domingo, 6 de marzo de 2011

GWG 5.92. Un nuevo enemigo

En la Tierra, tras la tristeza de todos por la pérdida de Granate la vida tuvo que continuar. Kerria seguía saliendo con Brian, en tanto se esforzaba mucho por aprobar con brillantez todas sus asignaturas en la carrera de derecho. No obstante, el recuerdo de su fallecido primo a veces la asaltaba. Rememoró con amargura el momento en el que, tras enterarse de su muerte, y desconsolada se abrazaba a su prima Kathy y a su amiga Amatista.

 

- ¿Qué pasó? - Gimió Kerria. -

-Les atacaron en el espacio. - Pudo contestar la francesa con voz queda, casi ida. - No sé quién habrá sido…No lo entiendo. ¿Quién podría estar ahí esperando para hacernos esto? ...- Remachó mientras con voz temblorosa les narró lo poco que sabía. -

-No vuelvas, Amatista. - Le pidió Kathy. - Quédate en la Tierra.

-Eso es. - Convino Kerria. - No te arriesgues. Les diremos lo mismo a Leval y a Mazoui.

 

            Sin embargo, su amiga las sorprendió cuando, enjugándose las lágrimas, negó con determinación e ira en su tono.

 

-No, jamás huiremos. Sería como aceptar su muerte pensando que no ha servido para nada.  Nunca consentiré que la muerte de nuestro primo quede impune. Quienes quieran que fuesen lo pagarán. Yo misma les haré frente si hace falta.

-Amatista, no sabes lo que dices. - Replicó una preocupada Katherine. - Si ni siquiera mi hermano y el primo Leval pudieron hacer nada.

-Haríais mejor regresando. - Convino Kerria. - O no volviendo allí. Puede ser una trampa mortal.

-Ellos no pueden hacer eso, ni tampoco yo. Leval y Mazoui tiene un deber como militares y yo otro en el grupo de científicos de la nave. - Afirmó la francesa con decisión. - Y ahora más que nunca, por la memoria del primo Granate, quiero formar parte de este viaje y hacer algo que merezca la pena. Chicas, sé que no podéis entenderlo. Y por una parte me cuesta entenderme a mí misma también. Ojalá que todo pudiera ser como en los viejos tiempos. Siempre juntas…

-Idina no pudo venir. Creo que estaba en la Golden. – Suspiró Kerria. - Y yo no tengo valor para llamarla y decírselo.

-Creo que sus hermanos se ocuparán de ello. - Dijo Amatista. - O quizás, lo haga otra persona…

- ¿Quién, mi hermano o el de Kerria? - Inquirió Kathy. -

-No. - Suspiró su interlocutora. - Puede que lo haga Nehie…

- ¿Neherenia? - Se sorprendió Kerria. - ¿La reina de la Luna Nueva?

-Sí- pudo sollozar Amatista esbozando pese a todo una leve sonrisa sardónica para desvelar a sus atónitas interlocutoras. - Granate y ella se enamoraron en la nave. Antes de…bueno, antes de que sucediera esto, él me lo contó. Y jamás le vi tan feliz…- Pudo decir ahora entre balbuceos. - El amor verdadero… es lo más bonito…

 

            Sus amigas tuvieron que abrazarla una vez más cuando rompió a llorar desconsolada.

 

- ¿Y qué tal mi hermano y tú? - Quiso saber Kerria. -

-Ahora no puedo pensar ni remotamente en eso. - Fue la réplica de Amatista con voz queda y llena de dolor. - Las cosas cambian…

 

            Eso dejó perpleja a su contertulia. No le sonaba nada bien. Aunque estaba claro que en esas circunstancias ese tipo de preguntas eran inadecuadas. Pero meditó las palabras de su amiga. El amor verdadero… y pensó en su propio caso. Ella no quería a Brian de esa manera. Al fin se tranquilizaron un poco y ya siendo tarde sus amigas se despidieron para retornar a sus casas. A los pocos días se celebró el entierro de Granate y en efecto, Kerria vio allí presente a la soberana de la Luna Nueva, muy afectada. Lo mismo que Idina. Fue la propia Nehie quien, tal y como conjeturase Amatista, le dio la trágica noticia a su prima, dado que ambas estudiaban en la Golden. Tras aquello y al poco, los expedicionarios regresaron a esa gran nave, llevados por Mazoui y Leval que, con su transición instantánea, eran capaces de hacerlo. Todos quedaron conmocionados y llenos de tristeza. No obstante, la vida seguía. Llegaban los exámenes y pese a costarle un gran esfuerzo, ella se motivó queriendo dedicárselos a la memoria de su primo. Recordó una vez, junto a Granate, cuando éste fue de visita a casa en un permiso de la Academia. Los dos hablaban del futuro.

 

-Me gustaría ser abogada. - Comentó entonces la chica. -

-Sí, ya te puedo imaginar. - Se sonreía el muchacho. - La súper letrada Kerria…Seguro que ganarás todos los casos. Vas a ser mejor que esos de las películas…Por cierto. Si me meto en líos, ¿Me defenderás, ¿verdad?

- ¡Ja, ja! ¡Tú serías un caso perdido! - Se rio la muchacha. -

-Tampoco podría pagarte mucho. - Afirmó desenfadadamente el chico. - Los oficiales no ganamos demasiado.

-Eso será cuando te gradúes. - Se burló Kerria. -

-Pues sí. - Suspiró el aludido añadiendo. - Oye primita, y tu novio, ¿Qué quiere estudiar?

-Brian, me parece que quiere hacer económicas, porque no le iba la arquitectura. Aunque su padre quería que siguiese la tradición familiar. - Replicó la muchacha. -

-Es un gran tipo. Cuídalo y no le pierdas, ¿vale?...

-Vale, te lo prometo. - Se sonrió la muchacha que contraatacó a su vez. - ¿Y tú para cuando te vas a echar una novia?...

-No lo sé. ¿Tú y las otras primas estáis disponibles? - Rio Granate. -

- ¡Tonto! - Repuso la muchacha tirándole un cojín del sofá en el que se sentaban. -

 

            Ahora pensaba en aquellos momentos sin evitar las lágrimas…

 

-Lo siento mucho, Granate. ¡Ojalá pudiera mantener mi palabra! Y también será muy duro para mí, Brian. - Musitó. - Perdóname. Perdonadme los dos…

 

            Y es que también debía admitirse a sí misma que lo suyo con ese chico ya no podía continuar. Ella le quería muchísimo, pero como si de un primo o incluso un hermano se tratase. Y también se sentía culpable. Había estado yendo a bares de ambiente sin que ese pobre lo sospechase. Allí había conocido e incluso entablado fugaces relaciones con algunas chicas. No obstante, no pudo pasar a nada más que unos pocos besos. Invariablemente se ponía nerviosa y salía corriendo, dejando a su atónita pareja de esa noche allí plantada.

 

-No puedo seguir así. Me está destrozando. - Se decía la joven. - Tengo que sincerarme con él y decirle que no podemos continuar.

 

            Pero la muchacha no era consciente de que había alguien que estaba al tanto de sus andanzas. Aquella joven reportera de larga melena morena y acerados ojos azules había logrado dar con su pista.

 

- ¡Vaya, vaya! Así que Kerria Malden es de las mías. - Se dijo pensando con regocijo. - Podría sacar una bonita suma si publicase esto. Pero tengo que asegurarme. A fin de cuentas, entrar en uno de esos bares de por sí, no es evidencia suficiente. Debería tener una prueba mucho más gráfica.

 

            Unida a esa precaución, había tenido un extraño sueño en el que, la figura de un encapuchado, le advertía.

 

-Es pronto todavía. Has de esperar el momento propicio. Y has de conocer a alguien que te ayudará a lograr tu propósito de exponer a Kerria Malden.

-Así lo haré. - Reflexionó ella. -

 

Por su parte, cuando Leval y Mazoui volvieron a la nave no se permitieron ni un segundo de reposo, ya habían estado dándole vueltas a esa idea. Pero primero siguieron el protocolo y la cadena de mando y se presentaron ante su superior el comandante Braem. Le informaron de su estancia en la Tierra y le pidieron una entrevista con algún oficial de alto rango de la nave.

 

- ¿Y cuál es la razón? - inquirió su comandante con interés, justificando su inicial recelo - no puedo llamar por las buenas al alto mando.

- Necesitaremos una infraestructura adecuada para entrenarnos, señor. - Le explicó Mazoui. -

- Sí, se trata de un cuarto de presión de gravedad - añadió más explícitamente Leval. -

 

            Braem asintió atónito para preguntar de nuevo sin ocultar su extrañeza.

 

- Bien, tramitaré su petición, pero ¿con qué objeto? ¿Para qué desean ustedes un cuarto de esas características?, nadie podría soportar tanta presión.

- Nosotros sí - repuso Mazoui con rotunda seguridad para añadir con tono más tranquilizador. - Confíe en nosotros, señor. Tenemos informes sobre nuestras capacidades que lo avalan.

- Muy bien – declaró Braem que pasó a consultar su ordenador accediendo al expediente de sus subordinados. – Vamos a ver qué dicen de ustedes.

 

 Al hacerlo su gesto expresó sorpresa. Más allá de sus características físicas tales como estatura, peso, años en la academia, calificaciones y condecoraciones, figuraba otro registro. Sin embargo, al apartado en cuestión no se podía acceder salvo teniendo una autorización especial de altísimo secreto. Estaba desde luego mucho más allá de la acreditación de Braem. El atónico comandante entonces asintió replicando, eso sí, con un tono mesurado y profesional.

 

-Muy bien, han demostrado ustedes ser dos excelentes oficiales, supongo que algo tendrán pensado. Descuiden, les concertaré una entrevista con algún oficial de alto rango.

-Gracias, señor. - Replicó Leval. -

-No se arrepentirá. - Le aseguró Mazoui, agradecido también. -

 

            Los dos se despidieron de su comandante que les dio licencia para marchar. Braem, tal y como dijo, contactó con la capitana Collins. Esta era la responsable de la parcela para formación de la tripulación de la nave y le remitió el caso. Como tampoco ella pudo acceder a esos expedientes por completo, a su vez, informó al comodoro Hazzar, el segundo al mando de la nave. Éste sí poseía la autorización pertinente para consultar dichos informes sobre Leval y Mazoui considerados tan secretos y accedió a otorgar esa petición. Además, les llamó para hablar con ellos. Los dos muchachos no se hicieron esperar, en posición de firmes tocaron a la puerta del despacho del comodoro.

 

- Adelante – les indicó él sentado en su despacho. -

 

 Era un hombre maduro, de pelo cano, alto, aunque no tanto como los chicos. Lucía el uniforme de gala del cuerpo espacial, recién creado precisamente para dotar la nave. Todavía estaban muy recientes los servicios funerarios por los caídos y el segundo al mando de la nave había tenido que presidir varios actos. Ahora, todavía cansado, revisó pese a todo con interés esos informes. Antes de aceptar ver a esos chicos llamó no obstante al contralmirante Spar. El comandante en jefe de la nave.

 

-Señor. – Preguntó cuándo contactó con su superior vía holo mensaje. - Creo que estos dos oficiales podrían servirnos de mucha ayuda.

-He visto los informes que me ha comentado, comodoro. - Replicó su interlocutor, asintiendo. -  Hable con ellos y vea qué tienen que decirle. Si son tal y como creemos seguro que sus aportaciones serán muy valiosas.

-Así lo haré, señor. - Afirmó Hazzar. -

-Lo dejo en sus manos. - Convino Spar despidiendo la comunicación. -

 

De modo que ahora se levantó en cuanto vio a su asistente entrar acompañado de los dos oficiales. Tanto Mazoui como Leval saludaron en posición de firmes.

 

-Descansen y siéntense. - Les pidió más que ordenárselo señalando dos sillones que se enfrentaban al suyo a los lados de la mesa del despacho para declarar con interés. - He recibido su petición por conducto reglamentario y deseo que me expliquen más detalladamente lo que pretenden hacer.

 

            Como oficial de mayor rango Mazoui tomó la palabra, con tono respetuoso para comentar a su superior.

 

- Verá señor, tenemos que usar ese cuarto para poder entrenar y hacer progresos.

- Sí, tengo sus informes - confirmó el comodoro - he leído en ellos que merced a sus particulares naturalezas, ustedes tienen una fuerza fuera de lo corriente. Además, sus notas son excelentes y sus destrezas están fuera de lo común. La pregunta es, ¿hasta dónde llega eso y que podrían ser capaces de hacer con ello?

- Verá señor, si pudiéramos entrenar en mejores condiciones estoy seguro de que nosotros podríamos eliminar a nuestros enemigos sin ninguna ayuda. - Aseguró Leval. -

- ¿Sin ayuda? - exclamó Hazzar con patente incredulidad. - ¿Un par de cazas contra todos esos objetos? ¿Qué locura es esa? no podrán hacerlo.

- No necesitaríamos los cazas, señor. Nosotros nos bastaríamos. - Respondió Mazoui con serenidad y patente seguridad en sus palabras. -

- ¿A qué se refieren? - preguntó su superior todavía más atónito. -

- A que nosotros solos podemos eliminar a todos esos bastardos, dicho sea, con el debido respeto, señor. - Puntualizó Leval. -

- Aguarden un momento...- Hazzar pidió comunicación con el contralmirante Spar, que, a su vez le pasó con el cuartel general de la Tierra. Mientras el comodoro se justificaba. – Comprendan que necesito confirmación oficial de todo eso.

 

La emisión tardaría varias horas en llegar, pero, mientras tanto, el teniente Malden le propuso.

 

- Lo comprendemos, señor.  Sin embargo, no necesita aguardar tanto. Podemos ir a la sala de energía de las baterías si lo autoriza usted. Allí verá de lo que somos capaces.

 

- De acuerdo - asintió su interlocutor añadiendo. - He de confesar que tengo mucha curiosidad.

 

            Todos se encaminaron hacia esa zona de la nave, cuando llegaron, Hazzar ordenó al capitán responsable de la sección que facilitase a los dos jóvenes oficiales cualquier ayuda que estos le pidieran. Ellos solicitaron conectarse a las baterías, todos los ingenieros y artilleros no salían de su asombro, pero hicieron lo que ambos les pedían. Una vez preparados y cuando se aseguraron de que no había suministro energético se ordenó a toda la plantilla no esencial abandonar esa sala. Cuando estuvieron solos con su superior y dos oficiales técnicos, ellos mismos emitieron la potencia suficiente como para hacerlas disparar, destruyendo algunos meteoritos de tamaño apreciable. Hazzar se quedó atónito. Los otros testigos tampoco podían creerlo. El comodoro les ordenó guardar silencio total sobre lo visto, luego les mandó retirarse. Una vez le obedecieron y concluida la demostración, Leval le comentó a su superior.

 

- Señor, si pudiéramos desplegar esta potencia de fuego, libres en el Espacio, arrasaríamos escuadrillas enteras de enemigos sin pérdidas para los nuestros.

- Incluso con nuestra fuerza podríamos generar barreras parciales que protegieran la nave y no impidieran la entrada y salida de cazas. – Añadió Mazoui quien tenía siempre presente el trágico fin de su primo Granate por aquella causa. -

- ¡En mis casi cuarenta años de servicio jamás vi nada parecido! Me han convencido - asintió Hazzar no sin cierta sensación de entusiasmo contenido afirmando. - Tendrán lo que pidan muchachos. Ojalá sea como ustedes dicen.

 

            Mazoui y Leval fueron autorizados a retirarse, saludaron y se fueron a su habitación. Por el momento quedaron relevados del servicio para preparar su plan. Ambos charlaban sobre los pormenores del mismo cuando sonó el teléfono. Era Amatista, la muchacha no estaba demasiado animada. Era lo lógico, aún estaba muy reciente la muerte de Granate. Deseaba hablar con alguien y se lo propuso a Leval, él aceptó sabiendo que el estado de la muchacha era emocionalmente muy precario y quedaron en una cafetería de la ciudad. Quería preguntarle también por todo lo ocurrido en la Tierra ya que ella sólo asistió al funeral. Mazoui por su parte fue requerido por Hazzar nuevamente. Entró en el despacho saludando y preguntándose qué es lo que querría su comodoro.

 

- Pase y siéntese, teniente - le indicó éste con deferente naturalidad - no se ande con formalidades.

- A la orden, señor. ¿Quería usted verme? - Le inquirió el muchacho. -

- Les he llamado para preguntarles si ustedes conocen a nuestros enemigos. Pero el teniente Malden no estaba en la base.

- No señor, él salió aprovechando el permiso para ver a una amiga y yo creí que el alto mando sabría quiénes son. - Repuso el muchacho desconcertado cuando admitió a su pesar. - Ni yo, ni el teniente Malden sabemos quiénes puedan ser.

- Nuestros superiores tampoco, no saben nada - contestó Hazzar con preocupación. - Esto no se había detectado en los radares de vigilancia de la Luna. Nuestros aliados de ese mundo no tienen ni la más remota idea. No saben de dónde han salido.

-Comodoro, por lo que yo sé. En el pasado la Tierra sufrió ataques que únicamente son recordados por unos pocos. - Le dijo entonces el joven. -

 

            Su contertulio le observó al principio sin dar la impresión de entender a qué se refería.

 

- ¿Habla de atentados terroristas como el del Once de Septiembre? - Inquirió entonces Hazzar. –

-No señor, - contestó Mazoui, siendo algo más explícito al relatar. - Mi madre y mis tíos me han contado que ellos, en su juventud, tuvieron que repeler literalmente invasiones de seres del espacio exterior. Pero que eso de algún modo fue borrado de la memoria colectiva. Esos recuerdos fueron sustituidos por catástrofes o bien por atentados. Quizás tenga algún informe secreto que lo mencione.

-Indagaré en eso. - Asintió un atónito comodoro. - Entre tanto tienen ustedes luz verde para poner en práctica su plan. Vayan a hablar con la división científica de ingeniería. Y dense prisa. - Agregó con inquietud Hazzar para admitir. - Debo confesarle, aunque por supuesto comprenderá que esto debe ser confidencial, que estamos muy preocupados. La tecnología de esos alienígenas del demonio es muy avanzada, supera con mucho la nuestra.

 

            A Mazoui no le hacía mucha gracia que se mentasen a los demonios, pero lo dejó pasar puesto que estaba más interesado en obtener algunas respuestas más sobre este tema y quiso saber con extrañeza en su tono.

 

- Pero, sin embargo, pudimos derribar a la mayor parte de ellos. ¿A qué se debe eso, señor?

- Cuando nuestros cazas atacaron con misiles parecía que ellos ignorasen que fueran armas eficaces y no hicieron maniobras evasivas, ni trataron de anularlos. En cambio, el láser lo eludieron sin dificultad.

- Entonces si analizan también nuestros proyectiles, ¡estaremos perdidos!,- exclamó el joven oficial. - No podremos hacerles nada. Con su tecnología ya habrán tomado medidas para rectificar ese error.

- Eso es lo que más me preocupa, podrían volver a atacarnos en cualquier momento y estaríamos totalmente indefensos. También piensan así en el alto mando. Por eso, en cuanto informé a la Tierra de sus ofrecimientos, me dieron autorización para ayudarles en todo lo posible. El cuarto que pidieron ya está construyéndose y estará listo en un par de días. Además, estamos investigando sobre todo tipo de compuestos reflectantes al radar y varias frecuencias de láser alternativas para modificar nuestro arsenal, a fin de que se efectivo en un próximo enfrentamiento. - Le informó el comodoro. – Por ello el plan que ustedes han esbozado tiene mucho interés para nosotros.

- Muchas gracias, señor, eso está muy bien, pero tenemos otro problema. - Objetó Mazoui. -

- ¿Y cuál es? - inquirió su superior. -

- Por fuertes que seamos, no podemos salir al espacio por nosotros mismos. - Se lamentó el muchacho añadiendo con visible pesar y amargura. - Si hubiéramos podido nuestro primo no estaría muerto.

 

            Aquello era cierto puesto que ni siquiera con la translación instantánea habrían podido haber localizado la energía de Granate y transportarse con él a tiempo. Si tan solo pudieran estar libres en el cosmos y maniobrar a su antojo sin una nave o avión, seguro que podrían destrozar a esos bastardos en cuestión de minutos.

 

- Ese es el problema, entonces, ¿cómo podrán luchar contra ellos si vuelven? - Le inquirió su superior con aumentada inquietud. -

- Vaya, estamos en un aprieto - suspiró Mazoui ante la cómplice mirada de Hazzar. Verdaderamente este era otro inconveniente más que sumar a una larga lista. Aunque el muchacho tras reflexionar animó su tono para asegurar. - Señor, estudiaremos la cuestión, le prometo que algo se nos ocurrirá.

- Muy bien, teniente, confiamos en ustedes. Utilicen toda la ayuda que precisen, tenemos grandes científicos a bordo. – Fue la réplica del comodoro cuando autorizó a aquel joven y prometedor oficial a retirarse. -

 

            Hazzar tenía otra inquietud que no quiso compartir con ese joven tan extraordinario, pero que no dejaba precisamente de ser eso. Demasiado joven aún y no juzgaba oportuno que eso le distrajese de sus preparativos. Y es que le llegaron informes de que esos aparatos enemigos habían sido detectados recientemente en las cercanías de la Luna. Desde la Tierra se temía también que pudieran atacar al satélite y al propio planeta.

 

-Espero que nuestros aliados lunares puedan frenarles si llega el caso. Pero de momento mejor que estos chicos no estén al corriente de eso. Podrían tener deseos de ir allí. Y no nos podemos permitir el perderles ahora. - Suspiró el comodoro, volviendo a sus ocupaciones. -

 

            Ajenos a esa conversación entre Mazoui y su superior, y a las posteriores reflexiones de éste, Leval y Amatista estaban sentados en la mesa de una acogedora cafetería, ella estaba contenta de verle por fin a solas. A la muchacha le entristecía mucho lo ocurrido con Granate, se sentía destrozada por la pérdida de su primo y pensaba que no sería justo el intentar nada ahora. Tampoco tenía el ánimo necesario para ello. Estaba realmente baja de moral y, además, nunca habría usado eso como excusa.

 

-Solamente deseo un amigo con el que poder hablar – Pensaba. -

 

Aunque para sorpresa suya su interlocutor se encontraba bastante mejor a ese respecto y cuando él le contó lo que Zafiro y Petz le habían dicho la joven lo comprendió, aquello levantó mucho su espíritu y le llevó a replantearse esa opinión.

 

- ¿Es eso posible? - preguntó ella atónita y Leval asintió con gesto sereno y cordial. - ¡Cuánto me alegro por ellos!, por lo menos saben que él será feliz para siempre. No sé qué decir, es algo increíble.

- Mi padre estuvo muerto una vez, ¿sabes? - le reveló su contertulio para mayor asombro de la chica que ahora recordaba la historia que sus propios padres el contaran a ella hacía tiempo. - Me contó cosas maravillosas de ahí arriba. Sucedió cuando luchó contra los demonios.  En realidad, allí se conocieron tu padre, el tío Zafiro y él.

-Es cierto. - Admitió su contertulia. - Mi padre me lo contó, y que luego rescató a mi madre, del lugar en el que estaba.

 

            A la chica le daba apuro decir que su madre fue al Infierno, debido a los errores que cometió en su vida pasada. Sea como fuere eso carecía de importancia ahora. Lo fundamental era que su primo granate pudiera ser dichoso por toda la eternidad. Y aunque se alegraba por ello, eso no les eliminaba la amenaza que se cernía sobre ellos, y Leval lo confirmó con sus siguientes palabras.

 

-Ahora nos toca a nosotros, debemos ser fuertes para derrotar a nuestros enemigos. - Arengó con un tono bastante más duro y cortante de lo que pretendía, Amatista solamente asintió, compartiendo ese deseo. –

- ¿Sabes? - le confió la muchacha. Dado que ya realmente no importaba guardar ese secreto. –   Granate me confesó que estaba enamorado de Nehie. Estaba pensando pedir el traslado para estar junto a ella.

- ¡Este muchacho!  Por cómo fue siempre, estoy convencido de que se coló por ella nada más verla en la recepción. – Pudo sonreír Leval moviendo la cabeza con simpatía y nostalgia. –

- Al menos él encontró su verdadero amor antes de… –pudo decir su interlocutora que amenazaba ya con inundar sus ojos de lágrimas. –

 

Amatista recordó de pronto un momento entrañable y al tiempo divertido. Curiosamente incluía a Leval y a Granate, junto con sus compañeras de grupo en aquellas vivencias.

 

-Me ha venido a la memoria. - Suspiró ella esbozando una leve sonrisa ahora para contener sus lágrimas. - La vez que vinos la final de la copa del Mundo en mi casa. ¿Te acuerdas?

-Sí. - Sonrió el chico. - Fue hará casi un par de años. ¿No es así?

-Eso es. - Convino la joven, rememorando. - La selección de mi país llegó a la final. Y os pedí que vinierais a verlo conmigo. Fue justo al día siguiente de nuestra fiesta nacional. Quiero decir, la fiesta de Francia, claro.

 

            Leval asintió, entre él y su interlocutora recordaban aquello como si hubiera sucedido ayer mismo. Y eso que era temprano, apenas las nueve y media de la mañana. El encuentro iba a comenzar en apenas media hora. Todos se congregaron en casa de los Lassart, incluidos Diamante y Esmeralda, quienes, sin embargo, cedieron un cuarto a sus invitados, aquel en el que las chicas ya vieran la Eurocopa años antes. Estaba dotado una gran pantalla de televisión plana con HD full resolución y un cómodo sofá flanqueado por dos sillones de cuero realmente confortables a su vez.

 

-A nosotros no nos interesa tanto el fútbol. - Comentó Diamante. - Vosotros podéis quedaros aquí a verlo.

-Pero papá, ¡es la final del Mundial! - Exclamó Amatista como si hubiese escuchado una herejía. -

-Sí, bueno. - Suspiró el príncipe de Némesis. - Seguro que será muy interesante. ¿Verdad, querida? - Inquirió dirigiéndose a su esposa. -

-Bien sûr.- Se rio la diseñadora.-

-Ils doivent gagner! - Replicó su hija con evidente convicción y forofismo.- Hier était la fête nationale de la France.

- ¿Qué ha dicho? - Intervino Kerria con expresión perpleja. -

- Que tienen que ganar porque ayer fue la fiesta nacional francesa. - Le tradujo su hermano, que miraba a Amatista divertido. -

 

            Leval se acordaba de eso, era una de aquellas ocasiones en las que esa francesita pasaba de doctora Jekyll a Miss Hyde. Normalmente solía ser muy vergonzosa con él delante, pero a veces se transformaba. Siempre que había competiciones de por medio y no digamos cuando jugaba su equipo de soccer, o “fútbol de verdad” como ella insistía en llamarlo. El caso es que, tanto él como Granate, había tenido ese fin de semana de permiso y fueron a visitar a sus padres y parientes. El bueno de Mazoui tuvo que ir de prácticas a los simuladores.

 

-Seguro que le habría encantado ver esto. Más que el partido, el show que monta Amatista. - Pensaba observándola con una mezcla de condescendencia e incredulidad. -

 

            El caso es que allí estaba ella, como casi siempre, con su camiseta de la selección francesa, la cara pintada con los colores de su bandera nacional y llena de impaciencia por ver empezar aquello.

 

-Espero que esta vez tengáis más suerte. – Le deseó afablemente Idina. -

-Sí, la otra vez perdisteis. Me acuerdo de que lo vimos aquí también. - Terció Kathy acordándose de eso. -

- ¡Cállate agorera! - Exclamó Amatista clavando una mirada asesina en su compañera de grupo. - Cette fois ce sera différent.

-Pues yo voy con los croatas. - Intervino Granate, quien, por supuesto, no perdía ocasión para pinchar a su prima. -

-Algún tonto tenía que haber. - Repuso ésta con cara de pocos amigos. -

 

            Hubo un leve y espeso silencio, roto por Kerria quien se atrevió a musitar.

 

-Según dicen, es la selección más débil. El caso es que me caen simpáticos…

-Sí, bueno, y a mí también. - Convino tímidamente Kathy. -

-Dicen que su jugador estrella ha sufrido mucho cuando era niño, que sobrevivió a una guerra o algo así. - Apuntó igualmente Idina. -

- ¡Lo que me faltaba! - Suspiró Amatista brazos en jarras, en tanto les dedicaba una acusatoria mirada para remachar. - El enemigo en casa.

-Mujer, es solamente un juego. - Replicó conciliatoriamente Idina. -

-No es únicamente eso, es el orgullo nacional. - Rebatió la interpelada, alegando con tono que trataba de ser heroico. - No importa, seré yo sola contra todos.

-Bueno, yo iré contigo. - Se ofreció amablemente Leval. -

 

            Amatista se acordaba de cómo sintió aquel rubor que le quemaba la cara. Que su adorado Leval estuviera de su parte le pareció sencillamente maravilloso. El resto en cambio se limitó a encogerse de hombros, en tanto el muchacho añadía.

 

-No sé mucho de este deporte, pero algún compañero en la academia sí lo sigue y comentaba que Francia tiene mejor equipo y que físicamente es más fuerte. Los dos han tenido que jugar muchos minutos extras según creo.

-Sí, la mayor parte de los partidos anteriores se tuvieron que resolver con prórroga o penaltis. - Le aclaró la arrobada Amatista. -

-Pues nada, ya tienes a alguien de tu parte. - Señaló Granate, añadiendo con su jocosidad habitual. - ¡Para que te abrace cuando pierdas!…

 

            Fue terminar de pronunciar la frase y salir corriendo dado que su prima ya iba a intentar agarrarle para estrangularlo. Por suerte el partido estaba a punto de comenzar. De modo que el orden se restauró. Sonaron los himnos nacionales y Amatista cantó el suyo con fervor.

 

-Allons bleus! – Exclamó al término de la Marsellesa. -

 

            Y el partido dio comienzo, unas trepidantes alternativas de toma y daca de principio y enseguida en el minuto dieciocho, falta que sacó Francia y….

 

-¡Goool!- Exclamó Amatista dando un salto casi acrobático de su sillón. -

-Ha sido en propia meta, eso no vale. - Se quejó Granate. -

- ¡Y un cuerno que no vale! - Contestó su prima sacándole la lengua con regocijo. -

 

            Ni Idina, ni Kerria, ni Kathy abrieron la boca. Leval se limitó a sonreír. Aunque apenas diez minutos después, los croatas empataron. Turno de Granate de dar un salto, elevar los brazos y cantar.

 

-¡Goool!, ja, ja, ja…

 

            Amatista volvió a mirarle de aquella inequívoca forma. Una que le indicaba a su primo que debía mantener las distancias. Fue Kathy quien abrazó a la nerviosa francesa y le comentó entre algo inquieta y divertida.

 

-Tranquila…

-Sí, confío en mi selección. Esto ha sido mala suerte. - Comentó su amiga. -

-De eso nada, monada. Croacia está jugando mucho mejor. Seguro que ganará. - Replicó Granate no sin algo de sorna. -

 

            Amatista no respondió, concentrada como estaba en rezarle hasta a Santa Juana de Arco. El partido se reanudó, tras varios lances el colegiado pitó penalti a favor de los galos, cosa que la hizo volver a saltar con ambos brazos elevándose al cielo.

 

-Oui ! Allons Griezmann!.- Exclamó al ver a dicho jugador de su equipo encaminarse hacia el punto de los once metros. -

- ¿Qué es un penalti? - Inquirió Kerria quien no se acordaba demasiado. - ¿Una especie de tiro libre?

-Mucho más importante que eso. Al menos, por regla general, en soccer es mucho más decisivo que un tiro libre en baloncesto. - Le comentó su hermano. -

- ¿Y le van a dejar tirar sin que nadie se lo impida? - Quiso saber Kathy. -

-Sí, claro. – Le respondió Idina que algo más entendía de aquello. - Por eso es un tiro libre.

 

            Tras esas palabras silencio sepulcral, Amatista se aferraba a las manos de Leval sin querer mirar. El resto por el contrario observaba con curiosidad como ese jugador avanzaba hacia el balón, retrocedía un poco, tomaba carrerilla y…

 

-¡Buuut!- Se escuchó al comentarista francés. -

-¡Síii!- Aulló Amatista levantándose una vez más llena de euforia. -

 

            Se abrazó a Leval llena de alegría, aunque pronto se separó más que ruborizada. El chico le dedicó una mirada perpleja y los demás trataron de aguantarse la risa. Corriendo un tupido velo sobre eso, Amatista centró su atención en el televisor. Tras reanudarse el encuentro una vez los croatas sacaron de centro hubo al menos un par de ocasiones más, pero el marcador no se movió. Llegaron al descanso con esa ventaja francesa.

 

-Esta vez sí, vamos a ganar. - Sentenció una animada Amatista. -

-De momento, parece que os está yendo bien. - Convino Kerria, mirándola con expresión alegre. -

-Sí, y está emocionante y todo, y para que lo diga yo, que no tengo ni idea de este deporte. - Afirmó Kathy a su vez. -

 

            Leval recordó como tomaron algunos canapés al descanso y que, al poco de comenzar la segunda parte, Francia volvió marcar. Su anfitriona se puso como loca, no paraba de cantar y de hacerle burla a Granate quien ya no tenía demasiados argumentos a su favor. Aunque enseguida el chico dijo con tono entre resignado y socarrón.

 

- ¡Ha sido fuera de juego!

-No tienes ni idea. - Contestó su prima, alegando. - Pogba estaba en posición totalmente legal. Ya puedes llorar que vas a perder seguro. - Se sonrió no sin malicia. -

-Menos mal que no apostamos nada. - Se sonrió el aludido con alivio. -

 

            Y para mayor regocijo de Amatista, los suyos marcaron el cuarto. Ahora se abrazó a Leval que la sostuvo entre perplejo y risueño. A lo que el inefable Granate tuvo que decir con su tono bromista habitual.

 

- ¡Espero que no marquen el quinto o esta forofa te come, primo! Ja, ja…

 

            Amatista se puso roja hasta las orejas, eso provocó las risas de sus amigas y las carcajadas de Granate que esta vez tuvo que correr fuera de la habitación para alejarse de la andanada de palomitas que su avergonzada prima utilizó como proyectiles. Entre tanto el partido seguía y los croatas redujeron distancias con otro gol. Pese a que su primo lo cantó intentando darle sentimiento, la anfitriona no se inmutó.

 

-Celébralo cuanto quieras, pero este partido está ganado. Apenas quedan veinte minutos. - Repuso la confiada muchacha haciendo gala ahora de un control casi tibetano. -

 

            Y, de hecho, Croacia lo intentó, pero no pudo lograr la hazaña de remontar tal desventaja. Ya estaban en el tiempo cumplido con dos minutos de descuento. Amatista se levantó indignada cuando le hicieron una fea entrada a su jugador estrella.

 

-Qu'est-ce que tu fais ? - Exclamó con visible enfado dirigiéndose al jugador croata autor de esa falta, como si pudiera haberle escuchado. -

 

            Aunque suspiró para relajarse, la cosa estaba hecha, al fin, el árbitro pitó el final y la chica, loca de alegría, se fue abrazando a todas sus amigas y a Leval en especial…

 

-Nous avons Gagné ! Nous sommes les champions ! - Gritaba llena de euforia. -

 

            Finalmente, hasta Granate sonrió dándole un abrazo y con deportiva sinceridad la felicitó.

 

- ¡Enhorabuena, primita! Me alegro por ti. Ya sabes que a mí el resultado me da igual, lo que me encanta es hacerte rabiar…

-Ya lo sé, ¡mira que eres tonto a veces! - Sonrió asimismo ella. -

 

            Al poco los padres de Amatista entraron, lucían un gesto risueño. La joven no sabía si por el resultado del partido o por otras cosas. El caso es que, por supuesto, abrazó a su padre para repetir llena de alegría.

 

-Papá. Nous avons gagné !

-Sí, cariño. Ya lo veo. - Sonrió afablemente el interpelado. -

-Es estupendo, hija. - Convino Esmeralda, con un tono más serio para declarar en tanto observaba en derredor. - Habéis ganado una batalla, supongo. Y ha debido de librarse en esta habitación.

 

Y es que la diseñadora estaba al parecer más atenta al desorden de palomitas por el suelo y cojines desvencijados que había en ese cuarto. Leval se percató de eso y enseguida se ofreció.

 

-Enseguida lo recogeremos.

-Ha sido culpa mía. - Admitió Amatista. -

-Todos hemos manchado algo. - Intervino Kathy. - Te ayudaremos.

-Claro, entre todos no tardaremos nada en dejarlo perfecto. - Sonrió Idina. -

-Sí, es cierto, he hecho que la pobre prima se pusiera todavía más nerviosa y tirase algunas palomitas. - Desveló Granate a sus ahora divertidos tíos. -

-Gracias chicas, bueno, y a vosotros también. - Pudo replicar Amatista que daba la impresión de volver a ese yo suyo más comedido y tímido, al mirar a Leval. -

 

            Se dieron prisa y en tanto llegaba la ceremonia de entrega de trofeos adecentaron aquello. Cuando el capitán del equipo francés recogió la copa del Mundo, la rubia anfitriona no cabía en sí de dicha…

 

-Y pensar que, en ese momento, aquello me pareció lo más importante del mundo. - Sollozó la chica volviendo de aquellos recuerdos para musitar. - Parece mentira que él ya no esté…

 

Su acompañante se apercibió de ello y se cuidó de añadir con un tono mucho más jovial y afectuoso.

 

- Bueno, ya está bien de hablar de eso. ¿Qué tal tú?, ¿cómo te va?...

- La verdad es que he estado estudiando mucho, - respondió ella contenta de poder hablar de otra cosa. - Todo ha sido tan repentino, me he refugiado en mis libros y mis prácticas para tratar de olvidar lo de Granate. Y al menos me ha servido de algo. He aprobado todos los exámenes y si sigo así, dentro de poco entraré en el equipo de investigación principal. - Concluyó con mayor moral. -

- ¡Es fantástico! - sonrió aprobatoriamente él. - Me alegro mucho por ti. Estas trabajando muy duro y mereces obtener tu recompensa.

- La verdad es que Satory me ha ayudado mucho, pero esa chica me preocupa. - Comentó Amatista con pretendido descuido. -

- ¿Qué le ocurre?, ¿es que está enferma o algo así? - Inquirió Leval que reflejó inquietud en su semblante. -

 

Desde luego que no necesitaban otro problema y por lo poco que la había tratado esa muchacha le caía bien, era una persona bastante agradable, aunque bastante reservada.

 

- ¡No tonto! – Sonrió despreocupadamente su contertulia que pasó a aclararle incluso divertida. - Es que es una chica muy tímida, apenas sale y me gustaría convencerla para que lo hiciera. Pero yo sola no puedo. Si tú y Mazoui estuvierais libres podríamos salir los cuatro juntos.

 

             El chico se encogió de hombros y empleó unos instantes en pensar para luego responder.

 

- Bueno, yo se lo diré a él. Espero que podamos hacerlo. Verás, hemos pedido unos días de permiso para entrenar, ¡queremos destruir a esos bastardos! Y no pararemos hasta conseguirlo. - Sentenció nuevamente con un tono bastante más duro. – Se lo vamos a hacer pagar como sea.

- Por favor, no os arriesguéis demasiado - Le pidió Amatista que escuchó esas últimas palabras con creciente preocupación. – Ya hemos sufrido bastante…

 

            Aquella declaración de su contertulio la había asustado. Al principio ella estaba igualmente rabiosa y deseaba revancha, pero ahora pensaba más en la seguridad de todos. No quería perder a más seres queridos ahí fuera. ¡Ojalá que ninguno de ellos tuviera que jugarse la vida otra vez!, pero suspiró dándose cuenta de que aquel deseo no era posible. A buen seguro los que les atacaron regresarían y tenían que estar preparados…

 

- Es nuestro deber – respondió resueltamente él sin advertir ese rostro de inquietud en la muchacha. - Ahora estamos en una situación de alerta, es un modo pre bélico. Tenemos que defender a los tripulantes de esta nave. Y quizás incluso a la Tierra entera. Como dijo Spar ahora hemos pasado a ser la primera línea de defensa de nuestro mundo. Y en caso de guerra hay que llevar ésta lo más lejos posible de nuestro planeta. No podemos permitir que nos derroten, esos malditos tendrían el camino abierto a casa. Así que imagino que tan pronto como podamos nos iremos de aquí. Es conveniente alejarles lo más posible de la Tierra.

- Entonces seréis vosotros los que tengáis que luchar contra esos invasores. - Sentenció Amatista, ahora con evidente desasosiego -...

- Desgraciadamente no podemos salir al espacio por nosotros mismos. - Le explicó Leval. - Pero ahora que nos van a construir un cuarto de entrenamiento, podremos mejorar y destruir a muchos de ellos desde la nave. Aunque eso no es tan eficaz como podría ser si estuviéramos luchando en nuestro mundo. La pena es que no podamos salir al espacio - entonces se quedó callado, parecía pensar en algo, una idea que le rondase por la cabeza y que no fuera capaz de fijar hasta que pareció lograrlo. - ¡Sí, eso podría resultar! -  exclamó de pronto para sorpresa de su interlocutora que le miraba sin entender nada y se disculpó.  - Perdóname, lo siento, creo que se me ha ocurrido algo importante - se levantó dejando dinero para pagar los cafés y se marchó. -

 

            Amatista se quedó sentada allí, sin saber qué hacer. No podía evitarlo, su contrariedad crecía por momentos. A pesar de decirse a sí misma que el chico estaba ahora muy ocupado con aquel asunto tan grave, pero pensaba también. ¡Es que no podría esperar, aunque sólo fuera media hora más para ir a hacer cualquier otra cosa! ¡Al menos tener tiempo de despedirse sin sobresaltos! Ya se lo había hecho dos veces. Pero no pudo hacer otra cosa que levantarse y regresar a su piso mientras rumiaba estos pensamientos que, inevitablemente, le agriaban el humor. Estaba claro que para él no debía de significar gran cosa verla o no. Al llegar se sentó pensativa en el sofá. Quizás era ella la culpable. No estaban las cosas como para dedicarse a flirtear. Es más, ahora más que nunca tenía que centrarse en sus cometidos. Por pequeña que fuera, deseaba hacer alguna aportación y esto solamente sería posible si estudiaba y aprendía lo más rápido que pudiera para convertirse en científica. Desde luego que eso sí que sería útil, amén de impresionar a ese muchacho.

 

- ¡Sí! - se dijo con renovados ánimos. - Le demostraré a él y a todos de lo que soy capaz.

 

            Y hecho ese propósito se apresuró a ir por su tablet y tratar de repasar algo de bioquímica para el día siguiente.

 

 Mazoui, por su parte se dirigió hacia el gimnasio tras haber hablado con el comodoro Hazzar. Allí apenas podía entrenarse con lo que había. Esperó hasta estar sólo y se colocó todas las pesas que pudo en la barra más larga y resistente que encontró. Hizo “pres de banca y sentadillas “con trescientos kilos, pero eso no era ni mucho menos suficiente. Se puso a saltar con ello encima hasta que se cansó. Sudoroso y agotado se duchó y volvió a su cuarto reflexionando.

 

-Debo pensar en algo. Quizás como ha dicho el comodoro, debería ir a hablar con el departamento de ingeniería, a ver si se les ocurre alguna idea…

 

Al llegar vio que tenía un mensaje en el contestador, era Leval. Le pedía precisamente que acudiera lo más rápido que pudiese al centro de ingeniería de la nave, su primo no se lo pensó dos veces y salió a toda prisa para allá.

 

-No sé qué le rondará por la cabeza, aunque puede ser que haya estado pensando en lo mismo que yo. - Se decía de camino. -

 

            Cargada de libros, folios y anotaciones repartidas en diversos cuadernos, Satory se dirigió hacia la biblioteca del centro de ingeniería. ¿Por qué demonios iba siempre cargada con esos mamotretos de papeles teniendo ordenadores portátiles donde podría almacenar los datos llevándolos en discos externos o mini pendrive o incluso con una Tablet? No lo sabía. Lo cierto es que desde niña tenía costumbre de escribir las cosas, cualquier anotación o apunte, en papel. Luego lo pasaba a ordenador, así pulía fallos y se concentraba mejor. El caso es que ni tan siquiera había recurrido a esos robots que la empresa de su padre había construido para ayudar a llevar peso o acometer trabajos duros y peligrosos.

 

-Debo de parecer tonta, llevando todo esto encima yo misma. - Suspiró. - La verdad, vaya paseo me he dado desde casa hasta aquí…

 

Pero ahora necesitaba información del ordenador de la sala de ingenieros y no conocía el código de acceso. Debía encontrar el tesaurus. Se dirigió a la biblioteca de esa sala. Así, cansada y hambrienta, porque no había tomado nada desde el desayuno, se plantó en aquella estancia. Escogió una mesa libre y desparramó todos sus papeles. Sentándose junto a un ordenador que tenía al lado, se dispuso a empezar. Pero, al cabo de diez minutos, su estómago vacío no le dejaba pensar con claridad.

 

-Bueno – se dijo Satory - como mi padre siempre dice, antes de emprender cualquier negocio importante o no, se debe tener el estómago lleno. Así uno no se precipitará a riesgo de cometer errores para terminar la reunión pronto. Creo que para esto será lo mismo. - Sonrió para sí y se levantó dirigiéndose a la cafetería del centro para tomar algo. -

 

             A su vez Mazoui llegó a la sala de recepción, preguntó por su primo y le indicaron que subiera a la planta superior. Al llegar le esperaba junto al director del centro, el profesor Clyde Adams. Leval le saludó con un apenas controlado tinte de ansiedad.

 

- Hola, me alegro de que hayas venido tan rápido. Perdona si te he llamado de repente, es que se me ha ocurrido una idea.

- ¿Es referente a nuestros enemigos? - Quiso saber éste, deseoso de que así fuera. -

- Si, creo que sé cómo destruirlos cuando nos ataquen. - Afirmó Leval tratando de refrenar su entusiasmo sin conseguirlo demasiado. -

- ¿Nosotros? - Exclamó Mazoui que objetó - pero si no podemos atacarles en el Espacio.

- Pero sí a través de los cañones del sistema defensivo de la nave. He consultado con el profesor Adams y creo que es posible hacerlo.

 

            Ese hombre era de estatura media, de cabello rubio ceniza que llevaba gafas. Estaba comprobando unos cálculos en una pantalla y comentó para confirmar.

 

- Así es, harían falta algunos ajustes, pero creo que sería viable

- Pero si ya lo probamos. - Opuso Mazoui que no comprendía a donde quería ir a parar su primo. - Y funcionó, ¿qué ajustes hay que hacer?

- Funcionó en un disparo, pero los cañones no están diseñados para tal intensidad y se sobrecargaron demasiado. - Les explicó el científico. -

- Pero, para eso, los cañones ya disponen de energía. -  Objetó perspicazmente Mazoui. - No hace falta que los disparemos.

- Lo malo es que esos bastardos conocen el espectro de energía de los cañones. Pueden proyectar pantallas que repelan los disparos. -Le matizó Leval - en cambio de los nuestros no.

- ¡Para hacer eso, ustedes deben ser capaces de desplegar un campo energético enorme! - Terció el profesor anonadado por lo que escuchaba. -

 

            Mazoui recordó lo que habían hablado con el comodoro y convino de inmediato en ello.

 

- Por eso no se preocupe -tranquilizó al científico. -

- Bien, entonces veremos lo que podemos hacer. - Contestó éste que les observaba con cara de patente escepticismo. -

 

            Sin embargo, el joven teniente O´ Brian enunció otra pega en tanto añadía reflexivamente.

 

- Lo malo es que estaríamos estáticos...

- ¡Y ahí es donde entra la segunda parte de mi idea! - Terció Leval con expresión animada. - Si pudiéramos salir al espacio con alguna especie de traje protector que nos brindase libertad de movimientos, además de poder desplegar toda nuestra fuerza.

- Eso requerirá mucho más trabajo. - Objetó el profesor - necesitaríamos un experto en biomecánica.

- Pero merecería la pena intentarlo - secundó Mazoui entusiasmándose también - ¡Es una gran idea, Leval!! – Entonces sentenció dirigiéndose al científico con tono animado. - Si lo consiguen acabaríamos con ellos en cuestión de minutos. Ahorraríamos muchos riesgos y pérdidas a los nuestros.

- Lo intentaremos, quizás seamos capaces de aprovechar algunos diseños de droidos, y, en cualquier caso, tendríamos que ajustar esos trajes a sus especificaciones.

 

            Y a juzgar por los informes que el atónito científico había consultado sobre esos dos. Aquello sería todo un reto para su capacidad. Aun a pesar de ser uno de los ciber ingenieros más reputados del mundo.

 

-Me reuniré con mi equipo y veremos qué se puede hacer, tiene visos de ser posible, aunque no prometo nada. - Remachó el pese a todo también esperanzado profesor Adams despidiéndose de ellos, con la mente puesta ya en encontrar las soluciones que hicieran falta.  – Ya les avisaré cuando hayamos realizado algún progreso.

 

            Leval y Mazoui le dieron las gracias, se despidieron también y salieron. Fueron a los pasillos buscando la salida. Mazoui atravesó un corredor y dobló una esquina cuando vio a una mujer cargada hasta arriba de libros y papeles. Le abrió la puerta de acceso y ella sonrió agradecida mirándole atentamente a través de sus gafas.

 

-Muchas gracias- replicó ella con voz tímida. –

-No hay de qué, señorita. – Repuso él manteniendo la puerta hasta que la chica pudo cruzarla. - ¿Necesita ayuda?

-No, muchas gracias…ya puedo yo. - Fue capaz de responder casi con un susurro y realmente ruborizada. - Hasta luego.

-Adiós. - Respondió ese gallardo individuo alejándose. -

 

            Y es que Satory no pudo dejar de fijarse en el apuesto oficial, era Mazoui el primo de Leval. Él en cambio no pareció darse cuenta de quién era, ella estaba tan tapada por los libros que ni se la veía. Mejor así en esta ocasión, no estaba demasiado presentable según le había indicado Amatista y menos tras comerse un par de bollos y tomarse un café. A buen seguro que tendría todavía restos de chocolate alrededor de los labios o vete a saber qué. Lo cierto es que en eso su amiga llevaba toda la razón.  Tratándose de esas cuestiones era un auténtico desastre. Decidió volver a su apartamento, aún le quedaba mucho por hacer.

 

-Amatista no ha venido todavía. - Musitó al no encontrar allí a nadie. - Debe de tener horas de clase tras el laboratorio. La pobre ha tratado de olvidarse de la muerte de su primo centrándose más en sus estudios.

 

Así que después de dos horas de trabajo decidió acostarse, no era tarde todavía, acorde al sistema de simulación de la nave, las siete, pero estaba muerta de sueño. Lo malo es que no lograba apartar a ese chico de su cabeza.

 

-No sé qué me pasa. Estoy como atontada pensando en él. - Se decía no sin rubor. -

 

Pese a todo, al poco rato pudo dormirse. Leval y Mazoui, por su parte, también se acostaron enseguida, debían guardar fuerzas para llevar a cabo su proyecto. Los dos tenían muchas esperanzas puestas en él. Ojalá fuera viable, entonces podrían ajustar cuentas con esos asesinos y quizás hasta salvar a su mundo de una posible amenaza. Dormían quizás soñando con ello cuando fueron despertados por su intercomunicador. Algo desconcertados escucharon la voz de Braem.

 

-Se les requiere en el sector alfa cuatro, zona de carga uno. Vayan lo más deprisa que puedan.

 

Y ambos chicos se vistieron sin pararse siquiera a preguntarse qué ocurriría. Cuando estuvieron listos corrieron a la zona de deslizadores militares y se encaminaron hacia esa área. Entonces sí que Leval le comentó a su primo.

 

- ¿Crees que podría ser un ataque?

-No me da esa impresión, de lo contrario habría sonado la alarma general para toda la dotación. - Respondió este. -

-Es cierto. - Asintió su primo, bostezando todavía al agregar. - Estoy tan adormilado todavía que ni pensé en ello.

-Bueno, en cualquier caso, enseguida lo sabremos. - Declaró Mazoui. -

 

Al llegar les aguardaba el mismo contralmirante Spar quien en efecto, no tardó en informarles.

 

-Gracias por venir tan rápido y no se preocupen, no hay motivo de alarma. Se ha detectado un objeto esférico que nos ha enviado una serie de claves de emergencia. Lo hemos identificado como una nave espacial amiga. Se aproxima lista para abordarnos a la altura de la segunda cubierta auxiliar. Hemos acondicionado este sector y deseamos su presencia aquí simplemente por seguridad.

-Sí - convino Hazzar que también estaba allí. – Con su permiso, señor. - Se dirigió al contraalmirante para preguntarle. - ¿Les puedo poner al corriente?

 

Y con la venia de su superior, el segundo al mando de esa nave les reveló.

 

-Este visitante que vamos a recibir se ha identificado como miembro de la raza de los saiyajin. Dice ir de misión diplomática al reino de la Luna Nueva.

-Señor. Yo también pertenezco a esa raza. Al menos en parte. – Comentó Leval. – Podría contactar con él y transmitirle más confianza.

-Nos consta, teniente. – Terció el contraalmirante para sentenciar – Por ello les hemos llamado, consideramos su presencia aquí imprescindible. Tal y como usted dice, podría ser un interlocutor válido para ese individuo. Y en caso de que se rebelase hostil, ustedes podrían ser los únicos capaces de neutralizarle.

 

Los dos muchachos asintieron, ¡ojalá que ese no fuera el caso!  Apenas pudieron cruzar más palabras, esa especie de esfera efectivamente apareció en una pantalla de imagen cercana. Iba reduciendo la velocidad y finalmente entró a través de una puerta despresurizada.  Cuando ésta se cerró, adaptando la presión, otra puerta que aislaba a Mazoui, Leval y sus superiores de ese lugar, quedó abierta a su vez. Asimismo, una pequeña portezuela de esa extraña cápsula se levantó, dejando que un individuo alto, con un peto planco y traje de color azul ajustado, rematado en botas blancas, bajase. Lucía demás una capa de color inmaculado y sobre la pechera, en la parte izquierda, se marcaba una insignia con dos hojas de sable entrecruzadas. Portaba además un visor sujeto a la parte derecha de su cabeza.

 

-Soy el contralmirante Eugene Spar. Comandante en jefe de esta nave. La SSP-1 en misión de exploración por parte de la Tierra. – Se presentó éste. -

 

Aquel hombre del que ahora se veía también que era casi tan alto como Leval, bastante fornido y que lucía un largo pelo moreno que casi llegaba a sus hombros y estaba levantado sobre su cabeza pareciendo desafiar la gravedad, hizo un leve asentimiento en forma de saludo y replicó. Observando al grupo de humanos con sus castaños ojos avizores.

 

-Soy Doran Derail. Comandante de los saiyajin del planeta Nuevo Vegeta. Hijo de Calix Derail y Seira Saiyanto. Enviado plenipotenciario de sus majestades el rey Lornd Deveget y la reina Setsuna Meioh. En misión diplomática hacia el reino de la Luna Nueva.

 

Tras aquella perorata el individuo ajustó un momento su visor que pareció haber emitido un pitido, con gesto incrédulo enfocó el mismo hacia Leval y Mazoui, al tiempo que declaraba.

 

-Vuestra fuerza de combate es muy superior a la de cualquier humano. Es más, rivaliza con la de un saiyajin.

-Es que soy un saiyajin. - Le sonrió Leval informándole. – Me llamo Leval Malden, hijo de Roy Malden, al que vosotros conocéis por el príncipe Asthel. Soy sobrino de tu rey.

 

Y para sorpresa de todos, el guerrero hizo una sentida reverencia para muy respetuosamente dirigirse hacia su interlocutor.

 

-Ruego me disculpéis, alteza, por no haberos reconocido.

-Si podemos hacer algo por usted, - terció ahora Hazzar, visiblemente sorprendido ante aquello, aunque tratando muy profesionalmente de controlar la situación. –

 

            El guerrero se tomó unos segundos para mirar a ese humano y al poco replicó con tono firme, aunque educado.

 

-Simplemente pueden indicarme si voy en la dirección correcta. Mi nave sufrió un percance cuando entraba en este sistema solar, cerca del mayor de sus planetas. Una especie de marea gravitacional extraña.  Ha afectado mi telemetría.

-No temas. Vas en la dirección correcta - corroboró Mazoui, al que ese guerrero del espacio observó también no sin interés. –

- ¿También tú eres un saiyajin? - Quiso saber Doran apreciando tras comprobar su visor. – Tu fuerza de combate es muy elevada.

-No, me temo que a tanto no llego - sonrió sarcásticamente el aludido. –

-Si desea descansar con gusto le ofreceremos un alojamiento. – Declaró el contralmirante que, mirándose con su segundo al mando agregó. – Los tenientes O ‘Brian y Malden le escoltarán y se ocuparán de atenderle. Al parecer son los más idóneos para ese cometido.

-Será un placer, señor. – Replicó Leval –

 

Aunque el saiyajin le dedicó una mirada de circunstancias, pese a ello repuso con amabilidad.

 

-Agradezco su hospitalidad. Pero no debo entretenerme mucho. Tengo que ver a la reina de la Luna Nueva enseguida.

-Lástima que no llegases antes, estuvo aquí de visita cuando partimos. – Le comentó Mazoui. –

-Así es. Podemos ponerte en antecedentes. Toda información que te demos podría serte útil para cuando te presentes ante ella. Si te parece bien descansamos, tomamos algo y te contamos lo que sabemos. – Le propuso Leval a lo que el saiyajin aceptó. – Con su permiso, señor. - Matizó dirigiéndose al contralmirante que asintió. –

-Atiendan a nuestro invitado. Informen después. – Les indicó Spar. -

 

De modo que, tras el preceptivo plácet de sus superiores, los dos oficiales invitaron a su acompañante a seguirles de vuelta hacia el interior de la zona habitable del asteroide. Tomaron un deslizador y montaron los tres.

 

-Es una gran nave la vuestra. – Afirmó el saiyajin que al menos en eso parecía impresionado. –

-Sí que lo es. - Repuso descuidadamente Leval. Cambiando de tema y añadiendo ahora con más interés. – Me gustaría si puedes, que me dieras noticias de mi familia.

- Están bien. – Repuso el guerrero que no parecía tener demasiadas ganas de hablar mucho sobre eso, aunque al menos añadió. - La princesa Seren posiblemente vendrá en breve a la Tierra. De hecho, uno de mis cometidos es preparar su llegada a la Luna, como primera escala de su viaje.

- Hace mucho que no veo a la prima – sonrió Leval que con desenfadada curiosidad le inquirió a su interlocutor. - ¿Sigue tan guapa?

 

Doran le observó con algo de desconcierto, ante la mirada divertida de sus contertulios, dijo.

 

- Si os referís a su estado físico, por supuesto. Es una princesa de los saiyajin. Muy pocas mujeres pueden rivalizar con ella. Es incluso capaz de convertirse en súper guerrero. Como, por ejemplo, mi madre. - Subrayó con patente orgullo. -

- Vaya, como yo. - Sonrió el muchacho. -

- Yo también puedo hacerlo. De hecho, todos en mi familia son capaces. Provenimos de un alto linaje, mis padres son los consejeros y guardianes de sus majestades. Y Aiona, mi hermana mayor, ocupa también un alto puesto. Hasta está considerada como potencial consorte del futuro heredero. - Declaró el saiyajin una vez más con gran satisfacción. - Eso se considera un gran honor.

- Nos honras entonces con tu presencia. Es algo que podré contar un día a mis nietos.  – Intervino Mazoui no sin algo de sarcasmo. -

 

 Aunque pensando incluso que cualquiera de los miembros de esa familia podría zurrarle. Sin embargo, eso se cuidó mucho de decirlo en voz alta. Por fortuna para él, ese tipo no se percató del matiz de sus palabras y replicó con cordialidad, al parecer agradado por esos “elogios”.

 

- El honor es mío. Mis soberanos me dijeron que erais realmente poderosos y valientes. Veo que no exageraban ni un ápice en sus valoraciones.

-Eres muy amable. Por lo que mi padre me ha contado los saiyajin acudisteis a la Tierra en varias ocasiones para defenderla de un tipejo extraterrestre que siempre se empeñaba en invadirla. - Comentó Leval. -

-Sí, el tirano Gralas. Se autoproclama emperador de la Galaxia, aunque en realidad es un malévolo ser que gobierna sobre unos cuantos mundos. Nuestro enemigo jurado durante décadas. Deseamos acabar con él, pero siempre nos ha sido imposible localizarlo. No sabemos exactamente dónde está. – Replicó el joven guerrero con tono de desprecio, más al remachar. - Y es un cobarde, nunca da la cara. Se vale de sus esbirros y mercenarios para eso.

- ¿Podría ser que los que nos atacaron tengan que ver con él? - Comentó agudamente Mazoui. -

- ¿Os han atacado? - Se sorprendió Doran. ¿Cuándo?

-Hará unas pocas semanas. - Le informó Leval. Es una historia larga de contar.

-Por favor, me interesa mucho cualquier dato que podáis darme sobre eso. - Afirmó su huésped. -

 

Y se dispusieron a hacerlo. Desde luego Doran era bastante locuaz y abierto para ser un saiyajin. Eso sorprendió a los muchachos. De modo que entre esas conversaciones llegaron finalmente a un área más confortable. Los tres descendieron del deslizador y los anfitriones guiaron al guerrero del espacio a un lugar tranquilo para poder conversar de los asuntos que más les interesaban. Los de la defensa contra aquellos misteriosos atacantes. Por su parte cuando Amatista llegó de sus clases y prácticas se encontró a su compañera de cuarto dormida.

 

-La pobre no para de trabajar. Necesita un descanso. - Pensó arropando cariñosamente a Satory. – Bueno, y yo también.

 

            En efecto, estaba agotada. Para Amatista eso de estudiar tanto era muchísimo peor que entrenar en cualquiera de sus deportes favoritos o incluso luchar. Tenía una impresionante condición física y aguantaba bastante en ese sentido, pero el esfuerzo mental era otra cosa. Sobre todo, ahora que tenía que enfrentarse a materias cada vez más complicadas. Por suerte su querida amiga Satory la ayudaba muchísimo. Entre eso y su propio tesón, contaba con ir superando cada asignatura y cada curso.

 

-Es todo un reto, quizás el mayor al que me haya enfrentado nunca, junto con este viaje. Por eso, tengo que superarlo, debo demostrar que soy digna de estar aquí, de formar parte de el equipo de las hadas Cinco. Tengo que estar despejada y concentrarme al cien por cien.

 

            De modo que, sintiéndose muy fatigada, decidió irse a dormir de inmediato.

 

-Mañana será otro día, espero que mejor. - Suspiró tras ponerse el pijama y apagar la luz. -




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