Mazoui volvió al laboratorio con la esperanza de que
Sandy le escucharía esta vez. Aunque después de lo ocurrido durante la noche
anterior, comprendía que ella no quisiera verle. ¿Qué chica querría? Él no se había
creído la excusa del experimento. De todas formas, esperaba poder encontrarla todavía allí para darle una explicación.
Recordaba ahora que ella libraba esa tarde, pero como no sabía donde podía
vivir y tampoco era cuestión de buscarla a ciegas por la ciudad, ni de
preguntar a sus compañeras, (sólo de pensar que ellas pudieran estar al
corriente de lo sucedido se le caía la cara de vergüenza). Sopesando todo esto,
se decidió a regresar al laboratorio. Además, su sexto sentido le empujaba
también para que tomase ese camino. Con suerte pudiera ser que la muchacha
hubiera dejado algo por terminar de esa presunta prueba o de algo. El caso es
que llegó casi al final de la jornada y esperó un par de minutos que se le
hicieron eternos, pero su paciencia y su corazonada se vieron recompensadas. Finalmente,
pudo ver a esa muchacha salir junto a su
jefa y Satory del cuarto de experimentación. Se dirigían hacia él y tan pronto
le vio una sonriente Sandy corrió hacia Mazoui dándole un largo beso en los
labios. Tanto Satory como Penélope se quedaron sorprendidas, sobre todo la
primera que sufrió una nueva desilusión. Ambas se mantuvieron a distancia y se marcharon
silenciosamente dejando que esos dos hablasen. El chico no salía de su asombro,
por el camino había estado preparando mentalmente una introducción que sirviera
de disculpa, sólo con el fin de que ella no escapase nada más verle o que le
abofetease o chillase, ¡o sabría Dios qué!. Después había esperado tener
inspiración para tratar de explicar lo imposible. No obstante, ahora que todo
aquello ya no era necesario estaba todavía más confuso y perdido que antes.
Pero, para mayor alivio si cabe de Mazoui, ella, tan pronto como se separaron
del beso, le dijo.
- Perdona que no te haya visto antes, estaba
ocupada. Teníamos muchas cosas por revisar.
El chico comenzaba a recuperar el sentido de la
realidad, sin dejar de asombrarse por esta reacción. Desde luego la cosa iba
mucho mejor de lo que él esperaba.
- Claro, no te preocupes - fue lo único que pudo
acertar a replicar con voz suave.-
-Verás, tengo
algo que decirte.- Añadió Sandy confesándole a su vez.- No fui muy justa
contigo ayer, yo te pedí que actuaras de esa manera. Luego, entre la bebida,
las luces y la excitación del momento, imaginé cosas que seguro que no
pasaron.- Se tocó el brazo vendado con lenta suavidad y prosiguió de modo
afable -, supongo que esto me lo hice yo sola, te pido perdón, no debí
marcharme de esa manera.
- Yo… – su desconcertado interlocutor trató de
contestar buscando las frases para no meter la pata. – Verás, también fue culpa
mía y lo siento, perdí el control, no debí comportarme como lo hice. No volverá
a ocurrir.
Aunque
para su asombro, ella le agarró de un brazo con ambas manos y sonrió moviendo
la cabeza con jovialidad.
-¡De eso nada, eres estupendo Mazoui! debes de tener
mucha experiencia con las chicas. Te confieso que yo he tenido varios novios
pero nunca había gozado tanto con un hombre, así que esto hay que repetirlo. - Le
susurró con encendida pasión. -
Eso
volvió a descolocar al chico del todo. Ya si que no sabía por donde salir. A
Sandy sólo le faltaba decirle que había sido demasiado delicado con ella ayer.
Ahora el muchacho solamente se preguntaba ¿Qué clase de mujer era ésta?
- No, no creo que sea una buena idea, la próxima vez
sí que podrá hacerte daño. Será mejor que dejemos de vernos.- Le respondió
él visiblemente nervioso. –
La
chica le dedicó una perpleja mirada y enseguida movió negativamente la cabeza…
- ¡De eso nada, monada!, si quieres que vayamos más
despacio por mí está bien, pero no dejaré de verte. - Le contradijo con una
amplia y decidida sonrisa. – A no ser que tengas a otra esperándote.
-¿Yo? – Exclamó él, tomado por sorpresa para mover
la cabeza de forma vehemente.- No, no...no tengo a nadie…
La
muchacha sonrió, podía constatar que ese pobre chico era sincero. De modo que
dijo, mirándole divertida.
-En tal caso. No hay ningún problema. La próxima vez
quedaremos en un terreno más acogedor y privado.
- Vale - sonrió
también Mazoui más relajado, concediendo con alivio y por qué no
decirlo, felicidad. -Está bien, si eso es lo que quieres a mí me parece estupendo
también. Nos veremos para conocernos un poco mejor.
Sandy asintió con cara igualmente alegre, Mazoui, una vez liberado de aquella
tensión, se fijó en que Satory y Penélope se habían marchado sin despedirse de
ellos. No le dio importancia, pensaba en que les habrían dejado solos discretamente
para que hablasen. Y su interlocutora no estaba desperdiciando la ocasión, puesto que le miraba con ojos arrobados
mientras le propuso acariciándole
sensualmente el mentón.
- Entonces quedemos esta noche para ir a cenar y así
nos conoceremos mejor, ¿vale?
- De acuerdo, por mí no hay inconveniente,- convino
él preguntando con más animación. - ¿A qué
hora y dónde quedamos?
- En mi casa a las nueve. Te esperaré impaciente…-Afirmó
la joven.-
Y tras indicarle
la dirección, le besó nuevamente en los labios. Aunque ahora y fiel al
compromiso recién adquirido de ir más despacio, lo hizo con más suavidad.
Después se marchó andando con aquellos pasos tan provocativos con los que solía
desplazarse. Cuando la chica se hubo alejado Mazoui sólo pensó en que no había
tenido ocasión de explicar nada, pero que había sido una suerte. Tenía una
segunda oportunidad y no la iba a dejar escapar. Ahora, todo su miedo y congoja
habían sido reemplazados por un excelente humor. Sonrió ampliamente y se marchó
silbando de contento. No obstante, se decía que no debería cometer el mismo
error dos veces…
-No comprendo lo que ha podido pasar para que esté
tan tranquila, pero esta vez haré las cosas bien, iré con más cuidado.
Mientras, Leval y Amatista seguían paseando por el
gran parque. Ella comentaba con una expresión algo nostálgica.
- A veces extraño tanto a mis padres, me gustaría
que pudiesen vernos ahora.
- A mí me ocurre lo mismo,- reconoció su pareja. - Es
una pena que no podamos captar su energía en esta región del espacio.
- Recuerdo cuando era niña muchas veces, y sueño con
mi madre cuando paseaba con ella por las calles de París. Me enseñaba los
sitios más elegantes y bonitos y siempre me compraba algo.
-¿Pero no decías que estuviste la mayor parte de tu
infancia en un internado? - Le recordó Leval -.
- Sí, es verdad,- asintió ella matizando con un
gesto lleno de añoranza - esto era cuando mi madre venía a verme en sus días
libres. Aunque empezó a dejarme interna con más frecuencia cuando cumplí los
cinco o seis años. Fue cuando murió su jefa, algo antes o después. La verdad,
no me acuerdo bien, creo que se tuvo que ocupar por completo de dirigir la
agencia de modas. Antes de eso yo vivía en casa con mis padres la mayor parte
del tiempo.
-Pero supongo que antes de aquello tu madre también
estaría muy ocupada con sus desfiles y sus diseños, y tu padre con su trabajo
en la Masters.- Opuso el chico.-
-Así es - convino la muchacha que le explicó.- Pero,
como te he dicho, mi madre tenía a la señora Deveraux. Bueno, a su jefa de
entonces que la apreciaba mucho y le permitía librar muchas veces por las
tardes para que se ocupase de mí. Al menos hasta que yo tuve cinco años. Alguna
que otra vez incluso me llevaba a las oficinas. Todavía recuerdo que esa mujer
era muy mayor pero muy elegante y simpática. - Sonrió divertida ahora, casi
hasta poniéndose colorada para declarar.- Incluso jugaba conmigo a tomar el té.
Me enseñaba como debían conducirse las señoritas distinguidas en sociedad. A mí
me caía muy bien, siempre estaba sonriente y me contaba historias de cuando era
joven. Al vernos juntas mi madre se reía mucho. Decía, supongo que en broma,
que yo era la única capaz de decirle que no a esa señora sin que se enfadara.
-¡Ya de niña te gustaba llevar la contraria!- Se rio
él.-
-Es verdad.- Convino la chica, haciendo lo propio.-
Leval
sonrió. Era refrescante escuchar a Amatista rememorando esos pasajes de su
niñez, pero la chica aún no había terminado y prosiguió…
-Una vez recuerdo que yo era muy pequeña, estaba en
casa. Tendría como mucho cuatro años, había una alacena en la cocina donde mi
madre ponía la mermelada de cereza. Siempre tuve el deseo de hacerme con el
bote porque me gustaba mucho, pero entonces no llegaba. - Sonrió visiblemente
divertida y el muchacho hizo lo mismo, más cuando Amatista añadió a modo de
cómica exclamación. – Quién lo diría ahora, pero entonces ¡Era demasiado enana!
Sin embargo, ya tenía la costumbre de insistir para lograr todo lo que quería,
así que día traté de alcanzarla, puse una silla y me subí. Como seguía sin
llegar, coloqué encima una caja y trepé. - Leval no dejaba de sonreír imaginándose
la escena y entonces la narradora remachó. - No me acuerdo si traté de agarrar el
bote y se me resbaló o si yo misma me caí al mover la caja, el caso es que se
me vino todo encima. No recuerdo haberme hecho daño. Seguramente me puse
perdida pero claro, eso me daba igual, ¡creo que debí de ponerme morada a comer!
– se rio ahora añadiendo. - Y como mi madre siempre me decía que las señoritas
distinguidas no se manchaban la boca y las manos cuando comían, fui corriendo a
limpiarme, pero no encontraba servilletas. ¡No se me ocurrió utilizar otra cosa
que unos bocetos de diseños suyos!
Leval se rio limpiamente y con ganas. Podía
imaginarse, como si la estuviera viendo, la cara de Esmeralda cuando
descubriese aquello. Amatista también rio todavía más al verle a él. De hecho
tuvo que interrumpir el relato a causa de sus propias carcajadas, hasta que se
dominó un poco continuando con la historia, para confirmar las suposiciones del
muchacho.
-¡No veas como se puso mi madre cuando me vio manchada
hasta las orejas! y que, además, le había emborronado todos sus bocetos hechos
a tinta. ¡ Creo que hasta se
desmayó del disgusto y todo! Mi padre tuvo que reanimarla
y ella trató de limpiar los diseños.- Comenzó a reír otra vez mientras lo contaba.
- Pero por más cuidado que tuvo, dejó una mancha en uno que al cortador le
pareció parte del dibujo y el vestido que era blanco salió de fábrica con un
pegote de color rosa. Mi madre se llevó las manos a la cabeza. ¡Aquello le
pareció un desastre!, pensó que su reputación se vendría abajo, ¡qué sé yo! Pero
luego resultó que se vendió y muy bien. Todo el mundo pensó que era una
innovación artística muy original. Y, como siempre, disimuló pretendiendo que
todo eso había sido planeado por ella desde el principio. Le siguió el juego a
la jet y lo llamó, ¡sorpresa de mermelada!..
Los
dos se reían con animación, lo cierto es que era algo bastante cómico, y eso
que Leval no era fácil para ese tipo de risa. Pero no podía dejar de pensar en
su novia con esa edad. Si cuando la conoció era inquieta, de cría tuvo que ser
un terremoto. ¡Más incluso que su hermana Kerria! Y además de eso, tratar de
visualizar a Esmeralda intentando
arreglar aquel desaguisado era algo superior a su imaginación. Realmente era
muy gracioso. Aunque, pensando en todo aquello de un modo más serio, al
muchacho le encantaba que entre ambos hubiera florecido ese tipo de
comunicación. Antes, durante los años que llevaban conociéndose, nunca habían
hablado de ese tipo de cosas, ni de otras muchas, y él no ignoraba que tuvo
mucha culpa de ello. Por lo general siempre estuvo ocupado en otros muchos
asuntos y jamás le concedió a Amatista otro tipo de conversación que no tratase
de algún deporte que tuvieran en común, las lecciones de física que le daba o
sus propios sueños de volar al espacio. Para él, lisa y llanamente llegó a ser
otra hermana, y actuó como si ya conociera de antemano todo lo que la chica
pudiera ofrecerle. Ahora se alegraba mucho de haber podido descubrir lo
equivocado que estuvo. Y abrió a su vez la caja de recuerdos para contar con
otra sonrisa.
- Yo también tengo alguna que otra anécdota con mis
padres. Cuando mi padre, en Navidad, se disfrazaba de Santa Claus y bajaba por
las chimeneas. Una vez alquiló una carreta de madera con dos renos de peluche y
los hizo volar. Para él eso era realmente fácil. Mi hermana Kerria y yo, que
éramos muy pequeños, ¡creímos que era papá Noel de verdad! - sonrió
recordándolo con simpatía - yo tendría
siete años y ella unos cinco. ¡Claro!. ¡Cómo no íbamos a creerlo si volaba de
verdad! Recuerdo que lo debí de contar a mis amigos decenas de veces, y por
supuesto que ninguno me hizo caso. ¡Y lo de Kerria fue aun más divertido, quiso
darles de comer a los renos! ¡No sé como salió mi padre del apuro, pero mi
hermana corrió a la cocina a decirle a mi madre que sacara dos vasos de leche! -
Amatista se rio a coro con el muchacho aunque él pudo dominarse lo suficiente
como para proseguir. - Ahora comprendo porque mi madre se reía tanto. La
recuerdo con el delantal de ositos que tenía puesto y sacando una bandeja con
leche y galletas. Y a mi padre exclamando ¡ho, ho, ho! Con una barba blanca
postiza y esa barriga de relleno debajo del traje.
- Tu padre siempre fue un hombre muy divertido. No
paraba de hacer bromas cuando iba a visitaros. – Repuso ella.-
-Le encantaba jugar con nosotros. De pequeño, me
acuerdo que, una vez, agarró el tubo de la aspiradora con ambas manos y fingió
luchar contra ella. ¡Ja, ja! Se tiraba
por el suelo dando vueltas y todo. Y Kerria trataba de ayudarle…ella debía de
tener unos cinco años y yo casi los ocho. Y cuando me preguntó qué podríamos
hacer para vencer a ese “malvado monstruo del espacio”, le dije. Es fácil,
papi, la desenchufas y ya está…
-¡Ja, ja, ja! - Rio Amatista francamente divertida al
imaginarse la escena.- Eso debió de ser digno de verse.- Pudo decir entre
carcajadas.- Tú siempre tan analítico.
-Pues espera, que justo entonces llegó mi madre y le
echó una buena bronca. Sin embargo, cuando él le contó lo sucedido, ella se
rio. Creo acordarme de que mi padre dijo… “cubito, menos mal que nuestro hijo
ha salido a ti en cuestión de usar la cabeza”
Los
dos rieron más todavía, la joven enseguida le comentó al hilo de aquello…
-Tu padre le ponía apodos a todo el mundo. A mi
padre le llamaba el Principito. Cosa que nunca comprendí hasta que supe la
verdad sobre su vida pasada. Y el caso es que lo de tu madre, también tenía
mucho sentido. Lo de cubito sería porque era la Dama del Hielo. ¿No?
-Sí, la llamaba cubito. Pero creo que eso comenzó nada
más conocerla en la universidad.- Le aclaró Leval.- No recuerdo muy bien. Mi
madre nos lo comentó una vez, hace ya tiempo…
-Podría ser entonces algo relacionado con su vida
anterior, como el caso de mis padres.- Sugirió Amatista.-
-No sé… Aunque me parece que no. Por aquellos días
mi madre era muy seria y fría, al menos eso decía la tía Connie. Y mi padre al
ver como se comportaba, y viendo que era muy bajita… pues. ¡Si! – Se rio el
chico.- Ahora lo recuerdo. Mi tía nos lo comentó una vez a Ky y a mí. Mi padre
empezó a llamar a mi madre así sin tener ni idea de quién había sido ella y
mucho antes de que fuera justiciera.
-El señor Malden tiene un don para retratar a la
gente.- Sonrió Amatista.-
-Tanto él como los demás pelearon mucho por
nosotros. Y ahora entiendo como disfrutaban de los momentos de paz. Eso es algo
muy preciado tras tener que luchar.- Afirmó Leval con tono algo más reflexivo
ya que enseguida animó para sentenciar- Y yo me siento muy contento ahora que
estamos tranquilos. Y solamente tengamos problemas para encontrar un banco
libre en el parque o un buen sitio para
tomar café… ¡Ojalá las cosas fuesen siempre así!
Amatista
asintió con un gesto cómplice, para ella también era una sensación maravillosa
el poderse olvidar de su actual vida, tan
ajetreada y llena de aventuras y toda clase de peligros. Sólo pasear con
el chico al que quería y ser partícipe de sus recuerdos y experiencias, no únicamente
como mera oyente de teorías y proyectos grandiosos o recibiendo clases. Ahora
sentía que el Leval más auténtico y oculto para el resto de la gente, salía a
la superficie con ella. La misma muchacha se sorprendía a sí misma contando
historias y recuerdos que nunca había sacado a la luz, y hasta en eso
empatizaba con el chico. Ambos se daban cuenta, cada vez más, de lo mucho que extrañaban
a sus seres queridos. Ya lo habían comentado en otras ocasiones, pero era cada
vez más frecuente y Leval le dio la razón, cuando declaró, ahora con tinte más
serio y reconocido.
- Ahora comprendo muchísimas cosas. Entiendo bien el
sacrificio de nuestros padres y todas sus batallas. Y también puedo hacerme
cargo de porqué nunca quisieron implicarnos hasta que no tuvieron más remedio.
- Tienes razón.- Asintió la muchacha acordando con
él.- Nunca olvidaré la expresión en las caras de mis padres cuando me contaron
su verdadera historia.- Yo que me enfadaba tanto cuando mi madre me prohibía
salir por ahí hasta las tantas o me apretaba para estudiar. Y ¿sabes?- suspiró
ahora con cierto tono de tristeza y arrepentimiento. - Incluso llegué a odiarla
a veces, me parecía una bruja que solamente quería hacerme la vida imposible y
que encima apenas me veía. Y la pobre tenía su trabajo, su vida de Justiciera y
además, debía ocuparse de cuidarme a mí. Y yo siempre le recriminaba si alguna
vez se perdía algún cumpleaños mío o algún evento deportivo en el que yo
participaba. Y eso le dolía, la hacía sufrir mucho. Yo lo sabía y lo usaba como
arma a veces para hacerla daño, para vengarme de que me hubiera hecho sentir
sola. – Ahora la muchacha incluso tuvo que secarse alguna lágrima, en tanto
agregó. – Me he dado cuenta tras todas estas experiencias de que fui muy
egoísta. Solamente pensaba en mí misma y no tenía ni idea de los sacrificios
que mis padres tuvieron que realizar. Ahora lo veo. Siempre que tuvieron que
estar a mi lado en los momentos importantes nunca me fallaron. Ojalá algún día
sea yo capaz de hacer lo mismo si llego a tener hijos.
Eso
hizo que la muchacha y su novio se ruborizasen ligeramente. Amatista pensó que
quizás había dejado volar su imaginación demasiado, por suerte Leval fue a
proseguir con el anterior tema.
¡En fin, ojalá que pronto encontremos el mundo que
buscamos y una forma de contactar con ellos! Deseo tanto volver a ver a mis
padres y a mi hermana...como tú a los tuyos.
- Estoy segura de que si alguien encontrará la forma
de volver a reunirnos ese serás tú, Leval. - Le aseguró alentadoramente ella, que de inmediato, le
rodeó el cuello con los brazos y le besó. – Confío en ti.
Él la abrazó por la cintura y se besaron durante un
largo rato. Después, Amatista le dijo con un ilusionado tono de voz, que se
correspondía con el brillo de sus ojos.
-¿Sabes una cosa? , ya he terminado unas cuantas
canciones de las que empecé a escribir en el hospital. He versionado algunas
antiguas y otras de las Justices. Voy a pedir que me dejen cantarlas en directo
para toda la nave y si tengo suerte y les gusto, puede que me dejen actuar para
la celebración del aniversario de nuestra salida de la Tierra.
Aquella era una de las actividades programadas por
las autoridades del gran asteroide para que las personas que allí vivían
mantuvieran alta la moral. No obstante, algunos críticos aseguraron con
preocupación que podría producir el efecto contrario, haciendo recordar a los
habitantes de la nave todo lo que habían perdido. Aunque cuando se aprobó por
una ajustada votación y se comunicó a todos los moradores no hubo nada que
temer. Lo cierto es que la gente demostró, en su mayor parte, estar muy
ilusionada. Para casi todos, el proyecto de la SSP-1 era una gran hazaña de la
que formaban parte, y tras las diversas batallas y ese salto al otro extremo
del Universo, había adquirido poco menos que tintes de epopeya. Perdidos en
medio del Cosmos, sólo podían contar con ellos mismos, envolverse en la pequeña
burbuja del mundo que habían creado y dotarlo de su historia particular, de sus
fiestas y eventos a remarcar. Era una agradable forma de escapar a la rutina y
Amatista, durante el tiempo de su instructiva convalecencia, pensó en ello. Si
en la Tierra llegó a ser una cantante popular, sobre todo para la gente joven.
¡Por qué no repetirlo allí!, donde la mayoría de las personas eran de un
promedio de edad solamente unos pocos años superior a la suya. Y sobre todo,
estaban huérfanos de artistas que trasmitiesen todos los sentimientos, y
esperanzas que llevaban en el interior de sus corazones, de personas que
alabasen y cantasen a sus valientes oficiales que tanto habían sufrido por
defenderles. Ella misma sólo tuvo que pensar en la pérdida de su primo Granate
y también en las aventuras de Mazoui y Leval. En los riesgos que habían corrido
y a buen seguro, seguirían afrontando. Pero lejos de querer darle un enfoque
negativo, anhelaba convertir todo aquello en una declaración de esperanza que
confortase a todos y entretuviera a la personas que la rodeaban, para que
pudieran olvidarse, aunque solo fuera por un momento, de sus preocupaciones
inmediatas. Era una manera de contribuir al bienestar de todos y aportar su
granito de arena. Y además, estaba segura de que a su novio y al primo de éste,
sin ir más lejos, les iba a encantar la idea. Como así fue, en tanto el
muchacho añadía.
- ¡Eso sería estupendo! Nos hace mucha falta algo así. Subiría mucho
el ánimo. ¡Por nada del mundo me lo perdería!
Llegaron
caminando hasta una coqueta cafetería que estaba muy cercana a ese parque. Se
miraron y sin hablar, convinieron en sentarse en unas sillas con mesas que había
fuera de la misma.
-Este sitio parece acogedor.- Comentó la muchacha.-
-Sí, lo he visto a veces, cuando he pasado por aquí.
Aunque siempre con prisa.- Comentó Leval.-
-Por eso es estupendo tener tiempo para recorrer la
nave con calma.- Afirmó su interlocutora.- vamos siempre tan deprisa para cumplir
con nuestras obligaciones que no vemos lugares como este.
Desde
luego el sitio parecía bastante bien puesto, con un letrero escrito con letra
rústica en tonos pastel, un amplio escaparate tras el que podía verse un salón
no demasiado grande. No había mucha gente aunque la estancia estaba bien
provista de mesas, sillas y, por supuesto, una barra en donde se servían
bebidas y tartas.
-Esas tienen muy buena pinta.- Observó Amatista, al
fijarse en unos pasteles y otros dulces, dispuestos tras una cámara
frigorífica.-
Podía
verlos desde fuera y comentó divertida.
-En eso he salido a mi madre. ¡Ella me ha dicho
siempre que se vuelve loca por las tartas!
-Pues pidamos una ración de alguna para probarlas.-
Le propuso desenfadadamente él.-
No
lo tuvo que repetir, ni tampoco aguardaron en demasía. Al poco, una jovencita
de cabello rubio en forma de media melena algo rizada, con una especie de
cofia, salió para preguntarles.
-Buenas tardes. ¿Qué desean tomar?
-Pues, yo quisiera un café au lait.- Repuso Amatista.-
Y
como esa chica la observó con cierta perplejidad en sus ojos azules al
escucharla hablar en francés, enseguida corrigió.
-Un café con leche y un trozo de tarta. ¿Tienen de
manzana?
-¡Oh sí, señorita! - Sonrió afablemente la camarera
para dirigirse a Leval. - ¿Y usted, caballero?
-Tomaré lo mismo.- Afirmó él.-
Esa
muchacha asintió volviendo al interior para buscar el pedido. Amatista suspiró,
mirando hacia el parque entonces. Algunas familias caminaban por allí, incluso
con niños.
-Se ven pocos.- Comentó con voz queda.-
-¿Pocos?- Repitió Leval sin comprender.-
-Niños.- Sonrió ella indicándole con la mirada
aquella imagen familiar.-
El
chico dirigió su atención hacia allí. Un apurado padre corría detrás un pequeño
que montaba en un triciclo y se estaba alejando demasiado. La madre estaba con
un cochecito atendiendo a su bebé que parecía estar llorando.
-Es verdad.- Convino Leval.- Muchas veces olvido que,
en esta enorme nave, no únicamente viajamos militares y científicos. También
hay personas de otras profesiones. Con sus hijos.
-Lo mismo que la chica que nos ha atendido aquí.- Dijo
Amatista.-
-Y por eso me preocupa mucho poder ser capaz de
protegerles. – Comentó él.-
-Hasta ahora lo estáis haciendo muy bien.- Le alabó
su pareja.-
Esa
camarera les trajo su pedido. Tras darle las gracias ella se fue deprisa a
atender otra mesita. Daba la impresión de que el lugar empezaba a concurrirse.
Amatista probó la tarta entonces y afirmó entusiasmada.
-¡Está muy rica!
-Sí.- Asintió Leval tomando un pedazo a su
vez.-¡Vaya, este sitio está realmente bien, es un todo un descubrimiento!
-Estamos tan ocupados buscando planetas que pasamos
por alto lugares tan agradables como este.- Suspiró Amatista que siguió dando
buena cuenta de esa deliciosa tarta.-
Cuando
terminaron, Leval fue dentro a pagar. La muchacha le observaba encantada. Aquel
paseo por el parque y esa pequeña cafetería se le antojaban lugares idílicos.
Un remanso de paz que les devolvía a un pequeño pedazo de la Tierra, allí, en
medio del cosmos. El chico salió y los dos retomaron su paseo por un camino
flanqueado de hermosos árboles.
-Al menos, mientras tengamos este sitio podremos venir
a respirar aire puro y descansar.- Declaró ella.-
Así es. Me encanta poder venir aquí, sobre todo
contigo.
Exclamó efectivamente su interlocutor, en tanto la
abrazaba, llenándola de alegría y satisfacción. Pero, (¡cómo no!) su reloj
localizador sonó interrumpiendo aquel momento de júbilo. Leval suspiró resignado
y mirando a Amatista con expresión de lástima, le dijo.
-Vaya, me temo que nuestro paseo se ha terminado ya,
debo presentarme inmediatamente en la base, lo siento, si quieres te llevo.
Ella
declinó la oferta, pero en esta ocasión no lo hizo con enfado ni contrariedad.
Su voz sonó sincera cuando respondió.
- No gracias, me volveré tranquilamente dando un
paseo. Así disfrutaré algo más de este lugar.
-¿Estás segura? No me cuesta nada llevarte.-
Insistió él preocupado por cómo se lo podría tomar su novia.-
-Tranquilo. No pasa nada.- Le aseguró la joven con
jovialidad.-
- Pero esta vez no te enfadas ¿verdad?- le inquirió él,
pese a ello, con prevención. -
- ¡No, no me enfado! - rio ella dándole un beso. -Yo
también estoy ahora muy ocupada y te entiendo. Es tu deber y eso está por
encima de nosotros. Y como hemos estado hablando. Es fundamental proteger todo
esto y a las personas que viven aquí.
Su
pareja asintió. Eso mismo pensaba él.
-¡Ah! ¡Se me
olvidaba!- exclamó entonces Amatista - Mañana entro después trabajar y de estudiar también, no te lo he dicho, pero
volveré a practicar karate. Lo consulté con mi traumatólogo y está de acuerdo
conmigo en que eso me ayudará a recobrar fuerza en las piernas.
Así
era puesto que la chica ya caminaba sin muletas pero todavía no se notaba
recobrada, o al menos, ni mucho menos tan ágil como solía ser.
-¡Es una buena idea! - Convino él con animación para
sugerirle - acuérdate lo que hablamos
hace tiempo y apúntate a la academia donde entrenamos nosotros, así podremos
estar juntos.
-Pero, ¿no era sólo para militares? - Objetó ella
que no recordaba bien aquella conversación.
-
-¡No, qué va! Recuerda, allí va todo el mundo,
incluido personal civil. A ti te dejarán con más motivo porque estás en el
laboratorio, bueno. - Miró su reloj de nuevo y ahora sí que dijo de forma
inexorable. - Debo irme ya, hasta luego, cariño - dio otro rápido beso a
Amatista y salió literalmente volando. -
Ella
se quedó mirándole embobada hasta que le perdió de vista, estaba muy contenta y
bailoteaba a través del paseo llena de
optimismo y entusiasmo por todos los planes que tenía en mente. Cada vez estaba
más feliz y más decidida a dar todo lo que pudiera en beneficio de los demás. Ahora
deseaba con muchas ganas retomar su trabajo y comenzar con todos sus proyectos.
-Les choses van de
mieux en mieux. –Se dijo con una amplia sonrisa en tanto canturreaba de vuelta
a su apartamento.- Je suis très
heureuse…
Paradojas de la vida. Paralelamente a los malos momentos de su amiga,
Satory había sido feliz, ahora que Amatista había recobrado su alegría, ella
por su parte no podía ser más desgraciada. Se esforzó por no deprimirse
pensando que Mazoui tenía derecho a elegir a quien quisiera. La culpa era suya al no haberse atrevido a expresar lo que
sentía.
-A fin de cuentas, no hubiese tenido la menor
oportunidad.- Se decía resignadamente.-
Estaba recogiendo los útiles del laboratorio al
término de la jornada. Apenas si había hablado en toda la tarde pese a que ella
y Penélope estaban solas a esas horas. Entonces, la voz de su jefa la sacó de
sus cabizbajas meditaciones. Y su compañera parecía adivinarle el pensamiento.
Dado que la confortó con un tono bastante amable viniendo de ella.
- Satory. No te preocupes, hay muchos chicos en la
nave, deja de pensar en ello. Luego nos
vamos a tomar algo y ya verás como se te pasa - sonrió animosamente. –
-Yo...- Apenas sí pudo musitar visiblemente
avergonzada.- De veras, no pasa nada.
-Lo siento. Quizás he invadido tu intimidad.-
Comentó su jefa, agregando eso sí, con tono muy considerado.- Si lo juzgas
impertinente te pido perdón.
-¡No, qué va!- Se apresuró a replicar su
contertulia, que suspirando, admitió.- Te lo agradezco mucho, estoy un poco
baja de ánimos, y no puedo contar con Amatista.
-Pero ¿acaso no es tu amiga? No creo que te deje
sola.- Dijo Penélope.-
-No es eso. Sé que ella ha tratado de animarme y que
lo seguiría haciendo pero es que ahora está muy feliz con Leval. No deseo
empañar eso. Le ha costado mucho conseguirlo. No sería justo para ella tener
que estar pendiente de mí.
Su
interlocutora pareció meditar sobre eso y entonces comentó con tono animoso.
-Si es por eso, y te sirvo yo. Podemos tomar algo luego
y charlar…en cuanto acabemos no tengo nada más importante que hacer que pasar
una buena tarde con una compañera…
Pese
a sus maneras habitualmente frías, Penélope demostraba ser una buena amiga y se
percataba de los sentimientos de los demás mucho más de lo que parecía. Y a
medida que pasaba el tiempo las barreras que había erigido en un principio
frente a las otras se iban cayendo. Posiblemente se comportó así al comienzo
del viaje porque era la jefa del laboratorio y las familiaridades con su
personal podrían haber sido contraproducentes. No obstante, todo el equipo
había demostrado ya su valía y su pericia y más que trabajadoras o compañeras,
Penélope había comenzado a considerarlas amigas. Sobre todo tras la cena que
tuvieron todas con los muchachos.
-Y alguien triste tampoco rinde al cien por cien.-
Quiso pensar para animarse a dar ese paso.- Es mejor que todas estemos lo más
contentas posibles.
De modo que propuso a esa apenada joven el tomarse
algo en la cafetería tras terminar de recoger y cerrar el laboratorio hasta el
siguiente turno. Satory le devolvió la sonrisa y asintió, se encontró mucho
mejor cuando tomaron asiento y charlaron en la zona de descanso contigua que
tenían.
-Vamos, ¡anímate!
- Le pidió su jefa con tono más afectuoso del que solía emplear.-
-Te lo agradezco, pero estoy bien.- Pudo musitar la
muchacha.-
-Vamos, no trates de disimular.- Le dijo su jefa con
tono amable.- Sé cómo te sientes. También me han sucedido estas cosas. A todos
nos han pasado alguna vez.
-La verdad. No tengo demasiada experiencia en vida
social. Y menos todavía en desengaños amorosos. - Le confesó la aludida, para
declarar.- Estuve siempre tan protegida por mi padre que apenas si conocí gente
al margen de mis escoltas o el personal más próximo. Bueno, hubo algún chico
que me gustó cuando apenas era una niña, pero no como en esta ocasión…
-Te comprendo muy bien. Quizás hemos tenido vidas
parecidas. En mi caso, desde siempre traté de estudiar porque me gustaba y
porque quería llegar a ser una buena investigadora. ¿Sabes? Mis padres no eran
pobres precisamente. Podría haber tenido una vida bastante fácil. Sin embargo,
no me atraía la idea de ser la heredera del negocio familiar.- Suspiró
Penélope.-
Ahora
fue Satory quién la observó curiosa para comentar.
-No sabía que tus padres fueran ricos.
-No, no lo eran.- Se rio la científica que le
desveló.- Tenían su restaurante, en fin, todavía lo tienen.- Matizó para
explicar.- Pero desde hace años que querían ampliarlo. Mi padre insistió en que
estudiase económicas para llevar el negocio un día. Pero a mí me tiraban las
ciencias. Al final, como no pudo convencerme, fue él quien se dejó persuadir.
Pero siempre me decía que, o le demostraba que realmente era muy buena en lo
que quería hacer o que tendría que dedicarme al negocio de la familia.
-Supongo que se lo demostraste.- Pudo sonreír su interlocutora.-
-Al menos eso creo.- Asintió su jefa esbozando
también una sonrisa cuando agregó, no sin satisfacción.- Cuando me dieron la
beca de la Masters Corporation y me seleccionaron para el proyecto Fairy Five,
mi padre no tuvo más remedio que decirme. Hija…creo que será mejor que te
dediques a jugar con tus tubitos del laboratorio. Ya se ocupará tu hermano
Nigel de esto.
-¿Tienes un hermano?- Se sorprendió Satory, dado que
la hasta entonces adusta jefa de laboratorio nunca había mencionado nada sobre
ese particular.- No lo sabía.
-Sí, mi hermano pequeño.- Suspiró ella.- Nos
llevamos cinco años. Creo que estará en el segundo curso de la universidad.
Empezó a estudiar empresariales. A él sí que le iba más el negocio familiar.
-¿Y cómo es?- Quiso saber Satory no sin curiosidad.-
-Bueno, algo más alto que yo, pelo castaño, ojos
marrones y buen muchacho. No se cumple el tópico de hermana mayor responsable y
hermano pequeño consentido y vago. Siempre fue muy trabajador, la verdad. –
Admitió ella para preguntar.- ¿Tú no tienes hermanos?
-No, soy hija única. Mi madre murió cuando era muy
pequeña y mi padre jamás quiso casarse de nuevo.- Comentó la chica no sin
cierto tono de pesar.-
-Lo siento. No debí preguntar.- Se disculpó su
jefa.-
-No te preocupes. No importa.- Declaró Satory que
dijo casi en tono reflexivo.- Lo cierto es que a veces extraño el no haber tenido
a una madre conmigo…
-Yo siempre tuve a la mía cerca Y ella siempre
comprendió mi afán de perseguir mis ilusiones. Podría decir que casi se alegró
más que yo cuando me reclutaron.- Aseveró Penélope que dijo ahora con voz
queda.- La echo mucho de menos, a ella, a mi padre y a mi hermano…
-Vaya. Espero que ahora no nos pongamos tristes las
dos.- Comentó Satory.-
-No, tranquila. – Sonrió Penélope que mirando su
reloj, exclamó.- ¡Vaya!, se me ha pasado el descanso volando. Ahora tiene que
venir Jen. Me toca a mí doblar hoy con ella.
-Esa chica siempre va por libre.- Observó su
interlocutora.- Es un poco raro que nunca quede con nosotras.
-Sí, la verdad, no cuenta mucho de su vida.- Convino
la jefa que, sin embargo, se encogió de hombros para sentenciar.- Cada cual
tiene sus cosas.
-Me ha dicho muchas veces que un día nos va a
presentar a su novio.- Sonrió Satory, pensando no sin cierto pesar que hasta
esa aparentemente recatada chica, tenía uno.- A ver si se da a conocer alguna
vez. Empiezo a pensar que es alguien imaginario.
-¡Bueno, esos son los mejores! Jamás te desilusionan.
- Rio Penélope.-
Satory la observó al principio con estupor pero
enseguida rio con ella. No obstante, tenía razón en lo que dijo, Jen no llegaba
a unirse casi nunca a ellas. Esa muchacha era, a su manera, tan misteriosa como
Sandy. La morena al menos había comenzado a socializar.
-Aunque hubiese preferido que no lo hiciera de esta
forma.- Pensó Satory.-
Finalmente la hija de Masters se despidió de su jefa
por ese día. Iría a su piso, al menos allí podría descansar y tratar de ordenar
sus ideas. Así cuando dejaron finalmente se tema, Penélope le comentó con
afabilidad.
-Vete ya si quieres… Jen estará a punto de llegar…
- No te preocupes, no tengo nada mejor que hacer.-
Suspiró Satory quién no obstante quiso animar un poco su tono al añadir.- Pero
te tomo la palabra, cuando podamos nos pasamos a tomar algo a una buena
cafetería y charlamos tranquilas, sin tubos de ensayo ni laser de por medio.
-Será un placer.- Sonrió su interlocutora.-
Satory se quedó mirándola y suspiró. Lo que dijo era
verdad. Le daba igual estar en el laboratorio que en casa. Casi mejor trabajar
para no pensar en otra cosa. Eso sí, agradeció a Penélope aquella conversación.
La encargada del proyecto volvió al laboratorio a la espera de la asistente que
estaría al llegar. Y hablando de esa joven ayudante. Estaba efectivamente con
su novio y tras algunos besos y arrumacos tuvo que despedirse.
-¡Cuánto lo siento! Pero me temo que tengo que
incorporarme a mi turno.
Aunque ese muchacho lo encajó deportivamente tras
recibir algún que otro beso más y se despidieron. Por el camino Jennifer sacó
su Tablet y marcó una serie de números. Tras conectarse unos cascos esperó al
deslizador. Antes de que éste llegara comenzó a hablar.
-Sí, sí señor, nada todavía. Estamos acercándonos
creo. Pero todavía es pronto. No…. No vendría mal darnos un poco más de tiempo.
Gracias, así lo haré.
Y tras cortar la comunicación aguardó unos instantes
más, finalmente llegó el deslizador y cuando fue a tomarlo para dirigirse hacia
el trabajo escuchó una voz familiar.
-Jen, ¡espera, voy contigo!
La chica se giró descubriendo a Amatista. ¿Qué haría
ella por allí? Sonriendo en tanto su compañera se acercaba, la saludó.
-¡Qué casualidad! Yo iba rumbo al laboratorio,
enseguida va a comenzar mi turno.
-Pues te acompaño, esta línea de deslizador me queda
de camino a casa. – Le comentó su interlocutora. –
-¿Qué tal va todo?- Quiso saber Jen con tono jovial,
puesto que apreciaba bastante a su compañera. –
-Acabo de estar con Leval. ¡Chica, esas malditas
alertas!, tuvo que irse, pero pudimos pasar una tarde estupenda los dos juntos.
-Me alegro,- replicó Jen para desvelarle de modo
cómplice a su vez. – Yo también he estado con mi novio.
-Pues a ver si nos lo presentas alguna vez. - Le
pidió Amatista con un tono divertido e incluso algo pícaro para sentenciar. –
La próxima vez que quedemos no os vamos a aceptar una negativa.
-¡Ja, ja! No te preocupes. Se lo diré y estaremos
encantados de unirnos a vosotros.- Afirmó la aludida con total sinceridad.-
-Ya hablaremos entonces de eso con más calma.-
Comentó su compañera.- Con suerte Leval y su primo Mazoui podrán unírsenos.
-Sí, desde luego has tenido buen ojo para encontrar
novio.- La felicitó Jen.-
-Mi trabajo me ha costado. Nos conocemos desde hace
años, y he estado detrás de él desde el primer día.- Admitió Amatista con algo
de rubor.-
-Seguro que ahora te lo recompensará.- Afirmó su
contertulia.-Lo bueno se hace esperar.
-Ya lo está haciendo, debo reconocer que es un gran
chico. Siempre lo ha sido.-Sentenció con voz queda y llena de afecto.-
Las dos charlaron un poco más sobre algún tema del
trabajo hasta que Amatista se apeó en su parada. Jen la despidió agitando un
poco la mano. ¡Era una pena!, pensó, sus compañeras eran todas buenas chicas.
Lástima que las cosas tuvieran que ser de esa manera. Pero no tenía elección…y
además tampoco dependía de ella…
-Creedme amigas, si fuese yo quién escribiera el
guion de vuestras vidas, no os haría pasar por esto.- Se decía no sin cierto
pesar.-
Los muchachos por su parte se habían reunido en la
base a la espera de que les explicasen el motivo de su llamada. Mazoui junto a
sus pilotos y Leval que estaba junto a
su superior inmediato, esperaban impacientes. Freejar dijo que a él
también le había pillado por sorpresa aquella señal de convocatoria. Al fin
llegó el comandante Zorton pero lo hizo acompañado de un superior en rango. Era
un capitán, o mejor dicho, una capitana, de mediana edad, estatura normal,
complexión esbelta, rostro atractivo y pelo castaño corto, con ojos almendrados
y avizores. Todos se pusieron firmes y ella pasó a presentarse y a informar de
la situación.
- Buenos días damas y caballeros, soy la capitana
Margaret Lear, del centro de detección de la nave. Hemos localizado otro
planeta en las inmediaciones de este sistema. Tenemos razones para pensar que
está capacitado para sostener vida. Se ha enviado una sonda para que verificase
esa cuestión, eso fue a las doce horas. Hace poco menos de diez minutos
recibimos información. La sonda no había llegado aún a las inmediaciones del
planeta, pero nos transmitió otra señal. Parece ser que una especie de nube de
polvo interestelar se dirige hacia nosotros. A primera vista no parece nada que
deba inquietarnos, pero, pese a eso el contraalmirante Spar ha ordenado
situación de emergencia en previsión de posibles acontecimientos. Ustedes aguardarán
aquí hasta que se solicite su participación, de no ocurrir nada anormal se
cancelará la alerta y podrán volver a sus actividades, ¿alguna pregunta?
Hubo
un leve momento de silencio, quizás es que la mayoría de los hombres del
escuadrón aun no estaban habituados a tener a una mujer como superior y les
costaba dirigirse a ella o bien no
sabían realmente que preguntar, si es que debían preguntar algo, hasta que
Leval se atrevió a romper el hielo con una duda más que razonable.
- Mi capitán.- Intervino con prevención. - Esa nube
podría atravesar nuestro escudo de protección, si es así. ¿No deberíamos
apartarnos de su trayectoria?
- Capitana.- Le corrigió su superiora para
responder.- Eso ya se ha intentado y la nube parece seguirnos, quizá sea
coincidencia pero quizá no. Puede que por eso el contraalmirante haya ordenado
situación de emergencia, poco más puedo decirle, teniente.- El chico asintió y
le dio las gracias por responder. - ¿Alguna cuestión más?
-¿Qué tamaño tiene, señora?- Intervino ahora otro
joven oficial. -
- Aproximadamente unos cien kilómetros de largo por
doce de ancho.- Contestó ésta, que quiso saber a su vez. - ¿Alguna otra
pregunta?
- Señora.- Terció otro de los pilotos.- ¿Se sabe
hasta cuándo se mantendrá el estado de alerta?
- No por ahora. Al menos hasta que no reunamos más
información. ¿Tienen alguna otra duda damas y caballeros?
-Capitana, ¿se ha intentado disparar alguna carga de
energía para ver si podemos repelerla?- Inquirió la alférez Hunter. -
-No me consta que se haya hecho tal cosa. Quizás sea
una buena idea. Lo propondré al comodoro Hazzar y al contralmirante Spar. -
Sonrió Lear mirando a esa muchacha con aprobación para agregar.- ¿Alguna
cuestión más?
La mujer recorrió con la mirada a todos los
congregados a su alrededor pero nadie preguntó nada. Una vez segura de que
ningún otro iba a intervenir, la capitana dio por concluida la reunión con una
recomendación.
- En ese caso les dejo, estén listos y a la espera
de nuevas órdenes. Comandante Zorton, espero de usted, como de costumbre, la
máxima eficiencia en el manejo de esta posible crisis.
-La tendrá. Señora.- Repuso el aludido saludando tras
cuadrarse.-
Sin más, Lear
salió de la sala de oficiales donde estaban reunidos, siendo saludada por todos
los presentes nuevamente en posición de firmes.
- ¡Vaya con la capitana!, no está mal del todo.-
Sonrió Freejar haciendo una sardónica mueca. - Pero no me gusta eso de tener
que esperar.
- Le guste o no mayor, debemos obedecer las órdenes
que nos han dado, y le agradecería que no hiciera ese tipo de afirmaciones
respecto de una oficial superior. Rozan la insubordinación. - Le respondió
Zorton, como siempre, sin concesiones al humor. -
- Sí, señor, lo lamento, señor. No volverá a
ocurrir. - Pudo replicar el aludido con tono resignado. -
- Bien, pues procure recordarlo. Usted es el segundo
al mando en esta escuadra. Su ejemplo para el resto es fundamental.- Remachó su
superior para añadir después, refiriéndose al resto. – Señoras y señores, esto
es todo, vayan a sus habitaciones y esperen allí hasta nuevo aviso.
Todos
los oficiales saludaron en tanto Zorton se marchaba. Freejar suspiró en tanto
Mazoui le decía divertido.
-Solamente a ti se te ocurre soltar una cosa como
esa delante del hueso.
-Sí, es lo que tiene el aburrimiento. Te hace
descuidarte. - Replicó su colega con una media sonrisa, afirmando no sin
sorna.- ¡Menos mal que no le he pillado en uno de sus días malos!
-¡Cómo si el viejo tuviese alguno bueno!- Se rio
Mazoui que para sorpresa de su primo parecía estar más bromista que su antiguo
compañero de escuadrilla Tracer, más al agregar.- Para mí que le gusta la
capitana.
-Como llegue a oírte vas a estar haciendo imaginaria
en el sector cuarenta y siete durante un mes.- Se sonrió Leval.-
-Sí, la zona de desagües y depuradoras de la nave
tiene su encanto.- Secundó Freejar con otra de sus sonrisas llenas de
socarronería.- Creo que esta vez Malden tiene toda la razón. De modo que O´
Brian, no lo digas muy alto…
-Lo procuraré. Aunque me parece que me estás
contagiando tus malas costumbres.- Le replicó su interlocutor visiblemente
divertido.- De todos modos, apuesto a que podría verte allí antes que yo, si le
sueltas otra de tus perlas a Zorton.
Freejar se sonrió ampliamente con ese comentario
limitándose a palmear la espalda de su interlocutor, luego se despidió del
resto. Los demás se marcharon también a sus estancias. Entre tanto, en el
espacio, la nube se acercaba cada vez de una forma más veloz hacia la nave, que,
como había pensado Leval, ya tenía conectados sus escudos, pero. ¿Bastarían
estos para protegerles en el caso de que esa nube fuese hostil? Pronto lo sabrían...
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