domingo, 6 de marzo de 2011

GWG 13.100. Un gran susto.




Recapitulando un poco Amatista se levantó tarde esa mañana, y, de no ser por su compañera, aún habría seguido durmiendo, ya que tardó mucho en conciliar el sueño al tener su mente ocupada en revivir los reproches de Leval. Además, entretuvo a su amiga hablando sobre eso y otras cosas. Se acostaron tardísimo, así que, en cuanto vio la hora que era, saltó rauda de su cama. Satory ya estaba casi lista pues también se despertó tarde y tan pronto se hubo duchado y vestido su compañera de piso, ambas se dirigieron al laboratorio donde Penélope y las demás las aguardaban con impaciencia.



-¡Ya era hora, dormilonas! – Las espetó Sandy cruzada de brazos y con semblante severo a modo de buenos días.-

-Hola…-Pudo musitar Amatista.-

-Menos mal, ya creíamos que os había sucedido algo.- Comentó a su vez Jen.-

-Al menos podríais habernos avisado.- Agregó la irascible morena señalando repetidas veces su reloj de pulsera. - Os esperábamos desde hacía mucho rato. Éstas no son horas de llegar.

- Sí, es cierto - convino Penélope  reprochándoselo, aunque con tono más sereno. - No podemos aguardar más. Estos compuestos son inestables y tenemos que comenzar ya con la práctica.

- Lo siento - respondió Satory incluyéndose también con tono culpable -, se nos han pegado las sábanas.



            Amatista no dijo nada, solo miro a su amiga con gesto agradecido, la pobre muchacha encajaba una bronca de la que no tenía culpa ninguna. Si acaso se durmió tarde fue por animarla con lo de Leval. Ese parecía ser el sino de todo el que se unía a ella, en fin. Ahora únicamente debía pensar en el experimento para no volver a cometer ningún error y no darle más leña con que avivar su fuego a esa pécora de Sandy. Estaba segura de que, de haber sido ella quien hubiese admitido su culpa en la tardanza, esa estúpida se habría deshecho en reproches y críticas. Por fortuna, al haber sido Satory, dada su condición de licenciada y su nivel profesional, ni siquiera esa presuntuosa se había atrevido a decir nada más. Pero Amatista ya podía constatar que esa chica le estaba dedicando una de esas miraditas de superioridad que tanto le prodigaba.



-Espero que no siga con sus tontos comentarios. Hoy no estoy precisamente de humor.- Pensó la francesa.-



A todo esto continuaban preparando las mezclas y ajustando las reacciones químicas. Al parecer todo estaba a punto.



- Sí, ya hemos ajustado los espectros del láser y preparado la genética. - Declaró Penélope indicándole a la otra ayudante, - Jen, conecta el rayo.

- Muy bien - asintió ésta. -



            La muchacha puso en marcha el aparato que lanzó un haz escarlata contra un recipiente que estaba alojado tras una urna de cristal.



- Espero que resulte - suspiró Amatista con tono esperanzado. - Llevamos mucho tiempo trabajando en ello.

-¡Tiene que funcionar! - la animó Satory - ya lo verás.

- De todas maneras - añadió Sandy secándose unas gotas de sudor que caían por sus mejillas, algo extraño pues no hacía en absoluto calor. - No podremos repetirlo mucho más, este experimento conlleva algunos riesgos.- Pareció decir las últimas palabras con dificultad y agregó dirigiéndose a su jefa. - Penélope, discúlpame un momento, tengo que ir al servicio.

- Claro ve,- le dijo descuidadamente su jefa, concentrada en tomar notas sobre el matraz que estaba siendo bombardeado por los rayos, éste se había tornado carmesí. -



            Sandy entró en el baño, al poco Satory, a causa de los nervios, tuvo que ir también. Abrió la puerta descubriendo a su colega en el lavabo, parecía tragar algo, una especie de píldora. Tan pronto la vio asomarse, la morena científica que tenía los ojos enrojecidos, le espetó bastante irritada.



-¡Podrías llamar primero antes de entrar!

- Lo siento, - balbuceó la chica - es que tenía que ir y…

-¡Si dices algo de esto te arranco la cabeza! - La amenazó de forma bastante violenta, demasiado incluso para el carácter arisco que a veces exhibía. - ¿Me oyes?

- No, no diré nada, tranquila. - Le aseguró su intimidada interlocutora con la voz trémula por el miedo. -



            Sandy no la dejó seguir, apartándola de su camino con un empellón que casi la derriba, salió de allí. Satory se quedó muy sorprendida, ¿qué se estaría tomando? Ella no había informado de que padeciera ninguna enfermedad. De haber sido así posiblemente no la hubiesen seleccionado. ¿Sería algún tipo de droga? Si Penélope se hubiese enterado de ello antes de partir seguro que la habría despedido. Además, Sandy parecía muy agresiva. Ahora que pensaba en ello, aquella joven daba la impresión de ser dos personas distintas. Muchas veces se enfadaba sin motivo aparente. Otras, en cambio, la muchacha estaba bastante más amable y tranquila. Satory  comenzaba a atar cabos y se percató de que eso solía coincidir después de que su compañera regresara del baño. Quizás esas pastillas fueran antidepresivas. O para combatir alguna especie de trastorno bipolar. No quiso pensarlo más, salió de nuevo y vio a la joven tomando anotaciones como si nada hubiera pasado. Por su parte, Amatista,  que observó su semblante lívido, y también la mirada que su amiga dedicaba a esa estúpida, se acercó, preguntándole preocupada.



-¿Qué te ocurre, Satory? , te noto pálida. ¿Te encuentras bien?

- Sí, sí, no es nada, nada.- Se apresuró a decir ésta sin poder disimular su nerviosismo y temor al observar a Sandy. – Tranquila…

-¿Te ha pasado algo ahí dentro con esa estúpida? - Inquirió en voz baja Amatista mirando a  ésta de reojo. – Me he fijado en cómo salía del cuarto de baño al poco de entrar tú.

- No, por favor, déjalo estar. No ha pasado nada. - Le pidió Satory más que preocupada, no queriendo levantar la vista ahora de su mesa. -

- Yo no lo creo. No sé qué habrá sucedido entre vosotras pero ya estoy muy cansada de dejarlo estar y de su actitud de matona perdonavidas. – Sentenció su compañera de piso y amiga, observando a aquella chica con creciente irritación. – Ya me las he visto contra otras de su calaña antes y va siendo hora de que alguien le deje las cosas claras…



           De hecho era cierto que Amatista estaba más que harta. Además, tal y como había estado diciéndose, no se sentía precisamente de buen humor por sus propias circunstancias. ¿Quién se habría creído esa idiota que era para tratar así a su amiga? Se valía de que la pobre Satory era dulce y buena, aparte de no ser en absoluto violenta. Era fácil que esa otra, con un físico más que notable, la apabullase a la menor ocasión. Y tal y como comentó a su amiga, juraría que la vio empujándola de forma bastante desdeñosa cuando retornaba del baño. No, ya era suficiente. Aprovechando que Penélope estaba ahora en el otro lado del laboratorio consultando datos que le suministraba el ordenador conectado a ese experimento, se dirigió rauda hasta la morena científica que pareció esperar esa reacción.



-¡No sé qué le habrás dicho a Satory!, ¡pero me gustaría ver si te atreves a repetirlo conmigo! - Le espetó  a Sandy que la miraba indiferente. -

-¿Te crees que me das algún miedo, niñata? - Le respondió ésta en tono desafiante y lleno de desdén. Sin apenas dignarse mirarla. – Hace falta mucho más de lo que tienes tú para asustarme.

-Tú no tienes ni idea de lo que tengo.- Replicó altiva y hoscamente la aludida.- Pero si sigues así pronto lo averiguarás…

-¡Pobre estúpida!- Se sonrió su contertulia moviendo la cabeza.- Eres tú la que no tiene ni idea…solamente eres una enchufada…



            Amatista estaba ahora realmente furiosa, sin poderse contener más  replicó a medio tono, para que únicamente su interlocutora pudiera oírla.



- Te crees muy valiente detrás de tu mesa de escritorio. O amenazando a una pobre muchacha que no es capaz de defenderse. ¡Pero eso se acabó! Cuando terminemos el turno ya ajustaremos cuentas tú y yo, si es que te atreves con alguien de tu tamaño. ¡Hija de mala madre! – Escupió  apretando los puños. -





            Para asombro de todas Sandy pareció volverse loca de repente. Agarró a la sorprendida Amatista del cuello elevándola como si fuera una muñeca de trapo y la empotró contra la pared. Ésta trataba de soltarse pero no podía moverse. La otra chica la sujetaba con una fuerza terrible.



- Si vuelves a llamarme algo así te mato, ¿me has entendido bien, estúpida? - Amenazó  Sandy con un rotundo siseo cargado de furia. -



Su rival estaba atónita. No había esperado aquello. Al principio la sorprendió asustándola pero no iba a dejarse achantar. Reuniendo todas sus fuerzas logró librarse para asombro de su propia antagonista y a pesar de todo no retrocedió, en vez de eso le plantó cara clavando su mirada, tan llena de rabia y ganas de pelea como la que ahora lucía su rival. Entonces intervino Penélope que  se percató de lo que ocurría cuando Sandy agarró a Amatista. Regresó corriendo desde el fondo del laboratorio, dejando una comprobación a medias. La jefa de investigación estaba ahora realmente enfadada.



-¡Ya estoy más que harta, os advertí de que no iba a tolerar otro incidente más! Para empezar las dos vais a estar suspendidas de sueldo por una semana.



            Pero ambas chicas respiraban agitadas y seguían enfrentando sus miradas con un gesto de furia, como si no oyeran nada. No obstante, Penélope estaba en medio y con su tono de hielo las obligó finalmente  a escucharla.



- He dicho que ya es suficiente ¿Qué creéis que estáis haciendo? Esto no es un corral para vuestras disputas personales. Y si no podéis aceptar eso, quizás no debáis seguir aquí.



            Al oír eso ambas contendientes parecieron pensarlo dos veces y se separaron aunque de mala gana. Su jefa las fulminó con la  mirada. Satory, al ver que la tensión crecía y las cosas podrían ponerse realmente graves, intervino con voz trémula.



- Ya basta chicas, ¡por favor! Penélope, no volverá a ocurrir, seguro. Déjalo pasar por esta vez. Ahora todas estamos muy nerviosas con el experimento. Luego, más tranquilas, hablaremos de ello.

- No - dijo ésta en tono inflexible. -Ya se lo había advertido varias veces. En cuanto terminemos esta prueba les voy a abrir un expediente disciplinario a las dos.



            Pero en tanto esa disputa tenía lugar todas se habían olvidado del propio experimento, hasta que Jen, la más cercana al mismo, se dio cuenta de que algo no iba nada bien...



-¡Penélope! - informó asustada. - ¡El matraz!



            Señaló hacia la prueba, ésta parecía estar calentándose demasiado. Entonces Sandy pareció intuir algo, se lanzó sobre Satory y Penélope apartándolas de ahí. Amatista al ver aquello hizo lo propio con Jen. A los dos segundos, una tremenda explosión sacudió el laboratorio...



Paralelamente a estos hechos. Mazoui y Leval habían comenzado el día presentándose ante su nuevo superior. El teniente mayor antecesor de Mazoui fue uno de los que murieron en combate en otra anterior escaramuza contra el enemigo. Su superior y comandante era un hombre maduro de aire serio y adusto. Llegaron ante su despacho y solicitaron autorización para entrar, les fue concedida y pasaron saludando y en posición de firmes. El tipo, sentado tras su mesa y revisando al parecer los informes sobre ambos, tardó en devolverles el saludo, haciéndolo de forma descuidada. Después, les dio el típico discurso de advertencia, más que de bienvenida.



- Soy el comandante Nathaniel Zorton - se presentó  como si estuviera airado. - Espero y deseo de ustedes la máxima eficiencia y dedicación y que sólo se ocupen de cumplir con su deber. Sé que ambos han sido ascendidos por grandes méritos, pero no se engañen, eso no basta en mi escuadrón.  Aquí se debe uno ganar la plaza día a día. Trabajando sin descanso. Usted - le dijo a Mazoui informándole de lo que ya sabía. - Se hará cargo de la primera escuadrilla. Sustituirá al mayor Stevens, muerto en combate. Era un buen oficial, únicamente espero que se muestre a la altura de su nueva responsabilidad.

- Sí señor, haré lo posible para no defraudar su confianza,- repuso tajantemente el joven consiguiendo un gesto de aprobación que Zorton le hizo con la cabeza. -

- En cuanto a usted, teniente - se dirigió ahora hacia Leval con el mismo tono duro y seco. - Se le destina a la segunda escuadrilla.

-¿A la segunda? - Inquirió el aludido sorprendido, añadiendo. - Yo creí que Mazoui y yo íbamos a ir juntos. Señor.

- Teniente - le amonestó Zorton. - A su superior llámele mayor o señor. Por lo menos cuando esté delante de mí. Otra cosa es que él le tolere familiaridad en el trato después. Necesitamos un piloto para la segunda escuadrilla, es su destino y no hay más que decir. ¿Está claro?

- Sí señor, discúlpeme. Verá, el mayor O’ Brian y yo somos primos. - Se apresuró a contestar el muchacho algo aturdido ante tal rotundidad y mal talante. -

- Pues aquí son oficiales a mi mando. Ya les he advertido que en mi escuadrón se hacen las cosas a mi manera, espero no tener que repetirlo. Es todo - sentenció Zorton que añadió con acritud - pueden retirarse. Tómense libre el día de hoy para irse aclimatando. Sus nuevos compañeros y subordinados, en el caso del mayor, les pondrán al corriente de lo que deban saber.



Leval y Mazoui saludaron de nuevo, dieron media vuelta y se marcharon. Tardaron lo justo después de salir del despacho de su comandante y del edificio para cambiar impresiones de regreso a sus habitaciones.



- Me parece que ese tipo es un hueso.- Comentó Leval con un tinte de decepción. – Da la impresión de que tuviera algo en contra nuestra.

- No te creas - rebatió Mazoui  con más despreocupación. - Para mí que debe comportarse igual con todo el mundo.

- Eso espero. Porque, de otra forma, mal he comenzado con ese tipo. - Sonrió su interlocutor tratando de olvidarse del tema.- En fin, tendré que ir con cuidado.



Su primo quiso aprovechar entonces para variar el rumbo de esa conversación  y le propuso con un tono más desenfadado.



-Bueno, como tenemos tiempo, ¿qué te parece si nos pasamos por el laboratorio de las chicas? Deben estar a punto de salir.

- No tengo muchas ganas, ni creo que sea buena idea,- repuso Leval que extinguió esa leve sonrisa  respondiendo de un modo huraño ahora. -

- Vamos hombre - le pidió su primo tratando de desdramatizar. - ¿Es que todavía estás enfadado con Amatista? Ya se ha disculpado ¿no? Olvídalo de una vez.

- No es tan sencillo, Mazoui - contestó su interlocutor de mala gana para quejarse de seguido. – Ya te lo dije ayer. Siempre me prejuzga, nunca deja hablar a nadie, se cree que siempre han de hacerse las cosas cuando a ella le viene en gana y como le parece.  Antes parecía ser de otra manera. Pensaba que, con los años, se había vuelto razonable y más madura. Pero me ha demostrado que no es más que una cría consentida y piensa que cuando se equivoca le basta con una disculpa y un par de lágrimas en la cara para que la perdonen. Pues conmigo no le va a servir, ya es hora de que se comporte como una mujer adulta.

-¿En qué sentido lo dices? - Le preguntó Mazoui con malicia. -

- ¿Qué quieres decir con eso? - Le inquirió a su vez su perplejo contertulio. –



Su primo se rio en tanto declaraba diríase que hasta divertido de ver la expresión de su interlocutor.



-Cuando te oigo hablar así de ella, me da la impresión de que parecéis un matrimonio que se ha peleado.

-¡Oh vamos, Mazoui! - saltó Leval a la defensiva. - Sabes perfectamente a lo que me refiero. Tiene que comenzar a asumir sus errores de forma responsable y no tratar de quitárselos de encima. Eso si quiere que tengamos una relación adulta. Sin ir más lejos, no se le ocurrió mejor cosa que salir con el idiota ese de Logan para fastidiarme, debe pensar que todavía seguimos en el instituto. - Añadió casi sin pretenderlo. -

-¿No me digas? ¿Una relación adulta? ¿Cómo de adulta? - Repuso su interlocutor con la clara intención de pinchar a ver que sacaba. - ¿No decías que era como tu hermana pequeña?  Pues entonces, ¿desde cuándo has dejado de verla de esa manera? ¿O es algo más que eso para ti?

-¡No seas ridículo! - exclamó el interpelado que parecía molesto y hasta azorado por esa observación cuando recriminó. - Estás retorciendo todo lo que digo…



Mazoui casi juraría que se había puesto colorado. Lo cierto es que eso le divertía. Y quizás pudiera hacer que su primito terminase por admitir lo que en realidad sentía.



- A mí no me puedes engañar, lo sabes. ¿Por qué no dejas de intentarlo contigo mismo? - Le aconsejó  a su contertulio con más seriedad y tinte afable, que de broma. – Creo que ya es hora…

-¿Pero bueno, qué te pasa? - Inquirió Leval tratando de desviar el tema. - ¿Esto qué es? ¿Un interrogatorio sobre lo que crees que pienso? Mazoui, te agradecería que dejases de hacer esto.

-¿Hacer el qué?,- respondió éste encogiéndose de hombros y mirando con una expresión divertida a su amigo. - ¿Qué se supone que hago?

-¡Que no te metas en mi cabeza! , odio que intentes averiguar lo que estoy pensando a cada momento y tú sabes que no me gusta.

-¡Eh, no te des tanta importancia! - rio el interpelado que añadió con sorna. - Tú no tienes nada interesante ahí dentro que se pueda averiguar, sólo eres un cabeza hueca.

- Vaya, eres muy gracioso - se sonrió su interlocutor mejorando su humor con esa chanza, para añadir él a modo de media broma. - Cuando estemos en el área de entrenamiento, ya verás como no te ríes tanto.

-¡Uy, qué miedo! - repuso despreocupadamente el aludido que insistió con más jovialidad. - Anda, vente al laboratorio solamente un ratito. Es preguntar y suavizar un poco las cosas. Vamos, Leval. Sabes que Amatista es una buena chica, y aquí somos una familia. No tiene sentido estar peleados. Nunca se sabe lo que puede suceder. Nos necesitamos todos  y lo sabes muy bien. - Suspiró ahora con un tinte de pesar. – Quizás después pueda ser tarde.



            Su primo no supo qué oponer a eso. Guardó silencio durante unos instantes y finalmente asintió. Ahora recordó a Granate, ¡ese pillastre! No paraba de hacer gamberradas y de comportarse como un crio las más de las veces. Sin embargo, demostró tener un gran valor llegado el momento y cuando Leval supo por la propia Amatista que su primo se había enamorado de la reina de la Luna Nueva, todavía le dolió más profundamente su pérdida. En el fondo Mazoui tenía razón. No merecía la pena, ya hablaría con esa chica. De modo que, lanzando un suspiro a medio camino entre conciliador y resignado , pudo replicar.



-Bueno, un ratito en el laboratorio, las saludamos, trato de que esa cabezota comprenda las cosas y después… cuarto de entrenamiento, me lo debes.

- Vale - concedió su primo feliz de que al final Leval diera su brazo a torcer. - Luego te prometo darte oportunidad de que me hagas pupa. Si es que puedes.

- De acuerdo,- asintió el muchacho más animado, aunque de inmediato advirtió aunque con más suavidad. - Pero no te creas que voy a cambiar de manera de pensar. Esa chica tiene que madurar…



            Su amigo y compañero se encogió de hombros y ambos se dirigieron al laboratorio. Llegaron a la sala de espera y se sentaron allí. Les informaron que el equipo técnico estaba llevando a cabo un experimento muy importante y que no se sabía cuándo podrían concluir. De modo que decidieron marcharse.



-Que conste que lo hemos intentado.- Comentó Leval quien hasta parecía aliviado.-

-Esta no vale.- Comentó Mazoui.-

-¿Cómo qué no? Yo he venido pero ella no estaba.- Se permitió bromear su interlocutor.-



            Su primo elevó la mirada hacia arriba moviendo levemente la cabeza, como si quisiera de ese modo humorístico proveerse de más paciencia. Al fin comentó con tinte resignado pero divertido a un tiempo.



-No creas que te vas a librar tan fácilmente. Ya habrá otra ocasión.

-Bueno, pues hasta que ese momento llegue, ya sabes. Vamos a entrenar.- Le recordó su interlocutor con un tono más animado ahora, añadiendo.- El doctor Adams ha estado haciendo unos ajustes en la cámara. Me ha garantizado que podríamos alcanzar hasta cien ges.

-¡Tú estás como una cabra!- Se rio Mazoui.-

-Puede ser, pero creo que somos capaces de soportarlo.- Afirmó su primo.-

-Lo máximo que hemos tenido han sido treinta, y es realmente muy duro. Casi ni nos podíamos mover. - Admitió su contertulio.-

-Mi padre me contó que su maestro Son Goku y el rey Vegeta eran capaces de resistir más de quinientas.- Afirmó Leval.-

-Te recuerdo que ni tú, ni yo, somos ellos.- Declaró Mazoui, agregando no sin admiración.- Esos tipos eran una especie de dioses o algo así. ¡Si hasta los saiyajin de Nuevo Vegeta les veneran!

-Eso es cierto.- Tuvo que reconocer su interlocutor.-

-En fin. Todo con tal de que arregles las cosas con Amatista.- Le recordó una vez más Mazoui.-

-Ni que te pagara como abogado.- Suspiró su interlocutor, cediendo al fin.- Está bien. Luego volvemos. Trataré de aclararlo todo con ella.



Mazoui pudo sonreír al fin. Se daba perfecta cuenta de que su primo estaba deseando solucionar aquello, incluso más que él. Pero tenía que hacerse el difícil. Al menos había logrado encauzar las cosas. Ya no había prisa, las verían después. Se alejaban justo cuando se produjo la explosión que atronó el lugar. La puerta del laboratorio saltó por los aires y ellos se tiraron al suelo para eludir las esquirlas y trozos de la pared. Los equipos anti incendios se dispararon y los dos reaccionaron al punto.



- Ha sido en la sala de pruebas, ¡deprisa! - urgió Mazoui. -



            Entre aquel caos de sonidos de alarmas y parpadeos de luces rojas de emergencia ambos entraron en la sala a través de la destrozada compuerta de acero. Sólo veían cascotes y escombros por todas partes. Levantaban estos de forma frenética.



-¿Dónde están las chicas?- gritaba Leval en voz alta, intentando localizar a alguien.-

-Aquí veo a alguien.- Le indicó su primo, levantando un fragmento de pared.-



Bajo él encontraron a una joven morena que estaba herida de cierta consideración y cubría con su cuerpo a Satory y Penélope. Por fortuna ambas estaban indemnes.



-¡Dios mío!- Pudo decir la doctora Winters:- El resto de mi grupo. ¿Dónde están las demás?

-Estamos en ello, usted salga de aquí.- Le pidió Leval intentando mantener la calma pese a estar realmente asustado.-



Mazoui se encargó de avisar a los del equipo de rescate que se hicieron cargo de las compañeras de Satory. La jefa del proyecto no deseaba irse aunque esa otra chica morena logró persuadirla.



-Aquí únicamente estamos estorbando. Dejemos que el equipo de rescate trabaje.- Le pidió con tono comedido.-



Él en persona se ocupó de Satory. La joven estaba consciente y muy asustada. Mazoui, ayudándola con suavidad a levantarse, le inquirió entre atónito y alarmado.



-¿Qué ha ocurrido?

- Al…algo…falló – pudo apenas musitar la pobre chica a punto de sufrir un ataque de nervios.- No, no sé lo que ha pasado…



Sus gafas se habían roto y tenía arañazos y magulladuras. Aunque sangraba un poco por algunas heridas y estaba bastante manchada, afortunadamente era más aparatoso que grave.  Por suerte, el shock parecía ser lo único que había sufrido. Sin que ella lo advirtiera el muchacho le transmitió un poco de su energía curativa. Enseguida, la conmocionada chica se sintió algo mejor y pudo explicar.



-Debió de haber una sobrecarga en los sistemas y estalló la cubierta de protección. ¡Dios mío!



            Fue lo único que pudo decir, dando un vistazo alrededor del dantesco escenario de escombros y ruinas en el que se había convertido el laboratorio, luego se desmayó de la impresión y Mazoui la levantó en brazos.



-¿Dónde está Amatista? - Preguntaba frenéticamente Leval mientras levantaba enormes bloques de cemento y retorcidos hierros tratando de encontrarla. - ¿Dónde está?,- trató de  interrogar a Satory pero ésta ya había perdido el sentido. -

- ¡Déjala! - le pidió su primo tratando de serenarle - se ha desmayado. No está para responder preguntas, yo la localizaré.



Mazoui se concentró, quería calmar a su amigo pero él mismo estaba alarmado. Por más que lo intentaba no conseguía encontrar la energía de la chica



-¡Oh, no! No percibo nada. Espero que no haya muerto,- pensaba tratando de no asustarse. -



            Leval arrancaba literalmente los cascotes tratando de excavar. Entonces escuchó jadeos entrecortados y levantó unos restos de la mampara de acero. Allí la vio atrapada bajo una viga. Había protegido con su cuerpo a otra muchacha que estaba inconsciente. Levantó aquella columna de metal para liberarlas. Los servicios de rescate llegaron y pudieron llevarse a esa otra chica. Amatista por su parte estaba llena de sangre producida por cortes en muchas partes de su cara y cuerpo.



- Amatista ¿Puedes oírme?- le preguntó él con visible inquietud al ver tanta sangre.  -

- Leval - musitó ella  apenas consciente y con la voz entrecortada en su idioma materno, en tanto apretaba los dientes y cerraba los ojos. - J´ai mal partout...

- Tranquila,- le dijo mientras levantaba también el gran peso que atrapaba las piernas de la chica sin esfuerzo aparente. - Te sacaré de ahí.



            Por suerte aquello sólo la había estado aplastando unos minutos. La muchacha no precisaba de torniquete. Mazoui enseguida que pudo dejó a Satory en una camilla y se aproximó. Transmitió algo de su energía a la víctima. Tenía las piernas destrozadas por el peso del metal y el cemento. Por fortuna, él se ocupó de reducir el daño cuanto pudo sin ser visto. Leval entre tanto atrajo a unos camilleros agitando los brazos. Cuando llegaron se ocuparon de inmovilizarla cuidadosamente para izarla con suavidad en una camilla.



- Te llevarán al hospital.- Le comentó él a la chica que estaba muy asustada. – Te recuperarás enseguida…



Amatista apretaba los dientes sin cesar con un claro gesto de dolor a la par que tiritaba debido a la pérdida de sangre.



- Leval, J´ai mal partout, ¡je ne  sens pas mes jambes!- gemía aterrada. – j´ai beacoup du froid.

- Ne t’énerve pas. Tout aurait de plus en plus meilleur. Rassure-toi. Te vas a poner bien, tranquila.- Le insistió él en ambas lenguas, tratando de no dejarse ir por la angustia y añadió con tono confortador sujetando una mano de la joven con las suyas. -Yo voy a estar contigo. No te dejaré sola esta vez. Te lo prometo.



            Aunque el muchacho estaba también muy asustado, hacía años que ella no hablaba en su lengua natal. Debía  sentirse muy mal para retrotraerse de aquella forma. Y por lo que Leval la entendió, Amatista sufría dolores en todo su cuerpo, ¡pero no notaba sus piernas! Eso podría ser muy grave. Además, vio una mancha de sangre cerca, la joven tenía perforada alguna zona del cuerpo cerca de la cadera derecha. Teniendo en cuenta que se quejaba de frio, con la elevada temperatura que había en esa sala, más tras esa explosión, eso solamente podía significar una cosa. Había perdido mucha sangre, su vida estaba en gravísimo peligro. Era preciso llevarla enseguida al hospital.



-¡Dios mío!- Pensaba él, lleno de inquietud.- ¡Ella no!…primero Granate y ahora…



 Trató de quitarse esa idea de la cabeza. Esperaba que hubiesen llegado a tiempo.



-¡Aquí!- gritó a un grupo de enfermeros que llegaron rápidamente con una camilla.-

-Hágase a un lado, por favor.- Le pidió un médico que iba con ellos.- Parece que esta mujer, de unos veinte años y complexión atlética, tiene varios traumatismos severos y heridas inciso-contusas con gran pérdida de sangre.- Les comentó a sus acompañantes.-



Leval miraba y escuchaba todo aquello impotente.  Estaba muy asustado e igualmente frustrado. ¡Ojalá hubiera llevado alguna alubia! Se la habría dado a Amatista y ella se hubiese recuperado enseguida.



-¡Maldición! No sé siquiera si me queda alguna.- Se dijo con pesar y desesperación.-



Al menos la chica estaba estabilizada. Amén de asegurarla con entablillados y un corsé especial, los enfermeros a las órdenes del facultativo se pusieron a trabajar muy rápido, habían cortado la hemorragia y colocado una bolsa de suero en una vía que tomaron en el brazo derecho de la paciente. También hacían continuas comprobaciones sobre su estado de camino a la zona de urgencia médica. Mazoui por su parte salió de allí con Satory, acompañándola en la camilla donde la había dejado mientras dos enfermeros la sacaban. El muchacho estaba más aliviado respecto de esta chica. Le inquietaba mucho más el estado de Amatista. Y, por si eso fuera poco, también sentía algo extraño. Le parecía como si alguna cosa quedase allí dentro, entre las ruinas, pero no podía ser nadie. Las chicas ya habían sido todas evacuadas.



-¿Había alguien más aquí dentro?- preguntó para cerciorarse.-

-No hemos encontrado a nadie más.- le respondió un miembro del grupo de rescate que había venido al poco rato de entrar él y Leval. -



Satisfecho con esa respuesta no pensó más en ello, A Satory la metieron en una de las camas que se habían habilitado en la sala contigua. Allí, junto a ella, descansaban Sandy, Penélope y Jen. La primera estaba ya consciente. Aunque tenía heridas de alguna consideración cuando la trasladaron ahora parecía estar mejor. Se levantó pese a los ruegos del personal sanitario interesándose por sus compañeras.



-¿Cómo estáis? - Les preguntó a Penélope y Jen que también estaban al fin despiertas. -

- Bien, gracias Sandy, me has salvado - le respondió  su jefa muy reconocida  para volver a su papel de científica y querer saber de inmediato. ¿Qué pasó?..

- No lo sé, quizás un fallo en el sistema de calibración del láser– conjeturó ésta. -

-¿Cómo está Satory? - Se interesó Penélope, preocupada al verla desmayada en una camilla. -

- Bien, no tema - repuso uno de los doctores. - Sólo sufrió un ataque nervioso y heridas de poca consideración.

-¿Y Amatista? - Inquirió Jen que se percató de que no estaba con ellas. -

- Su compañera ha sufrido fracturas en ambas piernas a la altura de las tibias y rotura de vasos importantes por perforación.- Respondió el doctor con semblante más preocupado. - Es algo serio y la han llevado al hospital. Aún no sabemos si pudiera tener dañada la columna y los nervios ciáticos. También hay que explorar para ver el estado de sus órganos internos.

- ¡Tenemos que ir a verla! - exclamó Sandy añadiendo con inquietud. -Nos necesitará a su lado.

- Es curioso que lo digas tú - intervino Jen con un tinte de reprobación. - Si no os podéis ni ver. Casi la matas antes y ahora te preocupas.



            La interpelada guardó un embarazoso y culpable silencio bajando la cabeza, sabía de sobra que Jen tenía razón. ¿Qué podría decir? ¿Cómo explicar sus propios miedos? Las causas que la habían llevado a ese comportamiento debían seguir siendo ignoradas por los demás. Aunque era perfectamente consciente de que las apariencias estaban en su contra.



-Mejor eso que la verdad.- Meditó apenada. -



Pero afortunadamente fue Penélope la que contestó, intercediendo por ella, con un tono esta vez suave y conciliatorio.



- Las disputas personales no tienen que ver con esto  y menos en un momento así, Jen. Todas somos compañeras. Y ellas dos se han arriesgado para salvarnos la vida.

- Es verdad, lo siento, Sandy - se disculpó la ayudante con visible arrepentimiento. – Perdona.

- No importa, me lo merezco - musitó quedamente ésta.- Ya nos veremos…



Y para sorpresa del resto, fue capaz de incorporarse sin problemas.



-Aguarde señorita.- Le pidió uno de los médicos.- No puede irse todavía. Tenemos que hacerle pruebas para ver si sufre alguna lesión o traumatismo.

-Estoy bien, gracias.- Musitó ella.-

-¡Pero, espere!- Insistió ese hombre tomándola de un brazo.-



            Sandy se giró clavando una intensa mirada de sus ojos color albahaca en los de aquel tipo para repetir con un tono más tenso, duro e imperativo.



-¡Estoy bien!



Su interlocutor quedó sin capacidad de respuesta, hubiese jurado que esas pupilas había destelleado de un tono rojizo intenso, aunque fuese por unas décimas de segundo. Intimidado, soltó el brazo de la muchacha quien no perdió el tiempo, saliendo al instante de la habitación.  



-Esa chica es muy rara.- Musitó Jen, mirando a Penélope.-



Su jefa prefirió no decir nada, aunque también observó sorprendida la reacción de Sandy en tanto esta se alejaba. Entre tanto Leval se paseaba nervioso por la sala de espera del hospital. Tenía que esperar a que el equipo médico que atendía a Amatista le avisase. Él no dejaba de preguntar con agitación a cada médico y enfermera que veía.



-¿Cómo está la paciente del accidente? ¡Respondan, por favor!

- Tranquilícese - era la casi invariable respuesta. - Dentro de un momento le pasaremos el informe clínico, procure sentarse y relajarse un poco. Así no ayuda nada a su amiga.



            A disgusto Leval obedeció y se sentó. Sabía que eso era cierto. Aunque no podía evitar sentir esa zozobra. Estaba muy intranquilo y se removía en el sofá. Cuando por fin salió una enfermera de la habitación a donde habían entrado a Amatista, el chico se levantó como un resorte.



-¿Qué ocurre? ¿Cómo está?- Inquirió de forma apresurada. -

- No tema. Está fuera de peligro. Ha tenido mucha suerte al ser rescatada tan pronto, podría haber perdido las piernas. Y por fortuna su espalda está bien.

-¿Puedo verla ya?- preguntó el chico con ansiedad. -

-¿Se llama usted Leval? - Quiso saber  a su vez la enfermera a lo que él asintió. - Pase, ella no ha dejado de repetir su nombre. Pero, por favor, está muy débil. Procure no cansarla y que no se emocione demasiado.

- No, descuide - le aseguró él forzándose a mantener el aplomo para remachar más aliviado. – Muchas gracias.



           Dando un largo suspiro de alivio luchó por calmarse. No le haría ningún bien a ella si se mostraba nervioso e inseguro. Cuando finalmente logró controlarse abrió lentamente la puerta de la habitación. La muchacha permanecía acostada en la cama, mirando al techo con la espalda ligeramente elevada y con las piernas escayoladas y en cabestrillo. Los brazos y la cabeza también estaban medio vendados. Leval se acercó despacio y tomó asiento en una silla a su lado. Ella trató de girar lentamente la cabeza e incluso de moverse hacia él, pero el muchacho la detuvo con un gesto.



- Tranquila, no te muevas, debes descansar.

- ¡Gracias por sacarme de allí! - le dijo Amatista tratando de no sollozar pero sin conseguirlo. - Muchas gracias.

- Ya ha pasado todo,- la animó él sujetándola de una mano para asegurarle con cariño. - Te pondrás bien. Los médicos dicen que has tenido mucha suerte.

- Casi no me noto las piernas, estoy asustada. Estaba medio sedada y les oí decir que podría perderlas, pero las tengo, ¿verdad que las tengo, Leval? - Preguntó ella mirándole con el gesto sobrecogido por el temor y la angustia. – Dime que siguen ahí…

- Sí, claro que las tienes - sonrió el muchacho con tono tranquilizador e incluso forzadamente jovial. -Tan largas y bonitas como siempre.

-¿Y si no pudiera volver a andar? - Preguntó ella con la voz quebrada por el miedo. -

- No, no - se apresuró a responder él. - ¡Cálmate! , los médicos me han dicho que te recuperarás. Aunque te llevará un tiempo. Lo cierto es que habéis tenido mucha suerte. Sobre todo Satory y tú. ¿Qué pasó en ese laboratorio? - Quiso saber él, dando paso ahora a la intriga que le asaltaba al pensar en eso. -

- No lo sé. Algo salió mal - narró ella tratando de recordar, pero su mente estaba confusa. - Sandy y yo discutimos, no me acuerdo exactamente de porqué.



            La joven se detuvo un momento, tratando de hacer un esfuerzo por recordar, Leval sujetó una de sus manos entre las de él.



-Tranquila, no te esfuerces.- Le pidió con evidente preocupación.-



            No obstante, ella no pareció escucharle y al fin pudo añadir.



-Cuando nos quisimos dar cuenta explotó la mampara de seguridad, todo fue muy rápido. Yo estaba justo en el medio de la explosión pero algo, una silueta de color blanco, se colocó delante y me protegió. Creí ver a un chico muy alto, de pelo largo, que sonreía. Quizás fue una alucinación, o es que pensé que iba a morir. Fue como un flash.

- Debes dormir un poco,- le susurró Leval sin hacer demasiado caso a esas palabras que juzgaba fruto de la situación extrema que ella había sufrido. - Tienes que descansar.

- No quiero quedarme sola - le pidió la angustiada muchacha. - Tengo miedo de no despertarme.

- Duerme tranquila, yo estaré contigo. Te lo prometo. - Le aseguró él acariciándole la frente con suavidad. -

- Eres tan bueno conmigo, lo has sido siempre. Lo siento tanto, no debí dudar de ti. ¡Siempre tengo que estropear las cosas con la gente que me importa! ¡Defraudé a tu hermana y ahora a ti!- balbuceó llorosa con un gran sentimiento de culpabilidad. -

- Todo eso está pasado - sonrió Leval que había desterrado aquello ante la gravedad de este suceso y el miedo que había pasado por la vida de la muchacha. - Olvídate de ello, también ha sido culpa mía por estar siempre tan ocupado. Pero cuando salgas de aquí nos tomaremos unos días libres, ¿vale? Yo pediré un permiso y podremos ir donde tú quieras. Te lo prometo.

-¿De verdad?,- sonrió ella, animada por primera vez cuando suspiró. ¡Qué ganas tengo de salir!

- Pues obedece a los médicos y no seas tan cabezota,- bromeó él arrancándola otra sonrisa. - Ahora trata de dormir.



            La emocionada chica asintió, él la reclinó ligeramente, ella cerró los ojos. Leval permaneció allí hasta asegurarse de que dormía. Ahora ya no sabía que pensar, cuando entró al laboratorio y vio esa desolación creyó por unos momentos que podría estar muerta y sintió una terrible desesperación. Amatista le importaba mucho, bastante más de lo que él creía. Y entonces pensó en que hubiera deseado decirle muchas cosas. Ya no era una niña, ni aquella chiquilla alocada que trataba de conquistarle recurriendo a los más estrafalarios métodos. Entonces le hacía gracia. Ella pensaba que él no se daba cuenta y Leval prefería hacérselo creer pues no imaginaba que pudieran llegar a nada serio con la amiga de su hermana pequeña. Lo veía como un juego más de adolescente y no quería hacerle daño con una negativa. Pero las cosas habían cambiado, fue verla salir con Logan y sintió como algo dentro de él se consumía ¿Por qué estaba tan enfadado? ¿Por la humillación que le hizo sentir ese idiota, o porque lo hizo delante de ella? No, si hubiera sido en privado incluso se habría burlado de él. No le habría importado lo de “sí señor, o no señor”. Pero delante de Amatista, no es que fuera por orgullo, era algo más profundo. La observaba dormida y se daba cuenta de lo bonita que era, incluso con aquellos vendajes. Tan desamparada  y tan frágil, con unos verdaderos sentimientos, de dolor, miedo y esperanza, que iban mucho más allá de aquellos intentos de citarse con él a tontas y a locas de antaño. La muchacha seguramente habría salido con ese estúpido en un desesperado intento para llamar su atención. Y desde luego, lo había logrado más de lo que ella podría pretender. Leval suspiró y salió en silencio de la habitación, también quería saber algo de las otras chicas y buscó a Mazoui. Éste entre tanto había acompañado a Satory al hospital, ella insistía en que se encontraba bien, pero el chico le pidió que, por seguridad, se sometiera a un chequeo.



-Nunca se sabe, más vale asegurarse.- Argumentó él agregando amablemente.- Me quedaré contigo para cerciorarme de que no te pasa nada.

-Muchas gracias.- Sonrió vergonzosamente ella.-



            Siendo así, la joven estaría encantada de pasar por todos los reconocimientos que hiciesen falta. Así que finalmente aceptó agradecida. Por suerte estaba perfectamente y fue dada de alta, marchándose con él tras preguntar por Amatista.



-¿Podemos pasar a verla?- Le preguntó Satory a una de las enfermeras.-

-Ahora mismo acaba de tener una visita y creo que se ha quedado dormida.- Repuso su interlocutora.-

-Será mejor que la dejemos descansar. Ya vendremos más tarde.- Le dijo Mazoui.-



Satory asintió, fue en ese momento cuando Leval los vio. El chico se interesó también por todas las demás. Gracias al Cielo estaban bien, salvo por heridas superficiales y hematomas. Pero por precaución serían dadas de alta al día siguiente. Sandy incluso, ese mismo día. Era sorprendente, estaba casi como si nada le hubiera ocurrido y se marchó enseguida a casa, tan tranquila, tras saber que Amatista se recuperaría. Leval también le contó a Mazoui aquella historia de la silueta aunque lo hizo con tono escéptico. Sin embargo, su amigo le escuchó muy interesado y le comentó.



- Cuando esté mejor, quisiera que hablásemos de ello. Tengo que preguntarle algunas cosas.

- Pero Mazoui, sólo era una alucinación debida a un trance de peligro de muerte.- Objetó su primo  sorprendido de ese gran interés. -

- No estoy muy seguro - rebatió él añadiendo con tono reflexivo. - Hay algo que me preocupa, pero no es eso, no sé. Es una de mis…corazonadas - aclaró ante la atónita mirada de Leval y Satory, sin querer ser más explícito delante de ella. - No lo puedo explicar - dijo rindiéndose por fin. - Será mejor que nos vayamos a descansar...si es que te encuentras mejor. - Le dijo a la muchacha.-

-Sí, muchísimas gracias por ocuparte de mí - sonrió débilmente la chica tomando una de las manos de él entre las suyas.- Eres tan amable…



            El chico se sonrojó un poco. Aquella pobre muchacha lo habría pasado muy mal y era su deber auxiliarla. Era una buena chica desde luego. Tras interesarse nuevamente por su estado ambos se marcharon a dormir dejándola en observación para mayor seguridad. Aunque no todos se fueron realmente. Tras un par de horas para adecentarse Sandy retornó. La joven ahora lucía un aspecto inmejorable. Estaba como si nada le hubiese sucedido. Aprovechando que todavía era hora de visitas y que el resto se había marchado a descansar, quiso entrar a ver a su compañera. Suspiró tratando de prepararse. Aquello no iba a ser nada fácil. Pudo pasar cuando le comentó a  los enfermeros de guardia que era una de las científicas de ese laboratorio. Al entrar estaba lista para encarar a esa muchacha y reconducir las cosas un poco. Sería buena idea el limar asperezas. A fin de cuentas, esa chica la exasperó pero solamente porque estaba tratando de defender a su amiga. Estaba dispuesta a ser conciliadora pero no tuvo que hacerlo. Por fortuna, la convaleciente dormía ahora. Quizás sedada. La morena muchacha se aproximó mirándola con pesar. Entonces tomó una de sus manos entre las suyas y le susurró.



-Perdóname. No era mi intención que esto sucediera… no eres mala chica pero no podrías comprenderlo. Ni tú ni las otras…



            Y tras unos instantes de observar a esa joven con pesar, Sandy salió de la habitación. Al menos en la soledad de su piso podría meditar un poco sobre su propia situación. Entre tanto, en las ruinas del laboratorio, algo extraño y amenazador, fuente de las preocupaciones de Mazoui, se materializaba poco a poco entre los escombros…



En la Tierra mientras tanto, alguien observaba también con mucha atención. Había esperado durante años, tras reunir información cuidadosamente. Alguna fuente anónima no obstante, la había ayudado.



-Ahora estoy tras la pista correcta.- Se decía con satisfacción.-



            De hecho, incluso soñaba a veces con detalles sobre sus indagaciones que se revelaban ciertos. Pudiera ser su instinto periodístico. El caso es que estaba tras la pista y siguió a la persona en la que se interesaba sin que esta lo supiera. Anduvo muy cerca aunque sin trabar contacto directo. No era el momento todavía. Primero debería hacerlo ajustándose a lo que le habían indicado.



-No comprendo el porqué de todo esto. Aunque no me disgusta la posibilidad de pasarlo bien.- Pensaba esbozando una malévola sonrisa.-



            El primer paso fue sencillo. Antes de aparecer directamente ante su objetivo debía preparar el terreno. Tras localizar a esa otra chica la estuvo vigilando. Era una estudiante de enfermería que trabajaba para pagarse los estudios y mantenerse, siendo dependienta en una tienda de lencería y ropa.



-Me he fijado en ella, y está claro lo que le gusta.- Se dijo divertida.- En eso al menos coincidimos. Pronto la abordaré. Y si todo sale como me han asegurado, no tendré ningún problema en persuadirla.



            Y así sucedió, puesto que Marla siempre tuvo talento para conseguir relacionarse con otras mujeres de un modo bastante íntimo. Era como si pudiera saber de inmediato cuales compartían sus inclinaciones. Sin embargo, no quiso apresurarse. Estuvo yendo a esa tienda fingiendo ser una clienta. (Aunque claro, compró algunas cosas aprovechando la situación y para dar verosimilitud a su tapadera) Al poco, esa jovencita se fijó en ella. Tras empezar a conocerse de una manera muy íntima en los probadores, esa muchacha, llamada Margaret, (aunque ella insistía en ser llamada Maggie), le contó algunas cosas.



-No sé. Me atraes mucho, me gustas. Pero esto no está bien. Estoy saliendo con otra chica.- Le confesó apurada.-

-Bueno, no soy celosa.- Sonrió Marla, añadiendo a modo de excitante propuesta.- Quizás si nos conociéramos las tres. Ya sabes, de un modo más íntimo, como hemos hecho tú y yo…puede que a ella le gustara. Podrías decirle…- Aquí se detuvo fingiendo desconcierto para preguntar.- ¿Cómo se llama tu novia?

-Kerria.- Respondió de inmediato su interlocutora.-

-Pues dile a tu querida Kerria que soy un regalo para estimular vuestra relación. Yo estoy de paso. De modo que no tiene que temer nada de mí.- Afirmó Marla, matizando luego.- O mejor, dale una sorpresa. Me has contado que sueles prepararle cenas muy románticas. ¿Verdad?.  Digamos que puedo ser el postre.



            Y así fue. Aunque Marla sabía perfectamente quien era esa chica. Sin embargo, engañó a Maggie haciéndola creer que no. Lo hizo tan bien que esa pobre tonta la creyó. Las cosas desde luego no salieron como en la primera variante de su plan. La tal Kerria, no solamente no quiso saber nada de hacer un trío sino que rompió con su novia. Maggie, no obstante, fue incapaz de ir tras ella cuando su ya ex salió llorosa de su apartamento, al verla junto con Marla. Pero esta había tenido la precaución de dejar grabando su móvil para captar toda la escena.



-¡Ja, ja, ja! Siendo una chica famosa, me pagarán muchísimo por esta noticia. -Llegó a comentar para horror de Maggie.-



            Y se fue al cuarto de baño, lista para llamar a la revista a la que ya había vendido algunos escándalos de personas conocidas. Lo cierto es que Marla poseía un enorme poder de seducción que gustaba de emplear para su beneficio. Especialmente con otras mujeres dado que, odiando a los hombres como los odiaba, únicamente recurría a esa persuasión con ellos para temas realmente muy importantes, y nunca dejándoles acercarse a ella de manera íntima. De hecho,  tan bien le iba con su capacidad de atracción que ya ni precisaba de escopolamina.



-Es una suerte no tener que comprar burundanga en el mercado negro. Alguien podría delatarme. Ahora únicamente necesito convencer a esta tonta de Maggie de que tenemos el negocio perfecto. ¡Kerria Malden, la ídolo juvenil, ex miembro de las Justices…tachan! ¡Es lesbiana! ¡Ja, ja!, va a ser toda una bomba. Aunque antes, siendo de las nuestras, deberíamos darle la oportunidad de comprar esa exclusiva. Creo que llamaré a su agencia.



            Empero, las cosas no salieron como ella las había previsto. Su encanto con Maggie no fue suficiente. Esa zorra la engañó, aprovechando que se fue al baño le había borrado todos los videos incriminatorios que tenía en su móvil, incluyendo, claro está, los de Kerria y ellas en esa habitación. Cuando, enfurecida le hizo ver lo estúpida que había sido, Maggie se lanzó contra ella y la echó de su apartamento literalmente a golpes. Jadeando todavía por la paliza y muy furiosa, Marla respiró hondo para calmarse.



-¡Estúpida! Te daré tu merecido, pero no me rebajaré a tu nivel. No pelearé contra otra mujer. Pero sé dónde ir para  vengarme.- Se dijo con malicia.-



            Al día siguiente, sabiendo que Maggie no entraba al trabajo hasta un par de horas más tarde, llegó a la tienda de ropa. No tardó en localizar a la dueña y entrando con apariencia de estar asustada, le pidió con voz temblorosa.



-¿Podría hablar con usted un momento, por favor?

-Claro, señorita. ¿Qué se le ofrece?- Inquirió su interlocutora observándola entre sorprendida y algo inquieta.-



            Y es que la apariencia de esa joven recién llegada llegó a preocuparla, estaba llorosa y hasta temblaba. Incluso se asustó cuando esa muchacha comenzó a hablar con un tono lleno de vergüenza.



-Esto es muy difícil para mí. No quisiera perjudicarla. Pero, verá…soy clienta de su tienda desde hace unas semanas. Y hay una chica, una empleada…



            Y para horror de la propietaria, Marla le contó como esa dependienta, de nombre Maggie, había comenzado a tratarla con mucha amabilidad, para ir luego pasando a ser demasiado afectuosa. Finalmente, hasta se metió en un probador con ella para besarla y manosearla.



-Me hizo proposiciones muy indecorosas.- Le confesó.- Estoy pensando seriamente en denunciarla, pero no quiero que su establecimiento sufra las consecuencias.



            En ese momento, una mujer joven se aproximó a las dos. Era de cabello oscuro, casi como el de Marla, y comentó en voz baja y tono lleno de prevención.



-Discúlpenme. No he podido evitar oír algo de lo que esta señorita ha dicho. A mí me ha sucedido algo similar. Esa chica debe de ser…ya sabe, Bueno, cada cual puede tener las preferencias que desee. Pero a mí también ha intentado tocarme con la excusa de que me quería ayudar a probarme una falda. Y la he visto mirando a muchas otras chicas jóvenes. ¡Incluso madres con niñas pequeñas!

-¡Yo, no sé qué puedo decir!- Musitó la horrorizada dueña.- Esa joven nunca me pareció que fuera de esa forma. Siempre ha cumplido bien con su trabajo.

-Pues yo no pienso regresar hasta que esa chica se vaya. Y mis amigas tampoco. No les ha gustado nada lo que les he dicho. - Anunció esa individua recién llegada.- Y tienen un fundado miedo. No saben a cuál de ellas podría violentar.



            La propietaria suspiró con gesto lleno de inquietud y alarma. No tardó en afirmar.



-Les ruego que acepten mis disculpas en nombre de este establecimiento. Por supuesto que no voy a tolerar que esto siga ni un momento más. Les prometo que tomaré las medidas oportunas.

-Siendo así, podremos seguir viniendo tranquilas. Si dejamos de coincidir con esa muchacha.- Comentó Marla con impostado temor.-



            La dueña así lo aseguró dándose por satisfechas, ella y esa otra mujer salieron. Una vez fuera, aquella individua sonrió, comentando divertida.



-No sé qué te habrá hecho esa pobre chica, pero estos han sido los doscientos pavos más fáciles de ganar de toda mi vida.

-Algo irreparable. Por eso, tranquila. Has hecho lo que debías ayudándome a darle su merecido. Por cierto, toma, un poco más.- Contestó Marla extendiéndole un billete de cien dólares.-



            Y cuando su interlocutora iba a tomarlo, ella se adelantó agarrándola suavemente de esa mano para añadir.



-Esto no es gratis, sino a cambio de un rato más de compañía. Ya me comprendes.

-Bien. Pasar ese rato contigo casi no puede considerarse como trabajo sino como placer.- Contestó su interlocutora con voz melosa.-



            Y se fueron juntas al apartamento de aquella mujer. Era una prostituta a la que Marla había abordado ofreciéndole hacerse pasar por una clienta de la tienda de ropa y decir aquellas cosas. Su anónima fuente se la había recomendado como una individua sin ningún tipo de pudor para un trabajo como ese. Ahora, una vez cumplida su misión. Las dos disfrutaron en efecto de su muta compañía antes de separarse definitivamente.



-Ha sido bonito, pero debemos decirnos adiós.- Sonrió Marla en tanto, tumbada junto a ella en la cama, acariciaba los pechos de esa mujer.-

-Lástima no saber siquiera como te llamas. De veras, contigo lo haría gratis.- Le comentó esa individua que parecía realmente complacida.-

-Ni tú debes conocer mi nombre ni yo el tuyo. Es mucho más seguro para las dos.- Afirmó su contertulia besándole en uno de los pechos.-



            Y tras levantarse se la cama se vistió y sin decir adiós salió de ese piso pensando.



-Bueno. Ahora, vuelta al trabajo.



            No perdió más tiempo, ni miró atrás, alejándose enseguida por una de esas concurridas calles. Tenía más cosas pendientes, aunque de momento el tema de Kerria Malden debía quedar aparcado. Una fuente anónima le había dado información bastante interesante sobre una mujer casada e insatisfecha con su esposo.



-Que además, resulta que es rica y tiene dos hijos.- Pensó esbozando una ladina sonrisa.- Tendré que averiguar el origen de esa insatisfacción, aunque, por lo que mi informador me ha indicado, ha sido vista frecuentando hoteles de fuera del Estado en compañía de preciosas jovencitas. Con suerte, podré ser una de esas afortunadas. Y hacerle pagar el precio.



            Eso sí, antes de ponerse a ello, se preocupó de acudir a la tienda al día siguiente, descubriendo con agrado que Maggie ya no trabajaba allí.



-Eso le enseñará a esa zorra a no volver a cruzarse en mi camino.- Pensó con gran satisfacción.-



Una vez concluyó su inspección y charló afablemente con la dueña, salió del lugar tras haberse comprado un par de conjuntos para celebrarlo. Por si fuera poca la dulzura de su venganza, la propietaria le hizo un magnífico descuento por no denunciar al local, ni hacerle mala publicidad. Marla por supuesto se reía de esa ingenua.



-No merecía la pena un pleito del tres al cuarto con una tienducha cuando tengo un objetivo mucho mayor. De modo que, ahora que ya puse a esa estúpida de Maggie en su lugar, vamos a centrarnos en la tarea verdaderamente importante.- Se dijo con una sonrisa llena de desdén y superioridad.-



            Y se alejó caminando sin prisa llevando las bolsas con su preciada compra, ignorante de la figura que, cubierta por un oscuro sayal, la observaba al tiempo que parecía anotar algo en una especie de cuaderno desapareciendo al instante siguiente.



                                     anterior                                                                siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)