domingo, 6 de marzo de 2011

GWG 16. 103. Peligro conjurado.

Cuando las chicas quisieron percatarse de lo sucedido, todavía espantadas ante aquella avalancha viscosa que les estaba echando encima, aparecieron justo al lado de Leval. Todos los congregados en el puente de mando se quedaron mirando hacia ellos asombrados. Satory fue la primera que rompió el silencio con una alentadora afirmación.



- Creo que lo tenemos, esto puede descomponer esa estructura molecular.

- Espero que tengan razón - suspiró el capitán al mando. – Pero. ¿Cómo haremos para probarlo?...

- Déjeme a mí, señor - se ofreció Leval - puedo abrirme camino por ese fluido y dejar caer una gota de eso.

- ¡No, no lo hagas! - terció Amatista con temor - es muy arriesgado.

- Tengo que hacerlo - le respondió él. -No hay otra manera.

- Pero, ¿por qué tienes que hacerlo siempre tú? - Protestó ella indignada.- ¿Es que no hay más oficiales aquí? - Añadió mirando a su alrededor.-



Sin embargo, todos los demás guardaban un embarazoso silencio desviando las miradas. Estaba claro que nadie se atrevía ahora a recoger ese guante.



- Yo también iré - anunció solidariamente Mazoui. - Entre los dos podremos conseguirlo sin riesgos.



            Y viendo la expresión de angustia de su recién declarada novia, Leval sujetó suavemente la barbilla de la chica con una mano y acarició sus mejillas con la otra.



- Amatista. - Le susurró amablemente  tratando de calmarla - yo tengo muchas más posibilidades de lograrlo que otro cualquiera. Mazoui y yo podemos volver con vida. ¿Lo comprendes, verdad? Poseemos poderes y capacidades que nadie más tiene, y eso nos da esta responsabilidad. Nuestros padres también la tuvieron y la afrontaron siempre. Lo sabes tan bien como yo. No puedo permitir que nadie luche en una batalla en la que no pueda ganar. Sobre todo si puedo hacerlo yo mismo.

- Pero, eso no es justo - gimió ella desesperada y preguntando llena de zozobra. - ¿Y si te ocurriera algo? No quiero perderte.

- No me pasará nada, confía en mí - contestó él con un tono suave y seguro, lo que pareció calmar a su interlocutora. -

- Ten mucho cuidado, por favor. - Le pidió ella dirigiéndole una suplicante mirada en tanto posaba ambas manos sobre el rostro del chico, sujetándolo amorosamente.  – Sólo eso te pido. ¡Vuelve!

- No te preocupes, lo tendré y cuando esto termine estaremos más tiempo los dos juntos, como te prometí.- Afirmó el chico con una amplia y afectuosa sonrisa. -



            Para sorpresa de todos sus amigos y conocidos el muchacho besó en los labios a Amatista y ella se abrazó a él haciendo que el beso no pudiera confundirse sólo con un gesto afectuoso entre amigos. Y eso a pesar de que ambos habían decidido mantener su noviazgo en secreto durante algún tiempo. Empero, no habían podido prever esta situación. En todo caso Leval, sin querer darle más importancia, añadió ciñéndose nuevamente a su misión.



- Saldré por el conducto de ventilación. No puedo trasladarme pues no puedo sentir a nadie conocido que me transmita energía. Y no sé si iría a parar a lugar seguro.

- Vamos pues.- Intervino Mazoui - voy detrás de ti, amigo. Entre los dos seguro que lo conseguimos.

- Bien - asintió el capitán - les abriremos la zona de la puerta norte, es la que menos contaminada está. Contamos con ustedes, son los únicos que pueden tener éxito. ¡Suerte muchachos! - Les deseó con verdadero sentimiento. -

- Gracias, señor - respondieron al unísono. -





            Entonces intervino Freejar que había estado escuchando por el comunicador y espetó en su clásico y duro estilo.



-¡Yo también voy!, no me quedaré aquí, aburriéndome, mientras vosotros dos disfrutáis de esa fiesta.- No obstante, se dirigió de inmediato hacia el capitán  aunque ahora más respetuosamente. – Naturalmente con su permiso, señor. Pido autorización para acompañarles.

- Es peligroso, ellos tiene poderes que les ayudarán, pero usted no, mayor.- Le advirtió éste. -

- Yo tengo la experiencia que a ellos les falta en este tipo de situaciones, señor - respondió Freejar que afirmó con seguridad.  - Créame, mi ayuda les será necesaria, ya lo verá.

- Muy bien - concedió el capitán - llamaré al contralmirante de nuevo, para pedir su autorización.



            El capitán hizo una rápida llamada y Spar autorizó de inmediato el plan.



-Luz verde. Vía libre.- Replicó el oficial al cargo del puente.- Caballeros, estamos en sus manos, tengan cuidado y buena suerte.

- Gracias, señor.- Se cuadraron ambos saludando a un tiempo.-



Una vez preparados, con un traje espacial que actuaría como aislante por si acaso, los  dos salieron por la puerta norte. De inmediato, ésta se cerró para proteger al resto. Freejar se unió a ellos avanzado desde otro pasillo despejado en un lateral y cubriéndoles las espaldas con un lanzallamas.



- ¡Demonios! - exclamó el superior de Leval que hasta parecía animado ante esa situación.  - Esto me recuerda una vieja película que vi cuando sólo era un crío. Se titulaba Aliens o algo así. Empezaban a salir bichos por todas partes y se liaban a tiros con ellos. Era tan angustioso y ridículo como lo que vamos a hacer.

- Vaya, ¡qué alentador!- intervino Mazoui con sarcasmo, algo molesto por esa invocación de su colega relativa a sus propios orígenes. – Eso sí que da moral.

- Pues a mí me encantó - sonrió Freejar mordisqueando un puro para confesar, no sin algo de su peculiar sorna - creo que por eso me hice militar y me embarqué en esta bañera espacial.

- Señor - terció Leval con tono más serio. - Si la cosa se pone fea podemos transportarle a lugar seguro.

-¡De eso nada!- espetó su superior - ¿Por quién me tomas? de aquí salimos todos o ninguno, yo no me voy a largar dejándos con el culo al aire, chicos.



            Los dos agradecieron en silencio esa particular muestra de compañerismo. Siguieron avanzando y al doblar una esquina vieron ante ellos un montón de fluido que burbujeaba y se acercaba hacia ellos. Mazoui lanzó un rayo de energía que lo atravesó. Éste volvió a cerrarse sobre sí mismo como si nada hubiese sucedido.



- ¡Diantres! – Exclamó Freejar que le dijo al muchacho. – Tienes que enseñarme a hacer ese truco. A mis hijos les encantará. 



            Pero el aludido por ese comentario no le prestó atención, parecía estar analizando la reacción de aquel fluido cuando comentó contrariado y visiblemente preocupado.



- Es lo que yo pensaba. Nuestros rayos ya son inútiles contra eso. Es como si aprendiese a protegerse de los elementos hostiles. Se va adaptando y anula el tipo de agresión que ya ha sufrido previamente.

- O sea. Como si tuviera inteligencia propia. - Valoró su peculiar compañero tras encender su cigarro para sentenciar. – No sé cómo os sonará a vosotros, chicos, pero yo decididamente lo incluiría en la categoría de lo muy chungo. Solamente le falta hablar, decirnos que se llama Borg y declarar que la resistencia es inútil…



            Ambos chicos miraron al mayor ahora con expresión de no comprender. Éste se limitó a sonreír declarando con su incombustible optimismo moral.



-Cuando esto acabe os voy a ofrecer un maratón de series clásicas de ciencia ficción, chicos.

-Creo que de eso ya tenemos bastante, gracias.- Replicó Mazoui esbozando una media sonrisa bastante irónica.-

- Espero que el invento de las chicas funcione.- Suspiró Leval que destapó la probeta y dejó caer una pequeña gota. – Vamos a rezar por ello...Espero que usted rece también, señor.

-Todos los domingos.- Le aseguró jovialmente él.- Como un buen cristiano. Bueno, casi todos…



            Sus interlocutores no respondieron a eso. Se fijaban con mucha atención en ver los efectos del trabajo de las muchachas del laboratorio. Y he aquí que, al contacto con el líquido, el fluido pareció disolverse de inmediato. Se disgregaba y quedaba convertido en fragmentos que parecían tomar la textura de una especie de roca. Pero aún quedaba mucho y era evidente que, con el contenido de la probeta, no habría suficiente. Pero Mazoui tuvo una idea que le vino como una especie de revelación.



- Debemos ir al origen de esto, al antiguo laboratorio, allí es donde debemos verter la probeta.

- Si tú lo dices,- intervino Freejar con un tono aparentemente indiferente  cuando quiso saber. - ¿Y por dónde queda eso?

- Calculo que a bastantes metros de aquí, señor - respondió apuradamente Leval. -Tendremos que atravesar un pasillo entero. Lleno de esa cosa.

- Tú y yo podremos pasar a gran velocidad - terció Mazoui. -Pero usted no - añadió mirando a Freejar con manifiesta inquietud. -

- Vale, te comprendo - respondió resignádamente éste - os retrasaría. Pero podemos hacer esto. Me quedaré aquí, para vigilaros las espaldas. Por rápidos que seáis no creo que os guste tener esa cosa en la retaguardia.

- No podemos dejarle aquí sólo con eso. Es muy arriesgado. - Objetó Leval muy preocupado por la seguridad de su superior. -

- No te preocupes, muchacho - sonrió Freejar sin parecer asustado. - Si os dais prisa en acabar con estas babas, no habrá nada que temer. Y yo tengo este pequeño encendedor. – Afirmó mostrando el lanzallamas que portaba. -

- Vamos Leval, tiene razón - convino Mazoui. - Cada segundo cuenta.

- Suerte señor - le deseó el muchacho, no sin preocupación. -

-¡Perdéos ya, que el taxímetro corre!- se limitó a rezongar éste. -



            Los dos salieron volando abriéndose paso con una barrera de energía que mantenían según cruzaban aquel mar de gelatina rosada. Freejar, fiel a su palabra, disparaba contra esa cosa para eliminar la que se cernía tras ellos una vez habían pasado.



-Bien, a ver si os dais prisa, muchachos.- Dijo el mayor mirando en todas direcciones en tanto aprestaba su arma.- Mucho me temo que la fiesta por aquí no ha hecho más que empezar…



            Freejar no andaba muy desencaminado. En otra parte de la nave más soldados y oficiales estaban tratando de escapar ante ese fluido. Susan Hunter se vio atrapada en un gran salón junto con una patrulla, cuando todo comenzó a sellarse y se difundió el aviso. Pese a que sus compañeros cerraron las puertas no estaban muy seguros de que eso bastase para contener a esa cosa.



-Tendríamos que revisar cualquier apertura.- Indicó la oficial.-

-¡Mi alférez! - Repuso un joven cabo con horror. - Mire allí arriba, donde la ventilación.



La muchacha levantó la vista solamente para ver esas tiras de gelatina rosáceas deslizándose por las ranuras del techo. Caían despacio sobre el suelo y parecían sentir la presencia humana. Sin pensárselo dos veces ella le pidió un arma a uno de los guardias y disparó contra esa cosa, desgraciadamente no obtuvo el menor efecto.



-Tendríamos que comprobar si se puede taponar la rejilla.- Les dijo a los otros.-

-No sé, señora.- Repuso una  soldado que apuntaba a su vez a aquello con su fusil.-

-Hay un panel que regula los sistemas de aire y los cierres.- Afirmó otro soldado.-

-¿Dónde?- Quiso saber la alférez Hunter.-



            Se lo señalaron pero estaba justo tras aquellas columnillas de baba rosácea. Ninguno de los componentes de la patrulla parecía tener deseos de ir hacia allí, fue entonces Susan la que, en un arranque de valor, corrió zafándose de esos hilillos y atravesando el cuarto hasta llegar frente a ese sitio.



-Trataré de sellar el conducto de ventilación.- Comentó a sus subordinados.-

-Eso también nos privará del aire, señora.- Objetó la otra muchacha.-

-Cada cosa a su tiempo. El aire es el menor de nuestros problemas. Tenemos una provisión suficiente para varias horas. Lo más importante ahora es frenar el avance de esa cosa.- Repuso la oficial.-



            Y sin esperar a más respuestas abrió la tapa que protegía ese panel. Allí vio una especie de palanca que correspondía a las rejillas del aire. Enseguida la giró hasta cerrar la trampilla cortando aquellos hilos que cayeron al suelo. Ahora toda esa especie de fluido se acumulaba en el centro formando una especie de charco…pero ese charco parecía moverse atraído por la presencia de los humanos.



-Debemos tratar de contenerlo de algún modo.- Exclamó el cabo.-

-Pongan muebles por delante.- Les ordenó Susan.- Espero que hagan de barrera y le impidan pasar, ahora no tiene suministro de fuera para crecer y sobrepasarlos.



            La muchacha aprovechó para rodear aquello y reunirse con los demás. Esa especie de pegote les seguía. Eso le dio una idea. Enseguida indicó al resto.



-Rápido, desplegaos y rodeadlo. Al estar uniformemente repartidos no sabrá para dónde ir. Caso de hacerlo tendrá que expandirse por todas las direcciones a la vez y eso le restará fuerza y velocidad.- Conjeturó esperando estar en lo cierto.-



            Los demás obedecieron y aquello pareció resultar, ese charco rosado quedó inmóvil, como si ahora no supiera a qué objetivo perseguir primero. Susan suspiró, eso era un alivio momentáneo pero no duraría mucho. Además, el aire iría agotándose. La joven deseó que alguien pudiera encontrar una solución a tiempo…



-Espero que el alto mando se esté ocupando de esto.- Pensaba no sin temor, aunque sin evidenciarlo.- No podremos aguantar mucho así…



Por suerte los encargados de hallarla llegaron sin tardar al laboratorio. Mazoui destrozó la puerta con un rayo y entraron. La sala estaba dominada por aquella masa viscosa que inmediatamente se les pegó al traje, amenazando por cubrirles enteramente. Se deshicieron de ella aumentando la intensidad de sus auras de energía. Pero era sólo temporal pues enseguida volvería a cercarles de nuevo. Leval señaló hacia una zona que parecía un agujero de color violeta en el centro de un destruido laboratorio. De allí, salían unas luces del mismo color que, al instante de tocar el suelo, se transformaban en aquel fluido.



- ¡Es ahí, estoy seguro! Abre la probeta y lánzala contra ese agujero. - Le indicó Mazoui -



            Leval se dispuso a hacerlo cuando escucharon un ruido tras de ellos, parecía el chapoteo de unos pasos, al girarse y mirar les recorrió un escalofrío. Los oficiales y tripulantes cubiertos por aquella sustancia se aproximaban hacia ellos como si de zombis se trataran dispuestos a impedírselo.



-¿Podéis oírnos?- les llamó Leval a través de su comunicador.-



            Sin embargo no le contestaban. Sus rostros apenas eran visibles tras un velo de aquella materia gelatinosa que les envolvía.



-Somos nosotros, el teniente segundo Leval Malden y el…

-Déjalo Leval, posiblemente no sean ellos. Esa cosa debe de estar controlándoles de algún modo. – Le cortó Mazoui.-

-¿Crees que podrían estar todavía vivos?- Quiso saber su primo, agregando con temor.- No quiero hacerles daño.

- No tengo ni idea. En cualquier caso, yo les contendré, no te preocupes, usaré poca energía. - Se ofreció Mazoui indicando a su interlocutor. - Tú lanza la probeta.-



Su compañero asintió y su primo emitió un rayo lo suficientemente fuerte como para impedirles seguir avanzando sin dañarles. Apenas era una descarga de su propia aura que impulsaba a esos desgraciados hacia atrás. Caían al suelo aunque volvían a levantarse mecánicamente sin dar la impresión de acusar aquello.



- Espero que funcione,- deseó Leval en voz alta mientras la lanzaba, después ayudó a su amigo a contener a esos zombis. – ¡Tiene que funcionar!…



            Al entrar en el agujero, la probeta liberó el líquido que se condensó en una especie de malla que lo cegó. La luz dejó de salir y el fluido comenzó a paralizarse. Poco a poco se hizo sólido. Mazoui indicó a su primo que dejase de emitir rayos contra los zombis puesto que habían pasado a convertirse en estatuas de algo similar a la piedra y podría romperlos.



-¡Vaya, ahora a ver qué hacemos con ellos! - Comentó Leval mirando atónito a los que espera que siguieran siendo sus compañeros.-

-Habrá que pensar en algo. De momento, tenemos que asegurarnos de que esto es el fin de ese fluido.- Repuso su primo.-



            Mientras, Freejar se encontraba en situación apurada, estaba rodeado por ese fluido  y ni su lanzallamas lograba ya detenerlo. Pese a ello el aguerrido oficial disparaba en todas direcciones. Por desgracia, se le estaba acabando el combustible.



-¡Estupendo! Me voy a convertir en pudding de gelatina. - Escupió nerviosamente aunque todavía tuvo a gala emplear su inconfundible humor para añadir con fastidio - y seguro que se limpiará muy mal del uniforme. Mi mujer me iba a matar si lo viera. ¡Qué jodida suerte la mía!



            Entonces el torrente viscoso comenzó a detenerse hasta quedar convertido en una especie de piedra rosada. Parecía lava solidificada. El mayor lo vio y su gesto incrédulo pasó a convertirse en otro sonriente cuando soltó una exclamación de alivio y una mirada hacia el techo para declarar.



-¡Menos mal!, esos chicos lo han conseguido. Ya me veía convertido en postre de Acción de Gracias. Te debo una Señor, celebro no haberte cabreado tanto como para abandonarme.  Y perdona mi lenguaje. Como mi esposa Elise diría. Tendré que hacerte una visita el domingo para agradecerte que no hayas perdido tu santa paciencia todavía conmigo.



            Por otra parte. No todos estaban igual de felices. En el cuarto donde Hunter y el resto resistían las cosas habían ido empeorando, ese charquito pese a todo se estiraba uniformemente tal y como ella dedujo. Y el aire comenzaba a escasear. Ya estaba considerando alguna otra opción cuando sonaron golpes en una de las puertas.



-¿Quién podrá ser?- Quiso saber uno de los soldados.-

-Posiblemente un grupo de rescate.- Dijo la otra chica, visiblemente aliviada.-



            Uno de los soldados fue a abrir, aunque entonces Susan se percató de un detalle, bajo la puerta y pese a que debería estar sellada, algo estaba fluyendo. Era esa pasta viscosa…



-¡Espere un momento! – Gritó.-



            Pero el aviso llegó tarde, aquel individuo abrió deseoso de recibir al equipo de rescate, en su lugar lanzó un terrible alarido. Una especie de brazos rosados tiraron de él hacia fuera. A los pocos instantes quedó recubierto de aquella terrible pasta. Para horror de los demás, un grupo de formas humanoides cubiertas por aquel fluido avanzaron lentamente al interior…



            Entre tanto los dos muchachos trataban de entender lo sucedido. Y Leval le preguntó a su primo.



-¿Cómo sabías que debíamos arrojar la probeta ahí?

- Pues francamente no lo sabía - reconoció Mazoui. - Mi instinto me lo dijo.

-¡Menos mal que tu instinto no ha fallado! Bueno - suspiró hondamente Leval para descargar toda la tensión acumulada en tanto preguntaba. - ¿Qué vamos a hacer con todo esto?..

- Debemos sacar a todos los afectados  de ahí dentro. - Le contestó su primo que señaló a uno de los múltiples tripulantes convertido en estatua. - Creo que las chicas hallarán la forma.

-¡Vamos por Freejar! - recordó Leval  que agregó no sin inquietud. - Espero que esté bien.



            Mazoui asintió y los dos regresaron volando hacia la posición del mayor, éste, despojado de su escafandra, fumaba uno de sus puros con deleite.



- Hola muchachos.- Les saludó entre una y otra calada, afirmando con humor. - Habéis tardado un poco pero, buen trabajo.

- Ya podemos volver - indicó Mazoui observando atónito a ese tipo y pasando por alto el comentario.- La situación parece estabilizada.



A lo que su interlocutor dijo, en tanto daba otra calada.



-Espera un poco, aprovechando que la ventilación todavía no está activada ni la alarma antiincendios, me voy a fumar a este chiquitín. Si gustáis.



Ambos chicos negaron con la cabeza esbozando sendas sonrisas. ¡Aquel tipo era algo aparte! Lo cierto es que se había comportado con valor y determinación en todo momento, sin perder nunca la sangre fría ni su irónico humor. Eso les había dado a ellos seguridad en que todo iba a ir bien. De modo que, como agradecimiento, le dejaron disfrutar del cigarro un par de minutos más y después Mazoui le indicó que debían irse. Freejar apagó el puro y cuando su colega le agarró por la cintura para transportarse con él, aquel extravagante individuo le dijo con divertido sarcasmo.



- ¡No aprietes tan fuerte, corazón!, van a pensar que estamos liados.



            Mirando hacia arriba y moviendo la cabeza Mazoui decidió ignorar también ese otro comentario, se transportó al igual que Leval que casi no podía aguantar las ganas de reírse tras escuchar aquello, de vuelta al puente. Al aparecer, todos les dedicaron miradas expectantes. Fue Freejar el que tomo la palabra, declarando con su indiferente sarcasmo habitual.



- Ya está listo, ahora busquen sus escobas y a trabajar.



            Todos prorrumpieron en gritos de júbilo, el extravagante oficial sonrió y añadió.



- No os alegraréis tanto cuando veáis como está todo, tardaremos años en limpiarlo.



            Por su parte, Penélope y las chicas se alegraron muchísimo de que sus esfuerzos hubieran dado sus frutos. No obstante, la jefa de investigación enseguida mostró un semblante triste y preocupado cuando escuchó a Mazoui y a Leval describir el estado de aquellos que habían sido atrapados por esa sustancia.



-¿Saben si todavía viven?- Inquirió Spar vía comunicador.-

-Lo ignoramos, señor.- Admitió Mazoui.-

-La primera prioridad es ocuparse del estado de todos los afectados.- Les ordenó el contralmirante, indicando.- Envíen un equipo especial provisto de trajes de cuarentena y habiliten algún lugar en el hospital.

-A la orden.- Contestó de inmediato el capitán a cargo de las operaciones.-



            Quizás hubiera esperanza todavía. Eso deseaban creer Penélope y las demás. No obstante, en el cuarto dónde estaba Susan, las cosas se habían puesto muy feas. Allí todavía no daba la impresión de que esa sustancia hubiera perdido sus propiedades y un grupo de aquellos individuos controlados por ella avanzaba hasta arrinconar al resto de la patrulla.



-¿Qué podemos hacer?- Gritó la soldado rubia que ya estaba contra la pared del otro lado de la cámara.

-Nada salvo defendernos hasta el final.- Replicó la joven oficial morena que apuntó a esos humanoides con un fusil.- ¡Alto o dispararemos! - Les conminó a sabiendas de que sería inútil.-



            Los demás hicieron lo propio pero esas criaturas seguían avanzando. Susan disparó contra ellas pero las balas no hicieron efecto, quedando detenidas primero y adheridas más tarde en aquella sustancia.



-Bueno.- Suspiró la chica con resignación.- Al menos les daremos una buena pelea a esos tipos.



            Y se puso en guardia lista para emplear la culata del arma como defensa. Los miembros de la patrulla la imitaron. Todos listos para vender caras sus vidas. Por fortuna aquello fue innecesario. De pronto las figuras revestidas de ese fluido se detuvieron. Ante los atónitos ojos de todos comenzaron a petrificarse, lo mismo que aquella extraña sustancia… Al cabo de unos instantes eran como estatuas.



-¿Qué ha ocurrido, señora?- Quiso saber el cabo, de apellido Gómez.-

-No tengo ni idea. Será mejor que comprobemos si ha sucedido lo mismo fuera.- Replicó Susan quién, dando ejemplo, añadió.- Permanezcan aquí. Iré a echar un vistazo. Cúbranme.- Remachó aun a sabiendas de que eso sería inútil dadas las circunstancias.-



            La joven salió de la estancia y pudo ver como en el pasillo toda aquella especie de gelatina parecía ahora estar convertida en sólida piedra. Entonces vio un intercomunicador. Sin pérdida de tiempo lo accionó y pudo comunicarse con el puente. Allí le refirieron lo sucedido. A su vez informó de cuanto les había acontecido y un oficial superior le contestó.



-Muy bien, traten de volver hacia su base. Enviaremos un equipo para atender a los heridos y a los afectados por esa sustancia. Por si acaso no la toquen, ¿entendido?

-A la orden.- Repuso ella, cortando la comunicación.-



 Aliviada retornó para contárselo a la patrulla.



 -Se ha terminado. Podemos regresar.- Les informó ante los gritos de júbilo y los abrazos de todos, Susan sonrió, suspirando también aliviada, desde luego lo había visto muy cerca esta vez.-  Bueno.- Se dijo con más sosiego.- Al menos tendremos un día más para vivir aventuras y contarlas…



En el puente también reinaba la euforia. Cuando por fin se calmó la alegría inicial, Mazoui explicó la situación. Todos convenían en que la problemática más acuciante era la de todas aquellas personas, militares y civiles, atrapados en esa especie de piedra. Penélope dijo creer tener una solución, Sandy y Satory se ofrecieron a ayudarla.



-Tendremos que coordinarnos con los servicios médicos de la nave.- Les comentó las directora de las Fairy Five.- No debemos olvidar que son personas, no experimentos, las que están bajo esa cosa.

-Por supuesto.- Convino Satory.- haremos todo lo posible para devolverles a su estado normal.



            Sandy asintió, aunque parecía ausente y preocupada. No dejaba de pensar en que quizás, de no haber mediado esa disputa con Amatista, nada de aquello habría sucedido. Su compañera al menos lo pagó caro, estando en el hospital y con aquellas graves heridas en las piernas.



-Y yo estaba como si nada me hubiera sucedido.- Se decía no sin culpabilidad.-



            La voz de Penélope la sacó de esos pensamientos, apremiándola.



-¡Vamos Sandy!, debemos darnos prisa. Cada segundo cuenta.

-Sí, claro.- Asintió esta, decidida a ser de utilidad.-



            Aunque Satory se ocupó de recordarles otra cosa, igualmente importante.



-Tenemos que buscar a Jen. Podría estar entre los afectados.

-Es cierto.- Convino Penélope.- Pero aunque sea nuestra compañera nuestro deber ahora es ser ecuánimes. Todo el mundo merece ser ayudado por igual.



Sus interlocutoras asintieron. Sin perder ya ni un instante más corrieron a reunirse con los médicos a cargo de las personas cubiertas por esa cosa. Por todas las partes de la nave volvieron a abrirse los conductos de ventilación. Deberían ser desatascados y eliminar los gruesos pegotes de piedra que los obstruían ahora. Se ordenó un limpiado general en la que participó todo el personal de servicio y mantenimiento más una brigada de voluntarios. Leval llevó de vuelta a Amatista al hospital. Allí, todo se había normalizado antes al ser una instalación de primera importancia. Además de ser el lugar en donde estaban recibiendo atención los afectados por esa sustancia. Consciente de eso, y de que sus compañeras se afanaban en hacer cuanto podían por esas pobres gentes, Amatista inquirió al doctor con visible interés.



-¿Cuánto tiempo me queda antes de poder salir? Desearía poder ayudar.

- En vista de sus últimos progresos, creo que podremos darle de alta en menos de una semana. Sus huesos soldaron bien y las piernas se han fortalecido mucho, pero deberá seguir con sus ejercicios de rehabilitación.- Le respondió el facultativo. -



            Amatista se alegró, pero su rostro reflejaba la impaciencia por ese largo periodo de inactividad.



-¡Jo, qué rollo! - protestó sin poderlo evitar, como si de una niña se tratara. - Estar en la cama tanto tiempo todavía.

-¿Tan mal la tratamos aquí?- rio el médico, divertido. – Yo pensaba que estaba contenta con nosotros.



            La muchacha miró de reojo a Leval que también se sonreía, y sintiéndose algo avergonzada de aquellas irreflexivas palabras, le dijo al doctor.



- Discúlpeme, no es eso – añadió tratando de enmendar su comentario anterior. - Pero es que tengo tantas ganas de volver a mis ocupaciones normales y colaborar con mis compañeras. Hay mucho trabajo que hacer, y además, me gustaría volver a cantar.

- Ten paciencia - sonrió condescendientemente Leval que añadió más resignado. - Lo único que siento es que se nos acabasen las alubias, podrías haber estado recuperada enseguida.



            No obstante, la chica negó con la cabeza y pareció recobrar un talente jovial cuando respondió.



- Pues yo no. De haberme recuperado tan rápido no habría conseguido que te declarases,- intervino ella devolviéndole una alegre sonrisa. - Ha sido mejor así, mereció la pena. ¿Sabes? Al final Granate tenía razón.



            Leval la observó con gesto sorprendido, ¿a qué se podría referir ella? Aunque enseguida la muchacha, con un tono más melancólico al recordar al primo de ambos, le contó.



-Cuando alguna que otra vez hablábamos, él, que sabía lo que yo sentía por ti, me decía en broma. Amatista, vas a tener que lanzarte gritando ¡Gerónimo! Y luego me contaba que, o me tiraba de un acantilado para que me salvaras o que no iba a poder llamar tu atención. – Concluyó ahora tratando de no llorar sin conseguirlo al recordar aquellos momentos, sobre todo cuando confesó. – ¡Cuánto le echo de menos!

-Sí- convino Leval acariciando afectuosamente una mejilla de la muchacha, en tanto con un pañuelo le secaba las lágrimas. – Pese a todas sus bromas y sus gamberradas en el fondo nos conocía muy bien. Yo también añoro esos momentos, Mazoui y yo a veces lo comentamos. No hay día que pase que no le recordemos. Era un gran muchacho.

-Estaba tan feliz cuando me hablaba de su reina de la Luna Nueva. – Suspiró la chica que ahora contuvo sus ganas de llorar y pasó a sonreír con nostalgia. – Puedo comprenderle muy bien. Cuando amas a alguien eres feliz únicamente con pensar en esa persona.

-Ahora a mí también me ocurre lo mismo. – Replicó Leval besando a la chica en los labios para añadir. – Por eso quiero estar contigo. No me importa dónde.

-Aunque sea en un hospital. - Suspiró ella que quiso recuperar un talante más jovial para afirmar. - Pero, estando tú conmigo, esperaré lo que haga falta.



            El muchacho sonrió de nuevo, tomándola de una mano.



- Claro, no te preocupes,- la animó declarando con entusiasmo. - Una semana pasa volando y los dos tendremos muchas cosas que hacer juntos después.



            Amatista sonrió reconfortada. Efectivamente por mor de su actuación contra ese fluido Leval pudo gozar de un permiso de dos semanas. Y la muchacha recibió de Penélope la autorización para tener otra semana libre al margen de la que precisaba hasta que le diesen el alta. Mazoui por su parte también tuvo el mismo tratamiento que su primo. Los dos jóvenes se lo habían ganado, su intervención resultó providencial una vez más. La primera semana pasó volando, Amatista salió del hospital, aunque con muletas. Lo primero que hizo fue ir a cenar con Leval. Por su parte, Sandy, Jen, Satory y Penélope lograron liberar a los que permanecían atrapados. Según explicaron, el líquido que desarrollaron contenía una especie de enzima oxidante que privó a ese fluido de su plasticidad y compensaron el desajuste producido en ese agujero, donde Leval lanzó la probeta. Milagrosamente, esa sustancia, pese a haberse tornado pétrea, era muy porosa y fácil de atravesar. El oxígeno les llegaba a los afectados que podían respirar, eso sí, con unas constantes cardiacas y un metabolismo muy ralentizados. Los médicos de la nave así se lo comentaron.



-Incluso puede que hayamos descubierto algo por casualidad.- Declaró la misma Satory cuando ayudaban a algunos facultativos que estaban liberando lentamente a algunos de los pacientes de aquello.- Y parece bastante prometedor.

-Es cierto.- Convino Sandy, que enseguida se percató de lo que su compañera quería decir, al agregar ella misma.- Si pudiésemos utilizar las propiedades de ese compuesto de un modo controlado, tendría muchas aplicaciones en medicina e incluso pudiera significar un avance en sistemas de animación suspendida.

-Nos ocuparemos de investigar eso a su debido tiempo.- Convino Penélope quien buscó enseguida a la otra miembro del grupo.- Jen.



            La joven estaba algo apartada, escribiendo un mensaje en su teléfono. Enseguida lo guardó acudiendo presta a la llamada de su jefa.



-¿Sí Penélope?

-Mira a ver si me traes el tubo con la encima K- cuatro.- Le pidió su jefa.- Es la que estamos intentando aislar de esa cosa.

-Enseguida.- Asintió la muchacha que fue a otra sala a buscar.-



            Al quedarse solas, sus tres compañeras se miraron, fue Satory quien rompió ese silencio que se había creado para comentar.



-Tuvo muchísima suerte. Al poder escapar por uno de los pocos pasillos que no estaba recubierto de eso.

-Es cierto. Menos mal. Creía que la habíamos perdido.- Suspiró Penélope.-



            Satory asintió y se alejó yendo hacia una mesa con ordenador. Tenía unas fórmulas que calcular. Sandy por su parte guardó silencio. Pero había algo que no le cuadraba. No obstante, no se percataba de qué.



-No sé, no lo recuerdo bien ahora. Aunque juraría que todo estaba recubierto por esa cosa.- Pensó.-



            Empero, Jen les había asegurado que ella no se encontró con nada de aquella sustancia en su camino. Al fin, la aludida retornó y le entregó a Penélope esa probeta con aquella encima.



-Gracias.- Le dijo la jefa.-

-No hay de qué, voy a echarle una mano a Satory.- Sonrió Jennifer dirigiéndose hacia su compañera.-



En cuanto la vio caminando en dirección hacia la otra parte del laboratorio, Sandy tuvo una sensación extraña. Era esa especie de sexto sentido suyo que le decía que algo seguía sin encajar. Por ello no pudo evitar comentarle a Penélope.



-Lo que no sé es dónde se metió Jen. No estaba con nosotras cuando el mayor O ‘Brian nos transportó. Y no acabo de creer que el pasillo por el que dijo que salió estuviera despejado.

- Es cierto, fue algo muy extraño, pero una suerte. - Convino su jefa mirando de reojo a la asistente que ya estaba con Satory enfrascada en unos cálculos.-



Las dos se miraron y cuando hubo una pausa para almorzar aprovecharon para reunirse con las otras chicas. Una vez sentadas alrededor de una mesa y en tanto tomaban unos sándwiches, fue la doctora Winters la que sacó el tema.



-Oye Jen, nos tuviste muy preocupadas. ¿Cómo pudiste salir del laboratorio?



La interpelada terminó de masticar y sonrió para responder sin darle importancia a aquello.



-¡Oh!, ya os lo dije. Tuve suerte, la salida del cuadrante norte no estaba bloqueada. Cuando Sandy se fue a llevar el amonio me ocupé de cerrar la ventilación de esa área. Acabé enseguida y me marché.

- Sí que fue una suerte – terció Satory.- Pero corriste mucho riesgo. Y estábamos muy asustadas.



            Su compañera sonrió agradeciendo esas palabras y se limitó a contestar modestamente.



-Corrí el mismo riesgo que vosotras. En ese momento lo primero era conjurar el peligro para toda la nave.

-Sí. Es cierto, por fortuna todo terminó felizmente. – Suspiró Penélope queriendo dejar el tema para centrarse en las muchísimas cosas que debían hacer.-



            Sandy sin embargo miraba a su compañera con un gesto sorprendido. Una vez más le asaltaba esa sensación. Algo no iba del todo bien, pero tampoco podía imaginar que era. Simplemente tenía ese presentimiento. De todos modos las cosas habían salido perfectamente. Quizás la causa fuese que se había sentido algo culpable por dejar allí a esa muchacha. Además, tampoco podía decirles a las otras el origen de sus recelos. Decidió que sería mejor olvidar aquello. Todo se había resuelto y ella tenía sus propios problemas. De modo que, sonriente, comentó.



-Bueno, algo hemos sacado de todo esto. Con esas propiedades que tienen. Esos estudios que hicimos sobre esas extrañas enzimas quizás nos resulten útiles en el futuro.

-Puede ser- convino Satory que recibió una llamada en su teléfono móvil.- Disculpad- Dijo alejándose del resto para contestar.-



            Enseguida sonrió, era Amatista que parecía pletórica. Apenas pudo decir nada puesto que su amiga no dejaba de hablar.



-¡Hola Satory!, mira, esta noche vamos a cenar los cuatro. No, no me preguntes que cuatro… pues Leval, Mazoui tú y yo. Sí, se me ha ocurrido que vamos a invitarles para celebrar el éxito de vuestro trabajo y de su intervención contra ese fluido viscoso.

- Vale. - Pudo terciar su amiga con un tono algo nervioso, pero…

-¡No hay peros que valgan!- la cortó Amatista realmente embalada al agregar.- Ponte un vestido bonito. Ya verás cómo Mazoui se fijará en ti.

- ¿A qué hora se supone que quedaremos?- Contestó su interlocutora pudiendo articular palabra al fin.-

-A las nueve en punto. Luego te doy detalles. Nos vemos en el apartamento. – Le indicó su alegre amiga.-



Satory convino en eso y con una gran sonrisa colgó. Después se reunió con las demás y tras la pausa del almuerzo continuaron con el trabajo cotidiano. Al terminar retornó a su piso. Amatista llegó al poco. En tanto se preparaban le comentó entusiasmada a su tímida compañera.



-Esta noche es la noche. Te lo vamos a dejar en bandeja.

-Bueno, no creo que haya que precipitarse. – Pudo oponer una cada vez más azorada Satory a quién la expresión de su amiga  comenzaba a inquietar.- Mejor tomar las cosas con calma, ¿eh?

- ¡Vamos chica! – Le sonrió de forma cómplice para sentenciar.- Leval y yo podemos irnos un poco antes y te dejaremos el campo libre. ¿Me has oído? Le vas a tener todo para ti solita. No puedes desaprovechar esta oportunidad. Es más, te dejo el piso para ti esta noche. Ya me las apañaré para dormir en algún sitio.



La sola mención de aquello bastó para que Satory enrojeciera a ojos vistas. Apenas si pudo musitar.



-Pero no… no estoy preparada para eso. Todavía no…



 Amatista suspiró como si estuviera cargándose de paciencia asintiendo con resignación. Entonces declaró.



-Bueno mujer, tú misma. Tampoco hay que forzar las cosas. Pero al menos dale a entender que estás disponible. Eso sí podrás hacerlo. ¿Verdad?



Su amiga no quiso preguntarle a qué se refería exactamente con eso. Por supuesto que estaría encantada de que aquel muchacho tan apuesto se fijase en ella. Y claro que trataría de conseguirlo. Pero dentro de unos límites. Al menos todavía. De modo que dejaron el tema, tuvieron tiempo de arreglarse y, muy puntuales, los chicos acudieron a recogerlas llamando a la puerta de su portal.



-Ya están aquí.- Se sonrió Amatista, que estaba muy entusiasmada.- Y esta vez sin retrasos ni cancelaciones ni excusas.

-Claro, ¿por qué habría de pasar nada de eso?- Musitó su amiga.-

-Bueno, tuve malas experiencias en el pasado con Leval por eso. Ya sabes, siendo pilotos y teniendo que estar disponibles las veinticuatro horas. - Le confesó su compañera, eso sí, agregando ahora con optimismo.- Aunque eso parece que ya se terminó. Al menos eso espero. Anda, vamos que nos aguardan abajo. Pero despacito.- matizó casi más para ella misma que para su atónita amiga.- tampoco es bueno que crean que estamos ansiosas.



            Y las dos se tomaron unos minutos para bajar. Al fin se reunieron con los dos muchachos.



-Estáis realmente preciosas.- Las cumplimentó Leval nada más verlas.-



            Amatista llevaba un vestido de la colección de su madre, traje de noche de una pieza de color canela y escotado, (aunque no mucho dado que sus encantos eran muy evidentes), y estuvo deseosa de conjuntarlo con unos zapatos blancos de tacón alto que tenía. ¡Casi era tan alta como su novio con ellos! Pero realmente lo disfrutaba. Al fin unos chicos con los que podía lucir ese tipo de calzado sin parecer una gigante. Sin embargo, al calzárselos no se sintió del todo segura.



-¿Qué te ocurre?- Le preguntó Satory.-

-No sé. Quizás no esté lista todavía.- Le comentó su amiga.-



            Esta se dio cuenta de inmediato y asimismo le desaconsejó.



-Ya es bastante que te atrevas a salir sin muletas para ir a cenar. Pero con esos taconazos corres el riesgo de volver a lesionarte.

-Es verdad.- Suspiró ella.- Tendré que ir con las bailarinas.



            Incluso las había acolchado para no resentirse de la carga de su peso al caminar. Pese a que eran bastante más bajas que esos otros zapatos, Amatista seguía superando el metro ochenta con claridad.



-No te preocupes.- Le comentó su amiga no sin humor.- No creo que te vayan a tomar por una enanita. Y así, por lo menos, no desmerezco tanto a tu lado.



Y es que por su parte,  Satory se decidió por un estilismo algo más conservador, con blusa blanca y falda verde, zapatos negros de medio tacón. Parecía la niña del grupo pese a que, su estatura era incluso algo superior a la media, añadiendo además esos centímetros extra de los zapatos. Aun así, la propia Amatista le sacaba unos cuantos centímetros. Y los chicos no digamos.



-Lo cierto es que Mazoui es muy alto, más que su primo. Y pese a todo me veo pequeñita a su lado.- Pensó con rubor la chica.-



Aunque eso tampoco le disgustaba. Es más, en ese tema coincidía con su amiga, le encantaban los hombres altos y fuertes como esos dos.



-¿Ya estás recobrada del todo, Amatista?- Se interesó Mazoui tras saludarlas a su vez.-

-Tengo que ir acostumbrándome a dejar las muletas.- Contestó ella que, pese a todo, tenía que esforzarse por caminar.-



            Leval no tardó en ponerse a su lado y ofrecerle un brazo. Ofreciéndole a su novia.



-No te fuerces demasiado. Apóyate en mí cuando te haga falta.



La chica asintió, agradecida e incluso agradada por ese gesto. Él la protegía y se preocupaba por ella. Y no tenía sentido querer fingirse más fuerte o recuperada de lo que ya estaba. Tras haber pasado por ese calvario de rehabilitación lo que menos deseaba era recaer. De modo que no dudó en aceptar ese ofrecimiento y tomarse de un brazo de su pareja. Así caminaron hasta la parada del deslizador y tras abordar uno llegaron al restaurante favorito de Amatista, que se contaba entre los mejores de  la ciudad. Aunque eso tampoco era tan difícil dado que no había más que cuatro en toda la nave. Pidieron la cena y lo pasaron muy bien, charlando más distendidos. Leval, que tomó la batuta de la conversación, les contaba algunas de las cosas que Freejar hacía o decía y todos se tronchaban de risa.



-Parece un hombre muy simpático. – Comentó Amatista cuando pudo parar de reír. -

-En cierto modo lo es. Y me recuerda a mi padre cuando se ponía a hacer trastadas. – Convino Leval con jocosidad. – ¡Los dos están como una cabra!…



Ese comentario levantó una ola de nostalgia en todos ellos. ¡Cuánto añoraban a sus familias!, aunque fue Satory la que, tras admitir eso en voz alta, declaró.



-Ahora tenemos una nueva familia, chicos. Todos nosotros y nuestros compañeros. Y estoy contenta de vivir esta experiencia a vuestro lado. Sois las mejores personas con las que se podría estar.

-Gracias- le replicó Mazoui que también admitió. - Pienso muy a menudo en mis padres y mi hermana. Pero teniéndoos a vosotros todo se hace más llevadero.

-Estoy segura de que algún día les volveremos a ver. – Afirmó Amatista con su últimamente adquirido optimismo. – Debemos seguir teniendo fe y trabajando para encontrar el camino de regreso a casa. Ellos afrontaron retos mucho más difíciles y nunca se rindieron. Estoy convencida ,en nuestro lugar no se rendirían ahora y nosotros tampoco lo haremos.

-Sí, seamos dignos de ellos y no renunciemos a la esperanza. De hecho, eso significa mi nombre.- Convino Leval posando una mano sobre otra de su novia.-

-¿Ah sí?- Inquirió la perpleja Satory.-¡Qué curioso! ¿Y en qué idioma?



            Leval entonces se dio cuenta de que quizás había hablado demasiado. Y aunque pensaba que la amiga de Amatista era de confianza optó por no comprometerse demasiado y le explicó



-Bueno, mi madre me dijo que era un antiguo lenguaje, pero no recordaba cual. Al menos, eso me contaron de crío. Quizás se lo inventase.

-Pues es un invento muy bonito.- Sonrió Amatista queriendo echarle un capote a su novio.-



            Satory abrió la boca con estupor. Aunque esa era una reacción no del todo sincera. Más bien estudiada. Ella no había sido ajena a los informes que su padre manejó acerca de Leval y de Mazoui. En ellos se les calificaba como individuos sobresalientes, de increíbles capacidades. Posiblemente de origen extraterrestre. Pero eso no estaba demostrado. Pudieran haber sido parte de algún experimento o cosa similar, del profesor Tomoe.



-Mejor no hacer preguntas incómodas. Menos ahora.- Meditó prudentemente ella, quien finalmente declaró.- Es una bonita historia. Cuando volvamos podrías preguntarle a tu madre.

-Sí, es verdad.- Sonrió Leval.- Lo haré.



            Mazoui desde luego se cuidó mucho de aludir a su propio nombre y su significado. Recordó que, años atrás, cuando descubrió sus orígenes, su madre le contó…



-Tu nombre me vino inspirado. Soñé con él. Pero no fue una pesadilla, fue algo confortador. Me dijo que, pese a todo, serías alguien muy importante.

-Únicamente espero ser útil para ayudar a los demás, mamá.- Le contestó el joven entonces.-

-Claro que lo serás, cariño.- Le abrazó Karaberasu.-



            Y solamente a eso aspiraba. De momento y por suerte, lo estaba logrando. Junto a su primo ya había tomado parte en misiones peligrosas y salvado muchas vidas. Eso le satisfacía. Desde luego, se avergonzaba de su origen y le horrorizaba pensar en que pudieran descubrirle con su apariencia demoniaca. Por eso desde que supo de su auténtica naturaleza, se esforzó en ser muy prudente.



-Y aquí con mucho más motivo. No puedo ir a ninguna otra parte.- Se dijo.-



            Pero no queriendo que el resto se percatase de esa inquietud, sonrió, afirmando al hilo de esa conversación.



-Somos un gran equipo. Tenemos a muchísimos profesionales cualificados. Y sobre todo, os tenemos a vosotras, las Fairy Five. Con vuestro talento en la investigación seguro que nuestras posibilidades de regresar a casa se multiplicarán.



            Todos convinieron en eso y la cena se desarrolló posteriormente por cauces más desenfadados. Al final de la velada no hubo ocasión para que ninguno pasase a mayores. Los chicos debían volver a su base y tanto Satory como su amiga estaban cansadas pero bastante satisfechas. En opinión de Amatista su tímida compañera estaba empezando a encauzar las cosas con Mazoui quien la halagó en repetidas ocasiones durante esa velada.



-Creo que esto está casi hecho.-Le comentó triunfal cuando las dos estaban ya en su apartamento tras haber sido acompañadas por esos apuestos muchachos.-

-No sé. Es un chico muy agradable sin duda, y muy educado.- Admitió la azorada Satory, alegando, eso sí, con prudencia.- Pero eso no significa que yo le guste.

-¡Ay, chica, no seas tan negativa!- Exclamó Amatista para recordarle a su interlocutora. - Si te ha estado piropeando toda la noche.

-Sí, ha sido muy amable. Aunque se ha limitado a alabar nuestro trabajo.- Puntualizó su contertulia.-



Amatista suspiró, decidiendo dejar ese tema. En eso su amiga tenía razón. Mejor pecar de prudentes y no lanzarse enseguida a la piscina. Habría que ser pacientes, ella ya había hecho lo que debía para ayudar. Y en los días que siguieron desde que había terminado la amenaza del fluido las cosas estuvieron bastante tranquilas. Amatista se reintegró a sus obligaciones y continuó su trabajo. Satory se había encargado de parte del mismo pero también Sandy. De modo que la recién recuperada paciente tuvo que pasarse por el apartamento de su morena compañera de camino al laboratorio, un día que esta libraba, para recoger sus informes.



-Bueno, creo que era aquí.- Se dijo la muchacha en tanto avanzaba apoyándose en sus muletas.-



Lo cierto es que tras la cena y pese a las precauciones tomadas, se resintió algo de las piernas. Para evitar males mayores recurrió de nuevo a usar las muletas y tuvo que tomar un deslizador para llegar a donde vivía su compañera. ¡Ésta Sandy, parecía volver a las andadas! En vez de llevarle allí las cosas, estando todavía en proceso de recuperación, dejaba que ella fuera a buscarlas.



-Tampoco puedo quejarme de eso. Yo misma quise ir a cenar sin las muletas. Ahora tengo que atenerme a las consecuencias. - Se censuró.-



Y por si fuera poco, bastante había hecho Sandy ocupándose de su trabajo, que ya era mucho de por sí, y del de la propia Amatista.  De modo que, en lugar de lamentarse debería agradecérselo, suspiró resignada y llamó. Al cabo de unos segundos esa joven le abrió la puerta en tanto enjugaba unas gotas de sudor de su frente con un pañuelo.



- Pasa - le dijo sin demasiada cortesía. - Ahora mismo te traigo tus cosas.

-Gracias.- Musitó ella.-

            Así que avanzó con las muletas y entró, el apartamento de Sandy no estaba mal. No era muy grande pero si acogedor, la decoración justa y graciosamente dispuesta. Todo con un toque muy femenino y bastante ordenado. Un confortable sofá era el eje central del comedor, junto a él, una mesa redonda y dos sillas de madera enfrentadas a una holo pantalla. Amatista, dedicó sin embargo su atención a otra mesa rectangular que sostenía un nutrido número de fotografías. Se fijó en una en particular, salía una atractiva  mujer de pelo castaño largo hasta la base del cuello, sosteniendo a una chiquilla, morena y de grandes ojos verdes, que sonreía visiblemente feliz. Esa tenía que ser su compañera de niña y la adulta posiblemente su madre. Otra foto en la que esa misma  señora sujetaba cariñosamente con ambas manos a la cría, con un hermoso árbol de Navidad de fondo, rematado por una gran estrella. En otra, con la misma temática navideña, aparecía también un hombre de pelo moreno y con gafas que junto a la mujer estaba en cuchillas y muy sonriente junto a la pequeña. En una reseña se podía leer, “Felices fiestas y próspero dos mil cuatro”.  Luego, vio a Sandy ya adulta, agarrada del brazo de ese mismo hombre cuyo pelo se había tornado cano, a Amatista le recordó al padre de Idina. Su compañera de trabajo iba vestida con la toga y el birrete. Al pie de la foto, se podía leer una inscripción que rezaba. Ceremonia de graduación, facultad de biofísica, curso dos mil diecinueve, dos mil veinte.



-¿Sandy?- La llamó, dado que hacía un rato que esa chica se había ido.- ¿Va todo bien?...



            No hubo respuesta. Su compañera desde luego que tardaba en regresar. Así que Amatista, algo impaciente por esa espera, pasó por un corredor que daba acceso al resto de las habitaciones. Asomó la cabeza en la que parecía el dormitorio de la chica.



-¿Sandy?- Volvió a llamar sin obtener tampoco contestación.-



Aunque sonrió al ver un gracioso oso de peluche de color amarillo que debía de tener bastantes años, pues parecía muy desgastado. Lo reconoció, era el mismo que salía en las fotos. Lo asió con una mano levantándolo y se fijó en unas encantadoras alitas blancas que tenía en su espalda y en un corazón rojo,  algo desdibujado por el paso del tiempo y el desgaste, en el centro de su barriga...



-¡Te agradecería que no curiosearas en mis cosas! - Le reprendió a su espalda la voz de Sandy que parecía molesta. -

- Perdona, es que no te veía por ningún sitio y...- repuso Amatista tratando de justificarse pero su interlocutora la cortó. -

- He tenido que entrar al cuarto de baño, ¡aquí tienes tu informe y el resumen de tus tareas! - Le espetó alargándole un portafolio según explicaba de forma seca. -Hice algunas correcciones y anotaciones complementarias. Si tienes alguna duda me lo dices.

- Gracias, Sandy.- Sonrió la chica aunque de forma algo forzada, pues percibía la tensión en el rostro de su compañera. -

- Ahora tienes que irte.- La apremió la muchacha - te queda mucho por hacer y yo tengo cosas que hacer pendientes en casa.

- Sí, claro – convino su interlocutora sintiéndose en una situación muy embarazosa. Aquella chica estaba prácticamente echándola de allí. Quizás la hubiera ofendido de alguna manera, pero no acertaba a imaginar de cual. Apenas si pudo musitar un tímido. - Hasta mañana…



La morena científica la acompañó hacia la salida, Amatista se dejó dirigir sumisamente hasta la puerta. Sandy cerró articulando un lacónico adiós. Allí fuera, apoyada en sus muletas se quedó pensativa durante unos instantes. Por más que le daba vueltas no comprendía esa actitud. Su compañera parecía una chica hogareña, incluso tenía un oso de peluche por el que debería sentir mucho cariño. Sólo tuvo que ver su reacción cuando la sorprendió con él en la mano. ¡Parecía que le estuviera robando su tesoro más preciado!



-Quizás sea eso. ¡Pero es ridículo! Es una mujer adulta. Tampoco es para ponerse así por un osito. No lo sé. No pienso que eso la haya enfadado tanto realmente.



Y para apoyar esa sospecha solamente tenía que recordar cómo estaba el resto de la casa de Sandy. Limpia, bien decorada, y las fotos con sus padres donde se la veía sonriente y feliz, además de las otras cosas, contradecían frontalmente ese carácter tan agrio. Cada vez que lo pensaba se quedaba desconcertada ¿Por qué? ¿Por qué esa mujer se empeñaba en aislarse así de todos y de todo? No tenía sentido. Quizás tuviese algún trauma que todos los demás ignorasen. O puede que el separarse así de su familia la hubiera trastornado. Aunque tampoco parecía ser eso… ¿entonces qué demonios le ocurría para actuar así?...



-No lo entiendo, creo que se lo comentaré a Satory a ver qué opina ella.- Pensó aunque ella misma se dijo al momento siguiente.-  O quizás… en fin…supongo que cada uno es cada uno…todos tenemos nuestros secretos y nuestras penas. Lo mejor será que la deje en paz. La última vez desde luego pagamos un precio muy alto por nuestras desavenencias.



            Y es que paradójicamente, se culpaba de lo ocurrido en el laboratorio de igual modo al que lo hacía Sandy. Si no se hubieran enzarzado ene se conato de pelea a buen seguro que hubieran estado más atentas a ese experimento y muy posiblemente nada hubiera pasado. Suspiró dejándolo correr.



-A fin de cuentas, su vida es cosa de ella. No es asunto mío.- Se dijo.-



Y sin preocuparse más por ese tema abordó el ascensor, debía ir al laboratorio. En eso, su compañera llevaba toda la  razón, le quedaba mucho trabajo por hacer para ponerse al día. Entre tanto, nada más cerrar, Sandy se recostó sobre la puerta durante unos segundos. Había estado muy grosera y lo sabía, es más, lo había hecho adrede. Amatista no era mala chica, pero era muy curiosa. No podía dejar que fisgase en ninguna de sus cosas.



-Lo siento, no puedo dejar que nadie sepa nada de mí.- Pensaba con tristeza.-



Fue a su cuarto y tras comprobar que todo estaba intacto se sentó sobre su cama. Allí releyó una carta que  ya tenía casi un año, era de uno de sus pocos amigos. Se llamaba Scott, era un chico inválido, compañero de uno de los múltiples institutos donde ella había estudiado. El muchacho le contaba que trabajaba como programador de ordenadores y que estaba muy contento. También preguntaba por como le iba a ella y le deseaba que pudiera ser feliz.



-¡Feliz! , pensaba Sandy con amargura.- Tú siempre tan optimista, Scotty. A pesar de todo, créeme, lo intenté. De veras.¡ Ojalá estuvieras aquí! Te echo mucho de menos. Eres el único además de mi padre en quien puedo confiar. Pero nunca podré ser feliz.



Y es que estaba segura de que para ella esa posibilidad no existía. Guardó cuidadosamente la carta y se abrazó a su osito. Era lo único que le recordaba a su familia, su pasado alegre y despreocupado de niña, junto a sus padres. ¡Qué lejos quedaba todo aquello y cuanto sufrimiento había pasado para llegar hasta aquí! Se quedó tumbada en la cama, abrazada a su oso. Le dolía ser tan arisca y huraña pero tenía que ser así. No podía permitir que todo su esfuerzo se perdiera si las otras supieran...mejor no pensarlo. Al cabo de unos minutos se levantó dejando a su adorable peluche bien puesto sobre la cama y tras alisar y recomponer la misma se centró en las tareas domésticas que le quedaban, tratando de olvidarse de su propia circunstancia. No quería, no podía revivir recuerdos tan amargos, ni tampoco permitir que la descubrieran y que todo empezara otra vez y ahora aun sería peor puesto que no tendría ningún sitio a donde escapar...



-No, no merece la pena. No volveré a cometer los mismos errores otra vez. Lo siento por vosotras chicas. Pero no puedo arriesgarme.- Pensaba entre suspiros en  tanto se ocupaba de prepararse la cena.- No sería capaz de soportarlo de nuevo…



            Por su parte, Jennifer había terminado su turno y se despidió de sus compañeras. Al fin podría descansar un poco. Con la reincorporación de Amatista se le aliviaría bastante la carga de trabajo. Menos mal que entre todos pudieron contrarrestar ese fluido. Suspiró. Aunque ella se alegraba de que las cosas hubieran acabado bien y de que las otras hubiesen aceptado tan fácilmente sus explicaciones. Quizás esa prueba había sido excesiva pero todo seguía bajo control. Mejor así. Todavía le quedaba mucho por disfrutar en la vida. Aunque no hablase  demasiado en el trabajo y allí fuera algo tímida lo cierto es que ella era una chica joven, atractiva, de pelo castaño y ojos azules que, pese a no ser demasiado espectacular. (Desde luego al lado de Amatista o de Sandy a veces se sentía poquita cosa) no era en absoluto indiferente para los hombres. Desde luego las cosas le habían empezado a ir bien y se estaban poniendo mejor. Ahora tenía su vida social y su novio. Y además, sus compañeras le caían estupendamente. Sabía que todas habían tenido sus propias peripecias y vivencias antes de llegar a esa nave. Ahora formaban una gran familia y se alegraba de estar con ellas. Ser  una miembro de las “Fairy Five” de esa nave era un gran honor. Si se paraba  a pensarlo formaba parte de una élite.  A Penélope la respetaba como jefa y como una persona agradable fuera del trabajo y dura y exigente dentro del mismo cuando era necesario. Pero siempre dando ejemplo de laboriosidad y dedicación. Sabía lo duro que había trabajado y todos los méritos que esa mujer, a veces fría en apariencia, tenía. Lo mismo podía decir de Satory que, pese a ser la hija del millonario inversor de ese nave, nunca hacía o decía lo más mínimo para recordárselo a nadie. Es más, prefería trabajar como si tuviera que ganarse el puesto todos los días. Y siendo como era tan brillante e inteligente era además modesta y discreta. Respecto de Sandy, pese a sus maneras bruscas en ocasiones, Jen nunca tuvo el menor problema con ella. Su carácter no chocaba con el de esa chica tan huraña en apariencia. No obstante, no ignoraba que su compañera tenía sus motivos. Por ello se las arreglaba para evitar cualquier fricción. Sabía desde luego que no era con ella contra quién esa muchacha chocaría.  En el fondo la compadecía, ¡pobre chica! Y finalmente celebraba que Amatista estuviera de vuelta y no solo porque le fuese a aliviar de mucho trabajo, sino porque también la apreciaba bastante. Era muy simpática y extrovertida, cuando no estaba discutiendo con Sandy, claro. Y, sobre todo, se arriesgó por salvarla a ella en aquel llamémosle accidente. Además, las noticias volaban y su compañera parecía estar totalmente recuperada y encima había ligado con aquel apuesto oficial, ese tal Leval. Se alegraba mucho por esa joven. Estaba claro que eso debía ser así.



-No, esa es una de las cosas que lamentablemente no se pueden cambiar. O sería yo quien me quedase a ese tío bueno para mí.- Se sonrió.- Aunque yo ya tengo mi propia pareja.



En fin, así era. De modo que, dejando de lado a las otras por ahora, atendería a sus relaciones sociales. Era precisamente su novio quien tenía muchas ganas de verla. Llevaban días en los que apenas coincidían. Al menos ahora podrían quedar hasta que se presentara otra emergencia. ¡Ojalá le concedieran tiempo! Pensaba en esto y silbando contenta se dirigió hacia su apartamento. En cuanto llegó se duchó y se cambió de ropa, llamó a su pareja y quedaron para cenar.  Ya estaba lista para salir a ver a su cita cuando su móvil sonó.



-¿Sí? ¿Quién es?- Quiso saber para añadir. – ¡Ah!, ¿es usted, señor? Sí, sí, no se preocupe, todo está saliendo según lo planeado. ¿Cuándo? Muy bien, lo que usted diga. No, ningún problema. Confío en usted. Adiós.



Y tras dar un largo suspiro resignado continuó caminando a paso ligero para no llegar tarde al restaurante. Su chico ya la estará esperando. Jennifer sonrió, reafirmándose en sus pensamientos. Las cosas por el momento no podían ir mejor…su trabajo le gustaba, sus compañeras también, estaba contenta con su pareja y sobre todo, se estaba haciendo un nombre a recordar como partícipe de esta gran odisea…



-Sí, - suspiraba contenta en tanto pensaba.- Si yo cumplo con mi parte él cumplirá con la suya. Estoy segura.

           

Los demás proseguían sus actividades en medio de una recién llegada y bienvenida calma que, sin embargo, no iba a durar mucho, pues en los escáners y pantallas de radar ya se detectaba otro nuevo planeta. ¡Ojalá que fuera el mundo que todos ansiaban encontrar! O pudiera ser que fuese el origen de otra aventura. Para bien o para mal no tardarían mucho en averiguarlo.


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