Durante mucho rato después de ese baile, Mazoui y
Satory charlaron, rieron y se besaron estrenando su nueva relación. Después y
no sin rubor, el chico la presentó a su familia que la acogió encantada vía
comunicador, expresándole el deseo de conocerla en persona lo antes posible.
-De modo que tú eres la hija de Ian Masters.- Comentó
desenfadadamente Karaberasu cuando Satory así lo dijo.-
-Aquí soy una pasajera más que ha tratado de hacer
las cosas lo mejor posible.
-Y que desde luego que lo ha conseguido. Gracias a
ella y a sus compañeras, las Hadas- Cinco, hemos obtenido muchos avances para
mejorar las condiciones de vida para todos.- Afirmó Mazoui.-
-Bueno, vosotros nos habéis salvado la vida en
muchas ocasiones.- Admitió la joven a su vez, mirándole con arrobo.-
Tanto
Katherine como su madre se miraron. Eso les sonó bastante inquietante. A buen
seguro que Mazoui y esa joven, lo mismo que el resto de pasajeros de aquella
gran nave, habrían tenido que vivir muchas peripecias y peligros. Sin embargo,
ninguna quiso ensombrecer la conversación con eso. A fin de cuentas, estaban
hablando con ellos, lo que evidenciaba que se encontraban a salvo. Todo lo malo
que pudieran haber vivido quedaba ya atrás. De modo que fue Kalie quien
comentó.
-Estamos deseando estar allí, para poder abrazaros y
veros en persona.
-Lo mismo digo.- Convino su hija.- Mazzie, tenemos
que ponernos al día.
-Lo haremos.- Afirmó él con visible alegría ahora.-
-Hemos pasado por muchas cosas. Pero Mazoui y su
primo Leval son dos chicos portentosos.- Intervino Satory.- Gracias a ellos
hemos salido muy bien librados.
Aunque esas palabras eran halagadoras, por la mente
de Mazoui y la de sus allegados cruzó enseguida el pensamiento de si esa
muchacha conocería la naturaleza del chico. No obstante, esos eran momentos muy
felices y nadie quiso sacar la cuestión, ya habría tiempo y sería mejor hacerlo
con cuidado. Eso debía quedar a la elección del muchacho.
-Tenemos que dejaros ya.- Se despidió Mazoui.- Espero
que lleguéis pronto.
-Yo también, cariño.- Sonrió Karaberasu.-
Tanto ella como su hija se despidieron, cortando la
comunicación.
-Bueno, ya no puedo pedir más.- Suspiró el chico,
abrazando a su pareja.-
-Yo sí, me falta hablar con mi padre.- Declaró Satory
dejándose estrechar entre esos brazos tan poderosos, que sin embargo, la
atrapaban con suave afecto.-
Los demás, por su parte, también se divirtieron
mucho, estrechando sus respectivos lazos. Pero todo lo bueno se acabó pronto y
pasada la gran fiesta del aniversario de la partida todos debieron volver a sus
respectivas obligaciones que ahora alcanzaban ya su punto culminante. Por
delante tendrías días de frenética actividad en todos los órdenes. Aunque, en lo
que a cuestión de fiestas se refería, se comenzó a prepararse otra de carácter
más íntimo.
-Sé que mi madre estará deseando venir a ayudar.- Le
contaba Amatista a su novio.-
-Sí, ¡cualquiera monta una celebración para nuestra
boda sin el consejo de Esmeralda.- Se rio Leval, añadiendo.- Y mi madre por
supuesto que se brindará a ayudarla encantada.
-No puedo esperar a que lleguen.- Afirmó ella
abrazándose a su pareja.-
Por suerte, la joven no tuvo que aguardar demasiado.
A las pocas horas llegaron al fin los familiares de los chicos. En cuanto se
informó del atraque de aquellas lanzaderas en el astro puerto principal del
asteroide Amatista y Leval estuvieron allí. Tuvieron que aguardar un rato que
se les hizo eterno hasta que se aseguró la zona de atraque, pero finalmente sus
familiares bajaron y la muchacha no pudo contenerse, corrió disparada cuando divisó a sus padres descendiendo de la
lanzadera y se fundió en un interminable abrazo con ellos.
-¡Hija mía, mi niña!- Podía decir Esmeralda, con
balbuceos y sollozos de felicidad. La abrazaba besándola una y otra vez, en
tanto Diamante las envolvía a las dos con sus brazos, muy emocionado a su vez,
tanto que era incapaz de hablar. - ¡Cuánto he soñado el poder tenerte a mi lado
otra vez!
Leval también se aproximó y por su parte permitió que
su hermana y sus padres se acercasen también. Pero el resultado fue el mismo.
Abrazos, besos y suspiros emocionados.
-¡Mírate! – Sollozaba Beruche tomando amorosamente
la cara de su hijo entre sus manos. - Estás hecho un hombre.
-Ya lo estaba antes de irse, cubito. – Rio Roy junto
con Kerria, aunque para sorpresa de ambos, la madre del chico negó con la cabeza
para responder. -
-No me refiero a su tamaño. Me refiero a su mirada.
Hijo, solo verte y fijarme en tus ojos me dice cuanto has madurado y aprendido
en este viaje.
-Es cierto, mamá.- Convino él suavemente. – Papá -
agregó digiriéndose a su progenitor que le observaba con una mezcla de orgullo,
emotividad y cariño para explicar. - Ahora os comprendo bien. He descubierto lo
importante que es tener unos camaradas y amigos por los que arriesgar la vida
sin dudarlo. Sabiendo que ellos harán lo mismo por mí.
-Tu madre tenía razón. – Admitió Roy tomando a su
hijo por los hombros para sentenciar.- Eres todo un hombre ya. Y dentro de
poco, tan pillado como yo. ¡Ja, ja! - Pudo agregar ahora para descongestionar
algo aquella atmósfera tan emotiva en tanto remachaba jocoso. - Se te acabó el
hacer lo que te dé la gana. Como a mí.
-¡Oye! – terció Bertie pretendiendo estar indignada,
aunque sin conseguirlo, más al agregar, con una sonrisa. - ¿Se puede saber a
qué viene eso? ¿Cuándo no has hecho lo que te ha dado la gana, zoquete? ¿Desde
cuándo te he tiranizado yo?
Su
esposo se encogió de hombros visiblemente divertido y arreció en sus bromas
preguntando con tono socarrón.
- Hijo. ¿Por qué te crees que lo que usan los
policías para detener a los criminales se llaman esposas?- Se rio él junto con
sus hijos en tanto su mujer le soltaba uno de sus consabidos capones.-
-¡Mira que eres bobo!, y vas a peor con los años. –
Declaró Bertie con los brazos en jarras y moviendo la cabeza, pero sin poder
evitar sonreír.-
Roy iba a replicar algo, posiblemente gracioso, pero
Bertie le mandó callar, éste obedeció mirando de reojo a su hijo como para
darle a entender que ahí tenía la prueba de que sus comentarios estaban siendo
celebrados. Leval y su hermana se reían de aquello abrazados mutuamente, sus
padres, por supuesto, tuvieron que reír también.
-Ya ves que siguen siendo los mismos de siempre.- Le
comentó Kerria a su hermano.-
-De lo que me alegro mucho.- Afirmó él.-
Y así
salieron del hangar de la zona de vuelo, rumbo a la ciudad. En tanto les buscaban
donde alojarse, Amatista y Leval hablaron con sus respectivos padres, les
pidieron consejo y les contaron sus aventuras. Aunque fuera un breve resumen de
todo lo que les había acontecido desde el día de su partida. Luego cada familia
se separó para disfrutar del reencuentro con sus respectivos hijos a solas. La
joven hija de los Lassart- Deveraux, charlaba con sus padres en el apartamento
que ella tenía, sincerándose con ambos en lo relativo a su inminente enlace.
- Mamá, estoy tan nerviosa pero a la vez tan feliz. ¡Por fin voy a casarme con Leval! - Aunque
decayó un poco su tono para declarar algo preocupada. - Es extraño, pero
después de lo que hemos pasado juntos y de tantos años de soñar con esto ahora
tengo dudas.
- Hija, es normal tener dudas el día antes de tu
boda, yo también las tenía. - Respondió su madre sin darle mucha importancia. –
Diamante
saltó enseguida, interviniendo con sorna y humor.
-¡Vaya, de lo que se entera uno con el tiempo!
-¡Calla, tonto!, no es lo que te piensas. - Le
amonestó su mujer en broma para agregar con afecto. – Únicamente trato de
ayudar a nuestra hija, y sí, tenía alguna duda. - Se reafirmó obstinada, aunque
enseguida dulcificando el tono para desvelar -....deseaba tanto hacerte feliz.
Compensarte por haber creído en mí. Y ser una persona mejor que pudiera
enmendar mis malos actos anteriores. Que tenía miedo de no conseguirlo...
-¿Sólo eso? - Repuso su esposo que sujetó afectuosamente
de las manos a su mujer para aseverar con cariño. - Pues no te preocupes, lo
has hecho muy bien.
Y para subrayarlo besó cariñosamente a su esposa en
los labios ante la sonrisa de su hija.
- Papá, mamá, gracias, ¡os quiero tanto!...- Declaró
la muchacha abrazándose a ambos. -
- Sólo sé que mi hija única va a casarse. Eso me
pone algo triste. Es como si fuera el final de un periodo en la vida. - Dijo
Diamante con visible orgullo, añadiendo también con satisfacción. – Pero también
me llena de orgullo y alegría, sobre todo porque el chico que has elegido tiene
todas mis bendiciones.
- Y también las mías - sonrió Esmeralda afirmando
convencida. - Es el mejor hombre que podrías encontrar.
- Espero ser tan feliz con él como habéis sido
vosotros los dos juntos.- Suspiró Amatista que lo deseaba enormemente. –
- Lo serás, mi amor. – Afirmó su madre que le
desveló. – Cuando conectamos por el comunicador únicamente me bastó ver cómo te
abrazaba para darme cuenta que también te quiere.
- Sí, eso es lo más maravilloso de todo. Sé que él
me quiere mucho. – Sentenció la chica que dijo con animación. – Y yo le amo a
él y deseo hacerle muy feliz.
Y
aprovechando que Diamante se había alejado un poco para ir a deshacer el equipaje
fue la joven la que le susurró a su madre.
-Mamá. Tengo una cosa que me preocupa. Me gustaría
que me aconsejaras.
-Tú dirás, cariño. - Replicó Esmeralda observándola
con interés.-
- Verás yo nunca…bueno, he salido con muchos chicos
pero jamás me acosté con ninguno. Hubo veces en las que estuve a punto.
Se
acordaba ahora de ese tal Françoise de quien su madre nunca tuvo buena
impresión. Entonces ella era una adolescente con muy poca cabeza y le molestaba
que su progenitora criticase así al que creía “ el amor de su vida”. Ahora
solamente podía mover la cabeza, avergonzada de sí misma, ya agradecerle a su
madre que tratase de abrirle los ojos. Al final tuvo que ser la realidad la que
lo hiciera. Por fortuna, no le dio su primera vez a ese sinvergüenza. Luego se
hizo más desconfiada. Pero después conoció a Leval y algo en ella lo supo.
Quería que fuese con él con quien experimentase eso por primera vez. Así añadió
dirigiéndose a Esmeralda que la escuchaba con mucha atención.
-Pero por una cosa u otra al final no lo hice con
ninguno. Ahora tengo un poco de miedo.
Su madre asintió, sujetó suavemente los hombros de
su hija con ambas manos en tanto la miraba a los ojos y le sonrió.
-Ni siquiera con él, ¿verdad? Has querido esperar
hasta este instante para que fuese algo muy especial.
- Sí.- Admitió la joven ruborizándose sin poderlo
evitar en tanto remachaba.- Quiero recordarlo siempre.
Esmeralda
pudo comprenderla bien, en el fondo su hija estaba algo anticuada para según
qué cosas. ¿Quién lo iba a decir? Incluso chapada a la antigua en demasía.
Recordaba que ella y Diamante no esperaron precisamente a casarse para eso. Por
no decir que, en Némesis…en fin. Tanto ella como su esposo actual habían tenido
sus relaciones previas. Al menos ella aprendió con algunos droidos sobre la
mejor manera de satisfacer a un hombre en esos temas. No obstante, no era
momento para recordar esos detalles de su vida ahora y alentó a la chica
sonriéndole animosamente para declarar.
-Ya verás como todo saldrá bien. Os queréis y esas
cosas son naturales. Cuando llegue el momento sabrás bien lo que hacer.
- Sí, gracias- afirmó ésta devolviéndole la sonrisa
para añadir con cierto humor.- Le he hecho esperar bastante, de modo que quiero
que le merezca la pena. Bueno, que nos la merezca a los dos…
Su interlocutora asintió solidariamente y le dio un
beso en la frente. Y tras darse un abrazo dejaron ese tema puesto que Diamante
regresó al cuarto, así se dedicaron a
intercambiar anécdotas y a contarse cosas.
-Bueno, parece ser que hay cada vez más moralistas
en la Tierra. No sé como explicarlo.- Le relataba su padre a la joven.-
-Serán modas. Ya sabéis. -Repuso ella sin concederle
demasiada importancia.-
-Esas modas, han llegado a poner en problemas a
Kerria, sin ir más lejos. Por su orientación sexual. - Le comentó su madre.-
El
gesto de Amatista se puso más serio ahora. Interrogó a sus padres con la mirada
y Diamante le dijo.
-No estamos al tanto de todos los detalles. Eso
únicamente lo saben sus padres. No quisimos ser indiscretos y preguntar. Ya me
comprendes.
-Sí, claro. Ese tipo de cosas son privadas. -Convino
la muchacha.-
Pensó
que, si tenía ocasión, ya hablaría con su amiga sobre aquello. Aunque con
tacto, tendría que ser Ky la que decidiera comentarle sobre eso.
-En cuanto la vea charlaremos, tenemos mucho tiempo
que recuperar.- Se dijo con verdadera ilusión por hacerlo.-
Por su parte su novio también estaba dedicado ahora
a departir sobre el tema de su boda y momentos postreros. Leval charlaba con su
hermana y sus padres en la base, la hora de visitantes pronto terminaría y
tenían mucho que contarse, Roy animaba a su vástago que también tenía las
lógicas dudas.
- Vamos, hijo,- le dijo con su típico humor. – Eres
un chico con suerte, no te podrás quejar. Amatista es una chica estupenda y
está muy buena. ¡Quién la pillara!
El muchacho se puso colorado, Kerria se rio por lo
bajo y Beruche le dio a Roy el correspondiente coscorrón, lo que originó la automática
protesta de éste.
-¡Ay! ¿Bertie, qué haces?
-¡Debería darte vergüenza!, decir esas cosas de la
pobre chica. - Le regañó ésta con humor y con las manos apoyadas en las caderas,
para recriminarle divertida - ¡si podría ser tu hija!, tiene la edad de Kerria.
No
obstante, su incombustible esposo se encogió de hombros para responder de modo
inefable.
- Mujer no sé. ¿Qué quieres que diga? Dentro de poco
va a ser nuestra hija. Pero es la verdad. Es que está muy buena y nuestra Kerria
también, y fíjate en lo apuesto que es nuestro chico. Si es que cuando me pongo
a hacer niños mira lo bien que me salen.
- ¿Qué tú te pones a hacer qué?- exclamó Bertie para
añadir con tono incrédulo e incluso parecía que algo indignado. - ¿Te recuerdo
quién les llevó nueves meses en el vientre y quién les trajo a los dos a este
mundo?
-No sé. Espera, traerles al mundo, creo recordar que
fue Ami.- Se rio él ganándose un nuevo capón.- ¡Au!
Aunque
tras la mirada entre severa y divertida de su mujer, no tuvo más remedio que
añadir.
- Vale, admito que técnicamente llevas razón.-
Replicó su interlocutor llevándose una mano al cogote.- Tuviste algo que ver en
ello.
- Técnicamente te voy a dar en la cabeza con un buen
garrote, a ver si te conecto las pocas neuronas que te quedan. ¡Como aquella
vez en la Golden cuando contabas aquellos chistes!- Se sonrió ahora ella. -
- Pero, cubito- ¡Todavía te acuerdas de eso! No
puede ser, si al menos han pasado…
- ¡Calla!- Le cortó su esposa suspirando con
resignación. – No me hace falta que me digas los años que han pasado, lo sé
perfectamente.
Kerria no pudo aguantar la risa y estalló en
carcajadas, lo mismo que su hermano. Lo que dio pie al padre de ambos para
añadir ahora ante la expresión divertida de Beruche y el propio Leval.
- Si puedo presumir de la belleza de nuestra niña es
porque se parece mucho a ti, que eres su madre. Por eso es la chica más guapa
del mundo. Aunque también ha salido a mí, claro. Y de nuestro hijo…pues qué
puedo decir. De tal palo…
- Papá, ¡tú nunca cambiarás!,- sonrió Leval,
agradeciendo esa distensión que tanto necesitaba - pero me alegro tanto de que
estéis a mi lado. – Y confesó ahora con un tono menos animado. - No hubiera sido
igual sin vosotros, yo constantemente animaba a Amatista pero también empezaba
a perder la esperanza de volveros a ver.
-¡No es tan fácil librarse de mí, muchacho! Unos
cuantos demonios y alienígenas te lo podrían haber dicho. - Repuso jocosamente
su padre. -Y tu madre también es muy persistente. ¡Pero qué gaítas!, vamos a
charlar de tu boda. Ya sabes que en la noche de bodas debes hacer honor a tu
condición de guerrero del espacio.- Remachó en un tono que no se sabía
exactamente si estaba más cerca de la chanza que de lo serio. -
-¿Pero qué dices, Roy? ¿Cómo se te ocurre proponer
tal cosa? - Inquirió Beruche alarmada. -
- Bueno. - Su interlocutor se encogió de hombros a
la vez que añadió. - Yo sólo le digo lo que es costumbre entre nosotros. Sobre
todo entre las familias de alto linaje. Como decía mi hermano. Para cuando
queremos tener descendencia fuerte.
- No me lo recuerdes ¡pobre de mí!,- exclamó Bertie.
- Desde que Lornd te dijo esa tontería te pusiste muy pesado con eso y lo malo
es que tenéis la manía de transformaros en súper guerreros en ese mismo
instante y eso duele mucho. No quiero ni pensar cómo le dolería a una chica que
fuera aún virgen. Si es que Amatista lo es.- Remachó con más prevención, puesto
que se había percatado que ese tema pertenecía a la vida privada de su hijo y
de la novia de éste.- Bueno, eso es cosa vuestra.
Ahí
Leval enrojeció un poco y sus familiares lo percibieron. El muchacho pudo
comentar algo envarado.
-Lo cierto es que no se lo pregunté. De hecho ella y
yo todavía no…
-¿No has tenido relaciones de ese tipo con ella?- Se
sorprendió Kerria.-
- Es que nunca vimos llegado el momento oportuno.
Cada vez que estábamos dispuestos surgía algo.- Se excusó él, quien no obstante
agregó con tono más reflexivo.- Y ella es como si tampoco estuviese demasiado preparada.
-Bueno hijo, eso es algo en lo que nadie puede
decidir por vosotros.- Le comentó su padre con un gesto ya más serio.-
- No sé qué hacer.- Repuso el atribulado chico. - No
creo que en la noche misma de bodas sea una buena idea. Pero ya no queda tiempo
y no me imagino pidiéndole algo así antes.
- Dejad de decirle esas cosas a Leval.- Rio Kerria,
añadiendo con voz melosa. - ¡Pobrecito! , les vais a hacer dudar cada vez más.
- Hija, tienes razón.- Concedió Beruche dirigiéndose ahora a su hijo con tinte más
despreocupado. -Leval no hagas mucho caso a tu padre, siempre está igual. No
piensa más que en eso.
-¡Sí, cubito!,- rio Roy añadiendo con picara
expresión - ¡pero a ti bien que te gusta!
Beruche se puso colorada y comenzó a atizar a su
irreverente esposo con un almohadón.
-¡Idiota! – Le sacudía inmisericordemente alegando
casi entre risas.- ¡Que nuestros hijos están delante!
Leval
sonrió. Él y su hermana se cruzaban miradas de complicidad. ¡Cuánto se alegraban de ver así a sus padres!
Era como en los viejos tiempos, antes de que los problemas hubieran aparecido.
Recordaban las luchas que mantuvieran contra los sectarios hacía años. Kerria
pensaba el largo camino que habían recorrido todos, al menos en el caso de ella
misma. Y aunque el último año se torció por asuntos sentimentales y le hizo
pasar unos meses de gran dolor, ahora todo aquello parecía olvidado. Deseaba
ponerse al día con su hermano y con su amiga y que le contasen todas sus
aventuras con detalle. A cambio, ella les narraría sus propias vivencias. Y
sobre todo, el mero hecho de tener a su hermano allí y poder abrazarle cuando
creyó que le había perdido para siempre, al igual que sucediese con su pobre
primo Granate. Los días de angustia que se sucedieron a la noticia de esa
pérdida de contacto con la nave. La depresión que embargó a su madre…No podía
evitar las lágrimas cuando pensaba en eso, y lo cierto es que los demás lo
debieron de percibir puesto que cesaron las chanzas y las bromas y de hecho la
miraron algo inquietados.
-¿Qué te sucede, hija?- Quiso saber Bertie. –
La muchacha no pudo replicar y se abrazó a su
hermano que la acogió estrechándola con fuerza. Él si pareció adivinar lo que
le pasaba por la mente entonces.
-¡Vamos, Ky! Ya estamos juntos de nuevo. Hermanita,
estoy aquí, contigo…
-¡Si supieras cuánto te he echado de menos y cuanto
te he necesitado! – Sollozó la chica que parecía así desahogar la angustia y la
preocupación contenida desde hacía tanto tiempo. –
Sus padres se miraron con un leve poso de tristeza.
Ellos sí sabían por los tragos tan amargos que Kerria tuvo que pasar en ese
año. De modo que fue Roy el que ahora intervino con una voz más suave y seria,
tamizada no obstante por el optimismo, para afirmar acariciando la barbilla de
su hija.
-Nuestra familia vuelve a estar unida de nuevo. Y lo
que es más, dentro de poco crecerá. Vamos a acoger a Amatista en ella, igual
que Diamante y Esmeralda recibirán a Leval en la suya. Y al fin vas a tener esa
hermana que tanto deseabas.
-Sí, hija, alégrate.- Le sonrió animosamente Bertie
en cuanto la muchacha se separó al fin del abrazo de su hermano. – Ahora es
momento de ser felices, bastante sufrimos ya.
-Es verdad.- Pudo sonreír la aludida enjugándose las
lágrimas para recomponerse y declarar. – Tenéis razón. Eso me hace muy feliz.
-Tendremos tiempo de hablar y de que me lo cuentes
todo. Ya lo verás, cara de patata. - Le sonrió su hermano a su vez. – Y
Amatista estará contigo y preparéis trastadas juntas como en los viejos
tiempos.
Así, y con una Kerria visiblemente más contenta, llegó
la hora de marcharse pues sonó el toque de fin de visitas. Todos se despidieron
de Leval deseándole suerte para el día siguiente. Y el chico, después de que su
familia se fuera, se dirigió al despacho de su superior directo. Freejar estaba
ocupado con papeleo y cuando oyó llamar a la puerta contestó con un desganado.
- Adelante...
Saludando
como era de rigor, Leval le preguntó.
-¿Da su permiso?
- Pasa. - Le indicó su jefe con un cansino ademán
para querer saber de inmediato según encendía uno de sus puros. - ¿Qué tripa se
te ha roto?
- Verá. - Le explicó el muchacho ya en posición de
descanso. - Quería pedirle el día libre para mañana.
-¿Para qué?- Inquirió Freejar, que desde luego, ya
estaba al corriente de ello, pero le encantaba tomarle el pelo a ese chico. -
- Me caso, señor. - Le informó éste. -
- Allá tú. - Respondió su superior con aparente
indiferencia. – Yo no he aprobado ninguna misión suicida.
Hubo
un embarazoso momento de silencio hasta que Leval añadió.
- Entonces, ¿tengo el día libre?
Freejar
levantó la vista y lanzó una bocanada de humo que el chico apartó algo
disimuladamente. El avezado oficial sonrió levemente y replicó diríase que con
tonillo de divertido retintín.
-¡Claro que tienes el día libre, pazguato! No hace
falta que te asigne ninguna misión, ya te vas a liar bien tú solito en una que
es casi imposible. Y aprovéchate bien de mañana, porque será el último día
libre que tengas.
El
chico se quedó atónito. ¿A qué demonios jugaba el mayor ahora?
-¡Cómo que el último!- . Exclamó sin comprender para
añadir después presa de aquella confusión. -Después tendré que solicitar más
para la Luna de Miel.
Esta vez Freejar no pudo evitar la risa, y ante la
cara de pasmo de Leval movió la cabeza para responder divertido.
- ¡Eres más corto de entendederas que el alcance de
una sonda tipo h-2! ¿Cómo va a ser el último permiso que te doy? La que se
encargará a partir de ahora de controlarte será tu mujer. Créeme. Te vas a reír
del código de disciplina militar comparado con el que ella instaurará en tu casa.
¡Anda chaval!, ve a dormir y descansa que te hará falta. ¡Y enhorabuena, o eso
creo! - Remachó con aquel tono entre
irónico y entrañable que había logrado granjearse el afecto del chico. -
-Gracias, señor. – Dijo el muchacho dándose cuenta
de que esa era la enésima tomadura de pelo a la que le sometía su superior.-
¿Qué tal está usted? ¿Pudo hablar ya con su familia?- Se interesó sinceramente
él. –
Su jefa de escuadrilla le miró ahora con una amplia
sonrisa, pero no de esas sarcásticas que solía esbozar, ésta era de una alegría
genuina, más cuando respondió de buen talante.
-Sí, gracias por preguntar, chaval. He visto a Elise
y a mis niños, Sally y Jake. ¡Cómo han crecido los muy pillastres! En fin, ya
verás cuando tengáis hijos. No te habrás dado cuenta y se estarán marchando de
tu lado.
Y como Leval le observaba con simpatía, escuchando
atentamente, el mayor enseguida se rehízo y con su socarronería habitual le
espetó.
-¿Por qué me miras así, alelado? ¿No te habrás enamorado
de mí ahora? Mira que ya tienes una boda
que preparar.
-No, señor. Bueno sí. Me refiero a que…- Pudo
replicar el chico aturullado y como de costumbre tomado por sorpresa ante tal
aseveración para tratar de salir de aquello al solicitar. - ¿Puedo retirarme?
Tengo que preparar muchas cosas.
-Anda, lárgate de una vez – rezongó su jefe, como de
costumbre sobreactuando. –
-Gracias, señor. Por cierto, está usted invitado a
la ceremonia y por supuesto al banquete. Si pueden venir le rogaría que trajese
a su familia.
El mayor le agradeció el gesto, aunque suspiró
diciendo.
-No creo que ellos puedan venir a tiempo, gracias de
todos modos. Aunque no te apures, puedes contar conmigo para arrastrarte al
altar si recuperas el buen juicio y tienes ganas de escaparte.
Leval asintió con una sonrisa y salió del despacho.
Freejar sonrió también moviendo su cabeza divertido. Por supuesto tenía
previsto darle ese día libre y a instancias del propio contraalmirante, un permiso
posterior de quince días. Además, le había tomado afecto al chico y él se ocupó de solicitarlo todo
con antelación. Por su parte, su subordinado agradeció esas palabras en lo que
valían. En el fondo el mayor era un gran tipo y también le apreciaba mucho. Eso
pensaba en tanto se alejaba en busca de su prometida. Pero para él, Amatista y
el resto de los tripulantes, había algo también muy urgente que resultaba inaplazable,
la Terraformación del planeta.
-Ya nos queda muy poco para culminar todos nuestros
sueños.- Se decía el chico.-
Por
su parte, Ginger aguardaba que sus padres y su hermano llegasen, pero lo harían
en la lanzadera de dentro de unos días. Aunque durante ese tiempo tendría cosas
en las que ocuparse. Atendía nuevamente su negocio y fue muy feliz cuando
Amatista se pasó a verla y le entregó en mano una invitación de boda. Una morena,
alta y guapa joven iba con ella, la recordaba bien, era Sandy.
-Nos hemos acercado en un momento que teníamos libre
para darte esto.- Le sonrió Amatista al entregarle la invitación mientras le
explicaba.- Vamos a estar muy liadas durante este tiempo y no nos podremos ver
mucho.
-Te lo agradezco muchísimo.- Sonrió Ginger añadiendo
con afecto.- Enhorabuena. Os deseo toda la felicidad del mundo, os la merecéis.
-Muchas gracias.- Sonrió su interlocutora.-
-Por cierto. A ver si te animas a que hagamos una tarta,
a ser posible muy grande, para la boda de Amatista. Le dije que ese sería mi
regalo para ella y su prometido. Pero me vendría bien un poco de ayuda. - Le
comentó la camarera a Sandy que se sonrió.-
-No es mala idea.- Convino la morena científica.- ¿Te
gustaría?- Quiso saber ahora mirando a su compañera.-
-Me encantaría. - Afirmó la aludida.- A Leval y a mí
nos gustaría mucho…
Ginger
iba a decir algo aunque en ese instante alguien interrumpió la conversación.
Una mujer, un hombre y un chico joven, quizás de la edad de ella. Fue la mujer
de pelo oscuro algo encanecido ya, con una expresión de tristeza pero al tiempo
esperanzado, la que preguntó.
-¿Está aquí la señorita Ginger Reinosa?
-Soy yo. - Se identificó ella para preguntar, observándoles
con extrañeza.- ¿En qué puedo ayudarles?
-¿Conociste a mi hijo, verdad?- le inquirió esa
mujer tomando las manos de la muchacha entre las suyas para aclarar dejando
petrificadas a la joven y a sus acompañantes.-Se llamaba Michael, era un
muchacho moreno, muy bueno. Escribió en su diario sobre ti. Decía que eras una
chica magnífica. Que os conocisteis en clase de kárate…
-Sí…bueno…es cierto…- Fue lo único que pudo componer
la envarada muchacha.-
-¿Y ustedes conocieron también a mi Mike?- Inquirió
aquella pobre mujer, haciendo que sus interlocutoras desviasen la mirada, realmente
incomodadas por aquello.- Seguro que eran amigas suyas.
-Sí, le conocimos.- Fue capaz de replicar Amatista
mirando hacia Sandy que tenía su misma expresión de circunstancias.- Me acuerdo
que defendió a Ginger una vez, ¿no es cierto, Gin?...
-Es verdad.- Convino la muchacha recordando ese
incidente en la clase de kárate. Aliviada de poder decir con sinceridad algo
bueno sobre él.- Fue muy valiente.
-Sí, eso nos dijeron las autoridades, que murió
defendiendo a una chica de uno de esos malditos monstruos que invadieron la
nave.- Sollozó la mujer espetando con rabia.- ¡Asesinos!
Sandy
se quedó helada. Ese monstruo al que hacía referencia aquella infeliz fue ella
misma cuando adoptó sus rasgos demoniacos para asustar a ese tipo. Aunque
aquello escapó a su control y él huyó siendo abatido por el enemigo. Quizás
desde la lejanía alguien pudo verlo y malinterpretar lo sucedido. Pero cómo
explicarle eso a la madre de ese traidor. Por malas que fueran las acciones de
aquel chico, al final, su familia nada sabía o tenía que ver con ello. Entonces
fue cuando el joven, que se identificó como su hermano, declaró.
-Por lo menos, contribuyó a la defensa de esta nave.
Eso es algo que nunca se podrá olvidar. Se ha convertido en alguien importante
mamá, en un héroe. Siempre le recordarán.
La
propia Ginger se quedó atónita al pensar en esas palabras que Michael le
dijera. Eso le prometieron aquellos extraños invasores, ser alguien importante
y quedar en la historia. Por desgracia para él esa promesa se había cumplido de
esta forma tan trágica.
-Nosotras tenemos que irnos.- Musitó una envarada Amatista
con el asentimiento de una no menos violenta Sandy.- Lamentamos mucho su
pérdida. Y tú Ginger, ya sabes, te espero.
-Gracias, chicas. Nos vemos pues…
Y
tras departir un poco con esa pobre familia, la joven les vio marchar de su
cafetería, al menos reconfortados por esa falsa versión. Ginger a duras penas
trató de no llorar afanándose en seguir con sus obligaciones. Por otra parte,
Sandy estaba pálida y su amiga lo notó enseguida. En una zona apartada del
parque, camino a casa, la tomó suavemente por los hombros y le dijo con afecto.
-Deja de pensar eso. Sé que te sientes culpable. No
lo fuiste, él se lo buscó…
-Es la historia de mi vida. - Sollozó su
interlocutora mirando hacia el suelo.- Ya ves lo que parece.
-Yo sé lo que sucedió en realidad. Porque lo vi. Y
Ginger también. Tú fuiste muy valiente y salvaste muchas vidas. No dejes que
esto te haga retraerte otra vez. ¿Me oyes? Eres mi amiga y te aprecio
muchísimo. Todos te queremos.- Replicó enérgicamente su contertulia que
sentenció.- Y siempre te apoyaré contra quién sea que diga algo malo sobre ti.
-Gracias, Amatista.- Sonrió Sandy sintiéndose ahora
mucho mejor.- De veras que tus palabras significan mucho para mí…no sabes cuánto.
La
joven sabía que esa muchacha era totalmente sincera y que estaba de su parte.
Eso la reconfortaba. Al menos ahora las cosas eran distintas. Había hecho unos
amigos realmente magníficos y que la apoyarían de forma incondicional,
conociendo incluso su secreto. Por su parte, Amatista la abrazó tratando de
disipar esa tensión, al tiempo que comentaba en un intento por recobrar la
jovialidad.
-Y más ahora que Gin y tú nos vais a hacer a Leval y
a mí esa estupenda tarta…
Al fin logró que su compañera volviera a sonreír.
-Ya salió la interesada.- Pudo decir Sandy, con tono
agradecido y jovial.-
-¡Ya me conoces!- Se rio la francesa.- No me puedo
resistir a los dulces.
-Pues te prometo que a la tarta que os haremos Gin y
yo desde luego que no te resistirás. Aunque con lo que zampas tendrás que
arreglarte el traje de bodas para no romper las costuras. ¡Que te conozco,
monina!
-¿Me estás llamando tragona?- Inquirió jocosamente
su interlocutora en tanto la achuchaba con afecto.-
Sandy se rio, sin ser capaz de contestar más que con
un asentimiento. Su amiga no pudo evitar las carcajadas a su vez. Lo cierto es
que, esa morena científica era bastante más agradable y simpática cuando se la
conocía.
-La pobre ha debido de sufrir muchísimo para amargarse
tanto hasta que hemos llegado a ser amigas.- Pensaba Amatista.- La comprendo, y
no permitiré que nadie la juzgue únicamente por su aspecto cuando se
transforma. Esta claro que las apariencias engañan.
De este modo volvieron al laboratorio a reunirse con
sus compañeras. Saludaron a Penélope que estaba revisando unos test y a Satory que
se mantenía muy ocupada con los últimos cálculos y comprobaciones.
-¿Qué tal vais?- Quiso saber Amatista.-
-Todo va perfectamente. Las pruebas preliminares han
resultado todo un éxito.- Respondió su jefa.-
-Estupendo. – Declaró Sandy.- Ahora vamos a echaros
una mano. Tenemos que estar listas para el gran momento.
-Sí, es cierto. Pongámonos a ello. ¿Y tú que tal?-
Le preguntó Amatista a Satory.-
Aunque veía
que su amiga estaba feliz y con un aire soñador, Mazoui vendría a buscarla un
poco después.
-Primero he quedado con mi padre.- Le contó su
ilusionada amiga.-
Y es que también estaba llena de alegría por su
propio reencuentro familiar. Por ello se dieron buena maña en concluir con las
pruebas y revisiones que les quedaban por ese día y al terminar salieron
deseosas de verse con sus seres queridos. Satory fue directa a ver a su padre. Aun se acordaba de unas pocas horas antes.
-Me dio la mejor sorpresa de mi vida.- Se decía la
chica llena de alegría.-
Ian Masters,
el hombre más rico del mundo, tan avezado en negocios y con tantas aventuras a
sus espaldas, lloró como un niño cuando volvió a ver a su hija. Declaró que ese
momento no podría pagarlo ni con mil veces su fortuna. Satory se emocionó
también, sabía que su padre hablaba en serio. Masters llegó finalmente a la
nave y lo primero que hizo fue pasar por el laboratorio para ver a su hija. Comentó
quién era, aunque solamente en referencia a su paternidad, con alguna de las
compañeras de Satory quienes, muy gentilmente y pese a estar bastante ocupadas,
le indicaron donde estaba. Cuando el millonario entró a la sala donde la chica
estaba la observó enfrascada en sus cálculos sin que ella se diera cuenta y se
sintió muy orgulloso. Su niña era ya toda una mujer. Estaba muy claro que se
había hecho fuerte e independiente y sabía
cuidar de sí misma muy bien. Se acercó en silencio y le tocó en un hombro con
suavidad. Satory no se volvió al principio tomándole por alguna compañera y se
limitó a contestar, tomándole por su morena compañera.
-Espera, Sandy, tengo que acabar estos cálculos.
Masters no dijo nada y solamente sonrió, aguardó
hasta que su hija terminó y pudo girarse, entonces al verle, llena de
felicidad, se abalanzó al cuello de su padre y le besó repetidas veces.
-¡Papá, papá! – no dejaba de repetir entre sollozos.
–
-¡Cariño! Soy muy feliz.- Pudo replicar él
visiblemente emocionado. -
Tardaron unos segundos largos en dar rienda suelta a
las expresiones de afecto y una vez hecho esto, Satory salió de allí para no
molestar a las demás que habían presenciado esas escenas, conmovidas. En
especial Sandy, que recordaba a su propio padre y sólo deseaba poderle abrazar
de nuevo. Pero tanto ella como las demás volvieron a su trabajo mientras su
compañera charlaba con su padre en el exterior.
- Papá. ¿No te has acostado? - Le preguntó observando su aspecto algo cansado. -
- No, hija. – Respondió Masters, aun con visible
emoción. - Acabo de llegar y no podía dormir, no... Antes quería verte un rato, si no estás muy ocupada.
- Enseguida termino.- Respondió ella. - Ahora nos
vamos a tomar algo a la cafetería antes de que cierren, yo invito...
- Hija, ¡puedo comprarte la cafetería si quieres
para que la tengas abierta a todas horas! - le ofreció jovialmente su padre. -
-¡Ay, papá! - rio Satory ante la cara de sorpresa de
éste. - Sigues siendo el mismo de siempre. Déjame invitarte por esta ocasión
¿vale? Otro día me la compras.
- Como tú quieras - concedió Masters mirando a su hija
con la expresión de un padre lleno de orgullo para afirmar. - Satory, has cambiado
tanto, te veo tan desenvuelta y tan independiente, ya no necesitas a tu viejo
padre...
- Eso es gracias a mis magníficos amigos y a que
estoy enamorada, pero siempre te necesitaré, papá. - Le aseguró afectuosamente
la muchacha. –
-¿Enamorada?- Inquirió el magnate.-
Entonces ella se ocupó de solucionar un par de
cosas en el laboratorio y cumplió con su promesa. En cuanto salió se encaminó a
buscarle. Masters estaba alojado en una de las mejores partes de la nave. En
cuanto su hija le llamó salió enseguida de ese apartamento de lujo. Tras abrazarse
con mucho cariño, el multimillonario le dijo.
-Bueno, aquí eres tú la que sabe a donde ir.
-Te voy a llevar a un sitio estupendo. Donde solemos
quedar todos a tomar café.- Sonrió la chica.-
Guió
a su padre a la cafetería donde trabajaba Ginger. Antes de entrar, Satory se
limitó a pedirle con una sonrisa.
-No digas que eres millonario ni se te ocurra hacer
ofertas para comprar el local.
El
interpelado levantó una mano como si fuese a jurar sobre la Biblia y sonriendo
a su vez, asintió para responder.
-Prometido.
Así
pues entraron. Esa tarde era la propia Ginger quien estaba allí. Tras haberse
despedido de su familia en una de las conversaciones que mantuvieron por video
conferencia. Ella alegó tener que dejarles para ir a trabajar. Sus padres eran
personas muy laboriosas y no objetaron nada. Para ellos esa era una obligación.
Aunque la joven suspiraba intranquila.
-De momento, por el vídeo no pueden verme lo
suficiente como para darse cuenta.- Pensaba. – Pero cuando lleguen lo notarán.
Se
miró esas prótesis que ahora camuflaba bajo un pantalón largo. Y pese a que la
terapia y el tratamiento del doctor Ginga parecían estar funcionando, no lo harían
del todo antes de la llegada de su familia.
-Hola Gin.- Escuchó tras de sí.-
La
voz de una joven de las Fairy Five, que venía acompañada de un hombre maduro,
la sacó de esos pensamientos y sonrió.
-Hola.- Respondió con amabilidad.-
-Vengo con mi padre, le he dicho que pones los
mejores cafés y las tartas más deliciosas de la nave.- Afirmó la chica que no
era otra sino Satory.-
-Me lo ha puesto difícil.- Comentó afablemente
Ginger.- Haremos lo posible por no defraudarles. ¿Qué desean tomar?
-Dos cafés con leche y trae dos porciones de tarta
de esa que habéis inventado Sandy y tú.- Replicó jovialmente su interlocutora.-
Ginger
asintió, alejándose despacio, con sus prótesis podía caminar pero sin
apresurarse. Ian enseguida lo notó.
-A esa chica le pasa algo.- Le susurró a su hija.-
-Sí, pobre Gin, perdió las dos piernas durante los ataques.-
Le comentó a su perplejo y horrorizado padre.- Los dueños de este establecimiento
se contaron entre las víctimas. De forma provisional ella lo está dirigiendo
ahora.
-Parece que está haciendo un buen trabajo.- Observó
el multimillonario al ver más gente acudiendo a esa cafetería.- Me recuerda a
ti.- Comentó con agrado.-
Satory
se sonrió, además de ser rubias las dos, Ginger era algo más bajita y tenía los
ojos castaños. ¿O eran azules? No recordaba bien ese detalle. Pero su padre
prosiguió alabándola a ella con la excusa de elogiar a esa pobre chica.
-Parece valiente y decidida. Si puedo ayudarla en
algo…
-Por ahora, vamos a tomar la tarta, y si te gusta,
ya lo hablaremos con ella otro día.- Le respondió Satory.-
No
quería que su padre ejerciera de empresario, al contrario, deseaba unos
momentos a solas con él, como familia. Ian dio muestras de comprenderlo y
cuando Clarisa, la compañera de Ginger, les trajo los cafés y las tartas los
degustaron charlando de todo lo que había acontecido en aquella nave. Empezando
por Mazoui. Satory le contó a su padre lo magnífico que era y todas las
condecoraciones al mérito que había conseguido. Pero, sobre todo, le explicó
como ambos habían congeniado, lo mucho que tenían en común y lo sensible y
bueno que aquel chico había demostrado ser. Masters le recordó enseguida, era
ese oficial que habían seleccionado para embarcarlo por sus excelentes condiciones.
Pertenecía a la familia de los amigos de Diamante, Esmeralda, Roy y los demás.
Satory no podría querer a nadie mejor. Estaba feliz por sí mismo y por su hija,
que lo era todo para él y según la escuchaba hablar recordaba a su vez cuando
él mismo se enamoró de Jenny, la madre de Satory, y de cómo su hija se parecía
a ella, no solamente en su belleza, sino en sus gestos de entusiasmo y en
aquella jovialidad repleta de optimismo para superar la adversidad que parecía
haber adquirido en ese viaje.
-Entonces, cariño…¿eres feliz?.- Le preguntó el
millonario.-
-Sí, papá, muy feliz. - Admitió ella declarando
ahora con un tono más serio.- A pesar de que las cosas a veces se pusieron muy
difíciles y tuvimos que luchar y trabajar mucho. Pero, por eso mismo, ahora todo
es maravilloso. Han sido precisamente todas las penalidades por las que hemos
tenido que pasar las que han hecho que nos hayamos convertido en una gran
familia.
Y
su padre asintió, convencido de que su hija era totalmente sincera y tenía
razón. Casi al mismo tiempo Mazoui también tuvo la ocasión de abrazar al fin a
sus padres y a su hermana. Hablaron con más detalle y él les acabó de contar lo
ocurrido la noche anterior con Satory, igualmente quiso presentarle a Sandy a
su madre. Tuvieron que esperar a que la chica terminase su turno. Satory no
estaba, al terminar se había ido con su padre. Fue una lástima puesto que no
coincidieron, así que fueron con Sandy a tomar algo. Charlando con Karaberasu a
la chica le pareció una ocasión de poder hablar con una segunda madre. Ella la
entendía perfectamente en todo lo que le contaba.
-Lo sé.- Asentía Kalie cuando esa joven, en un
aparte entre ambas, le explicaba algunas de sus vivencias.- No sabías cómo
enfrentarte a ello. Ni te atrevías a confiar en nadie que no fuera tu padre. La
mayor parte de la gente no puede comprenderlo. Únicamente vislumbran tu
apariencia. Pasé por lo mismo con mi hijo. Y sufrí cuando nadie me creía.
Cuando nació, y mostró esas señales de su origen, yo me desesperé. Pedí ayuda,
pero no me hicieron caso. Todo lo más me consideraban una loca. Aunque al fin,
tanto Dorothy, la mujer que me acogió, como el padre O´ Brian, el tío de mi
esposo, vieron la verdad. Fueron mi familia. Por eso te digo que nunca se sabe
dónde tendrás a alguien que te acepte y te quiera tal y como eres. No debes
perder la esperanza.
-Ya no.- Sonrió Sandy.- Ahora, precisamente su hijo
y sus amigos me aceptan. Aunque, bueno. No le he dicho nada a Satory todavía…
-Entiendo.- Asintió Karaberasu afirmando con voz
queda.- Eso es porque ella no sabe aún como es Mazoui, ¿verdad?
La
muchacha se lo corroboró con la mirada. Al fin declaró.
-No me corresponde a mí meterme en eso.
-Es cierto, mi hijo tendrá que decírselo a su debido
tiempo. Pero seguro que podrá contar con tu ayuda si la necesitara.- Afirmó Kalie.-
Sandy asintió. ¡Claro que haría todo cuanto
estuviese en su mano por ayudar! Y se sentía aliviada y feliz. Podía al fin
desvelar su secreto a otra mujer que lo comprendía perfectamente, e incluso
había compartido sus miedos, sus dudas, sus esperanzas. Todo aquello que le
decía le era totalmente familiar y parecía que las dos se conociesen de toda la
vida. A su vez, Karaberasu pensó que también esa chica habría sido perfecta
para su hijo. Pero ya se sabe, es el amor el que elige...No obstante, no se
privó de asegurarla con patente cariño.
-Sandy, desde ahora te considero como a otra hija
más. Siempre que necesites hablar con alguien o tengas algún problema acude a
mí sin dudar. Nunca podré ser como tu madre, pero al menos podré hacerme cargo
de cómo te sientes.
La muchacha no pudo evitar emocionarse para apenas
poder replicar con lágrimas en los ojos.
-Muchas gracias, señora O’ Brian. Significa
muchísimo para mí.
-Llámame Karaberasu o Kalie, querida. – Le pidió su
interlocutora tomándola de las manos con afecto para rematar.- Soy yo la que te
está muy agradecida. Has sido una gran amiga para mi hijo y le has ayudado
mucho.
- Él también me ha ayudado a mí.- Admitió la joven.-
- Pues ahora ya lo sabes. Nunca volverás a sentirte
sola. – Le sonrió animosamente Kalie haciendo que el rostro de la chica se
iluminase.- Tienes una familia.
De
hecho, era lo mismo que Amatista le dijese. Ahora veía que era cierto. Aquellas
magníficas personas la habían prácticamente adoptado y se sintió muy feliz. Lo
único en que pensaba ahora con una mezcla de ansiedad, inquietud y nostalgia
era en…
-Papá. ¡Tengo tantas ganas de volverte a ver!
Y
en tanto los reencuentros proseguían. Además de todos los parientes directos de
los muchachos, también Petz, Zafiro, Tom y Cooan, con sus respectivos hijos
estaban en la nave. En cuanto pudieron saludaron a los chicos y se contaron muchas cosas. Petz
caminaba recorriendo aquella ciudad en la que su difunto hijo había paseado y
vivido sus últimos meses. A veces cerraba los ojos tratando de imaginárselo
allí, en algún permiso, con esa chica, Nehie. La recordó ahora tras tanto
tiempo, cuando durante el funeral ella se le acercó y le entregó un pequeño
disco.
-Al menos sé que fuiste feliz, cariño.- Suspiró la
mujer al rememorar aquello.-
Todavía
en estado de ensoñación, tras haber recibido la bandera y esas condecoraciones
póstumas, ella estaba recordando la última conversación que tuvo con su hijo en
el Cielo. Entonces Petz vio acercarse a esa chica. Alta, de largo cabello
moreno. Flaqueada por dos escoltas a los que detuvo con un gesto de su mano. Tras
unos instantes de silencio, esa joven se presentó tímidamente.
-Perdone que la turbe en estos momentos, señora
Lassart. Permítame que me presente. Me llamo Neherenia Moonlight, soy la reina
de la Luna Nueva. Solamente quería darle algo que quiero que tenga.
Sin
que Petz pudiera decir nada esa chica sacó un pequeño disco dorado y se lo puso
en las manos, entre tanto la joven le confesó entre lágrimas.
-Yo le quise y él me quiso a mí. Hubiera deseado
estar siempre a su lado, pero el poco tiempo que compartimos será algo que
jamás olvidaré. Aquí van unas canciones que él me cantó. Me gustaría que las
tenga usted.
-Gracias, es usted muy amable, Majestad. – Musitó
ella también con los ojos llorosos.-
-Se lo suplico, aquí solamente quiero ser Neherenia
Moonlight. Una estudiante de magisterio. – Le respondió la emocionada joven.-
Fue esa chica quién se enamoró de su hijo. Y no una reina. No siga el protocolo,
por favor.
-Lo que desees, querida. Veo que realmente te ha
dolido mucho su pérdida.- Repuso Petz aunque esbozando una sonrisa animosa le
desveló a la muchacha. – Pero no sufras. Ahora él está en un sitio mucho mejor.
Donde será eternamente feliz.
-Lo sé. - Le confesó Neherenia para sorpresa de su
interlocutora, más cuando le contó. – Vino a despedirse de mí. Yo… siempre le
amaré. Era un chico maravilloso. Pueden estar muy orgullosos de él.
-Lo estamos. Muchas gracias por este gesto tan
hermoso. Te aseguro que lo aprecio en lo
que vale. Si alguna vez deseas que nos veamos y te cuente cosas de mi hijo,
estaré encantada.- Se ofreció.-
- ¡Sería maravilloso! - Pudo replicar la muchacha
con visible emoción.- Cuente siempre conmigo, y si algún día desea visitar mi
reino será muy bienvenida, usted y su familia.
- Lo recordaré. Ahora vive tu vida y sé feliz,
querida - le deseó Petz. – Eso es lo que a él le hubiera gustado.
Se acordaba perfectamente de esa agradecida sonrisa
de Neherenia con los ojos llorosos por la emoción cuando la mano derecha de su esposo sobre su
hombro izquierdo la sacó de aquellos recuerdos. Zafiro le preguntó, aunque
imaginase ya la respuesta.
-¿En qué pensabas, cariño? Estabas muy callada.
-Sé que nuestro hijo fue muy feliz aquí. - Le dijo
ella casi con un susurro. –
-Es un bonito lugar. – Pudo decir Coraíon, uniéndose
a sus padres. –
-Pues recorrámoslo juntos, en memoria de Granate. Así
podremos hacernos una idea de lo que él vivió aquí.- Les propuso Zafiro.-
Y los tres prosiguieron con su paseo. Tanto Cooan y
Tom como sus hijos estaban allí también, sentados ellos en una cafetería a unos
cientos de metros de distancia de sus parientes. Alan observaba todo con la
boca abierta.
-¡Este lugar es increíble! Es como si estuviéramos
en la misma Tierra.
-Sí.- Convino Lance, afirmando con un tono bastante
profesional. – Ha resultado ser una muy buena inversión. Pese a su coste. Ahora,
con este nuevo mundo descubierto, si todo sale bien, la raza humana va a tener
unas perspectivas de futuro mucho mejores.
-Yo pienso en el sacrificio de los que tuvieron que
morir para llegar a esto. – Terció Idina con la voz queda, agregando con pesar.
– Como nuestro primo Granate.
-Hija.- Le susurró cariñosamente Cooan pasándole un
brazo por los hombros. – No te tortures más con eso.
-Le pedí a Nehie que nos acompañase pero no la pude
convencer.- Repuso Idina casi con un hilo de voz, para explicar a su familia
con tristeza. - Todavía le duele pensar
en ello, no me lo quiso reconocer. Pero sé que el haber estado aquí, donde pasó
esos días tan maravillosos con él, le habría hecho mucho daño. Eso de que tenía
muchos asuntos pendientes en su reino fue la primera excusa que debió de
ingeniar.
-Hermanita. – Replicó Lance con tono suave pero bastante
seguro. – No dudo de su dolor. Sin embargo, ten en cuenta que tu amiga Nehie es
una reina con muchas cosas que atender. Puede que sea cierto lo que dices, pero
te aseguro que no estará ociosa en la Luna.
-Hijos. Dejemos eso ahora. – Les pidió Tom tratando
de animar aquello. – Lo que cuenta en este momento es que nos hemos podido
reunir con nuestros seres queridos a los que creíamos perdidos. Es hora de
celebrar, no de sufrir.
-Tienes razón, papá.- Afirmó Idina tratando de
alegrar su semblante. -
Y la conversación giró hacia derroteros mucho más
agradables, estaban impacientes por ver a sus parientes y amigos. Tras un rato
más se marcharon en su busca. Aunque Lance se excusó puesto que deseaba ver
algunas de las instalaciones con más detenimiento. Quedó con sus padres y
hermanos en un punto de la nave para más tarde…
-Tengo también muchos asuntos que atender, creo que
las cosas se han descontrolado demasiado y entre eso, y lo que nos aguarda, no
dispondré de demasiado tiempo.- Se dijo el joven.-
En la
Luna Nueva, Neherenia recordaba a su vez la conversación con su amiga Idina.
Ésta le informó que iría al asteroide y le propuso acompañarla, pero ella se
negó.
-Será muy bonito, todos estaremos allí. Me gustaría
que vinieras.- Le pidió su amiga tratando de persuadirla.-
-Y a mí me gustaría ir, de verdad.- Repuso la
soberana quien, sin embargo, objetó.- Pero desde que sufrimos aquel ataque he
estado ocupadísima supervisando la reconstrucción de todo lo dañado, reforzando
nuestras defensas y atendiendo al resto de mis obligaciones. Tengo apalabradas
varias visitas a regiones de mi reino desde hace meses.
-Entiendo.- Suspiró Idina con expresión alicaída,
pero enseguida quiso animarla para decir con mejor talante.- En cuanto regrese
trataré de ir a verte a la Luna. O cuando volvamos a la Golden, entonces te
contaré todo lo que ocurra.
-Gracias, dales recuerdos de mi parte a todos.- Le
pidió Nehie.- En especial a tus padres y a los señores Lassart.
Su amiga asintió y despidió la comunicación. La
soberana suspiró. Era verdad que tenía unas visitas a las nuevas zonas
habitadas y a las cúpulas reconstruidas que no podía aplazar. Empero, aquello
no era del todo cierto. La soberana meditaba en sus estancias.
-Perdóname, amiga mía. Pero no tengo valor para ir.-
Pensaba con el semblante entristecido.- Estar allí será recordarle a él y eso
duele, duele mucho…necesito algo de tiempo, para que la herida pueda sanar. O
al menos cicatrizarse… Granate, mi amor.- Susurró con emoción, mirándose en su
gran espejo de cuerpo entero.- Tú me
comprendes, ¿verdad?
Y
así se quedó, meditando tras unos instantes y hablando con su reflejo, como si
este fuese su amor perdido. Aunque por suerte una visita de Chibiusa y las
amazonas le hizo aquellos momentos más llevaderos. Desde luego la princesa de
la Luna Blanca no ignoraba el pesar y la amargura que todavía atenazaban el
corazón de su amiga. El inefable Caballero Gillard de la Lune, aposentador real
y canciller, las anunció con su melifluo tono habitual.
-Majestad. Tenéis visita, su alteza la princesa
Chiba y sus ladies guardianas.
Neherenia
asintió, sentada en su trono había terminado unas audiencias. Enseguida vio
entrar a sus amigas y sonrió. Tras cumplimentar el protocolo fueron como
siempre a las estancias privadas de la soberana. Allí Chibiusa le contó.
-Vamos a ir en breve al asteroide. Queremos visitar
a nuestros amigos y hemos recibido invitaciones de Leval y Amatista, los hijos
de Bertie, Roy, Diamante y Esmeralda. ¡Van a casarse!
-Lo sé.- Musitó ella.-
-¡Una boda, que guay! – Exclamó entonces Para-
Para.-
-Todavía me acuerdo de las bodas de sus padres, y
ahora se casan los hijos.- Comentó Jun-jun.-
-Sí, hay que ver cómo pasa el tiempo.- Suspiró Ves -
Ves.-
-Será bonito ir.- Remachó Cere- Cere.-
-Yo no podré asistir.- Repuso Nehie dejándola a
todas atónitas.-
-¿Por qué no?- Sonrió Chibiusa.- Lo ibas a pasar muy
bien…
Su
amiga iba a replicar aduciendo su apretada agenda pero, ante la mujer que la
conocía desde que era una niña y se había ocupado de instruirla en gran parte
de todos sus deberes y obligaciones, eso carecía de sentido. Apenas si pudo
añadir tratando de no sollozar.
-No podría. Todavía no…Lo siento. No estoy
preparada…
Las
asteroides bajaron la cabeza apenadas por esa joven. Sin embargo, ninguna dijo
nada. Fue su princesa la que declaró con un tono lleno de afecto.
-Lo comprendemos perfectamente. Pero Nehie, tienes
que superarlo. Algún día lo harás, estoy segura. Mira. También mis padres y las
princesas planetarias van a ir. Aunque se quedarán por poco tiempo. Luego
debemos atender otros asuntos…
Su contertulia asintió. Después cambiaron de tema y
las asteroides como siempre lograron hacerla reír con sus comentarios. Con
ellas al menos Nehie pudo distraerse y dejar a un lado aquello. Además de charlar
de otros asuntos importantes para el futuro. De vuelta a casa Chibiusa informó
a sus padres de lo sucedido. Endimión se mesó la barbilla con talante pensativo
en tanto comentaba.
-Lo siento mucho por Neherenia. Pero me preocupa que
recaiga.
-Es fuerte, lo superará.- Afirmó Chibiusa
convencida.-
-No podemos correr ese riesgo, hija mía.- Terció Serenity
sentenciando con gravedad.- Debemos tomar todas las medidas necesarias.
-¿Qué pasa entonces con la alternativa?- Quiso saber
la muchacha.-
-¿Le vistes allí?- Inquirió Endimión.-
-Creo que estaba con Seren en la Tierra, iba a verla
para que ella le diera algunos mensajes para sus padres. Por lo que puede averiguar
tenía planeado viajar a su planeta para darles cuenta a sus soberanos. - Replicó
la joven princesa que añadió.- No, no pude verle.
-No pasa nada. Sé con quién tengo que hablar.-
Declaró Serenity.- Le pediré que se encargue de ciertas cosas.
-En cuanto a la boda de los hijos de nuestros
amigos.- Inquirió Chibiusa.- ¿Qué vais a hacer?
-Asistir, por supuesto.- Sonrió ahora su madre, con
mucha mayor jovialidad, al recordar.- Tomé a Amatista como mi ahijada. No estaría
bien faltar a su boda siendo su madrina.
-Aunque será un viaje muy rápido. El tiempo de presenciar
la ceremonia, asegurarnos de que todo marcha bien, y regresar. Ya lo sabes.- Le
recordó Endimión.-
-Entonces, ¿debo dar órdenes a las asteroides de que
lo preparen todo?- Consultó la muchacha.-
Sus padres
asistieron y ella, tras solicitar permiso y serle concedido se retiró. Fue
entonces cuando Endimión le comentó a su esposa.
-Por ahora todo se desarrolla acorde a como debe
ser. Al menos, eso parece.
-Así es, pero siempre hay sorpresas, cosas que se
salen del guion preestablecido o imprevistos que ignoramos. Por esa razón
tendremos que estar alerta hasta el final.- Sentenció ella.-
Su marido convino en ello. Llegó el momento y en el
asteroide finalmente se juntaron, Amatista con Kerria, Idina, Katherine y Satory,
además de Sandy y Penélope. Ésta última habló asimismo con su familia y por
primera vez en mucho tiempo rio y lloró presa de una emoción desbordada. Sobre
todo cuando estos se presentaron en la nave y pudieron abrazarse durante largo
rato. Ella después les enseñó el laboratorio y todo su trabajo allí.
-Hermanita, eres un genio. ¿No te lo había dicho
nunca?- Comentó su hermano menor.-
-Tú tampoco lo has hecho nada mal, por lo que me han
contado.- Sonreía ella.-
-Sí, tu hermano ha llevado muy bien el negocio
durante este tiempo. Y tú has hecho un gran trabajo aquí.- Declaró el señor Winters
que admitió sin reparos.- Debo reconocer que tenías razón cuando desde niña
deseabas ser científica.
Penélope
se abrazó a su padre con visible emoción, esa era la mejor recompensa del
mundo, Richard Winters era tan cabezota como ella misma y que se decidiese a
admitir un error era casi impensable. Aunque la madre de la científica tercio
enseguida también conmovida y entre sollozos.
-Cuando creímos que la nave se había perdido fue
terrible. Llegamos a creer que no volveríamos a verte. Pero tu padre no.
Siempre dijo que eras tan testaruda como él y que te las ingeniarías con esa
mente tan brillante que tienes para volver. Y mírale, no se equivocaba.
-No estuve sola, mamá.- Repuso la chica con idéntica
emoción.- He hecho grandes amigos de entre mis compañeros, juntos lo hemos
logrado. Y ahora estamos a punto del éxito final.
-Una cosa más.- Le dijo su hermano.- Tu profesor,
ese Tomoe, nos envió saludos. Él no podía acudir, estaba muy ocupado, pero dijo
que confiaba en que todo iba a ir bien. Comentó que estando tú al cargo de todo
tenía todas sus esperanzas puestas en el éxito.
-Gracias.- Pudo decir Penélope que añadió ya más
jovialmente.- Y todavía tenéis que conocer a mi…
Aunque aquí se calló durante unos instantes no sabiendo
como proseguir hasta que fue su hermano el que dijo con jocosa incredulidad.
-¿No me digas que hasta te has echado novio?
Y
pese a que la chica en un primer momento no respondió finalmente acabó por
reconocerlo asintiendo con una sonrisa.
-¡Tengo ganas de conocer al chico que ha logrado
eso! - Se rio su padre, junto al resto de la familia e incluso la propia
Penélope.- Debe ser realmente especial.
Así prosiguieron un rato más entre risas y buenos
momentos hasta que la muchacha tuvo que volver a trabajar. Después de terminar
se unió a sus amigas y a las familiares de éstas para planear los festejos. Entre
todas intercambiaron todo tipo de opiniones sobre los chicos. Lo cierto es que
no podrían celebrar esas despedidas de soltera o de soltero al uso debido a la
gran agitación por los preparativos de la terraformación. Pero ¡qué se le iba a
hacer! Eran felices solamente con volver a estar juntas. Podrían tomarse algo y
charlar recordando los viejos tiempos y planeando el futuro. Aunque, antes de
eso, Kerria, con gesto eso sí algo inquieto, observaba a su amiga. Por una
parte deseaba hacer partícipe a su futura cuñada de todas sus peripecias e
incluso amarguras, aunque también alegrías de ese último año, pero decidió que
eso ahora no tenía prioridad. Otra cosa la inquietaba más. En cuanto pudo tomó
aparte a la novia de su hermano y le contó lo que su padre le había dicho a Leval.
- Sé que quizá no sea el mejor momento para preguntarte
esto pero, ¿eres virgen, Amatista? - Inquirió Kerria con interés y también con
preocupación. -
La
interpelada se sintió algo violenta, incluso se ruborizó, pero decidió
contestar. La muchacha era su íntima amiga e iba a ser su cuñada y hermana
política, no quería tener esos secretos con ella y seguramente lo preguntaría
por algo. Pudiera ser que hasta la ayudase a combatir esa inseguridad que sentía
ante su inminente noche de bodas.
- Yo, bueno, con el primer novio que tuve estuve a
punto de,...- sonrió a Kerria tímidamente mientras se enrojecía para admitir. -
Si, la verdad es que todavía soy virgen. Leval y yo no hemos considerado
oportuno acostarnos. No es que haya ninguna razón en especial, quizás con los
nervios y con todas las aventuras que nos han sucedido no ha llegado el momento
adecuado. En fin, quizás ha sido más cosa mía, estaba insegura y quería que
fuera un momento muy especial. Y la verdad, eso me preocupa un poco...
- Entonces espero que Leval no se comporte como un súper
guerrero.- Suspiró Kerria casi más para
sí misma.-
Aunque su amiga la escuchó y no tuvo más remedio que
contarle el significado de eso. Amatista guardó un reflexivo silencio y después
declaró resuelta.
- Si debe hacerlo que lo haga, si quiere hijos
fuertes, yo quiero dárselos, lo soportaré.
- Pero primero podéis hacerlo de forma normal, ya
tendréis tiempo de pensar en hijos más tarde.- Le propuso su contertulia con un
tono de clara preocupación. - Mi hermano se sentiría muy mal si te hiciese
daño.
- No. - Amatista puso una mano sobre una de las de
su amiga y la tranquilizó desvelándole para sorpresa de ésta. -Tiene que ser en
la noche de bodas, lo sé, lo presiento. No temas por mí, algo me dice que todo
saldrá bien. Y también que debo tener un hijo fuerte, muy fuerte, Kerria...deberá
serlo por todos nosotros.
Su
interlocutora la miró en silencio, impactada por esas palabras. Además,
comenzaba a recordar un sueño que tuvo hace ya mucho tiempo. Cuando estuvo a
punto de morir. Asintió sin decir nada y abrazó a su amiga. Mientras tanto los
preparativos para la terraformación concluyeron. La gran nave estaba en una
órbita estacionaria alrededor del Planeta, lista para comenzar con el
experimento más importante de toda la misión ¡tanto que era la misión misma! Penélope,
Sandy y Satory, que se había unido algo más tarde a ellas, dejaron a las chicas
y fueron a ocupar sus puestos. Amatista se reunió con sus compañeras, aunque
estaba de permiso por su boda, quería ver la puesta en marcha de la terraformación
antes de acostarse. Se dio la orden y se inició el experimento definitivo. Una
gran compuerta en el asteroide se abrió y dejó caer sobre el planeta una carga enorme
de cultivos bacterianos.
- Ya está.- Suspiró
Penélope que añadió con tono cansado, lleno de expectación y anhelo contenido.
- Bueno, recemos por que todo salga bien, dentro de veinticuatro horas tendremos
los resultados.
-Sí. Ahí va nuestro súper plancton mejorado junto a
bacterias ultra resistentes.- Añadió Sandy.-
-Hemos trabajado tanto en ello que tiene que salir
bien.- Aseveró Satory.-
-Estoy convencida de que así será.- Sentenció
Amatista que compartía esa esperanza con todas sus amigas.- Nos lo merecemos.
Y
finalmente todas se fueron a dormir despidiéndose de la novia y deseándole
suerte para su gran acontecimiento. Ella se fue a su habitación, no había visto
a Leval en todo el día. Realmente no habían querido ninguno. A parte de para
poder charlar con sus respectivas familias, sabían que, según la tradición, eso
daba mala suerte. Ya no se verían más hasta la boda. Y mientras la muchacha se
disponía a acostarse, en la que sería su última noche de soltera, por todas partes
las pantallas de la nave y los ordenadores brindaban información del proceso en
marcha. Gráficos de la superficie del planeta imágenes de su superficie tomadas
por satélites, detectores de atmósfera...entre toda esta zarabanda de datos e
información, Amatista se fue a dormir agotada pero feliz, soñando con su gran
día.
-¿Quién me lo hubiera dicho hace tan solo un par de
años?- Meditaba llena de satisfacción y esperanza.- Ahora voy a dar el paso más
importante de mi vida. Y lo daré con él.
El
aludido estaba pensativo en su habitación, dudaba también pensando en su noche
de bodas, algo le impulsaba para tomar a su futura esposa como súper guerrero,
pero no quería destrozarla. Kerria había corrido a decirle que Amatista aún era
virgen y a pedirle que tuviera cuidado. El chico no contestó, la miró de una
forma que su hermana entendió, ésta sonrió débilmente y le deseó buenas noches.
Kerria iba a ser la madrina de la boda y Mazoui el padrino. Leval estaba muy inquieto y no
lograba conciliar el sueño, al fin, debido al cansancio, logró dormir entre
esas reflexiones.
-Ella lo es todo para mí. No puedo hacerle daño,
pero algo en mi interior me impulsa…es como si así tuviera que ser.
La
madre de la novia pasó casi toda la noche terminado de coser ella misma el
magnífico vestido de bodas que había diseñado y confeccionado para su hija.
Agotada de tanto trabajar y rendida por el sueño se durmió sobre la mesa.
Diamante llegó al poco rato de dar una vuelta por la ciudad con su hermano, su
cuñada y su sobrino y al verla así se encargó de levantarla en brazos y
acostarla. Contemplaba a su mujer con una mezcla de orgullo, simpatía, cariño y
sobre todo mucho amor.
-Esmeralda - pensó con reconocimiento. - No debes
preocuparte. Desde que te recuperé tú nunca me decepcionaste, siempre has sido maravillosa,
lo has dado todo por mí y por Amatista. Duerme bien cariño, mañana debes estar
radiante para la boda de nuestra hija.-
Y tras arroparla y darle un cálido beso en la frente, el príncipe también
se acostó. -
Por su parte, Susan esperaba ansiosa la llegada de
sus padres. La nave de estos no vendría hasta dentro de unas horas. Ojalá que
Debbie viniera con ellos. En la mente de la joven oficial se agolpaban muchas
cosas. Deseaba abrazar a su familia y ponerles al tanto de sus aventuras, y ¿por
qué no? Hablarles de Giaal. Aunque quizás sin desvelar todavía su procedencia
ni su auténtica naturaleza. Pero también tenía ganas de que su hermana menor le
contara qué tal le había ido en todo ese tiempo.
-Debbie, espero que todo te haya marchado bien y que
seas feliz, por lo menos tanto como yo lo soy.- Pensaba en tanto estaba tumbada
sobre su litera, tratando de conciliar el sueño. Además, al día siguiente
también estaría encargada de asistir a la boda del teniente Malden y de Amatista.
– Bueno, ¿quién sabe? Puede que dentro de poco sea yo la que se case también.- Se
dijo casi ruborizándose ella sola.- En fin, tengo que dormir o estaré ojerosa…
Y finalmente con esas reflexiones y anhelos sí que
pudo conciliar el sueño. Así que todos dormían ya, esperando con ilusión al día
de mañana, ese iba a ser un gran día, muy importante para el futuro. Tanto que,
pese a lo que ya les constaba que estaba en juego, ninguno de ellos podría
imaginarse siquiera su verdadero alcance. Aunque en la nave otros estaban haciendo
cábalas. Cedric no había dado muchas señales de vida desde aquel fallido juicio
y la posterior defensa de la nave. Pese a ello ahora podía decirse que su
misión estaba concluida. Durante la tarde paseaba por la ciudad, tratando de pensar
en cuando pedir el traslado a la Tierra. En ese momento, un tipo moreno, de
ojos azules y algo más alto que él le abordó. Para sorpresa del oficial conocía
su nombre cuando le dijo.
-Discúlpeme. ¿Es usted el teniente Cedric Logan?
-Sí- admitió éste que inquirió a su vez con
desconfianza. - ¿Y usted es…?
-Alguien que conoce la misión que le fue encomendada
relativa al oficial Leval Malden y al oficial Mazoui O ‘Brian.
-¿Quién es usted?- Preguntó nuevamente Logan, ahora
poniéndose a la defensiva, se suponía que eso era alto secreto militar –
-No se preocupe. – Le dijo aquel hombre sonriendo de
forma tranquilizadora. - Verá, teniente.
Su misión está concluida, al menos aquí y ahora. No debe preocuparse, será
trasladado a la Tierra enseguida.
-Debo entender que usted pertenece al ejército.
¿Quizás al servicio secreto? – Preguntó Cedric con visible extrañeza. –
Por toda respuesta aquel tipo le mostró un pequeño
portafolio, similar al que el mismo Logan tenía. Allí se detallaban una serie
de instrucciones a su nombre, con la firma de algunos jefes del alto mando. En
tanto ojeaba esos papeles con visible sorpresa el misterioso individuo le
inquirió.
-¿Conocía usted a Jennifer Garrett?
-Sí- pudo decir Cedric tratando de recordar. – Era
miembro del equipo científico de investigación. Murió durante el ataque a la
nave.
-¿Y no sabía usted quién era esa muchacha?- Insistió
ese tipo. –
-Por los datos que tengo en mi poder era simplemente
una ayudante de laboratorio.- Repuso el oficial sin darle más importancia,
aunque admitiendo a renglón seguido.- Me pasó algunos informes para ayudarme en
mis pesquisas.
-Sí. Era eso y también algunas cosas más - le
desveló su interlocutor dejando a Logan sorprendido, más cuando agregó con un
tono invitador. – Venga conmigo y le pondré al corriente de algunas de ellas.
De las cosas que Jen trató de evitar. Y de las que usted tendrá también que
ocuparse en un futuro.
-No le comprendo - pudo decir Logan visiblemente
confuso. –
-Es usted muy inteligente. Lo hará.- Le aseguró
aquel hombre en tanto caminaba en dirección al parque indicando al oficial. –
Sígame y le pondré al corriente de parte de este gran juego.
Lleno de curiosidad Cedric asintió, desde luego
estaba visiblemente interesado, aunque no logró que ese hombre le desvelase su
identidad. Tras ser informado, meditaba sobre todo aquello. Le parecía sencillamente
imposible de creer pero le habían dado pruebas irrefutables. Ahora todo tenía
sentido. Pero ¿Qué debía hacer? Supuso que seguir esas instrucciones. Volver a
la Tierra y prepararse. A su debido tiempo retornaría y cumpliría fielmente con
su cometido. No sabía a ciencia cierta si ese tipo respondía ante los servicios
secretos de la Tierra o si incluso iba más allá. Pero eso ahora no era de su
incumbencia. Tampoco lo que sucediera en el asteroide o en ese planeta nuevo
que iban a transformar. Por lo pronto otros seres mucho más poderosos que él se
ocuparían de ello.
-Bueno amigos. La pelota está en vuestro tejado.- Pensó
esbozando su típica media sonrisa sarcástica para irse a dormir.- Os deseo
suerte y lo hago de veras, os hará mucha falta.
No obstante, sin que el oficial ni nadie lo advirtiesen,
en lo alto de la nave, casi en la misma bóveda que albergaba la ciudad, esa
figura negra y alargada, que portaba aquel grueso libro, le observaba. Abrió
aquel tomo, pareció escrutar algo entre sus páginas, lo cerró y desapareció. Mientras
tanto ajenos a eso, las compañeras de la difunta Jennifer y los compañeros de
Logan dormían aguardando el nuevo y prometedor día.
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