Con el siguiente nivel le llegaba a Yener el frío hálito que acompañaba a las presencias malignas .En esta ocasión aquella planta apenas si estaba iluminada por débiles llamas azuladas que evidenciaban la carencia de oxígeno, o tal vez su color fuese señal de un poder sobrenatural. La Somerlaiance por su parte refulgía más que nunca como si quisiera anular con ello aquella carga maligna que la acechaba. En aquella escasa luminosidad las sombras de cualquier objeto bailaban entre esta y la penumbra, a Yener le pareció no obstante que muchas de esas sombras tenían un movimiento autónomo sin ser influidas por los vaivenes de las llamas. Con su destreza de Defensa Psíquica a punto avanzó cauto en dirección al siguiente tramo de escaleras. Entonces una de esas oscuras manchas se le echó encima, elevando la Somerlaiance para detener tal acometida sintió como la hoja de esta chocaba contra algo que debía ser también acero o parte de algún arma ,en tanto la sombra que empuñaba aquella desapareció de su vista a una gran velocidad.
-¡Malditas seáis! - espetó Yener entre dientes mirando con celeridad en todas direcciones -.
Otra de aquellas sombras vino hacia él y nuevamente la detuvo con su espada produciéndose otro estruendo metálico. Comenzaba a sentir más frío en aquel lugar y ello era debido con total seguridad a un ataque psíquico contra el cual de momento se defendía bien.
- Ahora me toca atacar a mí - dijo en voz alta para acto seguido apuntar con la Somerlaiance y concentrarse -.
Aunque nada salió de la espada, en aquel lugar esta no podía tomar energía para lanzar un ataque o bien Yener no dominaba todavía esa técnica. De todos modos recordó que no debía apartarse de su camino .Y pensando en esto había bajado la guardia hasta que aquella extraña voz femenina le advirtió.
- Cuidado...levanta la espada.
Yener obedeció instintivamente y un rayo de tono azulado se incrustó en ella siendo absorbido de inmediato. En ese momento, numerosas manchas saltaron desde todas partes y el Señor del Kail haciendo gala de su destreza con las armas comenzó a pararlas con la misma velocidad con la que se le echaban encima .Girando sobre sí mismo y describiendo molinetes logró incluso destruir varias de ellas. Las demás debieron pensarlo mejor y detuvieron, aunque fuera de momento, su ataque. Sin bajar más la guardia Yener avanzó lentamente para descubrir que a pocos metros de él se erguía una siniestra figura. Ésta rió con grotesco y siseante estruendo, haciéndose ver entre la pálida luz, vistiendo ese negro sayal y esa capucha bajo la cual tan sólo asomaban dos refulgentes ojos rojos.
-¡Hialgasth!.- Exclamó Yener blandiendo su espada -.
- Así es - siseó este -.Y tú señor del Kail, prepárate para ser destruido.
Y sin más palabrería el demonio desenvainó una larga espada negra y curvada acometiendo con ella a su enemigo .Yener detuvo el golpe y contraatacó siguiéndose entre ambos una pelea muy igualada. Entre mandoble y mandoble, esquivas y fintas, el maligno espíritu se burlaba de él diciendo.
- No pasarás jamás de aquí y toda tu búsqueda será en vano .Tu mundo está perdido.
- Eso es lo que tú crees - le replicó Yener con tono de abierto desafío al añadir -.Ahora no es distinto. Os derrotamos una vez y lo volveremos a hacer.
-¡Pobres idiotas! - siseó nuevamente ese monstruo rebatiendo con sorna -.Vuestras patéticas leyendas sobre estimaron vuestro triunfo en Magash .Pero llegará el día en el que regresemos para acabar con todos los de vuestra estirpe.
- Eso no sucederá - le aseguró Yener bloqueando un nuevo ataque y pasando al contragolpe -.Lo impediré.
- ILuso estúpido - le insultó el Hialgasth añadiendo con odio -.Tuviste mucha suerte cuando evitaste ser muerto una vez, pero ahora no habrá nadie que lo evite.
Y Yener se quedó pensando en aquellas últimas palabras mientras con una hábil esquiva ponía algo de distancia entre su enemigo y él .¿Cuándo fue la primera y última vez que luchó cara a cara contra un Hialgasth? .Si no recordaba mal eso sucedió yendo a ver a Lord Carnalsk. Ese monstruo que le hablaba no podía haber estado allí. Los Hialgasth no pueden atravesar el Dalarzian. Entonces ,¿quién era éste?. Se acordó del cartel que rezaba a la entrada del cuarto y comprendió su sentido, entonces se detuvo en su lucha y exclamó.
-¡No eres real!. Estás en mi mente. Soy yo mismo quien lucha contra mis miedos. Solo existes en la medida en la que yo crea que es así.
Y de la misma forma repentina que había aparecido ese Hialgasth se esfumó en el aire dejando libre la subida al siguiente nivel .Así, un jadeante Yener, apoyándose contra la pared para reponer fuerzas, fue subiendo lentamente aquellos peldaños hasta conquistar el que era el cuarto y último nivel. Y leyendo el último cartel se dijo.
-“Cámara del tesoro”. Vaya .Al fin. Espero que el Cetro esté aquí.
En el exterior la tarde había dado paso lentamente a la penumbra que anunciaba el anochecer. El viejo suspiró diciéndole al grupo que estaba acampado y sentado alrededor de una hoguera.
- Mal asunto, estamos llegando a la noche, esperemos que salga enseguida de ahí o tendrá que hacer frente a los guardianes nocturnos de la ciudadela.
- De todas formas si vemos que no sale iremos a ayudarle - repuso Jilia aferrando su espada -.
- Conmigo no contéis - sonrió el anciano -.
- Nadie te ha pedido que vengas - replicó la comandante Renar con cara de pocos amigos -.
- Bueno - terció Pelgrus tratando de suavizar en lo posible aquello -.Tratemos de estar alerta, Yener seguramente regresará muy pronto.
La única que no decía nada era Rena que miraba hacia el cielo del atardecer sumida en sus propios pensamientos .Jilia se dio cuenta de ello y se la acercó tratando de entablar conversación.
-¿En qué piensas?,- le preguntó con suavidad -.
- En todo esto - respondió la muchacha con tinte desasosegado -.En Yener arriesgando su vida allí dentro, en nosotros aquí sin poder ayudarle.
- Te comprendo.- Asintió Jilia pasándole un brazo por los hombros -.A mí también me resulta difícil, créeme, pero debemos confiar en él, sabe muy bien lo que se hace .Me lo ha demostrado muchas veces.
- Te envidio al conocerle tan bien - sonrió trémulamente Rena sin dejar de mirar al cielo ya casi nocturno -.
- No creas que le conozco tanto - respondió Jilia quitándole importancia a ese extremo -.Tan sólo lo que hemos compartido en las misiones y algunas cenas en su casa.
- Cuéntame algo de él - le pidió su compañera matizando su interés -. ¿Cómo era su vida en el hogar?.
Jilia le contó las veces que habían cenado juntos en casa de los Rant, como ella y su pareja jugaban con los niños de estos y Rena según escuchaba aquello asentía con un poso de tristeza. Comprendía lo duro que debió ser para él dejar a sus seres queridos, ella misma se apenaba cada vez que recordaba el haber perdido a sus amigos del circo, lo más similar a una familia que había conocido.
- Ha tenido que renunciar a mucho para venir aquí, al igual que tú.- Musitó Rena con pesar -.
- Somos militares y nuestro deber es renunciar cuando hace falta - le contestó Jilia sintiéndose apenada también al recordar aquellos buenos momentos pasados que ahora revivía en su mente mientras Yener seguía su relato. -.
El monje había conseguido llegar hasta la cima de aquella torre. Todos sus esfuerzos se habían visto recompensados y no tardó en contemplar una gran sucesión de riquezas que prácticamente copaban toda la sala. Oro en grandes montones que subían hasta una considerable altura apoyándose en las paredes, gemas como esmeraldas, zafiros, rubíes y diamantes que se entremezclaban en un océano de colores a cual más bello .Tal espectáculo distraía a cualquiera la vista pero Yener estaba decidido a buscar algo muy concreto. Fiel a su palabra cogió algunas de esas piedras y monedas para el viejo y se dedicó a revolver en busca del Cetro .No daba con él ya que posiblemente estuviera sepultado bajo montones de monedas y piedras preciosas. Lo que para otro cualquiera sería una bendición, para Yener era un contratiempo de lo más inoportuno .Tener que buscar mucho tiempo allí no entraba en sus planes. Aunque quizás si se concentrase más y dejase que los sentidos del Kail tomasen la iniciativa obtendría mejores resultados. Trató de hacerlo invocando a sus disciplinas combinadas de Adivinación y Sexto Sentido y logró entrever que aquella joya posiblemente reaccionaría ante un estímulo mágico .Como quiera que tan sólo poseía una cosa de tales características, desenvainó su espada tratando de que le guiase y consiguió efectivamente que ésta emitiera delgadas lenguas de fuego que aumentaban o disminuían según avanzaba en una dirección u otra.
- Tengo que acercarme hacia el lugar que las hace subir de intensidad - se dijo Yener -.
Así lo hizo hasta que la espada refulgió de un tono dorado uniforme emitiendo suaves y cálidas lenguas de luz .Además se percató que, a pocos metros y saliendo a través de un apreciable montón de oro y joyas, surgía un resplandor azulado .Presto se dirigió allí y comenzó a escarbar hasta dar por fin con el preciado objeto de su búsqueda. Agarrando lo que parecía un mango, pudo sacar de entre aquel montón de precisos escombros un largo palo dorado cuya cabeza estaba rematada por una bola también de oro con un rubí, una esmeralda, un zafiro y un diamante coronándolo.
-¡Los cuatro colores de Yumlaiance y el diamante que simboliza la eternidad! - reconoció en un momento de clarividencia -.¡Este cetro simboliza la unión!.
Había cumplido con su objetivo y ahora debía regresar con sus amigos. Ya era de noche cerrada y Yener confiaba en poder salir de allí sin nuevos contratiempos, pero nada iba a estar más lejos de la realidad. En primer lugar no sabía si deshacer el camino que había hecho descendiendo por los escalones. Ahora que tenía el cetro en su mano quizás éste incrementase sus habilidades .Y en efecto, como si tirase de él, le hizo apuntar en dirección a la pared norte. Yener se acercó a ella para descubrir que cedía al empuje de la cabeza enjoyada de su nueva adquisición y se deslizaba abriendo un pasadizo que descendía posiblemente hacia una salida .Envainando la espada y confiando en aquella señal decidió seguir por ese conducto.
Afuera los ánimos se estaban impacientando, a excepción del viejo, los miembros del grupo estaban cada vez más tensos, sobre todo cuando al mirar hacia la ciudadela comenzaron a vislumbrar como una especie de niebla la iba cubriendo espesándose por segundos.
- Esto no me gusta - declaró Pelgrus con preocupación -.No sé, pero siento que algo no va bien.
- Espero que Yener salga pronto - musitó Rena asaltada también por la inquietud -.
- Pues yo no me pienso quedar de brazos cruzados - comentó a su vez Jilia sujetando ya sin soltarla, la espada que llevaba consigo y esto pareció animarla a decir - .Si no aparece dentro de un sexdan iré en su busca.
- No te lo aconsejo - le dijo el viejo entornando los ojos al parecer despreocupado por todo aquello -.Los servidores de la Oscuridad están saliendo de su letargo .Esta es su hora .Deben de haberse levantado y estarán patrullando la ciudadela.
- A mí eso no me asusta - declaró Jilia con decisión -.
- Ni a mí - convino Rena aunque su voz sonaba trémula cuando agregó tratando de mostrar valor -.Iremos a rescatarle.
- Pues debería, si os topáis con ellos ya lo veréis. - .Apuntó aquel anciano con un tono entre divertido y admonitorio -.
- Rena, será mejor que tú te quedes aquí - le aconsejó Pelgrus -.
- Si eso, quédate conmigo, lo pasaremos bien.- Sonrió malévolamente el viejo -.
La chica le miró sin ningún entusiasmo ante aquella perspectiva, prefería enfrentarse a cualquier tipo de monstruo antes que permanecer a solas con ese horrible viejo. Dirigió una suplicante mirada hacia sus dos compañeros que, comprendiendo aquello, cambiaron de opinión accediendo a que les acompañase.
- De todas formas - declaró Pelgrus - será más seguro que nos acerquemos hasta los límites de la ciudadela y echemos un vistazo sin entrar en ella todavía. Aunque los no muertos esos estén recorriéndola ya, no creo que puedan salir, o la maldición que les sustenta perdería el poder.
Jilia asintió silenciosamente e incluso el viejo se unió a ellos, colocándose a cierta distancia del resto del grupo y comentando divertido.
- Me lo pasaré bien viendo como hacéis el idiota.
Tanto Jilia como Rena le fulminaron con la mirada y se dieron media vuelta para prepararse .Yener entre tanto iba atravesando el nuevo pasadizo que había descubierto, por el momento sin ningún contratiempo ,pero éste estaba llegando ya a su fin y ahora podía ver una puerta de madera al final del túnel. Recorrió los últimos metros que le separaban de ella y trató de abrirla, en un principio se resistía al encontrarse atrancada pero usando su fuerza e incluso las influencias del cetro, Yener logró descorrerla de su atasco para al fin salir al exterior .En efecto, el tiempo había transcurrido de forma distinta para él. El monje habría jurado que todo el camino a través de aquella torre le habría tomado como mucho un par de sexdanes, pero era noche cerrada ahí fuera y una extraña neblina se levantaba por todas partes. Instintivamente supuso que algo maligno flotaba en el ambiente y desenvainó nuevamente la espada .Por suerte su prevención resultó acertada ya que escuchó sonidos de algo similar a pasos arrastrándose hacia él .Yener se giró en redondo para sorprender un par de corroídos brazos salir a su encuentro de entre aquella traidora niebla .Sin pensarlo agitó su espada en esa dirección haciéndoles apartarse .Pronto más brazos y piernas acompañados de terribles y demacradas caras de muertos vivientes se le acercaban amenazadoramente tratando de rodearle .Algunos de esos zombis incluso empuñaban armas y emitían ininteligibles sonidos que escapaban a través de sus retorcidas gargantas que una vez fuesen humanas.
-<<¡Maldita sea, muertos vivientes animados por magia negra!>>- pensó Yener espantado -.<
Y pudiera ser que eso fuese lo que pretendieran aquellos fantasmagóricos adversarios ya que lejos de cejar en su acoso se lanzaban sobre él atacándole en círculo. Afortunadamente para Yener, sus movimientos eran toscos y espasmódicos, parecían más atrancados que la puerta que acababa de abrir. Con ayuda de la Somerlaiance podía presentarles batalla y haciéndola bailar con rápidos y hábiles molinetes ir desmontando uno tras otro a sus enemigos de ultratumba, aunque pese a su pericia eso no podría durar indefinidamente dado su número inagotable. Una vez se abrió camino atravesó el paso dejado por aquellos zombis y corrió en dirección a la salida, viéndose obligado a golpear a cualquiera de ellos que se le cruzase.
Sus amigos entre tanto habían llegado hasta aquel puente levadizo que seguía bajado sin presentar ningún otro síntoma amenazador .Pero lejos de confiarse por ello, Jilia aconsejó a todos mantenerse bien alerta.
- Esto me suena a una emboscada típica - advirtió para explicarles -.El enemigo nos deja ganar terreno para luego saltar sobre nosotros cortándonos el paso y la retirada.
- Ya te ha entrado el miedo muchacha. Haces bien, je, je… - se burló el viejo -.
- El miedo lo tengo hace mucho tiempo - replicó Jilia sin verse alterada por aquel comentario añadiendo con serenidad -.Lo que no deseo perder es la prudencia. Pero si tú quieres entrar a la carrera no te disuadiré de ello.
Recibió una callada sonrisa por respuesta .Estaba claro que aquel tipo no tenía esa intención. Fue entonces Pelgrus el que intervino, comentando con preocupación.
- Si nos hemos de enfrentar a enemigos sobrenaturales nuestras armas no nos servirán, excepción hecha de que sean mágicas.
- Pues no lo son - replicó Jilia añadiendo sin embargo con aparente convicción -.Pero es todo lo que tenemos y nos deberán bastar.
- Sería una locura el adentrarnos ahí - le dijo Pelgrus -.Yener no lo aprobaría.
-¡Pues yo no pienso dejar que muera!- respondió Jilia de forma enérgica -.
- Si morimos los demás tampoco le haremos ningún bien - terció el viejo con divertida despreocupación -
-¡A ti nadie te pide la opinión, cobarde asqueroso! - le espetó la comandante Renar reprimiendo a duras penas las ganas de estamparle un buen puñetazo a ese bastardo -.
-¿Y no podríamos dar un vistazo desde aquí sin adentrarnos para ver si le localizamos?,- propuso Rena con tono conciliador -. Estoy dispuesta a entrar y mirar.
- No - la detuvo Pelgrus - .Si va alguien seré yo.
- Yo iré - le rebatió a su vez Jilia apoyando su candidatura de seguido con el siguiente razonamiento -. He practicado muchas veces en el ejército, cuando íbamos de maniobras y hacíamos incursiones. Y Rena puede cubrirme con sus cuchillos. Si algo me atacara ella le lanzaría uno .Creo que es lo mejor .Por lo menos algún daño le hará a lo que sea que aparezca y me dará tiempo a escapar.
Pese a que sus dos camaradas se mostraban reacios a eso Jilia consiguió convencerles apelando una vez más a su coordinación con Yener en virtud de su adiestramiento común en el ejército.
- Creedme. Fui la mejor de mi promoción en tácticas de comandos,- declaró para sentenciar de forma rotunda -.Esos malditos monstruos o lo que sean, ni me notarán entrar.
- Pero Rena tan sólo podrá cubrirte si no pasas de la puerta. De lo contrario ella tendría que seguirte al interior.- Objetó el elfo -.
- No hará falta.- Replicó la comandante -.Al menor signo extraño en el interior volveré corriendo a la puerta y estaré a su alcance.
- Buena suerte - le deseó Rena aprestando sus cuchillos con visible gesto tenso -.
- Que los dioses sean contigo - le dijo Pelgrus sin disimular tampoco su inquietud y temor por su amiga -.
Jilia asintió y se dispuso a comenzar su tarea de exploración. Iba con todos sus sentidos alerta y no notaba nada extraño aunque claro, tratándose de presencias sobrenaturales no estaban sujetas a reglas físicas como dejar rastros o estar al descubierto. En el fondo la comandante Renar no las tenía todas consigo, incluso sentía un miedo evidente al adentrarse entre aquella bruma desconocida pero quiso fingir seguridad en sus posibilidades delante de sus amigos para evitar que estos quisieran acompañarla, no deseaba poner en peligro las vidas de nadie más. Con ella y Yener ya había más que suficiente. Aquellos engendros de ultratumba eran muy peligrosos y se salían de cualquier cosa que Jilia hubiese conocido, contra ellos no bastaría un adiestramiento normal, por bueno que fuese. Eso Yener lo sabía muy bien y merced a sus disciplinas sabía cuando iban a saltarle por sorpresa y podía destruir a sus oponentes. Ya estaba muy cerca de la salida cuando un grupo de estos deformes seres se le plantó delante babeando algo similar al cieno por sus podridas bocas.
- Sois encantadores chicos - les dijo él templando sus nervios y reprimiendo la repugnancia que le producían, con un tono de afilado sarcasmo -.Pero no puedo entretenerme con vosotros, me están esperando.
Y esquivando con celeridad aquel bosque de brazos sarmentosos que trataban de darle alcance contraatacó con varios mandobles que deshicieron aquellos seres en una turba de residuos semilíquidos de un olor hediondo .No se detuvo mucho tiempo más allí y siguió avanzando en dirección al puente.
Jilia también recorría terreno aunque en la dirección contraria .Por el momento salvo aquella niebla que se espesaba por momentos nada había que le resultase amenazador. Aunque esa impresión iba a tornarse pronto al surgir de esta varios brazos negruzcos y retorcidos.
-¡Alejaos de mí malditos! - exclamó ella desenvainando su espada y dando varios golpes a tientas, como si tuviera dificultad en encontrar el origen de esas extremidades -.
Y pese a sus esfuerzos a los brazos siguieron caras cadavéricas que la hicieron estremecerse de horror. No podía dañarles con la espada ya que ésta simplemente se estrellaba de forma inofensiva contra aquellos restos de cuerpos. Comprendiendo que estaría perdida Jilia corrió de vuelta a la salida sintiéndose perseguida por esa maraña de monstruos. Apretó la carrera hasta tropezar en lo que sería algún saliente del terreno y caer perdiendo la espada. Se incorporó rápido pero eso no impidió que una oscura forma se abalanzase sobre ella y la hiciera gritar.
-¡No!, ¡apártate!,- chilló horrorizada al sentir aquello más cerca -.
-¡Por los dioses Jilia!- le reprendió entonces la voz de Yener en tanto la asía de un brazo y tiraba de ella con fuerza para levantarla -.¿Qué pretendes entrando aquí?.
La comandante Renar respiró aliviada. Ahora podía ver ahora el rostro del general que empuñaba la refulgente Somerlaiance en su otra mano y le instaba.
-¡Deprisa .No podemos perder ni un segundo más aquí!.
Ambos corrieron cogidos de la mano. Yener que había guardado el cetro en la vaina de su espada se lo dio a Jilia que pudo empuñarlo como arma y esto al parecer funcionó .Entre los dos objetos mágicos se abrieron paso hasta llegar al puente. Una vez allí, fueron vistos por Pelgrus que se lo indicó a Rena con emoción y alegría.
-¡Allí están! ,vigílales y cúbreles las espaldas, ¡ya salen!.
- Magnífico - declaró el viejo observando al Monje interesadamente y añadiendo con esperanzado y egoísta tono -.Espero que haya cumplido con su parte.
En eso que todos sintieron una sacudida, era el puente que comenzaba a elevarse amenazando con dejarles allí a merced de los zombis. Yener y Jilia apretaron la carrera lo que le costó a él perder el saco con las joyas que llevaba prendido en su jubón.
- Algo se le ha caído a Yener - observó Rena señalando hacia allí -.
Pero el Señor del Kail hizo caso omiso a eso .Sabía que lo principal lo tenían en su poder y que había que escapar de allí sin perder ni un instante. El puente seguía levantándose aunque de forma muy lenta, puesto que acusaba el peso de todos los que estaban sobre él. Ya a unos diez metros del resto de sus compañeros de aventura, Yener gritó.
-¡Viejo, las joyas están ahí a unos metros si es que te atreves a cogerlas!. Yo prometí sacarlas de la ciudadela y lo he cumplido.
Y sin pensarlo dos veces, aquel anciano avaro se precipitó en su busca olvidando toda su anterior prevención, estaba confiado al verlas a poca distancia y se cruzó con Jilia y el propio Yener en su afán por recuperarlas .Por desgracia para él no contaba con que, tanto Pelgrus como Rena, aliviados por ver a sus amigos a salvo, bajaron del puente y éste comenzó a elevarse más deprisa .El propio monje guerrero y la comandante Renar llegaron en un auténtico sprint al final de la puerta que se hallaba levantada ya a más de un metro del suelo y saltaron. El viejo por fin cogió el saquito de las joyas y corrió de vuelta a la libertad pero el puente fue más rápido, tomando un ángulo ya demasiado pronunciado para poder mantener la verticalidad sobre él .Yener y los otros tan sólo pudieron escuchar el grito de horror de aquel tipo cuando la puerta se elevó tanto que le hizo caer y rodar al interior de esa ciudadela maldita, quedando ya perdido sin remisión en poder de aquellos muertos sin alma que a buen seguro consumirían la suya con avidez. Finalmente, la puerta se cerró acabando con aquel eco reverberante de agonía.
- Ya no podemos hacer nada aquí, será mejor que nos vayamos - declaró Yener dándole la espalda a esa ciudadela y comenzando a caminar despacio -.
Y los demás le siguieron sin pronunciar ni una palabra ni mirar atrás. Decididos a proseguir con su viaje.
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