martes, 8 de marzo de 2011

GWT 6.158. Las primeras lecciones de Soa



Al día siguiente temprano, Amatista despertó a su hijo, el pequeño estaba muy a gusto en la cama y no se quería levantar. Era enternecedora la imagen que ofrecía, acurrucado en posición fetal y agarrado a su osito. Su madre, sonrió al contemplarlo. Recordaba bien como ella misma era así con esa edad. Al menos, según lo que sus propios padres le contaban.



-Está claro que esto lo ha heredado de mí - Pensaba enternecida. – También me costaba muchísimo levantarme temprano. Nunca me ha gustado en realidad.



Le daba mucha pena tener que despertarle. Pero había que comenzar el día, de modo que, con mucha paciencia y suavidad, tomó a su hijo en brazos y le despabiló, sujetándole de la mano. Al principio el crío casi ni se tenía en pie, bostezando y con los ojos cerrados. Amatista le llevó hacia el cuarto de baño mientras le decía de forma cariñosa pero firme, como su misma madre hiciera con ella años atrás.



- Venga Asthel que es tarde. Tienes que ir a la guardería...

- Tengo sueño....- rezongó él entre bostezos -...quiero dormir un poquito más, mami...

- Es tarde, cariño - insistió pacientemente su interlocutora para indicarle. - Venga, lávate la cara. A ver, tú solito.- Asthel se salpicó la cara con agua y se mojó, utilizando ambas manos para frotarse los ojos. Su progenitora le mojó un poco más mientras le decía divertida. - ¡Te lavas como los gatos! Date más “agüita” y verás cómo te despiertas...



Una vez que el pequeño se despabiló un poco tras lavarse su madre le puso el desayuno.



-Oye mami, la tita Sandy ahora está muy contenta. - Comentó el pequeño. -

- Lo está, cielo. - Sonrió Amatista en tanto le miraba tomarse la leche. – Y te está muy agradecida. Te quiere mucho.

-Sí, yo a ella también. Y a su hijo. Cuando seamos mayores jugaremos juntos. - Afirmó convencido -

-Claro que sí. - Convino su madre acariciándole el pelo para insistir con tono suave pero ya más premioso -  Ahora acaba el desayuno o llegaremos tarde.



El crío asintió comiendo las tostadas con jamón y mermelada de arándanos y la manzana que acompañaban al vaso de leche, ante la amorosa mirada de su madre. Cuando se lo tomó todo, Amatista le vistió y tomando el deslizador lo acercó a la guardería. Allí esperaba Idina para entrarle junto a los demás niños.



- Hola Asthel, buenos días. Hala, dile hasta luego a mami. - Le pidió su sonriente profesora. -



El niño saludó con la manita y con la otra agarró la mano de su maestra. Amatista le despidió recordándole que se portase bien y se fue a trabajar tras saludar a Idina.



-Me voy corriendo, que hoy nos hemos dormido. - Sonrió la francesa -

- Que tengas un buen día. - Le deseó su amiga. -

-Lo mismo te digo, Idina. - Convino Amatista para alejarse enseguida rumbo a su deslizador. -



La maestra por su parte llevó a dentro a Asthel que se sentó en su sillita mientras el resto de los niños chillaban y reían jugando entre ellos. Él también se puso a jugar con una niña que tenía a su lado y otro niño que se sentaba detrás. La señorita les dejó hacerlo durante unos momentos más, antes de comenzar la clase.



- Niños...- dijo Idina en voz alta para hacerse oír entre el griterío general a fin de empezar. - Hoy vamos a jugar a los colores...a ver, ¿quién sabe decirme un color?

- ¡Yo, yo!



Gritaron todos los pequeños incluido Asthel, su sonriente maestra indicó a uno de los niños y le preguntó a un crío rubito.



-Peter…

-Azul. - Replicó el niño -

-Mandy - Señaló a otra pequeña de rasgos asiáticos, situada junto a ese chaval. -

-Verde. - Contestó la morena cría. -

-Asthel. - Sonrió Idina para preguntar al pequeño. -

-Blanco. - Afirmó el niño. -

-Ese no es un color. - Intervino Madeleine, una niña rubia que se sentaba a su lado. -

-Claro que sí, el angelito dice que es el color de todos los colores. - Repuso el interpelado. –

-¿Y eso que quiere decir?- Le preguntó su contertulia mirándole con extrañeza.-

-Pues que todos los colores están dentro del blanco. Eso dice el Angelito.- Le explicó el niño.-

-¿El angelito? ¿Ese quién es?- Inquirió esa cría.-

-Mi amigo.- Sonrió Asthel con visible contento.-



            Idina quedó atónita al oír esa réplica. Era algo muy bien argumentado para un niño tan pequeño. Aunque no le dio más importancia. Supuso que quizás, sus padres o algún otro adulto se lo hubiese comentado. Continuó preguntando a algún crío más. Al final todos respondieron enumerando un montón de colores. Después dibujaron pintando con ceras. Asthel dibujaba a su amigo el angelito. Idina se sorprendió cuando observó el cuadro. Aquel angelito, lucía como un niño rubito y de grandes alas blancas. Y esta vez no estaba sólo. El crío había pintado a otra niña con coletas y gafitas a su lado.



-¡Qué bonito te ha quedado! – sonrió su señorita alabando al crío. –

- Es mi amigo el angelito – le contestó Asthel –

- Sí, ya lo sé.- Afirmó su interlocutora preguntándole - ¿Cómo se llama?

- Se llama Arrael, y ha venido a buscar a esta niña para que vaya a jugar con él. – Le explicó el pequeño de lo más contento.-



            En un principio Idina no le dio mucha importancia, pero en cuanto reflexionó un poco le recorrió un escalofrío, en tanto se percataba realmente de quién era el dueño de aquel nombre. Pese a todo no quiso decir nada,  aunque el sudor frío la bañaba aún. Amatista le había contado algo al respecto, quizás el crío hubiera escuchado mencionarlo en alguna otra parte. Quiso quitarse aquello de la cabeza.



-No.- Se dijo categóricamente la joven.- Tiene que ser casualidad…Lo habrá escuchado en alguna parte, quizás a sus padres o en la Holo tele, los críos ya se sabe, son como esponjas, lo captan todo aunque no sepan de lo que hablan…



            Finalmente lo dejó correr y tras la clase ayudó a todos los niños y niñas a ponerse los abrigos. En cuanto llegó Leval sacó al pequeño Asthel de la mano y se lo dejó a su padre. También llevaba el dibujo que el crío había hecho y se lo mostró en cuanto su primo la saludó.



- ¡Vaya!, que bien dibujas, cariño. – Sonrió su padre. –



Aunque el gesto de su prima estaba bastante serio. Pero no tuvo ocasión de decir nada. Otra madre se acercó a preguntarle algo y la maestra sonrió nuevamente dirigiéndose a ella para atenderla, antes se despidió de Leval y su hijo. Ya tendría tiempo al día siguiente para comentarles aquello.



-Adiós Idina.- La saludó su primo desde la distancia.-

-¡Hasta mañana, seño tita! – Añadió el crío de modo jubiloso.-



Eso hizo reír a su padre. El pequeño había logrado la fusión perfecta de los nombres con los que llamar a Idina. Ni señorita, ni tita. Para no liarse los combinaba, permutándoles de posición según le convenía. Así, tras parecerle bastante divertido y como de costumbre, Leval volvió a casa con su hijo a caballito, el niño le contaba lo que había hecho en clase...



- Papa.- Le dijo Asthel. – La seño tita Idina nos ha enseñado colores...ya me sé muchos colores.... ¿Cuántos te sabes tú?...

- ¡Muchos, hijo! - rio Leval -...me sé muchos, porque hay muchos colores....

-Y. ¿Cuál te gusta más?...a mí el color blanco del ángel.- Respondió entusiásticamente el niño.-



Leval se quedó anonadado y le inquirió bastante sorprendido tratando de averiguar algo más.



-¿Qué ángel, hijo? ¿Ese que te dijo lo del bebé de Sandy?...- Asthel asintió con naturalidad -... ¿Y cómo es? ¿Como el de tu dibujo? - Preguntó su padre con manifiesta curiosidad.-

- Si, es un niño como yo y va vestido de blanco.- Le explicó el crio. -

- ¿Y esta niña que está con él? ¿Quién es? - Quiso saber su progenitor. –

- Es una amiga del angelito, que va a ir a jugar con él para siempre. Él me lo ha dicho.



Leval escuchó a su hijo con mucho interés, al llegar a casa padre e hijo entraron ya con Asthel caminando.



-Hola, ya estamos aquí.- Anunció el adulto.-

           

            El niño entró corriendo y al ver a su madre se abrazó a su cintura.



-¡Cariño!- Sonrió Amatista mesándole el pelo y una vez que el crío la soltó, doblando una rodilla para darle un beso.-¿Qué tal la guarde?

-Bien.- Repuso el niño.-

-Hala, vete a tu habitación, que dentro de poco será la hora de merendar.- Le indicó afectuosamente su madre.-



            Asthel no tardó en ir corriendo, además, quería jugar un poco. Su madre entonces se levantó en tanto Leval la saludaba.



-¿Qué tal por aquí?

-¡Oh, muy bien!, desde que Sandy está embarazada, en las Fairy five de Bios se vive estupendamente. ¡Y se come de maravilla!  - Se rio la interpelada contándole a su esposo.- Hoy ha traído un pastel de fresa y nata.  Nos ha invitado a todas, a Sylvia, a Gwen y a Claudia, - enumeró aludiendo a las otras componentes de ese grupo en Bios.- Y por supuesto a mí también. Lo malo va a ser  que engordaremos tanto como ella. Al menos eso susurra Gwen.

-Quizás ese sea su malévolo plan después de todo, que su barriguita no se le note, camuflada entre las vuestras.- Se rio Leval, abrazando a su mujer.-

-¡Qué tonto eres!- Rio ella a su vez, aunque prosiguiendo con la chanza, asintió, para convenir.- Tratándose de Sandy, lo veo muy posible.



            Y es que la morena científica desde luego daba la impresión de haber montado una pastelería en casa. Sus atónitas compañeras no protestaban. Aunque Amatista recordaba a Gwen mirar a Sandy con estupor.



-¿De dónde sacas tiempo para hacer tanta tarta?- Llegó a preguntarle.-

-Bueno, cuando llego a casa me relajo así. Señorita McAllen - Afirmó la ahora sonriente joven, dirigiéndose a su pelirroja compañera y alegando.- Entre eso y que mi apetito ha aumentado. ¡Es que no paro de comer dulces!

-Pues ten cuidado, ese mito de que hay que comer por dos, es infundado.- Quiso prevenirla Claudia, atusándose su oscuro cabello y observando a la risueña Sandy, con sus ojos castaños muy abiertos.-

-La señorita López tiene razón. A mí me pasó lo mismo y luego tuve que ponerme a dieta. Pero los dulces para mí son irrenunciables. - Bromeó a su vez Amatista.-



Y se rio. Veía que Sandy les estaba tomando el pelo a esas dos. Conocía bien a su compañera y amiga. Cuando estaba de buen humor era peor que Tracer en ese aspecto. Al parecer, Sylvia Okoro, la muchacha de tez y cabellos negros, compartió su diagnóstico, dado que se echó a reír.



-¡Sandy podría montar hasta un restaurante, cuando se canse de investigar! -Afirmó esa muchacha de origen nigeriano.-

-Bueno, nuestra antigua jefa, Penélope Winters, tenía uno. En fin, sus padres.- Matizó la aludida, agregando con humor.- Tendré que pedirle consejo.

-Lo que tendrás que hacer es venirte conmigo un día para pertrecharte de cosas.- Comentó desenfadadamente Amatista.-



            Todavía se acordaba de cuando ella fue, acompañada por Satory, a comprar accesorios para su bebé, antes de que Asthel naciera. Eso sí, le dijo a su amiga con una sonrisa.



-Te puedo dar un montón de cosas. Eso que te vas a ahorrar. Así que tú sigue trayendo tartas.

-Descuida.- Rio Sandy.-



            Ahora, tras terminar de referirle aquello a su esposo este se rio a su vez.



-Va a hacer con vosotras como con nuestro hijo. No hay día que Asthel no pase por su casa que no le tenga algún dulce preparado. ¡Nos lo va a mal criar!- Comentó Leval, aunque ahora con un tinte más serio.-

-Bueno.- Repuso despreocupadamente Amatista.- Tampoco es para tanto. Sandy está muy feliz y me alegro mucho de que así sea. Y teniendo en cuanta que fue nuestro hijo quien predijo eso…

-Por cierto.- La interrumpió Leval cayendo en la cuenta.- Idina me iba a comentar algo. Pero no pudo porque estaba ocupada despidiendo a los demás niños y a sus padres.  Pero luego fue nuestro hijo quien me enseñó un dibujo que había hecho…su angelito otra vez, y siempre le llama Arrael…



Y le contó a Amatista todo lo que Asthel le dijo y hasta le describió la apariencia del ángel. Su esposa se quedó pensativa y tras meditar sobre eso, dijo aliviada.



- Ese no es el Ángel de la Muerte.- Afirmó convencida pero dando un suspiro, menos mal. Ahora pensó que se había inquietado sin motivo y eso la alegraba.- Desde luego, no se parecía en nada al que mi madre vio cuando la sacó del Infierno.

- Quizá sea un Ángel de la Guarda,- conjeturó Leval, desde luego más que aliviado por ello, al igual que su esposa. -

- Sería mejor que yo hablase con Asthel, quizá me cuente más cosas.- Opinó ella que entró en el cuarto de su hijo.-



No obstante, cuando iba a preguntarle con más detalle sobre ese angelito, una mujer de color apareció de repente en la habitación. Amatista se sobresaltó y exclamó reconociéndola no sin asombro.



 -¡Eh! ¿Tú no eres Soa? ¿Pero qué haces tú aquí?...

-¡Hola divertida criatura de pelo amarillo!,- saludó ésta con voz cálida y risueña, a la par que levantaba las palmas de las manos, añadiendo. - Dijimos que volveríamos en cuanto el Mensajero estuviese dispuesto para ser enseñado. ¿Recuerdas?..

- Sí, es verdad - concedió Amatista que hizo memoria para recordar. Esa mujer era una de los dioses, en efecto se llamaba Soa y así le preguntó. -Pero, oye, ¿cómo es que estás tú sola? ¿Acaso están tus compañeros escondidos por aquí? Espero que no empecéis con esos juegos vuestros otra vez - remachó entre temerosa y casi admonitoriamente a su improvisada visita. -

- No. No haremos juegos. Hemos acordado que cada uno de nosotros le enseñará algo diferente. - Le explicó la diosa aclarando. – Vendremos por turnos, yo he querido ser la primera porque me gustan mucho los humanos chiquititos, ¡son aún más graciosos que los grandes! ¡Parecen peluchitos! – Afirmó entrelazando los dedos y llevándose las manos a la barbilla y riendo.-



Amatista también se sonrió a la par que meditaba aliviada. Al parecer su interlocutora venía con buen talante y dispuesta ayudar. De modo que, siendo un ser con esos enormes poderes y conocimientos, quizás ella pudiera aclararles lo que estaba sucediendo con su hijo y esos dibujos que hacía. Así pues que le comentó jovialmente.



- En eso tienes razón. Son como muñequitos.

-Sí, eso, muñequitos peluchitos. - Se reafirmó su contertulia, observando divertida al niño que la miraba con los ojos muy abiertos, cuando ella le saludó. - ¡Hola Mensajero peluchito!

-Hola, señora rara.- Repitió él sin amedrentarse.-



            La madre del crío se sonrió de nuevo, quizás esa alocada diosa fuese la canguro idónea. Pero recordó lo que iba a preguntar y se puso más seria.



-Oye, ¿tú podrías responderme a una pregunta?,- le pidió a su contertulia con una mirada inquisitiva. -

- Pregúntame y ya veremos,- sonrió la interpelada. -

- Verás, es que mi hijo nos ha dicho que ve a un angelito. Bueno, al menos así lo llama él. Es un niño envuelto en un vestido blanco.

-¿Cuándo lo ve?- Quiso saber Soa.-

-Pues, no sé. Creo que sueña con él y a veces señala a rincones del cuarto y dice que está ahí. Pero nosotros no vemos a nadie. – Le contestó Amatista. - ¿Puedes verle tú?



Su contertulia se quedó pensando durante unos instantes para declarar con rotundidad.



- Es un Ángel, o algún ser muy elevado, eso seguro. - Respondió la diosa con más seriedad y acto seguido admitió. - No sé quién podrá ser exactamente, son entes muy superiores a nosotros. Yo aquí tampoco veo a nadie ahora. Claro que un ángel puede permanecer invisible a mis ojos si así lo desea.

- Asthel.- Amatista llamó a su hijo que jugaba distraídamente con unos muñecos y le preguntó. -Cariño... ¿está el angelito ahora aquí?..

- No, mamá,- negó Asthel que le contó. -El angelito me dijo que vendrían unos señores a enseñarme cosas. - Entonces reparó en Soa y le preguntó. - ¿Tú eres una señora de las que me van a enseñar?..

- Sí.- Asintió ella que permanecía levitando cruzada de piernas -…y tú eres el Mensajero. Bueno...aunque todavía eres peluchito chiquitito, pero no te preocupes, yo te enseñaré a mostrar tu poder....

- Mira,- le pidió Asthel que hizo una estrella blanca inscrita en un círculo ante la sorpresa de su madre y de la propia diosa. - ¡Estrellita!...- rio dejándola volar y la estrella recorrió un par de metros antes de deshacerse poco a poco. -

- Eso está muy bien. Pero te falta concentración, mira...- valoró su nueva mentora que hizo una estrella de color verde y la dejó flotando en el aire a modo de demostración. - ¿Lo ves?, no se apaga...

- Bueno, yo os dejo un poco a solas para que practiquéis.- Intervino Amatista atónita, ya que veía claramente que ella poco pintaba allí, no obstante preguntó por precaución. - Oye Soa. ¿Esto no será peligroso para mi hijo, verdad?..

- No temas.- Contestó despreocupadamente ésta. - Es el Mensajero...tiene un gran poder. Estará seguro conmigo. Los seres del olvido ya no pueden acercarse a él. Además, por lo que me has dicho, un ángel del mismo Creador le protege.

- Vale - respondió Amatista ya tranquilizada por esas palabras. - Asthel cariño, pórtate bien. Hasta luego.

- Hasta luego, mami...- repuso el pequeño. Amatista le dejó con Soa y cerró la puerta. -



Al salir le contó a Leval lo que había ocurrido, le dijo que no interrumpiese a la diosa. Por toda réplica su marido se encogió de hombros y afirmó con un tono resignado.



- De todas maneras, aunque quisiera interrumpirla no podría...ya sabes cómo se las gastan.

- No. Ahora están de nuestro lado,- se apresuró a decir Amatista con tono conciliador. - A decir verdad, estoy más tranquila con Soa aquí, ella y Redan eran diferentes a los otros. Y noto que tiene un gran interés por enseñar a nuestro hijo.

- Sí...es verdad.- Admitió Leval que optó por tomarlo con filosofía y optimismo al agregar con desenfado. - ¡Bueno, vamos a ver alguna película mientras tengamos la suerte de tener niñera gratis!



Amatista se rio de la ocurrencia, ella y su marido se recostaron en el sofá. Hacía tiempo que no tenían la ocasión de estar tranquilos y disfrutando de su mutua compañía en la intimidad.



-Pues oye - Admitió la muchacha. - A lo mejor esto no está tan mal después de todo…nos podemos ahorrar un dinero, casi estoy por preguntarla si estaría disponible el próximo fin de semana…



Su esposo se rio por la ocurrencia. Entre tanto, en la habitación del pequeño Asthel, la diosa continuaba adiestrando al niño a manejar sus estrellas de energía, el chaval aprendía rápido, Soa le explicó.



- Verás, estas estrellitas sirven para abrir muchas puertas, son como unas llaves que permiten acceder a caminos de mundos maravillosos.

-¿El mundo del angelito...?..- preguntó Asthel con alegría. -

- Sí, el del angelito y otros muchos más. Te lo enseñaré...- la diosa abrió un agujero en el espacio lanzando una estrella y le propuso jovialmente. -Ahora vamos a visitar el mundo de las hadas.

-¡Sí, qué bien!- aplaudió el niño entusiasmado. - ¡Vamos a ver a las hadas!



Soa estaba muy satisfecha por ese júbilo, desde luego los humanos peluchitos eran mucho más divertidos e interesantes que los grandes. A juicio de la diosa incluso bastante más listos. Los más creciditos seguramente no hubieran querido ir a pasarlo bien con ella. Siempre estaban hablando de obligaciones, trabajos y otras muchas tonterías.



-Sí, me alegro mucho de ser la primera. Mientras el Mensajero es todavía tan chiquitín. - Pensó con regocijo en tanto abría aquella especie de puerta a otra dimensión y ambos entraban. -Lo vamos a pasar muy bien. ¡Qué divertido!



Entre tanto, en casa de Sandy y Coraíon, todo era ahora felicidad. La muchacha estaba muy dichosa. Para ella era una bendición del cielo. Su esposo había llamado a sus padres para darles la noticia. Cuando Petz se enteró lloró de alegría por su hijo, por su nuera y por ella misma. También Zafiro lo celebró de forma jubilosa. Por fin iba a ser abuelo al igual que su hermano.



-¡Es maravilloso, cariño!- Pudo decir Petz con la voz tomada por la emoción.-

-Sandy está radiante. Recuerda que te prometió que, si era un niño, le llamaríamos como a mi hermano.- Contestó el chico.-

-El nombre es lo de menos, lo principal es que vais a aumentar la familia. Y estoy deseando ser abuela. – Comentó una dichosa Petz, matizando, eso sí.- No por hacerme mayor, claro.

-Mamá, serás la abuela más guapa de cualquier planeta.- La animó afectuosamente Coraíon.-

-Estamos muy felices por vosotros, y por nosotros también.- Intervino Zafiro.- Deseando veros y que el feliz alumbramiento llegue.



            Sandy se asomó al comunicador muy sonriente. Su suegro enseguida la saludó, alabándola.



-Estás muy guapa, realmente resplandeces.

-Muchas gracias.- Fue capaz de decir, incluso con algo de rubor.-

-Así es querida. Tengo muchas ganas de que estemos juntos.- Afirmó Petz, agregando con un tinte algo reprobatorio pero en el fondo jovial.- ¿Ves cómo debías tener fe?

-Sí, tenías razón. Y sobre todo, le estoy muy agradecida a Asthel.-Les contó ella.-

-¿Asthel?. – El hijo de nuestros sobrinos Leval y Amatista?- Se sorprendió Zafiro.-

-Sí, él me lo dijo, me aseguró que estaba embarazada antes incluso de que me lo dijeran en las pruebas.

-Sería una casualidad.- Sonrió Petz, quien, divertida, agregó.- Pero dale un beso bien grandote. Seguro que se lo merece.



Sandy asintió, charlaron un rato más y luego ella llamó a su padre y se lo contó. Robert estaba también tan emocionado que casi no pudo articular palabra para felicitar a su hija.



-Cariño, me has hecho muy feliz. A mí y seguramente que a tu madre, que te estará viendo desde el Cielo.

-Gracias, papá.- Musitó una emocionada muchacha.- Espero que vengas pronto a conocer a tu nieto.

-Eso no lo dudes.- Sonrió ampliamente Robert.-

-Te esperamos.- Intervino Coraíon con amabilidad.-

-No faltaré muchacho, gracias de nuevo, por todo. Por hacer tan feliz a mi hija.- Pudo decir el emocionado científico.-



            El matrimonio se abrazó, viendo con emotividad y dicha a aquel hombre. Sandy se sentía realmente muy contenta. No solamente por ella sino por todas esas estupendas personas que la rodeaban. Y especialmente por su padre. Era muy consciente de todo lo que él tuvo que sufrir y luchar para criarla. En realidad, ambos pasaron por años muy duros. Aunque ahora, tras esta maravillosa noticia, aquello parecía haber sido solamente una pesadilla. Se despidieron por supuesto que deseando verse muy pronto. Por su parte Robert rezó y habló con ILaya. Siempre lo hacía cuando ocurría algo importante. Le contaba en su monólogo que, al fin, iban los dos a ser abuelos. Esa noche, Sandy soñó con su madre, tal y como la recordaba y vio en sus sueños que era muy feliz y que compartía la dicha de ella por esa nueva vida que gestaba en su interior. Cuando despertó se le ocurrió llamar a Mazoui para darle la noticia, él y Satory tenían dos hijas y siempre que habían hablado ambos la apoyaron y le dieron esperanza. Ahora quería contarles que, por fin, su sueño iba a ser hecho realidad. Pero al llamar y esperar respuesta, unas horas más tarde, le comentaron que Mazoui no estaba ni en su casa, ni en la base. Decidió llamar en otra ocasión.



-¡Qué extraño! – Se sorprendió Sandy afirmando.- Ya es la segunda vez que no podemos contactar con ellos. No suelen estar incomunicados durante tanto tiempo.

-No te preocupes. – Le dijo su marido sin inquietarse. - Habrán salido por ahí, de vacaciones. O puede que estén de visita.



 Ella asintió, aunque tenía una sensación rara. Como si algo no estuviera en su lugar o no marchase bien. De todos modos con la alegría que sentía ahora no quiso darle más vueltas. 



-Debe de ser mi típico miedo a que algo vaya mal. Todo es tan maravilloso que mi mente no puede creérselo. – Se dijo intentando no preocuparse por una impresión que a buen seguro no sería más que una tontería.-



De modo que junto a Coraíon se acostó. Al día siguiente había que trabajar y después comer con Amatista, Leval y el pequeño Asthel, a quien Sandy estaba muy agradecida.



-Creo que le voy a hacer a ese niño un pastel todavía más grande que el que Makoto nos hizo para nuestra boda - Suspiró visiblemente feliz abrazada a su marido -

-Sí. Desde luego lo merece - sonrió el joven, añadiendo.-  Y tengo muchas ganas de que mi madrina reciba la noticia. Le hará tanta ilusión como a nuestros padres. Seguro.



Su esposa convino en ello y se dispusieron por fin a dormir. Asthel mientras tanto, atravesaba de la mano de Soa un umbral extraño. Era un espacio que refulgía en muchos colores muy vivos. Poco a poco lo cruzaron y divisaron un agujero, como el que habían hecho al entrar. Pasaron por él y se encontraron en un bosque de grandes árboles centenarios.



- Mira Mensajero, éste es el país de las hadas, genios y otros seres espirituales, - le explicó Soa que añadió. - Son de menor poder que nosotros los dioses, pero pueden enseñarte muchas cosas.- La diosa llamó a las hadas del bosque con voz amable y entusiasta. - ¡Acudid hadas y genios y podréis ver al Mensajero del Creador que ha venido a conoceros!



En pocos momentos ambos se vieron rodeados por una gran cantidad de seres, eran translúcidos, muy pequeños, las hadas como una mano. Todas miraban curiosas a Asthel que se reía muy divertido de aquel espectáculo tan bonito. Una de ellas, que llevaba una especie de coronita, se acercó a ellos y les habló con una voz dulce y gorjeante.



-¡Cuánto honor! , una diosa y el Mensajero. Es una grata noticia que hasta nuestro mundo haya llegado alguien enviado por el Creador.

- El Mensajero debe conocer los mundos y las dimensiones que deberá proteger, Majestad- le informó cortésmente Soa, cosa inhabitual en ella. -

- Me alegro de que hayas comenzado por la nuestra. - Repuso ésta hablándole a Asthel para presentarse. - Soy Nenora, reina de las hadas. Tienes una tarea muy importante que hacer. Debes protegernos a todos del olvido.

-¿Qué es el olvido?,- preguntó el niño sin entender. -

- Es algo que nos acosa desde siempre - le contó Soa ahora tiñendo su hasta entonces jovial tono de inquietud. - Son seres increados...que pretenden hacer desaparecer todo lo que existe como si jamás hubiese sido hecho por el Creador.

- Eso quiere decir que son malos...- dijo Asthel con tono y gesto serio. - A mí no me gustan los malos.

- Tú serás lo bastante poderoso como para crear una unidad que sepa resistir el olvido y que logre la trascendencia de todo lo que existe a un plano superior. - Le dijo Nenora que añadió. -Toma.- El hada sacó un colgante con una llavecita de oro y se lo ofreció. - Esto es para ti...- se lo colgó del cuello a Asthel en tanto le desvelaba con tintes de advertencia. - Abrirá el mundo de las hadas para cuando quieras visitarnos. Pero procura no hacerlo con nadie que no deba conocernos. Hay lugares que no se deben mezclar. Y seres que no están tan preparados como tú para comprender.



            A Asthel le dio algo de pena. Hubiese querido traer a algunos de sus amiguitos de la guarde. Pero si no se podía…



- Debemos volver ya a su mundo, - le dijo Soa al pequeño que estaba encantado observando a esos diminutos y graciosos seres. – Sus humanos fabricadores, creo que les llama papás, dicen cosas extrañas como que no debe dormirse tarde, que tienen que ir a la guarde. No sé qué será esa tal guarde, en realidad no los comprendo, los humanos grandes son muy raros.

-Puede ser.- Afirmó Nenora, que sin embargo, le aconsejó a la diosa.- Pero siendo en parte humano, el Mensajero debe criarse como tal. Cuídale mucho y asegúrate de que así sea…



            Soa asintió, supuso que tendría que ser así, de hecho su señor Georcael les había ordenado categóricamente que no interfiriesen en eso. Así pues, convino en eso en tanto le daba la mano al crío.



- Adiós hada guapa. - Se despidió el niño aun embelesado. -

- Esperaremos la llamada del Mensajero cuando llegue el momento.- Repuso ésta elevándose grácilmente en el aire y desapareciendo. -



La diosa tomó de la mano a Asthel mientras éste se despedía de los seres que le observaban con gran reverencia. Ambos flotaron cruzando a través de otro agujero que Soa materializó con una nueva estrella. Pasaron de nuevo por ese espacio de colores y encontraron el pasillo que les había llevado hasta allí, salieron y aparecieron de nuevo en el cuarto del niño.



- Ahora escúchame bien. - Le advirtió Soa con un tono serio poco habitual en ella. - Debes tener precaución cuando viajes y recordar siempre el pasillo por el que fuiste para no perderte para siempre entre las dimensiones. Y ten mucho cuidado con los seres que merodean entre ellas. Algunos son inofensivos, pero otros son casi tan peligrosos como los propios seres del olvido. ¿Lo recordarás? - Asthel asintió. -¡Muy bien, Mensajero Peluchito! - sonrió Soa otra vez con su voz despreocupada de siempre. -



La diosa salió de la habitación con el crío de la mano, apareció ante los padres del pequeño que estaban poniéndose cariñosos. Leval suspiró resignado, ya casi había olvidado lo inoportunos que podían ser los dioses. Pero el chico se puso realmente en guardia, incluso adoptando su pose de combate, cuando Soa le mostró un osito que llevaba en la mano sentenciando.



-¡Ay!, que mono es este peluchito. ¿Me lo das?



Amatista por su parte miraba atónita a su esposo. Y apenas pudo preguntarle.



- Pero cariño. ¿Qué haces?

- Hay que tener mucho cuidado con eso. No sabes de lo que es capaz. – La advirtió él con tono serio señalando hacia el muñeco en tanto mantenía su pose defensiva. –



Su asombrada esposa miraba sin comprender a ese oso de color café que tenía un gracioso hociquito y dos ojos de color ámbar. Era uno de los juguetes favoritos de Asthel.



-¿Del osito?- le preguntó Amatista visiblemente desconcertada. – ¿Te refieres a Oscurín?- Quiso asegurarse, llamando al juguete incluso por el nombre que su hijo le pusiera en cuanto supo hablar.-

-Peluchito bonito – sonrió la diosa dirigiéndose amablemente a Leval quien todavía miraba a ese muñeco con una mezcla de desconfianza y temor. - ¿Podemos jugar con él?



El niño asintió mirando a su madre para pedirle de la misma manera jovial y esperanzada.



-Mami, ¿podemos jugar con Oscurín? Soa dice que será muy divertido. - Quiso saber con evidente expectación. -

-Bueno, pero no hasta muy tarde, que mañana hay que ir a la guardería. – Le concedió despreocupadamente ella. –

-¡Bieeen! – Exclamó el pequeño agarrando nuevamente la mano de la diosa para guiarla hacia su cuarto. – ¡Vamos Soa!



Leval que había asistido a aquella escena sin decir nada se sentía ahora realmente tonto. Más cuando su hijo y la diosa se metieron en la habitación y su esposa le interrogó con la mirada. Ahora era vergüenza lo que amenazaba con mostrarse a través del sonrojo que le invadía las mejillas. Él apenas pudo sonreír de forma estúpida y tratar de explicarse.



-Si hubieras visto el último peluche que tenía Soa me comprenderías. Créeme, no es buena idea dejarle ositos a esa diosa… ¡Tuve que convertirme en súper saiyajin de nivel dos para derrotar a esa cosa!



Y durante un rato le recordó a su mujer aquel combate que librase contra los dioses hacía ya unos cuantos años. Ahora eso parecía haber sucedido hacía una eternidad. Amatista se rio, lejos de acordarse del dramatismo de entonces.  Y apenas sí pudo decir entre carcajadas.



-¡Un súper guerrero contra un osito de peluche! Me pregunto quién tendría más fuerza de combate, ¡ja, ja, ja!

-Así que te hace gracia, ¿eh?- replicó su interlocutor con retintín y una voz más melosa en tanto la abrazaba y la tumbaba en el sofá para amenazar. – Ya verás cuando te haga cosquillas, entonces sí que te vas a reír.

-¡Ohh! Leval, ¡ahí noo!- Exclamó la muchacha tratando de zafarse de las rápidas manos de su marido, que ya le buscaban ciertas partes comprometidas.- Sabes que no aguanto cuando me haces eso…

-Demasiado tarde.- Replicó él con una maliciosa sonrisita.- Ahora vas a sufrir por tu falta de consideración hacia mi orgullo de guerrero, ¡ja, ja, ja!…



Desde luego que su mujer se rio. De hecho estaba siendo atacada en ciertos puntos de su anatomía bastante sensibles a esos estímulos. Aunque por su parte, y fiel a su estilo de luchadora, contratacó con ganas. Ambos comenzaron a jugar a las cosquillas y de ahí pasaron a otros juegos más adultos Entre tanto su hijo y la diosa, ajenos a todo aquel festival de los mayores, pasaban el rato en la habitación del niño. Soa chaqueó los dedos y el osito comenzó a moverse solo, bailar y dar saltitos. Incluso abrió aquel hociquito cosido para hablar con voz dulce y aguda dirigiéndose  Asthel.



-Hola Mensajero…

-Hola Oscurín – rio él visiblemente entusiasmado como si esa conversación fuera lo más normal del mundo. – ¿Quieres jugar?

-Sí. Yo soy tu osito, puedes hablar conmigo y jugar siempre que estés aburrido. – Le ofreció éste muñeco tan peculiar. –

-¿Por qué papá se asustó de Oscurín?- Quiso saber Asthel mirando a la diosa. –

-No sé. - Repuso Soa levantando los brazos con las palmas hacia arriba y encogiéndose de hombros para escenificar aún más si cabía su réplica, sobre todo cuando afirmó convencida. - Peluchito Oscurín es muy divertido y mono. Los humanos grandes son muy extraños.

-Le diré a papá que no le tenga miedo porque es mi amigo. – Sonrió el niño creyendo que así todo estaría arreglado. –

-Sí, Oscurín es tu amiguito- replicó el oso. –

-Le pondré normal para que no le de miedo a papá. - Afirmó el crío-



Entonces fue Asthel quién chasqueó los dedos como había visto hacer a Soa y para sorpresa de la propia diosa el peluche volvió a ser eso, un muñeco totalmente corriente. Ante lo que ella pensó con asombro…



-¿Cómo lo ha hecho? Era una orden mía… se supone que solamente yo u otro dios podríamos anularla. ¡Claro! - Se dijo con naturalidad.- Después de todo es el Mensajero. Sus poderes son muy superiores a los míos…



En tanto el niño, ajeno a esas disquisiciones y levantando los brazos, susurraba tras un bostezo.



-Tengo sueño, me voy a mimir.



Y tranquilamente se metió en la cama. Entonces le pidió a Soa que le diera un beso y le arropase para darle las buenas noches. La diosa le miró desconcertada y  replicó.



- ¿Arroparte? No sé qué es eso, Mensajero.

-Pregunta a mis papis - fue la respuesta del pequeño. -



La diosa asintió, sumisamente salió de cuarto y fue de nuevo al encuentro de la pareja de humanos. Estos estaban otra vez jugando a eso que tanto les gustaba de apretarse uno contra otro sin llevar ropa. Soa sonrió divertida aunque Leval no hizo lo mismo cuando la vio, rezongando se apartó de su mujer que ya se estaba tapando con un cojín dado que estaba bastante expuesta.



-¡Oh no! - ¿Qué es lo que pasa ahora?- Preguntó el muchacho. -



Sin hacer caso de eso, la diosa le dijo a  la pareja humana que su hijo quería dormir.



- Me ha dicho que le arrope, pero yo no sé lo que es eso.- Añadió encogiéndose de hombros con gesto desconcertado. - ¿Algo ritual raro de los vuestros? Como juntarse sin ropas…

- Ahora voy...- suspiró Amatista poniéndose por encima su pijama y una bata y Leval también se levantó haciendo lo propio con su chaqueta y su pantalón. -

- Yo también iré a desearle buenas noches. - Suspiró él remachando no sin ironía, en alusión a Soa. – A ver si también nosotros podemos tenerlas.



Ambos padres fueron a arropar al niño. La diosa se quedó observando lo que hacían. Se sorprendió cuando Amatista besó a su hijo y le echó la sábana hasta la barbilla. Leval le besó también deseándole buenas noches. Una vez que salieron, Soa les preguntó el por qué hacían todo eso.



- Eso es porque amamos a nuestro hijo.- Le explicó la humana. - Le mostramos nuestro cariño y afecto.

-No lo entiendo - dijo la diosa mirándola atónita. - Nosotros no tenemos eso...

- Pues es una lástima.- Respondió Amatista con una pícara sonrisa. - No sabes lo que tú y tus compañeros os perdéis.

- Es cierto - terció Leval. - Pero eso es parte de la condición humana.

- Bueno, quizás el Mensajero nos enseñe. - Replico Soa que añadió como siempre de forma desenfadada. - Ya volveré en otra ocasión, aún tengo cosas que mostrarle a vuestro hijo. Aprende muy deprisa pero no me sorprende, ¡para eso es el Mensajero! - Declaró jovialmente y desapareció sin más saludando con la mano. -



Los esposos también se fueron a la cama. Ya estaban cansados y no se sentían capaces de reanudar el clímax, dos veces interrumpido por aquella diosa tan atolondrada. A la mañana siguiente, tras despertar a Asthel, prepararle y llevarle al colegio como era habitual, Amatista se fue a trabajar, allí se encontró con Sandy. Pero la expresión de ésta no era de felicidad, sino de profunda preocupación. Su compañera le preguntó por ese repentino cambio.



-¿Qué te ocurre? Sigues bien con el embarazo ¿verdad?.- Se interesó Amatista temiendo alguna complicación. -

- Sí,- asintió Sandy que replicó con voz queda. - No es por eso. Se trata de Satory. Verás, está muy enferma...

-¿Qué le ocurre? - Preguntó su amiga con angustia y sin dar tiempo a su interlocutora para contestar, inquirió. - ¿Cuándo te has enterado?...

- Verás, ayer les llamé a ella y a Mazoui para decirles que estaba embarazada. Lo intenté varias veces, pero no había nadie ni en su casa, ni en la base, así que dejé el mensaje para la casa de los padres de Mazoui, pues bien. La respuesta me ha llegado esta mañana. Satory está en el hospital. Los médicos no saben lo que le ocurre exactamente pero es muy grave.

-¡Dios mío! , tenemos que ir a verles cuanto antes.- Declaró Amatista hondamente preocupada por su gran amiga. -

- Sí, pediré unos días, tú puedes hacer lo mismo.- Le propuso Sandy. -

- Hablaré con Leval.- Declaró su interlocutora. - Él se quedará con Asthel mientras nosotras vamos.



            Y sin perder ni un instante la joven llamó a su marido a la base y le contó lo que ocurría. Leval le dijo que trataría de obtener un permiso para ir con ella. Una vez que terminaron su turno y tras solicitar y recibir el permiso, ambas se prepararon para ir a ver a Mazoui y a Satory. Una vez en casa, Amatista hacía su maleta con rapidez. Asthel se acercó a ella y le preguntó...



- Mamá... ¿por qué haces la maleta?...

- Voy a ver a una amiga que está enferma,- respondió sinceramente ella. -

- Yo quiero ir contigo. Haré un agujero grande con mis estrellitas y así llegaremos - le propuso Asthel. -



Amatista no entendía lo que su hijo quería decir, pero no tenía tiempo para eso. Decidió darse prisa por ultimar sus detalles y no pensó en ello. Miraba una Holo foto que tenía con su esposo, Mazoui y Satory, en una mesita cercana. Suspiró, ojalá que su amiga mejorase. Entonces algo que su hijo comentó al mirar esa misma imagen la dejó helada.



-¡Anda!  Mami, esa es la niña de mi dibujo, la que va a ir a jugar con mi angelito.

-¿Qué?- Pudo replicar ella que sentía como casi se le entrecortaba la respiración. –

-Angelito Arrael me contó que tenía que ir a buscarla. Por eso no está conmigo. Se la va a llevar a un sitio para que esa niña juegue siempre con su mamá. Porque su mamá ya está allí hace mucho tiempo y la espera. ¡Seguro que se pondrá muy contenta cuando la vea!



Si su hijo no hubiese estado delante la muchacha no habría podido evitar gritar. Por suerte Leval llegó al poco. Casi sin mediar palabra ella le pidió que se quedase un momento con el niño. Su esposo no comprendía qué sucedía, pero fue ver la expresión de ella y rápidamente sacó a Asthel de allí. Le llevó a su cuarto y dejó al crío entretenido con sus muñecos. Él se apresuró a ir en busca de su mujer. La encontró de rodillas, apoyada en la cama.



-¿Qué te ocurre, te encuentras bien?- Quiso saber él bastante preocupado. –

-¡Dios mío!, no… ¡Dios mío! – Era la única cosa que podía balbucear ella, con el rostro surcado de lágrimas. –



Su también asustado esposo la miraba sin comprender nada. Enseguida la ayudó a levantarse y se sentó en la cama con ella, Amatista se abrazó a él y lloró.



-Cariño. ¿Qué ha pasado?- Inquirió él tratando de confortarla. - ¿Es Satory? ¿Está peor?..



Como pudo su mujer se dominó lo bastante como para poder contarle lo que Asthel le había dicho. Su marido quedó tan impactado como ella. Pero se obligó a rehacerse. Decidieron prepararse lo más rápidamente posible, él también quería ir. Si eso era tal y como Amatista le había contado, Mazoui iba a necesitarle a su lado.



-Pediré un permiso de asuntos propios. Se lo comunicaré a mi superior, el comandante Zorton.



            Lo hizo y este, cuando escuchó que era algo relacionado con Mazoui y la salud de su esposa, no le puso ninguna complicación. Es más, le dijo con bastante amabilidad.



-Trasmítale al mayor O ‘Brian mis mejores deseos. Espero que su mujer se reestablezca pronto.

-Gracias, señor.- Repuso Leval, cortando  la comunicación.-



De modo que la pareja, junto con Sandy y Coraíon, se apresuraron para tomar la nave que salía de Bios hacia la Tierra. Ésta partía dentro de una hora. Después de esa no habría otra hasta dentro de tres días. Leval y Amatista quedaron en verse en el astropuerto con sus amigos. Al fin tuvieron listo el equipaje y llevaron a Asthel con Idina.  La muchacha estaba tranquilamente en su casa, tras la jornada de clases. Le sorprendió que llamasen a su puerta, pero más aun cuando vio a su primo y a su amiga con el pequeño Asthel y sobre todo, con las expresiones que traían los dos adultos.



-Leval, Amatista. ¿Qué pasa?.

-Por favor, prima, ¿podrías quedarte con nuestro hijo por unos días? Tenemos que ir a la Tierra. Es muy urgente.- Le pidió Leval.-

-¿Qué pasa?- Inquirió esta con estupor.-

-Se trata de Satory.- Pudo musitar Amatista que estaba haciendo un gran esfuerzo por no romper a llorar delante de su hijo.-

-Tranquila, anda pasad y decidme que sucede. - Les pidió la inquietada maestra. –



            Una vez dentro, por supuesto que Idina condujo al niño a un cuarto en el que tenía algunos juguetes y material didáctico para sus alumnos. El pequeño enseguida se entretuvo con eso y la maestra pudo retornar con sus familiares. Nada más volver a ellos, las palabras de la sollozante Amatista la dejaron de piedra.



-Satory está muy mal. No saben cuánto tiempo le queda.

-¡Dios mío!- Exclamó Idina llevándose las manos a la boca.-

-Por eso, debemos irnos enseguida. No queremos llevar a Asthel, estaría viendo aquello y no va a ser nada agradable.- Le explicó el también consternado Leval.-

-Claro, no os preocupéis, no hay inconveniente. Cuidaré encantada de él.- Les aseguró su interlocutora, quien aprovechó para encargarles.- Dadle un beso muy fuerte al primo Mazoui, y a toda la familia, y a mis padres y hermanos si les veis.

-De tu parte.- Convino su primo.-



            Y fueron a por el niño explicándole de un modo asequible a su edad la situación.



-Cielo, una amiga de mamá está malita, tenemos que ir a verla.- Declaró Amatista tras haberse dominado ya.-

-Quiero ir con vosotros, mami.- Pidió el crío.-

-No puede ser, hijo. Te quedarás con la tita Idina.- Contestó Leval.-

-Pero quiero ver al angelito.- Insistió él.-

-Seguro que le verás aquí también.- Intervino Idina, con voz dulce, en tanto le acariciaba el pelo, añadiendo.- ¿Es que no quieres quedarte conmigo?



            El niño asintió a eso. Al final, sus padres le dieron muchos besos y abrazos y se despidieron, saliendo raudos para el astropuerto. Habían perdido bastante tiempo hasta que el pequeño aceptó quedarse con su tita.



-Bueno cariño.- Le propuso Idina con jovialidad, intentando hacer que se sintiera mejor.- Tú y yo lo vamos a pasar muy bien y jugaremos a muchas cosas. ¿Quieres?



El crío aceptó, pese a que le hubiese gustado ir para ayudar a la amiguita de su mami.  Aunque cuando su tita empezó a contarle algún que otro cuento él enseguida se dedicó a escuchar con interés.  Por su parte, Amatista y Leval llegaron finalmente al astropuerto del planeta, allí esperaban Sandy y Coraíon. Éste les dijo algo inquieto.



- Creíamos que no llegabais, la nave parte dentro de seis minutos.

- Tuvimos que dejar a Asthel con mi prima.- Le respondió Leval que apremió. - ¡Venga!, ya podemos embarcar.



Sin perder ni un segundo todos subieron a bordo de la nave y al poco ésta salió hacia la Tierra, el viaje duraría un par de días. Amatista no se atrevió a contarles a sus amigos lo que Asthel le había dicho. En su pensamiento y en el de los demás, desearon que Satory mejorase y estaban impacientes por verla y tratar de apoyar a Mazoui, que, según lo que Karaberasu le había dicho a Sandy, lo necesitaba más que nunca.



- ¡Oh Señor! Por favor. No te lleves a Satory todavía. - Rezaba mentalmente Amatista. -



            Mientras tanto, en el palacio provisional de los soberanos terrestres, tras aquella noche tan entretenida, las princesas habían vuelto a sus tareas habituales. Marte y Mercurio partieron para Nature y Júpiter entró en la sala de juntas muy contenta. Allí sonrió a sus monarcas y les contó.

-Mi ahijado y su esposa al fin esperan un hijo. No sabéis la alegría que me ha dado Petz al llamarme para contármelo.

-¡Enhorabuena! - Sonrió Endimión, realmente feliz por su súbita y amiga.-

-Sí, serán muy felices.- Afirmó Serenity.-

-¿Lo dices de verdad? ¿No existirán complicaciones o problemas o esas cosas que siempre sueñas luego?- Quiso asegurarse Makoto con prevención.-



            No obstante, para su mayor alivio y alegría, su reina movió la cabeza y sonrió para asegurarla.



-No en este caso. En mis sueños lo he visto. Ese niño tendrá un papel muy importante que jugar. Casi tanto como el del hijo de Amatista y Leval…

-No sabes lo feliz que me haces. ¡Al fin buenas noticias! - Exclamó Makoto elevando sus brazos ante las risas de sus soberanos. -



            En ese instante llegó Minako. Su compañera y amiga no tardó en acercarse para comunicarle la buena noticia, pero se frenó al ver la cara que tenía su colega la princesa de Venus. Casi a punto de llorar.



-¿Qué sucede?...

-La esposa de mi ahijado… la hija de Masters, se muere.- Les comunicó dejándoles atónitos a todos, excepto a Serenity que no alteró la expresión. Cosa que no pasó inadvertida a su amiga que la interrogó consternada.- ¿Ya lo sabías, verdad?

-Desgraciadamente, sí.- Pudo replicar la reina, ahora con manifiesto pesar.- Es otra cosa que vi en mis sueños.

-¡Oh!, Dios mío. ¡Cuánto lo siento, Minako! – Se disculpó Júpiter apenas pudiendo balbucear.- Y yo tan feliz con esto… lo lamento…Siento mucho…



            Sin embargo, su compañera la detuvo con un gesto y sonrió débilmente para replicar con voz queda y llena de tristeza.



-No es culpa tuya, no es culpa de nadie. Las cosas son como deben ser. ¿No es cierto, Majestad? - Preguntó totalmente hundida sin precisar a quién de los dos lo hacía. -

-Lamentamos muchísimo la situación de esa pobre joven. - Fue lo que contestó Endimión, agregando.- Venus, si lo deseas ve con la familia y apóyales…

-Sí, amiga mía. Sé perfectamente lo que se siente. Todavía recuerdo cuando perdimos a Granate.- Musitó Makoto.-

-Escucha princesa de Júpiter.- Terció la soberana con amabilidad y pesar en su tono.- Si lo deseas puedes acompañar a Venus. Entre las dos os será más llevadero el viaje.

-Gracias Majestad. Si ella no tiene inconveniente.- Repuso la interpelada.-

-Te lo agradezco Mako -chan, sí, por favor. Ven conmigo. - Le pidió también su compañera. - No podría ir sola.



            Y tras hacer una sentida reverencia las dos mujeres salieron del salón. Ahora fue Endimión quién se lamentó de aquello.



- Pensé que, después de todo este tiempo, quizás habría mejorado esa pobre chica. Para una vez que tenemos una buena noticia la tragedia tiene que volver a surgir, empañándola con el luto.    



Aunque su esposa simplemente le escuchó y se quedó pensativa para añadir poco después con tono desconcertado.



-No lo sé. Quizás sea precipitado decir eso. Pero puede que su destino varíe.



Su esposo la miró con sorpresa y enseguida replicó.



-Entonces, al final no morirá. - Suspiró él con cierto alivio. - Desde luego espero que lleguen a tiempo para salvarla…quizás finalmente Ami o Giaal han encontrado alguna cura. Entre ambos, combinando su talento y sus enormes conocimientos…



            Pero su mujer negó con la cabeza y le dedicó una mirada triste que le dejó perplejo, más cuando ella sentenció.



-En mis sueños yo le pregunté lo mismo al Demiurgo. Mantuve una pequeña esperanza de que así fuera. Sin embargo, él me contestó que la muchacha morirá… sin ninguna duda.  Pero también me dijo que confiara en el poder del Mensajero.

-No entiendo nada. - Confesó el rey -  Si muere entonces nada ha cambiado. Ese es su destino pues.



            Hubo un tenso silencio entre los dos, se hacían cargo del dolor y la desesperación de los familiares de aquella desventurada chica. Al fin, fue Serenity quien tuvo el valor de tomar la palabra para sentenciar.



-En efecto, nada ha cambiado. Aunque para ellos será un vano consuelo, todo será en pro de un bien mayor. Como siempre lo ha sido. - Le desveló su mujer añadiendo con voz queda. – Y no me preguntes qué significa eso, puesto que tampoco yo lo sé. Sólo nos resta confiar en él. Nada más.



            Endimión la observó con total estupor, tampoco comprendía nada y en esta ocasión, tal y como había admitido, ni tan siquiera Serenity podía ayudarle dado que se encontraba tan perdida como su propio esposo. Únicamente podían esperar y confiar en esas enigmáticas palabras de aquel no menos misterioso ser…




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