domingo, 6 de marzo de 2011

GWG 4.91. Dolorosa obligación.

Tanto Leval como Mazoui se vieron en el deber tanto moral como oficial de volver a la Tierra. Era su responsabilidad, sólo ellos podían hacerlo. Pusieron en sus maletas algunas de sus cosas y llamaron a casa, el mensaje tardó horas en llegar, aunque en él no se atrevieron a decir nada de lo sucedido. Únicamente que iban para allá. Ajeno pues a todo, Roy aumentó su nivel de energía para que pudieran localizarlo bien. Toda la familia aguardaba con ilusión su llegada. ¡Qué poco podían imaginar lo que les esperaba! Aunque antes de partir, los dos muchachos recogieron para Granate la medalla al valor, con distintivo púrpura, a título póstumo y sus nuevos distintivos de rango de teniente. Por fin, ambos detectaron la energía de Roy y se transportaron. Aparecieron en el jardín de la casa, lucía el sol y hacía una mañana tranquila. Por unos instantes a los dos aquello les pareció como un sueño. Al contemplar aquellos familiares alrededores se preguntaban si de veras habían estado en el espacio o si nada de aquello habría sucedido en realidad. Era una estampa bucólica, el sol alumbraba suavemente entre algunas nubes algodonosas y circulaba una agradable brisa. Les daba incluso la impresión de que quizás Granate y las chicas salieran del garaje tras uno de sus ensayos con su grupo de las Justices. Aquello en suma casi les hacía olvidar el amargo trance que habían soportado en el espacio, pero por desgracia enseguida recordaban que había sido real. Y aun para mayor dolor les aguardaban también los padres de Mazoui y su hermana y los padres de Amatista.

 

- ¡Ya era hora! - Exclamó Roy, muy contento de verlos en tanto añadía con humor. - Lo malo de llamar por radio es que se pierde mucho tiempo esperando la confirmación. Y yo no puedo estar con este nivel de energía siempre. ¡Ya no soy tan joven! - Se relajó volviendo a su estado normal tras acabar la frase. -

- ¡Cuánto me alegro de veros! - sonrió Beruche que de inmediato quiso saber. - ¿Qué tal por el Espacio?

- Sí, eso - añadió Karaberasu con interés - tendréis muchas cosas que contarnos. ¿Venís para mucho tiempo?

 

            No obstante, las caras de los chicos no mostraban ninguna alegría, además no respondían, sólo miraban al suelo, sus padres y los demás no tardaron en advertirlo.

 

- ¿Qué os pasa?,- inquirió Kathy con cara de extrañeza. - No parece que estéis muy contentos de vernos.

- No estamos de visita. - Respondió sombríamente Mazoui. - No es nada agradable lo que nos trae aquí, sino algo muy doloroso.

- ¿Y mi hija y Satory, y mi sobrino Granate? - Preguntó Esmeralda que comenzaba a estar muy preocupada. -

- No hemos podido traer a Amatista, ni a su amiga - repuso Leval. -

 

            El chico de hecho le envió un mensaje a la hija de Esmeralda y Diamante, y esta tardó poco en responder. Con carácter de urgencia se vieron en el parque de la nave. Enseguida se abrazaron sin poder dominar la emoción. Lloraron los dos hasta que, finalmente, ella pudo decir con el tono entrecortado por los sollozos.

 

-Quisiera ir a ver a mis padres, pero ahora no sería capaz de mirarlos, ni a ellos ni a los tíos Zafiro y Petz.  Prefiero quedarme aquí.

-Lo comprendo. - Musitó él. - Yo daría cualquier cosa por no tener que volver a decirles esto.

- ¡Diles que los quiero!¡Les quiero muchísimo! Y les echo mucho de menos. - Gimió la muchacha sin querer soltarse del abrazo de Leval. -

 

            El joven asintió, tras un rato se despidieron, ahora tras rememorar esos tristes momentos, tenía que contar lo sucedido y lo hizo reflejando su pesar en el tono de su voz, cada vez más insegura.

- Fuimos atacados por naves enemigas y tuvimos que luchar. Esmeralda. – Pudo decir él casi sin contener sus lágrimas. - Granate ha muerto en combate - añadió dejándolos helados a todos. - Debemos decírselo a la tía Petz y al tío Zafiro.

- Pero ¿cómo es posible?,- susurró Mathew, atónito e impactado como el resto. - ¿Quién os atacó? ¿Cómo puede ser?

 

            Esmeralda lloraba sin consuelo abrazada a su marido que también estaba dominado por el dolor. Beruche hacía lo propio aferrada a Roy y Kathy también se derrumbaba. Entonces llegó Kerria que volvía de la mano de Brian.

 

- ¡Mazoui, Leval! - exclamó llena de alegría nada más verlos, enseguida corrió hacia ellos, pero cuando se fijó en sus rostros se detuvo en seco. Tanto ella como su novio se quedaron perplejos al ver las escenas de dolor que también embargaban a todos los demás. La chica únicamente pudo preguntar con voz insegura y preocupada. - ¿Qué está pasando aquí?...

- Hija, tu primo…- balbuceó Beruche con los ojos llenos de lágrimas. - Tu primo Granate ha muerto.

 

            Para Kerria también fue un mazazo terrible, estaba con la boca abierta, clavada en el sitio sin poder reaccionar. Brian, anonadado y afectado al igual que ella, la abrazaba.

 

- No, no puede ser, - repuso ella moviendo la cabeza - ¡no, no puede ser verdad! - Repetía en tanto caía de rodillas al suelo sollozando, su pareja con delicadeza la ayudó a levantarse. – ¡No, no!...

- Pero ¿quién ha sido? - Insistió el aún conmocionado Roy a la pregunta que antes había hecho Mathew. - ¿Quién se ha atrevido?

- No lo sabemos - respondió lentamente Mazoui que, como su primo, hacía un gran esfuerzo por mantenerse lo más sereno posible. - No tenemos ni idea de quienes podrían ser, sólo sabemos que debemos notificárselo a sus padres.

- Sí, mamá. -  Agregó Leval mirando a Bertie angustiado para preguntar con visible temor y dolor.  - ¿Cómo podremos decírselo? ¿Cómo les diremos a la tía Petz y al tío Zafiro una cosa así?

- Hijo, debéis tener valor - le respondió ella con los ojos llorosos. - Decídselo sin vacilar. Les hará mucho daño, no puede ser de otra manera. Pero tanto mi hermana como su esposo son fuertes, lo superarán. O al menos… podrán llorarle.

 

            Madre e hijo se abrazaron y el chico rompió a llorar conmoviendo aún más al resto. Era una escena realmente terrible. Kalie se abrazó también a su vástago

 

- Sí, se lo diremos entre los dos, Leval - añadió solidariamente Mazoui que a duras penas se mantenía más entero - y procuremos estar preparados para su reacción.

- Hemos de irnos ya. - Musitó el interpelado tras dominarse al fin y separarse de su madre. - Sólo vinimos para decíroslo antes a vosotros. Necesitarán todo el apoyo que les podáis prestar. Volveremos, tenemos que ir a la nave a recoger el resto de sus cosas.

- ¿Y mi hija, y Satory? - Inquirió Esmeralda llena de temor ahora. -

-Están a salvo y bien. Las traeremos para el funeral. - Terció un más entero Mazoui. -

- Mucha suerte, chicos y tened mucho valor. - Les deseó Kerria que casi no podía hablar, se abrazó fuertemente a su hermano y Katherine hizo lo propio con el suyo, parecían no querer soltarlos. – Y por favor, - agregó la chica. - Volved…volved con nosotros.

 

            Luego fueron sus respectivos padres quienes los despidieron. Al fin, se volvieron a la nave quedando con Roy para transportarse de nuevo. Recogieron el resto de los efectos personales de Granate y regresaron al cabo de un tiempo prudencial. Roy los esperaba cerca de la casa de Zafiro y Petz. Había volado hasta Japón en unas pocas horas. No quiso transportarse al lado de sus viejos amigos. No podría haber soportado mirarlos a la cara y no ser capaz de decir nada hasta que llegaran los chicos.

 

- ¿Queréis que os acompañe? - Se ofreció el padre de Leval una vez aparecieron ellos - será muy duro.

- No papá, gracias - repuso su hijo afirmando con determinación - es nuestra responsabilidad. Compréndelo, en esta ocasión no vamos sólo como sobrinos, además representamos a la flota.

- Lo entiendo, buena suerte, chicos. Después pasad por casa, por lo menos para veros durante algunos días. - Les pidió su interlocutor con tono afectuoso y solidario. – A todos nos hará bien.

- Así lo haremos - convino Mazoui. - Gracias por todo, tío Roy.

 

            El padre de Leval asintió despacio.

 

-Pase lo que pase, estamos muy orgullosos de vosotros. Ahora sed fuertes. - Afirmó Roy. -

 

            Y con afecto puso las manos en un hombro de cada chico y se transportó de vuelta a su casa. Los dos primos, con sus uniformes de gala, se armaron de valor y llamaron a la puerta. Aquello era mucho más difícil que confrontar a un enemigo y les producía mucho más temor. Esperaron un momento a que alguien les abriera, por un lado, ojalá que no hubiera nadie. Pero no, sabían que eso sería un cobarde aplazamiento de lo que deberían de decir y prolongaría sus sufrimientos aún más. Pronto esos pensamientos cesaron en cuanto Zafiro les abrió.

 

- ¡Leval, Mazoui! - Exclamó bastante contento. - Me alegro de veros, pero ¿Qué hacéis vosotros aquí? ¿Dónde está Granate? Seguro que ha preferido quedarse a la caza de alguna chica que venir a ver a sus padres...Ya nos escribió hace tiempo contándonos que había conocido a una chica muy guapa. Una tal Nehie decía que se llamaba. ¡El muy pillastre!… - Sonrió moviendo la cabeza con fingida desaprobación. – Como si no supiéramos que esa muchacha es Neherenia, la reina de la Luna Nueva.

 

            Los dos muchachos miraban al suelo, cuando Zafiro lo notó. Observando detenidamente sus caras compungidas y su silencio lo comprendió sin necesidad de palabras. La sonrisa se le borró y se hundió en la tristeza, pero pudo estar lo suficientemente entero como para preguntar.

 

- ¿Cómo ocurrió?

- Nos atacaron, - respondió quedamente Mazoui - en el espacio. No pudimos emplear nuestros poderes...

- ¡Estábamos lejos, demasiado lejos! Fue todo tan rápido. No pudimos ni intentar transportarnos a por él. - Rechinó Leval entre dientes apretando los puños con impotencia y desolación. -

 

            Zafiro no pronunció palabra, pero por su mirada ambos podían saber que él no les reprochaba nada. En ese instante la voz de Petz se escuchó desde dentro de la casa, ella le inquirió a su marido.

 

- Cariño, ¿quién está ahí? ¿Con quién hablas a estas horas? Ya son las diez, vamos a cenar. - Salió y sonrió ampliamente sorprendida al reconocer a sus sobrinos Mazoui y Leval. - ¡Chicos, que sorpresa! ¿Cuándo habéis vuelto? Pasad, si queréis cenad con nosotros...

 

            Los dos muchachos se miraron destrozados, tenían que entrar, no podían hacer otra cosa. Zafiro les suplicaba con la mirada que lo hicieran. Petz traía unos platos que dejó en la mesa y les preguntó por su estancia en la nave.

 

- ¿Y mi hijo? No ha venido a vernos, ¿eh? El muy granuja habrá preferido estar coqueteando con las chicas.

 

            Las mismas palabras que Zafiro y la misma réplica. Ni Mazoui ni Leval se atrevieron a mirarla a los ojos. Petz comenzó a comprender que algo no iba bien.

 

- ¿Le ha ocurrido algo a Granate?, ¿acaso está castigado? ¿Qué ha hecho ahora? - preguntó con creciente ansiedad, pero ninguno de los dos chicos se atrevía a pronunciar palabra ni a levantar la mirada. – Hablad de una vez, me estáis preocupando…

 

            Tuvo que ser Zafiro el que la tomase delicadamente por los hombros y la dijera mirándola a los ojos con suavidad y todo el amor que pudo reunir.

 

- Cariño, deberás tener valor. Nuestro hijo ha muerto, ellos han venido para decírnoslo.

 

            En el primer instante, ella no pareció haber escuchado, luego no era capaz de pronunciar palabra. Al fin lo hizo para decir.

 

- No, eso no es posible - sonreía sardónicamente ella con un rictus de desesperación, negándose a creerlo. - Es imposible, ¿cómo iba a morir?...

- Nos atacaron – se atrevió a musitar Mazoui. - Unos objetos desconocidos, cuando estábamos pilotando en el espacio. Granate luchó con valentía, pero le derribaron, perdimos a bastantes compañeros.

- ¡No, mi hijo!,- chilló Petz loca de dolor una vez que lo hubo asimilado. - ¡Era sólo un niño, por Dios!,- se separó de Zafiro presa de la desesperación y del llanto para agregar aun con asombro y enloquecido reproche. - Vosotros erais sus primos, teníais que cuidarlo, ¡por el Amor de Dios!, ¿dónde estabais cuando asesinaron a mi hijo?

 

            Ninguno podía responder, Petz fuera de sí, les golpeaba en la pechera con los puños. Ellos no se movían, limitándose a encajar los golpes que no les producían daño, pero sí lo hacían las acusaciones de su tía que les traspasaban el alma. Después la infortunada madre tiró al suelo cuantos platos y objetos encontraba hasta caer de rodillas chillando, con la cabeza erguida, mirando al techo. Zafiro tratando de reaccionar intentaba levantar y sujetar a su mujer.

 

- Petz, por favor, ¡domínate! Ellos no pudieron hacer nada, la lucha era en el espacio.

 

            Pero su esposa lejos de calmarse se revolvió contra él y lo increpó fuera de sí.

 

- ¡Tú, tú tienes la culpa de todo! Me dijiste que no le pasaría nada. Le animaste a seguir con esa idea estúpida de ser piloto. No te bastó morir una vez a ti, has tenido que enviar a la muerte a nuestro hijo. 

                                                                 

Ella, loca de rabia y de dolor, no dio tiempo a su esposo para defenderse de esas injustas acusaciones. Abofeteó a Zafiro que no dijo nada. Sólo dejaba caer las lágrimas de la tristeza que llevaba dentro y Petz, a pesar de su desesperación pudo finalmente mirarle a los ojos y comprender lo que sentía. Entonces el remordimiento cayó sobre ella y se abrazó a él derrumbándose por completo.

 

- ¡Perdóname, lo siento! - Sollozaba completamente destrozada por el dolor. - Perdonadme por favor. - Suplicaba a sus sobrinos que no podían dejar de llorar en silencio al ver ese dramático espectáculo. – ¡Lo siento…mi niño…mi niño!…

 

            A la pobre mujer le fallaron las fuerzas y cayó como un fardo. Su esposo pudo sostenerla antes de que tocase el suelo. Estaba tan alterada que incluso le costaba respirar. Zafiro la alzó con cuidado y la sentó en el sofá. Todos la observaban preocupados, al fin ella pareció recuperarse. Leval se decidió entonces a darle una cajita azul afelpada.

 

- Toma esto tía Petz, él hubiera querido que la guardaras. - Pudo decir entre sollozos, embargado por la emoción y la tristeza. -

 

            Sin fuerzas para casi nada más ella la recogió cuidadosamente aun con las manos temblorosas. Abriéndola descubrió una estrella de plata con una cinta púrpura y otra azul celeste. Mazoui explicó en un esfuerzo supremo por mantenerse sereno, pese a sus propias lágrimas.

 

- Es la medalla al valor, en su máxima distinción. La ganó con su heroica actuación frente al enemigo. Pese a ser sólo un alférez inexperto, demostró ser un magnífico piloto y un gran oficial.  Será ascendido a título póstumo al grado de teniente. Debéis estar muy orgullosos de él. Murió luchando por defender a todas las personas, hombres, mujeres y niños, que habitan en la nave y contribuyó a salvar muchas vidas. Como hicisteis vosotros. – Remachó en tanto entregaba a su destrozado tío Zafiro las insignias de aquel rango en una cajita afelpada de color burdeos. -

- Un trozo de metal y un par de cintas. Sólo me queda esto de él. Y ya no podré tenerlo junto a mí nunca más. ¡A mi niño…mi hijo! …- Sollozaba amargamente Petz que cerró lentamente la cajita con la medalla. -

- Debemos ser fuertes para honrar la memoria de nuestro hijo. Gracias por venir - les dijo Zafiro a los dos chicos mirándolos con simpatía y entereza pese a todo. - Sé lo duro que ha tenido que resultaros hacerlo y estoy convencido de que de haber podido hacer algo por Granate lo habríais hecho. Nunca olvidaré este gesto.

- Os juramos que honraremos su memoria, tía Petz, tío Zafiro. Él no ha muerto en vano. - Aseguró un emocionado Leval. - Seguro que desde el Cielo nos seguirá en el viaje y nos ayudará. Además de velar por vosotros.

- ¡Ahora que lo dices!, - exclamó Zafiro de pronto, haciendo gala de un entusiasmo que dejó a todos sorprendidos. - El Cielo, claro, ¿cómo he podido olvidarlo? Hablaré con Roy, podemos ir allí, quizás Landar el mago sepa donde está nuestro hijo.

- ¡Quizás pudieran resucitarle como hicisteis tú y los demás! - Añadió Petz con la esperanza recobrada. -

- Si eso fuera posible me trasladaré rápido y se lo diré a mi padre - se apresuró a convenir el asombrado Leval. -

 

El muchacho pese a estar desconcertado por todo aquello, también quería creer en una última posibilidad. Desapareció inmediatamente reapareciendo a los pocos minutos con Roy.

 

- Lo siento muchísimo. De veras. - Les dijo este último abrazando a Petz y Zafiro con intensidad y gran afecto, para añadir con poco optimismo. - Leval me ha dicho lo que habéis pensado. Pero no creo que sea posible ya. Al resucitarnos a nosotros fue la última vez. El propio Landar me lo dijo cuando mi hija Kerria estuvo tan grave en el hospital. Si ella hubiese muerto no habría podido volver a resucitar.

- ¡Por favor, Roy! - le suplicó vehementemente Petz. - ¡Llévame allí!, quizás yo pueda convencerle, hablando con él.

- Sí, amigo, te lo pido como un favor especial - añadió Zafiro con el mismo tono de ruego en su voz rota por la emoción. - Llévanos al Cielo.

- De acuerdo, os llevaré - concedió el interpelado asintiendo comprensivamente porque a pesar de su opinión, era incapaz de negarse a ello viendo a sus destrozados amigos. Aunque quiso advertirles con suavidad. - Pero deberéis estar preparados para aceptar lo que os digan, pues sus decisiones son irrevocables. Yo sólo os puedo transportar. Nada más.

 

            Pasaron unos instantes de silencio, y tanto Zafiro como Petz, con las manos entrelazadas convinieron con un asentimiento.

 

- ¿Nos vamos? - Inquirió entonces Roy a lo que sus amigos volvieron a afirmar con la cabeza, entonces él les tomó de las manos y se concentró, al punto desaparecieron. -

 

            Los dos muchachos se quedaron aguardando expectantes.

 

- ¿Tú crees que podrán conseguirlo, Mazoui? - Preguntó Leval, pese a todo, con un tinte de esperanza. -

- No lo sé, - repuso el aludido con menos seguridad en eso que su primo, aunque tratando de esforzarse por declarar con algo de optimismo. - Pero todo pudiera ser, les deseo que tengan suerte. De todo corazón.

 

            Entre tanto el padre de Leval y los demás aparecieron en medio de la blancura infinita de la "sala de espera". Roy llamó a Landar haciendo bocina con las manos, al poco tiempo el anciano mago, siguiendo su costumbre, apareció venido de ninguna parte.

 

- ¿Tú por aquí? - le saludó extrañado-, ¿cómo es que has venido? - Entonces reparó en Zafiro y en Petz. -  A ti te reconozco - añadió dirigiéndose a ese hombre de semblante tan triste y al tiempo expectante. -Hace poco que estuviste aquí, entrenaste con Roy y otros más. ¿No es cierto?...

- Supongo que será poco tiempo para ti, pero han pasado más de veinte años de eso. - Repuso serenamente el interpelado. -

- ¿Y tú?,- comentó Landar refiriéndose a Petz con mucha amabilidad. - También te conozco, eres una de las hermanas que lucharon contra los poderes de la oscuridad. Dime. ¿En qué puedo ayudarte?, tengo entendido que deseabas verme.

- Verá señor - musitó tímidamente ella sintiéndose cohibida por aquella apariencia de venerable ancianidad que el mago emanaba cuando le explicó con tintes de pesar. - Mi hijo pequeño ha muerto luchando contra unos enemigos desconocidos. Yo me preguntaba si no podría hacerle resucitar, como hizo con mi marido y los demás. Mi hijo era tan joven y bueno, estaba lleno de vida, tenía muchos sueños e ilusiones por cumplir, no merecía morir.

- Querida Petz, - repuso su interlocutor con tono condescendiente y dedicándole una consternada mirada comprensiva y afectuosa, casi paternal. - Te llamas así, ¿verdad? - Ella asintió esbozando una tímida sonrisa y Landar agregó de forma suave. - Yo no soy quien decide eso, tal responsabilidad corresponde a un poder que está muy por encima de mí. - Se concentró como si hablase con un interlocutor invisible luego volvió a dirigirse a esa pobre mujer que estaba aguardando inquieta y afirmó con amabilidad, pero firmeza. - Me ha dicho que lo que pides no es posible. Pero, dadas las circunstancias y por el buen corazón que habéis demostrado en estos años tanto tu esposo, como tú y tu hijo. - Se interrumpió entonces, señalando a la espalda de ella y pidiéndoles con una sonrisa - mirad detrás vuestro...

 

            Ella y los demás se giraron, ante ellos, sonriendo, con una cara que reflejaba gran paz y felicidad estaba Granate, con su cuerpo envuelto en una gran luz. No tenía una aureola sobre su cabeza, cosa que extrañó a Roy y a Zafiro. Petz apenas pudo dominar su emoción y quiso abrazar a su hijo, pero esa aparición la detuvo con un suave gesto de una de sus manos para explicarle con voz dulce y resonante.

 

- Ahora ya no puedes abrazarme, mamá. Mi presencia aquí es sólo espiritual. Vengo desde el más allá. Sólo por un permiso especial del Creador.

- Hijo mío, eres tan joven, no debiste morir. - Repuso ella llorando desconsolada y preguntándole con desesperado deseo.  - ¿Es que no hay nada que podamos hacer?

- No - negó Granate moviendo despacio la cabeza y esbozando una amplia sonrisa que irradiaba una gran alegría. - Era mi hora, lo que ha ocurrido, debía de ocurrir. Las cosas no deben cambiarse. No sufras por mí, mamá. Estoy en un lugar donde se es por siempre feliz. -

 

Tanto su madre como su padre le miraban incrédulos y con un creciente sentimiento de alivio y paz que aumentó cuando el muchacho agregó con tono maravillado.

 

- ¡He visto tantas cosas!, el pasado, como cambiaste para ser la madre tan magnífica que ahora eres y que siempre fuiste para mí. - Petz no podía reprimir sus lágrimas escuchándole, pero ahora eran lágrimas de felicidad y orgullo combinadas con su dolor. Aun así, el chico le pidió cariñosa y sosegadamente. - No llores y sé feliz y tú, papá, no te culpes. - Zafiro asintió también emocionado en tanto el espíritu relataba. - Esto debía ocurrir. ¿Sabéis? Me han mostrado el porvenir. He visto lo que sucederá y será algo maravilloso. Ahora conozco el propósito de todo lo que hemos hecho y lo que resta por hacerse. Todos nos veremos de nuevo cuando llegue el momento de la Trascendencia.

- Hijo - sollozó Petz, añadiendo con todos sus sentimientos desbordados -, ¡si tan sólo pudiera abrazarte por última vez!

- Quizás puedas hacerlo – intervino Landar que agregó con una sonrisa. -Dale un abrazo a tu hijo, pues, por esta única vez, permitiremos que tu alma abandone tu cuerpo. Y también la tuya Zafiro. Os lo merecéis...

 

            Y entonces los padres de Granate se vieron a sí mismos detrás, inmóviles como si sus cuerpos fueran de piedra. Ahora se miraron el uno al otro, lucían aureolas en sus cabezas y su hijo les abría los brazos. Petz fue la primera en precipitarse a ellos y sintió tanto amor y tanta alegría al estrecharlos que balbució emocionada.

 

- ¡Sí, es cierto, esto es tan maravilloso! Quisiera quedarme aquí contigo, hijo mío.

- No mamá, - negó Granate - Aún no ha llegado tu momento. Ni el de papá, tendréis cosas importantes que hacer, no puedo deciros el qué. Pero confía en lo que te digo y no sufras ni tengas pena, noto que tu alma está triste y eso me lastra para el viaje. No sientas lástima por mí. Yo voy a ser eternamente feliz.

- No estoy triste por ti, cariño - le rebatió sinceramente ella. - Sino por nosotros que te perdemos.

- No, no me perderéis, nunca - afirmó él con una gran sonrisa para sentenciar de forma dulce y esperanzadora. - Únicamente os estaré esperando y hasta que volvamos a vernos viviré en vuestro corazón.

 

            Zafiro también se abrazó a ellos y pudo decir entre sollozos.

 

- Hijo, estoy muy orgulloso de ti, siempre lo he estado, ¡y te quiero! Siempre te he querido, aunque quizás no te lo dijera lo suficiente.

- Lo sé, papá - asintió Granate - yo también te quiero. Por favor, dadle recuerdos a Cory y pedirle que no esté triste. Estad con él y animadle. Mi hermano tiene mucho que hacer en el futuro. Igual que Mazoui y Leval. Y cuando veáis a Makoina y a Nehie. Bueno, ellas ya lo saben…solamente darles todo el afecto que me gustaría poder entregaros a mí. - Sonrió con tono de voz queda para declarar. - Ahora debo partir ya, he abusado mucho de la generosidad del Creador.

- Nunca te olvidaremos, hijo, - le aseguró Zafiro sin ser capaz de contener aquella lluvia de emociones tan contrapuestas de felicidad y tristeza que le asaltaban. – Siempre te tendremos junto a nosotros.

- Te recordaremos siempre - sonrió más serenamente Petz deseando con todo su corazón. - Ojalá volvamos pronto a estar todos juntos.

- Así será, te lo prometo. Adiós, o, mejor dicho, hasta pronto - se despidió Granate separándose del abrazo de sus padres e internándose por un túnel de blanca luz que irradiaba un calor agradable y lleno de bondad. – Nos volveremos a ver…

 

            Petz le dio una última caricia a su hijo y susurró dejando caer sus lágrimas.

 

- Mi amado niño, sé feliz por siempre y espérame.

 

            Granate desapareció por aquel túnel que se cerró tras él y Landar declaró en tono solemne e incluso apenado.

 

- Ahora debéis volver a vuestro mundo. - Entre tanto, Petz y Zafiro se habían reintegrado a sus cuerpos y estaban como si hubieran despertado de un sueño justo para oírle decir al mago. - Roy, ya nunca más podréis volver aquí hasta que no os llegue la hora. Las altas jerarquías lo han dispuesto así. Lo siento, pero no volveremos a vernos hasta entonces pues a mí también se me ha retirado el permiso para velar directamente por los asuntos de la Tierra. Otros deben llevar a cabo ya esa tarea tanto por vosotros, como por mí.

- Entonces adiós, mi querido y viejo amigo. - Le contestó el interpelado con una cálida y agradecida sonrisa - y gracias de todo corazón por todo lo que has hecho por nosotros.

- Muchas gracias, nunca lo olvidaré - añadió Petz muy emocionada. – Ha sido un gran consuelo para mí.

- Sí, adiós, y hasta que volvamos a vernos - concluyó Zafiro de igual modo. -

 

            El mago les saludó con una mano levantada, una cálida sonrisa y desapareció. Roy les volvió a sostener de las manos y se transportó con ellos. Reaparecieron en su casa, donde permanecían Mazoui y Leval esperándoles. Petz lucía ahora una sonrisa serena, se sentía feliz pensando en su hijo. Iba a ser eterno e inmortal y gozaría por siempre en el Cielo. El reunirse con él sería cuestión de tiempo. Hasta entonces trataría de vivir con su recuerdo y con bondad en el corazón, recordaría su sonrisa y su mirada, lo mismo que hizo con las de Zafiro cuando creyó haberle perdido para siempre. Ahora debería ser fuerte para amar a los seres queridos que todavía tenía a su lado. Empezando por su esposo y su otro hijo que iba a necesitarla más que nunca.

 

-Mi amor, seré fuerte por ti. - Se dijo recordando aún la calidez y luminosidad de aquel abrazo. - Y te llevaré a donde quiera que vaya.

 

            En cambio, en la casa de Makoto todo era oscuridad. Las persianas estaban bajadas y la luz apagada. Tan solo el tenue resplandor de una lamparita le daba algo de luz. La mujer había faltado al trabajo en los últimos dos días. No quería ver a nadie. Ni siquiera sus amigas y compañeras guerreras lograron que las recibiera. Solamente recordaba los momentos vividos junto a su ahijado. Cuando a escondidas, o eso pensaba él, Granate le sustraía alguna galleta y luego lo negaba moviendo la cabeza en tanto masticaba y le caían las migas de la camiseta. O cuando trataba de ayudarla a hacer un pastel y lo ponía todo perdido. En su mente le veía crecer hasta convertirse en ese apuesto joven que le confesó su deseo de alistarse y de ir al espacio. Ahora ella se maldecía por no haber tratado de impedírselo. Tan solo podía sacar algunas fotos que tenía con él y con su otro ahijado Coraíon y acariciar el rostro del chico impreso en ellas. Y todo ello sin dejar de llorar. Suspiraba tratando de desahogar de alguna forma el tremendo dolor que la poseía sin conseguirlo.

 

-Mi niño…mi querido ahijado... ¿Por qué? ¿Por qué tú? ...- Se preguntaba una y otra vez. -

 

            Súbitamente un claro resplandor iluminó aquel salón. La mujer, sorprendida, levantó su cabeza y entre lágrimas vio una silueta borrosa. Apenas si pudo preguntar con tono entre débil y furioso.

 

- ¿Quién es? ¿Cómo ha entrado aquí?...

-Makoina. No llores más - Respondió una voz suave y dulce, que casi sonaba como un eco distante. - Por favor…deja ya de sufrir.

 

            Makoto pudo enjugarse las lágrimas y entonces le vio. Delante suya en pie, esa figura había tomado la forma de Granate, con su uniforme militar y esa sonrisa entre pícara y gentil que tenía cuando iba a disculparse de alguna travesura.

 

- ¡Eres tú! ¿Estás bien? - Sollozó la mujer levantándose para tratar de abrazarse a él. -

-Ahora no puedes tocarme. - Le dijo el chico con suavidad para admitir. - He muerto, al menos para este plano de existencia. Pero no quiero que sufras más por mí. Y, sobre todo, no culpes a Serenity. Ella únicamente pudo ver cuál sería mi destino, pero no le estaba permitido cambiarlo. También lo está pasando muy mal, Makoina. No la odies. Te lo pido como un favor. Tú eres buena y en el corazón tan grande que tienes jamás has tenido espacio para el odio ni el rencor.

 

            Su interlocutora estaba ahora desconcertada y perdida. Tan confusa que apenas si le salían las palabras. Asimismo, se sentía avergonzada. Era cierto que había odiado con toda su alma a Usagi o Serenity, le daba igual, cuando le dio la noticia. Ahora se arrepentía de ello. Trató de justificarse cuando a duras penas declaró.

 

- Cuando me lo dijo fue como si me clavase un puñal en el corazón. ¡Dolía demasiado, duele demasiado! Granate, mi querido ahijado…para mí, tanto tu hermano como tú sois lo más parecido a los hijos que nunca he tenido. Perdí a mis padres siendo niña y no puedo soportar el perderte también a ti.

-Lo sé, Makoina, sé lo dura que fue tu vida. Pero ahora sé por qué. - Asintió dulcemente él, para explicarla. - Tú y las demás Guerreras estáis destinadas a hacer algo muy importante en el futuro. Hay todo un equilibrio universal en el espacio tiempo y las diferentes dimensiones que debe ser mantenido y protegido. Y se precisará de ti y de tus amigas para lograrlo. Al igual que del resto de mis familiares y amigos.

-Sé que tenemos una gran misión y que, el día de cumplirla, llegará. - Admitió su interlocutora más calmada ahora para remachar.- No sé qué será, pero será muy importante…Aun así, ahora eso no me importa. Solamente pienso en que no volveré a verte más. –Sollozó de nuevo embargada por la pena y el dolor. -

 

Aunque ese afectuoso espectro sonrió moviendo la cabeza y declarando con tono animoso.

 

-Por eso mismo he venido a despedirme de ti, y a decirte que no temas, algún día nos volveremos a encontrar. No te apenes y continúa adelante. Hay otros que te necesitan y que te necesitarán en los años que están por venir. Prométemelo, Makoina. Debes darme tu palabra de que volverás a ser tú. Esa mujer alegre y emprendedora. Llena de vida y de carácter. Dulce y cariñosa. La vida es hermosa. Tú eres hermosa…en cuerpo y alma…

-Nada me parece hermoso en estos momentos, sólo triste y vacío. - Suspiró su interlocutora.-

 

            Pero Granate volvió a sonreír y para asombro de Makoto una música salida de ninguna parte resonó en la estancia, mientras él le decía con un gran cariño…

 

-Siempre quisiste que te dedicase una canción… Ésta es de uno de mis grupos favoritos, es para ti, recuerda… Eres hermosa…Makoina.

 

            Y le cantó con una voz realmente muy bella, tan etérea como dulce, Makoto sintió como si fuese arrullada por unos brazos invisible al escuchar…

 

Todo el mundo sabe que vivimos en un mundo

donde le damos nombres malos a cosas hermosas 
Todo el mundo sabe que vivimos en un mundo

donde no le damos a las cosas bonitas una segunda mirada.


Sólo el cielo sabe que vivimos en un mundo

donde le decimos hermoso sólo a cosas que están a la venta 
Las personas ríen debajo de sus manos 
Así como a la fragilidad y a la sensibilidad

no se le hubieran dado ninguna oportunidad 

Y las hojas pasan del rojo al marrón 
Para ser aplastadas 
Para ser aplastadas 
Y las hojas pasan del rojo al marrón 
Caen al suelo 
Caen al suelo 

No tenemos por qué vivir en un mundo

donde le damos malos nombres a cosas hermosas 
Deberíamos vivir en un mundo hermoso 
Deberíamos dar a la hermosura un segundo vistazo 

Y las hojas caen del rojo al marrón 
Para ser aplastadas 
Aplastadas 
Y las hojas pasan del verde, al rojo y al marrón 
Caen al suelo 
Y son pateadas 

Eres suficientemente fuerte para ser 

Tienes el coraje para ser
Tienes la fe para ser 


Lo suficiente sensata para ser 
Lo suficientemente honesta para decir 
No tiene por qué ser lo mismo 
No tiene que ser de esta manera 


Vamos y tararea tu nombre 
¿Eres lo suficientemente salvaje para recordar lo hermoso? 
Hermosura 

Y todas las hojas pasan del rojo al marrón 
Para ser aplastadas 
Aplastadas 
Y todos caemos del verde, al rojo y al marrón 
Caemos al suelo 
Pero podemos cambiar 

Eres suficientemente fuerte para ser
¿Por qué no te levantas y lo dices? 
Date a ti misma un respiro 
Se reirán de ti de todos modos

Entonces ¿por qué no te levantas y eres 
¿Hermosa? 

Negro, blanco, rojo, dorado y marrón 
Estamos atorados en este mundo 
Donde no hay a donde ir 
Cambiemos 
¿De qué tienes tanto miedo? 
Muéstranos de lo que estás hecho 
Sé tú misma, sé hermosa 
Hermosa

 

(Beautiful. Marillion, crédito al autor)

 

            Y cuando él terminó aquella bella canción la emocionada mujer apenas si pudo asentir. Al principio débilmente y sin convencimiento, después, al clavar sus ojos en esa mirada llena de amor y dulzura del chico, lo hizo con más seguridad hasta que pudo afirmar.

 

-Te lo prometo, ¡mi tesoro, mi niño! haré lo que sea por ti. Sólo siento ya el dolor que estarán pasando tus padres, tu hermano y el resto de tu familia…

-Hablé con mis padres y también pude decirles adiós. Todo estará bien ahora. -Le sonrió el chico que, casi con un tono más jovial, remachó. - Por cierto, muchísimas gracias por tu tarta. Estaba tan deliciosa como siempre.

- ¡Ojalá pudieras probar la última receta que he creado! – Sollozó de nuevo ella. -

-Compártela con una de tus viejas amigas por mí en mi honor. Ella vendrá pronto a verte y en verdad necesita de tu afecto y de tu perdón. - Le pidió el chico con una gran sonrisa, en tanto su imagen comenzaba a desvanecerse. - Adiós…hermosa Makoina, hasta pronto…

-Adiós, cariño. - Suspiró ella, pudiendo volver a sonreír hasta que aquella presencia desapareció. - Te quiero mi niño…

 

            Durante unos instantes se quedó sentada en el sofá, tratando de decidir si aquello había sido un sueño. Apenas le dio tiempo a pensar mucho en ello. Se levantó y se encaminó hacia la cocina. Había algo que tenía que hacer. Al cabo de algo más de una hora tocaron al timbre de la puerta. Enseguida Makoto escuchó una voz familiar, la voz de su amiga Usagi que, entre sollozos y desesperados gemidos le decía.

 

-Mako-chan… ¿Estás ahí? Mako–chan…por favor, ¡respóndeme! Lo siento, lo lamento mucho. Te suplico que me perdones, pero no podía hacer nada. ¡Te juro por mis seres más queridos que no podía cambiarlo!

 

            Pero nadie le respondía. La joven cerraba los ojos pesarosa. Aun recordaba su vuelta a casa. Mamoru la vio llegar tan descompuesta que se alarmó.

 

- ¿Qué te ha pasado? - Quiso saber con temor e incredulidad. -

 

            Usagi solamente pudo abrazarse a él y llorar. A duras penas le refirió lo sucedido. El futuro rey Endimión asintió con gran pesar y apenas si pudo replicar con voz queda.

 

- ¡Es terrible! La pobre Makoto estará destrozada por completo. Y la familia de ese muchacho, Petz, Zafiro…

- ¡Basta, por favor! –Le pidió su interlocutora entre sollozos. - ¿Es que no lo entiendes? ¡No puedo soportar esto más!

 

            Mamoru la abrazó con suavidad y cariño dejando que se desahogase de nuevo. Al fin pudo musitar.

 

-Lo siento…Pero Usagi, escúchame. Esto no es culpa tuya. No podemos hacer nada. Lo sabes tan bien como yo. Desde que adquirimos este compromiso…

- ¡Sí, pero es muy duro! - Le cortó ella, ahora con tono desabrido para sentenciar. - Muchas veces me pregunto si en realidad merece la pena. Estamos viendo sufrir y morir a nuestros amigos, a sus hijos…Las chicas han de pasar por cosas terribles y limitarse a mirar… Y creo que ya están hartas y que a estas alturas me odian y no puedo culparlas por ello. Yo misma me odio también por no ser capaz de hacer nada.

 

            Su esposo movió la cabeza abrazándola con fuerza para afirmar con toda la dulzura y tacto que pudo.

 

-No digas eso, Usako. No debes pensar así. Además, ninguna de ellas te odia. Son tus amigas. - Quiso animarla Mamoru. - Y tú sabes que todo esto debe de ocurrir.

-Dile eso a Makoto. ¿Cómo crees que ha tomado mi mensaje? - Suspiró entre sollozos la joven. -

 

            Mamoru la contempló consternado, aunque no tardó en responder con afecto.

 

-Al principio su reacción es normal. Pero estoy seguro de que, con el tiempo, comprenderá que tú no eres responsable. Y sabrá valorar el sacrificio que hiciste al ir a contárselo. Anda, ahora tienes que descansar.

 

            Su pareja asintió despacio. Él la besó tiernamente en la frente y la dejó por unos instantes para añadir de forma más animosa.

 

-Te prepararé algo de comer… Eso te vendrá bien.

-Gracias, pero no tengo hambre. -Declinó la joven. -

 

            En ese instante llamaron a la puerta. Mamoru fue a mirar y antes de responder le comentó a Usagi.

 

-Son Ami, Rei y Minako….

-No puedo verlas ahora. Diles que no estoy bien. - Repuso la muchacha con un hilo de voz. -

-Tienes que verlas. Ellas te ayudarán a superar esto. - Insistió el chico. - Seguro que son conscientes de lo que estás pasando. Y están aquí para apoyarte. Igual que has hecho tú con todas ellas. En todos los malos momentos.

 

            Tras unos agónicos segundos ella finalmente se dio por vencida y asintió. Su esposo sonrió débilmente y fue a abrir a las demás. Usagi estaba tendida en la cama. Desde la habitación los oyó charlar. Las muchachas saludaron tímidamente a Mamoru y él les pidió que aguardasen un poco. Tras unos segundos el concernido chico abrió tímidamente la puerta de su habitación dirigiéndose a su pareja.

 

-Te esperan. Confía en vuestra amistad y verás cómo te hacen sentir mejor. - Le aseguró su cónyuge.-

 

            Usagi se atrevió entonces a salir. Sus amigas esbozaron unas muy leves sonrisas que enseguida extinguieron al ver la cara que traía. Ahora volvía a llorar sin poder detenerse. Rei fue la primera que se levantó del sofá en que se estaban sentadas y la abrazó, llorando con ella.

 

-No fue culpa tuya. - Le repetía la sacerdotisa una y otra vez. - No pudiste hacer más. Y ella en el fondo lo sabe también.

 

            Ami y Minako se unieron a sus amigas formando una piña ante la emocionada mirada de Mamoru.

 

-Debes sobreponerte. - Le pedía su amiga la doctora. -

-Reúne fuerzas y ve a verla. - Propuso Minako. -

-No me atrevo. Seguro que ni me recibiría. - Musitó finalmente la abatida Usagi. - Y quizás sería peor si lo hiciera. No podría enfrentar esa mirada suya, llena de reproche y de dolor, otra vez.

 

            Tras separarse del abrazo el resto se miró con consternación. Aquello no era fácil, pero tuvieron que confesar que a ellas les habría ocurrido eso mismo de estar en su lugar. No obstante, Rei insistió tratando de sonar convincente y enérgica.

 

-Pero tú no eres cualquiera. Eres Usagi, eres Guerrera Luna, eres la reina Serenity… Lo conseguirás. Y harás que Mako-chan sonría otra vez. Hace mucho que te conocemos y eres la única capaz de hacerlo.

-Ten fe en ti, como siempre la has tenido. - La apoyó Ami. -

-Eres la mejor de todas nosotras. Y la que más has soportado. Haz un esfuerzo más. Sólo uno para acercarte a Mako-chan. Ella te necesita. - Le pidió Minako. -

 

            Al fin, Usagi pudo sonreír asintiendo levemente en tanto respondía.

 

-Lo haré. Muchas gracias, chicas.

 

Y después de conversar durante un rato más las otras le propusieron acompañarla. Sin embargo, Usagi se negó. Debía hacerlo sola. Tenía que recomponer su amistad con Makoto por sus propios medios.  Ahora, recordando aquello, proseguía con sus infructuosas llamadas a la puerta. Pero nadie contestaba. La muchacha comenzaba a perder la esperanza. Tras algunos segundos más de insistir y de llamar, estaba resignada a tener que marcharse. Entonces fue cuando la puerta se abrió. Makoto estaba frente a ella, esbozaba una débil sonrisa y le pidió con un ademán de su mano izquierda y tono casi jovial.

 

-Perdona, no te escuchaba, estaba metida en la cocina. Pero pasa, por favor, no te quedes en la puerta.

 

            La atónita aludida apenas fue capaz de asentir y siguió a su anfitriona. La casa lucía luminosa, con las persianas levantadas y la mesa puesta, un juego de té con dos tazas, platos y una tarta recién hecha.

 

-Iba a merendar, si deseas acompañarme. - Le propuso amablemente su amiga. -

 

            Desde luego esa no era la situación que ella esperaba. Casi le daba más miedo esto.

 

-Mako-chan. - Pudo musitar realmente sorprendida, pero sin nada que oponer a ello tomó asiento junto a ella. - Yo…

- ¡Vamos! Es de chocolate con arándanos. Una de las favoritas de Granate. - Sonrió Makoto en tanto cortaba un par de generosos trozos y añadía. - La acabo de hacer…y he mejorado la receta.

 

            Su interlocutora la miraba con hondo pesar, esa pobre chica debía de haber quedado trastornada. ¡Y era culpa suya! Ojalá no hubiera tenido que trasmitirle aquella noticia tan cruel. Entre lágrimas solo pudo decir.

 

- ¡Por favor! Perdóname, Mako-Chan…Nunca quise hacerte daño.

 

            No obstante, la interpelada mantuvo su mirada con serenidad y le respondió animosa.

 

-No hay nada que perdonar. Al contrario. Soy yo quién debe disculparse por mi forma de actuar. No fui justa contigo. Tú no podías impedir lo que ha pasado. Ahora lo sé.

 

            Y como Usagi la obsequió con una mirada plena de asombro, Su anfitriona le desveló lo que le acababa de suceder.

 

-Granate estuvo aquí. Vino a despedirse y me lo ha explicado todo. Me pidió que compartiera esta tarta con una vieja amiga muy querida para mí que la necesitaba incluso más que yo. - Y tras una leve pausa añadió, casi de forma desenfadada, como en sus mejores momentos.- Pero como has venido tú. ¡Qué remedio! No iba a tener el pastel delante y no ofrecerte, sabiendo lo glotona que eres.

 

            Ante aquello Usagi no supo si reír o llorar, realmente hizo ambas cosas y se abrazó a su amiga qué hizo lo propio. De esta manera, tras un buen rato de desahogar sus emociones las dos dieron buena cuenta de aquel pastel y charlaron de Granate, de sus amigas, de sus compañeras y de lo que aun deberían enfrentar. Cuando la visitante se despidió, mucho más tranquila, Makoto le dijo con afecto.

 

-Serenity, Usagi, seas quién seas. Siempre serás mi amiga y estaré a tu lado. Diles a las demás que lo siento y que se lo compensaré. Quedaremos en mi tienda y os invitaré a todas. Y brindaremos por la memoria de mi ahijado y de todos aquellos que se han sacrificado como él por hacer un mundo mejor.

-Sí, y nosotras nos esforzaremos por llevar a cabo esos deseos en su nombre. - Remachó la interpelada. - Y lo conseguiremos.

-No te preocupes, ahijado, seré hermosa…por todos y más que por nadie, por ti. - Musitó Makoto mirando hacia arriba en tanto esbozaba una gran sonrisa. -

- ¿Qué? - Pudo preguntar su interlocutora que no comprendió nada de aquello. -

-Nada. Solamente pensaba en voz alta. - Suspiró su amiga que insistió. - Saluda a las otras y acuérdate de disculparme ante ellas.

-Espero que tú misma puedas hacerlo, cuando te visitemos en tu cafetería. - Afirmó una más contenta Usagi que recobró su jovialidad para remachar. - Recuerda, has hecho una solemne promesa…invitarnos a todas…

 

 Y así su amiga con expresión sonriente, asintió. Luego Usagi se marchó, al menos aliviada y con su corazón más ligero. Pese a todo se decía con amargura.

 

-No sé cuántos momentos más así podré soportar. Pero no puedo romperme, debo soportar el peso de todo. Es fundamental para que todo siga su curso con normalidad.

 

            Y existía otro problema que había quedado olvidado durante algún tiempo, aunque ella presentía que no tardaría en manifestarse.

 

-Ahora no puedo pensar en eso. - Meditó. - Tengo que recuperarme de esto, y mis amigos también.

 

Así pues, lo dejó una vez más en el olvido. En el entierro, (o, mejor dicho, las honras fúnebres a un ataúd vacío) que fue celebrado días después acudieron todos. No faltaron ni las guerreras ni los gatos. El desconsolado Coraíon fue confortado por sus padres y su madrina. Se enteró de aquello estando en Londres, de visita. El chico paseaba con sus amigos, Paul y Samantha Saint Join.

 

-Celebro que pudieras venir. - Sonreía Sam.- Estás a punto de terminar tus estudios y creíamos que no dispondrías de tiempo.

-Estos días han sido estupendos, pero dentro de poco tendré que regresar a Japón. - Comentaba él. -

-Sí, aunque se nos ha hecho corta tu visita. - Terció Paul. -

-Seguro que habrá una próxima vez. - Añadió Samantha agarrándose a uno de los brazos del chico.- ¿Verdad Cory?

 

El interpelado asintió con una sonrisa. Aunque en ese instante el móvil le sonó. Enseguida lo atendió tras disculparse.

 

- ¡Hola, papá! Me has pilado con Sam y Paul…

 

            Aunque ese tono jovial y su sonrisa desaparecieron ante el asombro de sus amigos. El chico se quedó pálido y apenas si fue capaz de musitar con la voz entrecortada ahora.

 

- ¿Qué?... ¡No!, no puede ser…Volveré mañana…

 

            Dejó caer el teléfono ante las caras entre atónitas y preocupadas de sus amigos. Paul fue quién primero se interesó por él.

 

- ¿Qué sucede?...

 

            Sin embargo, el interpelado no respondió, cayó de rodillas tapándose la cara con las manos y profiriendo un grito de dolor y rabia. Ambos hermanos se miraron anonadados y con creciente temor.

 

-Cory… ¡Insistió Samantha arrodillándose junto a él! –

- ¡Mi hermano! -Pudo balbucear entre sollozos. - Mi hermano… ¡han matado a mi hermano!…

 

            Ahora los Saint Join se miraron de nuevo con horror. Sam incluso con los ojos haciendo aguas, al igual que Paul que no pudo evitar las lágrimas.

 

-Dios mío. - Declaró el joven británico, mientras ayudaba a ponerse en pie a su amigo, pues los transeúntes les estaban observando atónitos. - ¡Vamos Cory, tienes que reponerte!

- ¿Cómo te repones de algo así? ¡Dime! - Gimió su interlocutor. - He perdido a Granate…a mi hermano pequeño…

 

            Sus amigos no respondieron a eso, simplemente le abrazaron con fuerza. Como pudieron le llevaron a su casa. Allí, tanto Amanda como Nephrite trataron de consolarle lo mejor que pudieron. El anticuario pudo decir al hundido chico.

 

-Es una pérdida terrible para ti y para tus padres. Para todos nosotros. Sin embargo, si es verdad lo que Zafiro te dijo por teléfono, cuando vieron a tu hermano en el Cielo. Él será por siempre feliz. Créeme. Estuve allí, tu padre estuvo también. Y regresamos.

-Pero él no volverá. - Se lamentó el muchacho. - Nunca…

-Tienes que ser fuerte, por su memoria y por tus padres que te necesitarán. - Trató de apoyarle Nephrite. -

-Lo intentaré. - Les prometió el desolado joven. - Aunque no sé si podré hacerlo.

-Eres fuerte, como Petz y Zafiro. - Le animó una a su vez desolada Amanda. - Lo lograrás…y recuerda que nos tienes aquí para cualquier cosa.

 

            El destrozado chico apenas si pudo asentir. Y tras esos traumáticos momentos intentó rehacerse como pudo. Nephrite se encargó de reservarle un pasaje e incluso Samantha y Paul se ofrecieron a acompañarle, pero el muchacho no quiso. Ahora rememoraba esos dolorosos momentos, sin dejar de llorar en silencio. Por su parte Petz recibió la bandera de la escuadrilla y los uniformes de su hijo tal y como los había dejado, pero que lucían ya sus insignias de teniente, concedidas a título póstumo. Aunque ella ahora mantenía el luto y un semblante triste su alma estaba reconfortada, hasta tal punto que, incluso se permitió decir con un toque de simpatía.

 

- Mi hijo, siempre tan desordenado. Nunca aprendió a doblar bien sus camisas.

 

            Toda la familia estaba allí, rodeando a los padres y el hermano del fallecido. Las Justices al completo, Kerria abrazada a Brian y luciendo unas gafas de sol que impedían ver sus ojos llenos de lágrimas. Katherine de forma similar permanecía junto a sus padres. Idina, rota también de dolor al enterarse por su amiga Nehie en la facultad, lloraba en silencio de la mano de Alan y Lance, sus hermanos que derramaban lágrimas de dolor a su vez. Y Amatista, ...ella sufría también reprimiendo su llanto junto a sus padres, totalmente vestida de negro, casi estaba ida. Leval se transportó a la nave para traerla, aunque eso ya para la chica no importaba. Lo mismo podría decirse de Satory a la que Mazoui transportó y que estaba junto a su padre. También estaban allí Mimette y Daniel con su hija Mimí, los tres muy consternados y el doctor Tomoe con su esposa Kaori y su hija Keiko, de la edad aproximadamente de Idina. Incluso Neherenia, con un par de escoltas, vino desde su reino de la Luna Nueva. La joven soberana lloraba en tanto recordaba aquello.

 

            Estaba en su palacio, tras una de tantas recepciones en las que trató algunos problemas que preocupaban en su reino se retiró a sus estancias a descansar. Allí siempre contemplaba el gran espejo de pie que tenía al fondo de su dormitorio. Éste había sido especialmente fabricado por sus mejores artesanos y purificado por el cristal de Plata y por el de Oro, de modo que solamente podía establecer contacto a través de él con personas o seres bondadosos. Y al cabo de unos segundos de mirarse ocurrió algo que la dejó perpleja, pero que al principio la alegró. En lugar de su propia imagen apareció allí la de Granate. El muchacho lucía muy apuesto y gallardo con su uniforme y Nehie enseguida dijo esbozando una gran sonrisa.

 

- ¡Cuánto me alegro de verte! ¿Qué tal todo?

-Mi hermosa y gentil reina. – Sonrió él también con voz dulce, remachando ahora con pesar. – Vengo a despedirme de ti.

-Es una pena que tu viaje sea tan largo, espero que pronto regreses y pases a verme. Aquí o en la Tierra, dentro de poco retornaré a estudiar mi segundo año. –Le informó Neherenia tomando aquel mensaje por otro sentido. –

 

Pero cuando el chico movió lentamente la cabeza ella comenzó a inquietarse, más aún al escucharle decir con suavidad.

 

-No volveré a verte más. Pues ya no pertenezco a este mundo.

-No pasa nada. – Replicó la joven volviendo a confundir el significado de esas palabras. – Aunque seas de la Tierra, serás bienvenido a mi reino cuando quieras.

 

El muchacho suspiró, quizás esto fuera más difícil de lo que él había pensado y tuvo que ser claro al sentenciar.

 

-Estás hablando con mi espíritu. He dejado de existir en el plano material.

 

Y ella finalmente comprendió. Llevándose las manos a la boca ahogó un gemido. En tanto él le contaba.

 

-He muerto en este plano y ahora debo ir al Más Allá. Pero antes quería despedirme de ti y decirte que te quiero, te he amado desde el primer momento en que te vi. Y mi sueño habría sido poder ser el hombre que hubiera realizado el tuyo. ¡Ojalá hubieras podido ser mi mujer! Hubiese deseado haber vivido mi vida junto a ti.

- ¡Yo también te amo! No quiero perderte - Le confesó ella llorando ahora sin poder controlarse. – ¡Por favor, quédate conmigo! Aunque sea vive en este espejo, es mágico, puede protegerte y mantenerte dentro de él, así no nos separaremos. - Le suplicó extendiendo las manos para tocar aquella lisa superficie. - Te prometo que nunca saldré de esta habitación y estaré siempre a tu lado.

 

Pero el chico movió la cabeza y sonrió, al tiempo que extendía también sus manos colocándolas contra las de ella. Como si de este modo pudieran tocarse. Entonces le dijo con todo el afecto que pudo reunir.

 

-Mi amor. Esa no es la solución. No debes repetir los errores que llevaron a tan mal fin a tu otro yo en el pasado. Ya viste lo que le sucedió. Debes vivir y rodearte de buenas personas que te quieran y a las que tú puedas también amar.

- ¡Pero no quiero sufrir así! - Sollozó ella que incluso notaba una punzada en su corazón cuando sentenció totalmente compungida. – ¡Esto es aún peor que vivir sola! El amor es doloroso. ¿Qué sentido tiene amar si te he perdido para siempre? Después de todo, aquella reina oscura me lo advirtió. Estúpida de mí. La tomé por una resentida, pero tenía razón…Ahora la comprendo. Nada de esto merece la pena. No debes tener ningún sueño. Los sueños nunca se hacen realidad. - Sentenció con amargura y llena de dolor. -

- ¡No! - negó él con tono más firme para volver enseguida a suavizarlo. – No creas eso jamás. Ese sería el triunfo de las fuerzas del Mal, o lo que es peor, de la Nada. Escucha mi amor. Los sueños sí que se hacen realidad. Yo pude cumplir el mío. Me embarqué, viví aventuras, estuve disfrutando del cariño de mis seres queridos y te conocí. Ese sueño, el que tenía de enamorarme de la muchacha más hermosa y buena que pudiera encontrar y de que ella también me quisiera, se hizo realidad.

-Pero...pero. - Sollozó la aludida destrozada por completo, al remachar. - Para mí ese sueño se ha hecho pedazos.

-Nunca, mi amor. - Sonrió él. - Ese sueño se ha cumplido y lo tengo como parte de mí. Y me acompañará a donde voy ahora. ¡Tú eres mi sueño hecho realidad! Y yo estaré contigo siempre. Pero no dentro de un espejo sino en el interior de tu corazón.

 

Su interlocutora le miraba entre lágrimas ahora y tras unos instantes ninguno habló. Después parecía que Granate se preparaba para elegir la forma en la que iba a proseguir y dijo con bastante gravedad ahora.

 

- Neherenia, escúchame. ¡Por favor, cariño!, escucha con atención y recuerda mis palabras porque no debes contarle esto a nadie de entre los vivos. Todavía no.

 

La muchacha se enjugó sus lágrimas observando el reflejo de su amado con curiosidad. Y él entonces le desveló casi con un susurro, como si temiese que alguien pudiera estar escuchándolos.

 

-Hay fuerzas muy grandes ahí fuera. Fuerzas tan poderosas y malignas que tu yo oscuro solamente era un pálido reflejo de estas. Cosas mucho más terribles que cualquier amenaza a la que mis padres o sus amigos se hayan enfrentado. Las he visto y me temo que, dentro de poco, todos vosotros deberéis hacerles frente. No sé cuándo ni cómo, pero a buen seguro que sucederá. Está escrito o lo estará. En ese libro…Tú deberás unirte a un grupo muy concreto que sabrá lo que hacer.

- ¿A quién? - Le inquirió la desconcertada muchacha. – ¿De qué libro me hablas?

-Lo sabrás cuando llegue el momento. – Fue la enigmática réplica. – Ahora debo irme ya. Mi amor. No pudimos compartir mucho tiempo los dos juntos, pero para mí ha bastado por toda una vida. - Remató el sonriendo de nuevo de forma cálida. -

-Siempre te amaré y no querré así nunca a nadie más. - Le aseguró la soberana rompiendo de nuevo a llorar. –

-Amarás de nuevo y será maravilloso. No lo dudes. - Afirmó él que le pidió. – Ahora, cuando vuelvas a la Golden conforta y ayuda a mi prima Idina, a mis padres y mi hermano. Pero por encima de todo, jamás cedas a las mentiras del mal que tratará de ganarte para su causa. Te dirán que esto no merece la pena, pero confía en mí. Eso no es verdad, ¡claro que la merece! Todo tendrá un sentido. Tú sólo prométeme que siempre defenderás la justicia y el bien y que amarás y querrás a tus amigos. Únicamente preciso de eso para ser completamente feliz.

-Te…te… lo prometo. – Balbució la destrozada chica sin poder dejar de llorar. – Tienes que creer que somos mágicos…Que nada se interpondrá en nuestro camino…- Pudo apenas balbucear el inicio de su canción. -

 

Y Neherenia acercó sus labios hasta besar la superficie del espejo, su contertulio hizo lo mismo y ambos coincidieron separados por aquella lámina de cristal, o al menos eso parecía dado que ella percibió una cálida sensación de total felicidad que la llenó por entero, aunque solamente fuera por unos fugaces instantes. Entonces, al retirar su boca, escuchó aún a Granate declarar.

 

-Esto es lo que yo siento ahora y esto es lo que tú sentirás cuando llegue el momento de la Trascendencia y volvamos a reunirnos. Hasta entonces no me olvides, vive, ama, ayuda a los demás, y sé muy feliz. Mi amor…

 

Y las últimas palabras de él se disolvieron como si de un eco cada vez más lejano se tratase, su imagen también se desvaneció y Neherenia, arrodillada, solamente pudo mantener sus manos pegadas al cristal durante unos segundos más suspirando entre sus lágrimas.

 

-Adiós mi amor. Vete tranquilo, cumpliré mi promesa. Siempre te querré…

 

Y allí estaba ahora, asistiendo a las honras fúnebres, pero con su corazón aligerado por esas palabras que él le dijera. Había sido muy duro desde luego cuando pese a esa despedida pasó unos días totalmente encerrada en sus habitaciones de palacio. Al fin entre Chibiusa y las asteroides lograron sacarla de allí. No obstante, después incluso fue peor. Retornó al College y dio la noticia a Idina que, al igual que el resto, aún no había recibido notificación de la nave. Su amiga se derrumbó completamente rota de dolor. Entre ella y Heather, la compañera de cuarto de Idina y amiga de ambas, e incluso la señora Roberts, la directora de estudios, tuvieron que abrazarla y meterla en la cama tras confortarla en lo que pudieron. Después llegaron Alan y Lance. Y en tanto el mayor consolaba a su hermana pequeña, el otro muchacho habló con ella largo y tendido. Ahora allí estaban todos, dándole el último adiós a ese féretro desocupado.

 

-No sé cuál será mi parte en todo esto, pero una cosa si te puedo prometer. - Suspiraba la muchacha, pensando. - Te amaré mientras viva…aunque fueran siglos enteros.

 

            Por su parte, Mazoui y Leval se mantenían impecablemente vestidos de uniforme de gala y saludaron firmes manteniendo a duras penas su compostura militar, cuando un pelotón de marines espaciales disparó unas salvas a las órdenes del primero con sable desenvainado, en tanto el segundo entregaba a los padres del fallecido la bandera de la ONU y de la UNISON. Después, Petz y su esposo se levantaron para poner unas flores sobre el ataúd vacío que representaba a su hijo. También sonó una melodía, una de las últimas que Granate había podido escuchar cuando aún estaba en el grupo con sus primas. Y Alan, sobreponiéndose al dolor y con las lágrimas corriendo por sus mejillas, cantó con su guitarra aquella canción que su primo versionase el día de su graduación cuando todos los muchachos de la familia cantaron juntos. Cuando era casi incapaz de articular palabra su hermano Lance se unió a él, colocando aquella grabación que Granate hiciera en el karaoke de la nave. Al final a coro con la interpretación del fallecido todos los chicos cantaron, hasta Leval y Mazoui lo hicieron, sin romper su posición de saludo. El propio Coraíon lo intentó, pero su voz estaba rota por la emoción y solamente pudo abrazarse a su padre. El resto de los presentes trataron de guardar la compostura, pero apenas si lo conseguían. Las primas del difunto abrazadas a sus respectivos padres y demás familiares no podían ni elevar la vista. Aunque paradójicamente fue Petz la que, más entera, escuchó aquella canción mirando hacia el cielo y esbozando una tenue sonrisa de orgullo y amor de madre, en tanto abrazaba las banderas con fuerza contra su pecho. Y al terminar los oficios cada uno hablaba con sus respectivas familias.

 

- Hija mía - le pudo susurrar Esmeralda a Amatista con voz trémula. - ¿Por qué no te quedas en la Tierra? Ese viaje ahora se ha vuelto muy peligroso. Podrían volver a atacaros y yo no quiero perderte. ¡No lo soportaría!

- Lo sé mamá y lo siento. Pero no puedo hacer eso – respondió la joven con determinación y dignidad, teñida de gran tristeza. - Sería huir y dejar solos a todos mis amigos. Aunque únicamente fuese por la memoria de Granate debo ser valiente y proseguir con mi trabajo. Esto es muy importante. Mucho más de lo que yo creí cuando partí. Ahora lo comprendo. Ya no se trata de mí, ni de Leval o Mazoui. No somos solamente nosotros, es el futuro de toda la Humanidad y quiero ayudar a construir ese futuro. De algún modo siento que es mi obligación. Tengo un papel importante que desempeñar. La propia reina Serenity me lo dijo…

 

            Su madre quiso responder algo, pero Diamante se anticipó impresionado y emocionado con aquellas palabras.

 

- Nuestra hija tiene razón, ya es una mujer adulta, lo ha demostrado y debe hacer honor a sus compromisos. Estoy seguro de que la Providencia velará por ella. - Añadió con esperanza dirigiéndose a Amatista para decirle a ésta con simpatía. - Te comprendo bien, cariño. Desde que volvimos a la vida el peligro no nos impidió nunca ni a mí ni a tu madre, hacer lo que debíamos. Ni luchar por las cosas en las que siempre hemos creído.

 

            La muchacha asintió con una leve sonrisa enjugándose mientras las lágrimas y declaró...

 

- Ahora más que nunca, deseo continuar adelante. No solamente por mí sino por todos…

 

             Sus padres asintieron al fin, para abrazarse ahora a Petz y Zafiro que se habían acercado a ellos. Diamante consoló a su desolado sobrino Coraíon y le pudo decir con todo el cariño del que fue capaz ante la emocionada mirada del padre del chico.

 

-Perder a tu hermano menor es muy duro, créeme, te comprendo muy bien.

 

 No obstante, Petz, que relevó a su cuñado en la tarea de abrazar al chico añadió, tras besar en la mejilla a su hijo que trataba aún de enjugarse las lágrimas.

 

-Tu hermano es feliz en el Cielo, y quiere que nosotros también lo seamos. Cariño, pase lo que pase estaremos juntos y él siempre estará con nosotros. Lo sé.

 

Incapaz de replicar nada, Coraíon asintió entre sollozos. Al poco su madrina y el resto de las guerreras se pasaron a abrazarles y darles el pésame.

 

-Madrina Makoto. - Gemía el chico en tanto ella le abrazaba con fuerza. - No he podido ayudarle. No pude protegerle esta vez…

-No te tortures, cariño. - Le pedía ella con semblante entristecido y lleno de lágrimas intentando sonar amorosa y dulce pese a ello. - Granate no querría verte así.

 

            Tras consolar en lo que pudo a su ahijado, Makoto se abrazó también a Petz y apenas pudo suspirar con la voz tomada por la emoción.

 

-Mi querida amiga. Lo siento en el alma.

-Se cuánto le querías. - Admitió su contertulia, añadiendo. - Tanto como nosotros. Y sé que habrá ido a despedirse de ti también.

-Sí, lo hizo. - Reconoció su contertulia. - Y pese a todo me siento vacía.

-Entre todos nunca podremos llenar el hueco que nos ha dejado. - Terció Zafiro, que, más animosamente fue capaz de añadir.- Pero trataremos de mantener su recuerdo. Así nunca morirá.

 

            Las demás sailors escucharon sin pronunciar palabra. Solamente hablaron para lamentar aquella gran pérdida. Usagi junto a Mamoru sí que se aproximó a abrazarse a los desolados padres y al hermano del difunto.

 

-Lo siento muchísimo, Coraíon, Zafiro, Petz. ¡Ojalá hubiera podido hacer algo! ¡Cualquier cosa! – Suspiró consternada. -

-Confiamos en ti, siempre lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. - Le susurró Petz a la emocionada joven, más al añadir. - Debes crear un futuro de paz, querida reina Serenity. Y que el sacrificio de mi hijo haya valido la pena. Sólo prométeme eso…y seré capaz de continuar.

-Te juro que así será. - Afirmó la aludida, reafirmándose. - Tienes mi palabra como soberana del milenio de Plata y de Neo Cristal Tokio. Y, sobre todo, como tu amiga. Haré todo lo que sea necesario para que Granate y su sacrificio jamás sean olvidados y pervivan en forma de felicidad y paz para todos.

 

            Petz la miró agradecida ahora, enjugándose algunas lágrimas y musitando.

 

-Gracias. Significa mucho para mí.

-Sí, entre todos honraremos la memoria de mi hermano. - Pudo decir finalmente Coraíon.

-Confiamos en ti, Serenity. - Remachó Zafiro. -

 

La futura soberana asintió no sin emoción. Al fin se retiró junto con el resto. En cuanto a los demás componentes del grupo de la nave sostuvieron conversaciones similares con sus más allegados que les pidieron que, por favor, no retornasen, y sus respuestas no difirieron mucho de las de Amatista. En el caso de Leval y Mazoui, esto estaba fuera de toda cuestión, ya que eran militares y tenían contraído un deber. A pesar de que sus hermanas se abrazaron a ellos suplicándoles entre el llanto que no volvieran a marcharse.

 

-Por favor, Mazzi. - Le pedía Kathy sin dejar de llorar. - No queremos perderos a vosotros también.

-Tienes que ser fuerte, Kat. - Repuso él con tono afectuoso pero firme. - No podemos quedarnos, es parte de nuestro deber. Y, además, sería de cobardes abandonar a toda esa gente en la nave. Ellos no tienen la oportunidad de transportarse a voluntad.

 

            Su hermana bajó la cabeza sin poder mirarle, tratando de secarse las lágrimas. Katherine no sabía que más decir. Lo único que deseaba es que su hermano no corriera ningún peligro.  Pero a fin de cuentas era su vida y la decisión que había tomado. Por eso, él tomándola cariñosamente de los hombros hizo que volviera a mirarle para agregar.

 

-Tú más que nadie tiene que comprenderlo. Eres una justiciera, y sabes lo que es luchar por proteger a otros arriesgando tu vida.

-Será porque no es la mía sino la tuya, que no quiero que te pongas en peligro. - Gimió la destrozada chica.-

 

            Mazoui la abrazó apretándola fuerte contra su pecho para que su hermana pudiera llorar desahogando su temor y su frustración. Entre tanto, Leval mantenía una conversación similar con Kerria. Aunque esta, paradójicamente más entera, le dijo, con un tinte de mayor esperanza.

 

-Creo en ti, hermano. Tengo fe en que Dios te protegerá. Pero ¡por favor, ten mucho cuidado!, apóyate en el primo Mazoui y sobre todo, no dejes abandonada a Amatista.

-Claro que no, también ellos son mi familia. - Sonrió levemente el joven.- Te doy mi palabra, Ky. Siempre estaré ahí para ellos. Y tú debes prometerme también que, pase lo que pase, cuidarás de papá y de mamá.

-Lo haré. - Asintió la muchacha.-

 

 Lo mismo pudo aplicarse a sus madres. Pero los dos dieron idéntica réplica. Incluso por encima del deber militar les pesaba la tradición familiar. Además, por nada del mundo ni del universo se habrían rendido ahora. Granate no había muerto en vano y estaban decididos a honrar su recuerdo del mejor modo posible, continuando con su viaje. Aunque lo que no les dijeran, puesto que lo habían hablado en privado, era que también tenían un gran deseo de venganza.

 

-Espero volver a encontrar a esos malditos. Se arrepentirán de haberse cruzado en nuestro camino y de atacarnos de un modo tan vil. - Sentenció Leval con manifiesto odio en sus palabras. -

 

Y en esta ocasión Mazoui no le hizo ningún llamamiento a la calma, más bien asintió, añadiendo.

 

-Tienes toda la razón. Esto es una guerra. Y haremos cuanto esté en nuestras manos para ganarla.

-En cuanto retornemos a la nave tenemos que pensar en una forma de ser más efectivos. - Asintió su primo. -

-Hablaremos con el contralmirante. Tengo una idea que quizás pueda resultar. - Repuso Mazoui. -

 

Y al fin llegó el momento del triste adiós. Sus familias lo entendieron deseándoles buena suerte y poder volver a verlos, sanos y salvos en poco tiempo. Así, terminado el funeral y tras una sentida y muy emotiva despedida, todos se reintegraron a sus respectivas ocupaciones. Mazoui y Leval, con Amatista y Satory, retornaron a la nave. Todos sabían que les iba a ser más difícil volver, por la distancia y la dura pérdida que habían sufrido. Aunque la parte técnica de su vuelta no les ofreció problema alguno. Regresaron, concentrándose en la energía de algunos compañeros que conocían. Roy, por su parte, se quedó pensativo en la Tierra. El mago le había dicho algo que él ya intuía desde hacía tiempo. Desde ahora la nueva generación, única y exclusivamente, sería la encargada de llevar la responsabilidad que hasta entonces él y los demás habían soportado. Sólo deseaba que no les resultase una carga demasiado pesada. Pero confiaba plenamente en ellos y en su interior sabía que así debía ser. Lo que ignoraba tanto él como los demás que se quedaban en el planeta, era que alguien les estaba observando sin perder detalle de lo que les acontecía, alguien que albergaba oscuras intenciones pero que tenía la paciencia necesaria para ejecutar sus planes.



                                 anterior                                                                siguiente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)