Al día siguiente Leval tenía que presentarse ante el
jefe de su escuadrilla. El mayor Freejar. Era éste un hombre fornido, de raza
negra, cuyo rostro parecía expresar un malhumor permanente. Lo que en palabras
de Tracer sería como estar sentado encima de un cactus. Asimismo, advirtieron
al joven del alto grado de sarcasmo de aquel tipo.
-Ya verás cómo se las gasta.- Le avisó un compañero piloto.
–
-Bueno, eso será tan malo, pero intentaré tener el
mayor cuidado posible.- Repuso el joven.-
Así pues, tratando de ser lo más cauteloso y
discreto posible, el recién llegado entró en una sala de juntas cuando le dieron
permiso y se cuadró saludando a su superior, quien estaba allí de pie
observándole con gesto indiferente.
- Se presenta el primer teniente, Leval Malden, para
incorporarse a su escuadrilla, señor.
-¡Aleluya!- escupió sin entusiasmo Freejar,
mirándole de reojo para añadir con el mismo desinterés. - No se quede ahí parado
como una estatua, sígame, teniente.
El
mayor salió de la sala y le guió a su despacho. Tras indicar al chico que
entrase su superior se sentó dejándose caer sobre su sillón y mirando con esa aparente
indiferencia al recién llegado que mantenía su posición de firme.
-¿Todavía está usted aquí? - Preguntó el mayor con
sorna dejando a Leval atónito. - ¿Qué diantres quiere?..
- Disculpe señor, pero usted me dijo que entrase. - Le
respondió el sorprendido chico. –
Aquel tipo le observó de arriba a abajo y tras una leve
pausa inopinadamente retomó la palabra.
- ¡Ah sí!, que cabeza la mía, bueno. Está bien,
teniente ¿Sería usted tan amable de describirme?
- Perdone, señor. ¿Cómo dice?,- le preguntó el
muchacho sin entender absolutamente nada. -
-¿Está usted sordo o no habla mi idioma? - Le
inquirió Freejar a su vez agregando con sarcasmo. -Haga una somera descripción
de mi persona, olvide eso de que soy encantador.- Su interlocutor dudaba y su
superior le apremió de forma hosca. - ¡Vamos hijito, que no tengo todo el día!
El
chico supuso que eso debería formar parte de algún tipo de test o prueba y se
aventuró a ello comenzando con su máxima objetividad.
- Bueno, es usted un hombre de metro ochenta y cinco
más o menos.
- Metro ochenta y seis - corrigió Freejar que ahora
añadió con satisfacción. - Va usted bien... siga, siga...
- Unos cuarenta años.
- Cuarenta y dos para ser exactos. - Continúe, no se
le da mal. – Afirmó su comandante con aprobación. -
- Constitución fuerte y de color…
Aquel hombre le volvió a cortar llevándose una mano
al pecho para preguntar con un gesto de exagerada sorpresa.
-¿De color? ¡Esta sí que es buena! ¿Y de qué color
soy?,- sonrió con malicia. -
- De ninguno señor, bueno. Es lo que se llama un
hombre de color.- Contestó Leval sintiéndose bastante apurado y no menos desconcertado.
-
-¿No me diga?,- exclamó Freejar levantándose con los
brazos extendidos. -Yo que pensaba que era negro. ¡Fíjese que extraño! Mi padre era negro,
mi madre era negra, mis abuelos eran negros y mi mujer y mis hijos lo son
también y ¿qué soy yo? ¡Un tipo de color! Pero usted no sabe de qué color. ¿No
cree que es algo raro? ¿Se acuerda usted de esa película llamada el Sargento Negro?
- No, señor. No creo haberla visto. – Tuvo que
contestar el muchacho, cada vez más envarado. -
- ¡Joder! y tampoco le gusta el cine – musitó su superior
para sí en tanto añadía. - Y hasta me ha fastidiado la broma. De haber dicho
que sí, yo le hubiese contestado que ese era mi abuelo. ¿No lo pilla? sargento
negro y ahora mayor negro. La familia ha ido ascendiendo, sí hombre, ¡como en
Raíces!, que claro, tampoco conocerá.
- Leí la novela, señor. Muy buena historia. - Pudo
decir el chico con visible alivio. Al menos en esa había salido airoso. –
- Y encima presume de leer. – Desaprobó Freejar
moviendo la cabeza para sentenciar no sin sorna. - Ya se han vuelto a equivocar
en el cuartel general, me han enviado a otro bibliotecario.
Leval
le miraba asombrado, no sabía que decir y el mayor le explicó con tono
resignado.
- Mira hijo, no te hago esta prueba por que esté
loco. Aunque sobre eso hay diferentes opiniones. La mía que cree que no y la de los demás que
mantienen todo lo contrario. Bueno, dejemos eso. Solamente quería saber qué
clase de tipo eras. Y, por cierto, voy a tutearte, tanto si te importa como si
no.
¿Y cómo lo sabe usted? Me refiero a qué clase de
persona soy. - Preguntó el muchacho sin entender nada aunque casi se sonreía
contra su voluntad ante las peroratas de su superior. -
- Verás,- repuso cansinamente Freejar. - Hay dos
tipos de individuos. Los que dicen que soy negro. Y los que sostienen que soy
de color. Los primeros llaman las cosas por su nombre y son muy útiles para
situaciones de emergencia, uno sabe enseguida a qué atenerse con ellos. Los
segundos, y lamento contarte en ese lado, son unos jodidos chorras. Te pondré
un ejemplo, si estuviéramos rodeados de enemigos, dirían. Señor, la situación
está bien jodida, y no como los otros, que dirían. Señor, estamos en problemas.
Hay una sutil diferencia. Me refiero a que, en un momento difícil, un combate o
alguna emergencia, las órdenes deben ser claras y no dejar lugar a la duda. Cuando
pido un informe me gustan las respuestas rápidas, claras y concisas y me joden
los eufemismos. ¿Comprendes? Lo otro está muy bien para reuniones sociales y
cócteles o en programas de televisión, pero en mi escuadrilla, no.
-¿Entonces, le puedo hablar con libertad? - Se
atrevió a preguntar Leval. -
Freejar
alzó los brazos al cielo y nuevamente exclamó con parafernalia teatral.
-¡Aleluya! Al fin me
vas a hablar como tenías que haberlo hecho desde el principio.
- Con el debido respeto, señor. No me parece justo
que estime una opinión sobre mí con una prueba tan ridícula. - Le reprochó el
joven a su vez. –
- Con que no ¿eh?- Se sonrió su superior queriendo
saber con aparente interés. - ¿Por qué?
- Verá. - Afirmó Leval. -Yo no sabía si decirle
“negro” a mi nuevo jefe de escuadrilla el primer día iba a resultar aconsejable
o no. No habría empezado bien cabreándole nada más conocerle, señor. Y hasta
podría ser considerado como un insulto racista.
- Esa es una gran verdad - sentenció Freejar que
ahora añadió con burlona sorna. - Pero mira por donde ya me habías cabreado.
Aunque veo que por lo menos has sido sincero.
- Si me permite. Ya que le gusta la sinceridad.
Usted sabe que no puedo hablar así a un superior en rango o me arriesgaría a un
consejo de guerra. Y creo que, en lugar de palabras más o menos acertadas, son
los actos los que nos describen mucho mejor. – Se envalentonó el chico, que
parecía aún indignado al rematar. – Y en lo referente a eso sí que podré
mostrarle lo que valgo.
Ahora
el mayor parecía observarle cuidadosamente, llevándose una mano a la boca en
actitud pensativa. Al poco asintió con la cabeza.
- No pareces mal chico, y en eso último que has
dicho llevas toda la razón. Me disculpo contigo, hijo. No era mi intención
ofenderte, pero voy a explicarte cual era mi objetivo. Verás. Me gusta que mis
hombres vengan a mí con la verdad por delante y que si tienen algún problema no
duden en decírmelo. De este modo hemos roto el hielo. Ahora no creo que tengas
problemas en venir a hablarme con total libertad en los límites de este
despacho, cuando estemos solos. En otros sitios, desgraciadamente, debemos
seguir eso tan latoso que se llama protocolo militar.
- Se lo agradezco, señor.- Pudo replicar el muchacho.
– Siempre es algo bueno saber que el oficial al mando se preocupa de sus
hombres.
Su interlocutor se repantigó ahora en su
sillón y dedicándole una mirada inquisitiva retomó la palabra.
- Mira. No es que me guste hacer de consultorio
sentimental ni de cura. Es que no quiero que ninguno de mis subordinados vaya a
una acción con la cabeza pensando en otra cosa y no me lo diga. Mi deber es
estar al corriente de cualquier asunto que pueda hacer perder la concentración
de mi equipo. A veces, más que un oficial al mando me gusta considerarme como
un entrenador. Sé de muchos y muy buenos pilotos que se fueron al infierno sólo
por no poder concentrarse en su misión.
- Le comprendo, señor.- Pudo sonreír el muchacho
ahora cuando le confió. – Mi padre es entrenador de baloncesto y siempre decía
algo parecido.
- Vaya, que halagador, me comparas con tu padre y
todo, y eso que nos acabamos de conocer. Por curiosidad. - Quiso saber Freejar
ojeando la hoja de servicios de su subordinado. – Te apellidas Malden, ¿tu
padre no será?...
- Roy Malden, señor. Entrena a los Knicks – Replicó el
chico no sin orgullo. –
- ¡No me jodas! ¿Roy
“The Invisible Man” Malden? ¿Tú eres su hijo?- Exclamó aquel tipo
incorporándose de golpe de su sillón.- ¿ Tu padre es el Hall of Famer?...
- Sí, señor. –
Admitió su interlocutor con patente satisfacción. –
- Vaya, ésta sí
que es buena. Me encantaba verle jugar. ¡Cómo robaba balones el jodío! Era realmente bueno. – Y ante el gesto
sonriente del chico, su superior pareció dar por terminada esa particular
charla para remachar - Bueno. Pues ya sabes. Si tienes algún problema estoy aquí.
- De acuerdo señor, pues ya tengo uno.- Confesó
abiertamente Leval. -
- Empiezas pronto, chaval - suspiró Freejar mirándole
incrédulo y queriendo saber. - ¿Y de qué se trata?
-Vera señor…hay una chica amiga mía que ha sufrido
un terrible accidente. Hace ya años que nos conocemos…
El
muchacho le habló un poco de Amatista y de cómo se conocieron y le contó lo
ocurrido en el laboratorio. Su interlocutor le escuchó atentamente, esta vez
sin interrumpir. Cuando su subordinado terminó el peculiar oficial pareció
tomarse unos segundos para decir en tono reflexivo.
-¿Y esa chica es importante para ti, no?...
- Sí, señor, - admitió Leval - es como una hermana.
-¡Y un cuerno!- espetó Freejar volviendo a
sorprenderle en tanto encendía un largo cigarro puro. - Por la manera que
tienes de contarlo parece tu novia o algo así. Puede que pienses que soy muy
atrevido para darte esta opinión, pero por algo soy más viejo, tengo más
experiencia y sobre todo mando más que tú, por tanto te digo lo que me apetece.
Y deja que te diga otra cosa, tú sabes que tengo razón. Empezaste mal no siendo
sincero conmigo, pero irás aún peor si no eres sincero contigo mismo. Lo
primero lo has corregido, ocúpate ahora de arreglar lo segundo o eso se te
quedará ahí en forma de problema y entonces sí que vas a estar verdaderamente jodido.
Aquellas
palabras dejaron al chico tan perplejo como reflexivo y no pudo evitar
preguntarse en voz alta.
-¿Y por qué todo el mundo me dice lo mismo?
-¡Por que se ve a un año luz de distancia! ¡Es más
cantoso que una cucaracha en un plato de arroz! - Declaró Freejar con su altisonante
teatralidad. - Bien, bien, no estoy aquí para hacer de casamentera tuya. Así
que habla con ella y dile lo que tengas que decirle. Luego te incorporas a tu
caza, es el número tres de la escuadrilla. Cuando esa chica esté bien y seáis
tortolitos ya hablaremos. Entre tanto misiones de reconocimiento de corto
alcance y entrenamiento en simulador. Y mucho tiempo libre para que puedas ir a
verla. Eso les gusta a todas. ¡Ahora piérdete! Tengo mucho jodido papeleo por
revisar.
El
muchacho saludó aunque antes de salir,
Freejar le comentó casi diríase que divertido.
-Por cierto, olvidaste algo al describirme, estoy
como una bola de billar.- Declaró señalando su rapada cabeza.- ¡Anda lárgate!
Y Leval salió al punto, escuchando rezongar al tipo
aquel.
-"De color” ¡ja, hay que fastidiarse con la
nueva ola! Y mira que no haber visto Raíces. Me he leído la novela, ¡ja! Encima
intelectual…
Desde luego y pese al tono de sus comentarios, Leval
no pudo dejar de pensar en lo que su superior le había dicho. A su particular
forma Freejar tenía razón y le había bastado con escuchárselo afirmar de ese
modo tan contundente para darse cuenta de algo. Estaba claro que las cosas tendrían
que cambiar, debía ser franco con lo que verdaderamente sentía. Por el momento
él no dejaba de visitar a Amatista y de
tratar de contribuir a su recuperación, no de distraerla de la misma, aún era
pronto para decir nada. Era necesario que ella se sintiera más fuerte y mejor.
De este modo pasaron algunos días, Mazoui dirigió su primera salida como jefe
de vuelo en su escuadrilla. Al volver a la nave fue a preguntar por Satory y Amatista.
La primera ya estaba de vuelta en el trabajo, así que fue a ver a la otra. La
encontró bastante mejor. Fiel a su palabra Leval había estado pendiente de
ella, le llevaba cuadernos para escribir pues la chica quería distraerse
componiendo nuevas canciones. Momentáneamente, la habían liberado de sus
responsabilidades en el proyecto para que descansara. Mazoui la sorprendió
tarareando nuevas melodías y letras para acompañarlas, eso era una buena señal.
Tocó a la puerta y la muchacha giró la cabeza hacia él esbozando una sonrisa e
invitándole a pasar.
- Me alegro de ver que estás mucho mejor, Amatista.
- La saludó él que agregó a modo de disculpa. - Leval me dijo que ya podía
hablar contigo, pero estos días estuve ocupado con misiones de vuelo. El nuevo
destino tiene más trabajo aparejado al ascenso.
- No te preocupes - repuso ella haciéndose cargo -
él me ha estado viniendo a ver casi todos los días. Desde luego ha cumplido su
palabra. Siempre ha sacado tiempo y me contó que querías hablar conmigo. Dime,
¿sobre qué?
- Sé lo que le contaste - le expuso directamente Mazoui.
-Esa figura que viste, alta y de luz...
- Él cree que yo estaba delirando o que estaba bajo
mucha tensión, yo misma no lo sé. Pero también soñé con ello el día anterior al
accidente. No me atreví a comentárselo a Leval.
- Yo sentí algo especial ese mismo día - confesó el
muchacho a su vez. - Era una presencia muy poderosa. Aunque no sé de qué
naturaleza podría ser. Pero me parece que se siente atraída por ti Amatista. Y
por lo que dijiste, incluso te ha salvado la vida.
-¿Y qué puede querer de mi?,- le preguntó la atónita
joven, esperando una respuesta que ya sabía de antemano que él desconocería. -
- No lo sé - contestó Mazoui confirmando esta
impresión. - Aunque no creo que sea nada malo. Pero debes estar atenta y si
volviera trata de comunicarte con ella. Ya sea con el pensamiento o con
palabras.
Ella
asintió despacio, para preguntar con curiosidad.
-¿Quién o qué crees que será?
-No tengo ni idea- admitió el chico, aunque añadió.
- Pero existen muchas dimensiones y mundos paralelos al nuestro. Por lo que mi
tío Tom me enseñó hay entidades que pueden atravesar las dimensiones. Mientras
que nosotros no podemos hacerlo. Quizás sea uno de esos seres. Y con esa luz
que dices emanaba lo más seguro es que sea benigno. No tengas miedo. Si
regresara no creo que quiera dañarte por lo que me has contado.
-No tengo miedo. – Contestó ella, con una sonrisa,
puesto que parecía rememorar aquello para describir. – Es más, tenía una
sensación de paz, como si todo se detuviera y sentí una gran calidez. Parecía algo
tan familiar, me sentía protegida igual que si mi padre me estuviera abrazando
cuando era niña. No sé, es muy difícil de describir.
Mazoui asintió despacio, como si eso
le confirmara alguna otra de sus sospechas, pero no dijo nada sobre el
particular, únicamente se despidió.
- Debo irme ya, he de supervisar algunas salidas de
pilotos,- sonrió añadiendo para evaporar aquella atmósfera trascendente que
habían creado. - Cosas de mi nuevo rango.
- Gracias por ser tan buen amigo,- le dijo ella
tomándole una mano entre las suyas y añadió ahora con ligero pesar. – Y
perdóname por no escucharte cuando me advertiste. Si lo hubiera hecho....
Él
no la dejó seguir y simplemente amplió su sonrisa y dijo.
- De nada. Ahora solamente importa que te repongas.
Trata de descansar.
Mazoui
meditaba sobre aquella muchacha. De hecho podría haber acelerado bastante la
recuperación de la chica con sus facultades curativas, dado que usar alubias
estaba fuera de toda cuestión,(puesto que hacía mucho que agotaron las que
tenían). Efectivamente, él empleó su energía como ayuda cuando la joven se
encontraba en una peor situación, pero ahora, algo le decía que debía dejar que
las cosas siguiesen su curso natural.
-Cuanto más tiempo esté convaleciente, más estarán
juntos ella y Leval. Y creo que eso les vendrá muy bien. - Se sonrió él.-
Así pues se marchó dejando a Amatista
embebida en los recuerdos de aquella extraña silueta y pensando en las letras y
músicas de sus futuras canciones.
-Sí, no sé qué o quién podrá ser. Pero al menos
estoy tranquila. Está de mi lado.- Se dijo con talante optimista para pasar a
arengarse.- Aunque no puedo dejarlo todo al cargo de una presencia espiritual. Tengo
que curarme lo antes posible.
Entre tanto, meditaba sobre todo lo que había vivido
en los últimos meses tras hojear una libreta con letras de canciones que estaba
escribiendo.
- Y Satory tenía razón…mientras estoy aquí, sin nada
que hacer ¿por qué no retomar mi pasión por la música?
Paralelamente
a eso, entre los escombros del laboratorio, unas extrañas luces de color
violeta se movían de un lado para otro. La zona estaba precintada, no se podía
entrar pues estaba pendiente de reparación. Pero las intensidades luminosas
comenzaron a traspasar el precinto y se fueron introduciendo por los conductos
de ventilación de la nave. En una de las salas de mantenimiento, un supervisor
creyó captar algo en su monitor.
-Señor. -Avisó a su supervisor.- He detectado algo
raro en el sector beta siete. Está obstruyendo algunos conductos de aire
-Será algún resto de la explosión.- Comentó éste sin
prestarle mucha atención.- Avise para que vayan a limpiarlo algunos operarios.
Su
subordinado así lo hizo. Entre tanto Leval acudió a visitar a Amatista. Como casi
todos los días a ella le tocaba rehabilitación de las piernas. Él la ayudó a
levantarse de la cama. Como la muchacha no podía ponerse de pie aún por sí sola
ni apoyar todo su peso, la tomó en brazos acercándola hasta la silla de ruedas
que usaba.
-Gracias.- Pudo decir ella no sin rubor.-
-No hay de qué.- Sonrió el muchacho.-
A Amatista le disgustaba la sensación de ser tan
dependiente. No estaba acostumbrada a eso ni tan siquiera desde que era niña.
Pero tratándose de Leval era otra cosa. Ahora, dos sentimientos batallaban en
la mente de la joven. De un lado le gustaba sentirse protegida y que él fuera
tan solícito ocupándose de ella. Pero de otro, quería ser vista como una mujer
fuerte e independiente. Sobre todo en presencia del muchacho. Deseaba borrar de
la mente de su acompañante la concepción de chiquilla que tenía de ella. Así,
mientras tenía esas disquisiciones en su mente los dos juntos fueron el
gimnasio. Al llegar el chico la izó ayudándola a apoyarse en las barras
paralelas. La joven, animada por él, se esforzaba por llegar hacia el otro
lado, avanzando a duras penas. Llevaba dos fuertes cédulas en sus piernas para
protegerla, pero pese a estar hechas de un material ligero a la joven se le
antojaban como dos anclas. Por eso la muchacha se trastabillaba, perdía el
equilibrio con facilidad e incluso llegó a caerse. Abrumada por la
desesperación arrancaba a sollozar de impotencia. Sin querer levantar la
mirada.
-¡Maldita sea!- Musitaba frustrada. –
Leval enseguida acudió arrodillándose a su lado. Elevando
su rostro suavemente por la barbilla, le dijo con determinación.
- No te quiero ver llorar.
-¡Mírame, no puedo ni tenerme en pie! - protestaba
ella entre sollozos. -
- Nadie ha dicho que vaya a ser fácil.- Le respondió
su interlocutor de forma clara y tajante, aunque con un tono dulcificador
cuando añadió, convencido de ello. - Pero ya no eres una niña.
- Ayúdame a levantarme. - El muchacho se incorporó pero no atendió a la
petición de Amatista. - ¡Por favor!- Suplicó ella con angustia. -
- Levántate tú, vamos, pon las manos en la barra -
le respondió él con indiferencia. -
- Leval, ¡por Dios, no puedo! - Chillaba ella desesperada.
-
- Puedes y lo harás, ¡vamos!, ¡lucha! Eres una
Justiciera y una mujer adulta. Has pasado por situaciones muchísimo más duras y
peores. Además, tienes que ir a por lo que desees. Y esto has de desearlo como
lo que más quieras en el mundo. Entonces lo conseguirás. - Le ordenó el joven
de modo más severo y al tiempo animoso
en tanto se cruzaba de brazos alejándose unos pasos. -¡Vamos, inténtalo!
Amatista
le miró sorprendida, no esperaba que fuera tan duro con ella, no en ese estado,
pero él se había preocupado mucho por ayudarla desde que entró en el hospital.
Ahora meditaba otra vez lo que había estado dando tantas vueltas en su cabeza.
Quizás nunca la había tomado en serio porque ella no se había comportado como
el chico esperaba. Él tenía razón. Desde que le conoció ese muchacho la había
ayudado, a veces a estudiar, otras compitiendo en algún deporte. Pero siempre
detectó un denominador común. La mirada de Leval era paternal, como si no la
creyese capaz de superar según qué límites y le dejase las cosas más fáciles de
lo que deberían ser dándole ventajas de uno u otro modo. Amatista comenzó a
presentir que quizás, la razón por la que ese chico la había considerado como a
una hermana pequeña era precisamente esa. Ella nunca le mostró hasta qué punto
podía tener coraje y deseos de superación. No era lo mismo aprobar una
asignatura suspensa o hacer una carrera en la piscina que esto. Y no deseaba
que él la percibiera como una niña mimada que arrojaba la toalla ante la
primera dificultad seria. De hecho se embarcó para seguirle, pero eso quizás no
era suficiente. Otras muchas personas estaban allí, cada cual con sus propias
motivaciones y sueños. En el caso de la propia Amatista estos se habían
materializado en metas y aspiraciones mayores. Ya no estaba allí únicamente por
ese chico. También quería ayudar al resto de sus compañeras a crear un futuro
mejor, descubrir un mundo nuevo y poder colonizarlo para que la Humanidad
entera tuviera mayores esperanzas. En cierto modo compartía las aspiraciones de
aquel estupendo muchacho. Pero él nunca podría verlo de ese modo si ella no se
lo demostraba con claridad, sin falsos pretextos, ni juegos infantiles para llamar
su atención. No, desde ahora eso se había terminado. Ya era hora de dejar de
parecerle una chiquilla asustada o consentida que solamente sacaba su casta
para cosas triviales. Además, las últimas palabras de Leval la habían impresionado.
-Como lo qué más quisiera en el mundo.- Recordó la
muchacha, y eso era precisamente él.-
Así pues, clavó en el muchacho su mirada llena de
esperanza y armándose de coraje,
reviviendo su espíritu para aceptar cualquier tipo de reto, se agarró con ambas
manos a la barra, apretando los dientes
con determinación, recurriendo a todas sus fuerzas para tratar de izarse.
- Muy bien - sonrió Leval animándola. - ¡Así, no te
rindas!
Amatista
jadeaba por el esfuerzo. Los brazos sobrecargados le dolían, su espalda
también, sus piernas parecían dos barras de plomo atadas a esas cédulas, le hacían
daño cuando trataba de moverlas para avanzar y apoyaba aunque fuera levemente
los pies en el suelo. No obstante, no volvió a emitir ni una sola queja. Logró
incorporarse completamente apoyándose en ambas barras. Su acompañante la jaleó.
- Ahora termina de llegar hasta el otro lado. ¡Puedes
hacerlo, estoy seguro!
Ella se concentró, deseaba más que nada
conseguirlo. Quería demostrarle a Leval que era capaz. Muy trabajosamente pudo
avanzar hasta el final donde él se había emplazado y le aguardaba. Esta vez no
tuvo que fingir como antaño. Completamente exhausta, Amatista se desplomó sin
fuerzas dejándose sostener por él.
-¡Lo he conseguido! - Pudo sollozar ella con la voz quebrada por la emoción y el
agotamiento. -
-¡Lo has hecho muy bien, estoy muy orgulloso de ti!
– la elogió el muchacho lo que hizo que la aludida se sintiese inmensamente
feliz. – Sabía que lo lograrías…
Y
Leval desde luego fue consciente de ese titánico empeño por parte de aquella
muchacha. Reflexionaba sobre las palabras de su superior y de su primo. No debía
engañarse más a sí mismo. La veía ahí, en esa situación adversa dándolo todo
por recobrarse, sonriéndole animosa pese a contraer su gesto con un rictus
involuntario de dolor cada vez que se esforzaba por dar otro paso. Temió
incluso haber ido demasiado lejos y pedirle que se forzase a realizar un
imposible. Aunque, al ver como lo lograba el chico comprendió entonces que,
incluso más que por sí misma, ella lo hacía por él. Una vez terminaron la tomó
nuevamente en brazos depositándola en la silla y retornaron a la habitación.
-Ya está bien por hoy. Has llegado al límite.- Admitió
él.-
-Y lo seguiré haciendo hasta que pueda ir más allá.-
Repuso ella con decisión.-
-Me parece bien, pero ahora debes descansar.- Afirmó
Leval.-
-Sí, aprovecharé para escribir algo más de mis partituras.
Me siento inspirada.
-Estupendo.- Sonrió su interlocutor, agregando con
un talante más jovial.- Debes de aburrirte tanto tiempo aquí metida. Con lo que
te gusta moverte.
-Ahora no puedo moverme demasiado, ya lo has visto.-
Suspiró Amatista, que, no obstante, alegó con un tono optimista.- Aunque me
está viniendo bien para poder reflexionar sobre muchas cosas.-
Él asintió, no queriendo preguntarle acerca de qué
reflexionaba. Le dio las buenas tardes y un beso en la frente, dejándola en la
habitación. Así se despidieron por aquella jornada. La muchacha estuvo
escribiendo algunas cosas al tiempo que pensaba en lo que iba a ser su vida.
-Para bien o para mal, las cosas no serán como
antes. Puede que jamás regresemos a casa y que no vuelva a ver nunca a mis
padres.- Se dijo con pesar.-
Se
acordaba de las historias que sus progenitores le habían contado, cuando
tuvieron que revelarle sus auténticos orígenes y ellos pasaron por lo mismo. Tuvieron
que abandonar su mundo y su época para siempre y comenzar de cero. Empero, eso les
llevó a formar una familia y a tenerla a ella. Quizás la propia Amatista fuera
capaz de hacer algo así, en esta enorme nave.
-Si no puede ser con Leval, será con algún otro. Aunque
debo ser paciente, lo primero es recuperarme, lo segundo contribuir al bien
común. Creo que esa aparición me salvó por algún motivo. Me ha dado una segunda
oportunidad. Posiblemente para que deje
de ser tan egoísta y no piense únicamente en mis problemas o mis deseos.
Así, poco a poco comenzó a hacerse a la idea y ser
menos voluble, e individualista. Se alegraba también cuando Satory, o sus otras
compañeras a excepción de Sandy, iban a visitarla. Pasó una semana. Aunque
ganaba fuerza cada día, al terminar cada sesión, Amatista sudaba agotada y
Leval la ayudaba a sentarse en un butacón situado en una esquina apartada del
gimnasio para hablar al final del trabajo diario. La chica había hecho
bastantes progresos y cada vez necesitaba menos asistencia, se obligaba con
aquel espíritu que el chico le había hecho aflorar. Por supuesto que ella también
era una luchadora, como sus padres, como Leval y la familia de él y lo
demostraría. Aquello pareció unirles mucho más que cualquier otra cosa
anterior. Durante esos días, ambos habían departido sobre muchas cosas, nunca
habían charlado sobre tantos temas y sido tan sinceros con el otro. El chico compartía
con ella sus preocupaciones y sus alegrías por aquellas nuevas
responsabilidades en su escuadrilla. Amatista le escuchaba siempre con mucho
interés. Fiel a sus nuevos propósitos esta vez no pensaba solamente en él y en
ella con la única idea de salir juntos. Entendió al fin que una autentica
relación entre dos personas que se quieren va mucho más allá de la mera
atracción o de las coincidencias ocasionales. Lo importante era el grado de
comprensión mutua y la manera de apoyarse. La joven ya no tenía que demostrar
nada, solamente ser ella misma, probó así que había madurado mucho. Asimismo,
le confiaba a Leval sus aspiraciones y proyectos y él la oía también con visible
atención. Ella estaba contenta de que se hubiesen producido aquellos cambios,
el muchacho ya no salía corriendo para hacer otra cosa ni la miraba con una
media sonrisa paternal. Amatista podía sentir como los ojos del chico la
valoraban ahora como si fuera una persona completamente diferente. Eso le gustaba
y era feliz de poder confesarle todos sus anhelos…, excepto uno. Hasta que un
día Leval la ayudó a llegarse hasta el sillón como en otras tantas ocasiones...
- Eres muy amable, gracias - le dijo ella añadiendo con tono reflexivo. -¿Sabes Leval? Lo único que echo de menos
ahora es ver a mis padres.
- A mí me ocurre lo mismo - confesó él, agregando
con nostalgia y cierta resignación. - Pero, desde donde estamos no puedo ni
captar sus energías. Ni siquiera la de mi padre. Y eso me deprime a veces. Pero
enseguida pienso en ellos, y sigo intentándolo, por mi padre, mi madre y mi
hermana...
- No te rindas – trató de animarle ella con una
sonrisa.- Debemos conservar la esperanza. Tenemos que seguir luchando, eso nos
inculcaron ellos.
- Sí. Es cierto – convino él afirmando sin embargo,
con voz queda.- Aunque a veces, cuando salgo al espacio y veo esa inmensidad… me doy cuenta realmente
de lo pequeños e insignificantes que somos. Incluso nuestro asteroide parece un
pequeño granito de arena perdido en medio de este interminable Universo.
- Por lo menos estamos los cuatro juntos, Mazoui, Satory,
tú y yo. Y este minúsculo granito de arena es ahora nuestro hogar.
Y
tras decir eso, ella suspiró, volviendo un poco la cabeza para tratar de
hacerse con su libreta de notas.
- Tienes razón, – sonrió ahora el chico mejorando su
talante.- ¿Sabes? Me gustaría poder venir a verte todos los días. Pero
desgraciadamente el deber es el deber.
Leval la observó ahora sin que ella se percatara,
quizás de las pocas veces que la muchacha se abandonaba en unos pensamientos
más profundos. Con esa expresión casi etérea. Ahora, mirándola casi de perfil,
vio ese brillo en los ojos de la joven, tan violetas y llenos de vida. Tenía
una belleza difícil de calibrar. Él se sorprendió de sí mismo. ¿Cómo pudo estar
tan ciego? ¿Cómo pudo ser tan tonto?... Aunque fue la propia chica la que le
sacó de esas meditaciones cuando replicó.
- No te preocupes por eso. Los días que tú no puedes
venir, Satory me visita. Me pone al corriente de cómo van las cosas. Para mí,
es como una hermana. Tengo mucho que agradecerle, igual que a ti. Mis dos
hermanos - suspiró con un ligero toque de amarga ironía. -
- Mazoui también es como un hermano para mí,-
asintió Leval que la miró a los ojos y añadió casi con un tartamudeo. -Y tú...
- Ya lo sé, - sonrió Amatista de forma resignada e
incluso cordial asumiendo aquello, ya no con fastidio sino con un poso de
ternura que solamente ahora comenzaba a valorar en lo que realmente importaba -
soy como tu hermana pequeña.
- No,- sonrió él tomándola de las manos. - Ya no.-
Añadió dejándola atónita e incluso preocupada. -He descubierto que eres algo
más, mucho más. Y ya no puedo seguir ignorándolo. - Declaró tomándola
suavemente de la cabeza con las manos y acercando su boca hasta la suya para
darle un ligero beso. -
Los
labios de la joven temblaban, estaba sorprendida y emocionada a la vez, no
podía articular palabra. Había esperado ese momento durante tanto tiempo y
ahora que ya había perdido las esperanzas de que ocurriera alguna vez, ¡había
sucedido! Aun incrédula pudo por fin abrazarse a él mientras Leval le confesaba
al fin.
- Te quiero. Hasta hace poco no he sido capaz de
darme cuenta de ello, o si me la di, no podía admitirlo. – Declaró, para añadir
con visible emoción. - ¡Eres una loca, una cabezota y una irresponsable, pero
también eres fuerte, valiente y preciosa, y
cuando pensé que podrías haber muerto, yo!... - se detuvo por unos
instantes y sólo añadió con un susurro - no podría estar sin ti.- Besó nuevamente
a Amatista y ésta vez ella respondió haciendo un beso más largo y profundo
abrazándose a él. -
- He esperado tantos años para llegar a este
momento,- sollozó ella que se atrevió a reconocer a su vez. - ¡Soy muy feliz!
¡Yo también te quiero!, te he querido desde el instante en que te conocí.
- Será algo a lo que debamos acostumbrarnos - le dijo
él con gesto sonriente, acariciándole la mejillas. -
- Me siento tan feliz - repetía Amatista mientras
dejaba caer las lágrimas añadiendo con emoción. –Alors, Tu me promets de m´aimer toujours?
- Oui ma chérie, je te le jure.- Le respondió él añadiendo con el
tono cariñoso, dulce y condescendiente que se utilizaría para hablarle a una
niña pequeña. Aunque enseguida retornó a otro más serio y al tiempo afectuoso
para casi ordenarle. - Ahora debes ponerte bien enseguida. Tenemos que
recuperar mucho tiempo perdido, lo haremos cuando estés repuesta y eso sólo
depende de ti.
La
muchacha asintió con una amplia sonrisa. Leval la condujo en brazos hasta su
habitación. Ella apoyó la cabeza en su pecho y se dejó llevar.
-Por ahora no le diré nada a Satory.- Se sonrió la
muchacha.- Ni tú a Mazoui, será nuestro secreto.
-Claro.- Convino él, afirmando divertido.- Aunque sabes
que a él es muy difícil esconderle nada.
Ella asintió, aunque seguro que el primo de Leval
sería discreto.
-Quizás te parezca una tonta. Pero me hace mucha
ilusión que los dos podamos tener un tiempo sólo para nosotros. Sin que nadie lo
sepa.
-Me ocurre lo mismo.- Le confesó él dejándola sobre
la cama.-
Leval volvió a besarla con suavidad y se despidió.
En cuanto él se fue, ella rompió a llorar de felicidad.
-Si este es nuestro destino lo afrontaré con
ilusión. Ahora que él me ha dicho que me ama, no hay nada por lo que no esté
dispuesta a pasar. Ni batalla que no luche.- Pensó la muchacha con renovado
optimismo.- Crearemos nuestra nueva vida juntos y haremos de este asteroide un
hogar.
El
día anterior, en su nuevo laboratorio, Satory, Penélope y Sandy, trabajaban
duro para proseguir sus investigaciones en el proyecto. Jen las asistía
redoblando sus esfuerzos para cubrir la baja de su compañera. Incluso
repitieron el experimento extremando las medidas de seguridad y logrando
concluirlo con éxito.
-¡Al fin! – Exclamó una contenta Satory.- Ha funcionado.
Hemos conseguido aislar una encima de crecimiento.
-Podría ser muy importante si tenemos la oportunidad
de encontrar un planeta apto para terraformar.- Convino Sandy.-
-Bien, por hoy ya hemos trabajado bastante.- Afirmó Penélope,
agregando con aprobación.- Habéis hecho una magnífica labor. Teniendo en cuenta
que estamos escasos de personal.
-Amatista está deseando reincorporarse.- Intervino
Satory.- Me lo dice siempre que voy a verla.
-Sí, me dice lo mismo.- Convino Penélope.- Y la
creo. Me parece que hasta se siente culpable por no poder estar aquí,
ayudándonos. Aunque ya le he dicho que no se preocupe por eso. Tendrá su
oportunidad.
-Es cierto. La pobre tiene muchas ganas de volver al
trabajo.- Añadió Jen, dirigiéndose a su morena compañera para preguntar.-
¿Verdad Sandy?
-Sí, supongo.- Musitó ésta.-
La joven no se sentía demasiado a gusto con ese
tema. Sus compañeras ya habían visitado a Amatista repetidas veces al hospital.
Sandy, por su parte y su fallido intento anterior, no se decidió a hacerlo
hasta ese día. No ignoraba que las otras estaban al corriente de su desapego
por Amatista. Aunque esto no era realmente así. Ella no tenía nada en contra de
esa chica. Aunque, claro, la apariencia que daba era la contraria.
-Una cosa no tiene que ver con la otra.- Se dijo.- Tengo
que arreglarlo en la medida en la que pueda.
De modo que,
antes de comenzar su jornada del día siguiente, tímidamente se presentó allí. Tocó
a la puerta de la habitación de la paciente que estaba leyendo unas revistas, ésta
la hizo pasar.
- Hola Sandy.- Saludó de excelente humor, puesto que
Leval acababa de marcharse hacía unos pocos minutos y el eco de su declaración
todavía flotaba en el ambiente. – Me alegra verte, pasa…
- Hola Amatista - repuso su compañera casi sin saber
que decir, para añadir enseguida el socorrido - ¿Cómo estás?
- Mucho mejor, gracias. Un poco aburrida. Deseando
volver al trabajo.
-Sí, eso comentan las otras.- Asintió su interlocutora.-
-Por cierto, Satory me comentó que te arriesgaste
por salvarla. ¿Por qué, Sandy?,- quiso saber Amatista con un tono de franca
curiosidad sin ningún atisbo de ironía.
-
- Era mi compañera y estaba en peligro,- respondió la
muchacha sin querer concederle demasiada importancia al asunto. – Hice lo que
cualquiera habría hecho.
- No me refería a eso - contestó su contertulia que
parecía haber ganado perspicacia durante su convalecencia cuando le inquirió. -¿Por
qué te comportas de una forma tan hostil con todo el mundo? Tú no eres mala
persona. Lo has demostrado. Pero parece que te empeñes en llevarte mal con todo
el que te rodea.
- Tengo mis razones - declaró su interlocutora
evidentemente incomodada con el tema. -
- No voy a preguntarte cuales son - le aseguró la
convaleciente con gesto comprensivo, afirmando. - Cada cual tiene sus motivos
en la vida para actuar como lo hace. Pero te aseguro que yo no soy tu enemiga. Por
lo menos, deja que entre nosotras haya una tregua.
Sandy
asintió despacio y trató de cambiar de tema aunque con un tono bastante amable
para lo que solía.
-Entonces, si tanto te aburres aquí. ¿Cuándo podrás
volver al trabajo? Se te echa en falta en el laboratorio. Y no me interpretes mal,
no es sólo por las tareas pendientes.
Esbozó una sonrisa que intentaba anular el seco tono
de sus palabras y eso la embelleció bastante. Es más, su interlocutora no
recordaba haberla visto sonreír de ese modo tan sincero desde que la conocía.
- No lo sé - respondió Amatista - pero creo que no
tardaré mucho. Mi rehabilitación va muy bien y tengo muchas ganas de volver al
trabajo. Y más ahora que vamos a llevarnos mejor.- Remachó esperanzada. -
Sandy
pasó de puntillas sobre ese último comentario para despedirse.
- Tengo que irme ya, me toca turno, entro por Satory.
Que sigas bien - dijo sin esperar ninguna respuesta.-
Aunque su interlocutora sí que le replicó
interesándose a su vez.
- Gracias. ¿Y tú, no sufriste ninguna herida?
- Solamente unos rasguños. Nada serio. Tuve mucha
suerte. - Contestó ésta con rapidez para añadir un lacónico. - Adiós.
Amatista
se sentía confundida con esa chica. No era mala, eso se podía ver una vez
traspasado ese barniz de agria hostilidad que la recubría. Pero, ¿por qué? ¿Por
qué estaba tan amargada? Era una chica muy bonita y voluptuosa, además de
inteligente. Lo tenía todo para arrasar con los chicos y sin embargo...Amatista
no tenía constancia de que saliese con nadie. ¿Sería homosexual? Desde que tuvo
esas experiencias con Michelle y con
Kerria, esa posible respuesta siempre le rondaba por la cabeza. Pero
tampoco parecía ese el caso. Y aunque así hubiese sido, nada le habría impedido
salir con alguna que otra mujer. No, cuando en ocasiones anteriores Amatista la
había mirado a los ojos, sentía una expresión que no era de desdén, como pretendía
hacer creer por sus palabras. Era como si de una muda súplica se tratase, como
si quisiera advertir con su mirada que ella no era como pretendía hacer creer
pero que no tenía otro remedio. De todas formas, quizás algún día Sandy tuviera
más confianza con ella y le contase la
razón. Bueno, estaba de muy buen humor y decidió no comerse más la cabeza por
ello. Se giró y trató de dormir un poco. Ya había tenido muchas emociones por
ese día. La otra chica a su vez, llegó al laboratorio.
-Buenas tardes.- Saludó a sus compañeras.-
-Hola Sandy.- Repuso Satory con amabilidad.-
Su interlocutora no prestó atención a esa réplica, pero tras
unos instantes en los que se había ido a su taquilla a sacar su bata blanca de laboratorio y
ponérsela, retornó como si hubiese meditado las cosas. Sonrió levemente y
declaró al ser consciente de que entraba unos minutos tarde.
-Lamento el retraso. Vengo de ver a esa cabezota.
Parece que se encuentra mucho mejor.
-Sí- asintió su compañera, contenta por enterarse de
aquello.- Amatista es una chica dura.
-¡Una cara dura!- Replicó la morena científica,
agregando en un fallido intento por mantener la seriedad.- Se pasa el día
tumbada en la cama y mientras tanto nosotras aquí, trabajando.
Pero
si esperaba alguna reacción determinada de su colega orientada hacia la
desaprobación o la incomodidad, se sorprendió. Satory empezó a reírse, al
tiempo que convenía con jovialidad.
-¡Sí!…tiene mucho morro. Eso sí que es verdad. Siempre
fue buena escaqueándose de las tareas. Pero no pensé que llegara a tanto…
Y a
su pesar Sandy se descubrió a sí misma riendo con su interlocutora. Enseguida
se contuvo y con un tinte más serio pero no tan distante como solía, le dijo.
-Bueno, que tengas una buena tarde…
-Gracias- replicó la otra muchacha marchándose ya.-
Lo mismo digo.
Satory se marchó más animada por aquella breve
charla. Estaba contenta de ver que su compañera no era tan mala como a simple
vista parecía. Quizás ese accidente le había abierto los ojos. Su hostilidad y
las formas tan hoscas que demostraba antes parecían haberse suavizado bastante.
Aunque no pensó mucho más en ello. Se
sentía agotada, mucho trabajo y muchas cosas de las que ocuparse. Al llegar a
su apartamento se tumbó en la cama mirando al techo sin demasiada atención
cuando vio algo extraño por el rabillo del ojo. Observándolo con más interés, reparó
en que algo salía por el conducto de ventilación. Era parecido a un fluido viscoso,
de color rosado. Lentamente, como si eso se tratase de algún animal que podría
atacarla o esconderse al ver una reacción brusca por su parte, se levantó de la
cama. Buscó una bolsa de plástico de las estériles que tenía. Con sumo cuidado,
tratando de no tocar aquella sustancia, dejó que una porción de la misma cayese
dentro de la bolsa. Cerró herméticamente y lo llevó corriendo al nuevo
laboratorio para analizarlo.
-Esto es muy extraño - se dijo en cuanto pudo mirar
una muestra por el microscopio. - Parece compuesto por moléculas de sustancias
conocidas pero están dispuestas de una forma que no concuerda con ningún patrón
establecido.
Y entre alarmada y llena de curiosidad llamó también
a Penélope y a la propia Sandy para que
le echasen un vistazo.
-¿Qué ocurre, Satory? ¿No te habías ido a
descansar?- le preguntó su jefa, bastante extrañada de volver a verla allí.-
- Mirad esto- les pidió la muchacha por toda
réplica.-
Sandy no dijo nada pero sentía que algo no iba bien.
Tenía un leve escalofrío. Cuando se acercó al microscopio y observó
detenidamente apenas si pudo musitar.
-Pero. ¿Se puede saber qué es esto?
Penélope quiso mirar a su vez y la morena científica
le cedió el sitio. La doctora Winters también quedó atónita. No tenía ni la más
mínima idea de que podría ser aquello. Pero se movía incluso a una escala
celular, parecía que multiplicándose con extrema rapidez. Pese a todo recordaba
de sus estudios con el doctor Tomoe que semejantes patrones de crecimiento
correspondían a entes por lo general nocivos. No podían correr riesgos. Si eso
era lo que pensaba toda la nave corría un grave peligro.
-Tendremos que iniciar un protocolo de aislamiento y
contención. Por seguridad. – Les indicó a sus subalternas quienes, de inmediato,
se aprestaron a ponerlo en marcha.-
-¿Declaramos alerta biológica?- Quiso saber Satory.-
-Sí, de momento grado dos. Que sellen y contengan
toda la zona susceptible de haber sido afectada por esa sustancia.- Replicó la
jefa de investigación.-
-¿Envío mensaje a alto mando? - le consultó Sandy.-
-Hazlo, por favor. Y hay que localizar a Jen. La
necesitaremos.- Les indicó Penélope.-
Sus dos interlocutoras asintieron, aprestándose a
ello. Por su parte, Mazoui estaba supervisando a sus pilotos cuando sintió una
desagradable percepción, algo iba mal, o se iría a poner peor. Su sexto sentido
nunca le había fallado y ahora le impulsaba a dirigirse hacia las ruinas del laboratorio.
Cuando llegó vio un curioso resplandor escarlata. Al muchacho le atenazaba una
extraña sensación de agobio según se acercaba. Decidió informar a los mandos
sin perder un segundo. Pero antes intentó descubrir lo que pasaba allí dentro. Sin
vacilar rompió el precinto y miró al interior.
-¿Pero qué es esto? - Se dijo en voz alta,
completamente atónito. -
Un
gran charco de fluido viscoso rosado cubría los escombros, gorgoteaba con
enormes burbujas que estallaban como si de lava se tratara y se extendía de
modo lento pero constante.
- Esto no me gusta nada – musitó entre dientes. -
Salió
corriendo de allí y dio la alarma general. Luego se dirigió al departamento de
personal más cercano.
- Debo avisar de inmediato al mando. Ábranme la
puerta. - Les pidió por el interfono, pero nadie respondía. -
Insistió
varias veces hasta que no tuvo más opción que romper los cierres. Entró y lo
que vio al abrir la puerta le sobrecogió. Todos los que se encontraban allí
yacían cubiertos por ese fluido, como si estuvieran atrapados en una bolsa. Parecían
estar en animación suspendida.
-¿Podéis oírme?- Preguntó en voz alta.-
Pero no obtuvo respuesta. Por un elemental sentido
de la precaución no quiso tocar a nada ni a nadie invadido por esa cosa. Aunque
eso tampoco era suficiente para estar a salvo.
-Pero ¿Qué?- exclamó entre atónito y espantado al
mirar hacia aquello.-
El fluido se extendía despacio alargándose como una
especie de brazo gelatinoso y parte de
él parecía ir hacia Mazoui, atraído por su presencia. Era como si de un ser
inteligente se tratase. El chico lo pensó así y para evitar ser atrapado de
igual modo escapó de allí a la carrera cerrando la puerta. Dio un golpe al
cristal de emergencia haciéndole pedazos y activó la alerta roja declarando por
el interfono.
-¡Alerta general! Intrusión detectada. Peligro de
contaminación biológica…
Leval
y otros pilotos escucharon la alarma que provenía de las cámaras interiores. No
era la exterior, que avisaba de ataques enemigos procedentes del espacio. Eso
les sorprendió pero reaccionaron con rapidez presentándose a sus superiores.
Mazoui logró llegar junto al capitán de su sección y le puso al corriente de lo
que había visto.
-¿Y no pudo usted precisar de dónde salía aquello?-
Inquirió su superior.-
-No, señor. No tuve tiempo. No sabía si aquello
sería peligroso al contacto o si pudiera exponer al resto de la nave a la contaminación.-
Replicó Mazoui.-
-Hizo lo que debía. Clausuren todos los accesos a
ese sector. Avisaré al comodoro.- Respondió el capitán.-
Hazzar fue inmediatamente informado e hizo lo propio
con el contralmirante Spar. La nave estaba ya alertada y ahora sólo faltaba
determinar cual podría ser el potencial riesgo de esa amenaza. Y en ello
estaban ya las chicas, Mazoui a su vez fue llamado por Satory. Él corrió de inmediato,
temiendo por la seguridad de la muchacha y sus compañeras que estaban en el
nuevo laboratorio donde la joven
científica había hecho un descubrimiento sorprendente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)