jueves, 3 de marzo de 2011

UNC 05

 Capítulo 5. Deliberaciones y argucias


Una vez sentados en la amplia mesa de conferencias y aprovechando los momentos previos al comienzo de la sesión, Cresat le susurró a Yener que se hallaba a su derecha.

- Felicidades, teniente, ha desempeñado usted una excelente labor, esto le valdrá un ascenso. Confío en que ello le proporcione un estímulo adicional para continuar del mismo modo que hasta ahora.
- No sé qué decir, señor- pudo replicar el joven oficial visiblemente sorprendido y satisfecho por aquella noticia tan magnífica como inesperada.  – Acabo de salir de la Academia.

Desde luego que no había esperado eso, bastante aliviado estaba cuando su superior le había dado sus parabienes. Creyó que sería inmediatamente devuelto a su nave y retornaría a Yumlaiance donde podría contar como estableció el primer contacto interplanetario en muchísimos lend. O siglos, como lo expresaban sus nuevos amigos de Omega.  Todos le admirarían, su madre sobre todo se sentiría muy orgullosa, ¡pero esto! Si además le ascendían sería maravilloso. Su superior debió de pensar en cambio que no estaba demasiado seguro, dado que le animó.

- Diga que está dispuesto a ello. - Sonrió Cresat explicándole - necesito un oficial que coordine las tareas de comunicación y usted parece el único capaz de hacerse entender y traducir el lenguaje de nuestros anfitriones. Así pues, redactaré su nombramiento de mayor para mañana mismo.
- Muchas gracias, comodoro - repuso Yener muy complacido. Desde luego, su instrucción en el Monasterio de los Guerreros de Sommerlund y su dominio de la disciplina de comunicación psíquica le habían prestado un gran servicio a su mundo, servicio que de paso él iba a rentabilizar de un modo más que productivo para su carrera. – Seguro que el maestro Azor orgulloso de mí. O al menos, eso espero. – Meditaba casi más feliz de eso que de su promoción. -

Cresat le concedió unos instantes más para saborear aquel ascenso y después le indicó con mayor seriedad.

- Ahora es muy importante que se concentre, deberá usted transmitir exactamente mis palabras.
- Sí, señor. - Replicó de inmediato el chico. -

Lora y Pier, por su parte charlaban entre ellos en la otra punta de la mesa, poniéndose de acuerdo en los derroteros a los que deseaban llevar la conversación. Fueron más unos intercambios de asentimientos y conformidades mutuas que otra cosa. Sin embargo, no todo en aquella mesa eran rostros expectantes y deseosos de entablar una fructífera relación. El agregado de Casiopea parecía nervioso, y cuando finalmente todos estuvieron dispuestos y centraron su atención en la presidenta, pidió la palabra en medio del silencio general. Lora se la concedió no si antes presentar a los nuevos integrantes del consejo y tras los saludos el Cónsul de Casiopea se levantó y dijo pomposamente.

- Miembros del Consejo y distinguidos visitantes. Ante la magnitud de este encuentro con una nueva civilización desearía disponer del tiempo necesario para informar al líder de mi mundo, el General Tirelius. Creo firmemente en la necesidad de que sea él, en su calidad de gobernante máximo de mi planeta, quien hable en este foro y no yo.
- Muy bien- concedió Lora. - Está usted en su derecho, pero en este caso las conversaciones no pueden demorarse. Lo mejor sería que contactase usted con él por el canal subespacial.
- Lo haré enseguida, si son tan amables y me conceden diez minutos. - Respondió éste de modo cortés pero firme. –
- Muy bien, si el comodoro Cresat emisario de Yumlaiance no tiene inconveniente. – Repuso la presidenta observando a su invitado. –

Yener le tradujo aquella propuesta, así como la equivalencia en la medida del tiempo de su mundo.

- Por mí no hay ningún problema. - Declaró el interpelado haciéndose cargo de la situación. -

Una vez más, Yener tradujo aquello y respondió en nombre de su superior. El agregado militar casiopeano le dirigió un gesto de agradecimiento y salió de la sala para entablar una conversación privada. Era un tipo de muy escasa estatura, cabellos rojizos, cara alargada y ojillos que destilaban una mirada entre malévola y sagaz.

-No me gusta ese tipo, señor. - Le susurró Yener a su superior. -
-Ni a mí tampoco. - Convino éste alegando con humor incluso. - Y apuesto a que no ha necesitado de sus destrezas del Kai para pensar eso.
-Desde luego que no. - Admitió el joven oficial. - 
-Pierda usted cuidado, Rant. Si ese embajador es así, puedo imaginar cómo será el hombre que le ha nombrado. ¿Cómo dijeron que se llamaba?
-Tirelius, señor. Es general.
-Vaya, de modo que ese gobierno es una junta militar. - Repuso su superior. -
-Le pido disculpas, no tuve tiempo material para documentarme sobre todos los gobiernos de esta confederación. - Respondió un apurado Yener. -
-Tranquilo, ya habrá ocasión de irnos poniendo al día. - Contestó el comodoro sin darle demasiada importancia. -
-Aunque por lo poco que he podido averiguar hasta la fecha, esos de Casiopea son la mayor potencia militar. Deben de tener una correlación de fuerzas muy favorable a sus intereses dado que la presidenta intenta evitar los encontronazos con ellos a toda costa. Está muy preocupada y teme que los casiopeanos se vayan apartando progresivamente de la confederación y que obren a su capricho. Teme no poder ejercer control sobre ellos. O eso, o está asustada ante las posibles acciones que puedan llegar a emprender. - Al menos eso puedo sentir en ella. – Le informó el muchacho. -
-Eso nos favorece para entablar cualquier tipo de negociaciones. Para la Confederación podríamos ser el contrapeso ideal a esos individuos. Y para Casiopea seríamos unos potenciales aliados que les permitiesen romper con la Confederación. - Le susurró Cresat, añadiendo con cautela. - Por ahora nos mantendremos a la expectativa y observaremos cómo se comportan.

Eso dejó a Yener algo confuso y perplejo. Miró a su superior y le preguntó.

-Señor. ¿No deberíamos apoyar a la Confederación? Sin lugar a la duda, me parecen gente más de fiar.

Su contertulio se limitó a esbozar una paternal sonrisa para contestar.

-Muchacho, debes aprender que, en política y en diplomacia interplanetaria, no hay que alinearse con los que creamos mejores personas, sino con quienes puedan rendir mayores beneficios a nuestro mundo. Y eso, aunque en ocasiones no nos guste en absoluto.

Y pese a que no compartía esa aseveración, Yener asintió. A buen seguro que él era muy inexperto y su superior era en cambio un consumado diplomático y un hombre de gran experiencia. Eso le complacía. Podría aprender muchísimo a su lado. Además, era cierto. Lo que realmente allí importaba era el beneficio para los intereses de Yumlaiance y la Cuádruple Alianza de mundos que representaba. Pensaba en eso en tanto el resto de los delegados charlaban entre sí o también tomaban un receso para consultar con sus respectivos gobiernos. Por su parte el cónsul entró en una estancia adyacente, conectó con su líder y éste no tardó en aparecer en pantalla. Se trataba de un tipo fornido y de expresión desagradable, con nariz de pimiento, pelo moreno corto y repeinado con una raya que dividía por el centro su cabello. En pocos minutos su embajador le puso al corriente y el descontento adornó sus facciones.

- ¡Eso no podemos permitirlo! - espetó a su acólito. - Si esas potencias entran en la confederación el equilibrio de fuerzas dejará de sernos favorable. Debe hacer lo posible por oponerse a ello, pero claro, no muy frontalmente, no deseamos crearnos un enemigo potencialmente peligroso. Tenemos todavía muchos preparativos por hacer antes de estar listos para eso. 

Y tras hacer una breve pausa, aquel sujeto pareció pensarlo mejor y agregó.

-Quizás podríamos incluso ganarles para nuestra causa. 
- ¿Usted cree? - Inquirió su ahora perplejo subalterno. –
- Piénselo bien, cónsul. - Dijo Tirelius, explicándole con tintes más reflexivos. – Si esos tipos cuentan con la mitad de fuerza de la que quieren aparentar, su capacidad bélica sería mayor que toda la Confederación de Omega junta, exceptuándonos a nosotros. Y con una alianza con ellos, tendríamos todas las ventajas tácticas para materializar nuestra estrategia. La confederación quedaría atenazada en una pinza. Por ello, le ordeno que investigue su auténtico potencial, prepare un informe completo. Me lo entregará a mi llegada. Y, ante todo, en tanto confirmamos su auténtico poder, no haga nada que pueda ofender a esos nuevos potenciales aliados. Muéstrese cordial con ellos, pero gane tiempo. 
- Sí, mi general, como usted ordene. - Saludó respetuosamente el embajador, para recapitular. - Así que trataré de ralentizar las conversaciones el mayor tiempo posible. Les diré pues que hablo con su aquiescencia hasta que pueda asistir personalmente para saludar a los invitados.
- Me parece perfecto. Confío en usted, haga lo que le he dicho. - Repuso el general cortando acto seguido la comunicación. -

Una vez realizada su consulta el agregado militar de Casiopea volvió a la sala. Tras pedir la palabra y serle concedida una vez más, se dirigió a los presentes con tono bastante cortés.

- El gobernante de nuestro mundo se encamina hacia aquí. Considera este asunto de trascendental importancia y por ello prefiere presentarse de modo físico y no en holograma. Entre tanto les envía sus mejores deseos y espera que estas conversaciones avancen hacia un fructífero acuerdo con nuestros nuevos amigos que nos englobe a todos. 

Otros representantes de la Confederación se miraron atónitos. El cónsul parecía ser otra persona totalmente distinta, de sus modos habitualmente desconfiados y cargados de superioridad, había mudado a la encarnación de la concordia y la amabilidad. Lora estaba igualmente desconcertada, y no se temía nada bueno, pero recurriendo a su experiencia fue finalmente capaz de contestar con su habitual deferencia.

-Apreciamos desde luego el gesto del general Tirelius en lo que vale. Pero, tal y como el señor cónsul nos ha comentado, tardará en llegar y nos vemos en la obligación de empezar las conversaciones con nuestros invitados a fin de que estas lleguen a buen puerto.
-Claro, por supuesto, y respecto del líder de mi mundo, no se preocupen, damas y caballeros, viajar hasta su apreciada Omega es lo menos que el general puede hacer para saludar como merecen a nuestros nuevos amigos. - Sonrió el cónsul, inclinando su cabeza levemente a modo de deferencia hacia los yumlaincer. -

Yener seguía aquellas palabras con mucha atención, traduciendo de tanto en tanto al comodoro. El chico también evidenciaba algo de desconcierto. Sus sentidos decían a las claras que no todo en esa reunión era tan idílico como parecía. Estaba claro que entre los propios miembros de esa confederación existían problemas. Aunque eso era normal. Tampoco se libraban de eso en la Cuádruple Alianza. Siempre había tensiones con los natacliers y su secretismo, con los akapler por su manía de hacer las cosas por libre y con ciloner por su testarudez. 

-Bueno, y ellos creen que nosotros somos demasiado orgullosos. Cada planeta tiene su particular cartel de cara a los otros. – Admitió. -

Aunque esas reflexiones no le impedían seguir poniendo al tanto a su superior de lo que allí se decía. Por su parte, Cresat se limitaba a escucharle atentamente, por el momento sin decir, ni preguntar nada.

-Muy bien. - Declaró un miembro de la constelación de Escorpión dirigiéndose directamente a los recién llegados. - Desearía preguntar a nuestros invitados si estarían dispuestos a unirse a nuestra Confederación.

Ahora Cresat sí que replicó tras recibir la traducción.

-Eso es algo que solamente mi gobierno está en posición de determinar. No conocemos el marco legislativo ni los requisitos de su Confederación. Además, ya formamos parte de una alianza junto a tres planetas más. Existiendo asimismo otros mundos con los que tenemos convenios suscritos.
-Lo comprendemos perfectamente. - Respondió Lora, tras ser a su vez informada de las palabras del representante yumlaincer vía traducción. - 
- Yo también entiendo la complicada posición en la que nuestro invitado se encuentra. - Añadió el cónsul de Casiopea, afirmando. - Lo mismo le sucede a nuestro gran líder, el general Tirelius. Como ya les he hecho saber a ustedes, él desea conversar en persona con la representación de nuestro nuevo aliado. Por eso yo no podré suscribir ningún acuerdo de índole confederativa hasta que él llegue. - Afirmó paseando la mirada por todos los presentes, en especial por la presidente y el representante de Yumlaiance para estudiar sus reacciones, aunque estos se mantuvieron con expresión neutra ante lo que añadió con tinte entre afable y conciliador. – Confío en que sepan comprenderlo y disculparme.
- Muy bien. Comprendemos también su situación, señor cónsul- repuso Lora que parecía esperarse algo así cuando agregó sin parecer en absoluto preocupada. - Entonces, y dado que somos mayoría y hay quórum decidiremos en consecuencia. - Dicho esto volvió a centrarse en el cónsul de Casiopea y añadió. - Embajador, le recuerdo que según nuestras leyes están ustedes obligados a acatar cualquier decisión o alianza que se establezca cuando se trate de una votación que cuente con mayoría de representantes en la cámara.
- Con el debido respeto a la presidencia. - Rebatió este con una débil e incomodada sonrisa. -Nuestro mundo y sus aliados inmediatos son libres de decidir nuestra política.
- Y nadie les niega ese derecho. - Intervino resueltamente Pierre. - Sólo deben aceptar lo concerniente al marco confederativo decidido en votación plenaria. Es decir, a las reglas de nuestra convivencia y zonas del espacio comunes. Nada más.
- Por nuestra parte no habrá ningún inconveniente en charlar con las delegaciones de los distintos mundos. - Terció Yener en nombre del comodoro, pues le había estado traduciendo aquella conversación. - Comprendemos esa postura pues nuestro mundo se haya aquí, no sólo en representación de sí mismo, sino de al menos otros tres planetas más. Y tal y como mi superior les ha expresado, tampoco podremos hablar plenamente por ellos.

El agregado militar casiopeano esbozó ahora una sonrisa de satisfacción, eso era precisamente lo que quería, dilatar aquello para tener la ocasión de ganarse a esos extraños y también a sus aliados. Daba la impresión de que esos yumlaincer pensaban lo mismo. Podrían ser de una invaluable ayuda para los planes que su líder tenía en mente. Así pues, replicó contestando a esos extranjeros de manera incluso cordial.

- Me alegra poder constatar la gran habilidad diplomática de la que ustedes hacen gala y su inteligencia. Seguramente cuando llegue nuestro máximo gobernante podremos tener unas muy fructíferas conversaciones.
- Entonces, ahora podríamos sentar unas bases mínimas de buena relación- propuso Lora-. Eso sí supongo que lo aprobarán ustedes. - Añadió dirigiéndose al cónsul y agregado casiopeano con un tinte irónico apenas perceptible. -
- Por supuesto. - Se apresuró a contestar este visiblemente descargado de tensión. - Nada complacería más a mi mundo que estrechar lazos con nuestros nuevos amigos. Para cuentan con mi voto a favor.

Lora asintió pasando a preguntar al resto.

-Nosotros somos del mismo parecer que nuestro distinguido colega, el señor cónsul. - Afirmó el representante de Andrómeda. – 
-También, la constelación de Escorpión está a favor. - Declaró su portavoz. -

Los demás se pronunciaron a su vez y se acordó por unanimidad que la confederación de Planetas de Omega y la Cuádruple Alianza de mundos, de la que Yumlaiance formaba parte, harían un convenio de buena relación. Eso que incluía un libre tránsito por los espacios comunes de ambas confederaciones, reservando el espacio libre de cada planeta a la decisión del mundo en cuestión. Con eso se disolvió la asamblea y el comodoro Cresat volvió a la nave. Yener le escoltó y de camino los dos comentaban lo sucedido.

-Es un paso realmente importante. - Declaró el comodoro. - Un principio de acuerdo de buena vecindad que por el momento no nos compromete a nada.
-Así es, señor. - Convino Yener quien comentó quizás algo desencantado. – Aunque yo pensaba que lo bueno de establecer relacione diplomáticas era alcanzar rápidamente acuerdos de alianza y cooperación.

Una vez más Cresat se sonrió, Yener era consciente de que su superior le consideraba un muchacho bisoño en esas lides. Y así era realmente. Aunque su contertulio le respondió de forma bastante considerada.

-Eres un buen oficial, y llegarás lejos si continuas así. Veo que estás ansioso por servir a nuestro mundo. Pero recuerda esto, ante todo hay que tener paciencia y observar, darse cuenta de los movimientos de tus interlocutores, de las causas que tienen para actuar, de los motivos que les guían. Te habrás percatado sin duda de la actitud de ese cónsul de Casiopea, ¿no es así?
-Sí, señor. - Admitió el joven. –

Cresat asintió a su vez para añadir.

-Pues es la misma que las de sus teóricos socios. Aunque a tus ojos la presidenta sea una mujer más agradable y considerada, ella se mueve por idénticos fines a los de ese cónsul, a saber…tomar ventaja en las negociaciones. Lo mismo puede aplicarse a los representantes del resto de los planetas de esta confederación. Todos ellos esperan que sea otro el que haga el primer movimiento para actuar en consecuencia.  Y a nosotros eso nos favorece, recuerda que debemos consultar a nuestros propios aliados. Lo peor hubiera sido que nuestros nuevos “amigos” hubieran formado un frente común.
-Claro. - Terció Yener que pareció entenderlo al afirmar. - Dado que nosotros mismos no tenemos ese frente común. Yumlaiance habría estado atrapada entre esta confederación y las presiones de los otros mundos de nuestra alianza.

Ahora su superior asintió aprobatoriamente para sentenciar.

-Ya vas aprendiendo, muchacho. Necesitamos algo de tiempo para alcanzar un acuerdo entre nosotros, antes de poder hacerlo con ellos. Y a buen seguro que no va a ser tarea fácil.

Dicho esto, el comodoro se despidió de él y Yener se dirigió a tomar algo a la cantina de su nave encontrándose allí con su amigo Larus. Una vez libres del protocolo y ambos de permiso, éste le felicitó cuando el joven le contó todo lo acaecido, al menos desde su punto particular.

- ¡Menuda potra has tenido! La diosa Ishir y su madre Maray te favorecen. ¡Ascendido a mayor! ¡Enhorabuena, Yener! Le has caído en gracia al Comodoro.
- He tenido suerte, sí. - Admitió Yener que puntualizó en un arrebato de optimismo. - Pero esto es sólo el comienzo.
- ¿Todavía quieres más? - Se burló Larus agregando con humor. - ¡Pues aprovecha, hombre! Quizás si se lo pides ahora te conceda el mando de una porta naves.
- No me vaciles. - Sonrió su amigo con buen talante. - Anda, vamos a tomarnos algo. Que luego quiero volver a Omega.
- ¿Tienes más obligaciones que atender? - Se interesó Larus. -
- Sí, con cierta señorita de la confederación. - Le contó éste. - Es hora de comenzar las relaciones de índole ínter espacial con las nativas.
- ¡Como eres! Dime una cosa. ¿Quién le va a explicar eso a todas tus otras novias? - Se burló su compañero. -
- Yo no tengo que explicarles nada- repuso Yener despreocupadamente. - Y no te rías de mí, sabes que no tengo novias al uso. Sólo son amigas. Yo siempre respeto a las mujeres, aunque claro, no tanto como tú.

 Le recordó Yener haciendo alusión a que nunca le había visto con ninguna chica desde que le conocía. Bueno quizás sí con alguna, pero en plan de rigurosa amistad, aunque por otro lado Larus no gustaba de hacer gala de ese tipo de cosas. Posiblemente las guardase en su parcela íntima y eso era del todo respetable. Aunque su amigo enseguida replicó con una sonrisa exenta de cualquier suspicacia por ese comentario.

- Si, cualquiera compite contigo en eso. Debe de ir por la quinta o sexta “amiga” que te persigue en la flota, tras una previa invitación por tu parte – y para rematar la faena Larus añadió con regodeo - A ver, si no recuerdo mal, Vilia, Tanya, Mariad y Noeda. Y a todas les dijiste lo mucho que las querías o algo así.
- ¡Venga ya! - replicó Yener visiblemente ansioso por aparcar el tema y lanzando a la vez un contraataque que a buen seguro zanjaría la charla. -  Yo al menos las hago algo de caso, tú eres frío como el hielo. Eso sí que es ser cruel. Sobre todo, en un tipo famoso y tan popular con las mujeres. Hay muchas que estarían deseando que las prestases un poquito de atención.
- Cuestión de opiniones. - Sonrió su amigo encogiéndose de hombros y quitándole importancia a esa afirmación añadiendo. – Lo que sucede es que soy sociable. Y hablando de sociabilizar. Vamos a tomar algo.  ¡Anda, invitas tú! que para eso eres el ascendido.

Su compañero convino en ello alegre de olvidarse por el momento del asunto de las chicas. Pensaba en su amigo. ¡Ese Larus era un caso! Había triunfado como cantante en su mundo y decidió dejar la fama y el éxito para alistarse. Yener supuso que se movió por interés patriótico. Por eso le estimaba, además, claro está de que era un buen tipo. Esa fama no se le había subido nunca a la cabeza. Es más, daba la impresión de que se sentían incómodo cuando le mencionaban aquello.

-Tampoco voy a empezar a indagar en su mente con mi disciplina del Kail de telepatía, sería de muy mala educación. - Se dijo el joven monje guerrero. -

  Así pues, olvidó aquello y los dos tomaron unas bebidas en el bar de la nave. Tras hablar algo de la mega Liga y volver a “picarse” defendiendo a sus respectivos equipos, Yener, se despidió de su compañero y fue a cambiarse.  Vestido de uniforme de gala, tal y como había hecho en la reunión, pero ya con distintivos de mayor, bajó nuevamente al planeta. 

-Espero tener suerte, y que Ishir me eche una mano. - Se sonrió. –

Y no en vano se encomendaba a la diosa del amor que veneraban en su mundo. Aunque no estaba seguro de si su influencia alcanzaría tan lejos. Bueno, habría que probar…

-Sus padres Alex y Maray y su hermano, nuestro dios Kail, a buen seguro que también velarán por nosotros, junto con ella. – Quería creer. -

          Entre tanto en el despacho de la presidenta, Pierre, Graham y Lora discutían los términos de la alianza.

- No me gusta nada el papel que quiere arrobarse Casiopea en todo esto- advertía Pierre. - Quieren atraer a los yumlaincers a su lado.
- Sí, y lo peor es que aparentan entenderse bastante bien. Ambos parecen de talante bastante belicista, y los de Yumlaiance se dejan querer, aunque por lo menos dan la impresión de ser más cautos. - Valoró Graham. -
-De todos modos, me ha sorprendido ver al cónsul de Casiopea tan amable. Eso es casi lo que más me inquieta. - Declaró Pierre. - Los yumlaincers realmente han dicho poco y escuchado mucho.
- Pues eso, lejos de aliviarnos debería preocuparnos más aún. Puesto que, en caso de que fuesen hostiles, eso los hace más peligrosos que Tirelius. - Indicó perspicazmente Lora. - Por lo menos a él se le ve venir, y ya sabemos cómo tratarle después de tanto tiempo. Pero con estos nuevos “amigos” ...
- No seamos tan alarmistas - terció Pierre. -Y tratemos de controlar en lo posible la situación. Si jugamos bien nuestras cartas seríamos nosotros quienes podríamos atraernos a los de Yumlaiance.
- Eso, si realmente desean pactar una alianza con nosotros y coexistir en armonía.- Suspiró Lora. -
-Tampoco hay que ponerse en lo peor.- Intervino Graham tratando de desdramatizar. - Esos tipos no tienen ni idea de cómo son los de Casiopea, supongo que desconfiarán tanto como nosotros. 
-Ese es precisamente el problema, que se dejen embaucar por las tácticas del cónsul.- Declaró Pierre. -

Terminó de decir esa frase cuando la pantalla del salón se iluminó. Pierre y Lora sonrieron al reconocer el rostro de su hija.

- ¡Papá, mamá!, hola, mayor Stevens. - Saludó alegremente Gina - ¿Qué tal ha ido la conferencia?
- No ha estado mal - repuso su madre. -
- Seguramente hemos sentado las bases de una buena convivencia- señaló su padre añadiendo con cautela. – Aunque todavía es pronto para saberlo. Oye, ¿está por ahí Kira? Tendríamos que hablar con ella. - Inquirió con interés puesto que una idea le había cruzado por la mente. -
- No, creo que salió con Peter a tomar algo. Ambos han terminado servicio. - Quiso recordar la muchacha -.
- ¡Qué lástima!, en cuanto te los encuentres dile a Kira que me gustaría verla. - Le pidió el coronel Larans. -
-Muy bien. ¿Puedo preguntarte para qué? ¿O se trata de algo oficial? - Se interesó Gina con gesto de extrañeza. -

Y para su información y la del resto de los oyentes, Pierre desveló.

- No, no es oficial. Me gustaría que emplease sus dotes de telépata para decirnos como están las cosas con nuestros nuevos aliados. Quizás así nos aseguraríamos de sus intenciones y se ganaría tiempo. - Terminó de explicar el coronel Larans con la aprobatoria mirada de Lora y sobre todo de Graham. -
- Ya lo intentó con ese chico, el teniente que vino con nosotros, pero ella era incapaz de acceder a todos sus pensamientos. - Les aclaró la muchacha que mirando su reloj añadió con cierto apremio. - Bueno, os dejo ya si no queréis nada más.
- ¿Hoy no sales con mi hijo? - Sonrió Graham. -
- En eso hemos quedado, pero no sé si podrá, debía hacer una ronda de inspección en nuestra nave ligera. Pasado mañana hemos de salir en misión de reconocimiento. - Comentó Gina con cierto desencanto. -
- ¡Entonces te dejamos que vayas a preguntárselo! –Terció Lora con un guiño de complicidad que hizo sonreír vergonzosamente a su hija ante las risas de todos. -
-Sí, mejor ve y hazlo. O mi hijo es capaz de olvidarse. Es ponerse a revisar maquinaria y se le va el santo al cielo. - Rio Graham. -

Gina saludó con la mano y cortó la comunicación. Sus padres y el mayor aún se sonreían.

- ¡Pobre chico! No seas tan duro con él. - Sonrió Lora. -
-Es que mi hijo es un atontado. - Declaró Graham moviendo la cabeza. - A ver si se decide a ir en serio de una vez con vuestra chica. Ya se lo decía el otro día a Pierre.

Éste asintió solidariamente y fue Lora quien comentó.

-No sé, las mujeres solemos tener paciencia, pero no indefinidamente. Y ya llevan un tiempo jugando a eso de salir o no como amigos o como pareja. 

  Sus interlocutores asintieron. Desde luego, eso mismo pensaba Gina. Gordon era un gran chico, pero aparte de no estar muy segura de lo que realmente sentía, él tampoco se decidía a dar el paso. Ese de pedirle una relación seria. Pensaba sobre eso, aunque no sabía que su conversación había sido escuchada. Pues, entre tanto, tras tomarse algo con Larus y despedirse de él, Yener había llegado ya al planeta y desembarcado en la recién instalada delegación de su mundo. De allí se dirigió hacia la cantina de la sede del congreso. Quiso el azar que llegase justo cuando la chica conectaba con sus padres. Haciendo uso de una técnica de las aprendidas en el monasterio de monjes-guerreros en el que estudió, se camufló para no ser descubierto y escuchó la última parte de la conversación. Después partió hacia la zona de hangares. Como tenía una tarjeta de acreditación que le dieron al llegar su paso no fue interrumpido. Se acercó hasta una nave idéntica a la que le trajese por primera vez al planeta. Allí descubrió a ese tal Gordon haciendo las oportunas comprobaciones.

- Nos vamos a reír. - Pensó el yumlaincer que, utilizando telequinesis bloqueó unos conductos de ventilación. -

El disruptor de Gordon comenzó a sonar con tono de alarma, su dueño se dirigió guiado por él hasta la zona de ventilación. ¡Qué lata!, algún sistema estaba en mal estado. Así se lo dijo el ordenador de a bordo.

-Fallo en el sistema de soporte vital. Situación de la nave, no apta para el despegue.  - Sonó la voz metálica de la computadora. –
- ¿Cuál es su naturaleza? – Inquirió él. –
-Posible obstrucción del sistema. Aunque faltan elementos para responder a la pregunta. - Declaró ese aparato. –
- ¡Pues qué bien! – Resopló el chico. -

Bueno, comunicaría por receptor con Gina y le diría que tardaría en llegar. Pero éste tampoco obedecía. Yener sonrió camuflado en una esquina.

- ¡Maldita sea! ¿Pero qué está pasando aquí hoy? ¡En fin! No me queda otra que solucionarlo. Intentaré arreglarlo lo antes posible. - Se dijo el resignado Gordon en tanto que su saboteador salía de allí tratando de aguantar la risa. - 

Gina aguardaba en la estancia contigua al pasillo desde el que había hablado con sus padres. Estaba deseosa de que llegase Gordon. Aunque éste se retrasaba bastante. Por fin escuchó pasos y antes de tan siquiera ver al dueño de estos se aventuró a decir con tono molesto por ser presa de la impaciencia.

- ¡Ya iba siendo hora! Creí que no llegabas.
- ¿Perdón? - Repuso Yener doblando la esquina con gesto de extrañeza dibujado en su semblante. - ¿Es a mí?
- ¡Oh, lo siento! - Sonrió Gina azorada justificándose de inmediato con visible vergüenza. - Te ruego que me disculpes.  Creía que se trataba de otra persona.
- No hay nada que disculpar. Soy yo el que lamenta haberte defraudado en eso. - Replicó condescendientemente el muchacho, agregando con osadía. - Pero si la espera se prolonga quizás me aceptarías una invitación.
- Es que ya he quedado. - Objetó Gina que se sentía algo incómoda de un lado, aunque por el otro no tendría ningún inconveniente en aceptar en otras circunstancias. – No creo que tarde mucho más en venir.

Hubo un momento de silencio algo incómodo, aunque el chico enseguida maniobró con la ventaja de saber qué es lo que le había pasado a la fallida cita de esa hermosa muchacha.

- Quizás te parezco muy impulsivo al proponerte algo así. No sé cuál es la costumbre entre los tuyos, pero precisamente tengo que quedarme aquí y no conozco a nadie. Me gustaría charlar un poco sobre vuestro mundo y el mío. Quizás abriríamos caminos y podríamos conocernos mejor.  - Insistió él haciendo uso de sus grandes dotes de convicción matizando con una amplia sonrisa. - Me refiero a nuestras dos civilizaciones. Claro, hasta que tu cita llegue.

Gina escuchó estas palabras con interés, quizás si entablaba conversación con él podría averiguar cosas que Kyra fue incapaz de detectar. Además, había pasado ya una hora y Gordon seguía sin aparecer. Con lo despistado que era a veces pudiera ser que hasta se hubiese olvidado. Desde luego que de haber alguna razón podría habérsela comunicado, pero es que ni siquiera se había molestado en llamar. Ella estaba bastante molesta y a buen seguro a su compañero no debería importarle demasiado para no haber tratado al menos de justificar su retraso.

- Conozco un lugar muy acogedor cerca de la sede del congreso. - Repuso la chica por fin. - Me encantaría mostrártelo. - Afirmó ella dominando en la medida que pudo su azoramiento. -
-Será un placer para mí. - Convino su interlocutor sonriendo con evidente contento. - 

Gina le observó con interés. La verdad es que ahora que se fijaba mejor ese chico era muy apuesto y el uniforme que vestía, color burdeos con una amplia tira con forma de delta sobre el pecho, luciendo lo que debían ser sus condecoraciones y tres barras metálicas, le quedaba muy bien.

-Bien, pues vamos. - Pudo decir algo azorada. -

Yener asintió, podía captar esos pensamientos en la muchacha, pero por educación elemental no se lo hizo saber. Ojalá ella le preguntase y tuvieran tema para iniciar una conversación. Desde luego que a él le agradaría cualquier pretexto para poder “atravesar las Tierras de Kalte” o lo que sería igual en términos de Omega, “romper más el hielo”. Por su parte Gina estaba deseosa de saber más acerca de ese misterioso oficial y su mundo y comenzó a caminar guiándole. Su acompañante la siguió y ambos se dirigieron hasta el restaurante al que ella hizo alusión, sentándose en una mesa apartada del bullicio, fue la patrullera la que comenzó la conversación obligándose a pasar por encima de su timidez.

- Debe ser muy apasionante entablar contacto con otras civilizaciones ¿verdad?
- ¡Dímelo tú!,- rio Yener devolviendo la pregunta - ¿A ti que te parece?

Eso hizo reír a Gina ¡qué bobada había preguntado! pero no sabía que podría haber dicho, sus mejillas estaban coloradas cuando repuso.

- Es verdad, soy una tonta. Lo he preguntado como si no hubiera sido recíproco. - Admitió sintiéndose ridícula -.
- En lo primero no estoy de acuerdo, no eres ninguna tonta. En lo segundo, ciertamente es apasionante - reconoció Yener. - Y más si se descubren a habitantes de otros mundos como tú. - Afirmó dejando pasar intencionadamente unos segundos para añadir - y tus amigos claro.

Gina se sonrojó esta vez muy visiblemente, Yener sabía que sus cumplidos le estaban llevando por el camino acertado. Aunque ella enseguida le inquirió para desviar la cuestión mirando hacia su pechera.

- ¿Todos esos distintivos señalan tu rango?
- Sí. Bueno no todos, algunos son condecoraciones. – Explicó él con esforzada modestia pues pese a sentirse halagado debía reconocerse que no era en realidad para tanto. Esa chica no conocía la jerarquía ni los honores de Yumlaiance y no sería del todo honesto tratar de darse más pompa de la existente. - Nada importante, más bien emblemas de mi paso por la academia militar de mi mundo y estas barras. - Señaló con toda intención –. Son las insignias de mi nuevo grado. Mayor.
- ¡Vaya!, ¿te han ascendido?, ¡felicidades! – Pudo responder ella con sincero tinte de voz que Yener percibió por su parte muy satisfecho. Aunque Gina añadió sintiéndose obligada en mutua correspondencia. - Yo soy alférez todavía. Bueno, estoy a punto de ascender a sublugarteniente. Aunque ahora no visto uniforme pues estoy de permiso. – Remató prometiendo otra vez con trato respetuoso, quizás influida por ese rango. - Cuando lo lleve ya le enseñaré los distintivos.
- Por favor, tutéame sin ceremonias - Le pidió cordialmente él que preferiría verla de otro modo y no precisamente de uniforme sino más bien carente de todo atavío. En fin, mejor moderar esos pensamientos, no eran dignos de un Monje guerrero, ni de un oficial, pero a fin de cuentas eran humanos...- Me gustaría pensar que, más que aliados, podamos llegar a ser buenos amigos.

Ajena del todo (por fortuna para ambos Gina no era como Kira) a estos pensamientos ella sonrió asintiendo, posando la cabeza sobre sus manos entrelazadas que se sostenían sobre la mesa apoyadas en los codos. No era de muy buena educación, pero le permitía una pose más escrutadora e informal que le proporcionaba más confianza. Y eso le vino bien a la hora de lanzar otra pregunta.

- ¿Qué tal es vuestra sociedad?
- No muy distinta de la vuestra, en lo esencial somos muy parecidos- respondió él. - Tenemos aspiraciones, sueños, deseos y afectos. Y también problemas, desacuerdos y cosas que mejorar. Imagino que al igual que vosotros. Lo nos guía mucho en general es el sentido del honor, el respeto al pasado y la dignidad.
- A nosotros nos ocurre lo mismo, es cierto- sonrió Gina. - Vosotros también tendréis una dura preparación para ir al espacio. ¿Verdad?
- Sí, es cierto. - Admitió él- como te dije yo estuve cinco años en la academia espacial y otros más cinco anteriormente en un monasterio de mi mundo.
- ¿Eras monje como los curas de antaño? - Se sorprendió Gina mirándole perpleja puesto que ese chico no parecía encajar con esa ocupación. -
- No, no es eso - sonrió Yener que ya había averiguado algo sobre las religiones de Omega y mundos aliados que a veces denominaban así a sus directivos. - Es un monasterio de monjes guerreros, dominan muchas técnicas de lucha y de concentración. Estos distintivos. – Y señaló hacia su pechera mostrando un emblema con un pequeño sol inscrito en él y otro extraño simbolito irreconocible para la chica. Al menos hasta que él ofreció una aclaración. – Es el símbolo de mi monasterio del Kail. Bueno, o Kai como se le conoce por esas tierras en su lengua autóctona. Así se llama el Dios que, según la leyenda lo fundó. El sol es el estandarte del reino en donde se encuentra, Sommerlund, y esto. - Matizó en alusión a ese raro diseño cercano. - Es el número de disciplinas que domino. Nueve.
- ¡Son muchas! – Afirmó sorprendida la chica.
- En realidad todavía estoy en el nivel básico. –  Reconoció él quitándole importancia -.
- ¿Entre las que dominas está la telepatía quizás? - Conjeturó Gina que creía acercarse a algo interesante. -
- No es exactamente eso. - Matizó Yener que le aclaró. - Te enseñan a desarrollar el potencial de la mente y del cuerpo, entre otras cosas.
- ¿Podrías saber lo que pienso ahora? - Le inquirió ella con una media sonrisa. -
-Si lo supiera no tendría ningún encanto y no siempre es fácil. - Respondió Yener devolviéndole una melosa sonrisa, aunque él ya intuía, y para eso no le hacía falta ninguna técnica en particular, que ella intentaba sonsacarle algo. Quiso dar la vuelta a la situación y preguntó a su vez. - Esa amiga morena tuya sí que parece poder leer las mentes.
- Kira es telépata - Admitió Gina. - Posee dones especiales, también tiene presentimientos que suelen ser muy acertados.
- Vaya, que interesante - susurró Yener que añadió ahora en tono más alto. - Ojalá que yo le inspire buenos presentimientos.
- ¡Creo que por ahora sí! - rio la jovencita. -
- ¿Y a ti, te los inspiro? - Inquirió Yener mirándola fijamente a los ojos lo que descentró un poco a la chica que no supo contestar hasta pasados unos segundos, más cuando el joven remachó - ¡Ojalá sea así!

Ahora sí que la pobre muchacha estaba roja. Quizás esa charla se le estaba escapando de las manos. Aunque por educación debería dar una respuesta. Los ojos de aquel joven desde luego, entre marrones y algo verdosos, se clavaban en los suyos como si en verdad fuesen capaces de saber lo que estaba pensando. Al fin, pudo ser capaz de replicar.

- Bueno, creo que eres sincero y que tus superiores también. Ojalá que podamos unirnos todos en una sola confederación. - Declaró aturdida y con las mejillas nuevamente coloradas. – Sería extender la paz y la amistad a lugares remotos del espacio…
- Eso espero yo también, unirnos y poder conocernos mejor...- Sonrió él, aunque posiblemente teniendo en mente otro significado algo más prosaico e individual, referido a esa encantadora anfitriona, de modo que para disimular su creciente interés matizó. - Es muy importante que los distintos pueblos y culturas sepan relacionarse en paz.

La muchacha asintió despacio, visiblemente azorada. Los dos estaban mirándose fijamente el uno al otro cuando llegaron Peter y Kira. Esto no habría sido ningún inconveniente lo que verdaderamente, lo era fue que junto con ellos apareciese también Gordon. El muchacho les había estado explicando lo sucedido.

-No lo comprendo. ¿Cómo es posible que fallaran el transmisor y el sistema de ventilación de la Libélula al mismo tiempo?…

Kira le observó con gesto impenetrable, pero tenía uno de esos presentimientos tan suyos. Del tipo de que aquellos incidentes no habían ocurrido por casualidad. Y supo que no se equivocaba al entrar en ese restaurante y ver a Gina con ese yumlaincer. Tanto a ella como a Peter les sorprendió, pero Gordon sí que se quedó perplejo y visiblemente disgustado al percatarse de con quién estaba Gina. Por fortuna para todos él no intuía que ese yumlaincer fuera el causante de aquella inexplicable avería que tanto tiempo le llevó arreglar. Y su mal humor fue en aumento al ver como la que deseaba que fuera su novia parecía disfrutar en compañía de ese presuntuoso oficial. Aquel individuo daba la impresión de ser el típico caza chicas. Esos de los que tienen un amor en cada escala planetaria y desde luego Gordon no iba a consentir que se metiera por medio entre él y Gina. Así que, guiado por su impulso, se dirigió hacia ellos furibundo y apretando el paso antes de que sus amigos pudieran ni tan siquiera tratar de disuadirle. Kira no tuvo ninguna dificultad en sondear su mente y visiblemente inquieta le indicó telepáticamente a Peter que debían seguirle deprisa. Este la observó sin comprender.

- “Luego te lo explico”- Le indicó mentalmente ella. -

Y es que estaba realmente preocupada. Si Gordon perdía los estribos y era muy posible que lo hiciera, la cosa podría desembocar en un grave incidente diplomático...


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