Tan pronto pudieron los cuatro se trasladaron a la
nave, ésta salió a su hora puntual y se dirigió hacia la Tierra.
-Estoy deseando llegar. ¡Maldita distancia!- Espetó
Amatista apretando los puños.-
-Tranquilízate, no le harás ningún bien a Satory
alterándote.- Le pidió Sandy.-
Y
tampoco podían hacer nada para evitarlo. Incluso la traslación instantánea que Leval
o su primo Mazoui dominaban era impracticable debido a la distancia y el
agujero de gusano que separaba ambos mundos. Así se lo dijo él a su esposa.
Cuando ella le pidió con desesperación en su tono.
-¿No podrías transportarnos a todos directamente?. O
llamar a Mazoui para que te ayude. Os he visto hacerlo.
-Será mejor llegar como cualquiera.- Le comentó
Leval.- Creo que lo que menos le gustaría a Mazoui y a la pobre Satory, es que atrajéramos
la atención.
La verdad,
tras la proclamación de Serenity y Endimión como los reyes del planeta, y de
las sailors como las princesas planetarias, no todo ni mucho menos era paz y
cordialidad. Había muchos que recelaban, sino protestaban abiertamente, de su
estatus privilegiado. Pese a ello, viendo que eran aliados de los saiyajin,
nadie tenía valor como para llegar más allá. Aunque los padres del chico, así
como otros informes que él manejaba provenientes de la Tierra, aconsejaban la
prudencia y el pasar desapercibidos.
-No veo qué mal hacemos con eso. ¡Es absurdo!- Se
quejaba una enervada Amatista.-
Sandy
posó una de sus manos sobre la mano derecha de su amiga. Tras mirarla durante
unos segundos, le comentó.
-Sé muy bien lo que es tener capacidades que van más
allá de las del resto, y tener que esconderlas. Tú sabes como yo que la gente
suele temer lo que desconoce. Incluso cuando no deseamos hacerles ningún daño,
al contrario.
-Sí, es verdad. Pero es que quiero verla…si le
pasara algo antes de llegar…- Musitó la francesa.-
Tras suspirar intentando aliviar su tensión, asintió
despacio, bajando la cabeza, no podía evitar que las lágrimas le cayeran. La
morena científica, nada más percatarse de esto, la abrazó dejando que la cabeza
de Amatista reposase sobre su pecho.
-Llegaremos a verla, y estaremos a su lado. Como
buenas amigas.- La animó Sandy.-
Entre
tanto Leval y Coraíon se apartaron y hablaban dejando a sus respectivas esposas
un poco de espacio.
-Es terrible, lo siento muchísimo por el primo
Mazoui, y por toda la familia, ¡pobre chica! - Dijo un apenado Coraíon.-
-Hace bastante que no nos vemos, lo que lamento es
que tenga que ser en estas circunstancias.- Convino Leval.-
-Yo creía que estaba mejor.- Intervino la llorosa
Amatista.- Sobre todo tras tener a sus hijas.¡ Era tan feliz!
-No hables de ella en pasado. – Le pidió una
asimismo emocionada Sandy.- Todavía no la hemos perdido, y haremos cuanto sea
posible para que no suceda.
Su amiga asintió. Eso seguro, pero. ¿Qué podrían
hacer? Si se tratase de luchar contra alguna amenaza como Justicieras…pero por
desgracia esto iba más allá de lo que podía enfrentar con sus poderes. Amatista
se sentía impotente. La joven odiaba esa sensación, cada vez que la había tenido,
algún ser querido o personas inocentes habían muerto o sufrido mucho.
-Ella no se merece esto.- Gimió llena de dolor.-
-Claro que no.- Quiso animarla su esposo, siendo él
quien la abrazó ahora.- Nadie merece una cosa así. Por desgracia hemos visto
muchas cosas así, y a bastante gente buena que las ha sufrido. Sin ir más lejos
en la SSP-1. Pero a veces, ni aun siendo un super saiyajin o una Justiciera, se
puede hacer nada.
-Quizás ni tan siquiera las princesas planetarias o
los soberanos.- Reflexionó Coraíon.-
Los demás guardaron silencio ante esas palabras. Si
ni tan siquiera Serenity y Endimión podía hacer nada, ¿Qué iban a poder hacer
ellos? Al fin decidieron descansar. Tras atravesar el pasillo de gusano podían
comenzar a recibir transmisiones más rápidas de la Tierra. Llamaron para
interesarse por el estado de su amiga y al parecer seguía estable. Al menos eso
es lo que Karaberasu, que estaba muy pendiente del estado de su nuera, les
avanzó.
-Tranquilizaos. Ella seguirá aquí cuando lleguéis.
Al menos, eso dicen los médicos.- Les aseguró su tía a Leval y Coraíon, cuando
hicieron contacto.-
El viaje duró dos días y transcurrió sin nada
importante que reseñar, sólo la preocupación de todos por el estado de salud de
Satory.
-No puedo dormir, ni casi tengo ganas de comer.- le
decía Amatista a su esposo, que intentaba animarla en todo lo posible.-
-No servirá de nada que tú caigas enferma. Eso no va
a ayudar a Satory.
-Ya lo sé.- Suspiró ella, moviendo la cabeza para
sentenciar.- Pero no puedo evitarlo. Y también pienso en Asthel. En Bios, sin
nosotros. Nuestro hijo es muy pequeño, no lo entenderá.Se asustará al no
tenernos a su lado.
-Ten confianza en él. Es pequeño pero muy listo.-
Aseguró Leval, agregando con mejor ánimo.- Y la prima Idina se ocupará de
cuidarle bien.
-¡La pobre! – Pudo sonreír levemente la francesa.-
Por si no tenía bastante con niños a todas horas. Llevarse uno a casa.
-Le encantan los críos. Siempre lo ha dicho.- Afirmó
su contertulio.- Eso por no contar con los dioses. ¿No tiene a Soa con él?
-Sí, eso.- Comentó Amatista , animando su semblante
para decir, al hilo de una idea que acababa de ocurrírsele.- ¿Por qué no
intentamos que esa diosa cure a Satory? Para ellos casi nada era imposible.
Durante
unos momentos, Leval sopesó esa idea. Aunque replicó con escepticismo.
-Eran tan poderosos como caprichosos y volubles.
Para ellos una vida humana no significaba nada. Y tampoco sabríamos como
llamarla.
Aunque
su esposa dio réplica de inmediato.
-¡Soa!- gritó sorprendiendo a Leval.- ¿Me escuchas?
Ven, por favor…te necesitamos…
Pero
esa diosa no daba señales. Amatista volvió a chillar su nombre, quejándose
amargamente.
-¡Maldita seas! Siempre apareces cuando nadie te ha
invitado y ahora que de veras haces falta no te dignas atendernos.
Sollozó
llena de frustración e impotencia en tanto su esposo la abrazaba. Leval la dejó
llorar para que se desahogase y suspirando resignado, declaró.
-Me temo que estos asuntos no le interesan.
Tendremos que ser nosotros los que debemos sobrellevarlo y darles fuerzas a
Mazoui, a Ian y al resto.
Así parecía, Amatista se lamentaba de aquello. Su
amiga era una chica excelente que parecía haberlo tenido todo para ser feliz. Y
de pronto se encontraba con esa tragedia. ¿Qué le habría ocurrido?... La respuesta
a esa pregunta había que buscarla unos años antes. Satory había tenido dos gemelas,
unas niñas preciosas a las que llamó Jennifer Alusa y Karaberasu Minara. Las
llamaba por sus segundos nombres para distinguirlas de la madre de su esposo a
una y del recuerdo de la suya propia a la otra. Pese a venir dos criaturas el
parto fue muy bien, no tuvo ninguna complicación y tanto Mazoui y su familia,
como Ian, el padre de Satory, eran muy felices. Pasó un año, al bautizo fueron
casi todos los amigos y conocidos. La
propia princesa de Venus asistió como invitada especial, augurando que esas
niñas serían muy especiales. Desde entonces, doce meses más volvieron a pasar
sin ninguna novedad. La flamante madre seguía con su trabajo y Karaberasu se
encargaba muchas veces de cuidar a sus nietas. Todo parecía perfecto, entonces
Satory comenzó a sufrir esporádicos mareos. En un principio no les dio
importancia, trabajaba mucho y luego tenía que encargarse junto con Mazoui, de
sus hijas. Pensaba que con un descanso todo se arreglaría. Se tomó incluso unas
vacaciones para ponerle remedio a eso. Sin embargo los mareos, lejos de remitir,
comenzaron a aumentar de frecuencia. La muchacha a veces se desmayaba sin causa
aparente y Mazoui, cada vez más preocupado, le pidió que se sometiese a unas
pruebas. Él mismo trató de ver si podía ayudarla. Entonces sintió que algo en
ella no estaba bien, no podía saber que era
pero se asustó. Las pruebas por desgracia le dieron la razón, tenía un
tumor en el cerebro. Ian Masters, al enterarse de eso, llamó a los mejores
cirujanos del mundo y a los más reputados especialistas, que operaron a Satory
y se lo extrajeron. Todo pareció arreglarse, pero, al cabo de pocos meses, éste
se reprodujo, comprometiendo zonas vitales. Los médicos dijeron muy apenados
que eso no tenía solución. La tecnología terrestre no era capaz de curarlo. En un desesperado intento incluso trataron de
hablar con la reina Serenity, quién, desolada, les comentó que nada podía
hacer. Masters, Mazoui y toda la familia estaban hundidos. Satory tuvo que ser ingresada,
ahora casi no podía ver, el tumor crecía por días y no había nada que pudiera
detenerlo. Los médicos no le daban más de un par de meses. Mazoui, con su aura
curativa, trataba desesperadamente de ayudarla pero sólo conseguía aliviar el
dolor que atenazaba a su mujer. Así, llegó el mensaje de Bios que Sandy le
enviara para anunciarle su embarazo que no encontró respuesta pues el muchacho
había pedido un permiso indefinido y estaba en el hospital las veinticuatro
horas del día. Masters dejó sus negocios en las manos de sus ejecutivos y de
sus amigos de confianza, Diamante, Souichi y Zafiro y también se quedó allí. La
única que podía responder a la llamada era Karaberasu que cuidaba de las niñas,
éstas ahora contaban ya con dos años de edad. Ella mandó a Bios la aciaga
noticia. Así pues, cuando la nave llegó a la Tierra. Mathew les esperaba en el
astropuerto, después de saludarles les llevó a su casa.
-Lamento que tengáis que venir en estas
circunstancias.- Les comentó su anfitrión.-
Leval
y Coraíon se miraron. Aquel hombre, de siempre fornido, daba la impresión de
caminar con dificultad. Supusieron que tras tanto sufrimiento y con aquella situación
que atañía a su hijo y a su nuera, no hubiera descansado bien. Tomaron ellos
mismos el equipaje y él les indicó que abordasen en un gran deslizador, propiedad de la Masters
Corporation.
-¿Cómo la has visto, Mathew?- Quiso saber Amatista.-
-Bueno.- Suspiró el hombre, moviendo la cabeza, para
afirmar con pesar.- Se dice que los irlandeses somos optimistas, pero en este
caso, mucho me temo que ni tan siquiera la suerte irlandesa es suficiente.-
-Tú también eres médico.- Recordó Coraíon..-
-Sí, eso me dice mi esposa.- Asintió él.- Y aunque
no sea mi especialidad. Por lo que sé Satory necesitaría un milagro. Lo siento.
No puedo decir otra cosa.
Eso hizo llorar tanto a Amatista como a Sandy. No
quisieron preguntarle más a ese hombre sobre aquello. Optaron por cambiar de
tema y querer saber de sus nietas. Él les comentó con orgullo ahora.
-Están cada día más preciosas y más grandes. Es un
gran consuelo para todos el verlas crecer.- Suspiró él.-
Al fin llegaron al domicilio de los O ‘Brian. Allí,
una emocionada Karaberasu les recibió con lágrimas y abrazos y les contó lo que
había ocurrido con más detalle.
- ¡Es horrible! , la operaron pero ese tumor es maligno
y se extiende cada vez más. Le han dado sólo dos o tres meses más de vida como
mucho. Eso si no sufre una embolia o un derrame repentino...
Todos
se quedaron petrificados al escuchar las palabras de Karaberasu. Amatista y
Sandy quedaron conmocionadas, una vez más trataban de impedir en vano que su
llanto se desatara. Sus esposos, también muy afectados, pero más enteros, le
preguntaron.
- Pero tía... ¿están completamente seguros de que no
hay nada que se pueda hacer?,- intervino Coraíon. -
- No.- Negó apesadumbradamente ésta con la cabeza. -
Los mejores médicos del planeta la han visto, con los medios más modernos. No
hay nada que hacer...
-Ni tan siquiera en la corte de los soberanos.-
Preguntó el joven.-
-No… Ian lo intentó, Usagi en persona se interesó
por el estado de Satory. Incluso le pidió opinión a Ami. Ella, tras examinar el
caso dijo que lo lamentaba profundamente, pero que no podía hacer nada…-
Sollozó Karaberasu.- Lo mismo dijo el propio rey Endimión.
- Quizá en Bios haya algún buen doctor, o quizá
podríamos tratar de encontrar a Giaal con nuestra translación. - Repuso Leval
tratando de pensar en algo. - Puede que él…
- Mi hijo lo intentó durante semanas, - respondió
Karaberasu moviendo la cabeza. - Concentrarse en su energía, pero le fue imposible,
¡debe de estar tan lejos! No hay nada que se pueda hacer, por lo menos ahora.
Al fin enviamos un mensaje a Nature. Giaal lo recibió y tras estudiar el caso
nos dijo lo mismo que tu madrina y el soberano. Que lo lamentaba pero que
tampoco había nada que él pudiera hacer. Incluso aconsejaron a Ian y a Mazoui
que criogenizasen a Satory y que, quizá, dentro de algunos años, se descubriese
algo. Se lo propusieron a ella, pero se negó. Si ni tan siquiera con los medios
del siglo treinta se puede curar, ella aseguró que prefería morir a despertarse
dentro de más de mil años, sin ninguno de los seres que amaba.
- Tiene razón.- Convino Leval, tan desolado como el
resto, para sentenciar. - Estar congelado así, es como estar muerto. ¿Tampoco
las alubias mágicas han hecho efecto?
- Tu padre vino y le dio a comer algunas al principio,
pero eso no sirvió tampoco.- Musitó su tía con la voz teñida de dolor. – No
curan enfermedades, su maestro se lo advirtió.
-¿Podremos verla?,- preguntó Amatista aun
sollozante. -
- Claro que sí.- Concedió Karaberasu que enseguida
las advirtió. - Pero será mejor que descanséis y que dominéis vuestros sentimientos,
que ella no os oiga llorar. Por favor… No queremos que piense en su estado. Y
menos que sepa que sufrís por su causa.
- Sí, no te preocupes.- Le aseguró Sandy ya más
entera incluso se permitió el poder decir. - Pero será mejor que antes
busquemos un hotel donde instalarnos.
- ¡No seáis tontos! - rebatió Karaberasu. - Sandy,
tú y Coraíon, quedaros en mi casa si queréis. Leval, tú y Amatista podéis ir a
la casa de vuestros padres.
- Sí, será lo más adecuado.- Afirmó el chico
tratando de animar un poco el desolado ambiente - llamaré a mi padre. Así veremos
a mi hermana y a nuestro sobrino.
Leval
y Amatista se fueron para hospedarse en las casas de sus padres. Cuando
llegaron fueron recibidos con mucha alegría y, dado que Kerria estaba con
Samantha y el bebé en casa de sus padres, ya eran demasiados para meterse allí
dentro, entonces el joven le propuso algo a su mujer.
-¿Qué te parece si recordáramos los viejos
tiempos?...
-¿A qué te refieres, cariño? - Inquirió Amatista sin
comprenderle. -
- Me refiero a que tú podrías ir a casa con tus
padres y yo a la de los míos. Así sería como cuando íbamos al instituto y nos
conocimos, ¿recuerdas?...
- Han pasado sólo doce años pero me parece una
eternidad.- Declaró ella en tanto asentía y declaraba con gravedad. - Vale, será como volver a entonces. Pero no
nos olvidemos que mañana debemos ir a ver a Satory.
- Claro. - Leval la besó y asintió. - Luego voy
contigo a saludar a tus padres.
A Amatista la idea le pareció muy adecuada. Recordó aquello con un poso de amargura. Le
hacía muchísima ilusión ver a su cuñada y al hijo de ésta, pero no en tales
circunstancias. Efectivamente con su marido primero visitaron la casa de Roy y
Bertie. Tras un saludo a los padres de Leval que iban a salir, tocaron a la
puerta de la habitación de su hermana. Abrieron un poco mirando al interior. Allí
Kerria arropaba al pequeño Brian que estaba acostado en su cama. La muchacha
sonrió al verles llegar. No obstante, moderó mucho su alegría sabiendo cual era
la causa de aquella visita.
-Es terrible. – Pudo decir realmente apenada. – ¡Pobre
Satory!
-Para mí es como una hermana. – Le respondió la
desolada Amatista que, quiso sobreponerse al dolor de pensar en ello y cambió
de tema. – Tu hijo está precioso.
-Sí. Es nuestra mayor alegría – admitió su
interlocutora añadiendo no sin pesar. - ¿No habéis traído a Asthel, verdad?
-No quisimos hacerlo. La naturaleza del viaje no era
la más adecuada. – Suspiró Leval para informar. – Está con la prima Idina.
-¿Qué tal la prima?- Se interesó Kerria. –
-Muy bien, os envía saludos a todos. – Le respondió
Amatista con voz queda. –
Salieron de la habitación para dejar dormir al niño.
Al poco llegó Sam, que venía del trabajo, saludó asimismo a los recién
llegados.
-Hola, me alegra veros. Aunque lamento mucho que sea
por este motivo - Declaró la publicista quien se interesó de inmediato - ¿Cómo
están vuestros familiares?
-Lo están pasando muy mal los pobres. – Les refirió Amatista.
–
- Por lo que sé, Kathy no se ha separado de Mazoui,
trata de confortarle en lo que puede. – Afirmó Sam.-
-Sí, y la tía Karaberasu cuida de las niñas. -
Completó Kerria en tanto todos se sentaban en el sofá del salón. –
-¡Es algo tan injusto! – Pudo decir Leval
sentenciando con amargura – ahora que eran tan felices.
-Tengo que verla. – Terció Amatista con lágrimas en
los ojos. – No puede ser que le esté ocurriendo esto, tiene que haber algo que
se pueda hacer. Me niego a pensar que se vaya así.
El resto la observó apenado pero no dijo nada. Al
cabo de algunos minutos desviaron la conversación hacia otros temas. Kerria les
contó algunas de las cosas que les habían acaecido en los últimos meses. Entre
ellas su licenciatura por Harvard. Tomada de la mano con Sam las dos les
contaron cómo cuidaban del pequeño Brian, lo que hizo aflorar una tímida
sonrisa en Amatista.
-Os veo muy felices, eso me alegra. – Declaró Leval –
-Sí, al menos nuestra vida en común va muy bien.-
Concedió Sam, balanceando su rubio pelo hacia un lado, añadiendo en un intento
por alegrar el ambiente. – Aunque no teníamos ni idea de que una personita tan
pequeña fuera tan absorbente.
-Es cierto.- Sonrió su pareja, agregando.- Tenemos
que turnarnos, ya sabéis, entre el trabajo, los estudios y demás cosas. Alguna
debe quedarse con Brian. No es justo cargar a mis padres con tanta responsabilidad.
Al principio era yo la que más tiempo pasaba en casa, por la lactancia. Ahora
podemos alternarnos más.
-¡En mi empresa ya me llaman la señorita biberón! -
Se rio Samantha comentando distendida.- Algún día me tuve que llevar a Brian
conmigo. Fue de lo más instructivo, entre reunión y reunión, de vez en cuando,
reclamaba su momento llorando y todos los ejecutivos estaban más pendientes de
ver lo que le pasaba que del producto a lanzar. Alguno incluso llegó a decir
que podrían poner en práctica alguna técnica de marketing para un público
objetivo.
Eso
hizo sonreír al todos, pensando en aquel involuntario protagonista. Al hilo de
eso, una divertida Kerria tomó la palabra.
-¡Y menos mal que papá y mamá nos ayudan mucho! Casi
me da la impresión de que a veces somos nosotras las que les echamos una mano a
ellos para criar a Brian.
-Adoran a su nieto, y yo les quiero mucho.- Sonrió
Samantha, afirmando ahora con un ligero eje de tristeza.- Se han convertido en
mis auténticos padres.
-Te comprendo muy bien, eso nos convierte en hermanas.-
Afirmó Amatista quien estrujó cariñosamente a Sam con uno de sus brazos.-
-Espero que podáis quedaros algunos días y que
tengamos tiempo de hablar con más calma. Tenemos que ponernos al día de
muchísimas cosas.- Comentó Kerria.-
-Sí, nos gustaría.- Admitió su hermano, añadiendo.-
Podríamos hablar de muchos temas. Y quizás hasta te pida algunos consejos, Ky
-¡Vaya, eso sí que es nuevo!- Se rio Kerria.- Mi
hermano mayor pidiéndole que le aconseje.
-Eres una canija, cara de patata, pero muy lista.-
Replicó él, devolviéndole el tono entre cómplice y bromista.-
Aunque
se hacía tarde y Amatista, consultando su reloj, así lo hizo constar.
-Bueno chicas tengo que irme. Espero que nos veamos
pronto.
-Te acompaño.- Se ofreció su marido.-
Sus familiares convinieron en eso. Así pues los
visitantes se despidieron y se acercaron a ver a los padres de Amatista. Pese a
las circunstancias, Esmeralda y Diamante se pusieron muy contentos, pero les
dio pena que no hubiesen traído a Asthel con ellos. Tenían muchísimas ganas de
ver a su nieto. Aunque cuando Leval les recordó el porqué de su viaje a la
Tierra, motivo que ellos ya se temían, se hicieron cargo.
-¡Pobre Satory! , ahora que estaba empezando a vivir
y acababa de tener dos niñas tan preciosas...es algo tan injusto - se lamentó Diamante
profundamente apenado. -
- Sí, pobre niña. - Añadió Esmeralda visiblemente
compungida. – Y pensar que la tuve en mis brazos siendo un bebé. El pobre Ian -
añadió con pesar. - Esto es para él una tortura...recuerdo cuando Jennifer
murió. Le costó mucho sobreponerse a eso y lo hizo por su hija, pero ahora...no
sé. Yo le comprendo, sólo de pensar que a ti pudiese ocurrirte algo. Recuerdo
como si fuera ayer el infierno que pasé cuando vuestra nave se perdió. Fue incluso
peor que el purgatorio en el que estuve. Y Satory es como si también fuera una
hija para mí, ¡la de veces que le habré cambiado los pañales! Nosotros
intentamos ir a verla casi todos los días, pero no mejora. - Repetía una y otra
vez moviendo la cabeza entre lágrimas. -¡Pobre niña!
Esmeralda
incluso había dejado bastante de lado su Casa de Modas. Por fortuna tenía
buenas ayudantes para ocuparse de la mayoría de las cosas. Aun así, le contó a
su hija y a su yerno que debía estar conectada online en muchos momentos del
día para supervisar y aprobar proyectos, desfiles o líneas de ropa.
-No me gusta hacerlo. Pero a veces, me llevo la
tablet al hospital y aprovecho a hacer algo cuando Satory está dormida.- Les
confesó apurada.-
- Mañana iremos nosotros,- les dijo su hija en tanto
que su esposo se despidió y fue a casa de sus padres. -
Y
así fue. A la mañana siguiente fueron a ver a la paciente al hospital. Leval y
Amatista quedaron con Sandy y Coraíon allí. Recorrieron las habitaciones
preguntando y, al fin, dieron con la de Satory. Allí estaban Ian Masters y
Mazoui, junto a Katherine, cuando vieron a sus amigos se animaron un poco
dentro de su gran tristeza.
- Me alegro de veros,- musitó el desolado esposo
mientras era abrazado por Amatista aunque el tono completamente derrotado del
chico apenas hacía creíble esta afirmación. Él lo sabía y se apresuró a añadir.
– Sé que no lo parece, pero es la verdad.
- Mazoui ¿Por qué no nos llamaste? - Le preguntó
Leval, sorprendido de que no les hubiera contado la penosa situación que atravesaban.
-
- No quise haceros cargar con esto,- arguyó su
primo. - Tenéis vuestras propias vidas.
- Pero somos tus amigos.- Objetó Sandy añadiendo con
tono solícito. - Estamos para lo que os haga falta.
- Por desgracia ahora no podéis hacer nada.- Repuso
éste muy abatido en tanto era abrazado por su hermana. –
- No te rindas – le susurró cariñosamente Kathy. –
Quizás descubran algo que pueda ayudarla. Las empresas de la división sanitaria
de la Masters Corporation están trabajando sin descanso. Ami incluso llegó a
ofrecernos su ayuda y hasta Giaal mandó algunos remedios…Quizás combinando eso
con vuestros poderes…los de Sandy y tuyos…además, tenemos familia irlandesa, la
tía Alannah siempre lo dice. ¡Confía en la suerte de un irlandés!
Mazoui asintió de forma débil, apreciaba los
intentos de su hermana por apoyarle, pero podía percibirse que no contaba con
esas posibilidades.
- ¿Cómo estás, prima? - Le preguntó Leval por
cortesía en tanto ésta dejaba a su hermano sentado en un sillón de esa sala de
espera. –
- Bien, gracias. – replicó ella con la voz apagada. –
Al menos todo lo bien que se pueda estar.
- ¿Podemos ver a Satory?,- se atrevió a preguntar Amatista.
-
- Sí, pero procurad hablarle cerca,- les advirtió
Mazoui casi con un susurro. - No podrá
veros y oye mal.
Todos
estaban sobrecogidos, Amatista se acercó a Ian que también estaba sentado y con
la cabeza enterrada entre sus brazos, sin decir nada.
- Padrino Ian ¿Cómo estás?...- inquirió con voz
dulce acariciándole con suavidad la cabeza. -
- ¡No puedo hacer nada!..¡No puedo salvarla!,-
sollozaba éste rompiendo el corazón de su ahijada. - Con todo mi dinero, con
todos mis recursos. ¡No hay nada que pueda hacer! ¡Primero Jenny y ahora mi
niña! Hemos salvado planetas, e incluso el universo entero…y no podemos hacer
nada por ella.
La
afectada muchacha se sentó junto a Ian y trató de confortarle ante la mirada
llena de compasión de todos. Sandy se acercó a Mazoui y le dio un fuerte
abrazo. El muchacho apenas si pudo evitar los sollozos, haciendo que su amiga
llorase a su vez sin saber que decirle.
-Lo sentimos mucho, primo. – Intervino un
consternado Coraíon relevando a su esposa en la tarea de abrazarle. –
-Perdonad, ni siquiera os he dado la enhorabuena.-
Pudo decir éste algo más recobrado. –
-No te preocupes – respondió Sandy acariciándole con
mucho afecto en una mejilla pues podía sentir claramente el gran dolor que le
abrumaba. Trató de agregar en un intento por animarle. – Seguro que tus hijas
deben de estar preciosas.
Su interlocutor pudo esbozar ahora una pálida
sonrisa, más entero les dijo que pasasen. Amatista le dijo con suavidad a
Masters al oído.
- Ahora voy a verla....
- Sí, se alegrará mucho. - Asintió Ian pudiendo
sollozar - ella te quiere tanto Amatista...eres la hermana que nunca pude darle…
Al
oír aquello la muchacha tuvo que aguantar las ganas de llorar y entró junto a
los demás. Vio a Satory tumbada en la cama y con una venda que le envolvía la
cabeza cubriéndole hasta la frente. Tanto ella como Sandy quedaron sobrecogidas,
ésta última se acercó a la enferma y le sujetó suavemente una mano.
- Hola.- Le dijo la morena científica con voz dulce.
- Satory, soy yo, Sandy...
-¿Quién? - Susurró ésta con voz dormida, parecía
querer recordar. - ¡Ah…Sandy!...- sonrió lentamente. - Me alegro tanto de que estés
aquí... ¿cómo están todos? Amatista, Leval... ¿No están? ¿Qué tal el pequeño?
Amatista
se acercó también y la tomó con suavidad la otra mano.
- Estoy aquí Satory, Leval está conmigo. Asthel se
ha quedado en Bios.
- Me habría gustado tanto verle. Debe de estar muy
grande... ¿habéis visto a mis niñas? ¿Son preciosas, verdad?,- les preguntó,
con un tono de voz muy débil. -
- Sí, son unas niñas muy bonitas... ¿y sabes?, yo
también espero un hijo por fin. - Le contó Sandy intentando animarla. - Tienes
que recuperarte pronto para venir al bautizo.
- Es maravilloso.- Sonrió Satory - lo que tú tanto
habías deseado. Ojalá pudiese verle aunque ya no creo que tenga tiempo.- Añadió
con tristeza. -
- No digas eso,- terció Amatista tratando de alejar
a su amiga de esos pensamientos. -Te pondrás buena, ya lo verás.
- Claro.- Convino Sandy que le propuso tratando de
mantener un tono jovial. - Podremos reunirnos todas con nuestros hijos...
- Sois tan buenas amigas. Cuidad mucho de mis niñas,
de Mazoui y de papá. Cuando yo no esté.-
Les pidió Satory que pese a su estado de aturdimiento sabía que sólo trataban
de confortarla. –Por favor…
Sandy
y Amatista tuvieron que apartarse para que sus lloros no llegasen a oídos de
Satory. Leval y Coraíon se acercaron y hablaron con ésta dándole ánimos en
tanto abrazaban a sus desconsoladas esposas. Katherine entró compungida ante
aquella escena y con voz lo más dulce y suave que pudo le dijo a Satory.
-Voy a buscar a Alusa y Minara a la guardería.
¿Quieres que las traiga luego a verte?
-Sí…gracias - sonrió débilmente la paciente que
apenas si tenía fuerzas para hablar, aun así pudo añadir. – Gracias Kathy, por
favor, tráelas enseguida, quizás no pueda volver a verlas.
Su interlocutora trató como pudo de aguantar las lágrimas
y replicó.
-Te quieren mucho, y tienen muchas ganas de que su
mamá se ponga buena pronto. Trata de hacerlo por ellas.
Ahora la enferma no replicó, estaba demasiado
debilitada ya por la medicación y el esfuerzo. Katherine abrazó a sus amigas y
llorando salió de la habitación dejando al resto allí, desolados en torno a
Satory…
-No te imaginas lo bonito que está Bios - Afirmó la
francesa tratando con todas sus fuerzas de forzar un tono más animado - Tendrás que venir a visitarnos. Te lo voy a
hacer prometer.
Satory
esbozó una tímida sonrisa. Sandy entre tanto intentaba transmitirle algo de su
energía curativa. La paciente apenas sí pudo musitar.
-Gracias…amiga querida…
-Te pondrás bien. - Pudo responder la aludida
tratando en vano de contener sus lágrimas. -
Mientras tanto las princesas planetarias llegaron
tratando de mantener el incógnito. A estas alturas sus apariciones públicas
eran aguardadas con gran expectación. Por fortuna, se ampararon en sendos
disfraces y enviaron una comitiva con escoltas en otra dirección para tratar de
distraer la atención. No obstante, tuvieron que ser auxiliadas por
guardaespaldas del millonario, dado que los periodistas que montaban guardia a
las puertas del hospital pese a todo las reconocieron…
-¿Qué saben ustedes del estado de la heredera del
magnate?- Preguntaban unos.-
-Altezas, por favor. ¿Están ustedes aquí por asunto
oficial o por algún tema institucional?- Las inquirían otros.-
-¿Tienen los soberanos algo que decir ante esto?...
¿Han expresado algún deseo hacia la familia Masters?- Las interrogaban algunos
más.-
Ninguna
se detuvo a contestar y finalmente, gracias a la escolta ganaron la entrada al
hospital. De inmediato las condujeron hacia las habitaciones, reservadas por
Ian.
-¡Maldita sea!
No podemos ni venir de visita sin que nos asalte la prensa.- Se quejaba
Makoto.-
-Yo ya estaba acostumbrada.- Suspiró Minako
añadiendo con resignación.- La fama tenía esas cosas. Pero muchas veces es
bastante molesto y sobre todo inoportuno y enojoso. Aquí venimos como amigas.
-Creo que, desde que tuvimos que convertirnos en
princesas de facto, eso se terminó.- Declaró su compañera con visible pesar.-
-Eso me temo.- Convino Minako a su pesar. -
Al
fin llegaron a la antesala de la habitación. Se abrazaron a todos los presentes
y saludaron con bastante afecto. La princesa de Venus enseguida tomó las manos
de Mazoui entre las suyas y le susurró, tratando de confortarle.
-Querido ahijado, lo siento muchísimo. Si puedo
hacer cualquier cosa por ti...
-Gracias, madrina. – Pudo replicar a duras penas él,
que incluso recordó, aparte de los anteriores tratamientos.- Incluso Neherenia
nos envió un frasco de agua de la Luna. Y fue inútil.
-Lo lamento profundamente. Y en nombre de todas
nuestras compañeras y los soberanos, os deseamos lo mejor…todos rezamos, te lo
puedo asegurar.- Terció Makoto, con idéntico tono de tristeza que el de su
amiga y compañera.-
Tanto
el padre como el esposo de la enferma agradecieron esas palabras. Makoto al
menos pudo abrazar a su ahijado y felicitarle, del mismo modo que a la esposa
de éste.
-Me alegro muchísimo. Solamente siento que hayamos
tenido que vernos en estas circunstancias. - Declaró con tono moderadamente
feliz. -
-Gracias madrina. - Repuso Coraíon.- También me
alegro mucho de verte.
Ésta
se dirigió ahora a Sandy que hacía poco había salido de la habitación donde
estaba postrada la enferma. Aún tenía los ojos rojos, pero esta vez por causas
ajenas por completo a su biología avernal. Simplemente estaban así de tanto
llorar. Makoto la sonrió animosa y se permitió incluso el enjugarla algunas
lágrimas con un pañuelo para decir con amabilidad.
-Sé que Satory es como una hermana para ti. Y que
habéis pasado mucho juntas. Pero piensa que ella irá a un lugar mejor después
de todo. Y tú sabes que ese lugar existe. Créeme. Cuando perdí a mi otro
ahijado quedé desolada. Pero eso fue hasta que él mismo vino a confortarme.
Igual que hizo con sus padres.
-Yo… no lloro por Satory. Sé perfectamente a dónde
irá. Y seguramente que su madre la estará aguardando allí. Como espero que un
día me esté esperando a mí la mía. - Pudo decir la interpelada ante el pesar
del resto.- ¡Lloro por los que nos quedamos sin ella!
Makoto
asintió despacio, podía comprender aquello demasiado bien. Suspiró queriendo
pese a tono sonar optimista.
-Siempre estará en nuestros corazones, debes
animarte. Sobre todo ahora que vas a ser madre. Petz me lo contó. Tus suegros
están muy contentos como supongo que tú lo estarás también.
-En eso sí, la desgracia es que, a cambio de una
nueva vida, debamos perder a una gran amiga.- Suspiró su interlocutora.-
La princesa de Júpiter, asió las
manos de Sandy entre las suyas, tras apretarlas ligeramente de manera afectuosa
dejó a la pobre muchacha. Al poco rato, en un aparte, le comentó a su compañera
Venus.
-¿Cuántas veces habremos estado en esta terrible
situación, verdad?...
-Sí, sentadas y mirando, sin poder hacer
absolutamente nada.- Musitó ésta, que efectivamente había tomado asiento en la
sala de espera y apoyaba las manos sobre sus rodillas, sosteniendo su cabeza
entre ellas. Para rematar.- Es demasiado cruel…pero ahora sé a ciencia cierta
algo que antes no sabía o no quería comprender…
-¿El qué?- Quiso saber su interlocutora.-
-Usagi...bueno, la reina Serenity, sufre incluso más
que nosotras. Tú la conoces tan bien como yo, Mako -chan. Su corazón tiene que
haberse roto en infinidad de ocasiones. Y a pesar de eso, ha tenido que
recomponerlo una y otra vez para hacer frente a sus obligaciones.
-Sí, hemos sido muy injustas con ella a veces. ¿No
es verdad?- Admitió con pesar.-
-Lo es…-Convino su amiga.- Tiene una durísima y muy
pesada carga que llevar. Solamente espero que seamos capaces de ayudarla en
todo lo que podamos.
Su
compañera asintió y las dos guardaron un tenso silencio a la espera de
cualquier noticia… Por su parte, en la sede de Cristal Tokio, la aludida en sus
conversaciones estaba pensativa. Su esposo había salido a ocuparse de unos
asuntos y ella recordaba bien el día en el que Ian Masters vino a verla. Como
de costumbre no dijo nada a sus princesas, tratando de no entristecerlas.
Solamente a las afectadas y les engañó diciendo que lo había visto en un sueño,
cuando hacía ya mucho tiempo que estaba al tanto. Y por supuesto, en su día, no
tuvo otra opción que contárselo a Ami, que era la responsable del área de salud.
También por ese, entre otros motivos, le pidió a Rei que la llevase consigo a
Nature. Las cosas debían de ser así. Pensaba entonces en hacía más de un año
ya. Cuando el millonario entró, tras ser recibido en audiencia privada. El
pobre hombre incluso se arrodilló ante el gesto atónito de la soberana, que se
levantó de la silla en la que estaba y se apresuró a pedirle.
-Por favor Ian, eso no es necesario. Nos conocemos
desde hace muchos años.
-¡Te lo suplico! - Pudo decir él con la voz entrecortada.- Salva a mi hija.
- ¿Qué? - Pudo replicar su atónita contertulia.- ¿A
tu hija?...¿Qué ocurre?
El
millonario le explicó lo que sucedía. El semblante de la reina se fue
ensombreciendo a medida que escuchaba aquello. Apesadumbrada, no tuvo más
remedio que afirmar.
-El cristal de Plata no sirve para eso. Solamente
cura y sana de las influencias malignas. Pero si es una dolencia natural, aunque
sea por algo tan terrible, mucho me temo que nada puede hacer.
-¡Pero tiene que haber algo!… en el siglo treinta
quizás. Dentro de mil años estoy seguro que esto será muy fácil de curar.-
Opuso el desesperado suplicante.-
-Sinceramente, no lo sé. Tengo que consultárselo a
mi esposo y a Ami. Los dos son médicos.- Le dijo la soberana con el tono más
comprensivo y dulce que pudo.-
-¡Por favor! - Le suplicaba aquel desdichado, una y
otra vez.- Haré lo que sea, pagaré lo que haga falta…
-No es cuestión de dinero, Ian. Si hay algo que se
pueda hacer lo haremos, por supuesto. Y será por amistad - Le aseguró ella, realmente
compadecida de aquel hombre. - Jamás te pediríamos nada a cambio por algo así.
-Es mi única hija, ¡te lo suplico!, Majestad. - Fue
capaz de decir entre sollozos, antes de hacer una leve inclinación y marcharse
cabizbajo.-
Serenity
le vio alejarse con pesar e incluso entre lágrimas. Le comprendía muy bien.
Ella también tenía una única hija a la que amaba más que a nada. Y eso hacía
aún más duras las cosas. No obstante, tal y como le prometió, consultó con Ami
y Endimión. En cuanto les dio los datos que Masters había traído sobre el
estado de la joven ambos coincidieron.
-Lo lamento, Usagi. No se puede hacer nada.- Musitó
Ami.-
-Así es.- Suspiró Endimión con patente tristeza.-
Salvo esperar un milagro.
Así
lo recordaba, y además de todo el dolor y el pesar por sus amigos, tanto su
marido como ella tuvieron que callar para no ponerlo en conocimiento de las
princesas. Ellas solamente se enteraron de las noticias difundidas por la
prensa y medios de comunicación entonces. Satory simplemente estaba cansada o
se la ingresó para una terapia de reposo… Ahora junto con el mundo y los amigos
más íntimos y familiares de esa pobre chica, habían descubierto la terrible
realidad.
-¡Mensajero! - Suspiró Serenity elevando la mirada
al techo para susurrar con un leve destello de esperanza.- Yo tengo confianza
en ti…
En ese momento en Bios, Idina estaba arropando a
Asthel para dormirle. El pequeño le preguntó a su solícita cuidadora,
prescindiendo del trato formal de la guardería, del que eliminó la palabra
“seño”.
- Tita Idina, la amiga de mamá está muy malita.
¿Verdad?
- Sí, cariño.- Admitió ésta que trató de restarle
importancia como, con tono algo inseguro en su voz. - Ella está malita, pero
seguro que se pondrá buena muy pronto.
- Y si no se pone buena, ¿se irá con mi angelito? Él
me dijo que eso haría. Pero mamá y papá están tristes por eso. - Comentó el
niño dejando a su tía segunda y maestra sorprendida al preguntar. -¿Por qué
pasan cosas que ponen a la gente triste?
- Asthel…verás…
La adulta
guardó silencio durante unos instantes para pensar, con tanta experiencia en
multitud de batallas contra el mal por una parte y en el cuidado de niños por
otra, no supo sin embargo que contestar a esa pregunta. ¿Quién podría hacerlo? Sólo
pudo decir cariñosamente en tanto arropaba al niño.
- Anda, intenta dormir cielo, mañana hay clase.
Buenas noches - le dio un beso en la frente y apagó la luz saliendo de la
habitación bastante impactada por esas palabras, pensando compungida. - ¡Dios
mío! …con todo lo que he visto y vivido y la simple pregunta de un niño me ha
dejado sin ninguna respuesta…
En
cuanto Idina hubo salido, Soa apareció iluminando la habitación con un
resplandor verde esmeralda.
- Es hora de que te enseñe algo más, Mensajero
peluchito. - Le dijo al pequeño con su desenfado habitual. -
- Oye Soa. ¿Podría ver a la amiga de mamá? - Le
pidió el niño - está malita y quiero que se ponga buena. Para que pueda estar
con mi mamá. Ya jugará otro día con el angelito.
- Ya sabes usar las estrellas, claro que puedes verla.-
Le concedió la diosa explicándole. - Debes abrir una puerta que te lleve a
donde esté.
- Quiero ir. - Afirmó Asthel materializando una gran
estrella blanca que abrió un agujero, entonces le preguntó a su mentora. - ¿Me
acompañas?..
- Como tú quieras, Mensajero - repuso ésta. De modo
que Soa y Asthel se metieron por el agujero que el crio había hecho, ella le
orientó. – Debes ir por aquí…Recuerda, ten cuidado y no te pierdas.
En
el hospital ya era de noche. Las visitas hacía un buen rato que se marcharon. Mazoui
hacía guardia en la cama de su esposa que dormía, sus constantes eran estables.
No obstante, de pronto, él tuvo un mal presentimiento, un escalofrío le
recorrió. Entonces los aparatos de soporte vital comenzaron a sonar, ¡era la
alarma!, las constantes de Satory se deterioraban sensiblemente y por momentos.
Muy asustado, el chico llamó al médico. Cuando el doctor llegó miró los
indicadores y llamó a las enfermeras, procedieron a tratar de reanimar a la
paciente que había entrado en coma.
-¡Por favor, hagan algo! - les pidió desesperadamente
Mazoui al doctor y las enfermeras que no lograban recuperarla. -
- Salga por favor. Necesitamos espacio,- le pidió el
facultativo. -
A desgana, pero sabiendo que era lo mejor, el chico
obedeció. Por su parte tuvo incluso que contener a un desesperado Ian Masters
que estaba acomodado en el sofá de la sala de espera y que quería ir junto a su
hija.
-¡Quiero estar junto a ella! - gritaba Ian -¡Satory!
Por favor aguanta, no te mueras mi niña, ¡tú también no!
Mazoui
y él se abrazaron y los dos lloraron. Los médicos trataron de reanimarla pero
su cerebro dio encefalograma plano. Ni las descargas, ni las inyecciones de epinefrina,
ni de adrenalina surtieron el menor efecto. El doctor jefe salió y con gesto y
tono apesadumbrado les dijo.
- Lo siento, hemos hecho todo lo posible...ha
muerto.
Mazoui y Masters ya no podían llorar más, encajaron
la noticia de forma estoica, casi era mejor así. Finalmente Satory se había
liberado de su sufrimiento, pero el anciano millonario se desplomó y su yerno
tuvo que levantarle en brazos. Luego, sobreponiéndose lo mejor que pudo, llamó
a su familia y a Leval, Amatista, Sandy y Coraíon. Les comunicó la trágica
noticia, después, se sentó junto al cuerpo de Satory y se durmió agotado
sujetándole la mano. Al poco las princesas fueron informadas y acudieron a toda
prisa desde una de las habitaciones del ala de visitantes que el millonario
tenía reservada.
-¡Oh Dios mío! – Fue lo primero que pudo decir una
llorosa Minako, abrazando a su destrozado ahijado.- Cariño…
-Lo sentimos profundamente.- Agregó la también
desolada Makoto.-
Esperaron
a que llegasen los demás y tras abrazarles y confortarles en lo que pudieron
decidieron con pesar que ya nada podían hacer allí. Sus deberes las reclamaban.
Se despidieron no sin dar un sentido pésame en su nombre y en el de sus
soberanos y compañeras…Por su parte, el marido de la difunta quiso quedarse
velándola hasta que el agotamiento le rindió. En ese momento el pequeño Asthel
apareció junto con Soa, la diosa miró a Mazoui dormido junto a Satory, negó con
la cabeza y dijo.
- Hemos llegado tarde ya, su alma ha partido. Mira
Mensajero.- Indicó ella que señaló a la esquina de la cama.-
El crío pudo ver
a Satory salir de su cuerpo, junto a ella estaba su angelito. El crío le
llamó y el ángel le miró declarando.
- Es su momento, debo llevarla conmigo...
- Pero, eso pondrá muy triste a mi mamá. Deja que se
quede. - Le solicitó Asthel. -
- No depende de mí,- le respondió éste - yo no elijo
la hora, sino el Creador.
- Soa, dile al angelito que la deje aquí. - Le pidió
el niño añadiendo convencido. - A ti te hará caso.
La
atónita diosa miró entonces. Hasta ese instante no había ni tan siquiera
percibido a aquel ente. Apenas sí podía mirar ahora a aquel enorme y majestuoso
ser que tenía delante que ahora le había permitido verle en todo su terrible y
mayestático poder. ¡Jamás había visto ni sentido nada igual!, la indescriptible
potencia que emanaba de él la dejó paralizada, petrificada de puro horror. Desde
su encuentro con los seres del olvido y el despertar del Mensajero en el cuerpo
de su portadora, no había encontrado algo semejante en sus innumerables eones
de existencia. Aquella era una entidad muy por encima de ella misma y de sus
compañeros o su dios superior.
-¡No!,- balbuceaba ésta que estaba verdaderamente
intimidada. Temblaba estremecida y apartaba la mirada. -Yo no soy quien para hablar
con el Ángel de la Muerte. ¡No te acerques a él Mensajero!... ¡Por favor!
Y es que Soa
veía a Azrael de una manera bien distinta a la del confiado niño. Ese ángel
presentaba ante ella la aterradora apariencia
de ser de gran estatura, con una gran capa negra. Su mirada enmarcada en su
pétreo rostro era fría pese a que sus ojos semejasen dos carbunclos encendidos
y ni siquiera ella podía sostenérsela. Aquel ser abrazaba el alma de la humana,
entre sus poderosos brazos de color piedra, el mismo que el de su semblante
severo e implacable.
-Angelito – sonrió entonces el crío. – La niña
va a ir a jugar con su mamá, ¿verdad?
Aquel ser asintió lentamente, desplegando dos enormes
alas tan negras como la noche.
-Anda Soa, díselo tú. - Insistió el niño
dirigiéndose de modo despreocupado hacia la impactada diosa. -
Ésta estaba realmente aterrada, miraba al confiado
niño y después de reojo a ese poderoso ángel. Tuvo que cerrar sus ojos de nuevo
y se apartó lo que pudo de aquella visión. ¿Cómo podía llamarle angelito el Mensajero?
Se preguntaba en tanto agregaba con un
atemorizado hilo de voz.
-No, no puedo intervenir en esto. No soy digna ni de
estar en su presencia. – Remachó arrojándose al suelo e inclinándose tanto que
tocó el mismo con la cabeza. -
Azrael, sin embargo, parecía ignorar por completo a
esa diosa. Aunque sí que le hizo una seña a Asthel mientras abría una gran hendidura
en el espacio y le comentó.
- Si deseas que esta alma no se vaya, deberás
seguirme.
- Mensajero, si vas con el Angel de la Muerte puede
que no regreses. - Le advirtió su mentora muy preocupada, mirando ahora al crio
con pavor. – No debes arriesgarte, ¡te lo suplico!…
- El angelito es bueno,- sonrió Asthel sin mostrar
ningún miedo. - Yo quiero ir...seguro que le convenceré. – Afirmó decididamente
para despedirse con despreocupación. - Hasta luego Soa.
Asthel
siguió sin vacilar al Ángel de la Muerte, Soa los observó desaparecer por la
abertura que se cerró tras ellos. Entonces la puerta de la habitación se abrió.
La diosa desapareció a los ojos de los humanos. No tardó en ir en busca de los
suyos.
-¡Mi señor Georcael!- le llamó realmente asustada.-
Un
gran sillón apareció de la nada y sentado en él, la figura de un hombre apuesto,
cabello moreno y con perilla.
-¿Qué te ocurre?. No es el momento para mí de acudir
a este plano existencial todavía.- Le inquirió entre atónito y algo molesto.-
Soa
se limitó a señalarle el pasillo dimensional que ese crío había abierto. El
dios superior la interrogó con la mirada. Ella apenas pudo musitar.
-El Mensajero ha ido con el ángel de la Muerte.
-¿Qué?- Exclamó Georcael abriendo los ojos y la boca de manera considerable.- ¡Eso no
puede estar sucediendo todavía!
-Lo siento, mi señor, yo no pude hacer nada por evitarlo.-
Se disculpó la atemorizada diosa.- Dijo ir a recuperar el alma de alguien. De
una humana que Azraél se estaba llevando consigo.
-Eso es imposible.- Desestimó su interlocutor
visiblemente alarmado. - Las almas que el Ángel de la Muerte se lleva no son elección
suya, le vienen dictadas por el mismísimo Creador. El Mensajero está
arriesgando el no poder retornar a este plano de existencia para nada.
-¿Qué podemos hacer?- Inquirió la horrorizada Soa.-
-Nada. Únicamente esperar. -Sentenció Georcael, afirmando más calmado
ahora.- Algo me dice que esto ha sido dispuesto por seres que están mucho más
allá de nuestro entendimiento.-
Así ambos dioses desaparecieron de allí justo cuando
entraron Amatista y Leval, con Sandy y
Coraíon en tanto Mazoui despertaba. Las chicas lloraban a mares. Leval abrazaba
a su mujer y Coraíon a la suya.
- Por lo menos - pudo decir con voz quebrada el
esposo de la fallecida mientras le caían las lágrimas. - Ha muerto sin sufrir,
ya no padecerá más.
Ese
era el único consuelo que les quedaba a todos. En tanto miraban a aquel cuerpo tendido en el
lecho. Las chicas, arrodilladas besaban ambas manos de su amiga sin poder dejar
de llorar. Sus esposos y Mazoui solo las miraban de pie y llorando a su vez en
silencio.
-¡Satory!… - Era lo único que podía decir Amatista,
colapsada por el llanto.-
Serenity ahogó una exclamación entonces. Lo había
percibido con claridad. Esa desdichada chica había muerto. La siniestra
profecía del Demiurgo se había cumplido. Y sin embargo también sintió un poder
tremendo. Cuando su esposo llegó, la observó no sin preocupación.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien?- Preguntó de
inmediato.-
Su
mujer asintió, poniéndole al tanto de lo que había percibido… Endimión también
ensombreció el semblante.
-Pobre muchacha. Espero que descanse al fin…
-No lo sé. Realmente no sé qué va a ocurrir.- Pudo
decir su esposa.- Aun así, no renuncio a la esperanza.
-¿Cómo dices?- Preguntó su esposo, sin comprender.-
Si ha muerto. ¿Qué podemos hacer?
-Nosotros nada. No nos corresponde. Pero quizás él
sí que pueda.- Conjeturó su esposa, remachando con inquietud.- Y espero que no
ponga en juego todo por lo que tanto hemos sufrido y trabajado desde el
comienzo…
Y razones tenía para estar preocupada. Muy lejos del
plano terrenal, el alma de Satory en efecto, se encontraba abrazada al Ángel de
la Muerte que la transportaba hacia el más allá. El niño les seguía de cerca y
el ángel se paró justo entre la frontera que separaba los dos mundos, el plano
físico mortal y el comienzo de la Eternidad. Azrael miró a Asthel y le dijo.
- No puedo conceder tu deseo, Mensajero. Es algo que
va más allá de mi poder.
-¿Y quién podría?- Quiso saber el niño.- No quiero
que mi mamá ni Sandy estén tristes.
-Todo depende de la voluntad del Creador, rézale tú
y él me dirá lo que deberé hacer...
Asthel
asintió y rezó con todas sus fuerzas, tenía mucha fe en que el Creador escucharía
su petición y que la amiga de su mamá volvería con él.
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