jueves, 3 de marzo de 2011

UNC 01

Capítulo 1. El Recomienzo.


Junto aquel vasto océano de color amatista, en la zona fronteriza con la playa donde las olas lamían la arena, la muchacha se dejaba acariciar por la tibieza de las aguas. Con sus largos cabellos castaños ondeando en la brisa y elevando sus azules ojos al cielo podía ver en este un glorioso resplandor. Aquello le llenaba de una sensación próxima al éxtasis más místico que cupiera imaginarse. Era testigo de un amanecer cósmico, miles de soles aparecían por el horizonte formando una galaxia espiral y oscureciendo progresivamente las tres lunas del planeta. 

-Es hermoso. Toda esta belleza. - Pensaba. - Aunque, ¿qué es? ¿Quién soy?

Así era. A pesar de todas aquellas maravillas que la rodeaban poco a poco fue tomando conciencia de sí misma y de su soledad. ¿Dónde estaba?... no lo sabía, ¿quién era ella?, tampoco, sólo podía recordar un nombre...Maray. El resto de sus recuerdos se perdían en una nebulosa de confusión. ¿Quién la había puesto allí? Ella decidió que habría estado desde siempre, quizá sus padres, los dioses, aquellos creadores supremos de la existencia, la dejaron por alguna razón.

-Sí, de eso me acuerdo. – Se dijo. - Ellos son los artífices de mi ser. Quizás hubo otros, en otro momento, pero no soy capaz de recordarlos. Como tampoco me recuerdo yo. Hice algo, eso lo sé, lo siento en mi interior…pero ignoro qué pudo ser. Tampoco sé cuándo fue. Si es que alguna vez fue… 

Sumida en esas reflexiones bajó la mirada para verse a sí misma en el reflejo de aquellas aguas y su desnudez no la sorprendió, ni tampoco tenía frío pese a estar amaneciendo; pronto, la luz de los soles más cercanos eclipsaría el débil brillo de los más distantes en ese mundo sin sombras.

- ¿Todo ha sido así desde el inicio del Cosmos? Puedo percibir que en parte sí, pero, por otro lado, algo me dice que no del todo. Que hubo otros seres, que yo misma existí de otro modo en algún lugar y momento distante. ¿Por qué sé todo eso y sin embargo desconozco quién soy? - Se preguntaba una vez más, repitiendo con un susurro. Maray. Yo soy el ser así llamado. Pero ¿Acaso soy el único ser que sabe que existe? ¿Soy el único ser que sueña con otros? ¿Seré meramente el único ser?

 Entonces otra idea fue abriéndose paso en su mente. Supo que no tenía por qué quedarse allí y que debía buscar a alguien, aunque no sabía exactamente a quién. Comenzó andando con lentitud por aquella interminable playa de blanquísima arena. Las sensaciones la recorrían pasando a través de ella y perdiéndose entre aquella vasta extensión sin final. Miró hacia el interior, la misma arena se extendía hasta más allá de donde pudiera alcanzarle la vista. Entre aquella ilimitada extensión virginal que nadie parecía haber ocupado jamás, Maray se sentía libre como el viento y comenzó a caminar cada vez más rápida con un enorme sentimiento de felicidad. Corrió entonces con los brazos extendidos y la melena ondeando a la suave brisa marina. Parecía flotar en aquel ambiente de suprema calma y bienestar. Únicamente el suave mecer de las olas quebraba el silencio y la acompañaba en su vagar sin rumbo. La muchacha miraba en derredor suyo y se empapaba con la visión de aquel enjambre de luces y colores que tachonaban los cielos. Y en medio de aquella contemplación creyó darse cuenta de que no estaba sola.

-No, no lo estoy. - Se dijo. - Y de algún modo sé que nunca lo he estado...

 Y cayó en la cuenta de que sus padres del cielo seguramente la estarían viendo, como ella misma observaba los frutos de su creación. 

-Velan por mí y me enviarán una señal. – Concluyó. -
Aquella sospecha comenzó a tomar forma cuando en la lejanía escuchó un susurro que pronunciaba su nombre, prestó mayor atención avanzando hacia la fuente del sonido y pronto este se hizo más audible.

- Maray, - una voz desconocida la llamó desde aquella lejanía, esforzándose en mirar pudo entrever una silueta, la chica corrió hacia allí y pudo distinguirla cada vez con mayor claridad. – Maray…

Una vez que se llegó hasta una distancia de unos pocos pasos vio que se trataba de otro ser con una apariencia muy similar a la suya, pero sustancialmente diferente, desnudo como ella. Maray recordó que pertenecía al otro sexo, lo pudo ver fácilmente, pues los atributos de ese individuo eran evidentes. Ahora le vino eso a su mente. Era un hombre, ella una mujer. No tenía idea de cómo, pero sabía que eso significaba algo. O al menos tuvo importancia en ese momento y lugar del que nada recordaba. Por su parte, él también observaba a la muchacha recorriéndola con la vista y parecía muy complacido de lo que veía. Apenas era un poco más alto que ella, de negro pelo corto...

- Maray- repitió el muchacho con calmada voz queda -...me alegro de verte...
- ¿Cómo sabes mi nombre? ...- Inquirió ella sorprendida-. Yo no sé quién eres tú.
- Estaba solo y creí que era el único ser que existía. Y entonces, en mi cabeza, una voz repitió tu nombre sin parar, me decía. Ve y busca a Maray...yo no quería seguir estando sólo, así que obedecí a esa voz...
- ¿Dónde estamos? - Preguntó la joven con la misma expresión de sorpresa - ¿Quién eres tú?...
- Me llamo Alex. Es lo único que puedo recordar, lo demás, sí es que hay algo más, permanece muy oscuro en mi interior.

Ella le observó con mirada curiosa y al tiempo llena de interrogantes. No tardó en comenzar a expresarlo y le preguntó.

- ¿Crees que habrá más como nosotros o estaremos los dos aquí solos?...
- No he visto a nadie en el tiempo que yo recuerde haber estado aquí...
- ¿Llevas mucho tiempo? …- Fue la inevitable pregunta de ella. - 
- Desde siempre...que yo recuerde - fue la contundente respuesta de él quien sin embargo agregó. - Aunque desde siempre y hace un instante para mí son lo mismo.
- Únicamente hay arena y mar- sentenció Maray mientras se arrodillaba jugueteando con la arena entre los dedos de sus manos -...
- No sólo hay arena y mar, - la corrigió Alex informándole esperanzado. - Más allá de aquí, se extienden verdes praderas y árboles cuyas copas no se ven terminar en la altura...
- ¡Llévame allí! - le pidió ella mientras se levantaba con presteza -…
- Sígueme...- le indicó Alex que se giró comenzando a caminar, Maray le alcanzó hasta llegar a su altura y ambos recorrieron aquella inmensa playa. -

Poco a poco y de forma casi imperceptible, la perfecta y blanca arena empezó a jalonarse por rocas, cada vez de mayor tamaño. Éstas a su vez comenzaron a estar teñidas de un color verdoso y conforme cambiaba el terreno pudieron ver los primeros matojos de hierba. Anduvieron hacia el interior, al fin el mar desapareció de su vista y las enormes praderas junto a los árboles de copas inmensamente altas que decía Alex aparecieron a lo largo del camino. La pradera se cubría con la diversidad colorista de miles de flores, cada una de ellas parecía exhibirse ante ellos compitiendo por ser la más hermosa. Maray miraba maravillada aquel despliegue de color y quiso sentarse a descansar para recrearse en esa belleza. No tenía prisa, no existía aquella sensación en realidad. Alex se sentó con ella y ambos aspiraron una deliciosa mezcla de los aromas que exhalaban aquellas plantas en su conjunto.

- Y todo esto, ¿quién lo ha puesto aquí? - Inquirió la muchacha. -
-Los dioses. - Afirmó él sin dudar. -
- ¿Y quiénes son esos dioses? - Quiso saber su interlocutora. - ¿Nuestros creadores, quizás?
-No lo sé. - Admitió el chico. - Jamás los he visto, y sin embargo sé que están ahí. Velan por nosotros 
y nos observan. 
Maray asintió involuntariamente, ella había tenido igual impresión. Algo o alguien a quien no alcanzaban a descubrir estaba no obstante guiando sus pasos, protegiéndoles. Aunque ese mismo concepto, el de protección, paradójicamente le resultaba extraño. ¿Qué significaba? En cierto modo se sentía segura y feliz, pero por otro lado en su corazón había un anhelo que no era capaz de definir. Algo que la impulsaba a desear conocer y, sobre todo, conocerse mejor. Empero, se sentía desconcertada. Si esos dioses estaban ahí y presentía que sí, ¿qué desearán de ellos?

- ¿Querrán que hagamos alguna cosa? -Se preguntó la joven. –
-Puede que deseasen que nos encontrásemos. Por eso posiblemente, escuché sus voces. – Conjeturó el chico. –
-Y sin embargo yo no lo hice. O pudiera ser que sí. -Se corrigió ella elucubrando. – Quizás ya estaban en mis pensamientos.

Otro detalle que les pasó desapercibido era que tampoco tenían ni hambre ni sed, pese a caminar durante tanto tiempo… ¿o había sido poco?, tampoco sabían hacia dónde iban o a qué lugar les conduciría su rumbo, realmente no les importaba eso. ¿Y qué eran esas extrañas sensaciones? Creyó recordar que, en algún momento anterior llegó a conocer su significado, ahora únicamente quedaban aquellas palabras como si de un eco que estuviera presto a extinguirse se tratasen.

-Esto me gusta. Es hermoso. - Afirmó la chica. - No sé qué es y no obstante me siento muy ligada a ello.
 
 Y Maray se tumbó sobre aquella alfombra natural de verdor tachonado con otros hermosos colores de lo que ella pensó que se llamaban flores. Así contempló el cielo, los dos soles principales del planeta, azul y amarillo, estaban ya en su cenit, los restantes, de color rojizo y con un brillo mucho más tenue, lo habían sobrepasado hacía ya algún tiempo dándole al horizonte una tonalidad ambarina plagada de fulgores de luz que lo tachonaban con decenas de diferentes colores.

- Cuando quiero pensar de dónde vengo no puedo. - Declaró ella reflexiva- y sé que vengo de algún lugar, que no siempre estuve aquí, aunque a veces me lo parezca. Echo en falta algo, pero no recuerdo el que.
- Lo mismo me ocurre a mí, - corroboró Alex. - Muchas veces creo que estoy atrapado en un sueño y que cuando despierte volveré al lugar del que vengo. Aunque otras veces creo que ese lugar es el sueño y mi realidad es ésta. A veces incluso creo que yo mismo soy un sueño de otro ser.
-Quizás seamos el sueño de los dioses, que son a su vez soñados por otros. - Conjeturó la chica. - Y todo en un ciclo interminable. 

Su compañero escuchó eso con gesto de honda meditación y a su vez sentenció.

-O puede ser que nosotros mismos seamos nuestros propios sueños. 

Dejaron pasar algún tiempo en silencio, viendo a las nubes desfilar con sus caprichosos cambios de forma. ¿Acaso podrían permanecer así por siempre? En cualquier caso, ¿qué significaba siempre?

-Podríamos estar aquí y apreciar todo esto, es hermoso…- Suspiró la chica. –
-Quizás, pero algo me dice que hemos de avanzar y descubrir otras cosas. – Respondió el joven. -

               Durante un periodo de tiempo que no supieron precisar ambos se mantuvieron observando todo aquello y mirándose. Al fin Maray se levantó deseosa de proseguir aquel camino de descubrimiento.

- ¡Vamos a buscar a alguien! Tiene que haber más gente, este mundo es tan grande...
-Pudiera ser así, pero no escuché nada más que tu nombre. - Dijo él. –
-Yo no escuché el tuyo, y, sin embargo, aquí estás. ¿Por qué no habrían de existir más criaturas como nosotros? Quizás estén buscando a alguien más también. - Conjeturó la joven. -

Él asintió y persuadido por ese argumento la secundó. Siguieron andando esta vez más apresurados y no obstante llenos de confianza y tranquilidad; sencillamente tenían enormes deseos de encontrar a alguien más allí, en toda aquella enorme extensión no podían estar los dos solos. Sus pasos los llevaron a la orilla de un estanque de aguas claras. El reflejo de ambos se veía nítido en aquel espejo natural que sólo se alteraba con la suavidad de la brisa. Notaron una cálida sensación, algo parecía emerger del agua, una figura que parecía hecha de infinidad de gotas que caían rodando al lago. Maray se preguntó si sería otro ser igual que ellos, atrapado allí sin saber de dónde vendría. Alex se acercó con unos tímidos pasos hacia aquella repentina aparición.

- ¿Quién eres? - Le preguntó evidenciando curiosidad, pero no miedo. - 

La figura tomó forma humana, era del mismo sexo que Alex, pero alta, muy alta. Ambos debían llegarle apenas al pecho.  Su pelo era de tonalidad rojiza oscura. Sus ojos parecían dos inmensos charcos de tierra de color óxido que formasen ondas, como si alguien hubiese arrojado una piedra en ellos. Los miró a ambos con aquellos ojos de forma inquisitiva, luego esbozó lo que parecía una amistosa sonrisa. Maray también se acercó y le dijo con un tinte de esperanza.

- Quizás tú puedas decirnos donde estamos...
- Estáis en todas partes y en ninguna - fue la enigmática respuesta de ese ser. -
- ¿Desde cuándo? - preguntó Alex a su vez-...
- Desde el principio. - Replicó tajante aquella figura. –
- ¿Y cuándo fue eso? - Inquirió Maray. -
-Fue, será y es, hace una eternidad o un instante. Dependerá del punto de vista. - Contestó enigmáticamente esa criatura. -
- No nos has dicho aun quién eres- volvió a insistirle Alex. -

Aquel ser salió completamente del agua y pareció tomarse unos segundos para pensar en la respuesta, como si ésta hubiese de ser demasiado difícil de entender para sus interlocutores. Por fin retomó la palabra, solamente para decir.

- Yo soy vuestra luz. Aquel que iluminará vuestro camino.
- ¿Y eso qué significa? - intervino Maray desconcertada - ¿Acaso no tienes un nombre?...
- Me llamo Luzbel- respondió aquella figura clavando esos dos poderosos ojos en la muchacha. - Y estoy aquí para ofreceros seguir mi guía.
- ¿Qué camino es ese?,- quiso saber Alex con un tono bastante ingenuo. -
- El camino de la luz...- sonrió nuevamente Luzbel- si es que queréis seguirlo...de ese modo alcanzaréis la iluminación.
- ¿Eso nos ayudará a responder a todas las preguntas que nos formulamos? - Le inquirió Maray. -
- Lo hará- afirmó tajantemente Luzbel -…
- ¿Podrías respondernos entonces quiénes somos y qué hacemos aquí? -, intervino Alex. -
-Podría hacerlo sí, pero prefiero que seáis vosotros mismos los que lo descubráis a su debido tiempo.
- Yo tengo algunos recuerdos- contó Maray con una expresión soñadora- de cosas que pueden haberme ocurrido o quizás que únicamente he soñado, no lo sé…nombres y lugares que no sé qué significan. Historias pasadas o quizás por suceder.
- ¿Nombres? – Repitió Alex quien la miró sorprendido. -Yo también recuerdo nombres...y lugares y sucesos, pero me pasa lo que a ti. No sé si fueron realidades o sueños, posiblemente fueran historias de algún otro tiempo.
- Esos recuerdos os fueron preservados. Y fue así por una razón. Vosotros fuisteis elegidos- declaró Luzbel- elegidos para el Recomienzo. No lo recordáis, pero vivisteis en un tiempo y lugar diferentes.
- ¿Y tú?... ¿sabes lo que ocurrió en ese tiempo y lugar?,- le preguntó Maray muy interesada. - 
- Yo estuve en ese tiempo y lugar, como lo estoy aquí ahora, conozco lo que ha ocurrido, pero no lo que ocurrirá. Eso es algo que vosotros y otros como vosotros deberán crear...
- ¡Entonces hay más como nosotros! Es como yo suponía. - Exclamó Maray visiblemente ilusionada preguntando-... ¿dónde están?...

Luzbel miró a su alrededor, recorrió el paisaje con un amplio movimiento de su cabeza.

- Están por todas partes...- aseguró - y también buscan a otros, pero para poder reuniros con ellos debéis seguir mis indicaciones.
- ¿Qué indicaciones? - Inquirió Alex. -

Luzbel les hizo un gesto con una de sus manos. Ambos miraron maravillados como un vergel surgía aparentemente de ningún lugar. Árboles grandes y altos brotaron al instante tapizando aquella extensión que les rodeaba. Su interlocutor entonces se aproximó a uno de ellos, con tonos entre dorados y plata y de él tomó un extraño fruto entre sus manos. Aquel exótico manjar desprendía un aroma muy agradable y se lo ofreció a comer a sus acompañantes. 

-La fruta del conocimiento y de la ciencia, todo el saber y el entendimiento se encierran aquí. Comed y ya no tendréis dudas. - Declaró aquel ser. -

Alex y Maray se observaron desconcertados. Dudaban en aceptar. Sin embargo, cuando la muchacha se decidió y estaba a punto de tomarlo se produjo un resplandor dorado, y entre él se materializó el cuerpo de otro ser con la misma apariencia de Luzbel, pero este tenía los cabellos blancos y los ojos de un color dorado. Miraba a la joven con simpatía como si la conociera de siempre y sólo advirtió con tono entre condescendiente y cordial.

- No debes comer de ahí, Maray. Ese es un fruto únicamente reservado a los más altos Dioses...
- ¿Quién eres tú? - inquirió Alex con sorpresa. -
- Soy Asthel - replicó este nuevo ser. - Enviado del Creador y recorro todos los mundos para comprobar el estado de sus criaturas.
- Entonces dices que no debo comerlo- intervino Maray- pero Luzbel me lo está ofreciendo, ¿a quién debo escuchar? ...- Preguntó indecisa. - 
- A mí, por supuesto- declaró confiadamente Luzbel. - Yo os doy la posibilidad de dejar de estar solos. Lo único que debéis hacer es comer de esto que os ofrezco y tendréis la capacidad de hacer todo cuanto queráis.
- Eso no es cierto- intervino Asthel sin ninguna brusquedad, para explicar a sus desconcertados oyentes. - Lo único que hará es convertíos en humanos, seres que no disfrutan de una felicidad como la que vosotros tenéis ahora. Miraos, sois seres puros en este recomienzo, sólo os dedicáis a contemplar la belleza de la obra del gran Creador sin preocuparos de nada. Aunque en vuestra conciencia sepáis que existen no padecéis por lo que realmente son los deseos, ni las penas. No tenéis dolor ni tristeza, ni sois conscientes del paso del tiempo, ni precisáis alimentaros. Pero todo eso cambiará si coméis de ese fruto.

Los dos se miraron sorprendidos, en efecto aquellas palabras no les decían nada...

- ¿Penas, deseos, tristeza, alimentos? - Qué significan esas cosas en verdad. ¿Es algo que debemos conocer? - Quiso saber Maray. -
- ¿Y por qué iban a cambiar sólo por una cosa tan simple como comer un fruto? - preguntó Alex sintiéndose confuso. - No creo que sea para tanto.
- No es tan sencillo como tú crees, - expuso Asthel, sentenciando. - Ante vosotros tenéis la capacidad de elegir, eso simboliza el fruto. Rechazadlo y elegiréis bien.
- No le hagáis caso- insistió Luzbel- aceptar y seréis tan dichosos como el Creador. Sabréis la respuesta a todas vuestras preguntas y a todos los misterios del pasado y el porvenir. ¿No es eso lo que estabais buscando? ...Comed y se os dará.
- Es mejor buscar las propias respuestas, - le interrumpió Asthel. -  Pensad que si el Creador hubiese querido que las supieseis no tendríais necesidad de comer ningún fruto pues ya las tendríais en vuestro poder. Y de hecho así es. No hay maestro que pueda enseñaros lo que siempre habéis sabido. – Sentenció. -
- ¿Tú lo has comido? - le preguntó Maray observando a Asthel con mucha atención. - 
- No tengo esa necesidad- respondió su interpelado con una franca sonrisa - y tú tampoco la tienes.

La chica le sonrió también, sentía algo familiar en aquel ser de luz que le inducía a confiar en él.

- No lo comeré- declaró convencida- no creo necesitarlo...
- Piénsalo bien- replicó Luzbel volviendo a ofrecérselo con una de sus manos. - No tendrás una nueva oportunidad...
- Maray, quizás deberíamos comerlo- terció Alex dubitativo -…
- Yo sé que no- respondió ella afianzando su criterio - confía en mí...

Alex asintió, sin saber la causa fiaba en Maray y declinó a su vez el ofrecimiento de Luzbel, éste ya no insistió. Solamente se volvió hacia Asthel y le recriminó, aunque de modo cordial.

- Ya casi les había convencido ¿Por qué te has entrometido, hermano?
- Conoces las reglas, deben poder elegir, tú sólo les ofrecías un camino...
- Creí que ellos ya tenían la advertencia del Creador para no comer...- repuso Luzbel algo desconcertado. - Me limité a cumplir con mi tarea.
- Esta vez el Creador lo hará de otro modo. Tu porcentaje de éxitos anteriores fue demasiado alto, así quizás se igualen las cosas un poco. Merecen al menos que se les explique cuáles serían las consecuencias. - Le explicó amablemente su interlocutor. -
- Bueno, entonces supongo que nos veremos a menudo - sonrió deportivamente su contertulio para luego decir dirigiéndose también a Maray y Alex. - Debo irme ya, vosotros vais a seguir un camino distinto al que os había ofrecido, adiós.

Luzbel desapareció de forma repentina dejando sorprendidos a Alex y Maray, ella se volvió hacia Asthel preguntando con un gesto que expresaba una gran confusión.

- ¿Qué camino deberemos seguir?...
- El de la ascensión- respondió Asthel-, habéis superado la prueba de selección del principio de este Cosmos y os habéis ganado el evolucionar. Se os conferirá la facultad de crear planos existenciales y mundos. Seréis los padres y custodios de muchos pueblos y lo guiaréis junto con otros como vosotros.
-Pero ¿cómo lo haremos? Ni tan siquiera sabemos qué tenemos que hacer o hacia donde ir. - Preguntó Maray. –
-Ya te lo dije. - Sonrió su interlocutor, reiterando. – Sencillamente olvidasteis todas las respuestas. Ahora las recordaréis y seréis capaces de transmitirlas.
- ¿Y cuándo será eso? - intervino Alex asombrado. -
- Desde ahora y hasta el final de los tiempos - contestó ese ser de luz. - Yo debo dejaros ya y vosotros comenzar con vuestra labor.
- ¿Te volveremos a ver? - Le preguntó Maray. -
-Seguramente. Llegaría el día en el que estemos juntos de nuevo. - Sonrió Asthel que sin más desapareció de igual forma que Luzbel. -

Maray y Alex se miraron sorprendidos, ya no estaban desnudos, vestían unas extrañas ropas que parecían brillar de mil colores, tenían unas largas túnicas que ondeaban movidas por una brisa imperceptible. Ambos sonrieron y en sus mentes se reflejó al fin lo que deberían hacer. Tal y como prometiera Asthel, un gran conocimiento les había invadido.

-Nuestro cometido será difícil pero gratificante, arduo pero hermoso. - Afirmó él. –
- Y parte de esta revelación es que no tenemos el conocimiento absoluto. – Declaró Maray. –
- Es verdad. Deberemos progresar a nuestra vez en la escala cósmica. Y mostrar a otros que se hallen más abajo el camino para que también sean capaces de ascender. – Dijo Alex. -
-Habremos primero de aprender para ser dignos de enseñar. - Convino ella. -

Y así lo hicieron. Ganaron sabiduría y comprensión y pusieron en marcha su tarea... Después de eso pasaron los eones del tiempo que discurrían para los dos como unos instantes muy apacibles. Ellos mismos fueron padres de un ser al que llamaron Kail, también evolucionado y puro. Y después de este una segunda hija vino al mundo, Ishir.

-Los hijos de nuestro amor será el reflejo de nuestro deseo de crear vida y bondad. - Afirmó Alex viendo a los pequeños. -
-Y serán otros guardianes más que cuidarán de este mundo y guiarán a las criaturas que están por venir. - Sentenció Maray. -

Y es que durante ese momento ocurrió lo que Asthel les había predicho, desde su plano de existencia contribuyeron a que otros lugares en dimensiones menos elevadas alumbrasen planetas que se llenaron de vida. Maray en verdad fue dichosa comenzando con la labor creadora que les habían encomendado. Cantaba con voz armoniosa y dulce y disfrutaba estando rodeada de aquellas criaturas puras y de ensueño que por entonces habitaban aquellos lugares. Y realmente ni ella recordaba de dónde salían esas letras. Alex por su parte la secundaba haciendo brotar las melodías que acompañaban a esos cánticos. Y tanto Kail como Ishir a su vez eran felices escuchando la música de su padre y la hermosa voz de su madre.

Enamorarse, decir adiós
Con un voto de que este es el último desamor
Incluso el cerezo, meciéndose en el viento
Eventualmente florecerá
 
La lluvia de verano que comenzó a caer
suavemente surcado más allá de mis lágrimas
Imágenes que se asemejan a recuerdos
Reanudaciones de drama de otoño

Como intermediadora del creador la diosa era capaz de hacer surgir la vida con una simple palmada. Trayendo a las dimensiones finitas los más variados seres y lugares que  imaginación albergaba.
 
¿Por qué he sufrido?
¿Casi los mismos golpes tantas veces?
Pero, aun así, probablemente pelearé de nuevo
Ese es uno de los misterios de la vida

     Y Alex dotaba a todas las criaturas de una conexión con ellos y la naturaleza…

Enamorarse, darlo todo
Con un deseo de que este sea el último desamor
Incluso el cerezo, balanceándose a través del tiempo
Eventualmente florecerá
 
En las estaciones giratorias
Mis zapatos se están desgastando, cada vez más
 
Deja ir la tensión en tus hombros
Entonces puedes sellar el pasado en algún lado
Desde aquí, probablemente no estén demasiado lejos
Paisajes que ni siquiera has visto
 
Quiero superar el dolor incesante en mi pecho
Y estar más cerca de ti
He vagado una vez y he regresado
Siempre buscando el cielo azul
 
Enamorarse, decir adiós
Con un voto de que hoy es el primer buen día
Todo, incluso el cerezo, meciéndose en el viento
Suavemente se extiende hacia usted
 
Te amo, te amo, no se puede evitar
Eso no tiene nada que ver con esto

(Sakura Drops. Hikaru Utada, crédito a la artista)

- ¡Ojalá que alguna vez seremos así de iluminados y maravillosos! - Deseaba la niña. -
-Sí, velando por todas las criaturas. - Convino su hermano. -
-Claro que lo seréis. - Aseguró Alex a ambos. -
-Madre. - Quiso saber Ishir. - ¿Qué es el dolor? Lo has dicho en tu canción.
-La verdad, no lo sé hija. - Admitió ella. - Creo recordar que hace mucho, muchísimo tiempo, lo supe. Lo mismo que con palabras tales como nostalgia o tristeza…debieron significar algo importante, pero lo he olvidado.
-Tampoco entiendo que significa esa palabra, sufrimiento. - Añadió Kail. - 
-Quizás es que los seres como nosotros no podemos ser capaces de experimentar esas sensaciones. - Conjeturó Alex añadiendo con tinte profético. - Pero el Creador va a imbuir vida a otros entes que quizás sean capaces de descubrir lo que eso significa. Al menos, eso se nos reveló. Y algún día, seréis vosotros, hijos míos, los encargados de hacer florecer mundos enteros de esta misma manera.

Ishir entonces miró a algunos de esos mundos y le complació ver la hermosura y bondad que había en ellos. Empero, sintió que no en todos los lugares del cosmos era así. Y preguntó a sus padres.

- ¿Acaso hay otros como nosotros que hacen lo mismo?
-Los hay, pero no hacen las mismas cosas. - Le desveló su madre. –
-Hay seres que en el inicio fueron como nosotros, pero que se desviaron del camino de la luz. - Añadió Alex explicando. – No les fue dado el poder de crear mundos y en su amargura trataron de resarcirse dañando las obras de otros. Por ello deberéis estar vigilantes. Cuando creéis vida y esta se llene de espiritualidad, velad por que se mantenga pura. Aunque nuestros antagonistas tratarán de corromper la obra que hemos realizado.
-Pues en virtud de nuestro poder, acabaremos con ellos. - Intervino Kail. -
-No hijo, estamos aquí para curar y crear, no para destruir. - Le respondió serenamente Maray. – Todo ciclo cósmico conlleva un equilibrio. 
-Entonces cómo podremos ayudar a esas criaturas imperfectas a protegerse de esos otros. - Quiso saber el joven guerrero. –
-Con valiosas lecciones y con guía. Pero al final habrán de ser esos seres materiales y finitos en estas escasas dimensiones espaciotemporales los que elijan que camino desean seguir. - Le advirtió Alex. -

Y así sucedió. Tras muchos eones de evolución criaturas a su propia imagen aparecieron, medraron y desaparecieron, crearon grandes civilizaciones que fueron olvidadas como sueños. Algunos lograron elevarse a un nivel superior, otros cayeron en el pozo de la iniquidad. Y en efecto, tanto Kail como Ishir también se consagraron a velar por esas extrañas y débiles entidades que llamaron mortales, puesto que su tiempo en esos planos inferiores era muy limitado. 

-Es difícil para ellos resistir las tentaciones. - Decía Ishir, cuando veía con pesar como la injerencia de esos seres caídos estropeada no pocas de sus obras. -

Muchas veces, ella y su familia se esforzaban por crear paraísos para esos mortales que eran reemplazados por lugares a veces inhóspitos, donde los mortales debían luchar y domar a los seres salvajes e incluso peligrosos, que, en un principio, habían sido tan puros y mansos como ellos mismos.

-No lo comprendo, padre, madre. - Declaraba el joven Kail, ya con aspecto de un apuesto chico de pelo castaño e incipiente barba, al ver aquello. - Tendrían todo lo que sus limitadas experiencias pudieran ansiar. ¿Por qué tratar de arrebatarse la felicidad unos a otros? Los más fuertes atacan y destruyen a los débiles. ¿Debemos permitirlo?
-Eso hijo mío, ya os lo advertimos. Es por obra de las criaturas de Luzbel. - Le contó su madre. - Tientan a los mortales y ellos tiene la facultad de elegir. No podemos ir contra eso. Son las reglas que nuestros dioses nos inculcaron.
-Así es. - Afirmó Alex, agregando con pesar. - Y eso les aparta del auténtico camino. Sin embargo, pese a que así sea, no podemos evitarlo si no se nos requiere a ello.
-Pero algunas de esas criaturas se han manifestado ante los hombres sin ser requeridas. - Denunció Ishir. - ¿Por qué no podemos hacer lo mismo?
- En tal caso, si los hombres son amenazados y los sirvientes de Luzbel no acatan las reglas, podremos ayudarles. - Convino Maray. -
-Madre, yo quisiera descender ante los humanos y mostrarles algo de nuestra sabiduría. - Le pidió Kail alegando. – El mero hecho de darles consciencia no les libra de la mala influencia de las criaturas oscuras.
-Hazlo pues, pero no les muestres más que una muy pequeña parte. Ellos deben aprender por sí mismos. No tendrían mérito alguno si les damos eso gratuitamente.
-Y, no obstante, los siervos del mal camino así lo hacen. - Objetó Ishir ya en la forma de una bella joven de cabellos albinos y ojos dorados. -
-Porque ellos son precisamente eso, el mal. Se apartaron de la verdad absoluta y del progreso en la escala del conocimiento debido a su impaciencia por tenerlo todo de inmediato. Así no es como el Creador dispuso las cosas. - Le explicó Alex a su hija. - Y no les dan conocimiento verdadero a los mortales, sino una falsa apreciación de este. Lo que hace muchos eones pretendió hacer Luzbel con nosotros.
-Entonces los seres materiales están indefensos contra ellos. - Se lamentó Kail. -
-No del todo, podemos otorgarles algunas facultades. - Sonrió compasivamente Maray al ser testigo del sufrimiento de esos seres durante los sucesivos siglos. - Darles herramientas para que prosperen y aumenten su escala de conocimiento. Por eso, en ocasiones podréis tomar contacto con ellos y, siempre de modo fugaz y escueto, iluminar su camino.
-Y cuando ellos sean lo bastante sabios y fuertes como para dirigirse sin ayuda y ascender en la iluminación, nuestra interferencia deberá cesar. - Les advirtió Alex indicando. – Desde ahora nos repartiremos esa tarea. 
-Así sea, padre. - Convino Kail. -

De modo que cada uno se centró en diversos aspectos a fin de que aquellos incipientes seres no quedaran totalmente inermes ante los designios del mal. Maray asumió un papel cercano a una madre, tratando de ayudarles en todo lo relacionado con la vida y los lazos de unión, el amor y la concordia entre ellos, y su relación con el plano del espíritu, además de la oración como medio para expresar y tomar contacto con los dioses. Alex, les dio conocimientos sobre curación y medicina, algunas bases de lo que luego los humanos llamarían magia y conocimientos arcanos, también música como forma de expresión y conexión con dimensiones más elevadas. Por su parte los hijos quisieron implicarse más aún. Sentían lo que podría decirse un cariño especial viendo lo finita y fugaz que era la existencia de aquellos seres en el plano dimensional que ocupaban. Kail creció adoptando la apariencia de un hombre robusto y poderoso, de pelo castaño y ojos dorados, que les instruyó en técnicas defensivas de todo tipo mentales y físicas. Por su parte Ishir adoptó el papel de diosa del sol y de la Luna, iluminando con su luz a los mortales y guiándoles desde un punto de vista tanto metafórico como literal, el afecto por la naturaleza y los animales. Apareciéndose en ocasiones con esa apariencia que tenía de hermosa y esbelta joven de largos cabellos plateados con unos ojos de igual tono a su hermano. A semejanza de sus padres ella creó un mundo llamado Magnamund, y en él, junto a su hermano, propició la aparición de criaturas humanas. Tuvieron que oponerse a otros seres de la oscuridad que pugnaron por hacerse con esos mundos en aquel plano físico que habían creado.

-Nuestros rivales tratan siempre de destruir nuestras obras. - Se lamentaba Ishir con tristeza. - Y parece que tuvieran las de ganar. Los mortales son muy fácilmente corruptibles por ellos y sus añagazas.
-Eso es porque, a corto plazo, es mucho más fácil destruir o arruinar algo que crearlo. - Repuso su madre, quien no obstante matizó animosa. - Sin embargo, a la larga, la creación y el equilibrio se imponen siempre, hija. Recuérdalo y así no desfallecerás.
-Sí, porque esta es una partida cósmica que se libra en muchos lugares y diferentes tiempos. - Agregó Alex. -
-Y siempre hay mortales que resisten y cuya bondad prevalece. Eso sí que desespera a los enviados del mal. - Intervino Kail que sonriente, le comentó a su familia. - Aunque cuando me presenté ante ellos por vez primera no debieron comprender bien mi nombre. Kai me llaman algunos. Y no les he sacado de ese error.
-Y nos veneran como dioses todopoderosos. Cuando somos solamente algo más evolucionados que ellos. - Confesó Ishir. - ¡Qué lejos están de saber cuál es la verdadera escala de la iluminación!
-Lo mismo que nosotros. - Respondió Maray evocando con voz queda. -Y muchas veces sueño con instantes de otro tiempo y dimensión, de otros universos y existencias, en las que yo era tan finita y mortal como ellos. Quizás fuera así y evolucioné. O puede que solamente sea una ilusión. 
-Eso mismo me sucede a mí. - Admitió Alex. - Únicamente el Demiurgo Supremo sabe cuál es la verdad absoluta, que cambia y fluye para nosotros, con multitud de nombres.
-También los dioses que ellos veneran tienen muchos y distintos nombres. A nosotros y a los malignos a veces nos confunden y nos llaman de maneras muy diversas. - Apuntó Kail. - 
-Y así debe ser. El llegar al entendimiento en ese aspecto es tarea que únicamente a esas criaturas corresponde. No podemos andar ese camino por ellos de igual manera que nadie lo anduvo por nosotros. - Sentenció Maray que les dijo a sus hijos. - Ahora, vamos a fijarnos en ciertos momentos de lo que ellos llaman su historia, en algunos de esos planetas. En ciertas ocasiones podremos y tendremos que intervenir, aunque en otras no.
- ¿Y cómo sabremos cuando hacerlo? - Quiso saber Ishir. -
-Hija mía, lo sabrás. - Le aseguró Alex. - Del mismo modo que supiste como crear ese mundo, con los poderes que el Creador, en su infinita sabiduría y amor, te dotase para ello.
-Al igual que mi hermana, yo también espero ser capaz de discernir el momento adecuado. - Afirmó Kail, añadiendo no sin algo de inquietud, sensación que había empezado a experimentar desde que los enviados del mal aparecieran. - Los siervos de la oscuridad son cada vez más numerosos. Me gustaría poder expulsarles para que no corrompiesen más a los humanos.
-Ese término te ha sido inspirado por el mismismo Creador. - Comentó su madre con agudeza para sentenciar. - Sé lo mucho que desearías protegerles, incluso de sí mismos en ocasiones, pero, tal y como te hemos dicho, hijo mío, los humanos tienen que ser libres de obrar acorde a lo que ellos mismos deseen. Y así debe ser. Y nosotros reducir al mínimo nuestras intervenciones.

Los demás así lo aceptaron. Ellos al fin decidieron dejar que aquellos seres tuviesen más independencia y se desarrollasen. Tal y como dijo Maray se sucedieron varias eras de diversas humanidades en múltiples planetas. Unas alcanzaron mayores cotas de desarrollo medrando más que otras y en todas ellas el juego del bien y el mal se repitió cada vez más ajeno para las mentes y el entendimiento de estos sencillos seres. Sin embargo y pese a esta simplicidad, Maray, Alex y Kail, quedaron sorprendidos y este último incluso orgulloso de ellos, cuando los vieron capaces de abandonar ese mundo en el que habían nacido y expandirse por otros planetas del Cosmos. Merced todo ello a sus crecientes ingenio e inteligencia, sin contar en demasía con la ayuda de los seres superiores como Alex, Maray, Kail o Ishir.

-Es una historia muy interesante, mamá. – Dijo el niño, arropado hasta la nariz. - 
-Así es. - Sonrió una mujer de cabellos castaños que le acarició el pelo al crío en tanto añadía. – Pero ya es hora de dormir. Mañana tienes que empezar tus clases.
-No sé. ¿Crees que lo haré bien? - Musitó el pequeño con tinte de temor y duda.
- Mi niño, estoy segura de eso. Será un gran día. Verás como todo irá muy bien. - Afirmó ella ofreciéndole otra confortadora sonrisa para suspirar y decir. – Ahora a dormir, tengo que darle las buenas noches a tu hermano…
- ¿Él no irá conmigo? - Quiso saber el niño. –
-No, cariño, él no irá. - Suspiró su madre que parecía decir aquello con tristeza, aunque enseguida se recobró para sonreír y justificar. – Es todavía muy pequeño.
-Creo que a papá no le gusta que yo vaya. - Comentó el crío. –
- Estará muy orgulloso de ti, cuando aprendas todas las disciplinas y seas un gran Maestro. Ya lo verás. – Le aseguró su progenitora que con un tono más firme le insistió. - Ahora a dormir…

El pequeño asintió, por un lado, estaba cansado, aunque de otro también nervioso, tanto que le era imposible dormirse. Pensó en esas historias sobre los orígenes de su planeta y la vida. Su madre se las leía desde que era niño. Aunque él ya sabía leer prefería que ella se las contase. Era una manera de tenerla ahí, a su lado. Sospechaba que ahora iría a contárselas a su hermano menor, pero a él no le interesaban tanto. Bueno, mucho mejor, así podía estar con mamá más tiempo. Por eso, viendo que su madre se levantaba del costado de la cama en el que se había sentado para narrarle aquello, quiso preguntar.

- ¿Y los dioses están ahí? La madre Maray, el padre Alex, Kai e Ishir...
-Claro que sí, cariño. - Afirmó su progenitora. –
-Bueno. - Musitó él. - Algunos niños en la escuela dicen que no existen, que son unos mitos para explicar cosas.

Su madre movió la cabeza, incluso ensombreciendo su gesto y declaró.

-Lo lamento por ellos y por los padres que les cuentan esas cosas. Recuérdalo, hijo, los dioses velan por nosotros. Incluso por aquellos que no creen en su existencia.
- ¿Y si creo en ellos me ayudarán? - Inquirió el niño. –
-Claro que sí. - Le aseguró su interlocutora. - 

Al fin esa mujer se levantó, y tras darle un beso en la frente terminó por arroparle y despedirse.

-Buenas noches, cariño…
-Buenas noches, mamá. - Repuso el crío. –
-Luces fuera. – Ordenó ella. -

Todo se oscureció, la puerta se abrió y la mujer salió de la estancia, suavemente esa puerta se cerró dejando que aquel niño cerrase a su vez sus ojos y se deslizase a la profundidad del sueño, listo para comenzar al día siguiente con una gran aventura que cambiaría su vida.

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