miércoles, 9 de marzo de 2011

UNC 119

11./Capitulo 119.Un precio demasiado Alto.


Ya sentados todos alrededor de la mesa, Yener le pidió a aquel hombre que contase lo que supiera sobre ese extraño y al parecer aterrador lugar.


- Si, dinos viejo - le pidió Pelgrus con animada curiosidad .Característica común por otra parte en los de su raza -.¿Qué ahí en ese lugar que sea tan terrible?.
- El sitio mismo es terrible.- Respondió éste dando un corto trago a su cerveza para añadir -.Aunque en otro tiempo no fuera así .Pero la leyenda se remonta a varios siglos, mucho antes incluso de que Skarn Dainlin penetrase en ella y lograse rescatar una de las esferas del Conocimiento. Se dice que Karmad fue en su origen una base próspera de comercio, fortificada debido a lo inestable de la zona .Bandidos, salteadores y señores de la guerra que pugnaban por la hegemonía del territorio, la pretendían por su ventajosa posición y las riquezas que se acumularon .Por ello, además de un gran entramado defensivo se procuró atraer a muchos magos y nigromantes poderosos para fortalecerla con hechizos mágicos. En aquella época, los señores de la oscuridad todavía moraban en estas tierras y quisieron apoderarse de Karmad para dominar las conexiones con los reinos del Sur .Enviaron a muchos de sus magos negros camuflados entre los que acudieron llamados por los gobernantes de la ciudad. Estos lanzaron hechizos que consiguieron convertirla en una verdadera trampa; pronto, la mayor parte de las gentes que allí vivían tuvieron que escapar o fueron muertas por toda clase de trampas mágicas y maldiciones. Cuando Skarn Dainlin fue allí, lo hizo para recobrar una de las Esferas del Conocimiento ocultada por el señor de la Oscuridad Vagard .Éste pensó que nadie podría sacarla de un lugar como Karmad pero se equivocó. El legendario Maestro del Kail lo consiguió aunque ni siquiera él se detuvo a recuperar otro de los tesoros más preciados que en ella se ocultaban, el Cetro del Poder, que era casi tan fuerte como la misma esfera.
-¿Ese Cetro del Poder?. ¿Qué puede hacer?.- Inquirió Jilia con sumo interés -.
- Según se cuenta, el que lo posea y sea capaz de dominarlo tendrá a su disposición fuerzas elementales muy poderosas .Tan sólo hay otra arma que sea capaz de igualarlo, e incluso anularlo .La espada Somerlaiance. El arma que llevaba Skarn Dainlin y que le ayudó a completar con éxito la tarea, sin ella podría decirse que es un suicidio entrar ahí.- Sentenció el viejo mirando al monje como si de este modo tratara de averiguar si éste estaba ya al corriente de aquello -.
- Por eso no te preocupes - le comentó Yener aduciendo con deliberada vaguedad -.Tengo mis propios métodos.
- Si eres un maestro del Kail de gran nivel podrías tener éxito, todo depende de tu capacidad de concentración y de la fuerza de tu espíritu. Hay muchos sortilegios que se activan cuando alguien entra allí. Lo sabemos bien, durante muchos años multitudes de expediciones trataron de penetrar en la ciudad para saquear sus tesoros .Ninguna de ellas regresó. Y lo peor de todo es que se cree que muchos quedaron allí como guardianes no muertos, alentados sólo por el gran poder maligno concentrado en ese lugar.
- O sea, que mejor es ir sólo que mal acompañado - repuso Pelgrus con su toque de humor característico para desdramatizar cualquier tipo de situación particularmente complicada -.
- Por lo visto sí - convino Yener añadiendo con resolución -.Así que seré yo el que vaya y vosotros me aguardaréis aquí.


Jilia se levantó apoyando las manos en la mesa para rebatir con tono molesto.

- Nada de eso, no vamos a dejarte ir solo a un lugar como ese.


Rena asintió, apoyando a Jilia con idéntica energía, pero Yener una vez más, sacó su autoridad para disuadirles de sus intenciones de acompañarle.

- Habéis oído lo que ha dicho el anciano .Vosotras no tenéis ni la preparación ni los útiles necesarios. Tan sólo me estorbaríais. Lo siento pero no. Os quedaréis aquí.


Y viendo las caras contrariadas de ambas y el incomodo silencio a su alrededor, el monje añadió con voz más amable y conciliadora.

- Os agradezco de veras vuestra amistad y deseos de ayudarme, pero comprended que sólo yo debo entrar en Karmad.
- Al menos podremos acompañarte hasta la entrada - comentó el elfo deseando restar la embarazosa carga que permanecía en el ambiente -.


Yener dio el sí con un leve asentimiento de cabeza y aquello pareció bastar para que, al menos en apariencia, Jilia renunciase a su enfado .Rena por su lado, con tono más resignado e inquieto, declaró.


- Rezaremos continuamente a la diosa Maray para que te proteja.
-¿Cuándo partiremos?.- Quiso saber Pelgrus haciendo uso de una voz más despreocupada -.
- Al amanecer - respondió Yener -.Por esta noche descansaremos.
- Buena medida señor del Kail - terció el viejo con aprobación para contarles -.De noche los poderes malignos de aquel sitio se acrecientan.
-¿Qué más sabes acerca de ese lugar?.- Le interrogó Jilia -.
- Sé, por ejemplo, que algunos hechizos tratan de adentrarse en la mente de sus presas .Otros pueden disparar trampas mortales en forma de rayos de energía y algunos controlan a los grupos de muertos que vagan sin alma por la ciudadela, especialmente a la caída de las sombras .Por ello es buena medida partir al amanecer, al menos evitareis ese problema.
-¿Tú podrías venir con nosotros?- le preguntó Yener -.Al parecer conoces bien todas las historias y de seguro que sabrás como llegar de una manera segura.
- Eres astuto - sonrió el viejo haciendo una mueca de diversión para admitir -.Tienes razón .Hay caminos malos y otros que todavía están infestados de salteadores esperando robar a los que se aventuren en ellos y no sirven para llegar. Pero yo conozco el único por el que transitaremos más seguros .Claro que, para ello, tendríamos que llegar a un acuerdo.
- Me lo imaginaba - asintió Yener suspirando cansinamente para preguntarle -.¿Cuánto quieres?.
- Como supongo que no tenéis demasiado dinero me conformaré con lo que consigas sacar de la ciudadela. Con que me traigas alguna de esas piedras preciosas.
- Si se trata de eso, descuida, te traeré cuantas riquezas pueda, tienes mi palabra - le prometió fírmemente Yener -.
- De todos modos - sonrió ladinamente el viejo entornando los ojos para añadir con malicia mal encubierta en un tono suave y servil -.No es que no fíe en tu palabra Señor del Kail, de todos es sabido que cumplís lo pactado siempre. Aunque claro, si murieras en la ciudadela, los dioses no lo quieran, me quedaría sin pago. Comprenderás que te pida algo por adelantado.
- Llevamos algo de dinero y como tú supones no es mucho - admitió Yener que quiso saber -.¿Con cuánto te conformarías?.


Aquel tipo se sonrió para sí, negando con la cabeza, al parecer divertido por la ingenuidad del monje y le dijo.

- La verdad, no estaba pensando directamente en el dinero .Creo que si te pidiera una suma esta seguramente excedería vuestras posibilidades .Pero hay algo que seguro me podéis dar. Mejor dicho, más que dármelo tú, podrían hacerlo ellas - añadió el anciano mirando con gesto interesado a las dos mujeres -.
- No me gusta ese tipo de compensación - respondió Yener con su tono lleno de una no disimulada indignación -.


El viejo sonrió nuevamente y levantó una mano para hacerle callar a la par que añadía con una voz que mezclaba a partes iguales regocijo con un falso tono conciliador.


- Creo que deberían ser las chicas quienes tomasen la decisión .De todos modos, no seré avaricioso, con una de ellas me conformo. Y sólo por esta noche.


Los miembros del grupo se miraron atónitos, estaba claro de lo que se trataba aunque aquello era algo excesivo .Yener estaba dispuesto a negarse pese a perder a su guía, pero antes de que pudiera hablar, Jilia se anticipó comentando.


-¿Se trata de hacerte favores a ti?.- Inquirió con fingida ingenuidad, controlando a duras penas su desagrado ante tal circunstancia -.
- No te preocupes, no os sometería a tal trago. – Se rió el viejo para explicar no sin sorna. - Digamos que yo sería un usufructuario de vuestros encantos vendiéndoles al mejor postor .Por aquí paran hombres con bolsas llenas de oro y pocas ocasiones de disfrutar de compañía femenina. Por unas mujeres como vosotras darían mucho dinero, aunque fuera por una sola noche.
-¿Pretendes que prostituya a una de mis compañeras?.- Exclamó Yener visiblemente furioso a la par que se levantaba con enfado asestando un puñetazo en la mesa para sentenciar -.¡Eso ni se te ocurra!.


El anciano se limitó a encojerse de hombros y replicó sin traslucir ninguna emoción.

- Haz lo que quieras, pero te advierto que nadie conoce un camino hacia Karmad que sea seguro.
- Preferimos correr el riesgo, gracias - añadió Pelgrus clavando una mirada de desprecio en aquel tipejo en tanto Jilia hacía que Yener volviera a sentarse a regañadientes -.
- Lo malo es que tan sólo el camino que yo conozco lleva realmente a la ciudadela - respondió el viejo con tintes triunfalistas, agregando del mismo modo -. Si no acedéis lo entenderé, pero comprendedme a mí...
- Está muy claro, si no hay acuerdo no hay trato - aseveró Rena que añadió resuelta levantándose de la mesa -.Yo lo haré, no me importa.
-¡No!,- respondió tajantemente Yener sujetándole de una muñeca -.Ni hablar. Ya encontraremos ese camino.
-Tardaríamos mucho tiempo - objetó la chica -.Esta región es muy grande.
- No importa - respondió él asegurándole -.Con mis sentidos básicos de la orientación hallaré un camino. ¡Lo conseguiré, sin recurrir a este miserable chantaje! - espetó dirigiéndole una colérica mirada al anciano que simplemente sonreía para replicar -.
- Después de la proeza de Skarn Dainlin, ese camino está oculto por un encantamiento demasiado poderoso, tanto que ni siquiera un Gran Maestro del Kail puede romperlo. Pero yo poseo el secreto de cómo hallarlo .Es algo que me viene de familia .Digamos que es un legado. Claro que tú podrías intentarlo, pero puede que acabases en algún otro lugar.



Jilia presenciaba esta discusión sin saber que hacer, por un lado le repugnaba aquella propuesta, pero por otro su misión era conseguir encontrar ese cetro .Y además, el valor y el espíritu de sacrificio de Rena la habían impresionado .Sabía que para esa muchacha su virtud debía de ser un bien muy preciado, sobre todo ahora que le había confesado sus sentimientos hacia el general. ¿Qué pensaría él si viese como cedía a esa petición? ,¿y qué sentiría ella si se la entregaba al primero que quisiera pagársela?. Aunque fuese por una causa como esta. El general Rant era muy orgulloso y antes que permitir que una chica como Rena hiciera tal sacrificio, él trataría de lograr su objetivo por todos los medios. Cosa que se demostró con la siguiente frase de Yener que sonó como una amenaza.


- Viejo, podría sondear tu mente ahora mismo y reventártela para lograr esa información.
- Podrías - aseveró el anciano de modo imperturbable, no obstante añadió con pasmosa calma para desmontar aquellas palabras -.Pero se debe estar ante el lugar exacto y ser la persona idónea para vencer su encantamiento. Y todo lo que leyeses ahora en mí de nada te serviría.
-¡Eso es una estupidez! - rebatió Yener aunque Pelgrus le cortó asintiendo y confirmando las palabras del viejo -.
- No lo es .Hay ciertos hechizos, sobre todo antiguos y poderosos que, para ser burlados requieren ser primeramente localizados y anulados por ciertas personas, por ejemplo pertenecientes a una familia determinada .Cualquier otro, por muy bien que sepa la fórmula, no podría hacer nada. Así se evita precisamente que se les sonsaque la información.
-¿Y qué me impide llevarte allí a la fuerza y hacerte cooperar?- le preguntó Yener al viejo -.
- Nada, incluso puedes matarme si quieres porque no accederé .Y entonces se perderá vuestra única oportunidad de llegar a la ciudadela .Ya soy viejo y la muerte no me asusta Señor del Kail.
-¿Y qué te torturen sí?.- Le preguntó Yener con malicia -.
-¡No!- exclamó Rena añadiendo horrorizada -.No puedes hacerlo Yener .Iría en contra de tus principios.
- No sería peor de lo que este miserable pretende.- Argumentó él añadiendo con rotundidad -.Prefiero hacerle colaborar de un modo menos benévolo.
- Pero yo no podría soportarlo - negó la consternada muchacha -.Lo tendría en mi conciencia, prefiero mil veces servir a sus propósitos .De todos modos, si no me hubierais rescatado habría sido una esclava y hombres como él hubiesen hecho de mí lo que quisieran.
-¡Deja ya de decir tonterías! - la abroncó Yener cerrándose en banda para sentenciar -. No te permitiré hacer tal cosa.
- Soy yo quien debe tomar esa decisión - afirmó Rena con idéntica rotundidad -
- La chica acepta de buen grado Señor, por las leyes de estas tierras e incluso de las tuyas, no puedes negarte a ello ni intervenir en su favor como pretendes - sonrió el viejo encantado con aquello -.
- Te lo suplico - le pidió ella a Yener dejándole atónito -.No puedo permitir que violes tus sagrados votos torturando a un anciano indefenso, pese a lo indigno de sus propósitos.
- Si,- afirmó el viejo, cada vez más divertido con aquello -.Es verdad, la única manera de salir con bien de esa ciudadela es, poseer un arma lo suficientemente poderosa y además tener el corazón puro y que seas digno de pertenecer a tu Orden.


Yener estaba en un aprieto y él lo sabía, si traicionaba sus votos, aunque fuese por aquella razón, violaría las normas del Kail y sería indigno de ser un monje guerrero. Eso era algo que el propio Skarn Dainlin le había advertido .El anciano Maestro se lo dijo, seguramente consciente de que una prueba como esta le aguardaba. Y por asqueroso que le resultase él no podía evitarlo de ese modo .Ante todo estaba la protección a los inocentes y los indefensos, y este maldito viejo no era lo primero, pero sí lo segundo respecto a él. De no mediar provocación armada o el salvar una vida inocente no estaría bien dañarle. Si ese canalla intentase violar a Rena, pero ella se ofrecía de modo voluntario. En ese momento maldecía aquellas costumbres pero estaba atado por el antiguo protocolo.

- Yo no soy un monje de Somer y no voy a entrar en esa ciudad, nada me impide hacerte pasar un mal rato - intervino entonces Pelgrus empuñando una daga -.


Pero Rena le miró con expresión suplicante y el agudo sentido del elfo captó que para esa muchacha no sería soportable aquello. Si él intentaba coaccionar al anciano Yener tampoco podría permitirlo. Aquello sería una agresión a alguien más débil ante sus propios ojos, y sus votos le obligaban a salir en defensa de ese tipejo. Rena le decía al elfo que ella lo sabía y que prefería efectivamente ser moneda de cambio o soportar semejante acción, así que lleno de impotencia y rabia, Pelgrus bajó el arma dejando de lado su idea.


- No se hable más - declaró ella con estoicismo -.Subiré contigo a la habitación y podrás disponer de mí para lo que quieras .Pero luego promete que cumplirás con tu parte o te acusaré de abusos si no cumples con el trato. Entonces sí que podrás sufrir la ira del monje.
- Te lo juro ante los dioses - aseveró el viejo -.
- Por lo menos di que piensas hacer con ella.- Inquirió Pelgrus tan furioso e inquieto como su compañero -.
- Primero comprobaré si todo en ella está bien y luego la subastaré al mejor postor.- Le explicó el viejo añadiendo con deleite -.Seguro que habrá una buena puja, el que más ofrezca, la disfrutará por esta noche, y luego ella será libre .No creo que sea tan terrible después de todo.- Comentó para dirigirse a Rena con expresión ladina -.Espero que seas virgen muchacha, eso te dará más valor.


Ingenuamente la chica iba a contestar de forma afirmativa cuando Jilia lo evitó, interrumpiéndola al pedirle con decisión.


- Rena, me gustaría que hablásemos un momento en privado.


Todas las miradas convergieron en la comandante Renar que dijo a renglón seguido.

- Hay cosas que se deben hablar estrictamente entre mujeres .Sólo serán unos momentos.
- Bien, como queráis - concedió despreocupadamente el viejo que se levantó a su vez saliendo de la taberna para dirigirse a algunos de los que todavía permanecían en los establos preparando sus monturas -.


Yener y Pelgrus se quedaron sentados en la mesa y mirándose impotentes en tanto que Jilia guió a su compañera hasta un reservado dispuesto como servicio. Una vez dentro la comandante Renar le espetó.


-¿Se puede saber que es lo que te propones?.
- Sólo quiero ayudarle - declaró Rena evitando su mirada inquisitiva -.
-¡Y un cuerno!- negó Jilia cogiéndola por lo hombros - .Si te gusta Yener, créeme, este no es el mejor modo de llamar su atención, por sacrificado y noble que te parezca.
- No es por eso - se defendió la muchacha que notaba como el acoso de Jilia no iba mal encaminado apresurándose a asegurar -.Es por el bien de todos, no es un sacrificio tan terrible...además, yo ya tengo experiencia con hombres.
- Tú eres virgen - le dijo Jilia casi como si la acusara de ello -.Y lo ibas a decir si no lo evito, así que no trates de engañarme ahora. Entre mujeres notamos esas cosas. Y ese viejo también lo notará.
-¡Déjame en paz! - se revolvió Rena soltándose de su interlocutora a la par que aseveraba -.He tomado mi decisión y no hay más que hablar. ¡Así que déjame salir!.



Jilia la miró resignada, comprendía que esa chica deseaba ayudar, y en su fuero interno Rena se reprochaba aun que Yener y los otros se desviasen de su camino para salvarla. ¿Qué había hecho ella hasta ahora?. Nada, era una inútil, quizás si podía cocinar o entretenerles con canciones, pero deseaba hacer algo verdaderamente importante y contribuir en una forma más decisiva. Y ésta quizás fuese su primera y única ocasión de hacerlo. De modo que armándose de valor estaba más que dispuesta a ese sacrificio y a otros mayores. Y pensó que Jilia lo había entendido, puesto que se hizo a un lado permitiéndola el paso. Rena se tranquilizó dirigiéndose a abrir la puerta aunque no pudo llegar a hacerlo pues un certero y controlado golpe de la otra mujer en la base de su nuca la dejó sin sentido. Evitando que su compañera cayese a plomo, Jilia la sujetó y cogiéndola en brazos, la recostó contra su pecho a la par que abría una puerta contigua a otra habitación, dejándola allí sobre un sencillo camastro.

- Perdóname Rena, pero no puedo permitírtelo, esta no es tu responsabilidad - le susurró como si la inerme chica pudiera oírla -.


Y salió otra vez encaminándose hacia la sala en donde ya aguardaban varios hombres con expresiones lujuriosas y bolsas repletas de oro .El anciano que estaba junto a ellos le preguntó al verla salir sola.

-¿Dónde está la chica?.
- Digamos que sufre complicaciones que afectan a las mujeres en ciertas épocas del mes.- Respondió Jilia que añadió con severa y resuelta expresión en su voz -.Pero yo te serviré perfectamente.


El viejo iba a protestar, pero ahora fue la comandante Renar quién elevando una de sus manos le detuvo para decir.

- Cualquiera de las dos, eso fue lo que pediste, y eso tendrás. Si no te sirvo yo, no lo hará ninguna. Un trato es un trato. ¡Y por los dioses que si no me aceptas constará que nosotros hemos cumplido ya nuestra parte y tú deberás cumplir la tuya! -.
- Muy bien - cedió el anciano recorriéndola con la mirada a la par que rectificaba declarando con satisfacción -.Tú tampoco estás nada mal. Sube conmigo.
- Un momento - terció el hasta entonces atónito Yener, yendo junto a la mujer y afirmando con preocupación -.Jilia, tú no puedes hacer eso.
- Si que puedo - rebatió ella enfrentando su mirada a la de él -.
-¡No lo hará comandante, es una orden!- declaró el general de modo tajante -.
- Lo siento, pero no obedeceré esa orden - replicó Jilia añadiendo con una media sonrisa y tono sarcásticamente respetuoso - .Puede formarme un consejo de guerra cuando volvamos si lo desea señor. Aunque técnicamente está muerto y eso me releva del deber de obedecerle. Además, usted mismo abolió los rangos en tanto permaneciéramos aquí ¿no?.
-¡Maldita sea Jilia!- espetó Yener fuera de sus casillas ante tal declaración que era absolutamente cierta -.¡Eres una estúpida testaruda! .¿Qué has hecho con Rena?.
- La he dejado durmiendo, no se encontraba bien, ya lo he dicho, cosas de mujeres.- Replicó ésta con fingida voz llena de melosa inocencia. -
- No me mientas - le susurró él con enfado para proseguir con todo el desprecio que pudo fingir -.Lo que sucede es que te has enamorado de esa chica y no quieres que nadie la toque a no ser que se trate de ti. ¿Es eso ,verdad?. ¡No puedes ni pensar en que sea gozada por un hombre!. A mí no me engañas, sigues siendo una maldita lesbiana celosa y posesiva. Una enferma psicótica, igual que cuando estabas con Menra.


Jilia pareció a punto de estallar, su cuerpo se crispó al oír aquello, temblaba respirando agitada, de tal forma que su pecho subía y bajaba con una rapidez que mareaba a la vista. ¿Cómo se atrevía aquel bastardo desagradecido a decirle una cosa así?. ¡Él si que estaba celoso!. El gesto de la muchacha estaba contraído, tenía el rictus de rabia y furia de alguien que estuviera dispuesto a asesinar a su peor enemigo, y a punto estaba de hacerlo. Su carácter la empujaba a romperle la cara...


Pero entonces, como un destello, una idea cruzó por su mente y Jilia comprendió la verdad. Sólo tenía que recordar y, contra todo pronóstico, no hizo nada de aquello. Simplemente movió la cabeza lentamente y sonrió, sonrió cada vez más ampliamente mirando a Yener con un aire desafiante e incluso arrogantemente seguro, dejándole desconcertado para declarar con templanza mezclada a partes casi iguales con el triunfal regocijo de alguien que ha conseguido evitar por poco una complicada trampa.


- Esta vez no le funcionará señor. He aprendido mucho desde nuestra primera pelea. Y sigo sus propios consejos.
-¿Cómo dices?. ¿Te imaginas que intento provocarte?. - Le inquirió éste entre sorprendido y furioso -.
- Exactamente - .Repuso ella ahora con expresión risueña y llena de suficiencia para añadir -. Y no te va a resultar dos veces Yener. No tienes elección, quieras o no voy a hacerlo.


Y ahora fue él quién, descubierto su juego, perdió realmente los estribos. Volviéndose de espaldas destrozó una silla de un fuerte puñetazo y le gritó encarándose nuevamente con ella.

-¡Eres una estúpida vanidosa! .¡No estás preparada para esto y lo sabes!.
- Puede, pero no tenemos otra opción.- Afirmó serenamente ella dejándole allí clavado y acercándose al viejo que estaba disfrutando verdaderamente de todo aquel espectáculo, para decirle en voz baja -.No soy virgen pero es todo lo que hay .Lo tomas o lo dejas.
- Sígueme - le indicó el anciano por toda respuesta subiendo ya las escaleras con destino a una de las habitaciones y Jilia fue detrás de él de modo sumiso y lento hasta perderse de vista tras subir los últimos peldaños ,aunque la mujer pese a todo, no pudo reprimir una leve sonrisa de afectuoso agradecimiento hacia su superior y compañero -.


Pero ahora era él, el que, lejos de darse cuenta de ese gesto de la comandante Renar, estaba respirando agitadamente. Entonces dirigió la vista hacia el grupo de cuatro hombres allí congregados que había quedado en un acongojado silencio tras la demostración de furia del monje de Somer. Templando su enfado, éste les dijo con suma cortesía, aunque con la voz entrecortada y temblorosa por la gran tensión que soportaba.


- Si así lo deseáis, estáis en vuestro derecho de pujar por la mujer. Pero sabed que yo, un Maestro Experto del Kail, discípulo del gran Skarn Dainlin, el que salvó las tierras de vuestros padres, os suplica que la puja no exceda las treinta y dos monedas. Pues esa persona es muy querida para mí y para salvarla ofreceré todo lo que tengo. Si respetáis esta petición contaréis para siempre con el agradecimiento mío y de mi orden y ese es un juramento que os hago en el nombre de mis Hermanos y en el mío propio. Pongo a los dioses Alex, Maray y Kail por testigos de ello. Y también a mi espada.


Y dicho esto, ante el asombro de los presentes desenvainó la Somerlaiance .Una vez fuera de su vaina la espada brilló como si del resplandor del sol se tratara, parecía respaldar así las palabras de su portador. Eso dejó boquiabiertos a todos los allí congregados, pese a no haberla visto nunca, sabían por las historias que se contaban en todo el Magmud del poder de aquella espada y de lo que significaba.


Aquellos tipos se miraron desconcertados, pese a sus deseos libidinosos el Kail era una Orden muy respetada por aquellas tierras y más desde la hazaña de Skarn Dainlin .La posibilidad de no atender esa petición les producía el mismo temor que si hubiese sido proferida contra ellos la peor de las maldiciones .Pensando que así sería de no cumplir con la voluntad de ese monje que blandía nada menos que la mítica Somerlaiance, lo que sin duda le convertía en el heredero directo del Maestro del Kail Skarn Dainlin.


- No seré yo quien no conceda un favor a un señor del Kail - declaró un tipo rechoncho de cara fina y pálida añadiendo de forma respetuosa - .Podéis estar tranquilo señor, no subiré de esa cifra.
- Ni yo - convino otro de piel más oscura y con visibles arrugas para agregar con tintes de gratitud -. Aun recuerdo como vuestro maestro salvó en persona a mi madre de ser asesinada y no deshonraré su memoria negándome a vuestra petición.


Los otros dos tampoco se negaron a ello, absortos todavía en el brillo de la espada que Yener hizo regresar a su vaina en tanto bajaba la cabeza en gesto de agradecimiento. Ajeno a esto, el viejo había abierto la puerta de uno de los cuartos y ordenado a Jilia que entrase, hecho eso cerró y le dijo con expectación.

- Desnúdate. Quiero cerciorarme de que la mercancía que tengo está bien.


Jilia lo hizo sin protestar, desprendiéndose del vestido con rapidez. El viejo observó encantado aquel cuerpo voluptuoso y atlético. Se aproximó agarrando con sus ásperas manos uno de los pechos de Jilia que, simplemente elevó la vista hacia el techo, tratando de abstraerse de aquella horrible sensación. Después, notó como los resecos labios de ese hombre besaban su pezón como si intentasen succionar de él .El viejo se dejó ir recorriendo con sus manos aquel joven y hermoso cuerpo hasta que pareció darse por satisfecho y afirmó dejándola vestirse.

- Espléndida. Ganaré mucho dinero esta noche .Vístete y bajemos a la subasta.


Jilia obedeció reprimiendo la sensación de asco que la recorría como un escalofrío. Una vez estuvo lista descendió las escaleras en pos del viejo que, nuevamente en la sala, declaró ante todos los allí congregados cuando la mujer estuvo a la vista.


- Esta preciosidad no vale menos de cien monedas de oro de salida .¿Quién las ofrece por consumar una noche de amor con ella?...


Y para su asombro nadie pronunció palabra ,todos se dirigían miradas entre si y hacia la chica exentos de entusiasmo ,aunque tampoco perdían de vista a Yener que asía el pomo de su espada como si tratase de recordarles lo que acababa de pedir hacía unos instantes y la promesa de ellos.

-¡No puedo creerlo! - comentó el viejo con indignación para querer saber con gesto atónito -.¿Entonces, por cuánto queréis comenzar?.
- Te ofrezco veinte monedas.- Declaró el gordo -.
- Yo subo a veinticinco - ofertó temerosamente el de las arrugas -.
-¿Nada más por una doncella de esta hermosura cuyos pechos son blancos y suaves?.- Repuso el anciano añadiendo con toda su convicción y para mayor furia de Yener abrió el vestido de Jilia sin que ésta se resistiera mostrando los senos de ésta al auditorio -.Creedme, los he probado yo mismo .Vamos, seguro que podéis dar más.
- Treinta monedas - dijo otro tipo, uno alto y espigado de pelo rojizo y bigote del mismo color -.
- Treinta y dos - respondió el restante, calvo y enjuto -.
-¿Alguien da más?.- Inquirió el anciano -.
- Treinta y tres monedas - intervino Yener dejándole boquiabierto -.
- Muy bien, veo que sabes apreciar la belleza de tu compañera, señor del Kail - sonrió el viejo divertido ante aquella intromisión ya que no la juzgaba peligrosa y si alentadora para la puja, ya que si el propio Monje se unía a ella los demás se animarían, de modo que inquirió confiadamente -.¿Quién ofrece más de treinta y tres monedas?.
- Nadie te va a ofrecer más - le predijo Pelgrus que le desafió al proponerle -.Si no me crees, canta los números de esta puja.


Y el silencio prolongado de los presentes respaldaba aquella aseveración .En vista de ello el viejo se vio obligado a decir con estupor.

- Treinta y tres a la una...


Nadie hablaba. Lo que forzó al subastador a añadir con gesto disgustado.

- Treinta y tres a las dos...


Pese a que esperó un rato, demorando la siguiente cuenta, no obtuvo nada mejor, siendo Pelgrus quien le presionó con voz imperiosa.

-¡Vamos!. ¿A qué esperas viejo? , no tienes un tiempo indefinido y debes terminar.
- Treinta y tres a las tres, adjudicada al monje guerrero .Por treinta y tres monedas.- Sentenció éste a regañadientes, presa de un gran enfado -.
-¡Vaya, qué casualidad! - sonrió Yener sacando su bolsa para anunciar con aire triunfal e incluso burlón -.Justo lo que llevo. Hubieras ahorrado tiempo y esfuerzo de habérmelo pedido antes.
- Muy bien, sube pues con ella y que la disfrutes - rechinó el viejo ofreciéndole un contrato para formalizar el acuerdo -.Firma aquí y todo queda terminado.
- No tan deprisa - repuso Yener -.Este contrato indica que tendré una noche de amor consumado con ella, pero no precisa que noche será .Lo dejaré pues a mi elección y hoy no me apetece.
- Dijimos que sería esta noche - .Opuso el viejo agregando con sorna -. Claro que si no la deseas no sé para que has pujado.
- Esa es cuestión mía - le replicó Yener, sentenciando con hosquedad -. Tú atente al trato.
- Entonces queda pendiente - .Intervino Jilia recomponiéndose el vestido -.
- No hay nada pendiente. - La contradijo Yener - dando el tema por zanjado e insistiendo ahora con más calma – .Ahora nos iremos a dormir y mañana cumplirás tu parte anciano.
- Lo haré - asintió el viejo conviniendo en ello para indicarles -.Mañana al amanecer estén listos para partir.


Y sin más se retiró camino de una habitación .Jilia se quedó mirando a Yener y apenas si pudo sonreír comentando con sarcasmo mientras una aturdida Rena salía del reservado dirigiéndose hacia ellos.

- Debo entender que sólo valgo treinta y tres monedas.
- Seguro que ahora no te darás tantos aires ¿eh Jilia?- terció Pelgrus tratando de distender el ambiente sin lograrlo -.
- Me has adquirido barata - .Añadió la comandante Renar dirigiéndose de nuevo al general que sostuvo su mirada para asegurarla con gravedad exenta de humor -.
- Ha sido un precio demasiado alto, créeme.


Rena intervino entonces reprochándole a su compañera.

-¿Qué me has hecho Jilia?.
- Pensó que por ella sacarían mejor precio y se ha llevado una decepción - le explicó Pelgrus con un tono forzadamente distendido que seguía sin romper la tensión que flotaba entre ellos pese a añadir -.Sólo han pagado treinta y tres monedas de oro y ha tenido que ser Yener.


Rena miró con sorpresa al monje y después se dirigió a Jilia con una expresión de ira contenida en su rostro .Jilia trató de decir algo pero su compañera se dio la vuelta ignorándola y subiendo a todo correr por las escaleras. Tanto Yener como Pelgrus se miraron extrañados.


- Vaya una forma de darte las gracias - declaró el elfo con un tinte de crítica enmascarada en sarcasmo hacia la muchacha del circo -.


Jilia no dijo nada y subió lentamente tras la chica, el elfo se encogió de hombros y miró a Yener que había permanecido en silencio y cruzado de brazos para preguntarle no sin perplejidad.


-¿Tú entiendes algo?.
- Será mejor que durmamos bien, mañana nos espera un día duro y difícil a todos - sentenció quedamente éste como única respuesta y emprendió el ascenso, lento y pesado, al piso superior -.


Y Pelgrus simplemente esbozó una mueca de extrañeza y le siguió a la planta de arriba a pasos más cortos y ágiles.

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