lunes, 3 de septiembre de 2018

GWNE07. La llegada del Sabio.

En la capital entre tanto, los príncipes habían ido creciendo de un modo muy saludable. La educación de ambos muchachos estuvo al principio a cargo de su madre. Amatista les contó muchas cosas sobre la Tierra y la Luna. Ésta última era el lugar de donde ella misma procedía. Desde pequeños, ambos  la escucharon hablar sobre las hermosas ciudades y  jardines del gran satélite terrestre, pero  más si cabía de las maravillas y bellezas que existían en el llamado planeta azul. Sobre todo de la gran cantidad de flores y vegetación que tenía. Aquello era algo que en Némesis escaseaba. Al cabo de muchos años y con enorme esfuerzo, los habitantes de ese planeta, aparte de los necesarios cultivos para su alimentación, apenas sí habían logrado construir invernaderos que alojaban unas pocas variedades de flores y plantas que pudieron traer de la Tierra. Amatista les hablaba de aquello una tarde, sentados alrededor de una mesa dentro los jardines privados de palacio.



-Pero el jardín real es asombroso.- Objetaba Diamante de casi once años ya, al escuchar aquello.-

-Sí hijo, lo es para Némesis, pero tendrías que haber visto los bosques de la Tierra, sus praderas, sus selvas.- Enumeró ella con un toque de nostalgia.-

-Madre, ¿tú eras de la Luna, verdad? - Inquirió Zafiro que tendría unos ocho años por entonces.-

-Así es.- Admitió su interlocutora.-

-¿Y cómo sabes tantas cosas de la Tierra?- Preguntó el menor de los hermanos.-

-Porque desde niña me llevaron allí.- Sonrió Amatista, rememorando.- Veréis, mis padres quisieron educarme en la forma tradicional para las princesas de la Luna Nueva. Tuve que estudiar y pasar algunos años en la Tierra. Fue mi bisabuela quien comenzó con esa tradición. Y además, una de mis abuelas era terrestre, lo mismo que mi padre, claro. Así que me considero medio terrícola.



            Los chicos asintieron, aunque no captaban todos esos detalles. Eso sí, les sorprendía tener un árbol familiar tan extenso y con miembros procedentes de tantos lugares. Pese a que llegaban a perderse con esa cantidad de nombres y datos que su progenitora les refería. A su vez, su contertulia sonreía al ver sus expresiones de perplejidad, aunque entonces le dio un ataque de tos.



-¿Estás bien, madre?- Se preocupó Diamante.-

-Sí, no te preocupes, cariño. No es nada.- Replicó ella.-



            De un tiempo a esa parte Amatista se estaba sintiendo algo cansada. Había perdido parte de su energía. Era una sensación extraña, como si las fuerzas a veces la abandonasen. Pero la impresión desaparecía pronto. Luego esos arranques de tos cada vez más frecuentes. No quiso darle importancia delante de sus hijos. Y estos no insistieron dado que la duquesa Turquesa se aproximó a ellos. Haciendo una reverencia les saludó.



-Altezas Reales, Majestad. Con su permiso. Vengo a recordar a los príncipes que es hora de sus clases.

-¡Vaya! – Se lamentó Diamante, moviendo su cabello albino de un lado a otro y suspirando con resignación y fastidio.- Es un aburrimiento.

- Es la obligación de un príncipe.- Comentó su madre.-

-A mí me encantan las matemáticas.- Afirmó Zafiro.- Tengo muchas ganas de poder aplicar lo que estoy aprendiendo.

-Te gustaría construir un domo enorme, ¿verdad hermano?- Sonrió Diamante.-

-Sí, el mayor de Némesis, donde cupiese un jardín gigantesco, como las selvas de la Tierra.- Manifestó el entusiasmado muchacho, añadiendo.- El preceptor Rutilo dice que sería posible. O quizás mejorar la capacidad de nuestras naves, construir enormes cruceros de batalla para que nadie pueda amenazarnos. Ni tan siquiera la Tierra.

-¿Por qué habrían de amenazarnos desde la Tierra, tesoro?- Inquirió su madre, entre perpleja y preocupada por esas palabras.-



            Zafiro entonces pareció darse cuenta de que había dicho algo indebido, y con tono dubitativo fue capaz de replicar.



-Bueno, algunos cortesanos lo dicen. Que la Tierra podría amenazarnos.

-Cariño.- Sonrió su madre mirándole directamente a los ojos, para luego hacer lo propio con Diamante y asegurar.- Os acabo de recordar que yo misma soy de origen terrestre. Y os garantizo que lo último que harían desde la Tierra es pensar en atacarnos.

-Bueno, si tú lo dices madre.- Afirmó Zafiro visiblemente azorado.-

-Madre y padre saben perfectamente lo que hay que hacer.- Convino Diamante.-

-Siempre será mejor que te centres en diseñar cosas para la paz, cariño.- Le aconsejó Amatista a su segundo hijo para añadir, deseosa de zanjar aquel enojoso comentario.- Tus ideas de hacer grandes cúpulas para que quepan selvas me parecen maravillosas.



            El niño al fin sonrió, alegre de no haber molestado a su progenitora. Diamante por su parte tomó la palabra declarando.



-Yo prefiero manejar los ordenadores.- Comentó Diamante, alegando, eso sí, con un inconfundible orgullo regio.- Aunque siendo el futuro heredero al trono, no sé para qué tengo que aprender todo eso.

-Precisamente porque eres el heredero tu obligación y responsabilidad es la de dar ejemplo y contribuir con todas tus habilidades y saberes a la mejora de este planeta.- Le recordó su madre, con tono cariñoso pero firme.-

-A mí me gusta programar y diseñar nuevas aplicaciones para las droidas, e incluso las naves espaciales.- Respondió el muchacho, lamentando de modo sincero.- Lo malo es que cuando sea rey no podré dedicarme a eso.

-Tal vez no, pero nunca se sabe si un día pudiera serte de utilidad, hijo.- Le contestó afablemente su contertulia quien, mirando hacia unas flores, puso como ejemplo.- Puede que inventes un programa para mejorar el regadío y que tu hermano lo lleve a la práctica construyendo la infraestructura. O que él diseñe ese gran domo y tú le ayudes a informatizarlo. Estoy convencida de vuestra valía, y trabajando juntos seríais una maravillosa combinación. Me encantaría ver como llenáis este mundo de flores. – Sentenció mirando una vez más al nutrido grupo de ellas que estaba a tan solo unos pocos metros.-



Las favoritas de Amatista siempre fueron las flores del jazmín, sobre todo las blancas. A su hijo mayor le inculcó esa misma preferencia cuando ambos visitaban el jardín de palacio. Diamante era un muchacho despierto, noble y que no soportaba las injusticias, aunque demasiado impulsivo en ocasiones sin recatarse en decir lo que pensaba. Zafiro era algo más tímido y retraído, pero de mente más analítica, pese a todo idolatraba a su hermano mayor. No gustaba tanto de ir al jardín. No obstante, tal y como le contaba a su madre, siempre le interesaron todos los sistemas mecánicos y electrónicos que permitían regular el clima y proveer a ese desolado planeta de una atmósfera que imitaba a la terrestre. Al menos en algo los hermanos sí coincidían, se tenían un mutuo cariño, adoraban a su madre y respetaban y admiraban mucho a su padre, el rey. En esto último sobre todo Diamante, llamado a sucederlo algún día, siempre trataba de obtener su aprobación y demostrarle su valía. En general la vida para ambos fue casi idílica en su infancia. Incluso aquella vieja enemistad o desconfianza con la Tierra que parecía haber preocupado a todos sus antepasados hasta la época de Coraíon parecía haber desaparecido, al menos de la mayoría de las opiniones. No en vano él casó con esa muchacha de la luna con ascendencia terrestre, con  el apoyo de la misma Reina de Neo Cristal Tokio. La soberana del Milenio de Plata, Serenity.



-Ahora, debéis ir a cumplir con vuestras obligaciones.- Les indicó su madre, pensando precisamente en quien o quienes podrían haber dicho aquello delante de su hijo Zafiro.-



            Por su parte ambos muchachos asintieron y tras darle cariñosos besos en la mejilla se marcharon. Amatista se levantó entonces, apoyándose en la mesa. La duquesa se la quedó observando con extrañeza y algo de inquietud, y es que a la soberana parecía costarle trabajo hacerlo.



-¿Estáis bien, Majestad?- Quiso saber Turquesa quien se había mantenido prudentemente al margen de esa conversación entre madre e hijos, con expresión concernida.-

-Sí, no os preocupéis, duquesa. – Le aseguró ella que finalmente se irguió caminando hacia la entrada de palacio.- No sé, últimamente estoy algo cansada, debe ser por que a veces me despierto durante la noche.

-Podríamos llamar al doctor Arsénico.- Le sugirió ésta.-



            Aquel era el médico que sustituyó al doctor Alabastro cuando éste se retiró. Era hijo de una familia de Némesis sin ascendencia nobiliaria, pero un gran médico. Por ello Coraíon no dudó en traerle al servicio de la corona. Sin embargo, ese muchacho tenía muchas simpatías republicanas.



-¿Quién lo iba a decir?- Se sonrió Amatista hablando de eso con su camarera.- La salud de la familia Real depende de un fervoroso republicano.

-Es un buen doctor, pero precisamente por eso, yo no le tendría aquí.- Comentó Turquesa.-

-Y también es un buen hombre.- Le recordó Amatista.- No importa la opinión personal que tenga sobre nuestra institución. Jamás haría nada contrario al juramento Hipocrático.

-¿No es ese un juramento terrestre?- Inquirió su interlocutora.-

-Lo es, pero los primeros médicos de Némesis venían de la Tierra, e igual que trajeron sus conocimientos de allí, trajeron su ética. -Fue la sagaz respuesta de la reina.-

-Sí, tenéis toda la razón, Majestad.- Asintió Turquesa.-

-Bueno, paradójicamente ahora, nuestras relaciones con la Tierra pasan por sus mejores momentos.- Sonrió Amatista, contenta de aquello, más al afirmar.- Tenemos su apoyo para que la monarquía en Némesis perdure.



            Su contertulia asintió, se adelantó para comprobar que todo estuviera en orden, colocó algunas cosas dentro de la habitación real y tras dar un vistazo a un prisma negro que había en un rincón, asintió.



-¿Desea vuestra Majestad que ordene al servicio que le traiga algo de comer?

-No, gracias.- Rehusó la aludida interesándose entonces.- ¿Qué tal está su hija Beryl?

-Mejor, gracias.- Afirmó la interpelada.- Dentro de poco va a cumplir seis años.

-Lo celebro. Espero que se recupere del todo. - Repuso Amatista añadiendo. – Si lo desea puede ir con ella.

-Mi esposo se está ocupando ahora de estar a su lado.- Le contó Turquesa.- Con el permiso de su Majestad sí que regresaré a mi ducado para estar junto a ella en su cumpleaños.

-Por supuesto. Puede ausentarse en cuanto lo necesite. -Concedió la soberana.- Ahora creo que me echaré un rato. Puede retirarse, duquesa.

-Como guste vuestra Majestad.- Convino ésta con tono cordial haciendo otra inclinación.- Y gracias.



            Se marchó de la estancia dejando a la reina descansar, aunque pensando con regocijo según recorría el pasillo hacia la sala común.



-Esta estúpida cada vez es más manejable. Azabache tenía razón. Poco a poco nuestros planes van tomando forma…



            Y es que hacía ya algunos años recordaba haber acordado con ese individuo una estrategia a largo plazo. Reunidos en un salón privado, él le comentó.



-Las cosas cambiarán. Pero debemos ser pacientes. Todavía tardaremos unos años.

-Cada vez tengo menos paciencia.- Le comentó Turquesa con visible contrariedad.- Es que me voy haciendo vieja.

-Por ahora, confía en mis consejos. Gánate la confianza de la reina. Debes estar a su lado, es la mejor manera de controlar a Amatista. Esa mujer desea estar al tanto de todo cuanto acontece en Némesis. Y eso no es bueno para nuestros intereses.

-¿Y a mí que me importa si a la reina le gusta viajar por los territorios del planeta?- Le preguntó ella.-

-Te importa dado que eso la hace cimentar la lealtad de todos los nobles importantes, empezando por la casa de Green. – Contestó categóricamente Azabache, para añadir.- Sin embargo, si se queda en su palacio, dedicada a las flores que tanto le gustan, tú le podrás dar la versión que más te interese acerca de cómo transcurren las cosas. En cuanto a tu idea de desposar a algún noble con cierto prestigio, me parece bien.

-¿Me ayudarás entonces?- Inquirió Turquesa esperanzada en que así fuera.-

-Por supuesto que sí.- Convino Azabache, aunque matizando.- Pero mucho me temo que aquel sobre quien tienes puestos los ojos no desea casarse con mujer alguna.



            Turquesa bajó la mirada llena de malestar, rabia e indignación. En el fondo era plenamente consciente de ello. Empero, eso no hacía que su frustración fuera menor, aún al contrario.  Consideraba el modo en que Talco la ignoraba como un insulto. No obstante su interlocutor, quien parecía leerle el pensamiento, le sonrió explicándole.



-Aunque no he dicho que no puedas tomarte tu revancha. Y creo que hay otro noble que aceptaría de buen grado una proposición semejante. Bien visto, hasta podrías tener la ocasión de lograr ambas cosas.



            Ahora el gesto de la duquesa se tornó curioso. Su contertulio le desveló la propuesta y aunque al principio no estuvo muy por la labor, al final se dejó persuadir. Después sonrió. En efecto, tuvo oportunidad de vengarse. Había estado persiguiendo a Talco durante años, era un hombre apuesto y con posición, pero evidentemente no le gustaban las mujeres. Sin embargo, su amante Berilo, miembro menor de la rama Crimson, era más pragmático. Lo comprobó cuando ella se aproximó siguiendo el consejo de Azabache. Trató de seducirle y obtuvo la misma respuesta. Estaba muy claro que ese tipo era otro invertido. No obstante, fue apelar al interés y a la alianza entre ambos para fortalecer sus posiciones y él aceptó cuando charlaron sobre ello.



-Sé que nunca nos amaremos, pero este matrimonio sería bueno para ambos. Tú tendrías un ducado, yo ganaría un amigo y emparentar con el marqués de Crimson. -Le contó ella.-

-Creo que te has equivocado, el marqués de Crimson es mi hermano Lamproite.- Replicó irónicamente su interlocutor.-

-Quien solamente tiene un único hijo y heredero. -Le recordó aviesamente ella.-

-No sé qué es lo que quieres decir, pero no me gusta. Rubeus es mi sobrino. - Replicó él a la defensiva.-

-Nada, no temas, no voy por ahí. Yo soy duquesa, supero en rango a tu hermano. No estoy interesada en sus posesiones. - Contestó ella, ahora con tono ofendido, añadiendo.- Pero tú sabes bien que la esposa de Lamproite odia a las personas de tu condición.

-No sé de qué me hablas.- Se molestó él, fingiendo perplejidad.-

-Mira.- Suspiró Turquesa afirmando con tono de hastío.- Vamos a dejarnos de teatro. Sé perfectamente que tú y Talco sois amantes desde hace años. Los rumores y las noticias vuelan en la Corte. Claro está que, en público, jamás os habéis mostrado abiertamente. Pero hay muchos nobles importantes que desprecian ese tipo de comportamiento. Y os han ido cerrando el camino para medrar en la Corte. Piénsalo por un momento. Ganarías ser duque, callarías muchas de esas bocas. Y yo no estoy tan mal… si nos casásemos y pudieras hacer el esfuerzo de dejarme encinta de algún heredero tu posición se fortalecería. Luego puedes seguir con tu amado Talco todo lo que quieras. Incluso invitarle a mi ducado, que también sería tuyo.



            Berilo estaba pensativo, ahora eso le sonaba muchísimo más tentador. Él siempre quiso un territorio importante. Apenas logró un mísero lugar que acabó siendo un simple vizcondado. De esta forma podría ser duque. Y apenas sí tendría que poner de su parte. ¿Qué esa mujer deseaba un heredero? Supuso que tener sexo con ella no sería muy diferente que hacerlo con Talco. A fin de cuentas solamente debía fecundarla.



-Me parece algo interesante.- Le dijo a ella, ocupándose de matizar.- Si mantienes las condiciones que me has expuesto.

-Claro que sí, yo tampoco tengo ningún tipo de sentimiento hacia ti. Si cumples con tu parte, me es igual lo que hagas después. Únicamente te pido que prosigas mostrando la discreción de la que hasta ahora has hecho gala. - Sentenció su contertulia. –



            Y es que Turquesa estaba haciéndose mayor, necesitaba poder casarse y ser madre. Pese a las técnicas cada vez más modernas de fecundación e inseminación no deseaba que nadie la tomase por una invertida. Esas eran quienes solían echar mano de aquello. O ellas, o las mujeres con problemas de salud y fecundidad o con maridos estériles. Sabiendo que no se contaba entre las primeras, deseó no ser tampoco lo segundo, y supuso que Berilo no sería de lo tercero.



-Y logré lo que deseaba, al menos en parte.- Se dijo acordándose de aquello.-



            Se casaron en efecto, y la primera de sus satisfacciones llegó cuando Talco se excusó, alegando problemas de agenda, para no asistir a esa boda. Turquesa sabía que ese idiota estaría realmente enfadado y celoso. Estaba dando el sí quiero, en presencia de los nobles y los soberanos cuando pensaba llena de regocijo.



-Podrías haber sido tú quien hubiese estado aquí. Ahora me he quedado con tu novio. ¡Espero que estés rabiando, maldito invertido!



            Después, en la noche de bodas, tras aguardar pacientemente y estimular a su marido lo mejor que pudo, logró mantener relaciones con él. Pese a tener que soportar la humillación de tener que darle la espalda puesto que Berilo parecía motivarse mejor así, quizás pensando en su amado. Tardaron algún tiempo repitiendo aquello durante algunos meses, pero finalmente ella quedó embarazada. Tuvieron una hija  de cabellos castaños oscuros y ojos azules a la que llamaron Beryl. Ese nombre fue sugerencia de Azabache, vino a comentarle que era la versión femenina del nombre de su esposo. Así todo el mundo sabría inequívocamente de quien era hija, eso contribuiría a acallar las bocas de los maledicentes. Aunque esa niña no nació bien del todo. Tenía problemas crónicos de salud. Turquesa recordó a la hija de Topacita, Maray.



-Al menos la ciencia ha avanzado mucho ahora y los cristales oscuros son capaces de obrar maravillas. Eso me comentó Azabache.



            Pese a todo esa cría estaba casi siempre muy débil. Aunque algo sorprendió gratamente a la duquesa. Su esposo, lejos de actuar fríamente con la pequeña,  demostró ser un padre devoto. Berilo realmente quería a su hija. Incluso sufría viéndola en ese estado. A veces cuando los dos hablaban, ella así lo admitía.



-Te has implicado más de lo que acordamos.- Le decía, sin dar a entender si aquello era un cumplido o un reproche.-

-Beryl es mi hija. ¿Acaso no debo preocuparme por ella o quererla?- Inquirió el interpelado, entre atónito y molesto por esas palabras.- No tiene nada que ver con nuestro pacto.

-No me interpretes mal. Me parece muy bien lo que haces.- Se apresuró a afirmar su esposa, matizando eso sí, con algo de retintín.- ¿Y qué pasa con Talco? Apenas le has visto en estos últimos años.

-Él no tenía demasiadas ganas de verme tras la boda.- Le contestó Berilo con amargura.- Le expliqué nuestro acuerdo, que este matrimonio era una fachada. Que incluso podríamos seguir viéndonos como antes y que tú lo aprobabas. Aun así, le molestó.



            Su contertulia no pudo evitar sonreír, henchida de un sentimiento de triunfo. Conociendo el carácter posesivo de ese idiota de Talco lo había supuesto. Ese tipo amaba realmente a su novio y no deseaba compartirlo con nadie. Menos aún con una mujer que podría darle precisamente lo que él sería incapaz. Un heredero.



-Azabache tuvo toda la razón.- Reflexionaba ella de una malsana alegría.- Cada vez que Talco nos observa en las recepciones oficiales de la Corte, sobre todo cuando venimos con nuestra hija, su mirada no puede ser más expresiva.



            Por su parte Berilo recordaba aquella agria disputa, cuando algunos días después de acordar su boda con su ahora esposa, se lo contó a su amante.



-¿Es que te has vuelto loco?- Le gritó Talco descomponiendo el gesto.- ¡Casarte con esa mujer! Es una zorra intrigante.

-No perdemos nada, al contrario, lo ganamos todo.- Quiso alegar él.-

-Lo ha intentado conmigo durante años, y ahora se venga de esta manera.- Denunció su interlocutor.- Te está utilizando.

-¿Y qué?- Se encogió de hombros Berilo, afirmando convencido.- Y yo la usaré a ella…

-¿Y si tenéis hijos? ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Podré ir a vuestra casa haciéndome pasar por su tío?- Le preguntó Talco con sarcástica indignación. –

-Siempre podremos vernos de forma discreta, como ahora. Incluso mejor.- Repuso conciliatoriamente él.- Nada habrá cambiado. Ella lo sabe y no le importa.

-Te equivocas, todo habrá cambiado.- Rebatió su contertulio con una mezcla de consternación y rabia.- Antes éramos pareja, tú y yo. Lo evidenciásemos o no. Ahora seré el amante furtivo, el tercero en discordia. Ella sabe eso perfectamente. Y será peor si tenéis descendencia.

-Yo te sigo queriendo.- Insistió Berilo.- Y es una oferta demasiado buena para dejarla pasar. Lo siento, cariño. Pero si la rechazase, hasta mi familia empezaría a hacerse preguntas. Y la propia Turquesa pudiera estar más que feliz de responderlas.



            Pero su pareja se cerró en banda y no pudo razonar más con él. Tal y como Turquesa anticipó Talco estaba genuinamente celoso y dolido. Lo dejó bien claro al no asistir al enlace. Aquello le puso en evidencia entre los demás nobles. Se hicieron muchos chascarrillos y bromas a su costa. Después se fueron distanciando. Además, nació Beryl y siendo su padre no pudo evitar quererla. Sobre todo al verla tan frágil. También obtuvo otro aliciente al constatar como su cuñada Azurita le dispensó un trato mucho más cercano y amable desde que él se casó y nació la niña. Esas temidas reuniones familiares en las que era escrutado con lupa aguardando a que se comprometiera en matrimonio alguna vez  se tornaron en momentos muy agradables.



-Es maravilloso que al fin hayas dado el paso, nos tenías preocupados.- Le comentó su cuñada tras los esponsales.- Y eres un padre estupendo, tengo que reconocerlo.



            E incluso su anciana madre sonrió satisfecha. Le había dado una gran alegría, más cuando su nieta vino al mundo. De este modo, una feliz Cordierita murió un año después y ahora los dos hermanos eran los herederos de su linaje. Berilo tuvo al menos la satisfacción de que su madre se fuera aliviada y contenta de haberle visto encauzar su vida. La propia Azurita incluso llegó a comentarle, y no parecía que se lo dijera en broma.



-Dentro de unos años ¿quién sabe? Nuestro hijo Rubeus y vuestra hija Beryl son primos, y podrían ser algo más. Eso significaría reunificar el clan Crimson y añadir el ducado de Turquesa.



            Y Berilo pudo constatar como a su esposa eso le parecía una magnífica idea. No obstante él no deseaba algo así.



-Cariño.- Pensaba una tarde, en tanto observaba a su hijita dormir en su cuna.- Si algún día te casas, que no sea como he hecho yo. Hazlo por amor, no por mero interés. Lo mio era un sueño imposible pero te doy mi palabra de que yo te apoyaré incondicionalmente, sea  un hombre o una mujer de quien te enamores.



            Por su parte, Lamproite educaba a su hijo y heredero para que un día le sustituyera en sus responsabilidades.



-Igual hizo tu abuelo con tu tío y conmigo.- Le contaba con orgullo.- Desde sus tiempos hemos estado junto al rey aconsejándole y velando por Némesis y por nuestra familia. Por ello deberás prepararte bien antes de ir a la Corte.

-Así es, hijo.- Añadía Azurita.- Eso será lo principal para ti. El futuro de la casa de Crimson.

-Sí madre.- Asintió el pelirrojo chico asegurando convencido.- Me esforzaré, padre.



            Y aunque no tendría más de diez años por entonces, Rubeus ya empezaba a ser consciente de sus obligaciones. Entre tanto, en el ducado de Green-Émeraude, Esmeralda iba creciendo sin apenas ver a su padre. Cuarzo actuaba de un modo parecido a Ópalo aunque por razones bien distintas. Él quería mantener a su hija a salvo de todo aquello hasta que tuviera una edad adecuada. Y asimismo le dolía todo lo que le trajera recuerdos de su difunta esposa. No olvidó sin embargo rodear a la niña de droidas institutrices competentes que la hicieran aprender todo en cuanto a protocolo y etiqueta palaciega se refería. Las pocas veces que iba a sus dominios y pasaba algún tiempo allí, se ocupaba de que su hija practicase. Por ejemplo en las cenas. Ambos se sentaban frente a frente en una larguísima mesa.



-¿Qué tal tu viaje, padre?- Quería saber ella, que ya rondaba los diez años.-

-Fue agradable y rápido, cariño.- Sonrió él.- ¿Y tú, has aprendido muchas cosas nuevas?

-Las droidas preceptoras me han enseñado todo lo que hay que hacer si algún día voy a la capital y puedo ser recibida por los reyes.- Respondió la niña, añadiendo con el deseo de que así fuera.- ¿Podré ir algún día contigo?

-Claro que podrás.- Le comentó él.- Aunque para eso, ya sabes…

-Debo esforzarme mucho.- Completó resignadamente Esmeralda, que ya se sabía esa cantinela de sobra.-



            Una de las droidas servidoras entró portando una bandeja con la cena. Cuarzo la miraba atónito. De hecho esos androides iban siendo cada vez más humanos. Al menos en apariencia. Este al menos lo demostró cuando, aproximándose hasta los comensales, sonrió saludando.



-Buenas noches, amo señor duque. Buenas noches, ama señorita duquesa. ¿Les apetece empezar ya?

-Por supuesto, gracias.- Repuso él.-



            Al menos esos robots resultaron ser una buena inversión. Estaban programados para ser leales servidores de su hija. La protegían y le enseñaban todos los modales palaciegos, cuidaban el gran terreno que el ducado poseía y casi podría jurarse que eran personas. Cuarzo pensó.



-Tengo que felicitar a Rutilo y a sus ingenieros cibernéticos. Este androide daría el pego a cualquiera.



            Así era, con la apariencia de una joven alta de cabellos oscuros y ojos negros, esa droida se ocupaba de las lecciones de protocolo y ser la acompañante de Esmeralda. Ésta casi la veía como a una madre. Además, ese robot llevaba un vestido realmente bonito, rojo burdeos con ribetes de encaje en las mangas, completaba el conjunto con unos zapatos de tacón alto negros.



-No sabía que tuvieran ese tipo de vestuario de fábrica. Normalmente las droidas vienen con conjuntos muy sencillos.- Comentó el sorprendido Cuarzo.-

-¿Te gusta?- Inquirió la esperanzada Esmeralda.-

-Sí, está muy bien. ¿Dónde lo compraste? - Quiso saber su padre.-



            Él permitía que su hija gastase alguna suma en darse caprichos. De ese modo pensaba incentivarla y compensarla por sus largas ausencias. Aunque, para sorpresa suya, la niña le contestó llena de satisfacción.



-Lo he diseñado yo. Me gusta mucho diseñar vestidos. Luego la droida lo fabricó.



            Y es que esos androides podían incluso variar sus medidas corporales de modo que cualquier vestido se les ajustaba perfectamente. Cuarzo asintió, felicitando a su hija.



-Eres muy talentosa diseñando ropa. Aunque sabes que esa no es una función para una duquesa, hija.

-Bueno, me gusta hacerlo.- Pudo decir la niña, decayendo un poco en su entusiasmo.-

-Mientras sea una mera afición y te centres en tus responsabilidades y los estudios, me parece bien.- Aprobó su progenitor.-



            A fin de cuentas, si eso la mantenía distraída y feliz, no hacia ningún daño. A su vez Esmeralda sonrió más contenta. Enseguida se animó proponiendo a su padre.



-¿Te gustaría ver otros vestidos que le he diseñado a la droida Num?

-Quizás en otro momento, cielo.- Repuso descuidadamente él.-

-Me he fijado en algunos vestidos que tenía mamá, para hacerlos parecidos.- Comentó la chiquilla.-



            Cuarzo no replicó a eso, siempre que se hacía alusión a su difunta esposa entristecía su gesto. Era una de esas noches en las que la añoraba y estaba necesitado de compañía femenina. Se preguntó entonces si entre las funciones de esas droidas... 



-Dime papá.- Insistió la cría.-

-¿Qué te diga, el qué?- Quiso saber él, que había estado distraído en esas otras reflexiones.-

-Lo de ver más vestidos.-Le aclaró su hija.-

-Ya te he dicho que en otro momento. Ahora tengo mucho que hacer tras la cena.- Declinó su interlocutor.-



            Si bien eso la entristeció, la cría lo dejó estar. Quería cenar junto a su padre y pasar tiempo con él. Concluyeron al cabo de un rato y ella le dio las buenas noches. Cuarzo la vio alejarse, estaba alta para su edad y lucía ese cabello verde botella tan hermoso. Aunque los ojos de Esmeralda eran castaños, un rasgo de genética más estable.



-Al menos ella no ha enfermado como su pobre madre.- Se dijo con alivio.-



            Cuarzo se fue a sus habitaciones, entonces volvió a pensar en aquello. Tras un rato de indecisión al final llamó a esa droida. Ésta se presentó de inmediato.



-¿El amo señor Duque deseaba verme? - Inquirió.-

-Sí.- replicó él que se estaba desvistiendo, para preguntar sin dilación.- Dime. ¿Eres totalmente funcional? Me refiero a que, estando diseñada como una mujer, tienes capacidades para un intercambio afectivo a un nivel..., ya me entiendes…- Pudo completar sintiéndose algo tonto por hablar con esa clase de rodeos a una máquina.-

-Si el amo me pregunta si estoy preparada para interaccionar sexualmente, la respuesta es sí.- Replicó la imperturbable droida.-



            Aquello sí que le encantó a Cuarzo, desde la muerte de su esposa se sentía muy solo, demasiado. Pese a ello jamás tuvo el valor como para ser infiel a su memoria. Y menos todavía se enamoró de otra mujer. Sin embargo, aquella imponente droida que tenía delante no era en realidad más que un instrumento. Por ello, ganando seguridad y confianza, le ordenó.



-En tal caso, quítate la ropa.



Ese androide obedeció revelando un cuerpo realmente perfecto. Eso animó más si cabía a su ya predispuesto amo.



-Túmbate en la cama.- Le indicó él con creciente excitación.-



            Sumisamente, la droida lo hizo. Aunque permanecía quieta cuando él ya desnudo también, se colocó sobre ella.



-Amo, mi cuerpo está dotado para el intercambio sexual aunque yo no poseo información acerca del proceso humano de apareamiento. –Le dijo el androide.-

-¿No dijiste que estas lista para interactuar?- Le preguntó un contrariado Cuarzo.- Creía que eso también se refería a saber hacerlo.

-Sí, pero únicamente a nivel anatómico. No tengo datos, al ser tutora de vuestra hija, lady Esmeralda, tengo un código se seguridad parental. Debería solicitar una actualización, con su permiso, amo.-  Respondió Num.-



            Su dueño no lo pensó dos veces, conectó vía inalámbrica con la central de fabricación y, una vez puso su código y contraseña, a través del ordenador descargó los programas y datos necesarios. Al poco la droida se reinició. Ahora, al abrir los ojos su mirada había variado. Observaba a su amo con expresión lujuriosa y, sonriendo incitadoramente, habló con tono meloso y más coloquial.

-He sido actualizada con toda la información acerca de la cópula humana, y todas las posibles posturas. Estoy a tu entera disposición…pídeme lo que quieras...

-Eso está mejor.- Se sonrió Cuarzo.-



            Y el duque no tardó en comprobar aquello para su satisfacción. Casi era como estar con una mujer auténtica. Mejor incluso, esa droida acataba sin rechistar cualquier orden que él le diera destinada a saciar su placer. Al día siguiente, como si nada hubiera pasado, Num estaba atendiendo a Esmeralda y a su padre. Tras servirles el desayuno, incluso guiñó un ojo a Cuarzo, queriendo saber.



-¿Desea otra cosa más, amo?

-No, por ahora está bien, gracias. Tengo que marcharme a la Capital. Te ocuparás de que mi hija siga aprendiendo protocolo.

-¿Quiere que la instruya en otras artes más avanzadas?- Le consultó Num con tono demasiado familiar.- ¿Algunas artes adultas quizás?

-No, en absoluto, limítate a tu programa básico.- Se apresuró a ordenar el atónito Cuarzo.-

-¿A qué artes se refiere, papá?- Quiso saber la desconcertada cría.-

- Nada que deba preocuparte.- Sentenció bruscamente su interlocutor zanjando aquello.-



            Aunque no le gustó esa respuesta la niña ya estaba lo bastante avezada en ese tipo de conversaciones como para darse cuenta de que no debía insistir. Charlaron de otros temas y tras un rato más Cuarzo se despidió de su hija. Después de besarla en una mejilla y darle un largo abrazo pues la cría se aferraba a él. Esmeralda no deseaba soltarse, se iba a quedar sola otra vez. ¡A saber por cuanto tiempo! Pero inexorablemente su padre se fue. La niña quedó en su gran mansión, pensando que poder hacer, como se aburría llamó a su droida.



-Num, voy a diseñar más vestidos.- Le dijo.-

-Lo que mi ama quiera.- Concedió esta con voz muy jovial e incluso juguetona.-

-¿Por qué hablas ahora así?- Se extrañó la cría, acostumbrada a un tono más sereno y analítico.-

-He sido actualizada. ¿No os gusta?

-Bueno, está bien…- Replicó Esmeralda sin darle mucha importancia.- Haz el favor de traer mis patrones…



            La droida acató esa orden de inmediato, aunque entonces le sugirió a su perpleja ama.



-¿Por qué no hacéis un vestido más sexy?

-¿Sexy?- Repitió la niña sin comprender.-

-Uno que le guste mucho a vuestro padre. Yo os dará algunas ideas.- Le explicó ese androide.-

-Sí, sería genial que le gustara a papá.- Asintió la niña.-



            Y así lo hizo. Desde luego, en las posteriores visitas poco podía sospechar Esmeralda que su padre disfrutaría tanto con los pases de modelos que Num hacía. Y todavía más aun con esa droida cuando caía la noche y se iban a dormir. Cuarzo estaba encantado con ese nuevo programa aunque le ordenó a la androide que no hiciera alusión alguna a eso delante de la cría.



-Vuestros deseos serán cumplidos, mi amo.- Contestó sumisamente ella.-



            Y es que el duque estaba asombrado con esos progresos. Rutilo y su ayudante y seguro sucesor, Peridoto, estaban creando cada vez mejores droidas. Eran androides fruto de la tecnología que los pioneros trajeron consigo en ese legendario asteroide en el que llegaron. Tras décadas de trabajo y esfuerzos, poco a poco se pasó de robots con aspecto de latas a figuras humanoides con mayores detalles, sensibilidad, realismo e incluso capacidad de razonamiento autónomo. Pese a ello seguían siendo fieles sirvientes que no cuestionaban a sus amos. Peridoto llegó a decirle al mismísimo soberano que, producidos a gran escala, esos androides terminarían con la acuciante necesidad de población en el planeta. Ya hacía años que se dedicaban a las tareas más arduas y peligrosas. Es más, dejarían a los habitantes humanos mucho tiempo para el mero ocio y disfrute de la vida. Y pensando en las posibilidades, al veterano ingeniero todavía se le ocurrió algo más.



-Majestad. Os propongo la creación de unidades militares de droidas. – Le sugirió un día a l monarca durante una audiencia.-

-No sé.- Repuso Coraíon sopesando aquello.- No me acaba de convencer delegar tanto en unas máquinas, por avanzadas que estén.

-Os garantizo Majestad que no existen riesgos. Y sería la perfecta solución a los temores de muchos miembros del Consejo. En caso de ataque, nos defenderían hasta el final sin dudar.

-Sabéis que, acorde a la ley, tengo que consultar al Consejo en un asunto de tal magnitud.- Contestó un pensativo soberano.-

-Por supuesto.- Convino el ingeniero con una amplia sonrisa.-



            Coraíon así lo hizo y tras exponer los pros y los contras se votó. Algunos que estuvieron a favor fueron el propio rey, Cuarzo, Turquesa, su esposo Berilo, Rutilo y Azabache. Talco se opuso, casi más por votar en contra de su antiguo amante y de su mujer, Ópalo se abstuvo, algo en eso no le acababa de convencer. No obstante no deseaba significarse abiertamente en contra del propio soberano. Grafito votó en contra y tampoco a la reina pareció gustarle demasiado esa idea. Por una vez no compartía la opinión de su esposo. Pero no intervino, dado que había asistido esta vez a la asamblea, aunque solamente como observadora.



-Esa nunca fue la manera de hacer las cosas aquí.- Argumentó Grafito.-

-Tiempos nuevos requieren modos nuevos.- Replicó elocuentemente Rutilo.- Y es por el bienestar y la comodidad de nuestros conciudadanos.

- Y de paso evitamos que nadie tenga tentaciones republicanas.- Pensó su interlocutor aunque, no deseando sonar subversivo, se cuidó mucho de decirlo en voz alta.-



            Sea como fuere se aprobó en el Consejo y en pocos meses comenzaron a verse bastantes modelos militares masculinos y algunos femeninos patrullando el planeta o custodiando los diversos territorios. La mayor parte de los nobles se agenciaron algunos. Aquello, unido al cada vez mejor aprovechamiento de la energía oscura, hizo que el reino prosperase. De esta manera pasaron un par de años más cuando el monarca de Némesis recibió una extraña visita en su corte. Coraíon se disponía a celebrar junto con su pueblo el cumpleaños de Zafiro en un ambiente de optimismo y alegría. Fue entonces cuando una misteriosa embajada hizo acto de presencia en el planeta. Uno de sus servidores corrió a informar al Rey.



- Majestad, han llegado visitantes del espacio exterior...

-¿Con qué intenciones vienen?..- inquirió el monarca mientras se levantaba de su trono. -

- Vienen en son de paz. Piden una audiencia con vos....

-¿Representan a alguien?... ¿Son enviados de la Tierra o de alguno de sus mundos aliados tal vez? - Quiso saber Coraíon con visible interés -...

- No lo sé, Señor.- Repuso el servidor encogiéndose de hombros. –Creo que son esos que contactaron con nuestro planeta hará unos meses.



            Y es que Azabache y Rutilo hicieron saber a Coraíon haría casi medio año que, unas transmisiones que respondían las que muchos años atrás se enviasen desde el planeta, habían sido recibidas. El monarca entonces asintió.



- Está bien, hazles entrar y llama a mi hijo Diamante, quiero que esté presente para que vaya adquiriendo experiencia.- Aquel individuo se inclinó con un ademán reverencial y salió al punto de la sala. -



            El príncipe heredero estaba con su preceptor estudiando matemáticas, una asignatura que no le apasionaba precisamente. Así que cuando un noble importante del gabinete de su padre le informó de que éste le requería fue al punto. Se alegró sobremanera de olvidar las ecuaciones y las incógnitas por ese día. Era ya un chiquillo de unos trece años, bastante alto para su edad, de pelo albino y unos brillantes ojos violetas. Al llegar, se inclinó respetuosamente y dijo.



- Padre, ¿me mandaste llamar?..

- Sí, Diamante...voy a recibir en audiencia a unos visitantes. Quiero que estés a mi lado. Siéntate junto a mí...

-¿Y madre? ¿No estará sentada con nosotros?...- preguntó curioso. -

- Tu madre se encuentra indispuesta, no creo que pueda estar aquí, pero no temas, es sólo una dolencia leve. Pronto estará bien...- repuso Coraíon para tranquilizar a su hijo. -



            El chico suspiró aliviado, últimamente el estado de su madre no era todo lo bueno que debiera. Padecía algunas crisis de debilidad que no solían prolongarse demasiado. Algunos decían que el motivo era la energía oscura que alimentaba al planeta. Otros lo achacaban simplemente a una salud frágil de origen. Pero no parecía ser ese el caso, la soberana siempre había estado bastante saludable y llena de vitalidad. De todos modos por hoy, sin ir más lejos, no podría asistir. Aunque el muchacho se alegraba de que él pudiera sustituirla para permitirla descansar. En eso el Chambelán Real anunció la entrada de esos invitados.....



-Unos muy nobles visitantes solicitan audiencia.- Declaró ante el asentimiento del rey.-



            Entonces, acompañados por Azabache, una comitiva de varios soldados o al menos eso parecían, enmascarados con unos yelmos metálicos, se llegaron a pocos metros del trono y allí se arrodillaron. Tras ellos llegó un misterioso personaje que iba ataviado con un hábito que le cubría por completo el cuerpo y no dejaba ver su rostro. Parecía estar flotando sobre un invisible soporte, como si fuera sentado en él.



-Majestad.- Intervino Azabache con tono solemne.- Tengo el gran honor de presentaros a esta alta representación.-



Y aquel encapuchado se dirigió en tono muy respetuoso al rey Coraíon, cuando el monarca se lo indicó con un gesto.



- Os  traigo saludos de mis gobernantes, Majestad. Ha llegado a sus oídos la reputación de monarca pacífico y poderoso que tenéis. Sois muy respetado y admirado en mi planeta. Estoy aquí en prueba de ese respeto y de la voluntad de mis superiores de entablar relaciones diplomáticas con vuestro magnífico reino.

-¿Quiénes son tus gobernantes? - Le inquirió el rey al que le invadía la curiosidad. - ¿Y por qué no muestras tu rostro ante mí?

- Ellos, Majestad, son los reyes de un planeta lejano llamado Chaos, más allá de la nube de Oort. En cuanto a mi humilde persona, no puedo mostrar mi rostro excepto a mis hermanos, es un voto sagrado de la orden a la que pertenezco. A eso se une que vuestro entorno no es adecuado tampoco para mí. Debo protegerme. Confió en que con vuestra benevolencia sepáis disculparme...

- Si es un sagrado voto y además es por salvaguardar vuestro bienestar, por mí no hay inconveniente. Acepto de muy buena gana la proposición de tus soberanos y quiero expresarte las gracias en mi nombre y en el de mi pueblo.

- Estoy aquí en calidad de embajador...señor,- le informó el encapuchado. - Si vos dais vuestro placed, traigo mis credenciales.



             Coraíon dio una indicación a uno de sus chambelanes que recogió las acreditaciones de una bandeja dorada que uno de los soldados del encapuchado portaba, el  servidor real se las entregó y el rey las ojeó con cierto detenimiento.



- Muy bien, están en una lengua que no entiendo, pero supongo que deben estar en regla. Mis expertos se ocuparán de traducirlas con la ayuda de los vuestros. ¿Cómo os llamáis embajador…?

- En mi orden no llevamos nombres.- Replicó éste de una forma algo misteriosa. - Pero yo era consejero de mis soberanos que se referían a mí como su Hombre Sabio...

- Bien, así os llamaré yo, Hombre Sabio. Espero que usted y su gente estén cómodos entre nosotros.- Le deseó Coraíon, algo sorprendido sin embargo por lo extraño de aquel visitante. – Ahora tendremos que corresponder y nombrar un embajador para vuestro mundo.



            Aquella era una cuestión espinosa, ninguno de los notables allí presentes parecía entusiasmado con esa idea. Fue entonces cuando Azabache intervino.

-Majestad. Sería para mí un honor el partir como embajador de nuestro planeta. Si vos me otorgáis vuestra confianza.



            El soberano miró en derredor y nadie desde luego daba la impresión de oponerse. Es más, todos respiraban aliviados. De ese modo asintió, declarando.



- Tenéis mi plácet y mis mejores deseos, Señor Azabache.

-Muchas gracias, Majestad. Me honráis sobremanera.- Replicó éste inclinándose de forma pronunciada.-

- Majestad...será un gran honor recibir a vuestro embajador en mi mundo. Se puede ver que es un hombre de gran valía. Nunca podré agradeceros lo bastante vuestra generosidad y buena acogida. En nombre de mis soberanos, os traigo unos modestos presentes para intentar hacer patente la gratitud de mi pueblo .



El Sabio movió levemente una manga de su hábito y al punto varios de esos soldados trajeron varios cofres, los abrieron y depositaron su contenido a los pies del rey. Éste, su hijo y el resto de los cortesanos, miraron anonadados un despliegue de riquezas impresionante, oro, plata y joyas de gran belleza que sin embargo, no eran ni muchísimo menos lo más valioso. Y es que un montón de metales rarísimos y aleaciones de gran extrañeza completaban los tesoros. Y sobre todo aquello destacaba un raro y hermoso cristal negro que recordaba a los empleados en Némesis y que refulgía con destellos de ese mismo tono.



- Son unos presentes muy valiosos, te estamos muy agradecidos. - Dijo Coraíon con estudiado tono cortés, mientras los examinaba atentamente con la mirada no dejando translucir su asombro. – Ha sido un detalle que tendremos muy en cuenta.



Pero Diamante no pudo refrenar su entusiasmo infantil y exclamó.



-¡Vaya, son metales que no tenemos por aquí...es fantástico! , debéis ser muy poderosos y ricos en vuestro mundo.-



Coraíon miró al niño con reprobación, y se dirigió hacia el Hombre Sabio con tono neutro y condescendiente.



- Tendréis que disculpar a mi hijo, es muy joven e impresionable por cualquier cosa...

- Para mí es un honor, señor. Me honra recibir los elogios del joven príncipe. Vienen de un corazón noble y sincero. Eso se agradece – manifestó el Sabio que hizo lo que parecía una leve inclinación de su capucha hacia el chico. -

- Estaréis fatigado tras tan largo viaje.- Repuso el rey cambiando de tema -, os ruego que no os sacrifiquéis más por mor de la diplomacia y os retiréis a descansar. Haré que os alojen en la mejor parte del palacio.

- Tanta amabilidad me abruma, Señor...Así lo haré con vuestro permiso.- Declaró  su contertulio que volvió a  inclinar su cubierta cabeza y después se retiró, sin darle la espalda al soberano, como si una especie de fuerza invisible le llevase hacia atrás. Toda su comitiva le imitó y el propio Azabache fue con ellos tras hacer una prolongada inclinación a su rey. -



            Coraíon terminó la sesión de audiencias y esperó a estar a solas con su hijo para explicarle el porqué de su reproche, el joven Diamante escuchó con atención los consejos de su padre.



- Hijo...cuando estés ante alguien que no conozcas jamás le des pistas de nuestra fuerza o debilidad. Podría volverse en contra tuya, recuerda bien esto. En política hay que pensar lo que se dice, nunca decir lo que se piensa, ¿me has entendido?

- Sí padre, lo siento...- susurró el niño que bajó la cabeza avergonzado, pero Coraíon se la acarició y sonrió animosamente en tanto el crío remachaba.- Os pido perdón. No lo volveré a hacer…

- La sinceridad no es una falta. No hay nada que perdonar. Pero debes aprender a ser prudente.–Contestó su progenitor para añadir con tono más amable.- Por eso quiero que estés en este tipo de acontecimientos, forman parte de tu educación. Has de ser un príncipe inteligente, además de bueno, para un día ser un gran rey. Como seguro que serás. Anda. Ahora ve a ver a tu hermano y a tu madre y diviértete. Yo iré en cuanto termine con unos asuntos.



Diamante sonrió contento por aquellas palabras. Obedeció y salió a la carrera. Cuando llegó a ver a su madre la reina estaba acostada. El niño se preocupó por su estado pero  ella le consoló.



- Hijo, no te preocupes, sólo estoy fatigada,- le dijo con voz dulce. - Pero pronto estaré bien. Vete a felicitar a tu hermano, hoy es su cumpleaños.

- Lo sé, madre...- contestó él con un tono más animado y salió tras dar un beso a su interlocutora en la mejilla.-



            La soberana vio alejarse a su hijo y esbozó una sonrisa. Sus pequeños eran lo mejor de su vida. Por ellos merecía la pena soportar esa existencia tan llena de trabajos en Némesis. Aunque también amaba profundamente a Coraíon. Nunca pudo decir que hubiera sido un mal esposo o que la descuidase. De hecho estaba segura de que él la amaba como el primer día que se conocieron. Por desgracia tenía muchas obligaciones y los problemas de salud de ella no ayudaban a que pudieran pasar más tiempo juntos. Suspiró, aun recordaba la vez en la que fueron presentados. Su propia madre, acompañada de los soberanos de Neo Cristal- Tokio, fue quién lo hizo. Dirigiéndose al entonces príncipe de Némesis.



-Ésta es mi hija… Amatista –Nairía Lassart, de la casa Moon light. Princesa heredera al trono de la Luna Nueva…



            Ella entonces observó a ese alto muchacho de pelo claro, casi albino. Era realmente atractivo. Entre tanto Selene y los soberanos de la Tierra se apartaron un poco para hablar entre ellos. Coraíon, ajeno a eso, devolvió la mirada a esa hermosa joven y sonriendo besó su mano.



-Para mí es un placer, Alteza.

-Lo mismo digo.- Repuso ella de forma amable.- Es un honor conocer al heredero del reino de Némesis.

-Vos también sois heredera de vuestro reino según me comentaron. Sin embargo, creo que vuestra madre me dijo que tenías un hermano.

-Sí, mi hermano Granate. Aunque es menor que yo.

-Granate.- Comentó su interlocutor a quién le sonaba aquel nombre, en tanto añadió.- Creo que alguien de mi familia se llamaba así. Pero no recuerdo con claridad quién, debió de ser un remoto antepasado.

-En mi caso, mi abuelo se llamaba de esa manera.- Le contó la joven.- Todos tenemos nombres que honran el recuerdo de nuestros ancestros.

-El vuestro es muy hermoso.- Alabó él.-

-Era el nombre de la madre de una vieja amiga de mi abuela.- Sonrió la muchacha.- A mi madre le gustaba mucho. Pero mi otra abuela insistió en que su familia también se viera representada y me llamaron Nairía por la abuela de su padre. Era de un planeta muy lejano. ¡Como podéis ver mi árbol genealógico es un auténtico embrollo! – Se rio la joven.-

-Parece que vuestro padre no tuvo mucho que opinar al respecto.- Comentó Coraíon divertido.-



            Aunque el joven príncipe guardó al punto un culpable silencio. Se temió que aquello hubiera estado fuera de lugar, quizás podría haber ofendido sin pretenderlo a su interlocutora. Sin embargo ella, lejos de molestarse, se río francamente divertida y replicó.



-Desde luego. Mi padre el rey Charles siempre me decía lo mismo. Aunque su familia era de Francia y mi apellido, al menos, es el suyo. Su madre incluso fue modelo. Llegó a ser la directora de la más prestigiosa casa de modas de la Tierra. Alguna vez, siendo muy pequeña, me contó que mi nombre era precioso, le recordaba al de la madre de una querida amiga suya. La hija de su mentora en el mundo de la moda. Por eso, cuando además vieron el color de mis ojos, le encantó la idea de que me llamasen así.

-Vuestro nombre no podría ser más perfecto y ajustado para mi mundo. Y hace honor a vuestra belleza. Me recordáis al amanecer en mi planeta, cuando el lejano sol y nuestra estrella se combinan y tiñen los cielos de púrpura y oro.- Declaró Coraíon observando esos ojos malvas tan hermosos y deseando perderse en ellos, amén de esos cabellos dorados con rizos, para sentenciar con sinceridad.- Sois más bella que la amatista de la mañana, Alteza.



            La chica se ruborizó sin poder evitarlo. De hecho ambos prosiguieron la conversación, ajenos prácticamente al resto de los presentes. Parecía no existir nadie más en aquel gran salón hasta que la reina Selene, una hermosa mujer de mediana edad, morena y de ojos azules, se aproximó una vez más acompañada de Serenity y Endimión.



-Esperamos no interrumpir, hija.- Sonrió la soberana de la Luna Nueva.-

-¡Oh, no! Nada de eso, madre. - Se ruborizó la muchacha.-

-Siempre es un honor poder charlar con vos, Señora, y con los soberanos de la Tierra.- Apuntó Coraíon.-

-Pues a nosotros nos alegra veros conversar de una manera tan animada.- Intervino el rey Endimión, con tono de aprobación.-

-Celebro ver que dos jóvenes príncipes tan espléndidos hayan congeniado tan bien.- Les sonrió Serenity.-

-Estoy muy interesado en las historias familiares de la princesa Amatista.- Declaró Coraíon en un vano intento por refrenar su patente entusiasmo.- Me recuerdan muchísimo a las mías…

-Su Alteza, la princesa Amatista Nairía, desciende de unos honorables antepasados que fueron grandes amigos nuestros.- Intervino Endimión, agregando cordialmente. - Al igual que vos, príncipe Coraíon. Queremos que desde ahora nuestros reinos se unan en la concordia y la amistad.



            Y mientras el rey le decía esto a ese joven tan atractivo y amable, Amatista no pudo evitar fijarse en Serenity quién, a su vez, estaba ahora en un aparte con Selene diciéndole algo en confianza. La reina de la Luna Nueva asentía como si estuviera de acuerdo con lo que escuchaba. Sin embargo, su cara no parecía demasiado feliz…



-Luego supe de qué se trataba. Estaban hablando de mí.- Suspiró la soberana.-



            Entre tanto, mientras la autora de sus días seguía sumida en aquellos recuerdos, Diamante entró en el jardín y encontró a su hermano jugando. En realidad era de las pocas veces que el infante paseaba por aquel lugar. También había estado visitando a su progenitora que le felicitó por su cumpleaños.  Su hermano mayor hizo lo propio caminando hacia su encuentro para preguntarle.



-¿Qué hacías, Zafiro? ¿Jugabas?...

- Estaba mirando las flores del jardín.- Respondió su interlocutor señalando con ilusión. - Mira, aquí ha salido una y es muy bonita.

- Aquí tenemos muy pocas flores,- se lamentó Diamante algo apenado. -Némesis es un planeta muy árido. ¡Pero un día conquistaré la Tierra de donde fuimos expulsados y tendremos todas las flores que queramos!..- añadió ahora con determinación en un arrebato infantil. -

-¡Sí, tú podrás hacerlo, de eso estoy seguro! - Replicó el entusiasmado crío, mirando a su hermano mayor con mucha admiración. -

- Bueno, Zafiro. - Replicó el heredero sonriendo divertido a su hermano menor. – Lo de conquistar la Tierra era una broma. Padre cree que podemos llevarnos bien con ellos definitivamente. Y  siendo amigos, quizá podríamos traer aquí muchas flores terrestres. Seguro que nos las regalarían. Sin tener que luchar.

- Si padre lo dice estará bien.- Convino Zafiro quien no obstante, inquirió con visible interés. - ¿Tú que crees Diamante?

- Padre sabe lo que hay que hacer....-  contestó éste con voz muy convencida. – Además, nuestra madre es una princesa de la Tierra. Bueno, de la Luna terrestre, aunque tiene antepasados terráqueos.

-Siempre nos ha contado lo hermoso que es ese mundo… Y no solamente tiene flores, sino unos hermosísimos paisajes, grandes océanos.- Enumeró su entusiasmado contertulio.-  Por eso a la Tierra también se la llama el planeta azul. Que es mi color favorito

-Es cierto. Lástima que nuestros antepasados tuvieran que marcharse por culpa de sus soberanos.- Repuso Diamante con pesar e incluso algo de malestar.-

-Padre dice que sus soberanos son personas honorables, que todo fue sin duda un malentendido.- Matizó Zafiro.-

-Puede ser, pero nuestro planeta está tan lejos que, cuando nuestros ancestros quisieron darse cuenta ya no pudieron regresar. Al menos hasta ahora. Y eso fue posible cuando nuestro padre encabezó la primera legación diplomática de Némesis.- Declaró el joven heredero, remachando con orgullo.- Fue un día histórico sin duda. Aunque ahora éste es nuestro planeta natal, y tenemos que seguir trabajando con tesón para engrandecerlo y mejorarlo.



            Su hermano menor asintió con decisión a eso. Y tras aquella charla retornaron para estar junto a su madre. La visión de sus hijos pareció obrar maravillas en Amatista. Eran la fuerza que precisaba. Tanto que a los pocos días se levantó y pudo compartir con ellos el desayuno y un paseo. Comentaban las mejoras que se estaban planificando en su planeta. Diamante les explicó que aquel extraño recién llegado estaba aportando ideas muy novedosas…



- Pues ahora que lo dices, he escuchado al Hombre Sabio decir que él nos ayudará a embellecer nuestro mundo. ¡Es increíble la cantidad de cosas que sabe!- Afirmó Zafiro con admiración.-

-¡Claro! –rio su hermano para señalar divertido esa obviedad.- Por eso precisamente le llaman Hombre Sabio.



            Su interlocutor se rio también. Ambos lo hicieron de buena gana. Su madre hizo lo propio, se sentía muy feliz de poder pasar un rato con ellos, aunque ese extraño encapuchado no le diera buena impresión. Empero, eso no importaba ahora. Llena de afecto posó sus manos en un hombro de cada uno de sus vástagos y pasando después cada uno de sus brazos tras ellos, declaró.



-Mis apuestos príncipes.- Sonrió ella con patente orgullo.- ¡Qué rápido crecéis!

-¿Te encuentras mejor, madre?- Quiso saber Zafiro observándola con preocupación.-

-Sí, cariño.- Repuso la aludida, añadiendo.- Lamento mucho no haber estado bien hace unos días. Espero que tu cumpleaños fuese un día bonito para ti.

-¡Oh sí! No te preocupes, madre. - Afirmó el muchacho para relatar.- Padre me ha prometido que, si me aplico, me dejará entrar en la zona reservada a los ingenieros. Están terminando una gran caldera que por fin ha logrado controlar toda la energía oscura de Némesis y dirigirla a nuestro antojo a cualquier parte del planeta.

-Sí, es cierto. - Convino Diamante.- Mi preceptor de informática me lo ha comentado. Dentro de poco tendremos una enorme cantidad de energía para transformar nuestro mundo. Y eso gracias a las indicaciones que les dio el Sabio. Tal y como señalaste antes, ¡Ese hombre es realmente inteligente!…

-Bueno, no sabemos si es un hombre, siempre va cubierto.- Opuso Zafiro.-

-No seas tonto. ¿Qué otra cosa podría ser? Dijo que tenía un sagrado voto y que no podía mostrarse.- Le contestó su hermano.-



            Su madre les escuchaba ahora sin poder ocultar el gesto de malestar en su rostro. Volviendo a sus reflexiones anteriores. Aquel extraño individuo nunca le había gustado. Desde que llegó y en las escasas dos veces que le había visto en persona le causó una extraña y recelosa impresión. Aquello le trajo un recuerdo en concreto a su mente. Siendo todavía soltera fue a ver a la reina Serenity a la Tierra y habló con ella sobre un tema muy particular.



-Es un honor que me hayáis recibido, Majestad.- Le agradeció haciendo una leve reverencia.-

-Por favor, eso no es necesario, Amatista.- Sonrió afectuosamente la soberana que de inmediato la invitó añadiendo.- Ven, pasemos a mi cámara privada.



            La reina guio a su invitada a una estancia adornada en tonos burdeos, con  un confortable sofá. Con un ademán la indicó que tomase asiento y ella misma hizo lo propio a su lado. Tras posar una mano sobre las de la joven le dijo con tono cómplice y casi maternal.



-He hablado con tu madre, y ha visto lo mismo que yo. Está muy claro cuáles son tus sentimientos hacia el príncipe Coraíon.

-Yo…bueno... –Pudo decir la chica visiblemente azorada.- No creí que se notase tanto.

-No tienes por qué avergonzarte. El amor no es algo malo.- Le sonrió cariñosamente Serenity contándole.- Se han hecho grandes cosas por amor. De hecho, muchos de los habitantes de Némesis fueron allí por eso.

-Algo me ha contado el príncipe.- Admitió la chica, añadiendo tras atreverse a preguntar.- Pero ¿Acaso no huyeron de aquí por temor a vosotros?

           

            Por un instante el jovial semblante de Serenity se endureció, aunque enseguida recobró un talante más suave cuando declaró eso sí, con tono reflexivo.



-Por desgracia, a veces las gentes no conocen la verdad o son engañadas. Se las atemoriza para que desconfíen, y de ahí al odio solamente hay un pequeño paso. Por ello, si me lo permites, quisiera darte un consejo. Guárdate siempre de los aduladores o de los que traten de volcar sobre otros las culpas. Esos son muy peligrosos. En especial los que prometan arreglar todos los problemas con soluciones mágicas o demasiado sencillas. Eso es algo que muchas veces no se puede hacer y otras, aun pudiendo, no se debe.

-Entiendo.- Suspiró la muchacha.-



            Aunque su contertulia la tomó suavemente de ambos brazos y le dijo con una sonrisa llena de afecto y al tiempo de preocupación.



-No, aun no lo entiendes, pero créeme que un día lo harás… Y a buen seguro que tendrás que estar dispuesta a asumir un gran sacrificio por defender a los que amas.



            Y Amatista asintió. Recordaba aquellas sabias palabras de la reina y se daba cuenta de que, efectivamente, tuvo toda la razón. Era ahora cuando comenzaba a comprender…recordó después aquella conversación que tuvo con su madre al día siguiente, en cuanto retornó a la Luna. Selene la aguardaba en su habitación, tras preguntarle por su viaje y tomar asiento con ella, encima de la cama de la princesa, la soberana le miró directamente a los ojos y declaró.



-Hija mía…Como bien sabes, Serenity y yo hemos hablado de lo tuyo con Coraíon.

-Sí madre. Ella misma me lo dijo.- Admitió la joven.-

-Ha llegado el momento pues de que te muestres a la altura de tus responsabilidades. Sé que es duro pero tengo que exigirte que sepas renunciar…-Replicó gravemente su interlocutora.-



            La joven casi contuvo la respiración. Apenas fue capaz de musitar bajando la vista.



-Comprendo que, como princesa heredera tengo una gran responsabilidad. Sin embargo yo…no puedo evitar sentir lo que siento, madre.

-Lo sé, mi niña. - Le sonrió su progenitora de una forma más tierna ahora, en tanto agregaba levantando cuidadosamente el mentón de su abatida hija con una mano.- Pero tienes que hacer un sacrificio. Aunque quizás no te resulte tan penoso después de todo… Sin embargo, te aseguro que sí lo será para tu padre y para mí.- Remachó ahora con lágrimas.-



            Amatista miró a su madre con sorpresa. Quizás fuera a pedirle algo tan duro y doloroso que ya estaba sufriendo de antemano por ella. De modo que, tratando de sonreír animosamente contestó.



-Mamá. Si es por vosotros y por el reino haré lo que sea. Si debo renunciar, renunciaré a él…Sé muy bien quién soy y entiendo perfectamente lo que debo hacer. Mis deseos personales no pueden estar por encima de mi mundo.



            Su interlocutora asintió despacio y tras devolverle la sonrisa y posar una mano sobre las de la chica, declaró.



-Me siento muy orgullosa de ti. Y nunca he dudado de que harás lo que debes. Como lo hicieron tu bisabuela y tu abuela antes que tú. Y como tengo que hacer yo ahora. -Concluyó ahogando un sollozo, para aseverar.- Las dos fueron unas grandes reinas de la Luna. Yo espero ser digna de su legado, pero tú, tú mi niña...serás reina…pero no lo serás aquí.

-Madre, no te comprendo.- Acertó a responder la desconcertada muchacha.- ¿Por qué dices eso?

-Los soberanos de la Tierra hablaron conmigo y con tu padre. Ellos tienen una hija, La pequeña Dama, que realmente tiene muchos años, pero a causa del gran sueño recibió una gran dosis del Cristal de Plata. Sigue siendo una cría de apenas seis años, al menos en apariencia y en mentalidad. Su crecimiento se ha retardado de una manera increíble. Y no sirve para el propósito que tenían en mente cuando supimos de la visita de Coraíon. De modo que, como amigos y aliados que de ellos somos, nos han pedido un gran favor. Y comprendiendo la importancia del asunto no pudimos negárselo. Nos han solicitado que les demos algo muy valioso. Lo más valioso que tu padre y yo poseemos.



            Amatista quedó sobrecogida. ¿Y si los soberanos terrestres les hubiesen pedido a sus padres su reino? ¿Acaso deseaban reunificar la Luna? Al menos así es como lo estuvo en el pasado, antes de que cedieran parte del satélite a la reina Neherenia, la bisabuela de la joven. Aunque, cuando expresó este temor, su madre negó con la cabeza y suspiró. Replicando para asombro de la chica.



-No hija, ¡Ojalá se hubiese tratado de eso! Lo habríamos entregado gustosos cien veces. No, mi amor. Lo que Endimión y Serenity nos han demandado, a quién quieren… es a ti…Nos han propuesto que seas la esposa del príncipe Coraíon. Ellos saben lo que ambos sentís. Es por eso que, si de veras le amas, te daremos nuestra bendición. Sin embargo, deberás renunciar a tus derechos de heredera del reino de la Luna Nueva y cedérselos a tu hermano Granate. Tú serás reina sí…pero reina de Némesis. En la promesa de que con tu enlace nos traerás la paz permanente y la amistad con ese mundo.



            La joven no salía de su asombro y movió la cabeza con manifiesta incredulidad. Su madre entonces le dijo apesadumbrada.



-Lo siento, hija…

-¡No!.- Pudo sollozar ella, presa de la emoción.- No, madre…te aseguro que es una noticia que me hace muy feliz. Estoy enamorada de Coraíon y él de mí. Creía que tendría que renunciar a él por ser la heredera. Pero gracias al cielo mi hermano podrá cumplir con ese papel. Será el primer rey de la Luna Nueva que no sea consorte.

-Mi amor. Ten cuidado con lo que deseas.- Le advirtió su interlocutora acariciando las húmedas mejillas de la chica, en tanto remachaba.- No podremos volverte a ver. El afelio de Némesis pronto llegará, es por eso que todo es tan precipitado. ¡Perdóname, mi niña! Pero nuestra intención al saber que el príncipe heredero de Némesis vendría siempre fue ésta. No contábamos con que los dos ibais a enamoraros, eso fue una bendita casualidad. Desde luego que así las cosas son mucho más fáciles. Sobre todo si en lugar de sacrificarte por todos lo aceptas gustosa. Aunque quizás ahora soy yo la que se arrepiente. - Concluyó por confesar visiblemente abatida.- Me arrepiento amargamente de perderte.



            Amatista la contempló durante un largo instante y luego se abrazó a su madre, las dos lloraron conscientes de lo que aquello significaba. A buen seguro nunca más volverían  a verse. Así estuvieron largo rato… Ahora que tenía sus propios vástagos aquello le venía a la mente comprendiendo plenamente al fin lo que esas palabras significaron. Tras la boda en la Luna llegaría el viaje a Némesis y la ceremonia de esponsales que tuvo a su vez lugar allí. Desde entonces siempre supo que su esposo la amaba. Luego nacerían sus dos hijos y por desgracia, comenzó a sufrir esos problemas de salud, achacables seguramente al insano ambiente de este planeta, pese a todas las mejoras que se habían ido logrando en décadas.



-Pero no me arrepiento. Aunque echo mucho de menos a mis padres y a mi hermano.- Musitó para sí.- Por Coraíon, mis hijos, y la paz y amistad entre nuestros mundos. Todo ha merecido la pena. Pero, sobre todo, por mis queridos niños…para que puedan vivir siempre felices y con un hermoso futuro…si es que ese Sabio les deja…



            Y quiso apartar de sí esas funestas reflexiones. Por suerte o desgracia estaba ajena a que, en ese mismo momento, el recién nombrado embajador Azabache y el citado Sabio estaban manteniendo una reunión muy particular. Con el pretexto de mostrarle algunos lugares del planeta, Azabache acompañó a su “huésped” a la zona restringida. Allí, en total secreto descendieron a esa sima que cobijaba a su Amo. Una vez accedieron al interior, apenas iluminados por ese resplandor escarlata que emanaba del fondo de aquella caverna, se apercibieron que tenían compañía…



-Al fin ha llegado nuestro momento.- Declaró Caos, dirigiéndose a sus servidores.-



            Y es que, congregados ante él y de rodillas estaban Marla y Azabache. Junto a ellos, en posición del loto y con su cabeza bajada tras ese capuchón que le cubría, permanecía el Sabio, escoltado por dos de esos guardianes que habían llegado con él. Todos aguardaban en silencio las indicaciones de su amo. Éste, tras un breve momento de espera, finalmente añadió.



-Marla, Azabache, tenéis una misión muy importante que cumplir. Aunque antes de que sepáis de qué se trata, os presentaré a dos aliados.



            Uno de esos pretendidos guardianes se quitó un yelmo que le cubría la cabeza. Reveló los rasgos de un hombre atractivo de cabellos rubios y ojos rojizos como el fuego. Habló con voz grave y respetuosa.



-Es un honor, maestro Caos. Soy Valnak, capitán de la horda demoniaca. Mi acompañante se llama Armagedón y ostenta el mismo rango que yo. Hemos venido aquí para ayudaros en vuestra tarea.

-¿La horda demoniaca?- Se sorprendió Azabache, queriendo saber.- ¿Cómo es posible que estemos confabulados con seres infernales?

-Porque yo soy una representación del mal.- Le aclaró Caos dejándole petrificado.-

-¿Del mal? Me dijiste que eras la manifestación de este planeta.- Replicó el anciano entre incrédulo y horrorizado.-

-Y es cierto. Este planeta está habitado por el mal.- Repuso su contertulio con sorna.-

-¡Ya te dije que era un idiota!, amo.- Se burló Marla.-

-¿Acaso no te has movido por tu propia ambición?- Le preguntó Caos al atónito Azabache, añadiendo.- Yo he hecho posible que tú hayas sido importante en este mundo. Te entregué a esa mujer…

-Magnetita se quitó la vida.- Le reprochó amargamente su interlocutor.- Dime. ¿Si tan poderoso eres por qué no lo impediste?

-Los seres humanos seguís gozando del libre albedrio. - Fue la respuesta.-Si su deseo fue perecer antes que estar contigo, no estaba en mi mano impedirlo. Ahora la pregunta es. ¿Qué elijes tú?...piénsalo. Ya eres anciano y te has quedado sin fuerzas, sin atractivo. Pero yo puedo darte una misión y elevarte mucho más de lo que un mísero mortal podría…



            El asombrado y asustado Azabache guardó silencio. Tenía aquella disyuntiva ante sí.



-¡Vamos, imbécil! No tenemos todo el día.- Le espetó Valnak.-

-Si pudieras prometerme que volvería a estar con ella, los dos juntos para siempre. Me uniría a ti.- Contestó finalmente Azabache.-

-Eso es algo que puedo asegurarte. Te unirás a ella.- Concedió Caos.-



            Y tras un momento de vacilación, al fin Azabache aceptó, declarando.



-No me importa servir al bien o al mal. Con tal de que sea mía por siempre.

-Sea así pues. – Replicó aquel ente.-



            Y un rayo escarlata partió de él alcanzando a Azabache quien aulló de dolor por aquella descarga. Apenas pudo percibir como su cuerpo se consumía. Sus restos calcinados cayeron al suelo y tal y como sucediera años antes con el Sabio, un manto oscuro con un sayal los cubrió. Aquellos ropajes parecieron cobrar vida elevándose para sentarse igual que su hermano gemelo. Otra esfera refulgiendo con tonalidades rosáceas apareció entre sus manos sarmentosas y resecas.



-Ahora, os une la muerte. El alma de ese humano ha ido a reunirse con su amada...en el Infierno, ¡ja, ja! - Rio Caos, sentenciando.- Yo cumplo siempre mis promesas. En su lugar, he dotado a ese despojo de parte de mi esencia.



            Y dirigiéndose a ese recién creado ser y a Marla, les indicó.



-Vosotros deberéis emprender un largo viaje, más allá del espacio y del tiempo. Cada uno irá a un lugar y época distintas. Tú, como mi emanación, serás enviado al pasado en la Tierra. Allí aguardarás el momento adecuado para comenzar tu labor.

-Sí Amo.- Replicó la voz cavernosa y reverberante de ese nuevo ente maligno.-

-¿Y yo, mi Ama?- Quiso saber Marla.-

-Tú deberás hacer algo aquí todavía antes de partir. Y te llevarás a alguien contigo. Alguien que tiene ya un papel que jugar y un destino marcado.



            Y le desveló a su servidora cual sería esa persona y a dónde habrían de viajar. Marla sonrió inclinándose para sentenciar.



-Lo que órdenes. Cumpliré de inmediato ese encargo.



            Un agujero oscuro se abrió entonces junto a Caos, aquel ente encapuchado que acababa de crear fue absorbido por él desapareciendo. Así, esa especie de pasaje se cerró como si jamás hubiera existido.



-De modo que ese es el enlace y aliado que nos has prometido, Señor.- Intervino Valnak.-

-Así es. A su debido tiempo os uniréis a él. Os guiará con su saber oscuro.- Replicó su interlocutor, ordenándoles.- Ahora, mi otro servidor os dará las instrucciones. Seguidlas y triunfaremos.

- Lo que mandes.- Contestó Valnak inclinándose, lo mismo que su compañero Armagedón.-



            Y todos salieron de allí, aquel servidor, que no era otro sino el Sabio, les indicó.



-Tal y como nuestro amo y Señor ha dicho, tenemos que actuar con sigilo y eficacia.

-Podríamos terminar con todos esos humanos de un golpe.- Intervino Valnak.-

-Pero eso no me permitiría alcanzar mi verdadero poder.- Le rebatió su compañero.-

-Tienes razón. Lo olvidaba. Por alguna extraña razón algo salió mal.- Admitió su contertulio.-

-Es por ello que debemos hacernos con el objeto de nuestro deseo. Ese maldito Cristal de Plata. Con su ayuda, quizás Armagedón logre vencer la resistencia de su anfitrión. – Declaró el Sabio.-

-¿Por qué no ir directamente a la Tierra?- Quiso saber Marla.- Yo podría ir a su capital…

-Los poderes de Serenity , Endimión y sus guardianas, detectarían el mal que hay en ti y te destruirían.- Desestimó el Sabio, explicando.- No, debemos ser pacientes. Todavía quedan años para que nuestro plan fructifique.

-Bueno, nosotros estaremos aquí poco tiempo.- Replicó Valnak agregando.- He solicitado el apoyo de una de mis súcubos de confianza. Ella vendrá a recibir instrucciones y nos precederá para asegurarse del éxito.

-Suena muy prometedor.- Se sonrió Marla, llena de lascivia para comentar.- Espero que esa súcubos tenga un poco de tiempo libre para estar conmigo. Se dice que son unas amantes formidables.

-Olvídate de eso. No tienes tiempo para pensar en algo que no sea en ejecutar tu parte del plan.- Le respondió desapasionadamente el Sabio.-



            A desgana su interlocutora asintió. Después desapareció. Fue Armagedón quien preguntó.



-¿Podemos fiarnos de ella?

-Claro que no.- Repuso el Sabio.- Pero sí podemos asegurarnos de que actúe como queramos en tanto sus deseos coincidan con nuestros planes.

-¿Y cómo lograréis eso?- Quiso saber Valnak.-

-Porque su objetivo para ella resultará muy apetecible. – Le contestó su interlocutor, zanjando aquella conversación, en tanto les indicaba.- Vamos, hay mucho por hacer. Os daré las pautas para vuestra intervención.



            Y los tres se desvanecieron a su vez de aquel túnel subterráneo en el que estaban. Marla por su parte reapareció en una habitación de palacio. Allí, sonrió al contemplar a una pequeña cría que dormía. Tal y como estaba previsto, un cristal negro que ahora brillaba, presidía la estancia.



-Muy bien, Beryl. Sigue descansando. Dentro de poco tu destino cambiará. Estás llamada a hacer grandes cosas bajo mi tutela. Una lástima que no tenga tiempo para pasarlo bien contigo. A veces echo en falta esas diversiones humanas.- Le susurró a la cría que pareció agitarse en un sueño intranquilo, musitando.- Es el momento, gracias a la energía oscura de este cristal, podré unirme a ti para el viaje.



            Entonces Marla se transformó en una suave nube de vapor oscuro que penetró a través de la boca y fosas nasales de la pequeña. Al instante esta abrió unos ojos que ahora refulgían rojizos, sonriendo de forma aviesa. Con un tono de voz infantil, deformado por un toque gutural, declaró.



-Es hora de irnos…



            Una hermosa mujer entró entonces en la habitación. Tenía el cabello rubio y los ojos rojos. Vestía una especie de traje de baño negro de una pieza con altas botas por encima de la rodilla del mismo color. Se presentó a la cría.



-Me llamo Mireya. Soy la súcubos que estabais esperando. He venido a llevarte a tu destino.

-¿Tendrías tiempo de darme algo de placer antes de irnos?- Quiso saber la niña.-

-A pesar de lo que hayas podido escuchar, las diablesas de mi condición no somos todas iguales. No me gustan las hembras humanas y menos aún tan pequeñas. Además, tenemos una misión que cumplir.- Espetó la diablesa con un tono que parecía irritado.-

-¡Qué remedio!- Se lamentó ahora Marla con una vocecilla infantil teñida de malevolencia para pedirle a su contertulia.- Llévanos hasta nuestro destino, esta cría tiene todavía mucho que aprender para llegar a ser la que fue.



            Y obedientemente Mireya asintió, tomó en brazos a esa niña, y las dos desaparecieron…

            

                                   anterior                                           siguiente




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)