domingo, 6 de marzo de 2011

GWG 39.126. Los últimos preparativos concluyen al fin




Durante mucho rato después de ese baile, Mazoui y Satory charlaron, rieron y se besaron estrenando su nueva relación. Después y no sin rubor, el chico la presentó a su familia que la acogió encantada vía comunicador, expresándole el deseo de conocerla en persona lo antes posible.



-De modo que tú eres la hija de Ian Masters.- Comentó desenfadadamente Karaberasu cuando Satory así lo dijo.-

-Aquí soy una pasajera más que ha tratado de hacer las cosas lo mejor posible.

-Y que desde luego que lo ha conseguido. Gracias a ella y a sus compañeras, las Hadas- Cinco, hemos obtenido muchos avances para mejorar las condiciones de vida para todos.- Afirmó Mazoui.-

-Bueno, vosotros nos habéis salvado la vida en muchas ocasiones.- Admitió la joven a su vez, mirándole con arrobo.-



            Tanto Katherine como su madre se miraron. Eso les sonó bastante inquietante. A buen seguro que Mazoui y esa joven, lo mismo que el resto de pasajeros de aquella gran nave, habrían tenido que vivir muchas peripecias y peligros. Sin embargo, ninguna quiso ensombrecer la conversación con eso. A fin de cuentas, estaban hablando con ellos, lo que evidenciaba que se encontraban a salvo. Todo lo malo que pudieran haber vivido quedaba ya atrás. De modo que fue Kalie quien comentó.



-Estamos deseando estar allí, para poder abrazaros y veros en persona.

-Lo mismo digo.- Convino su hija.- Mazzie, tenemos que ponernos al día.

-Lo haremos.- Afirmó él con visible alegría ahora.-

-Hemos pasado por muchas cosas. Pero Mazoui y su primo Leval son dos chicos portentosos.- Intervino Satory.- Gracias a ellos hemos salido muy bien librados.



Aunque esas palabras eran halagadoras, por la mente de Mazoui y la de sus allegados cruzó enseguida el pensamiento de si esa muchacha conocería la naturaleza del chico. No obstante, esos eran momentos muy felices y nadie quiso sacar la cuestión, ya habría tiempo y sería mejor hacerlo con cuidado. Eso debía quedar a la elección del muchacho.



-Tenemos que dejaros ya.- Se despidió Mazoui.- Espero que lleguéis pronto.

-Yo también, cariño.- Sonrió Karaberasu.-



Tanto ella como su hija se despidieron, cortando la comunicación.



-Bueno, ya no puedo pedir más.- Suspiró el chico, abrazando a su pareja.-

-Yo sí, me falta hablar con mi padre.- Declaró Satory dejándose estrechar entre esos brazos tan poderosos, que sin embargo, la atrapaban con suave afecto.-



Los demás, por su parte, también se divirtieron mucho, estrechando sus respectivos lazos. Pero todo lo bueno se acabó pronto y pasada la gran fiesta del aniversario de la partida todos debieron volver a sus respectivas obligaciones que ahora alcanzaban ya su punto culminante. Por delante tendrías días de frenética actividad en todos los órdenes. Aunque, en lo que a cuestión de fiestas se refería, se comenzó a prepararse otra de carácter más íntimo.



-Sé que mi madre estará deseando venir a ayudar.- Le contaba Amatista a su novio.-

-Sí, ¡cualquiera monta una celebración para nuestra boda sin el consejo de Esmeralda.- Se rio Leval, añadiendo.- Y mi madre por supuesto que se brindará a ayudarla encantada.

-No puedo esperar a que lleguen.- Afirmó ella abrazándose a su pareja.-



Por suerte, la joven no tuvo que aguardar demasiado. A las pocas horas llegaron al fin los familiares de los chicos. En cuanto se informó del atraque de aquellas lanzaderas en el astro puerto principal del asteroide Amatista y Leval estuvieron allí. Tuvieron que aguardar un rato que se les hizo eterno hasta que se aseguró la zona de atraque, pero finalmente sus familiares bajaron y la muchacha no pudo contenerse, corrió disparada  cuando divisó a sus padres descendiendo de la lanzadera y se fundió en un interminable abrazo con ellos.



-¡Hija mía, mi niña!- Podía decir Esmeralda, con balbuceos y sollozos de felicidad. La abrazaba besándola una y otra vez, en tanto Diamante las envolvía a las dos con sus brazos, muy emocionado a su vez, tanto que era incapaz de hablar. - ¡Cuánto he soñado el poder tenerte a mi lado otra vez!



Leval también se aproximó y por su parte permitió que su hermana y sus padres se acercasen también. Pero el resultado fue el mismo. Abrazos, besos y suspiros emocionados.



-¡Mírate! – Sollozaba Beruche tomando amorosamente la cara de su hijo entre sus manos. - Estás hecho un hombre.

-Ya lo estaba antes de irse, cubito. – Rio Roy junto con Kerria, aunque para sorpresa de ambos, la madre del chico negó con la cabeza para responder. -

-No me refiero a su tamaño. Me refiero a su mirada. Hijo, solo verte y fijarme en tus ojos me dice cuanto has madurado y aprendido en este viaje.

-Es cierto, mamá.- Convino él suavemente. – Papá - agregó digiriéndose a su progenitor que le observaba con una mezcla de orgullo, emotividad y cariño para explicar. - Ahora os comprendo bien. He descubierto lo importante que es tener unos camaradas y amigos por los que arriesgar la vida sin dudarlo. Sabiendo que ellos harán lo mismo por mí.

-Tu madre tenía razón. – Admitió Roy tomando a su hijo por los hombros para sentenciar.- Eres todo un hombre ya. Y dentro de poco, tan pillado como yo. ¡Ja, ja! - Pudo agregar ahora para descongestionar algo aquella atmósfera tan emotiva en tanto remachaba jocoso. - Se te acabó el hacer lo que te dé la gana. Como a mí.

-¡Oye! – terció Bertie pretendiendo estar indignada, aunque sin conseguirlo, más al agregar, con una sonrisa. - ¿Se puede saber a qué viene eso? ¿Cuándo no has hecho lo que te ha dado la gana, zoquete? ¿Desde cuándo te he tiranizado yo?



            Su esposo se encogió de hombros visiblemente divertido y arreció en sus bromas preguntando con tono socarrón.



- Hijo. ¿Por qué te crees que lo que usan los policías para detener a los criminales se llaman esposas?- Se rio él junto con sus hijos en tanto su mujer le soltaba uno de sus consabidos capones.-

-¡Mira que eres bobo!, y vas a peor con los años. – Declaró Bertie con los brazos en jarras y moviendo la cabeza, pero sin poder evitar sonreír.-



Roy iba a replicar algo, posiblemente gracioso, pero Bertie le mandó callar, éste obedeció mirando de reojo a su hijo como para darle a entender que ahí tenía la prueba de que sus comentarios estaban siendo celebrados. Leval y su hermana se reían de aquello abrazados mutuamente, sus padres, por supuesto, tuvieron que reír también.



-Ya ves que siguen siendo los mismos de siempre.- Le comentó Kerria a su hermano.-

-De lo que me alegro mucho.- Afirmó él.-



 Y así salieron del hangar de la zona de vuelo, rumbo a la ciudad. En tanto les buscaban donde alojarse, Amatista y Leval hablaron con sus respectivos padres, les pidieron consejo y les contaron sus aventuras. Aunque fuera un breve resumen de todo lo que les había acontecido desde el día de su partida. Luego cada familia se separó para disfrutar del reencuentro con sus respectivos hijos a solas. La joven hija de los Lassart- Deveraux, charlaba con sus padres en el apartamento que ella tenía, sincerándose con ambos en lo relativo a su inminente enlace.



- Mamá, estoy tan nerviosa pero a la vez tan feliz.  ¡Por fin voy a casarme con Leval! - Aunque decayó un poco su tono para declarar algo preocupada. - Es extraño, pero después de lo que hemos pasado juntos y de tantos años de soñar con esto ahora tengo dudas.

- Hija, es normal tener dudas el día antes de tu boda, yo también las tenía. - Respondió su madre  sin darle mucha importancia. –



            Diamante saltó enseguida, interviniendo con sorna y humor.



-¡Vaya, de lo que se entera uno con el tiempo!

-¡Calla, tonto!, no es lo que te piensas. - Le amonestó su mujer en broma para agregar con afecto. – Únicamente trato de ayudar a nuestra hija, y sí, tenía alguna duda. - Se reafirmó obstinada, aunque enseguida dulcificando el tono para desvelar -....deseaba tanto hacerte feliz. Compensarte por haber creído en mí. Y ser una persona mejor que pudiera enmendar mis malos actos anteriores. Que tenía miedo de no conseguirlo...

-¿Sólo eso? - Repuso su esposo que sujetó afectuosamente de las manos a su mujer para aseverar con cariño. - Pues no te preocupes, lo has hecho muy bien.



Y para subrayarlo besó cariñosamente a su esposa en los labios ante la sonrisa de su hija.



- Papá, mamá, gracias, ¡os quiero tanto!...- Declaró la muchacha abrazándose a ambos. -

- Sólo sé que mi hija única va a casarse. Eso me pone algo triste. Es como si fuera el final de un periodo en la vida. - Dijo Diamante con visible orgullo, añadiendo también con satisfacción. – Pero también me llena de orgullo y alegría, sobre todo porque el chico que has elegido tiene todas mis bendiciones.

- Y también las mías - sonrió Esmeralda afirmando convencida. - Es el mejor hombre que podrías encontrar.

- Espero ser tan feliz con él como habéis sido vosotros los dos juntos.- Suspiró Amatista que lo deseaba enormemente. –

- Lo serás, mi amor. – Afirmó su madre que le desveló. – Cuando conectamos por el comunicador únicamente me bastó ver cómo te abrazaba para darme cuenta que también te quiere.

- Sí, eso es lo más maravilloso de todo. Sé que él me quiere mucho. – Sentenció la chica que dijo con animación. – Y yo le amo a él y deseo hacerle muy feliz.



            Y aprovechando que Diamante se había alejado un poco para ir a deshacer el equipaje fue la joven la que le susurró a su madre.



-Mamá. Tengo una cosa que me preocupa. Me gustaría que me aconsejaras.

-Tú dirás, cariño. - Replicó Esmeralda observándola con interés.-

- Verás yo nunca…bueno, he salido con muchos chicos pero jamás me acosté con ninguno. Hubo veces en las que estuve a punto.



            Se acordaba ahora de ese tal Françoise de quien su madre nunca tuvo buena impresión. Entonces ella era una adolescente con muy poca cabeza y le molestaba que su progenitora criticase así al que creía “ el amor de su vida”. Ahora solamente podía mover la cabeza, avergonzada de sí misma, ya agradecerle a su madre que tratase de abrirle los ojos. Al final tuvo que ser la realidad la que lo hiciera. Por fortuna, no le dio su primera vez a ese sinvergüenza. Luego se hizo más desconfiada. Pero después conoció a Leval y algo en ella lo supo. Quería que fuese con él con quien experimentase eso por primera vez. Así añadió dirigiéndose a Esmeralda que la escuchaba con mucha atención.



-Pero por una cosa u otra al final no lo hice con ninguno. Ahora tengo un poco de miedo.



Su madre asintió, sujetó suavemente los hombros de su hija con ambas manos en tanto la miraba a los ojos y le sonrió.



-Ni siquiera con él, ¿verdad? Has querido esperar hasta este instante para que fuese algo muy especial.

- Sí.- Admitió la joven ruborizándose sin poderlo evitar en tanto remachaba.- Quiero recordarlo siempre.



            Esmeralda pudo comprenderla bien, en el fondo su hija estaba algo anticuada para según qué cosas. ¿Quién lo iba a decir? Incluso chapada a la antigua en demasía. Recordaba que ella y Diamante no esperaron precisamente a casarse para eso. Por no decir que, en Némesis…en fin. Tanto ella como su esposo actual habían tenido sus relaciones previas. Al menos ella aprendió con algunos droidos sobre la mejor manera de satisfacer a un hombre en esos temas. No obstante, no era momento para recordar esos detalles de su vida ahora y alentó a la chica sonriéndole animosamente para declarar.



-Ya verás como todo saldrá bien. Os queréis y esas cosas son naturales. Cuando llegue el momento sabrás bien lo que hacer.

- Sí, gracias- afirmó ésta devolviéndole la sonrisa para añadir con cierto humor.- Le he hecho esperar bastante, de modo que quiero que le merezca la pena. Bueno, que nos la merezca a los dos…



Su interlocutora asintió solidariamente y le dio un beso en la frente. Y tras darse un abrazo dejaron ese tema puesto que Diamante regresó al cuarto, así se dedicaron a  intercambiar anécdotas y a contarse cosas.



-Bueno, parece ser que hay cada vez más moralistas en la Tierra. No sé como explicarlo.- Le relataba su padre a la joven.-

-Serán modas. Ya sabéis. -Repuso ella sin concederle demasiada importancia.-

-Esas modas, han llegado a poner en problemas a Kerria, sin ir más lejos. Por su orientación sexual. - Le comentó su madre.-



            El gesto de Amatista se puso más serio ahora. Interrogó a sus padres con la mirada y Diamante le dijo.



-No estamos al tanto de todos los detalles. Eso únicamente lo saben sus padres. No quisimos ser indiscretos y preguntar. Ya me comprendes.

-Sí, claro. Ese tipo de cosas son privadas. -Convino la muchacha.-



            Pensó que, si tenía ocasión, ya hablaría con su amiga sobre aquello. Aunque con tacto, tendría que ser Ky la que decidiera comentarle sobre eso.



-En cuanto la vea charlaremos, tenemos mucho tiempo que recuperar.- Se dijo con verdadera ilusión por hacerlo.-



Por su parte su novio también estaba dedicado ahora a departir sobre el tema de su boda y momentos postreros. Leval charlaba con su hermana y sus padres en la base, la hora de visitantes pronto terminaría y tenían mucho que contarse, Roy animaba a su vástago que también tenía las lógicas dudas.



- Vamos, hijo,- le dijo con su típico humor. – Eres un chico con suerte, no te podrás quejar. Amatista es una chica estupenda y está muy buena. ¡Quién la pillara!



El muchacho se puso colorado, Kerria se rio por lo bajo y Beruche le dio a Roy el correspondiente coscorrón, lo que originó la automática protesta de éste.



-¡Ay! ¿Bertie, qué haces?

-¡Debería darte vergüenza!, decir esas cosas de la pobre chica. - Le regañó ésta con humor y con las manos apoyadas en las caderas, para recriminarle divertida - ¡si podría ser tu hija!, tiene la edad de Kerria.



            No obstante, su incombustible esposo se encogió de hombros para responder de modo inefable.



- Mujer no sé. ¿Qué quieres que diga? Dentro de poco va a ser nuestra hija. Pero es la verdad. Es que está muy buena y nuestra Kerria también, y fíjate en lo apuesto que es nuestro chico. Si es que cuando me pongo a hacer niños mira lo bien que me salen.

- ¿Qué tú te pones a hacer qué?- exclamó Bertie para añadir con tono incrédulo e incluso parecía que algo indignado. - ¿Te recuerdo quién les llevó nueves meses en el vientre y quién les trajo a los dos a este mundo?

-No sé. Espera, traerles al mundo, creo recordar que fue Ami.- Se rio él ganándose un nuevo capón.- ¡Au!



            Aunque tras la mirada entre severa y divertida de su mujer, no tuvo más remedio que añadir.



- Vale, admito que técnicamente llevas razón.- Replicó su interlocutor llevándose una mano al cogote.- Tuviste algo que ver en ello.

- Técnicamente te voy a dar en la cabeza con un buen garrote, a ver si te conecto las pocas neuronas que te quedan. ¡Como aquella vez en la Golden cuando contabas aquellos chistes!- Se sonrió ahora ella. -

- Pero, cubito- ¡Todavía te acuerdas de eso! No puede ser, si al menos han pasado…

- ¡Calla!- Le cortó su esposa suspirando con resignación. – No me hace falta que me digas los años que han pasado, lo sé perfectamente.



Kerria no pudo aguantar la risa y estalló en carcajadas, lo mismo que su hermano. Lo que dio pie al padre de ambos para añadir ahora ante la expresión divertida de Beruche y el propio Leval.



- Si puedo presumir de la belleza de nuestra niña es porque se parece mucho a ti, que eres su madre. Por eso es la chica más guapa del mundo. Aunque también ha salido a mí, claro. Y de nuestro hijo…pues qué puedo decir. De tal palo…

- Papá, ¡tú nunca cambiarás!,- sonrió Leval, agradeciendo esa distensión que tanto necesitaba - pero me alegro tanto de que estéis a mi lado. – Y confesó ahora con un tono menos animado. - No hubiera sido igual sin vosotros, yo constantemente animaba a Amatista pero también empezaba a perder la esperanza de volveros a ver.

-¡No es tan fácil librarse de mí, muchacho! Unos cuantos demonios y alienígenas te lo podrían haber dicho. - Repuso jocosamente su padre. -Y tu madre también es muy persistente. ¡Pero qué gaítas!, vamos a charlar de tu boda. Ya sabes que en la noche de bodas debes hacer honor a tu condición de guerrero del espacio.- Remachó en un tono que no se sabía exactamente si estaba más cerca de la chanza que de lo serio. -

-¿Pero qué dices, Roy? ¿Cómo se te ocurre proponer tal cosa? - Inquirió Beruche alarmada. -

- Bueno. - Su interlocutor se encogió de hombros a la vez que añadió. - Yo sólo le digo lo que es costumbre entre nosotros. Sobre todo entre las familias de alto linaje. Como decía mi hermano. Para cuando queremos tener descendencia fuerte.

- No me lo recuerdes ¡pobre de mí!,- exclamó Bertie. - Desde que Lornd te dijo esa tontería te pusiste muy pesado con eso y lo malo es que tenéis la manía de transformaros en súper guerreros en ese mismo instante y eso duele mucho. No quiero ni pensar cómo le dolería a una chica que fuera aún virgen. Si es que Amatista lo es.- Remachó con más prevención, puesto que se había percatado que ese tema pertenecía a la vida privada de su hijo y de la novia de éste.- Bueno, eso es cosa vuestra.



            Ahí Leval enrojeció un poco y sus familiares lo percibieron. El muchacho pudo comentar algo envarado.



-Lo cierto es que no se lo pregunté. De hecho ella y yo todavía no…

-¿No has tenido relaciones de ese tipo con ella?- Se sorprendió Kerria.-

- Es que nunca vimos llegado el momento oportuno. Cada vez que estábamos dispuestos surgía algo.- Se excusó él, quien no obstante agregó con tono más reflexivo.- Y ella es como si tampoco estuviese demasiado preparada.

-Bueno hijo, eso es algo en lo que nadie puede decidir por vosotros.- Le comentó su padre con un gesto ya más serio.-

- No sé qué hacer.- Repuso el atribulado chico. - No creo que en la noche misma de bodas sea una buena idea. Pero ya no queda tiempo y no me imagino pidiéndole algo así antes.

- Dejad de decirle esas cosas a Leval.- Rio Kerria, añadiendo con voz melosa. - ¡Pobrecito! , les vais a hacer dudar cada vez más.

- Hija, tienes razón.- Concedió Beruche  dirigiéndose ahora a su hijo con tinte más despreocupado. -Leval no hagas mucho caso a tu padre, siempre está igual. No piensa más que en eso.

-¡Sí, cubito!,- rio Roy añadiendo con picara expresión - ¡pero a ti bien que te gusta!



Beruche se puso colorada y comenzó a atizar a su irreverente esposo con un almohadón.



-¡Idiota! – Le sacudía inmisericordemente alegando casi entre risas.- ¡Que nuestros hijos están delante!



            Leval sonrió. Él y su hermana se cruzaban miradas de complicidad.  ¡Cuánto se alegraban de ver así a sus padres! Era como en los viejos tiempos, antes de que los problemas hubieran aparecido. Recordaban las luchas que mantuvieran contra los sectarios hacía años. Kerria pensaba el largo camino que habían recorrido todos, al menos en el caso de ella misma. Y aunque el último año se torció por asuntos sentimentales y le hizo pasar unos meses de gran dolor, ahora todo aquello parecía olvidado. Deseaba ponerse al día con su hermano y con su amiga y que le contasen todas sus aventuras con detalle. A cambio, ella les narraría sus propias vivencias. Y sobre todo, el mero hecho de tener a su hermano allí y poder abrazarle cuando creyó que le había perdido para siempre, al igual que sucediese con su pobre primo Granate. Los días de angustia que se sucedieron a la noticia de esa pérdida de contacto con la nave. La depresión que embargó a su madre…No podía evitar las lágrimas cuando pensaba en eso, y lo cierto es que los demás lo debieron de percibir puesto que cesaron las chanzas y las bromas y de hecho la miraron algo inquietados.



-¿Qué te sucede, hija?- Quiso saber Bertie. –



La muchacha no pudo replicar y se abrazó a su hermano que la acogió estrechándola con fuerza. Él si pareció adivinar lo que le pasaba por la mente entonces.



-¡Vamos, Ky! Ya estamos juntos de nuevo. Hermanita, estoy aquí, contigo…

-¡Si supieras cuánto te he echado de menos y cuanto te he necesitado! – Sollozó la chica que parecía así desahogar la angustia y la preocupación contenida desde hacía tanto tiempo. –



Sus padres se miraron con un leve poso de tristeza. Ellos sí sabían por los tragos tan amargos que Kerria tuvo que pasar en ese año. De modo que fue Roy el que ahora intervino con una voz más suave y seria, tamizada no obstante por el optimismo, para afirmar acariciando la barbilla de su hija.



-Nuestra familia vuelve a estar unida de nuevo. Y lo que es más, dentro de poco crecerá. Vamos a acoger a Amatista en ella, igual que Diamante y Esmeralda recibirán a Leval en la suya. Y al fin vas a tener esa hermana que tanto deseabas.

-Sí, hija, alégrate.- Le sonrió animosamente Bertie en cuanto la muchacha se separó al fin del abrazo de su hermano. – Ahora es momento de ser felices, bastante sufrimos ya.

-Es verdad.- Pudo sonreír la aludida enjugándose las lágrimas para recomponerse y declarar. – Tenéis razón. Eso me hace muy feliz.

-Tendremos tiempo de hablar y de que me lo cuentes todo. Ya lo verás, cara de patata. - Le sonrió su hermano a su vez. – Y Amatista estará contigo y preparéis trastadas juntas como en los viejos tiempos.



Así, y con una Kerria visiblemente más contenta, llegó la hora de marcharse pues sonó el toque de fin de visitas. Todos se despidieron de Leval deseándole suerte para el día siguiente. Y el chico, después de que su familia se fuera, se dirigió al despacho de su superior directo. Freejar estaba ocupado con papeleo y cuando oyó llamar a la puerta contestó con un desganado.



- Adelante...

           

            Saludando como era de rigor, Leval le preguntó.



-¿Da su permiso?

- Pasa. - Le indicó su jefe con un cansino ademán para querer saber de inmediato según encendía uno de sus puros. - ¿Qué tripa se te ha roto?

- Verá. - Le explicó el muchacho ya en posición de descanso. - Quería pedirle el día libre para mañana.

-¿Para qué?- Inquirió Freejar, que desde luego, ya estaba al corriente de ello, pero le encantaba tomarle el pelo a ese chico. -

- Me caso, señor. - Le informó éste. -

- Allá tú. - Respondió su superior con aparente indiferencia. – Yo no he aprobado ninguna misión suicida.



            Hubo un embarazoso momento de silencio hasta que Leval añadió.



- Entonces, ¿tengo el día libre?



            Freejar levantó la vista y lanzó una bocanada de humo que el chico apartó algo disimuladamente. El avezado oficial sonrió levemente y replicó diríase que con tonillo de divertido retintín.



-¡Claro que tienes el día libre, pazguato! No hace falta que te asigne ninguna misión, ya te vas a liar bien tú solito en una que es casi imposible. Y aprovéchate bien de mañana, porque será el último día libre que tengas.



            El chico se quedó atónito. ¿A qué demonios jugaba el mayor ahora?



-¡Cómo que el último!- . Exclamó sin comprender para añadir después presa de aquella confusión. -Después tendré que solicitar más para la Luna de Miel.



Esta vez Freejar no pudo evitar la risa, y ante la cara de pasmo de Leval movió la cabeza para responder divertido.



- ¡Eres más corto de entendederas que el alcance de una sonda tipo h-2! ¿Cómo va a ser el último permiso que te doy? La que se encargará a partir de ahora de controlarte será tu mujer. Créeme. Te vas a reír del código de disciplina militar comparado con el que ella instaurará en tu casa. ¡Anda chaval!, ve a dormir y descansa que te hará falta. ¡Y enhorabuena, o eso creo! - Remachó con aquel tono entre  irónico y entrañable que había logrado granjearse el afecto del chico. -

-Gracias, señor. – Dijo el muchacho dándose cuenta de que esa era la enésima tomadura de pelo a la que le sometía su superior.- ¿Qué tal está usted? ¿Pudo hablar ya con su familia?- Se interesó sinceramente él. –



Su jefa de escuadrilla le miró ahora con una amplia sonrisa, pero no de esas sarcásticas que solía esbozar, ésta era de una alegría genuina, más cuando respondió de buen talante.



-Sí, gracias por preguntar, chaval. He visto a Elise y a mis niños, Sally y Jake. ¡Cómo han crecido los muy pillastres! En fin, ya verás cuando tengáis hijos. No te habrás dado cuenta y se estarán marchando de tu lado.



Y como Leval le observaba con simpatía, escuchando atentamente, el mayor enseguida se rehízo y con su socarronería habitual le espetó.



-¿Por qué me miras así, alelado? ¿No te habrás enamorado de mí ahora?  Mira que ya tienes una boda que preparar.

-No, señor. Bueno sí. Me refiero a que…- Pudo replicar el chico aturullado y como de costumbre tomado por sorpresa ante tal aseveración para tratar de salir de aquello al solicitar. - ¿Puedo retirarme? Tengo que preparar muchas cosas.

-Anda, lárgate de una vez – rezongó su jefe, como de costumbre sobreactuando. –

-Gracias, señor. Por cierto, está usted invitado a la ceremonia y por supuesto al banquete. Si pueden venir le rogaría que trajese a su familia.



El mayor le agradeció el gesto, aunque suspiró diciendo.



-No creo que ellos puedan venir a tiempo, gracias de todos modos. Aunque no te apures, puedes contar conmigo para arrastrarte al altar si recuperas el buen juicio y tienes ganas de escaparte.



Leval asintió con una sonrisa y salió del despacho. Freejar sonrió también moviendo su cabeza divertido. Por supuesto tenía previsto darle ese día libre y a instancias del propio contraalmirante, un permiso posterior de quince días. Además, le había tomado afecto  al chico y él se ocupó de solicitarlo todo con antelación. Por su parte, su subordinado agradeció esas palabras en lo que valían. En el fondo el mayor era un gran tipo y también le apreciaba mucho. Eso pensaba en tanto se alejaba en busca de su prometida. Pero para él, Amatista y el resto de los tripulantes, había algo también muy urgente que resultaba inaplazable, la Terraformación del planeta.



-Ya nos queda muy poco para culminar todos nuestros sueños.- Se decía el chico.-



            Por su parte, Ginger aguardaba que sus padres y su hermano llegasen, pero lo harían en la lanzadera de dentro de unos días. Aunque durante ese tiempo tendría cosas en las que ocuparse. Atendía nuevamente su negocio y fue muy feliz cuando Amatista se pasó a verla y le entregó en mano una invitación de boda. Una morena, alta y guapa joven iba con ella, la recordaba bien, era Sandy.



-Nos hemos acercado en un momento que teníamos libre para darte esto.- Le sonrió Amatista al entregarle la invitación mientras le explicaba.- Vamos a estar muy liadas durante este tiempo y no nos podremos ver mucho.

-Te lo agradezco muchísimo.- Sonrió Ginger añadiendo con afecto.- Enhorabuena. Os deseo toda la felicidad del mundo, os la merecéis.

-Muchas gracias.- Sonrió su interlocutora.-

-Por cierto. A ver si te animas a que hagamos una tarta, a ser posible muy grande, para la boda de Amatista. Le dije que ese sería mi regalo para ella y su prometido. Pero me vendría bien un poco de ayuda. - Le comentó la camarera a Sandy que se sonrió.-

-No es mala idea.- Convino la morena científica.- ¿Te gustaría?- Quiso saber ahora mirando a su compañera.-

-Me encantaría. - Afirmó la aludida.- A Leval y a mí nos gustaría mucho…



            Ginger iba a decir algo aunque en ese instante alguien interrumpió la conversación. Una mujer, un hombre y un chico joven, quizás de la edad de ella. Fue la mujer de pelo oscuro algo encanecido ya, con una expresión de tristeza pero al tiempo esperanzado, la que preguntó.



-¿Está aquí la señorita Ginger Reinosa?

-Soy yo. - Se identificó ella para preguntar, observándoles con extrañeza.- ¿En qué puedo ayudarles?

-¿Conociste a mi hijo, verdad?- le inquirió esa mujer tomando las manos de la muchacha entre las suyas para aclarar dejando petrificadas a la joven y a sus acompañantes.-Se llamaba Michael, era un muchacho moreno, muy bueno. Escribió en su diario sobre ti. Decía que eras una chica magnífica. Que os conocisteis en clase de kárate…

-Sí…bueno…es cierto…- Fue lo único que pudo componer la envarada muchacha.-

-¿Y ustedes conocieron también a mi Mike?- Inquirió aquella pobre mujer, haciendo que sus interlocutoras desviasen la mirada, realmente incomodadas por aquello.- Seguro que eran amigas suyas.

-Sí, le conocimos.- Fue capaz de replicar Amatista mirando hacia Sandy que tenía su misma expresión de circunstancias.- Me acuerdo que defendió a Ginger una vez, ¿no es cierto, Gin?...

-Es verdad.- Convino la muchacha recordando ese incidente en la clase de kárate. Aliviada de poder decir con sinceridad algo bueno sobre él.- Fue muy valiente.

-Sí, eso nos dijeron las autoridades, que murió defendiendo a una chica de uno de esos malditos monstruos que invadieron la nave.- Sollozó la mujer espetando con rabia.- ¡Asesinos!



            Sandy se quedó helada. Ese monstruo al que hacía referencia aquella infeliz fue ella misma cuando adoptó sus rasgos demoniacos para asustar a ese tipo. Aunque aquello escapó a su control y él huyó siendo abatido por el enemigo. Quizás desde la lejanía alguien pudo verlo y malinterpretar lo sucedido. Pero cómo explicarle eso a la madre de ese traidor. Por malas que fueran las acciones de aquel chico, al final, su familia nada sabía o tenía que ver con ello. Entonces fue cuando el joven, que se identificó como su hermano, declaró.



-Por lo menos, contribuyó a la defensa de esta nave. Eso es algo que nunca se podrá olvidar. Se ha convertido en alguien importante mamá, en un héroe. Siempre le recordarán.



            La propia Ginger se quedó atónita al pensar en esas palabras que Michael le dijera. Eso le prometieron aquellos extraños invasores, ser alguien importante y quedar en la historia. Por desgracia para él esa promesa se había cumplido de esta forma tan trágica.



-Nosotras tenemos que irnos.- Musitó una envarada Amatista con el asentimiento de una no menos violenta Sandy.- Lamentamos mucho su pérdida. Y tú Ginger, ya sabes, te espero.

-Gracias, chicas. Nos vemos pues…



            Y tras departir un poco con esa pobre familia, la joven les vio marchar de su cafetería, al menos reconfortados por esa falsa versión. Ginger a duras penas trató de no llorar afanándose en seguir con sus obligaciones. Por otra parte, Sandy estaba pálida y su amiga lo notó enseguida. En una zona apartada del parque, camino a casa, la tomó suavemente por los hombros y le dijo con afecto.



-Deja de pensar eso. Sé que te sientes culpable. No lo fuiste, él se lo buscó…

-Es la historia de mi vida. - Sollozó su interlocutora mirando hacia el suelo.- Ya ves lo que parece.

-Yo sé lo que sucedió en realidad. Porque lo vi. Y Ginger también. Tú fuiste muy valiente y salvaste muchas vidas. No dejes que esto te haga retraerte otra vez. ¿Me oyes? Eres mi amiga y te aprecio muchísimo. Todos te queremos.- Replicó enérgicamente su contertulia que sentenció.- Y siempre te apoyaré contra quién sea que diga algo malo sobre ti.

-Gracias, Amatista.- Sonrió Sandy sintiéndose ahora mucho mejor.- De veras que tus palabras significan mucho para mí…no sabes cuánto.



            La joven sabía que esa muchacha era totalmente sincera y que estaba de su parte. Eso la reconfortaba. Al menos ahora las cosas eran distintas. Había hecho unos amigos realmente magníficos y que la apoyarían de forma incondicional, conociendo incluso su secreto. Por su parte, Amatista la abrazó tratando de disipar esa tensión, al tiempo que comentaba en un intento por recobrar la jovialidad.



-Y más ahora que Gin y tú nos vais a hacer a Leval y a mí esa estupenda tarta…



Al fin logró que su compañera volviera a sonreír.



-Ya salió la interesada.- Pudo decir Sandy, con tono agradecido y jovial.-

-¡Ya me conoces!- Se rio la francesa.- No me puedo resistir a los dulces.

-Pues te prometo que a la tarta que os haremos Gin y yo desde luego que no te resistirás. Aunque con lo que zampas tendrás que arreglarte el traje de bodas para no romper las costuras. ¡Que te conozco, monina!

-¿Me estás llamando tragona?- Inquirió jocosamente su interlocutora en tanto la achuchaba con afecto.-



Sandy se rio, sin ser capaz de contestar más que con un asentimiento. Su amiga no pudo evitar las carcajadas a su vez. Lo cierto es que, esa morena científica era bastante más agradable y simpática cuando se la conocía.



-La pobre ha debido de sufrir muchísimo para amargarse tanto hasta que hemos llegado a ser amigas.- Pensaba Amatista.- La comprendo, y no permitiré que nadie la juzgue únicamente por su aspecto cuando se transforma. Esta claro que las apariencias engañan.



De este modo volvieron al laboratorio a reunirse con sus compañeras. Saludaron a Penélope que estaba revisando unos test y a Satory que se mantenía muy ocupada con los últimos cálculos y comprobaciones.



-¿Qué tal vais?- Quiso saber Amatista.-

-Todo va perfectamente. Las pruebas preliminares han resultado todo un éxito.- Respondió su jefa.-

-Estupendo. – Declaró Sandy.- Ahora vamos a echaros una mano. Tenemos que estar listas para el gran momento.

-Sí, es cierto. Pongámonos a ello. ¿Y tú que tal?- Le preguntó Amatista a Satory.-



 Aunque veía que su amiga estaba feliz y con un aire soñador, Mazoui vendría a buscarla un poco después.



-Primero he quedado con mi padre.- Le contó su ilusionada amiga.-



Y es que también estaba llena de alegría por su propio reencuentro familiar. Por ello se dieron buena maña en concluir con las pruebas y revisiones que les quedaban por ese día y al terminar salieron deseosas de verse con sus seres queridos. Satory fue directa a ver a su padre.  Aun se acordaba de unas pocas horas antes.



-Me dio la mejor sorpresa de mi vida.- Se decía la chica llena de alegría.-



 Ian Masters, el hombre más rico del mundo, tan avezado en negocios y con tantas aventuras a sus espaldas, lloró como un niño cuando volvió a ver a su hija. Declaró que ese momento no podría pagarlo ni con mil veces su fortuna. Satory se emocionó también, sabía que su padre hablaba en serio. Masters llegó finalmente a la nave y lo primero que hizo fue pasar por el laboratorio para ver a su hija. Comentó quién era, aunque solamente en referencia a su paternidad, con alguna de las compañeras de Satory quienes, muy gentilmente y pese a estar bastante ocupadas, le indicaron donde estaba. Cuando el millonario entró a la sala donde la chica estaba la observó enfrascada en sus cálculos sin que ella se diera cuenta y se sintió muy orgulloso. Su niña era ya toda una mujer. Estaba muy claro que se había hecho fuerte e independiente y  sabía cuidar de sí misma muy bien. Se acercó en silencio y le tocó en un hombro con suavidad. Satory no se volvió al principio tomándole por alguna compañera y se limitó a contestar, tomándole por su morena compañera.



-Espera, Sandy, tengo que acabar estos cálculos.



Masters no dijo nada y solamente sonrió, aguardó hasta que su hija terminó y pudo girarse, entonces al verle, llena de felicidad, se abalanzó al cuello de su padre y le besó repetidas veces.



-¡Papá, papá! – no dejaba de repetir entre sollozos. –

-¡Cariño! Soy muy feliz.- Pudo replicar él visiblemente emocionado. -



Tardaron unos segundos largos en dar rienda suelta a las expresiones de afecto y una vez hecho esto, Satory salió de allí para no molestar a las demás que habían presenciado esas escenas, conmovidas. En especial Sandy, que recordaba a su propio padre y sólo deseaba poderle abrazar de nuevo. Pero tanto ella como las demás volvieron a su trabajo mientras su compañera charlaba con su padre en el exterior.



- Papá. ¿No te has acostado? - Le preguntó  observando su aspecto algo cansado. -

- No, hija. – Respondió Masters, aun con visible emoción. - Acabo de llegar y no podía dormir, no... Antes  quería verte un rato, si no estás muy ocupada.

- Enseguida termino.- Respondió ella. - Ahora nos vamos a tomar algo a la cafetería antes de que cierren, yo invito...

- Hija, ¡puedo comprarte la cafetería si quieres para que la tengas abierta a todas horas! - le ofreció jovialmente su padre. -

-¡Ay, papá! - rio Satory ante la cara de sorpresa de éste. - Sigues siendo el mismo de siempre. Déjame invitarte por esta ocasión ¿vale? Otro día me la compras.

- Como tú quieras - concedió Masters mirando a su hija con la expresión de un padre lleno de orgullo para afirmar. - Satory, has cambiado tanto, te veo tan desenvuelta y tan independiente, ya no necesitas a tu viejo padre...

- Eso es gracias a mis magníficos amigos y a que estoy enamorada, pero siempre te necesitaré, papá. - Le aseguró afectuosamente la muchacha. –

-¿Enamorada?- Inquirió el magnate.-



             Entonces ella se ocupó de solucionar un par de cosas en el laboratorio y cumplió con su promesa. En cuanto salió se encaminó a buscarle. Masters estaba alojado en una de las mejores partes de la nave. En cuanto su hija le llamó salió enseguida de ese apartamento de lujo. Tras abrazarse con mucho cariño, el multimillonario le dijo.



-Bueno, aquí eres tú la que sabe a donde ir.

-Te voy a llevar a un sitio estupendo. Donde solemos quedar todos a tomar café.- Sonrió la chica.-



            Guió a su padre a la cafetería donde trabajaba Ginger. Antes de entrar, Satory se limitó a pedirle con una sonrisa.



-No digas que eres millonario ni se te ocurra hacer ofertas para comprar el local.



            El interpelado levantó una mano como si fuese a jurar sobre la Biblia y sonriendo a su vez, asintió para responder.



-Prometido.



            Así pues entraron. Esa tarde era la propia Ginger quien estaba allí. Tras haberse despedido de su familia en una de las conversaciones que mantuvieron por video conferencia. Ella alegó tener que dejarles para ir a trabajar. Sus padres eran personas muy laboriosas y no objetaron nada. Para ellos esa era una obligación. Aunque la joven suspiraba intranquila.



-De momento, por el vídeo no pueden verme lo suficiente como para darse cuenta.- Pensaba. – Pero cuando lleguen lo notarán.



            Se miró esas prótesis que ahora camuflaba bajo un pantalón largo. Y pese a que la terapia y el tratamiento del doctor Ginga parecían estar funcionando, no lo harían del todo antes de la llegada de su familia.



-Hola Gin.- Escuchó tras de sí.-



            La voz de una joven de las Fairy Five, que venía acompañada de un hombre maduro, la sacó de esos pensamientos y sonrió.



-Hola.- Respondió con amabilidad.-

-Vengo con mi padre, le he dicho que pones los mejores cafés y las tartas más deliciosas de la nave.- Afirmó la chica que no era otra sino Satory.-

-Me lo ha puesto difícil.- Comentó afablemente Ginger.- Haremos lo posible por no defraudarles. ¿Qué desean tomar?

-Dos cafés con leche y trae dos porciones de tarta de esa que habéis inventado Sandy y tú.- Replicó jovialmente su interlocutora.-



            Ginger asintió, alejándose despacio, con sus prótesis podía caminar pero sin apresurarse. Ian enseguida lo notó.



-A esa chica le pasa algo.- Le susurró a su hija.-

-Sí, pobre Gin, perdió las dos piernas durante los ataques.- Le comentó a su perplejo y horrorizado padre.- Los dueños de este establecimiento se contaron entre las víctimas. De forma provisional ella lo está dirigiendo ahora.

-Parece que está haciendo un buen trabajo.- Observó el multimillonario al ver más gente acudiendo a esa cafetería.- Me recuerda a ti.- Comentó con agrado.-



            Satory se sonrió, además de ser rubias las dos, Ginger era algo más bajita y tenía los ojos castaños. ¿O eran azules? No recordaba bien ese detalle. Pero su padre prosiguió alabándola a ella con la excusa de elogiar a esa pobre chica.



-Parece valiente y decidida. Si puedo ayudarla en algo…

-Por ahora, vamos a tomar la tarta, y si te gusta, ya lo hablaremos con ella otro día.- Le respondió Satory.-



            No quería que su padre ejerciera de empresario, al contrario, deseaba unos momentos a solas con él, como familia. Ian dio muestras de comprenderlo y cuando Clarisa, la compañera de Ginger, les trajo los cafés y las tartas los degustaron charlando de todo lo que había acontecido en aquella nave. Empezando por Mazoui. Satory le contó a su padre lo magnífico que era y todas las condecoraciones al mérito que había conseguido. Pero, sobre todo, le explicó como ambos habían congeniado, lo mucho que tenían en común y lo sensible y bueno que aquel chico había demostrado ser. Masters le recordó enseguida, era ese oficial que habían seleccionado para embarcarlo por sus excelentes condiciones. Pertenecía a la familia de los amigos de Diamante, Esmeralda, Roy y los demás. Satory no podría querer a nadie mejor. Estaba feliz por sí mismo y por su hija, que lo era todo para él y según la escuchaba hablar recordaba a su vez cuando él mismo se enamoró de Jenny, la madre de Satory, y de cómo su hija se parecía a ella, no solamente en su belleza, sino en sus gestos de entusiasmo y en aquella jovialidad repleta de optimismo para superar la adversidad que parecía haber adquirido en ese viaje.



-Entonces, cariño…¿eres feliz?.- Le preguntó el millonario.-

-Sí, papá, muy feliz. - Admitió ella declarando ahora con un tono más serio.- A pesar de que las cosas a veces se pusieron muy difíciles y tuvimos que luchar y trabajar mucho. Pero, por eso mismo, ahora todo es maravilloso. Han sido precisamente todas las penalidades por las que hemos tenido que pasar las que han hecho que nos hayamos convertido en una gran familia.



            Y su padre asintió, convencido de que su hija era totalmente sincera y tenía razón. Casi al mismo tiempo Mazoui también tuvo la ocasión de abrazar al fin a sus padres y a su hermana. Hablaron con más detalle y él les acabó de contar lo ocurrido la noche anterior con Satory, igualmente quiso presentarle a Sandy a su madre. Tuvieron que esperar a que la chica terminase su turno. Satory no estaba, al terminar se había ido con su padre. Fue una lástima puesto que no coincidieron, así que fueron con Sandy a tomar algo. Charlando con Karaberasu a la chica le pareció una ocasión de poder hablar con una segunda madre. Ella la entendía perfectamente en todo lo que le contaba.



-Lo sé.- Asentía Kalie cuando esa joven, en un aparte entre ambas, le explicaba algunas de sus vivencias.- No sabías cómo enfrentarte a ello. Ni te atrevías a confiar en nadie que no fuera tu padre. La mayor parte de la gente no puede comprenderlo. Únicamente vislumbran tu apariencia. Pasé por lo mismo con mi hijo. Y sufrí cuando nadie me creía. Cuando nació, y mostró esas señales de su origen, yo me desesperé. Pedí ayuda, pero no me hicieron caso. Todo lo más me consideraban una loca. Aunque al fin, tanto Dorothy, la mujer que me acogió, como el padre O´ Brian, el tío de mi esposo, vieron la verdad. Fueron mi familia. Por eso te digo que nunca se sabe dónde tendrás a alguien que te acepte y te quiera tal y como eres. No debes perder la esperanza.

-Ya no.- Sonrió Sandy.- Ahora, precisamente su hijo y sus amigos me aceptan. Aunque, bueno. No le he dicho nada a Satory todavía…

-Entiendo.- Asintió Karaberasu afirmando con voz queda.- Eso es porque ella no sabe aún como es Mazoui, ¿verdad?



            La muchacha se lo corroboró con la mirada. Al fin declaró.



-No me corresponde a mí meterme en eso.

-Es cierto, mi hijo tendrá que decírselo a su debido tiempo. Pero seguro que podrá contar con tu ayuda si la necesitara.- Afirmó Kalie.-



Sandy asintió. ¡Claro que haría todo cuanto estuviese en su mano por ayudar! Y se sentía aliviada y feliz. Podía al fin desvelar su secreto a otra mujer que lo comprendía perfectamente, e incluso había compartido sus miedos, sus dudas, sus esperanzas. Todo aquello que le decía le era totalmente familiar y parecía que las dos se conociesen de toda la vida. A su vez, Karaberasu pensó que también esa chica habría sido perfecta para su hijo. Pero ya se sabe, es el amor el que elige...No obstante, no se privó de asegurarla con patente cariño.



-Sandy, desde ahora te considero como a otra hija más. Siempre que necesites hablar con alguien o tengas algún problema acude a mí sin dudar. Nunca podré ser como tu madre, pero al menos podré hacerme cargo de cómo te sientes.



La muchacha no pudo evitar emocionarse para apenas poder replicar con lágrimas en los ojos.



-Muchas gracias, señora O’ Brian. Significa muchísimo para mí.

-Llámame Karaberasu o Kalie, querida. – Le pidió su interlocutora tomándola de las manos con afecto para rematar.- Soy yo la que te está muy agradecida. Has sido una gran amiga para mi hijo y le has ayudado mucho.

- Él también me ha ayudado a mí.- Admitió la joven.-

- Pues ahora ya lo sabes. Nunca volverás a sentirte sola. – Le sonrió animosamente Kalie haciendo que el rostro de la chica se iluminase.- Tienes una familia.



            De hecho, era lo mismo que Amatista le dijese. Ahora veía que era cierto. Aquellas magníficas personas la habían prácticamente adoptado y se sintió muy feliz. Lo único en que pensaba ahora con una mezcla de ansiedad, inquietud y nostalgia era en…



-Papá. ¡Tengo tantas ganas de volverte a ver!

           

            Y en tanto los reencuentros proseguían. Además de todos los parientes directos de los muchachos, también Petz, Zafiro, Tom y Cooan, con sus respectivos hijos estaban en la nave. En cuanto pudieron saludaron  a los chicos y se contaron muchas cosas. Petz caminaba recorriendo aquella ciudad en la que su difunto hijo había paseado y vivido sus últimos meses. A veces cerraba los ojos tratando de imaginárselo allí, en algún permiso, con esa chica, Nehie. La recordó ahora tras tanto tiempo, cuando durante el funeral ella se le acercó y le entregó un pequeño disco.



-Al menos sé que fuiste feliz, cariño.- Suspiró la mujer al rememorar aquello.-



            Todavía en estado de ensoñación, tras haber recibido la bandera y esas condecoraciones póstumas, ella estaba recordando la última conversación que tuvo con su hijo en el Cielo. Entonces Petz vio acercarse a esa chica. Alta, de largo cabello moreno. Flaqueada por dos escoltas a los que detuvo con un gesto de su mano. Tras unos instantes de silencio, esa joven se presentó tímidamente.



-Perdone que la turbe en estos momentos, señora Lassart. Permítame que me presente. Me llamo Neherenia Moonlight, soy la reina de la Luna Nueva. Solamente quería darle algo que quiero que tenga.



            Sin que Petz pudiera decir nada esa chica sacó un pequeño disco dorado y se lo puso en las manos, entre tanto la joven le confesó entre lágrimas.



-Yo le quise y él me quiso a mí. Hubiera deseado estar siempre a su lado, pero el poco tiempo que compartimos será algo que jamás olvidaré. Aquí van unas canciones que él me cantó. Me gustaría que las tenga usted.

-Gracias, es usted muy amable, Majestad. – Musitó ella también con los ojos llorosos.-

-Se lo suplico, aquí solamente quiero ser Neherenia Moonlight. Una estudiante de magisterio. – Le respondió la emocionada joven.- Fue esa chica quién se enamoró de su hijo. Y no una reina. No siga el protocolo, por favor.

-Lo que desees, querida. Veo que realmente te ha dolido mucho su pérdida.- Repuso Petz aunque esbozando una sonrisa animosa le desveló a la muchacha. – Pero no sufras. Ahora él está en un sitio mucho mejor. Donde será eternamente feliz.

-Lo sé. - Le confesó Neherenia para sorpresa de su interlocutora, más cuando le contó. – Vino a despedirse de mí. Yo… siempre le amaré. Era un chico maravilloso. Pueden estar muy orgullosos de él.

-Lo estamos. Muchas gracias por este gesto tan hermoso.  Te aseguro que lo aprecio en lo que vale. Si alguna vez deseas que nos veamos y te cuente cosas de mi hijo, estaré encantada.- Se ofreció.-

- ¡Sería maravilloso! - Pudo replicar la muchacha con visible emoción.- Cuente siempre conmigo, y si algún día desea visitar mi reino será muy bienvenida, usted y su familia.

- Lo recordaré. Ahora vive tu vida y sé feliz, querida - le deseó Petz. – Eso es lo que a él le hubiera gustado.



Se acordaba perfectamente de esa agradecida sonrisa de Neherenia con los ojos llorosos por la emoción  cuando la mano derecha de su esposo sobre su hombro izquierdo la sacó de aquellos recuerdos. Zafiro le preguntó, aunque imaginase ya la respuesta.



-¿En qué pensabas, cariño? Estabas muy callada.

-Sé que nuestro hijo fue muy feliz aquí. - Le dijo ella casi con un susurro. –

-Es un bonito lugar. – Pudo decir Coraíon, uniéndose a sus padres. –

-Pues recorrámoslo juntos, en memoria de Granate. Así podremos hacernos una idea de lo que él vivió aquí.- Les propuso Zafiro.-



Y los tres prosiguieron con su paseo. Tanto Cooan y Tom como sus hijos estaban allí también, sentados ellos en una cafetería a unos cientos de metros de distancia de sus parientes. Alan observaba todo con la boca abierta.



-¡Este lugar es increíble! Es como si estuviéramos en la misma Tierra.

-Sí.- Convino Lance, afirmando con un tono bastante profesional. – Ha resultado ser una muy buena inversión. Pese a su coste. Ahora, con este nuevo mundo descubierto, si todo sale bien, la raza humana va a tener unas perspectivas de futuro mucho mejores.

-Yo pienso en el sacrificio de los que tuvieron que morir para llegar a esto. – Terció Idina con la voz queda, agregando con pesar. – Como nuestro primo Granate.

-Hija.- Le susurró cariñosamente Cooan pasándole un brazo por los hombros. – No te tortures más con eso.

-Le pedí a Nehie que nos acompañase pero no la pude convencer.- Repuso Idina casi con un hilo de voz, para explicar a su familia con tristeza. -  Todavía le duele pensar en ello, no me lo quiso reconocer. Pero sé que el haber estado aquí, donde pasó esos días tan maravillosos con él, le habría hecho mucho daño. Eso de que tenía muchos asuntos pendientes en su reino fue la primera excusa que debió de ingeniar.

-Hermanita. – Replicó Lance con tono suave pero bastante seguro. – No dudo de su dolor. Sin embargo, ten en cuenta que tu amiga Nehie es una reina con muchas cosas que atender. Puede que sea cierto lo que dices, pero te aseguro que no estará ociosa en la Luna.

-Hijos. Dejemos eso ahora. – Les pidió Tom tratando de animar aquello. – Lo que cuenta en este momento es que nos hemos podido reunir con nuestros seres queridos a los que creíamos perdidos. Es hora de celebrar, no de sufrir.

-Tienes razón, papá.- Afirmó Idina tratando de alegrar su semblante. -



Y la conversación giró hacia derroteros mucho más agradables, estaban impacientes por ver a sus parientes y amigos. Tras un rato más se marcharon en su busca. Aunque Lance se excusó puesto que deseaba ver algunas de las instalaciones con más detenimiento. Quedó con sus padres y hermanos en un punto de la nave para más tarde…



-Tengo también muchos asuntos que atender, creo que las cosas se han descontrolado demasiado y entre eso, y lo que nos aguarda, no dispondré de demasiado tiempo.- Se dijo el joven.-



            En la Luna Nueva, Neherenia recordaba a su vez la conversación con su amiga Idina. Ésta le informó que iría al asteroide y le propuso acompañarla, pero ella se negó.



-Será muy bonito, todos estaremos allí. Me gustaría que vinieras.- Le pidió su amiga tratando de persuadirla.-

-Y a mí me gustaría ir, de verdad.- Repuso la soberana quien, sin embargo, objetó.- Pero desde que sufrimos aquel ataque he estado ocupadísima supervisando la reconstrucción de todo lo dañado, reforzando nuestras defensas y atendiendo al resto de mis obligaciones. Tengo apalabradas varias visitas a regiones de mi reino desde hace meses.

-Entiendo.- Suspiró Idina con expresión alicaída, pero enseguida quiso animarla para decir con mejor talante.- En cuanto regrese trataré de ir a verte a la Luna. O cuando volvamos a la Golden, entonces te contaré todo lo que ocurra.

-Gracias, dales recuerdos de mi parte a todos.- Le pidió Nehie.- En especial a tus padres y a los señores Lassart.



Su amiga asintió y despidió la comunicación. La soberana suspiró. Era verdad que tenía unas visitas a las nuevas zonas habitadas y a las cúpulas reconstruidas que no podía aplazar. Empero, aquello no era del todo cierto. La soberana meditaba en sus estancias.



-Perdóname, amiga mía. Pero no tengo valor para ir.- Pensaba con el semblante entristecido.- Estar allí será recordarle a él y eso duele, duele mucho…necesito algo de tiempo, para que la herida pueda sanar. O al menos cicatrizarse… Granate, mi amor.- Susurró con emoción, mirándose en su gran espejo de cuerpo entero.-  Tú me comprendes, ¿verdad?



            Y así se quedó, meditando tras unos instantes y hablando con su reflejo, como si este fuese su amor perdido. Aunque por suerte una visita de Chibiusa y las amazonas le hizo aquellos momentos más llevaderos. Desde luego la princesa de la Luna Blanca no ignoraba el pesar y la amargura que todavía atenazaban el corazón de su amiga. El inefable Caballero Gillard de la Lune, aposentador real y canciller, las anunció con su melifluo tono habitual.



-Majestad. Tenéis visita, su alteza la princesa Chiba y sus ladies guardianas.



            Neherenia asintió, sentada en su trono había terminado unas audiencias. Enseguida vio entrar a sus amigas y sonrió. Tras cumplimentar el protocolo fueron como siempre a las estancias privadas de la soberana. Allí Chibiusa le contó.



-Vamos a ir en breve al asteroide. Queremos visitar a nuestros amigos y hemos recibido invitaciones de Leval y Amatista, los hijos de Bertie, Roy, Diamante y Esmeralda. ¡Van a casarse!

-Lo sé.- Musitó ella.-

-¡Una boda, que guay! – Exclamó entonces Para- Para.-

-Todavía me acuerdo de las bodas de sus padres, y ahora se casan los hijos.- Comentó Jun-jun.-

-Sí, hay que ver cómo pasa el tiempo.- Suspiró Ves - Ves.-

-Será bonito ir.- Remachó Cere- Cere.-

-Yo no podré asistir.- Repuso Nehie dejándola a todas atónitas.-

-¿Por qué no?- Sonrió Chibiusa.- Lo ibas a pasar muy bien…



            Su amiga iba a replicar aduciendo su apretada agenda pero, ante la mujer que la conocía desde que era una niña y se había ocupado de instruirla en gran parte de todos sus deberes y obligaciones, eso carecía de sentido. Apenas si pudo añadir tratando de no sollozar.



-No podría. Todavía no…Lo siento. No estoy preparada…



            Las asteroides bajaron la cabeza apenadas por esa joven. Sin embargo, ninguna dijo nada. Fue su princesa la que declaró con un tono lleno de afecto.



-Lo comprendemos perfectamente. Pero Nehie, tienes que superarlo. Algún día lo harás, estoy segura. Mira. También mis padres y las princesas planetarias van a ir. Aunque se quedarán por poco tiempo. Luego debemos atender otros asuntos…



Su contertulia asintió. Después cambiaron de tema y las asteroides como siempre lograron hacerla reír con sus comentarios. Con ellas al menos Nehie pudo distraerse y dejar a un lado aquello. Además de charlar de otros asuntos importantes para el futuro. De vuelta a casa Chibiusa informó a sus padres de lo sucedido. Endimión se mesó la barbilla con talante pensativo en tanto comentaba.



-Lo siento mucho por Neherenia. Pero me preocupa que recaiga.

-Es fuerte, lo superará.- Afirmó Chibiusa convencida.-

-No podemos correr ese riesgo, hija mía.- Terció Serenity sentenciando con gravedad.- Debemos tomar todas las medidas necesarias.

-¿Qué pasa entonces con la alternativa?- Quiso saber la muchacha.-

-¿Le vistes allí?- Inquirió Endimión.-

-Creo que estaba con Seren en la Tierra, iba a verla para que ella le diera algunos mensajes para sus padres. Por lo que puede averiguar tenía planeado viajar a su planeta para darles cuenta a sus soberanos. - Replicó la joven princesa que añadió.- No, no pude verle.

-No pasa nada. Sé con quién tengo que hablar.- Declaró Serenity.- Le pediré que se encargue de ciertas cosas.

-En cuanto a la boda de los hijos de nuestros amigos.- Inquirió Chibiusa.- ¿Qué vais a hacer?

-Asistir, por supuesto.- Sonrió ahora su madre, con mucha mayor jovialidad, al recordar.- Tomé a Amatista como mi ahijada. No estaría bien faltar a su boda siendo su madrina.

-Aunque será un viaje muy rápido. El tiempo de presenciar la ceremonia, asegurarnos de que todo marcha bien, y regresar. Ya lo sabes.- Le recordó Endimión.-

-Entonces, ¿debo dar órdenes a las asteroides de que lo preparen todo?- Consultó la muchacha.-



 Sus padres asistieron y ella, tras solicitar permiso y serle concedido se retiró. Fue entonces cuando Endimión le comentó a su esposa.



-Por ahora todo se desarrolla acorde a como debe ser. Al menos, eso parece.

-Así es, pero siempre hay sorpresas, cosas que se salen del guion preestablecido o imprevistos que ignoramos. Por esa razón tendremos que estar alerta hasta el final.- Sentenció ella.-



Su marido convino en ello. Llegó el momento y en el asteroide finalmente se juntaron, Amatista con Kerria, Idina, Katherine y Satory, además de Sandy y Penélope. Ésta última habló asimismo con su familia y por primera vez en mucho tiempo rio y lloró presa de una emoción desbordada. Sobre todo cuando estos se presentaron en la nave y pudieron abrazarse durante largo rato. Ella después les enseñó el laboratorio y todo su trabajo allí.



-Hermanita, eres un genio. ¿No te lo había dicho nunca?- Comentó su hermano menor.-

-Tú tampoco lo has hecho nada mal, por lo que me han contado.- Sonreía ella.-

-Sí, tu hermano ha llevado muy bien el negocio durante este tiempo. Y tú has hecho un gran trabajo aquí.- Declaró el señor Winters que admitió sin reparos.- Debo reconocer que tenías razón cuando desde niña deseabas ser científica.



            Penélope se abrazó a su padre con visible emoción, esa era la mejor recompensa del mundo, Richard Winters era tan cabezota como ella misma y que se decidiese a admitir un error era casi impensable. Aunque la madre de la científica tercio enseguida también conmovida y entre sollozos.



-Cuando creímos que la nave se había perdido fue terrible. Llegamos a creer que no volveríamos a verte. Pero tu padre no. Siempre dijo que eras tan testaruda como él y que te las ingeniarías con esa mente tan brillante que tienes para volver. Y mírale, no se equivocaba.

-No estuve sola, mamá.- Repuso la chica con idéntica emoción.- He hecho grandes amigos de entre mis compañeros, juntos lo hemos logrado. Y ahora estamos a punto del éxito final.

-Una cosa más.- Le dijo su hermano.- Tu profesor, ese Tomoe, nos envió saludos. Él no podía acudir, estaba muy ocupado, pero dijo que confiaba en que todo iba a ir bien. Comentó que estando tú al cargo de todo tenía todas sus esperanzas puestas en el éxito.

-Gracias.- Pudo decir Penélope que añadió ya más jovialmente.- Y todavía tenéis que conocer a mi…

Aunque aquí se calló durante unos instantes no sabiendo como proseguir hasta que fue su hermano el que dijo con jocosa incredulidad.



-¿No me digas que hasta te has echado novio?



            Y pese a que la chica en un primer momento no respondió finalmente acabó por reconocerlo asintiendo con una sonrisa.



-¡Tengo ganas de conocer al chico que ha logrado eso! - Se rio su padre, junto al resto de la familia e incluso la propia Penélope.- Debe ser realmente especial.



Así prosiguieron un rato más entre risas y buenos momentos hasta que la muchacha tuvo que volver a trabajar. Después de terminar se unió a sus amigas y a las familiares de éstas para planear los festejos. Entre todas intercambiaron todo tipo de opiniones sobre los chicos. Lo cierto es que no podrían celebrar esas despedidas de soltera o de soltero al uso debido a la gran agitación por los preparativos de la terraformación. Pero ¡qué se le iba a hacer! Eran felices solamente con volver a estar juntas. Podrían tomarse algo y charlar recordando los viejos tiempos y planeando el futuro. Aunque, antes de eso, Kerria, con gesto eso sí algo inquieto, observaba a su amiga. Por una parte deseaba hacer partícipe a su futura cuñada de todas sus peripecias e incluso amarguras, aunque también alegrías de ese último año, pero decidió que eso ahora no tenía prioridad. Otra cosa la inquietaba más. En cuanto pudo tomó aparte a la novia de su hermano y le  contó lo que su padre le había dicho a Leval.



- Sé que quizá no sea el mejor momento para preguntarte esto pero, ¿eres virgen, Amatista? - Inquirió Kerria con interés y también con preocupación. -



            La interpelada se sintió algo violenta, incluso se ruborizó, pero decidió contestar. La muchacha era su íntima amiga e iba a ser su cuñada y hermana política, no quería tener esos secretos con ella y seguramente lo preguntaría por algo. Pudiera ser que hasta la ayudase a combatir esa inseguridad que sentía ante su inminente noche de bodas.



- Yo, bueno, con el primer novio que tuve estuve a punto de,...- sonrió a Kerria tímidamente mientras se enrojecía para admitir. - Si, la verdad es que todavía soy virgen. Leval y yo no hemos considerado oportuno acostarnos. No es que haya ninguna razón en especial, quizás con los nervios y con todas las aventuras que nos han sucedido no ha llegado el momento adecuado. En fin, quizás ha sido más cosa mía, estaba insegura y quería que fuera un momento muy especial. Y la verdad, eso me preocupa un poco...

- Entonces espero que Leval no se comporte como un súper guerrero.- Suspiró Kerria  casi más para sí misma.-



Aunque su amiga la escuchó y no tuvo más remedio que contarle el significado de eso. Amatista guardó un reflexivo silencio y después declaró resuelta.



- Si debe hacerlo que lo haga, si quiere hijos fuertes, yo quiero dárselos, lo soportaré.

- Pero primero podéis hacerlo de forma normal, ya tendréis tiempo de pensar en hijos más tarde.- Le propuso su contertulia con un tono de clara preocupación. - Mi hermano se sentiría muy mal si te hiciese daño.

- No. - Amatista puso una mano sobre una de las de su amiga y la tranquilizó desvelándole para sorpresa de ésta. -Tiene que ser en la noche de bodas, lo sé, lo presiento. No temas por mí, algo me dice que todo saldrá bien. Y también que debo tener un hijo fuerte, muy fuerte, Kerria...deberá serlo por todos nosotros.



            Su interlocutora la miró en silencio, impactada por esas palabras. Además, comenzaba a recordar un sueño que tuvo hace ya mucho tiempo. Cuando estuvo a punto de morir. Asintió sin decir nada y abrazó a su amiga. Mientras tanto los preparativos para la terraformación concluyeron. La gran nave estaba en una órbita estacionaria alrededor del Planeta, lista para comenzar con el experimento más importante de toda la misión ¡tanto que era la misión misma! Penélope, Sandy y Satory, que se había unido algo más tarde a ellas, dejaron a las chicas y fueron a ocupar sus puestos. Amatista se reunió con sus compañeras, aunque estaba de permiso por su boda, quería ver la puesta en marcha de la terraformación antes de acostarse. Se dio la orden y se inició el experimento definitivo. Una gran compuerta en el asteroide se abrió y dejó caer sobre el planeta una carga enorme de cultivos bacterianos.



- Ya está.-  Suspiró Penélope que añadió con tono cansado, lleno de expectación y anhelo contenido. - Bueno, recemos por que todo salga bien, dentro de veinticuatro horas tendremos los resultados.

-Sí. Ahí va nuestro súper plancton mejorado junto a bacterias ultra resistentes.- Añadió Sandy.-

-Hemos trabajado tanto en ello que tiene que salir bien.- Aseveró Satory.-

-Estoy convencida de que así será.- Sentenció Amatista que compartía esa esperanza con todas sus amigas.- Nos lo merecemos.



            Y finalmente todas se fueron a dormir despidiéndose de la novia y deseándole suerte para su gran acontecimiento. Ella se fue a su habitación, no había visto a Leval en todo el día. Realmente no habían querido ninguno. A parte de para poder charlar con sus respectivas familias, sabían que, según la tradición, eso daba mala suerte. Ya no se verían más hasta la boda. Y mientras la muchacha se disponía a acostarse, en la que sería su última noche de soltera, por todas partes las pantallas de la nave y los ordenadores brindaban información del proceso en marcha. Gráficos de la superficie del planeta imágenes de su superficie tomadas por satélites, detectores de atmósfera...entre toda esta zarabanda de datos e información, Amatista se fue a dormir agotada pero feliz, soñando con su gran día.



-¿Quién me lo hubiera dicho hace tan solo un par de años?- Meditaba llena de satisfacción y esperanza.- Ahora voy a dar el paso más importante de mi vida. Y lo daré con él.



            El aludido estaba pensativo en su habitación, dudaba también pensando en su noche de bodas, algo le impulsaba para tomar a su futura esposa como súper guerrero, pero no quería destrozarla. Kerria había corrido a decirle que Amatista aún era virgen y a pedirle que tuviera cuidado. El chico no contestó, la miró de una forma que su hermana entendió, ésta sonrió débilmente y le deseó buenas noches. Kerria iba a ser la madrina de la boda y Mazoui el  padrino. Leval estaba muy inquieto y no lograba conciliar el sueño, al fin, debido al cansancio, logró dormir entre esas reflexiones.



-Ella lo es todo para mí. No puedo hacerle daño, pero algo en mi interior me impulsa…es como si así tuviera que ser.



            La madre de la novia pasó casi toda la noche terminado de coser ella misma el magnífico vestido de bodas que había diseñado y confeccionado para su hija. Agotada de tanto trabajar y rendida por el sueño se durmió sobre la mesa. Diamante llegó al poco rato de dar una vuelta por la ciudad con su hermano, su cuñada y su sobrino y al verla así se encargó de levantarla en brazos y acostarla. Contemplaba a su mujer con una mezcla de orgullo, simpatía, cariño y sobre todo mucho amor.



-Esmeralda - pensó con reconocimiento. - No debes preocuparte. Desde que te recuperé tú nunca me decepcionaste, siempre has sido maravillosa, lo has dado todo por mí y por Amatista. Duerme bien cariño, mañana debes estar radiante para la boda de nuestra hija.-  Y tras arroparla y darle un cálido beso en la frente, el príncipe también se acostó. -



Por su parte, Susan esperaba ansiosa la llegada de sus padres. La nave de estos no vendría hasta dentro de unas horas. Ojalá que Debbie viniera con ellos. En la mente de la joven oficial se agolpaban muchas cosas. Deseaba abrazar a su familia y ponerles al tanto de sus aventuras, y ¿por qué no? Hablarles de Giaal. Aunque quizás sin desvelar todavía su procedencia ni su auténtica naturaleza. Pero también tenía ganas de que su hermana menor le contara qué tal le había ido en todo ese tiempo.



-Debbie, espero que todo te haya marchado bien y que seas feliz, por lo menos tanto como yo lo soy.- Pensaba en tanto estaba tumbada sobre su litera, tratando de conciliar el sueño. Además, al día siguiente también estaría encargada de asistir a la boda del teniente Malden y de Amatista. – Bueno, ¿quién sabe? Puede que dentro de poco sea yo la que se case también.- Se dijo casi ruborizándose ella sola.- En fin, tengo que dormir o estaré ojerosa…



Y finalmente con esas reflexiones y anhelos sí que pudo conciliar el sueño. Así que todos dormían ya, esperando con ilusión al día de mañana, ese iba a ser un gran día, muy importante para el futuro. Tanto que, pese a lo que ya les constaba que estaba en juego, ninguno de ellos podría imaginarse siquiera su verdadero alcance. Aunque en la nave otros estaban haciendo cábalas. Cedric no había dado muchas señales de vida desde aquel fallido juicio y la posterior defensa de la nave. Pese a ello ahora podía decirse que su misión estaba concluida. Durante la tarde paseaba por la ciudad, tratando de pensar en cuando pedir el traslado a la Tierra. En ese momento, un tipo moreno, de ojos azules y algo más alto que él le abordó. Para sorpresa del oficial conocía su nombre cuando le dijo.



-Discúlpeme. ¿Es usted el teniente Cedric Logan?

-Sí- admitió éste que inquirió a su vez con desconfianza. - ¿Y usted es…?

-Alguien que conoce la misión que le fue encomendada relativa al oficial Leval Malden y al oficial Mazoui O ‘Brian.

-¿Quién es usted?- Preguntó nuevamente Logan, ahora poniéndose a la defensiva, se suponía que eso era alto secreto militar –

-No se preocupe. – Le dijo aquel hombre sonriendo de forma tranquilizadora. -  Verá, teniente. Su misión está concluida, al menos aquí y ahora. No debe preocuparse, será trasladado a la Tierra enseguida.

-Debo entender que usted pertenece al ejército. ¿Quizás al servicio secreto? – Preguntó Cedric con visible extrañeza. –



Por toda respuesta aquel tipo le mostró un pequeño portafolio, similar al que el mismo Logan tenía. Allí se detallaban una serie de instrucciones a su nombre, con la firma de algunos jefes del alto mando. En tanto ojeaba esos papeles con visible sorpresa el misterioso individuo le inquirió.



-¿Conocía usted a Jennifer Garrett?

-Sí- pudo decir Cedric tratando de recordar. – Era miembro del equipo científico de investigación. Murió durante el ataque a la nave.

-¿Y no sabía usted quién era esa muchacha?- Insistió ese tipo. –

-Por los datos que tengo en mi poder era simplemente una ayudante de laboratorio.- Repuso el oficial sin darle más importancia, aunque admitiendo a renglón seguido.- Me pasó algunos informes para ayudarme en mis pesquisas.

-Sí. Era eso y también algunas cosas más - le desveló su interlocutor dejando a Logan sorprendido, más cuando agregó con un tono invitador. – Venga conmigo y le pondré al corriente de algunas de ellas. De las cosas que Jen trató de evitar. Y de las que usted tendrá también que ocuparse en un futuro.

-No le comprendo - pudo decir Logan visiblemente confuso. –

-Es usted muy inteligente. Lo hará.- Le aseguró aquel hombre en tanto caminaba en dirección al parque indicando al oficial. – Sígame y le pondré al corriente de parte de este gran juego.



Lleno de curiosidad Cedric asintió, desde luego estaba visiblemente interesado, aunque no logró que ese hombre le desvelase su identidad. Tras ser informado, meditaba sobre todo aquello. Le parecía sencillamente imposible de creer pero le habían dado pruebas irrefutables. Ahora todo tenía sentido. Pero ¿Qué debía hacer? Supuso que seguir esas instrucciones. Volver a la Tierra y prepararse. A su debido tiempo retornaría y cumpliría fielmente con su cometido. No sabía a ciencia cierta si ese tipo respondía ante los servicios secretos de la Tierra o si incluso iba más allá. Pero eso ahora no era de su incumbencia. Tampoco lo que sucediera en el asteroide o en ese planeta nuevo que iban a transformar. Por lo pronto otros seres mucho más poderosos que él se ocuparían de ello.



-Bueno amigos. La pelota está en vuestro tejado.- Pensó esbozando su típica media sonrisa sarcástica para irse a dormir.- Os deseo suerte y lo hago de veras, os hará mucha falta.



No obstante, sin que el oficial ni nadie lo advirtiesen, en lo alto de la nave, casi en la misma bóveda que albergaba la ciudad, esa figura negra y alargada, que portaba aquel grueso libro, le observaba. Abrió aquel tomo, pareció escrutar algo entre sus páginas, lo cerró y desapareció. Mientras tanto ajenos a eso, las compañeras de la difunta Jennifer y los compañeros de Logan dormían aguardando el nuevo y prometedor día.



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