! He sido una estúpida por no creerle. Mañana tendré
que hablar con Sandy…
La joven suspiró ahora pensando que su amiga sí que no
iba a creer aquello tan fácilmente. Lo más seguro es que, en el mejor de los casos
se mostrara escéptica como ellos en un principio. Eso si no se enfurecía con
ella. Pero, ¿qué podía hacer? Amatista pensó que era su deber como amiga. Puso
esa idea en conocimiento de su esposo. Su marido asintió despacio.
-Ten mucho cuidado.- Le pidió pese a todo Leval.- Podrías
herir a Sandy, aunque se lo digas con tu mejor voluntad.
-Lo sé, pero es un riesgo que debo correr.- Suspiró su
esposa.-
Pasaron todavía un par de horas antes de que los
dos, ya cansados, se fueran a dormir, aparcando aquel incidente. Mientras
tanto, en la casa de la otra pareja, Sandy le contó a su esposo lo que el
pequeño Asthel le había dicho...
-¡Ojalá tuviera razón!- añadió recostada sobre un
hombro de Coraíon. - ¡Sería tan bonito!...Deseo creerle con toda mi alma,
¡entregaría gustosa mi vida por darte un hijo!
- ¡No, no digas eso mi amor! Ni se te ocurra
pensarlo siquiera ¿eh?- se apresuró a contestar Coraíon que trató de
disuadirla, al sentirse bastante preocupado. - Estoy seguro de que lo conseguiremos.
Aunque tarde un poco más al final lo lograremos. Pero tú eres lo más importante
que existe para mí. No quiero que sufras el menor daño bajo ningún concepto
¡Nunca olvides eso!
Y para subrayarlo abrazó a Sandy con todas sus
fuerzas deseando creer también en las palabras de ese pequeño. Su esposa no
pudo evitar sollozar, sabía que su marido deseaba lo mismo y a la vez que
estaba muy asustado y preocupado por la salud de ella. Fue decirle aquello, escuchar su respuesta y
la muchacha se arrepintió de haber usado esa expresión. Al mismo tiempo se
sentía muy agradecida y amaba cada vez más a Coraíon puesto que podía percibir
que sus palabras, hablando de cuán importante era ella para él, le brotaban del
corazón.
-¡Lo siento! - Gimió sin poder dejar de llorar.-
-No tienes nada que sentir. No tienes culpa de nada.
- Se apresuró a responder él, estrechándola más entre sus brazos.-
Tras
un momento, él se separó y mirándola a esos verdes ojos, ahora llorosos y
enrojecidos, Coraíon le sonrió, en tanto le secaba las lágrimas con un trozo de
la sábana.
-No hay nada que me haga más feliz que estar
contigo. ¡Eres la mujer a la que amo! Y si el destino ha decidido que no
tengamos hijos, que así sea. Pero nunca se sabe, en cualquier caso, aceptaré lo
que venga, o lo que no venga, no debes desesperarte.
Su agradecida esposa asintió despacio, él le dio un
suave beso en los labios. Sandy decidió dejarlo estar, se daba cuenta de que
era inútil quejarse y sufrir tanto, al menos delante de su pobre esposo. Al fin
se dejó confortar por él y ambos se quedaron abrazados sobre la cama hasta
quedarse dormidos. Aunque sin que ellos se percatasen una figura encapuchada y
de revestida con una negra túnica les observaba al pie de la cama. Se limitó a
abrir un gran libro burdeos que portaba y a consultar unos pasajes. Tras hacer
un asentimiento imperceptible declaró con voz grave.
-Todo sigue su curso…el Mensajero lo ha profetizado.
Y
sin más se desvaneció. Pasaron unos días y la morena científica trabajaba de nuevo.
Poco a poco se había recobrado lo suficiente de su depresión, apoyada por sus
amigos y familia. Al menos la actividad y los experimentos y proyectos la
distraían de aquellos pensamientos. No obstante seguía muy baja de ánimos.
Trataba de no exteriorizarlo ante Claudia, Sylvia y Gwen, las otras tres miembros
de las Fairy Five de Bios. Pero Amatista se encargaba de levantarle la moral en
lo que podía. Las dos hablaban mucho en los descansos de la hora del almuerzo.
-¿Qué tal Asthel?,-
le preguntó Sandy -...hace días que no le veo…
- Está en la guardería.- Le contó su amiga. - Idina
se encarga de cuidarle, dice que es un niño muy despierto...
- Tú tienes un hijo maravilloso, Kerria ha logrado
tener a su hijo, e incluso Satory ha tenido gemelas. Por no hablar de Scott. Soy
yo la única que no ha podido - musitó Sandy recayendo una vez más. -
- ¿Sabes una cosa?,- le dijo Amatista intentando
animarla. - Estoy segura de que sí podrás tenerlo. ¡Es más, creo que estás
embarazada! - Se aventuró a asegurar ya que hasta ahora no se había atrevido a
hacerlo. -
- Pero, ¿qué dices?- exclamó su amiga mirándola
atónita y añadiendo incluso dolida. - Asthel te lo ha repetido tanto que te lo
ha conseguido meter en la cabeza, ¿eh?...
- No te enfades - le pidió su interlocutora. - No lo
dije para eso. Es verdad, ¡por favor!...hazte unas pruebas. ¿Qué puedes perder?
Te lo pido como un favor.
- No - respondió Sandy secamente meneando la cabeza.
- Amatista, no sé por qué me pides eso pero no tiene ningún sentido que lo
haga.
- Por favor, ¡hazme caso! No puedes perder nada,
¡confía en mí! - le insistió su amiga. -
- Está bien - accedió la interpelada a desgana. - Si es para que te
quedes más a gusto lo haré. Pero prométeme que si sale negativo, nunca más me
hablarás de esto.
- Te lo prometo.- Aceptó su amiga que la alentó. - ¡Venga!, después del trabajo yo te
acompañaré.
Efectivamente,
Amatista acompañó a Sandy a la consulta del médico de la empresa del planeta. La
morena movía la cabeza, declarando eso sí, con tono exento de enojo.
-Mira Tist, sé que tú crees en lo que me estas
diciendo. Pero es imposible. Llevo años intentándolo.
-Debes tener fe.- Le pidió su contertulia.-
La interpelada suspiró con manifiesta incredulidad.
Aunque una pequeña parte de ella anhelaba que su amiga estuviera en lo cierto.
Por ello se sometió a las pruebas y tras un tenso instante de espera el doctor
miró la muestra y meneó la cabeza.
- Lo siento mucho. El resultado es negativo...aunque
puede que no sea seguro, a veces tarda un poco. - Quiso agregar de forma más
conciliatoria al ver la decepcionada expresión de las dos mujeres. -
-¿Lo ves? - Denunció Sandy que miró a su amiga con
reproche. Ésta bajó la cabeza apenada en tanto oía a su amiga sentenciar con
amargura. - ¡Vámonos de aquí, ya hemos perdido demasiado tiempo!...
- Lo siento, de veras que lo creí.- Trató de
excusarse Amatista. -Después de lo que Asthel dijo…
Sandy
no la quiso escuchar pero cuando se disponía a marcharse tras recoger su bolso y
su abrigo, el médico las avisó en voz alta para evitar que saliesen sin oírle.
- ¡Un momento!, esperen, la muestra sí que está
variando. Ahora lo veo claro. ¡Sale positivo!...- Amatista giró la cabeza y
Sandy se quedó paralizada por la sorpresa, sin creer lo que oía, el médico
añadió más distendidamente. - ¡Tonto de mí!, se me había olvidado agitarla. Al
mover el tubo me he percatado...
- Pero...- balbuceó Sandy que se acercó lentamente
conteniendo a duras penas la emoción. - ¿Está usted seguro, doctor?...
- ¡Es maravilloso!, ¿lo ves? ya te lo decía yo.-
Afirmó Amatista aunque ni ella misma se lo creía aun.-
- Sí, es
seguro. Está usted aproximadamente de dos semanas. - Le precisó el médico tras
valorar un poco más aquellas muestras. - ¡Enhorabuena!
La conmocionada
chica se abrazó a su amiga y lloró sin cesar. Sus lágrimas parecieron arrastrar
toda la tristeza que la había embargado durante esos años. Amatista lloró con
ella compartiendo aquel instante de felicidad y se la llevó de la consulta
dándole las gracias al doctor una y otra vez. Fueron a casa de Sandy. Allí
estaba Coraíon que enloqueció de alegría al saber la noticia, tomó a su mujer
en volandas y bailaron sin parar.
-Ya te lo decía yo, cariño.- Exclamó él sin poder
dejar de besarla una vez la dejó en el suelo.-
-¡Soy tan feliz! ¡Ojalá que no sea un sueño.-
Lloraba la joven, presa ahora de una inmensa alegría.-
-¡No lo es, no lo es! - Insistió Coraíon, tras ver
el informe que el médico les había entregado.- Ya verás cuando se lo digamos a
mis padres y al tuyo.
-Sí, pero, mejor será que esperemos un poco.- Pudo
responder una más contenida Sandy, alegando no sin algo de temor.- No quisiera
que nada fuera mal.
-Nada irá mal.- Sonrió su amiga Amatista entonces
dándole un abrazo, para sentenciar.- De algún modo mi hijo lo sabía.-
-Sí, es cierto, quiero verle para darle las
gracias.- Afirmó la morena científica esbozando una enorme sonrisa, para
prometer.- Le haré el pastel más grande que haya visto nunca.
-Muchas gracias por acompañar a Sandy, prima.-
Repuso Coraíon abrazándose a Amatista a su vez.-
-No hay de qué.- Contestó ella, sintiéndose muy
feliz por ellos.-
Coraíon no paraba de besar a su esposa y de
sujetarla como si quisiera protegerla de todo. La francesa recordó con una
sonrisa que Leval hizo lo mismo con ella cuando le dio la noticia de su
embarazo. Decidió dejarles a solas para que lo celebrasen. Antes de irse,
Coraíon le dijo que le invitaba a ella, a Leval y al niño a comer para
celebrarlo. Quedaron para el día siguiente. Amatista volvió a casa muy feliz.
Al entrar en casa la esperaban Leval y Asthel que ya habían retornado de la
guardería. Coraíon les había llamado por teléfono y se lo había dicho a su
primo. Asthel, muy sonriente, abrazó a su madre y declaró.
- El angelito decía la verdad...él siempre dice la
verdad, mami. Como tú.
- Sí… cariño mío.- Admitió ella que tartamudeaba con
patente emoción. - Perdona a mamá, tenía que haberte hecho caso.
- ¡Es estupendo!,- terció Leval - me alegro mucho
por ellos. Coraíon dice que Sandy ha cambiado completamente, está radiante. Llora
y ríe a la vez sin poderse controlar.
- ¡Es increíble! - Asintió Amatista que, ya
recobrada de las emociones, se dirigió a su hijo para decir con tono jovial
pero firme. - Bueno Asthel, ya es tarde, vamos a dormir ¿eh?...
El
niño asintió muy contento y su madre le acostó, le leyó un cuento antes de
dormir y luego, tras darle un montón de besos, se fue con Leval a la cama. Allí
hablaron los dos.
- Nuestro hijo tiene un gran don.- Suspiró ella preguntándose en voz alta. - ¿Será eso lo que
nos han predicho?...
- Creo que es algo de mucho más alcance que eso -
repuso Leval reflexivamente. - Pero veo a Asthel tan normal. Excepto eso de las
estrellas de hace dos años. Nunca he visto nada raro por lo demás. Bueno, lo
del otro día cuando hablaba sólo. Quizás vea al ángel en sus sueños. O con la
imaginación, pero eso, es cosa de niños, supongo. - Afirmó sin parecer creerse todavía
lo que había sucedido. -
- Es más que eso Leval... ¿sabes? Asthel sabía que
Sandy estaría embarazada. Cuando me he parado a pensarlo fríamente y he hecho
unos cálculos me he dado cuenta. Acertó incluso el momento de la concepción…
- Entonces, ¿no crees nuestro hijo podrá valer como
adivino? – Quiso bromear el chico abrazando a su mujer. – Nos podría
pronosticar la lotería o algo así.
- Bueno quizás- le susurró ella que al sentirle tan
pegado añadió con un pícaro tono - y ahora que Sandy y Coraíon van a tener un niño, me ha entrado envidia a mí.
-¿Qué insinúas?..- quiso saber él con
voz melosa, en realidad lo sabía de sobra. -
- Insinúo que me gustaría tener otro niño.- Sonrió
ella montándose encima de su encantado esposo y añadiendo con idéntico tono
incitador. -Y creo que tú puedes
ayudarme...
Leval
sonrió y apagó la luz. Así ambos comenzaron a “preparar” un hermanito para
Asthel, mientras tanto éste dormía profundamente entregado a sus sueños
infantiles. Entonces, unas estrellas como las que él había formado hacía dos
años, pero de diferentes colores, cinco en total, se materializaron en el
cuarto. Junto a ellas aparecieron unas siluetas, cinco también. No se las podía
ver con claridad, pero había una que destacaba por su tremenda altura, casi se
daba con la cabeza en el techo. Entre la débil iluminación de las estrellas, se
adivinaban dos siluetas de mujeres y tres de hombres. Una de ellas, con voz de
varón, les dijo a las demás.
- Bueno, esta vez no nos hemos equivocado de
planeta. Es aquí y la hora ha llegado, ya está preparado para que comencemos a
instruirle.
- Creo que sus padres humanos están ocupados
preparando el nacimiento de otro más.- Terció una de las siluetas con voz femenina,
agregando con voz melosa. - ¿Deberemos enseñarle a ese también?...
- No lo sé,-
repuso la voz de hombre anterior. - Ya nos lo dirán en su momento.
-¿Habrá que enseñar al Mensajero a reproducirse
también?- Quiso saber otra voz de mujer algo más chillona.-
- Olvidad eso – les indicó otra voz masculina. –
Todavía es demasiado joven para el ciclo reproductivo de su especie. Y además, ese no es cometido nuestro.
- Bueno, cuando alcance la edad adecuada quizás yo
pueda instruirle. – Comentó la primera voz de mujer con tono insinuante. –
Aunque no forme parte de nuestras obligaciones, no me importaría…
-¡Eso da igual! - Respondió otra voz de hombre muy
bronca. - Creo que lo principal será ocuparnos del Mensajero ahora, eso es lo
que se nos ordenó. Bien ¿Quién empezará con la tarea?..
Todos
los interpelados guardaron silencio, entonces otra silueta con voz femenina
pero más alegre y risueña que la anterior, habló.
-Pues creo que seré yo la que empiece primero, me
gustan mucho los humanos tan chiquititos. Es divertido jugar con ellos, ¡son
mis peluchitos!…
- Muy bien - añadió otra voz de hombre con tintes
más moralistas y cautos que las anteriores. - De acuerdo, tú empiezas. Pero recuerda
que estamos hablando del Mensajero. Así que déjate de diversiones y ve al
grano...
- ¡Claro! - acordó jovialmente ésta. - Me lo tomaré
en serio, es más, empezaré ahora...
- No, déjale dormir,- le pidió la anterior voz masculina que había hablado
según explicaba. - Eso es lo que está haciendo, para los humanos es algo muy
importante. Hasta el Mensajero es mortal en parte y dada su condición humana
necesita dormir, para ellos es un descanso que les repone energías.
- Vale, entonces volveré - dijo la voz femenina risueña
que buscó las palabras adecuadas. - ¿Cómo dicen ellos? ¡Ah, ya!...mañana. Mañana
apareceré ante el Mensajero y comenzaré a hacerle conocer su verdadera misión.
- Debes tener cuidado y poner esmero en ello. - Le
indicó la otra voz de mujer admitiendo sin paliativos y con más seriedad e
inquietud, cosa muy rara en ella. - Los poderes del Mensajero dejan ridículos a
los nuestros, y debe aprender a emplearlos al máximo de su nivel y eficacia.
- Lo haré – convino su compañera que prometió ahora
con un tinte más serio en su voz. – Me portaré bien…
Esas
palabras fueron acogidas con un gesto de aprobación de sus compañeras y tan
repentinamente como aparecieron las cinco siluetas se desvanecieron, dejando al
pequeño Asthel sumido en sus profundos sueños con el angelito y con parajes tan
misteriosos como bellos…
-Angelito guapo. Gracias. - Musitaba el niño. - Tita
Sandy ya está contenta…
Por
su parte la soberana de la Tierra y la Luna Blanca estaba durmiendo también. Y
ella soñaba a su vez. Aunque quizás no fuera algo tan agradable. Vestía sus
galas del Milenario de Plata y ante ella estaba esa figura de negros ropajes,
con aquel libro. Sin embargo, la soberana no estaba asustada. Al contrario,
observaba severamente a aquella aparición y le preguntó, casi con premura.
-Dime Demiurgo. ¿Qué sucederá ahora?...
-Todo sigue su curso. Tal y como debe ser…
-Entonces, de momento estamos a salvo. ¿No es así?
-La amenaza sigue ahí. - Le informó éste.-
-Pero quedan muchos años todavía.- Repuso ella.-
-Las cosas pueden cambiar. El destino no está del
todo escrito.- Fue la contestación de esa grave voz.-
-Entiendo que lo que ha sucedido debía de ocurrir.
Pero, ¿acaso no deben de ser ellos quienes culminen esta historia? Nosotros ya
hicimos lo que se nos requirió.
-Todavía deberéis intervenir…mi reina, sabes
perfectamente que tu presencia y la de los tuyos es muy importante. Vosotras
sois la inspiración para muchas personas en éste y en otros mundos.
-Lo sé.- Admitió la aludida.- Pero también sé que no
debemos tomar demasiado protagonismo. ¿Acaso no me indicaste eso?
-Confío en que tú y los demás miembros de tu equipo
sabréis como dosificar vuestras intervenciones para que así sea.- Declaró aquel
ser para sentenciar de una enigmática forma.- Muchas cosas han de suceder aun.
Algunas hermosas y alegres, otras tristes y terribles. Todo ello es el cimiento
sobre el que se construirá…Y ahora hay un pequeño cambio…
Y
aquel ser le mostró a la reina una página del libro que comenzaba a escribirse
de la nada. En cuanto ella la leyó asintió despacio y suspiró.
-Así ha sido desde el comienzo. Muy bien, enseguida
me ocuparé de ello…
Y
aquel ser y su grueso volumen se desvanecieron de su vista. La soberana
despertó entonces en su lecho. Su esposo dormía a su lado. Aquello no era algo
que le gustara pero tenía adquirida esa responsabilidad. Al menos podía contar
con los suyos. Entonces, sin perder ni un momento, decidió llamar a una de sus
amigas y compañeras más queridas. Ésta dormía plácidamente cuando sonó su
intercomunicador. Tardó en despertarse y responder con irritación…
-¿Sí? Rei Hino al habla.- ¿Quién demonios es? –
Quiso saber entre bostezos, aunque cuando reconoció la voz enseguida exclamó.-
¡Usagi! ¿Cómo se te ocurre llamar a estas horas?...
Pero
a los pocos segundos fue tomando conciencia de la realidad y enseguida se
disculpó.
-Lo siento, Majestad. Estaba soñando… Si, enseguida
estoy ahí…
No
tardó mucho en adecentarse y ponerse un vestido y unos zapatos. Acudió a una de
las cámaras privadas de la reina. Nada más entrar la soberana la esperaba, sentada
en un sofá. La princesa de Marte le hizo una leve reverencia…
-Siéntate Rei.- Se sonrió su soberana palmeando un
sillón junto al sofá de ella misma.-
-Espero que sea algo importante para que me
despiertes a estas horas. Porque por muy reina que seas, te advierto que te voy
a dar una buena zurra sino.- Replicó la aludida con jovialidad, teñida, eso sí,
de cierto fastidio.-
Aunque
su interlocutora pasó por alto aquello y le preguntó.
-Ibas a ir
Nature. ¿No es así? A ver a tu ahijado y a su esposa. La hija de Ail y
Ann.-
-Sí, así es. ¿Sucede algo malo?- Inquirió la
princesa de Marte, ahora con gesto preocupado.-
-No, tranquila. No pasa nada. Solo quería desearte
buen viaje y decirte que partas cuanto antes. ¡Ah! y llévate a Ami contigo. Le
tiene mucho cariño a Naya.- Le indicó la reina.-
-Muy bien. Como quieras. ¿La despertamos ahora o se
lo puedo decir mañana?- Quiso saber ahora no sin cierto retintín.-
Eso
hizo reír a Serenity, movió la cabeza divertida para replicar.
-Mejor lo dejamos para mañana, lo siento Rei. Espero
que no estuvieras soñando con algo bonito.
-No. - Se sonrió la aludida, declarando con irónico
humor.- Solamente soñaba que era una princesa de Marte que vivía en la Tierra y
que tenía una amiga medio loca que era la soberana del planeta, que no tenía
nada mejor que hacer que despertarme a las tantas de la madrugada.
-¡Lamento mucho haberte privado de tan dulce sueño! Buenas
noches, amiga mía.- Le sonrió la aludida, tratando de aguantar la risa.-
-Buenas noches.- Replicó afectuosamente ésta
devolviéndole la sonrisa ahora, aunque antes de marcharse, preguntó ya con
seriedad.- ¿Tienes algún mensaje para ellos? Ya sabes, aprovechando que vamos
a ir a Nature y eso está en su
jurisdicción…
-Transmíteles nuestra amistad y nuestros mejores
deseos. Del soberano y míos.- Afirmó la interpelada.- Mañana lo discutiremos
con más calma.
Aunque
Marte la miró divertida y moviendo la cabeza declaró…
-Lo cierto es que, a estas alturas me he desvelado,
Majestad. No sé… ¿os apetecería comer algún pedazo de tarta, de esa que Makoto
hizo el otro día? Así podríamos charlar sobre los viejos tiempos y también
sobre los nuevos…
La
soberana se rio y asintiendo afirmó…
-Bueno, no me parece mala idea. Aunque claro, si
hacemos eso sin que las demás se enteren podrían enfadarse con nosotras por no
avisarlas. ¿No crees?
-Por esta vez tengo que darte la razón. - Convino
pícaramente Rei quién sugirió para regocijo de su compañera.- ¿Las
invitamos?...
-¿Y despertarlas en medio de la noche?- Fingió
escandalizarse su interlocutora.-
Ahora
fue la princesa de Marte quién se sonrió divertida para sentenciar
-Bueno ¿Por qué no?...
-¡Nos van a matar! - Suspiró Serenity sin poder
evitar reír.-
-No cuando les mostremos la tarta.- Replicó su
interlocutora para remachar.- Hay ciertas cosas por las que vale la pena perder
el sueño, un buen postre, una buena sesión de cotilleos y sobre todo, unas
buenas amigas.
Su soberana,
compañera y, sobre todo, amiga de siempre, estuvo de acuerdo y las dos entre
risas se dispusieron a llevar a cabo su plan. Decididas a levantar a medio palacio.
Desde luego aquella noche fue memorable. Una vez despabiladas y tras los
primeros instantes de desconcierto, en los que Makoto llegó a pensar hasta que
eran atacadas, se dedicaron a abroncar convenientemente a esas dos
inconscientes.
-¿Cómo se os ocurre levantarnos a las tres y media
de la madrugada?- Exclamó Ami, alegando perpleja.- Tengo que dormir, mañana
debo repasar muchos informes de la OMS.
-Y yo sacaré un cutis fatal.- Bostezó Minako.-
-Bueno, seguro que, cuando os cuente nuestro plan,
lo veréis de otra manera.- Se rio Usagi.-
Y en efecto, la persuasión de los dulces obró el
milagro y las princesas se apaciguaron. Así, junto a su compañera Rei y su
ahora reina Serenity, tuvieron una buena madrugada de comida y confidencias.
Como en aquellos viejos y buenos años. Lo difícil sería mantenerse despiertas
al día siguiente para atender sus deberes…pero ¿quién pensaba en eso en tanto
reían y devoraban aquella deliciosa tarta?
-Por cierto, Majestad y princesa de Marte. Debo
poner en vuestro conocimiento que esta tarta a la que tan graciosamente nos
habéis invitado, era la que yo hice.
-Las informó Makoto con un tinte de divertida sorna.-
-¡Sí, ya lo sabemos!- Se rio Rei.-
-¡Y apreciamos en lo que valen tus desvelos en pro
de la corona!- Convino Usagi del mismo modo bromista para pedir no sin su
descaro de antaño.- ¿Mañana podrías traerte otra? Creo que hay una sucursal de
Flowers and Flavours muy cerca del palacio.
La
interpelada suspiró moviendo la cabeza entre las risas de todas. Al fin asintió
con divertida resignación uniéndose a las carcajadas. Serenity rio también,
pese a que al día siguiente a buen seguro deberían retomar sus obligaciones,
por esa noche, solamente eran cinco amigas disfrutando de aquella improvisada
velada nocturna…
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