Cuando las chicas quisieron percatarse de lo
sucedido, todavía espantadas ante aquella avalancha viscosa que les estaba
echando encima, aparecieron justo al lado de Leval. Todos los congregados en el
puente de mando se quedaron mirando hacia ellos asombrados. Satory fue la
primera que rompió el silencio con una alentadora afirmación.
- Creo que lo tenemos, esto puede descomponer esa
estructura molecular.
- Espero que tengan razón - suspiró el capitán al
mando. – Pero. ¿Cómo haremos para probarlo?...
- Déjeme a mí, señor - se ofreció Leval - puedo
abrirme camino por ese fluido y dejar caer una gota de eso.
- ¡No, no lo hagas! - terció Amatista con temor - es
muy arriesgado.
- Tengo que hacerlo - le respondió él. -No hay otra
manera.
- Pero, ¿por qué tienes que hacerlo siempre tú? -
Protestó ella indignada.- ¿Es que no hay más oficiales aquí? - Añadió mirando a
su alrededor.-
Sin embargo, todos los demás guardaban un embarazoso
silencio desviando las miradas. Estaba claro que nadie se atrevía ahora a
recoger ese guante.
- Yo también iré - anunció solidariamente Mazoui. - Entre
los dos podremos conseguirlo sin riesgos.
Y
viendo la expresión de angustia de su recién declarada novia, Leval sujetó
suavemente la barbilla de la chica con una mano y acarició sus mejillas con la
otra.
- Amatista. - Le susurró amablemente tratando de calmarla - yo tengo muchas más
posibilidades de lograrlo que otro cualquiera. Mazoui y yo podemos volver con
vida. ¿Lo comprendes, verdad? Poseemos poderes y capacidades que nadie más
tiene, y eso nos da esta responsabilidad. Nuestros padres también la tuvieron y
la afrontaron siempre. Lo sabes tan bien como yo. No puedo permitir que nadie
luche en una batalla en la que no pueda ganar. Sobre todo si puedo hacerlo yo
mismo.
- Pero, eso no es justo - gimió ella desesperada y
preguntando llena de zozobra. - ¿Y si te ocurriera algo? No quiero perderte.
- No me pasará nada, confía en mí - contestó él con
un tono suave y seguro, lo que pareció calmar a su interlocutora. -
- Ten mucho cuidado, por favor. - Le pidió ella
dirigiéndole una suplicante mirada en tanto posaba ambas manos sobre el rostro
del chico, sujetándolo amorosamente. – Sólo
eso te pido. ¡Vuelve!
- No te preocupes, lo tendré y cuando esto termine
estaremos más tiempo los dos juntos, como te prometí.- Afirmó el chico con una
amplia y afectuosa sonrisa. -
Para
sorpresa de todos sus amigos y conocidos el muchacho besó en los labios a
Amatista y ella se abrazó a él haciendo que el beso no pudiera confundirse sólo
con un gesto afectuoso entre amigos. Y eso a pesar de que ambos habían decidido
mantener su noviazgo en secreto durante algún tiempo. Empero, no habían podido
prever esta situación. En todo caso Leval, sin querer darle más importancia, añadió
ciñéndose nuevamente a su misión.
- Saldré por el conducto de ventilación. No puedo
trasladarme pues no puedo sentir a nadie conocido que me transmita energía. Y
no sé si iría a parar a lugar seguro.
- Vamos pues.- Intervino Mazoui - voy detrás de ti,
amigo. Entre los dos seguro que lo conseguimos.
- Bien - asintió el capitán - les abriremos la zona
de la puerta norte, es la que menos contaminada está. Contamos con ustedes, son
los únicos que pueden tener éxito. ¡Suerte muchachos! - Les deseó con verdadero
sentimiento. -
- Gracias, señor - respondieron al unísono. -
Entonces
intervino Freejar que había estado escuchando por el comunicador y espetó en su
clásico y duro estilo.
-¡Yo también voy!, no me quedaré aquí, aburriéndome,
mientras vosotros dos disfrutáis de esa fiesta.- No obstante, se dirigió de
inmediato hacia el capitán aunque ahora
más respetuosamente. – Naturalmente con su permiso, señor. Pido autorización para
acompañarles.
- Es peligroso, ellos tiene poderes que les
ayudarán, pero usted no, mayor.- Le advirtió éste. -
- Yo tengo la experiencia que a ellos les falta en
este tipo de situaciones, señor - respondió Freejar que afirmó con
seguridad. - Créame, mi ayuda les será
necesaria, ya lo verá.
- Muy bien - concedió el capitán - llamaré al
contralmirante de nuevo, para pedir su autorización.
El
capitán hizo una rápida llamada y Spar autorizó de inmediato el plan.
-Luz verde. Vía libre.- Replicó el oficial al cargo
del puente.- Caballeros, estamos en sus manos, tengan cuidado y buena suerte.
- Gracias, señor.- Se cuadraron ambos saludando a un
tiempo.-
Una vez preparados, con un traje espacial que
actuaría como aislante por si acaso, los dos salieron por la puerta norte. De
inmediato, ésta se cerró para proteger al resto. Freejar se unió a ellos
avanzado desde otro pasillo despejado en un lateral y cubriéndoles las espaldas
con un lanzallamas.
- ¡Demonios! - exclamó el superior de Leval que hasta
parecía animado ante esa situación. - Esto
me recuerda una vieja película que vi cuando sólo era un crío. Se titulaba Aliens
o algo así. Empezaban a salir bichos por todas partes y se liaban a tiros con
ellos. Era tan angustioso y ridículo como lo que vamos a hacer.
- Vaya, ¡qué alentador!- intervino Mazoui con
sarcasmo, algo molesto por esa invocación de su colega relativa a sus propios
orígenes. – Eso sí que da moral.
- Pues a mí me encantó - sonrió Freejar
mordisqueando un puro para confesar, no sin algo de su peculiar sorna - creo
que por eso me hice militar y me embarqué en esta bañera espacial.
- Señor - terció Leval con tono más serio. - Si la
cosa se pone fea podemos transportarle a lugar seguro.
-¡De eso nada!- espetó su superior - ¿Por quién me
tomas? de aquí salimos todos o ninguno, yo no me voy a largar dejándos con el
culo al aire, chicos.
Los
dos agradecieron en silencio esa particular muestra de compañerismo. Siguieron
avanzando y al doblar una esquina vieron ante ellos un montón de fluido que
burbujeaba y se acercaba hacia ellos. Mazoui lanzó un rayo de energía que lo
atravesó. Éste volvió a cerrarse sobre sí mismo como si nada hubiese sucedido.
- ¡Diantres! – Exclamó Freejar que le dijo al
muchacho. – Tienes que enseñarme a hacer ese truco. A mis hijos les encantará.
Pero
el aludido por ese comentario no le prestó atención, parecía estar analizando
la reacción de aquel fluido cuando comentó contrariado y visiblemente
preocupado.
- Es lo que yo pensaba. Nuestros rayos ya son
inútiles contra eso. Es como si aprendiese a protegerse de los elementos
hostiles. Se va adaptando y anula el tipo de agresión que ya ha sufrido
previamente.
- O sea. Como si tuviera inteligencia propia. -
Valoró su peculiar compañero tras encender su cigarro para sentenciar. – No sé
cómo os sonará a vosotros, chicos, pero yo decididamente lo incluiría en la
categoría de lo muy chungo. Solamente le falta hablar, decirnos que se llama
Borg y declarar que la resistencia es inútil…
Ambos
chicos miraron al mayor ahora con expresión de no comprender. Éste se limitó a
sonreír declarando con su incombustible optimismo moral.
-Cuando esto acabe os voy a ofrecer un maratón de
series clásicas de ciencia ficción, chicos.
-Creo que de eso ya tenemos bastante, gracias.-
Replicó Mazoui esbozando una media sonrisa bastante irónica.-
- Espero que el invento de las chicas funcione.-
Suspiró Leval que destapó la probeta y dejó caer una pequeña gota. – Vamos a
rezar por ello...Espero que usted rece también, señor.
-Todos los domingos.- Le aseguró jovialmente él.-
Como un buen cristiano. Bueno, casi todos…
Sus
interlocutores no respondieron a eso. Se fijaban con mucha atención en ver los
efectos del trabajo de las muchachas del laboratorio. Y he aquí que, al
contacto con el líquido, el fluido pareció disolverse de inmediato. Se disgregaba
y quedaba convertido en fragmentos que parecían tomar la textura de una especie
de roca. Pero aún quedaba mucho y era evidente que, con el contenido de la
probeta, no habría suficiente. Pero Mazoui tuvo una idea que le vino como una
especie de revelación.
- Debemos ir al origen de esto, al antiguo
laboratorio, allí es donde debemos verter la probeta.
- Si tú lo dices,- intervino Freejar con un tono
aparentemente indiferente cuando quiso
saber. - ¿Y por dónde queda eso?
- Calculo que a bastantes metros de aquí, señor -
respondió apuradamente Leval. -Tendremos que atravesar un pasillo entero. Lleno
de esa cosa.
- Tú y yo podremos pasar a gran velocidad - terció
Mazoui. -Pero usted no - añadió mirando a Freejar con manifiesta inquietud. -
- Vale, te comprendo - respondió resignádamente éste
- os retrasaría. Pero podemos hacer esto. Me quedaré aquí, para vigilaros las
espaldas. Por rápidos que seáis no creo que os guste tener esa cosa en la
retaguardia.
- No podemos dejarle aquí sólo con eso. Es muy
arriesgado. - Objetó Leval muy preocupado por la seguridad de su superior. -
- No te preocupes, muchacho - sonrió Freejar sin
parecer asustado. - Si os dais prisa en acabar con estas babas, no habrá nada
que temer. Y yo tengo este pequeño encendedor. – Afirmó mostrando el
lanzallamas que portaba. -
- Vamos Leval, tiene razón - convino Mazoui. - Cada
segundo cuenta.
- Suerte señor - le deseó el muchacho, no sin
preocupación. -
-¡Perdéos ya, que el taxímetro corre!- se limitó a
rezongar éste. -
Los
dos salieron volando abriéndose paso con una barrera de energía que mantenían
según cruzaban aquel mar de gelatina rosada. Freejar, fiel a su palabra,
disparaba contra esa cosa para eliminar la que se cernía tras ellos una vez
habían pasado.
-Bien, a ver si os dais prisa, muchachos.- Dijo el
mayor mirando en todas direcciones en tanto aprestaba su arma.- Mucho me temo
que la fiesta por aquí no ha hecho más que empezar…
Freejar
no andaba muy desencaminado. En otra parte de la nave más soldados y oficiales
estaban tratando de escapar ante ese fluido. Susan Hunter se vio atrapada en un
gran salón junto con una patrulla, cuando todo comenzó a sellarse y se difundió
el aviso. Pese a que sus compañeros cerraron las puertas no estaban muy seguros
de que eso bastase para contener a esa cosa.
-Tendríamos que revisar cualquier apertura.- Indicó
la oficial.-
-¡Mi alférez! - Repuso un joven cabo con horror. -
Mire allí arriba, donde la ventilación.
La muchacha levantó la vista solamente para ver esas
tiras de gelatina rosáceas deslizándose por las ranuras del techo. Caían
despacio sobre el suelo y parecían sentir la presencia humana. Sin pensárselo
dos veces ella le pidió un arma a uno de los guardias y disparó contra esa
cosa, desgraciadamente no obtuvo el menor efecto.
-Tendríamos que comprobar si se puede taponar la
rejilla.- Les dijo a los otros.-
-No sé, señora.- Repuso una soldado que apuntaba a su vez a aquello con su
fusil.-
-Hay un panel que regula los sistemas de aire y los
cierres.- Afirmó otro soldado.-
-¿Dónde?- Quiso saber la alférez Hunter.-
Se
lo señalaron pero estaba justo tras aquellas columnillas de baba rosácea.
Ninguno de los componentes de la patrulla parecía tener deseos de ir hacia
allí, fue entonces Susan la que, en un arranque de valor, corrió zafándose de
esos hilillos y atravesando el cuarto hasta llegar frente a ese sitio.
-Trataré de sellar el conducto de ventilación.- Comentó
a sus subordinados.-
-Eso también nos privará del aire, señora.- Objetó
la otra muchacha.-
-Cada cosa a su tiempo. El aire es el menor de
nuestros problemas. Tenemos una provisión suficiente para varias horas. Lo más
importante ahora es frenar el avance de esa cosa.- Repuso la oficial.-
Y
sin esperar a más respuestas abrió la tapa que protegía ese panel. Allí vio una
especie de palanca que correspondía a las rejillas del aire. Enseguida la giró
hasta cerrar la trampilla cortando aquellos hilos que cayeron al suelo. Ahora
toda esa especie de fluido se acumulaba en el centro formando una especie de
charco…pero ese charco parecía moverse atraído por la presencia de los humanos.
-Debemos tratar de contenerlo de algún modo.-
Exclamó el cabo.-
-Pongan muebles por delante.- Les ordenó Susan.-
Espero que hagan de barrera y le impidan pasar, ahora no tiene suministro de
fuera para crecer y sobrepasarlos.
La
muchacha aprovechó para rodear aquello y reunirse con los demás. Esa especie de
pegote les seguía. Eso le dio una idea. Enseguida indicó al resto.
-Rápido, desplegaos y rodeadlo. Al estar
uniformemente repartidos no sabrá para dónde ir. Caso de hacerlo tendrá que
expandirse por todas las direcciones a la vez y eso le restará fuerza y
velocidad.- Conjeturó esperando estar en lo cierto.-
Los
demás obedecieron y aquello pareció resultar, ese charco rosado quedó inmóvil,
como si ahora no supiera a qué objetivo perseguir primero. Susan suspiró, eso
era un alivio momentáneo pero no duraría mucho. Además, el aire iría
agotándose. La joven deseó que alguien pudiera encontrar una solución a tiempo…
-Espero que el alto mando se esté ocupando de esto.-
Pensaba no sin temor, aunque sin evidenciarlo.- No podremos aguantar mucho así…
Por suerte los encargados de hallarla llegaron sin
tardar al laboratorio. Mazoui destrozó la puerta con un rayo y entraron. La
sala estaba dominada por aquella masa viscosa que inmediatamente se les pegó al
traje, amenazando por cubrirles enteramente. Se deshicieron de ella aumentando
la intensidad de sus auras de energía. Pero era sólo temporal pues enseguida
volvería a cercarles de nuevo. Leval señaló hacia una zona que parecía un
agujero de color violeta en el centro de un destruido laboratorio. De allí,
salían unas luces del mismo color que, al instante de tocar el suelo, se
transformaban en aquel fluido.
- ¡Es ahí, estoy seguro! Abre la probeta y lánzala
contra ese agujero. - Le indicó Mazoui -
Leval
se dispuso a hacerlo cuando escucharon un ruido tras de ellos, parecía el
chapoteo de unos pasos, al girarse y mirar les recorrió un escalofrío. Los
oficiales y tripulantes cubiertos por aquella sustancia se aproximaban hacia
ellos como si de zombis se trataran dispuestos a impedírselo.
-¿Podéis oírnos?- les llamó Leval a través de su
comunicador.-
Sin
embargo no le contestaban. Sus rostros apenas eran visibles tras un velo de
aquella materia gelatinosa que les envolvía.
-Somos nosotros, el teniente segundo Leval Malden y
el…
-Déjalo Leval, posiblemente no sean ellos. Esa cosa
debe de estar controlándoles de algún modo. – Le cortó Mazoui.-
-¿Crees que podrían estar todavía vivos?- Quiso
saber su primo, agregando con temor.- No quiero hacerles daño.
- No tengo ni idea. En cualquier caso, yo les
contendré, no te preocupes, usaré poca energía. - Se ofreció Mazoui indicando a
su interlocutor. - Tú lanza la probeta.-
Su compañero asintió y su primo emitió un rayo lo
suficientemente fuerte como para impedirles seguir avanzando sin dañarles. Apenas
era una descarga de su propia aura que impulsaba a esos desgraciados hacia
atrás. Caían al suelo aunque volvían a levantarse mecánicamente sin dar la
impresión de acusar aquello.
- Espero que funcione,- deseó Leval en voz alta
mientras la lanzaba, después ayudó a su amigo a contener a esos zombis. –
¡Tiene que funcionar!…
Al
entrar en el agujero, la probeta liberó el líquido que se condensó en una
especie de malla que lo cegó. La luz dejó de salir y el fluido comenzó a
paralizarse. Poco a poco se hizo sólido. Mazoui indicó a su primo que dejase de
emitir rayos contra los zombis puesto que habían pasado a convertirse en estatuas
de algo similar a la piedra y podría romperlos.
-¡Vaya, ahora a ver qué hacemos con ellos! - Comentó
Leval mirando atónito a los que espera que siguieran siendo sus compañeros.-
-Habrá que pensar en algo. De momento, tenemos que
asegurarnos de que esto es el fin de ese fluido.- Repuso su primo.-
Mientras,
Freejar se encontraba en situación apurada, estaba rodeado por ese fluido y ni su lanzallamas lograba ya detenerlo.
Pese a ello el aguerrido oficial disparaba en todas direcciones. Por desgracia,
se le estaba acabando el combustible.
-¡Estupendo! Me voy a convertir en pudding de
gelatina. - Escupió nerviosamente aunque todavía tuvo a gala emplear su
inconfundible humor para añadir con fastidio - y seguro que se limpiará muy mal
del uniforme. Mi mujer me iba a matar si lo viera. ¡Qué jodida suerte la mía!
Entonces
el torrente viscoso comenzó a detenerse hasta quedar convertido en una especie
de piedra rosada. Parecía lava solidificada. El mayor lo vio y su gesto
incrédulo pasó a convertirse en otro sonriente cuando soltó una exclamación de
alivio y una mirada hacia el techo para declarar.
-¡Menos mal!, esos chicos lo han conseguido. Ya me
veía convertido en postre de Acción de Gracias. Te debo una Señor, celebro no
haberte cabreado tanto como para abandonarme. Y perdona mi lenguaje. Como mi esposa Elise
diría. Tendré que hacerte una visita el domingo para agradecerte que no hayas
perdido tu santa paciencia todavía conmigo.
Por
otra parte. No todos estaban igual de felices. En el cuarto donde Hunter y el
resto resistían las cosas habían ido empeorando, ese charquito pese a todo se
estiraba uniformemente tal y como ella dedujo. Y el aire comenzaba a escasear.
Ya estaba considerando alguna otra opción cuando sonaron golpes en una de las
puertas.
-¿Quién podrá ser?- Quiso saber uno de los
soldados.-
-Posiblemente un grupo de rescate.- Dijo la otra
chica, visiblemente aliviada.-
Uno
de los soldados fue a abrir, aunque entonces Susan se percató de un detalle,
bajo la puerta y pese a que debería estar sellada, algo estaba fluyendo. Era
esa pasta viscosa…
-¡Espere un momento! – Gritó.-
Pero
el aviso llegó tarde, aquel individuo abrió deseoso de recibir al equipo de
rescate, en su lugar lanzó un terrible alarido. Una especie de brazos rosados
tiraron de él hacia fuera. A los pocos instantes quedó recubierto de aquella
terrible pasta. Para horror de los demás, un grupo de formas humanoides
cubiertas por aquel fluido avanzaron lentamente al interior…
Entre
tanto los dos muchachos trataban de entender lo sucedido. Y Leval le preguntó a
su primo.
-¿Cómo sabías que debíamos arrojar la probeta ahí?
- Pues francamente no lo sabía - reconoció Mazoui. -
Mi instinto me lo dijo.
-¡Menos mal que tu instinto no ha fallado! Bueno -
suspiró hondamente Leval para descargar toda la tensión acumulada en tanto
preguntaba. - ¿Qué vamos a hacer con todo esto?..
- Debemos sacar a todos los afectados de ahí dentro. - Le contestó su primo que
señaló a uno de los múltiples tripulantes convertido en estatua. - Creo que las
chicas hallarán la forma.
-¡Vamos por Freejar! - recordó Leval que agregó no sin inquietud. - Espero que esté
bien.
Mazoui
asintió y los dos regresaron volando hacia la posición del mayor, éste,
despojado de su escafandra, fumaba uno de sus puros con deleite.
- Hola muchachos.- Les saludó entre una y otra
calada, afirmando con humor. - Habéis tardado un poco pero, buen trabajo.
- Ya podemos volver - indicó Mazoui observando
atónito a ese tipo y pasando por alto el comentario.- La situación parece
estabilizada.
A lo que su interlocutor dijo, en tanto daba otra
calada.
-Espera un poco, aprovechando que la ventilación
todavía no está activada ni la alarma antiincendios, me voy a fumar a este
chiquitín. Si gustáis.
Ambos chicos negaron con la cabeza esbozando sendas
sonrisas. ¡Aquel tipo era algo aparte! Lo cierto es que se había comportado con
valor y determinación en todo momento, sin perder nunca la sangre fría ni su
irónico humor. Eso les había dado a ellos seguridad en que todo iba a ir bien.
De modo que, como agradecimiento, le dejaron disfrutar del cigarro un par de
minutos más y después Mazoui le indicó que debían irse. Freejar apagó el puro y
cuando su colega le agarró por la cintura para transportarse con él, aquel
extravagante individuo le dijo con divertido sarcasmo.
- ¡No aprietes tan fuerte, corazón!, van a pensar
que estamos liados.
Mirando
hacia arriba y moviendo la cabeza Mazoui decidió ignorar también ese otro comentario,
se transportó al igual que Leval que casi no podía aguantar las ganas de reírse
tras escuchar aquello, de vuelta al puente. Al aparecer, todos les dedicaron
miradas expectantes. Fue Freejar el que tomo la palabra, declarando con su
indiferente sarcasmo habitual.
- Ya está listo, ahora busquen sus escobas y a
trabajar.
Todos
prorrumpieron en gritos de júbilo, el extravagante oficial sonrió y añadió.
- No os alegraréis tanto cuando veáis como está todo,
tardaremos años en limpiarlo.
Por
su parte, Penélope y las chicas se alegraron muchísimo de que sus esfuerzos hubieran
dado sus frutos. No obstante, la jefa de investigación enseguida mostró un semblante
triste y preocupado cuando escuchó a Mazoui y a Leval describir el estado de
aquellos que habían sido atrapados por esa sustancia.
-¿Saben si todavía viven?- Inquirió Spar vía comunicador.-
-Lo ignoramos, señor.- Admitió Mazoui.-
-La primera prioridad es ocuparse del estado de
todos los afectados.- Les ordenó el contralmirante, indicando.- Envíen un equipo
especial provisto de trajes de cuarentena y habiliten algún lugar en el
hospital.
-A la orden.- Contestó de inmediato el capitán a
cargo de las operaciones.-
Quizás
hubiera esperanza todavía. Eso deseaban creer Penélope y las demás. No
obstante, en el cuarto dónde estaba Susan, las cosas se habían puesto muy feas.
Allí todavía no daba la impresión de que esa sustancia hubiera perdido sus propiedades
y un grupo de aquellos individuos controlados por ella avanzaba hasta
arrinconar al resto de la patrulla.
-¿Qué podemos hacer?- Gritó la soldado rubia que ya
estaba contra la pared del otro lado de la cámara.
-Nada salvo defendernos hasta el final.- Replicó la
joven oficial morena que apuntó a esos humanoides con un fusil.- ¡Alto o
dispararemos! - Les conminó a sabiendas de que sería inútil.-
Los
demás hicieron lo propio pero esas criaturas seguían avanzando. Susan disparó
contra ellas pero las balas no hicieron efecto, quedando detenidas primero y adheridas
más tarde en aquella sustancia.
-Bueno.- Suspiró la chica con resignación.- Al menos
les daremos una buena pelea a esos tipos.
Y
se puso en guardia lista para emplear la culata del arma como defensa. Los miembros
de la patrulla la imitaron. Todos listos para vender caras sus vidas. Por
fortuna aquello fue innecesario. De pronto las figuras revestidas de ese fluido
se detuvieron. Ante los atónitos ojos de todos comenzaron a petrificarse, lo
mismo que aquella extraña sustancia… Al cabo de unos instantes eran como
estatuas.
-¿Qué ha ocurrido, señora?- Quiso saber el cabo, de
apellido Gómez.-
-No tengo ni idea. Será mejor que comprobemos si ha
sucedido lo mismo fuera.- Replicó Susan quién, dando ejemplo, añadió.- Permanezcan
aquí. Iré a echar un vistazo. Cúbranme.- Remachó aun a sabiendas de que eso
sería inútil dadas las circunstancias.-
La
joven salió de la estancia y pudo ver como en el pasillo toda aquella especie
de gelatina parecía ahora estar convertida en sólida piedra. Entonces vio un
intercomunicador. Sin pérdida de tiempo lo accionó y pudo comunicarse con el
puente. Allí le refirieron lo sucedido. A su vez informó de cuanto les había
acontecido y un oficial superior le contestó.
-Muy bien, traten de volver hacia su base.
Enviaremos un equipo para atender a los heridos y a los afectados por esa
sustancia. Por si acaso no la toquen, ¿entendido?
-A la orden.- Repuso ella, cortando la
comunicación.-
Aliviada
retornó para contárselo a la patrulla.
-Se ha
terminado. Podemos regresar.- Les informó ante los gritos de júbilo y los
abrazos de todos, Susan sonrió, suspirando también aliviada, desde luego lo
había visto muy cerca esta vez.- Bueno.-
Se dijo con más sosiego.- Al menos tendremos un día más para vivir aventuras y
contarlas…
En el puente también reinaba la euforia. Cuando por
fin se calmó la alegría inicial, Mazoui explicó la situación. Todos convenían
en que la problemática más acuciante era la de todas aquellas personas,
militares y civiles, atrapados en esa especie de piedra. Penélope dijo creer
tener una solución, Sandy y Satory se ofrecieron a ayudarla.
-Tendremos que coordinarnos con los servicios médicos
de la nave.- Les comentó las directora de las Fairy Five.- No debemos olvidar
que son personas, no experimentos, las que están bajo esa cosa.
-Por supuesto.- Convino Satory.- haremos todo lo
posible para devolverles a su estado normal.
Sandy
asintió, aunque parecía ausente y preocupada. No dejaba de pensar en que
quizás, de no haber mediado esa disputa con Amatista, nada de aquello habría
sucedido. Su compañera al menos lo pagó caro, estando en el hospital y con
aquellas graves heridas en las piernas.
-Y yo estaba como si nada me hubiera sucedido.- Se
decía no sin culpabilidad.-
La
voz de Penélope la sacó de esos pensamientos, apremiándola.
-¡Vamos Sandy!, debemos darnos prisa. Cada segundo
cuenta.
-Sí, claro.- Asintió esta, decidida a ser de
utilidad.-
Aunque
Satory se ocupó de recordarles otra cosa, igualmente importante.
-Tenemos que buscar a Jen. Podría estar entre los
afectados.
-Es cierto.- Convino Penélope.- Pero aunque sea nuestra
compañera nuestro deber ahora es ser ecuánimes. Todo el mundo merece ser
ayudado por igual.
Sus interlocutoras asintieron. Sin perder ya ni un
instante más corrieron a reunirse con los médicos a cargo de las personas cubiertas
por esa cosa. Por todas las partes de la nave volvieron a abrirse los conductos
de ventilación. Deberían ser desatascados y eliminar los gruesos pegotes de
piedra que los obstruían ahora. Se ordenó un limpiado general en la que
participó todo el personal de servicio y mantenimiento más una brigada de
voluntarios. Leval llevó de vuelta a Amatista al hospital. Allí, todo se había
normalizado antes al ser una instalación de primera importancia. Además de ser
el lugar en donde estaban recibiendo atención los afectados por esa sustancia.
Consciente de eso, y de que sus compañeras se afanaban en hacer cuanto podían por
esas pobres gentes, Amatista inquirió al doctor con visible interés.
-¿Cuánto tiempo me queda antes de poder salir?
Desearía poder ayudar.
- En vista de sus últimos progresos, creo que
podremos darle de alta en menos de una semana. Sus huesos soldaron bien y las
piernas se han fortalecido mucho, pero deberá seguir con sus ejercicios de
rehabilitación.- Le respondió el facultativo. -
Amatista
se alegró, pero su rostro reflejaba la impaciencia por ese largo periodo de
inactividad.
-¡Jo, qué rollo! - protestó sin poderlo evitar, como
si de una niña se tratara. - Estar en la cama tanto tiempo todavía.
-¿Tan mal la tratamos aquí?- rio el médico,
divertido. – Yo pensaba que estaba contenta con nosotros.
La
muchacha miró de reojo a Leval que también se sonreía, y sintiéndose algo avergonzada
de aquellas irreflexivas palabras, le dijo al doctor.
- Discúlpeme, no es eso – añadió tratando de
enmendar su comentario anterior. - Pero es que tengo tantas ganas de volver a
mis ocupaciones normales y colaborar con mis compañeras. Hay mucho trabajo que
hacer, y además, me gustaría volver a cantar.
- Ten paciencia - sonrió condescendientemente Leval
que añadió más resignado. - Lo único que siento es que se nos acabasen las alubias,
podrías haber estado recuperada enseguida.
No
obstante, la chica negó con la cabeza y pareció recobrar un talente jovial cuando
respondió.
- Pues yo no. De haberme recuperado tan rápido no
habría conseguido que te declarases,- intervino ella devolviéndole una alegre
sonrisa. - Ha sido mejor así, mereció la pena. ¿Sabes? Al final Granate tenía razón.
Leval
la observó con gesto sorprendido, ¿a qué se podría referir ella? Aunque
enseguida la muchacha, con un tono más melancólico al recordar al primo de
ambos, le contó.
-Cuando alguna que otra vez hablábamos, él, que
sabía lo que yo sentía por ti, me decía en broma. Amatista, vas a tener que
lanzarte gritando ¡Gerónimo! Y luego me contaba que, o me tiraba de un
acantilado para que me salvaras o que no iba a poder llamar tu atención. –
Concluyó ahora tratando de no llorar sin conseguirlo al recordar aquellos
momentos, sobre todo cuando confesó. – ¡Cuánto le echo de menos!
-Sí- convino Leval acariciando afectuosamente una
mejilla de la muchacha, en tanto con un pañuelo le secaba las lágrimas. – Pese
a todas sus bromas y sus gamberradas en el fondo nos conocía muy bien. Yo
también añoro esos momentos, Mazoui y yo a veces lo comentamos. No hay día que
pase que no le recordemos. Era un gran muchacho.
-Estaba tan feliz cuando me hablaba de su reina de
la Luna Nueva. – Suspiró la chica que ahora contuvo sus ganas de llorar y pasó
a sonreír con nostalgia. – Puedo comprenderle muy bien. Cuando amas a alguien
eres feliz únicamente con pensar en esa persona.
-Ahora a mí también me ocurre lo mismo. – Replicó
Leval besando a la chica en los labios para añadir. – Por eso quiero estar
contigo. No me importa dónde.
-Aunque sea en un hospital. - Suspiró ella que quiso
recuperar un talante más jovial para afirmar. - Pero, estando tú conmigo,
esperaré lo que haga falta.
El
muchacho sonrió de nuevo, tomándola de una mano.
- Claro, no te preocupes,- la animó declarando con
entusiasmo. - Una semana pasa volando y los dos tendremos muchas cosas que
hacer juntos después.
Amatista
sonrió reconfortada. Efectivamente por mor de su actuación contra ese fluido
Leval pudo gozar de un permiso de dos semanas. Y la muchacha recibió de
Penélope la autorización para tener otra semana libre al margen de la que
precisaba hasta que le diesen el alta. Mazoui por su parte también tuvo el
mismo tratamiento que su primo. Los dos jóvenes se lo habían ganado, su
intervención resultó providencial una vez más. La primera semana pasó volando,
Amatista salió del hospital, aunque con muletas. Lo primero que hizo fue ir a
cenar con Leval. Por su parte, Sandy, Jen, Satory y Penélope lograron liberar a
los que permanecían atrapados. Según explicaron, el líquido que desarrollaron
contenía una especie de enzima oxidante que privó a ese fluido de su
plasticidad y compensaron el desajuste producido en ese agujero, donde Leval
lanzó la probeta. Milagrosamente, esa sustancia, pese a haberse tornado pétrea,
era muy porosa y fácil de atravesar. El oxígeno les llegaba a los afectados que
podían respirar, eso sí, con unas constantes cardiacas y un metabolismo muy ralentizados.
Los médicos de la nave así se lo comentaron.
-Incluso puede que hayamos descubierto algo por
casualidad.- Declaró la misma Satory cuando ayudaban a algunos facultativos que
estaban liberando lentamente a algunos de los pacientes de aquello.- Y parece
bastante prometedor.
-Es cierto.- Convino Sandy, que enseguida se percató
de lo que su compañera quería decir, al agregar ella misma.- Si pudiésemos utilizar
las propiedades de ese compuesto de un modo controlado, tendría muchas
aplicaciones en medicina e incluso pudiera significar un avance en sistemas de
animación suspendida.
-Nos ocuparemos de investigar eso a su debido
tiempo.- Convino Penélope quien buscó enseguida a la otra miembro del grupo.-
Jen.
La
joven estaba algo apartada, escribiendo un mensaje en su teléfono. Enseguida lo
guardó acudiendo presta a la llamada de su jefa.
-¿Sí Penélope?
-Mira a ver si me traes el tubo con la encima K-
cuatro.- Le pidió su jefa.- Es la que estamos intentando aislar de esa cosa.
-Enseguida.- Asintió la muchacha que fue a otra sala
a buscar.-
Al
quedarse solas, sus tres compañeras se miraron, fue Satory quien rompió ese
silencio que se había creado para comentar.
-Tuvo muchísima suerte. Al poder escapar por uno de
los pocos pasillos que no estaba recubierto de eso.
-Es cierto. Menos mal. Creía que la habíamos
perdido.- Suspiró Penélope.-
Satory
asintió y se alejó yendo hacia una mesa con ordenador. Tenía unas fórmulas que
calcular. Sandy por su parte guardó silencio. Pero había algo que no le
cuadraba. No obstante, no se percataba de qué.
-No sé, no lo recuerdo bien ahora. Aunque juraría
que todo estaba recubierto por esa cosa.- Pensó.-
Empero,
Jen les había asegurado que ella no se encontró con nada de aquella sustancia
en su camino. Al fin, la aludida retornó y le entregó a Penélope esa probeta
con aquella encima.
-Gracias.- Le dijo
la jefa.-
-No hay de qué,
voy a echarle una mano a Satory.- Sonrió Jennifer dirigiéndose hacia su
compañera.-
En cuanto la vio caminando en dirección hacia la
otra parte del laboratorio, Sandy tuvo una sensación extraña. Era esa especie
de sexto sentido suyo que le decía que algo seguía sin encajar. Por ello no
pudo evitar comentarle a Penélope.
-Lo que no sé es dónde se metió Jen. No estaba con
nosotras cuando el mayor O ‘Brian nos transportó. Y no acabo de creer que el
pasillo por el que dijo que salió estuviera despejado.
- Es cierto, fue algo muy extraño, pero una suerte. -
Convino su jefa mirando de reojo a la asistente que ya estaba con Satory
enfrascada en unos cálculos.-
Las dos se miraron y cuando hubo una pausa para
almorzar aprovecharon para reunirse con las otras chicas. Una vez sentadas
alrededor de una mesa y en tanto tomaban unos sándwiches, fue la doctora
Winters la que sacó el tema.
-Oye Jen, nos tuviste muy preocupadas. ¿Cómo pudiste
salir del laboratorio?
La interpelada terminó de masticar y sonrió para
responder sin darle importancia a aquello.
-¡Oh!, ya os lo dije. Tuve suerte, la salida del
cuadrante norte no estaba bloqueada. Cuando Sandy se fue a llevar el amonio me
ocupé de cerrar la ventilación de esa área. Acabé enseguida y me marché.
- Sí que fue una suerte – terció Satory.- Pero
corriste mucho riesgo. Y estábamos muy asustadas.
Su
compañera sonrió agradeciendo esas palabras y se limitó a contestar
modestamente.
-Corrí el mismo riesgo que vosotras. En ese momento
lo primero era conjurar el peligro para toda la nave.
-Sí. Es cierto, por fortuna todo terminó felizmente.
– Suspiró Penélope queriendo dejar el tema para centrarse en las muchísimas cosas
que debían hacer.-
Sandy
sin embargo miraba a su compañera con un gesto sorprendido. Una vez más le
asaltaba esa sensación. Algo no iba del todo bien, pero tampoco podía imaginar
que era. Simplemente tenía ese presentimiento. De todos modos las cosas habían
salido perfectamente. Quizás la causa fuese que se había sentido algo culpable
por dejar allí a esa muchacha. Además, tampoco podía decirles a las otras el origen
de sus recelos. Decidió que sería mejor olvidar aquello. Todo se había resuelto
y ella tenía sus propios problemas. De modo que, sonriente, comentó.
-Bueno, algo hemos sacado de todo esto. Con esas
propiedades que tienen. Esos estudios que hicimos sobre esas extrañas enzimas quizás
nos resulten útiles en el futuro.
-Puede ser- convino Satory que recibió una llamada
en su teléfono móvil.- Disculpad- Dijo alejándose del resto para contestar.-
Enseguida
sonrió, era Amatista que parecía pletórica. Apenas pudo decir nada puesto que
su amiga no dejaba de hablar.
-¡Hola Satory!, mira, esta noche vamos a cenar los
cuatro. No, no me preguntes que cuatro… pues Leval, Mazoui tú y yo. Sí, se me
ha ocurrido que vamos a invitarles para celebrar el éxito de vuestro trabajo y
de su intervención contra ese fluido viscoso.
- Vale. - Pudo terciar su amiga con un tono algo
nervioso, pero…
-¡No hay peros que valgan!- la cortó Amatista
realmente embalada al agregar.- Ponte un vestido bonito. Ya verás cómo Mazoui
se fijará en ti.
- ¿A qué hora se supone que quedaremos?- Contestó su
interlocutora pudiendo articular palabra al fin.-
-A las nueve en punto. Luego te doy detalles. Nos
vemos en el apartamento. – Le indicó su alegre amiga.-
Satory convino en eso y con una gran sonrisa colgó.
Después se reunió con las demás y tras la pausa del almuerzo continuaron con el
trabajo cotidiano. Al terminar retornó a su piso. Amatista llegó al poco. En
tanto se preparaban le comentó entusiasmada a su tímida compañera.
-Esta noche es la noche. Te lo vamos a dejar en
bandeja.
-Bueno, no creo que haya que precipitarse. – Pudo
oponer una cada vez más azorada Satory a quién la expresión de su amiga comenzaba a inquietar.- Mejor tomar las cosas
con calma, ¿eh?
- ¡Vamos chica! – Le sonrió de forma cómplice para
sentenciar.- Leval y yo podemos irnos un poco antes y te dejaremos el campo
libre. ¿Me has oído? Le vas a tener todo para ti solita. No puedes
desaprovechar esta oportunidad. Es más, te dejo el piso para ti esta noche. Ya
me las apañaré para dormir en algún sitio.
La sola mención de aquello bastó para que Satory
enrojeciera a ojos vistas. Apenas si pudo musitar.
-Pero no… no estoy preparada para eso. Todavía no…
Amatista suspiró
como si estuviera cargándose de paciencia asintiendo con resignación. Entonces
declaró.
-Bueno mujer, tú misma. Tampoco hay que forzar las
cosas. Pero al menos dale a entender que estás disponible. Eso sí podrás
hacerlo. ¿Verdad?
Su amiga no quiso preguntarle a qué se refería
exactamente con eso. Por supuesto que estaría encantada de que aquel muchacho
tan apuesto se fijase en ella. Y claro que trataría de conseguirlo. Pero dentro
de unos límites. Al menos todavía. De modo que dejaron el tema, tuvieron tiempo
de arreglarse y, muy puntuales, los chicos acudieron a recogerlas llamando a la
puerta de su portal.
-Ya están aquí.- Se sonrió Amatista, que estaba muy
entusiasmada.- Y esta vez sin retrasos ni cancelaciones ni excusas.
-Claro, ¿por qué habría de pasar nada de eso?-
Musitó su amiga.-
-Bueno, tuve malas experiencias en el pasado con Leval
por eso. Ya sabes, siendo pilotos y teniendo que estar disponibles las
veinticuatro horas. - Le confesó su compañera, eso sí, agregando ahora con
optimismo.- Aunque eso parece que ya se terminó. Al menos eso espero. Anda,
vamos que nos aguardan abajo. Pero despacito.- matizó casi más para ella misma
que para su atónita amiga.- tampoco es bueno que crean que estamos ansiosas.
Y
las dos se tomaron unos minutos para bajar. Al fin se reunieron con los dos
muchachos.
-Estáis realmente preciosas.- Las cumplimentó Leval nada
más verlas.-
Amatista
llevaba un vestido de la colección de su madre, traje de noche de una pieza de
color canela y escotado, (aunque no mucho dado que sus encantos eran muy
evidentes), y estuvo deseosa de conjuntarlo con unos zapatos blancos de tacón
alto que tenía. ¡Casi era tan alta como su novio con ellos! Pero realmente lo
disfrutaba. Al fin unos chicos con los que podía lucir ese tipo de calzado sin
parecer una gigante. Sin embargo, al calzárselos no se sintió del todo segura.
-¿Qué te ocurre?-
Le preguntó Satory.-
-No sé. Quizás no
esté lista todavía.- Le comentó su amiga.-
Esta se dio cuenta de inmediato y
asimismo le desaconsejó.
-Ya es bastante
que te atrevas a salir sin muletas para ir a cenar. Pero con esos taconazos
corres el riesgo de volver a lesionarte.
-Es verdad.-
Suspiró ella.- Tendré que ir con las bailarinas.
Incluso las había acolchado para no
resentirse de la carga de su peso al caminar. Pese a que eran bastante más
bajas que esos otros zapatos, Amatista seguía superando el metro ochenta con
claridad.
-No te preocupes.-
Le comentó su amiga no sin humor.- No creo que te vayan a tomar por una
enanita. Y así, por lo menos, no desmerezco tanto a tu lado.
Y es que por su parte, Satory se decidió por un estilismo algo más
conservador, con blusa blanca y falda verde, zapatos negros de medio tacón.
Parecía la niña del grupo pese a que, su estatura era incluso algo superior a
la media, añadiendo además esos centímetros extra de los zapatos. Aun así, la
propia Amatista le sacaba unos cuantos centímetros. Y los chicos no digamos.
-Lo cierto es que Mazoui es muy alto, más que su
primo. Y pese a todo me veo pequeñita a su lado.- Pensó con rubor la chica.-
Aunque eso tampoco le disgustaba. Es más, en ese
tema coincidía con su amiga, le encantaban los hombres altos y fuertes como
esos dos.
-¿Ya estás recobrada del todo, Amatista?- Se
interesó Mazoui tras saludarlas a su vez.-
-Tengo que ir acostumbrándome a dejar las muletas.-
Contestó ella que, pese a todo, tenía que esforzarse por caminar.-
Leval
no tardó en ponerse a su lado y ofrecerle un brazo. Ofreciéndole a su novia.
-No te fuerces demasiado. Apóyate en mí cuando te
haga falta.
La chica asintió, agradecida e incluso agradada por
ese gesto. Él la protegía y se preocupaba por ella. Y no tenía sentido querer
fingirse más fuerte o recuperada de lo que ya estaba. Tras haber pasado por ese
calvario de rehabilitación lo que menos deseaba era recaer. De modo que no dudó
en aceptar ese ofrecimiento y tomarse de un brazo de su pareja. Así caminaron
hasta la parada del deslizador y tras abordar uno llegaron al restaurante
favorito de Amatista, que se contaba entre los mejores de la ciudad. Aunque eso tampoco era tan difícil
dado que no había más que cuatro en toda la nave. Pidieron la cena y lo pasaron
muy bien, charlando más distendidos. Leval, que tomó la batuta de la
conversación, les contaba algunas de las cosas que Freejar hacía o decía y
todos se tronchaban de risa.
-Parece un hombre muy simpático. – Comentó Amatista
cuando pudo parar de reír. -
-En cierto modo lo es. Y me recuerda a mi padre
cuando se ponía a hacer trastadas. – Convino Leval con jocosidad. – ¡Los dos
están como una cabra!…
Ese comentario levantó una ola de nostalgia en todos
ellos. ¡Cuánto añoraban a sus familias!, aunque fue Satory la que, tras admitir
eso en voz alta, declaró.
-Ahora tenemos una nueva familia, chicos. Todos
nosotros y nuestros compañeros. Y estoy contenta de vivir esta experiencia a
vuestro lado. Sois las mejores personas con las que se podría estar.
-Gracias- le replicó Mazoui que también admitió. -
Pienso muy a menudo en mis padres y mi hermana. Pero teniéndoos a vosotros todo
se hace más llevadero.
-Estoy segura de que algún día les volveremos a ver.
– Afirmó Amatista con su últimamente adquirido optimismo. – Debemos seguir
teniendo fe y trabajando para encontrar el camino de regreso a casa. Ellos afrontaron
retos mucho más difíciles y nunca se rindieron. Estoy convencida ,en nuestro
lugar no se rendirían ahora y nosotros tampoco lo haremos.
-Sí, seamos dignos de ellos y no renunciemos a la
esperanza. De hecho, eso significa mi nombre.- Convino Leval posando una mano
sobre otra de su novia.-
-¿Ah sí?- Inquirió la perpleja Satory.-¡Qué curioso!
¿Y en qué idioma?
Leval
entonces se dio cuenta de que quizás había hablado demasiado. Y aunque pensaba
que la amiga de Amatista era de confianza optó por no comprometerse demasiado y
le explicó
-Bueno, mi madre me dijo que era un antiguo lenguaje,
pero no recordaba cual. Al menos, eso me contaron de crío. Quizás se lo
inventase.
-Pues es un invento muy bonito.- Sonrió Amatista
queriendo echarle un capote a su novio.-
Satory
abrió la boca con estupor. Aunque esa era una reacción no del todo sincera. Más
bien estudiada. Ella no había sido ajena a los informes que su padre manejó
acerca de Leval y de Mazoui. En ellos se les calificaba como individuos
sobresalientes, de increíbles capacidades. Posiblemente de origen
extraterrestre. Pero eso no estaba demostrado. Pudieran haber sido parte de
algún experimento o cosa similar, del profesor Tomoe.
-Mejor no hacer preguntas incómodas. Menos ahora.- Meditó
prudentemente ella, quien finalmente declaró.- Es una bonita historia. Cuando
volvamos podrías preguntarle a tu madre.
-Sí, es verdad.- Sonrió Leval.- Lo haré.
Mazoui
desde luego se cuidó mucho de aludir a su propio nombre y su significado.
Recordó que, años atrás, cuando descubrió sus orígenes, su madre le contó…
-Tu nombre me vino
inspirado. Soñé con él. Pero no fue una pesadilla, fue algo confortador. Me
dijo que, pese a todo, serías alguien muy importante.
-Únicamente espero
ser útil para ayudar a los demás, mamá.- Le contestó el joven entonces.-
-Claro que lo
serás, cariño.- Le abrazó Karaberasu.-
Y solamente a eso aspiraba. De
momento y por suerte, lo estaba logrando. Junto a su primo ya había tomado
parte en misiones peligrosas y salvado muchas vidas. Eso le satisfacía. Desde
luego, se avergonzaba de su origen y le horrorizaba pensar en que pudieran
descubrirle con su apariencia demoniaca. Por eso desde que supo de su auténtica
naturaleza, se esforzó en ser muy prudente.
-Y aquí con mucho
más motivo. No puedo ir a ninguna otra parte.- Se dijo.-
Pero no queriendo que el resto se
percatase de esa inquietud, sonrió, afirmando al hilo de esa conversación.
-Somos un gran
equipo. Tenemos a muchísimos profesionales cualificados. Y sobre todo, os
tenemos a vosotras, las Fairy Five. Con vuestro talento en la investigación
seguro que nuestras posibilidades de regresar a casa se multiplicarán.
Todos convinieron en eso y la cena se desarrolló
posteriormente por cauces más desenfadados. Al final de la velada no hubo
ocasión para que ninguno pasase a mayores. Los chicos debían volver a su base y
tanto Satory como su amiga estaban cansadas pero bastante satisfechas. En
opinión de Amatista su tímida compañera estaba empezando a encauzar las cosas
con Mazoui quien la halagó en repetidas ocasiones durante esa velada.
-Creo que esto está casi hecho.-Le comentó triunfal
cuando las dos estaban ya en su apartamento tras haber sido acompañadas por
esos apuestos muchachos.-
-No sé. Es un chico muy agradable sin duda, y muy
educado.- Admitió la azorada Satory, alegando, eso sí, con prudencia.- Pero eso
no significa que yo le guste.
-¡Ay, chica, no seas tan negativa!- Exclamó Amatista
para recordarle a su interlocutora. - Si te ha estado piropeando toda la noche.
-Sí, ha sido muy amable. Aunque se ha limitado a
alabar nuestro trabajo.- Puntualizó su contertulia.-
Amatista suspiró, decidiendo dejar ese tema. En eso
su amiga tenía razón. Mejor pecar de prudentes y no lanzarse enseguida a la
piscina. Habría que ser pacientes, ella ya había hecho lo que debía para
ayudar. Y en los días que siguieron desde que había terminado la amenaza del
fluido las cosas estuvieron bastante tranquilas. Amatista se reintegró a sus
obligaciones y continuó su trabajo. Satory se había encargado de parte del
mismo pero también Sandy. De modo que la recién recuperada paciente tuvo que
pasarse por el apartamento de su morena compañera de camino al laboratorio, un
día que esta libraba, para recoger sus informes.
-Bueno, creo que era aquí.- Se dijo la muchacha en
tanto avanzaba apoyándose en sus muletas.-
Lo cierto es que tras la cena y pese a las precauciones
tomadas, se resintió algo de las piernas. Para evitar males mayores recurrió de
nuevo a usar las muletas y tuvo que tomar un deslizador para llegar a donde
vivía su compañera. ¡Ésta Sandy, parecía volver a las andadas! En vez de
llevarle allí las cosas, estando todavía en proceso de recuperación, dejaba que
ella fuera a buscarlas.
-Tampoco puedo quejarme de eso. Yo misma quise ir a
cenar sin las muletas. Ahora tengo que atenerme a las consecuencias. - Se
censuró.-
Y por si fuera poco, bastante había hecho Sandy ocupándose
de su trabajo, que ya era mucho de por sí, y del de la propia Amatista. De modo que, en lugar de lamentarse debería
agradecérselo, suspiró resignada y llamó. Al cabo de unos segundos esa joven le
abrió la puerta en tanto enjugaba unas gotas de sudor de su frente con un
pañuelo.
- Pasa - le dijo sin demasiada cortesía. - Ahora
mismo te traigo tus cosas.
-Gracias.- Musitó ella.-
Así
que avanzó con las muletas y entró, el apartamento de Sandy no estaba mal. No
era muy grande pero si acogedor, la decoración justa y graciosamente dispuesta.
Todo con un toque muy femenino y bastante ordenado. Un confortable sofá era el
eje central del comedor, junto a él, una mesa redonda y dos sillas de madera
enfrentadas a una holo pantalla. Amatista, dedicó sin embargo su atención a
otra mesa rectangular que sostenía un nutrido número de fotografías. Se fijó en
una en particular, salía una atractiva
mujer de pelo castaño largo hasta la base del cuello, sosteniendo a una
chiquilla, morena y de grandes ojos verdes, que sonreía visiblemente feliz. Esa
tenía que ser su compañera de niña y la adulta posiblemente su madre. Otra foto
en la que esa misma señora sujetaba
cariñosamente con ambas manos a la cría, con un hermoso árbol de Navidad de
fondo, rematado por una gran estrella. En otra, con la misma temática navideña,
aparecía también un hombre de pelo moreno y con gafas que junto a la mujer estaba
en cuchillas y muy sonriente junto a la pequeña. En una reseña se podía leer,
“Felices fiestas y próspero dos mil cuatro”. Luego, vio a Sandy ya adulta, agarrada del
brazo de ese mismo hombre cuyo pelo se había tornado cano, a Amatista le recordó
al padre de Idina. Su compañera de trabajo iba vestida con la toga y el
birrete. Al pie de la foto, se podía leer una inscripción que rezaba. Ceremonia
de graduación, facultad de biofísica, curso dos mil diecinueve, dos mil veinte.
-¿Sandy?- La llamó, dado que hacía un rato que esa
chica se había ido.- ¿Va todo bien?...
No
hubo respuesta. Su compañera desde luego que tardaba en regresar. Así que
Amatista, algo impaciente por esa espera, pasó por un corredor que daba acceso
al resto de las habitaciones. Asomó la cabeza en la que parecía el dormitorio
de la chica.
-¿Sandy?- Volvió a llamar sin obtener tampoco
contestación.-
Aunque sonrió al ver un gracioso oso de peluche de
color amarillo que debía de tener bastantes años, pues parecía muy desgastado.
Lo reconoció, era el mismo que salía en las fotos. Lo asió con una mano
levantándolo y se fijó en unas encantadoras alitas blancas que tenía en su
espalda y en un corazón rojo, algo desdibujado
por el paso del tiempo y el desgaste, en el centro de su barriga...
-¡Te agradecería que no curiosearas en mis cosas! -
Le reprendió a su espalda la voz de Sandy que parecía molesta. -
- Perdona, es que no te veía por ningún sitio y...-
repuso Amatista tratando de justificarse pero su interlocutora la cortó. -
- He tenido que entrar al cuarto de baño, ¡aquí
tienes tu informe y el resumen de tus tareas! - Le espetó alargándole un
portafolio según explicaba de forma seca. -Hice algunas correcciones y anotaciones
complementarias. Si tienes alguna duda me lo dices.
- Gracias, Sandy.- Sonrió la chica aunque de forma
algo forzada, pues percibía la tensión en el rostro de su compañera. -
- Ahora tienes que irte.- La apremió la muchacha -
te queda mucho por hacer y yo tengo cosas que hacer pendientes en casa.
- Sí, claro – convino su interlocutora sintiéndose
en una situación muy embarazosa. Aquella chica estaba prácticamente echándola
de allí. Quizás la hubiera ofendido de alguna manera, pero no acertaba a
imaginar de cual. Apenas si pudo musitar un tímido. - Hasta mañana…
La morena científica la acompañó hacia la salida,
Amatista se dejó dirigir sumisamente hasta la puerta. Sandy cerró articulando
un lacónico adiós. Allí fuera, apoyada en sus muletas se quedó pensativa
durante unos instantes. Por más que le daba vueltas no comprendía esa actitud.
Su compañera parecía una chica hogareña, incluso tenía un oso de peluche por el
que debería sentir mucho cariño. Sólo tuvo que ver su reacción cuando la
sorprendió con él en la mano. ¡Parecía que le estuviera robando su tesoro más
preciado!
-Quizás sea eso. ¡Pero es ridículo! Es una mujer
adulta. Tampoco es para ponerse así por un osito. No lo sé. No pienso que eso
la haya enfadado tanto realmente.
Y para apoyar esa sospecha solamente tenía que
recordar cómo estaba el resto de la casa de Sandy. Limpia, bien decorada, y las
fotos con sus padres donde se la veía sonriente y feliz, además de las otras
cosas, contradecían frontalmente ese carácter tan agrio. Cada vez que lo pensaba
se quedaba desconcertada ¿Por qué? ¿Por qué esa mujer se empeñaba en aislarse
así de todos y de todo? No tenía sentido. Quizás tuviese algún trauma que todos
los demás ignorasen. O puede que el separarse así de su familia la hubiera
trastornado. Aunque tampoco parecía ser eso… ¿entonces qué demonios le ocurría
para actuar así?...
-No lo entiendo, creo que se lo comentaré a Satory a
ver qué opina ella.- Pensó aunque ella misma se dijo al momento
siguiente.- O quizás… en fin…supongo que
cada uno es cada uno…todos tenemos nuestros secretos y nuestras penas. Lo mejor
será que la deje en paz. La última vez desde luego pagamos un precio muy alto
por nuestras desavenencias.
Y es
que paradójicamente, se culpaba de lo ocurrido en el laboratorio de igual modo
al que lo hacía Sandy. Si no se hubieran enzarzado ene se conato de pelea a
buen seguro que hubieran estado más atentas a ese experimento y muy
posiblemente nada hubiera pasado. Suspiró dejándolo correr.
-A fin de cuentas, su vida es cosa de ella. No es
asunto mío.- Se dijo.-
Y sin preocuparse más por ese tema abordó el
ascensor, debía ir al laboratorio. En eso, su compañera llevaba toda la razón, le quedaba mucho trabajo por hacer para
ponerse al día. Entre tanto, nada más cerrar, Sandy se recostó sobre la puerta
durante unos segundos. Había estado muy grosera y lo sabía, es más, lo había
hecho adrede. Amatista no era mala chica, pero era muy curiosa. No podía dejar
que fisgase en ninguna de sus cosas.
-Lo siento, no puedo dejar que nadie sepa nada de
mí.- Pensaba con tristeza.-
Fue a su cuarto y tras comprobar que todo estaba intacto
se sentó sobre su cama. Allí releyó una carta que ya tenía casi un año, era de uno de sus pocos
amigos. Se llamaba Scott, era un chico inválido, compañero de uno de los
múltiples institutos donde ella había estudiado. El muchacho le contaba que
trabajaba como programador de ordenadores y que estaba muy contento. También
preguntaba por como le iba a ella y le deseaba que pudiera ser feliz.
-¡Feliz! , pensaba Sandy con amargura.- Tú siempre tan
optimista, Scotty. A pesar de todo, créeme, lo intenté. De veras.¡ Ojalá
estuvieras aquí! Te echo mucho de menos. Eres el único además de mi padre en
quien puedo confiar. Pero nunca podré ser feliz.
Y es que estaba segura de que para ella esa
posibilidad no existía. Guardó cuidadosamente la carta y se abrazó a su osito.
Era lo único que le recordaba a su familia, su pasado alegre y despreocupado de
niña, junto a sus padres. ¡Qué lejos quedaba todo aquello y cuanto sufrimiento
había pasado para llegar hasta aquí! Se quedó tumbada en la cama, abrazada a su
oso. Le dolía ser tan arisca y huraña pero tenía que ser así. No podía permitir
que todo su esfuerzo se perdiera si las otras supieran...mejor no pensarlo. Al
cabo de unos minutos se levantó dejando a su adorable peluche bien puesto sobre
la cama y tras alisar y recomponer la misma se centró en las tareas domésticas
que le quedaban, tratando de olvidarse de su propia circunstancia. No quería,
no podía revivir recuerdos tan amargos, ni tampoco permitir que la descubrieran
y que todo empezara otra vez y ahora aun sería peor puesto que no tendría
ningún sitio a donde escapar...
-No, no merece la pena. No volveré a cometer los
mismos errores otra vez. Lo siento por vosotras chicas. Pero no puedo
arriesgarme.- Pensaba entre suspiros en tanto se ocupaba de prepararse la cena.- No sería
capaz de soportarlo de nuevo…
Por
su parte, Jennifer había terminado su turno y se despidió de sus compañeras. Al
fin podría descansar un poco. Con la reincorporación de Amatista se le aliviaría
bastante la carga de trabajo. Menos mal que entre todos pudieron contrarrestar
ese fluido. Suspiró. Aunque ella se alegraba de que las cosas hubieran acabado
bien y de que las otras hubiesen aceptado tan fácilmente sus explicaciones.
Quizás esa prueba había sido excesiva pero todo seguía bajo control. Mejor así.
Todavía le quedaba mucho por disfrutar en la vida. Aunque no hablase demasiado en el trabajo y allí fuera algo
tímida lo cierto es que ella era una chica joven, atractiva, de pelo castaño y
ojos azules que, pese a no ser demasiado espectacular. (Desde luego al lado de
Amatista o de Sandy a veces se sentía poquita cosa) no era en absoluto
indiferente para los hombres. Desde luego las cosas le habían empezado a ir
bien y se estaban poniendo mejor. Ahora tenía su vida social y su novio. Y
además, sus compañeras le caían estupendamente. Sabía que todas habían tenido
sus propias peripecias y vivencias antes de llegar a esa nave. Ahora formaban
una gran familia y se alegraba de estar con ellas. Ser una miembro de las “Fairy Five” de esa nave
era un gran honor. Si se paraba a pensarlo
formaba parte de una élite. A Penélope
la respetaba como jefa y como una persona agradable fuera del trabajo y dura y
exigente dentro del mismo cuando era necesario. Pero siempre dando ejemplo de
laboriosidad y dedicación. Sabía lo duro que había trabajado y todos los
méritos que esa mujer, a veces fría en apariencia, tenía. Lo mismo podía decir
de Satory que, pese a ser la hija del millonario inversor de ese nave, nunca hacía
o decía lo más mínimo para recordárselo a nadie. Es más, prefería trabajar como
si tuviera que ganarse el puesto todos los días. Y siendo como era tan brillante
e inteligente era además modesta y discreta. Respecto de Sandy, pese a sus
maneras bruscas en ocasiones, Jen nunca tuvo el menor problema con ella. Su
carácter no chocaba con el de esa chica tan huraña en apariencia. No obstante,
no ignoraba que su compañera tenía sus motivos. Por ello se las arreglaba para
evitar cualquier fricción. Sabía desde luego que no era con ella contra quién
esa muchacha chocaría. En el fondo la
compadecía, ¡pobre chica! Y finalmente celebraba que Amatista estuviera de vuelta
y no solo porque le fuese a aliviar de mucho trabajo, sino porque también la
apreciaba bastante. Era muy simpática y extrovertida, cuando no estaba
discutiendo con Sandy, claro. Y, sobre todo, se arriesgó por salvarla a ella en
aquel llamémosle accidente. Además, las noticias volaban y su compañera parecía
estar totalmente recuperada y encima había ligado con aquel apuesto oficial,
ese tal Leval. Se alegraba mucho por esa joven. Estaba claro que eso debía ser
así.
-No, esa es una de las cosas que lamentablemente no
se pueden cambiar. O sería yo quien me quedase a ese tío bueno para mí.- Se
sonrió.- Aunque yo ya tengo mi propia pareja.
En fin, así era. De modo que, dejando de lado a las
otras por ahora, atendería a sus relaciones sociales. Era precisamente su novio
quien tenía muchas ganas de verla. Llevaban días en los que apenas coincidían.
Al menos ahora podrían quedar hasta que se presentara otra emergencia. ¡Ojalá
le concedieran tiempo! Pensaba en esto y silbando contenta se dirigió hacia su
apartamento. En cuanto llegó se duchó y se cambió de ropa, llamó a su pareja y
quedaron para cenar. Ya estaba lista
para salir a ver a su cita cuando su móvil sonó.
-¿Sí? ¿Quién es?- Quiso saber para añadir. – ¡Ah!,
¿es usted, señor? Sí, sí, no se preocupe, todo está saliendo según lo planeado.
¿Cuándo? Muy bien, lo que usted diga. No, ningún problema. Confío en usted.
Adiós.
Y tras dar un largo suspiro resignado continuó
caminando a paso ligero para no llegar tarde al restaurante. Su chico ya la
estará esperando. Jennifer sonrió, reafirmándose en sus pensamientos. Las cosas
por el momento no podían ir mejor…su trabajo le gustaba, sus compañeras
también, estaba contenta con su pareja y sobre todo, se estaba haciendo un
nombre a recordar como partícipe de esta gran odisea…
-Sí, - suspiraba contenta en tanto pensaba.- Si yo
cumplo con mi parte él cumplirá con la suya. Estoy segura.
Los demás proseguían sus actividades en medio de una
recién llegada y bienvenida calma que, sin embargo, no iba a durar mucho, pues
en los escáners y pantallas de radar ya se detectaba otro nuevo planeta. ¡Ojalá
que fuera el mundo que todos ansiaban encontrar! O pudiera ser que fuese el
origen de otra aventura. Para bien o para mal no tardarían mucho en averiguarlo.
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