La
familia resultó muy afectada tras recibir la terrible noticia. Anhidrita
lloraba sin parar, estaba desconsolada, su hija trataba de animarla aunque
asimismo estaba rota.
No lleves una maleta
No necesitarás nada
No habrá preocupaciones
Donde los ángeles cantan
Tengo mi boleto en la mano
Oh, el precio pagado en su totalidad
Nadie me puede detener
Sus palabras no me herirán
No hay sueños que me obsesionen
Donde los ángeles cantan
Me siento tan cansado en este problemático camino
Desbloquear estas cadenas y gentilmente anclarme a casa
Más allá de las nubes y la lluvia
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde las mentiras no pueden hacerme daño
La carne deserta de mí
No hay dentro o fuera
No hay pérdida o duda
No vida con o sin hacer
Donde el dinero no es el rey del poder
Y la bondad es una cosa más preciosa
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde el tiempo no significa nada
No hay prisa
Nadie corriendo
No hay oscuridad de la noche
No odio o rencor
No hay bien o mal
No hay día o noche
No hay pueblos y ciudades no
No hay dolor y la pena no
Donde el hambre ya no existe
Y un buen hombre sólo se hace más fuerte
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan ...
-¿Por
qué? ¿Qué tenía que hacer en ese sitio?- Balbucía la destrozada viuda.-
-¡No
lo sé, mamá! - Sollozaba su hija abrazándose a ella.-
-Lo
lamento muchísimo.- Pudo decir Richard quien junto con su hijo Grafito estaba
allí.- Lo encontraron fuera de los domos, muy cerca de la central de energía.
Ya sabéis como era. Quizás vio que algo no iba bien y quiso repararlo…-
Especuló lleno de pesar. –
Ambas mujeres asintieron aunque eso
ya no les importaba, solamente sabían que Lignito fue encontrado sin vida, con
el oxígeno agotado y tendido en un paraje desolado, un lugar en donde la
concentración de energía oscura era bastante superior a lo normal. Allí nadie
en su sano juicio iría sin acompañamiento. Los técnicos de la zona contactaron
primero con Richard que trabajaba en unas vías de comunicaciones en las
cercanías. De inmediato él se puso en contacto con la familia para darles la
aciaga noticia.
-Si
podemos hacer algo, lo que sea.- Se apresuró a añadir Grafito, sobre todo
mirando a Azurita.-
La chica movió la cabeza enjugándose
unas lágrimas. En tanto Richard comentaba con suavidad y respeto.
-Conocí
a Lignito cuando yo era apenas un niño. Teníamos bastantes cosas en común. Se
portó como un hermano mayor conmigo. Mi hijo tiene razón, si podemos ayudaros
en lo que sea. Únicamente tenéis que decírnoslo.
-Gracias.-
Pudo musitar Anhidrita.-
Estuvieron un rato más confortando a
esas dos pobres desgraciadas. La propia Kimberly quedó en pasar poco después
con Idina. Aunque su sobrino Lamproite se adelantó una vez supo de esas
terribles nuevas. Cuando llegó la joven Azurita se abrazó de inmediato a él.
-¡Cuánto
me alegro de que estés aquí!- Sollozó la muchacha.-
-Vine
en cuanto me enteré.- Repuso él abrazándola a su vez.-
-¿Qué
vamos a hacer ahora?- Suspiró Anhidrita con tono lleno de tristeza.-
-No
temáis nada.- Las animó Lamproite quién, juzgando aquella oportunidad idónea,
se arrodilló ante la perpleja Azurita y le dijo.- Sé que quizás no es el mejor
momento. Pero me gustaría pedirte que fueras mi esposa, que tu madre y tú
pasarais a formar parte de mi familia. Lamento hacerlo en estas circunstancias
pero hacía mucho que tenía deseos de pedírtelo…Además de mi amor por ti, no
deseo que estéis solas, ahora que tu padre ya no está.
-¡Oh
sí, claro que acepto! – Exclamó la muchacha que alegró su faz visiblemente al
oírle hablar.-
Anhidrita suspiró, por un lado era
un alivio, por otro, en efecto, no era precisamente un momento adecuado. Y
sobre todo, no le gustó que su hija se alegrase así. A pesar de estar
interesada en Lamproite y de ser este un partido ventajoso, su padre acababa de
fallecer y no estaba su cuerpo todavía frío cuando esa chica parecía querer
festejar esa proposición.
-Por
supuesto, honraremos la memoria de Lignito.- Intervino el chico quizás al ver
la expresión de su futura suegra.- Esperaremos unos meses para celebrar la
boda.
-Sí,
eso será lo mejor.- Convino una más moderada Azurita.-
En
ese instante llegó Kimberly, lo hizo junto con Idina y también Grafito, quién
quiso acompañarlas de nuevo, llevando unas flores en una maceta, según él, para
las dos mujeres dolientes. Sin embargo, quiso dárselas a Azurita quién, tras
agradecerle el gesto, comentó con un tono bastante más alegre del que debería
haber tenido.
-Mira
mamá, mi primer regalo de compromiso.
-¿Compromiso?-
Se sorprendió Grafito.-
-Acabo
de pedirle a Azurita que sea mi esposa y ella ha aceptado.- Le contó su primo
dejándole helado.-
-Pues,
enhorabuena, al menos eso es una buena noticia.- Intervino Kimberlita que, en
tanto hablaba no fue ajena a la reacción de su hijo.-
Idina le dio dos besos a su prima y
a su tía y no dijo nada, tampoco comprendía muy bien lo que pasaba pero veía a
su hermano enfadado y triste. Por su parte, Azurita y Anhidrita abrazaron a esa
pequeña.
-Lo
lamento muchísimo. – Afirmó Kimberly.-
-Mi
esposo, igual que mis padres y los tuyos, también fue un pionero. Luchó mucho
para que nuestra familia medrase. -Declaró Anhidrita. -
-Sí,
mis padres siempre trabajaron mucho por mejorar la vida aquí. Antes de que esa
maldita enfermedad se le llevase a él.- Suspiró su interlocutora.-
-
Yo perdí a mi madre siendo una niña. Después a mi padre. - Comentó la
desconsolada Anhidrita.- Y ahora es mi esposo quien nos ha dejado. Ya solamente
me queda Azurita. Por lo menos mi hija se casará y podrá crear su propia
familia.
-Debéis
seguir adelante.- Quiso animarla Kimberly.- Sed felices y labraros un futuro.
-Eso
es lo que los abuelos Suzanne y Gneis, y lo que papá hubiesen querido. -Convino
Azurita dándole la mano a su ahora prometido.-
Su
amiga asintió, no podían hacer otra cosa. Al cabo de unos minutos Kim y sus
hijos se despidieron de la familia doliente. Durante el camino de vuelta a
casa, subidos en un deslizador, Grafito no habló, únicamente mantenía la cabeza
baja. Fue su hermana quien sí preguntó.
-¿Mami?
¿Ahora el señor Lignito está en el Cielo?
-Claro,
cariño.- Le sonrió tiernamente ésta.-
-¿Entonces
está con el abuelo Crimson?-
-Seguro
que sí.- Asintió su interlocutora.-
-Pues
tenemos que contárselo a la abuela Kurozuki, seguro que se pondrá muy contenta
cuando sepa que el abuelo tiene un amigo.- Afirmó la cría con tono más alegre.-
-Sí,
es una buena idea.- Convino Kim, proponiendo a la cría.- Se lo dirás tú cuando
vayamos a visitarla. ¿Quieres?
La niña asintió con entusiasmo.
Llegaron a su morada y el muchacho bajó sin decir nada, yéndose directo a su
habitación.
-¿Está
enfadado, Grafito?- Le preguntó Idina a su madre.-
-Está
triste porque se ha ido Lignito.- Le explicó Kimberly.-
-Pues
yo creo que está triste porque Azurita se va a casar con el primo Lamproite.-
Repuso la cría, dejando a su madre pasmada.-
-¿Cómo
se te ocurre pensar eso?- Quiso saber su contertulia.-
-Siempre
quiere estar con Azurita. No sé por qué…-Comentó Idina encogiéndose de
hombros.-
Su madre le dio un beso en la
mejilla izquierda al tiempo que la abrazaba agachándose para estar a su altura
y susurrándole.
-Son
cosas de mayores. Cuando lo seas tú, seguramente que te pasará lo mismo.
-A
mí no me gusta esa Azurita, es muy presumida.- Dictaminó la cría.-
Kim no pudo evitar echarse a reír.
Desde luego, razón no le faltaba a su hija. Ella también se dio cuenta del
golpe tan duro que Grafito se había llevado. Era evidente que su hijo estaba
colado por esa chica. Aunque, en honor a la verdad, compartía la opinión de su
pequeña. No pensaba que esa muchacha hubiera sido buena para su hijo. De todos
modos, Azurita nunca dio la impresión de haber estado interesada en él. Le
trataba con amabilidad y educación y poco más, debido a que sus familias se
llevaban bien. E cualquier caso, esa boda se celebró y tras un tiempo pasó a
segundo plano eclipsada por otra noticia más importante. Y es que, tras unos
meses, el príncipe Coraíon volvió de su viaje y al hacerlo traía un importante
anuncio. Reunido con los notables del Consejo y con su propio abuelo
presidiéndolo, comunicó a todos.
-Nobles
de Némesis, tengo el placer y el honor de anunciarles que he establecido
contacto con la Tierra. A nivel de comunicación, eso sí. Nos detectaron cuando
viajábamos en una misión rutinaria para explorar asteroides. Tuvimos que
contestar para no ser tomados como intrusos.
-¿Acaso
estabais en su zona del espacio?- Quiso saber una anciana dama llamada Pirita.-
-Debimos
de entrar en ella fortuitamente, por un error de navegación.- Repuso Coraíon.-
-Si
bien la decisión del Consejo en vigor era la de no establecer contacto, en esta
ocasión no pudisteis hacer otra cosa. Siendo ellos quienes lo hicieron y en su propio territorio. Evitasteis algo
peor.- Sentenció el rey.-
Hubo una breve momento de silencio
durante el cual, los notables intercambiaron algún cuchicheo aislado. Evidentemente
la alternativa hubiera sido la destrucción de la nave en la que el príncipe
Coraíon viajaba. Algunos recordaban aún el trágico fin de su padre, el príncipe
Karst. Por ello, nadie quiso ahondar más en esa violación de la ley. Finalmente
fue Lamproite quien tomó la palabra, inquiriendo con preocupación apenas
disimulada.
-¿Creéis
que pudieron haber descubierto la posición de nuestro planeta, Alteza?
-No
lo creo probable, estábamos bastante lejos de aquí.- Declaró el interpelado.-
-¿Qué
debemos hacer entonces?- Quiso saber Topace, que representaba los intereses del
clan Green-Emeraude.-
-A
mi modo de ver, ser prudentes. Y evitar hacer más expediciones por ahora. -
Replicó Azabache, quien estaba asimismo en esa reunión.- Esas patrullas
terrestres podrían querer volver a contactar y engañarnos para que les
revelemos nuestra posición que es desconocida para ellos desde los tiempos del
“Gran Sueño”
-Sí,
eso sería lo más indicado.- Convino Berilo, allí presente también.-
Azabache le miró con aprobación. Sin embargo, dedicó una hosca mirada a
Lamproite. Aquel individuo no perdonaba a ese petimetre que le hubiera robado a
Azurita. Ya podría haber sido como su hermano menor Berilo, quien de momento ni
se había comprometido siquiera, más pendiente de hacer méritos en la Corte. De
todos modos, no era ese lugar como para sacar esas cosas a relucir. Ya se
tomará una cumplida venganza cuando llegara su momento.
-Podríamos
votar.- Propuso un joven llamado Talco. –
Era de cabellos grisáceos y ojos a
juego. Miró a Berilo quien asintió esbozando una leve sonrisa. Parecían estar
de acuerdo en un plan común, cuando el joven del clan Crimson, insistió de un
modo más protocolario.
-Con
el permiso de su Majestad. Solicito que este punto se decida en votación.
El soberano asintió. De hecho,
existía una pequeña conspiración entre ellos. Los dos habían sido citados por
el monarca en secreto, y el anciano les propuso que se postulasen de esa manera
para servir a su planeta.
-Seréis
generosamente recompensados.- Les prometió.- Si prestáis vuestro apoyo al
príncipe.
De modo que el anciano Corindón,
ejerciendo como portavoz y presidente, elevó su voz preguntando a los allí
presentes.
-Votemos
pues, como solemos hacer, a mano alzada. ¿Quiénes están de acuerdo en entablar un
contacto mayor con la Tierra u otros planetas habitados para evitar malos
entendidos, ahora que se ha establecido uno?
-Con
la venia de su Majestad.- Intervino Azabache.- Deberíamos puntualizar, que se
establezca contacto solamente en el caso extremo de encontrarnos con una de sus
naves. O bien de entrar en su espacio por error. Tal y cómo le ha sucedido a su
alteza. Y no en otras circunstancias.
-Yo
en cambio, creo que podríamos contactar de un modo más distendido si observamos
que muestran un buen talante. No tiene porqué existir ningún problema. De
hecho, saben que estamos aquí y permanecer en silencio podría ser interpretado
como signo de debilidad.- Argumentó el príncipe.-
Eso les hizo reflexionar a todos.
Incluso Azabache dio la impresión de estar confuso, sopesando esas palabras. Al
fin, firme en sus ideas, se reafirmó.
-Nada
bueno nos vendrá de la Tierra. Propongo el silencio.
-Apoyo
esa proposición.- Se sumó la Dama Pirita.-
-Pues
yo abogo por votar la propuesta del príncipe Coraíon y ver que sacamos en
claro.- Intervino Lamproite. -
-Me
parece adecuado. Así se hará. Votemos entonces.- Dispuso el soberano.- El
contacto limitado con la Tierra, en caso de necesidad, tal y como ha matizado
el Señor Azabache. O en caso de apreciar un ánimo amistoso, como ha sugerido mi
nieto.
Nadie se atrevió a discutir aquello.
Así pues se celebró la consulta. Tanto Lamproite como Berilo votaron a favor, estaba claro que ese era el deseo del
rey y del príncipe. Talco hizo lo propio, también Topace, por su parte
Kimberlita votó con ellos. La mujer había estado escuchando con visible
alegría, ¡Al fin los recelosos habían sido vencidos!. Sin embargo, todavía
quedaban algunos, dado que entre los que votaron en contra, se alinearon Azabache
y la Dama Pirita, junto con la joven condesa Turquesa y un tal Rutilo. Ópalo
Ayakashi y la Dama Anhidrita no estuvieron presentes, de modo que se les
contabilizó como abstención.
-Muy
bien, entonces, por cinco votos a favor y cuatro en contra, con dos
abstenciones, este Consejo resuelve emprender contactos con otras civilizaciones y planetas
habitados.- Declaró Corindón, sin poder ocultar su satisfacción.-
-Nada
bueno podrá venir de eso, Majestad.- Replicó una molesta Pirita con el
aprobatorio asentimiento de Azabache.-
Esa mujer ya entrada en años, era
descendiente de algunos colonos que huyeron de la Tierra a causa de su
disconformidad con la forma de gobernar de sus monarcas. Era muy reacia al
cambio de política en Némesis y veía aquello como una clara amenaza.
-En
cualquier caso, seguimos estando a una distancia más que prudencial de los
terrestres.- Afirmó Rutilo quien alegó.- ¿No sería mucho más provechoso para
nuestro mundo el ocuparnos de invertir en su desarrollo y en continuar la
exploración de asteroides cercanos?
-Eso
lo seguiremos haciendo igualmente.- Replicó Lamproite con el asentimiento de su
rey.-
-No
tenemos recursos suficientes y respetuosamente me gustaría solicitar a nuestro
soberano que nos concediera permiso y ayuda para explotar la zona polar sur del
planeta.- Intervino muy sumisamente Turquesa.-
Era una jovencita hermosa, de
cabellos largos y azules. Sus ojos eran sin embargo de una tonalidad
amarillenta casi sulfurosa, que no dejaban de darle un aire exótico y bello.
-Mi
abuelo y soberano debe estudiar vuestra propuesta.- Intervino Coraíon, que
estaba sentado junto al citado monarca.-
-Sí,
lo haré a su debido tiempo.- Convino el rey hablando despacio.-
La chica asintió esbozando una
sonrisa y bajó la cabeza. Aunque no estaba nada conforme con la forma en la que
Corindón y su nieto le daban largas, ni para eso ni en otros sentidos. Ella
siempre había estado próxima a la Corte, siendo descendiente del clan Gneis,
uno de los más antiguos y respetables de Némesis. Incluso albergaba la
esperanza de poder unir sus destinos al príncipe. Siendo duquesa poseía buenos
territorios y estaba en lo más alto de la lista para ser considerada como la
mejor candidata a esposa para Coraíon. Había llegado incluso flirtear con él y
le dio la impresión de que sus encantos no le habían sido indiferentes al
heredero. No obstante, él no le dedicaba mucha atención tras su vuelta de
aquella expedición.
-Es
pronto todavía.- Pensó tratando de mantener la calma, tal y como le habían
aconsejado.- El príncipe es joven. Los dos lo somos. Tendremos tiempo. En mi
ducado la energía oscura no nos afecta tanto como en otras partes. Y debemos
sacar partido para extender nuestros dominios. Más ahora con el auge de los
Green y los Crimson.
Así
quedó concluida aquella reunión, con cada uno haciendo un balance mental de sus
intereses. Al salir, Turquesa celebró un pequeño conciliábulo con Rutilo, la
Dama Pirita y Azabache, fue la anciana quien les comentó indignada.
-El
príncipe se cree que somos estúpidos. Lleva años deseando establecer
comunicación con esos individuos de la Tierra. Todo esto me suena a complot.
Debió de entrar en espacio terrestre a propósito y dejarse interceptar.
-Son
acusaciones muy graves, Señora.- Afirmó Turquesa.-
-En
efecto, y no tenemos pruebas. Debemos ser prudentes. - Convino cautamente
Azabache.-
-Ese
es el problema y Coraíon lo sabe muy bien.- Rezongó la anciana.- Pretende
burlar lo que se decidió hace años. Yo era joven entonces, pero me acuerdo
perfectamente, se votó por no contactar con esos tiranos de Serenity y
Endimión.
-Al
menos el rey ha aceptado la enmienda del señor Azabache.- Dijo Rutilo.- Celebro
que la presentaseis.
-Corindón
todavía tiene algo de sensatez a pesar de su senilidad.- Comentó el aludido.- Y siempre que me entrevisto con
él apelo a su sentimiento de fe. Todavía recuerda el porqué nos guió hasta este
mundo. Precisamente para liberarnos de la maléfica influencia de esos soberanos
terrestres.
-Desgraciadamente
no le debe de quedar mucho.- Suspiró la Dama Pirita.- Y esos oportunistas de
Lamproite y Berilo se arriman al heredero con evidente interés.
-Bueno,
tratan de mantener el favor del príncipe, apuestan por su futuro al lado de
Coraíon. Eso lo puedo comprender.- Comentó Turquesa.-
-¡No
a costa de nuestro planeta y nuestra libertad! – Rebatió bruscamente la
anciana, quien suspirando para tranquilizarse, agregó con más indiferencia.- De
todos modos, yo ya soy vieja, no me queda mucho. Será vuestro problema.
-Lástima
que faltase Anhidrita.- Comentó Rutilo.- Ella podría habernos prestado oídos.-
-¿Anhidrita?
Todo lo contrario.- Repuso la dama Pirita, recordando al resto.- Su hija está
casada con el marqués de Crimson.
-Y
ese advenedizo de Ópalo es un adulador más del príncipe. No tiene ni dieciocho
años todavía y ya actúa como un veterano intrigante. - Añadió Turquesa,
afirmando con desdén.- De haber estado aquí, votaría cualquier cosa que Coraíon
quisiera.
-Sí,
es terrible pero las principales familias de Némesis le están dando la espalda
al bienestar del planeta. Son unos inconscientes.- Declaró Azabache.-
-Del
que no me esperaba esto es de Talco.- Se molestó Turquesa.- Creía que compartía
nuestras ideas.
-¡Ese
votará lo que vote su amiguito Berilo! - Espetó Rutilo sin ocultar su
desprecio.- Ya sabéis que son tal para cual.
Los demás no quisieron ahondar en
ese espinoso asunto pero todos entendían por dónde iba la cuestión. Al fin fue
Azabache quien suspirando, afirmó.
-Nos
costará, pero debemos educar apropiadamente a las siguientes generaciones para
evitar que todo por lo que hemos luchado se pierda. Empezando por mantener a
raya ciertos comportamientos antinaturales.
Y él lo sabía bien. Tuvo un triste y
desgraciado episodio en su juventud, cuando, tras lograr casarse con una chica
a la que amaba, la única a la que de veras quiso, ella le despreció y se quitó
la vida. Azabache supo perfectamente el motivo de aquello. Y jamás perdonaría a los que perpetrasen ese
tipo de desviaciones.
-Al
menos en mi caso haré todo cuanto esté en mi mano para lograrlo. –Comentó en
tanto se despedía del resto. -
Así
concluyeron esa conversación. En efecto, los años siguieron transcurriendo.
Cada vez más y más extensión en la superficie de Némesis se iba colonizando y
la población aumentaba muy despacio. Parecía mentira pero el siguiente
perihelio se acercaba. Grafito ya era un hombre, sucedió a su madre como
miembro del consejo. Compartía esta dignidad junto a su primo Lamproite, el
heredero del marquesado de Crimson. Tras casarse con Azurita y tal como su
padre deseó antes de morir a una temprana edad, Lamproite se había afanado por
engrandecerlo. Además, tenía mucha influencia sobre Coraíon, el nieto del rey,
al que le unía una gran amistad. Su hermano menor Berilo no fue tan afortunado
y se lamentaba de que no fuera a heredar el título, aunque recibió un condado
menor, en uno de los lugares más inhóspitos del ya de por sí duro planeta. Eso
sí, sin haberse desposado todavía. También Idina había crecido mucho, de niña
fue muy graciosa y pizpireta. Realmente
la alegría de su abuela. Kimberly la dejaba muchas veces al cuidado de
Kurozuki. La anciana que dormitaba ahora, recordaba años atrás, siendo su nieta
pequeña.
-Dime
abuela. ¿Es verdad que te recuerdo a tu madre? - Quiso saber la cría una de
aquellas veces.-
-Sí,
mi amor. Tienes un color de pelo castaño claro que es la única gran
diferencia.- Pero tus gestos y tu mirada… ¡Ay, cariño!… a veces cuando cierro
los ojos me parece estar en mi casa, con mis padres…y mis abuelos.
-¿Sí?
¿Y cómo eran?- Le preguntó la pequeña.-
Kurozuki sonrió. Le enternecía ver
aquella carita con esos grandes ojos azules preguntarle de ese modo tan cándido
y lleno de interés. Le contó muchas historias, al menos de las que todavía
recordaba. Le habló de un gran libro que las contenía y de muchas personas.
-¿Entonces ella era tu abuela, como tú eres mi abuela?-
Inquirió la cría.-
-Así
es cariño. Ella es tu tatarabuela Connie.- Le aclaró a la pequeña.- Y ojalá
hubieran podido conocerte. Y tú a ellos…-Suspiró ahora más apenada.-
-Mamá
dice que dentro de pocos años estaremos cerca de la Tierra.- Le contó la niña.-
A lo mejor podemos ir a verles.
-La
Tierra…y también mi mundo natal. - Musitó la anciana.- Hace ya tanto tiempo…me
parece un sueño…
Kurozuki abrió los ojos, su pelo,
encanecido ya hasta ser casi totalmente blanco, estaba revuelto. Se había
quedado traspuesta en el sofá. Ahora oía una voz de mujer joven. Le costó
volver a la realidad. Era su nieta, sí, pero ya prácticamente adulta, la que le
decía con afecto.
-Abuela,
te has quedado dormida.
-Cariño.-
Sonrió débilmente ella añadiendo con un susurro.- No sé ni qué hora es.
-Las
catorce horas estándar.- Le respondió la muchacha.- Tienes que comer algo.
-No
tengo hambre.- Repuso con tono apagado su interlocutora.-
-Ya
sabes lo que te dijo el médico. - La riñó afectuosamente su nieta.- Y papá y
mamá se enfadarán conmigo si no me haces caso.
-No
me fio de ese doctor Alabastro.- Rezongó Kurozuki.- Quiero que venga la doctora
Topacita.
-Pero
abuela, la doctora Topacita ya se ha retirado casi por completo.- Le explicó
pacientemente su nieta, recordándole a la anciana.- Ahora dedica la mayor parte
de su tiempo a cuidar a mi amiga Maray, su hija.
Y tras quedarse pensativa durante un
momento, la Dama Kurozuki asintió suspirando.
-¿No
me digas? ¡Vaya! ¡Qué cabeza la mía, cariño! ¿Cuándo?
-Pues
desde hace un par de años ya. Topacita también está delicada de salud, igual
que mi amiga.- Le contó Idina como si eso fueran novedades para la anciana.-
De todos modos la joven tampoco
estaba muy al corriente, pero tiempo atrás Topacita presentó su renuncia al
príncipe Coraíon para ser la doctora titular de la Corte. Dijo sentirse mayor y
poco capaz de atender ya al rey de manera permanente, quien apenas salía ya de
sus aposentos por aquel entonces.
-La
verdad es que la pobre Topacita estaba muy rara.- Pensaba la muchacha sintiendo
lástima por ella.- Se verá mayor y cansada y solamente desea ocuparse de su
hija. Mi amiga Maray sigue con esos problemas crónicos de salud, y se pasa en
cama la mayor parte del tiempo.- Suspiró apenada.-
Sin embargo, dejó esas reflexiones e
insistió a su abuela con redoblada determinación y simpatía.
-Anda
abuelita. Come un poco, lo hice yo misma.
Al final la mujer condescendió y se
tomó una sopa y un poco de queso. Idina la miraba no sin pesar. Su abuela ya
estaba delicada de salud, pese a no ser tan mayor. Al menos no lo hubiese sido
en la Tierra. Sin embargo, en Némesis, como ya se temieron sus primeros moradores,
pese a los avances de la tecnología aquella energía de ese planeta que tanto
les ayudó para dar luz, calor, e incluso comenzar a crear una atmósfera
artificial en el interior de los domos, fue también muy dañina para sus
primeros habitantes. Muchos de los órganos de personas como Kurozuki y los de
su generación habían envejecido prematuramente. La joven no podía dejar de
entristecerse, viendo a su abuela en ese estado de postración. Ya apenas sí era
capaz de levantarse de la cama. Recordaba con mucho cariño como siendo ella muy
pequeña le cantaba e incluso le ponía algunas antiguas canciones de la Tierra.
-Eran
las favoritas de mis abuelos. Mi abuelo Tom cantaba muy bien, y mi madre era
también una estupenda cantante. La recuerdo siendo yo una niña, incluso llegó a
ser famosa creo.
-Eso
es genial, abuela.- Sonreía entonces la pequeña.- Y como me llamo igual que tu
madre, yo quisiera ser famosa también.
-Seguro
que en Némesis todos llegarán a conocerte. Algún día harás cosas estupendas,
cielo, cuando seas mayor.- Le aseguraba Kurozuki.-
Idina suspiraba ahora. Le dolía ver
a su querida abuela decayendo cada día más en su salud y su memoria. Ya ni tan
siquiera pintaba.
-¿Sabes
una cosa?- Le dijo tratando de animarla.- El Consejo se reunirá dentro de poco.
Votarán sobre tomar contacto con la Tierra en el próximo perihelio para
reafirmar lo que se decidió hace doce años. Y ahora hay una mayoría abrumadora
que dirá que sí. Y no únicamente a unos contactos limitados a responder a los
intentos de la Tierra, sino a llevar la iniciativa. Mi hermano es entusiasta. Y
algunos otros miembros importantes de la nobleza, también. Todos tenemos mucha
curiosidad y deseos de ser amigos de los terrestres.
Su interlocutora pudo sonreír,
aquello la llenó de felicidad. Tomó una mano de su nieta entre las suyas, ya
arrugadas, y le pidió entre unas cuantas toses…
-Si
vas algún día a la Tierra, visita a la reina de la Luna Nueva… seguro que mi amiga,
la princesa… ¡oh, Dios mío! ya ni recuerdo su nombre. Ésta memoria mía…-Se
lamentó para proseguir.- Bueno, tuvo que suceder a su madre hace ya mucho
tiempo. Y dile…dile que Loren le envía recuerdos…ese era mi nombre, mi
verdadero nombre…
-Claro,
abuela.- Sonrió tiernamente la muchacha.- Bueno, ahora tienes que descansar.
-Estoy
cansada.- Admitió la anciana, no sin antes tratar de animarse y preguntar.-
Pero cuéntame cariño. ¿Sigues viendo a ese chico?...
-¿A
Ópalo?- Sí.- Reconoció la joven que ahora se sonrojó un poco.- Nos queremos,
abuela. Aunque es algunos años mayor que yo. Espero que a nuestros padres no
les parezca mal.
-No
sé por qué iba a tener que parecerles mal.- Sonrió su contertulia para
sentenciar.- Estar enamorado y ser correspondido es lo más bonito del mundo,
cielo. Y tu abuelo Crimson, que en gloria esté, también era unos cuantos años
mayor que yo.
La chica sonrió más animada por esa
confidencia. Tras darle un beso en la mejilla a su interlocutora, declaró con
tintes de complicidad como si realmente se lo contase por primera vez, dado que
su pobre abuela olvidaba ya muchas cosas.
-De
hecho te voy a decir un secreto. Me ha pedido que me case con él y he
aceptado…es el hijo del conde de la región de Ayakashi y desde que era muy
joven tuvo que ocuparse de todo por la prematura muerte de sus padres. Aunque
exista una apreciable diferencia de edad lo tengo claro. Le quiero pese a que
no hemos podido tener mucho tiempo juntos, él tuvo que estar fuera muy a
menudo, viajando de aquí para allá y me ha pedido que antes le dé tiempo para
engrandecer sus dominios y consolidar su posición. A mí eso no me importa, pero…
Y viendo la expresión de felicidad
que translucía su nieta, combinada con esa última de ligera inquietud, la
anciana sonrió más ampliamente para declarar.
-Se
nota que eres dichosa, mi niña. No lo dudes. Seguro que sea hijo de conde o no,
viaje mucho o no, debe de quererte. O no tendrías esa mirada tan luminosa.
Procura no perderla nunca…Y si lo que quieren él o tus padres es tiempo antes
de la boda, dáselo. Pero mantente a su lado. La ceremonia es lo de menos. Lo
principal es que permanezcáis unidos, estéis donde estéis.
La aludida sonrió afectuosamente
pensando en eso. Conoció a Ópalo en una de esas raras ocasiones en las que ella
iba a la Corte, junto con su madre y su hermano. Pese a que Kimberly había
relegado el puesto en su hijo, seguía tomando parte en algunas reuniones
importantes. Grafito, al ir haciéndose cargo de representar a su familia en el
Consejo, invitó a su hermana menor a acompañarle para que tomara nota de cómo
eran allí las cosas. A Idina eso no le preocupaba mucho hasta que su hermano le
presentó a ese hombre, apuesto y con mucho carisma. Ella enseguida le encontró
fascinante. Ópalo le hablaba también de los viajes que hacía para encontrar
asteroides y cometas con los que proveer al planeta de minerales y agua.
-¡Eso
es muy heroico! - Exclamó la encandilada muchacha que no tenía más de quince
años cuando le conoció.- Te pones en peligro por el bienestar de todos.
-Bueno,
es sencillamente mi obligación.- Sonrió él que rayaba ya la treintena.- Todos
debemos trabajar por el bien de nuestro mundo y de los que viven en él.
-Sí,
es cierto. Mi abuela y mis padres siempre lo dicen.- Convino la chica.-
Ópalo entonces puso una mano sobre
una de las de ella, la muchacha se ruborizó al instante cuando ese individuo,
esbozando una sonrisa y con tono cercano y amable, replicó.
-Tu
familia sí que está compuesta por grandes personas. Y me gustaría ser tan
importante como, por ejemplo, tus abuelos o tus padres. Y casarme un día con
una hermosa muchacha que me diera hijos para perpetuar eso.
-Yo
también querría lo mismo.- Sonrió la engatusada Idina.-
Se despidieron y desde entonces ella
buscó cualquier pretexto para ir de visita a la Corte y al Consejo. Cuando
Ópalo estaba allí el joven siempre tenía tiempo para que ambos charlasen. Menos
de un año después el conde le dio su primer beso y se declaró. Llena de
alegría, la muchacha aceptó salir con él. Aunque tuvo alguna polémica con sus
padres por ello.
-¡Es
demasiado mayor para ti!- Le insistía Kimberly moviendo la cabeza.-
-Eso
no es ningún problema. Ya tengo dieciséis años.- Replicó ella.-
-Eres
una niña aun.- Intervino su padre, quien ya no gozaba de excesiva buena salud.-
Mira a tu hermano, él ni tan siquiera tiene novia todavía.- Le comentó entre
atónito y algo molesto.-
-Eso
es cosa de Grafito. Quizás no haya encontrado aun a la chica apropiada. Pero
aquí todos crecemos muy deprisa.- Argumentó la muchacha.- El propio príncipe
Coraíon ya tenía muchas responsabilidades de gobierno a mi edad. Y vosotros
también hacíais muchas cosas y además peligrosas, como explotar las riquezas
del subsuelo.
-Hija,
eran otros tiempos.- Suspiró pacientemente Kim para añadir con tono
conciliador.- Todo va mejorando, poco a poco estamos consiguiendo que la vida
aquí sea mejor y más larga. No tienes ya que apresurarte tanto. Además, apenas
conoces a ese hombre.
-Se
pasa la vida fuera de aquí, vete a saber a dónde va.- Añadió Richard.-
-Pues
a los asteroides, en busca de recursos, hace lo mismo que tú, mamá, incluso con
más riesgo. No deberíais hablar mal de él. - Le defendió Idina con patente
enfado.-
-No
hemos hablado mal de Ópalo.- Rebatió su padre.- Solamente te decimos que apenas
has estado con él. Le has visto las
escasas ocasiones en las que has ido a la Corte y estaba allí.
-Haznos
caso, cariño.- Le pidió su madre posando ambas manos sobre los hombros de la
joven.- Tienes que conocerle mejor. Tómate tiempo para verle más a menudo si lo
deseas. Pero no te comprometas tan a la ligera.
-Ya
es tarde, él me ha pedido que sea su esposa y le he dicho que sí.- Repuso
Idina.-
Sus padres se miraron y luego la
observaron a ella con desaprobación. Sin embargo, una resignada Kimberlita
suspiró sentenciando.
-Esta
claro que llevas los genes de las mujeres Kurozuki. Siempre fuimos muy rápidas
para enamorarnos. A veces con suerte, a veces sin ella.
-Espero
que en tu caso fueras afortunada.- Le sonrió ahora su esposo pasando un
cariñoso brazo tras la cintura.-
-No
me puedo quejar.- Asintió Kim, quien dirigiéndose una vez más a su hija le dijo
con tono más suave y comprensivo.- Cariño, si ese es tu deseo, no nos
interpondremos. Cuando era niña escuché
hablar a tu abuela de lo mal que ella lo pasó cuando sus padres se opusieron a
su romance con tu abuelo. Únicamente te pedimos que no corráis mucho a la hora
de casaros.
-
Es que, mamá.- Suspiró ahora la chica, afirmando no sin pesar.- La abuela
Kurozuki está cada día más delicada. Quiero que me vea vestida de novia y
casándome. Sé que le haría muchísima ilusión.
Y tras asentir, su madre pese a todo
replicó.
-Es
cierto, le gustaría mucho verte, pero no a costa de que te precipitases. De
todos modos, si no quieres hacerme caso a mí, habla con ella. Quizás te cuente
algunas cosas interesantes que te vendrían muy bien…
-¿Qué
cosas?- Inquirió la muchacha con perplejidad.-
-Habla
con ella y lo sabrás.- Sonrió enigmáticamente su padre.-
Y
así lo hizo. Sin embargo, la mente de la Dama Kurozuki erraba mucho de aquí
para allá, y si bien a veces parecía estar más lúcida y charlaba con ella
normalmente, en otras ocasiones divagaba sobre su juventud u otras cosas que
Idina no comprendía. Ahora la joven salió de esos recuerdos y tras besar
nuevamente a su abuela y acomodarla en la cama se despidió. Tenía mucho que
hacer, sobre todo, ver a su prometido para que él la acompañara a casa de sus padres a pedir oficialmente su
mano. Era esta una vieja tradición terrestre que algunos sectores en Némesis
estaban popularizando. Otras modas también afectaban a los jóvenes, como
algunos tipos de atuendos realmente llamativos. Trajes de baño, largos vestidos
o cortísimas faldas para ellas o pantalones de camuflaje, o trajes de etiqueta
para ellos. Atuendos desde luego de lo más variado. La razón estaba en que
desde algunos sectores se animaba a la población a desempolvar los viejos
recuerdos de sus ancestros sobre la Tierra. Las cosas habían cambiado a lo
largo de los años y tal y como Idina le comentase a su abuela, las nuevas
generaciones no veían amenaza alguna y sí que tenían curiosidad y deseos de
viajar hasta allí a conocer ese mítico mundo. De poco valían ya los cada vez
más escasos miembros de la vida social o política de Némesis que predicaban la
desconfianza hacia los monarcas de la Tierra y la Luna.
-¡Cariño!
– Llegó la joven visiblemente contenta, al encuentro de su prometido.-
El futuro conde de Ayakashi la
aguardaba en uno de aquellos parques que ya existían en Némesis. Si bien eran
reducidos y con muy poca vegetación, a los habitantes de ese mundo les parecían
un auténtico vergel. De las pocas superestructuras que se construían dado que
la mayor parte de las zonas habitables se edificaban bajo la superficie. Sin
embargo, esas escasas parcelas de arbolado, flores y hierbas se erguían bajo
unas grandes cúpulas protectoras desafiando el entorno hostil y desolado de ese
mundo, creando una mini atmósfera alimentada por energía luminosa producida por
grandes generadores. Idina dedicó unos instantes a pensar sobre eso en tanto
caminaba adentrándose en aquel pequeño trozo de vida y naturaleza. Al fin
le encontró allí. Ese hombre, alto,
moreno con alguna cana ya, y de ojos azules, sonrió asimismo al verla.
-¿Se
lo has dicho ya a tus padres?- Se interesó tras abrazarla y darle un largo beso
en los labios.-
-Sí,
y al principio no les gustó la idea.- Confesó ella narrándole gran parte de esa
discusión.- Después hablé con mi abuela.
Fui a visitarla, la pobre está muy delicada de salud. -Le informó algo apenada
ahora.-
-Tu
abuela es una gran mujer. Una de las primeras grandes damas de Némesis. Gracias
a ella y a otros de su generación, estamos todos aquí.- Declaró su prometido
con visos de sinceridad y admiración en su voz.-
-Su
anhelo siempre fue volver a su mundo, visitar la Tierra y que nosotros
pudiéramos conocerla.- Le comentó su interlocutora.- Por desgracia, ella no
podrá volver a ver ese planeta.
-Sin
embargo, su sueño no alcanza únicamente para ella, seguro que piensa en ti.
Algún día eso será posible para nosotros. Es más, te diré un secreto, si me lo
guardas.
La atónita chica asintió para afirmar
de inmediato con patente curiosidad y entusiasmo.
-Claro
que sí. ¿Qué secreto?
Su prometido entonces le susurró a
un oído, como si de este modo se asegurase de que nadie más pudiera oírles,
pese a que estuvieran los dos solos en esa parte del jardín.
-Creo
que dentro de poco, cuando se celebre la votación y la ganemos, saldrá
finalmente una nave.
-¿Crees
que la vamos a ganar?- Inquirió la esperanzada jovencita.-
-No
me cabe la menor duda. Y por lo que sé, el propio príncipe Coraíon va a ir en misión
diplomática. Quizás pueda incluso acompañarle. ¡Es una grandísima oportunidad!
– Afirmó él con entusiasmo.-
La muchacha decreció en su propia
exaltación y se entristeció al escuchar aquello. Ir a la Tierra llevaría
muchísimo tiempo. Miró a su prometido de una forma tal que él sonrió, tomándola
por los hombros y tratando de tranquilizarla.
-De
todas formas, es difícil que pueda acompañarle. Pero en el caso de que el
príncipe me eligiera para nutrir su séquito no tardaríamos en retornar. Tampoco
él puede permitirse estar demasiado tiempo lejos de la Corte. ¡E imagina las
ventajas! Eso nos daría mucha
consideración entre las familias más notables. Además, de ese modo tus padres
se quedarían más tranquilos. Si quieren algo de tiempo antes de que nos casemos,
se lo daremos. Nada más sencillo. Y además estarían muy orgullosos de lo que
podamos conseguir si llegamos a un acuerdo con la Tierra, ya verás, Idina…seré
digno de ti.
La muchacha suspiró. Eso de firmar tratados
con los terrestres y de ganar prestigio en la Corte no le preocupaba en
realidad. Solamente quería estar junto al que era el amor de su vida. Pero
comprendía el deseo de su prometido por engrandecer su clan. Dejando eso al
margen por el momento, era cierto que sus padres a buen seguro que verían bien
eso. De hecho, los dos fueron a visitarles. Cuando Ópalo les transmitió su idea
de aguardar a conocer un poco mejor a Idina sin hacer alusión a ese posible
viaje, aceptaron ese compromiso con más agrado. Y los acontecimientos dieron la
razón al conde. Se celebró la votación obteniéndose una mayoría clara a favor
de restaurar oficialmente los contactos con la Tierra y otros planetas. Ese
viaje se llevó a cabo e incluso dio tiempo a que Ópalo acompañase al príncipe
Coraíon a la Tierra aprovechando el perihelio.
Tras un periodo de varios meses hasta regresar todo eran buenas
noticias. Sobrepasando incluso las mejores expectativas de Ópalo. El heredero
al trono incluso volvió comprometido para contraer nupcias con una princesa
terrestre con las bendiciones de su abuelo quien, pese a todo, seguía viviendo
gracias a los cuidados prescritos por Topacita y que le aplicaba su sucesor en
el cargo de médico real, el competente doctor Alabastro. En lo que respectaba
al regreso y compromiso de Coraíon, la noticia fue una bomba. Para muchos era
un faro de esperanza, para otros una intromisión. Y algunas importantes damas
como Turquesa, no pudieron ocultar demasiado su decepción e incluso
humillación. La joven se desahogaba amargamente charlando con Talco.
-¡Años!
¡Años de esperarle! De aguardar una respuesta a mis atenciones y a mi interés,
¡y el muy canalla se compromete con la primera furcia que encuentra en la
Tierra!
-No
deberías hablar así de nuestro próximo rey.- Le aconsejó su interlocutor con
tono cauto.-
-¡Al
diablo con él! -Espetó la dolida joven.- Yo soy una duquesa.
-Pero
creo recordar que su prometida es una princesa. ¡En eso te gana! - Le recordó
Talco, quien incluso parecía divertirse a costa de la indignada Turquesa,
alegando.- Hasta tiene un nombre como los nuestros, Amatista.
-Ya
lo veremos.- Masculló ésta, deduciendo.- No me creo que se haya enamorado así,
sin más. Lleva años yendo de viaje, según él y ese intrigante de Ópalo, a
buscar minerales. Para mí, ha debido de estar en contacto con la Tierra o algún
planeta del sistema solar interior de manera clandestina. Y en este viaje que
ya estaba oficialmente aprobado por el Consejo, ¡qué casualidad!- Agregó con
sorna.- ¡Va y se enamora! A mí me suena a boda pactada de antemano. Es lo que
sospechábamos desde hace años. Todo estaba preparado. ¡Nos querían imponer como
reina a una extranjera y vaya si lo han hecho!
Y
es que en el ambiente cortesano se rumoreaba que una de las finalidades de su
viaje había sido precisamente esa. Su novia, efectivamente una princesa lunar
de origen terrestre, llegó a Némesis un par de meses después. Pese a perjurar
que ella jamás se dignaría ni saludarla, Turquesa estuvo allí, en la recepción
de bienvenida oficial que se le dispensó a tan insigne recién llegada. Al descender
de la lanzadera que la llevó hasta el astropuerto de la capital, la joven fue
recibida por su prometido. Los dos juntos descendieron tomados de la mano.
-Es
un honor el teneros aquí, Alteza.- Saludó inmediatamente Lamproite haciendo una
inclinación.-
-Sed
muy bienvenida a nuestro planeta.- Añadió Topace haciendo lo propio, junto con
su yerno Cuarzo. -
El resto de cortesanos importantes y
miembros del consejo igualmente estaban allí, y siguieron el ejemplo de los dos
nobles que les habían precedido, de modos más o menos entusiastas. El príncipe
y ella, tras subir a un atril, quisieron
dirigirse a los presentes. Fue Coraíon quien tomó la palabra.
-Os
presento oficialmente a la princesa Amatista Nairía, del reino de la Luna. Ella
es mi prometida y futura esposa. Si bien nos hemos casado en su reino, se
convertirá oficialmente en princesa de Némesis en cuanto celebremos nuestra
boda aquí.
Y le cedió el turno a la aludida
quien, sonriendo ampliamente y tras unos momentos de silencio, declaró.
-Estoy
encantada de estar en este planeta. Me siento muy feliz con mi amado y deseo
ser una más entre vosotros y ayudar a tender puentes de hermandad y comprensión
entre nuestros mundos. Desde ahora Némesis es mi hogar también. Haré todo lo
que esté en mis manos para ser digna de esta gran responsabilidad y privilegio.
Muchas gracias a todos por vuestra maravillosa acogida.
Esas
palabras gustaron a bastantes de los allí presentes. Y es que esa joven era
realmente hermosa y transmitía un aura de bondad que cautivó a no pocos de los
habitantes del planeta. Su larga cabellera rubia dorada y sus ojos malva, en
unión a esa sonrisa amplia y franca, parecieron ganarse inmediatamente a gran
parte de los que iban a ser sus súbditos. Para otros en cambio no dejaba de ser
una extraña de la que no podían fiarse. Entre aquellos a quienes no gustaba
además obviamente de a Turquesa, se podían citar a Azabache, Talco o Rutilo,
entre otros. Incluso Berilo era algo reticente. Sin embargo, Topacita, quien
junto a su familia acudió como invitada personalmente por Coraíon a la
recepción en honor de la recién llegada, simpatizó de inmediato con esa joven
princesa.
-Es
un gran honor para nosotros teneros aquí, Alteza.- La saludó la doctora
haciendo una leve inclinación.-
-El
honor es mío, duquesa Topacita de Green.- Repuso afablemente la joven, quien
parecía haberse informado muy bien sobre sus cortesanos más notables.-
-Esta
es mi hija Maray, señora.- Añadió la noble presentando a su hija, quien a su
vez se inclinó ante la princesa.-
-Alteza,
me siento muy honrada de poder conoceros. -Declaró la joven que daba la
impresión de encontrarse mejor tras bastante tiempo de tratamiento.-
-Lo
mismo digo. Sois una de las familias más importantes y antiguas de Némesis. Os
doy las gracias por venir a esta recepción.- Sonrió Amatista.-
-
Si os lo puedo preguntar. ¿Sois en efecto una princesa de la Luna?- Quiso saber
la fascinada Maray.-
Su madre la miró con reprobación,
quizás eso no fuera lo adecuado. Preguntarlo era como poner en cuestión su
origen, por fortuna la interpelada no lo interpretó de ese modo. Al contrario,
asintió pareciendo sentirse halagada y sonriendo una vez más. Para explicar.
-Mi
madre es la reina Selene, es hija de la reina Alice y nieta de la mismísima
reina Neherenia Moon light que fue mi bisabuela.
-¡Oh!-
Exclamó entonces Topacita, iluminando su semblante para afirmar llena de
sorpresa y alegría.- En ese caso Alteza, mi abuela fue la camarera principal de
vuestra bisabuela.
-Y
mi abuela fue una buena amiga de vuestra madre.- Convino Amatista dejando
perplejas a sus interlocutoras, más al agregar.- Lo he leído en sus diarios.
Vuestra madre se llamaba Brise. ¿No es así?
-Así
es, señora.- Pudo sonreír una emocionada Topacita.- Aunque aquí cambiaron su
nombre por el de Zirconita.
-Me
agrada mucho que nosotras, sus descendientes, nos hayamos conocido y podamos
tener la ocasión de reeditar esas amistades.- Afirmó la princesa.-
Desde luego que ninguna tocó el
espinoso tema de aquella lejana traición de la entonces conocida por Brise
contra los soberanos. Aquel fue el motivo de su encarcelamiento durante años y
su postrero exilio a Némesis. Por si acaso, Topacita se apresuró a decir.
-Seremos
vuestras leales súbditas. Tanto mi hija como yo os ayudaremos en todo cuanto
podamos. Señora.
-Os
lo agradezco muchísimo. Para mí es importante tener amigas en quien poder
apoyarme un sitio que es totalmente nuevo para mí.- Confesó Amatista.-
Su charla se vio interrumpida por la
llegada de una obsequiosa Turquesa quien, como no podía ser de otro modo, dio
sus parabienes a la princesa. La recién llegada a Némesis se mostró amable con
ella, aunque no sonrió con la misma profusión que con sus anteriores
contertulias. Así, tras un par de horas, y después de ir a rendirle pleitesía
al anciano soberano, quien a su vez dio la más cordial bienvenida a la novia de
su nieto, finalmente los príncipes se retiraron a descansar.
-¿Qué
te ha parecido?- Quiso saber un expectante Coraíon, una vez que ambos
estuvieron en la soledad de sus aposentos.-
-La
mayor parte de tus cortesanos son buena gente.- Afirmó su interlocutora.- Mi
mayor deseo es ser también de su agrado.
-Por
supuesto que lo serás.- Aseguró Coraíon. – Aunque ya sabes que con algunos
deberás ser muy cuidadosa.
-Sí,
no ignoro que bastantes de ellos no han visto nuestro enlace con buenos ojos.-
Repuso la joven, con algo de pesar.-
-No
te preocupes, es cuestión de saber llevarlos. Mi abuelo me ha enseñado a
hacerlo. Es un maestro en eso. Y supongo que tú habrás tenido buenos profesores
también.- Comentó su prometido.-
-Sí,
en la corte de los soberanos Serenity y Endimión también me aconsejaron ser
prudente y conciliadora, pero sin caer en la debilidad.- Sentenció la muchacha
suspirando para rematar. – Bueno veremos cómo discurren los acontecimientos.
Y
en efecto estos deberían ir siguiendo su curso. Al menos la mayoría de sus
súbditos, deseosos de cambios y novedades, la acogieron bien, aunque deseando
poder conocerla más para formarse una opinión más sólida. Y estaba claro que
esa chica se daba perfecta cuenta de ello dado que siempre se mostraba amable y
accesible con todo aquel que tenía interés en aproximarse a ella. De hecho, en
algo sí que tenía razón Turquesa. La relación entre Coraíon y esa muchacha ya
se había consolidado en el tiempo que él pasó fuera de Némesis. Tal y como
ellos mismos admitieron, había contraído nupcias anteriormente en la corte de
la Luna, teniendo como padrinos a los propios Endimión y Serenity. Y a las
pocas semanas repitieron la ceremonia en Némesis. Apenas al año siguiente
tuvieron un hijo, le llamaron Diamante. Solamente la muerte del rey Corindón
empañó aquellos momentos de celebración. El anciano, antes de su último
suspiro, aferró la mano de su sucesor musitando con las pocas fuerzas que le
quedaban.
-Mantente
alerta, siempre alerta, el mal sigue vagando por aquí…
-No
temas por eso. Sabré enfrentarlo, abuelo. Tú me has enseñado muy bien.- Le
aseguró afectuosamente su interlocutor.-
Topacita
estaba a su lado, en esa ocasión especial, había dejado por un momento su
retiro y a petición expresa del moribundo acudió junto a él, tratando de
aliviar el dolor que ese anciano sufría en sus últimos momentos. Pudo estar
unos minutos a solas y conversar un poco con el monarca. Corindón parecía estar
algo más lúcido ahora, en sus instantes postreros.
-Debo
decirte algo, algo que ni tan siquiera sabe mi nieto.- Le susurró cuando este
se alejó durante unos instantes.-
-Decidme,
Majestad.- Le pidió ella, visiblemente intrigada.-
-Conoces
lo que pasó con su madre… y con la hija de Karst.- Le comentó éste.-
-Fue
terrible.- Suspiró la doctora pidiéndole con afabilidad al convaleciente.- No
os torturéis por eso. La pobre Magnetita estaba confundida.
Aunque Corindón negó vehementemente
con la cabeza y pudo susurrar.
-Esa
chica no era así. Yo la conocí, era una buena muchacha y esa otra…la
obligó…hubo que engañarla... Ámbar y
ella en realidad. Yo sé quién era esa impostora…
Topacita escuchaba con perplejidad
esa serie de frases inconexas. Dudaba mucho de que el pobre anciano estuviera
ya en sus cabales. Aquel escándalo le afectó en gran medida, a él y a su amigo
y consejero de antaño. En resumen, sorprendieron a Ámbar y a Magnetita juntas
en el lecho. La pobre princesa al parecer, deprimida tras la pérdida de su
esposo, el príncipe Karst, halló consuelo en los brazos de esa jovencita que se
había convertido en su camarera principal, pasando de una relación de amistad a
otra contra natura. La reacción del padre de Magnetita fue rápida y
contundente, la apartó de la Corte y la obligó a un matrimonio de conveniencia
con un jovencísimo Azabache. Al poco tiempo, dias después de que la propia
Topacita la atendiese, Ámbar fue encontrada muerta en su cama. Los lloros de su
hijo que apenas era poco más que un bebé, el ahora príncipe heredero, alertaron
a sus camareras. Cuando lo supo, Magnetita se quitó la vida. Algunos cuentan
que saltó a un profundo abismo, lleno de energía oscura. Jamás encontraron su
cuerpo.
-Azabache
nunca habla de ese matrimonio. Pero sé cuanto odio y resentimiento alberga
contra ese tipo de personas. Las culpa del triste final de su esposa.- Musitó
Corindón.-
-Fue
muy triste, Majestad. No me sorprende que no lo haya mencionado nunca. - Afirmó
ella, lamentándose al agregar.- Y lo de Ámbar fue terrible, era una buena
chica. La depresión y que separasen a Magnetita de su lado de esa forma,
solamente agravaron su debilidad. Quizás enloqueció por ello.
-No
fue eso lo que pasó.- Pudo objetar Corindón, sonriendo ahora casi con expresión
de triunfo para sentenciar.- Fue esa individua quien provocó todo. Tengo
pruebas ocultas a buen recaudo. No las hice públicas antes para evitar cosas
peores a mi familia. Sé que tiene siervos que se ocultan a plena vista y que no
han dejado de tramar nuestra destrucción desde entonces. Pero ya no podrán
hacerme nada. Ni ella, ni sus acólitos. Voy a morir igualmente. Escúchame. Tú
debes saberlo para poder advertir un día a mi nieto. Hasta entonces guarda el
secreto, porque, si ella llegase a averiguar que lo sabes…
-¿Ella?
¿Quién es ella? -Quiso saber la desconcertada facultativa.-
Corindón le hizo una seña para que
se aproximase más y le contó entre susurros una escalofriante e inverosímil
historia. Cuando a duras penas concluyó, le ordenó a la perpleja Topacita.
-¡Júrame
que guardarás este secreto hasta que llegue el momento!
-Sí,
Majestad, os lo juro.- Se apresuró a convenir la galena.- Podéis confiar en mí.
Desde luego que lo guardaría.
Aquello era realmente disparatado. El pobre soberano había perdido del todo la
razón. No obstante, pareció sentirse aliviado con la palabra de su doctora. Al
poco entró Alabastro y después algún que otro miembro de la Corte. Topacita se
despidió de Corindón. Fue la última vez que le vio con vida. Tras su
fallecimiento, ella dio el pésame a todos sus allegados, comenzando por su
nieto y heredero.
-Lo
lamento mucho. Majestad. - Pudo decir dándole ya ese tratamiento.-
-Mi
abuelo vivió una vida larga y provechosa. Fue quien nos guió incluso desde
antes del Gran Sueño.- Declaró Coraíon ante la corte con tono lleno de
reconocimiento.- Y fue también un padre para mí en lugar del que no pude
conocer. Ahora él descansa ya y es nuestro turno para continuar su legado. Y
hemos dado los primeros pasos para ello, abriendo la puerta a la esperanza y la
reconciliación con la Tierra y el resto del sistema solar con mis desposorios.
Y así el nuevo monarca
fue coronado. Su primera gran medida de gobierno fue el firmar un acuerdo de
paz y cooperación con la Tierra y la Luna. Pero no fue esa la única alianza que
se forjó. En el mismo planeta Némesis, una despechada Turquesa hizo lo posible
por acercarse a alguien influyente. Deseaba tener un puesto importante en la
Corte.
-Lo
difícil es encontrar a alguien con poder y terrenos que esté libre para
desposarme.- Se decía con malestar.-
De
hecho, era muy amargo para ella. Siempre puso sus esperanzas en casarse con el
ahora soberano y convertirse en reina. Ahora debía renunciar a eso. Y por si
fuera poco, sonreír y mostrarse amable y humilde ante esa advenediza de la
Luna. Así lo pensaba un día, paseando a solas por uno de los jardines cercanos
a palacio, cuando una mujer morena, algo más baja que ella, se le aproximó.
-Lamento
mucho tu mala suerte.- Le susurró dejándola perpleja.-
-¿Quién
es usted?- Inquirió Turquesa.-
-Alguien
que te entiende muy bien, estás condenada a representar un papel que odias.
Sumisión y sonrisas ante esa usurpadora.- Le replicó aquella extraña.-
-No
sabe de lo que habla, ¡déjeme en paz! - Le exigió con tono altivo y molesto la
duquesa.-
-
Estabais en lo cierto con Coraíon. Os ha engañado a todos, tenían este pacto de
amistad con la Tierra y la Luna planeado desde hacía mucho tiempo, yendo allí a
escondidas. Por eso se ausentaba tanto.- Se sonrió ladinamente esa mujer,
agregando.- Ahora ya es tarde para cambiar eso. Sin embargo, piensa en una
cosa. En tu caso, ya que tienes que representar ese papel, hazlo bien. La nueva
reina necesitará a alguien de, llamémosle confianza, cerca. El puesto aún no
está ocupado. Pero si no tienes cuidado, esa Topacita se hará con él.
-¿Topacita?
Esa mujer es una vieja doctora. Nunca ha tenido interés en la Corte y está
retirada. Fue camarera siendo muy joven y lo dejó. No iba a regresar ahora. -
Opuso una incrédula Turquesa, alegando con indiferencia.- No tengo nada en su
contra.
-No
me refiero directamente a ella, sino a su hija. Imagínate, Maray de
Green-Emeraude, la heredera de su ducado, casada con ese Cuarzo. Todavía no
tienen hijos pero, cuando eso ocurra…y pronto sucederá, imagina el poder que
acumularán. Solamente faltaría que Maray se convirtiera en la primera dama de
esa furcia extranjera.
-¡Claro!-
Exclamó la atónita Turquesa dándole vueltas a aquello.- Tiene mucho sentido.
Esa jovencita ha frecuentado bastante la corte en estos últimos meses. Desde
que el rey Corindón murió. Y la he visto tratarse con esa usurpadora. Aunque
con su estado de salud, no creo que represente mucho problema.
-Pero
su madre es muy buena doctora, créeme, lo sé muy bien. Puede que Maray haya
mejorado durante estos últimos años o incluso que esté curada. En cualquier
caso deberías adelantarte.- Le aconsejó aquella morena individua, mirándola de
arriba a abajo con sus profundos y azules ojos para afirmar. -Eres hermosa
todavía. Podrías ganarte a algún influyente cortesano y establecerte cerca de
la familia Real.
Su
interlocutora asintió despacio, había algo extraño en esa mujer, para empezar
sus ropas. Parecían algo trasnochadas, aunque seguramente fuera una de esas que
admiraba la moda retro. Turquesa suspiró, miró en derredor, observando las
flores y escuchando el rumor de los arroyuelos que las regaban y respondió.
-Tiene
toda la razón, gracias por…
Sin embargo, cuando quiso mirar
hacia su contertulia no vio a nadie. Se encogió de hombros y prosiguió su
paseo. Era muy extraño. Ahora le daba la impresión incluso de no haber charlado
con ninguna persona. Ese jardín estaba desierto a esas horas. No obstante, esas
ideas se asentaron en su mente como propias. Entre tanto, la aludida Maray
estaba algo inquieta. Su matrimonio iba bien y hasta su salud parecía en efecto
estar mejorando. En las tierras de su esposo las condiciones de vida eran mucho
mejores y se notaba. Incluso había tenido una maravillosa noticia hacía apenas
un mes. Cuando se lo dijo a Cuarzo, este saltó literalmente de alegría.
-¡Estás
embarazada!- Exclamó él abrazándola, con cuidado eso sí.-
-Mi
propia madre me lo dijo cuando me reconoció la última vez.- Le contó la
entusiasmada Maray.-
Aunque hubo un detalle que no quiso
revelarle a su esposo. Su madre no parecía haberse alegrado mucho de aquello.
Le dijo que era maravilloso y le dio todos los parabienes habituales en esos
casos, pero su mirada expresaba tristeza o incluso temor y su tono estaba
exento de entusiasmo. Quizás fue lo que Maray se imaginó. Sea como fuere, los
meses de embarazo fueron transcurriendo y la joven futura madre tuvo que quedarse
en sus dominios para descansar y tener un parto lo más seguro y tranquilo
posible. Eso le explicó su progenitora, quien asimismo estaba algo delicada de
salud.
-Lo
mejor será que nos quedemos aquí, hija.
Por lo menos hasta que tengas al bebé.- Le aconsejó Topacita quien tampoco
tenía ya demasiadas fuerzas como para viajar asiduamente a la Corte.- Tu padre
vendrá también, todos estaremos en familia para recibir al nuevo miembro.
Aunque
las circunstancias no permitirían que ese consejo se cumpliese. A su vez, Topacita estaba muy preocupada. Su hija tenía
debilidad crónica y tal y como ella se había temido hacía años, un embarazo iba
a poner a prueba su capacidad de aguante. Pero jamás tuvo el valor de decirle eso.
Contaba eso sí, con que los años de felicidad transcurridos desde que se casó y
el ambiente más propicio del ducado de Green la ayudasen. También se acordaba
de sus últimas estancias en la Corte. Pese a estar oficialmente retirada había
tenido la ocasión de ayudar a asistir a la soberana en su parto. La propia
reina así lo quiso. Todo salió a la
perfección y un robusto heredero varón vino al mundo. Poco tiempo después Amatista, agradecida, le
deseó mucha suerte para Maray.
-Sé
que vuestra hija está encinta. Os felicito, doctora.- Sonrió acunando a su
propio bebé en sus brazos.-
-Gracias,
Majestad. Espero que todo vaya tan bien como en vuestro caso.-Suspiró la
facultativa.-
La reina debió de percibir su
expresión de temor, la interrogó con la mirada y una concernida Topacita le
contó lo que sucedía.
-Si
podemos hacer cualquier cosa por vuestra hija, no dudéis en solicitarla.-
Afirmó de inmediato la soberana.-
-Gracias,
Majestad.- Pudo sonreír ella con reconocimiento.-
-¿Sabéis
una cosa?- Le preguntó Amatista quien, sin esperar respuesta, le comentó.- Me
estuve informando antes de venir a Némesis. Y he leído sobre algunas familias
importantes de aquí, entre ellas, de la vuestra. Lo comentamos cuando llegué. Vuestra madre
era la Condesa Brise, ¿No es así?
-Sí,
Majestad.- Admitió su interlocutora con nostalgia.-
-Mi
abuela, la reina Alice, me contó algo cuando yo era muy pequeña. Me dijo que
una muy querida amiga suya se llamaba así. Pero que se fue de la Luna y emigró
a Némesis.
-Sí,
Señora. Esa era mi madre.- Sonrió Topacita afirmando con voz queda.- Y ella
siempre recordó a vuestra abuela con mucho cariño. De veras la quería mucho. A
pesar de todo lo que sucedió.
-No
estoy muy versada en lo que pasó entonces. Como os dije hace años, mi abuela
dejó un diario escrito con algunas cosas. Pero no entraba en detalles.- Repuso
su contertulia, afirmando.- Pero fuera lo que fuese, siempre le dedicó bonitas
palabras a vuestra madre. Le dio mucha pena no volver a saber de ella. ¿Quién
le iba a decir que su nieta se reuniría un día con la hija de su amiga? ¿O que
la nieta de la condesa Brise, iba a ser una de mis damas de confianza? Eso
cuando vuestra hija esté totalmente recobrada de su alumbramiento, claro está.
-Os
lo agradezco mucho en su nombre, Majestad. Aunque no sé si la salud de mi hija
le permitiría estar mucho tiempo en la Corte.- Objetó la doctora.-
-Por
lo que sé, en esta parte del planeta, la energía oscura está más atenuada.
Igual que en vuestros dominios. Fue por eso, entre otras cosas, que la capital
se estableció aquí.- Comentó Amatista.-
-Sí,
Majestad. Pero las dolencias de mi hija no se asocian directamente a eso.- Le
contó Topacita con pesar.- Llevo tratándola prácticamente desde que nació. No
sé, quizás sea una especie de alergia al entorno, o puede que una malformación.
-Comprendo.
Ojalá que encontréis la cura algún día.- La animó la soberana.- Y si Maray se
repone, me encantaría tenerla aquí, y que su bebé al nacer se hiciera amigo de
mi hijo. De ese modo mantendríamos esta hermosa y larga tradición.
Los lloros de su propio retoño la
distrajeron y la reina fue a atenderle. Topacita aprovechó para despedirse y
salir de sus estancias. Caminaba por uno de los corredores del palacio cuando
la duquesa Turquesa se aproximó saludándola con afabilidad.
-Hola
doctora. Me alegra veros. ¿Qué tal están su Majestad y el príncipe Diamante?
-Muy
bien, el niño ha nacido fuerte. Y la soberana está perfectamente. – Respondió
Topacita.-
-Celebro
saberlo. Os doy mis saludos para vos y vuestra familia.
-Sois
muy amable, lo mismo os digo.- Sonrió la facultativa.-
Se despidieron así, Turquesa la
observó alejarse borrando de inmediato esa falsa sonrisa.
-Creo
que ha llegado la hora de que su Majestad frecuente otras compañías más acordes
a su categoría.- Se dijo.-
Y no es que no respetase a Topacita
por sus conocimientos, incluso por ser una igual, duquesa como ella. No
obstante, la doctora siempre actuaba de un modo tan servicial e incluso tan
llano, que daba la impresión de no ser de noble cuna. Y la sosa de su hija era
mucho peor. Una mojigata debilucha que tendría que ser más cuidada que la
propia reina.
-La
propia Amatista tendría que hacer de sirvienta de su camarera.- Se sonrió.-
En fin, dejó aquello y se dirigió a
hacer una visita de pleitesía a esa usurpadora y a su retoño.
-¡Qué
remedio! Si quiero alcanzar la posición que merezco tendré que hacer algunos
sacrificios.- Se dijo.-
Otro que seguía alentando su
ambición era Lamproite. Con el próximo nacimiento de su hijo el noble estaba más
dispuesto que nunca a afianzar su puesto en la Corte y el Consejo. Coraíon
había estado aplazando algunos nombramientos claves tras la muerte de su
abuelo. A eso se unía que muchos de los que sirvieron a Corindón o eran ya
demasiado viejos o habían ido falleciendo. Era tiempo de que una nueva
generación tomase el relevo. Y él estaba más que preparado. Así lo habló con su
esposa Azurita quien no pudo estar más de acuerdo. Incluso si eso significaba
que él se mantuviera alejado de su marquesado. Además, su madre y su esposa no
terminaban de llevarse muy bien.
Tradicionalmente había sido Cordierita, quien se ocupase de administrar
el marquesado y sus terrenos, amén de organizar la política a seguir, desde que
su esposo falleció. Ahora su nuera la había desplazado. Al menos estaban unidas
por el interés de que su casa medrase.
-Bueno,
a diferencia de mi hermano, yo me he casado, voy a asegurar la descendencia y
tengo buenas conexiones en la capital. -Pensaba él no sin satisfacción. -
Y Berilo en efecto seguía soltero,
decía no haber encontrado a la candidata ideal, sin embargo, lo cierto es que
no le atraía mujer alguna, aunque si que había posado sus ojos en Talco desde
hacía tiempo. Lo recordaba ahora, tumbado en su lecho junto a él.
-Eso
pensaba entonces, que mi familia no lo verían bien. Y no sabía si tú ibas a
compartir mis sentimientos.- Suspiró.-
-Pues
ya ves como sí que lo he hecho.- Repuso su amante, acostado a su lado.-
Y es que aquel apuesto individuo por
su parte le sonreía a menudo cuando se veían por los salones de palacio. Hasta
que cierto día, se aproximó con fingida indiferencia a Berilo y le susurró.
-Te
veo muy sólo. ¿No te importará que te haga compañía, verdad?
-En
absoluto.- Repuso éste mirándole a los ojos con evidente deseo de que así
fuera.-
Talco miró en varias direcciones y
cuando se aseguró de que no había nadie por los alrededores le agarró de una
mano guiándole.
-Vamos
a un lugar más privado.- Afirmó.-
Entraron en una sala apartada y
cerraron la puerta, a los pocos instantes ya se estaban besando pasionalmente
en la boca. Sus lenguas juguetearon por unos instantes y pasaron a desvestirse. Tras dar rienda suelta a sus
deseos, Berilo le comentó todavía entre jadeos.
-Esto
ha sido una liberación. Ya estaba harto de verte siempre y no poder ni
hablarte.
-Bueno,
puedo decir lo mismo.- Contestó éste igualmente jadeante, para agregar.- En
este planeta la presión por formar familias y tener descendencia es terrible.
Aunque es comprensible. Sin embargo, eso deja a las gentes como nosotros muy
poco margen.
-Pues
no me gustaría que nadie lo supiera, en especial mi hermano Lamproite. Él está
casado con una homófoba redomada como Azurita. Sé que a ella no le caigo bien,
y eso que desconoce cuáles son mis preferencias sexuales. Pese a que quizás las sospeche. Así que llevo
algún tiempo meditando si no sería conveniente fingir y casarme con alguna
chica. Más que nada para crear una familia y tener algún descendiente.
-Eso
sería un martirio. Al menos para mí. – Suspiró su contertulio, añadiendo ahora
también con preocupación.- Y por si fuera poco, tras su decepción con Coraíon,
esa pesada de Turquesa se me está acercando cada vez más.
-Sería
un buen partido.- Argumentó su amante, no sin sorna pero al tiempo admitiendo
que no era una posibilidad tan descabellada.-
-No
sé hasta que punto merece la pena sacrificarse tanto para obtener más poder. A
fin de cuentas este está ya muy repartido entre tu hermano y los
Green-Emeraude.- Contestó Talco suspirando resignado para sentenciar.- Y por si
fuera poco, llega esa extranjera dispuesta a hacerse con el mando aquí.
-Sí,
en eso mi hermano tiene alguna reserva. Al principio no le preocupaba, pensaba
sencillamente que era una tonta enamorada del príncipe Coraíon. Pero nuestra
reina ha demostrado tener mucha iniciativa. Siempre que puede se dedica a
viajar por los diferentes territorios y no hace más que inspeccionarlo todo. Y
es el rey quien come de la palma de su mano, prestando oídos a cada palabra
suya.- Admitió Berilo, suspirando.- Por fortuna, el nacimiento de su hijo la
mantendrá más tiempo en palacio ahora.
-Aunque
por otro lado, viniendo de la Luna, ella sería más tolerante hacia las personas
en nuestra situación. - Aseveró su contertulio confesándose desconcertado al
sentenciar.- Lo cierto es que no sé qué carta jugar. Quizás pudiera ser una
aliada para nosotros.
-Podría
ser. En cualquier caso, sea cual sea la carta que elijas, podríamos jugarla
juntos.- Le propuso su amante.-
Talco estuvo conforme con eso.
Ahora, tumbados en la cama tras otro apasionado encuentro, los dos trataban de
decidir hacia que lado posicionarse. Por su parte Grafito, más ocupado de su
casa y su familia que de las luchas por el poder, conoció a una joven de un
clan menor, los Cinabrios, llamada Agatha. Sus padres estuvieron realmente
contentos de que ese muchacho, descendiente de una de las familias más
prestigiosas del planeta, se fijase en su hija. Era una chica de cabello azul
claro y con ojos verdosos, realmente hermosa. Al principio ella parecía algo
remisa. Comenzaron a verse de vez en cuando y él la presentó a la familia. Grafito
estaba contento, al parecer su novia cayó bien en casa y se hizo buena amiga de
su hermana menor. Cuando el chico le propuso matrimonio, ella le dio el sí. La
boda se celebró muy pronto, con todos los amigos y allegados presentes. Idina
felicitó efusivamente a su hermano.
-Me
alegro mucho por ti. Ya iba siendo hora de que dejases aquello atrás.- Le
sonrió tras abrazarle, haciendo referencia a su desengaño con Azurita.-
-Gracias,
Idina.- Asintió él, dándole la razón.-
Luego tocó felicitar a la novia que
estaba muy guapa con un traje blanco bastante solemne. La muchacha le dio un
cariñoso abrazo que su ya cuñada correspondió, sonriendo ampliamente y
mirándola a los ojos con bastante afecto.
-¡Bienvenida
a la familia! - Sonrió la hermana del novio.-
-Muchas
gracias. Estoy muy contenta de poder llamarte hermana.- Asintió ésta quien
enseguida recordó.- Y dentro de poco, serás tú la que se case.
-Sí,
estoy deseándolo.- Sonrió Idina.-
-Será
un momento muy especial, ya lo verás.- Le susurró al oído Agatha en tanto la
tomaba de ambas manos.-
La joven se ruborizó, aquello le
pareció algo raro, aunque esa impresión pasó pronto cuando la novia se separó
alejándose para departir con otros invitados.
-Me
das mucha envidia, Agatha.- Se sonrió entonces Idina pensando. - Tú ya te has
casado con mi hermano. Y yo espero hacerlo muy pronto con Ópalo.
La verdad es que estimaba mucho a su
ahora ya cuñada. Siempre que venía a verles se tomaba mucho tiempo para charlar
con ella y ponerla al día de algún chisme. Luego se interesaba por ella y por
su felicidad. Idina la veía como a una hermana mayor en todos los aspectos.
Pensaba concretamente en una tarde en la que Grafito y ella vinieron a
visitarles antes de su enlace. Tras conversar un rato en familia, Agatha, como
casi siempre hacía, le pidió dar un paseo.
-Me
encantan los jardines que tenéis aquí.- Le susurró proponiéndole.- ¿Me los
enseñas?
-Bueno,
aunque ya te los debes saber de memoria.- Sonrió su interlocutora.-
Y ambas salieron de la casa
dirigiéndose a una parte dedicada a plantaciones de flores y algunos arbustos.
Agatha la tomaba de una mano como solía hacer en tanto le comentaba risueña.
-Esas
flores han crecido.
-¿De
veras?- Se encogió de hombros Idina.-
-Les
sucede como a ti, cada día están más bellas.- Sonrió su contertulia, mirándola
con afecto.-
La joven se sonrojó, le pareció que Agatha era muy amable
desde luego. Continuaron su corto paseo y tras admirar la hermosura del jardín
tomaron asiento en un banco cercano. Tras posar sus manos sobre las de Idina,
su interlocutora le preguntó con tinte de complicidad.
-¿Qué
tal todo con Ópalo?
-Bien,
aunque ya sabes, se pasa la vida viajando de un lugar a otro. – Suspiró
resignadamente la interpelada.-
-Tú
le quieres mucho, ¿no es así?- Quiso saber Agatha con un tono extraño, casi
como si se sintiera preocupada.-
-Le
amo más que a nada.- Confesó Idina.-
Solamente desearía que pudiéramos pasar más tiempo juntos. Por eso, en
cuanto nos casemos…
-Debes
tener cuidado.- La cortó entonces su contertulia declarando a modo de
advertencia.- El matrimonio es cosa muy seria.
-Claro
que sí.- Convino la muchacha, comentando a su vez.- Mi hermano y tú pronto
daréis ese paso. Y espero que seréis muy felices.
-¡Ojalá
sea así!- Musitó su interlocutora, afirmando con algo de inquietud en su tono.-
Sé que Grafito estará siempre a mi lado. Que no le preocupa mucho el ir a la
Corte. Pero, por eso mismo, me preocupas tú.
-¿Yo?-
Se señaló Idina a sí misma, posando un dedo sobre su pecho.- ¿Por qué?
-Ópalo
es un hombre deseoso de hacer carrera. Sirve al príncipe Coraíon con mucha
lealtad. Siempre dispuesto para ir con él a cualquier parte.- Declaró su
interlocutora, eso sí con un tono que daba la impresión de ser de alabanza,
aunque enseguida matizó con un tinte más inquieto.- Por eso, podrías
encontrarte muy sola.
-Es
verdad. Pero me ha prometido que cuando nos casemos será diferente.- Afirmó
Idina.-
-Espero
que sí. Tú eres una chica maravillosa, te mereces a alguien que esté contigo y
que te dedique por entero su vida. Que te ame y te considere su prioridad, por
encima de cualquier cosa.- Aseveró Agatha con voz algo temblorosa.-
Idina le dedicó una mirada perpleja,
aunque enseguida sonrió. Apenas pudo decir, llevada por la emoción.
-Te
lo agradezco mucho, hace poco que nos conocemos pero te has convertido esa
hermana mayor que siempre quise tener.
-Sí,
claro.- Sonrió débilmente Agatha que entonces se levantó suspirando para
afirmar.- Tenemos que volver. Se estarán preguntando en dónde nos metemos.
-Es
cierto, y mi hermano estará deseando tenerte a su lado. ¡Debes de estar muy
nerviosa e ilusionada! Pronto os casaréis y fundaréis vuestra propia familia.
¡Qué ganas tengo de hacerlo yo también!
Su interlocutora no respondió a eso. Las dos
retornaron junto con los demás y a los pocos meses así fue. Siguiendo el
ejemplo de Grafito y Agatha, Idina y su prometido se casaron al fin unas
semanas después del nacimiento del príncipe heredero. La dama Kurozuki pudo
acudir al enlace pese a su precaria salud.
-Muchas
felicidades, cariño.- Le dijo su abuela a la recién casada.-
-Gracias.-
Sonrió ella visiblemente emocionada.-
-Te
deseo que seas muy dichosa, y que tu marido te ame siempre. Como el mío lo hizo
conmigo. Y como tu padre ha amado a tu madre. - Dijo la anciana.-
La muchacha asintió, realmente
contenta, y entonces le dijo afectuosamente a su contertulia.
-Mi
esposo te trajo un regalo de la Tierra. Quería dártelo en una ocasión especial.
Y Ópalo se aproximó mostrando un
pequeño aparato. Era una especie de visor en tres dimensiones que proyectaba
imágenes. El joven le explicó.
-Verá,
señora Kurozuki. Cuando el príncipe, bueno, su Majestad ahora, y yo fuimos
recibidos en palacio, la reina Serenity y el rey Endimión fueron muy amables.
Nos preguntaron por nuestro mundo y por los que aquí vivían. Su Alteza charló
con ellos y, entre tanto, una de las princesas y guardianas de sus Majestades
se aproximó a mí…
Ópalo recordó en efecto como en
tanto su príncipe entonces charlaba con la pareja real terrestre y la reina de
la Luna Nueva…
-Celebramos
vuestra llegada, Alteza. Y la de usted, conde.- Les saludó amablemente el rey
Endimión, que lucía imponente con su traje de ceremonias entre blanco y violeta
con su capa de los mismos colores.-
-Os
lo agradecemos profundamente, Majestades.- Repuso Coraíon haciendo una gentil
inclinación.-
-Sois
la promesa del reencuentro de nuestros dos mundos.- Le sonrió Serenity, la
hermosa y rubia soberana, ataviada con ese magnífico vestido inmaculado
adornado con ribetes de oro.- Sería maravilloso que os unierais a nuestra
confederación de reinos aliados de la Tierra y la Luna.
-Nada
me complacería más, mi Señora.- Convino el interpelado.-
-Lo
cierto es que la Tierra y la Luna somos unos reinos amigos y muy bien avenidos
desde los tiempos de mi abuela la bella y gentil reina Neherenia.- Comentó la
soberana Selene de la Luna Nueva, una mujer ya entrada en años, quizás en la
cuarentena, pero hermosa todavía.-
-¿Y
qué fue de vuestros padres?- Quiso saber el príncipe de Némesis.-
-Despertaron
del gran sueño y vivieron una larga y feliz vida. Ellos no fueron tan afectados
por el cristal de Plata como los reyes de la Tierra y la Luna Blanca, pero aun así reinaron largos años. Yo tuve que
esperar bastante para ascender al trono y creedme, no lo deseaba.- Suspiró
ahora con tristeza, para añadir.- Mi hijo Granate se casará algún día, espero
que con una mujer buena y que le ame, como yo amo a mi esposo… y mi hija
Amatista Nairía, pues bueno…Aquí está.- Sonrió mirando con orgullo a una joven
alta y rubia, realmente hermosa, de ojos violetas profundos, que se acercó
caminando con lentitud y gracia.
Ópalo la observó pasmado, admirando
esa serena belleza, aunque todavía más que él, fue el príncipe Coraíon quién
pareció quedarse prendado nada más verla. La besó en la mano con aire muy
caballeresco. Pero tras recibir los parabienes de la recién llegada, y en tanto
su príncipe y esa joven departían con los soberanos de la Tierra, el heredero
del condado de Ayakashi fue a su vez saludado por alguien más. Una hermosa
mujer de larga cabellera azabache se le aproximó, junto con otras compañeras
igualmente atractivas.
-Señor.-
Le dijo ella con tono amable.- Soy la guerrera guardiana de los soberanos de Cristal Tokio y princesa
de Marte. ¿Acaso vos sois Ópalo Ayakashi?
-Sí,
Alteza.- Repuso enseguida él, haciendo una marcada reverencia.- Para mí es un
honor conocer a una de las legendarias princesas planetarias.
La mujer sonrió, entonces tomó una
cajita que tenía sobre una cercana mesita de cristal y le dijo.
-Hace
muchísimo tiempo, una gran amiga mía me dio esto. Apenas sí la recuerdo
vagamente. Fue antes del gran sueño. Al despertar todos debimos de olvidar
muchas cosas. Pero no nuestros sentimientos de amistad. Quisiera que, si no os
es mucha molestia y sabéis de alguien de su familia que viva en vuestro mundo,
hicierais lo posible por entregársela.
-Por
supuesto Alteza, y decidme si sois tan amable. Princesa guerrera guardiana de
Marte. ¿A qué familia debo dirigirme?
-Bueno,
creo que cuando se marchó allí se hizo llamar Kurozuki…
-¡Kurozuki!
No puede ser.- Exclamó él con asombro.- ¡Qué casualidad!…Veréis, mi prometida
es de esa familia.
-Si
os lo puedo preguntar. ¿Quién es vuestra prometida, señor?- Quiso saber su
interlocutora.-
-Es
Idina Kurozuki… Hija de Kimberly Kurozuki…
-¿Idina
habéis dicho?- Se sorprendió esa mujer.-
-Así
es, Alteza. Su abuela fue una de las primeras habitantes de nuestro mundo. La
fundadora del clan.
-¡Loren!-
Suspiró la princesa, añadiendo con voz queda y hasta emocionada.- Entonces ella
y mi ahijado… ¡él era!…
Al parecer Marte trataba de
recordar. No obstante, tal y como había comentado, algo en su memoria no iba
del todo bien. Dijo no acordarse de muchas cosas. Quizás tras despertar de ese
gran sueño tal letargo tan prolongado hubiera provocado hubiese olvidado gran
parte de lo sucedido en el pasado. Sin embargo, tenía el recuerdo de aquellos
nombres que le evocaban un gran cariño.
Por su parte, Ópalo juraría que los ojos de esa mujer se empañaron y sus
labios se contrajeron como si estuviera resistiendo a duras penas el deseo de
romper a llorar. Preocupado le inquirió.
-¿Os
sentís bien, Alteza?
-Sí,
muy bien.- Sonrió ella, sobreponiéndose a aquello.- No pasa nada. Solamente os
pido que le digáis a esa dama Kurozuki que, por lo poco que puedo recordar, su
familia jamás la olvidó. Que vivieron felices hasta que les llegó la hora. Que
siempre la quisieron y que se fueron en paz. Sobre todo su madre, que mantuvo
vivo su recuerdo en el corazón. Éste es el último testimonio que me queda de su
memoria. Entregádselo con todo mi afecto. ¿Haréis eso por mí?
-Por
supuesto. – Asintió el joven, remachando con tintes muy respetuosos. .- Será
para mí un placer y un inmenso honor.
La princesa le devolvió el gesto y
se retiró, reuniéndose con sus compañeras quienes, al parecer, le preguntaron
de inmediato por aquella conversación. Así se lo refirió el conde a la anciana
que ahora lloraba sin poderlo evitar.
-¿Estás
bien, abuela?- Se preocupó Idina.-
-Hacía
mucho tiempo que no estaba tan bien.- Sonrió la aludida qué con tono entre
impaciente y suplicante le pidió a Ópalo.- Hijo, por favor. ¿Podrías hacer
funcionar eso?
Y el joven así lo hizo. Para
sorpresa de todos aparecieron unas imágenes de personas que guardaban mucho
parecido a los miembros de la familia. Algunas eran antiguas imágenes
congeladas en el tiempo, fotografías las llamaban. Otras eran vídeos donde se
veía a una joven de largo pelo moreno. La emocionada anciana, apenas pudo
musitar.
-¡Mi
madre!…Cariño.- Le dijo a Idina tomando una de sus manos.- Se llamaba como tú…
La muchacha aferró la mano de su
abuela con gran afecto asintiendo. ¡Su pobre abuela se lo había dicho tantas
veces! Pero no debía de recordarlo. Le sonrió emocionada también. Más cuando la
anciana pudo decir.
-Ya
puedo morir en paz. Después de haber visto esto…después de volver a verles…Ya
solamente me resta reunirme con ellos.
-No
digas eso, mamá. Tienes que vivir muchos años más.- La animó Kimberly, junto a
su propia hija, vestida ésta última de radiante novia.-
-Eso
abuela, tendrás que acunar a tus bisnietos algún día.- Terció cariñosamente
Idina.-
-Anda,
mamá. No debes emocionarte tanto.- Le pidió su hija con una afectuosa
prevención.-
-Mira
Kim - Le susurró su interlocutora sin hacer caso de eso, en tanto le señalaba
imágenes.- Ahí están tus abuelos…tu padre…y hasta tus bisabuelos…
-Sí,
siempre me hablaste de ellos pero no teníamos casi ninguna imagen tan buena
como estas.- Afirmó su admirada hija.- Ahora puedo ver todo lo maravillosos que
debieron ser…
La
anciana asintió, estaba muy cansada pero inmensamente feliz. Tras ver aquello
se despidió de todos y la llevaron a su casa para que descansase y siguiera
disfrutando de aquel obsequio tan especial para ella.
-La
pobre abuela.- Suspiró Idina mirándola con una mezcla de afecto, tristeza y
alegría en tanto le comentaba a su ahora esposo llena de agradecimiento.- Se ha
alegrado mucho con tu regalo.
-
Es una gran mujer. La admiro mucho. Es para mí un gran placer haber sido el
causante de que sea más feliz.- Afirmó Ópalo satisfecho y contento de que así
fuera.-
Entonces Grafito y su esposa se
acercaron para dar la enhorabuena a los recién casados. Los hermanos se
abrazaron y después su nuevo cuñado pasó a charlar con Ópalo.
-Celebro
tenerte en la familia.- Le comentó el hermano de la novia.-
-Para
mí es un honor.- Convino éste que, sin andarse con rodeos, le ofreció.-
Cualquier cosa que pueda hacer por mi nuevo hermano, solamente tienes que
pedírmela.
-Eres
muy amable.- Sonrió levemente su contertulio.- De momento disfruta de tu
matrimonio y cuida mucho a mi hermana. Es una buena chica y está muy enamorada
de ti
-Lo
sé y yo de ella.- Asintió Ópalo sentenciando.- Por eso deseo hacerla muy feliz.
-Espero
que puedas. A veces no es fácil la vida de casado.- Le comentó su
interlocutor.-
La mirada inquisitiva de su cuñado
le dio a entender a Grafito que quizás hubiese hablado más de la cuenta, por
ello enseguida matizó.
-Hay
momentos buenos y malos. Ya te puedes imaginar. Lo importante es llegar a
conocerse bien.
-Por
supuesto.- Convino su interlocutor.- Y te puedo asegurar que haré cuanto esté
en mi mano para que Idina no lamente su decisión. Es evidente que los dos tendremos
que amoldarnos el uno al otro y hacer algunos sacrificios.
-Así
es.- Afirmó Grafito con voz queda.- Muchas veces hay que hacer sacrificios por
el bien de todos. Eso es lo que se debe comprender.
-Bueno.-
Comentó su interlocutor deseoso de zanjar esa cuestión.- Por el momento haremos
un viaje de recién casados y después nos instalaremos en mi condado. Pienso
hacer maravillas en él. Y claro está, en tanto nuestra nueva vida me lo permita
seguiré en la Corte, cerca del rey. Coraíon tiene que ser bien aconsejado.
-Sí,
claro.- Asintió su contertulio para afirmar.- De hecho, mis primos están allí
desde hace años y son de su confianza, lo mismo que tú.
-Es
cierto. Aunque hay muchos otros que se aproximan a él con intenciones menos
desinteresadas, llamémoslas así.- Aseveró enigmáticamente Ópalo.-
Y viendo la cara de curiosidad e
interés de su cuñado, el Conde de Ayakashi enseguida añadió.
-Ya
te lo contaré con más calma cuando Idina y yo hayamos vuelto de nuestro viaje…
Entre tanto, las dos mujeres conversaban
a parte a su vez. Fue Agatha quien comentó con un tono de voz algo apagado.
-Ahora
ha sido tu turno. Lo que tanto habías esperado al fin se ha cumplido. Te deseo
que seas realmente muy feliz.
-Sí,
eso es lo que anhelo.- Afirmó Idina quien le preguntó a su vez.- ¿Qué tal con
mi hermano?
-Bueno,
tenemos nuestros momentos.- Suspiró la joven.-
-Él
me ha dicho alguna vez que está deseando ampliar la familia.
-Claro,
yo también.- Se apresuró a responder Agatha quien cambió de tema señalando
precisamente hacia su esposo y Ópalo.- Parece que ellos dos se llevan muy bien,
eso es bueno entre cuñados.
-Sí,
Ópalo aprecia mucho a mi hermano, y es algo mutuo. Sé que Grafito no tiene
demasiado interés en ampliar sus territorios, pero siendo el mayor heredará casi
todo el patrimonio familiar. A mí eso me
es indiferente. En mi caso, iré a vivir con mi marido a la región de Ayakashi.
Crearemos nuestro propio hogar allí.
-¿De
veras?- Se sorprendió Agatha quien pareció sentirse decepcionada o incluso
triste.- ¿Os iréis a ese lugar?
-Es
la heredad de mi marido. Y tiene grandes proyectos para embellecerla.- Contestó
Idina.- Deseo hacer todo lo posible por ayudarle y un día, legarle algún lugar
maravilloso a nuestros futuros hijos.
-Ya.-
Suspiró Agatha, añadiendo con pesar.- Es que… te echaría mucho de menos. Es un
lugar muy alejado.
Realmente lo lamentaba, para ella
Idina se había convertido en su principal apoyo. Hablaban mucho y compartían
ilusiones. Pese a ello, Agatha jamás se había atrevido a confesarle lo que en
verdad sentía. ¿Cómo decirle que era tan desgraciada casada con su hermano?
¿Cómo confesarle las terribles discusiones que tenían cuando él trataba de
acostarse con ella para dejarla en estado? Lo cierto es que Grafito estaba
harto de oír sus excusas y sus negativas. Únicamente el temor al escándalo o a
lo que sus padres pudieran pensar, mantenía al hermano de Idina en silencio.
-También
te echaré de menos, pero puedes venir a vernos siempre que quieras.- La animó
Idina evidentemente ajena a esos lúgubres pensamientos de su cuñada.-
-Gracias,
ten por seguro que lo haré.- Repuso su interlocutora dándole un cálido beso en
una mejilla.-
Justo
entonces se acercó Kimberly acompañada de su esposo. Richard caminaba
apoyándose mucho en su mujer. Estaba débil pero no quiso perderse esa ceremonia
por nada. Así lo expresó al abrazar a su hija y darle un cariñoso beso en una
mejilla.
-Felicidades,
cariño.- Le dijo con evidente orgullo y afecto.-
-Estamos
muy contentos por ti.- Sonrió a su vez Kim, relevando a su marido en la tarea
de abrazar a la chica.- ¿Qué tal estás, Agatha?- Quiso saber a su vez mirando a
su nuera con una mezcla de afabilidad e interés casi escrutador.-
-Bien,
muy contenta por Idina.- Afirmó la joven forzando una sonrisa.-
-Sois
como hermanas, me alegra mucho ver lo bien que os lleváis.- Afirmó Richard,
complacido sin lugar a dudas por ello.-
-Le
estaba contando a Agatha nuestros planes tras la Luna de Miel.- Les comentó
entonces la recién casada.-
-Es
curiosa esa expresión.- Intervino entonces su cuñada que parecía no haberla
escuchado antes.-
-Sí,
es típica de la Tierra, mi madre la empleaba porque se la oyó a nuestros
abuelos y a los padres de estos.- Le aclaró Kim.-
-Pensaba
que sería una frase de la Luna.- Dijo una sorprendida Idina.-
-No,
pero es curioso hasta qué punto el reino de la Luna ha influido en la Tierra.-
Sonrió Kimberly, alegando.- Mi madre siempre dijo que, su Luna de Miel la pasó
aquí, cuando llegó a buscar a mi padre y se casaron.
-La
dama Kurozuki es una mujer admirable.- Afirmó Agatha quien pareció teñir su
tono de cierta tristeza al musitar.- Persiguió su verdadero amor hasta este
planeta. Nada la detuvo en su afán por ser feliz. Como hicieron tus madres
contigo, Richard.
-Sí,
así es. Los pioneros fueron personas muy valerosas, que arriesgaron todo para
venir aquí.- Convino su suegro, remachando.- Hicieron de este pedazo de roca un
lugar donde vivir. Y fue a costa de muchos sacrificios.
-Por
eso todos debemos aceptar la cuota que nos corresponde, querida.- Comentó
filosóficamente Kimberly, posando una mano en las de su nuera a la par que
sentenciaba.- Vivir aquí siempre ha sido difícil. Solamente el esfuerzo y la renuncia a otras
cosas que no fueran el trabajo por mejorar este lugar, y criar a nuestros hijos
para que se conviertan en los futuros habitantes de Némesis, lo hacen posible.
Agatha
no tuvo valor de sostener la mirada de su suegra, quizás esas palabras fueran
únicamente una alusión a sus antepasados, o pudieran ser una velada
advertencia. Estaba segura de que Idina ignoraba por completo el drama que ella
vivía, aunque Kimberly tenía mucha más experiencia en la vida y le había dado
alguna muestra de notar que algo entre Grafito y ella no iba bien. De todos
modos y por mor de la ocasión se limitó a asentir musitando.
-Tienes
razón. A veces hay que actuar como tu madre hizo. Por cierto ¿dónde está? –
Preguntó más que nada por reconducir el tema de esa conversación.-
-La
llevamos a casa.- Respondió Richard.- A su edad estos eventos la fatigan mucho.
Incluso yo estoy cansado.
-¿Te
encuentras bien, papá?- Quiso saber de inmediato una preocupada Idina.-
-Sí,
cielo, perfectamente.- Afirmó él.-
Y tras intercambiar algunas palabras
más se despidieron. Fue turno de Topacita para acercarse y saludar a la novia.
-Muchas
felicidades, de parte también de Maray.
-Siento
que no pudiera venir.- Comentó Idina con tristeza, aunque enseguida añadió.-
Pero comprendo que deba cuidarse y descansar. Sobre todo tras dar a luz de esa
forma tan particular.
-Mira
que le insistimos en que no fuera. Pero no quiso faltar para dar su enhorabuena
a los reyes por el nacimiento de su segundo hijo.- Suspiró Topacita moviendo la
cabeza con resignación e inquietud en tanto contaba.- Y lo más irónico es que
yo no estaba allí. Mi esposo y yo habíamos viajado a verla a su residencia en
Green-Emeraude y me enteré al llegar que se había ido con Cuarzo a la Corte.
-Debe
cuidarse.- Convino solidariamente una concernida Idina, quien pese a todo
alegró el gesto y comentó.- Aunque todo salió bien según creo. De todos modos,
iré a verla cuando vayamos de viaje de novios mi marido y yo.
-Sí,
ya está de vuelta en su ducado y se pondrá muy contenta.- Sonrió la doctora
quien además agregó con visible orgullo.- Así conocerás a mi nieta Esmeralda.
Es una auténtica preciosidad.
La
muchacha asintió. Tenía muchas ganas de hacerlo. Topacita se despidió dejando
que atendiese a más invitados. Entre tanto la Dama Kurozuki descansaba en casa.
Recordaba como la llevaron de vuelta
tras la ceremonia.
-Bueno,
mamá.- Debes irte a dormir. Hoy ha sido un día lleno de emociones.- Le sonrió
Kimberly.-
-Sí
cariño. Ha sido un día muy feliz.- Convino la anciana.- Casi no puedo creer que
la pequeña Idina se haya desposado.
-Pues
así ha sido. Ahora mi hija, tu nieta, va a formar su propia familia.- Afirmó
una orgullosa Kim.-
-Nosotros
tenemos que regresar a la fiesta. Hay muchas personas a las que debemos saludar,
ya sabes.- Suspiró un resignado Richard.-
-Lo
sé, no os preocupéis por mí. Voy a acostarme enseguida.- Repuso Kurozuki.-
Y
en efecto, su hija y su yerno le dieron sendos besos despidiéndose de ella. La
anciana cumplió su palabra y al poco se acostó, pensando en ese día y sonriendo
al acordarse del rostro radiante de felicidad de su nieta. Y tener unos
instantes de lucidez, en los que su memoria parecía regresar.
-Cariño,
serás tú quien lo empiece todo. Eso no he podido decíroslo nunca, ni a ti, ni a
tu madre. Sencillamente no me atreví a estropearlo de algún modo. ¡Ojalá
pudieras saber que serás tú quien dará la vida a la madre de mi madre! Lamento
no poder llegar a conocerla ahora. ¡Ojalá que seas muy feliz y eduques con
mucho amor a la abuela Connie y a sus hermanas. Ellas fueron, o mejor dicho
serán, unas mujeres maravillosas. Y fueron muy felices en la Tierra. Yo estaba
igual de dichosa cuando me casé con tu abuelo aquí.- Murmuró en tanto el sueño
la vencía. - ¡Ojalá tú seas igual de feliz! Te echo tanto de menos, mi amor…tal
como tú dijiste, hemos cumplido con nuestra tarea, y merecemos descansar...
Y
se durmió suspirando y recordando. En sus sueños era joven otra vez. Volvía a
ser aquella chiquilla de largos cabellos morenos, en vez de los blancos que
lucía. Y no estaba sola. Su amado esposo se aproximaba hacia ella, y venía con
compañía.
-¡Eres
tú!- Pudo decir la emocionada Kurozuki.-
Él sonrió, acercándose más para
responder con mucha dulzura y afecto
-Sí,
soy yo. Cuanto tiempo ha pasado, mi amor. Ahora ya no estarás separada de mí
nunca, ni tampoco de tus seres más queridos. Todos hemos venido a buscarte.
Y la ahora nuevamente jovencita
Loren miró con expresión de asombro. Además de su marido vio a su otro tío, a
su hermano, y a sus padres. También sus abuelos estaban allí. Y eran jóvenes
como en aquellas imágenes que Ópalo le mostró, estando tan maravillosos como
les recordaba.
-Te
he echado mucho de menos, hermanita.- Comentó su hermano mayor, que quedase
viviendo en otro mundo asimismo lejano de la Tierra, también perdido en el
espacio y olvidado hacía ya muchísimos años.-
-Sí,
cariño.- Añadió su padre.- Ha pasado mucho tiempo, pero estamos juntos de
nuevo.
-Y
esta vez sin volver a separarnos.- Le sonrió su madre abrazándose a ella para
añadir.- Estoy muy orgullosa de ti. Has sido una gran mujer y has forjado esta
maravillosa familia.
-Mamá-
Sollozó ella, llena de alegría, aunque apenas musitando.- Perdóname.
-Todo
está perdonado, siempre lo estuvo porque en realidad no había nada que
perdonar, siempre te amamos. Ven con nosotros en paz. Has sido la madre de una
gran estirpe…y tú sabes que la hija de tu hija lo será también. Y ella me enseñó
a mí todo lo que yo te transmití.
-Así
es.- Convino su abuela.- Y todo volverá a su principio…
-Ahora
ven con nosotros, mi querida nieta. - La invitó su abuelo Tom.- Ha llegado el
momento para ti de ser por siempre feliz, Loren…
Sonó entonces una canción. La
muchacha la recordaba, siendo niña su abuelo la había cantado a veces. Su
esposo lo hizo a su vez, antes de casarse, cuando aún vivían en ese otro mundo,
el planeta natal de Kurozuki, cuyo nombre había olvidado. Ahora eran ambos
quienes lo hacían. Con los coros de su otro tío y de sus padres y su hermano,
que se unieron a ellos. Y la chica sonrió entre lágrimas. En tanto su marido
alargaba su mano para tomar la de ella…
-Vamos,
mi amor…es la hora…
“Nos
vemos en la esquina del centro
Te estaré esperando en un viejo taxi amarillo
Te estaré esperando en un viejo taxi amarillo
No lleves una maleta
No necesitarás nada
No habrá preocupaciones
Donde los ángeles cantan
Tengo mi boleto en la mano
Oh, el precio pagado en su totalidad
Nadie me puede detener
Sus palabras no me herirán
No hay sueños que me obsesionen
Donde los ángeles cantan
Me siento tan cansado en este problemático camino
Desbloquear estas cadenas y gentilmente anclarme a casa
Más allá de las nubes y la lluvia
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde las mentiras no pueden hacerme daño
La carne deserta de mí
No hay dentro o fuera
No hay pérdida o duda
No vida con o sin hacer
Donde el dinero no es el rey del poder
Y la bondad es una cosa más preciosa
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde el tiempo no significa nada
No hay prisa
Nadie corriendo
No hay oscuridad de la noche
No odio o rencor
No hay bien o mal
No hay día o noche
No hay pueblos y ciudades no
No hay dolor y la pena no
Donde el hambre ya no existe
Y un buen hombre sólo se hace más fuerte
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan
Donde los ángeles cantan ...
(Meat
loaf “Where angels sing” crédito al autor)
Y
Kurozuki lo hizo, cumplida ya su parte en aquella gran tarea, dando la mano a
su esposo y sonriendo dichosa, siguió a sus familiares hacia el interior de una
gran luz inmaculada para estar junto a ellos por siempre.
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