martes, 8 de marzo de 2011

GWT 5. Capítulo 157. Se cumple un deseo muy anhelado



Cuando al día siguiente, Amatista llegó con su hijo a ver a Sandy, ésta estaba ocupada limpiando algo la casa. La muchacha se dedicó a eso con brío en parte porque no deseaba que su amiga viese su morada sucia ni desordenada. Ese jamás fue su estilo, por mal que fueran las cosas ella siempre fue hogareña y se las apañó para tener su casa en condiciones.



-Siendo aún muy pequeña tuve que empezar a ocuparme de eso. Papá se pasaba la vida saliendo a trabajar o a buscar trabajo para mantenernos.- Se decía con una mezcla de melancolía y nostalgia.-



Y además, llevaba desde por la mañana temprano estaba despierta, era incapaz de dormir. Coraíon, tras cubrirla de todo el cariño que pudo, como siempre, se había marchado al trabajo. El chico siempre le susurraba cosas bonitas. Ella al principio sonreía, pero, poco a poco aquellas palabras le iban siendo cada vez más indiferentes y apenas sí alteraba su expresión. Al fin, el muchacho suspiraba resignado y tras darle un beso se iba. La joven había permanecido en la cama, abrazada a su osito, durante al menos un par de horas. Lo hacía cada vez que se sentía sola y desolada. Creyó que jamás volvería a sucederle algo así, pero la vida era muy cruel, siempre lo fue con ella. Primero la muerte de su madre, después todos los problemas de incomprensión y rechazo que arrastró por el mero hecho de su herencia genética y cuando al fin pensó que su sufrimiento había quedado atrás, con su esposo y con esos años de felicidad, ocurría esto. Sin saber que más hacer solamente podía acariciar a Alitas, su oso y único refugio a ese pesar, y musitar llena de amargura.



-Vas a ser el único niño que tendré…



Lloraba en silencio, aunque sabía que su amiga iría y no deseaba que la viera hundida en  la cama o en el sofá, con todo desarreglado. Menos aún si traía al pequeño con ella. Y por otro lado, sentía la necesidad de ver a aquel niño al que adoraba. Era la única cosa capaz de darle alguna alegría, aunque paradójicamente le recordase el motivo de su tristeza. De modo que, durante toda la mañana y tratando de sobreponerse a su estado depresivo, se afanó en ordenar y limpiar lo mejor que pudo. Pensaba incluso en su amigo Scott, que hacía apenas un año, había sido padre.



-Al menos tú lo has logrado. ¿Quién te lo iba a decir? - Suspiró dejando caer algunas lágrimas. –



            Contempló incluso una Holo foto del chico, junto a su ahora esposa Clarisa y su hijo Franklin. El pequeño tenía el pelo rubio como su madre y unos ojos azules pálidos como los del padre.



-Me alegro mucho por ti - Musitaba la llorosa joven. – El crio es una monada. Te mereces ser muy feliz con él y con tu mujer.



            Y es que Sandy, en justa reciprocidad, fue invitada a la boda de esos dos apenas haría un año y medio en Nature. Por ese entonces la muchacha no tenía aun el pesar de no ser capaz de concebir. En su ingenuidad suponía que ni ella ni su marido llevaban demasiado tiempo intentándolo. La ceremonia del enlace de sus amigos fue sencilla pero bonita. Y a los diez meses nació Franklin. Scott incluso le ofreció a Sandy ser la madrina, no obstante, por la lejanía de ambos planetas finalmente fue Ginger quien tuvo ese honor. La dueña del prestigioso Clargin fue quien se ocupó gustosamente del tema. Su negocio iba realmente bien. Era esa la cafetería más reputada de Nature. Superando incluso a la delegación del Flowers and Flavours de la madrina de Coraíon.



-Gran parte del éxito te lo debo a ti.- Le dijo  a Sandy cuando esta le alabó por aquel estupendo local.-



            Pudo ver el karaoke con las holofotos de todos aquellos que fueran en la SSP-1, y las imágenes de Amatista, sonrió. También vio al hijo de Ginger, Dean, un muchacho rubio y bastante guapo. Había crecido bastante.



-Dentro de poco ya te tocará. Como a Clarisa y a Scott. - La animó Gin en tanto le preparaba a su hijo la merienda.-



            Y además Ginger era como una hermana para Clarisa. Por no decir que ambas eran socias en aquel próspero negocio. Por ello, pensó que no habría mejor madrina para el hijo de su amigo, que esa simpática chica, que además era muy buena persona.



-Eso es lo natural. Ellos están siempre juntos. -Se dijo Sandy. – Y yo tengo aquí a otros amigos. Pese a todo, tú siempre has estado ahí tratando de animarme y nunca te lo podré agradecer lo bastante.



Y es que Scott la había llamado y enviado holo videos en los que siempre le decía que tuviera fe. Que todo era posible. Que si él lo había conseguido ella no iba a ser menos. Estaba claro que ese joven la conocía muy bien. Pese a que la propia Sandy tratase de fingir ante la cámara cuando contestaba en sus mensajes, dirigidos a ese joven en Nature.



-Nunca fui capaz de engañarte sobre mi estado de ánimo. - Reflexionaba con amargura - Y siempre has sido para mí un amigo fiel y sincero. Me has animado y dado apoyo moral cuando lo he necesitado. Aunque ahora estás muy lejos y no puedes hacer nada, ni tú ni nadie puede…



Y ansiosa por dejar de pensar en eso hasta se metió en la cocina, para preparar algo que ofrecer a sus amigos. También le gustaba cocinar, era como un bálsamo, empero, de un tiempo a esta parte hasta eso le resultaba cada vez más anodino. Aunque por esta vez, tan liada estaba tras un rato de actividad febril  horneando algunas tartas que Amatista llamó a la puerta un par de veces antes de que su amiga se percatase de ello y la abriera. Mientras esperaban, Asthel le preguntó a su madre el porqué Sandy estaba triste.



- Hijo, son cosas de mayores, ya lo comprenderás.- Respondió esquivamente ella al pequeño mientras le arreglaba el abriguito colocándole bien las mangas. -

- Yo quiero ayudar a tita Sandy...no me gusta que nadie esté triste...- dijo el niño con gesto convencido y hasta serio. -



            Amatista le dedicó una tierna sonrisa y le besó en una mejilla, entonces Sandy abrió la puerta, llevaba un delantal, tras invitarles a entrar trató de parecer alegre delante del crío.



- Hola Asthel, cielo...pasa, te he hecho un pastel. Es de chocolate. Lo tengo en la mesa de la cocina.

- ¿Has oído cariño?- ¿Qué se dice?- Le inquirió Amatista. -

-¡Pastel biiiieeeen! ¡Gracias, tita! –exclamó el niño que apenas sí dijo otra cosa. -



            Tras besar a su anfitriona en la mejilla el pequeño Asthel salió disparado hacia dentro. El pastel de chocolate era su debilidad. Sobre todo los de Sandy que muchas veces le hacía alguna de sus deliciosas tartas. Aunque ésta no estaba ahora de muy buen humor ni tan siquiera para sonreírse con el apetito del crío y tan pronto como éste desapareció dentro de la casa hacia su anhelado dulce, saludó a la madre del pequeño con su auténtico estado de ánimo.



- Hola Amatista - susurró muy decaída. - Pasa, no te quedes en la puerta...

-¿Cómo te encuentras, Sandy? ¿Puedo hacer algo por ti?...- inquirió su amiga visiblemente preocupada. -



            Ésta negó con la cabeza y ambas entraron al salón de la casa y de allí fueron a la cocina. Asthel ya estaba empezando a comer el pastel, al niño le encantaban los dulces que su anfitriona hacía, Sandy era muy buena repostera. El crío se acercó a las dos mujeres con la boca llena de chocolate. Amatista, alarmada por aquel cuadro que presentaba su hijo, corrió a limpiarle con una servilleta de papel.



- ¡Pero tesoro, mira cómo te has puesto! - Le recriminó su madre con suavidad. - Tienes que comer más despacito o te atragantarás.

- Estás muy gracioso, ¿quieres un poco de leche para pasar mejor el pastel? Estarás empalagado de tanto chocolate...- sonrió Sandy, esta vez sin tener que fingir. -

- Sí por favor..., dale un poco de leche.- Le pidió Amatista disculpándose azorada.- Lo siento, ha entrado tan rápido que ni he podido intentar frenarle.

-No te preocupes. Está bien así. Me encanta verle tan vital y con contento. Como debe estar un niño.- Afirmó su interlocutora.- Ahora mismo voy por un poco de leche.



 Y se acercó a la nevera y le trajo un vaso lleno al niño. Asthel lo agarró con las dos manos y bebió un largo sorbo, ahora tenía la marca de la leche en los morretes.



-¡Qué gracioso está!- declaró la morena científica que le miraba y sonreía de verdad por primera vez en mucho tiempo. -Tu hijo es tan rico...parece un auténtico angelito. Un angelito…- repitió musitando mientras se le apagaba la sonrisa. -

- Cuéntame Sandy... ¿qué es lo que te ocurre? Es por lo de los niños, estás triste por eso ¿verdad?- le dijo en voz baja Amatista. -

- Sí,- admitió ella hablando bajo también para que Asthel, que seguía bebiendo leche no la oyese. – veo al niño de Scott y de Clarisa, a las hijas de Mazoui y Satory. Te veo a ti con tu hijo, tan feliz...el orgullo que tenéis Leval y tú, me da tanta envidia. ¡Cómo quisiera tener un hijo, una hija...me da igual! , pero...ser estéril. ¡La ironía tiene gracia! yo que a veces tomaba pastillas para evitar tener hijos…- comenzó a sollozar añadiendo con sentimiento de culpabilidad. - ¡Podía habérmelas ahorrado todas!, igual que cuando era una adolescente impetuosa. ¡Quizá sea un castigo de Dios! - Trató de contener un poco sus lloros para añadir ante la triste mirada de su amiga en tanto casi balbucía. - Coraíon y yo nos acostamos anoche, él me dijo que esta vez lo lograríamos. Me destroza el corazón pensar como trata de darme ánimos a pesar de que él también está sufriendo por mi culpa.

- Tranquilízate, mujer.- Le pidió Amatista tratando de animarla - no digas eso... no es en absoluto culpa de nadie. Verás cómo todo se arregla, aún eres muy joven...

- Oye - intervino Asthel que se acercó a ambas aun con los bigotes de la leche – Oye, mami... ¿por qué está triste tita Sandy?

- Vete a jugar, cielo...- Le pidió evasivamente Amatista. - Ahora estoy contigo ¿eh? ....

-¡No quiero jugar! ...quiero que la tita Sandy esté contenta - replicó el niño con gesto serio. -

- Gracias cariño. Eres un chico muy bueno, - sollozó la aludida que abrazó con gran cariño al crío sin dejar de repetir -...muy bueno…



Ya no conseguía evitar que le cayesen las lágrimas, conmovida por las palabras del crío. Amatista la miraba muy apenada sin saber ni que decir, ni qué hacer ante esa escena tan penosa. Entonces, cuando Sandy soltó a Asthel de su abrazo éste la miró, sonrió con un cariñoso gesto y la tocó cerca del vientre con una de sus manitas.



- Tita Sandy ¿quieres un bebé? - Preguntó serenamente el niño mientras le acariciaba suavemente la tripa ante el asombro de la propia muchacha y su madre, añadiendo con lo que ellas tomaron como conmovedora ingenuidad infantil. -...Seguro que si lo quieres mucho tendrás uno. Mami siempre dice que cuando deseas una cosa se puede hacer realidad.



            Amatista desvió la mirada sintiéndose apurada. ¡Lo que le faltaba a su pobre amiga por escuchar! En cuanto a la aludida no supo que decir...era incapaz de inventar nada, como si la forma de mirarla que tenía ese crío la obligase a ser sincera. Estuvo unos momentos sin poder hablar. Al fin supo buscar las palabras que en su opinión podría decirle al niño.



- No puedo tener bebés, cariño…y.… estoy triste por eso. - Confesó a trompicones ella con voz queda en tanto acariciaba con sumo afecto la carita del crío limpiándole los bigotes de la leche. - Aunque lo desee con muchísima fuerza, no puedo…



En un principio ella no tenía intención de decirle nada, incluso se sentía avergonzada de que Asthel la viese en ese estado. Pero era otra vez esa sensación. Algo en él hacía que ella no pudiera ocultarle lo que realmente sentía. Verdaderamente Sandy se sentía desconcertada. Ni tan siquiera Mazoui había sido nunca capaz de acceder al interior de su alma con tanta facilidad. Pero lo que más asombró a las dos mujeres fue la respuesta que el crío les dio, cuando dijo más animoso.



- ¡Sí que puedes, angelito dice que sí puedes! - Entonces Asthel miró a un rincón, parecía buscar la corroboración de sus palabras y Amatista se percató de eso. -...

-¿A dónde miras, cariño?, ¿hay alguien ahí? - Preguntó su madre sorprendida. -

- Angelito...- repuso él algo extrañado inquiriéndola a su vez. -¿Mami, es que tú no lo ves? -  Y señaló de nuevo a la pared de la esquina como si algo en ella fuese la mar de evidente, proclamando muy contento. - ¡Está ahí y me dice que sí!...

- Serán cosas de niños, yo no veo nada, ni tampoco lo siento.- Intervino Sandy que agregó escéptica. - Mi sexto sentido no detecta nada anormal.

- Pero es verdad. – Insistió Asthel que le tocó de nuevo la tripa a la mujer dejando su manita sobre ella. - Aquí tienes un bebé - declaró con mucha seguridad. -

- No - le sonrió la joven entre sus lágrimas moviendo la cabeza despacio. - No cariño... ¡ojalá…lo tuviera!

- ¡Ya está bien!,- terció Amatista que miró a su hijo con reprobación para reprenderle. - Asthel, no le digas eso a Sandy...no se dicen mentiras.

- Pero es verdad. - Volvió a repetir él. Casi a punto de llorar por ese tono de enfado que detectó en su madre. - Angelito me lo ha dicho...



Amatista iba a regañarle de nuevo pero su amiga la cortó diciendo con tono conciliatorio y lleno de gratitud, realmente avergonzada de que hasta un niño tan pequeño tratase de levantarle así la moral.



- Déjale, por favor, él a su manera trata de animarme. Bueno, ya estoy mejor, muchas gracias cariño.-  Y la morena científica esbozando una tenue sonrisa, le dio un suave beso al pequeño en la mejilla y afirmó. - Mañana volveré al trabajo. Gracias Asthel…

- Te dejamos ya, es tarde y Asthel tiene que irse a la guardería.  - Repuso ésta percatándose de que su amiga ahora si que deseaba estar a solas para desahogarse. - Bueno hijo, hoy no creo que cenes mucho. Dale las gracias a Sandy por el pastel...

-¡Gracias tita Sandy!...- exclamó el niño que tras beber lo que le quedaba en su vaso, le dio a su anfitriona un pringoso beso en una mejilla dejándole aún la huella de algo de leche.-

-¡Oh, por Dios, hijo!…- Exclamó su madre sacando un pañuelo para tratar de limpiar el rostro de su amiga, en tanto agregaba algo apurada.- Lo siento… ¡cómo te ha puesto!



            No obstante, Sandy pudo sonreír con amplitud. Aquello era muy tierno y la conmovía hasta un punto en el que ni ella misma era capaz de controlarse. Sin decir nada dejó que su amiga le limpiase al tiempo que el pequeño repetía con tono animado y muy alegre.



-Y es verdad...tienes un bebé y cuando sea mayor yo jugaré con él y seremos muy amiguitos.- Remachó antes de irse. – Solamente tienes que quererle mucho…



            La mujer sintió un escalofrío recorrerla cuando Asthel le dijo eso. Como si esas palabras fueran parte de alguna especie de profecía. Amatista entonces tomó a su hijo de la mano y se despidió. A la salida de la casa de su amiga, regañó nuevamente al niño.



- Asthel,- le dijo su madre con expresión contrariada. - Te advertí que no volvieras a decir eso...

- Pero tú dices que hay que decir la verdad.- Respondió el niño, al parecer desconcertado. No comprendía porqué su mamá se enfadaba. – Y yo la he dicho…



            La mujer miró hacia el cielo moviendo la cabeza, ¿Cómo explicarle eso a un niño tan pequeño? Mejor sería dejar el tema.



- Anda, olvidémoslo ¿eh?,- le pidió Amatista más conciliatoriamente.-

-Mami, ya verás cómo tita Sandy se pondrá muy contenta cuando tenga a su bebé.- Insistió el chiquillo.-



La interpelada suspiró con resignación. Y es que tras reflexionar un poco decidió dejarlo estar. Asthel era muy pequeño quizá, no distinguía entre la verdad y la fantasía pensó, en su mente infantil trataba de que Sandy estuviera contenta. Cambiando de tema, añadió con más suavidad.



-Vamos a casa hijo, tienes que ir con la señorita Idina...

- Sí, con la tita seño. – Pudo repetir el crío que se hacía un lio siempre con eso. –



De hecho sus padres habían comenzado a llevarle a la escuela donde trabajaba Idina hacía tan solo un par de semanas. El crío siempre la había llamado tita, aunque ahora sus papás le informaron de que tenía que llamarla señorita, al menos cuando estuviera en la guardería con otros niños. A Asthel le parecía algo divertido pero un poco complicado, al fin dio con la solución, combinando ambas palabras. Eso desde luego les hizo mucha gracia a sus padres y no digamos a Idina. Aunque ahora ya iban tarde. Amatista lo sabía y aceleró un poco. De modo que anduvieron con paso rápido a través de la avenida principal del Teniente Granate Lassart hasta que tuvieron que doblar la esquina y tras un par de calles plantarse en la escuela elemental. Allí estaban  jugando ya otros niños y niñas de su edad. Amatista saludó a un par de madres que ya conocía y al poco salió Idina. Ésta, como de costumbre, sonrió ampliamente al verles. Enseguida tomó de la manita a Asthel y le condujo al interior, donde, en presencia de su madre, le puso el babi.  Como era la hora de los juegos le dejó que corriera al jardín con los demás pequeños. Enseguida se puso a amontonar arena para hacer un montículo y ayudado de cubo y pala, a levantar una especie de castillito. Entre tanto su maestra le vigilaba a él y a los demás, charló un poco con Amatista.



-¿Qué tal? ¿Habéis tenido algún percance? Hoy se os ha hecho un poco tarde. – Sonrió Idina.  -

-No, lo siento. Es que fuimos a ver a Sandy – le desveló su amiga con un tono algo alicaído, más cuando le resumió lo que había pasado. –

-¡Pobrecilla! – pudo responder su interlocutora sinceramente apenada. – Es una chica tan buena y tan cariñosa. Lo lamento por ella y por el primo Coraíon. Se les nota que desean tener hijos.

-Pues si hubieses oído lo que Asthel le dijo. – Comentó ahora Amatista que todavía movía la cabeza con patente azoramiento al recordarlo en tanto se lo contaba a su amiga. – Me quise meter bajo tierra…

-No debes enfadarte con él.- Le dijo Idina confirmando las hipótesis de su amiga. – Es muy pequeño y para él las cosas de la fantasía y la realidad se entremezclan. Seguro que cree de verdad lo que le dijo a Sandy.

-Ya, eso mismo pensé yo. Sé que es muy difícil enfadarse con él, pero le llevé para que le levantase la moral, no para que terminara por hundírsela a la pobre. – Suspiró Amatista que en cierto modo se sentía culpable por aquello. –

-No te preocupes. – La animó su contertulia. – Estoy convencida de que Sandy se habrá alegrado cuando Asthel le dijo esas cosas. Quizás si alguien como él se lo asegura con la inocencia que tienen los niños, ella crea de veras en sí misma.

-¿Insinúas que todo esto podría deberse a una especie de bloqueo que pudiera tener?- Quiso saber Amatista realmente sorprendida ahora. –

-No lo sé. Ni siquiera sé si es posible bloquear algo así. – Admitió Idina, tan desconcertada como su interlocutora que remachó. – En cualquier caso unas sinceras palabras de apoyo y afecto no la podrán dañar…

- En eso tienes razón.- Convino su interlocutora que a su vez quiso saber.- ¿Cómo están tus padres y tus hermanos?

-¡Ah!, estupendamente bien. - Se rio la joven maestra.- Lance con sus negocios. Viajando como de costumbre, de aquí para allá. Alan y Naya en Nature, muy contentos. Hablando de críos, creo que dentro de poco me van a hacer tía.

-¡Vaya! Es una noticia estupenda, enhorabuena.- La felicitó su interlocutora pensando no sin pesar que aquello sería lo que le faltase a Sandy por escuchar.-

-Sí,  mi hermano y mi cuñada también estaban preocupados al principio.- Le contó Idina.- Como ella es extraterrestre no estaban seguros de ser compatibles. Ya sabes, genéticamente hablando. Pero Naya ahora mantiene su forma humana para todo.

-Bueno, imagino que para eso también. - Se sonrió pícaramente Amatista con el asentimiento cómplice de su amiga.-



            Idina se azoró un poco y pasó de puntillas sobre esa observación. Amatista la miró divertida. ¡Esa muchacha seguía siendo tan puritana para según qué cosas!. Al poco, la joven maestra añadió, saliendo de ese rubor.



-Mis padres están muy contentos. Les hace muchísima ilusión ser abuelos. Y la madrina Rei prometió ir a verles a Nature en cuanto pueda…dicen que ese mundo es muy bonito.

-Así es. -Convino su contertulia.- Penélope y sus Fairy Five de allí están realizando una excelente labor, según creo.



Una niña que lloraba interrumpió la conversación.



-¡Vaya, se me hace tarde!- Se excusó Amatista.- Tengo que irme al laboratorio.



 Se despidió de su amiga y ex compañera de grupo y dejó a Asthel para dirigirse a su trabajo. Idina por su parte consoló enseguida a la pequeña que simplemente tenía un rasguño en la pierna al haberse caído. Durante un rato más estuvo vigilando a los críos. Después de algunas clases divertidas para que aprendieran palabras nuevas y otras cosas, les hizo entrar al comedor para darles la merienda. Auxiliada por una compañera se ocupó rápidamente de aquello. Al poco los pequeños volvieron a su juegos, en el interior de la clase. Dispuestos en mesitas redondas y con pequeñas sillas adecuadas a  sus tamaños se distribuían en grupos de cuatro. Su maestra iba pasándose  a ver como jugaban o pintaban. Cuando llegó a la mesa en la que estaba Asthel, Idina se sorprendió,  el crío había estado dibujando una especie de niño con dos grandes alas a cada lado.



-Vaya, es muy bonito, cielo. ¿Eres tú?- Quiso saber ella con voz dulce. –

-No, es el angelito.- Sonrió el niño. –

-Es muy guapo- le dijo su maestra.-



Desde luego Idina se quedó observando sorprendida de que, para su corta edad, Asthel dibujaba muy bien. Y se quedó aún más atónita al escucharle decir.



-Muchas veces viene a casa y juega conmigo. - Le desveló el crío. – Pero mis papás no le pueden ver. ¿Tú puedes verle?

-No, creo que yo tampoco puedo, cariño. Por eso me encanta tu dibujo. - Sonrió la maestra realmente impresionada por tal imaginación.-

-Seguro que un día le podréis ver. Mientras, yo hago dibujos y así sabéis lo guapo que es. - Afirmó el pequeño empuñando decididamente un lápiz de colores.-



Idina asintió sin darle más importancia, otros niños la reclamaban para que viese sus trabajos y ella fue rauda a interesarse por ellos. Tenía mucho que hacer, aunque las palabras del hijo de su primo se le quedaron grabadas. Era algo extraño, la forma en la que tenía de hablar de su angelito. ¡Parecía como si realmente lo viera! En fin, cosas de niños, claro. Así transcurrieron las horas. Al terminar la jornada fue el padre de Asthel quien pasó a recoger a su pequeño. Eran algo más de las cinco. Por hoy la jornada laboral y escolar habían terminado.



-Bueno, ya estoy aquí.- Sonrió Leval una vez entró en aquella clase, observando esas pequeñas sillas y las mesitas a escala de los críos, a lo que comentó.- No puedo evitar sentirme como Gulliver.

-Este es su pequeño mundo.- Afirmó Idina, devolviéndole la sonrisa, en tanto terminaba de ayudar a otro crío a ponerse el abrigo.-



            Al fin, le tocó el turno a Asthel. Tras echarle una mano para que el crio se pusiera su chaquetita, su maestra comentó en un aparte con Leval.



-Parece que tu hijo tiene una enorme imaginación. Al menos a juzgar por lo que dibuja.

-Bueno, ya sabes, a estas edades, es lo normal. Aunque yo no me acuerdo de cuando era tan pequeño.- Se rio Leval, dirigiéndose al crío.- Anda hijo, vámonos a casa.



El pequeño asintió, Idina se arrodilló para que Asthel le diera un cariñoso beso en una mejilla y tras eso, Leval se marchó con el crío.



-Desde luego, este niño es muy fantasioso.- Se sonrió la maestra.-



            Aunque ella misma se recordó a esa edad. Incluso un par de años más tarde, cuando conoció a su amiga Nehie a través del espejo de la habitación de sus padres. ¡Ellos también pensaron que era cosa de su imaginación! La típica amiga invisible que se tiene a esas edades.



-Quizás no debería ser tan escéptica.- Se dijo de un modo más reflexivo, en tanto despedía a un par de críos más que se iban con sus madres.- Nunca se sabe…



Y dejando de lado esas meditaciones se ocupó de recoger la clase para volver a casa. Entre tanto, de camino a la suya  y subiendo a su hijo a caballito, Leval le preguntó  con jovialidad.



-¿Qué tal el cole hoy?

-Bien papi, he pintado dibujos y muchos números, he hecho un castillo muy grande y he jugado al “corre que te pillo”, - le enumeró el pequeño con patente alegría. –

-¡Qué bien! - Sonrió su progenitor. –

-¿Y tú a que has jugado?- Quiso saber el crio. –

-Pues…a escribir en muchos papeles. – Replicó su padre de forma algo sarcástica y no demasiado entusiasta, cosa que evidentemente le pasó desapercibida al pequeño. –

-No es muy divertido – valoró Asthel proponiéndole con afán. - ¿Por qué no te vienes a la guarde conmigo?

-¡Ja, ja, ja!- Leval se rio con ganas totalmente pillado por sorpresa por aquella proposición tan interesante. Quería imaginarse con babi, a él y a su superior, el comandante Zorton, y eso le provocaba carcajadas. Aunque su superior últimamente estaba de bastante mejor humor. Al parecer su esposa estaba esperando un bebé. – Si hasta el cascarrabias está más contento, cosas más raras se han visto. Desde luego estaríamos bastante graciosos vestidos como críos de guardería.-  Así pensando pudo replicar todavía entre risas. – ¡Te agradezco la oferta, hijo. Si pudiera desde luego que iría!



            Y así entre otras conversaciones en las que su pequeño le deleitaba poniéndole al corriente de sus pequeñas vivencias, llegaron a casa. A Leval le encantaba pasar a recogerle, de mañana le era imposible y su mujer se ocupaba y al terminar la jornada sucedía al revés. Cuando llegaron a casa, dio de cenar al crío. Al poco llegó su esposa. Amatista venía cansada, mucho trabajo todavía en Bios. Tenía una gran cantidad de cosas pendientes que analizar y estudiar para proseguir con la adaptación de plantas y animales a ese hábitat tan nuevo. Pero eso se le olvidaba tan pronto entraba y veía la carita sonriente de su hijo. Tras darle un montón de besos acostó a Asthel. Éste, una vez en la camita, demandó el clásico beso de buenas noches de sus papás. Ambos se apresuraron a  ello. Leval salió entonces del cuarto dado que tenía que revisar un par de informes que tenía por leer.



-Dime, cariño. ¿Te lo pasaste bien en la guarde con la tita Idina?- Le preguntó Amatista con una amplia sonrisa, en tanto sentada en un lateral de la cama acariciaba el pelo de su hijo. –

-Sí, mami. - Asintió el pequeño con otra sonrisa que imitaba a la de su madre. –



Brevemente le relató todo lo que había hecho en el cole, incluso el dibujo del angelito. Aunque aquí se puso algo triste al recordar.



-Me lo dejé en la clase, mami.

-Bueno, no te preocupes, mi amor. Mañana lo tendrás allí.- Le aseguró ella con un dulce tono en su voz -

-Es que se lo quería enseñar al angelito. – Opuso cariacontecidamente él. –

-Seguro que el angelito ya lo ha visto. Los ángeles pueden ver muchas cosas. – Le explicó  con dulzura su mamá. –

-Ya lo sé. – Replicó el niño para asombro de ella, como si eso para él fuese lo más natural del mundo. –

-Bueno, pues ahora a dormir. – Pudo decir Amatista que, tras darle otro beso más de buenas noches le propuso. – Sueña con el angelito y se lo cuentas.



El pequeño asintió con su cabecita, esa era una buena idea, y ella se levantó, tras susurrarle las buenas noches salió apagando la luz. Era curioso pero al pequeño nunca le había dado miedo la oscuridad. Aun sonriente Amatista le dejó allí y fue con Leval. Cuando su marido terminó de leer aquellos informes sobre la segmentación estratégica del planeta, ella le contó lo que había hablado con Sandy. Aunque nada le detalló de las cosas que Asthel le dijo a su amiga.



-¡Pobre Sandy! – Pudo decir el muchacho, llevado por la misma compasión que los demás. – Ella lo está pasando muy mal y seguro que no le contará casi nada a Coraíon para que él no sufra.

-Trata de ser fuerte pero está muy afectada. Yo ya no sé qué más puedo decirle. Me preocupa mucho. – Corroboró Amatista con semblante consternado. – Si sigue así, puede que hasta su matrimonio se resienta.



Aunque de pronto su esposo pareció escrutar con la mirada hacia la habitación del niño. Parecía haber escuchado algo y  le hizo una seña a su esposa de que se callase un momento.



-¿Qué ocurre? - Quiso saber Amatista extrañada de aquello. -

- Es Asthel,- le comentó Leval aguzando el oído. - Está hablando sólo. Quizás esté soñando. Vamos a oír que dice.



Su mujer asintió, intrigada también y con el mayor sigilo posible se acercaron a la puerta. Al parecer el niño estaba todavía despierto. O quizás soñaba hablando en voz alta. Muy despacio la entreabrieron sin querer asustarle y escucharon a su hijo decir entre susurros.



- Pero mami dice que no es verdad, y nunca dice mentiras... ¿es verdad? ¿Me lo prometes? Vale, pero me lo has prometido y tú tampoco dices mentiras… ¿vale?... ¿Has visto mi dibujo? Mami dijo que puedes verlo todo, yo le dije que ya lo sabía. ¿Te ha gustado? ¡Qué bien! Mañana te haré otro. Me voy a mimir... ¿estarás conmigo? ¡Hasta mañana angelito, Arrael!...



            Amatista y su esposo quedaron petrificados al oír el nombre del ángel, no lo habían entendido del todo, pero imaginaban a quién se refería.



- ¡No puede ser! – exclamó él, aunque enseguida bajó el tono de voz para no despertar a su hijo. –



Su esposa  también estaba lívida, parecía que hubiese visto un fantasma. Leval enseguida le preguntó.



-¿Alguna vez le has mencionado tú ese nombre?

-¿Yo?- se sorprendió la joven señalándose a sí misma para contestar. – ¡Nunca se me ha ocurrido hacer tal cosa! ¿Cómo iba a decirle algo así a nuestro hijo?- Protestó con visible indignación. –

-Lo siento cariño, perdona. Era por eliminar probabilidades. – Se excusó de inmediato el chico que agregó con prevención.  - Supongo que ni tus padres, ni los míos, cuando han venido a visitarle han dicho nada de eso tampoco.



Pero ahora su mujer no estaba enfadada sino atónita. Apenas sí pudo musitar con expresión de asombro.



-Asthel decía la verdad. ¡Dios mío, Sandy espera un hijo!...



            Su marido se quedó sorprendido, no entendía nada de lo que ocurría hasta que su esposa se lo explicó por completo. En cuanto le refirió lo que su hijo le había dicho a la mujer de Coraíon, Leval sintió un escalofrío.



-No sé qué pensar. – Pudo decir el muchacho realmente anonadado –

- ¡Pues yo sí! - Repuso su interlocutora con mayor decisión. – No se trata de ninguna coincidencia, Leval. Tú sabes lo que rodeó a nuestro hijo aún antes de que naciera. ¡Lo que mi propia madre me contó!  He sido una estúpida por no creerle. Mañana tendré que hablar con Sandy…



La joven suspiró ahora pensando que su amiga sí que no iba a creer aquello tan fácilmente. Lo más seguro es que, en el mejor de los casos se mostrara escéptica como ellos en un principio. Eso si no se enfurecía con ella. Pero, ¿qué podía hacer? Amatista pensó que era su deber como amiga. Puso esa idea en conocimiento de su esposo. Su marido asintió despacio.



-Ten mucho cuidado.- Le pidió pese a todo Leval.- Podrías herir a Sandy, aunque se lo digas con tu mejor voluntad.

-Lo sé, pero es un riesgo que debo correr.- Suspiró su esposa.-



Pasaron todavía un par de horas antes de que los dos, ya cansados, se fueran a dormir, aparcando aquel incidente. Mientras tanto, en la casa de la otra pareja, Sandy le contó a su esposo lo que el pequeño Asthel le había dicho...



-¡Ojalá tuviera razón!- añadió recostada sobre un hombro de Coraíon. - ¡Sería tan bonito!...Deseo creerle con toda mi alma, ¡entregaría gustosa mi vida por darte un hijo!

- ¡No, no digas eso mi amor! Ni se te ocurra pensarlo siquiera ¿eh?- se apresuró a contestar Coraíon que trató de disuadirla, al sentirse bastante preocupado. - Estoy seguro de que lo conseguiremos. Aunque tarde un poco más al final lo lograremos. Pero tú eres lo más importante que existe para mí. No quiero que sufras el menor daño bajo ningún concepto ¡Nunca olvides eso!



Y para subrayarlo abrazó a Sandy con todas sus fuerzas deseando creer también en las palabras de ese pequeño. Su esposa no pudo evitar sollozar, sabía que su marido deseaba lo mismo y a la vez que estaba muy asustado y preocupado por la salud de ella.  Fue decirle aquello, escuchar su respuesta y la muchacha se arrepintió de haber usado esa expresión. Al mismo tiempo se sentía muy agradecida y amaba cada vez más a Coraíon puesto que podía percibir que sus palabras, hablando de cuán importante era ella para él, le brotaban del corazón.



-¡Lo siento! - Gimió sin poder dejar de llorar.-

-No tienes nada que sentir. No tienes culpa de nada. - Se apresuró a responder él, estrechándola más entre sus brazos.-



            Tras un momento, él se separó y mirándola a esos verdes ojos, ahora llorosos y enrojecidos, Coraíon le sonrió, en tanto le secaba las lágrimas con un trozo de la sábana.



-No hay nada que me haga más feliz que estar contigo. ¡Eres la mujer a la que amo! Y si el destino ha decidido que no tengamos hijos, que así sea. Pero nunca se sabe, en cualquier caso, aceptaré lo que venga, o lo que no venga, no debes desesperarte.



Su agradecida esposa asintió despacio, él le dio un suave beso en los labios. Sandy decidió dejarlo estar, se daba cuenta de que era inútil quejarse y sufrir tanto, al menos delante de su pobre esposo. Al fin se dejó confortar por él y ambos se quedaron abrazados sobre la cama hasta quedarse dormidos. Aunque sin que ellos se percatasen una figura encapuchada y de revestida con una negra túnica les observaba al pie de la cama. Se limitó a abrir un gran libro burdeos que portaba y a consultar unos pasajes. Tras hacer un asentimiento imperceptible declaró con voz grave.



-Todo sigue su curso…el Mensajero lo ha profetizado.



            Y sin más se desvaneció. Pasaron unos días y la morena científica trabajaba de nuevo. Poco a poco se había recobrado lo suficiente de su depresión, apoyada por sus amigos y familia. Al menos la actividad y los experimentos y proyectos la distraían de aquellos pensamientos. No obstante seguía muy baja de ánimos. Trataba de no exteriorizarlo ante Claudia, Sylvia y Gwen, las otras tres miembros de las Fairy Five de Bios. Pero Amatista se encargaba de levantarle la moral en lo que podía. Las dos hablaban mucho en los descansos de la hora del almuerzo.



-¿Qué tal Asthel?,-  le preguntó Sandy -...hace días que no le veo…

- Está en la guardería.- Le contó su amiga. - Idina se encarga de cuidarle, dice que es un niño muy despierto...

- Tú tienes un hijo maravilloso, Kerria ha logrado tener a su hijo, e incluso Satory ha tenido gemelas. Por no hablar de Scott. Soy yo la única que no ha podido - musitó Sandy recayendo una vez más. -

- ¿Sabes una cosa?,- le dijo Amatista intentando animarla. - Estoy segura de que sí podrás tenerlo. ¡Es más, creo que estás embarazada! - Se aventuró a asegurar ya que hasta ahora no se había atrevido a hacerlo. -

- Pero, ¿qué dices?- exclamó su amiga mirándola atónita y añadiendo incluso dolida. - Asthel te lo ha repetido tanto que te lo ha conseguido meter en la cabeza, ¿eh?...

- No te enfades - le pidió su interlocutora. - No lo dije para eso. Es verdad, ¡por favor!...hazte unas pruebas. ¿Qué puedes perder? Te lo pido como un favor.

- No - respondió Sandy secamente meneando la cabeza. - Amatista, no sé por qué me pides eso pero no tiene ningún sentido que lo haga.

- Por favor, ¡hazme caso! No puedes perder nada, ¡confía en mí! - le insistió su amiga. -

- Está bien - accedió  la interpelada a desgana. - Si es para que te quedes más a gusto lo haré. Pero prométeme que si sale negativo, nunca más me hablarás de esto.

- Te lo prometo.- Aceptó su amiga que la alentó.  - ¡Venga!, después del trabajo yo te acompañaré.



            Efectivamente, Amatista acompañó a Sandy a la consulta del médico de la empresa del planeta. La morena movía la cabeza, declarando eso sí, con tono exento de enojo.



-Mira Tist, sé que tú crees en lo que me estas diciendo. Pero es imposible. Llevo años intentándolo.

-Debes tener fe.- Le pidió su contertulia.-



La interpelada suspiró con manifiesta incredulidad. Aunque una pequeña parte de ella anhelaba que su amiga estuviera en lo cierto. Por ello se sometió a las pruebas y tras un tenso instante de espera el doctor miró la muestra y meneó la cabeza.



- Lo siento mucho. El resultado es negativo...aunque puede que no sea seguro, a veces tarda un poco. - Quiso agregar de forma más conciliatoria al ver la decepcionada expresión de las dos mujeres. -

-¿Lo ves? - Denunció Sandy que miró a su amiga con reproche. Ésta bajó la cabeza apenada en tanto oía a su amiga sentenciar con amargura. - ¡Vámonos de aquí, ya hemos perdido demasiado tiempo!...

- Lo siento, de veras que lo creí.- Trató de excusarse Amatista. -Después de lo que Asthel dijo…



            Sandy no la quiso escuchar pero cuando se disponía a marcharse tras recoger su bolso y su abrigo, el médico las avisó en voz alta para evitar que saliesen sin oírle.



- ¡Un momento!, esperen, la muestra sí que está variando. Ahora lo veo claro. ¡Sale positivo!...- Amatista giró la cabeza y Sandy se quedó paralizada por la sorpresa, sin creer lo que oía, el médico añadió más distendidamente. - ¡Tonto de mí!, se me había olvidado agitarla. Al mover el tubo me he percatado...

- Pero...- balbuceó Sandy que se acercó lentamente conteniendo a duras penas la emoción. - ¿Está usted seguro, doctor?...

- ¡Es maravilloso!, ¿lo ves? ya te lo decía yo.- Afirmó Amatista aunque ni ella misma se lo creía aun.-

 - Sí, es seguro. Está usted aproximadamente de dos semanas. - Le precisó el médico tras valorar un poco más aquellas muestras. - ¡Enhorabuena!



            La conmocionada chica se abrazó a su amiga y lloró sin cesar. Sus lágrimas parecieron arrastrar toda la tristeza que la había embargado durante esos años. Amatista lloró con ella compartiendo aquel instante de felicidad y se la llevó de la consulta dándole las gracias al doctor una y otra vez. Fueron a casa de Sandy. Allí estaba Coraíon que enloqueció de alegría al saber la noticia, tomó a su mujer en volandas y bailaron sin parar.



-Ya te lo decía yo, cariño.- Exclamó él sin poder dejar de besarla una vez la dejó en el suelo.-

-¡Soy tan feliz! ¡Ojalá que no sea un sueño.- Lloraba la joven, presa ahora de una inmensa alegría.-

-¡No lo es, no lo es! - Insistió Coraíon, tras ver el informe que el médico les había entregado.- Ya verás cuando se lo digamos a mis padres y al tuyo.

-Sí, pero, mejor será que esperemos un poco.- Pudo responder una más contenida Sandy, alegando no sin algo de temor.- No quisiera que nada fuera mal.

-Nada irá mal.- Sonrió su amiga Amatista entonces dándole un abrazo, para sentenciar.- De algún modo mi hijo lo sabía.-

-Sí, es cierto, quiero verle para darle las gracias.- Afirmó la morena científica esbozando una enorme sonrisa, para prometer.- Le haré el pastel más grande que haya visto nunca.

-Muchas gracias por acompañar a Sandy, prima.- Repuso Coraíon abrazándose a Amatista a su vez.-

-No hay de qué.- Contestó ella, sintiéndose muy feliz por ellos.-



Coraíon no paraba de besar a su esposa y de sujetarla como si quisiera protegerla de todo. La francesa recordó con una sonrisa que Leval hizo lo mismo con ella cuando le dio la noticia de su embarazo. Decidió dejarles a solas para que lo celebrasen. Antes de irse, Coraíon le dijo que le invitaba a ella, a Leval y al niño a comer para celebrarlo. Quedaron para el día siguiente. Amatista volvió a casa muy feliz. Al entrar en casa la esperaban Leval y Asthel que ya habían retornado de la guardería. Coraíon les había llamado por teléfono y se lo había dicho a su primo. Asthel, muy sonriente, abrazó a su madre y  declaró.



- El angelito decía la verdad...él siempre dice la verdad, mami. Como tú.

- Sí… cariño mío.- Admitió ella que tartamudeaba con patente emoción. - Perdona a mamá, tenía que haberte hecho caso.

- ¡Es estupendo!,- terció Leval - me alegro mucho por ellos. Coraíon dice que Sandy ha cambiado completamente, está radiante. Llora y ríe a la vez sin poderse controlar.

- ¡Es increíble! - Asintió Amatista que, ya recobrada de las emociones, se dirigió a su hijo para decir con tono jovial pero firme. - Bueno Asthel, ya es tarde, vamos a dormir ¿eh?...



            El niño asintió muy contento y su madre le acostó, le leyó un cuento antes de dormir y luego, tras darle un montón de besos, se fue con Leval a la cama. Allí hablaron los dos.



- Nuestro hijo tiene un gran don.- Suspiró ella  preguntándose en voz alta. - ¿Será eso lo que nos han predicho?...

- Creo que es algo de mucho más alcance que eso - repuso Leval reflexivamente. - Pero veo a Asthel tan normal. Excepto eso de las estrellas de hace dos años. Nunca he visto nada raro por lo demás. Bueno, lo del otro día cuando hablaba sólo. Quizás vea al ángel en sus sueños. O con la imaginación, pero eso, es cosa de niños, supongo. - Afirmó sin parecer creerse todavía lo que había sucedido. -

- Es más que eso Leval... ¿sabes? Asthel sabía que Sandy estaría embarazada. Cuando me he parado a pensarlo fríamente y he hecho unos cálculos me he dado cuenta. Acertó incluso el momento de la concepción…

- Entonces, ¿no crees nuestro hijo podrá valer como adivino? – Quiso bromear el chico abrazando a su mujer. – Nos podría pronosticar la lotería o algo así.

- Bueno quizás- le susurró ella que al sentirle tan pegado añadió con un pícaro tono - y ahora que  Sandy y Coraíon van  a tener un niño, me ha entrado envidia a mí.

-¿Qué insinúas?..- quiso saber  él  con voz melosa, en realidad lo sabía de sobra. -

- Insinúo que me gustaría tener otro niño.- Sonrió ella montándose encima de su encantado esposo y añadiendo con idéntico tono incitador.  -Y creo que tú puedes ayudarme...



            Leval sonrió y apagó la luz. Así ambos comenzaron a “preparar” un hermanito para Asthel, mientras tanto éste dormía profundamente entregado a sus sueños infantiles. Entonces, unas estrellas como las que él había formado hacía dos años, pero de diferentes colores, cinco en total, se materializaron en el cuarto. Junto a ellas aparecieron unas siluetas, cinco también. No se las podía ver con claridad, pero había una que destacaba por su tremenda altura, casi se daba con la cabeza en el techo. Entre la débil iluminación de las estrellas, se adivinaban dos siluetas de mujeres y tres de hombres. Una de ellas, con voz de varón, les dijo a las demás.



- Bueno, esta vez no nos hemos equivocado de planeta. Es aquí y la hora ha llegado, ya está preparado para que comencemos a instruirle.

- Creo que sus padres humanos están ocupados preparando el nacimiento de otro más.- Terció una de las siluetas con voz femenina, agregando con voz melosa. - ¿Deberemos enseñarle a ese también?...

- No lo sé,-  repuso la voz de hombre anterior. - Ya nos lo dirán en su momento.

-¿Habrá que enseñar al Mensajero a reproducirse también?- Quiso saber otra voz de mujer algo más chillona.-

- Olvidad eso – les indicó otra voz masculina. – Todavía es demasiado joven para el ciclo reproductivo de su especie.  Y además, ese no es cometido nuestro.

- Bueno, cuando alcance la edad adecuada quizás yo pueda instruirle. – Comentó la primera voz de mujer con tono insinuante. – Aunque no forme parte de nuestras obligaciones, no me importaría…

-¡Eso da igual! - Respondió otra voz de hombre muy bronca. - Creo que lo principal será ocuparnos del Mensajero ahora, eso es lo que se nos ordenó. Bien ¿Quién empezará con la tarea?..



            Todos los interpelados guardaron silencio, entonces otra silueta con voz femenina pero más alegre y risueña que la anterior, habló.



-Pues creo que seré yo la que empiece primero, me gustan mucho los humanos tan chiquititos. Es divertido jugar con ellos, ¡son mis peluchitos!…

- Muy bien - añadió otra voz de hombre con tintes más moralistas y cautos que las anteriores. - De acuerdo, tú empiezas. Pero recuerda que estamos hablando del Mensajero. Así que déjate de diversiones y ve al grano...

- ¡Claro! - acordó jovialmente ésta. - Me lo tomaré en serio, es más, empezaré ahora...

- No, déjale dormir,- le pidió  la anterior voz masculina que había hablado según explicaba. - Eso es lo que está haciendo, para los humanos es algo muy importante. Hasta el Mensajero es mortal en parte y dada su condición humana necesita dormir, para ellos es un descanso que les repone energías.

- Vale, entonces volveré - dijo la voz femenina risueña que buscó las palabras adecuadas. - ¿Cómo dicen ellos? ¡Ah, ya!...mañana. Mañana apareceré ante el Mensajero y comenzaré a hacerle conocer su verdadera misión.

- Debes tener cuidado y poner esmero en ello. - Le indicó la otra voz de mujer admitiendo sin paliativos y con más seriedad e inquietud, cosa muy rara en ella. - Los poderes del Mensajero dejan ridículos a los nuestros, y debe aprender a emplearlos al máximo de su nivel y eficacia.

- Lo haré – convino su compañera que prometió ahora con un tinte más serio en su voz. – Me portaré bien…



            Esas palabras fueron acogidas con un gesto de aprobación de sus compañeras y tan repentinamente como aparecieron las cinco siluetas se desvanecieron, dejando al pequeño Asthel sumido en sus profundos sueños con el angelito y con parajes tan misteriosos como bellos…



-Angelito guapo. Gracias. - Musitaba el niño. - Tita Sandy ya está contenta…



            Por su parte la soberana de la Tierra y la Luna Blanca estaba durmiendo también. Y ella soñaba a su vez. Aunque quizás no fuera algo tan agradable. Vestía sus galas del Milenario de Plata y ante ella estaba esa figura de negros ropajes, con aquel libro. Sin embargo, la soberana no estaba asustada. Al contrario, observaba severamente a aquella aparición y le preguntó, casi con premura.



-Dime Demiurgo. ¿Qué sucederá ahora?...

-Todo sigue su curso. Tal y como debe ser…

-Entonces, de momento estamos  a salvo. ¿No es así?

-La amenaza sigue ahí. - Le informó éste.-

-Pero quedan muchos años todavía.- Repuso ella.-

-Las cosas pueden cambiar. El destino no está del todo escrito.- Fue la contestación de esa grave voz.-

-Entiendo que lo que ha sucedido debía de ocurrir. Pero, ¿acaso no deben de ser ellos quienes culminen esta historia? Nosotros ya hicimos lo que se nos requirió.

-Todavía deberéis intervenir…mi reina, sabes perfectamente que tu presencia y la de los tuyos es muy importante. Vosotras sois la inspiración para muchas personas en éste y en otros mundos.

-Lo sé.- Admitió la aludida.- Pero también sé que no debemos tomar demasiado protagonismo. ¿Acaso no me indicaste eso?

-Confío en que tú y los demás miembros de tu equipo sabréis como dosificar vuestras intervenciones para que así sea.- Declaró aquel ser para sentenciar de una enigmática forma.- Muchas cosas han de suceder aun. Algunas hermosas y alegres, otras tristes y terribles. Todo ello es el cimiento sobre el que se construirá…Y ahora hay un pequeño cambio…



            Y aquel ser le mostró a la reina una página del libro que comenzaba a escribirse de la nada. En cuanto ella la leyó asintió despacio y suspiró.



-Así ha sido desde el comienzo. Muy bien, enseguida me ocuparé de ello…



            Y aquel ser y su grueso volumen se desvanecieron de su vista. La soberana despertó entonces en su lecho. Su esposo dormía a su lado. Aquello no era algo que le gustara pero tenía adquirida esa responsabilidad. Al menos podía contar con los suyos. Entonces, sin perder ni un momento, decidió llamar a una de sus amigas y compañeras más queridas. Ésta dormía plácidamente cuando sonó su intercomunicador. Tardó en despertarse y responder con irritación…



-¿Sí? Rei Hino al habla.- ¿Quién demonios es? – Quiso saber entre bostezos, aunque cuando reconoció la voz enseguida exclamó.- ¡Usagi! ¿Cómo se te ocurre llamar a estas horas?...



            Pero a los pocos segundos fue tomando conciencia de la realidad y enseguida se disculpó.



-Lo siento, Majestad. Estaba soñando… Si, enseguida estoy ahí…



            No tardó mucho en adecentarse y ponerse un vestido y unos zapatos. Acudió a una de las cámaras privadas de la reina. Nada más entrar la soberana la esperaba, sentada en un sofá. La princesa de Marte le hizo una leve reverencia…



-Siéntate Rei.- Se sonrió su soberana palmeando un sillón junto al sofá de ella misma.-

-Espero que sea algo importante para que me despiertes a estas horas. Porque por muy reina que seas, te advierto que te voy a dar una buena zurra sino.- Replicó la aludida con jovialidad, teñida, eso sí, de cierto fastidio.-



            Aunque su interlocutora pasó por alto aquello y le preguntó.



-Ibas a ir  Nature. ¿No es así? A ver a tu ahijado y a su esposa. La hija de Ail y Ann.-

-Sí, así es. ¿Sucede algo malo?- Inquirió la princesa de Marte, ahora con gesto preocupado.-

-No, tranquila. No pasa nada. Solo quería desearte buen viaje y decirte que partas cuanto antes. ¡Ah! y llévate a Ami contigo. Le tiene mucho cariño a Naya.- Le indicó la reina.-

-Muy bien. Como quieras. ¿La despertamos ahora o se lo puedo decir mañana?- Quiso saber ahora no sin cierto retintín.-



            Eso hizo reír a Serenity, movió la cabeza divertida para replicar.



-Mejor lo dejamos para mañana, lo siento Rei. Espero que no estuvieras soñando con algo bonito.

-No. - Se sonrió la aludida, declarando con irónico humor.- Solamente soñaba que era una princesa de Marte que vivía en la Tierra y que tenía una amiga medio loca que era la soberana del planeta, que no tenía nada mejor que hacer que despertarme a las tantas de la madrugada.

-¡Lamento mucho haberte privado de tan dulce sueño! Buenas noches, amiga mía.- Le sonrió la aludida, tratando de aguantar la risa.-

-Buenas noches.- Replicó afectuosamente ésta devolviéndole la sonrisa ahora, aunque antes de marcharse, preguntó ya con seriedad.- ¿Tienes algún mensaje para ellos? Ya sabes, aprovechando que vamos a  ir a Nature y eso está en su jurisdicción…

-Transmíteles nuestra amistad y nuestros mejores deseos. Del soberano y míos.- Afirmó la interpelada.- Mañana lo discutiremos con más calma.



            Aunque Marte la miró divertida y moviendo la cabeza declaró…



-Lo cierto es que, a estas alturas me he desvelado, Majestad. No sé… ¿os apetecería comer algún pedazo de tarta, de esa que Makoto hizo el otro día? Así podríamos charlar sobre los viejos tiempos y también sobre los nuevos…



            La soberana se rio y asintiendo afirmó…



-Bueno, no me parece mala idea. Aunque claro, si hacemos eso sin que las demás se enteren podrían enfadarse con nosotras por no avisarlas. ¿No crees?

-Por esta vez tengo que darte la razón. - Convino pícaramente Rei quién sugirió para regocijo de su compañera.- ¿Las invitamos?...

-¿Y despertarlas en medio de la noche?- Fingió escandalizarse su interlocutora.-



            Ahora fue la princesa de Marte quién se sonrió divertida para sentenciar



-Bueno ¿Por qué no?...

-¡Nos van a matar! - Suspiró Serenity sin poder evitar reír.-

-No cuando les mostremos la tarta.- Replicó su interlocutora para remachar.- Hay ciertas cosas por las que vale la pena perder el sueño, un buen postre, una buena sesión de cotilleos y sobre todo, unas buenas amigas.



            Su soberana, compañera y, sobre todo, amiga de siempre, estuvo de acuerdo y las dos entre risas se dispusieron a llevar a cabo su plan. Decididas a levantar a medio palacio. Desde luego aquella noche fue memorable. Una vez despabiladas y tras los primeros instantes de desconcierto, en los que Makoto llegó a pensar hasta que eran atacadas, se dedicaron a abroncar convenientemente a esas dos inconscientes.



-¿Cómo se os ocurre levantarnos a las tres y media de la madrugada?- Exclamó Ami, alegando perpleja.- Tengo que dormir, mañana debo repasar muchos informes de la OMS.

-Y yo sacaré un cutis fatal.- Bostezó Minako.-

-Bueno, seguro que, cuando os cuente nuestro plan, lo veréis de otra manera.- Se rio Usagi.-



Y en efecto, la persuasión de los dulces obró el milagro y las princesas se apaciguaron. Así, junto a su compañera Rei y su ahora reina Serenity, tuvieron una buena madrugada de comida y confidencias. Como en aquellos viejos y buenos años. Lo difícil sería mantenerse despiertas al día siguiente para atender sus deberes…pero ¿quién pensaba en eso en tanto reían y devoraban aquella deliciosa tarta?



-Por cierto, Majestad y princesa de Marte. Debo poner en vuestro conocimiento que esta tarta a la que tan graciosamente nos habéis invitado,  era la que yo hice. -Las informó Makoto con un tinte de divertida sorna.-

-¡Sí, ya lo sabemos!- Se rio Rei.-

-¡Y apreciamos en lo que valen tus desvelos en pro de la corona!- Convino Usagi del mismo modo bromista para pedir no sin su descaro de antaño.- ¿Mañana podrías traerte otra? Creo que hay una sucursal de Flowers and Flavours muy cerca del palacio.



            La interpelada suspiró moviendo la cabeza entre las risas de todas. Al fin asintió con divertida resignación uniéndose a las carcajadas. Serenity rio también, pese a que al día siguiente a buen seguro deberían retomar sus obligaciones, por esa noche, solamente eran cinco amigas disfrutando de aquella improvisada velada nocturna…



 

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