domingo, 6 de marzo de 2011

GWG 33.120. Interrogatorio inacabado



En el espacio exterior una cruenta e igualada batalla se estaba llevando a cabo. Mazoui y Leval salieron en apoyo de sus compañeros y esto fue determinante. Con su concurso las naves enemigas comenzaron a ser destruidas de forma rápida, precisa y sin capacidad de respuesta, ya que sus adversarios tenían muchas dificultades para fijar su blanco en algo tan comparativamente pequeño y rápido, como eran ambos muchachos.



-Esto marcha bien.- Arengó Tracer quien, desde su caza, les cubría, junto con Susan, Mullins y Freejar, entre otros.-

-¡Dadles bien por el culo a esos desgraciados! Me han estropeado el descanso.- Añadió Freejar.-



Los chicos, pese a lo tenso de la batalla, no pudieron evitar sonreír. ¡Ese tipo era realmente muy particular!



-A la orden.- Respondió Leval, destruyendo un par de artefactos enemigos más con sendos rayos de energía.

-No dejemos ni uno.- Añadió Mazoui.-



Y siguieron atacando, para forzar la retirada del invasor.  Las naves de este, viendo que estaban sufriendo bajas muy cuantiosas, se replegaron, aunque no abandonaron la batalla.



-Esto es muy raro.- Intervino el mayor Enset, quien se había unido a ellos con su escuadrilla.- Siendo tan diezmados deberían romper contacto.

-A no ser que estén protegiendo algo más valioso que ellos mismos, señor.- Se atrevió a conjeturar Susan.-

-¡Claro!- Exclamó Mazoui.- A buen seguro que su base no debe de estar lejos.-

-Sigamos rastreando y empujando a esos cabrones fuera de aquí.- Les instó Freejar.-



Enset pidió permiso al puente de mando y estos se lo concedieron. El propio comodoro Hazzar intervino para declarar.



-Confiamos plenamente en ustedes, tienen luz verde. Hagan lo que consideren mejor. Les cubrimos con los cañones laser de la nave.

-Gracias , señor.- Respondió Enset.- Vamos.- Les arengó al resto.-



Y tomaron la iniciativa, pasando a un contrataque fulminante, que siguió destrozando la armada del adversario. Al cabo de unos minutos, sus suposiciones fueron confirmadas.  Leval, que se había adelantado bastante, divisó  a una prudente distancia lo que parecía ser la nave insignia del enemigo, un objeto en forma cilíndrica de colosales dimensiones. Se lo comunicó a Mazoui.



- ¡Mira!,- le comentó con un tono muy optimista. - Si logramos destruir su nave nodriza habremos ganado.

- Estoy de acuerdo,- repuso su primo arengándole a su vez - ¡vamos allá!



            Trataron de acercarse pero  esta vez, había demasiadas naves enemigas en su camino. Debían ir con mucho cuidado dado que en el espacio eran tan vulnerables como cualquiera. Mazoui llamó por radio a Susan para que les cubriese, Leval hizo lo propio con la escuadrilla de Tracer. Éste, al darse cuenta de su plan, respondió de inmediato.



- Muchas gracias por invitarnos a la fiesta, ahora mismo vamos y no os preocupéis, esos mamones ni podrán acercarse a vosotros. – Aseguró su amigo.-



Para hacer buenas sus palabras  se abrió camino entre el enemigo destruyéndole a base de los nuevos misiles desarrollados especialmente tras su última batalla. 



- Caza dos verde a la escucha.- Intervino también  Susan.-





La joven oficial que había captado la llamada, adivinando asimismo la idea de sus superiores, no estaba sola, acudió con un par de compañeros afirmando en referencia a Mazoui  



-Aquí estoy, dispuesta, señor. Elimino objetivos a las tres.

- Me ocupo de la oposición a las nueve. – Terció Tracer en tanto hacía sonar una de sus canciones favoritas a través del intercomunicador.- Esta se la dedico en especial a Penny.



Me siento muy extraño, que está mal en mí

Tienes un problema que no ves
pero tengo un sentimiento de que los rumores son ciertos
veo que esa chica echó los garfios en ti
puedes seguir creyendo


Los cazas evolucionaban con gran agilidad, anticipándose a los desesperados intentos del enemigo por frenar el ataque de Leval y Mazoui.


que puedes tomarlo o dejarlo
ahora quién eres tú engañando
porque cuando llegue el momento
ella volverá a tu mente
ha echado sus garfios en ti



-No vamos a dejar que esos bastardos os toquen, muchachos.- Aseveró Enset, lanzando un par de misiles que destruyeron dos naves del enemigo.-



Dijiste que no dejarías que sucediera de nuevo
gastaste el dinero y llegaste muy hondo
tus buenos amigos llamaban de dos en dos
para hacerte saber lo que estaba mal en ti


-¡Vamos, ya casi los tenemos!- Exclamó Susan concentrada en esquivar a su vez andanadas de rayos láser del rival, y contratacar con sus misiles, para destruir uno de ellos y sentenciar.-¡ Esta va por ti, hermanita!



Pero ahora tu corazón palpita
ves tus nervios saltar
bien, te diré algo
cuando sea tiempo de confesar.



Mazoui y Leval tuvieron que sonreír a su pesar. Ni siquiera en esos momentos tan críticos perdía su amigo aquella desenfadada forma de enfocar las cosas. Y, mientras tanto, los cazas hacían piruetas esquivando los ataques enemigos y contratacaban con una andanada de misiles rastreadores que los destruían o mantenían a  raya…



- No os olvidéis de mí, ¡pillastres! Os tengo asegurados a las seis. – Intervino Freejar que también había acudido en ayuda de sus compañeros.-


Pisarás la línea
ella echó sus garfios en ti

Ella echó sus garfios en mí también.



(Hooks in you, Marillion crédito al autor)



            De este modo con la protección que les brindaban por los flancos y la parte de atrás, los dos muchachos sólo se ocupaban de barrer al enemigo de frente. Enseguida dispersaron las naves que trataban de frenarles. Por fin estuvieron lo bastante cerca de la nave nodriza para atacar.



- Leval, concentremos energía y ataquemos a la vez.- Le indicó  su primo, ambos acumularon potencia  y entonces Mazoui exclamó - ¡Ahora!



          Al unísono lanzaron dos potentes rayos que en un principio no parecieron afectar a la nave nodriza enemiga.



     - Debe de tener escudos muy poderosos – Indicó Leval. –

     -Pues vamos a insistir. ¡A darlo todo por Granate y nuestros amigos entre otros! – Le arengó su primo.- Piensa en ellos…



Su contertulio convino en ello. Ambos decidieron emplear toda la potencia que pudieran. Era algo muy peligroso porque su misma energía podría dañar sus trajes si no tenían mucho cuidado, pero decidieron que merecía la pena el riesgo. Prosiguieron su ataque con ráfagas de ondas de poder cada vez más intensas. En el mismo puente de mando Hazzar y sus oficiales seguían con inquietud el desenlace de aquello.



-¡Vamos muchachos! - Musitaba el veterano comodoro.- Tenéis que lograrlo. Contamos con vosotros.

-Señor, estamos acabando con las bolsas de resistencia en el interior.- Le informó un comandante.- Pero se precisan refuerzos.

-Envíen todo lo que tengan. - Replicó éste sin dejar de mirar a la pantalla que mostraba los iconos que representaban a sus fuerzas y las del enemigo en el espacio, para sentenciar.- Es ahora o nunca…



Y entre tanto los dos jóvenes redoblaban sus esfuerzos por destruir esa enorme nave enemiga. Sus energías estaban casi al máximo pero seguían sin hacer mella. Al principio, éstas debían de chocar contra esa invisible protección, pero al cabo de pocos momentos aquel ingenio comenzó a emitir llamaradas de un fulgor escarlata y rojizo. Al percatarse de que habían logrado penetrar las defensas insistieron con una última oleada de energía. Producto de ésta se sucedieron explosiones internas que iluminaron el espacio. Los muchachos y los cazas que les escoltaban dieron media vuelta alejándose lo suficiente, al final su blanco estalló parcialmente quedando a la deriva y totalmente inutilizado.



-¡Lo hemos conseguido! - gritó Leval  eufórico. -

-¡Sí, esto está hecho, ahora vamos a por los que quedan! - exclamó Tracer. -

- Nosotros volvemos a la base,- dijo Mazoui - Nuestra provisión de oxígeno está casi agotada después de este ataque y nuestras fuerzas también.

-¡Pues hala! Ya os habéis divertido. Iros a casita que ya nos ocupamos nosotros de limpiar el resto.- Terció Freejar.-



            En el puente de mando hubo un griterío de júbilo ensordecedor, hasta Hazzar e incluso el propio Spar se abrazaron a algunos de sus oficiales. El contraalmirante ordenó entonces.



-Denles toda la cobertura posible para que puedan regresar a salvo.

-Aquí caza verde dos.- Intervino la alférez Hunter.- Nos ocupamos de llevar el paquete de vuelta. Agradeceríamos algo de cobertura.

-Eso está hecho. La escuadrilla azul sale en su ayuda. - Respondió con  júbilo un capitán en la zona del puente.-

-Gracias control. Volvemos a casa, apenas nos queda oxígeno. –Terció Leval.-

- Les cubriremos, señor.- Se ofreció de inmediato Susan. - Con unos pocos cazas, creo que nos bastará.



Mazoui y Leval aceptaron la oferta y regresaron a casa con la escolta de Susan sin tener ningún problema. El enemigo, sin  nodriza a la que regresar, lanzó un ataque a la desesperada con las naves que les quedaban. Aquella táctica suicida no tuvo sin embargo demasiado éxito. Las defensas de la gran nave aniquilaron a esos kamikazes sin mayor problema. Al fin, vencida la batalla del exterior, quedaba aun ocuparse de los enemigos que todavía resistían dentro. En ese momento en el interior, Giaal estaba revisando algunas zonas donde se habían producido combates en busca de heridos a los que atender. Descubrió entre los restos de una nave enemiga a un atacante. Le sacó tomando precauciones y se lo llevó a la zona de atención médica. Allí estaba Logan al mando del grupo de soldados que quedaban en esa parte. Se ocupaban de asegurar la zona.



-¡Un momento! - Gritó éste al ver llegar a Giaal con un enemigo, objetando enseguida - ¿Qué haces aquí con uno de ellos? Hay que acabar con él.

- Es un herido más,- respondió el alíen agregando no sin razón - después podría darnos información sobre sus naves.

-¡No recuerdo que tú tengas autoridad para ordenar nada!,- le espetó Cedric  apuntándole con su fusil de modo amenazador. - Voy a liquidarle ahora mismo y a ti también si tratas de impedírmelo.

-¿Ah sí?- respondió Giaal con gesto de desafío.-

- ¿Quieres apostar?- Espetó Logan sin desviar su arma.-



El normalmente tranquilo alien en esta ocasión ya había perdido la paciencia con ese estúpido y se enfadó de verdad. Emitió una gran cantidad de energía que lanzó al desprevenido humano contra unos setos que habían quedado incólumes. Después le arrebató el fusil con el que le amenazaba, le elevó en vilo con una sola mano y le replico de forma desapasionada pero fría.



-Escúchame con atención. Yo soy médico y mi deber es salvar vidas, pero también soy un guerrero y sé acabar con ellas si es necesario, no quieras comprobarlo. ¡Así que apártate de mi camino!



Dicho esto, soltó a Logan que cayó al suelo como un fardo, incapaz ni siquiera de moverse, ahora sí que había estado realmente acongojado. Los soldados a su mando sencillamente no se atrevieron a intervenir. Además, muchos estaban de parte de Giaal que les había salvado o curado. Realmente su jefe de escuadrilla les caía bastante mal. Decidieron ignorar la escena. Y algunos incluso se sonrieron solapada o abiertamente de él. Logan no se atrevió a interponerse de nuevo. Giaal llevó al herido a la zona médica. Una mascarilla cubría los rasgos de su cara. Era de apariencia humanoide, le levantó la máscara con cautela y pudo observar un rostro similar al humano. El invasor se recuperó lo bastante como para poder preguntar dónde estaba.



- Estás bajo nuestra custodia,- respondió Giaal que añadió con seriedad y prevención, aunque no por ello resultó menos tranquilizador para su adversario. - No temas, cumpliremos con las reglas entre guerreros y te curaremos tus heridas, pero eres nuestro prisionero.



            El enemigo no respondió, simplemente se desmayó falto de fuerzas. Por el momento no representaba ningún problema, de modo que Giaal lo levantó y le dejó sobre una camilla para transportarle. A fin de no correr ningún tipo de riesgo esperó a que sus amigos llegasen. Para que pudiesen localizarle aumentó su energía. Leval, que ya estaba a punto de entrar en la nave, sintió el aura de Giaal y se transportó, lo mismo hizo Mazoui. Tan pronto se quitaron sus trajes especiales y les pusieron al corriente de lo que ocurría ambos trasladaron al prisionero a la enfermería. Aunque enseguida avisaron al extraterrestre por si podía atender a los heridos tanto civiles como militares. La casualidad quiso que encontrasen a Ginger que ahora estaba sedada y apenas consciente. Los muchachos se horrorizaron al verla. No obstante, Leval mantuvo una sonrisa y la animó lo mejor que supo.



-Venga, ya ha pasado lo peor.- Pudo decirle el chico tomando una de sus manos entre las de él.-

-Amatista, ella me salvó…búscala.- Le pidió la joven tratando de hablar, aunque apenas si podía balbucear en un estado de semi ensoñación, producto de los calmantes.- Está en peligro…

-Giaal.- Le pidió el chico a su amigo realmente compadecido de esa desgraciada.- ¿Podrías hacer algo por ella?



            El alien la miró con tristeza, apiadándose del estado de esa pobre chica, podía percibir que era buena persona y que trató de ayudar a sus amigos, asintió afirmando con cierto misterio.



-Podría hacer mucho por ella, si es que quiere que la ayude…

-Amigo, haz cualquier cosa que puedas. Es una buena chica. - Terció Mazoui dominado también por la compasión.-

-Por...favor…no noto mis piernas… -susurró la joven ante las consternadas miradas de los chicos.-

-Te ayudaré.- Sentenció Giaal realmente conmovido por el caso de esa pobre humana. A la que dijo con un tono dulce y compasivo. - Aplicaré un tratamiento muy especial en ti. Uno que me enseñaron los vegetalianos y pronto te curarás. Si es que confías en mí. ¿Confiarás en mí?



La muchacha apenas si pudo asentir esbozando una débil sonrisa de esperanza antes de perder el conocimiento. La dejaron descansar. Giaal se ocupó de auxiliar a más heridos y tras cerciorarse de que por allí estaba todo tranquilo Mazoui se ocupó de coordinar a los soldados de la zona para acabar de eliminar otros focos de peligro y Leval empezó a buscar a Amatista y a las otras chicas.



-Suerte, amigo.- Le deseó el mayor a su primo que asintió haciendo lo propio.-

-Espérame, cariño- pensaba Leval en tanto volaba a toda velocidad tratando de detectar el aura de la joven.- No dejaré que nada malo te pase.



            Sin embargo, su novia no parecía correr peligro. Acompañada por Sandy hacía rato que las dos habían dejado de combatir, descansaban entre las ruinas de una casa. Amatista, bastante cansada, miraba con estupor a su compañera que parecía tan fresca y que estaba en su apariencia normal.



-¿Cómo puedes estar tan entera? Hemos peleado duramente contra el enemigo durante mucho rato.

- Tengo un cuerpo más resistente que el tuyo al cansancio,- explicó despreocupadamente  su amiga.  - Es por genética.



            En eso apareció Leval que había detectado las energías de ambas. Amatista se levantó y corrió a abrazarle pese a su estado de cansancio. Él la levantó en brazos y la besó  con ganas diciendo.



-¡Vaya!, vuelves por los fueros de las justicieras.

-¡Uff!, hacía mucho que no peleaba en serio y se nota.- Jadeaba ella agotada  aunque añadiendo animosa. - Pero las justicieras siempre estamos listas para combatir el mal y ayudar a los inocentes, sea donde sea.

-He visto a Ginger- le contó él ensombreciendo el gesto de la chica.-



Ésta no pudo controlarse, muy emocionada apenas sollozó.



-Está destrozada, ¡es horrible!…Me contó algo terrible y yo…

-La has salvado- le dijo el chico tomando a su novia de la barbilla con suavidad y sentenciando.- Has sido muy valiente, bueno, las dos.- Corrigió dedicando su atención ahora a esa otra chica que se quitó la careta revelando a Sandy.-

-Hola. ¿Cómo estás?- saludó la morena científica algo cohibida ahora.-

- Oye y tú. ¿También has peleado junto con Amatista? He sentido tu energía y era muy elevada para tratarse de una persona normal.- Declaró el joven.-

- Bueno, la verdad es que no soy del todo normal, Leval.- Reconoció ella bastante envarada. -

- Me he dado cuenta de eso hace tiempo. - Confesó él, afirmando con tono desenfadado. - Me lo imaginé, tu aura es muy parecida a la de Mazoui, ¿eres de su especie, verdad?

- No tiene ningún sentido que te lo oculte a ti.- Admitió la muchacha bajando la cabeza. - Sí lo soy.



            Hubo un instante de tenso silencio, ninguno habló, hasta que el chico lo rompió con desenfado.



- Me alegro de que podamos contar contigo en nuestro bando. Eres un magnífico fichaje. - La animó él sin darle mayor importancia y haciéndola sonreír.- Bueno – dijo el muchacho cambiando de tema y mostrando mayor preocupación. -Tenemos que encontrar a las demás chicas.

- Las dejamos en un refugio al cargo de un grupo de civiles - le contestó Amatista. -

- Vamos para allá.- Instó Leval y los tres se dirigieron rápidamente a la zona. -





 Allí abrieron el refugio y tranquilizaron a las personas que permanecían escondidas. Al principio chillidos de pánicos y llantos se sucedieron pero enseguida se trocaron por exclamaciones de alegría al reconocer el uniforme del chico y el traje de la Dama del Viento.



-¡Alabado sea el Señor! - Pudo decir un hombre de edad madura.- Creíamos que eran esos monstruos…

-Gracias.- Añadió una chica joven abrazándose a Leval.-



            Amatista se sonrió, tentada estuvo de decirle a esa pobre muchacha que soltase a su novio. Sin embargo, ella misma fue abrazada por dos personas más y rodeada por varios niños que todavía tenían las caras humedecidas por el llanto y expresiones temerosas en los ojos.



-Tranquilos, ya está. Ya ha pasado todo.- Les decía con el tono más dulce y suave que pudo.-



            A Sandy le sucedió lo mismo, un par de crías corrieron hasta ella abrazándose a su cintura, todavía lloraban de miedo. La morena científica tampoco pudo evitar las lágrimas. Aquello le era demasiado familiar. Se recordaba a ella misma, siendo así de pequeña, cuando su madre fue asesinada ante sus propios ojos por protegerla a ella y a su padre. Solo pudo abrazarse a esas crías y llorar un poco con ellas, antes de ser capaz de decir, tratando de reunir un poco de serenidad y afecto para asegurar.



-Nadie os va a hacer daño. Os lo prometo. Toda va a estar bien ahora.



 Sus compañeros y amigos estaban emocionados a su vez, sin embargo no todo había terminado y tenían que permanecer enteros y alerta. De hecho, sus amigas no estaban allí. Cuando Amatista preguntó por su paradero la gente no supo indicarles.



-Quizás hayan ido a otro refugio. – Conjeturó Leval que trataba de concentrarse en la energía de ambas sin conseguirlo. –



Lo cierto es que, al ser unas humanas normales, era muy complicado que sus auras le llegasen con claridad en medio de todo aquel despliegue de adrenalina y energías desatadas tras la batalla. Fue Sandy la que, reflexionando un poco, les comentó.



-Puede que hayan ido al laboratorio, seguramente estarán preocupadas por la seguridad de los experimentos y de lo que guardamos allí.

-Sí, claro. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? - convino Amatista. – Debemos ir  a mirar.

-Voy con vosotras – se ofreció Leval-



Aunque a lo lejos todavía se escuchaban ecos de disparos y fue su novia la que negó con la cabeza y le dijo.



-No creo que nos hagas falta, esta zona está despejada, seguramente que te necesitarán en otra parte.

-¿Estáis seguras?- Inquirió él que no dejaba de preocuparse por las dos. –

-Vete tranquilo – le sonrió la morena científica afirmando con seguridad. – Sabemos cuidarnos.

-No lo dudo, que tengáis suerte y las encontréis pronto. Llamadme de todos modos si os hago falta concentrando energía. Sandy, tú posees un aura más poderosa y distintiva. Si tenéis algún problema  emite la tuya y me transportaré de inmediato.



La chica asintió y se separaron, Leval se fue presto para terminar con las últimas bolsas de resistencia enemigas. Y una vez que las autoridades se hicieron cargo de esas personas las dos muchachas se encaminaron hacia el laboratorio.



-¿has oído?- Se sonrió una divertida Sandy.- Tu novio cree que tengo un aura más poderosa y distintiva que tú.-

-Como la tiene su primo Mazoui, pero eso no es lo que importa.- Replicó Amatista devolviéndole el sarcástico comentario.-

-Nunca se sabe. Esos dos se llevan muy bien.- Dijo Sandy con regocijo para remachar con humor.- Yo no apostaría…

-¡Anda ya!- Exclamó Amatista dándole un afectuoso empujón.-



Las dos se rieron al fin. Era bueno descargar toda la tensión que habían acumulado. La propia Dama del Viento revirtió su transformación para adoptar su identidad civil. No juzgaba que hubiera ya ningún peligro, pero se equivocaba. Al llegar a las inmediaciones del laboratorio y sin que ellas lo percibieran, fueron de inmediato detectadas por algunos soldados del adversario.



-¡Son enemigas! Habrá que aniquilarlas. – Aseveró uno de los mandos de aquellos invasores. –

-No. Aguarda. - Se opuso Jen razonando a sus aliados. – Ellas son del equipo de investigación, poseen valiosos conocimientos. No nos conviene hacer tal cosa.

-En tal caso las tomaremos prisioneras como a éstas dos. – Indicó su interlocutor. -



Jen asintió mirando a Satory y a Penélope que estaban sentadas en un  rincón dirigiendo auténticas miradas de desprecio a su ex compañera, y ésta contribuyó más a ello cuando se ofreció con una media sonrisa, hablando con sus aliados.



-Yo misma saldré a atraerlas aquí. Confiarán en mí y podréis aturdirlas sin problemas. Tened cuidado porque son poderosas.

-¿Amatista y Sandy, poderosas?- Se sorprendió Penélope que miró a Satory con incredulidad.-



Aunque ésta se encogió de hombros sin parecer comprender tampoco. No obstante, pudo decir en un intento de recurrir a su antigua compañera.



 – No Jen, por favor. ¡Déjalas fuera de esto!

-Es demasiado tarde, no podría hacerlo aunque quisiera y cree que es mejor así. - Contestó lapidariamente la aludida.-



Y se puso en marcha el plan. Jennifer salió hasta la puerta y allí se encontró con las chicas que llegaban al trote, observando con recelo los alrededores por si hubiera algún enemigo oculto. No obstante, se tranquilizaron al ver a su compañera.



-¡Menos mal! – les dijo ésta recurriendo a una convincente interpretación cuando con cara de angustia, agregó. – Estábamos muy preocupadas por vosotras. ¿Dónde os habíais metido?

-Tuvimos algunas cosas que hacer. – Sonrió Amatista mirando de forma cómplice a Sandy que le devolvió esa misma expresión. –

-Vamos, no perdáis tiempo, tenemos que sacar algunas cosas. El laboratorio ha sido afectado. – Les urgió Jen. –

-¿Y las otras?-Quiso saber Sandy con algo de recelo.-

-Están dentro, muy ocupadas. Nos necesitan. -Repuso su interlocutora añadiendo con tintes de premura e incluso inquietud.- Los enemigos podrían venir. Hemos oído ruidos de disparos hace un momento.

-Es cierto, Démonos prisa.- Convino Amatista quien no las tenía todas consigo pese a que no parecía haber nadie por allí.- ¡Vamos!



Las chicas corrieron de inmediato. Empero, Sandy notó algo extraño, no sabía a ciencia cierta qué, pero algo no iba bien. Entraron, pero antes de que ninguna pudiera ni darse cuenta la morena compañera de Amatista le gritó.



     -¡Cuidado!



Y sin que ésta pudiera reaccionar su interlocutora la apartó tirándola al suelo, al instante Sandy fue alcanzada por una descarga de energía que la derribó dejándola inconsciente. Amatista corrió a su lado realmente asustada.



-¡Sandy! Contéstame, por favor.

-No te preocupes. No está muerta - le dijo Jen que desde luego estaba muy tranquila, más aun cuando un grupo de soldados rodeó a su amiga apuntándola con fusiles láser. – Y no le pasará nada, ni a ella ni a ti, ni a las otras, si te comportas. Será mejor que no hagas ninguna tontería.





La muchacha miraba en derredor con el gesto desencajado por la sorpresa. Pudo decir casi con la voz entrecortada.



-Jen, ¿Qué significa esto?

-Significa que sois nuestras prisioneras. – Le contó su ex compañera dejándola helada. – Lo siento, Justiciera.



Su interlocutora la observaba ahora con incredulidad. Entonces se percató de un detalle vital. ¿Cómo había sabido que ella era una justiciera? ¿Quizás habría podido verla luchar junto a Sandy y transformarse? ¿Podría haberlo supuesto? No lo creía probable. De todas formas cuando iba convertida en la Dama del Viento el traje poseía un sistema para evitar que nadie que no las conociera en sus identidades reales pudiera descubrirlas, pero entonces ¿cómo? Y fue su ahora enemiga la que, tras sonreír débilmente, le dijo incluso con afable tinte de complicidad.



-Sé muchas cosas acerca de ti y del resto y también sé que te estarás preguntando muchas cosas. Ojalá pudiera responderte a todas ellas, pero ni yo misma conozco esas respuestas.

-Pero, ¿por qué? ¿Por qué nos has hecho algo así?- Pudo inquirir su interlocutora que aún no había asimilado aquello en tanto era esposada por dos de esos soldados. – ¿Cómo has podido?

-Por el bien superior de todos. – Le desveló esa chica. –

-¡Por el gran Gralas! El conquistador del universo. – La secundó uno de los oficiales enemigos que las habían apresado –

-¿Gralas?- Se sorprendió Amatista que creía haber oído ese nombre alguna vez. – Me es familiar ese nombre. ¿Ese no era?...



No pudo terminar la frase, la obligaron a entrar y la hicieron sentarse junto a sus dos compañeras. Fue Satory, la que no sin visible inquietud, le dijo.



-Amatista. ¿Estás bien? ¿Dónde está Sandy?

-La han herido con un disparo. - Pudo decir ésta con pesar. – Me protegió a mí de recibirlo. Pero. ¿Por qué has hecho esto?- Pudo preguntar nuevamente dirigiéndose  a Jen que ahora estaba junto a ellas acompañada de dos soldados armados que las custodiaban. – ¿Por qué?...

-Por mucho que tratase de explicároslo no lo comprenderíais, solo debéis saber que hago esto por el bien de todos.- Insistió con pesar.-

-Eres muy amable - escupió Amatista ahora con patente furia. – Recuérdame que te de las gracias cuando te rompa la cara. ¡Perra traidora!



Pero Jen se limitó a mover la cabeza y suspirando, añadió con tono dolido.



-Tú siempre me caíste bien, Amatista. Por lo poco que pude averiguar sobre ti, eres una chica enérgica y justa. Aunque orgullosa. Y no quise que perdieras tu dignidad. Créeme, eso pudo haber ocurrido, si esa cerdo de Michael hubiera podido llevar a cabo su plan.

-Me dijo algo parecido. Que me quedé dormida en el gimnasio y tú me despertaste. - Comentó la ahora atónita francesa.- ¿Se puede saber de qué estáis hablando?



Sin embargo, su interlocutora no respondió a eso y aparcando el tema cambió de conversación dirigiéndose a Penélope de un modo que parecía hasta cordial.



-Ahora necesito la clave de la caja de seguridad del laboratorio.

-¿Y piensas que te la voy a dar? – Sonrió su interlocutora de forma sardónica. –



Por toda réplica uno de los guardianes apuntó a Satory con su rifle. Enseguida, Amatista se puso delante de su aterrada amiga y escupió valerosamente, interpelando a Jennifer.



-¡Maldita zorra!, ¡dile a ese cerdo que me apunte a mí!

-Me temo que yo no les doy las órdenes. – Replicó Jen con pesar, para insistir. – Penélope, por favor. No dejes que maten a nuestras compañeras. Sería inútil.

-¿Cómo te atreves a llamarnos compañeras, perra?- Aulló Amatista en un amago por levantarse e ir hacia donde ésta estaba. Aunque enseguida otros dos fusiles apuntándola a ella y a Satory le hicieron reconsiderarlo y únicamente pudo espetar. – ¡Eres una rata miserable!, vendernos a un invasor extraterrestre. A uno que quiere acabar con la raza humana y con nuestro planeta. ¿Qué demonios te ha prometido? ¿Eh? ¿Hacerte inmortal?



Y para sorpresa e incluso temor en los rostros de sus antiguas compañeras, Jen se rio, al principio de forma suave, aunque fue aumentando su intensidad hasta casi doblarse de las carcajadas. Tardó unos segundos en responder y entonces casi parecía ida al declarar.



-¡Eso es!, precisamente eso es. ¡La inmortalidad! Pero no será Gralas quién me la de. De hecho, ahora mismo la estoy obteniendo. ¡Al igual que vosotras y ni tan siquiera lo sabéis! ¡Qué ironía! No podéis apreciar lo que estoy haciendo por todas.



Ahora fue Penélope la que, moviendo la cabeza con patente asombro y horror, pudo balbucear.



-¡Loca!, estás completamente loca.

-¡Pobres ilusas!- Se sonrió Jen en tanto sentenciaba con un tono de evidente superioridad. – Llamadme lo que gustéis pero ya os lo dije, jamás podríais comprenderlo.

-¿Y por qué no nos lo explicas?- Le pidió Amatista no sin sarcasmo en su voz. - ¿Acaso ese tal Gralas te ha prometido la fuente de la eterna juventud si le sirves?

-Yo no sirvo a Gralas, ¡estúpida! – Negó ella para afirmar, dejando atónitas a sus interlocutoras. – Hay un poder que está muy por encima de él, por encima de todo. Y yo me limito a obedecer sus dictados, como vosotras, como todos hacemos. Ahora ¡dadme la maldita combinación! – Aulló con la mirada desencajada  en tanto las apuntaba alternativamente con esa especie de pistola que llevaba. – ¡Vamos!

-Está bien. – Cedió la jefa de laboratorio que sin embargo, advirtió. – Pero no te servirá de nada, tiene que ser abierta con mis huellas dactilares y mi reconocimiento de retina.

-No debiste decir eso. Has sido una ilusa.- Suspiró Jennifer.-



Y es que, al escuchar aquello, uno de los guardianes hizo un gesto con su fusil para que Penélope se levantase, ésta a regañadientes obedeció y fue guiada hacia la cámara de seguridad. Amatista entre tanto abrazaba a una sollozante Satory y le susurraba con dulzura.



-No te preocupes, todo saldrá bien, ya lo verás.



A lo que su amiga solamente asentía sin poder articular palabra por los nervios y la tensión. Entre tanto, la jefa de investigación había tecleado la clave y puesto su dedo pulgar sobre una plataforma junto a la gran puerta de titanio que protegía la entrada de seguridad. Después, miró directamente a un haz láser que se proyectó desde la misma. Al poco una voz metálica de ordenador declaró.



-Identificación realizada con éxito. Adelante doctora Winters.



La puerta se abrió y entonces fue Jen la que indicó al jefe de los soldados.



-Podéis llevaros la esfera y todo lo que encontréis, pero recordad que prometisteis respetar la vida de  las chicas.

-En tanto nos resulten provechosas – le recordó el oficial que parecía estar al mando. –



Indicaron a Penélope que retornase a su lugar, pero ella se las arregló para apoyarse antes en la pared de la cámara, aduciendo que debía colocarse bien uno de sus zapatos. Lo que ninguno de sus enemigos supo ver era que la científica tenía cerca un botón oculto que activaba una alarma silenciosa. Y que, al poco de pulsarla, hizo que las puertas del laboratorio se sellasen. Ajenos a estos sus captores habían guardado la esfera en una de sus mochilas de campaña. Jen le indicó a su antigua jefa que volviera a sentarse recibiendo a cambio una mirada cargada de desprecio. Fue entonces cuando la chica le espetó a su vez con amargura en la voz.



-No te preocupes, estoy acostumbrada a soportar tus desaires, Penélope.

-Yo nunca te he despreciado. Al menos hasta hoy. – Replicó la aludida con una mezcla de asombro e indignación. –

-¿Ah sí? Seguro que también dirás que no me has ignorado nunca, como las otras. - Replicó la chica preguntando para sorpresa de la jefa de laboratorio y de las demás. - ¿Cómo me llamo?

-¿Qué te parece, hija de perra traidora?- Terció Amatista que se ganó una fuerte bofetada por parte de uno de los guardias.-



La muchacha sangraba profusamente por la nariz y el labio tras recibir tal golpe. Satory sacando un pañuelo se apresuró a taparle la hemorragia y a limpiarla. Entre tanto, Jen indicó al centinela que la dejase tranquila, para replicar ahora con un tono más grave e incluso reflexivo.



-No, en serio. ¿Sabéis cómo me llamo?

-Te…te llamas Jen. – Pudo decir Satory con un hilo de voz agregando casi con tono de súplica. – Jennifer, te lo dije, no podría olvidarme de tu nombre, es el mismo que el de mi difunta madre.

-Sí. Concedió su interlocutora que, sin embargo, insistió con cierto tono de visible interés. – Pero ¿cuál es mi apellido? ¿Acaso lo sabes? Yo conozco los vuestros, todos y cada uno. Penelope Winters, Amatista Lassart, Satory Masters y Sandy Ann Wallance, Pero dime ¿eh? ¿Qué pasa con el mío?



Ahora sus ex compañeras se miraban atónitas. ¿Qué demonios trataba de decirles? Como ninguna contestaba, presas de la incredulidad y la extrañeza más absolutas, fue la propia Jennifer la que sentenció como si tuviera la explicación que diese pleno sentido a todo aquello.



-¡No podéis saberlo porque nunca se ha dicho! ¿Es que no lo veis?

-¿Ver el qué?- Le inquirió Penélope que cada vez dudaba más de la cordura de aquella chica. Casi empezaba a compadecerla más que a detestarla. – ¿A qué te refieres?

-Te apellidas Garrett.- Terció Satory.- Todas lo sabemos. ¿Por qué crees que no?



            Al oír aquello Jennifer quedó estupefacta, las demás vieron como palidecía. La ahora desconcertada chica, apenas sí pudo balbucir.



-Pero, pero…esto no era así. Las cosas han cambiado…Vosotras no lo sabíais. Lo repasé, y nunca se pronunció mi apellido. Quizás le obligué a cambiarlo. Como hice con…



            En ese momento el teléfono interno del laboratorio sonó. Los soldados enemigos se miraron, haciéndole una seña a Jennifer. Ella enseguida fue a contestar.



-¿SÍ?. ¡Ah, hola, Clyde! - Sonrió la muchacha.- Sí, estamos bien. Claro. No tardaremos en arreglarlo todo. Bueno, luego nos vemos. ¿Qué?. Me refiero a vernos tú y yo…¿Cómo?...-Gimió ella.- No, ¿Cómo que no me conoces?...¡Si tú y yo estábamos saliendo juntos! -Gritó.-

           

            Sus excompañeras se miraron sin comprender nada. Aunque Sandy aguzó su oído, era bastante mejor que el de sus amigas y pudo escuchar la réplica del azorado y desconcertado doctor Adams, que era quien había llamado.



-De veras, señorita. No sé quién es usted ni a qué se refiere. ¿Qué está sucediendo? ¿Están bien?

-¡No , no estamos bien! - Aulló ella.- Y vamos a estar peor. ¿Cómo has podido olvidarme?...



            Incluso los soldados enemigos se miraron perplejos. El tipo que los comandaba le quitó el aparato de las manos y escuchó durante unos instantes. Ahora todas pudieron oír el tono de voz entre atónito y preocupado del doctor Adams.



-No sé de qué me está hablando. ¿Están todas bien ahí?

-Perfectamente, doctor. Esta joven ha sufrido un ataque de ansiedad. Eso es todo. Aquí las cosas se encuentran bajo control..- Replicó ese individuo.-



            Colgó de inmediato, agarrando a la propia Jennifer del cuello para sisear.



-¿Qué era eso? ¿Un intento de delatarnos?

-No…es una exigencia. ¡Le quiero de vuelta! ¿Me oyes? Es mío. Me lo he ganado.- Gritó la chica pese a todo.-



            Aunque miraba hacia el techo como si estuviera hablando con alguien que les observase sin que nadie pudiera apreciarlo. Hasta el mismo comandante de las tropas de Gralas le dedicó una mirada entre incrédula y despectiva, soltándola y empujándola contra el suelo.



-Tus amigas tienen razón. Estás loca.



            Pero Jennifer parecía no escucharle, únicamente musitaba absorta en sí misma.



- ¡Ja, ja!…le he obligado… yo, le he obligado a él a hacer algo…me lo devolverá.



            Sus ex compañeras se miraban sin saber cómo actuar. Por lo pronto, incluso Amatista había olvidado sus deseos de ajustar cuentas con esa perturbada. Quizás fuese únicamente una pobre infeliz que hubiese enloquecido, siendo utilizada por aquellos canallas. Por eso, entre perpleja y compadecida, le preguntó.



-¿Él?¿Quién es ese él?

-¿Es que no lo ves? El que lo mueve todo. El poseedor del Libro de los Días. - Sonrió Jen como si aquella réplica fuera obvia. – Está aquí, nos observa, sabe todo sobre nosotros…es más, él dicta quienes somos nosotros.



Ahora su interlocutora la observaba fijamente, pero no con rabia ni odio, más bien con tristeza y compasión. Aquello confirmaba lo que había estado pensando. Esa chica había debido de volverse loca. O quizás esos malditos invasores la hubieran controlado de alguna forma. Solo eso lo explicaba. Pero antes de que pudiera añadir nada más, el oficial al mando se dirigió hasta ellas y sujetando a Penélope del cuello la levantó con visible furia al darse cuenta de lo que había hecho.



-¡Maldita perra terrestre, vas a abrir inmediatamente la puerta!

-¡Suéltala! – Intervino Amatista aunque nada podía hacer al estar esposada con las manos a la espalda. – ¡Cobarde!

-No te molestes – le escupió Penélope al oficial. – Esa puerta está cerrada por la alarma silenciosa que se ha disparado. No podría abrirla aunque quisiera, me temo que estáis tan encerrados aquí como nosotras.



Preso de la ira ese tipo la arrojó al suelo y sacó su pistola dispuesto a ejecutarla pero antes de poder hacerlo recibió un disparo que le atravesó por la espalda haciendo caer al suelo. Jen apuntó entonces a otro soldado y le disparó a  su vez en tanto exclamaba ante el asombro de sus otrora compañeras.



-¡Nadie dijo que ellas debían sufrir daño, eso no estaba previsto y no pasará!- Añadió mirando hacia el techo.- ¿Me oyes? No lo permitiré. Ya es suficiente.



            Jennifer pudo recordar hacía un año, cuando fue elegida para embarcar. De hecho, apenas unas semanas antes, era una simple ayudante, no tenía expectativas siquiera de encontrar empleo. Estaba deprimida y a punto de renunciar a su carrera. Cierto día, tras haber bebido demasiado, como de costumbre, estaba tumbada en el sofá de su apartamento. Hablaba sola, como casi siempre.



-Maldita zorra de bacteriología. Un aprobado y gracias. Lo mismo que en microbiología. Así jamás lograré presentarme a ninguna beca. Mejor sería dedicarme a servir copas. Y a beberme alguna, ¡ja, ja!…



            Y se reía ya de su propia amargura. Sin trabajo, sin apenas perspectivas académicas debido a sus mediocres calificaciones, habiendo roto con su novio que la engañó con otra muchacha bastante más atractiva y popular. Sobre todo, habida cuenta de que ella no era demasiado agraciada y había ganado peso por el estrés y su complicada situación económica. Con unos padres que no podía pagarle ya los estudios. ¿Qué podría ir peor ya? Aunque guardó silencio cuando de repente oyó una extraña voz que parecía hablarle desde todas partes y ninguna.



-Pobre Jen, pero no te preocupes, yo puedo cambiar tu vida.



La muchacha se incorporó, se notaba aturdida, había bebido demasiado, quizás fuera eso. Estaría borracha como otras tantas veces. No obstante, aquella voz se hizo más clara y para su asombro y pavor vio una alta y alargada figura encapuchada frente a ella. Esa extraña criatura aferraba un grueso libro de color burdeos entre sus manos, que parecían más bien unas formas oscuras bajo esa túnica.



-¿Quién eres?- Pudo musitar la chica cuya cabeza, pese a la bebida, comenzó a  aclararse.- ya sé. La Muerte, has venido por mí. ¿No es así?

-Te equivocas. Soy aquel que tiene el Libro de los Días. En él aparecen las vidas y el destino de todos los seres. Y también el tuyo.



            Jennifer se levantó, aunque tenía miedo pudo decir de forma incrédula ante lo que veía.



-Estoy como una cabra. He bebido demasiado wiski esta vez. ¡Oh Señor!, prometo no beber más.



Por toda réplica ese extraño ente abrió aquel libro y se lo mostró. La chica se aproximó. Al principio no pudo ver nada más que una especie de formas difusas que se condensaban en esas páginas. Luego, atónita, leyó lo que ella misma estaba pensando. Pero aquel ser le adelantó unas páginas y lo que pudo ver en ellas la asombró. Más cuando su interlocutor le aseguró con un tono que sonaba grave y gutural.



-Esto pasará. Solamente tienes que hacer lo que dice aquí. Y todo lo que alguna vez deseaste se hará realidad. Si sigues fielmente mis dictados…



            La chica no quería creer aquello pero, asombrada, leyó algo que parecían respuestas a un examen. Incluso tomó un papel y un bolígrafo y las escribió ante la complacencia de ese individuo tan extraño que le dijo.



      -Ahora, cumple con tu destino. Yo te iré dando las indicaciones a medida que las precises.



Y para asombro de la muchacha de pronto se encontró sola nuevamente en su cuarto. Aunque tenía aquel papel con las respuestas y recordaba algunas cosas de las que había leído. Cuál sería su sorpresa cuando al día siguiente despertó. Creyó que todo había sido una pesadilla pero a los pocos días se presentó a unos exámenes de preselección para un proyecto muy ambicioso de la Masters Corporation y ¡fue admitida! Incluso sus notas mejoraron, los aprobados de esas asignaturas se tornaron en sendos sobresalientes. Además, su memoria parecía haberse activado y era como si fuese capaz de adivinar todas las respuestas a los exámenes que hizo hasta ser seleccionada definitivamente. Además de perder peso de un modo casi milagroso y ver como día a día, sus rasgos fáciles iban tornándose cada vez más atractivos.



-Esto es increíble.- Musitaba llena de emoción y alegría, al contemplar su nueva y esbelta silueta y su agraciado rostro ante el espejo.-



Y por si fuera poco, entró en el proyecto de la SSP-1. También conoció a Clyde, el doctor Adams. Un reputado científico e ingeniero, años mayor que ella, pero atractivo. Los dos se enamoraron casi al momento. Y encontró a sus nuevas compañeras, de las que sabía detalles íntimos que la llegaron incluso a asustar. Pero, lo más importante fue que, tras comprarse una tablet, comenzó a recibir llamadas telefónicas. Identificó la voz de su misterioso interlocutor con la de aquel individuo que se le apareciera en su piso. Él le contó gran parte de toda aquella historia dándole las instrucciones que tenía que seguir. Luego fue ella misma quién pudo llamarle para consultar cualquier tipo de duda que tuviera. Entonces le fue ordenado desactivar parte de los escudos y de los sistemas de detección de la nave. Ni ella misma supo cómo fue capaz. Esos conocimientos le llegaron por sí solos. Así pudieron entrar las avanzadas de Gralas. Producirse esa batalla tan cruenta y llegar a esta situación. Pero únicamente cometió un error. Descubrió demasiado, se implicó en exceso. Comenzó a estimar de veras a todas esas personas con las que la habían rodeado. Fue advertida de que, si trataba de abusar de ese poder, lo pagaría. Y ahora ella sabía muy bien cómo tenía que terminar aquello. Es más lo prefería, por lo menos su vida había tenido un sentido y podría redimirse. Pensó que tarde o temprano todos tendrían un final, el suyo al menos sería uno honorable. De modo que levantó su arma de nuevo para interponerse entre Penélope y las tropas enemigas…antes de que fueran capaces de responder. Aquello fue como si los hechos transcurrieran a cámara lenta. Jennifer miró fugazmente a su jefa y le dedicó una afectuosa sonrisa. La mirada de sus ojos quiso expresar agradecimiento. Por primera vez en su vida había encontrado un grupo de buenas personas en las que encajar...volvió a apuntar a esos tipos tratando de disparar...



-¡Adiós!, amigas, os quise de verdad…- Pudo musitar.-



Por desgracia para ella, otros dos centinelas fueron más rápidos, contestaron a sus disparos y la acribillaron. La chica cayó muerta al instante para horror de sus compañeras. Satory no podía mirar y lloraba de puro terror. Una impactada Penélope cerró los ojos dispuesta a recibir aquellos disparos, todavía tenía clavada aquella última mirada de Jen y esas palabras. Los dos centinelas ya las apuntaban a ellas para ser las siguientes. Entonces alguien, a gran velocidad, les golpeó a ambos. Únicamente Amatista pudo ver a Sandy en su forma demoniaca lanzarse contra uno de ellos y romperle el cuello agarrándole la cabeza y girándosela con ambas manos. Al otro le golpeó con furia en el estómago haciéndole doblarse por el impacto y tras arrebatarle el arma le disparó a bocajarro con ella, eliminándole. Cuando sus amigas se atrevieron a mirar observaron cómo su morena compañera de laboratorio empuñaba un fusil y les instaba.



-¡Vamos chicas! Tenemos que llamar pidiendo ayuda para que nos saquen de aquí.

-Recuérdame que no te haga enfadar nunca más. – Le sonrió Amatista en un vano intento por mostrase jovial, en tanto Penélope, que había registrado a los guardias, encontraba la llave de sus esposas y la liberaba. – Gracias…



Sandy le devolvió la sonrisa y pasó a mirar con lástima y asombro el cuerpo de Jen, tendido entre aquellos tipos. Luego interrogó a sus compañeras con la mirada y ellas le resumieron brevemente lo ocurrido.



-No lo comprendo. – Comentó Amatista con visible estupor. – No entiendo nada. La pobre chica debió de enloquecer. ¿No crees, Penélope?

- No quiero hablar de eso. – Pudo decir ésta.- Por favor…déjalo estar.



La otrora fría jefa de laboratorio reflejaba en su rostro una tensa lucha por no llorar, ahora que todo parecía haber acabado. Seguía recordando aquella sonrisa de Jennifer y cómo la miró ésta. Y sobre todo esas últimas palabras, a sabiendas de que iba a morir por protegerla. ¿Era quizás una forma de pedirle perdón por algo que se vio obligada a hacer? Ya nunca lo sabría. Únicamente remachó dirigiéndose más hacia Amatista y Satory.



-Voy a olvidar lo que hizo. Solamente la recordaré salvándome la vida cuando ese tipo iba a matarme.

-¡Pobre Jen! Tuvieron que obligarla de algún modo.- Sollozó Satory apartando la vista del cadáver de esa infortunada joven.- Tuvo que ser así…



Sus compañeras asintieron con pesar enjugándose algunas lágrimas. Entonces Sandy se acercó sutilmente a Amatista y le pidió.



-Voy a concentrar mi energía para llamar a Leval. Procura que ellas no me vean porque tendré que transformarme.



Su compañera asintió y les indicó a Penélope y Satory.



-Chicas. Vamos a ver si guardamos la  esfera en la cámara. Penélope, tú eres la única que sabe abrirla. 



Su jefa asintió dirigiéndose de nuevo hacia la cámara cuya puerta se volvió a cerrar a los pocos minutos de activarse la alarma, y entre tanto Amatista le encargó a Satory que mirase en unas mochilas que estaban en otro recinto anexo al laboratorio principal. De ese modo dejó sola a Sandy el tiempo necesario. Ésta concentró su energía volviendo a lucir su demoniaca apariencia una vez más…Por su parte, Leval había terminado de reducir las últimas bolsas de resistencia. Estaba algo fatigado pero contento, sintió entonces el aura de Sandy. Sin dudar se concentró reapareciendo ante la morena científica que, otra vez, presentaba su aspecto normal.



-¿Qué ha pasado aquí?- Quiso saber el chico mirando asombrado en derredor. –

-Es largo de contar- suspiró su interlocutora. – Ahora tenemos que salir, la compuerta blindada se ha cerrado al activar la alarma silenciosa.



Leval asintió, ya les preguntaría después. En eso retornaron Amatista, Satory y Penélope tras haber dejado todos los objetos de valor en la cámara. Cuando el muchacho vio a su novia la abrazó y ambos se besaron largamente mientras las otras chicas sonreían. Penélope, Sandy y Satory les dejaron esos momentos de intimidad y después fueron hacia el muchacho y le preguntaron por la situación del resto de la nave.



- Vamos a ver. Estad tranquilas - le respondió el muchacho por orden a cada una, haciendo un conciso resumen de la situación. - Estamos bien, pero  sí, la nave ha quedado muy dañada. Por fortuna la mayor parte de esos desperfectos se han producido en construcciones de viviendas que podrán repararse sin problemas. Los sistemas de soporte vital y el núcleo del reactor de fisión están intactos. Desgraciadamente tenemos que lamentar muchas bajas entre miembros del ejército y población civil. Al menos, la mayoría de los habitantes y de la tripulación están perfectamente. Y la  estructura protectora del casco, por lo que hemos comprobado hasta ahora, vuelve a estar operativa al cien por cien, gracias a Dios. - Inevitablemente miró a Sandy cuando hizo este último comentario, pero ella sonreía con el mismo alivio que el resto. -

-¿Sabes algo de Mazoui? - Preguntó Satory sin poder disimular su preocupación. -

- Tranquila, está perfectamente, se estaba ocupando de terminar con las últimas bolsas de resistencia que quedan dentro - repuso el joven oficial que volvió a animarlas. - Bueno, ¡manos a la obra! , llamaré a unidades sanitarias para que se acerquen hasta aquí y luego a mi superior para informarle.



            Leval avisó efectivamente a los refuerzos y luego a Freejar que ya había vuelto con su escuadrilla, la victoria era total sobre el enemigo. El mayor se puso en contacto con él transmitiéndole la orden de que volviese a la base. El chico le pidió un poco de tiempo hasta solucionar unas cosas. Su superior se lo concedió. Tras abrirse las puertas fue junto con su primo a ver a las chicas. Al fin todo estaba controlado y en el laboratorio ellas descubrieron aliviadas que, a parte de los forcejeos y algunos disparos en algunas estructuras, nada esencial estaba dañado. Lamentaron profundamente la muerte de Jennifer y tras tener un momento de calma pusieron al corriente de las extrañas palabras de esa pobre chica a sus amigos. Los dos se quedaron tan desconcertados como ellas mismas.



-Lo decía con total convicción. Quizás estuviese bajo los efectos de algún tipo de sugestión.- Elucubró Amatista.-

-Mazoui ¿tú sabes a qué pudo referirse esa chica?- Le interrogó Leval.

-No lo sé. – Admitió éste moviendo la cabeza. – El caso es que eso del Libro de los Días me es familiar pero no logro recordar porqué. Pero me suena a algo o alguien de otra dimensión. Si no se trata de ese tal Gralas. Posiblemente sea algún ser muy por encima de nosotros. Pero no tengo ni la menor idea. – Se lamentó para suspirar.- ¡Ojalá el tío Tom estuviese aquí!, seguro que él lo sabría.



Leval se quedó pensativo. A él por su parte ese nombre de Gralas le era muy familiar pero no lograba recordar porqué. Al final decidieron olvidarse de aquello. La amenaza por suerte estaba conjurada y en lo relativo a Jen seguramente esa pobre muchacha en algún momento habría perdido la razón. Aunque al menos, al final, sacrificó su vida por las de sus compañeras. Eso, tal y como afirmó Penélope, sería lo único que recordarían.



-Para el resto de la nave ella murió heroicamente para salvarnos.- Afirmó aleccionando al resto que convino en ello con un emotivo asentimiento, en tanto la doctora Winters remachaba con la voz tomada por el pesar. - Descansa en paz, Jen…



Y los días pasaron con rapidez, todos trataron de reponerse y volvieron al trabajo y a la vida cotidiana. Tan pronto como pudo Amatista fue al hospital a ver a Ginger.



-Hola- le sonrió afectuosamente en tanto dejaba unas flores en agua, cerca de la cama donde estaba postrada la chica.-

-Hola, Amatista. – Susurró ella apenas tratando de sonreír.- Veo que al final lograsteis vencer.

- Lo logramos todos.- La corrigió su amiga sentándose junto a la convaleciente en el borde de la cama.- Tú también.

-Yo no hice nada. Y ahora podré hacer aún menos. Siempre fui una perdedora.- Sollozó la chica tratando de mirarse a  aquella zona vacía que tenía bajo las sabanas desde las rodillas.- Supongo que siempre lo seré.

- No digas eso, no es verdad.- Rebatió Amatista que añadió emocionada a su vez.- Hablé con algunos profesores de esa escuela y me contaron que tú llegaste corriendo para advertirles. ¡De no ser por ti muchos niños y niñas habrían muerto, Gin! Les salvaste la vida. ¡Eres una heroína!



Su interlocutora lloraba silenciosamente ahora, y tardó unos instantes en poder replicar, con tono dubitativo.



-Apenas si recuerdo nada. Corría y de pronto esas ráfagas de luz, y las explosiones. Cuando quise darme cuenta estaba volando por el aire, y caí. Entonces ni siquiera sentí dolor. Luego, cuando finalmente desperté aquí, tras los efectos de los calmantes me lo dijeron. ¡No tengo piernas!…- Sollozó ahora con una mezcla de horror y desesperación.- Amatista no tengo piernas…Menuda karateka voy a ser, ¿eh?- remachó haciendo un amago de sonrisa irónica y amarga.-



            Su amiga no podía evitar llorar, pese a intentarlo con todas sus fuerzas. Le dijo conmovida pero al tiempo tratando de resultar animosa.



-Un amigo mío es médico, de los mejores que hay. Ha estado tratando de ayudarte.

-Sí, vino  a verme, es guapo. - Repuso ahora Ginger permitiéndose esbozar una leve sonrisa.- Me pinchó con unas cuantas inyecciones y me dio a beber una especie de papilla, me dijo que confiaba en que aquello me iba a ayudar, pero que llevaría tiempo. Yo solo sé que mis rodillas es lo único que aun puedo enseñarle…si quiero ligar con él. Ja, ja…No es mucho, ¿verdad?



            Incluso a su pesar, y entre lágrimas de compasión por su amiga, Amatista se sonrió con ese último comentario, pese a todo algo le sonaba extraño. Ella no recordaba haberle visto rodillas a Ginger cuando trató de contenerle la hemorragia. Posiblemente la pobre chica ni sabía hasta donde llegaba el alcance de su amputación.



-Te pondrás bien, y cuando salgas iremos a tu cafetería, y nos invitarás a un buen café. Me lo prometiste.- Le dijo suavemente y con toda la dulzura que pudo, para agregar.- ¡Ah! Y no busques excusas para no acudir a verme cantar. Porque te dedicaré alguna de mis canciones.

-Eso no me lo perdería por nada.- Sonrió su interlocutora que parecía estar más alegre pensando en eso.- Gracias…



            Y tras estar un rato más con ella charlando de varias cosas Amatista se despidió, tenía muchas cosas que hacer ahora, entre reconstruir el laboratorio, suplir junto a las otras la baja de Jennifer y ensayar para su actuación. Porque desde luego que por nada del mundo ni del universo entero la cancelarían. Esos malditos asesinos de Gralas no les quitarían eso. Es más, algunas de las canciones de Amatista sonaron durante la batalla y en otras ocasiones, para reforzar la moral y la determinación de todos.



-Lucharé con todos los medios a mi alcance. Y puede que , en este momento, mis canciones sean un arma más eficaz que mis poderes como justiciera.- Se dijo la joven, plena en esa determinación.-



 Por otra parte el planeta visualizado gracias a la esfera ya era más claro en el espacio. Aunque estaba aún lejos todavía, se prepararon las sondas de rigor para analizarlo. A paso lento y trabajoso todo había vuelto a la normalidad. Las obras de reconstrucción se efectuaban a muy buen ritmo, nadie quería decaer en su esfuerzo. Todos se arengaban mutuamente, con la noticia de la gran victoria sobre el enemigo las gentes recobraron los ánimos con mayor rapidez. Ahora comenzaba a extenderse una especie de orgullo compartido por formar parte de la tripulación de la nave. Como si, tras tantas batallas y complicaciones, el carácter de todos se hubiera forjado.



-¡Somos indestructibles!- llegó a declarar el contralmirante Spar en una arenga.



            Y una de las canciones que Amatista versionó, y que elevaron asimismo todavía más la moral de la tripulación, fue esta…



Lo gritaste bien alto,
pero no puedo oír una palabra de lo que dices.
Estoy hablando en voz alta, sin decir mucho.
Soy criticada, pero todas tus balas rebotan (ricochet)
me derribas, pero me levanto (shoot down).



No había prácticamente nadie en la nave que no la escuchase adoptándola casi como un himno para todos ellos. Resumía a la perfección por lo que habían tenido que pasar.



Soy antibalas, nada que perder, dispara, dispara (fire away).
Rebotan, tienes la mira puesta, dispara, dispara.
Me derribas, pero no me caeré, soy de titanio.
Me derribas, pero no me caeré, soy de titanio…



Los pilotos, los operarios, los civiles y cualquiera compartían aquella sensación. Henchidos de orgullo y sintiéndose capaces de superar cualquier prueba, por dura que fuese.



Liquídame, pero eres tú la que tendrá más que perder,
ciudad fantasma y amor encantado.
Levantas la voz…
(sólo) palos y piedras pueden romper mis huesos,
estoy hablando en voz alta, sin decir mucho.



La propia Amatista sentía como si una tremenda energía brotase de ella cuando cantaba en el estudio de grabación. Era como entrar en trance.



Soy antibalas, nada que perder, dispara, dispara.
Rebotan, tienes la mira puesta, dispara, dispara.
Me derribas, pero no me caeré, soy de titanio.
Me derribas, pero no me caeré, soy de titanio,
soy de titanio, soy de titanio.



Piedra dura,
la ametralladora disparando a los que corren,
piedra dura, como cristal antibalas.

Me derribas, pero no me caeré, soy de titanio,
me derribas, pero no me caeré, soy de titanio,
me derribas, pero no me caeré, soy de titanio,
me derribas, pero no me caeré, soy de titanio.

Soy de titanioooooooo

Aaaaahh

Soy de titanioooooooo

(David Guetta -ft. Sia - Titanium – Titanio, crédito al autor)

Cuando terminaba de cantar, Amatista estaba agotada, pero llena de una inexplicable sensación de euforia y determinación. Así, el día del aniversario se acercaba. La fiesta pese a todo seguía en marcha, era una forma de recuperar la moral de la población. Efectivamente, en sus escasos descansos del trabajo, Amatista había estado ensayando y ya tenía definitivamente preparadas esta y otras canciones. Por fin llegó el gran día.  Además de ese espectáculo se concederían medallas y condecoraciones a muchos héroes civiles que se sacrificaron o lucharon por proteger la nave. Entre ellos a Ginger Reinosa. Aunque antes de que diera comienzo el festejo, Leval y Mazoui, a petición de sus mandos junto a Giaal, se dirigieron a la enfermería de la base para interrogar al prisionero que ya estaba casi por completo recuperado. Descubrieron que era un humanoide de una raza llamada Arcoily. Él mismo se hizo llamar así omitiendo cualquier otro posible nombre.



-No tenemos nombres, como los humanos los usáis. Somos Arcoily.- Repetía obstinadamente.-

-Si te somos sinceros, nos importa un bledo como te llames.- Contestó Mazoui.-

- Contesta.- Inquirió Giaal que fue el primero en preguntarle. - ¿Quiénes sois y por qué nos atacáis?

- Somos siervos del gran Gralas, amo de la galaxia. Y esta vez no podréis impedirnos la victoria. Ni tendréis la fortuna que disfrutasteis en vuestro planeta. ¡Malditos terrícolas! - repuso el humanoide con un tinte de complacencia. -

- Ese nombre...- pensó Leval que, tras darle muchas vueltas a la cabeza, añadió recordando al fin con asombro. - ¡Lo conozco! Claro, fue ese nombre el que oí a mi padre e incluso a mi tío Lornd cuando yo era un niño. Me contaban historias acerca de un malvado tirano espacial...y de las luchas  que mantuvieron en la Tierra. Pero yo creí que sólo eran cuentos para entretenerme.- Remachó enjugándose de la frente un poco de sudor.-



            Lo cierto es que Leval notaba bastante calor, seguramente serían las condiciones del cuarto, quizás por el prisionero. No le dio más importancia y escuchó a Giaal añadir mientras miraba al preso con escasas simpatías.



- Sí, soldados de ese mismo bastardo mataron a mi padre, menos mal que pudo resucitar.



            El orgulloso Arcoily no prestó atención a ese último comentario. Se dirigió por el contrario a Leval, manifestándole con una curiosa combinación de profundo respeto y hostilidad.



- Tú eres un saiyajin y, por lo que veo,  descendiente directo de los que crearon tantos problemas a mi amo.

- Si tú lo dices.- Sonrió el muchacho sintiéndose orgulloso de ello para añadir con impaciencia. -Pero aún no has respondido a la pregunta, ¿por qué nos atacáis?

- Nuestro amo quiere dominar el universo y para eso destruirá a todo aquel que pueda ser una amenaza para su poder.- Les reveló Arcoily. - Pensábamos volver a la Tierra y liquidar a todos sus habitantes de una vez por todas. Vengarnos por las derrotas que tu padre y los demás nos infringieron en el pasado. Pero vuestra nave se cruzó en nuestros planes.

- ¡Claro! - intervino Mazoui afirmando con tono muy perspicaz. - Así que, como calculasteis que éramos muy poderosos, decidisteis acabar primero con nosotros. A ser posible por sorpresa. Quizás nos tomasteis por una fuerza avanzada que os podría detectar antes de tiempo.

- Exactamente. Recibimos órdenes de destruiros antes de que fueseis capaces de construir más ingenios como estos y propagaros como una plaga por el Cosmos. - Asintió Arcoily añadiendo esta vez con respeto. – Además, veo que no sois tontos. Una pena que seáis enemigos nuestros. La de mundos que podríamos dominar juntos.

- Lo siento, no nos interesa...- repuso indiferentemente Mazoui.-



Aunque ahora miró extrañado a su primo. Éste hacía rato que sudaba bastante para la temperatura tan agradable que tenía el cuarto.



- Bueno, basta de rodeos. Habla. ¿Hay muchas naves más como la nodriza que destruimos? - Preguntó Leval, que comenzaba a dar la impresión de respirar dificultosamente, hablando entre leves jadeos. – Y si hay más. ¿A qué distancia?

-¡Eso no os lo diré! - Espetó Arcoily clavando en él una mirada llena de desafío. -

- Tenemos medios para obligarte - sonrió Mazoui de forma ladina. -

- ¡Ja, ja!- Rio el cautivo divertido  para rebatir con seguridad. - No lo creo, he estudiado vuestras absurdas normas de comportamiento con los prisioneros. ¡Vuestro código moral es patético! No podéis torturarme, ¡es ridículo! Pero, desde luego, me alegro de ello.

-¿Quién ha hablado de tortura, amigo? Además, yo no soy oficial de esta nave y puedo hacerte lo que me venga en gana, los humanos no sabrían detectarlo.- Sonrió Giaal de forma malévola, lo que hizo ponerse nervioso a Arcoily. -

-¿De qué estás hablando? ¿A qué te refieres?,- le inquirió el prisionero con visible inquietud. -

- Ya lo verás. Yo sé  de cosas que a vuestra raza no le gustan absolutamente nada… - Repuso éste con un tono de misterio y malevolencia que sus sorprendidos amigos nunca le habían escuchado.- Y siendo un esbirro de Gralas, como los que mataron a mi padre, será un auténtico placer hacértelas…



            El aludido se removió en su asiento pero fue sujetado de inmediato por Mazoui, aunque la atención  de éste seguía enfocada en su primo, el sexto sentido que poseía le decía que algo en  Leval no iba bien.



- Si me disculpáis estoy un poco cansado y el concierto de Amatista comenzará en pocas horas. Le prometí que asistiría - dijo  precisamente  su primo, secándose el sudor - voy a echarme un rato...

-¿Estás bien, Leval? - Le preguntó Mazoui que comenzaba a preocuparse. - No es propio de ti cansarte de esta manera.

- Han sido unos días muy ajetreados,- repuso él  sin darle importancia - quizá sea más mental que físico, quiero tener buena cara cuando la escuche. Además, algo importante me ronda por la cabeza.

-¿Podemos saber qué es?- le preguntó Giaal. -

- Aún no, son cosas muy personales, pero lo sabréis, si es que me decido.- Sonrió él de modo jovial, dejándoles intrigados. -



Aunque Arcoily se sonrió de forma ladina eliminando ese gesto en cuanto sus captores volvieron a centrar su atención en él. Entonces ese individuo pareció transigir declarando.



-Podría daros alguna información. Solo si prometéis no dejar a este ser interrogarme. – Remachó haciendo alusión a Giaal.-

- Si lo que nos cuentas es de valor, te lo prometo. – Le respondió Mazoui con tono algo más condescendiente.-



            Leval entre tanto se marchó de la sala y se dirigió a su cuarto a tumbarse un poco. En las últimas horas se había sentido algo raro, aquello era nuevo para él. Jamás había estado enfermo pero no le daba demasiada importancia. Había estado sometido a mucho esfuerzo y tensión y usó bastante energía en la batalla. Aunque ya habían transcurrido algunos días y él pareció recuperarse tan bien como de costumbre. Pensó en comerse una alubia, lo hizo pero apenas mejoró. Lo que le aquejaba no era sólo un cansancio físico.



-Como diría el mayor Freejar. Me estaré haciendo viejo.- Se dijo con humor restándole importancia a aquello.-



Se echó en su cama y durmió unas pocas horas. Su primo y su amigo por su parte, dejaron por un momento al prisionero bien custodiado. Tanto ellos como el resto de amigos y compañeros de Amatista no querían perderse su recital. Las chicas estaban ya en la sala cuando llegó Mazoui. Giaal llegó acompañado por Susan con la que últimamente pasaba mucho tiempo.



-Va a ser un concierto realmente para recordar.- Comentó la alférez Hunter, quien vino al fin elegantemente ataviada con ese vestido verde de dos piezas que no pudo lucir la ocasión anterior.-

-Desde luego, nunca olvidaré lo elegante que estas. No sabía que vuestro uniforme de gala fuera tan bonito.- La elogió el alien.-.



            La chica se rio, a buen seguro que el pobre Giaal había tratado de ser amable, siguiendo esos “protocolos humanos” como muchas veces los denominaba, y que tanto se esforzaba por aprender.



-No, es un vestido mío.- Contestó ella con una mezcla de jocosidad y rubor.- No tiene nada que ver con el uniforme. Hoy no estoy de servicio.

-Creo que tú siempre estás de servicio, como todos nosotros. Pero hoy es un día para que celebremos todo lo que nos une.- Declaró el alien.-



Susan no podía estar más de acuerdo con eso. De hecho, todos los mandos principales y autoridades civiles de la nave asimismo estaban presentes, se habían reunido en una gran sala con un escenario. En medio de una estruendosa ovación se procedió a la entrega de medallas a los héroes de la defensa de la nave, incluyendo una a título póstumo para Jennifer Garrett.



-Quizás en el fondo sí que la merecía.- Comentó Satory a Penélope que únicamente bajó la mirada.-



            Sandy estaba también allí, aunque no quiso significarse. Amatista llegó a insistirle, merecía esa medalla tanto como el que más. Aunque la morena científica le susurró algo que convenció a su amiga.



-No puedo aceptarla por la misma razón por la que tú no saldrás a recoger la tuya, porque tendrían que condecorar a la Dama del Viento.

           

            Hubo desde luego testimonios de personas salvadas por ella, que dieron la descripción de esa justiciera. Aunque oficialmente se dijo que bien pudo haber sido alguna imitadora. Nadie creía que esa luchadora por la justicia estuviera allí. También era un misterio la identidad de la otra mujer que la acompañaba. Al menos, Sandy tuvo la suerte de que ninguno de los que había salvado estuviera cerca de ella para reconocerla.



-Por una parte es injusto, aunque por otra, prefiero vivir tranquila y disfrutar de mis amigos antes que recibir cualquier tipo de condecoración.- Se decía la morena científica.-



A su vez, Ginger asistió con sus muñones vendados bajo la rodilla y dos muletas que la sostenían. Fue la propia Amatista quién le prendió la medalla en la chaquetilla que lucía y le dio dos cariñosos besos y un abrazo.



-Hoy te dedicaré alguna de mis canciones, como te prometí.- Le sonrió cariñosamente a esa chica.-- Te lo mereces.

-Gracias… -Repuso ésta que  le devolvió el gesto para musitar.- Significa mucho para mí.-



Amatista le guiñó un ojo y volvió a su camerino. Tras completar ese acto todo estaba ya preparado para que ella tomase el protagonismo. Y el interés y la expectación crecían en el estadio, cuando ya faltaban pocos minutos para que la intérprete actuase.  La joven aguardaba nerviosa, dándose los últimos retoques al maquillaje y al vestido.



-Esto va por todos vosotros, Por lo que ya no estáis, como tú, primo Granate, o por los que nos esperan en casa, papá, mamá, amigas, tíos y primo Coraíon…- recordó entre otros.-



Mientras tanto, Leval se había despertado y se sentía mejor, tenía un ligero aturdimiento pero eso era todo, quizá había necesitado dormir.



-He debido de perderme la ceremonia de condecoración a los civiles.- Se dijo con pesar.-



Aunque ya no había remedio para eso. Por ello se dirigió hacia el lugar del concierto. Pero antes quiso pasar por la celda especial del prisionero, iba a intentar sacarle alguna información más cuando descubrió las puertas de la celda destruidas, a los guardias eliminados y a Arcoily apuntándole con un fusil láser.



- Lo siento, pero creo que ya es hora de marcharme.- Declaró el extraterrestre disparando a Leval que desvió el rayo sin problemas. -

- Si pretendes eliminarme a mí con eso vas listo. Como tú mismo dijiste, soy un saiyajin - respondió él en tono seguro y hasta desdeñoso. –



            Ahora fue Arcoily quién esbozando una sonrisa pérfida anunció.



- Entonces tendré que recurrir a mis propios métodos. Lo que realmente me complacerá mucho más.



Y arrojando el fusil, comenzó a emitir una gran energía que hasta entonces había ocultado  atacando a Leval.



-¡Tú lo has querido! - Gritó éste transformándose a su vez en súper guerrero en cuanto se sobrepuso a la sorpresa. -



            Ambos lucharon, Arcoily tenía mucha más fuerza de lo que a priori parecía. Leval así lo notó y el extraterrestre le desveló no sin regocijo.



- Antes estuve herido y después no quise desplegar todo mi poder hasta recuperarme, ansiaba enfrentarme mano a mano con un saiyajin.

- Pues has cometido un grave error. Y será el último si no te rindes. - Le aseguró el chico secándose la frente que, para su extrañeza, tenía perlada de sudor sin apenas haber hecho un esfuerzo importante. Aunque le espetase a su rival. – ¡No tienes nada que hacer!…



            No obstante, Arcoily no estaba dispuesto a claudicar y el combate prosiguió, intercambiaron golpes a gran velocidad, pero Leval comenzaba a acusar cada vez más el esfuerzo. Eso le parecía extraño pues, pese a todo, el enemigo no tenía tanta energía como para poder inquietarle seriamente. Y sobre todo se sorprendió preocupándose más aun cuando su rival entre risas maliciosas le dijo.



-Veo que ya te está empezando a hacer efecto el regalito que te dieron.

-¿A qué te refieres?- Le preguntó el chico esquivando ahora un puñetazo. -

-Un pequeño dardo no parece gran cosa para un guerrero del espacio…, pero si lleva cierto virus. Je, je… algún antepasado tuyo te podría haber hablado sobre ello.- Remachó en tanto le lanzaba una descarga de energía. -



Leval no tuvo tiempo ni de meditar esas palabras, esquivó de la mejor forma que pudo y contratacó con un rayo lo bastante potente como para atravesar el pecho de su enemigo que cayó muerto en el acto. Jadeando por el esfuerzo maldijo que esas paredes fueran aislantes de energía y tan resistentes, por lo menos si Giaal o Mazoui le hubieran sentido habrían podido capturar vivo a Arcoily. Y sobre todo haberle preguntado por esas últimas palabras ¿A qué se refería? Entonces recordó haberse quitado un pequeño dardo que le clavaron durante la lucha. Aunque no había sentido nada durante días. Quizás si llevaba impregnado algún virus éste habría necesitado ese tiempo para incubarse. Dejó de pensar en ello y volvió a su estado normal. Estaba demasiado cansado y se sentía mal, no por haber sido herido, eso se arregló de inmediato con otra alubia, sino por una extraña debilidad que cada vez se adueñaba más de él. De todas maneras ahora debía ir al concierto de Amatista, era muy importante para ella tenerle allí, y se lo prometió. Pasó por su cuarto se duchó y se dirigió para allá inmediatamente. Intentó transportarse cerca, pero no podía concentrarse. De todos modos, lo pensó mejor, no sería de buen gusto aparecer de repente, así que tuvo que tomar un deslizador para llegar en tanto se notaba cada vez más fatigado, sudaba y la cabeza comenzaba a darle vueltas.



-Maldita Sea.- Pensaba con creciente preocupación.- ¡Ahora no!…ese maldito virus no podrá conmigo…



            Entre tanto, Mazoui miraba preocupado su reloj, el resto de amigos también lo hacían. La muchacha que había empezado hacía ya largo rato a cantar, también estaba preguntándose qué le pasaría a Leval. ¿Por qué no estaba ya allí? Pese a esa desazón su recital estaba siendo bueno hasta entonces. Quería darlo todo por sus amigos y el resto del pasaje. Aunque precisamente por aquellos pensamientos le faltaban parte del sentimiento y la pasión que solía desplegar. ¿Dónde estaba el hombre al que amaba? Él le prometió compartir aquellos momentos. Ella quería dedicarle sino todo el recital, al menos una canción. Por fin, sus plegarias interiores fueron escuchadas. Una puerta se abrió silenciosamente al fondo de la sala y al mirar hacia allí el rostro de Amatista se iluminó.



                        anterior                                                                     siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)