Al concluir con los ejercicios, Leval
aterrizó con su escuadrilla en la pista de vuelo sin novedad. Allí le aguardaba
el mayor Freejar que tenía una expresión de incrédula extrañeza cuando le
preguntó con más detalle, sobre todo por ese boquete que había descubierto.
-Bueno, Malden. No te andes por las
ramas y dime. ¿Qué narices has visto ahí fuera? Los sensores de averías del
casco no han detectado nada, ni tan siquiera un maldito milímetro de grieta.
-No lo comprendo – respondió el chico
con visible sorpresa, para añadir desconcertado pero con tono seguro. - Yo lo
vi claramente... ¿no podría ser un fallo del sistema? - Especuló dado que no veía otra posible explicación. -
-El sistema funciona perfectamente. -
Replicó Freejar con seguridad, en tanto señalaba un plano de las instalaciones
que llevaba una de sus manos añadiendo. - Se ha comprobado desde el puente. De
todas formas, eres un tipo de fiar, no creo que te hayas imaginado lo que dices
haber visto. La única forma de estar totalmente tranquilos es ir a echar un
vistazo, pediré permiso y nos acercaremos por allí.
-Bien, señor.- Convino Leval añadiendo
con interés. – Si le digo la verdad. Yo también tengo curiosidad.
Al
oír eso Freejar le dedicó una de sus miradas tan especiales, simulando una pose
furibunda para responder con su rudeza habitual.
-¿Curiosidad? ¡No me fastidies! Yo no
tengo curiosidad. Lo único que me preocupa es que tú tengas razón. Así que vete
a descansar un rato, te espero en mi despacho dentro de tres horas.
-A la orden.- Saludó Leval que agregó a
modo formulista. - Con su permiso me voy ya.
Su superior le hizo inmediatas señas con una
mano para que largase. Comentándole entonces cuando lo estaba haciendo.
-Y no te olvides llevar un traje
aislante protector de paseo espacial como dicta el protocolo o el comandante
cascarrabias nos reñirá…
El muchacho asintió y se retiró, tomó un
vehículo deslizador y con él abandonó la pista. Se dirigió hacia la base y una
vez en su habitación echó una siesta. Cuando se levantó más descansado, llamó a
Amatista. Tuvo que esperar algo, ya que ésta tardó en contestar, pero al fin,
pudo escuchar su voz al otro lado de la línea.
-Ya era hora, Leval, te dejé varios
mensajes pero me dijeron que habías salido de vuelo. ¡Te has perdido mi sesión
de grabación, con la ilusión que me hacía que hubieras ido! - Declaró la
muchacha que parecía algo enfurruñada. -
-Lo siento. Sabes que, cuando tengo una
misión, me es imposible cancelarla, pero te lo compensaré. - Se disculpó el
chico para proponer de inmediato. - ¿Quedaremos mañana, vale?
-¿Por qué no cenamos hoy? Yo
seguramente tendré libre la mañana del día siguiente y si no, se lo puedo pedir
a Jen, ella me haría el turno. - Contra ofertó ella. -
Pero
el muchacho tuvo que negarse, alegando con palpable fastidio.
- El mayor Freejar me ha ordenado que
hagamos un reconocimiento por el casco de la nave y no sé lo que podremos
tardar, lo siento.
- ¡Ese Freejar parece que tiene más
ganas de estar contigo que yo! - Replicó la chica entre bromista y
contrariadamente. – Vas a tener que invitarle a salir a él…
Su novio no contestó a eso, aunque,
podría no ser algo tan tonto como a primera vista parecía, ¡pero no! Su
superior no tenía pinta de eso, aunque ¡como el mismo Freejar podría decir!
¿Qué pinta tiene los..?. ¡Bah!, mejor olvidar ese comentario aunque le
traicionó un poco el subconsciente cuando se justificó.
-De verdad, Amatista, lo lamento mucho,
yo preferiría estar contigo mejor que dando un estúpido paseo por el casco. Pero
ordenes son órdenes y no puedo pasar de mi superior. Me gustaría hacerlo
pero...
-Vale. - Le cortó ella ya apaciguada e
incluso divertida por esa sarta de excusas que sabía sinceras aunque realmente
eran fastidiosísimas. De todos modos añadió, ya con un tono más jovial. - No te
preocupes, no estoy enfadada, pero prométeme que si canto en el aniversario de
la partida, tú, pase, lo que pase, estarás allí para escucharme. Aunque solamente
sea una canción.
-Te lo prometo. - Aseguró rápidamente
él. -
-No sé, no sé. No pareces muy seguro. -
Replicó ella con tono algo desconfiado, aunque estuviera fingiéndolo. -
Leval,
que no se dio cuenta de eso, le volvió a insistir no sin inquietud. No quería que
ella empezara con uno de esos enfados de los que tan difícil era sacarla.
-Te doy mi palabra de oficial y de
guerrero del espacio, y si no te basta, te juro que por ti, iré aunque tenga
que arrastrarme.
El
pobre muchacho sonó tan convencido que la joven no pudo evitar reír además de
sentirse halagada y le dijo divertida.
-¡Pero qué bobo eres! Claro que te
creo. Solo era una broma, anda, si mañana estoy finalmente libre te llamo para
quedar ¿vale?
-Sí, estupendo.- Convino Leval bastante
más aliviado. – Hasta mañana, te quiero. -
-Hasta mañana. Yo también a ti, aunque
a veces me lo pongas tan difícil, tonto. - Se despidió también Amatista
tirándole un beso a través del auricular. -
Los
dos colgaron aprestándose a volver a sus respectivas obligaciones. La muchacha
suspiraba ahora contenta. Desde luego que veía con claridad que el chico de sus
sueños, estaba también loco por ella. Eso le bastaba.
-Sé que dice lo que siente. Y comprendo
que no puede hacer lo que quiera. Ni yo tampoco. Así tengo que irme a dormir.
Mañana hay que trabajar.- Se dijo en tanto se disponía a acostarse.-
Una
vez en la cama y con los ojos cerrados, creyó escuchar un susurro que
pronunciaba su nombre. No le dio importancia. Quizás fuese la voz de Leval, que
sonaba en lo profundo de su mente. La joven sonrió.
-Soñaré con él.- Pensó divertida.-
Se
durmió sin más contratiempos y no tardó en conciliar el sueño porque estaba
agotada de aquel día tan lleno de acontecimientos. Por su parte, Mazoui había
conseguido terminar con el papeleo. Estaba cansado, se marchó a su cuarto y
allí se echó dispuesto a dormir, pero por alguna razón no era capaz de hacerlo.
Algo en su interior, ese sexto sentido inefable, le advertía de que pronto
habría un problema. Tenía esa particular sensación de agobio y, por desgracia, casi nunca se equivocaba.
-¡Oh, otra vez no!- Pensaba preocupado
cuando a su lado sonó el teléfono. – Mayor O´ Brian al habla, ¿Diga?
Se
llevó una sorpresa al darse cuenta de que era Sandy que le comentó en el acto y
sin rodeos, con palpable inquietud y ansiedad.
-¿Tú también lo has notado, Mazoui?
-Una presencia desconocida. - Le
contestó él sin pensar. - Percibo su energía, me resulta familiar, pero
realmente no sé de qué pueda tratarse.
-Debe de poseer un aura muy fuerte para
perturbarnos así. - Añadió Sandy que confesó enseguida con preocupación. - Esto
no me gusta, no sé a ciencia cierta si es amigo o enemigo.
-Pero es que, hay algo más. No sé como
explicarlo. Es muy extraño.- Comentó el joven.-
-¿Algo más?- Inquirió ella afirmando
con genuino desconcierto.- No sé a qué te refieres. ¿Además de esa extraña
presencia?
-Sí.- Confirmó él.- No es que pueda
percibirlo con esa misma claridad. Es como si fuera un presentimiento. Es muy
raro. Nunca me había ocurrido. Es una sensación de estar siendo vigilado.
-¿Podría tratarse de otra presencia
distinta?- Elucubró Sandy.-
-Quizás, por lo pronto, nos centraremos
en la otra. Esa que tú has percibido igual que yo. Su aura es como si dijéramos
más física. Llamaré a Leval, para ver si él lo ha notado también. - Replicó el
chico tratando de mostrarse más calmado. -
La
morena científica convino en eso. Estaba inquieta. Aquello era difícil de
describir. Como si alguien se hubiera colado de algún modo en la nave.
-Pero eso es imposible. O debería
serlo. Al menos para cualquier ser que conozcamos. Aunque, después de lo que
hemos visto hasta ahora, está claro que el universo guarda muchas sorpresas.-
Reflexionaba.-
Como
no podía conciliar el sueño buscó en uno de los cajones de la mesita de noche y
extrajo una libretita encuadernada en cuero. Eran las notas de su difunta
madre. La abrió despacio, con devoción, para leer parte de un capítulo.
De las premoniciones y presentimientos.
Deberás
tener bien presente que, como híbrida, podrías desarrollar la capacidad de
tener ciertas dotes de clarividencia y sentir auras poderosas. A veces incluso
serás capaz de discernir si son amigables u hostiles, pero en la mayor parte de
las ocasiones eso te será imposible, hija mía. Trata pues de no correr riesgos
innecesarios. Debes protegerte a ti y a tu padre. Sé que eres más fuerte que
cualquier humano normal. Habrás heredado sin duda parte de mi poder.
Ciertamente los demonios somos temibles, pero siempre hay seres todavía más
fuertes, e incluso terribles de lo que nosotros podamos serlo. En particular, cuídate
de la raza de los solares. Ellos son muy poderosos y de seguro que
manifiestamente hostiles a los de nuestra especie. Yo misma fui testigo de la
aparición de uno de ellos, que fue capaz de derrotar a un demonio de alta
jerarquía…Y no te enfrentes tampoco a las guerreras de la Justicia. En lo que a
ti respecta no son enemigas tuyas, y si alguna vez llegaras a encontrártelas,
te ruego que no les des esa impresión, son lo bastante fuertes como para matar
demonios. Elude cualquier posibilidad de enfrentarte a ellas.
Sandy
suspiró, dejó aquella libretita y trató de acostarse. Al fin pudo empezar a
dormirse, pensando ya con creciente soñolencia.
-Lo procuraré, mamá…meterme en líos es
lo último que quisiera…
Entre
tanto y nada más colgar la comunicación con Sandy, su interlocutor pasó a llamar
a su primo, pero éste no respondía.
Mazoui no lo sabía, pero Leval terminó de hablar con Amatista y enseguida se
marchó hacia el despacho de Freejar. Ya habían pasado las tres horas y el mayor
aguardaba con un fusil láser en bandolera y una mochila a la espalda. Su
subordinado no pudo por menos que sorprenderse y le preguntó.
-¿No cree que esto es algo
desproporcionado, señor?
-¡Calla, no seas tan confiado,
muchacho! Uno nunca puede estar seguro de en donde se mete. No te puedes fiar
ni de aquí a la esquina. - Aseveró su superior añadiendo con su habitual
sarcasmo. - Como se nota que no has visto muchas películas de ciencia- ficción.
Su
interlocutor no respondió, se limitó a encogerse de hombros, si su jefe lo
decía. Aunque cada día estaba más convencido de que Freejar estaba como un
rebaño de cabras. En fin. Sin más preguntas ni objeciones, ambos tomaron un
vehículo deslizador militar y se aproximaron a la zona en la que el propio
chico había informado de esa avería. Tuvieron que abandonar su medio de
transporte y comenzar a subir por unas interminables escaleras de mantenimiento
que llevaban a esa zona en cuestión.
-¡Esto parece no acabarse nunca!
-Rezongó el mayor.-
-Podría subirle volando, señor.- Le
ofreció el muchacho.-
-De eso nada.- Replicó tajantemente su
interlocutor.- No soy una nenaza. Subiré hasta el último escalón.
Y
desde luego que Freejar cumplió su palabra. Cuando llegaron al área en la que
Leval juzgó haber visto ese boquete El
mayor se detuvo y quitándose la mochila la abrió sacando de ella dos escafandras
de oxígeno. Le indicó al chico que se pusiera una y él hizo lo propio con la
otra. Si esa zona estaba expuesta al espacio estaría despresurizada. Una vez
preparados, Freejar abrió una compuerta que daba acceso a la parte más externa
de la nave. Cruzaron un pasillo en aparentemente buen estado y se detuvieron
ante otra puerta de seguridad más, que era la última.
-Bueno, vamos a ver de qué va esta
fiesta.- Rezongó el oficial.- Pero antes vamos a vestirnos para la ocasión como
mi santa madre siempre decía.
El previsor mayor también llevaba anclajes
magnéticos que sacó de su amplia mochila, ambos se los colocaron de inmediato y
con la seguridad de estar bien pegados al suelo del pasillo, compuesto por un
piso de metal, le dio orden a Leval de abrir la siguiente puerta.
-Pero llama antes, no sea que pillemos
a alguien desprevenido o en el cuarto de baño. - Bromeó el mayor.-
El
muchacho se sonrió divertido. Ese tipo tenía la virtud de eliminar la tensión
de un momento como ese con sus comentarios. Se dispuso a hacerlo y esta vez su
superior le indicó, con un tinte más serio.
-Ten cuidado. Posiblemente sea una zona
despresurizada.
Leval
abrió y efectivamente, nada más hacerlo, se produjo un fuerte vendaval cuando
el aire que les rodeaba comenzó a escapar hacia el espacio. Por suerte los
anclajes aguantaron bien y Freejar le
indicó al chico vía intercomunicador de la escafandra.
-Vamos dentro, cierra la compuerta.
Aquello
era prácticamente imposible de hacer para una persona normal pero Leval uso su
fuerza para conseguirlo, Freejar sonrió, ¡ya sabía él que ese chico podría
hacerlo!
-Desde luego, no me he equivocado
contigo.- Se dijo el veterano oficial con satisfacción. -
-Aquí está.- Declaró entonces el muchacho.-
Leval
estaba contento de no haber cometido ningún error en la ubicación de aquello, y
más cuando oyó como lo reconocía su superior.
-Parece que llevabas razón, avisaré de
inmediato a los técnicos de mantenimiento para que se ocupen de arreglar esto.
-Sí, señor.- Afirmó el chico, que
entonces descubrió algo extraño allí. Debía estar pegado al suelo ya que no había
sido lanzado al espacio cuando despresurizaron para entrar. – Mire esto.
Era
una especie de esfera blanquecina de al menos un metro y medio de diámetro.
Ambos la observaron con extrañeza y Leval se aventuró a preguntar.
-¿Qué cree que es?
-¿Un huevo de pascua gigante? - Le
inquirió a su vez el mayor con su ironía habitual, para espetar de seguido.- ¿Y
yo qué demonios sé? Pero de una cosa estoy seguro, eso tiene todas las
papeletas para ser lo que ha provocado el agujero en el casco, debe ser muy
duro. No lo comprendo, los escudos deberían haberlo rechazado. Y ya es mala
suerte que haya encontrado una de las zonas de menos grosor en el asteroide.
Será mejor que regresemos de inmediato e informemos al alto mando de esto. Querrán
tenerlo en cuarentena o qué sé yo.
-Sí señor. - Acordó el muchacho. -
Se
retiraron y Leval, haciendo uso de su fuerza una vez más, abrió la compuerta. Salieron
y ya desde el otro lado fue más sencillo cerrarla de nuevo. Cuando estuvieron
seguros se quitaron las escafandras y los anclajes en tanto el chico comentó.
-Me gustaría regresar con algunos
técnicos para que analizasen eso, señor.
-Buena idea, Malden. - Admitió Freejar,
añadiendo esta vez sin sorna. - Pero de momento, informemos primero y que el
mando decida sobre ello, nosotros ya hemos trabajado bastante por hoy. ¿No
crees?
Leval
asintió a eso con total seguridad, y su jefe añadió con tono más desenfadado.
-Pues vámonos a descansar. Según mi
reloj son las once hora de Greenwich
Su
subordinado asintió, el asteroide tenía ese huso horario terrestre como
referencia, además de que su rotación estaba armonizada para dar una vuelta
completa cada veinticuatro horas. De ese modo emulaba el día terrestre. Tras
pensar un poco en aquello Leval siguió a su oficial superior que ya se alejaba
de allí. Ambos se marcharon sin sospechar que, oculto entre los largos
entramados de la estructura de aquel pasillo, algo les observaba, ese algo
tenía dos ojos intensamente azules y sonreía musitando.
-De modo que aquí estás…
Mazoui
se había levantado ya, se vistió con su uniforme de campaña y fue en busca de
Leval. No tuvo que andar mucho hasta encontrarlo, puesto que según salía de sus
alojamiento le vio llegaren un vehículo acompañado por Freejar. Sin pérdida de
tiempo abordó a ambos cuando descendían del mismo y estos le pusieron al
corriente de lo que habían descubierto.
¿Entonces no tenéis ni idea de lo que
pueda ser esa extraña esfera?- Les inquirió con patente interés. -
-Podría ser cualquier cosa, desde una
pelota de ping- pong gigante, hasta un objeto extraterrestre invasor.-
Conjeturó el mayor Freejar con su irónica comicidad que no pocas veces sacaba
de quicio a Mazoui. – A elegir…
-Ni idea. Se trataba de algo muy raro.
- Añadió Leval. - Vamos a informar al puente de mando y que ellos envíen un
equipo especializado.
-Sí, eso haremos. - Agregó
descuidadamente Freejar que dio un suspiro para aseverar. – Y después yo me iré
a la cama que estoy molido. Vosotros podéis quedaros ahí, charlando tranquilamente
del asunto.
Y
según remachaba esas palabras ya se alejaba hasta perderse en el interior de la
base. Cuando Mazoui comprobó que se había ido le comentó con más seriedad a su
primo lo que él había sentido, sin mencionar a Sandy.
-Escucha, Leval. Esa energía me es
familiar, no consigo recordar de qué pero creo haber sentido algo muy similar
antes. De todas formas habrá que tener cuidado.
-Yo no he notado nada. - Repuso éste
encogiéndose de hombros con gesto atónito al proseguir. - Si tuviera alguna aura
de combate la habría percibido inmediatamente, y más si es tan potente como
dices.
-No es que haya emitido aura en ese
sentido. – Le explicó Mazoui. - Creo que sería perfectamente capaz de ello si
quisiera, pero se cuida mucho de hacerlo.- El muchacho guardó unos instantes de
silencio para conjeturar ahora con tono pensativo. - Es como si supiese que
podría ser descubierto. Pero lo que no puede tapar es su presencia espiritual.
– De nuevo calló para preguntar de pronto a su primo. - ¿No te dio la impresión
de que alguien te estuviera siguiendo o algo parecido?
-No, - negó Leval, cada vez más
sorprendido, queriendo saber a su vez. - ¿Por qué lo dices?
Su
compañero y familiar miró con expresión concentrada hacia arriba y declaró con
suave convencimiento.
-Porque siento esa presencia bastante
más próxima de lo que la percibía anteriormente, es como si estuviera muy cerca
de aquí.
Su
interlocutor no supo que contestar, pero antes de que dijera nada, Mazoui se
adelantó añadiendo.
-No puedo precisar dónde está, para eso
su presencia debería tener más consistencia, o eso o es que también sabe diluir
su rastro a nivel espiritual.
-De todos modos, ahora no podemos hacer
más.- Afirmó Leval que realmente se sentía agotado después de aquella dura
jornada. – Estoy cansado, aunque más
bien en el plano psicológico.
-Lo mejor será regresar a nuestras
habitaciones y descansar. Tenemos que dormir. Habrá que estar frescos por si
acaso. –Asintió su primo con más
desenfado. -
Y
ambos se marcharon, sin dejar de preguntarse qué o quién estaría jugando con
ellos. Unas horas después, la alférez Susan Hunter tenía guardia al otro lado
del perímetro de la base. Ya era de noche, estaba cansada, le había tocado
estar todo el día arreglando su nuevo cuarto, rellenando papeles y ahora, para
colmo, le tocaban cuatro horitas extra de vigilancia. Pensó seriamente en
cambiar su turno, pero ya que estaba metida hasta el cuello en todo tipo de
cosas durante aquel día prefirió terminar todas sus obligaciones de una vez, ya
descansaría después. Además, hasta la próxima semana no volvería a tocarle esa
enojosa obligación.
-Paciencia. - Se decía en tanto
caminaba de un sitio a otro supervisando algunos puestos de centinelas que
enseguida se cuadraban y saludaban a su paso.- Me parece que iré hacia el
sector ocho. Aunque no hay guardias no creo que tampoco se le ocurra acercarse
a nadie por allí. Esto es una pérdida de tiempo, soy piloto no de infantería. Si
tengo que patrullar prefiero hacer en un caza orbital. Pero no debo quejarme,
este es un deber que todos tenemos. ¡Qué le vamos a hacer!, órdenes son
órdenes…
Recorría
la zona con su arma reglamentaria enfundada y pensaba en eso y también
recordaba con nostalgia a su familia, ¿qué estarían haciendo sus padres ahora?
¿Y su hermana? Ojalá que Deborah se hubiera corregido un poco, era demasiado
díscola. No es que fuera mala chica pero le gustaba ir demasiado a su aire y
eso muchas veces sacaba de quicio a los padres de ambas. Aunque en lo demás
ella no se metía. Cada cual tenía sus gustos. Todavía recordaba algunos días
antes de su partida. De esas veces en que las dos hermanas podían charlar las
dos solas. Y aquella fue casi a modo de despedida.
Debbie
le sonreía animosa, aunque en un vano intento por evitar las lágrimas.
-Así que te irás. Te marcharás al
espacio y me dejarás aquí, sola.
-Es algo que siempre he querido hacer.
– Replicaba Susan tomándole las manos entre las suyas para añadir con suavidad.
– Y no estarás sola. Tendrás a papá y a mamá.
-Con ellos no puedo hablar igual que
como lo hago contigo. Ya sabes como son. Les quiero, sí. Pero para algunas
cosas son demasiado estrechos de miras. Te eché tanto de menos cuando fuiste a
estudiar fuera. Y después a la academia. –Se lamentó su hermana que dijo
también con pesar. – Y la chica a la que yo quería, tuve que dejarla también
cuando nos mudamos.
-Me lo contaste, lo siento mucho. A veces pienso que fue por mi culpa. -
Pudo responder su interlocutora.-
Sin
embargo, Debbie esbozó una tímida sonrisa ahora apara declarar.
-No tienes nada que ver. Alguien me
dijo que era mi destino.
-¿Alguien? ¿Quién?- Inquirió Susan con
curiosidad.-
Su
hermana pareció quedarse sin respuesta. Como si hubiese hablado de más. No
obstante, no tardó mucho más en responder.
-Son cosas mías. Ya me conoces. Hice
una especie de pacto conmigo misma. Cuando fui a verla al hospital. Prometí que
si se recuperaba la dejaría tiempo para rehacer su vida. Que si tenía que irme
me marcharía. Entonces, al poco fue cuando a papá le llegó esa oferta. A veces
creo que fue una señal para que cumpliera con mi parte de ese trato.
-¡Vaya! Ahora mi hermanita se está
pasando al misticismo.- Se sonrió Susan para preguntar.- ¿Desde cuándo crees en
esas cosas?
Su
contertulia puso un gesto algo más serio y casi con un hilo de voz confesó.
-No sé, el caso es que alrededor de su
familia pasaban cosas muy raras. Una vez incluso explotó parte de su casa. Fue
algo muy raro. Su madre nos contó que había sido el gas… pero no tenía apariencia
de nada parecido. Y después escuché historias. Algunos comentaron que mi novia
se comportaba de forma muy extraña. Yo no estuve, sucedió cuando vinimos a verte…
-¿Qué clase de cosas?- Quiso saber
Susan que ahora la observó con gesto inquisitivo.-
Sin
embargo, Debbie se limitó a encogerse de hombros y mover ligeramente la cabeza
para replicar.
-Me tomarías por loca. Mejor vamos a
dejarlo. Únicamente espero que en la Costa Oeste las cosas me vayan bien…
-Seguro que sí. Aquí en Los Ángeles
estarás de maravilla. Seguro que conocerás gente enseguida. ¡Si tú misma me has
dicho que vas a trabajar en una discoteca enorme! – Le sonrió Susan tratando de animarla. –
Animación no te faltará.
Su
hermana menor asintió, aunque algo alicaída para confesar.
-Ojalá pudiera ser como tú, tan
decidida y con el valor de ir siempre a por lo que deseas. Siempre has sido más
fuerte que yo. He querido parecerme a ti pero no lo he logrado. – Se lamentó –
-¿Qué estás diciendo? Eres la chica más
lanzada que conozco.- Sonrió su hermana mayor sentenciando eso sí con un tímido
toque de admonición.- Para lo bueno y para lo malo, Debbie.
Su
interlocutora forzó una sonrisa que se extinguió enseguida en sus labios. Tardó
unos segundos en replicar.
-En el fondo no soy así. He aprendido a
forjarme un armazón. Ya me comprendes. No fue fácil admitir ante nuestros
padres que yo era… bueno, mis gustos. Pero eso no es todo. Nunca me ha
satisfecho vivir de un modo tan convencional. Las clases, los deberes, ser una
buena niña que va a los bailes…
-Yo tampoco era mucho de esas cosas.-
Afirmó solidariamente Susan.- En general tuve esa fase de no querer llevar
vestidos. Acuérdate los disgustos que se llevaba nuestra madre.
Deborah
se rio ahora de forma sincera. Lo recordaba siendo ella más pequeña. Y así lo
comentó. Entonces no comprendía mucho el porqué de aquello. Susan siempre había
vestido casi como un chico y le fastidiaba ponerse faldas. A ella en cambio no
le importaba. ¡Hasta jugaba con muñecas! Pero su hermana mayor prefería estar
montando algún mecano o conduciendo algún coche teledirigido. Desde luego,
quién las hubiera visto entonces habría intercambiado fácilmente la sexualidad
de ambas.
-Aunque al final tú, siendo tan bonita,
salías con algún chico guapo e ibas al baile de fin de curso luciendo un
vestido precioso.
-Sí, lo recuerdo.- Convino su
interlocutora.- Tuve suerte, me lo pidió el chico que me gustaba. ¡Ay! Lo que
somos capaces de hacer por amor.- Suspiró no sin humor.-
Volvieron
a reír las dos, aunque al poco Deborah volvió a ponerse seria y musitó
pensativa.
-En cambio yo agradezco no haber estado
el día del baile cuando mi chica. ¿Te imaginas lo que habría sido que
hubiéramos ido las dos?...Sencillamente no podía ser. ¡Menudo escándalo hubiese
sido!, ¿verdad?- Sonrió sardónicamente para añadir.-Por eso también me sentí
aliviada cuando nos marchamos antes de acabar el curso. Luego ella me escribió
al poco tiempo. Un chico encantador la había invitado a salir…
-Entonces ella.- Pudo comentar Susan con
visible sorpresa.- Era bisexual.
-No lo sé. Hay chicas como ella que si
conocen a un muchacho, digamos especial, pueden entablar una relación. Y yo
sabía de qué chico se trataba. Podría haberla escrito que todos son unos
capullos o que no se fiara de él, que los hombres siempre quieren lo mismo.
Pero, ese chico era realmente muy majo. Honestamente no podría haber estado con
nadie mejor. Me quedé tranquila sabiendo que iban a ir juntos.
-Se nota que la querías de veras.
Pensando en su felicidad, incluso por encima de la tuya propia.- Asintió su
hermana mayor con aprobación.-
-Sí,- Convino Deborah añadiendo con un
poso de amargura.- Pero no podía durar, yo no suelo encajar en ninguna parte.
Al menos tú siempre has sido constante y muy disciplinada. Al final, pese a las
apariencias has encontrado tu lugar. Pero yo…
-No, Debbie, escúchame – le pidió Susan
con dulzura tomándola de los hombros. – Tú eres mi hermana pequeña y yo te
quiero más que a nadie. Y sé lo muchísimo que vales. Estoy convencida de que
encontrarás tu camino. No tienes que ser como yo. A mí me ha costado mucho
también luchar por realizar mis sueños. Desde que era muy pequeña quise entrar
en la academia militar. Sabes que al principio a nuestros padres no les gustó
la idea. Sobre todo tras haberme enviado a estudiar fuera, con esas becas.
Pensaban que me haría una científica o algo así. Pero siempre quise explorar y
tener aventuras. Y me costó gran esfuerzo meterme en un mundo considerado de
hombres.
-Lo sé - convino su hermana con un leve
destello de sonrisa para rememorar. – Te gustaba jugar con naves espaciales en
lugar de con muñecas. Es curioso, tendría que haber sido yo la que tomara ese
roll de chicazo. Pero cualquiera que nos hubiese visto entonces habría pensado
que sería a ti a quién le iban a gustar las mujeres y no a mí.
-Te aseguro que para mí ha sido complicado
no distraerme por eso, ¡en la Academia había mucho chico guapo! - Se rio ahora
de forma cómplice para añadir en tanto acariciaba suavemente la mejilla de su
interlocutora. - Pero no me podía descentrar, y a ti te habría encantado ver
que también había algunas chicas que no estaban nada mal.
-Siempre fuiste la única que me ha
comprendido, y que me ha apoyado. – Sollozó ahora Deborah - ¿Qué haré sin ti?
-Pues seguir adelante, luchar mucho, no
darte por vencida y sobre todo ser feliz, hermanita.- Pudo decir Susan que
también comenzaba a empañar sus ojos en tanto la abrazaba para sentenciar, en
un intento de levantar los ánimos de ambas. – Y no creas que te librarás tan
fácilmente de mí. Volveremos a vernos. Estoy segura.
Su
hermana asintió, parecía sentirse mucho mejor. Siguieron hablando durante
horas, recordando sus momentos de infancia, e incluso sus peleas. Días más
tarde Susan se despidió de su hermana menor y de sus padres y se embarcó en esa
aventura. Había trabajado y luchado mucho, arriesgando su vida en numerosas
ocasiones. Hasta ese mismo día nada de eso le había impedido continuar.
Evidentemente pasó miedo y tuvo zozobra. Y lo seguía teniendo cada vez que
salía de misión. Sobre todo cuando había de combatir. De hecho, siempre que
despegaban para enfrentarse al enemigo no ignoraba que esa podía ser la última
vez. Pero ahí estaba. Deseaba proteger a su mundo, a los suyos y ahora, tal y
como les dijera el contralmirante tras ese aciago ataque que sufrieran y más
aún al entrar por ese agujero de gusano, ellos eran la vanguardia de la Tierra.
El último baluarte para su defensa. Y ninguno debía dudar, ni retroceder ante
el peligro. Porque cualquier amenaza debía ser frenada lo más lejos posible de
su mundo natal.
-Mi pequeña Debbie.- Espero que logres
ser feliz.- Yo me ocuparé de que nadie os haga daño ni a ti, ni a nuestros
padres ni a nadie de la Tierra. Tú solamente encárgate de realizar tus sueños.
Así
pensaba y recordaba en tanto que caminaba de ronda por el pasillo superior
cuando, mirando hacia abajo, descubrió una silueta. Enseguida descendió con el
arma preparada dispuesta a dar el alto. Quien
quiera que fuese, no debía estar ahí y menos a esas horas. Cuando se llegó lo
suficientemente cerca se percató de que debía de ser un civil y le llamó.
-¡Eh usted! Oiga, esto es un recinto
militar. No está permitida la entrada a población civil. Y menos en estas
horas, se debe tener un permiso.
Pero
según hablaba se preguntaba cómo era posible que los sistemas de seguridad no
hubieran detectado a ese tipo. ¿Cómo demonios habría entrado? ¿Acaso ella,
sumida en sus reflexiones lo habría pasado por alto? Esperó fervientemente que
no. Podría caerle una buena. Era la responsable de guardia. ¿Acaso sería un
saboteador? Más le valía conducirse con prudencia.
-Diríjase hacia aquí sin hacer
movimientos bruscos.- Le ordenó apuntándole con su arma.-
Ese
hombre, pues ahora se distinguía claramente que lo era, se giró despacio hacia
ella y sonrió ligeramente. Susan se sobresaltó, pero no por nada negativo. En
realidad se quedó perpleja, era sumamente atractivo. Alto, esbelto e incluso
algo fornido. Tenía el pelo de color castaño
que le caía largo, hasta más debajo de los hombros, sus ojos eran azul
celeste, con una particular forma
alargada que los hacía realmente bonitos. La oficial pensó que, de todos
los intrusos posibles había tenido mucha suerte. ¡Pero no debía confiarse! Las
apariencias solían engañar y ante todo debía saber quién era y qué estaba haciendo
allí y así lo demandó en tanto bajó un poco el arma.
-¿Qué desea? ¿Y cómo ha podido
entrar en este sector, estando prohibido
y bajo vigilancia de sensores de alta precisión?
Aquel
individuo la miraba fija y serenamente sin parecer en absoluto hostil, ni
tampoco amedrentado. No respondió enseguida y ella comenzó a impacientarse. Aunque
ese hombre debió notarlo pues entonces declaró con una voz suave y amable, que
parecía elaborar las palabras con cierta
dificultad, como si el idioma no le resultase demasiado familiar.
-Lo siento, yo no sabía nada de eso. No
deseo molestar, me marcharé, pero estoy
perdido, no se hacia dónde dirigirme desde aquí.
¡Eso
sí que tenía gracia! Susan le observó perpleja. ¿Acaso tendría que hacer de
guía turístico de ese tipo? Bueno, no parecía algo tan malo. Incluso podría
proponerle tomar algo después... ¡Qué tontería! Únicamente a ella se le podía ocurrir
semejante cosa. De todos modos, algo le hacía sentirse más tranquila y confiada
de lo normal y le respondió de una forma más jovial. Incluso adornando su
semblante con una tímida sonrisa, empezando a coquetear de modo inconsciente.
-No se preocupe. Si es solo eso, debe
usted tomar la línea de deslizadores largos número....
La
muchacha entrecerró los párpados, ahora, de pronto, el cansancio que había
acumulado durante todo el día se le venía encima. ¿O no era eso? Fuera lo que
fuera no podía evitarlo, se vio presa de un profundo sueño y volvió a escuchar
la voz de aquel hombre, pero esta vez en el interior de su mente, preguntándole
con esa misma serena calma que había empleado para dirigirse a ella con
anterioridad.
- ¿Dónde están ellos ahora? No puedo
sentir su energía. ¿Dónde están Leval y Mazoui?
Susan
luchaba para no derrumbarse por efecto del cansancio, pero era inútil, aquello
la arrastraba de forma cálida y confortadora, y casi sumida en trance respondió
con un susurro.
-E... ellos. Están en la base...
Y
no pudo añadir más, cayó lenta y mórbidamente como un saco, quedándose
profundamente dormida.
-Duerme bien y al despertar esto habrá
sido un bonito sueño. - Afirmó con voz queda ese hombre que sonrió dándose media
vuelta para desaparecer. – Adiós…
Al
abrir lentamente los ojos tras un par de horas, Susan se sentía confusa, lo
primero que asaltó su cabeza tras liberarse de ese dulce sopor fue el temor de
que se había quedado dormida en su guardia. Eso era una falta grave, rezaba
para que nadie la hubiera visto pero todo a su alrededor estaba tranquilo y en
silencio. No recordaba nada más, a lo sumo, como si de una nebulosa se tratara,
un sueño que había tenido en el que creyó ver a un apuesto y encantador
muchacho. No pudo evitar ruborizarse ligeramente. Desde luego sus deseos de
ligar estaban cada vez más fuera de control. Pese a ser atractiva no era lo
suyo el saber relacionarse adecuadamente con los hombres. Al menos fuera del
servicio. Lo malo era que al principio les atraía pero luego no dejaba de
hablarse de su trabajo y eso les aburría. Por no decir que a muchos les
resultaba intimidante. Por desgracia pocos hombres asimilaban la idea de salir
con una mujer militar y piloto de combate. Hasta hora los únicos que quizás
podrían entender eso serían sus propios compañeros. Pero no era recomendable
establecer ese tipo de relaciones con un superior o un subalterno, ni tan
siquiera con otro militar. El mismo reglamento establecía restricciones a tal
efecto. La cosa desde luego le era muy complicada. En fin.
-Más me vale que no se repita, pero
debo de estar ciertamente desesperada si tengo ese tipo de fantasías.- Se
sonrió moviendo la cabeza.- Quizás solo
encuentre a mi hombre ideal en sueños.
Mejor
sería no comentar a nadie nada sobre ello, terminar su guardia e irse a dormir,
quizás con suerte pudiera volver a soñar con ese misterioso y atractivo chico
otra vez.
Ginger
por su parte terminaba su turno en la cafetería que atendía. Trabajaba cerca de
la base y alguno de sus clientes le dio ese buen consejo. Apúntate a las clases
de kárate. Te ayudarán a tomar confianza. Le dijeron. Lo hizo y ahora estaba
contenta. Aunque tuvo un primer día movido. Lo cierto es el profesor, ese
Leval, estaba de miedo. Lo malo es que ya tenía novia. Y era precisamente esa
chica, Amatista, que le cayó muy simpática. Era lógico que esos dos fuesen
pareja. Ella era ese tipo de mujer fuerte y segura de sí a la que tanto desearía
parecerse. Pero claro, solo con ver lo imponente que era saltaba a la vista que
esa actitud tendría que ser natural para ella. Además, juraría que la había
visto antes. Y ese chico pues… ¡quién le pillara! Bueno, dejó de pensar en eso,
estaba de buen humor. De hecho había charlado con Clarisa en un descanso de su
turno, la rubia le comentó.
-¡Qué lástima!, el otro día cuando
estuviste enferma, pasaron un grupo de chicas preguntando por ti.-
-¿Por mí?- Se sorprendió la joven.-
-Una sobre todo, era rubia y bastante
alta. -Le aclaró su compañera.-
-Debe de ser la chica que he conocido
en kárate. Quedó en pasarse un día. ¡Es una pena, sí! Es realmente simpática.
-Es verdad. Ella y sus amigas parecían
muy majas.- Convino su compañera.-
-Ya es mala suerte haberme puesto enferma
justo ayer.- Se lamentó la muchacha.-
-Tampoco es tan grave. Dile que venga
en otra ocasión- La animó Clarisa.-
Ginger
asintió, Clarisa terminó de recoger unas mesas y se despidió tras suspirar.
-Bueno, he terminado por hoy. Te toca cerrar,
Gin…
-Sí, hasta mañana.- Le dijo ésta.-
Su
compañera fue a cambiarse, se quitó el delantal y su uniforme de faena y salió
con su ropa de calle. Tras saludar con la mano se marchó perdiéndose por el
paseo. Ginger aguardó todavía por si algún otro cliente pudiera llegar, sin
embargo era tarde ya. No vino nadie. Se entretuvo en acabar de recoger y entre
tanto pensaba que al día siguiente tocaba otra de esas clases y esperaba volver
a verla allí. Ya estaba cerrando el local cuando algo extraño llamó su
atención. Una especie de resplandor entre verdoso y azulado. La joven miró en
aquella dirección. Estaba algo lejos y los árboles del parque central le
impedían ver con claridad. No obstante juraría haber distinguido una silueta
envuelta en esa luz.
-Hasta mañana, Ginger.- La sorprendió a
su espalda uno de los comerciantes cercanos que ya había cerrado su negocio.-
La
chica se sobresaltó. Girándose enseguida hacia aquel tipo, apenas si pudo
responder.
-¡Oh!, hasta mañana, Albert.
El
caso es que cuando volvió a mirar hacia el parque de nuevo no pudo ver nada
anormal. Las luces artificiales del asteroide simulaban ya la caída de la
noche. Suspiró, probablemente fue algún reflejo del cambio de luminosidad.
Estaba cansada, había sido una larga jornada. Se olvidó de aquello y se marchó
a su casa, apenas si vivía un par de bloques más arriba de esa misma calle.
Había que descansar y prepararse para el nuevo día.
-Mañana toca madrugar otra vez.- Se
dijo, entrando ya en el portal de su casa.-
Y
en la Tierra, Debbie se despertó en mitad de la noche. Respiraba algo agitada. Había
soñado con su hermana.
-Espero que estés bien, Sue.- Se dijo.-
No
podía hablar muy alto, despertaría a esa muchacha con la que había intimado.
¿Era Lacie, o Macey?. No recordaba su nombre. Era un bombón de cabello rubio
corto y unas grandes “razones”. Se habían conocido en aquel bar de ambiente que
frecuentaba en los Ángeles y enseguida supieron que tenían esa clase de
conexión. Tras beber y poco e intercambiarse unos besos, aquella chica la
invitó a su apartamento. Luego dieron rienda suelta a sus pasiones. Al fin,
agotadas se quedaron dormidas en la cama. Ahora Deborah se levantó,
observándola dormir.
-Lamento tener que dejarte de esta
manera. Lo he pasado muy bien. - Musitó.-
Se
visitó enseguida y salió de forma sigilosa, estaba acostumbrada a ello. Era de
noche todavía y tendría que caminar bastante, pues esa chica la trajo en su
coche. Pero eso no le importaba. Así podría meditar.
-Fue un sueño muy raro.- Se decía.- Mi
hermana estaba con una especie de…era un hombre muy extraño.
Aunque
no le dio la impresión de que fuera una amenaza. Debbie tenía desde luego una
gran capacidad para sentir cosas que la mayor parte de las personas eran
incapaces de percibir. Por eso, entre otras razones, fue contactada por
aquellos tipos.
-Tras acabar con Sarah, tuvimos suerte.
También pude volver a ver a Kerria.- Sonrió ahora.-
Y
a raíz de aquello conoció a Kyle y poco después al resto. También a ese otro hombre
tan enigmático. El primo de su ex novia.
-Es alguien realmente misterioso, y
siempre sabe cosas que nos sorprenden a todos.- Pensaba con asombro.-
Y
justamente en ese instante, su teléfono móvil sonó. Al ir a responder vio que
era precisamente una llamada de él.
-No sé por qué, no me sorprende.- Pensó
divertida, antes de contestar.- Hola. ¿Si puedo ir al punto de reunión?. Tardaré
algo. Estoy un poco lejos…¿Qué me vienes a buscar?...vale…pues creo que estoy…¿Qué
ya vienes para aquí?...
La
llamada se cortó. Deborah apenas tuvo tiempo de mirar el teléfono y leer
llamada finalizada cuando escuchó el rugido de un potente motor, enseguida
divisó un deportivo aproximándose. Al llegar junto a ella se detuvo casi en seco.
Una de sus dos puertas delanteras, la del copiloto, se abrió.
-Tendría que estar ya acostumbrada a
esto.- Declaró la chica, saludando así a su interlocutor.-
-Sube.- Le pidió este con gesto serio.-
Tenemos algo urgente.
-¿Qué?- Quiso saber Debbie.-
-Enseguida te lo diré. -Contestó su
interlocutor, preguntando a su vez.- ¿Cómo te ha dado por estar aquí?
-Que raro que no lo sepas.- Se sonrió
ella.-
-No lo sé todo, pero sé que tu hermana
estará bien.- Sonrió enigmáticamente él.-
Lo
había vuelto a hacer. Deborah le observó con la boca abierta mientras se
montaba en el asiento del copiloto y cerraba la puerta. Aquel chico arrancó
acelerando para perderse a toda velocidad por la carretera.
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