Al llegar a los lindes del bosque aquellos cantos y susurros fueron progresivamente extinguiéndose. De la embriagadora y maravillosa sensación de paz y seguridad se pasó repentinamente a un vacío sensorial y a un aturdimiento semejante a despertar bruscamente de un dulce sueño. Ninguno de los tres comentó esto, sumidos como estaban aun en los recuerdos de aquellos últimos días. Aun transcurrió un buen rato sin que nadie hablase y finalmente, fue Yener el sentenció dirigiéndose a sus dos compañeras.
- Ya no estamos bajo la protección del bosque, el último de los grandes árboles ha desaparecido de nuestra vista hace ya tiempo y desde ahora nuestros enemigos no cejarán en su empeño de aniquilarnos .Será una lucha a muerte, o ellos o nosotros .No habrá termino medio, ni se podrán hacer concesiones. ¿Lo comprendéis?.
Ambas asintieron con rotundidad y la maga replicó.
- Sea como tú dices .Para mí no existe otra cosa que el cumplir con esta tarea. Conseguir la paz y la seguridad para las generaciones futuras y hacer que la muerte de Galad y de mi tío no hayan sido vanas.
- Y no lo serán - le garantizó Jilia solidariamente, afirmando con energía -.Nada podrá detenernos ahora.
Y de esta manera continuaron con unas intermitentes charlas en las que se reforzaba la determinación de todos por llevar a buen fin su tarea. El sol iba cayendo lentamente desparramando sus últimos destellos en el horizonte y el aire se tornaba más gélido y desabrido, aunque ello no era debido a presencia maligna alguna, al menos eso sentía Yener .En realidad el grupo avanzaba de forma rápida, incluso demasiada para lo que unas simples monturas parecían capaces de lograr, hacia la última etapa de su viaje. Las cumbres de las montañas de Duriag, en las que se elevaba el Monte de la Luz Suprema. Aquel nombre le venía desde antiguo ya que tras él podía verse como el sol del ocaso se ocultaba definitivamente de la vista y desde la posición que el grupo ocupaba, aquel alto y escarpado monte, rematado por un promontorio rocoso en forma de flecha, daba la sensación de ser el depositario de la última luz del día, que se derramaba a sus costados como si el propio astro fuese atravesado por la punta de la montaña y vaciase sobre ella parte de su luz. No obstante por aquella jornada no llegarían lo suficientemente lejos como para observar ese magnífico espectáculo más de cerca teniendo que conformarse con una, eso sí, espléndida vista del atardecer. Cuando por fin pudieron acampar y prepararse para pasar la noche al calor de una buena hoguera no perdieron tiempo, lo primero que hicieron fue distribuir las guardias y cenar .La consigna era descansar todo lo posible antes de que las de seguro ineludibles dificultades y los ataques hicieran acto de presencia .En un principio, Eryd estaba recelosa ante la posibilidad de que el fuego atrajese a más devoradores de esencia, pero Yener la tranquilizó diciéndole que no percibía ese peligro, aquello quedaba reducido al ámbito de Sedlard en donde el maligno clima sobrenatural que envolvía dicha meseta hacía posible esas manifestaciones de energía negativa. Aquí, en un terreno neutral, no existía problema en ese aspecto .En lo que a Jilia respectaba asintió a esas explicaciones más por contribuir a tranquilizarse a sí misma que a su compañera y sintiéndose más segura se dispuso a dormir .Sería la maga la que, todavía reticente, quiso hacer la primera guardia. Yener tomó también acomodo cerca del fuego y se envolvió en una gruesa manta ya que el frío se había adueñado del entorno obligando a todos a buscar el mejor refugio posible en el ropaje de invierno que portaban entre su equipo. Con un lacónico “hasta ahora” el monje guerrero se dispuso a descansar en tanto Eryd hacía un lento y desconfiado recorrido en torno al perímetro iluminado por el fuego. La chica prestaba un vivo interés a cualquier signo que pudiera alterar la tranquilidad y el pesado silencio nocturno que se extendía en aquella zona, una extensión que había recuperado en buena parte la austeridad de Sedlard lo que, desde luego, fomentaba el reavive de prevenciones y malos recuerdos para ella .Eryd no se sentía confiada y tenía buenos motivos para ello. En aquellas horas interminables que componían su guardia rememoró las muertes de su prometido y su tío y la tristeza cayó sobre ella. Una vez pasados los momentos de lucha en la meseta y de alivio del bosque de los elfos nada detenía que la melancolía se adueñase de la maga en esas horas de soledad .Aunque, afortunadamente, de su visita a Uldaren le quedaba un halo de esperanza y optimismo que ayudaba a combatir la amargura de la desesperación por verse sola .Sola sí, era algo tan sencillo como eso. Allí estaba ella, sabiendo que si fracasaban todo terminaría junto con sus amigos y que si tenían éxito ellos se marcharían para devolver la paz a su propio tiempo .Eso dejaría a Eryd abandonada a su suerte en aquel lugar y quizás expuesta a grandes peligros que debería arrostrar sin ninguna ayuda, pero no se lamentaba por eso. Lo que la apenaba era el no tener a nadie con quien compartir un futuro. De todos modos, ¿a qué pensar en ello?. Lo principal era triunfar a cualquier precio y eso incluía su más que incierto destino personal, aunque ahora tenía la posibilidad de encauzar su propia vida hacia el rumbo que ella deseara, libre de compromisos y trabas. De todos modos, la chica nunca deseó pagar el terrible precio que el destino le había exigido. Pero ahora, solo le restaba prometerse a sí misma y a la memoria de su tío y su prometido que haría todo lo posible por vivir acorde a sus ideas, sus sueños y sobre todo su deber para con el futuro. Miró entonces aquel extraño artefacto que le prestase Yener y que, según el monje, servía para medir el tiempo .Él le había dicho que, cuando esa esfera marcase unos determinados dígitos ella debería despertar a Jilia que sería la encargada de relevarla. Eryd dejó que su atención se centrase en aquel raro aparato .Mirándolo detenidamente pensó en las maravillas que su pueblo estaba destinado a conocer en ese remoto futuro, aquellos grandes avances que les permitirían viajar a las estrellas e iluminar el cielo tan claramente como el sol, aun siendo noche sin lunas, como el propio Yener y Jilia le habían contado .Y pese a todo, los futuros habitantes del Magmud que sus amigos llamaban Yumlaiance, eran gentes desgraciadas y añorantes de su pasado .Eryd no comprendía aquello, sobre todo porque siempre quiso ver en el futuro la culminación de todos sus sueños, esperanzas y anhelos. Aunque a buen seguro, para las generaciones por venir muchas cosas que Eryd conocía como habituales serían igualmente asombrosas, increíbles y remotas, igual que lo era aquel extraño aparato para ella misma.
Casi sin darse cuenta sonó una especie de pitido y la esfera del reloj se iluminó en un leve tono ámbar indicando que el plazo se había cumplido. Obedientemente Eryd se acercó a Jilia y la zarandeó con suavidad .La comandante Renar se revolvió rebelde durante unos segundos hasta que una nueva y más acentuada sacudida la hizo abrir los ojos escuchando entonces la voz serena y suave de su compañera.
- Es tu turno.
La noche estaba tranquila y fría .Jilia se desenvolvió de su manta con lentitud y ningún entusiasmo ya que se sentía destemplada por momentos. Aquella sensación fue paliada al aproximarse a un todavía bullicioso fuego que su antecesora en la guardia no había dejado de alimentar con ramajes y hojarascas que tenían en reserva .Sintiéndose más confortada y deseándole un feliz sueño a Eryd, Jilia acabó por despabilarse y encargarse de su turno de guardia. Y con la soledad del puesto recordó con añoranza a los amigos que había dejado atrás remontándose primeramente a Pelgrus y Rena, quienes seguro que ahora dormirían felices arropados por las estrellas bajo las frondosas y verdes copas de aquellos majestuosos árboles del hogar élfico, a salvo ya de peligros y asechanzas y con un hermoso futuro por delante .Después, su memoria retrocedió para pensar en Menra y en todos los demás que había dejado al partir de su mundo y su tiempo .¿Qué les habría sucedido?. ¿Cuánto tiempo habría transcurrido para ellos?. ¿Seguirían como ella les recordaba cuando volviesen?. Aunque eso le llevaba a una pregunta más acuciante y dura.¿ Lograrían Yener y ella regresar? .Y caso de tener que sacrificarse uno de ellos para que el otro lo hiciera...bueno, sobre eso no había duda, su superior, amigo y ahora también amante debía ser el elegido para rescatar Yumlaiance y ella era consciente de su papel de ayudante en esta misión. Jilia tenía pleno conocimiento de esto y no se rebelaba, al contrario, estaba más que dispuesta a dar su vida por su camarada .Era su deber y su deseo salvarle de todo lo que pudiera hacerle daño; le debía muchas cosas y quería tener la ocasión de poder pagárselas, bien en lo que a ambos les restase de vida o bien en lo que pudiera quedarle a ella. Desde esta perspectiva cualquier sacrificio sería hermoso. Aunque pasados estos temores otros nuevos y no menos inquietantes se abrían paso en su mente en tanto avivaba la hoguera. ¿Qué harían si lograban volver con bien y salvar a su mundo y todo seguía como lo dejaron?. Yener tenía mujer y dos hijos y ella misma estaba unida a otra persona a la que había amado y todavía amaba .En el fondo de su corazón Jilia sabía que su relación con Yener era imposible en su tiempo. Demasiadas barreras se alzaban entre ambos y todas nacían de sus distintas concepciones de las cosas y sus diferentes vidas y circunstancias más allá del Dalarzian. Una vez de vuelta en casa los temores que Jilia creía olvidados o desaparecidos por efecto de su viaje podrían tal vez reaparecer ya fuera por perder el mutuo apoyo que ambos se habían prestado en esta tierra extraña o porque su esquiva memoria reclamase el puesto que había perdido en aquel tránsito tan traumático al pasado. Pero de todos modos y apelando a su carácter militar y disciplinado quiso ordenar sus pensamientos y se dijo que era un absurdo preocuparse por unos hechos que, ahora mismo, tan sólo eran difusas hipótesis y absurdas especulaciones de lo que podría suceder .La realidad era que estaban aquí y ahora y que ella debía velar en su turno para que la noche pasase sin ningún riesgo y después hacer cuanto estuviera en sus manos por llevar a buen término la misión .Jilia no sabía como ni cuando se cumpliría ésta exactamente o que tendrían que hacer llegados a esas montañas. Ni siquiera estaba segura de que debieran escalarlas o plantarse al pie de las mismas .Aquello en su opinión, era algo que tan sólo los dioses y Yener sabían. Y hablando de Yener .El cronometro de su reloj le indicó que su turno había llegado. Así que, imitando a su antecesora, Jilia acudió a su compañero para despertarle sin antes poder evitar pasar suavemente una mano por sus cabellos y su incipiente barba que había dejado nuevamente de afeitarse desde que salieran del bosque .Hecha esta concesión a sus sentimientos la comandante Renar sacudió al monje de modo militar, brusco e inflexible, susurrándole sin embargo con un tono suave y amable.
- Es tu guardia Yener.
El monje tal y como ella misma había hecho, abrió los ojos de mala gana deseando permanecer en aquella lánguida seguridad que le proporcionaba su manta y el sueño profundo que había disfrutado hasta ese mismo instante. No obstante, su sentido del deber se impuso y consintió en desenrollar su protección nocturna para incorporarse en tanto Jilia se tumbaba envuelta a su vez en la manta que le servía como escudo contra la fresca y oscilante brisa de la noche y el frío suelo .Con un beso paternal en la frente de su compañera Yener le dio a entender que desde ese momento ella estaba libre de tribulaciones y que podía retomar su descanso. Él pasó a ocuparse de realimentar la hoguera con los últimos materiales que restaban de la reserva .La noche era desapacible en algunos de sus tramos pero entre el sueño y el abrigo de sus prendas eso podía soslayarse. Lo incómodo era prescindir de la quietud que se tenía cuando no había que deambular en torno al campamento. Tumbado se ofrecía menos blanco a las ráfagas de aire frío que azotaban de vez en cuando el páramo débilmente surtido de matojos y arbustos que ocupaban .Aunque ese era el último de los pensamientos de Yener. Lo que en verdad asaltaba su mente era la idea de culminar su tarea. Ahora cuanto más camino llevaba recorrido y mayores eran sus capacidades era cuando paradójicamente más le asaltaban las dudas. Pensaba en los suyos, en la familia, amigos y camaradas que había dejado atrás y en las palabras de la diosa .También en las fuerzas maléficas que habrían de enfrentar pero todo eso no le preocupaba tanto como él mismo y la certeza de que debía, de un modo u otro, impulsar el despertar de su pueblo. Sin eso, nada de lo que hicieran valdría la pena. Necesitaba aun ayuda y aliento de fuerzas mayores que las suyas propias. Aun debía obtener el diamante del tránsito y además, muchos sentimientos se encontraban en él compitiendo duramente por obtener la hegemonía. El miedo a fracasar, la alegría y el anhelo por volver a ver a los suyos, la tristeza de perder a otros y la nostalgia de muchos a quienes ya dejó. Y en su mente fue escuchándose un eco, el tañido de una voz conocida que le era muy familiar y que no lograba ubicar. Mas esta voz sonó con mayor claridad y los sentidos de Yener pudieron comprobar como era secundada por un pálido resplandor a pocos metros de la hoguera. Mirando al este descartó el amanecer, el orto solar no se produciría hasta al menos un par de sexdanes más, luego entonces, ¿qué era aquello?. Pese a querer ponerse en guardia sus destrezas no le indicaban peligro alguno y desistió en ese empeño; aquello era fruto de una presencia si, pero una presencia amiga y poco a poco aquel brillo tenuemente azulado pasó a ser una silueta y esta una figura humana definida, con unos rasgos también muy precisos e identificables que le decían con un eco lleno de cariño y amistad.
- Siente las esferas Yener.
-¡Larus! - pudo musitar el monje observando en efecto como aquel rostro fantasmal correspondía a su fallecido amigo -.
- No soy fruto de tu imaginación - le dijo este añadiendo de modo insistente -.Debes percibir las Esferas del Conocimiento. Las seis esferas de la Consciencia brillan en ti. Una a una se te han ido uniendo con cada paso que has dado y cada prueba que superaste .Ahora todo depende de ti y del uso que des a su sabiduría. Ya estás muy cerca de la frontera, mucho más de lo que tú crees.
-¿Y has venido a decírmelo?- le inquirió Yener con incredulidad -.¿Por qué tú?. Si me paro a pensar en ello ni siquiera has nacido en estos días.
La imagen de su amigo sonrió, era como si aquella observación le hubiera hecho gracia y respondió con afecto paternal.
- Debes eliminar la percepción que tienes del espacio y del tiempo Yener. Todo cambia, pero nada cambia. Es eterno, hermoso e inmutable y a la vez diferente y vibrante .La Suprema Voluntad que todo lo mueve es una con todo y es todo lo que existe.
Yener movió la cabeza despacio sintiéndose aun si cabe más desconcertado con estas últimas palabras pero cuando iba a interrogar a su compañero y amigo fallecido éste desapareció y otra forma se hizo reconocible haciéndole exclamar con un susurro de voz queda.
-¡Maestro Azor!.
El anciano le miró con una mezcla de ternura y aprobación, y Yener tan sólo pudo añadir con tono confuso.
- No puedo entenderlo Maestro.
- Ni te esfuerces en ello - le respondió aquel espíritu de modo conciliador -.No podrías hacerlo aun pese a lo que has avanzado en el conocimiento. Ni las seis Esferas son capaces de concederte el don de la sabiduría absoluta, ni tú estás preparado todavía para ello. Yo mismo tampoco lo estoy.
-¿Qué sentido tiene todo esto entonces?.- Le inquirió Yener tratando de lograr alguna luz en ese mar de espesos enigmas -.
- El Sentido se lo das tú y todos aquellos a quienes amas y proteges - le contestó su mentor -.Estás en contacto con los dioses Yener y eso es algo que sobrepasa la capacidad humana. Y ni los mismos dioses son capaces de conocer en toda su complejidad y amplitud la Suprema Obra. Han de madurar y ascender en su escala de conocimiento tal y como nosotros hemos de hacerlo en la nuestra. Tú debes sentir las esferas Yener. Aunque antes de conseguir las revelaciones tendrás que enfrentarte a las últimas pruebas. Ten cuidado con la danza de la noche sin luna, ante ella reaccionan las criaturas del Abismo, debes anular su malígna influencia.
-¿Qué significa eso?.- Quiso saber Yener -.
- A la Oscuridad arroja luz y conocimiento, y al Odio y el dolor, Amor y sabiduría - le respondió lapidariamente el espectro del anciano, añadiendo con voz paternal -.Percibe y aprende, escucha y comprende. Tienes la base para ello, las seis esferas laten en ti. Debes hacérselo ver a nuestro pueblo, recordarles lo que han olvidado. Ese es el sentido, no hay maestro que enseñe nada nuevo. Sólo nos guía para recordar lo que siempre hemos sabido. No lo olvides. Esa es la herencia de Kar Alan y el legado de Skarn Dainlin. Y tu propio testigo…
Y mientras decía esto seis esferas luminosas brillando en un tono pálido azulado aparecieron alrededor de la imagen de Azor Ligero. Yener las contempló con reverencia en tanto su maestro añadía.
- Pero los que nos hemos ido ya no podemos hacer más por ti. Ahora eres tú quien debe dar su propia contribución al destino .Tienes todas aquellas cosas que se te han podido dar, la mayoría las has ganado con tus méritos y luchas .Pero aun necesitas obtener lo que nadie puede darte y lo que se te regalará por sí mismo. Recuerda las palabras de la Diosa. No lo tendrás mientras lo busques, pero lo obtendrás cuando no lo desees...
Y sin dar oportunidad a otra pregunta aquella imagen de Azor Ligero se desvaneció por completo dejando que los ojos y los sentidos de Yener se enfrentasen al vacío de la noche. Enseguida el monje miró al cielo, pero la luna principal brillaba alta en el mismo. No había que preocuparse por esa advertencia del espíritu .Es más, los primeros pálidos reflejos del amanecer asomaban ya en la lejanía tiñendo de malva y rosa el fondo del horizonte. Yener consultó su reloj, habían pasado casi dos sexdanes sin que tuviera apenas constancia de ello .Las palabras de Larus y de su maestro todavía resonaban en su mente y empleó el tiempo del amanecer en asimilarlas. Cuando el sol ya estaba iluminando el cielo con tonos azulados y de oro añejo despertó a sus compañeras que una vez más se resistieron a abandonar la comodidad del sueño, aunque pasados unos danes se incorporaron perezosamente ante el creciente estímulo de la luz.
- Buenos días - las saludó él con un tono jovial y animado que no translucía para nada su experiencia mística anterior -.
- Buenos días - le respondieron ambas casi a la vez -.
Y las caras de las chicas planteaban una pregunta obvia ,¿ahora qué?. Yener lo leía claramente y, pese a no tener idea de lo que vendría a continuación, no eludió la respuesta. Al menos en cuanto al rumbo a seguir pudo indicarlas.
- Saldremos rumbo a las montañas y subiremos al Monte de la Luz Suprema .Allí está el punto por el cual tenemos que regresar a nuestro mundo.
Jilia y Eryd se miraron durante unos segundos, probablemente para comprobar mutuamente si ambas habían escuchado la misma contestación a su no formulada pregunta .Una vez comprendieron que así era se levantaron rápidas y emplearon poco tiempo en adecentarse y desayunar. Yener las acompañó en la comida sin evidenciar gravedad alguna en su rostro ni en sus ulteriores palabras. Tras reponer fuerzas y cruzar algún comentario más intrascendente sobre el equipo y las reservas de alimentos y agua que, por otro lado todavía eran suficientes, el trío se puso en marcha decidido a coronar la última etapa del viaje y de su misión .Cabalgaron sin prisa aunque sin detenerse más, hasta llegar a las mismas faldas de la cordillera montañosa en donde si se detuvieron, y no por la presencia de ésta sino por llegar el momento de decidir el último combate que les cerraba el paso. Sin dejar de mirar hacia las cumbres, con rostro imperturbable que contrastaba con los dos gestos tensos y prestos a la lucha de sus compañeras, Yener vio al Hialgasth y al bandido a quienes se habían enfrentado en varias ocasiones, acompañados esta vez por otra misteriosa figura envuelta en una negra capa y protegida por un denso sayal azabache .Sin adivinar rastro alguno de temor o furia en su voz, el monje les dirigió un saludo añadiendo con tono sereno.
- Habéis tardado en dejaros ver.
- Hemos esperado el mejor momento - le respondió Sebek con sorna añadiendo con ecos triunfales - .Cuando os creyeseis a salvo y estuvierais seguros de haber conseguido vuestro objetivo.
- Me sorprende que seáis capaces de dar la cara en un combate frente a frente, es todo un logro por vuestra parte - replicó Jilia con un sarcasmo altamente desafiante -.
- Ya no tiene sentido hacer escaramuzas - le contestó el Hialgasth sentenciando con un siseo de furia -.¡Para vosotros, todo terminará aquí y ahora!.
- En eso te equivocas - le rebatió resuelta aunque sosegadamente Yener -.Esto apenas es el principio del comienzo.
-¡El comienzo de tu fin! - le espetó a su vez el Hialgasth cuyo extraño timbre de voz se le hacía ahora vagamente familiar al monje -.
Y Yener sintió una leve sacudida dentro de sí, reconocía aquel tono amenazante .Lo recordaba años antes, cuando luchó por su vida en aquella base espacial .Ese Hialgasth era el mismo de entonces, pero ¿cómo era posible que le hubiese seguido desafiando la barrera mística del Dalarzian?. Ni tan siquiera su homónimo que poseyese a Jilia, pudo resistir aquello siendo destruido en el tránsito al pasado.
- Esta vez las circunstancias son distintas - le rebatió Yener sin inmutarse pese a su descubrimiento -, ya no soy el que fui. No podrás conmigo.
- Lo veremos - replicó el espectro agitando sus dos sarmentosos brazos en dirección a su interlocutor -.
De inmediato dos lenguas de oscuro fuego con formas animalescas surgieron de sus manos y se dirigieron raudas hacia Yener .Éste desenvainó de inmediato la espada Somerlaiance pero no tuvo siquiera que hacerla intervenir ya que esos ataques se estrellaron contra un invisible escudo mágico que Eryd había proyectado instantes antes.
- No te preocupes Yener - le animó la maga -.No podrá traspasar mi protección mágica. Ahora puedes acabar con él.
Y el Monje Guerrero tentado estaba de hacerlo pero su capacidad de reflexión se impuso al deseo de la venganza, aquel maldito engendro del mal no sólo estuvo a punto de acabar con su vida, también asesinó a Larus .No obstante, en lo más profundo de su ser, Yener sabía que la venganza no era la alternativa. No, no podía serlo, además, aun debía hacer algo más importante, recordó las palabras del espíritu de su fallecido amigo y declaró dirigiéndose a la maga.
-¿Crees que podrías con él?.
Eryd le observó perpleja, llena de incredulidad, no podía ser que, con todo lo anteriormente vivido y pasado el Señor del Kail se acobardase ante ese enfrentamiento .No, ella sabía que tal forma de actuar debía obedecer a otra razón más profunda. Jilia por su parte presentía algo similar. Posiblemente Yener tendría otro plan que ninguna alcanzaba a descubrir, pero eso simplemente quería decir que confiasen en él. Seguramente el verdadero objetivo de Yener era otro más importante que podían comprender en ese momento.
- Yo me encargaré del otro. - Declaró la comandante Renar con una sonrisa llena de desafío centrando su atención en el bandido -.
- Será un placer para mí - concedió Sebek devolviéndole la burlona expresión para decir con júbilo -.Podré domarte con mis propias manos y serás una magnífica esclava que compensará todos mis avatares.
- Lo dudo mucho, tengo muy mal carácter - replicó Jilia con sorna -.
El Hialgasth apenas prestó atención al diálogo entre su aliado y la mujer, dejó que ambos se aproximasen mutuamente puestos en guardia con sendas espadas en las manos y que entrasen en un fiero e igualado combate .Yener tampoco hizo el menor gesto por impedirlo, su atención se centraba en otra cosa, ignorando incluso al encapuchado que seguía insistiendo en provocarle.
- Acabaré contigo de un modo todavía más doloroso que el de tu compañero.- Le prometió con inquina aquella criatura regocijándose en el tono de sus palabras -.
-¡Cállate asqueroso!, ¡antes tendrás que vértelas conmigo! - le respondió Eryd acompañando sus palabras de una bola de fuego que el Hialgasth rechazó parapetándose a su vez en otro escudo mágico -.
- No tengo tiempo para entretenerme con estúpidas aprendices de magia - le contestó su rival contraatacando con otro rayo maléfico que la chica contrarrestó a su vez con su pantalla -.
Ambos contendientes comenzaron un intercambio masivo de proyectiles mágicos de toda índole subiendo la potencia e intensidad de los mismos a medida que parecían irse calentando .Lo más extraño de todo era que, tanto Yener como el misterioso individuo allí presente, no se inmutaban ni hacían nada para auxiliar a sus respectivos aliados. Era como si estuvieran en un mundo aparte y efectivamente para sus elevados sentidos de percepción así era.
Jilia y Sebek habían concluido hace tiempo el entrechocar de sus armas y fruto de la vehemencia y la furia desplegada habían logrado desarmarse mutuamente con lo que la lucha pasó a ser un continuo intercambio de patadas, puñetazos, blocajes y llaves de artes marciales en las que la Comandante Renar parecía llevar ventaja. Aunque su contrincante era muy ducho en toda suerte de peleas sucias y traicioneras y sorprendía a su rival con tretas que, por supuesto, estaban plenamente justificadas en ese caso, tierras a los ojos o pellizcos de lo más innobles que por suerte, Jilia sabía contrarrestar a su vez con patadas y acciones de muy poca lealtad en lo que a un combate reglado se refiere. Pero allí estaba en juego la vida y todo lo demás eran concesiones al absurdo. Incluso rodaron por el suelo en una fase del combate en la que Sebek con más fuerza y peso dominaba .Pese a todo, Jilia, haciendo gala de un coraje y una fuerza admirables, supo rehacerse y despegarse del abrazo de su enemigo para evadirse con un conjunto de rápidos saltos y volteretas. La lucha parecía condenada a una fase de estancamiento en la que ambos rivales se estudiaban en busca del desliz ajeno mientras reponían fuerzas y aliento lo más rápidamente posible.
Eryd a su vez se esforzaba al límite de sus conocimientos de magia por mantener ocupado al Hialgasth. Este ser de pesadilla poco a poco ganaba terreno ya que su resistencia y el alcance de sus poderes eran superiores a los de la muchacha, aunque la maga se las arreglaba muy bien economizando sus conjuros de ataque y concentrando su intensidad defensiva en pequeños escudos móviles que oponía a los ataques de su enemigo. Pero sobre todo, lo principal era no dejarse envolver por el acoso psíquico al que el Hialgasth trataba de someterla. Para ello bloqueaba su mente ocupándola en recorrer la lista de hechizos y conjuros que dominaba evitando cualquier tipo de intrusión por parte de aquella criatura que tampoco tenía cuartel, podría decirse incluso que el Hialgasth se mostraba sorprendido ante una resistencia bastante mayor de lo que habría podido esperar por parte de esa aparentemente frágil humana.
Y entre tanto Yener y ese misterioso encapuchado seguían estudiándose. El monje se había percatado de algo con la ayuda de sus aguzados sentidos y era una cosa sorprendente. Ni Jilia, ni Eryd habían visto a ese misterioso individuo, y lo más increíble de todo era que el bandido y el mismo Hialgasth tampoco parecían notar su presencia. Ese individuo tan sólo se manifestaba ante él y cuanto más le observaba, más detalles podía percibir en torno suyo. Su faz, pese a estar lejana parecía esculpida en piedra cenicienta, mostraba una extraña quietud aunque desprendía un tremendo poder a todas luces muy superior al del Hialgasth que combatía contra Eryd .Yener no estaba seguro de poder vencerle ni siquiera empleando la espada Somerlaiance ni los demás atributos que había conseguido en sus viajes. Aquel ser podría estar incluso a la altura de un dios y su mirada, aun desde tan lejos y de soslayo, parecía congelar el alma. Yener llegó incluso a sentir un gran temor reverencial pero, por suerte se dejó llevar de su adquirida sabiduría y recordó los consejos y experiencias que había vivido .La clave no estaba en luchar, ni siquiera en tratar de oponerse a ese ente o lo que fuera .En realidad esa aparición no estaba allí para enfrentarse con Yener sino para enseñarle algo .Y según pensaba esto recibió la confirmación de aquel mismo ser, que telepáticamente le comunicó.
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-<<¡Eres el dios de la destrucción!>>- fue la alarmada respuesta mental de Yener que enfrentó su mirada a la capucha de la que brotaban aquellas palabras aunque sin atrever a fijarla -.
- Tal y como te digo, tu percepción es solamente la que vislumbra el reflejo de la imagen del espejo, pero no la propia imagen. Pálida es esa apreciación ya que yo estoy muy por encima de esa deidad a la que tú me asocias.
- Entonces ¿quién eres?.- Pudo preguntar Yener sintiéndose muy sorprendido por esa revelación -.
Por toda respuesta aquel extraño ser elevó su brazo diestro describiendo un recorrido de derecha a izquierda hasta cubrir todo el panorama y Yener descubrió asombrado que sin ningún tipo de transición, se hallaban ahora en medio de un enorme océano de color amatista que lamía una enorme y desierta playa. El horizonte ahora era muy distinto, el color del cielo era de una tonalidad azafrán y su luminosidad indeterminada .La luz provenía de todas partes y ninguna. La espada de Yener brilló con intensísima fuerza desbocando sus medidas y alocando los sentidos de su portador. Aunque aquello no era nada comparado con la increíble visión que ,surgiendo del mismo cielo, inundó el firmamento de una luz inmaculada...
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