16./Capitulo 124.En Vasart.
Con la marcha hacia el sur la temperatura fue subiendo, en un principio de forma agradable siendo recibida alegremente por todos, era estupendo poder quitarse los pesados abrigos invernales, aunque poco a poco, el calor de las latitudes más meridionales fue acrecentándose llegando a ser bastante riguroso. El grupo se fue proveyendo de ropa más ligera hecha de tejidos más frescos, incluso Yener dejó su jubón del Kail guardado y se equipó con camisas y pantalones más llevaderos .Todos los miembros del grupo por supuesto que se encargaron de comprarse unos saldrs, algo parecido a los turbantes para no sufrir el cada vez más fuerte e insistente sol. Así, casi sin darse cuenta y con los bandidos de Sebek pisándoles los talones, vieron en lontanaza el horizonte arenoso y vacío del comienzo del desierto de Vasart.
-¿Y ahora qué hacemos?.- Preguntó Pelgrus alzándose sobre su caballo, con una mano a modo de visera dando una mirada que recorrió todo el paisaje en redondo en tanto exponía su duda .-¿Esperaremos a esos tipejos o seguimos adelante con la intención de que nos cacen en medio del desierto?.
- Desmontaremos y nos encargaremos de ellos - le dijo Yener al fin -.Luego ya continuaremos viaje.
Y todo el grupo obedeció deseoso de montar alguna tienda de las que habían adquirido en las ciudades por las que habían pasado con anterioridad. Fue una suerte que Yener guardase algunas joyas de la ciudadela de Karmad , junto a las ganancias de los combates de Jilia y las canciones de Rena, el grupo pudo obtener bastantes monedas y de ese modo aprovisionarse con todo tipo de víveres y pertrechos para afrontar tan largo y duro viaje. Y una vez se detuvieron sacaron esas tiendas para emplazar el campamento, su color era muy similar al de la arena de aquel desierto, entre caqui y rojiza, así pues les brindarían un buen camuflaje desde cierta distancia, lo suficiente como para recibir al enemigo con unas cuantas flechas. Pelgrus, siendo un elfo, dominaba bastante bien el tiro con arco y Jilia tampoco era mala en ese aspecto. El mismo Yener merced a su destreza con las armas y su entrenamiento representaba también un serio problema para cualquiera que se les enfrentase y Rena aunque no dominaba esa faceta, podría ser letal usando sus cuchillos si el enemigo se acercaba más .De esta manera, descansaron una vez levantadas la tiendas y esperaron tranquilamente hasta que Jilia, en su turno de guardia, divisó en la lejanía algo que se movía hacia ellos.
- Viene alguien, deben ser los bandidos que has detectado - le indicó a Yener que dirigió la vista hacia allí -.
- Yo veo un grupo - declaró Pelgrus con su aguda vista élfica que le permitió asegurar - .Van montados en Ordors.
-¿Qué es un Ordor?.- Preguntó Rena quien no había viajado demasiado por latitudes tan sureñas -.
- Una especie de cuadrúpedo adaptado a este tipo de clima, del tamaño de un caballo aunque más robusto.- Le explicó Pelgrus que agregó - .Lleva una gran bolsa bajo su vientre en la que puede almacenar grasa y agua para muchas jornadas. Resiste muy bien las condiciones extremas. Ya que en el desierto, al anochecer, las temperaturas bajan considerablemente.
- Esos no son los bandidos - señaló Yener -.Parece más bien una caravana de comerciantes o algo así. No siento peligro que provenga de ellos.
- En ese caso podríamos unirnos a ellos, como son bastantes no creo que nuestros perseguidores se arriesguen a atacarnos - propuso Jilia -.
- No es mala idea - convino Yener, animado ante las perspectiva de obtener refuerzos para ese duro viaje -.
En ese momento el relato se interrumpió. El deslizador estaba a un par de radits de la casa de Yener cuando éste vio a su hija. Samra se acercaba hacia el vehículo corriendo y el monje le dijo a Jilia que aminorase hasta detenerse. Espero a que la chica llegara y cuando estuvo a su lado le inquirió.
- ¿Qué haces aquí?.
- Salí a dar una vuelta, estaba nerviosa y quería verte. Llevo esperando un rato a que volvierais.- Contestó Samra -.
Yener suspiró, en un momento así, ¡cómo se le pudo ocurrir a su hija salir de la casa!. De todas formas, no era momento para reprimendas. Asintió y tras indicarla que subiese y ponerse nuevamente en marcha dijo:
- Bueno, ya nos queda muy poco para llegar a casa, estaba contando lo sucedido cuando llegamos al desierto. Así que escucha.
La muchacha asintió deseosa de oírlo y su padre continuó relatando...
Esperaron a que los miembros de aquella caravana pasasen más cerca para hacerles una señal. Estos les vieron y enviaron un par de exploradores que llegaron junto a ellos en pocos danes .El que iba más adelantado se cubría con una especie de túnica azul cielo de ribetes dorados y una capucha a juego .Reconocieron en él a uno de los miembros de la Hermandad de Alta Magia de Esil, lo cual alegró sobremanera a todos, especialmente a Yener. Sabidos eran los lazos de amistad y cooperación que unían a esa institución con la orden del Kail. El otro de los exploradores llevaba una túnica normal de color más bien rojizo y se cubría con un saldr. El mago, efectivamente se descubrió el rostro que llevaba parcialmente tapado .Era de pelo rubio ceniza y gesto austero, con unos ojos azules de carácter algo melancólico .Podría tener alrededor de los cincuenta años poco más o menos, aunque ese cálculo lo basaba Yener en virtud de su alto rango ya que el conjunto de su apariencia le descontaba una buena parte de esa edad, y era de estatura pareja a la de Jilia cuando desmontó para saludar.
- Me llamo Dorein E Don y soy un Maestro de Esil.- Se presentó éste con un tono entre neutro y bastante serio -.¿Quiénes sois vosotros viajeros?. ¿Acaso os habéis extraviado en el Vasart y solicitáis ayuda?.
- Estamos de viaje como tú, efectivamente - le confirmó Yener que le propuso en tanto se presentaba -.Y nos gustaría unirnos a tu grupo si es que vamos en la misma dirección .Tenemos la certeza de que nos siguen unos bandidos .Yo soy Gavilán Veloz, Primado del Kail y discípulo del propio Skarn Dainlin
Aquel mago le observó con sorpresa aunque pareció asentir, no hacía falta que se inquiriesen verbalmente el uno al otro para comprobar sus respectivas identidades, con sus habilidades y disciplinas respectivas eran más que capaces de identificarse. Entonces Dorein dijo con bastante más afabilidad.
- En verdad es toda una sorpresa y una alegría encontrar a un monje guerrero de Somer. Contad con nosotros para lo que necesitéis noble señor.- Y señalando a su acompañante le presentó al grupo -.Este es Samid Tarenda. Mi guía por estas tierras.
Aquel tipo tenía la piel bastante morena y los ojos de color oscuro .Miraba al grupo con curiosidad e incluso un tinte de admiración que había sustituido a su primera expresión desconfiada, y al dirigir la vista hacia Yener, añadió con una voz bastante cortés.
- Es un honor para mí. Nobles señores. Tened la amabilidad de acompañarnos en el viaje, si los dioses han querido que vayamos por el mismo lugar estaré encantado de guiar vuestros pasos por el Vagasth, como nosotros lo llamamos.
Yener asintió presentando a su vez a los otros miembros de su grupo .Así se pusieron en marcha una vez que recogieron sus cosas uniéndose al resto de la caravana .En ella viajaba un joven maga de tercer nivel de nombre Eryd, que era la sobrina de Dorein, de pelo castaño que le llegaba poco más abajo de las orejas y ojos color miel .La chica iba acompañada de su prometido según le presentó, un hombre también joven y robusto de nombre Galad De Palys, moreno de cabello y ojos, uniformado con una lujosa túnica de color azafrán en la que resaltaba el escudo de armas de Anlad. Cuando bajó de su montura para ofrecer su mano al monje se vio que era casi tan alto como el propio Yener y algo más corpulento, un autentico coloso para la media de la época, a buen seguro acostumbrado a cargar con una pesada armadura en parajes menos cálidos. Debía de ser un caballero de alguna orden importante de las que por entonces servían al rey de tal país. El resto del grupo lo componían unos cuantos soldados a sus órdenes y varios porteadores de la región que guiaban unas carretas tiradas por Ordors.
- Es una suerte que nos hayamos encontrado señor - declaró el caballero Galad con un tinte de orgullo -.Ahora esos bandidos que os perseguían de seguro que a nada se atreverán. Siendo un monje guerrero de Somer, un maestro de magia de Esil y un caballero de la orden de Saga, los que viajan en compañía.
-¡La orden de Saga! - terció Jilia con admiración -.Son gentes legendarias en la historia de Anlad, siempre combatiendo contra los enemigos de su reino.
Lo que la comandante Renar no mencionó, por supuesto, fue que esa orden desapareció unos cuatro siglos después de la época en la que estaban, pero, ¿qué más daba aquello en ese momento?.
- Así es bella dama - asintió Galad que, sin embargo, había olvidado mencionar a su prometida en el lote de las personalidades por así decirlo y ella se encargó de recordárselo con tono paciente y evidentemente molesto, bajando a su vez de la montura y evidenciando su constitución menuda, incluso algo más baja que Rena, lo cual parecía explicar más aun el olvido del caballero al mencionarla -.
- Galad .Yo también estoy aquí.
- Si, claro querida, pero tú eres una doncella y una dama de alto nombre. No te podemos contar entre las filas de los luchadores. Siendo nosotros tres y con mis hombres y estos bárbaros nativos hay más que suficiente.
Aquellas palabras no debieron tampoco de sentarle nada bien al guía, aunque Samid se cuidó de hacérselo notar al arrogante caballero. Fue Dorein quien le dijo discretamente a Yener de forma que su guía pudiera escucharlo, pues disculparse abiertamente por él sería considerado un deshonor por parte de Galad y una incorrección a juicio de los nativos.
- Galad es un joven muy impetuoso, quizás a veces no cuide mucho sus expresiones pero estas nunca son malintencionadas. Yo confío en que podamos eludir a esos bandidos, siempre es aconsejable el no presentar batalla en estos parajes, el calor es una losa pesada y pegajosa.
- Es cierto - repuso Yener que preguntó -.¿Hacia dónde os dirigíais?.
- Digamos que es un viaje de instrucción, llevo a mi sobrina y a su prometido, este noble caballero, para que conozcan un poco del Magmund.
- Habéis elegido un sitio algo inhóspito para una mera instrucción mi señor - intervino agudamente Pelgrus situándose junto a Yener y el mago -.
- Lo sé, es más, este itinerario era algo que estimé conveniente para que descubrieran que las cosas no son siempre fáciles.- Replicó éste preguntando a continuación con perspicacia -.¿Y vosotros?. ¿Con qué ánimo cruzáis el desierto si os lo puedo preguntar?.
- Cumplo una comisión encargada por mi superior - le contestó Yener desenvainando la espada Somerlaiance en tanto añadía con énfasis -.Es algo de vital importancia para el futuro de todos los reinos.
Al punto la hoja del arma refulgió con destellos dorados dejando atónitos a todos, fue Dorein el que pudo decir visiblemente impresionado.
-¡Por todos los dioses del Magmund! , ¡es la espada Somerlaiance!. El gran Skarn Dainlin debe teneros en alta estima para habérosla entregado Señor.
-¡Impresionante mi Señor! - añadió también el impresionado caballero Galad afirmando con solemnidad- .Desde ahora mi espada se encuentra a vuestro servicio.
- También poseemos el Cetro de Poder, lo saqué de la ciudadela de Karmad - explicó Yener -.
-¡Una hazaña digna de vuestro maestro! - afirmó con admiración la sobrina de Dorein -.
-¿Qué podemos hacer por vosotros?.- Quiso saber el mago que añadió de forma solícita -.Hablad y lo haremos. Desde ahora nuestro viaje no tendrá otra meta que la de ayudaros a cumplir con vuestra tarea. Ya que, aparte de la gran amistad que une a nuestras órdenes, debo decirte Primado del Kail, que mi tío es el Gran Maestre de Esil Banil E Don. Gran amigo personal y compañero de aventuras de vuestro maestro en los tiempos de la guerra contra los poderes oscuros.
- Reeditaremos la tradición - aseguró Yener sonriendo y envainando la espada -.De momento debemos seguir hasta la ciudad de Jare y evitar el encontrarnos con esos bandidos. Creo que están apoyados por fuerzas oscuras que desean hacer fracasar nuestra misión.
- Ya no podrán hacerlo os lo aseguro - declaró resueltamente Galad -.
Yener asintió confiando en que así fuera, pero sus sentidos del Kail bastante agudizados ya, le advertían de que junto a los individuos que les perseguían se encontraban ciertos seres de poderes mucho más preocupantes .Y así era, ni el propio Sebek que parecía haber perdido el rastro, se podía esperar que, en medio del desierto, apareciesen un grupo de figuras encapuchadas sobre negros corceles que lucían símbolos desconocidos para el bandido. Uno de ellos con voz gutural se dirigió a él y a sus hombres que notaron como sus monturas, invadidas por una creciente inquietud, se apartaban instintivamente de aquellos tipos. Excepto los otros dos encapuchados que le habían guiado hasta la fecha, que se adelantaron al oír a uno de sus hermanos preguntar.
-¿Eres tú el llamado Sebek?.
- Depende de para quien - replicó el bandido de modo indiferente -.
- Nos envía Lord Ragerf - le respondió su extraño interlocutor - .Y hemos hecho un largo viaje para reunirnos contigo. Te ayudaremos a dar caza a esos que te robaron tu mercancía .A cambio nosotros nos encargaremos del monje guerrero.
- Me parece bien, necesitamos ayuda, hemos perdido su rastro y llevamos casi una jornada entera tratando de encontrarlo.
- Nosotros os podremos llevar hasta ellos, como nuestros hermanos, no necesitamos seguir ese tipo de pistas tan mundanas ni nos retrasamos para descansar - le contestó despectivamente aquel individuo que seguía completamente oculto tras su negro sayal -.
- Bien, entonces cabalgaréis por delante de nosotros,- le indicó Sebek -.Os seguiremos en tanto les buscáis.
Ese extraño tipo no respondió, simplemente hizo un leve asentimiento bajo su caperuza y espoleó su montura para reunirse con los demás de su grupo, al punto todos ellos comenzaron la marcha y Sebek ordenó a sus hombres seguirles .Uno de ellos se adelantó hasta su superior y le dijo con un tinte de temor.
- Señor Sebek, no nos gustan esos tipos .Hasta nuestro caballos se han asustado. Parecen ser enviados de las tinieblas como estos que nos han ido guiando desde que nos unimos a ti a la salida de Anlad.
- No me importa si es un demonio quien nos guía, el caso es poder recuperar lo que es mío - le replicó su jefe sin dar más importancia a aquello -. Y no temáis, a vosotros no os harán ningún daño.
Su esbirro asintió aunque no parecía demasiado convencido, no obstante fue a decírselo a los demás y aunque fuese de mala gana, pero convencidos también por la paga y el respeto que su jefe les imponía, todos los hombres de Sebek continuaron siguiéndole en su viaje. Ahora de seguro que alcanzarían su objetivo .Aunque el grupo que formaban Yener, Jilia, el mago Dorein y los demás, proseguían su viaje a buen ritmo sin detenerse durante la noche atravesando el desierto ya en las horas del amanecer. Aquello era un espectáculo muy bello, el sol salía lentamente con un destello anaranjado llenando las arenas de luz y estas brillaban reflejando en parte los primeros rayos de la mañana. Era el mejor momento del día ya que aun se podía disfrutar del árido y sin embargo atrayente paisaje sin el agobiante calor que pronto se haría dueño de aquellos parajes .Jilia y Yener cabalgaban juntos por entonces y la comandante Renar se detuvo unos instantes sobre una alta duna de arena endurecida, para contemplar en una posición privilegiada aquella maravillosa salida de sol en medio de la nada silenciosa y magnificente del inmenso Vagasth, como se llamaba en el dialecto nativo vasgoniano.
- Es hermoso ¿verdad?.- Le preguntó Yener con simpatía añadiendo con cierto toque de no disimulada nostalgia - .Rememoro las veces que veía amaneceres y puestas de sol en nuestro tiempo con mi mujer y mis hijos .Y pienso en ellos y en los amigos que dejamos atrás, pero ahora no con pesar, sino con un alegre recuerdo.
- Si, es algo muy bello y a mí me sucede lo mismo - le confesó Jilia sin perder detalle de la salida del astro que les alumbraba mientras le confiaba a su compañero -.Menra y yo nos despertábamos muchas veces para ver estas salidas de nuestro sol .Y ella me contaba lo mucho que le gustaba este momento, el más sereno del día me decía .Y algunas veces, desde que estoy aquí, juraría haber visto su rostro o incluso el de su hermana Calina sonriéndonos desde el cielo del Magmund, como si estuvieran allí , esperando nuestra vuelta.
- A mí me ha parecido ver algo similar alguna vez,- convino él con la misma franqueza y nostalgia -.En los contornos de las nubes o en las formas que se intuyen entrelazado con líneas imaginarias las estrellas. Y pienso que quizás ellos vean lo mismo donde quiera que estén y también se acuerden de nosotros.
El sol comenzaba a bañar suavemente sus rostros todavía desprovistos de los saldrs y Jilia asintió a las palabras de su contertulio dejando ondear sus morenos cabellos a la brisa .En ese instante parecían hermanados con ese inhóspito lugar, como si éste quisiera revelarles algún guardado secreto o simplemente concederles una tregua en la que disfrutar y reencontrarse con esa agreste y dura naturaleza .De un lado, las últimas estrellas y las lunas extinguían su brillo siendo progresivamente eclipsadas por los nacientes destellos del sol que perlaba de escarlata los cielos al iluminar muchas partículas de arena suspendidas en la brisa de la madrugada, dando una tonalidad irrepetible a los cielos entre rojiza, azafranada y malva más allá todavía de los primeros rayos .Para ambos aquel era un espectáculo maravilloso .Tanto, que, por un momento, hasta podían olvidarse de lo que estaban haciendo allí y sentirse agradablemente perdidos en esa inmensidad. Jilia incluso sonreía mirando con expresión soñadora hacia el cielo y Yener contemplaba aquello también con goce y un optimismo renovado, todo era tan bello que podía adivinarse la mano de los Dioses y del Supremo Creador en ello, incluso en la desolación de aquel desierto. Eso le traía nuevas esperanzas de que el mal jamás triunfaría y de que la bondad y la nobleza del corazón de los hombres se abrirían paso frente a él , protegiéndose unos a otros e iluminando su camino, tal y como hacían las primeras luces de la mañana...
- Tantas personas en tantas épocas y tantos mundos habrán visto unos amaneceres así y se habrán sentido tan dichosos como nosotros por la mera belleza que representan- musitaba Yener con ese sentimiento a la vez de introspección y de armonía con lo que le rodeaba -.
Jilia asentía a eso compartiendo la misma sensación. Estaba decidida a que su empresa triunfara, a proteger, ayudar y alentar en lo posible a su compañero, ya que el triunfo de Yener sería el suyo pero además, el de todas las personas a las que ambos habían querido y seguían amando y extrañado en la distancia del espacio y del tiempo. Sin olvidar por supuesto, a sus nuevos amigos de ésta época, difícil pero bella, agreste aunque maravillosa.
También desde una de las carretas de la caravana Rena observaba ese bello amanecer, con una de sus manos a modo de visera se protegía de los primeros reflejos y se recreaba sintiéndose sin ninguna preocupación, dejándose acariciar, al igual que Jilia, por el tenue y todavía fresco aire de la mañana. Lo mismo le sucedía a Pelgrus que cabalgaba algo por delante de ella y sus amigos, e incluso el mago Dorein adelantado a ellos, ordenó un mínimo alto en el camino comentándole a su sobrina.
- Los amaneceres y las puestas de sol son aquí muy bellos .Casi merece la pena atravesar el Vasart entero para ver esto .Pero debemos partir ya y aprovechar los escasos momentos en los que podemos seguir viaje antes de acampar para refugiarnos del calor.
- Se lo diré - afirmó Eryd dirigiéndose hacia Yener y Jilia -.
Una vez se llegó hasta ellos les hizo una indicación y ambos comprendieron poniéndose nuevamente en movimiento .El guía Samid, que iba por delante de todos, estaba acelerando un poco la marcha. A él tras llevar toda una vida atravesando aquel desierto, apenas sí le llamaban la atención esas cosas, sólo quería llegar a un oasis próximo, el último rincón medianamente habitable hasta la llegada a Jare. Y tenía intención de hacerlo antes de que el tórrido calor se les echase encima obligándoles a detenerse. Así que toda la comitiva se puso en marcha con redoblado vigor y rapidez desconocedores de que sus perseguidores iban recortando cada vez más las distancias.
Calina interrumpió entonces el relato del general afirmando sorprendida.
-¡Yo también tuve esa sensación!.
-¿Cuál?.- Inquirió Jilia -.
- La que habéis descrito, a veces cuando miraba al cielo era como si pudiera veros más allá y en mis sueños creí observaros atravesando numerosos paisajes y peligros, uno de los cuales era un extenso desierto.
- Si, es cierto - convino Samra también al revelar -.Yo soñé en alguna ocasión algo parecido.
- Eso se debe a que entre nosotros existía algún tipo de vínculo - les comentó Yener -.No sé exactamente cual ni por qué. Pero nos teníamos presentes pese a estar tan lejos .Por ello creo que vuestra compañía nos servirá de gran ayuda.
-¡Te ayudaremos en todo lo que podamos tío Yener! - afirmó Rachel con entusiasmo -.
- Si, cuenta con nosotras papá - le aseguró Samra también llena de satisfacción y alegría por sentirse útil -.
Yener asintió acariciando suavemente la cabeza de su hija y guiñándole un ojo a ésta y a su sobrina. De todos modos ya estaban a punto de llegar a casa y tendría que comenzar con su parte del plan .Esperaba que los demás llevasen a cabo sus tareas sin contratiempos. Todo debería ir ensamblado y sincronizado al máximo. Jilia por su parte le preguntó en tanto conducía el deslizador por el trayecto que desembocaba directamente en las inmediaciones de la zona residencial de la familia Rant.
-¿Qué podríamos hacer contra ellos?. ¿El mismo ataque que emplease el mago Dorein?.
- No sé si aquello valdría,- objetó Yener que arguyó seguidamente -.Para empezar, habría que hacerlo de día. Y esos engendros se manifestarán en una noche sin lunas.
- Por desgracia eso nos deja tan sólo un par de días de plazo- declaró Calina que quiso saber con manifiesta curiosidad -.Pero, ¿de que ataque estáis hablando?.
- De uno muy poderoso que hizo aquel mago de Esil en el desierto.- Le contó Jilia que trató de explicarse lo mejor posible dado su carácter profano en la magia - .Requería algún tiempo y más que un conjuro era casi una canción de espíritus.
-¿No sería la invocación mística contra los poderes fríos y helados de la noche?.- Preguntó Calina visiblemente sorprendida -.
- Ese era si - le confirmó Yener recordándolo entonces por aquel nombre -.
-¡Pero si ese ataque es legendario, que yo sepa nadie lo había hecho nunca, tan sólo en las antiguas crónicas se habla de él. Su efecto es similar al de una explosión nuclear controlada .Habría que ser un mago excepcional para lograr dominarlo!. – Exclamó la maga de Esil con la boca abierta por el asombro -.
- Dorein lo era - afirmó Jilia con profundo respeto y algo de tristeza tiñendo sus palabras -.
Y viendo las caras atónitas de Calina, Rachel y Samra, tanto Yener como Jilia prosiguieron con la historia. Su comitiva había recorrido ya la distancia que les separaba del oasis tal y como Samid y los nativos les habían asegurado que podrían hacer antes de que el sol quemase literalmente las arenas. Aliviados y bastante cansados y sedientos arribaron allí montando el campamento. Sin pérdida de tiempo llenaron sus recipientes y diversos útiles destinados al almacenaje del agua y dieron de beber a sus animales .Después, todos fueron a bañarse, eso sí, las mujeres en una punta y los hombres en otra, al margen de sus mutuas miradas. Diríase que la única beneficiaria de ese asuntó sería Jilia, pero ésta tenía más interés en refrescarse primero y vigilar después el posible avance del enemigo. La comandante Renar se bañó junto con Rena y Eryd y nada más salir, lavar y poner a secar sus ropas, se echó por encima el sacard y una túnica y se apostó a un par de metros de altura sobre un pequeño montículo al pie de una de especie similar a una palmera que crecía junto al laguillo en el que estaban .Desde allí oteó el horizonte cuidando siempre de no cegarse con los reflejos del sol en la arena .Pasó un buen rato mirando sin ver nada anormal hasta que Rena le trajo su ropa ya seca.
- Toma - le ofreció para que se vistiera a la par que cogía la túnica de Jilia y la tapaba con ella de cualquier mirada furtiva, sobre todo por parte de los nativos que deambulaban a sus anchas por el oasis -.
- Gracias - aceptó la comandante Renar vistiéndose en pocos instantes -.
-¿Has visto algo?,- le inquirió Rena -.
- No por ahora - respondió su interlocutora -.No creo que esos bandidos sean tan idiotas como para viajar a estas horas del mediodía.
Aunque sus pensamientos no eran compartidos ni por Yener ni por Dorein que estaban alertados ante la presencia de una extraña energía. Fue el mago quién inquirió al Monje Guerrero con cierta preocupación.
-¿Lo sientes al igual que yo?.
- Si - asintió Yener -.Mucha energía maligna en el ambiente, su hálito llega como el de un humo pestilente. Ya he sentido en varias ocasiones algo así, debe de tratarse de Hialgasth. Quizás han relevado a esos bandidos o pueden que los hayan reforzado.
- Si vienen por nosotros no te preocupes, entre los dos podremos hacerles frente - le tranquilizó el mago -.
- Deben de ser unos cuantos - comentó Yener sin ningún entusiasmo para confiarle a su interlocutor -.No me gustaría presentarles batalla directa ya que podrían acabar con muchos de los nuestros que no tienen posibilidad de defenderse.
- Por eso no te preocupes,- le aseguró el mago con tono tranquilizador -.No les dejaré llegar tan cerca, pero habrás de ayudarme. Debes escuchar lo que tengo que decirte y actuar respecto de ello.
Yener asintió dejando que el mago le explicase el plan que estaba madurando, por su parte hubo acuerdo total .Una vez puesto al corriente llamaron a los demás dejando a parte a los soldados y porteadores nativos que, ajenos a esto, descansaban entre las sombras de la vegetación montando guardias y relevándose entre ellos cada cierto tiempo por orden del caballero. Precisamente fue Galad quién preguntó.
-¿Qué sucede?.
- Tendremos que prepararnos para la batalla - le respondió Yener -.
Galad adoptó la expresión del que esperaba ansiosamente escuchar algo parecido. No podía ocultar su satisfacción y exclamó con tono vigoroso.
-¡Por Alex ,Kail y Maray. Vamos a darles su merecido a esos bandidos!.
- No va a ser tan fácil - le rebatió el mago -.No sólo vamos a tener que enfrentarnos con simples salteadores del desierto.
Y mientras le explicaban al impetuoso caballero lo que sucedía los demás se reunieron también con ellos. Así que, una vez enterados de la situación, Pelgrus comentó.
- Lo tendremos muy complicado, si en efecto, son seres de las tinieblas .Aunque tú Yener y tú Maestro Dorein, podréis luchar contra ellos sin duda .Dejádnos a nosotros a los bandidos. Si es que vienen.
- Pensaba que en estos tiempos los seres de la Oscuridad ya no moraban en tierras del Magmud - repuso inocentemente Eryd -.
- Eso se decía tras la gran batalla, y de hecho la mayoría fueron aniquilados o puestos en fuga más allá de los confines de nuestro mundo - le explicó su tío que entonces matizó con gravedad -.Pero algunos consiguieron quedarse aquí. Y en estos años posiblemente se hayan reforzado.
- De todos modos abrigo una sospecha, esos seres son Hialgasth y han venido hasta aquí desde otra parte que los confines del Magmud.- Comentó Yener que ante la curiosa mirada de todos añadió -.No deseo decir nada todavía, he de comprobarlo antes.
- Tendrás tus razones - convino Dorein -.De todas formas tendremos que preparar una estrategia .Aquí en el oasis podemos hacernos fuertes y no dejar que se acerquen.
- Respecto de los bandidos podemos abatirles con flechas cuando estén a tiro - comentó Jilia -.Pero con los Hialgasth es otra cosa. Sólo les afectan las armas mágicas.
- La Somerlaiance es capaz de desintegrarles a todos con su poder - arguyó Dorein - .Y yo puedo lanzarles también un conjuro de ataque lo bastante poderoso.
- No sé si podré usar todavía el poder de la espada a tan gran nivel - dudó Yener -.
- Lo veremos cuando lleguen - comentó Galad -.
-¡Preparémonos pues! - urgió Jilia- .Hay que levantar algunas defensas y apostarse estratégicamente.
Todos convinieron en ello, para no hacer cundir el pánico entre los nativos ni la tropa sólo se les comentó la presencia de un posible grupo de asaltantes, dejando de lado la mención a cualquier tipo de criatura sobrenatural. Las horas pasaban y en tanto el sol cedía el grupo de Sebek se acercaba a su objetivo, a pocas leguas del oasis el que parecía el líder de los encapuchados le manifestó.
- Están en el siguiente oasis y nos aguardan. Son poderosos y debemos andarnos con cuidado .Necesitaremos que tú y los tuyos les distraigáis mientras nos preparamos. Esperaremos a la noche.
- Se habrían ido y nos costaría mucho alcanzarles - objetó Sebek -.Irían descansados en tanto que nosotros habríamos de hacer una pausa para beber.
- Los humanos sois tan débiles - repuso despectivamente su interlocutor -.
- Y si vosotros sois tan fuertes, ¿por qué teméis tanto atacar de día?,- le inquirió el bandido con un ligero toque de sarcasmo -.
- Atacaremos de día - aceptó aquel individuo matizando con irritación contenida -.Cumplid vuestra parte del plan y no habrá problemas.
- No te preocupes por nosotros - le respondió Sebek con tono confiado -.Y vayamos a por ellos.
Y sin más palabras los bandidos se adelantaron una vez informados por su jefe. En tanto que sus siniestros acompañantes se agruparon como si estuvieran celebrando un conciliábulo .Sebek por su parte, hizo cabalgar a sus hombres hasta el oasis para dejarse ver, eso sí, a prudente distancia. Sabía que les estarían esperando armados de seguro con arcos y ballestas y que sería suicida hacer una carga directa contra un enemigo que, además de esperarles bien posicionado y a cubierto, les superaba en número.
- Allí están mi Señor - informó uno de los soldados de Galad dirigiéndose a su caballero -.
- Muy bien, en cuanto estén a tiro disparadles - les ordenó aquel que sin embargo lamentó -.Aunque es una pena, me habría gustado luchar contra ellos cuerpo a cuerpo.
- No atacarán - le dijo Yener acercándose hasta él y observando cono un grupo de jinetes se aproximaba -.No son idiotas y saben que acabaríamos con ellos de inmediato. Pero no están solos y eso es lo que me preocupa.
- Es cierto - convino Jilia que permanecía apostada a unos pocos metros -.Se están dejando ver de manera muy descarada pero fuera del alcance de nuestras flechas. Como si quisieran atraer nuestra atención.
- Las presencias malignas que sentíamos antes no están lejos de aquí - les informó Dorein -.
El mago no se equivocaba, los Hialgasth aprovechando la atención que sus enemigos prestaban al grupo de los bandidos se dividieron formando una especie de círculo alrededor del oasis y concentraron sus siniestros poderes en proporción creciente lo que alarmó de inmediato al experimentado maestro de Esil.
- Presiento que la energía maligna nos rodea - declaró preocupado dirigiéndose al monje guerrero -.Pretenden atacarnos con un conjuro envolvente. Debemos crear un escudo mágico alrededor de la zona más alta del oasis. Entre tú, yo y mi sobrina.
- Muy bien - convino Yener que ordenó a sus amigos -.Haced caso omiso de esos bandidos y reagruparos en torno a la colina -.
Todos obedecieron al punto. Aunque sin apenas darles tiempo a completar la maniobra unos extraños rayos escarlata se cernieron sobre ellos dando de lleno a varios soldados y nativos, estos cayeron al suelo aparentemente sin sentido .Yener indicó al resto que los dejasen tal cual estaban y se cerraran en torno a él, Dorein y su sobrina .Aunque unos pocos soldados y hombres de Samid ignoraron aquello para tratar de socorrer a sus compañeros. De pronto estos se levantaron como si estuvieran poseídos y atacaron a los suyos cogiendo por sorpresa y matando a varios.
-¡Están dominados por los Hialgasth!,- exclamó Pelgrus apuntando con su arco a uno de ellos y disparándole una flecha que se clavó en él sin afectarle - .
-¡Rápido, formad un círculo! - ordenó Galad de modo tajante a los hombres de los que aun disponía -.
Y ésta vez obedecieron de inmediato tras lo que Yener desenvainó su espada y comenzó a hacer estragos entre aquellos que estaban poseídos. Eryd y su tío entre tanto, se concentraban para formar un escudo mágico que les protegiera a todos de aquellos ataques. A Yener le bastaban con sus disciplinas y su espada que repelía cualquiera de esos rayos y en pocos minutos había desbaratado a todos los que cayeron en poder del enemigo, contando con la ayuda de Jilia que, blandiendo el cetro del Poder, también estaba protegida y podía luchar contra la magia que animaba a sus adversarios. Pero, una vez terminado este problema, se planteaba otro, el escudo no resistiría eternamente y los Hialgasth habían estrechado el círculo permaneciendo ocultos a la vista del grupo y redoblando sus ataques mientras sus víctimas habían permanecido ocupadas. Entonces fue cuando Dorein dijo.
- Debo concentrarme en un conjuro de ataque que aniquilará a nuestros enemigos, pero necesito tiempo y todo mi poder. Señor del Kail, trata de mantener este escudo con la ayuda de mi sobrina.
- Haremos lo posible - repuso Yener que pidió a Jilia que también integrase esa barrera elevando el Cetro -.
De este modo, entre la espada de Yener y sus disciplinas de protección, la magia de Eryd y el cetro, pudieron mantener una barrera aceptable. Al cabo de unos instantes, sin embargo, el ataque cesó .Aunque eso, lejos de ser un alivio para Yener y Dorein, fue motivo de mayor preocupación puesto que la energía maligna que emitían sus enemigos no cesaba de aumentar.
- Planean algo más fuerte y precisan, al igual que tú, de toda su energía acumulada - comentó Yener al mago que asintió -.
- Mantened la barrera - les indicó Dorein -.Yo mientras completaré el conjuro. Estoy seguro de que lo vamos a necesitar.
Y los demás siguieron sus instrucciones mientras Dorein reunía fuerzas y comenzaba a entonar una especie de mantras a modo de canción, en la antigua lengua de Anlad.
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