martes, 8 de marzo de 2011

GWT 9.161. Aparece Dialen


Todavía recordaba Rei aquella visita que hiciera a Nature en compañía de Ami. Las dos princesas fueron recibidas con gran boato y celebración en Sagan City, la capital del recientemente colonizado mundo. El alcalde de la ciudad las brindó una calurosa acogida entre los vítores de aquellos colonos del SSP-2, que habían poblado el planeta. Así, en una especie de podio y con sendos micrófonos, las invitadas de honor dirigieron unas palabras a los presentes.



-Estamos encantadas de estar aquí. - Les saludó Rei. - Nos complace ver todo lo que habéis construido. Con vuestro trabajo y dedicación.

-Sí. Habéis dado forma a un bello planeta y en nombre de nuestros soberanos os saludamos y os expresamos nuestros mejores deseos. - Remachó Ami. -



            Tras alguna que otra cosa más a cumplir del protocolo las dos fueron oficialmente recibidas por la princesa Kakyuu, que tenía la jurisdicción sobre Nature. Aquella mujer, de una estatura pareja a la suya, pelirroja y de intrincado peinado rematado en una especie de sombrero negro en forma de barquilla, apuntado hacia arriba en el centro, que vestía una especie de rojo y de corpiño blanco ceremonial, se aproximó a ambas. La acompañaban sus escoltas, tres guardias embutidas en sendos uniformes similares al látex o el cuero, y altas botas negras, por encima de la rodilla. Llevaban una especie de comunicadores sujetos a sus orejas izquierdas que semejaban micrófonos de cantantes. Las reconocieron enseguida. Eran las Sailors Starlight. Estaban exactamente igual a como las recordaban. Al parecer tampoco envejecían o lo hacían a un ritmo equiparable al de ellas mismas. Tras los saludos de rigor, la anfitriona les comentó con amabilidad.



-Celebro veros de nuevo, guerreras de la Tierra. ¿Cómo siguen las cosas por allí?

-Ahora bien, gracias Alteza. - Replicó Ami. - Aunque tuvimos que enfrentar bastantes amenazas desde que os fuisteis.

-No creo que ninguna fuera como la de Galaxia. - Replicó sailor Star Healer. La más baja de las guardianas locales. -

-Pues llegó a ser incluso peor. Yatén. Pero gracias a unos poderosos amigos logramos vencer. - Sonrió Rei que la llamó por el nombre civil que su interlocutora adoptase en la Tierra. - Por cierto, recuerdos de parte de las demás. Especialmente de Minako.



            La aludida sonrió, agradeciendo esas palabras. Fue Ami quién a su vez saludó con gran simpatía a Sailor Star Maker…



- ¿Qué tal estás Taiki? – Quiso saber la princesa de Mercurio a la más alta de esas mujeres. - ¿Sigues estudiando y componiendo?

-Bueno. No me puedo quejar. Aunque tuvimos bastante que hacer desde que retornamos a nuestro mundo, el planeta Kinmoku y reparamos los daños causados por Galaxia. Después, encontramos a los tripulantes de la SSP-2 que había llegado a Nature y establecimos relaciones diplomáticas. Tuvieron unas duras batallas y luego aquello de la Nada. - Recordó la guerrera. -

-Sí, algo nos contaron. - Repuso su contertulia, añadiendo con prevención. - No se ha difundido mucho en la Tierra. Quisimos que todo el mundo creyese que esos enemigos fueron derrotados de forma completa, cuando la SSP-1 se enfrentó con ellos. Y lo de la Nada, en fin. Menos mal que pudimos rechazarla con la unión de todos.



            Su interlocutora asintió, aunque entonces, otra de las guerreras, Sailor Star Fighter, intervino.



-Pues vuestra nave es una poderosa estación de combate. Esos aviones tan asombrosos tenían un gran poder. Aniquilaron al enemigo con facilidad. Está claro que, cuando estos colonos llegaron a Nature, su única intención no era poblar el planeta.

-Es cierto Seiya. Esa nave iba muy bien armada. - Admitió Rei. Usando también el nombre por el cual su colega fuese conocida en la Tierra. - Pero verás. Había una buena razón…

-Sí. - La cortó su interlocutora con una irónica sonrisa. - Anticipación. Ahora tenéis una base estratégica en Nature. Podréis anticiparos a cualquier ataque y vuestro mundo madre, la Tierra, tiene una buena base de operaciones aquí…



            A ninguna de las princesas invitadas le gustó el tono empleado por aquella guerrera. El resto se apercibió, aunque nadie dijo nada. Fue Marte la que replicó sin achantarse, como era su costumbre.



-Te equivocas, la dotaron de tal cantidad de armamento debido a la pasada experiencia con esos enemigos. Se decidió así para evitar ser sorprendidos otra vez.

-Y también la dotaron con un súper saiyajin. - Recalcó Star Fighter que no se arredraba fácilmente. - El que es ahora el embajador de Nuevo Vegeta aquí. El conde Kiros Derail. Otro amigo para la causa de los terrestres.

- ¿A qué causa te refieres? - Quiso saber Rei, ahora con un tinte de evidente malestar en su voz para sentenciar. - Aquí no hay más causa que la lucha contra el mal y la oscuridad.



Aunque Seiya no replicó a eso y tras unos momentos de embarazoso silencio, como el ambiente se había puesto algo tenso, fue la princesa Kakyuu quién intervino de modo conciliador.



-Vuestras precauciones fueron acertadas. Y también ha sido una estrategia muy inteligente el elegir este planeta. De este modo os tenemos cerca por si podemos ayudaros o por si necesitamos de vuestra cooperación. Unidos seremos muy difíciles de vencer para cualquier enemigo.



Seiya enseguida quiso añadir, con un tinte de voz más considerado e incluso desdramatizador.



-Disculpadme. Ya sabéis que son algo bruta y directa a veces. No fue mi intención ofenderos. Está claro que todos somos amigos y aliados. Es más, ese tipo, el embajador Derail, es buena persona. Su mujer es encantadora. Y su hija tiene un poder latente enorme.



            Eso llamó la atención de las princesas de Marte y Mercurio. Fue Ami quien quiso saber con gesto de sorpresa.



-¿A qué te refieres con eso?

-Pudimos sentir su aura cuando sus padres vinieron a visitar a su Alteza en Kinmoku.- Le contó Maker.- Era algo increíble. Y únicamente era un bebé.

-Nosotras hemos percibido algo similar, en el hijo de mi ahijado y su esposa.- Les confió Ami a su vez.- Es capaz de hacer cosas inauditas incluso para un adulto.

-Quizás tiempos difíciles produzcan seres excepcionales.- Meditó Healer.-

-Posiblemente sea así, amigas mías.- Convino Kakyuu.-



            El resto asintió, durante unos instantes ninguna habló. Hasta que Star Fighter tomó la palabra.



- Decidme, por favor. – Pregunto Seiya deseando cambiar de tema. - ¿Qué tal está Odango?

- ¿Odango? - Repitió Ami sin comprender, aunque enseguida reparó en ello y sonriente, dijo. - ¡Ah! Usagi...muy bien. Ya sabes que ahora es la reina de la Tierra…

- ¿La trata bien ese tal Monaru o como se llame? - Inquirió con visible interés. -

-Mamoru. - La corrigió Rei moviendo la cabeza divertida para replicar. - Sí, aunque ahora se llaman Serenity y Endimión.

- ¡Vaya! ¿Quiero eso decir que me he quedado sin oportunidades? - Sonrió débilmente Star Fighter en tanto sus compañeras movían la cabeza. -

- ¡Desde luego! Anda que no han transcurrido años de eso y todavía sigues con lo mismo. - Suspiró Healer. -

- ¡Lo tuyo es una fijación! - Se burló Maker. -

- ¡Qué le voy a hacer! –Exclamó con humor Seiya, afirmando. - Una hermosa princesa como Odango, es capaz de enamorar a cualquiera. Bueno, mejorando lo presente, Alteza. Vos también sois muy bella. - Corrigió entre las risas del resto. -

-Gracias Star Fighter. - Sonrió la aludida alegando con suma cortesía. -Bueno, estaréis cansadas. Vuestro viaje ha sido muy largo. Aquí, en Nature, no ignoro que os acomodarán a vuestra satisfacción. Además, hay bastantes personas que desean veros y preguntaros por amigos suyos de la Tierra y de Bios. Ya continuaremos charlando en otra ocasión.



            Tanto Ami como Rei asintieron con gentileza, agradeciendo a la princesa sus palabras. Luego se despidieron y efectivamente las hospedaron en el primer hotel que se había edificado en el planeta. Realmente acogedor. Ambas se alojaron en la misma habitación, no querían abusar de la amabilidad de sus huéspedes y además echaban de menos su época de estudiantes y amigas que iban juntas a todas partes. Sin embargo, Ami suspiró algo apenada en cuanto deshicieron su equipaje y se tumbaron, cada una en una cama.



- ¿Qué te pasa? - Quiso saber Rei. - Conozco de sobra esa forma de suspirar.

-Siento que tuviéramos ese desencuentro con Seiya.

-Ya sabes que ella y yo somos de un temperamento muy vivo. Y que no nos guardamos lo que pensamos. - Sonrió su amiga. - Pero no pasó nada.

-Por eso mismo. Les mentimos, Rei. - Pudo musitar su apurada compañera. -

-No, no lo hicimos. - Se defendió la princesa de Marte, alegando. - Sencillamente no les contamos todo lo que sabíamos. Y no debíamos hacerlo….

-Esa nave se envió sobre todo para acabar con ese tirano y sus fuerzas. -Opuso Ami para recalcar. - Con esos aviones especiales y el incremento en la potencia de las armas…el saiyajin tenía esa misión en concreto. De hecho fue él quien le aniquiló. Le hicieron hasta un homenaje en Nuevo Vegeta por ello.

-Serenity y Endimión nos lo contaron. Era un ataque preventivo. Para devolverles la moneda. Y para evitar que esos traidores a Lornd y Setsuna atacaran la Tierra o Bios. Ya te dije en su día que me parecía muy bien…Era lo que ese canalla y sus esbirros se merecían. Lo único que lamento es no haber estado presente para verles las caras cuando los cazas varitech les pasaran por encima. -Remachó la princesa de Marte entre contundente y algo molesta. -



            Ami la miró con expresión triste, ella no estuvo de acuerdo con eso, ni mucho menos. Por malvados que fueran esos tipejos una cosa era defenderse y otra ir a buscar pelea. Sin embargo, su amiga era la princesa del planeta de la guerra. No podía esperar otra cosa quizás…Aunque no tuvo que hablar, fue la propia Rei la que dulcificando su tono añadió en modo conciliador.



-Discúlpame. Sé que ni tú, ni Minako lo aprobabais. Pero tratad de comprenderlo. Había que acabar con esos villanos antes de que volvieran a atacar la Tierra, Bios, Nature o Kinmoku. A mí tampoco me gusta ir a luchar, sabiendo que personas buenas morirán, pero era lo que se debía hacer.



            Mercurio asintió y respondió queriendo zanjar aquel enojoso tema cuanto antes.



-Bueno, será mejor que descansemos para mañana poder visitar a algunos amigos de nuestros ahijados, ¿no crees? Quedamos en que les saludaríamos de su parte.

-Sí, y quizás informarnos sobre esa niña tan especial.- Repuso Rei.-

-Bueno, siendo la hija de un saiyajin de alto nivel es lógico que tenga un potencial alto, incluso como recién nacida. Mi ahijado Leval era igual.

-Pero las Star Light estaban realmente impresionadas. E incluso juraría que la princesa Kakyuu también, aunque ella guardase mejor las apariencias.- Comentó perspicazmente su interlocutora. -

-No sé. Ellas no han conocido a tantos guerreros del espacio como nosotras. Aunque nunca se puede dar nada por sentado. Puede que esa niña sea realmente especial. Si tenemos tiempo trataremos de indagar sobre eso para informar a sus Majestades.- Convino Ami.-

-Sí, eso podríamos hacer.- Asintió Rei bostezando  para añadir.- Ahora será mejor que vayamos a la cama, me caigo de sueño. Entre tanto viaje, acto protocolario y demás, apenas si hemos dormido.



Ami le dio la razón, también estaba agotada. Así pues ambas se durmieron para reponer fuerzas. Al día siguiente, en efecto, tuvieron asimismo la ocasión de departir con la doctora Penélope Winters, la responsable del proyecto de terraformación. Con el mayor Rick Tracer, y también con Giaal Ginga, y la teniente Susan Hunter, su prometida. Todos antiguos amigos y compañeros de viaje en la SSP-1 de Leval, Amatista, Mazoui, Satory y Sandy, entre otros. Ellos les relataron algunas de sus experiencias de aquel viaje y de éste que habían hecho en la SSP-2. Y más tarde también se unieron otros conocidos.



-Fue una estancia muy interesante. - Recordaba la princesa en tanto se preparaba para acudir a uno de sus compromisos del día. -



            Por su parte Mercurio también rememoró algo de ese viaje a Nature. En un principio acudió con Rei que tenía encomendada una misión por parte de los soberanos. Ella aprovechó para auxiliarla en ese cometido y de paso pudo charlar con los amigos de su ahijado y con los hijos de Ail y Ann. Giaal y Naya quedaron con ambas princesas en compañía de sus parejas, la teniente Hunter y Alan Rodney, respectivamente. Las citaron en una cafetería bastante coqueta situada en una esquina de la principal calle de la ciudad.



-Me alegra que hayáis podido venir a vernos. - Les decía Giaal. -  Hacía mucho tiempo que no sabíamos nada de primera mano de nuestras familias y amigos.

-Bueno, vuestros padres están bien, echándoos muchísimo de menos. -Les refirió Ami. -

-La verdad, nosotros a ellos también. ¿Verdad hermano? - Inquirió Naya en tanto que aludido asentía. -

-Los tuyos te mandan muchos besos al igual que tus hermanos, Alan. - Intervino Rei dirigiéndose al interesado. -

-Dadles también muchos besos y un gran abrazo de nuestra parte, madrina. - Sonrió el joven que admitió. - Siempre pienso en ellos, pero aquí somos muy felices. Nature es un paraíso. Por lo que parece la terraformación ha sido perfeccionada respecto de las técnicas empleadas en Bios y va incluso a mayor rapidez.

-También es un mundo más pequeño. - Intervino Susan. - Se ha podido completar mucho antes. Eso al menos me comentó Penélope.



            Enseguida la solícita caramera les trajo bebidas y porciones de pastel. Fue Naya la que sonriente le dijo.



-Muchas gracias Ginger. Tus tartas como de costumbre están muy ricas.

-De nada. Es un honor para mí tener a tan distinguida clientela. - Declaró haciendo una torpe reverencia ante ambas princesas que se sonrieron. -

-Muchas gracias. - Terció Alan con su típico sentido del humor. -

-No te lo decía a ti, tonto. - Se rio la camarera sacándole la lengua. -

- Sus altezas también son amigas de Leval y Amatista. La princesa de Mercurio, ahí donde la ves, es la madrina de Leval. - Le comentó Giaal, dejando atónita a esa muchacha. -

- ¡Tan joven! – Exclamó entre las risas del resto. - Bueno, disculpad, Alteza. - Se corrigió con patente rubor. -

-No te preocupes, y no me llames Alteza. - Sonrió la princesa de Mercurio para indicar. - Aquí, para vosotros amigos míos, soy Ami. Y me alegra comprobar que sois un grupo de compañeros muy bien avenido.

-Sí, es cierto. - Convino Marte para declarar. - Yo soy Rei, la madrina de este bromista. - Remachó pasándole una mano por el pelo a Alan que se rio. -

-Me tenéis que contar cual es vuestro secreto. - Les pidió Ginger ante las divertidas expresiones del resto. – A mí ya me están empezando a salir arruguitas.

-¡La dieta del cucurucho!…- Se escuchó una voz de hombre que llegaba acompañado de una mujer. Todos les reconocieron, eran Tracer y Penélope. Fue él quien saludó. - Ese es el secreto. Hola…



Saludó a todos con jovialidad, dispensando de inmediato a Susan de la obligación de saludarle militarmente.



- ¿La dieta del cucurucho? No me resulta familiar. - Se sorprendió Naya que, pese a ser doctora estelar y tener el título humano de medicina desconocía esa extraña receta.- ¿La conoces tú, Giaal?



            Su hermano se encogió de hombros admitiendo su ignorancia, cuando aseveró…



-Nunca oí hablar de ella.



            Aunque Alan se sonreía de oreja a oreja decidió callarse. Susan ya miraba de reojo a su superior temiéndose alguna de las suyas. No se equivocaba cuando fue Ginger la que, de modo inocente, le preguntó.



-Tracer. ¿En qué consiste la dieta esa?...



            Y el aludido, amagando una risotada, pudo exclamar.



- ¡La dieta del cucurucho! es ¡comer poco y foll…r mucho!



            La cara de Penélope era un poema, miraba alternativamente a su irreverente novio que se reía, y a las princesas que mantenían una seria expresión, tratando de asimilar aquello. Alan ya estaba casi en el suelo tirado de la risa. Naya y Giaal se observaban diríase que sin alcanzar a comprender esa broma humana en toda su extensión y Ginger estaba realmente colorada.



-Perdonadle Altezas. Os lo suplico. ¡Es que es un idiota! - Pudo decir Penélope realmente azorada. Para volverse hacia su pareja y reconvenirle. - ¡Pero cómo se te ocurre soltar una grosería como esa en presencia de dos princesas!

-Bueno… perdón… pero es un remedio infalible, luego si quieres probamos y ya verás cómo pierdes peso…Pennie. -Pudo replicar su novio todavía entre carcajadas.-

-Pues sigo sin comprender. - Alegó Giaal que no evidenciaba si lo estaba diciendo en broma o en serio para rubor de Susan que luchaba a su vez contra las ganas de reír. - Aunque tendrá que ver con las calorías a consumir, sin duda.



            Ahora sí que la doctora Winters le echó ambas manos al cuello a su novio para estrangularle. Pero se detuvo al ver el rostro de la princesa de Marte, estaba congestionado, luciendo un tono rojizo apreciable. Seguramente aquella era una falta de respeto importante para aquellas mujeres, pensó la científica. Sin embargo, Rei miró a su amiga Ami, que a duras penas se mantenía seria en mitad de todo aquello. Al fin, la princesa de Marte no pudo más y dio rienda suelta a sus carcajadas, se le saltaban las lágrimas…lo cual hizo, que en un efecto dominó, a su compañera le sucediese lo mismo. Mercurio se tapaba la cara con ambas manos en tanto se tronchaba de risa…



- ¡Ay!  ¡La dieta del cucurucho!... ¡esa se la voy a soltar a Usagi en cuanto pueda! -Reía Marte sin poder parar…

- ¡Estoy deseando verle la cara cuando lo hagas! - Convino Ami entre lágrimas también, sin poder frenar tampoco sus ganas de reír. - A ser posible díselo delante de todas…



            El resto tampoco pudo evitar las carcajadas a la vista de aquello. Hasta Penélope que terminó de estrangular fingidamente a Tracer lloraba de risa. Apenas si le podía decir a ese alocado oficial.



- ¡Idiota! Mira la que has liado…

-Yo también te quiero, amor. - Repuso jocosamente él para más jolgorio del resto. - Así que ya sabes, luego nos toca practicar esa dieta…



            No obstante, lo que más atónito dejó al grupo, provocando todavía una mayor hilaridad fue la reacción de los aliens. Ellos no se reían de aquel modo, simplemente sonrieron viendo el buen rato que estaban pasando los humanos. Aunque lo realmente gracioso vino cuando Giaal, mirando a su hermana Naya, declaró.



-Entonces esa dieta técnicamente no es para evitar envejecer, sino para perder peso. No creo que te resulte Ginger.

-¡Uy! - Suspiró la chica añadiendo no sin humor y casi hasta parecía que con vivos deseos de hacerlo. - No importa. Te aseguro que quisiera ponerla en práctica igualmente.



            Aquello fue el remate final, cada cual se aferraba a donde podía para no caerse, hasta Tracer, a duras penas sujeto a la mesa y con la voz entrecortada por las carcajadas exclamó.



-Anda Giaal, no seas aguafiestas, ¡deja a la chica que pruebe!…

-Sí... ¡que pruebe el cucurucho! - se reía a su vez Alan, casi sin fuerzas ya. -



            Así estuvieron un buen rato hasta que pudieron serenarse. De hecho, todavía dio tiempo a que dos conocidos más llegasen. El doctor Scott Gillian y su esposa, Clarisa, la socia y amiga de Ginger. Traían de la mano a su hijo Franklin, un niño rubito de unos dos años más o menos.



-Vaya. ¡Qué bien os lo estáis pasando aquí! - Saludó Scott. -

- Es que Rick como de costumbre ha contado una de sus ocurrencias. - Le comentó Penélope. -



            Tras ponerles al corriente ambos recién llegados se rieron. Tras las bromas fue Clarisa quién presentó a su hijo a ambas princesas quienes enseguida le sonrieron haciéndole carantoñas.



-Es un niño muy guapo. - Afirmó Ami. -

- ¿Dónde está Dean? - Quiso saber por su parte Scott. -

-Está en el hospital, no os preocupéis. - Se apresuró a decir Ginger a sus amigos que la miraron con estupor. - Es que tenía que vacunarse. Maggie se ofreció a traerlo cuando terminasen. Ella y su marido tenían el día libre. Me ha hecho un gran favor, la verdad.

-A ver cuando contratas más personal. - La abroncó jocosamente Tracer. -

-¡Siempre puedes unirte a mi empresa!  - Rio la camarera, añadiendo no son algo de nostalgia.- Desde que Martin y Daphne terminaron sus carreras y encontraron trabajo en el Colegio de la fe. No he tenido dos camareros que me duren.

-Pues este lugar está muy bien. Desde luego rivaliza con el negocio de nuestra compañera y amiga. - Tuvo que admitir Rei. –

- ¿Te refieres al Flowers and Flavours? - Inquirió Clarisa quien no parecía demasiado contenta al pronunciar aquel nombre. – Es la competencia. - Aclaró. -

-Sí, a ese mismo.- Sonrió la princesa de Marte, alegando con desenfado. - Mejor no le diremos a Makoto que estuvimos con sus más acérrimos rivales aquí.

-Con el respeto debido a la princesa de Júpiter, Ginger y Clarisa tiene las mejores tartas de Nature. - Intervino una voz masculina de alguien que se aproximaba. -



            Todos miraron hacia la fuente de esas palabras descubriendo a un hombre alto y fornido, con pelo algo crecido y de color negro, ojos del mismo tono y que llevaba de la mano a un crío de al menos siete u ocho años de pelo claro. Cerca de él, una mujer de cabello castaño que hacía lo propio con una niña de pelo castaño oscuro y que tendría quizás unos cuatro años de edad.



- ¡Cariño! - Sonrió Ginger abrazando al pequeño. -

-Hola Kiros. - Sonrió Tracer. -





            Ami y Rei se miraron, así que ese era el embajador saiyajin en Nature. Visto así desde luego que no daba la impresión de ser un poderoso guerrero sino un hombre de familia. La mujer que estaba a su lado, atractiva y más alta que ambas princesas, se acercó sonriente junto con la cría que llevaba.



-Di hola, Gloria. - Le pidió cariñosamente a la pequeña. –

-Hola. - Declaró alegremente la cría quien preguntó sin tapujos. -¿Sois amigos de mis papás?

-Pues desde ahora sí, cielo. - Afirmó Ami. –



            La niña pareció darse por satisfecha con eso, y enseguida se dirigió a Rick para decirle muy animada.



-Tío Tracer, ¿me compras una tarta?

- ¿Una tarta? - Se sorprendió el interpelado. -



            Los demás se rieron ante las caras sorprendidas pero divertidas de las Sailors, y entonces Naya les aclaró entre risas.



-El otro día, estábamos almorzando todos. A Tracer no se le ocurrió mejor cosa que apostarse una tarta con Gloria. ¡Ja, ja! Ella tenía un gran plato de puré y unas salchichas. La verdad. Era mucha comida para una cría tan pequeña. Y él le dijo que, si era capaz de comérselo todo, le compraba una tarta de aquí. ¡Adivinad que pasó!

-Eso fue hasta que recordé que esta cría es hija de un saiyajin. - Suspiró resignadamente el chico. – ¡Debí haberlo pensado antes!

-Pues sí, debiste hacerlo. - Le amonestó Maggie, aunque enseguida varió ese tono por otro más amable, al sentenciar. - A nuestra hija le encantan las tartas que hacen Gin y Clarisa. Y lo prometido es deuda.

- ¡Tarta Sandy! Exclamó la niña levantando sus bracitos al aire, logrando la carcajada general. –

-Yo también quiero. - Se apuntó Dean. -

-Bueno, pues, tendré que sacar una o dos...- Se rio Ginger. –

-Tampoco tienen que empacharse. - Advirtió la preocupada enfermera. -

-No pasará nada. - Sonrió Kiros para añadir. - Además, nosotros también la probaremos. ¿Verdad? Vamos, Tracer paga una y yo invito a la otra.



            Las princesas de Marte y Mercurio se rieron con ellos, aunque observaron con atención a aquella cría. Quizás pudiera percibir lo mismo que sus colegas de Kinmoku, no obstante esa niña parecía tan normal como cualquier otra, exceptuando, eso sí, su insaciable apetito. De hecho, Ginger trajo las tartas y mientras los críos devoraban aquello a dos carrillos produciendo la sonrisa de sus mayores, éstos conversaban ya de temas más serios. La mayoría quiso ponerse al corriente de la situación política en la Tierra y las novedades de Bios. Por su parte el embajador preguntó a las princesas por su primo Doran y Neherenia. Ellas le dieron noticias de la Luna Nueva. Maggie también se interesó por Kerria.



-¿Conoces a mi ahijada?- Se sorprendió Mercurio.-

-Sí, yo bueno, fuimos…estuvimos muy unidas en el pasado.- Musitó esa mujer con tono algo envarado, en tanto miraba de reojo a su hija, comiendo aquella enorme tarta con deleite.-

-Comprendo.- Asintió Ami que no quiso preguntar más por esa cuestión, para referirle a su interlocutora.- Está muy bien, muy contenta con su pareja y con su hijo.

-Me alegro mucho, dele muchos recuerdos de parte mía, cuando la vuelva a ver.- Le pidió su contertulia.-

-Muy bien, así lo haré. ¿ Maggie, verdad?- Quiso asegurarse Ami.-

-Sí, ella sabrá enseguida quién soy.- Aseveró esa mujer.-





Prosiguieron con otras conversaciones pasando una tarde realmente entretenida y agradable. Y aunque no  fueron capaces de sentir nada extraño en la hija de Maggie, esa pequeña llamada Gloria, al menos las Sailors pudieron comprobar que todo estaba bien por allá.



¡Ojalá esto siga así de maravilloso! – Deseó la Princesa de Mercurio. - Este planeta es encantador.

-Sí, y junto con la princesa Kakyuu, sus Star Light y las animamates, hacemos todo cuanto está en nuestra mano para que siga así. - Sentenció Kiros. –

-Hasta ahora sólo esos dioses tan peculiares nos han causado algún problema. Aparte de aquella Nada. - Suspiró Giaal. -

-Bueno, en este caso fueron bastante más inofensivos que en la SSP-1 – Sonrió Susan tomando a su pareja de un brazo. -

-Eso de que estén de nuestro lado tranquiliza mucho, la verdad. - Añadió Alan. –

- Así es. - Convino Naya quien comentó esperanzada. - Puede que, por fin, se haya abierto una época de paz y felicidad para todos…



Ami se sonreía ahora pensando en aquellas palabras y recordando esos buenos momentos. Pudo comprobar que esas personas formaban un grupo de amigos bien avenido. Y Giaal a su vez, junto con Naya, le comentaron en un aparte lo sucedido con Maggie.



-¿Qué volvió a la vida, dices?- Repitió la perpleja princesa de Mercurio.-

-Estaba muerta. De eso no tenemos ni la menor duda. Y su hija debió de provocar alguna clase de reacción que desconocemos. La volver a verla estaba de pie y acunando a su bebé.- Le confirmó Giaal.-



Y tras indagar un poco más, y visitar algunos lugares bonitos del planeta, ella y Rei retornaron de Nature.  A la vuelta les contaron aquello a Leval y al resto que, al oír la broma de Tracer, también se cayeron de risa. Y por supuesto que Marte cumplió su palabra y a la mínima de cambio no se recató en relatar eso a su Soberana Majestad Serenity primera de la Tierra y segunda de la Luna, cuando ésta pidió repetir una ración de helado en los postres de una comida. ¡Menos mal que solamente estaban las princesas y el rey Endimión! Ami todavía recordaba a Haruka caída sobre la mesa y dando puñetazos en la misma para así intentar dejar de troncharse. O a Minako deslizándose bajo la silla en un ataque de risa memorable. No digamos Makoto que lloraba sin poder parar. Michiru se mantuvo algo más digna, al menos hasta que escuchó a Seren declarar…



-Curioso remedio humano. Pensé que para bajar de peso era más conveniente entrenar…



            Entonces la princesa de Neptuno se unió a su compañera Urano en la tarea de sujetarse a la mesa para no caerse. Hotaru, a todo esto, estaba colorada hasta las orejas, aunque reía también. Los propios soberanos se abrazaban entre carcajadas.



- ¡Ay!, anda que no dio de sí esa dichosa dieta. – Suspiró la princesa de Mercurio entre sonrisas, tratando de dominarse, tenía una reunión con la OMS y no era cuestión de desternillarse cuando surgiera el tema de las enfermedades venéreas…



Mientras tanto, en Bios y al correr del tiempo, Amatista por su parte, volvió a quedar embarazada. Esta vez tuvo una niña a la que llamó Maray, en honor a su abuela por parte de madre. La recién llegada fue muy bien recibida en el seno de la familia. Asthel estaba muy contento de poder tener una hermanita. Quería ayudar a sus papás a cuidarla y algo le decía que iban a estar muy unidos. Habían pasado tan sólo dos meses del feliz acontecimiento cuando apareció Dialen, otro dios que venía a seguir la labor de Soa, enseñarle a Asthel más cosas sobre sí mismo. Su nuevo maestro llevó al crío a diversos lugares, pero mostrándole como debía transportarse, el dios le explicaba con detenimiento.



- Verás Mensajero, para trasladarte debes sentirte parte del espacio en el que estás y parte del que quieras ir.



El padre del crio que se encontraba presente intervino con cierta suficiencia



- Oye, esa técnica puedo enseñársela yo...

- Tú no puedes ir a donde no esté alguien que conozcas, yo sí puedo enseñarle eso. - Respondió el dios sin inmutarse. -

- Es verdad - reconoció Leval a su pesar. - En ese caso le será más útil lo que tú le muestres.

- Mensajero. - Le preguntó Dialen a Asthel. - ¿Has comprendido lo que te acabo de decir?...

- Sí. - Respondió éste con sorprendente claridad en un niño de su corta edad -...tengo que pensar a donde debo ir y creer que ya estoy allí.

- Así es más o menos. - Asintió el dios con aprobación para advertirle. - Pero no olvides el lugar en el que estás, si te unes mental y espiritualmente con él verás el espacio como un todo y el camino aparecerá sólo.

- Vale,- se limitó a replicar Asthel que de inmediato se concentró. -

- Hijo, por favor, ten mucho cuidado. -lntervino Amatista visiblemente preocupada. - Son cosas que están más allá de lo que conocemos.

- No - corrigió Dialen a la perpleja humana. - Será desconocido para vosotros, pero no para vuestro hijo. No temáis, él tiene un gran poder latente. Sólo debe aprender a controlarlo.

- Es muy pequeño todavía. - Objetó Leval a sabiendas de lo difícil que fue para él, aun siendo adulto, dominar la técnica de translación instantánea -...quizá no esté preparado para eso.



            Pero el dios se permitió esbozar una leve sonrisa y le aseguró tranquilamente.



- Lo está, sabéis perfectamente que ya ha obrado grandes prodigios y os digo que todavía le quedan muchos por realizar. Confiad en él.



            En ese instante, y para asombro de Leval y Amatista, Asthel abrió un gran agujero dimensional. Dialen le indicó que entrase sin temor, el pequeño lo hizo no sin antes decirles a sus atónitos padres que enseguida volvería. El dios pasó junto a él y aquel agujero se cerró tras ellos. En el lugar a donde entraron, el espacio se extendía a los lejos con un color iridiscente. Nada se veía, Asthel le preguntó a su mentor.



- ¿Qué es esto?..

- Es una zona de viajes, - explicó Dialen. - Mensajero, tú puedes acceder a los más remotos lugares del Cosmos. No obstante, tu cuerpo mortal quizá no sea capaz de resistir las duras condiciones de esos sitios. Debes ir únicamente a donde tu frágil envoltura carnal te permita, excepto si Azrael o cualquiera de nosotros te acompañamos, ya que podemos protegerte. - Dicho esto rodeó a Asthel con una burbuja a la par que añadía. - Ahora podrás ver una parte muy lejana del Universo, un sitio a donde nunca han llegado los seres humanos, ni quizás nunca lleguen, aunque vivieran millones de sus años.



            El dios abrió otro agujero en el pasillo, salieron por él, se encontraban en la superficie de un mundo helado, en la negrura del espacio se podía distinguir el suave y lejano resplandor de una estrella enana roja.



- Esto es bonito, - dijo Asthel que miraba a su alrededor fascinado, aunque objetó. - Pero está vacío, no hay nada...

- Es un lugar que sólo está reservado para seres de un nivel muy superior al mortal. Muchas civilizaciones han pasado por aquí. Algunos de sus habitantes viven más de cien mil de los años humanos y, aún así, no son lo bastante longevos como para conocer por completo esta región. Y este mundo es sencillamente uno más de los cientos de miles que existen en esta parte del Universo.

- ¿Por qué es todo tan grande?,- preguntó Asthel entre curioso y admirado mientras observaba el entorno del planeta. -

- No lo sé, será por la magnificencia del Creador. - Conjeturó Dialen que añadió cargado de modestia, cosa extraña en él. - Con sólo ver una ínfima parte de su infinita obra basta para que nos sintamos insignificantes.

- ¿Y alguna vez se acaba? - Inquirió Asthel con muchísimo interés. -

- Hemos viajado miles de millones de vuestros años por estos parajes y nunca hemos visto fin. Declaró su interlocutor que, tras una pausa de varios segundos en los que ambos admiraron en silencio aquella vastitud, añadió. – Es hora de volver. – Dicho esto su cicerone guió a Asthel por el agujero de entrada y le llevó de nuevo a su casa, salieron por el mismo lugar por el que habían entrado. -



            Los padres del niño esperaban intranquilos. Asthel hacía ya dos horas que había entrado con el dios y el agujero se había cerrado tras ellos sin dejar rastro alguno. El propio Leval, pese a no querer exteriorizarlo ante su esposa, se hallaba muy preocupado. ¡No podían sentir la energía de su hijo por ninguna parte! Una de dos, o Asthel apenas emitía ninguna, lo cual no era tan raro para un crío de su edad, o debería estar increíblemente lejos.



-En cualquier caso, si algo le pasara no podría hacer nada por ayudarle.- Pensaba con zozobra.-



Afortunadamente, del mismo modo inesperado e instantáneo, aquel agujero se volvió a reabrir y tanto Asthel como Dialen salieron de él. Amatista, suspirando aliviada, se adelantó a abrazar a su hijo.



- Cariño, ¿dónde estabas? Han pasado dos horas desde que os fuisteis, - le recriminó con suavidad para repetir ahora también incluyendo al dios. - ¿Dónde habéis estado durante tanto tiempo?

-¡Qué va!,- negó éste sorprendido respondiendo a su madre. - Mama, hemos estado muy poquito.

-Hijo, han pasado dos horas. Estábamos preocupados - repitió pacientemente Leval para corroborar la versión de su esposa. -

- Vuestro sentido del tiempo varía una vez dentro de esos pasajes - aclaró Dialen. -Ya os dije que no era algo que vosotros pudierais entender, en fin, es hora de irme. Mensajero, ya volveré para que sigamos practicando - y sin más palabras desapareció. -



            Leval y Amatista escucharon como su hijo les contaba a donde habían ido, los dos se quedaron pensativos y luego, tras dormir a Asthel, hablaron largo rato.



-Eso de que no lo podemos entender lo dirá él. - Masculló Leval acordándose del dios para sentenciar- Teoría de la relatividad general, ni más ni menos…Está claro que el tiempo no transcurre igual si viajas de ese modo.

- ¡Entonces es como si hubieran estado viajando a la velocidad de la Luz! - Afirmó su esposa con patente asombro. -

-Sí, podría ser algo como eso. - Valoró él concluyendo. - A más velocidad, mayor diferencia…

-Aunque quizás, Asthel pueda incluso sobrepasar las dimensiones que conocemos. De ese modo ni con esa teoría podríamos explicarlo. - Opinó su esposa. -

-Sí, a velocidades constantes y en un espacio de tres dimensiones. Quizás a eso se refería Dialen. - Sopesó Leval teniendo que admitir. - Es demasiado complicado. No logro ni imaginarlo.

- ¿Has visto, cariño? - decía ella impresionada. - ¡Es increíble, nuestro hijo ya ha estado en lugares y conoce secretos que ni tú ni yo podemos llegar siquiera a imaginar!

- Ya lo sé, Amatista, y lo cierto es que no me gusta. - Repuso Leval con un tono incómodo para argüir. -Es solamente un crío. No me parece bien que le carguen con tanta responsabilidad.

- A mí tampoco - convino su mujer añadiendo con inquietud. - Es más, a veces llega incluso a darme miedo. Si ahora es capaz de esto, ¿qué podrá hacer dentro de unos años? No es que me asusten sus poderes. Está claro que nuestro hijo los usará únicamente para hacer el bien, pero temo que un día se convierta en un extraño tan elevado y lleno de misticismo al que no podamos ni acercarnos.

- Solamente podemos intentar quererle y educarle lo mejor que podamos, y en tanto seamos capaces de hacerlo. - Suspiró resignado Leval agregando también con tristeza e incluso frustración. - Pero, ¿cómo se puede competir con unos seres que le muestran lugares y misterios tan maravillosos? ¿Qué importancia podrá darle ya a cualquier cosa que quiera enseñarle yo?

- No creo que debas sufrir por eso, Leval - contestó Amatista tratando de desdramatizar a medida que reflexionaba. - Quizás, lo que nuestro hijo necesite sean las cosas cotidianas que tú y yo podemos ofrecerle para tener un equilibrio. Por ejemplo. ¿Recuerdas cuando Soa nos vino a pedir que le arropásemos?

- Desde luego. - Sonrió su marido que sentenció con sarcasmo. - Una cosa tan simple y una diosa capaz de cruzar los límites del espacio y del tiempo no era capaz de hacerla.

- Pues ahora es igual. - Declaró su esposa con más optimismo. - Por mucho que nuestro hijo sea capaz de hacer, por mucho poder que demuestre poseer, siempre será nuestro hijo. Y nos necesitará como padres.

- Tienes toda la razón - admitió Leval más animado. - Y te aseguro que siempre me tendrá ahí cuando me necesite. Igual que Maray, ¡ojalá que ella sea una niña normal!



Miraron entonces hacia la cuna donde dormía el bebé. La pequeña estaba plácidamente arropada y con sus ojitos cerrados, tras unos instantes en los que ambos padres no dijeron nada fue Amatista la que declaró, con una sonrisa.



- Nos tendrán a los dos. Que para eso soy su madre. Y no te preocupes por Maray, sea como su hermano o no, también es hija nuestra y yo les considero iguales.

- Es cierto, cariño - convino Leval dando un beso a su esposa para sentenciar. - Nos tendrán a los dos. Lo único que lamento es que nuestro hijo no tuviera, como nosotros a su edad, una vida normal y corriente.

- Por eso tenemos que luchar por ofrecerle todas las cosas que nos dieron a nosotros nuestros padres. – Declaró su mujer añadiendo no sin un toque de nostalgia. - Cada día que pasa valoro más el esfuerzo que ellos hicieron. Cuando mi madre me obligaba a estudiar o a hacer las cosas que ella pensaba eran normales para cualquier chica de mi edad. Entonces no la aguantaba, pero ahora, con esta perspectiva lo veo claro. ¡Ellos eran excepcionales! Podían haber hecho casi cualquier cosa que hubiesen deseado, tener a su disposición lo que fuese de manera inmediata, y si embargo prefirieron enseñarnos el valor de ganar con esfuerzo todo cuanto pudiéramos anhelar.

-Sí, lo mismo sucedió con los reyes y las princesas de la Tierra y de la Luna. También vivieron como humanos y humanas normales para saber lo que era el mundo para la mayoría de la gente. Y así poder ponerse en el lugar de los demás. Y también hicieron que Neherenia experimentase eso. Esa es una lección que nuestros padres lograron enseñarnos y que tenemos que transmitir a nuestros hijos. –Convino Leval añadiendo con solemnidad. - Desde siempre nuestras familias han luchado por la paz y el bienestar de todos. Han servido al mundo. Nosotros también lo hemos hecho. Y un día, quizás no muy lejano, Asthel y Maray deban hacerlo también. Tenemos que ayudarles, pero no podemos andar su camino. Nuestros padres comprendieron eso con nosotros. Por eso, les gustase o no, nos dejaron libres para seguir nuestras aspiraciones.



            Su mujer asintió. Era cierto. Ahora podía llegar a entender el miedo y la desolación de sus padres cuando ella decidió irse en la SSP-1 tras el que ahora era su marido.



-Ahora nos ha llegado el turno de ser los padres. Y es una enorme responsabilidad. - Suspiró Amatista que pudo añadir a modo de anhelo.- ¡Ojalá que podamos ser tan buenos con nuestros hijos como ellos lo fueron con nosotros!, ¿no crees?



            Su esposo asintió. Estaba totalmente de acuerdo, era un gran compromiso que le daba más vértigo e incluso le producía más temor que cualquier batalla que hubiera librado o peripecia que hubiese vivido. Siguieron charlando algún rato más y finalmente, cansados como estaban después de un largo día, fueron a ver a los niños. Ambos dormían de forma plácida, la pareja sonrió. Allí, sin dioses presentes y dormido, Asthel era como cualquier otro niño. En su propia habitación Maray seguía reposando, por su parte era muy buena y lloraba muy poco, cosa que ambos agradecían. Más tranquilos al contemplar a sus hijos descansar, los agotados padres decidieron seguir su ejemplo.



-Vamos a dormir. - Le susurró Leval a su esposa que asintió. -

-Sí- sonrió ella casi usando la broma para replicar. - Esa vida tan normal que queremos llevar nos exige levantarnos muy temprano…



            Y así lo hicieron. Unas horas más tarde el día despuntaba en Bios. Idina se levantó como cada mañana para ir a dar sus clases. Antes de salir se puso delante del espejo que tenía en su dormitorio para arreglarse. Sonrió alegre al ver la imagen de su amiga la reina Neherenia de la Luna Nueva.



- ¿Cómo estás, Nehie? - Le preguntó a la soberana que lucía un porte inmejorable con un largo vestido blanco y verde con ribetes dorados.

-Muy bien, gracias. Algo aburrida tras estas interminables recepciones. – Suspiró su interlocutora afirmando incluso con humor. – Me dan ganas de pedir vacaciones. ¡Pero como la reina soy yo, no se las puedo pedir a nadie!

-Al menos tienes a tu consejo de gobierno y les puedes dejar al cargo de los asuntos de Estado. Ya lo has hecho antes. – Le comentó Idina recordando con una mezcla de simpatía y nostalgia. – El bueno del caballero De la Lune, aunque parece tan gruñón y estirado, en el fondo es un buen tipo y seguro que te echa una mano en eso.

-Seguramente lo haría, sin embargo ahora precisamente no es un buen momento para eso. Tenemos mucho de qué ocuparnos. Sobre todo, referente a la Tierra. – Le desveló su amiga que quiso saber con notorio interés. - ¿Qué tal va todo por Bios? ¿Estáis tranquilos por allí?

-Sí, hasta ahora todo está muy bien, tan tranquilo que es casi aburrido. – Replicó la interpelada deseando saber con un tono más suspicaz. – Pero, ¿qué ocurre Nehie? Algo me dice que esta llamada tuya no es solamente para charlar de cosas de viejas amigas. ¿No es así?

-Me conoces demasiado bien para que trate de decir otra cosa. – Admitió la soberana que le comentó ahora con cierto tinte de inquietud. – Verás, hace poco hablé con Serenity. La reina está algo preocupada. En la Tierra está creciendo una corriente que no ve con buenos ojos lo tranquilos y, sobre todo, lo bien que vivís allí.

- ¿Pero, por qué? - Se sorprendió la muchacha. - ¿Qué mal les podemos hacer con eso?

-Ninguno, pero verás. Pese a los avances terrestres tras el inicio del reinado de Endimión y Serenity las cosas no son del todo perfectas. Sabes que sus Majestades no gobiernan y que han preferido mantenerse al margen de la política de cualquier Estado de la Tierra. Por desgracia todavía hay conflictos entre naciones y situaciones de injusticia y pobreza. Aunque les pese los soberanos tampoco pueden actuar más que llamando a la unidad y al respeto mutuo.

-Sí, me hago cargo. – Afirmó su amiga con tono resignado. – Eso fue lo que se pactó.

-Por ello una nueva corriente, llamada de los aperturistas, está ganando adeptos. – Le contó Nehie – Desean una inmigración a gran escala hacia Bios y Nature para librar a la Tierra de un exceso de población. Pero sobre todo a tu planeta. Es más cercano y está bajo jurisdicción terrestre.

-Bueno, aquí en Bios la población ha ido creciendo estos últimos años. Debemos de ser ya más de tres millones de personas. - Calculó la chica. –

-Eso no es nada teniendo en cuenta el tamaño de ese planeta. – Valoró su interlocutora que le comentó. – Es aproximadamente la población que tenemos en la Luna que es bastante menor que Bios.

-De todos modos, ¿qué crees que podría hacer yo para intervenir en esos asuntos? - Se extrañó Idina. –

-Simplemente quería saber si alguien os ha estado molestando o existe algún tipo de agitación por allí. – Replicó su amiga. -

-No…que yo sepa. – Comentó la muchacha cambiando de tema.- A ver si dentro de poco me conceden vacaciones y puedo ir a verte. O mejor sería que vinieras tú. Podríamos contarnos muchos chismes, hablar de chicos y pasear por la avenida de Granate.

-Sí, me gustaría - convino su amiga con una débil sonrisa, afirmando ahora en tono de despedida. – Bueno, ahora tengo que dejarte.

-Adiós, Nehie. Saludos a todos de mi parte. – Pudo replicar Idina que vio como la imagen de su amiga desaparecía, reapareciendo su propio reflejo. -



La soberana de la Luna Nueva suspiró. No podía contarle todo a su amiga, sería cargarla con problemas que no le correspondían, pero las cosas estaban empezando a complicarse. No a un nivel demasiado evidente todavía, pero en términos de alta política estaba claro que en la Tierra había poderosos grupos que comenzaban a tomar posiciones. Y aunque a ella le correspondía un papel más bien de observadora con respecto al Planeta Azul, no dejaba de inquietarse por el cariz que pudiesen tomar las cosas. Y tampoco le había contado otro asunto que sí podía confiarle dado que era de índole muy personal, pero para el que no se sentía preparada aun a la hora de desvelar. Al poco de hacer esa reflexión, tuvo una llamada en sus aposentos. Se trataba de Doran. El embajador pidió permiso para entrar y ella se lo concedió.



-No quería molestar- le sonrió él tomando una de las manos de la muchacha entre las suyas. -

-Tú nunca me molestas. - Afirmó ella devolviéndole la sonrisa. -



            La cabeza de él se acercó hacia la de la chica y sus labios se unieron en un beso suave y corto. Después el saiyajin le comentó.



-La princesa Seren está pensando en bajar a la Tierra. A dar una vuelta. Le gustaría que te unieses a ella. Si te parece bien.

-Me gustaría, pero tengo mucho que hacer. - Objetó Nehie enumerando de seguido. - Me quedan un par de audiencias, debo revisar unos presupuestos, y además visitar un par de sectores de mi capital. Como ya te comenté continuamos con los planes de expansión lunar. ¡Esto es inacabable! ¿Sabes? Mejorar las cúpulas protectoras, incrementar las superficies cultivables. Aumentar nuestros recursos hídricos… Algunos de mis ministros me comentaron que quizás, podría ser viable incluso terraformar parte de la Luna. Pero no acabo de verlo muy claro. Debería pedir asesoramiento científico. Por eso tengo que concertar una entrevista con Ami y con Hotaru. Son las que se ocupan más de esos temas.



            El saiyajin asintió, aunque realmente no seguía mucho esa conversación. Sólo la miraba a ella. Realmente admiraba a esa muchacha tanto como la amaba. Era una chica inteligente y decidida. Nada tenía que envidiar a cualquier mujer de los guerreros del espacio y no únicamente destacaba en eso, estaba llena de buenas iniciativas, con el deseo de hacer la vida más cómoda y mejor a sus súbditos. Ahora se sentía muy afortunado. Cuando le reveló sus sentimientos, ante la inminencia de la Nada, creyó lo más probable que todos serían aniquilados y que por confesar su amor no tendría nada que perder.  Quizás si ella no le correspondía simplemente hubiera guardado silencio. Pero cuando le respondió que ya hablarían para él fue un rayo de esperanza. Gracias al Cielo esa amenaza fue repelida. Entonces a él le volvieron las dudas. Fue algo embarazoso cuando fue tan directo delante de la princesa Usagi y sus guardianas. El guerrero del espacio no ignoraba que eso dio para muchos chismes en la corte de la Luna. Aunque después la cosa se calmó y fue luego, tras decidirse a hablar con Roy, quién le diera tan acertados consejos, cuando se atrevió a pedir esa falsa audiencia y declararse de un modo irreversible. Y ella le aceptó, y le entregó su corazón. Ahora el joven saiyajin se sonreía comentando al hilo de lo que su pareja le contaba.



-Desde luego. A veces me entra temor sólo con oírte hablar de tus obligaciones.

-No sabía que los guerreros del espacio se asustasen. - Sonrió la muchacha a su vez, con algo de picardía. -

-Del papeleo y del protocolo sí. ¡Nos da pánico! - Rio él asegurando. – Mi pobre primo Kiros piensa igual que yo. Ahora me entiende, es como yo embajador de nuestro pueblo en Nature.

-Pues vete haciéndote a la idea. - Le respondió la muchacha con tinte jovial y algo meloso. - Porque cuando anuncie nuestra relación, lo más seguro es que De la Lune insista en ponerte al día en larguísimos y tediosos trámites burocráticos.

-Ya te dije que puedes pedirme cualquier cosa…- Repuso afectuosamente él, aunque enseguida añadió divertido. - ¡Menos eso! No me encierres con ese tipo en una habitación para hablar de burocracia y protocolo o verás a un saiyajin suplicando de rodillas.



            Neherenia se rio, era imaginarse a su Canciller y al pobre Doran y no podía evitar las carcajadas, sin embargo, adoptó ahora una pícara expresión para responder con tono meloso.



-Así que, de rodillas, ¿eh? Bueno…a lo mejor me complace tenerte así en mi habitación esta noche…

-Lo que vos digáis, mi hermosa y gentil reina. - Sonrió él del mismo modo. - A tus pies siempre.



            Aunque enseguida dejaron aquella especie de broma cuando uno de sus cortesanos llamó a la puerta de la estancia en la que permanecían.



- ¡Vaya, que oportuno! - Pensó resignadamente el saiyajin. -



Aquel tipo vino a solicitar a la reina permiso para vete a saber qué. El guerrero del espacio no le prestó atención. Pensaba en su amada. Los dos continuaron viéndose y saliendo de forma clandestina al principio. Tal y como acordaron debían guardar el decoro debido a sus puestos. Doran se atrevió a hacer partícipe a la princesa Seren de aquello. La muchacha le apoyó sin reservas. En cuanto tuvo la ocasión el embajador fue a solicitar permiso a sus soberanos. Para su alivio y alegría, estos no solamente no se opusieron, al contrario. La reina Meioh sobre todo se alegró bastante por el muchacho, e incluso el saiyajin juraría que los monarcas se miraron de forma cómplice. Hasta su madre, Seira, esbozó una de sus adustas sonrisas de aprobación en cuanto se lo comunicó. También su padre Calix, y su hermana Aiona se alegraron mucho. Ésta última también estaba enamorada de Bralen, el hijo menor de sus Majestades y podía comprenderle muy bien. Por su parte los reyes de Nuevo Vegeta le prometieron que harían algo muy especial cuando ese compromiso se oficializase. A su vuelta a la Luna él y Neherenia continuaron afianzando su relación. Decidieron que, en breve, llegaría el momento de hacerla pública. Por eso habían estado bromeando de esa forma.



-Si hasta mi primo Kiros se disculpó conmigo por cuando se tomaba mis sentimientos por Neherenia a la ligera. Al principio él no comprendía el poder del amor. ¡Y vaya si lo ha descubierto junto a Maggie!- Pensó con una sonrisa.-



Al fin ese cortesano salió y el chico la abrazó con pasión besándola del mismo modo.



- ¡Me gusta que nos interrumpan! - Se sonrió la joven afirmando. - Si cada vez que lo hacen me besas de esta forma después.

-Ojalá pudiera estar haciéndolo durante todo el día sin que nadie nos molestara. - Afirmó él estrechándola aun entre sus brazos. -

-Sí, sería perfecto. Pero desgraciadamente no es así. - Suspiró ella tras soltarse suavemente del abrazo de su pareja. - Y nos toca proseguir con nuestros apretados órdenes del día.



            Y el joven asintió con resignación. Se adelantó, abrió la puerta para que la soberana saliera y muy prudentemente la siguió al cabo de unos segundos, manteniendo las distancias.



-La paciencia no es una virtud por la que destaquemos los saiyajin. - Se decía con algo de fastidio. - ¡Ojalá no deba esperar mucho para tenerte en mis brazos a la vista de todos, mi amada reina de la Luna!



      Entre tanto en Bios, Idina terminó de arreglarse y cuando estuvo lista fue al colegio. Allí le esperaba la clase de los más pequeños. Como era una de las dos profesoras destinadas por el momento en la escuela tenía que ocuparse de las clases de preescolar y después de las de enseñanza primaria. Miró su lista de tareas con los peques y suspiró, hoy tocaban artes plásticas y eso significaba jugar con barro y poner la clase perdida. Lo preparó todo y pacientemente esperó a que llegasen los niños, estos aparecieron a los pocos minutos. Sus padres les iban llevando, vio a Asthel llegar acompañado por Amatista, ésta no tenía mucho tiempo aquella mañana y sólo saludó a Idina con la mano, luego se marchó. Dócilmente el crío ocupó su sitio en la clase al igual que el resto de sus compañeros, entonces la maestra decidió comenzar.



- Vale niños, hoy nos tocan artes plásticas, eso quiere decir hacer cosas con el barro. - Y en tanto se lo explicaba a los críos fue repartiendo un gran pedazo de arcilla a cada uno según les indicaba. –Haced algo que os guste, tenéis hasta que termine la clase.



            Eso eran unas tres horas y los pequeños se pusieron a amasar con entusiasmo. Cada uno se afanaba en hacer a su muñeco favorito o a su personaje de cómic de holo televisión. Asthel, al igual que los demás se puso a trabajar con alegría, embadurnándose de barro hasta las orejas. Idina iba pasando por las mesas ayudando a los niños. Cuando pasó cerca del hijo de su primo y su amiga al cabo de una hora se quedó mirando impresionada por lo que éste había hecho. Era la escultura de alguien, estaba hecha con mucha precisión, parecía el trabajo de una persona mucho mayor. El crío acabó de modelarle un brazo y declaró satisfecho.



- Ya está, señorita Idina - la llamó, pues siendo ya mayor en clase le daba vergüenza llamarla seño tita. - Ya he terminado...



            Su maestra se acercó y examinó la escultura, felicitó al niño mientras los compañeros de su alrededor miraban entre curiosos y asombrados



- Esto está muy bien Asthel, ¿quién es? ...- preguntó la sorprendida maestra. -

- Es un dios. - Repuso el niño despreocupadamente. - Él que me enseña a ir a todos los sitios a los que yo quiera.



            Idina se quedó atónita, los otros niños miraban también visiblemente sorprendidos. Asthel tenía hecha también la figura de un niño.



- Éste es mi amigo angelito - explico con naturalidad. -

- ¡Mentira!,- exclamó Kitty, una niña morena que se sentaba junto a él. - Ese no es un angelito, los angelitos tienen alas, me lo ha dicho mi mamá.

- Pues mi angelito no tiene alas. No le hacen falta para volar - respondió Asthel. -

- Ese no es un angelito, - insistió Kitty - ¡no lo es, no lo es!...

- ¡Sí lo es, sí que lo es! ...- discutió Asthel y él y su polemista comenzaron a sacarse la lengua. -

- Vale ya chicos, no os peleéis - medió Idina logrando separarlos. -

- ¡Que no es un angelito!,- chilló la niña dando un manotazo que tiró la estatuilla al suelo haciéndola mil pedazos antes de que su maestra pudiera evitarlo. -



Todos los otros niños miraron en silencio la figura hecha pedazos, y Asthel al verla se puso a llorar.



- Te has portado mal - le regañó su maestra a Kitty con gesto de enfado. - Mira lo que has hecho, eso no está bien. Pídele perdón a Asthel y dale un besito.

- Perdona...- se disculpó la pequeña algo asustada por lo que había hecho dándole a su compañero un beso en el moflete mientras Idina le secaba las lágrimas. – Ha sido sin querer.

- Venga Asthel, no llores, - le consoló Idina añadiendo con cariñoso y conciliador tono de voz. - Ahora haces otro angelito ¿eh?

- No hace falta, - repuso el niño que dejó de llorar e hizo algo que dejó asombrados a todos, miró a los pedazos de la figura y estos se levantaron del suelo volviendo a formar la estatua del angelito como si nunca se hubiera roto. -Ya está arreglado. - Aseveró contento otra vez. – Es más fácil así.



            Todos los niños se arremolinaron y le preguntaron como lo había hecho, Asthel simplemente dijo que lo había deseado. Kitty le miraba con los ojos muy abiertos. Madeleine, otra niña rubita que se ponía detrás de él, le pidió que arreglase su figurita que también se había roto, se trataba de un pajarito que estaba posado en una rama, también estaba muy bien hecho. Asthel lo miró y se arregló y no sólo eso, sino que lo dejó con las alas abiertas. Madeleine se puso muy contenta y le dio otro beso en un moflete. Idina asistía a todo aquello pasmada, no sabía qué podía decir o si incluso sería conveniente hablar.



-Mejor dejar las cosas como están. Como si esto fuera lo más normal del mundo. - Pensó entre atónita y sobrepasada por aquello. -



Y es que, pese a todo lo que había visto y vivido, ese crío no dejaba de asombrarla.  ¡Ojala que sus alumnos no lo contasen en sus casas! Por suerte, los niños de esa edad tenían a fantasear mucho, no era muy probable que sus padres les creyeran. Asimismo, enseguida centraban la atención en otras cosas. Al cabo de un rato, en efecto, cada uno prosiguió con sus respectivos juegos. Al fin llegó el término del día de clase y cuando Amatista llegó a recogerle, la anonadada maestra le refirió aquello.



- Eso no es nada. Si yo te contara las cosas que hace, - le susurró su amiga sin parecer demasiado sorprendida. -

- ¿Es que hace cosas aún más increíbles? - Inquirió la anonadada Idina.-



Su interlocutora asintió. Es más, casi con resignación en su tono. Pensó sin ir más lejos, en su excursión de la noche anterior y suspiró una vez más, añadiendo.



- Me gustaría que mi hijo fuera un niño normal. No me hago a la idea de que se pase más tiempo recorriendo el espacio yendo vete a saber dónde,  que conmigo.

- Bueno, por lo menos tú tienes un hijo estupendo. - Suspiró Idina que comentó de seguido. - Por mucho que viaje por ahí, siempre vuelve. Y ahora también una niñita recién nacida. Yo ni siquiera tengo novio todavía. - Remachó en tono de resignada lamentación. -

- Será porque tú no quieres. - Sonrió Amatista añadiendo con sinceridad. – Porque eres una chica muy bonita y simpática.

- La verdad es que con mi trabajo tengo por ahora más que suficiente. - Reconoció su amiga. -Además, aún no he conocido a mi hombre ideal.

- No te preocupes, ya le conocerás...- la animó su interlocutora que dio la mano a Asthel que estaba entretenido jugueteando con sus figuras. -Vamos a casa, mi amor...- le dijo para despedirse después de su amiga. - Hasta mañana, Idina. A ver si te pasas un día de visita.



La interpelada asintió y les despidió con la mano mientras les veía alejarse. Pensaba en ella misma, desde hacía mucho que no salía con ningún chico. Cuando se fijaba en sus primas y amigas caía en la cuenta de que Amatista ya estaba casada y tenía dos hijos. Kerria tenía uno y estaba con Samantha, y Katherine, aun estando soltera y sin hijos, al menos salía con un chico desde hacía ya tiempo, bueno, o con varios. ¡Sólo quedaba ella! ¡Ella y esa clase llena de barro hasta el techo! Suspiró hondamente y armándose de paciencia, se puso a limpiarla para el día siguiente. Estaba realmente deseosa de volver a ver a su amiga Nehie (al menos ella también estaba soltera por lo que sabía) y hablar de sus respectivas peripecias.



-Sí, a ver si nos montamos una reunión de amigas, como esas que hacíamos en el College. - Deseó mientras concluía con las limpiezas. - Ya sólo faltarían Heather, Bea y Millie.



            Y entre estas y otras tribulaciones menores de Idina y el resto pasaron las semanas, Asthel celebró en el día de Navidad su quinto cumpleaños y su hermanita se criaba muy sana también. Amatista no había observado en la pequeña los mismos poderes o fenómenos que rodearon a su hijo, quizá tal y como ella y su esposo habían deseado, Maray fuera una niña normal en ese aspecto. Dialen, en todo ese tiempo siguió enseñándole a Asthel como moverse por esos lugares remotos del universo.



-Muy bien, Mensajero - le comentó un día el dios con patente aprobación. – Ya has dominado la técnica. Ahora deberás practicarla. Recuerda, ve siempre a sitios seguros.

- ¿Y cómo sabré si son seguros? - Le preguntó su joven pupilo. -

-Tu instinto de conservación te lo dirá. No temas por eso. - Replicó el dios. -



El pequeño asintió y Dialen, en un gesto inédito hasta entonces en él, le sonrió posando una de sus manos sobre la cabeza del niño para añadir ante las miradas atónitas de sus padres.



-Ya te he enseñado lo que debía. Ahora me voy. Cuídate. Cuando llegue el momento de la Trascendencia volveremos a vernos. Hasta entonces se feliz con pequeñas cosas como lo son los humanos.



Y dicho esto desapareció. A los pocos días, Idina pudo aceptar la oferta de su amiga y de su primo para cenar con ellos. Tras ver a la pequeña Maray, hacerla carantoñas y saludar con un abrazo y un beso a Asthel, se sentó a la mesa con sus amigos y charlaron. La maestra les contó lo que su amiga Neherenia le había dicho.



-No sé - valoró Leval. – Por aquí de momento no ha habido ningún problema. Pero si Nehie lo dice habrá que empezar a vigilar.

-Esperemos que no será para tanto. Es normal que en todas partes siempre haya gente que esté descontenta. – Terció Amatista. –

-Sí, eso espero yo también. – Comentó Idina, agregando. – Lo cierto es que la echo mucho de menos, a ella, a mis padres y a mis hermanos.

- ¿Cómo siguen Alan y Naya? - Se interesó Leval. –

-Muy bien. Finalmente, como ya sabéis por lo que Ami contó, están muy contentos.

-Sí, aunque han ido bastante lejos.- Dijo Leval.-

-Tras mucho pensarlo se instalaron en Nature porque ese mundo les atrajo por su belleza y las oportunidades laborales que había allí para los dos. Además, tienen una niña muy mona - sonrió Idina que afirmó encantada y con humor. – ¡Ya soy tía en primer grado! No es lo mismo que vosotros que sois padres, pero al menos he ascendido en el escalafón familiar.

-Me alegro mucho - dijo Amatista que se interesó también. - ¿Y Lance?

-Ese sigue desaparecido en combate – suspiró su hermana con visible resignación. – Mis padres me comentaron la última vez que hablé con ellos que continuaba con sus viajes de negocios aquí, allá y no sé a cuantos sitios más. Incluso se pasó por Nature y visitó a Alan y a Naya, según tengo entendido. Espero que venga un día a verme a mí.



Sus anfitriones convinieron en eso y cenaron ya charlando sobre otras cosas. Al final de la velada Idina se despidió y besó a los críos que ya dormían antes de irse. Cada uno se acostó al poco para volver a sus ocupaciones cotidianas al día siguiente. Así pasaron los días, las semanas y los meses. Por suerte sin nada demasiado importante que reseñar. Transcurrieron dos años más. Asthel tenía ya siete y ningún dios más había venido para enseñarle nada. Leval y Amatista, alegres por ello, habían decidido ir a la Tierra a ver a sus familias aprovechando que disponían de unos días libres. Maray ya tenía dos años y sus padres querían que conociese el planeta de los abuelos junto con su hermanito. Así pues, avisaron a sus familias de su llegada y a Satory y Mazoui. Sandy y Coraíon que estaban afanados en cuidar a su hijo, fueron y retornaron poco antes del planeta madre a ver a Petz y Zafiro, les dijeron que transmitieran sus recuerdos. Granate, que contaba ya con algo más de dos años, era un niño muy normal, se criaba estupendamente y no tenía rastro de influencia demoniaca, lo que alegraba mucho a su madre. Ésta recordaba el haberle llevado a la cama allí en la Tierra, en casa de los Lassart, en Japón.



-Hala cariño… vamos a mimir. - Le susurraba Sandy a su pequeño que se entretenía jugueteando con el moreno pelo de su madre, del mismo color que el suyo propio. -



            La orgullosa abuela entró en la habitación al poco. Sonriendo, acarició a su nieto.



- ¿Ya te vas a mimir, Granate? - Le decía con tono dulce. -

-Ti.- Repuso el crío. - A ver a la ágüela…- Añadió con una mueca de su boquita semejante a una sonrisa. -

-Claro que sí, mi amor. Dile hasta mañana a la abuela. - Sonrió a su vez Sandy dejando que su suegra tomase en brazos al niño y le pusiera en la camita. -



            Tras acostar al niño y darle sendos besos las dos mujeres salieron. Fueron al salón donde Coraíon y su padre aguardaban sentados en el sofá.



-Bueno, ya está en su camita. - Anunció Petz. -

-Sí, espero que se duerma pronto. Sino, mañana va a ser difícil levantarle. - Afirmó Sandy con una mezcla de jovialidad y una pizca de preocupación. -

-Debe de estar muy cansado, le hemos llevado por Tokio de paseo, hemos visitado a la madrina Makoto que estaba por aquí y luego al parque a jugar. - Relató Coraíon. -

-Mi nieto no sé, pero nosotros sí que hemos quedado agotados. – Sonrió Zafiro, remachando con humor aunque una buena parte de sinceridad. - Es que, al menos en mi caso, los años no perdonan.

- No digas tonterías, estás igual de joven que siempre. - Le regañó afectuosamente su mujer. -

-Bueno. - Comentó el aludido variando de tema. - Ahora que casi os vais a marchar vosotros van a venir Leval y Amatista a la Tierra.

-Sí, es lo malo que tiene el que ambas estemos en cargos importantes en Bios. - Suspiró Sandy.- No podemos estar mucho tiempo fuera las dos a la vez. Por eso pedí unos días antes de que ella lo hiciera.



            Y es que pese a los años transcurridos, eso de dejar solas a Gwen, Claudia y Sylvia no era buena idea. Esas tres trabajaban bien, pero ninguna daba la impresión de poder tomar las riendas y ejercer como líder.



-Es estupendo poder haberos tenido aquí, aunque solamente hayan sido esos pocos días. - Terció Petz, abrazando a su nuera. -

-Lo mismo digo. - Convino ella. - También vimos a mi padre y él está muy feliz, sobre todo cuando juega con Granate. Es más, me ha prometido que podría mudarse a Bios al fin.

- ¡Ojalá lo haga! Seguro que la Masters necesitará a algún buen científico por allí. Y de ese modo podría estar a vuestro lado. - Intervino Zafiro quién no obstante, agregó. - Le echaremos de menos si se va. Tanto Suochi como todo el equipo le tienen en mucha estima. Y en mi caso todavía más, que es mi consuegro.



            Sus interlocutores escucharon aquello con agrado, luego ya pasaron a charlar de otras cosas antes de irse a dormir. En efecto, a los dos días, Sandy, su esposo y su hijo debían volver a Bios para que su compañera y la familia de ésta pudieran ir a la Tierra. El momento llegó y, Amatista, Leval y sus hijos tomaron una de las naves que hacían la ruta de transporte regular. En esos dos años las comunicaciones habían mejorado bastante. Las naves eran más frecuentes y el viaje se había reducido a treinta horas en lugar de los dos días para ir y otros dos de vuelta. Al fin llegaron a la Tierra, en Nueva York, donde vivían los padres de ambos. Era invierno en ese hemisferio, hacía frío y eso era una sensación nueva para Asthel y Maray que nunca habían visto la nieve salvo en lago artificial de hielo que estaba construido en las afueras de su ciudad. Iban en coche mientras Leval y Amatista hablaban sentados delante. Ambos adultos se turnaron en conducir y los niños miraban el paisaje según pasaban, a través de la ventanilla, sujetos a sus sillitas especiales. Por fin llegaron a la casa de sus abuelos. Tanto Diamante y Esmeralda, como Roy y Beruche, les aguardaban impacientes. Abrazaron a sus hijos y nietos y dijeron muy contentos.



- ¡Cuánto os hemos echado de menos!,- exclamó Roy que añadió con cierto tipo de reproche - en dos años sólo hemos hablado por vídeo teléfono.

- Sí, es cierto. - Convino Bertie uniéndose a su marido con un más suave. - Hijos, teníamos tantas ganas de veros… y fíjate en Maray, ¡qué grande está ya!, cuando la vimos por última vez en persona solamente era un bebé.

- Es cierto. - Le dijo Amatista a su hija señalando a Beruche como si hablase por la pequeña.  -Es que he crecido mucho ¿verdad, abuela? - La niña no decía nada, sólo miraba a su abuela paterna con expresión de desconcierto y luciendo un chupete en la boca. - ¡Mira que grande y guapa que estoy!

- Y Asthel ya está hecho todo un hombrecito. - Añadió Esmeralda orgullosa. Su nieto se abrazó a ella y le dio dos besos en tanto la diseñadora le decía. - Cariño, tu abuela te ha echado mucho de menos.

-Y yo a ti, abuela.- Afirmó el crío.-

-¿A que te gusta la Tierra?- Sonrió Roy interviniendo en la conversación.-

-Mucho, pero ¿Por qué se llama Tierra si tiene mucha más agua?- Quiso saber el pequeño con tono curioso dado que le habían contado eso en la escuela.-

-Es una buena pregunta. Eres un chico listo. - Admitió su abuelo, sin saber bien qué decir a eso.-

-Quizás sea porque, bajo toda esa agua, hay mucha más tierra todavía.- Le respondió Bertie con una sonrisa, en tanto le mesaba el pelo.-



            Asthel asintió, al parecer satisfecho por la explicación de su abuela. Tras un breve momento de silencio, fue el príncipe de Némesis quien tomó la palabra.



- Propongo que nos demos una vuelta por la ciudad para que los chicos y nuestros nietos la vean, - intervino Diamante. - Está muy cambiada.

- Una visita guiada, ¡como en los viejos tiempos! - Convino Roy con patente entusiasmo. -



            Eso les traía muchos y gratos recuerdos, tanto a él como a Bertie y por supuesto, también a la joven pareja compuesta por su hijo y su nuera. Todos hicieron eso en su momento. Ahora sería el turno para los miembros de esa nueva generación de repetir esa pequeña tradición.



- Pero primero debemos decidir dónde nos quedamos, - terció Leval pensativo. – Ya no es como cuando estábamos recién casados.

-Ahora tenemos a los niños y no tendría sentido dividirnos. - Completó Amatista. -

- Eso no es problema, hijo - respondió Roy - ¡Veniros a casa!, ahora hay mucho espacio libre. Tu hermana y Samantha se fueron a vivir a Europa con Brian.



            De hecho, la hermana de Leval había visitado Bios haría menos de un año, aunque fue de forma fugaz dado que tuvo que hacer escala allí a la vuelta de un caso que tuvo en Nature. Desde entonces no la habían visto. Ni a ella, ni por supuesto a su esposa, ni al hijo de ambas.



- ¿Cómo les va a las dos con el niño? - Preguntó Leval. -

- Muy bien, son felices...el niño tiene ya cuatro años y está muy crecidito. Querían ver algo de mundo y educarle en otros países - rio Roy, aunque enseguida añadió de un modo más nostálgico. -Les echamos mucho de menos. - Pero supo animarse nuevamente para preguntar. - Bueno, ¿qué decís?

- Oye, que también podéis veniros a nuestra casa. -  Intervino Diamante con rapidez antes de que Leval respondiese. –

-Escucha principito. Nosotros tenemos espacio de sobra. - Replicó Roy. -

- ¿Y qué te crees que tengo yo? ¿Una tienda de campaña? - Contestó el interpelado a su vez, alegando. - Nuestra casa tiene cuatro habitaciones y tres cuartos de baño.

- ¡Vaya una cosa! – Declaró su amigo para responder. - La nuestra tiene cinco habitaciones…

- ¡Y qué! – Afirmó dignamente Diamante a su vez. - Me sigue sobrando una, los niños pueden dormir en la misma. O, aunque durmiesen por separado, cada uno tendría la suya propia y son más grandes que las tuyas.

-De eso nada…- Rebatió el aludido. - Nunca has sabido calcular el espacio.

-Mira quien fue a hablar, si te costaba acomodarte en el Rincón. ¡Sería por sitio allí! - Replicó su interlocutor. -



            Las dos esposas de los polemistas se miraban moviendo la cabeza, sus maridos parecían unos críos decidiendo con quién tenían que quedarse sus pobres hijos, como si de juguetes se trataran. A su vez, la joven pareja observaba a ambos alternativamente con cierta sensación de incomodidad.



-Basta ya, Roy. - Le pidió Bertie a su marido. - Es una discusión ridícula. Para una vez que los muchachos han podido venir…

-Sí, eso Diamante. - Convino Esmeralda con idéntico tono de resignada paciencia. - No deis tanto la lata y dejad que lo decidan ellos.



            A lo que ambos aludidos callaron para pasar a ser quienes dedicaron intensas y expectantes miradas a sus hijos…



- Bueno, no sé qué decir. - Contestó Leval lentamente al verse en un auténtico compromiso. - Me gustaría estar en las dos casas, pero claro. No puede ser, ¿qué hacemos, Amatista?

- Yo…- pudo musitar ella que estaba tan indecisa como su marido. Tampoco quería desagradar a nadie. - No lo sé...es un dilema la verdad.



            Entre tanto Esmeralda y Beruche hablaron entre ellas y dieron con la solución. Bertie les preguntó a los dos.



- ¿Cuántos días tenéis de permiso? ....

- Diez días, mamá - repuso Leval que inquirió -... ¿por qué?

- Podéis quedaros cinco días en nuestra casa y otros cinco en la de Diamante y Esmeralda. Así todos contentos. - Sonrió Beruche satisfecha. -

- Es una buena idea, ¿verdad hijos? - Les dijo Esmeralda también contenta por esa tan ecuánime solución. –



            Durante unos instantes nadie dijo nada. Aunque parecía que esa era la única salida adecuada para conciliar los deseos de todos, dado que incluso los dos consuegros asintieron.



- Sí, es un buen apaño, - convino finalmente Amatista con poco entusiasmo atreviéndose a preguntar. - Y ¿dónde nos hospedaremos primero?

- ¡En nuestra casa!,- exclamaron Roy y Diamante al unísono. -

           

            Leval y Amatista se llevaron las manos a la cabeza. Al igual que sus madres. Mientras sus padres seguían tratando de decidir donde se hospedarían reanudando aquella bizantina discusión. Que si lo sorteamos, que si a cara o cruz… A todo esto, los niños les escuchaban divertidos y lo miraban todo con los ojos muy abiertos, asombrados ante las novedades de aquel, para ellos, extraño y nuevo mundo llamado Tierra.

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