jueves, 3 de marzo de 2011

UNC 06

Capítulo 6. Un fulgurante Ascenso.


Por suerte para todos Gordon pareció controlarse cuando se llegó hasta donde estaban ambos, fue Gina la primera en hablar cuando le vio. Impidiéndole a sabiendas o no, que fuera el primero en pronunciar palabra.

- ¿Dónde te habías metido?  Te estuve esperando durante más de una hora. - Le recriminó algo molesta. -
- Perdóname - pudo decir él que ahora daba la impresión de estar avergonzado. - Te intenté llamar por el comunicador, pero éste no te captaba. Aunque veo que no te has aburrido. - Añadió ahora con un marcado sarcasmo volviendo a centrase en el tipo aquel. -
- Me encontré con Yener por casualidad en tanto te aguardaba. Fue muy amable al invitarme. - Le respondió Gina sin querer acusar ese tono. -Estábamos charlando sobre nuestros respectivos planetas – 

Le hizo una especie de guiño subrepticio a Gordon que éste no captó. Kira en cambio sí se dio cuenta de ello e intervino cuando se acercó hasta ellos.

- Creo que lo más conveniente es que nos sentemos en otra mesa ¿No lo crees, Peter?
- Sí claro- se apresuró a convenir éste posando una mano sobre su compañero en un gesto conciliador. -Vamos Gordon, amigo. ¿Queréis uniros a nosotros? - Inquirió también a Yener y a su propia hermana con la intención de distender la atmósfera. - A buen seguro Gordon estará más tranquilo si esos dos no siguen en una mesa aparte. - Pensó no sin motivo. -
- Estaré encantado de hacerlo- fue la sonriente respuesta del yumlaincer que no dejaba de mirar de soslayo a Gordon, parecía incluso sonreírse al verlo tan envarado. - 

Éste parecía aguantar su malestar a duras penas. Desde luego que sus sentidos del Kail no le eran necesarios para darse cuenta de la creciente animadversión que estaba despertando en ese individuo.

-Mejor no tentar la suerte. - Reflexionó el yumlaincer. -

     Desde luego que, de haberse tratado de su vida privada, y suceder esto en alguna taberna de Dumlans o de Holmrad no le hubiese preocupado si ese tipo buscase pelea o le acusase de querer robarle a la novia, (o en el caso de ese pazguato, lo que fuera esa chica para él), Yener era más que capaz de defenderse de esa fauna de fanfarrones o chusma patibularia que solía asomar las narices por allí.

-Pero esto es bien distinto, estoy en su mundo y en misión diplomática. - Volvió a recordarse. - Mejor será ser prudente.

        Así pues, aceptó encantado y los cinco se sentaron alrededor de una mesa más espaciosa y pidieron. Pese a la aparente calma y los intercambios de cortesías, había un juego de intercambios de miradas entre Gordon, Gina y Yener que no parecía presagiar nada bueno. Aunque Peter se limitaba a observar, aparentemente ajeno a ello, Kira sí que sentía que la tensión estaba alcanzando niveles más que recomendables. 

-Parece que el yumlaincer está haciendo un esfuerzo por controlar su carácter. Lo mismo que Gordon, aunque él teme más la reacción de Gina y lo de Yener es más fruto de una estrategia. - Percibía la telepática. -

          A todo eso, la conversación estaba a punto de reanudarse cuando apareció un oficial de Yumlaiance que, tras cuadrarse, saludó militarmente a Yener declarando en su idioma materno.

- Disculpe que le moleste, señor, pero se requiere su presencia por parte del comodoro Cresat.
- Muy bien, ahora mismo voy, teniente - Repuso el interpelado, contrariado por tener que dejar aquella reunión, pero consiguiendo evitar que eso se dejase entrever en sus facciones siempre sonrientes. - Lo lamento, pero debo dejaros, órdenes superiores. He sido requerido por mi comandante en jefe.
- Lo comprendemos perfectamente- contestó amigablemente Peter. - También somos oficiales.
- No te entretengas por nosotros, por favor, podrías llegar tarde. - Añadió Gordon con evidente regocijo y sorna. -

Obviando el comentario Yener saludó educadamente a Kira e hizo lo propio con una leve inclinación a Gina a la que besó en la mano con suavidad, recreándose en hacerlo para asombro de sus contertulios e irritación mal contenida de Gordon. Acto seguido se fue tras su subordinado.

- ¡Ese tipo es un creído y un arrogante! - Pudo decir Gordon con indignación. - ¿Cómo te has dejado convencer por él para venir aquí? - Le recriminó a la rubia muchacha. -

Antes de que ella, a quién ese tono no sentó nada bien, pudiese hablar, Kira intervino con su suave tono habitual.

- Mira Gordon, la presidenta del Consejo dio órdenes de averiguar lo más posible acerca de Yener y sus superiores. Es de vital importancia para las negociaciones con su mundo. Estoy segura de que Gina ha estado tratando de sonsacarle. ¿No es así?

Algo sorprendida de la intuición de la que su amiga había hecho gala una vez más ésta hizo un leve asentimiento con la cabeza. Por fortuna podría evitar una discusión.

- Así es. – Corroboró la muchacha con tono apagado y aun teñido de malestar. - Pensamos que, si era imposible obtener más datos por sondeos telepáticos, quizás con una charla amistosa se lograse. – Sentenció con voz suave, pero con una ofendida mirada puesta en Gordon. -
- Lo lamento, perdóname - suspiró éste al darse cuenta de este último detalle sintiéndose repentinamente como un idiota. - Si estabas cumpliendo órdenes...Y siento mucho haberme retrasado, pero ni la nave, ni mi transmisor funcionaban, sé que es ridículo, pero te doy mi palabra de que...
- No pasa nada. – Sonrió ahora Gina extendiendo su mano para cortar ese torrente de disculpas. - Lo comprendo. 

Estaba claro que el muchacho se sentía mal por su precipitado juicio y a ella en el fondo le halagaba esa reacción, aunque prefería que él no fuese tan evidente. Gordon era buen muchacho, pero le faltaba el encanto de saber guardar sus cartas.

-Será por eso por lo que he reaccionado mal. Ya sabéis como soy, enseguida me irrito cuando las cosas no salen como deberían. Y a buen seguro que ese tipo no tiene nada que ver. Pero es que no lo puedo evitar, no me fio de él. - Comentó el todavía apurado Gordon. -
- Amigo- terció Peter también, con intención conciliadora. - No debes dejarte llevar por tus emociones. Yo tampoco confío del todo en ese yumlaincer, como imagino que él no lo hará de nosotros. Pero esto es como una partida de ajedrez, hay que conocer su táctica y de que fichas disponen.
-De todos modos, tu reacción ha sido natural y espontánea, eso es lo mejor que podría haber ocurrido. - Intervino Kira, añadiendo. - Él también posee destrezas telepáticas y habrá captado que tu malestar era genuino. Por eso era mucho mejor que no supieras que todo estaba preparado. - Remachó echándole otro capote a Gina. -

Gordon volvió a mirar de soslayo a su rubia compañera sintiéndose como un idiota. Apenas esbozó una leve sonrisa para llevarse una mano al cogote y comentar más distendido.

-Si el caso es que soy un bruto, me alegro de que por esta vez eso nos diera ventaja y haya servido para engañar a ese tipo.
-Nunca está de más tener algo de ventaja. - Declaró Peter.- A la vista del poder que parecen tener esos yumlaincers en cuanto a naves de combate. Deben de disponer de unas cuantas.
- Pues vista su avanzadilla creo que de muchas- respondió Gordon ahora pese a todo con un tono más relajado. - He visto alguna de ellas y debo reconocer que son impresionantes. Dan la impresión de ser mucho más potentes que nuestros cruceros e incluso más que los destructores estelares de Casiopea de la clase nautilo. 
- Sí, y pese a mis esfuerzos por penetrar su mente, ese tal Yener me es casi inexpugnable. - Intervino Kira, aseverando. - Creo que solo me deja llegar hasta donde él quiere, parece poseer una especie de barrera psíquica que le protege de mis intentos de sondeo.
- Es una de sus disciplinas, se llama defensa psíquica. La estudia en su monasterio, - les explicó Gina como un resorte. -

          Los demás se miraron perplejos clavando acto seguido los ojos en la tímida rubia y su propio hermano rompió esos instantes de silencio. Comentando con regocijo.

- Nuestra madre no se equivocaba. Por lo que veo la táctica de mi hermana parece ser más efectiva que la telepatía, ¡ja, ja! 
-A veces una simple conversación cordial obtiene muy buenos resultados. - Musitó tímidamente Gina. -
-Anda dinos. ¿Qué más has averiguado? - Se interesó Peter, centrándose en escucharla como los demás. -
- Bueno- repuso la muchacha algo temerosamente. - Hemos hablado de muchas cosas, de donde nacimos, crecimos. De nuestros mundos - los demás parecían hacerle sentir con la mirada que eso no les interesaba demasiado hasta que ella añadió. - Me comentó que, en su mundo, la tradición militar es muy importante desde hace siglos. Tienen un poderoso ejército y una gran flota de combate, y no están solos. Al menos hay tres mundos más en su alianza con un nivel similar al suyo. 
-Sí, eso ya lo sabíamos. - Intervino Peter. -
-Aunque mejor que nos lo confirmes. - Se apresuró a añadir Gordon. -

       Y es que el pobre no podía evitar sentirse cada vez más como un idiota y no sabía qué hacer para repararlo. Su compañera y más que amiga había realizado un excelente trabajo de información y él la había estado culpando poco menos que de flirtear con ese individuo. Y fue la propia Gina quien, ajena a esos pensamientos asintió, afirmando entonces.

-Por lo que he podido deducir de sus palabras, la cantidad de naves de combate que tienen aquí no es ni un diez por ciento de la total.
- ¡Ni un diez por ciento! - Exclamó Peter incrédulo. - Nosotros no tenemos esta cantidad de naves concentrada en ningún sitio. Y mucho menos de un porte similar. Superan de por sí la flota de Omega.
- Y únicamente me refiero a las de su planeta. - Añadió Gina dejándoles aún más atónitos y especulando a continuación. - Para calcular las de toda su alianza quizás habría que multiplicar por cuatro. Aunque es una mera especulación, bien podrían ser ellos el mundo más poderoso de su alianza y los demás apenas unas comparsas que no aportasen casi nada.
-O, al contrario. - Dijo Peter. - Por eso que sea tan importante obtener información fidedigna de su fuerza real.
-A mí me parece que, tal y como habla de sus aliados, deben de estar en un nivel bastante parejo de fuerzas.- Estimó Kira. -
- De ser así, si quisiéramos oponer alguna resistencia en caso de conflicto no creo que bastase ni con las naves de Casiopea. Salvo que ese tipo exagere o sea un artista del engaño y nos quiera hacer tragar un farol más grande que una gigante roja. - Añadió precavidamente Gordon. -
- En tal caso no sé qué sería peor- declaró Kira. - Pero no creo que debamos preocuparnos por eso. Al menos, no detecto en él ningún sentimiento de hostilidad hacia nosotros. O es que es un auténtico maestro en ocultar también sus emociones.
- Tú misma has dicho que te deja llegar hasta donde quiere. - Le contestó Gordon añadiendo esta vez de forma muy sagaz. - ¿Quién no nos dice que es eso precisamente lo que desea que pienses?

Hubo unos segundos de silencio, todos parecían meditar seriamente sobre esa posibilidad y por fin Gina rebatió.

- Yo no lo creo, no sé cómo explicarlo, pero cuando hablé con él me propuso incluso que un día podríamos ir a conocer su planeta. No sé, lo dijo de forma muy cordial. Se le notaba distendido durante la conversación. Al menos al tocar ese tema, hablaba con mucho sentimiento de orgullo por su mundo, incluso de afecto. Me dio la sensación de que, incluso cuando me refirió lo de su flota de combate, no parecía estar preocupado. Eso creí sentir, aunque no tenga capacidad telepática como tú, Mercedes. - Remachó algo tímidamente. -
-No, pero eres psicóloga y estás estudiando para diplomática. - Sonrió la interpelada, sentenciando. - Creo que tus valoraciones son muy acertadas. 
- Una de dos- terció Peter mesándose la barbilla, acto heredado sin duda de su padre. - O es que realmente desean ser nuestros aliados y así creen poder impresionarnos o es que nos valoran en tan poco que les da igual que conozcamos sus efectivos reales lanzándonos así una advertencia. Es lo mismo que cuando nos invitó a subir a alguna de esas naves. No parece inquietarle que las veamos. Incluso podrá estar cumpliendo órdenes. Recuerdo algunas clases de historia militar de la academia y nos contaron que hace miles de años, Publio Cornelio Escipión hizo eso mismo con unos espías cartagineses que capturó justo antes de la batalla de Zama. Les permitió ver todo su campamento, les mostró incluso la caballería y les liberó para que informasen de todo a Aníbal. 
- ¡Vaya! - Comentó un divertido Gordon ahora. - Pensé que te dormías en las clases de historia militar.
-No en todas, amigo. - Sonrió su compañero. -
-Es una buena analogía. - Afirmó Gina, preguntándose en voz alta. - La cosa está en saber si nos muestra lo que tiene confiando en intimidarnos o bien lo hace como una especie de autoprotección.
-Sí, como algunas especies de reptiles o insectos que muestra vivos colores para pasar por venenosas sin serlo. - Completó Kira. -
- Eso es, como ya he dicho podría ser todo mentira y estas naves constituir toda su flota. - Se ratificó Gordon a quién esos ofrecimientos del yumlaincer no le hacía ninguna gracia. – Pudieran estar tratando de aparentar mucha más fuerza de la que en realidad poseen. Hablando de las clases de historia militar. Ya sabéis lo que decía el código de la guerra de Sun Tzu, cuando seas fuerte muéstrate más débil y cuando seas débil aparenta más fortaleza de la que tienes, para confundir a tus enemigos.
-Es una buena interpretación, pero dudo mucho que los de su mundo conozcan ese libro. - Objetó Peter. -
-Bien pudieran tener una filosofía similar. - Especuló Gina. -
- De todos modos, no sería muy inteligente enviar todas sus fuerzas aquí desprotegiendo su mundo. - Rebatió Kira afirmando con agudeza. – Salvo que no tengan enemigos de ninguna clase. En cuyo caso, no veo porqué querrían serlo nuestros.
- ¿Por qué no? - Insistió Gordon arguyendo con desconfianza. - Eso es precisamente lo que pueden querer que pensemos. A fin de cuentas, nosotros no sabemos dónde está su mundo y ellos sí que conocen la situación del nuestro. No tendrían por qué temer un contraataque. Sería una buena jugada. Y quizás no tengan enemigos porque los hayan destruido a todos utilizando esta misma estratagema. ¿No creéis?

Eso les hizo meditar a todos. Desde luego que era un tema espinoso. Había dos posibilidades que estaban bien marcadas. O los yumlaincer eran un pueblo pacífico que acudía sin temor hasta ellos para ganar amigos, confiando en que ellos eran igualmente benévolos. O bien eran un pueblo conquistador que estaba analizando las fortalezas y debilidades de su siguiente presa recurriendo a una artera artimaña, fingir sus deseos de amistad. Pero ¿cómo saberlo con seguridad?

- Podría ser un buen farol, sí señor- reconoció Peter que se admiraba de lo perspicaz que se volvía su amigo cuando los celos le acosaban, no obstante, rebatió con prudencia. - Pero no podemos hacer nada hasta no estar seguros. Primero, de que en verdad quieren ser nuestros amigos, segundo, caso de no ser así, de que estos fueran todos sus efectivos.

Todos convinieron en eso, fuera cual fuese el caso, por el momento la mejor arma sería la cautela. Lo mismo pensaban Pierre y Lora, así como la mayor parte del Consejo. Más cuando fueron informados de lo que Gina había logrado sonsacarle a ese oficial. Tras agradecerle a su hija por su buena labor, le pidieron que transmitiera al resto mantener la prudencia y no bajar la guardia. Después de eso charlaron a solas en el despacho de la presidenta. 

-Está claro. - Comentó el coronel Larans. - Tendremos que andarnos con muchísimo cuidado y medir muy bien nuestros pasos.
-Así es. - Convino su esposa, afirmando con un toque de orgullo materno. - Y nuestra hija ha sabido ver muy bien a través de ese muchacho.
-Nuestra Gina siempre ha sido muy inteligente, pese a que nunca lo ha evidenciado de manera clara. Me refiero a con hacerlo con alardes. Sus notas en la academia han sido excelentes, incluso mejores que las de Peter. Y aun siendo dos años menor pudiera haber ascendido ya a lugarteniente. Pero la pobre es demasiado tímida y no tiene dotes de mando. - Afirmó Pierre. -
-Sin embargo, tiene muchos deseos de hacer carrera en la policía espacial y después en la diplomacia. - Convino Lora. -

          Bueno, en realidad, la presidenta era consciente de que su hija se había alistado en la policía espacial por cumplir con las expectativas que su padre tenía y más que nada como un trampolín de cara a una futura carrera diplomática. Pero no le iba a decir eso a Pierre. Aunque fue su esposo el primero en admitir.

-En su vocación diplomática ha salido a su madre. Peter está claro que es más como yo. Prefiere la acción a las palabras.
-Sí, los dos sois valientes y muy inteligentes también. Pero os pierde lo mismo, lanzaros a la carga sin pensarlo dos veces. - Sonrió Lora. -
- ¡Mujer!, que yo ya he ido madurando con los años. - Alegó Pierre. -
- ¡Pues menos mal! - se rio ahora su cónyuge, recordando divertida. -  Me acuerdo todavía de las que organizabais entre tu amigo Graham y tú.
-Lo de reprogramar aquella sonda de vigilancia meteorológica para ver la final de fútbol fue cosa de él. - Se apresuró a declarar su marido. -

            Los dos rieron durante unos instantes, rememorando aquella y otras “hazañas” de juventud de Pierre y su inseparable compañero. Al fin Lora volvió a un tono serio para sentenciar.

-Nuestros hijos son juiciosos y muy buenos chicos. Solamente espero que su inexperiencia no les traicione. Es duro tras toda una vida educándoles en la necesidad de confiar y de mantener una mente abierta, tener que pedirles ahora que se muestres tan cautos y desconfiados con estos nuevos contactos.
-Sí, pero es lo mejor. - Suspiró Pier. -

      Ambos se miraron y el coronel Larans se despidió, tenía que ir a su propio despacho a supervisar las patrullas del día. Lora se quedó sentada y reflexionando.

-Veremos que ocurre en la próxima sesión del Consejo. - Se dijo. -

        Yener, por su parte, acudió rápidamente a la llamada del comodoro que sin preámbulos le dijo.

- Han llegado órdenes de nuestro mundo por el canal del subespacio que ahora nos conecta a Omega. Tras recibir mis informes han decidido nombrarte a usted embajador provisional en este mundo.
- ¿A mí? - Exclamó Yener señalándose atónito, desde luego había esperado una recompensa por su actuación. Sin embargo, esto le sobrepasaba y se apresuró a objetar. - Pero si yo no soy diplomático señor, y mi rango es muy bajo. Demasiado como para ese desempeño.
- Mayor. Tómelo o déjelo si lo desea - repuso el comodoro con un tono bastante ceremonial en el que agregó como si de una advertencia se tratara. - Pero sepa que esta orden viene dada por el mismísimo Emperador quien se ha dignado designarle haciendo uso de esa prerrogativa. Cuando transcurran unos meses de su gestión aquí, caso de que acepte el cargo, tendrá que acudir a informarle a él personalmente.

Ahora sí que Yener estaba pálido. Si lo otro le había sorprendido esto le dejó clavado. Durante unos momentos se quedó sin palabras. Casi balbuceó su contestación en forma de atónita pregunta.

- ¿A su Majestad Imperial en persona? ¿Pero cómo es posible que me elija a mí, señor?  Hay decenas, cientos, o miles de personas que sin duda estarían más capacitadas que yo para esto...

El comodoro suspiró para dirigirse a Yener, ahora en un tono más confidencial y amistoso incluso paternal.

- Escúchame, hijo. Eres muy joven y tienes una oportunidad que la mayoría de los oficiales, entre los que me incluyo, a tu edad no hubiéramos podido ni soñar. Tú sabes que este cargo lleva consigo honores y privilegios importantes, así como un ascenso rápido. Yo mismo te acabo de elevar al rango de mayor siendo todavía un primer teniente recién salido de la academia. Pero, tal y como se han puesto las cosas y aunque sea irregular, tendré que pensar en ascenderte directamente a capitán de crucero. No puedes ser representante de nuestro mundo por menos de eso. Y yo seré tu agregado militar.

- ¿Eso quiere decir que yo daría las órdenes? - Inquirió Yener sin saber si soñaba o estaba alucinando. - ¡Señor, es un disparate!, ¿cómo puedo estar por encima de usted en el rango? - Exclamó olvidando por un momento con quién hablaba. -
- Muchacho, - sonrió Cresat que se hacía cargo de las emociones que asaltaban al joven - con el tiempo aprenderás que, en ocasiones, el rango no tiene tanta importancia. Nuestro Emperador está rodeado de los hombres más sabios de Yumlaiance. Expertos en política y en otras muchas cosas. Si han decidido esto y le han aconsejado así a nuestro soberano, debe ser sin duda por motivos que tanto a ti como a mí se nos escapan. Tú sólo tienes que decirme si aceptas o no.

- ¿Puedo hablar con libertad, comodoro? - Inquirió el muchacho para evitar otro desliz -

Cresat asintió instándole a ello con un ademán de sus manos y tras un embarazoso silencio Yener afirmó con una ligera sonrisa y tinte confidencial.

- Sería un tonto si no lo aceptase, señor.
- Puede que seas un tonto mayor si lo aceptas. - Le rebatió el contralmirante. - Piénsalo Yener, es mucha responsabilidad como tú mismo has dicho antes. Ten en cuenta que, siendo embajador, tu palabra es la del emperador y el gobierno.
- Pero le tendré a usted de consejero, señor- repuso Yener esta vez con visible desparpajo, como si una vez repuesto de la sorpresa tomase las riendas de la situación. - Y lo que usted me proponga a buen seguro que será lo más conveniente. El propio Skarn Dailin se rodeó siempre de grandes sabios y personas de gran valía para que le ayudasen en sus misiones. Y yo desde luego no le llego ni a la suela de los zapatos.

Eso hizo sonreír a Cresat que bromeó visiblemente halagado.

- Quizás comienzo a entender el porqué de tu nombramiento, Yener. De hecho, sabes que desde los tiempos anteriores incluso al gran Skarn Dailin, los señores del Kai han ejercido como cónsules y embajadores en tierras lejanas. Digamos que no haces otra cosa más que mantener esa tradición.

El muchacho asintió. Era cierto. Lo había estudiado en las clases de historia de la escuela y en el mismo monasterio. Durante siglos los monjes del Kai habían servido, primero a Sommerlund, después, con la gran alianza de los reinos, a Yumlaiance. No era nada raro que se le encomendase a alguno ese tipo de misiones. El propio Skarn Dailin, cuyo nombre significaba, el Lobo Solitario, ejerció de embajador en las tierras de la entonces llamada Vassagonia, siendo más joven que el propio Yener. Aunque claro, era Lobo Solitario, el mítico refundador del Kai.

-No, desde luego no voy a tratar de compararme con él, ¡ni por asomo! - Pensó avergonzándose al instante de tamaña osadía. - 
-Bien. - Suspiró el comodoro que pasó a informarle ya en serio. - Te asignaré a comisión el mando del crucero de batalla “Durenor” Técnicamente su capitán actual pasará a ser tu segundo al mando, pero seguirá haciéndose cargo de la nave dada tu prioridad en la función diplomática.
- ¿Tiene que ser todo tan complicado, señor? - quiso saber Yener que parecía confundido según atendía a esas explicaciones. -
- Me temo que dadas las circunstancias y el protocolo es lo único viable. Normalmente el cargo de embajador se le daría a alguien con rango mínimo de almirante o un homologado en dicho grado. Pero yo no puedo ascenderte a más de capitán, salvo por una orden expresa del alto Estado Mayor...
- Haré lo que pueda señor, no le decepcionaré. Ni a usted, ni al emperador, y mucho menos a nuestro mundo. - Aseguró Yener ahora con visible entusiasmo. -
- Eso espero, pues no me decepcionarías a mí sino como has dicho después, al emperador que ha confiado en ti, y por ende a nuestro mundo. - Y tras un espeso instante de silencio, el veterano militar añadió con tono más desenfadado. - Y ahora vete a descansar, te hará falta.

Yener saludó despidiéndose del contralmirante. Caminaba pensando en cuanto agradecería tener allí a su maestro Azor Ligero. 

-Siempre sabe qué decir para orientarme. Y en este momento eso es lo que necesito. Estoy realmente perdido. - Se admitió. -

      En esos pensamientos estaba cuando se cruzó con su amigo Larus.

- ¿Qué tal el día?,- le inquirió este a modo de saludo desenfadado. -
- No ha ido mal. - Sonrió Yener con visible satisfacción respondiendo con un fingido tono monocorde. - Creo que le gusto a una preciosidad de Omega y además me han nombrado embajador de nuestro planeta aquí con rango de capitán de crucero.

Tras las risas de Larus, Yener le miró fijamente y dijo con seriedad moviendo la cabeza despacio.

- No es una broma...
- ¿Qué le gustas a una chica de aquí? ¡Eso no lo he dudado ni por un instante! - Se rio su contertulio sentenciando. - ¡Por Maray que será verdad!

        Aunque dejó de hacerlo cuando vio la expresión inalterada de su amigo quien insistió.

-Y lo otro, también.
- ¿No lo dirás en serio? - Exclamó Larus sin poderlo creer. -

Ante los desmesurados ojos de su interlocutor Yener le contó su conversación con el comodoro, su amigo le escuchaba cada vez más sorprendido y exclamó.

- ¡En la academia siempre dije que eras un tipo con suerte, pero esto ya es demasiado!
- ¡Tranquilo, ya procuraré yo tengas un cargo importante! - Repuso Yener con un tono de pompa fingido. - Anda vamos a celebrarlo. Otra vez que invito yo. Así que tampoco te podrás quejar. ¡Tacaño de Guadail!
- La próxima vez me gustaría ser yo el que invitara. Por ejemplo, cuando el Campirians le gane al Prehistar la final de la liga. –Bromeó este con expresión risueña contagiando a Yener. -
- ¡Eso ni en tus mejores sueños! ¡Antes prefiero seguir pagando yo! - Rio su compañero. -

Yener apoyó entonces una mano en el hombro de su amigo le guio hacia la cantina y ambos se perdieron por los pasillos en tanto le aseguraba.

-Ya buscaremos la forma para que tú invites…

Y tras tomarse algo cada uno se fue a descansar. En los días que siguieron, los yumlancers se mantuvieron en sus naves, esperando instrucciones. Aprovechando esa pausa Kira y Peter, Gordon y Gina, entre otros, fueron requeridos para una misión de rutina, debían acercarse a un planeta de un sistema solar cercano. En él habitaba una raza de seres humanos de bajo nivel tecnológico. Aunque antes tuvieron que hacer misión de campo y proveerse con datos que confirmasen la necesidad de dicha intervención. Así pues, acompañado por un androide del profesor Enius Maestro, Peter fue con un informador a un bar de la periferia de Port Doppler, el astropuerto de Omega. Aunque no acudieron allí solos, se hizo un despliegue con varios miembros más de la policía.

-Espero que podamos echarles el guante. - Comentaba Peter. -
-Si todo sale bien y no sospechan, a buen seguro que el reclutador vendrá hoy. - Le confirmó su contacto. –
-Tiene usted fama de ser un informador serio, Clark. - Afirmó el policía, objetando no obstante de seguido. – Pero debo decirle que hemos hecho indagaciones y nada de eso parece creíble. ¿Cómo puede haber mercenarios en Omega? - Quiso saber. –

La respuesta no le llegó, al menos no antes de que un grupo de tipos que corrían por la calle, le golpearan de costado. Peter los miró con expresión nada amistosa, pero optó por dejarlo estar. Su informador se limitó a señalar un cartel con el dibujo de un perro fumando en pipa y le indicó.

-Esa es la taberna.

En tanto Peter se frotaba su hombro, algo dañado por el anterior encontronazo, observó que aquel androide no dejaba de mirar de un lado a otro.

-Vamos Metro, siempre nos tienes que hacer perder el tiempo con tus tonterías. - Le dijo con tinte amonestador. –
-No, no pierdo el tiempo, me instruyo simplemente. Vuestro mundo es extraño y bastante absurdo. - Valoró ese robot. -

           Entraron finalmente en aquel tugurio, plagado de tipos que bebían o despotricaban. Algunos hasta le dedicaban miradas poco amistosas, llenas de recelo. 

-Vaya panorama. - Valoró Clark. -

Peter se dio cuenta de un importante detalle, debería haber vestido ropas de paisano para no llamar la atención. Desde luego que en aquellos ambientes su uniforme no era demasiado bien recibido. Y sobre todo era imperativa la discreción. Y no daban la impresión de ser dos tipos que hubiesen concluido su jornada de trabajo en los muelles cercanos.

-Unas cervezas. – Pidió el confidente. –

Entre tanto un tipo que debía de ser de Andrómeda abordó al policía y con tono visiblemente afectado por el alcohol le pidió.

- ¡Eh, muchacho!  ¿No ofreces a una copa a un amigo?

Aunque al girarse y dedicarle una hosca mirada, aquel individuo pareció darse cuenta de que Peter era un policía espacial. Enseguida se apartó musitando.

- ¡Oh! perdón.
- ¿Para qué le sirve esto? - Le preguntó Metro al tipo aquel, señalándose su propia cabeza con una de sus manos. -

          Ignorando aquello, el individuo que atendía la barra, un ser verdoso, orondo y con una cara en forma de pera y nariz abultada, les sirvió las cervezas preguntando en referencia a esa especie de artefacto de color plateado, y forma cilíndrica propulsado por unas pequeñas ruedas.

- ¿Ese cacharro bebe?
-El cacharro lo será usted. - Replicó el androide con una reverberación metálica. -
-No por ahora, pero no se preocupe, ya beberemos nosotros a su salud. Yo solo bebo por cuatro, patrón. – Intervino Clark, pagando otra jarra más. -

        El barman no hizo más objeciones y tanto el oficial como su confidente fueron a tomar asiento en una mesa algo apartada, con el androide a su lado. Desde allí, pese al ruido de fondo lleno de conversaciones, y alguna que otra algarada, tenían una buena panorámica del local.

-Metro. ¿Puedes captar el sonido y grabar desde aquí? - Le inquirió Peter. -
-Naturalmente. Ustedes no se preocupen. - Aseveró este con lo que parecía un tono de suficiencia más que evidente. -

             Su interlocutor asintió, aguardaron un rato más hasta que, en efecto, dos tipos entraron en el local. Se trataba de un par de individuos de más de dos metros y corpulentos. Eran de una de esas razas alienígenas provenientes de Aldebarán, si Peter no andaba errado. Anduvieron unos pocos pasos hasta sentarse en una mesa apartada unos cinco metros de la posición que Clark y Peter ocupaban.

- ¿Puedes verle desde aquí? - Quiso saber Peter, quien estaba dando la espalda a esa mesa. –
-Para eso estoy aquí, me parece. - Contestó el androide con un tono que podría pasar por retintín en un humano. –

Y activando un micrófono direccional les hizo llegar a los humanos aquella conversación.

- Son seres inferiores, viven en cavernas. - Explicaba uno de esos tipos, que lucía una camiseta de color rojo. – Viven de lo que cazan con lanzas de madera. ¿Te das cuenta? Tengo la impresión de que debe de tratarse de gente semisalvaje y muy curiosa.
- ¿Y qué pintamos nosotros en esa ensalada? - Quiso saber su interlocutor, que lucía una camiseta de color azul. –
-Primero instalaremos la base, luego llegarán los refuerzos y a partir de ahí, no tendremos dificultades para conquistar el planeta. - Le explicó el tipo de la camiseta roja. –
- ¿Y todo eso por cuenta de quién? ¿Quieres decírmelo? - Quiso saber el otro. –
-Mira, yo creo que es mejor no intentar saber más. - Le advirtió su informante. – Nos pagarán bien y con nuestras armas allí seremos reyes.

Peter y Clark escuchaban con mucho interés, el confidente le preguntó.

- ¿Está seguro de que tiene refuerzos?
-Sí, están aguardando fuera, camuflados. - Le tranquilizó su interlocutor. – 
Y enseguida guardaron silencio para seguir enterándose de los planes de esos dos.

-Aun cuando esté bien pagado, un mercenario debe saber quién le paga. - Declaró el tipo de azul. –

El otro no replicó a eso, lo que sí hizo fue bajar la voz y susurrar.

-Silencio, ahí está nuestro reclutador.

Un robot de bizarra apariencia, con el pecho lleno de botones que se iluminaban con algún tipo de cadencia preprogramada fue hacia ellos y tomó asiento entre ambos. El sonido se cortó y Peter preguntó con impaciencia.

- ¿Qué pasa, Metro?
-Con permiso, voy a instalar un interceptor de ondas, de ese modo mi simpático colega no podrá detectarme. - Replicó el androide haciendo gala de su capacidad sarcástica. – Ya está. – Anunció con tono marcado por la satisfacción. –

La transmisión se reanudó y pudieron escuchar hablar al de rojo con ese reclutador, presumiblemente de su compañero.

-Según su hoja de servicios, es un soldado voluntario.
-Bien, dentro de dos noches, cuando salga la luna, irá una nave a buscaros. - Se oyó responder a ese androide con voz levemente metálica. –

Peter por su parte sonrió, mirando hacia una mesa de más adelante guiñó un ojo y asintió. De pronto una reyerta de bar interrumpió las palabras de ese reclutador que dedicó una desconfiada mirada a su entorno. Esos tipos que fingían pelearse era unos infiltrados. Aquella era la indicación para intervenir.

-Ya tenemos bastante. - Le comentó a Metro. – Pronto, haz la señal.

El androide así lo hizo y al instante un grupo de policías aparecieron por las ventanas y en la entrada del local, apuntando con sus pistolas al interior. Gordon les encabezaba. De este modo contaban con detener a esos tipos sin levantar sus sospechas de haber sido vigilados, con la excusa de intervenir para impedir una trifulca. Al menos ese era el plan. Peter y su informante se levantaron para dirigirse hacia esos tipos y proceder a su detención. Empero, ese siniestro reclutador trocó el tono de su voz en amenazador para decirle al tipo de rojo.

-Has hablado demasiado, voy a destruirte.
- ¡No, no! - Suplicó su interlocutor. -

           Pero ese robot no tenía la compasión precisamente entre sus directrices, con una gran celeridad insertó sus dos manos en el pecho de cada uno de sus acompañantes y explotó. Por suerte para ellos, Peter y Clark se parapetaron tras la mesa apenas unos instantes antes. 

- ¡Vaya! - Exclamó Clark, comentando no sin humor. - Aquí ponen unos cócteles extremadamente fuertes. ¿No cree, lugarteniente?

          Peter no contestó a eso, se puso en pie y ayudado por sus compañeros de la policía espacial detuvo a algún que otro sospechoso y puso algo de orden. Aunque dejó a los arrestados a cargo de esa patrulla dado que su prioridad estaba en informar de lo sucedido.

-Va a ser algo difícil de explicar. - Suspiró el joven. -
-No se crea, yo lo he grabado todo. - Intervino Metro. -

           El muchacho asintió, eso al menos le libraba de tener que ocuparse de dar detalles amén de servir como prueba pericial. De modo que, sin perder ni un minuto, pidió ver a su superior directo el comandante Graham. Este no tardó en recibirle en su despacho, aunque en cuanto el joven lugarteniente le refirió brevemente lo que había ocurrido, el comandante Stevens declaró.

-Tus padres deben ser informados de esto, quiero decir, el coronel Larans y la presidenta Dair. Aguarda hasta que les localice y podamos reunirnos.

           El joven oficial se sonrió ligeramente, aunque enseguida recobró la seriedad.  A veces era difícil para alguien tan cercano a su familia como el comandante Graham, separar los terrenos personales y profesionales en este aspecto. 

-Sí, mi comandante. - Respondió el lugarteniente. -  

           Graham enseguida avisó a su amigo y superior, Pierre a su vez puso al tanto a Lora. Afortunadamente la presidente tenía un hueco libre en su agenda y les convocó en su despacho junto con el profesor Maestro. Una vez allí, y con la ayuda de Metro, Peter pudo informar con más detalle. Al concluir fue su padre quien, mesándose la barbilla, tomó la palabra.

-No me cabe ninguna duda, los de Casiopea deben de andar detrás de esto.
-Pero no tenemos pruebas de que sea así. - Objetó su esposa. -  
-Lo primero es localizar el planeta en cuestión. - Dijo Pierre. - 

El computador central de la sede del gobierno de Omega se puso a trabajar. Con la ayuda de esos pocos datos fue mostrando posibles mundos que encajasen con ellos. Aunque uno por uno, fueron siendo descartados. Bien por Lora y sus acompañantes o por el propio Metro que alegó ante el informe de uno de ellos en el que se mostraban a una especie de seres similares a cangrejos con dos largas patas, usando palos afilados para ensartas a sus presas.
 
-En ese planeta el calor abrasador se sucede con el frío helador. No lo veo apto para la vida humana. Decían además que vivían en cavernas y no creo que esos habiten en ninguna. -Afirmó Metro, una vez más con tintes de sarcástica suficiencia. -
-Pudiéramos estar confundiendo cavernas con madrigueras. – Especuló el coronel Larans. –
- ¡Oye! – Terció el sabio Maestro, dirigiéndose a su androide con tono algo irritado. - ¿Sabes que te estás volviendo muy pedante, jovenzuelo? Voy a tener que retocar tus circuitos de modestia.
- ¡Esta sí que es buena, el jovenzuelo lo será usted! - Replicó insolentemente aquel ser cibernético. – ¡Modesto, modesto con el ejemplo que me ha dado!

Los presentes intercambiaron miradas de estupor combinadas con unas apenas contenidas sonrisas. Hasta Lora tuvo que esforzarse por no reír viendo la cara del eminente profesor, quien bastante irritado replicó.

-Pero bueno. ¿Qué forma de hablar es esa? Debería darte vergüenza dirigirte así a tu creador.
-Debemos eliminar ese planeta y el siguiente. - Intervino Pierre para zanjar esa polémica. –
-Pasemos al siguiente. - Convino Graham. -

Al fin, apareció un planeta que sí coincidía con un margen de error de menos del dos por ciento.

-Planeta Diana. – Indicó la computadora. – en gran galaxia M-31, Andrómeda. Distancia dos millones de años luz. Atmósfera adecuada para los humanos. Seres primitivos. Serán necesarios unos veinte mil años antes de que su nivel les permita integrarse en la Confederación.
-Me parece que ya tenemos nuestro planeta. – Declaró Pierre. –

Y el computador terminó por ratificar esa idea al remachar.

-Son seres primitivos, habitan todos en cavernas. Viven de lo que cazan con lanzas de madera.
-Es lo mismo que dijo aquel individuo. - Comentó Peter. –
-Debo convocar al consejo e informarle de esto sin pérdida de tiempo. Aunque antes llamaré a algunos miembros de confianza para ponerles al tanto. - Intervino Lora. –
-Te acompañaré. - Dijo su esposo. -

Así lo hicieron, avisando a un par de delegados con los que coincidían por lo general, la presidenta les comunicó.

-El coronel Larans ha decidido enviar una fuerza contra los asaltantes. 
-Estoy de acuerdo. - Intervino el doctor Newman de la constelación de Escorpión. – Pero en cuanto a esos asaltantes no tenemos el menor indicio de su identidad.
-Es cierto. - Convino Lora. – Las meras sospechas no nos sirven de nada si carecemos de pruebas.
-En todo caso, para advertir a quienes quieran que sean, soy partidario de una acción disuasoria. - Aseveró Newman. -
-Si el invasor es uno de los nuestros puede ser una decisión complicada, habrá que someterla al consejo. - Intervino otro de los allí presentes que representaba a Rigel. –
-Eso es lo más espinoso, habrá que contar con los problemas, los temores y los intereses de algunos. - Declaró Lora, añadiendo con preocupación. – No disponemos de la mayoría para actuar en el consejo, si los asaltantes están entre nosotros sabrán nuestras intenciones y las burlarán. Dentro del marco de mis funciones, puedo cubrir la operación con la policía, pero su fuerza es limitada. Y el coronel desea mucha más. Debido a su compromiso con la confederación, desearía saber qué opinan.

Eso hizo pensar a sus contertulios. La presidenta tenía razón. Lo más natural sería convocar al consejo para obtener una mayor capacidad de intervención, dentro del marco legal de la Confederación, no obstante, la probabilidad de que algunos de los inductores de ese intento de conquista ilegal estuvieran en la misma asamblea. Por ello, pese a ser una actuación de mucho menor porte, su contertulia sí que podía pedir al menos la conformidad de dos representantes, que, junto con su propio permiso, facultarían a la policía para enviar una flotilla a patrullar esa zona. 

-Sería una acción meramente disuasoria entonces. - Apuntó el representante de Rigel. -
-Así es. No podemos permitirnos el lujo de que esos que estén manejando los hilos, tengan tiempo de replegarse y echen por tierra todos nuestros esfuerzos. - Sentenció Lora. -

      Si bien todos imaginaban a quienes podía referirse, por mor de la más elemental prudencia, nadie pronunció sus nombres.

-Coincido con usted, pienso que, de momento, debemos limitarnos a la operación policial. - Respondió el representante rigeliano.
-Si el adversario ataca fuerte, será insuficiente. - Valoró Pierre. -

El doctor Newman se rascaba su cabeza y movía sus dos pares de brazos. Finalmente intervino.

-Gran Testa tiene razón. - Declaró, aludiendo a su compañero de Rigel quien curiosamente y acorde a su nombre, lucía una cabeza mayor en proporción que la humana. – Yo opto por una vasta intervención policial.

Así quedó convenido. Tras agradecer a sus aliados su apoyo, Lora y Pier concluyeron esa reunión. La presidenta se vería obligada a informar al consejo, aunque antes su esposo podía ir haciendo los preparativos y enviar un contingente de naves. Así lo planearon. Pierre fue enseguida a comentárselo a su amigo y subordinado Graham. Así, ya en su despacho, hizo llamar al comandante y le explicó.

-Me hubiera gustado disponer de una o dos naves pesadas. 
-No debes preocuparte por eso, hombre. Saldremos adelante con lo que tenemos. - Le animó Graham. – 

Y asintiendo el coronel dio permiso para llamar a los oficiales que serían puestos al cargo de esa flotilla. Fue Graham quien les avisó.

-Pasen señores. – Indicó el comandante.  –

Cinco oficiales entraron, entre ellos estaban Peter y Gordon. Al entrar se cuadraron ante sus superiores y Pierre le ordenó a su amigo.

-Hable comandante. 

Este obedeció de inmediato para explicar a sus subalternos.

-Misión de vigilancia y defensa del planeta Diana frente a toda incursión extranjera. Los cruceros Canguro, Cobra y Culebra participarán en la operación y navegarán respectivamente bajo las órdenes de los capitanes Elstrong, (señaló a un humano de cabellos algo encanecidos) Aggar (un individuo de cuatro brazos de la constelación de Escorpión) y Malpa (otro ser de características algo simiescas). Yo dirigiré desde Colibrí. Las naves ligeras Libélula y Araña, mandadas por los lugartenientes Larans y Stevens tendrán como misión la vigilancia y la toma de contacto para recoger informes. Estas son las órdenes, vuelo en formación hasta el objetivo, salida en diez minutos. - Concluyó Graham no sin antes recordar. – No comenten nada con nadie, se informará a sus tripulaciones una vez se haya emprendido la marcha.

Los oficiales saludaron y formando una vez más giraron en variación izquierda saliendo del despacho, listos para dirigirse a sus respectivas naves. Al salir, Pierre le dio un afectuoso golpecito a su amigo.

- ¡Muy bien chico! – Le felicitó divertido. –
- ¡Gracias, jefe! - Respondió este con otro golpecito algo más fuerte haciendo que a Pierre casi se tragara la mesa. -
- ¡Oh, perdón! - Se disculpó enseguida Graham. –
-No te preocupes. – Pudo sonreír este tratando todavía de recomponerse, para suspirar añadiendo. -  Ahí va casi el ochenta por ciento de nuestras fuerzas. Cuatro cruceros y dos naves ligeras.
-Es una apuesta arriesgada sí. - Valoró Graham. – Apenas sí nos quedarán algunas naves ligeras de patrulla. Justamente ahora que tenemos tantas visitas. Al menos quienes quieran que sean no se lo esperarán.
- ¡Ojalá sea así! - Afirmó Pierre, comentando de seguido. – Anda, ve…tienes que hacerte cargo del mando.

Graham saludó militarmente a su superior y salió directo hacia su nave. Pierre se quedó meditando sobre aquello. Además de ir a proteger ese planeta estaba la cuestión de esos mercenarios campando a sus anchas en plena capital de Omega. 

-Ya nos ocuparemos de eso después. - Se dijo. –

Entre tanto, Peter y Gordon avisaron respectivamente a Kira y Gina para que los acompañasen, como sus copilotos. En apenas unos minutos estaban ya despegando, en formación tras los cuatro cruceros que eran la vanguardia y fortaleza de esa flotilla.

-Libélula habla a Araña, ¿va todo bien a bordo? - Se interesó Peter, vía intercomunicador. –
- Perfecto, lugarteniente. - Corroboró Gordon con buen talante. -

Y es que el muchacho estaba contento. Le gustaba salir de misión, sobre todo en una con tantas naves y más que nada, llevar a Gina a su lado. Al menos estaría lejos de ese presuntuoso Yumlaincer.  

-Vamos a pasar a Hiper espacio. - Notificó Graham. –

Así lo hicieron aprovechando la velocidad de curvatura que les permitía travesar miles de años luz en apenas unos minutos. Pese a ello, el viaje duraría al menos diez o doce horas. Por fortuna podían dormir durante ese tiempo o charlar de muchas cosas. Eso es lo que Gordon realmente le agradaba. Aunque sabía bien que su copiloto era una chica tímida y siempre solía ser él quien intentaba proponerle temas de conversación. En esta ocasión y muy inteligentemente, obvió cualquier cosa que involucrase a Yener. Por eso, en cuanto se prepararon para acelerar y tras activar las protecciones magnéticas de los asientos le dijo.

-Ya verás, el hiperespacio es maravilloso.

Gina asintió. Ella había hecho vuelos durante su instrucción en la academia, aunque nunca había alcanzado esa velocidad. Tenía curiosidad por experimentar lo que debía sentirse. Aunque en honor a la verdad apenas se percibía nada extraño debido a la protección que llevaban. Eso sí, la pantalla se iluminó con la luz de millones de estrellas como si estas se hubieran fusionado en una especie de torbellino irisado, era algo casi hipnótico. 

-Es muy hermoso. - Musitó la muchacha. -

Empero, tras contemplarlo durante unos minutos, aquello perdió protagonismo y se entretuvieron en programar la trayectoria, charlando poco y de cosas más bien triviales.

-Siempre me pasa lo mismo. Cuando estoy a solas con ella, nunca me atrevo a abordar el tema. - Se censuró Gordon. –

Y es que eso de hablar de cosas más serias en cuanto a su relación siempre se le atragantaba. El muchacho hubiese preferido liarse a puñetazos con un saurio del planeta Verde antes que abordar ese tema. Al menos basándose en algún tímido precedente. Cada vez que deslizaba algo que aludiera a eso Gina se sonreía de forma algo envarada y se ponía colorada sin dar una respuesta clara. 

-Las mujeres son así. - Se decía Gordon, tratando de convencerse. - Tampoco es para declararse en mitad de una misión. Esto requiere de un lugar y un momento más romántico.

Pero claro estaba que ese no era ni el momento, ni el lugar adecuado. Lo malo era cuándo y dónde lo sería. Entre tanto, en la nave de Peter y Kira las cosas estaban más relajadas. La ventaja de esta joven era que, teniendo tan desarrollado el don de la telepatía, pocas cosas podían ocultársele. Aunque ella por supuesto no indagaba en mentes ajeas sin permiso o sin causa justificada. Peter por su parte era más locuaz que su amigo de la otra patrullera y enseguida le comentó a su copiloto, tras haberla puesto al corriente de lo ocurrido en la cantina.

- ¿Qué crees que nos encontraremos allí? ¿Quizás hombres y mujeres de las cavernas, como los que había en la Tierra?
-Posiblemente, a juzgar por lo que me has contado. - Asintió ella. –
-Espero que no les turbemos. Si son una cultura tan primitiva deben poder desarrollarse sin ningún tipo de injerencia externa. - Comentó el joven. –
- Por eso mismo vamos allí. Para evitar que eso suceda. - Le contestó ella. – 

Charlaron un poco más y al poco durmieron. El ordenador de abordo les informó de que estaban próximos tras sonar la alarma y despertarlos. Así era, iban a salir del hiperespacio, y al hacerlo se encontraron con una visión realmente soberbia.

-Ahí está. La Galaxia M-31 de Andrómeda, ¡es formidable! No me cansaría nunca de verla. - Exclamó Peter al aparecer la forma de ese enorme enjambre compuesto por miles de millones de estrellas. –

Kira sonrió, esa alegría casi infantil de su compañero nunca dejaba de sorprenderla. Incluso conociéndole tan bien. Y es que le gustaba mucho verle tan excitado y animoso. Su cara y su manera de hablar eran desde luego muy sencillas de interpretar como para tener que molestarse en utilizar la telepatía.  

-Da la impresión de que todo fuera nuevo para él. - Pensó la chica. –

La voz del comandante les habló entonces.

-A todas las naves, llamada a todas las naves. Atención, entramos en la zona de atracción del sol del planeta Diana. Describimos una elipse para evitarlo. – Avisó, deseando dejar lejos a aquel astro. – Objetivo frente a nosotros. Canguro, Cobra y Culebra conmigo. Permaneceremos en órbita fuera de la estratosfera. Mucha atención a los meteoritos. - Instruyó para remachar. – Permaneced al acecho, lugartenientes…Araña a observación, Libélula investigación en tierra. Recordad, nada de injerencias en la vida de los indígenas. No uséis las armas, salvo en caso de extremo peligro. ¿Comprendido?
-Sí, mi comandante. - Respondió Gordon. –

Gina sonrió al escucharle y el joven enseguida la interrogó con la mirada. La chica le dijo divertida.

-Nosotros vamos a quedarnos aquí arriba. Eso tendría que haberlo dicho mi hermano.
-Bueno, nunca se sabe. – Comentó el muchacho algo azorado. –

Aunque la voz de su padre seguía escuchándose con más instrucciones.

-Programen acercamiento. Permaneceremos en contacto, buena suerte. 

Mientras la libélula iba descendiendo. Peter observó una planicie bastante amplia y así se lo indicó a su compañera.

- ¡Fíjate! Vamos a intentar posarnos ahí.

Kira asintió, dirigiendo la nave hacia esas coordenadas. Tras llevar a cabo comprobaciones rutinarias sobre composición del aire y desinfección de patógenos que pudieran llevar a ese mundo no tardaron en posarse y desembarcar. 

-Buen servicio, amigos. - Saludó Peter en dirección al cielo, viendo como la nave de su hermana y de Gordon se colocaba en posición estacionaria en la troposfera del planeta. -

Kira tomó la palabra para recordarle.

-Según parece, tenían razón en ese informe, viven como nuestros antepasados, como hace veinte mil años. Lo que no entiendo es que sean tan parecidos, por no decir idénticos a nosotros
-Mera coincidencia evolutiva. - Especuló Peter. –
-Eso no es tan sencillo, y tú lo sabes. - Le comentó su compañera. –
-Pues no sé, en otro caso, alguien debería haberles traído aquí. Y no precisamente ayer. – Elucubró el joven con gesto reflexivo. – Me gustaría comprobarlo.

Dejaron eso por el momento y se dispusieron a explorar los contornos. Se dieron un largo paseo y el mismo Peter dijo un buen rato más tarde.

-Hace horas que caminamos y no hemos encontrado a nadie todavía. Sin embargo, durante el vuelo he visto fuegos por este sector.
-No es de extrañar, habrá muy pocos, en tiempos de los cromañones había menos habitantes en la Tierra que en una de nuestras ciudades. - Respondió Kira. –
-Sí, este planeta tiene un diámetro ecuatorial casi del mismo tamaño al terrestre, sus condiciones son muy similares. La densidad de población será ínfima. Podríamos caminar durante días enteros, o quizás semanas y no dar con nadie. - Admitió el joven. -

Justo entonces Peter se percató de que algo se movía en el valle que tenían a la vista. Pudieron divisar a tres individuos, dos hombres y una mujer jóvenes, vestidos con pieles. Uno de los hombres portaba un par de antorchas y encabezaba la comitiva, cruzaron un riachuelo plantándose ante una gran gruta. Aquel tipo arrojó las antorchas dentro y a los pocos segundos un enorme oso salió directo hacia él. El hombre escapó y sus compañeros intentaron herir al animal con lanzas de madera acabas en punta de sílex, pero no tuvieron éxito. Aquel gran oso derribó al cabecilla de un zarpazo, amenazando su vida ante la impotencia de sus compañeros que trataban de alejarle a pedradas en vano.

-Tenemos que ayudarlos, ese monstruo los matará a todos. - Sentenció Peter sacando su arma de rayos y apuntando a ese animal. –

Evidentemente eso violaba las instrucciones que había recibido de abstenerse de injerir en la sociedad local. No obstante, la vida de seres humanos peligraba y en su escala de valores eso tenía preferencia. Además, las órdenes del comandante Graham fueron las de no utilizarlas salvo en caso de extremo peligro, no concretando si eso se refería a ellos o a cualquier persona. Por ello, técnicamente no iban a desobedecer sino a interpretar dichas órdenes. Como apoyo a su planteamiento Kira asintió, musitando inquieta.

-Cuidado, puedes herirlos.
-Tienes razón, hay que ir. - Admitió su compañero, enfundando su arma láser y sacando un cuchillo. -
-Yo te cubro. - Le ofreció Kira, desenfundando a su vez su arma reglamentaria. –

Peter no se lo pensó y corrió hacia esos individuos tratando de aproximarse por el lado contrario al viento para que el oso no le oliese. Este había apartado a otro de los cazadores y pese a tener clavada una lanza en el vientre, avanzaba erguido hacia esa aterrada chica que se encontraba tendida en el suelo. 

-Mala idea. - Se dijo el joven oficial mirando su ridículo puñal. -

       Volvió a guardarlo y a sacar su pistola, ahora que dada la cercanía a ese gran oso no podría errar el disparo. La joven cromañón por su parte chillaba de pavor viendo impotente como esa bestia se cernía sobre ella. Por suerte, no corrió peligro, con sendos disparos de Peter y de Kira consiguieron abatir a ese animal. 

-Vamos, debemos atenderla. - Instó Peter. –

Con dos paños mojados en agua lograron reanimarla. Sus compañeros también estaban a salvo. La joven abrió los ojos observando atónita e intimidada a esos dos extraños, con esas ropas tan luminosas y raras. Los dos levantaron una mano con la palma abierta a modo de saludo. Al fin dio la impresión de tranquilizarse y musitó algo ininteligible.

-Aoba a abo aba 

No obstante, Kira tradujo para sorpresa de su compañero.

-Dice que si el cazador ha muerto todo será inútil.
- ¡Cómo! ¿Entiendes su lengua? - Preguntó el perplejo chico. –
-No, no…leo sus pensamientos. - Sonrió modestamente su contertulia. –
Peter se agachó enseguida para examinar a uno de los cazadores que yacía exánime en el suelo. Tras posar su oreja contra el pecho de este comentó.

-Le late el corazón. Vamos, un pequeño esfuerzo. - Trató de alentarle con amabilidad. –

Por suerte, ese hombre solamente había recibido heridas superficiales y un golpe que le provocó la pérdida del sentido. Poco a poco lo iba recobrando. Tanto fue así que inopinadamente se levantó con celeridad y corriendo hacia el cadáver del oso subió un pie encima y comenzó a gritar.

- ¡Aue, Aue! Aue Opa, Auewa…

La mujer entonces dijo algo que, por supuesto Peter no comprendió, aunque Kira enseguida le tradujo.

-Dice que Apar es un gran cazador, el mejor de todos. 

Y al poco esos agradecidos individuos les guiaron hacia la aldea, no sin antes haber troceado y despellejado a ese animal.

-Se llama Apar.- Le comentó Kira a su compañero, aludiendo a ese cazador.- Un nombre extraño.

Tras cruzar un riachuelo, ese hombre comenzó a interpelar a un grupo de individuos que estaban a lo lejos.

-Apar ea abu…
- ¿Qué dice, Kira? - Quiso saber Peter. –
-Dice que su padre era un gran jefe, venerado por todos. -  Le contó la joven. – Y que el día de su muerte ocurrieron cosas terribles. 

Al parecer por lo que Kira pudo captar, un tipo de mala catadura y sus secuaces se habían hecho con el poder en ese clan. 

-Un día que el usurpador y sus hombres salieron de caza, Apar desafió al dios oso, para demostrar a todos que el jefe era él. - Concluyó la muchacha. -
-Ey ou vaya pur.- Añadió la mujer de los cromañones.-
-Sí, ahora lo comprendo todo. – Sentenció Peter. –

Daba la impresión de ser una lucha por el poder de su clan. Y claro está, matar a una bestia de ese porte haría que todos respetasen a ese joven más incluso que al nuevo jefe. Por su parte, menos pendiente de eso, Kira podía percibir con mucha claridad el interés que esa joven mujer tenía en su compañero. Aunque debía admitir a su vez que aquel cazador tampoco le disgustaba a ella. Fue precisamente Apar quien les guio hacia el grupo aquel de personas que tenía montado un rudimentario campamento. Al aproximarse, los dos patrulleros pudieron ver con asombro como esas gentes vivían exactamente igual que en el paleolítico superior terrestre. Algunos incluso tallaban piedras con gran habilidad.

-Debe ser un estilo similar al Magdaleniense. - Estimó Kira. – Están usando sílex o un material compuesto seguramente por silicio.
-Tú eres la geóloga. - Sonrió Peter dando por buena esa interpretación. –

Así era, la muchacha había estudiado esa especialidad simultaneándola con su entrenamiento en la academia de la policía espacial de Omega. Era importante desde luego el ser capaz de reconocer formaciones y tipos de rocas en los mundos que debían vigilar. De hecho, casi todos los cadetes debían elegir una especialidad para cursarla junto con el entrenamiento general y las asignaturas comunes. Peter se decantó por la criminología y la estrategia militar, a fin de rematar su preparación con el fin de enfocarse en su carrera policial. Sin embargo, a ella le guiaba más el interés por la ciencia que el mero pragmatismo. 

-Mira. - Le susurró su compañero. –

Vieron un grupo de mujeres sacando agua de un riachuelo con cubos de madera y a otra meciendo a un bebé que no paraba de llorar, lo hacía en una cuna bastante basta, hecha del mismo material que los cubos. Con todo, parecía un grupo social más sofisticado de lo que a priori habían creído. La división del trabajo era evidente y la coordinación entre esas gentes existía sin lugar a duda. Así como a buen seguro, la jerarquía social. 

-Deben de ser un asentamiento de unas cuantas docenas de personas. No creo que pasen del centenar. - Estimó Peter. –

Al acercarse más, todos aquellos individuos se les quedaron mirando con asombro. Estaba claro que para ellos también era muy extraña y sorprendente su apariencia. 

- ¡Esto parece una película! - Exclamó el lugarteniente haciendo alusión a esas antiquísimas formas de esparcimiento en la Tierra de hacía al menos mil años que habían estudiado en las clases de historia. –

La joven del clan les guio hasta una cueva, había una gruesa tela tapando lo que debía de ser la entrada. Ambos jóvenes se miraron. No habían imaginado ese toque de refinamiento para salvaguardar la intimidad en las gentes de esa época. Su cicerone apartó levemente la cortina y entró. Ellos aguardaron fuera.

-No nos ha indicado que entrásemos. -  Comentó Peter. –
-Así es, quiere avisar a alguien de nuestra presencia. - Le corroboró Kira. –

De hecho, los dos escucharon la voz de la muchacha que llamaba a alguien.

- ¡Eh!, Dominé. 

Entre tanto Apar había reunido al poblado entero y junto a la piel de oso que había colocado erguida y extendida entre dos largas estacas entrecruzadas, narraba su hazaña al grupo, ayudándose de una lanza para dar mayor efectismo a su historia. Peter y Kira le observaron desde lejos, justo cuando la joven salía de la cueva acompañada de un anciano de larguísima barba.

-Aue Par… aue. -Vino a decir la chica. - 
- ¡Se parece al maestro Enius! - Exclamó Peter al ver a ese individuo. –
-Es igual que el maestro, se llama Dominé, es sabio y brujo y era sacerdote en tiempos del padre de Apar, todo el mundo lo respeta. - Comentó Kira añadiendo. – Sería muy interesante que pudiéramos hablar con él.

Y para sorpresa de ambos patrulleros, ese sabio se dirigió a ellos utilizando perfectamente su idioma para responder, aunque perdiéndose en una casi interminable perorata.

-Veo que comprenden nuestra lengua, eso es magnífico, y han ayudado a nuestros jóvenes amigos. Podremos entendernos, bueno, yo soy un poco brujo. Solo el imbécil del jefe no me respeta. Pero créanme, eso va a cambiar, y muy pronto, bueno, me callo. Díganme, ¿de dónde han venido?

Tras reponerse de la sorpresa, fue Peter quien, tomando la palabra, respondió.

-Del planeta Omega, está a más de dos millones de años-luz. 

Y agachándose tomó un palito con el que dibujó en la arena.

-Aquí está la galaxia de Andrómeda…- Señaló haciendo un croquis alusivo. -
-Dos millones de años-luz. - Terció Dominé, afirmando con una de sus manos en la barbilla. – Es un buen paseo.

Y agachándose junto a Peter fue identificando sin problema alguno las constelaciones que este le dibujaba.

- ¿Dónde ha aprendido usted todo eso? - Quiso saber el atónito muchacho. –
- ¡Ah!, nuestros antepasados sabían mucho, no han inventado ustedes nada. - Respondió aquel individuo, agregando. – Yo no he hecho más que heredar la sabiduría de esos celestes. Puedo asegurarles que su saber era inmenso. Sabían moldear los metales con el fuego y hacer con ellos toda clase de objetos. Disponían de instrumentos para medir el tiempo y el espacio y fijaban sus palabras por medio de signos. Podían elevar grandes ingenios, e incluso elevarse ellos mismos por el aire. – Relataba en tanto moldeaba las toscas formas de una figurilla en barro. –
- ¿Y cómo llegaron hasta aquí? - Quiso saber Peter, en tanto daba un mordisco a una manzana que aquella solícita joven le había ofrecido. –
- ¿Qué ha sido de ellos? - Inquirió asimismo Kira. -
-Calma, calma, se lo contaré. – Respondió aquel maestro. – Según la leyenda, hace mucho tiempo se extendió un gran frío por nuestro planeta. Casi todos sus habitantes perecieron. Entonces llegaron ellos, como ahora ustedes.

Los dos patrulleros se miraron perplejos. Estaba claro que no eran los primeros en visitar este planeta, ni tan siquiera esos mercenarios de los que trataban de proteger a esas gentes podrían haber sido esos visitantes. Luego entonces. ¿De quienes se trató? Fascinados siguieron escuchando el relato de su anfitrión que les contó.

-Desde un planeta lejano, desvinculados de su mundo se establecieron aquí. Al principio veneraban sus recuerdos y sus dioses y luego con el tiempo todo se olvidó. Yo soy quizás el único que heredó su saber. Es bonita, ¿verdad? - Preguntó mostrando aquella estatuilla que asemejaba claramente lo que en prehistoria se denominaba una venus. – Mañana la coceré, estoy tan cansado…y tanto saber, ¿para qué?, para envejecer y después morir. - Suspiró con un claro tinte de tristeza. – Sí amigos, buenas noches. - Se despidió. -

Kira se compadeció de aquel anciano, era obvio que estaba en el fin de sus días y que lamentaba que no hubiera nadie capaz de relevarle en aquella tarea de ser el portador del conocimiento de la aldea. Lo dejó estar, quizás eso fuera lo normal en alguien tan mayor. Se fijo en su compañero Peter quien, lejos de preocuparse por eso, dedicaba mucha atención a esa jovencita de los cromañones. Decidió pues ir con él. Justo en ese momento, su anfitriona les guiaba al exterior de la cueva, ya era de noche y pudieron observar que el clan se reunía bailando y festejando en torno a esa piel de aquel gran oso y una estupenda hoguera.

-Ha sido muy interesante eso que nos ha contado de los celestes. - Dijo Kira. - 
-Es verdad. Ya en la cultura arcaica, Platón hablaba de una civilización traía a los terrestres por unos dioses llegados del cielo. De eso hace mucho tiempo. – Declaró Peter. -
-Estoy de acuerdo, pero otras culturas y otras religiones han hablado también de esos dioses poderosos que dejaron aquí sus enseñanzas. - Le recordó Kira. –

Por más que lo pensaban era algo realmente enigmático. ¿Quizás alguna otra civilización al margen de las que ellos conocieron pudo ser la causante de eso? ¿Quiénes serían los que llegaron al planeta Diana? Entonces Kira, como si hubiera tenido una de sus intuiciones, le comentó a su compañero, llamándole de la manera cariñosa que a veces empleaba.

- ¿Tú crees Pedrito que quizás esos yumlaincers pudieron haber llegado aquí antes de contactar con nosotros?
-Podría ser. - Concedió este afirmando. - Quizás sería buena idea preguntárselo a Yener a nuestra vuelta. –

La joven asintió. Aunque a buen seguro ese chico tampoco tuviera porqué conocer la respuesta. Aunque no estaría de más el preguntárselo. Aunque no pudo decir nada, Apar los vio acercarse y alegrando sus emblante les llamó agitando uno de sus brazos y exclamando.

- ¡Eh! Ahua eah Jane, uhae oh…

Y le ofreció un brazo a Kira que ella tomó. Eso dejó solo a Peter con aquella chica a la que él, creyendo haber entendido que Apar la hubiera llamado así, dijo.

- ¿Sabes Jane? Me gustaría mucho que me llamases por mi nombre. – Le dijo en tanto la chica se agarraba a uno de sus brazos. – Yo soy Peter, tú eres Jane…- Le indicó repitiéndolo de nuevo en tanto se señalaba él mismo y luego a ella para subrayar. – Yo soy Peter, y tú eres Jane…
-Yo Pedrito, tú Jane. ¿Sí? - Repitió la jovencita para pasmo de su interlocutor. -
- ¡Ja, ja, ja! – Rio él francamente divertido para insistir. - No, yo soy Peter, tú eres Jane…

Justo en ese instante Kira y Apar se acercaban, daban la impresión de haber estado a su vez intentando comunicarse y jane le preguntó a Peter, tratando de usar algunas palabras.

-Pedrito, ella y tú… ¿casados?
-No, no estamos casados. Somos amigos. - Se apresuró a aclarar él. –
- ¡Ah! ...entonces Peter un día se casará con Jane. - Sentenció la muchacha. –

Desde luego que eso no sonaba tan mal. Peter se fijó un poco más en ella a la luz de la hoguera, era bastante guapa, de semblante armonioso, nariz fina con pómulos sonrosados y cabello rojizo. Sus senos tenían un buen tamaño sin ser excesivos y era esbelta de cintura. Peter calculó que mediría alrededor del metro setenta. A algunos les pudiera haber parecido bastante alta para esa época, aunque él sabía que eso no era tan raro, habida cuenta de que los varones cromañones alcanzaban el metro ochenta sin problemas, por lo estimado en los yacimientos fósiles que se habían estudiado en la Tierra. Apar mismo estaría rodnado esa estatura sino la superaba. Debía de ser como el propio Peter y él medía un metro y ochenta y tres centímetros.

-Menos mal que este último año di un buen estirón, crecí casi ocho centímetros. - Pensó con agrado. –

Aunque todavía se quedaba corto para alcanzar a su propio padre que le sobrepasaba en al menos cinco centímetros. Pero bueno, eso tampoco era tan importante. Y contemplando a esa hermosa e inocente joven, solamente pudo decir.

-Bueno, ¿quién sabe? 

Dejando eso de lado, se unió a su compañera junto con Apar y Jane y bailaron y se rieron bastante, tras degustar un poco de carne de oso asada (no les pareció que estuviese mala en absoluto) se retiraron a dormir, cada uno a una especie de pequeña cueva que las hospitalarias gentes les cedieron encantados.

-Llamaré a la Araña parta informarles de que no hay novedad. - Dijo Peter. –
-Es cierto. Llevamos horas aquí y ni nos habíamos acordado. - Convino su compañera. –

A través de su transmisión de radio el chico envió un mensaje que enseguida alcanzó a sus compañeros. Gordon le comentó.

-Ya iba siendo hora de que llamaseis. Gina y yo estábamos empezando a preocuparnos.
-Tranquilos, dile a mi hermana que no se asuste, todo va de maravilla. Ya os contaremos. - Le respondió despreocupadamente Peter. –
-Muy bien, cambio y cierro. - Sonrió Gordon. –

Gina estaba en otro compartimento de la nave preparando algo de comer no tardó en regresar y su compañero le contó aquello.

- ¡Qué no me asuste! – Dijo algo molesta. - Llevan al menos diez horas ahí abajo y no habían contactado hasta ahora.
-Mujer, sus signos vitales que estamos monitorizando desde que bajaron no se han alterado. – Le respondió conciliatoriamente Gordon. – Y al parecer han hecho amigos en ese poblado o lo que sea que han descubierto.

Gina suspiró moviendo la cabeza para cruzarse de brazos y sentenciar.

-Mi hermano siempre tan alocado. Todo se lo toma a la ligera, en cuanto hay algo que le llama la atención o le divierte. ¡Parece mentira que esa el mayor de los dos! Siempre tengo que preocuparme yo. Bueno, en él no me sorprende, pero pensaba que Mercedes estaría más al tanto.
-Ya la conoces, si no ha dicho nada hasta ahora es que no habrá sentido peligro. - Quiso calmarla su compañero. –
-Sí, en ella confío. - Admitió Gina, que quiso cambiar de tema para informar a su amigo y compañero. - He calentado unas raciones.
-¡Huum, raciones estándar de campaña! - Exclamó el chico con una no disimulada jovialidad, para decir de seguido. – Podríamos tomárnoslas con un par de velas para ahorrar energía de la nave.

Estaba claro que eso era una camuflada invitación para hacer de aquello una cena romántica. Aunque Gina pareció no captarlo cuando dijo, dando la impresión de que pensando en el sistema de soporte vital.

-No hay problema. Estamos con el nivel de energía a más del ochenta por ciento.
-Claro, no lo había notado. - Suspiró el desencantado muchacho. –

Dieron orden al computador de abordo que enseguida elevó una mesita y sacó dos formas cónicas que eran los asientos para ambos. Gina trajo las raciones y Gordon colocó el resto de cubierto necesarios que aparecieron en un compartimento de esa mesita. Aunque no era demasiado grande si que era funcional, tendría un metro de largo por casi ochenta centímetros de ancho. Los jóvenes se sentaron a los lados de la parte más larga para poder poner todo lo necesario en medio. 

-Bueno, no sé qué manjares antediluvianos habrán tomado esos dos allí abajo, pero no serán peores que esto. - Alegó Gordon. –
-Bueno, estas raciones tienen el equilibrio justo de grasas proteínas, lípidos, glucosa y carbohidratos, y tampoco saben tan mal. - Sonrió levemente su interlocutora. –
El chico asintió y comenzaron a cenar sin mucha más ceremonia. Terminaron apenas media hora más tarde, tras degustar uno de esos postres criogenizados y liofilizados que tenían. No hablaron mucho, tampoco sabían ya de qué. Llevaban bastantes horas de misión. Estaban cansados, aunque ateniéndose a las ordenanzas deberían dormir por turnos dado que estaban en misión de apoyo y vigilancia. Caballerosamente él le ofreció.

-Ve tú a dormir. Yo montaré la primera guardia.
-Gracias, te relevo en ocho horas. – Le respondió la muchacha. –

El asintió y Gina pasó a una estancia separada que hacía de dormitorio. Lo cierto era que esas patrulleras clase Libélula no eran tan incómodas. Con sus más de veinte metros de eslora y unos diez de manga tenían una superficie útil cercana a los doscientos metros cuadrados en dos niveles. En el inferior se asentaban los aparatos, motores, radar, y otros equipamientos de ingeniería. En el superior estaba en su mayor parte ocupado por zona habitable para la tripulación que era únicamente de dos miembros, aunque en casos de emergencia podía acoger hasta a cuatro personas. Curiosamente Yener estaba en su camarote estudiando algunas de estas especificaciones.

-Son naves de corto alcance. - Se decía el chico. – Pero aun así van con ellas a otras galaxias para hacer misiones de vigilancia. Usan lo que llaman Hiper espacio. Que es nuestro equivalente al salto dimensional. – Se percató. –

Y es que ambas culturas hacían lo mismo solo que llamándolo de diferente manera. Yener no alcanzó a comprender por qué, pero se había despertado en mitad de la noche, (si es que ese criterio se podía aplicar estando en órbita de Omega en el crucero Durenor a donde había sido trasladado) Dormía sin problemas hasta que soñó algo, le parecía estar en un mundo rodeado de personas primitivas y Kira le llamaba. O quizás hablaba de él. La mente del joven se preguntaba ahora si esas gentes que vestían apenas con unas pieles y empleaban herramientas y armas de piedra y madera, tendrían algo que ver con sus propios remotos antepasados.

-No lo sé. - Suspiró Yener. – Pero no deja de ser extraño, que sean hijos de Maray como nosotros, en un lugar tan remoto.

En el planeta Diana llegó un nuevo día, tras levantarse los dos chicos fueron a saludar a sus anfitriones. Peter coincidió con el maestro Dominé y tras darle los buenos días le preguntó.

¿Qué tal está usted hoy?
-Bien, no puedo quejarme muchacho, el dolor de huesos no es tan malo cuando hace buen tiempo. – Contestó el interpelado, queriendo saber a su vez. – ¿Saben cuanto tiempo se van a quedar?
-No mucho, tendremos que retornar para informar a nuestros superiores. – Le explicó el chico, añadiendo. – Se sorprenderán cuando les contemos que no hemos sido los primeros en contactar con ustedes.
-Oh, bueno, hace ya tanto tiempo que los celestes se marcharon que es casi como si su llegada fuese la primera. – Afirmó Dominé. -

-Y después de ellos, nunca más tuvieron visitantes llegados del cielo. 
-No, en realidad no, algunas veces se han visto ovnis, así es como se llama a los objetos volantes no identificados. A mí me gustaría que se les enviara señales de bienvenida. Pero el jefe no quiere. Ese imbécil dice que solo pueden ser espíritus del mal. – Le respondió aquella especie de chamán.  En tanto ambos caminaban hacia un arroyo cercano – 

En ese momento el chamán reparó en la llegada de un grupo de guerreros, indicó a Peter.

-Vaya, justamente aquí viene, aquel es. - Señaló en referencia al jefe. –

Peter se sorprendió ese tipo de mentón cuadrado, nariz prominente y expresión malencarada le recordaba mucho al general Tirelius, no pudo evitar sonreírse un poco. Esa impresión se reforzaba dado que aquel individuo parecía estar enojado, iba hablando en dirección a un tipo bajito y de cabellera rojiza que le miraba con gesto entre temeroso y servil, además de estornudar de vez en cuando. Justamente ene se instante Kira salía de una de las cuevas, y pudo captar el pensamiento de ese tipo cuando, al llegar junto a la gran piel de oso, preguntó con asombro.

- ¿Quién ha cazado a este animal?

Apar apareció entonces, tras salir de su caverna señaló la piel y se golpeó el pecho.

- ¿Has sido tú? – Exclamó el incrédulo jefe. - ¿Tú? - repitió rompiendo a reír, y con él los hombres que le acompañaban. –

Aquel tipo pelirrojo se encaramó entonces hacia una de las orejas de su jefe y le susurró algo. Este asintió. Al parecer se habían fijado en Kira y Peter, que les observaban con gesto imperturbable acompañados de Kira y Dominé.

-Intentaré transmitirte lo que digan por telepatía. - Le informó Kira utilizando precisamente ese modo. –

Su compañero asintió, justo cuando ese tipo, recubierto de pinturas de caza de colores blanco y rojo, se plantaba a su lado, no olía precisamente bien. Aunque no tomó la palabra hacia los visitantes, sino que, primeramente, se dirigió hacia Dominé recriminándole.

-Y tú siempre perdiendo el tiempo en lugar de trabajar. 

El anciano se limitó a escucharle con desgana en tanto exhibía su figurita ya cocida. El jefe entonces preguntó. Centrando su atención en los recién llegados.

-A estos no los he visto nunca. ¿Los conocéis vosotros? ¡Vamos! ¿Quiénes son? - Le urgió al chamán en demanda de una respuesta. -
-Son unos amigos. - Le informó finalmente Dominé. –
- ¿Amigos? - Repitió el incrédulo jefe. –
-Sí, amigos venidos de otro planeta. – Matizó su interlocutor. –

Empero, una vez más, ese tipo bajito y pelirrojo acudió a susurrarle al oído al líder del clan.

-No hagas caso jefe, eso son patrañas. 
-Eso no son más que patrañas. - Repitió el jefe acusándoles de inmediato. – Seguro que conspiran con Apar. Que los arresten. – Ordenó. –

Al instante dos de sus hombres apuntaron a los visitantes con sus lanzas. Ni Peter ni Kira hicieron el menor gesto para defenderse. Fue Jane la que, extendiendo ambos brazos, trató de razonar con el jefe y sus guerreros.

-Beoi Upar aki tua boaiñana mei laoka…Moula mei makan - Dijo de forma apresurada, señalando finalmente al cielo. –
-Está diciendo que es verdad. Que vinimos del cielo y somos amigos. - Le tradujo Kira a su compañero. –

Sin embargo, ese canijo pelirrojo seguía malmetiendo y le dijo a su líder.

-Eh, jefe, Apar es un traidor.
-Largo de aquí, traidor. El jefe soy yo. - Espetó el líder, empujando a Apar. –

Apar se revolvió queriendo ir contra él, pero dos guerreros con lanzas se interpusieron. Peter mitró a Kira, pero ella movió levemente la cabeza en gesto negativo. Aunque las cosas cambiaron cuando el jefe agarró de un brazo a Jane y le dijo.

-Ven aquí, serás mi mujer…

Y no contento con eso, sujetó a Kira también de un brazo afirmando.

-Tú te casarás con el canijo, parece que le gustas y ya es hora de que tenga esposa.


Peter asistió a esa escena entre incrédulo y furioso, iba a intervenir cuando ese enano pelirrojo se atrevió a tocar a Kira, pero no hizo falta, la joven le respondió arreándole un bofetón que lo tiró al suelo.

- ¡Vaya! - Se sonrió Peter. –

Desde luego que su compañera no solía recurrir a la violencia y menos perder los estribos, aunque en esta ocasión estuviera más que justificado. A él le estaban sujetando dos guerreros, tomándole uno de cada brazo. No le sería muy difícil liberarse con algunas técnicas de artes marciales, pero optó por ser más prudente. Tampoco quería provocar una escalada de violencia que terminase peor. Por suerte el jefe se centró en él y le preguntó.

-Así que dices que vienes del cielo. ¿No es así? Tendrás que demostrarlo, de lo contrario acabarás en un cepo como carnaza.

Peter asintió, por fortuna, Kira seguía traduciéndole de forma telepática aquello.  Supuso que haría lo mismo a la inversa, llevándole sus palabras a ese tipo. Además, ahora tendría la ocasión de pedir ayuda a sus amigos que patrullaban en la troposfera. Por eso respondió con tono tranquilo.

-Así que quieres pruebas, ¿eh? De acuerdo. – Convino, para remachar. - Pues voy a darte una buena prueba. 

Y ahora no se recató de soltarse de esos dos que le sujetaban con sendos golpes que los lanzaron al suelo. De inmediato levantó uno de sus brazos con la mano hacia arriba y usó la otra mano para pulsar su transmisión de onda corta para decir con rimbombante tono.

-Apelo al gran espíritu del cielo, llamo al gran espíritu…- Se detuvo un instante, le guiñó un ojo a Kira y musitó con tinte de complicidad. - Creo que el gran espíritu me oye. - Y añadió ya más en serio.- ¿Me oyes, compañero? Contesta, gran espíritu, contesta. 

En la Araña se recibió perfectamente esta transmisión, la cara de Gordon era de perplejidad, cuando escuchó como remate.

-Te necesitamos con urgencia.
- ¿Espíritu del cielo? ¿Se está burlando de mí o qué? - Se preguntó el joven. - ¿Tengo yo cara de gran espíritu? ¿Qué te parece?

Posiblemente fuera una de las bromas de Peter, aunque Gina enseguida supo que no. El tono de su hermano era de premura. No dudó en decirle a su compañero.

- ¿No lo comprendes? Es grave. Está en peligro y no puede decírnoslo. 
-Vamos en su ayuda. - Sentenció Gordon programando el descenso de su nave. –

          En tierra entre tanto Peter le dijo al jefe.

-Ahí está…

          Aunque todavía no se veía nada. El incrédulo líder del clan replicó con sarcasmo.

-Sí claro, muchacho, acabas de comunicarte con el gran espíritu del cielo… ¡Ja, ja, ja, ja!

            Se rio con ganas seguido por su acólito, ese desagradable hombrecillo pelirrojo. Al momento sus partidarios reían igualmente. En contraste Apar, Jane, los muchachos y Dominé guardaban un completo silencio. Pasados unos instantes, el jefe cesó en sus carcajadas y ordenó con severidad.

-Ya nos hemos reído bastante, ¡que se lo lleven!

Empero, fue entonces cuando la Araña apareció en el cielo, haciendo cada vez más grande a medida que descendía. Eso dejó pasmados a todos los miembros del clan. Algunos corrieron cegados por el pánico, por el contrario, Dominé suspiró.

-Estupendo. Presiento que nos vamos a divertir.

Por fortuna ni los fieles al jefe eran capaces de dominar su pavor. ¡Ahí estaba ese gran espíritu al que posiblemente hubieran ofendido de algún modo! Por su parte Peter y Kira se miraron y sonrieron. Sus amigos habían hecho acto de presencia justo a tiempo. Y en cuanto al jefe, pasado el primer momento de estupor enseguida se rehízo, no podía dejarse intimidar, su liderazgo peligraba.

-Espíritu del mal, ¡vete! - Exclamó dirigiéndose a ese extraño objeto que descendía. – No queremos nada contigo.
-Vete, desaparece. - Le apoyó su acólito el pelirrojo canijo. –
-Ven conmigo. - Le pidió el líder, incluso tirando de él. – Ven…

Ese otro no estaba tan convencido, pero su líder le obligó a aproximarse a esa cosa. Era temerario desde luego, porque se estaban colocando justo debajo de la nave cuando esta iba a encender sus reactores secundarios, que se hallaban bajo ella, para regular el descenso.

-Los vaporizará. - Musitó Peter, incapaz ya de hacer nada por la distancia a la que se encontraban y el peligro que conllevaba aproximarse. –

Y el jefe y su esbirro, ajenos a eso, proseguían con su catarata de imprecaciones y desafíos.

-Desparece por donde has venido. ¿No me has oído?

A buen seguro que ni Gordon ni Gina, pudieron detectar la presencia de ninguno dado que entonces, y para horror de Kira que desvió la mirada, los chorros de plasma del reactor se encendieron incinerando a esos desgraciados.

- ¡Oh! - Exclamó la muchacha apartando la mirada. -

Aunque el resto no pestañeó, era poco el cariño que les habían profesado a esos dos en el clan. Hasta Dominé se permitió un comentario hasta jovial.

-Precisamente ahora debo ir a cocer mi estatuilla.

      Peter entonces le musitó a su compañera.

-Mejor no les digamos nada de esto a mi hermana y a Gordon, no podrían dormir, y no es culpa suya. Esos dos se metieron debajo mismo de los reactores cuando estaban en mitad de la maniobra. Abortarla hubiese significado un riesgo grave para la nave.

Kira asintió, con poco estómago para decir nada. Al fin la nave de sus compañeros se posó tras bajar sus anclajes. Una vez desplegada la pasarela de desembarco, ambos aparecieron bajando las escaleras y contemplando perplejos como un grupo de varias docenas de personas estaba arrodillado y con las cabezas tocando el suelo en actitud de sumisión.

-Creo que eso de no injerir en culturas primitivas iba por esto. - Suspiró Gordon, mirando a su también estupefacta compañera. –

Al fin, tocaba volver a casa. Peter y Kira subirían a la Araña para que sus compañeros los acercasen a su propia nave, estacionada a más de un par de kilómetros de allí. Tras charlar brevemente con Apar y Jane, esta última le preguntó a Peter.

- ¿Sois hombres o dioses?
-Somos gente como vosotros. - Confesó Peter. –
-Entonces partiré contigo. - Le ofreció ella. –

Era evidente que eso era imposible. Peter le respondió, con tacto y amabilidad, mientras que Kira se despedía de Apar con dos besos en la mejilla.

-No Jane, no. Tu vida está aquí con los tuyos. Apar será un buen marido para ti, y también un gran jefe para tu pueblo. - Añadió elevando el mentón de la muchacha con suavidad. –

Kira entonces, elevó la voz y declaró, para dirigirse a todo el clan.

-Tenéis que elevar vuestra condición humana. Desterrar la fuerza bruta y conocer el respeto que debéis a vuestros semejantes. Amar a los demás quienes quiera que sean. Progresad, algún día seréis dignos de convivir con todos los que viven en el cielo. Y ese día volveremos.

Dicho esto, embarcaron los cuatro, Gordon y Gina llevaron de inmediato a sus amigos hasta su propia nave.

- ¡Vaya una experiencia! - Comentó Peter antes de abordarla. – Hemos jugado a ser dioses, y nunca mejor dicho.
-Es algo que conviene no volver a hacer. – Apuntó Kira, afirmando. - Es una enorme responsabilidad. 
-Bueno, no tardéis, debemos informar a mi padre. - Les recordó Gordon. –

Sus amigos asintieron, no los llevó más que un minuto el subir a su propia nave e iniciar la secuencia de despegue. Luego, siguiendo a la Araña, la Libélula se remontó en el cielo, superando enseguida la troposfera, la estratosfera, la mesosfera y el resto de las capas hasta salir al espacio. Enseguida reportaron lo ocurrido. Fue la voz del comandante Graham quién les contestó.

-Integraros en la formación., Hemos detectado un grupo de nave no identificadas en curso de aproximación al planeta.
-Deben de ser ellos. - Dijo Kira. – 
-Una formación de ocho naves de combate se dirige hacia vosotros. - Informó el crucero Cobra. – Pedimos instrucciones.
-Aquí Colibrí, Cobra y Canguro en formación, Culebra dispóngase a atacar por detrás. - Ordenó Graham que siguió repartiendo instrucciones para superar tácticamente a sus posibles enemigos, luego intentó contactar con ellos. – Aquí policía interestelar. ¿Quiénes son ustedes? Dense a conocer o abriremos fuego dentro de cinco segundos…

Al principio esas naves parecieron no recibir el mensaje puesto que no alteraban su curso. Graham desgranó la cuenta atrás con frialdad. 

-Cinco, cuatro, tres, dos uno…

No hubo contestación y el comandante ordenó que se disparase. Varios cruceros lanzaron una ráfaga de rayos iónicos concentrados, dos o tres de ellos de advertencia, pero el siguiente sí que impactó en una de esas naves destruyéndolas. La flotilla de Omega ya estaba preparando sus escudos, lista para recibir el contrataque, pero esas naves optaron por la retirada.

-Son rápidos, creo que tardaremos en verlos. Como medida de seguridad vamos a poner algunas minas espaciales. - Declaró Graham. –

Esas minas eran de lo más avanzado con lo que contaban. Prácticamente indetectables estaban programadas para acudir en rumbo de colisión contra cualquier cuerpo metálico lo bastante grande y cercano a ellas. Si se diseminaban cerca del planeta Diana harían virtualmente imposible un acercamiento seguro para cualquier nave invasora. 

- ¿Se tiene noticias de Libélula? - Quiso saber el comandante, matizando. - ¿Qué ha ocurrido ahí abajo? ¿Os topasteis con alguno de esos mercenarios?
-No, señor. Tuvimos otras preocupaciones menos complicadas. - Replicó Peter. –
-Hemos cumplido la misión, aunque quizás nos dimos a conocer demasiado. - Añadió Kira. –
-No os preocupéis chicos, ha sido un mal menor. - Afirmó su veterano superior.- 

        Y es que el cometido de aquella patrulla había sido el de cerciorarse de que este mundo proseguía su evolución natural sin ninguna clase de interferencias. Aunque lo que descubrieron, al interceptar esas naves no les gustó nada. Pese a estar advertidos.

-Debo admitir que Clark tenía razón. - Le comentó Peter a Kira, durante el vuelo de retorno. –
-Bueno, eso significa que debemos vigilar con mucha más atención no solamente lo que suceda en lejanos planetas sino en nuestra propia casa. - Afirmó la muchacha. - 

Su compañero asintió programando el curso del viaje. Descansaron y una vez de vuelta, además de al comandante Graham, informaron a la presidenta y al jefe de la policía espacial.

-Sí, tal y como sospechábamos, son personas que viven todavía en el paleolítico superior. - Les refirió Peter. - Tiene todas las características que concurrían en la Tierra hará unos quince o veinte mil años.
- Concretamente del periodo lítico magdaleniense. Acorde con las explicaciones de Metro con las que concuerdo. - Apuntó Kira. -
- Ahora que caigo, ¿por qué no llevasteis a ese androide el Profesor Enius? - Inquirió Lora. -
-El profesor maestro deseaba hacerle unos ajustes. Una lástima, hubiese sido de una inestimable ayuda. - Respondió Peter, añadiendo eso sí, con resignada paciencia. - De todos modos, espero que el profesor lo haya perfeccionado. Si dejara de hablar hasta por los codos sería perfecto.

Kira se rio, junto con él mismo y sus interlocutores sonrieron ante aquella declaración con la que todos concordaban. Era cierto que ese robot les había ayudado ya en pasadas misiones, pero asimismo poseía una personalidad algo agotadora, sobre todo por su pedantería. No era raro verle a veces polemizar incluso con su propio creador, el afamado profesor de robótica y astronomía Enius Maestro, que fue uno de los que impartieron clases a los muchachos, ya que, además de ser un sabio asesor del consejo, también trabajaba como catedrático en la academia de la policía espacial de Omega.

-Tendremos que decirle al profesor Maestro que corrija eso un poco, si es que no lo ha hecho ya. - Afirmó Pierre. -
- ¡Con una mordaza! - Exclamó jocosamente Graham haciendo que todos volvieran a reír con ganas, pese a lo serio de aquella información. -
-Bueno, vamos a centrarnos entonces. - Intervino Lora quien finalmente ya retomó la seriedad del asunto. - ¿Alguna cosa más que nos queráis contar?
-Esas personas son tan inteligentes como podamos serlo nosotros, eso se evidencia en las muestras de arte rupestre y mobiliar, en sus jerarquías sociales y en la incipiente división del trabajo, entre otros factores. - Abundó Kira. -
-Aunque carecen totalmente de tecnología que pudiera sernos de interés, a nosotros o los invasores, presuntamente casiopeanos. Como lo prueba la presencia de esas naves que rechazamos. Si es que eran de ellos, claro.  - Dijo Peter con evidente prudencia. –
-No pudimos llegar a identificarlas. - Intervino Graham. -
-Entonces, suponiendo que fuesen ellos, lo que no comprendo es ese presunto interés de Casiopea para instalarse allí. - Añadió Pierre cruzándose de brazos. - Tampoco es que esté en una zona de tránsito particularmente importante.
-Pudiera ser que ese planeta sea rico en algún recurso mineral que les interese. - Conjeturó el comandante Graham mesándose su rubio bigote dirigiéndose a la morena muchacha. - ¿Qué opinas, Kira? Como geóloga habrás indagado sobre el particular.
-Sí, en efecto. Es un planeta con yacimientos de uranio y tiene otros elementos que le hacen apto para extraer materias primas en abundancia. De cara a la industria pesada. - Respondió la chica. - 
-Entonces debe ser por eso que el general Tirelius, si es que se trata de él, - conjeturó Pierre matizando con manifiesto sarcasmo, - ha posado sus ojos en ese mundo.
-O por cosas peores que ni me atrevo a imaginar. - Suspiró Lora para dirigirse a los muchachos. - Muchas gracias, habéis hecho un magnífico trabajo. Como siempre.

Tanto Peter como Kira saludaron militarmente y se retiraron. Fue asunto de los dos máximos cargos de la policía de Omega y de la presidenta el hablar sobre las connotaciones y posibles consecuencias que tendría aquello.

-Si es que obtenemos evidencias más claras tendré que preguntarle al señor cónsul de Casiopea sobre ese particular. - Dijo Lora. - De poder probar su intervención sería una flagrante violación de las convenciones de nuestra confederación por parte de su mundo. Directamente va en contra del principio de no injerencia en otras culturas menos desarrolladas que las nuestras.
-En efecto - convino su esposo que ya suspiraba resignado a su vez. - Lo difícil será ver como lo hacemos para que confiesen esa falta. Ese hombrecillo se las pinta solo para sacarme de quicio. Siempre tiene alguna excusa a mano.
- ¡Déjame a mí! - Exclamó Graham enarbolando uno de sus grandes puños. - Yo podría tener una conversación con él y con el Tiñoso.
-Amigo. - Sonrió Pierre mirándole divertido. - ¡Ojalá fuera así de sencillo! - Y deja de llamarle así al general Tirelius o un día se te escapará delante de él o de su emisario.
- ¡Es que ese tipo parece que tuviera la tiña! - Se rio Graham justificando ese mote. - Siempre está con cara de perro malhumorado.
-Mejor será que dejemos este tema. Bastante tenemos con preocuparnos por nuestros nuevos “aliados”- Terció Lora. - 
- ¿Sabemos algo nuevo? - Inquirió Pierre dedicándose ahora a tal cuestión. -
-No, aunque me parece que está habiendo movimiento. - Afirmó Graham. - Sus naves siguen en la zona neutral, la cual, merced a nuestro acuerdo, pueden ahora transitar. Alguna de ellas ha partido, suponemos que hacia su planeta. ¿Para informar o para ir por refuerzos? Esa es una interesante cuestión.
-Hasta el momento nada podemos objetar a su comportamiento. No han demostrado ni el más mínimo grado de hostilidad. Más bien al contrario. Son gente muy amable y educada. - Apuntó Pierre para zanjar el asunto. –
- ¡Oíd!  ¿Y qué pasaría si las naves que interceptamos en Andrómeda fueran suyas? - Quiso saber Graham- 
-No lo creo probable, está demasiado lejos y dudo que conozcan la posición de ese planeta en particular. - Aseveró Pierre. -
-Yo también lo veo muy difícil, pero nunca se sabe. Pudiera ser que, por una vez anduviésemos errados y el Tiñoso nada tuviera que ver. - Opuso su amigo. –

Tanto Pierre, como Lora se miraron desconcertados. Fue finalmente la presidenta quien quiso concluir la reunión sentenciando.

-Todo a su tiempo. Por ahora me inclino mucho más por la hipótesis de Casiopea. 

Y los tres levantaron la sesión. Entre tanto Peter y Kira se dirigieron a descansar y de camino hablaron sobre sus amigos. Al poco de retornar Gina y Gordon habían partido en otra misión, en este caso mucho más rutinaria, vigilar un sector cercano compuesto por apenas un par de planetas en órbita a una estrella enana amarilla.

-En fin, espero que su vuelo de patrulla se esté desarrollado sin incidencias. - Suspiró Kira. -
- ¿Te refieres a dentro o fuera de la nave? - Sonrió Peter. -

Su compañera le devolvió esa sonrisa moviendo la cabeza para replicar.

-No seas malo. Los pobres están en esa etapa tan bonita y al mismo tiempo importante, de dar el paso hacia una relación más seria.
- ¡Pues a ver si lo dan ya! - Se rio su interlocutor. - 
-Bueno, es algo que debe de meditarse mucho. - Comentó descuidadamente la muchacha. -
-Sí - convino Peter sin darle mucha más importancia. -  Aunque ahora no tengo muchas ganas de reflexionar sobre cosas tan profundas. ¡Casi he estado a punto de casarme con jane! Se rio, para remachar tras un bostezo. - Me voy a dormir que estoy molido, buenas noches. - Le deseó a su compañera. -

Y sin mirar atrás dobló una esquina que le encaminaba hacia sus habitaciones de la base perdiéndose de vista.

-Hasta mañana, Pedrito, que descanses. - Musitó débilmente ella contemplándole con algo de tristeza en los ojos. -

Pero también se fue a su cuarto a dormir. A buen seguro tendrían mucho que hacer durante los días sucesivos. Y eso servía igualmente para sus superiores. Al día siguiente Lora, Pierre y Graham se reunieron efectivamente con el resto del consejo y ante los delegados de la confederación dieron su informe acerca de lo ocurrido. Por supuesto el cónsul de Casiopea se indignó por no ser informado en su momento. 

-Era una simple operación de vigilancia policial, una pequeñez. - Dijo Pierre tratando de quitarle hierro. –
-Una pequeñez que les comprometió cinco cruceros de los seis que tiene y dos patrulleras. - Observó agudamente el cónsul. –
-Y usted no sabrá nada de esas naves con las que nos topamos, ¿verdad? - Inquirió Graham que había acudido a informar de primera mano. –
-Naturalmente que no. ¿Qué insinúa, comandante? – Quiso saber su interlocutor, con tinte ofendido a su vez. –
-Nada, líbreme el cielo. - Contestó el interpelado con bastante aplomo. -

El cónsul se cruzó de brazos mirando en derredor con gesto malhumorado y declaró.

-No tenemos ni la menor idea de cual es el motivo de esta acusación. Mi mundo no ha enviado nave alguna, ni tampoco tiene el menor interés estratégico en una zona tan remota de la galaxia de Andrómeda. Y si ustedes persisten en esta actitud, tan injusta como arbitraria, presentaré una queja oficial ante este consejo.
-Por favor, señor Cónsul. - Intervino Lora tratando de sosegar los ánimos. - Nadie les está acusando de nada.
-Eso dice usted. Al comandante solamente le ha faltado tratar de ponerme las esposas. - Denunció aquel tipo haciendo un ostensible gesto con sus brazos al tiempo que juntaba ambas muñecas. – 
-Le presento mis excusas si mis palabras le han sonado así. - Intervino Graham con evidente malestar. -

Y tomando algo de aire para calmarse, su amigo el jefe de la policía espacial le palmeó la espalda y declaró con evidente sarcasmo.

-A ver si lo he entendido. Unas naves en formación, que asemejaban a las de su clase Murena, y se negaron a identificarse, se aproximaron al planeta Diana e hicieron oídos sordos a nuestros avisos. El comandante Stevens simplemente le ha preguntado si sabía usted algo al respecto. Pero no le ha acusado de nada. Usted asegura que nada tienen que ver con ello. ¿Voy bien hasta ahí, señor cónsul?

Aquel hombrecillo le miró con inquina y declaró con expresión de ofendida dignidad.

-Así es. No hemos tenido parte alguna en ese incidente. Aun así, nos pregunta a nosotros en lugar de a cualquier otro, no me gusta lo que eso quiere dar a entender. Esto llegará a oídos de mi gobierno y tendrá consecuencias. No lo duden.

El ambiente estaba desde luego muy cargado. Los delegados restantes se miraban entre sí con desconcierto. Algunos, como los de Orión o la Tierra criticaban la actuación de Casiopea. Otros como los de Andrómeda o centauro, la justificaban, lanzando sus críticas hacia la policía.

-El señor cónsul no debería ofenderse tanto. - Comentó el enviado de Orión. - Si nada tienen que ver en eso, le basta con negarlo. No dudamos de su palabra. 
-Es que su planeta ha sido insultado por el mero hecho de arrojarle esa sospecha - Terció el representante de Andrómeda, añadiendo con igual enfado. - Y las naves de la policía interestelar han entrado en nuestra galaxia sin haber sido autorizadas. 
-Saben usted que, en virtud del acuerdo que tenemos sobre las patrullas por los sistemas de la confederación, nuestras fuerzas policiales pueden acudir allí sin requerir permiso previo. - Le recordó Pierre. –
- Al menos podrían haber tenido la cortesía de informarnos. ¿Quién no les dice que ese otro grupo de naves no les tomase a ustedes por una fuerza invasora? - Denunció su interlocutor, sentenciando. – Agradezca que, pese a su ataque sin provocación, ellas no respondieran o podríamos estar incursos en una guerra.
-Se les advirtió claramente de que íbamos a abrir fuego de no identificarse. Y si no respondieron al ataque es porque eran conscientes de que estaban en un lugar al que no pertenecían. – Sentenció Pierre. –

Hubo más murmullos, argumentos y contraargumentos. Las cosas parecían estar saliéndose de control.

- Damas y caballeros, distinguidos delegados. –Terció Lora haciendo un esfuerzo para poder ser escuchada en medio de esos intercambios de acusaciones y reproches. - Lo último que necesitamos ahora es rivalizar entre nosotros. Propongo que mantengamos aparcado este enojoso asunto hasta que pueda llevarse a cabo una investigación en profundidad, y sobre todo hasta poder formalizar nuestras nuevas alianzas. - Sentenció con tinte conciliador para proponer. - Votemos que esa zona se declare en cuarentena para todas las naves de la confederación, a fin de evitar la exposición de esa cultura a nuestra influencia.
- Me parece bien- se apresuró a convenir el Cónsul que parecía aliviado de disponer de una tregua. - ¿Lo ven? Cuando se piden las cosas con sentido común y cortesía, no hay ningún problema.
- Por mi parte, protesto - intervino el representante de Andrómeda que se mostraba bastante contrariado, aunque era capaz de dominarse en pro de la diplomacia. - Pero acataré la decisión del Consejo. Si es que resulta ser esa...
- Vamos a votar- indicó neutramente Lora a la que esas palabras no hicieron ninguna gracia. -

La votación tal y como se esperaba, fue partidaria de olvidarse de aquel tema. Se decidió que, efectivamente esa zona del cuadrante de la galaxia se declararía cerrada al tráfico de naves. Pero nadie quiso llegar a más. Casiopea tenía demasiada influencia y ningún mundo quería indisponerse con sus poderosos coaligados, siendo conscientes de que Andrómeda era el más destacado de ellos. El asunto quedaba zanjado, aunque en la mente de Pierre y Lora tan sólo de momento. Lo único que pudieron hacer tras el resultado de la votación fue requerir amablemente al cónsul de Casiopea a que informase a su líder de que todo había sido un malentendido. Éste, asegurando que así lo haría tras una inmediata consulta con el general Tirelius, cambió de tercio para desviar la conversación hacia otro tema menos comprometido para él.

- Miembros del Consejo. Debo informarles de que hemos detectado una avanzadilla de naves desconocidas con rumbo a nuestra frontera sur. Me gustaría que pudieran aclararme si pertenecen a alguno de los mundos de nuestra confederación ¿Sabe usted algo de ello, coronel? - Inquirió a Pierre con una ladina sonrisita triunfal que coleaba todavía del contencioso anterior tratando de devolver así esa pregunta que él mismo recibiera por boca del comandante Stevens. -
- Le puedo asegurar que no- repuso éste con gesto serio acusando esa burla en su interior. - ¿Alguno de los presentes tiene algo que decir? - Preguntó a su vez recibiendo un contenido silencio por respuesta. - Supongo que puede ser cosa de nuestros nuevos aliados- pronunció esta última palabra con algo de ironía. -
- Deberían hablar con el comodoro Cresat- propuso un representante de la estrella Centauro -
- Será buena idea hacerlo. Caso de ser cosa de ellos, debemos comunicarle que no podemos aceptar la presencia de tantas naves de su planeta en nuestras fronteras. - Intervino Graham. -
- Enseguida establezco contacto- convino Lora llamando de inmediato, al cabo de unos segundos el rostro de Cresat apareció en la pantalla de su computadora. -
- Buenos días, señora presidenta. - Saludó de modo cortés. - Quería hablar conmigo.
- Así es, comodoro - repuso Lora con un tono poco afable, pero eso sí, educado como en ella era habitual, al recibir la traducción del ordenador. - Hemos recibido informes de que una nueva escuadrilla de naves de guerra se ha situado en la frontera de uno de nuestros mundos miembros. Queremos saber si ustedes son conocedores de este hecho.
- Le puedo asegurar que no se tratan de naves de mi mundo. Ni tampoco teníamos conocimiento de ello. - Contestó Cresat cuyo gesto también evidenciaba cierta sorpresa. - Aunque pudieran ser pertenecientes al resto de planetas de nuestra alianza. Debe usted saber que les comunicamos nuestro encuentro y ellos deben querer también establecer relaciones diplomáticas con su confederación.
- Y lo hacen trayendo una flota tan apreciable de naves de combate. - Intervino Graham con buena dosis de cortés sarcasmo. - Es un modo algo extraño. ¿No le parece?
- Sinceramente no es un procedimiento habitual. - Admitió el comodoro que agregó con tintes más tranquilizadores. - Aunque si sus intenciones fueran hostiles les aseguro que no se dejarían detectar tan fácilmente. Pero no se preocupen, si son aliados nuestros nada deben temer de ellos.
- De todas formas, y para proceder a una presentación formal, hemos ordenado que una escuadra de nuestros destructores estelares clase Murena, junto con algunos del tipo Nautilo acuda allí, para saludarles, - sonrió el cónsul con un sarcasmo mucho más patente que el empleado por Graham. -

Todos en la sala se quedaron de piedra. Si algo iba mal, produciéndose cualquier error o suspicacia, se podría desencadenar un conflicto a escala multi planetaria. Así las cosas, el contralmirante Cresat declaró tras unos segundos de pausa en los que había aprovechado para indagar a su centro de mando en la flota.

- Me parece que efectivamente son naves de Nataclia, Akapler y Ciloner, nuestros mundos aliados. Sí, hace poco han tomado contacto con mis naves por canal sub espacial. Aunque también me informan de la presencia de grandes naves desconocidas cerca de ellas.
- Son nuestros destructores - declaró el cónsul con un no disimulado tinte de orgullo. -
-Les notificaré que abandonen esa posición y se dirijan aquí- dijo Cresat. - A buen seguro tendrán ganas de conocerlos. ¡Ah y otra cosa!, en lo sucesivo ya no hablarán conmigo para ponerse en contacto con mi mundo.
- ¿Ah no? - Terció Pierre preguntando inquisitorialmente. - ¿Con quién lo haremos entonces?
- ¿Acaso le relevan? - Quiso saber Lora con más tacto. -
- En efecto, se encargará de ello el capitán Rant. Ustedes ya le conocen, ha sido nombrado embajador plenipotenciario de Yumlaiance. - Les informó Cresat disimulando una divertida sonrisa al ver las reacciones de sus interlocutores. -

Esto efectivamente tomó aún más de sorpresa al Consejo, no obstante, y como buena diplomática, Lora supo reaccionar con naturalidad para decir.

- Pues tendrán que facilitarme su número para poder llamarle en caso de necesidad si no les es inconveniente, comodoro.
- Lo haré enseguida, aunque ahora está ausente, se incorporará dentro de dos horas. Ya les avisaré. - Afirmó Cresat con toda cortesía. -
- Muy bien, gracias comodoro Cresat. - Le despidió Lora con idéntica amabilidad cortando la comunicación. -

Pudo escucharse en varios delegados murmullos de cierta disconformidad con las palabras de su nuevo aliado. Desde luego que no gustaron a algunos de los presentes y esta vez el cónsul de Casiopea sí que obtuvo un gran consenso tácito de los miembros del Consejo. (Incluso el de Graham, Pier y hasta la propia Lora a su pesar), cuando afirmó con calculada, aunque no excesiva irritación.

- Esos yumlaincers no parecen tomarnos muy en serio. No comprendo a que viene nombrar su embajador a un oficial de tan bajo rango. 
- Fue el primero en contactar con nosotros. - Opuso un representante del sistema Rigel II.- Posiblemente en su mundo eso sea importante.
-Convengo con eso. - Añadió el doctor Newman.- No conocemos sus costumbres a ese respecto. Quizás sea su manera de hacer honor a nuestra alianza. No debemos precipitarnos en nuestro juicio.
- Sí, es verdad. - Terció Graham que paradójicamente apoyaba en esta ocasión al cónsul con su declaración. - Pero una vez establecidos los contactos al más alto nivel, lo natural sería enviar a un especialista en temas diplomáticos.
- Supongo que nuestros nuevos amigos deben tener razones poderosas. Como el doctor Newman ha reseñado, tampoco conocemos su mecánica de actuación. Esperemos pues para ver cómo se desarrollan los acontecimientos, por ahora lo principal es el asunto de esas naves. –Intervino Lora como siempre llamando a la prudencia. -
- Es cierto. - Corroboró Pierre. - Nuestra primera obligación es asegurar la paz y para ello nada más conveniente que tratar de establecer una comunicación amistosa con los recién llegados.

Esta vez hubo conformidad absoluta que fue expresada por murmullos de aprobación.

- Bien señores. - Declaró la presidenta dando por zanjado el asunto. - Creo que esto es todo por ahora. Les mantendremos informados.

Y Lora procedió a disolver la reunión con todos sus miembros preguntándose por el cariz que tomarían las cosas.


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