martes, 21 de agosto de 2018

GWNE04. Las nuevas generaciones.

La familia resultó muy afectada tras recibir la terrible noticia. Anhidrita lloraba sin parar, estaba desconsolada, su hija trataba de animarla aunque asimismo estaba rota.



-¿Por qué? ¿Qué tenía que hacer en ese sitio?- Balbucía la destrozada viuda.-

-¡No lo sé, mamá! - Sollozaba su hija abrazándose a ella.-

-Lo lamento muchísimo.- Pudo decir Richard quien junto con su hijo Grafito estaba allí.- Lo encontraron fuera de los domos, muy cerca de la central de energía. Ya sabéis como era. Quizás vio que algo no iba bien y quiso repararlo…- Especuló lleno de pesar. –



            Ambas mujeres asintieron aunque eso ya no les importaba, solamente sabían que Lignito fue encontrado sin vida, con el oxígeno agotado y tendido en un paraje desolado, un lugar en donde la concentración de energía oscura era bastante superior a lo normal. Allí nadie en su sano juicio iría sin acompañamiento. Los técnicos de la zona contactaron primero con Richard que trabajaba en unas vías de comunicaciones en las cercanías. De inmediato él se puso en contacto con la familia para darles la aciaga noticia.



-Si podemos hacer algo, lo que sea.- Se apresuró a añadir Grafito, sobre todo mirando a Azurita.-



            La chica movió la cabeza enjugándose unas lágrimas. En tanto Richard comentaba con suavidad y respeto.



-Conocí a Lignito cuando yo era apenas un niño. Teníamos bastantes cosas en común. Se portó como un hermano mayor conmigo. Mi hijo tiene razón, si podemos ayudaros en lo que sea. Únicamente tenéis que decírnoslo.

-Gracias.- Pudo musitar Anhidrita.-



            Estuvieron un rato más confortando a esas dos pobres desgraciadas. La propia Kimberly quedó en pasar poco después con Idina. Aunque su sobrino Lamproite se adelantó una vez supo de esas terribles nuevas. Cuando llegó la joven Azurita se abrazó de inmediato a él.



-¡Cuánto me alegro de que estés aquí!- Sollozó la muchacha.-

-Vine en cuanto me enteré.- Repuso él abrazándola a su vez.-

-¿Qué vamos a hacer ahora?- Suspiró Anhidrita con tono lleno de tristeza.-

-No temáis nada.- Las animó Lamproite quién, juzgando aquella oportunidad idónea, se arrodilló ante la perpleja Azurita y le dijo.- Sé que quizás no es el mejor momento. Pero me gustaría pedirte que fueras mi esposa, que tu madre y tú pasarais a formar parte de mi familia. Lamento hacerlo en estas circunstancias pero hacía mucho que tenía deseos de pedírtelo…Además de mi amor por ti, no deseo que estéis solas, ahora que tu padre ya no está.

-¡Oh sí, claro que acepto! – Exclamó la muchacha que alegró su faz visiblemente al oírle hablar.-



            Anhidrita suspiró, por un lado era un alivio, por otro, en efecto, no era precisamente un momento adecuado. Y sobre todo, no le gustó que su hija se alegrase así. A pesar de estar interesada en Lamproite y de ser este un partido ventajoso, su padre acababa de fallecer y no estaba su cuerpo todavía frío cuando esa chica parecía querer festejar esa proposición.



-Por supuesto, honraremos la memoria de Lignito.- Intervino el chico quizás al ver la expresión de su futura suegra.- Esperaremos unos meses para celebrar la boda.

-Sí, eso será lo mejor.- Convino una más moderada Azurita.-



En ese instante llegó Kimberly, lo hizo junto con Idina y también Grafito, quién quiso acompañarlas de nuevo, llevando unas flores en una maceta, según él, para las dos mujeres dolientes. Sin embargo, quiso dárselas a Azurita quién, tras agradecerle el gesto, comentó con un tono bastante más alegre del que debería haber tenido.



-Mira mamá, mi primer regalo de compromiso.

-¿Compromiso?- Se sorprendió Grafito.-

-Acabo de pedirle a Azurita que sea mi esposa y ella ha aceptado.- Le contó su primo dejándole helado.-

-Pues, enhorabuena, al menos eso es una buena noticia.- Intervino Kimberlita que, en tanto hablaba no fue ajena a la reacción de su hijo.-



            Idina le dio dos besos a su prima y a su tía y no dijo nada, tampoco comprendía muy bien lo que pasaba pero veía a su hermano enfadado y triste. Por su parte, Azurita y Anhidrita abrazaron a esa pequeña.



-Lo lamento muchísimo. – Afirmó Kimberly.-

-Mi esposo, igual que mis padres y los tuyos, también fue un pionero. Luchó mucho para que nuestra familia medrase. -Declaró Anhidrita. -

-Sí, mis padres siempre trabajaron mucho por mejorar la vida aquí. Antes de que esa maldita enfermedad se le llevase a él.- Suspiró su interlocutora.-

- Yo perdí a mi madre siendo una niña. Después a mi padre. - Comentó la desconsolada Anhidrita.- Y ahora es mi esposo quien nos ha dejado. Ya solamente me queda Azurita. Por lo menos mi hija se casará y podrá crear su propia familia.

-Debéis seguir adelante.- Quiso animarla Kimberly.- Sed felices y labraros un futuro.

-Eso es lo que los abuelos Suzanne y Gneis, y lo que papá hubiesen querido. -Convino Azurita dándole la mano a su ahora prometido.-



Su amiga asintió, no podían hacer otra cosa. Al cabo de unos minutos Kim y sus hijos se despidieron de la familia doliente. Durante el camino de vuelta a casa, subidos en un deslizador, Grafito no habló, únicamente mantenía la cabeza baja. Fue su hermana quien sí preguntó.



-¿Mami? ¿Ahora el señor Lignito está en el Cielo?

-Claro, cariño.- Le sonrió tiernamente ésta.-

-¿Entonces está con el abuelo Crimson?-

-Seguro que sí.- Asintió su interlocutora.-

-Pues tenemos que contárselo a la abuela Kurozuki, seguro que se pondrá muy contenta cuando sepa que el abuelo tiene un amigo.- Afirmó la cría con tono más alegre.-

-Sí, es una buena idea.- Convino Kim, proponiendo a la cría.- Se lo dirás tú cuando vayamos a visitarla. ¿Quieres?



            La niña asintió con entusiasmo. Llegaron a su morada y el muchacho bajó sin decir nada, yéndose directo a su habitación.



-¿Está enfadado, Grafito?- Le preguntó Idina a su madre.-

-Está triste porque se ha ido Lignito.- Le explicó Kimberly.-

-Pues yo creo que está triste porque Azurita se va a casar con el primo Lamproite.- Repuso la cría, dejando a su madre pasmada.-

-¿Cómo se te ocurre pensar eso?- Quiso saber su contertulia.-

-Siempre quiere estar con Azurita. No sé por qué…-Comentó Idina encogiéndose de hombros.-



            Su madre le dio un beso en la mejilla izquierda al tiempo que la abrazaba agachándose para estar a su altura y susurrándole.



-Son cosas de mayores. Cuando lo seas tú, seguramente que te pasará lo mismo.

-A mí no me gusta esa Azurita, es muy presumida.- Dictaminó la cría.-



            Kim no pudo evitar echarse a reír. Desde luego, razón no le faltaba a su hija. Ella también se dio cuenta del golpe tan duro que Grafito se había llevado. Era evidente que su hijo estaba colado por esa chica. Aunque, en honor a la verdad, compartía la opinión de su pequeña. No pensaba que esa muchacha hubiera sido buena para su hijo. De todos modos, Azurita nunca dio la impresión de haber estado interesada en él. Le trataba con amabilidad y educación y poco más, debido a que sus familias se llevaban bien. E cualquier caso, esa boda se celebró y tras un tiempo pasó a segundo plano eclipsada por otra noticia más importante. Y es que, tras unos meses, el príncipe Coraíon volvió de su viaje y al hacerlo traía un importante anuncio. Reunido con los notables del Consejo y con su propio abuelo presidiéndolo, comunicó a todos.



-Nobles de Némesis, tengo el placer y el honor de anunciarles que he establecido contacto con la Tierra. A nivel de comunicación, eso sí. Nos detectaron cuando viajábamos en una misión rutinaria para explorar asteroides. Tuvimos que contestar para no ser tomados como intrusos.

-¿Acaso estabais en su zona del espacio?- Quiso saber una anciana dama llamada Pirita.-

-Debimos de entrar en ella fortuitamente, por un error de navegación.- Repuso Coraíon.-

-Si bien la decisión del Consejo en vigor era la de no establecer contacto, en esta ocasión no pudisteis hacer otra cosa. Siendo ellos quienes lo hicieron  y en su propio territorio. Evitasteis algo peor.- Sentenció el rey.-



            Hubo una breve momento de silencio durante el cual, los notables intercambiaron algún cuchicheo aislado. Evidentemente la alternativa hubiera sido la destrucción de la nave en la que el príncipe Coraíon viajaba. Algunos recordaban aún el trágico fin de su padre, el príncipe Karst. Por ello, nadie quiso ahondar más en esa violación de la ley. Finalmente fue Lamproite quien tomó la palabra, inquiriendo con preocupación apenas disimulada.



-¿Creéis que pudieron haber descubierto la posición de nuestro planeta, Alteza?

-No lo creo probable, estábamos bastante lejos de aquí.- Declaró el interpelado.-

-¿Qué debemos hacer entonces?- Quiso saber Topace, que representaba los intereses del clan Green-Emeraude.-

-A mi modo de ver, ser prudentes. Y evitar hacer más expediciones por ahora. - Replicó Azabache, quien estaba asimismo en esa reunión.- Esas patrullas terrestres podrían querer volver a contactar y engañarnos para que les revelemos nuestra posición que es desconocida para ellos desde los tiempos del “Gran Sueño”

-Sí, eso sería lo más indicado.- Convino Berilo, allí presente también.-



            Azabache le miró con aprobación.  Sin embargo, dedicó una hosca mirada a Lamproite. Aquel individuo no perdonaba a ese petimetre que le hubiera robado a Azurita. Ya podría haber sido como su hermano menor Berilo, quien de momento ni se había comprometido siquiera, más pendiente de hacer méritos en la Corte. De todos modos, no era ese lugar como para sacar esas cosas a relucir. Ya se tomará una cumplida venganza cuando llegara su momento.



-Podríamos votar.- Propuso un joven llamado Talco. –



            Era de cabellos grisáceos y ojos a juego. Miró a Berilo quien asintió esbozando una leve sonrisa. Parecían estar de acuerdo en un plan común, cuando el joven del clan Crimson, insistió de un modo más protocolario.



-Con el permiso de su Majestad. Solicito que este punto se decida en votación.



            El soberano asintió. De hecho, existía una pequeña conspiración entre ellos. Los dos habían sido citados por el monarca en secreto, y el anciano les propuso que se postulasen de esa manera para servir a su planeta.



-Seréis generosamente recompensados.- Les prometió.- Si prestáis vuestro apoyo al príncipe.



            De modo que el anciano Corindón, ejerciendo como portavoz y presidente, elevó su voz preguntando a los allí presentes.



-Votemos pues, como solemos hacer, a mano alzada. ¿Quiénes están de acuerdo en entablar un contacto mayor con la Tierra u otros planetas habitados para evitar malos entendidos, ahora que se ha establecido uno?

-Con la venia de su Majestad.- Intervino Azabache.- Deberíamos puntualizar, que se establezca contacto solamente en el caso extremo de encontrarnos con una de sus naves. O bien de entrar en su espacio por error. Tal y cómo le ha sucedido a su alteza. Y no en otras circunstancias.

-Yo en cambio, creo que podríamos contactar de un modo más distendido si observamos que muestran un buen talante. No tiene porqué existir ningún problema. De hecho, saben que estamos aquí y permanecer en silencio podría ser interpretado como signo de debilidad.- Argumentó el príncipe.-



            Eso les hizo reflexionar a todos. Incluso Azabache dio la impresión de estar confuso, sopesando esas palabras. Al fin, firme en sus ideas, se reafirmó.



-Nada bueno nos vendrá de la Tierra. Propongo el silencio.

-Apoyo esa proposición.- Se sumó la Dama Pirita.-

-Pues yo abogo por votar la propuesta del príncipe Coraíon y ver que sacamos en claro.- Intervino Lamproite. -

-Me parece adecuado. Así se hará. Votemos entonces.- Dispuso el soberano.- El contacto limitado con la Tierra, en caso de necesidad, tal y como ha matizado el Señor Azabache. O en caso de apreciar un ánimo amistoso, como ha sugerido mi nieto.



            Nadie se atrevió a discutir aquello. Así pues se celebró la consulta. Tanto Lamproite como Berilo votaron a  favor, estaba claro que ese era el deseo del rey y del príncipe. Talco hizo lo propio, también Topace, por su parte Kimberlita votó con ellos. La mujer había estado escuchando con visible alegría, ¡Al fin los recelosos habían sido vencidos!. Sin embargo, todavía quedaban algunos, dado que entre los que votaron en contra, se alinearon Azabache y la Dama Pirita, junto con la joven condesa Turquesa y un tal Rutilo. Ópalo Ayakashi y la Dama Anhidrita no estuvieron presentes, de modo que se les contabilizó como abstención.



-Muy bien, entonces, por cinco votos a favor y cuatro en contra, con dos abstenciones, este Consejo resuelve emprender contactos  con otras civilizaciones y planetas habitados.- Declaró Corindón, sin poder ocultar su satisfacción.-

-Nada bueno podrá venir de eso, Majestad.- Replicó una molesta Pirita con el aprobatorio asentimiento de Azabache.-



            Esa mujer ya entrada en años, era descendiente de algunos colonos que huyeron de la Tierra a causa de su disconformidad con la forma de gobernar de sus monarcas. Era muy reacia al cambio de política en Némesis y veía aquello como una clara amenaza.



-En cualquier caso, seguimos estando a una distancia más que prudencial de los terrestres.- Afirmó Rutilo quien alegó.- ¿No sería mucho más provechoso para nuestro mundo el ocuparnos de invertir en su desarrollo y en continuar la exploración de asteroides cercanos?

-Eso lo seguiremos haciendo igualmente.- Replicó Lamproite con el asentimiento de su rey.-

-No tenemos recursos suficientes y respetuosamente me gustaría solicitar a nuestro soberano que nos concediera permiso y ayuda para explotar la zona polar sur del planeta.- Intervino muy sumisamente Turquesa.-



            Era una jovencita hermosa, de cabellos largos y azules. Sus ojos eran sin embargo de una tonalidad amarillenta casi sulfurosa, que no dejaban de darle un aire exótico y bello.



-Mi abuelo y soberano debe estudiar vuestra propuesta.- Intervino Coraíon, que estaba sentado junto al citado monarca.-

-Sí, lo haré a su debido tiempo.- Convino el rey hablando despacio.-



            La chica asintió esbozando una sonrisa y bajó la cabeza. Aunque no estaba nada conforme con la forma en la que Corindón y su nieto le daban largas, ni para eso ni en otros sentidos. Ella siempre había estado próxima a la Corte, siendo descendiente del clan Gneis, uno de los más antiguos y respetables de Némesis. Incluso albergaba la esperanza de poder unir sus destinos al príncipe. Siendo duquesa poseía buenos territorios y estaba en lo más alto de la lista para ser considerada como la mejor candidata a esposa para Coraíon. Había llegado incluso flirtear con él y le dio la impresión de que sus encantos no le habían sido indiferentes al heredero. No obstante, él no le dedicaba mucha atención tras su vuelta de aquella expedición.



-Es pronto todavía.- Pensó tratando de mantener la calma, tal y como le habían aconsejado.- El príncipe es joven. Los dos lo somos. Tendremos tiempo. En mi ducado la energía oscura no nos afecta tanto como en otras partes. Y debemos sacar partido para extender nuestros dominios. Más ahora con el auge de los Green y los Crimson.



Así quedó concluida aquella reunión, con cada uno haciendo un balance mental de sus intereses. Al salir, Turquesa celebró un pequeño conciliábulo con Rutilo, la Dama Pirita y Azabache, fue la anciana quien les comentó indignada.



-El príncipe se cree que somos estúpidos. Lleva años deseando establecer comunicación con esos individuos de la Tierra. Todo esto me suena a complot. Debió de entrar en espacio terrestre a propósito y dejarse interceptar.

-Son acusaciones muy graves, Señora.- Afirmó Turquesa.-

-En efecto, y no tenemos pruebas. Debemos ser prudentes. - Convino cautamente Azabache.-

-Ese es el problema y Coraíon lo sabe muy bien.- Rezongó la anciana.- Pretende burlar lo que se decidió hace años. Yo era joven entonces, pero me acuerdo perfectamente, se votó por no contactar con esos tiranos de Serenity y Endimión.

-Al menos el rey ha aceptado la enmienda del señor Azabache.- Dijo Rutilo.- Celebro que la presentaseis.

-Corindón todavía tiene algo de sensatez a pesar de su senilidad.- Comentó  el aludido.- Y siempre que me entrevisto con él apelo a su sentimiento de fe. Todavía recuerda el porqué nos guió hasta este mundo. Precisamente para liberarnos de la maléfica influencia de esos soberanos terrestres.

-Desgraciadamente no le debe de quedar mucho.- Suspiró la Dama Pirita.- Y esos oportunistas de Lamproite y Berilo se arriman al heredero con evidente interés.

-Bueno, tratan de mantener el favor del príncipe, apuestan por su futuro al lado de Coraíon. Eso lo puedo comprender.- Comentó Turquesa.-

-¡No a costa de nuestro planeta y nuestra libertad! – Rebatió bruscamente la anciana, quien suspirando para tranquilizarse, agregó con más indiferencia.- De todos modos, yo ya soy vieja, no me queda mucho. Será vuestro problema.

-Lástima que faltase Anhidrita.- Comentó Rutilo.- Ella podría habernos prestado oídos.-

-¿Anhidrita? Todo lo contrario.- Repuso la dama Pirita, recordando al resto.- Su hija está casada con el marqués de Crimson.

-Y ese advenedizo de Ópalo es un adulador más del príncipe. No tiene ni dieciocho años todavía y ya actúa como un veterano intrigante. - Añadió Turquesa, afirmando con desdén.- De haber estado aquí, votaría cualquier cosa que Coraíon quisiera.

-Sí, es terrible pero las principales familias de Némesis le están dando la espalda al bienestar del planeta. Son unos inconscientes.- Declaró Azabache.-

-Del que no me esperaba esto es de Talco.- Se molestó Turquesa.- Creía que compartía nuestras ideas.

-¡Ese votará lo que vote su amiguito Berilo! - Espetó Rutilo sin ocultar su desprecio.- Ya sabéis que son tal para cual.



            Los demás no quisieron ahondar en ese espinoso asunto pero todos entendían por dónde iba la cuestión. Al fin fue Azabache quien suspirando, afirmó.



-Nos costará, pero debemos educar apropiadamente a las siguientes generaciones para evitar que todo por lo que hemos luchado se pierda. Empezando por mantener a raya ciertos comportamientos antinaturales.



            Y él lo sabía bien. Tuvo un triste y desgraciado episodio en su juventud, cuando, tras lograr casarse con una chica a la que amaba, la única a la que de veras quiso, ella le despreció y se quitó la vida. Azabache supo perfectamente el motivo de aquello.  Y jamás perdonaría a los que perpetrasen ese tipo de desviaciones.



-Al menos en mi caso haré todo cuanto esté en mi mano para lograrlo. –Comentó en tanto se despedía del resto. -



Así concluyeron esa conversación. En efecto, los años siguieron transcurriendo. Cada vez más y más extensión en la superficie de Némesis se iba colonizando y la población aumentaba muy despacio. Parecía mentira pero el siguiente perihelio se acercaba. Grafito ya era un hombre, sucedió a su madre como miembro del consejo. Compartía esta dignidad junto a su primo Lamproite, el heredero del marquesado de Crimson. Tras casarse con Azurita y tal como su padre deseó antes de morir a una temprana edad, Lamproite se había afanado por engrandecerlo. Además, tenía mucha influencia sobre Coraíon, el nieto del rey, al que le unía una gran amistad. Su hermano menor Berilo no fue tan afortunado y se lamentaba de que no fuera a heredar el título, aunque recibió un condado menor, en uno de los lugares más inhóspitos del ya de por sí duro planeta. Eso sí, sin haberse desposado todavía. También Idina había crecido mucho, de niña fue muy graciosa y pizpireta. Realmente  la alegría de su abuela. Kimberly la dejaba muchas veces al cuidado de Kurozuki. La anciana que dormitaba ahora, recordaba años atrás, siendo su nieta pequeña.



-Dime abuela. ¿Es verdad que te recuerdo a tu madre? - Quiso saber la cría una de aquellas veces.-

-Sí, mi amor. Tienes un color de pelo castaño claro que es la única gran diferencia.- Pero tus gestos y tu mirada… ¡Ay, cariño!… a veces cuando cierro los ojos me parece estar en mi casa, con mis padres…y mis abuelos.

-¿Sí? ¿Y cómo eran?- Le preguntó la pequeña.-



            Kurozuki sonrió. Le enternecía ver aquella carita con esos grandes ojos azules preguntarle de ese modo tan cándido y lleno de interés. Le contó muchas historias, al menos de las que todavía recordaba. Le habló de un gran libro que las contenía y de muchas personas.



-¿Entonces  ella era tu abuela, como tú eres mi abuela?- Inquirió la cría.-

-Así es cariño. Ella es tu tatarabuela Connie.- Le aclaró a la pequeña.- Y ojalá hubieran podido conocerte. Y tú a ellos…-Suspiró ahora más apenada.-

-Mamá dice que dentro de pocos años estaremos cerca de la Tierra.- Le contó la niña.- A lo mejor podemos ir a verles.

-La Tierra…y también mi mundo natal. - Musitó la anciana.- Hace ya tanto tiempo…me parece un sueño…



            Kurozuki abrió los ojos, su pelo, encanecido ya hasta ser casi totalmente blanco, estaba revuelto. Se había quedado traspuesta en el sofá. Ahora oía una voz de mujer joven. Le costó volver a la realidad. Era su nieta, sí, pero ya prácticamente adulta, la que le decía con afecto.



-Abuela, te has quedado dormida.

-Cariño.- Sonrió débilmente ella añadiendo con un susurro.- No sé ni qué hora es.

-Las catorce horas estándar.- Le respondió la muchacha.- Tienes que comer algo.

-No tengo hambre.- Repuso con tono apagado su interlocutora.-

-Ya sabes lo que te dijo el médico. - La riñó afectuosamente su nieta.- Y papá y mamá se enfadarán conmigo si no me haces caso.

-No me fio de ese doctor Alabastro.- Rezongó Kurozuki.- Quiero que venga la doctora Topacita.

-Pero abuela, la doctora Topacita ya se ha retirado casi por completo.- Le explicó pacientemente su nieta, recordándole a la anciana.- Ahora dedica la mayor parte de su tiempo a cuidar a mi amiga Maray, su hija.



            Y tras quedarse pensativa durante un momento, la Dama Kurozuki asintió suspirando.



-¿No me digas? ¡Vaya! ¡Qué cabeza la mía, cariño! ¿Cuándo?

-Pues desde hace un par de años ya. Topacita también está delicada de salud, igual que mi amiga.- Le contó Idina como si eso fueran novedades para la anciana.-



            De todos modos la joven tampoco estaba muy al corriente, pero tiempo atrás Topacita presentó su renuncia al príncipe Coraíon para ser la doctora titular de la Corte. Dijo sentirse mayor y poco capaz de atender ya al rey de manera permanente, quien apenas salía ya de sus aposentos por aquel entonces.



-La verdad es que la pobre Topacita estaba muy rara.- Pensaba la muchacha sintiendo lástima por ella.- Se verá mayor y cansada y solamente desea ocuparse de su hija. Mi amiga Maray sigue con esos problemas crónicos de salud, y se pasa en cama la mayor parte del tiempo.- Suspiró apenada.-



            Sin embargo, dejó esas reflexiones e insistió a su abuela con redoblada determinación y simpatía.



-Anda abuelita. Come un poco, lo hice yo misma.



            Al final la mujer condescendió y se tomó una sopa y un poco de queso. Idina la miraba no sin pesar. Su abuela ya estaba delicada de salud, pese a no ser tan mayor. Al menos no lo hubiese sido en la Tierra. Sin embargo, en Némesis, como ya se temieron sus primeros moradores, pese a los avances de la tecnología aquella energía de ese planeta que tanto les ayudó para dar luz, calor, e incluso comenzar a crear una atmósfera artificial en el interior de los domos, fue también muy dañina para sus primeros habitantes. Muchos de los órganos de personas como Kurozuki y los de su generación habían envejecido prematuramente. La joven no podía dejar de entristecerse, viendo a su abuela en ese estado de postración. Ya apenas sí era capaz de levantarse de la cama. Recordaba con mucho cariño como siendo ella muy pequeña le cantaba e incluso le ponía algunas antiguas canciones de la Tierra.



-Eran las favoritas de mis abuelos. Mi abuelo Tom cantaba muy bien, y mi madre era también una estupenda cantante. La recuerdo siendo yo una niña, incluso llegó a ser famosa creo.

-Eso es genial, abuela.- Sonreía entonces la pequeña.- Y como me llamo igual que tu madre, yo quisiera ser famosa también.

-Seguro que en Némesis todos llegarán a conocerte. Algún día harás cosas estupendas, cielo, cuando seas mayor.- Le aseguraba Kurozuki.-



            Idina suspiraba ahora. Le dolía ver a su querida abuela decayendo cada día más en su salud y su memoria. Ya ni tan siquiera pintaba.



-¿Sabes una cosa?- Le dijo tratando de animarla.- El Consejo se reunirá dentro de poco. Votarán sobre tomar contacto con la Tierra en el próximo perihelio para reafirmar lo que se decidió hace doce años. Y ahora hay una mayoría abrumadora que dirá que sí. Y no únicamente a unos contactos limitados a responder a los intentos de la Tierra, sino a llevar la iniciativa. Mi hermano es entusiasta. Y algunos otros miembros importantes de la nobleza, también. Todos tenemos mucha curiosidad y deseos de ser amigos de los terrestres.



            Su interlocutora pudo sonreír, aquello la llenó de felicidad. Tomó una mano de su nieta entre las suyas, ya arrugadas, y le pidió entre unas cuantas toses…



-Si vas algún día a la Tierra, visita a la reina de la Luna Nueva… seguro que mi amiga, la princesa… ¡oh, Dios mío! ya ni recuerdo su nombre. Ésta memoria mía…-Se lamentó para proseguir.- Bueno, tuvo que suceder a su madre hace ya mucho tiempo. Y dile…dile que Loren le envía recuerdos…ese era mi nombre, mi verdadero nombre…

-Claro, abuela.- Sonrió tiernamente la muchacha.- Bueno, ahora tienes que descansar.

-Estoy cansada.- Admitió la anciana, no sin antes tratar de animarse y preguntar.- Pero cuéntame cariño. ¿Sigues viendo a ese chico?...

-¿A Ópalo?- Sí.- Reconoció la joven que ahora se sonrojó un poco.- Nos queremos, abuela. Aunque es algunos años mayor que yo. Espero que a nuestros padres no les parezca mal.

-No sé por qué iba a tener que parecerles mal.- Sonrió su contertulia para sentenciar.- Estar enamorado y ser correspondido es lo más bonito del mundo, cielo. Y tu abuelo Crimson, que en gloria esté, también era unos cuantos años mayor que yo.



            La chica sonrió más animada por esa confidencia. Tras darle un beso en la mejilla a su interlocutora, declaró con tintes de complicidad como si realmente se lo contase por primera vez, dado que su pobre abuela olvidaba ya muchas cosas.



-De hecho te voy a decir un secreto. Me ha pedido que me case con él y he aceptado…es el hijo del conde de la región de Ayakashi y desde que era muy joven tuvo que ocuparse de todo por la prematura muerte de sus padres. Aunque exista una apreciable diferencia de edad lo tengo claro. Le quiero pese a que no hemos podido tener mucho tiempo juntos, él tuvo que estar fuera muy a menudo, viajando de aquí para allá y me ha pedido que antes le dé tiempo para engrandecer sus dominios y consolidar su posición.  A mí eso no me importa, pero…



            Y viendo la expresión de felicidad que translucía su nieta, combinada con esa última de ligera inquietud, la anciana sonrió más ampliamente para declarar.



-Se nota que eres dichosa, mi niña. No lo dudes. Seguro que sea hijo de conde o no, viaje mucho o no, debe de quererte. O no tendrías esa mirada tan luminosa. Procura no perderla nunca…Y si lo que quieren él o tus padres es tiempo antes de la boda, dáselo. Pero mantente a su lado. La ceremonia es lo de menos. Lo principal es que permanezcáis unidos, estéis donde estéis.



            La aludida sonrió afectuosamente pensando en eso. Conoció a Ópalo en una de esas raras ocasiones en las que ella iba a la Corte, junto con su madre y su hermano. Pese a que Kimberly había relegado el puesto en su hijo, seguía tomando parte en algunas reuniones importantes. Grafito, al ir haciéndose cargo de representar a su familia en el Consejo, invitó a su hermana menor a acompañarle para que tomara nota de cómo eran allí las cosas. A Idina eso no le preocupaba mucho hasta que su hermano le presentó a ese hombre, apuesto y con mucho carisma. Ella enseguida le encontró fascinante. Ópalo le hablaba también de los viajes que hacía para encontrar asteroides y cometas con los que proveer al planeta de minerales y agua.



-¡Eso es muy heroico! - Exclamó la encandilada muchacha que no tenía más de quince años cuando le conoció.- Te pones en peligro por el bienestar de todos.

-Bueno, es sencillamente mi obligación.- Sonrió él que rayaba ya la treintena.- Todos debemos trabajar por el bien de nuestro mundo y de los que viven en él.

-Sí, es cierto. Mi abuela y mis padres siempre lo dicen.- Convino la chica.-



            Ópalo entonces puso una mano sobre una de las de ella, la muchacha se ruborizó al instante cuando ese individuo, esbozando una sonrisa y con tono cercano y amable, replicó.



-Tu familia sí que está compuesta por grandes personas. Y me gustaría ser tan importante como, por ejemplo, tus abuelos o tus padres. Y casarme un día con una hermosa muchacha que me diera hijos para perpetuar eso.

-Yo también querría lo mismo.- Sonrió la engatusada Idina.-



            Se despidieron y desde entonces ella buscó cualquier pretexto para ir de visita a la Corte y al Consejo. Cuando Ópalo estaba allí el joven siempre tenía tiempo para que ambos charlasen. Menos de un año después el conde le dio su primer beso y se declaró. Llena de alegría, la muchacha aceptó salir con él. Aunque tuvo alguna polémica con sus padres por ello.



-¡Es demasiado mayor para ti!- Le insistía Kimberly moviendo la cabeza.-

-Eso no es ningún problema. Ya tengo dieciséis años.- Replicó ella.-

-Eres una niña aun.- Intervino su padre, quien ya no gozaba de excesiva buena salud.- Mira a tu hermano, él ni tan siquiera tiene novia todavía.- Le comentó entre atónito y algo molesto.-

-Eso es cosa de Grafito. Quizás no haya encontrado aun a la chica apropiada. Pero aquí todos crecemos muy deprisa.- Argumentó la muchacha.- El propio príncipe Coraíon ya tenía muchas responsabilidades de gobierno a mi edad. Y vosotros también hacíais muchas cosas y además peligrosas, como explotar las riquezas del subsuelo.

-Hija, eran otros tiempos.- Suspiró pacientemente Kim para añadir con tono conciliador.- Todo va mejorando, poco a poco estamos consiguiendo que la vida aquí sea mejor y más larga. No tienes ya que apresurarte tanto. Además, apenas conoces a ese hombre.

-Se pasa la vida fuera de aquí, vete a saber a dónde va.- Añadió Richard.-

-Pues a los asteroides, en busca de recursos, hace lo mismo que tú, mamá, incluso con más riesgo. No deberíais hablar mal de él. - Le defendió Idina con patente enfado.-

-No hemos hablado mal de Ópalo.- Rebatió su padre.- Solamente te decimos que apenas has  estado con él. Le has visto las escasas ocasiones en las que has ido a la Corte y estaba allí.

-Haznos caso, cariño.- Le pidió su madre posando ambas manos sobre los hombros de la joven.- Tienes que conocerle mejor. Tómate tiempo para verle más a menudo si lo deseas. Pero no te comprometas tan a la ligera.

-Ya es tarde, él me ha pedido que sea su esposa y le he dicho que sí.- Repuso Idina.-



            Sus padres se miraron y luego la observaron a ella con desaprobación. Sin embargo, una resignada Kimberlita suspiró sentenciando.



-Esta claro que llevas los genes de las mujeres Kurozuki. Siempre fuimos muy rápidas para enamorarnos. A veces con suerte, a veces sin ella.

-Espero que en tu caso fueras afortunada.- Le sonrió ahora su esposo pasando un cariñoso brazo tras la cintura.-

-No me puedo quejar.- Asintió Kim, quien dirigiéndose una vez más a su hija le dijo con tono más suave y comprensivo.- Cariño, si ese es tu deseo, no nos interpondremos. Cuando era niña  escuché hablar a tu abuela de lo mal que ella lo pasó cuando sus padres se opusieron a su romance con tu abuelo. Únicamente te pedimos que no corráis mucho a la hora de casaros.

- Es que, mamá.- Suspiró ahora la chica, afirmando no sin pesar.- La abuela Kurozuki está cada día más delicada. Quiero que me vea vestida de novia y casándome. Sé que le haría muchísima ilusión.



            Y tras asentir, su madre pese a todo replicó.



-Es cierto, le gustaría mucho verte, pero no a costa de que te precipitases. De todos modos, si no quieres hacerme caso a mí, habla con ella. Quizás te cuente algunas cosas interesantes que te vendrían muy bien…

-¿Qué cosas?- Inquirió la muchacha con perplejidad.-

-Habla con ella y lo sabrás.- Sonrió enigmáticamente su padre.-



Y así lo hizo. Sin embargo, la mente de la Dama Kurozuki erraba mucho de aquí para allá, y si bien a veces parecía estar más lúcida y charlaba con ella normalmente, en otras ocasiones divagaba sobre su juventud u otras cosas que Idina no comprendía. Ahora la joven salió de esos recuerdos y tras besar nuevamente a su abuela y acomodarla en la cama se despidió. Tenía mucho que hacer, sobre todo, ver a su prometido para que él la acompañara a  casa de sus padres a pedir oficialmente su mano. Era esta una vieja tradición terrestre que algunos sectores en Némesis estaban popularizando. Otras modas también afectaban a los jóvenes, como algunos tipos de atuendos realmente llamativos. Trajes de baño, largos vestidos o cortísimas faldas para ellas o pantalones de camuflaje, o trajes de etiqueta para ellos. Atuendos desde luego de lo más variado. La razón estaba en que desde algunos sectores se animaba a la población a desempolvar los viejos recuerdos de sus ancestros sobre la Tierra. Las cosas habían cambiado a lo largo de los años y tal y como Idina le comentase a su abuela, las nuevas generaciones no veían amenaza alguna y sí que tenían curiosidad y deseos de viajar hasta allí a conocer ese mítico mundo. De poco valían ya los cada vez más escasos miembros de la vida social o política de Némesis que predicaban la desconfianza hacia los monarcas de la Tierra y la Luna.



-¡Cariño! – Llegó la joven visiblemente contenta, al encuentro de su prometido.-



            El futuro conde de Ayakashi la aguardaba en uno de aquellos parques que ya existían en Némesis. Si bien eran reducidos y con muy poca vegetación, a los habitantes de ese mundo les parecían un auténtico vergel. De las pocas superestructuras que se construían dado que la mayor parte de las zonas habitables se edificaban bajo la superficie. Sin embargo, esas escasas parcelas de arbolado, flores y hierbas se erguían bajo unas grandes cúpulas protectoras desafiando el entorno hostil y desolado de ese mundo, creando una mini atmósfera alimentada por energía luminosa producida por grandes generadores. Idina dedicó unos instantes a pensar sobre eso en tanto caminaba adentrándose en aquel pequeño trozo de vida y naturaleza. Al fin le  encontró allí. Ese hombre, alto, moreno con alguna cana ya, y de ojos azules, sonrió asimismo al verla.



-¿Se lo has dicho ya a tus padres?- Se interesó tras abrazarla y darle un largo beso en los labios.-

-Sí, y al principio no les gustó la idea.- Confesó ella narrándole gran parte de esa discusión.- Después  hablé con mi abuela. Fui a visitarla, la pobre está muy delicada de salud. -Le informó algo apenada ahora.-

-Tu abuela es una gran mujer. Una de las primeras grandes damas de Némesis. Gracias a ella y a otros de su generación, estamos todos aquí.- Declaró su prometido con visos de sinceridad y admiración en su voz.-

-Su anhelo siempre fue volver a su mundo, visitar la Tierra y que nosotros pudiéramos conocerla.- Le comentó su interlocutora.- Por desgracia, ella no podrá volver a ver ese planeta.

-Sin embargo, su sueño no alcanza únicamente para ella, seguro que piensa en ti. Algún día eso será posible para nosotros. Es más, te diré un secreto, si me lo guardas.

           

            La atónita chica asintió para afirmar de inmediato con patente curiosidad y entusiasmo.



-Claro que sí. ¿Qué secreto?



            Su prometido entonces le susurró a un oído, como si de este modo se asegurase de que nadie más pudiera oírles, pese a que estuvieran los dos solos en esa parte del jardín.



-Creo que dentro de poco, cuando se celebre la votación y la ganemos, saldrá finalmente una nave.

-¿Crees que la vamos a ganar?- Inquirió la esperanzada jovencita.-

-No me cabe la menor duda. Y por lo que sé, el propio príncipe Coraíon va a ir en misión diplomática. Quizás pueda incluso acompañarle. ¡Es una grandísima oportunidad! – Afirmó él con entusiasmo.-



            La muchacha decreció en su propia exaltación y se entristeció al escuchar aquello. Ir a la Tierra llevaría muchísimo tiempo. Miró a su prometido de una forma tal que él sonrió, tomándola por los hombros y tratando de tranquilizarla.



-De todas formas, es difícil que pueda acompañarle. Pero en el caso de que el príncipe me eligiera para nutrir su séquito no tardaríamos en retornar. Tampoco él puede permitirse estar demasiado tiempo lejos de la Corte. ¡E imagina las ventajas!  Eso nos daría mucha consideración entre las familias más notables. Además, de ese modo tus padres se quedarían más tranquilos. Si quieren algo de tiempo antes de que nos casemos, se lo daremos. Nada más sencillo. Y además estarían muy orgullosos de lo que podamos conseguir si llegamos a un acuerdo con la Tierra, ya verás, Idina…seré digno de ti.



             La muchacha suspiró. Eso de firmar tratados con los terrestres y de ganar prestigio en la Corte no le preocupaba en realidad. Solamente quería estar junto al que era el amor de su vida. Pero comprendía el deseo de su prometido por engrandecer su clan. Dejando eso al margen por el momento, era cierto que sus padres a buen seguro que verían bien eso. De hecho, los dos fueron a visitarles. Cuando Ópalo les transmitió su idea de aguardar a conocer un poco mejor a Idina sin hacer alusión a ese posible viaje, aceptaron ese compromiso con más agrado. Y los acontecimientos dieron la razón al conde. Se celebró la votación obteniéndose una mayoría clara a favor de restaurar oficialmente los contactos con la Tierra y otros planetas. Ese viaje se llevó a cabo e incluso dio tiempo a que Ópalo acompañase al príncipe Coraíon a la Tierra aprovechando el perihelio.   Tras un periodo de varios meses hasta regresar todo eran buenas noticias. Sobrepasando incluso las mejores expectativas de Ópalo. El heredero al trono incluso volvió comprometido para contraer nupcias con una princesa terrestre con las bendiciones de su abuelo quien, pese a todo, seguía viviendo gracias a los cuidados prescritos por Topacita y que le aplicaba su sucesor en el cargo de médico real, el competente doctor Alabastro. En lo que respectaba al regreso y compromiso de Coraíon, la noticia fue una bomba. Para muchos era un faro de esperanza, para otros una intromisión. Y algunas importantes damas como Turquesa, no pudieron ocultar demasiado su decepción e incluso humillación. La joven se desahogaba amargamente charlando con Talco.



-¡Años! ¡Años de esperarle! De aguardar una respuesta a mis atenciones y a mi interés, ¡y el muy canalla se compromete con la primera furcia que encuentra en la Tierra!

-No deberías hablar así de nuestro próximo rey.- Le aconsejó su interlocutor con tono cauto.-

-¡Al diablo con él! -Espetó la dolida joven.- Yo soy una duquesa.

-Pero creo recordar que su prometida es una princesa. ¡En eso te gana! - Le recordó Talco, quien incluso parecía divertirse a costa de la indignada Turquesa, alegando.- Hasta tiene un nombre como los nuestros, Amatista.

-Ya lo veremos.- Masculló ésta, deduciendo.- No me creo que se haya enamorado así, sin más. Lleva años yendo de viaje, según él y ese intrigante de Ópalo, a buscar minerales. Para mí, ha debido de estar en contacto con la Tierra o algún planeta del sistema solar interior de manera clandestina. Y en este viaje que ya estaba oficialmente aprobado por el Consejo, ¡qué casualidad!- Agregó con sorna.- ¡Va y se enamora! A mí me suena a boda pactada de antemano. Es lo que sospechábamos desde hace años. Todo estaba preparado. ¡Nos querían imponer como reina a una extranjera y vaya si lo han hecho!



Y es que en el ambiente cortesano se rumoreaba que una de las finalidades de su viaje había sido precisamente esa. Su novia, efectivamente una princesa lunar de origen terrestre, llegó a Némesis un par de meses después. Pese a perjurar que ella jamás se dignaría ni saludarla, Turquesa estuvo allí, en la recepción de bienvenida oficial que se le dispensó a tan insigne recién llegada. Al descender de la lanzadera que la llevó hasta el astropuerto de la capital, la joven fue recibida por su prometido. Los dos juntos descendieron tomados de la mano.



-Es un honor el teneros aquí, Alteza.- Saludó inmediatamente Lamproite haciendo una inclinación.-

-Sed muy bienvenida a nuestro planeta.- Añadió Topace haciendo lo propio, junto con su yerno Cuarzo. -



            El resto de cortesanos importantes y miembros del consejo igualmente estaban allí, y siguieron el ejemplo de los dos nobles que les habían precedido, de modos más o menos entusiastas. El príncipe y ella, tras subir a un atril, quisieron  dirigirse a los presentes. Fue Coraíon quien tomó la palabra.



-Os presento oficialmente a la princesa Amatista Nairía, del reino de la Luna. Ella es mi prometida y futura esposa. Si bien nos hemos casado en su reino, se convertirá oficialmente en princesa de Némesis en cuanto celebremos nuestra boda aquí.

            Y le cedió el turno a la aludida quien, sonriendo ampliamente y tras unos momentos de silencio, declaró.



-Estoy encantada de estar en este planeta. Me siento muy feliz con mi amado y deseo ser una más entre vosotros y ayudar a tender puentes de hermandad y comprensión entre nuestros mundos. Desde ahora Némesis es mi hogar también. Haré todo lo que esté en mis manos para ser digna de esta gran responsabilidad y privilegio. Muchas gracias a todos por vuestra maravillosa acogida.



Esas palabras gustaron a bastantes de los allí presentes. Y es que esa joven era realmente hermosa y transmitía un aura de bondad que cautivó a no pocos de los habitantes del planeta. Su larga cabellera rubia dorada y sus ojos malva, en unión a esa sonrisa amplia y franca, parecieron ganarse inmediatamente a gran parte de los que iban a ser sus súbditos. Para otros en cambio no dejaba de ser una extraña de la que no podían fiarse. Entre aquellos a quienes no gustaba además obviamente de a Turquesa, se podían citar a Azabache, Talco o Rutilo, entre otros. Incluso Berilo era algo reticente. Sin embargo, Topacita, quien junto a su familia acudió como invitada personalmente por Coraíon a la recepción en honor de la recién llegada, simpatizó de inmediato con esa joven princesa.



-Es un gran honor para nosotros teneros aquí, Alteza.- La saludó la doctora haciendo una leve inclinación.-

-El honor es mío, duquesa Topacita de Green.- Repuso afablemente la joven, quien parecía haberse informado muy bien sobre sus cortesanos más notables.-

-Esta es mi hija Maray, señora.- Añadió la noble presentando a su hija, quien a su vez se inclinó ante la princesa.-

-Alteza, me siento muy honrada de poder conoceros. -Declaró la joven que daba la impresión de encontrarse mejor tras bastante tiempo de tratamiento.-

-Lo mismo digo. Sois una de las familias más importantes y antiguas de Némesis. Os doy las gracias por venir a esta recepción.- Sonrió Amatista.-

- Si os lo puedo preguntar. ¿Sois en efecto una princesa de la Luna?- Quiso saber la fascinada Maray.-



            Su madre la miró con reprobación, quizás eso no fuera lo adecuado. Preguntarlo era como poner en cuestión su origen, por fortuna la interpelada no lo interpretó de ese modo. Al contrario, asintió pareciendo sentirse halagada y sonriendo una vez más. Para explicar.



-Mi madre es la reina Selene, es hija de la reina Alice y nieta de la mismísima reina Neherenia Moon light que fue mi bisabuela.

-¡Oh!- Exclamó entonces Topacita, iluminando su semblante para afirmar llena de sorpresa y alegría.- En ese caso Alteza, mi abuela fue la camarera principal de vuestra bisabuela.

-Y mi abuela fue una buena amiga de vuestra madre.- Convino Amatista dejando perplejas a sus interlocutoras, más al agregar.- Lo he leído en sus diarios. Vuestra madre se llamaba Brise. ¿No es así?

-Así es, señora.- Pudo sonreír una emocionada Topacita.- Aunque aquí cambiaron su nombre por el de Zirconita.

-Me agrada mucho que nosotras, sus descendientes, nos hayamos conocido y podamos tener la ocasión de reeditar esas amistades.- Afirmó la princesa.-



            Desde luego que ninguna tocó el espinoso tema de aquella lejana traición de la entonces conocida por Brise contra los soberanos. Aquel fue el motivo de su encarcelamiento durante años y su postrero exilio a Némesis. Por si acaso, Topacita se apresuró a decir.



-Seremos vuestras leales súbditas. Tanto mi hija como yo os ayudaremos en todo cuanto podamos. Señora.

-Os lo agradezco muchísimo. Para mí es importante tener amigas en quien poder apoyarme un sitio que es totalmente nuevo para mí.- Confesó Amatista.-



            Su charla se vio interrumpida por la llegada de una obsequiosa Turquesa quien, como no podía ser de otro modo, dio sus parabienes a la princesa. La recién llegada a Némesis se mostró amable con ella, aunque no sonrió con la misma profusión que con sus anteriores contertulias. Así, tras un par de horas, y después de ir a rendirle pleitesía al anciano soberano, quien a su vez dio la más cordial bienvenida a la novia de su nieto, finalmente los príncipes se retiraron a descansar.



-¿Qué te ha parecido?- Quiso saber un expectante Coraíon, una vez que ambos estuvieron en la soledad de sus aposentos.-

-La mayor parte de tus cortesanos son buena gente.- Afirmó su interlocutora.- Mi mayor deseo es ser también de su agrado.

-Por supuesto que lo serás.- Aseguró Coraíon. – Aunque ya sabes que con algunos deberás ser muy cuidadosa.

-Sí, no ignoro que bastantes de ellos no han visto nuestro enlace con buenos ojos.- Repuso la joven, con algo de pesar.-

-No te preocupes, es cuestión de saber llevarlos. Mi abuelo me ha enseñado a hacerlo. Es un maestro en eso. Y supongo que tú habrás tenido buenos profesores también.- Comentó su prometido.-

-Sí, en la corte de los soberanos Serenity y Endimión también me aconsejaron ser prudente y conciliadora, pero sin caer en la debilidad.- Sentenció la muchacha suspirando para rematar. – Bueno veremos cómo discurren los acontecimientos.



Y en efecto estos deberían ir siguiendo su curso. Al menos la mayoría de sus súbditos, deseosos de cambios y novedades, la acogieron bien, aunque deseando poder conocerla más para formarse una opinión más sólida. Y estaba claro que esa chica se daba perfecta cuenta de ello dado que siempre se mostraba amable y accesible con todo aquel que tenía interés en aproximarse a ella. De hecho, en algo sí que tenía razón Turquesa. La relación entre Coraíon y esa muchacha ya se había consolidado en el tiempo que él pasó fuera de Némesis. Tal y como ellos mismos admitieron, había contraído nupcias anteriormente en la corte de la Luna, teniendo como padrinos a los propios Endimión y Serenity. Y a las pocas semanas repitieron la ceremonia en Némesis. Apenas al año siguiente tuvieron un hijo, le llamaron Diamante. Solamente la muerte del rey Corindón empañó aquellos momentos de celebración. El anciano, antes de su último suspiro, aferró la mano de su sucesor musitando con las pocas fuerzas que le quedaban.



-Mantente alerta, siempre alerta, el mal sigue vagando por aquí…

-No temas por eso. Sabré enfrentarlo, abuelo. Tú me has enseñado muy bien.- Le aseguró afectuosamente su interlocutor.-



Topacita estaba a su lado, en esa ocasión especial, había dejado por un momento su retiro y a petición expresa del moribundo acudió junto a él, tratando de aliviar el dolor que ese anciano sufría en sus últimos momentos. Pudo estar unos minutos a solas y conversar un poco con el monarca. Corindón parecía estar algo más lúcido ahora, en sus instantes postreros.



-Debo decirte algo, algo que ni tan siquiera sabe mi nieto.- Le susurró cuando este se alejó durante unos instantes.-

-Decidme, Majestad.- Le pidió ella, visiblemente intrigada.-

-Conoces lo que pasó con su madre… y con la hija de Karst.- Le comentó éste.-

-Fue terrible.- Suspiró la doctora pidiéndole con afabilidad al convaleciente.- No os torturéis por eso. La pobre Magnetita estaba confundida.



            Aunque Corindón negó vehementemente con la cabeza y pudo susurrar.



-Esa chica no era así. Yo la conocí, era una buena muchacha y esa otra…la obligó…hubo que engañarla...  Ámbar y ella en realidad. Yo sé quién era esa impostora…



            Topacita escuchaba con perplejidad esa serie de frases inconexas. Dudaba mucho de que el pobre anciano estuviera ya en sus cabales. Aquel escándalo le afectó en gran medida, a él y a su amigo y consejero de antaño. En resumen, sorprendieron a Ámbar y a Magnetita juntas en el lecho. La pobre princesa al parecer, deprimida tras la pérdida de su esposo, el príncipe Karst, halló consuelo en los brazos de esa jovencita que se había convertido en su camarera principal, pasando de una relación de amistad a otra contra natura. La reacción del padre de Magnetita fue rápida y contundente, la apartó de la Corte y la obligó a un matrimonio de conveniencia con un jovencísimo Azabache. Al poco tiempo, dias después de que la propia Topacita la atendiese, Ámbar fue encontrada muerta en su cama. Los lloros de su hijo que apenas era poco más que un bebé, el ahora príncipe heredero, alertaron a sus camareras. Cuando lo supo, Magnetita se quitó la vida. Algunos cuentan que saltó a un profundo abismo, lleno de energía oscura. Jamás encontraron su cuerpo.



-Azabache nunca habla de ese matrimonio. Pero sé cuanto odio y resentimiento alberga contra ese tipo de personas. Las culpa del triste final de su esposa.- Musitó Corindón.-

-Fue muy triste, Majestad. No me sorprende que no lo haya mencionado nunca. - Afirmó ella, lamentándose al agregar.- Y lo de Ámbar fue terrible, era una buena chica. La depresión y que separasen a Magnetita de su lado de esa forma, solamente agravaron su debilidad. Quizás enloqueció por ello.

-No fue eso lo que pasó.- Pudo objetar Corindón, sonriendo ahora casi con expresión de triunfo para sentenciar.- Fue esa individua quien provocó todo. Tengo pruebas ocultas a buen recaudo. No las hice públicas antes para evitar cosas peores a mi familia. Sé que tiene siervos que se ocultan a plena vista y que no han dejado de tramar nuestra destrucción desde entonces. Pero ya no podrán hacerme nada. Ni ella, ni sus acólitos. Voy a morir igualmente. Escúchame. Tú debes saberlo para poder advertir un día a mi nieto. Hasta entonces guarda el secreto, porque, si ella llegase a averiguar que lo sabes…

-¿Ella? ¿Quién es ella? -Quiso saber la desconcertada facultativa.-



            Corindón le hizo una seña para que se aproximase más y le contó entre susurros una escalofriante e inverosímil historia. Cuando a duras penas concluyó, le ordenó a la perpleja Topacita.



-¡Júrame que guardarás este secreto hasta que llegue el momento!

-Sí, Majestad, os lo juro.- Se apresuró a convenir la galena.- Podéis confiar en mí.



            Desde luego que lo guardaría. Aquello era realmente disparatado. El pobre soberano había perdido del todo la razón. No obstante, pareció sentirse aliviado con la palabra de su doctora. Al poco entró Alabastro y después algún que otro miembro de la Corte. Topacita se despidió de Corindón. Fue la última vez que le vio con vida. Tras su fallecimiento, ella dio el pésame a todos sus allegados, comenzando por su nieto y heredero.



-Lo lamento mucho. Majestad. - Pudo decir dándole ya ese tratamiento.-

-Mi abuelo vivió una vida larga y provechosa. Fue quien nos guió incluso desde antes del Gran Sueño.- Declaró Coraíon ante la corte con tono lleno de reconocimiento.- Y fue también un padre para mí en lugar del que no pude conocer. Ahora él descansa ya y es nuestro turno para continuar su legado. Y hemos dado los primeros pasos para ello, abriendo la puerta a la esperanza y la reconciliación con la Tierra y el resto del sistema solar con mis desposorios.



 Y así el nuevo monarca fue coronado. Su primera gran medida de gobierno fue el firmar un acuerdo de paz y cooperación con la Tierra y la Luna. Pero no fue esa la única alianza que se forjó. En el mismo planeta Némesis, una despechada Turquesa hizo lo posible por acercarse a alguien influyente. Deseaba tener un puesto importante en la Corte.



-Lo difícil es encontrar a alguien con poder y terrenos que esté libre para desposarme.- Se decía con malestar.-



De hecho, era muy amargo para ella. Siempre puso sus esperanzas en casarse con el ahora soberano y convertirse en reina. Ahora debía renunciar a eso. Y por si fuera poco, sonreír y mostrarse amable y humilde ante esa advenediza de la Luna. Así lo pensaba un día, paseando a solas por uno de los jardines cercanos a palacio, cuando una mujer morena, algo más baja que ella, se le aproximó.



-Lamento mucho tu mala suerte.- Le susurró dejándola perpleja.-

-¿Quién es usted?- Inquirió Turquesa.-

-Alguien que te entiende muy bien, estás condenada a representar un papel que odias. Sumisión y sonrisas ante esa usurpadora.- Le replicó aquella extraña.-

-No sabe de lo que habla, ¡déjeme en paz! - Le exigió con tono altivo y molesto la duquesa.-

- Estabais en lo cierto con Coraíon. Os ha engañado a todos, tenían este pacto de amistad con la Tierra y la Luna planeado desde hacía mucho tiempo, yendo allí a escondidas. Por eso se ausentaba tanto.- Se sonrió ladinamente esa mujer, agregando.- Ahora ya es tarde para cambiar eso. Sin embargo, piensa en una cosa. En tu caso, ya que tienes que representar ese papel, hazlo bien. La nueva reina necesitará a alguien de, llamémosle confianza, cerca. El puesto aún no está ocupado. Pero si no tienes cuidado, esa Topacita se hará con él.

-¿Topacita? Esa mujer es una vieja doctora. Nunca ha tenido interés en la Corte y está retirada. Fue camarera siendo muy joven y lo dejó. No iba a regresar ahora. - Opuso una incrédula Turquesa, alegando con indiferencia.- No tengo nada en su contra.

-No me refiero directamente a ella, sino a su hija. Imagínate, Maray de Green-Emeraude, la heredera de su ducado, casada con ese Cuarzo. Todavía no tienen hijos pero, cuando eso ocurra…y pronto sucederá, imagina el poder que acumularán. Solamente faltaría que Maray se convirtiera en la primera dama de esa furcia extranjera.

-¡Claro!- Exclamó la atónita Turquesa dándole vueltas a aquello.- Tiene mucho sentido. Esa jovencita ha frecuentado bastante la corte en estos últimos meses. Desde que el rey Corindón murió. Y la he visto tratarse con esa usurpadora. Aunque con su estado de salud, no creo que represente mucho problema.

-Pero su madre es muy buena doctora, créeme, lo sé muy bien. Puede que Maray haya mejorado durante estos últimos años o incluso que esté curada. En cualquier caso deberías adelantarte.- Le aconsejó aquella morena individua, mirándola de arriba a abajo con sus profundos y azules ojos para afirmar. -Eres hermosa todavía. Podrías ganarte a algún influyente cortesano y establecerte cerca de la familia Real.



Su interlocutora asintió despacio, había algo extraño en esa mujer, para empezar sus ropas. Parecían algo trasnochadas, aunque seguramente fuera una de esas que admiraba la moda retro. Turquesa suspiró, miró en derredor, observando las flores y escuchando el rumor de los arroyuelos que las regaban y respondió.



-Tiene toda la razón, gracias por…



            Sin embargo, cuando quiso mirar hacia su contertulia no vio a nadie. Se encogió de hombros y prosiguió su paseo. Era muy extraño. Ahora le daba la impresión incluso de no haber charlado con ninguna persona. Ese jardín estaba desierto a esas horas. No obstante, esas ideas se asentaron en su mente como propias. Entre tanto, la aludida Maray estaba algo inquieta. Su matrimonio iba bien y hasta su salud parecía en efecto estar mejorando. En las tierras de su esposo las condiciones de vida eran mucho mejores y se notaba. Incluso había tenido una maravillosa noticia hacía apenas un mes. Cuando se lo dijo a Cuarzo, este saltó literalmente de alegría.



-¡Estás embarazada!- Exclamó él abrazándola, con cuidado eso sí.-

-Mi propia madre me lo dijo cuando me reconoció la última vez.- Le contó la entusiasmada Maray.-



            Aunque hubo un detalle que no quiso revelarle a su esposo. Su madre no parecía haberse alegrado mucho de aquello. Le dijo que era maravilloso y le dio todos los parabienes habituales en esos casos, pero su mirada expresaba tristeza o incluso temor y su tono estaba exento de entusiasmo. Quizás fue lo que Maray se imaginó. Sea como fuere, los meses de embarazo fueron transcurriendo y la joven futura madre tuvo que quedarse en sus dominios para descansar y tener un parto lo más seguro y tranquilo posible. Eso le explicó su progenitora, quien asimismo estaba algo delicada de salud.



-Lo mejor será  que nos quedemos aquí, hija. Por lo menos hasta que tengas al bebé.- Le aconsejó Topacita quien tampoco tenía ya demasiadas fuerzas como para viajar asiduamente a la Corte.- Tu padre vendrá también, todos estaremos en familia para recibir al nuevo miembro.



Aunque las circunstancias no permitirían que ese consejo se cumpliese. A su vez,  Topacita estaba muy preocupada. Su hija tenía debilidad crónica y tal y como ella se había temido hacía años, un embarazo iba a poner a prueba su capacidad de aguante. Pero jamás tuvo el valor de decirle eso. Contaba eso sí, con que los años de felicidad transcurridos desde que se casó y el ambiente más propicio del ducado de Green la ayudasen. También se acordaba de sus últimas estancias en la Corte. Pese a estar oficialmente retirada había tenido la ocasión de ayudar a asistir a la soberana en su parto. La propia reina así lo quiso.  Todo salió a la perfección y un robusto heredero varón vino al mundo.  Poco tiempo después Amatista, agradecida, le deseó mucha suerte para Maray.



-Sé que vuestra hija está encinta. Os felicito, doctora.- Sonrió acunando a su propio bebé en sus brazos.-

-Gracias, Majestad. Espero que todo vaya tan bien como en vuestro caso.-Suspiró la facultativa.-



            La reina debió de percibir su expresión de temor, la interrogó con la mirada y una concernida Topacita le contó lo que sucedía.



-Si podemos hacer cualquier cosa por vuestra hija, no dudéis en solicitarla.- Afirmó de inmediato la soberana.-

-Gracias, Majestad.- Pudo sonreír ella con reconocimiento.-

-¿Sabéis una cosa?- Le preguntó Amatista quien, sin esperar respuesta, le comentó.- Me estuve informando antes de venir a Némesis. Y he leído sobre algunas familias importantes de aquí, entre ellas, de la vuestra.  Lo comentamos cuando llegué. Vuestra madre era la Condesa Brise, ¿No es así?

-Sí, Majestad.- Admitió su interlocutora con nostalgia.-

-Mi abuela, la reina Alice, me contó algo cuando yo era muy pequeña. Me dijo que una muy querida amiga suya se llamaba así. Pero que se fue de la Luna y emigró a Némesis.

-Sí, Señora. Esa era mi madre.- Sonrió Topacita afirmando con voz queda.- Y ella siempre recordó a vuestra abuela con mucho cariño. De veras la quería mucho. A pesar de todo lo que sucedió.

-No estoy muy versada en lo que pasó entonces. Como os dije hace años, mi abuela dejó un diario escrito con algunas cosas. Pero no entraba en detalles.- Repuso su contertulia, afirmando.- Pero fuera lo que fuese, siempre le dedicó bonitas palabras a vuestra madre. Le dio mucha pena no volver a saber de ella. ¿Quién le iba a decir que su nieta se reuniría un día con la hija de su amiga? ¿O que la nieta de la condesa Brise, iba a ser una de mis damas de confianza? Eso cuando vuestra hija esté totalmente recobrada de su alumbramiento, claro está.

-Os lo agradezco mucho en su nombre, Majestad. Aunque no sé si la salud de mi hija le permitiría estar mucho tiempo en la Corte.- Objetó la doctora.-

-Por lo que sé, en esta parte del planeta, la energía oscura está más atenuada. Igual que en vuestros dominios. Fue por eso, entre otras cosas, que la capital se estableció aquí.- Comentó Amatista.-

-Sí, Majestad. Pero las dolencias de mi hija no se asocian directamente a eso.- Le contó Topacita con pesar.- Llevo tratándola prácticamente desde que nació. No sé, quizás sea una especie de alergia al entorno, o puede que una malformación.

-Comprendo. Ojalá que encontréis la cura algún día.- La animó la soberana.- Y si Maray se repone, me encantaría tenerla aquí, y que su bebé al nacer se hiciera amigo de mi hijo. De ese modo mantendríamos esta hermosa y larga tradición.



            Los lloros de su propio retoño la distrajeron y la reina fue a atenderle. Topacita aprovechó para despedirse y salir de sus estancias. Caminaba por uno de los corredores del palacio cuando la duquesa Turquesa se aproximó saludándola con afabilidad.



-Hola doctora. Me alegra veros. ¿Qué tal están su Majestad y el príncipe Diamante?

-Muy bien, el niño ha nacido fuerte. Y la soberana está perfectamente. – Respondió Topacita.-

-Celebro saberlo. Os doy mis saludos para vos y vuestra familia.

-Sois muy amable, lo mismo os digo.- Sonrió la facultativa.-



            Se despidieron así, Turquesa la observó alejarse borrando de inmediato esa falsa sonrisa.



-Creo que ha llegado la hora de que su Majestad frecuente otras compañías más acordes a su categoría.- Se dijo.-



            Y no es que no respetase a Topacita por sus conocimientos, incluso por ser una igual, duquesa como ella. No obstante, la doctora siempre actuaba de un modo tan servicial e incluso tan llano, que daba la impresión de no ser de noble cuna. Y la sosa de su hija era mucho peor. Una mojigata debilucha que tendría que ser más cuidada que la propia reina.



-La propia Amatista tendría que hacer de sirvienta de su camarera.- Se sonrió.-



            En fin, dejó aquello y se dirigió a hacer una visita de pleitesía a esa usurpadora y a su retoño.



-¡Qué remedio! Si quiero alcanzar la posición que merezco tendré que hacer algunos sacrificios.- Se dijo.-



            Otro que seguía alentando su ambición era Lamproite. Con el próximo nacimiento de su hijo el noble estaba más dispuesto que nunca a afianzar su puesto en la Corte y el Consejo. Coraíon había estado aplazando algunos nombramientos claves tras la muerte de su abuelo. A eso se unía que muchos de los que sirvieron a Corindón o eran ya demasiado viejos o habían ido falleciendo. Era tiempo de que una nueva generación tomase el relevo. Y él estaba más que preparado. Así lo habló con su esposa Azurita quien no pudo estar más de acuerdo. Incluso si eso significaba que él se mantuviera alejado de su marquesado. Además, su madre y su esposa no terminaban de llevarse muy bien.  Tradicionalmente había sido Cordierita, quien se ocupase de administrar el marquesado y sus terrenos, amén de organizar la política a seguir, desde que su esposo falleció. Ahora su nuera la había desplazado. Al menos estaban unidas por el interés de que su casa medrase.



-Bueno, a diferencia de mi hermano, yo me he casado, voy a asegurar la descendencia y tengo buenas conexiones en la capital. -Pensaba él no sin satisfacción. -



            Y Berilo en efecto seguía soltero, decía no haber encontrado a la candidata ideal, sin embargo, lo cierto es que no le atraía mujer alguna, aunque si que había posado sus ojos en Talco desde hacía tiempo. Lo recordaba ahora, tumbado en su lecho junto a él.



-Eso pensaba entonces, que mi familia no lo verían bien. Y no sabía si tú ibas a compartir mis sentimientos.- Suspiró.-

-Pues ya ves como sí que lo he hecho.- Repuso su amante, acostado a su lado.-



            Y es que aquel apuesto individuo por su parte le sonreía a menudo cuando se veían por los salones de palacio. Hasta que cierto día, se aproximó con fingida indiferencia a Berilo y le susurró.



-Te veo muy sólo. ¿No te importará que te haga compañía, verdad?

-En absoluto.- Repuso éste mirándole a los ojos con evidente deseo de que así fuera.-



            Talco miró en varias direcciones y cuando se aseguró de que no había nadie por los alrededores le agarró de una mano guiándole.



-Vamos a un lugar más privado.- Afirmó.-



            Entraron en una sala apartada y cerraron la puerta, a los pocos instantes ya se estaban besando pasionalmente en la boca. Sus lenguas juguetearon por unos instantes y pasaron a  desvestirse. Tras dar rienda suelta a sus deseos, Berilo le comentó todavía entre jadeos.



-Esto ha sido una liberación. Ya estaba harto de verte siempre y no poder ni hablarte.

-Bueno, puedo decir lo mismo.- Contestó éste igualmente jadeante, para agregar.- En este planeta la presión por formar familias y tener descendencia es terrible. Aunque es comprensible. Sin embargo, eso deja a las gentes como nosotros muy poco margen.

-Pues no me gustaría que nadie lo supiera, en especial mi hermano Lamproite. Él está casado con una homófoba redomada como Azurita. Sé que a ella no le caigo bien, y eso que desconoce cuáles son mis preferencias sexuales.  Pese a que quizás las sospeche. Así que llevo algún tiempo meditando si no sería conveniente fingir y casarme con alguna chica. Más que nada para crear una familia y tener algún descendiente.

-Eso sería un martirio. Al menos para mí. – Suspiró su contertulio, añadiendo ahora también con preocupación.- Y por si fuera poco, tras su decepción con Coraíon, esa pesada de Turquesa se me está acercando cada vez más.

-Sería un buen partido.- Argumentó su amante, no sin sorna pero al tiempo admitiendo que no era una posibilidad tan descabellada.-

-No sé hasta que punto merece la pena sacrificarse tanto para obtener más poder. A fin de cuentas este está ya muy repartido entre tu hermano y los Green-Emeraude.- Contestó Talco suspirando resignado para sentenciar.- Y por si fuera poco, llega esa extranjera dispuesta a hacerse con el mando aquí.

-Sí, en eso mi hermano tiene alguna reserva. Al principio no le preocupaba, pensaba sencillamente que era una tonta enamorada del príncipe Coraíon. Pero nuestra reina ha demostrado tener mucha iniciativa. Siempre que puede se dedica a viajar por los diferentes territorios y no hace más que inspeccionarlo todo. Y es el rey quien come de la palma de su mano, prestando oídos a cada palabra suya.- Admitió Berilo, suspirando.- Por fortuna, el nacimiento de su hijo la mantendrá más tiempo en palacio ahora.

-Aunque por otro lado, viniendo de la Luna, ella sería más tolerante hacia las personas en nuestra situación. - Aseveró su contertulio confesándose desconcertado al sentenciar.- Lo cierto es que no sé qué carta jugar. Quizás pudiera ser una aliada para nosotros.

-Podría ser. En cualquier caso, sea cual sea la carta que elijas, podríamos jugarla juntos.- Le propuso su amante.-



            Talco estuvo conforme con eso. Ahora, tumbados en la cama tras otro apasionado encuentro, los dos trataban de decidir hacia que lado posicionarse. Por su parte Grafito, más ocupado de su casa y su familia que de las luchas por el poder, conoció a una joven de un clan menor, los Cinabrios, llamada Agatha. Sus padres estuvieron realmente contentos de que ese muchacho, descendiente de una de las familias más prestigiosas del planeta, se fijase en su hija. Era una chica de cabello azul claro y con ojos verdosos, realmente hermosa. Al principio ella parecía algo remisa. Comenzaron a verse de vez en cuando y él la presentó a la familia. Grafito estaba contento, al parecer su novia cayó bien en casa y se hizo buena amiga de su hermana menor. Cuando el chico le propuso matrimonio, ella le dio el sí. La boda se celebró muy pronto, con todos los amigos y allegados presentes. Idina felicitó efusivamente a su hermano.



-Me alegro mucho por ti. Ya iba siendo hora de que dejases aquello atrás.- Le sonrió tras abrazarle, haciendo referencia a su desengaño con Azurita.-

-Gracias, Idina.- Asintió él, dándole la razón.-



            Luego tocó felicitar a la novia que estaba muy guapa con un traje blanco bastante solemne. La muchacha le dio un cariñoso abrazo que su ya cuñada correspondió, sonriendo ampliamente y mirándola a los ojos con bastante afecto.



-¡Bienvenida a la familia! - Sonrió la hermana del novio.-

-Muchas gracias. Estoy muy contenta de poder llamarte hermana.- Asintió ésta quien enseguida recordó.- Y dentro de poco, serás tú la que se case.

-Sí, estoy deseándolo.- Sonrió Idina.-

-Será un momento muy especial, ya lo verás.- Le susurró al oído Agatha en tanto la tomaba de ambas manos.-



            La joven se ruborizó, aquello le pareció algo raro, aunque esa impresión pasó pronto cuando la novia se separó alejándose para departir con otros invitados.



-Me das mucha envidia, Agatha.- Se sonrió entonces Idina pensando. - Tú ya te has casado con mi hermano. Y yo espero hacerlo muy pronto con Ópalo.



            La verdad es que estimaba mucho a su ahora ya cuñada. Siempre que venía a verles se tomaba mucho tiempo para charlar con ella y ponerla al día de algún chisme. Luego se interesaba por ella y por su felicidad. Idina la veía como a una hermana mayor en todos los aspectos. Pensaba concretamente en una tarde en la que Grafito y ella vinieron a visitarles antes de su enlace. Tras conversar un rato en familia, Agatha, como casi siempre hacía, le pidió dar un paseo.



-Me encantan los jardines que tenéis aquí.- Le susurró proponiéndole.- ¿Me los enseñas?

-Bueno, aunque ya te los debes saber de memoria.- Sonrió su interlocutora.-



            Y ambas salieron de la casa dirigiéndose a una parte dedicada a plantaciones de flores y algunos arbustos. Agatha la tomaba de una mano como solía hacer en tanto le comentaba risueña.



-Esas flores han crecido.

-¿De veras?- Se encogió de hombros Idina.-

-Les sucede como a ti, cada día están más bellas.- Sonrió su contertulia, mirándola con afecto.-



            La joven se sonrojó, le pareció que Agatha era muy amable desde luego. Continuaron su corto paseo y tras admirar la hermosura del jardín tomaron asiento en un banco cercano. Tras posar sus manos sobre las de Idina, su interlocutora le preguntó con tinte de complicidad.



-¿Qué tal todo con Ópalo?

-Bien, aunque ya sabes, se pasa la vida viajando de un lugar a otro. – Suspiró resignadamente la interpelada.-

-Tú le quieres mucho, ¿no es así?- Quiso saber Agatha con un tono extraño, casi como si se sintiera  preocupada.-

-Le amo más que a nada.- Confesó Idina.-  Solamente desearía que pudiéramos pasar más tiempo juntos. Por eso, en cuanto nos casemos…

-Debes tener cuidado.- La cortó entonces su contertulia declarando a modo de advertencia.- El matrimonio es cosa muy seria.

-Claro que sí.- Convino la muchacha, comentando a su vez.- Mi hermano y tú pronto daréis ese paso. Y espero que seréis muy felices.

-¡Ojalá sea así!- Musitó su interlocutora, afirmando con algo de inquietud en su tono.- Sé que Grafito estará siempre a mi lado. Que no le preocupa mucho el ir a la Corte. Pero, por eso mismo, me preocupas tú.

-¿Yo?- Se señaló Idina a sí misma, posando un dedo sobre su pecho.- ¿Por qué?

-Ópalo es un hombre deseoso de hacer carrera. Sirve al príncipe Coraíon con mucha lealtad. Siempre dispuesto para ir con él a cualquier parte.- Declaró su interlocutora, eso sí con un tono que daba la impresión de ser de alabanza, aunque enseguida matizó con un tinte más inquieto.- Por eso, podrías encontrarte muy sola.

-Es verdad. Pero me ha prometido que cuando nos casemos será diferente.- Afirmó Idina.-

-Espero que sí. Tú eres una chica maravillosa, te mereces a alguien que esté contigo y que te dedique por entero su vida. Que te ame y te considere su prioridad, por encima de cualquier cosa.- Aseveró Agatha con voz algo temblorosa.-



            Idina le dedicó una mirada perpleja, aunque enseguida sonrió. Apenas pudo decir, llevada por la emoción.



-Te lo agradezco mucho, hace poco que nos conocemos pero te has convertido esa hermana mayor que siempre quise tener.

-Sí, claro.- Sonrió débilmente Agatha que entonces se levantó suspirando para afirmar.- Tenemos que volver. Se estarán preguntando en dónde nos metemos.

-Es cierto, y mi hermano estará deseando tenerte a su lado. ¡Debes de estar muy nerviosa e ilusionada! Pronto os casaréis y fundaréis vuestra propia familia. ¡Qué ganas tengo de hacerlo yo también!



 Su interlocutora no respondió a eso. Las dos retornaron junto con los demás y a los pocos meses así fue. Siguiendo el ejemplo de Grafito y Agatha, Idina y su prometido se casaron al fin unas semanas después del nacimiento del príncipe heredero. La dama Kurozuki pudo acudir al enlace pese a su precaria salud.



-Muchas felicidades, cariño.- Le dijo su abuela a la recién casada.-

-Gracias.- Sonrió ella visiblemente emocionada.-

-Te deseo que seas muy dichosa, y que tu marido te ame siempre. Como el mío lo hizo conmigo. Y como tu padre ha amado a tu madre. - Dijo la anciana.-



            La muchacha asintió, realmente contenta, y entonces le dijo afectuosamente a su contertulia.



-Mi esposo te trajo un regalo de la Tierra. Quería dártelo en una ocasión especial.



            Y Ópalo se aproximó mostrando un pequeño aparato. Era una especie de visor en tres dimensiones que proyectaba imágenes. El joven le explicó.



-Verá, señora Kurozuki. Cuando el príncipe, bueno, su Majestad ahora, y yo fuimos recibidos en palacio, la reina Serenity y el rey Endimión fueron muy amables. Nos preguntaron por nuestro mundo y por los que aquí vivían. Su Alteza charló con ellos y, entre tanto, una de las princesas y guardianas de sus Majestades se aproximó a mí…



            Ópalo recordó en efecto como en tanto su príncipe entonces charlaba con la pareja real terrestre y la reina de la Luna Nueva…



-Celebramos vuestra llegada, Alteza. Y la de usted, conde.- Les saludó amablemente el rey Endimión, que lucía imponente con su traje de ceremonias entre blanco y violeta con su capa de los mismos colores.-

-Os lo agradecemos profundamente, Majestades.- Repuso Coraíon haciendo una gentil inclinación.-

-Sois la promesa del reencuentro de nuestros dos mundos.- Le sonrió Serenity, la hermosa y rubia soberana, ataviada con ese magnífico vestido inmaculado adornado con ribetes de oro.- Sería maravilloso que os unierais a nuestra confederación de reinos aliados de la Tierra y la Luna.

-Nada me complacería más, mi Señora.- Convino el interpelado.-

-Lo cierto es que la Tierra y la Luna somos unos reinos amigos y muy bien avenidos desde los tiempos de mi abuela la bella y gentil reina Neherenia.- Comentó la soberana Selene de la Luna Nueva, una mujer ya entrada en años, quizás en la cuarentena, pero hermosa todavía.-

-¿Y qué fue de vuestros padres?- Quiso saber el príncipe de Némesis.-

-Despertaron del gran sueño y vivieron una larga y feliz vida. Ellos no fueron tan afectados por el cristal de Plata como los reyes de la Tierra y la Luna Blanca, pero  aun así reinaron largos años. Yo tuve que esperar bastante para ascender al trono y creedme, no lo deseaba.- Suspiró ahora con tristeza, para añadir.- Mi hijo Granate se casará algún día, espero que con una mujer buena y que le ame, como yo amo a mi esposo… y mi hija Amatista Nairía, pues bueno…Aquí está.- Sonrió mirando con orgullo a una joven alta y rubia, realmente hermosa, de ojos violetas profundos, que se acercó caminando con lentitud y gracia.



            Ópalo la observó pasmado, admirando esa serena belleza, aunque todavía más que él, fue el príncipe Coraíon quién pareció quedarse prendado nada más verla. La besó en la mano con aire muy caballeresco. Pero tras recibir los parabienes de la recién llegada, y en tanto su príncipe y esa joven departían con los soberanos de la Tierra, el heredero del condado de Ayakashi fue a su vez saludado por alguien más. Una hermosa mujer de larga cabellera azabache se le aproximó, junto con otras compañeras igualmente atractivas.



-Señor.- Le dijo ella con tono amable.- Soy la guerrera guardiana  de los soberanos de Cristal Tokio y princesa de Marte. ¿Acaso vos sois Ópalo Ayakashi?

-Sí, Alteza.- Repuso enseguida él, haciendo una marcada reverencia.- Para mí es un honor conocer a una de las legendarias princesas planetarias.



            La mujer sonrió, entonces tomó una cajita que tenía sobre una cercana mesita de cristal y le dijo.



-Hace muchísimo tiempo, una gran amiga mía me dio esto. Apenas sí la recuerdo vagamente. Fue antes del gran sueño. Al despertar todos debimos de olvidar muchas cosas. Pero no nuestros sentimientos de amistad. Quisiera que, si no os es mucha molestia y sabéis de alguien de su familia que viva en vuestro mundo, hicierais lo posible por entregársela.

-Por supuesto Alteza, y decidme si sois tan amable. Princesa guerrera guardiana de Marte. ¿A qué familia debo dirigirme?

-Bueno, creo que cuando se marchó allí se hizo llamar Kurozuki…

-¡Kurozuki! No puede ser.- Exclamó él con asombro.- ¡Qué casualidad!…Veréis, mi prometida es de esa familia.

-Si os lo puedo preguntar. ¿Quién es vuestra prometida, señor?- Quiso saber su interlocutora.-

-Es Idina Kurozuki… Hija de Kimberly Kurozuki…

-¿Idina habéis dicho?- Se sorprendió esa mujer.-

-Así es, Alteza. Su abuela fue una de las primeras habitantes de nuestro mundo. La fundadora del clan.

-¡Loren!- Suspiró la princesa, añadiendo con voz queda y hasta emocionada.- Entonces ella y mi ahijado… ¡él era!…



            Al parecer Marte trataba de recordar. No obstante, tal y como había comentado, algo en su memoria no iba del todo bien. Dijo no acordarse de muchas cosas. Quizás tras despertar de ese gran sueño tal letargo tan prolongado hubiera provocado hubiese olvidado gran parte de lo sucedido en el pasado. Sin embargo, tenía el recuerdo de aquellos nombres que le evocaban un gran cariño.  Por su parte, Ópalo juraría que los ojos de esa mujer se empañaron y sus labios se contrajeron como si estuviera resistiendo a duras penas el deseo de romper a llorar. Preocupado le inquirió.



-¿Os sentís bien, Alteza?

-Sí, muy bien.- Sonrió ella, sobreponiéndose a aquello.- No pasa nada. Solamente os pido que le digáis a esa dama Kurozuki que, por lo poco que puedo recordar, su familia jamás la olvidó. Que vivieron felices hasta que les llegó la hora. Que siempre la quisieron y que se fueron en paz. Sobre todo su madre, que mantuvo vivo su recuerdo en el corazón. Éste es el último testimonio que me queda de su memoria. Entregádselo con todo mi afecto. ¿Haréis eso por mí?

-Por supuesto. – Asintió el joven, remachando con tintes muy respetuosos. .- Será para mí un placer y un inmenso honor.

            La princesa le devolvió el gesto y se retiró, reuniéndose con sus compañeras quienes, al parecer, le preguntaron de inmediato por aquella conversación. Así se lo refirió el conde a la anciana que ahora lloraba sin poderlo evitar.



-¿Estás bien, abuela?- Se preocupó Idina.-

-Hacía mucho tiempo que no estaba tan bien.- Sonrió la aludida qué con tono entre impaciente y suplicante le pidió a Ópalo.- Hijo, por favor. ¿Podrías hacer funcionar eso?



            Y el joven así lo hizo. Para sorpresa de todos aparecieron unas imágenes de personas que guardaban mucho parecido a los miembros de la familia. Algunas eran antiguas imágenes congeladas en el tiempo, fotografías las llamaban. Otras eran vídeos donde se veía a una joven de largo pelo moreno. La emocionada anciana, apenas pudo musitar.



-¡Mi madre!…Cariño.- Le dijo a Idina tomando una de sus manos.- Se llamaba como tú…



            La muchacha aferró la mano de su abuela con gran afecto asintiendo. ¡Su pobre abuela se lo había dicho tantas veces! Pero no debía de recordarlo. Le sonrió emocionada también. Más cuando la anciana pudo decir.



-Ya puedo morir en paz. Después de haber visto esto…después de volver a verles…Ya solamente me resta reunirme con ellos.

-No digas eso, mamá. Tienes que vivir muchos años más.- La animó Kimberly, junto a su propia hija, vestida ésta última de radiante novia.-

-Eso abuela, tendrás que acunar a tus bisnietos algún día.- Terció cariñosamente Idina.-

-Anda, mamá. No debes emocionarte tanto.- Le pidió su hija con una afectuosa prevención.-

-Mira Kim - Le susurró su interlocutora sin hacer caso de eso, en tanto le señalaba imágenes.- Ahí están tus abuelos…tu padre…y hasta tus bisabuelos…

-Sí, siempre me hablaste de ellos pero no teníamos casi ninguna imagen tan buena como estas.- Afirmó su admirada hija.- Ahora puedo ver todo lo maravillosos que debieron ser…



La anciana asintió, estaba muy cansada pero inmensamente feliz. Tras ver aquello se despidió de todos y la llevaron a su casa para que descansase y siguiera disfrutando de aquel obsequio tan especial para ella.



-La pobre abuela.- Suspiró Idina mirándola con una mezcla de afecto, tristeza y alegría en tanto le comentaba a su ahora esposo llena de agradecimiento.- Se ha alegrado mucho con tu regalo.

- Es una gran mujer. La admiro mucho. Es para mí un gran placer haber sido el causante de que sea más feliz.- Afirmó Ópalo satisfecho y contento de que así fuera.-



            Entonces Grafito y su esposa se acercaron para dar la enhorabuena a los recién casados. Los hermanos se abrazaron y después su nuevo cuñado pasó a charlar con Ópalo.



-Celebro tenerte en la familia.- Le comentó el hermano de la novia.-

-Para mí es un honor.- Convino éste que, sin andarse con rodeos, le ofreció.- Cualquier cosa que pueda hacer por mi nuevo hermano, solamente tienes que pedírmela.

-Eres muy amable.- Sonrió levemente su contertulio.- De momento disfruta de tu matrimonio y cuida mucho a mi hermana. Es una buena chica y está muy enamorada de ti

-Lo sé y yo de ella.- Asintió Ópalo sentenciando.- Por eso deseo hacerla muy feliz.

-Espero que puedas. A veces no es fácil la vida de casado.- Le comentó su interlocutor.-



            La mirada inquisitiva de su cuñado le dio a entender a Grafito que quizás hubiese hablado más de la cuenta, por ello enseguida matizó.



-Hay momentos buenos y malos. Ya te puedes imaginar. Lo importante es llegar a conocerse bien.

-Por supuesto.- Convino su interlocutor.- Y te puedo asegurar que haré cuanto esté en mi mano para que Idina no lamente su decisión. Es evidente que los dos tendremos que amoldarnos el uno al otro y hacer algunos sacrificios.

-Así es.- Afirmó Grafito con voz queda.- Muchas veces hay que hacer sacrificios por el bien de todos. Eso es lo que se debe comprender.

-Bueno.- Comentó su interlocutor deseoso de zanjar esa cuestión.- Por el momento haremos un viaje de recién casados y después nos instalaremos en mi condado. Pienso hacer maravillas en él. Y claro está, en tanto nuestra nueva vida me lo permita seguiré en la Corte, cerca del rey. Coraíon tiene que ser bien aconsejado.

-Sí, claro.- Asintió su contertulio para afirmar.- De hecho, mis primos están allí desde hace años y son de su confianza, lo mismo que tú.

-Es cierto. Aunque hay muchos otros que se aproximan a él con intenciones menos desinteresadas, llamémoslas así.- Aseveró enigmáticamente Ópalo.-



            Y viendo la cara de curiosidad e interés de su cuñado, el Conde de Ayakashi enseguida añadió.



-Ya te lo contaré con más calma cuando Idina y yo hayamos vuelto de nuestro viaje…



            Entre tanto, las dos mujeres conversaban a parte a su vez. Fue Agatha quien comentó con un tono de voz algo apagado.



-Ahora ha sido tu turno. Lo que tanto habías esperado al fin se ha cumplido. Te deseo que seas realmente muy feliz.

-Sí, eso es lo que anhelo.- Afirmó Idina quien le preguntó a su vez.- ¿Qué tal con mi hermano?

-Bueno, tenemos nuestros momentos.- Suspiró la joven.-

-Él me ha dicho alguna vez que está deseando ampliar la familia.

-Claro, yo también.- Se apresuró a responder Agatha quien cambió de tema señalando precisamente hacia su esposo y Ópalo.- Parece que ellos dos se llevan muy bien, eso es bueno entre cuñados.

-Sí, Ópalo aprecia mucho a mi hermano, y es algo mutuo. Sé que Grafito no tiene demasiado interés en ampliar sus territorios, pero siendo el mayor heredará casi todo el patrimonio familiar.  A mí eso me es indiferente. En mi caso, iré a vivir con mi marido a la región de Ayakashi. Crearemos nuestro propio hogar allí.

-¿De veras?- Se sorprendió Agatha quien pareció sentirse decepcionada o incluso triste.- ¿Os iréis a ese lugar?

-Es la heredad de mi marido. Y tiene grandes proyectos para embellecerla.- Contestó Idina.- Deseo hacer todo lo posible por ayudarle y un día, legarle algún lugar maravilloso a nuestros futuros hijos.

-Ya.- Suspiró Agatha, añadiendo con pesar.- Es que… te echaría mucho de menos. Es un lugar muy alejado.



            Realmente lo lamentaba, para ella Idina se había convertido en su principal apoyo. Hablaban mucho y compartían ilusiones. Pese a ello, Agatha jamás se había atrevido a confesarle lo que en verdad sentía. ¿Cómo decirle que era tan desgraciada casada con su hermano? ¿Cómo confesarle las terribles discusiones que tenían cuando él trataba de acostarse con ella para dejarla en estado? Lo cierto es que Grafito estaba harto de oír sus excusas y sus negativas. Únicamente el temor al escándalo o a lo que sus padres pudieran pensar, mantenía al hermano de Idina en silencio.



-También te echaré de menos, pero puedes venir a vernos siempre que quieras.- La animó Idina evidentemente ajena a esos lúgubres pensamientos de su cuñada.-

-Gracias, ten por seguro que lo haré.- Repuso su interlocutora dándole un cálido beso en una mejilla.-



Justo entonces se acercó Kimberly acompañada de su esposo. Richard caminaba apoyándose mucho en su mujer. Estaba débil pero no quiso perderse esa ceremonia por nada. Así lo expresó al abrazar a su hija y darle un cariñoso beso en una mejilla.



-Felicidades, cariño.- Le dijo con evidente orgullo y afecto.-

-Estamos muy contentos por ti.- Sonrió a su vez Kim, relevando a su marido en la tarea de abrazar a la chica.- ¿Qué tal estás, Agatha?- Quiso saber a su vez mirando a su nuera con una mezcla de afabilidad e interés casi escrutador.-

-Bien, muy contenta por Idina.- Afirmó la joven forzando una sonrisa.-

-Sois como hermanas, me alegra mucho ver lo bien que os lleváis.- Afirmó Richard, complacido sin lugar a dudas por ello.-

-Le estaba contando a Agatha nuestros planes tras la Luna de Miel.- Les comentó entonces la recién casada.-

-Es curiosa esa expresión.- Intervino entonces su cuñada que parecía no haberla escuchado antes.-

-Sí, es típica de la Tierra, mi madre la empleaba porque se la oyó a nuestros abuelos y a los padres de estos.- Le aclaró Kim.-

-Pensaba que sería una frase de la Luna.- Dijo una sorprendida Idina.-

-No, pero es curioso hasta qué punto el reino de la Luna ha influido en la Tierra.- Sonrió Kimberly, alegando.- Mi madre siempre dijo que, su Luna de Miel la pasó aquí, cuando llegó a buscar a mi padre y se casaron.

-La dama Kurozuki es una mujer admirable.- Afirmó Agatha quien pareció teñir su tono de cierta tristeza al musitar.- Persiguió su verdadero amor hasta este planeta. Nada la detuvo en su afán por ser feliz. Como hicieron tus madres contigo, Richard.

-Sí, así es. Los pioneros fueron personas muy valerosas, que arriesgaron todo para venir aquí.- Convino su suegro, remachando.- Hicieron de este pedazo de roca un lugar donde vivir. Y fue a costa de muchos sacrificios.

-Por eso todos debemos aceptar la cuota que nos corresponde, querida.- Comentó filosóficamente Kimberly, posando una mano en las de su nuera a la par que sentenciaba.- Vivir aquí siempre ha sido difícil.  Solamente el esfuerzo y la renuncia a otras cosas que no fueran el trabajo por mejorar este lugar, y criar a nuestros hijos para que se conviertan en los futuros habitantes de Némesis, lo hacen posible.



Agatha no tuvo valor de sostener la mirada de su suegra, quizás esas palabras fueran únicamente una alusión a sus antepasados, o pudieran ser una velada advertencia. Estaba segura de que Idina ignoraba por completo el drama que ella vivía, aunque Kimberly tenía mucha más experiencia en la vida y le había dado alguna muestra de notar que algo entre Grafito y ella no iba bien. De todos modos y por mor de la ocasión se limitó a asentir musitando.



-Tienes razón. A veces hay que actuar como tu madre hizo. Por cierto ¿dónde está? – Preguntó más que nada por reconducir el tema de esa conversación.-

-La llevamos a casa.- Respondió Richard.- A su edad estos eventos la fatigan mucho. Incluso yo estoy cansado.

-¿Te encuentras bien, papá?- Quiso saber de inmediato una preocupada Idina.-

-Sí, cielo, perfectamente.- Afirmó él.-



            Y tras intercambiar algunas palabras más se despidieron. Fue turno de Topacita para acercarse y saludar a la novia.



-Muchas felicidades, de parte también de Maray.

-Siento que no pudiera venir.- Comentó Idina con tristeza, aunque enseguida añadió.- Pero comprendo que deba cuidarse y descansar. Sobre todo tras dar a luz de esa forma tan particular.

-Mira que le insistimos en que no fuera. Pero no quiso faltar para dar su enhorabuena a los reyes por el nacimiento de su segundo hijo.- Suspiró Topacita moviendo la cabeza con resignación e inquietud en tanto contaba.- Y lo más irónico es que yo no estaba allí. Mi esposo y yo habíamos viajado a verla a su residencia en Green-Emeraude y me enteré al llegar que se había ido con Cuarzo a la Corte.

-Debe cuidarse.- Convino solidariamente una concernida Idina, quien pese a todo alegró el gesto y comentó.- Aunque todo salió bien según creo. De todos modos, iré a verla cuando vayamos de viaje de novios mi marido y yo.

-Sí, ya está de vuelta en su ducado y se pondrá muy contenta.- Sonrió la doctora quien además agregó con visible orgullo.- Así conocerás a mi nieta Esmeralda. Es una auténtica preciosidad.



La muchacha asintió. Tenía muchas ganas de hacerlo. Topacita se despidió dejando que atendiese a más invitados. Entre tanto la Dama Kurozuki descansaba en casa. Recordaba como  la llevaron de vuelta tras la ceremonia.



-Bueno, mamá.- Debes irte a dormir. Hoy ha sido un día lleno de emociones.- Le sonrió Kimberly.-

-Sí cariño. Ha sido un día muy feliz.- Convino la anciana.- Casi no puedo creer que la pequeña Idina se haya desposado.

-Pues así ha sido. Ahora mi hija, tu nieta, va a formar su propia familia.- Afirmó una orgullosa Kim.-

-Nosotros tenemos que regresar a la fiesta. Hay muchas personas a las que debemos saludar, ya sabes.- Suspiró un resignado Richard.-

-Lo sé, no os preocupéis por mí. Voy a acostarme enseguida.- Repuso Kurozuki.-



Y en efecto, su hija y su yerno le dieron sendos besos despidiéndose de ella. La anciana cumplió su palabra y al poco se acostó, pensando en ese día y sonriendo al acordarse del rostro radiante de felicidad de su nieta. Y tener unos instantes de lucidez, en los que su memoria parecía regresar.



-Cariño, serás tú quien lo empiece todo. Eso no he podido decíroslo nunca, ni a ti, ni a tu madre. Sencillamente no me atreví a estropearlo de algún modo. ¡Ojalá pudieras saber que serás tú quien dará la vida a la madre de mi madre! Lamento no poder llegar a conocerla ahora. ¡Ojalá que seas muy feliz y eduques con mucho amor a la abuela Connie y a sus hermanas. Ellas fueron, o mejor dicho serán, unas mujeres maravillosas. Y fueron muy felices en la Tierra. Yo estaba igual de dichosa cuando me casé con tu abuelo aquí.- Murmuró en tanto el sueño la vencía. - ¡Ojalá tú seas igual de feliz! Te echo tanto de menos, mi amor…tal como tú dijiste, hemos cumplido con nuestra tarea, y merecemos descansar...



Y se durmió suspirando y recordando. En sus sueños era joven otra vez. Volvía a ser aquella chiquilla de largos cabellos morenos, en vez de los blancos que lucía. Y no estaba sola. Su amado esposo se aproximaba hacia ella, y venía con compañía.

-¡Eres tú!- Pudo decir la emocionada Kurozuki.-



            Él sonrió, acercándose más para responder con mucha dulzura y afecto



-Sí, soy yo. Cuanto tiempo ha pasado, mi amor. Ahora ya no estarás separada de mí nunca, ni tampoco de tus seres más queridos. Todos hemos venido a buscarte.



            Y la ahora nuevamente jovencita Loren miró con expresión de asombro. Además de su marido vio a su otro tío, a su hermano, y a sus padres. También sus abuelos estaban allí. Y eran jóvenes como en aquellas imágenes que Ópalo le mostró, estando tan maravillosos como les recordaba.



-Te he echado mucho de menos, hermanita.- Comentó su hermano mayor, que quedase viviendo en otro mundo asimismo lejano de la Tierra, también perdido en el espacio y olvidado hacía ya muchísimos años.-

-Sí, cariño.- Añadió su padre.- Ha pasado mucho tiempo, pero estamos juntos de nuevo.

-Y esta vez sin volver a separarnos.- Le sonrió su madre abrazándose a ella para añadir.- Estoy muy orgullosa de ti. Has sido una gran mujer y has forjado esta maravillosa familia.

-Mamá- Sollozó ella, llena de alegría, aunque apenas musitando.- Perdóname.

-Todo está perdonado, siempre lo estuvo porque en realidad no había nada que perdonar, siempre te amamos. Ven con nosotros en paz. Has sido la madre de una gran estirpe…y tú sabes que la hija de tu hija lo será también. Y ella me enseñó a mí todo lo que yo te transmití.  

-Así es.- Convino su abuela.- Y todo volverá a su principio…

-Ahora ven con nosotros, mi querida nieta. - La invitó su abuelo Tom.- Ha llegado el momento para ti de ser por siempre feliz, Loren…



            Sonó entonces una canción. La muchacha la recordaba, siendo niña su abuelo la había cantado a veces. Su esposo lo hizo a su vez, antes de casarse, cuando aún vivían en ese otro mundo, el planeta natal de Kurozuki, cuyo nombre había olvidado. Ahora eran ambos quienes lo hacían. Con los coros de su otro tío y de sus padres y su hermano, que se unieron a ellos. Y la chica sonrió entre lágrimas. En tanto su marido alargaba su mano para tomar la de ella…



-Vamos, mi amor…es la hora…



“Nos vemos en la esquina del centro
Te estaré esperando en un viejo taxi amarillo


No lleves una maleta
No necesitarás nada
No habrá preocupaciones
Donde los ángeles cantan

Tengo mi boleto en la mano
Oh, el precio pagado en su totalidad
Nadie me puede detener 


Sus palabras no me herirán
No hay sueños que me obsesionen
Donde los ángeles cantan

Me siento tan cansado en este problemático camino
Desbloquear estas cadenas y gentilmente anclarme a casa
Más allá de las nubes y la lluvia

Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde las mentiras no pueden hacerme daño 


La carne deserta de mí
No hay dentro o fuera
No hay pérdida o duda
No vida con o sin  hacer


Donde el dinero no es el rey del poder
Y la bondad es una cosa más preciosa

Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde el tiempo no significa nada 


No hay prisa
Nadie corriendo
No hay oscuridad de la noche 


No odio o rencor
No hay bien o mal
No hay día o noche 


No hay pueblos y ciudades no
No hay dolor y la pena no 


Donde el hambre ya no existe
Y un buen hombre sólo se hace más fuerte

Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan ...



(Meat loaf “Where angels sing” crédito al autor)





Y Kurozuki lo hizo, cumplida ya su parte en aquella gran tarea, dando la mano a su esposo y sonriendo dichosa, siguió a sus familiares hacia el interior de una gran luz inmaculada para estar junto a ellos por siempre.



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