Las cuatro
hermanas y Rubeus surcaban ya el espacio hacia la Tierra. Tardarían muy pocas
semanas merced a los grandes avances tecnológicos y la propulsión de la energía
oscura que había multiplicado la velocidad de sus ingenios de una forma
increíble.
Algo en tus ojos
Llama a la mente una pantalla plateada
Y todo son tristes adiós
Se que no eres tonta
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a un amigo
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo
Para el corazón y la mente
Si tu respuesta es bondadosa
No hay confort en la verdad
Dolor es todo lo que encontrarás
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a una amiga
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo
Heriríamos a otros con las cosas que queremos decir
Por favor quédate
(Y ahora nunca va a ser
De esta manera)
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a un amigo
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo
Ahora que te has ido...
Ahora que te has ido...
Ahora que te has ido...
¿Qué es lo que hice tan mal?
¿Tan mal que has tenido que dejarme solo?
Una Kermesite niña le preguntaba a su abuela entonces.
-Abuela Kim, la canción es bonita pero no la entiendo.
Aquella mujer de cuyo rostro apenas sí se acordaba ya, le contestó.
¡Oh, oh!, sí, soy el gran impostor
Fingiendo que estoy bien
Mi necesidad es tal que finjo demasiado
Estoy solo pero nadie puede decir
¡Oh, oh!, sí, soy el gran impostor
A la deriva en un mundo propio
He jugado el juego pero para mí verdadera vergüenza
Me dejaste llorar solo
Demasiado real es este sentimiento de fantasía
Demasiado real cuando siento lo que mi corazón no puede ocultar
Sí, soy el gran impostor
Solo riendo y divertido como un payaso
Parece que soy lo que no soy, ya ves
Estoy usando mi corazón como una corona
Pretendiendo que todavía estás cerca
Síiii
Demasiado real es este sentimiento de fantasía
Demasiado real cuando siento lo que mi corazón no puede ocultar
Sí, soy el gran impostor
Solo riendo y divertido como el payaso
Parece que soy lo que no soy, ya ves
Estoy usando mi corazón como una corona
Fingiendo que tú
Fingiendo que tú todavía estás cerca
(Todavía cerca)
Idina no pudo evitar derramar algunas lágrimas para satisfacción de su enemigo, aunque eso ahora no le importaba a ella en tanto seguía viendo lo que le aconteció a su pobre esposo, quien ahora, a pesar de todo, sonreía con dignidad cuando la canción concluyó.
¡Aleja esos perros de mí!
Tu vida es un misterio
la mía, un libro abierto
si pudiera leer tu mente
creo que lo haría
no tengo miedo, cariño,
no me importa….
¿Qué tienes que esconder?
¿Qué necesitas probar?
siempre estás mintiendo
esa es la única verdad
no tengo miedo, cariño,
no me importa.
Esta noche las calles están llenas de actores
no sé por qué
¡Oh!, aleja esos perros de mí
antes de que me muerdan.
iría a cualquier parte, cariño
no me importa
no tengo miedo.
Esta noche las calles están llenas de actores
no sé por qué
¡Oh!, aleja esos perros de mí
antes de que me muerdan,
antes de que me muerdan.
-¡En verdad sí que estás completamente loca!
Esta noche luché y
me he decidido
sé que es lo correcto
sé que esos perros todavía
son una amenaza a mi alrededor
¡pero puedo, puedo luchar!
-¡Ja, ja, ja!- Se burló su enemigo, preguntando con sorna.- ¿Esta era tu arma para destruirme?
Si fuera tú, si yo fuera tú
no me trataría como
tú lo haces.
Si fuera tú, si yo fuera tú
no me trataría como
tú lo haces.
-¿Qué significa esto?- Exclamó entre perplejo y furioso.-
La respuesta le llegó por parte de su enemiga, cuando ésta repitió el estribillo de la canción con tono desafiante y audaz.
Si fuera tú, si yo fuera tú
no me trataría como
tú lo haces.
No tengo miedo,
cariño, no me importa.
-No me detendrás por mucho tiempo con esta estúpida añagaza.- Replicó él tratando de destruir ese contendor de energía.-
-No lo necesito.- Fue capaz de afirmar ella para rematar la última estrofa de la canción en tanto sacaba de sus ropas una especie de cajita y apretaba un botón.-
Iría a cualquier parte
cariño, no me importa…
No tengo miedo
no tengo miedo
no tengo miedo
-El infante
Zafiro y sus ingenieros se han superado con esta nave.- Decía Rubeus sin poder
ocultar su admiración, sentado en el puente de mando.- ¡Es realmente magnífica!
¡Y tenemos docenas de ellas! Nuestra victoria sobre los terrestres será
absoluta. No me sorprende que fueran incapaces de vernos llegar. Debió de ser
eso lo que propició que le tomásemos desprevenidos.
Y
razones no le faltaban para pensar así. Aquella era una nave espaciosa y muy
veloz, con un gran cuarto para cada uno. Los meses a los que se había reducido
ahora el viaje pasaron entre las instrucciones de su jefe y los esporádicos
consejos del Hombre Sabio vía Holo proyección. Rubeus había instalado el
comunicador que éste le diera en la nave.
-¿Cuáles son
nuestras instrucciones?- Quiso saber el joven, hablando con aquel encapuchado.-
-Primero
comprobar la zona. Después averiguar con certeza y exactitud la causa de la
resistencia del palacio de Cristal-Tokio. Por último neutralizar esas causas,
si es posible ahora, sino, retrocediendo en el tiempo.
-Muy bien. Así
lo haremos.- Repuso Rubeus.-
-Si lo logras,
permíteme augurarte un espléndido futuro. Serás aclamado como un héroe de
Némesis.- Le prometió su interlocutor.-
-Solamente
espero servir bien al príncipe Diamante.- Repuso el muchacho tratando de
mostrar modestia.-
-Me ocuparé
que él sepa de tu devoción, joven Rubeus.- Convino el encapuchado.- Y que sea
generoso con su recompensa. Si obtienes el éxito que mereces, yo de ti iría
pensando en lo que le pedirías al príncipe.
Y tras aquellas palabras la imagen
del Sabio desapareció y el comandante volvió a quedar a solas en el puente. Se
sentía muy satisfecho, estaba seguro de que aquella misión sería muy sencilla.
Casi un juego de niños. Con toda la Tierra prácticamente arrasada por el
anterior ataque y quedando como único bastión ese palacio, y quizás algunos
focos de resistencia aislados en partes muy focalizadas del planeta, sería
cuestión de poco tiempo localizar la fuente de su resistencia y destruirla.
Meditaba aquello, pensando en las posibles recompensas que obtendría.
-Puede que le
pida al príncipe la mano de esa estúpida de Esmeralda. Creo que es una idiota,
pero ahora es la dueña del ducado de Green- Émeraude.
Y además de eso, tenía que reconocer
que esa chica era muy hermosa y con un magnífico cuerpo. Gozaría con la duquesa
en su noche nupcial, quisiera ella o no. Sería incluso mejor si se resistiera.
Para él, tener la ocasión de domar a esa zorra sería algo impagable. Le
devolvería las humillaciones que le causó con su rechazo.
-Sí, el
príncipe solamente piensa en la reina Serenity. Si logro llevársela me
concederá cualquier cosa que le pida.- Se dijo lleno de satisfacción.-
Esmeralda no significa nada para él. Aunque la muy estúpida se niegue a verlo.
Se
deleitaba pensando eso en soledad. Al menos hasta que Kermesite se aproximó
haciendo que el sonido de sus tacones resonase en aquella extraña superficie de
la nave, emitiendo una especie de eco metálico.
-Amo Rubeus.
¿Necesitas alguna cosa?- Se interesó.-
Lo cierto es que el aludido se
encontraba de un estupendo humor tras su conversación con el consejero del
príncipe. Y ahora además, lleno de excitación como estaba, miraba detenidamente
a Kermesite y la encontraba realmente atractiva. A punto estuvo de proponerle
que le acompañase a su habitación para iniciarla como se debía. Sin embargo,
algo le detuvo. Recordó el consejo del Hombre Sabio. Sería mejor no hacer nada
que pudiera echar por tierra las estupendas perspectivas que se auguraba.
-Me dijo que
no era recomendable que me mezclase con ninguna de las hermanas. Puede que se
tomasen demasiadas confianzas, como esa idiota de Calaverite. ¡La muy estúpida
creía que estaba enamorado de ella! Bien. Ahora adoptaré otra estrategia…-Así pues
respondió.- No gracias. Eres muy amable.- Añadió sonriendo afablemente.- Ve a
descansar. Este viaje será largo, tenemos que estar física y mentalmente listos
para cumplir con nuestra misión.
-Lo estaremos,
amo.- Le aseguró la chica, ruborizándose para añadir.- Yo estoy lista para
cualquier cosa que me pidas.
-Muy bien.-
Convino él con aprobación.- Porque espero lo mejor de todas vosotras.
-Descuida.- Asintió
la entusiasmada muchacha.- ¡Triunfaremos, cueste lo que cueste!
Y dicho esto la joven se retiró. Por
su parte Rubeus se fue a sus estancias, donde enseguida reclamó a una de sus
droidas.
-Droida Nipasu,
ven aquí.
Al punto una hermosa mujer de
cabellos largos y azulados, vestida con una larga túnica apareció al instante.
Tras hacer una marcada inclinación, inquirió.
-¿Me mandaste
llamar, amo?
-Sí.- Se sonrió
él, acariciando el mentón del androide que soportó aquello sin inmutarse.-
Quiero que adoptes la forma de la duquesa Esmeralda de Green. Y que me hagas
disfrutar un poco de tus encantos femeninos.
-Entiendo amo.
Pongo en marcha el programa de copulación.- Repuso obedientemente la droida,
mutando su apariencia por la de esa mujer que le había sido indicada.-
Rubeus la contempló con visible
agrado, más cuando comenzó él mismo a desnudarla.
-Tengo que
practicar un poco, para cuando seas mi esposa.- Musitó.-
-¿Dijiste
algo, amo?- Preguntó su interlocutora.-
-Nada. Tú
dedícate a satisfacerme.- Replicó lapidariamente él.-
Y tras ordenarla que se pusiera de
rodillas, él se ocupó asimismo de desvestirse para ordenarle con patente deseo.
-Pon en
práctica tus artes amatorias, comienza por las orales…
Por supuesto, la androide lo hizo de
modo sumiso. Luego cuando él la detuvo para no terminar en eso, la hizo
tumbarse y abrir las piernas. Nipasu se dispuso tal y como su amo le indicó.
Esas androides estaban programadas con multitud de capacidades y el marqués de
Crimson se ocupó de que las habilidades sexuales estuvieran entre ellas. De
este modo no necesitaría a ninguna de las hermanas. Ni si quiera a Calaverite
que era seguramente la más ducha en esos menesteres. A decir verdad, no había
probado a ninguna otra. Lo cierto es que no era tonto y se daba perfecta cuenta
de que, aparte de la desafección de su antigua amante, su hermana mayor Petzite
no le miraba con demasiada simpatía, además de estar perdidamente enamorada de ese
bobo de Zafiro. En cuanto a Bertierite , esa no daba la impresión de mirar a
ningún hombre en particular. Quizás no estuviese interesada en ellos. Esta
droida era precisamente una de las que esa chica tenía asignadas.
-¿Practicas
este tipo de juegos con tu ama?- Quiso saber él entre jadeos apasionados, una
vez pasó a penetrar a esa droida.-
- No amo. Ella
no me lo ha pedido.- Contestó la interpelada sin inmutar su monótono tono de
voz.-
-Mejor, nunca
se sabe si puede interesarme tener alguna relación con Bertie.- Se sonrió en
tanto continuaba haciéndole el amor a esa androide de modo frenético, eso sí,
pensando.- Tendré que programarla para
que jadee o emita gemidos. Con esa voz tan aburrida casi me quita las ganas.
Aunque la que sí estaba realmente
dispuesta era Kermesite. La más joven e inexperta de las cuatro. Sería un
placer adicional para él tomarla. Sin embargo, en tanto el Sabio no le dijera
otra cosa, se atendría a ese consejo recibido. No quería que esa chica pensara
que eso le pudiese dar privilegios, o que la afectase negativamente en su
eficiencia para cumplir con sus cometidos. Y a decir verdad. Estaba disfrutando
mucho con esa droida que le miraba con el rostro de Esmeralda.
-Espero que
muy pronto, tenga a la verdadera debajo de mí.- Deseó lo cual contribuía a
reforzar su libido.-
Ajenas a los pasatiempos de su amo,
las cuatro hermanas descansaban en sus habitaciones. Aburridas la mayor parte
del tiempo, sin nada que hacer, dedicaban horas a maquillarse y arreglarse
probándose diferentes perfumes que el ordenador de la nave creaba acorde a sus
indicaciones.
-Esta
fragancia que he ideado será magnífica para que cualquier hombre termine de
rendirse a mis encantos.- Declaró una fatua Calaverite, reunida con sus
hermanas en una estancia común, que dedicaban a salón de belleza.
-Querida. A mí
no me hacen falta esa clase de cosas para ser interesante a los ojos de un
hombre.- Replicó altaneramente Petzite.-
-Pues ya me
dirás a los ojos de cual. ¡Todavía estoy esperando verte con uno!- Se burló su
interlocutora.-
Su hermana mayor la fulminó con la
mirada aunque fue Bertierite quien dijo con desdén.
-La mayor
parte de los hombres son demasiado simples. No tienen interés.
-Excepto el
amo Rubeus.- Se apresuró a remachar Kermesite.-
El resto de las hermanas le
dedicaron miradas entre incrédulas y burlonas. Aunque no dijeron nada. Su jefe
podría estar escuchando.
-Será mejor
que durmamos un poco. – Les aconsejó Petzite.- Mañana debemos entrenar e ir
preparando nuestra misión sobre el terreno.
-Sí, el amo
Hombre Sabio dijo que enviaría modelos en tres dimensiones del palacio de los
reyes terrestres, para que pudiéramos tener plena información si debíamos
iniciar un asalto.- Convino Bertierite.-
De modo que cada una se retiró a sus
habitaciones, Kermesite estaba muy ilusionada, había crecido y su cuerpo estaba
bastante cambiado. Ya tenía sus atributos de mujer bien desarrollados y se
había percatado de las miradas que el amo Rubeus le había dedicado.
-Quizás es
que, siendo subordinada y jefe, no está bien.- Pensaba con candor.- No sé si el
príncipe Diamante o el Sabio aprobarían eso. Pero a fin de cuentas, soy hija de
un conde. Bueno, cuando todo termine y retornemos triunfantes seguro que será
diferente y el amo Rubeus podrá confesarme lo que siente por mí.
Con
ese halo de romanticismo que ahora la envolvía ordenó a la computadora que
buscara alguna de esas canciones que, de niña, había escuchado cuando las
ponían su madre o su abuela. Eligió una que recordaba desde muy corta edad, estando sentada junto a
la abuela Kim. El cantante era realmente bueno, y esa melodía junto con esa
letra tan romántica, la hacían retrotraerse por unos instantes a esos momentos
de infancia.
Me siento tan inseguro
Mientras tomo tu mano y te llevo a la pista de baile
Mientras la música perece…
Mientras tomo tu mano y te llevo a la pista de baile
Mientras la música perece…
Algo en tus ojos
Llama a la mente una pantalla plateada
Y todo son tristes adiós
Nunca voy a bailar nuevamente
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a un amigo
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo
El tiempo nunca puede remediar
El murmullo descuidado de un buen amigo
El murmullo descuidado de un buen amigo
Para el corazón y la mente
Si tu respuesta es bondadosa
No hay confort en la verdad
Dolor es todo lo que encontrarás
Nunca voy a bailar nuevamente
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a una amiga
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo
¿Qué soy yo sin tu amor?
Esta noche la música parece tan ruidosa
Desearía que pudiéramos salir de este gentío
Tal vez sea mejor esta manera
Esta noche la música parece tan ruidosa
Desearía que pudiéramos salir de este gentío
Tal vez sea mejor esta manera
Heriríamos a otros con las cosas que queremos decir
Podríamos haber estado tan bien juntos
Podríamos haber vivido este baile por siempre
Pero ahora, ¿quién va a bailar conmigo?
Podríamos haber vivido este baile por siempre
Pero ahora, ¿quién va a bailar conmigo?
Por favor quédate
(Y ahora nunca va a ser
De esta manera)
Nunca voy a bailar nuevamente
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a un amigo
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo
Ahora que te has ido...
Ahora que te has ido...
Ahora que te has ido...
¿Qué es lo que hice tan mal?
¿Tan mal que has tenido que dejarme solo?
(Careless whispers, George Michael. Crédito al autor)
Una Kermesite niña le preguntaba a su abuela entonces.
-Abuela Kim, la canción es bonita pero no la entiendo.
Aquella mujer de cuyo rostro apenas sí se acordaba ya, le contestó.
-Cielo,
cuando seas mayor lo comprenderás. A mí me sucedía lo mismo cuando mi madre la
ponía. Ella me contó que su propia madre y su abuela Constance la escuchaban.
Incluso que mi bisabuelo de la Tierra, que era un gran cantante, se la cantó a
mi bisabuela cuando la conoció.
-¿Entonces
tu bisabuelo quería mucho a tu bisabuela?- Quiso saber la curiosa y
entusiasmada Kermesite.-
-Sí.-
Sonrió Kimberly asintiendo.- Cuando yo era pequeña mi madre me contaba que, aun
siendo ellos mayores, se notaba lo mucho que se amaban. Luego tristemente él
falleció.
-¡Qué pena!-
Se lamentó la cría, incluso sin haber conocido a esos antiguos ancestros.-
-No, cariño.
Ellos se quisieron mucho y fueron sin duda muy felices.- Le aseguró su
interlocutora.- Tuvieron la vida que desearon tener. Eso es lo más a que
podemos aspirar.
Y ahora, ya adulta, Kermesite
sonreía en tanto comenzaba a dormirse, tumbada en su cómodo lecho, musitando.
-Esa canción
es muy fácil de comprender. Un chico que engaña a la chica a la que ama y la
pierde. Luego él se arrepiente aunque es tarde para arreglarlo. Pero ese no
será mi problema. Rubeus y yo nos amamos de veras. Él me querrá a mí únicamente
y jamás me engañará. Estoy convencida de que seremos muy felices también…cuando
cumplamos la misión…
Y
a tal efecto tanto ella como sus otras hermanas prosiguieron con sus tomas de
energía oscura y practicando sus cada vez mayores poderes. Al fin llegaron a la
Tierra y bajaron a una altitud cercana a la posición de Cristal Tokio. Allí descubrieron
un paisaje devastado, sumido en una oscuridad perpetua. La ciudad estaba
reducida a escombros y ruinas con innumerables agujeros provocados por los
cañones de energía de las naves de Némesis. No se detectaba presencia humana
alguna.
-¿Creéis que
habrá habido algún superviviente?- Inquirió Kermesite con curiosidad.-
-No es
probable, teniendo en cuenta la potencia de nuestras armas.- Repuso
indiferentemente Bertierite, explicando con ayuda de sus profundos conocimientos.-
Las explosiones de energía oscura son más poderosas que una bomba atómica de
las que usaban en el pasado. Así han dejado el cielo terrestre, cubierto por
una gran nube de micropartículas a nivel de la estratosfera que no dejan llegar
la luz de su sol.
-De quedar
alguien estará bajo tierra en algún refugio o muy lejos de aquí. Nada de lo que
preocuparnos. - Añadió Petzite con tintes de triunfalismo en su voz.-
-Una pena,
parecía un sitio bonito, apuesto que tendrían muchas tiendas.- Comentó
sarcásticamente Calaverite.-
Su superior las escuchaba con poco
interés, tomaba aquello por absurdas conversaciones entre mujeres. No obstante,
comentó.
-Vamos a
aproximarnos cuanto sea posible para estar seguros. Con nuestros sistemas de
protección activados. No quiero que nada nos pueda atacar por sorpresa.
Así
fue y en cuanto estuvieron a una distancia de apenas un par de cientos de
metros de su objetivo, el joven pelirrojo filmó y analizó los alrededores del
palacio. El escáner de la nave confirmó lo que ya había sido detectado
anteriormente por otras de la flota, cuatro puntos de energía que protegían
otro más atenuado, era energía de seres humanos. Pero de un poder enorme.
-Dispararemos
contra esa barrera.- Les ordenó a las hermanas.-
Su nave así lo hizo, repetidos
disparos de energía oscura que, no obstante, eran sistemáticamente desviados
por la combinación de fuerzas de aquellas columnas energéticas, de colores
rojo, azul, amarillo y verde.
-¡Es inútil,
amo! - Comentó Bertierite.- Esa combinación de energía crea una especie de campo
electromagnético que repele nuestros disparos. Es como si fueran dos imanes con
la misma carga. Se repelen antes de poder impactar siquiera.
-Por mucho que
disparemos de nada nos servirá.- Sentenció Calaverite.- Únicamente agotaremos
nuestra fuente de energía.
-Eso debió de
pasarles a muchas de nuestras naves. Tuvieron que retirarse precisamente por
fallos en la propulsión.- Recordó Rubeus.-
-¿Qué hacemos
entonces, amo? Intentamos descender a la superficie y buscamos algún punto
débil?- Quiso saber Petzite.-
Rubeus meditó la respuesta, aunque,
por mucho que el ordenador analizaba el terreno no encontraba la más mínima
brecha. Podría enviar a alguna de las hermanas, pero si algo o alguien estaba
oculto a sus sistemas de detección y la atacaba podría matarla. La verdad, no
es que le preocupase demasiado perder a alguna de ellas, las consideraba
simples peones para cumplir con su cometido. No obstante recordó previsoramente
que lo más probable es que tuvieran que viajar al pasado.
-Necesitaré a
las cuatro. Y si alguna cayera, las otras serían mucho más reacias a cumplir
las órdenes. No, tendré que fingir que me preocupan un poco.- Pensó sintiéndose
satisfecho de su propia astucia, así pues agregó con un tinte de voz bastante
considerado e incluso lleno de fingida prevención.-No, sería inútil. Y quizás
tengan algún tipo de defensa que no hayamos conseguido detectar. Podríais estar
en peligro. No quiero arriesgar vuestra seguridad. Informaremos para pedir
instrucciones.
Las
chicas asintieron, visiblemente agradadas de que su amo se preocupase por
ellas. Para Kermesite esa era la confirmación de que Rubeus no era tan egoísta como sus hermanas mayores le
pintaban. Bertierite a su vez creyó que estaba limitándose a ser razonable. Lo
cual era bueno sin duda. Mejor un jefe así que no otro irreflexivo. Calaverite
y Petzite suspiraron aliviadas, al menos Rubeus daba la impresión de no querer
utilizarlas como si de droidas se tratasen. Fue precisamente la antigua amante
del pelirrojo quien le sugirió.
-Amo, podrías
enviar un par de androides. Así sabríamos mejor a qué atenernos.
-Me parece una
buena idea.- Convino él.-
Y a los pocos minutos dos droidas
salieron de la nave. Analizaron la situación sobre el terreno para dictaminar a
su regreso.
-Atmosfera
respirable para los humanos, aunque no se ha detectado ningún rastro de vida
fuera del palacio. El acceso a este está imposibilitado por una poderosa
barrera de energía.
Rubeus
suspiró. Eso confirmaba los estudios hechos desde la nave. De modo que sin
dilación se lo comunicó al Hombre Sabio a través de un canal especial que
llegaba a Némesis casi al instante.
-¿Habéis
detectado algún espectro de energía que se ajuste a las especificaciones que te
envié sobre el Cristal de Plata? – Quiso saber el encapucho al establecer la
comunicación.-
-No, Hombre
Sabio.- Repuso Rubeus, quien con más despreocupación, declaró.-Únicamente la
combinación de esas cuatro energías. De todos modos, ¿qué más nos da? Ya
tenemos la Tierra en nuestro poder. Será cuestión de tiempo que esas energías
se agoten y que podamos acceder al palacio.
Aunque la respuesta de su
interlocutor, sonó tan escéptica como reprobadora.
-¿Cuestión de
tiempo, dices? ¿Y de cuánto tiempo estaríamos hablando? ¿Días, meses, años,
décadas, quizás siglos? ¿Acaso quieres que le diga eso al príncipe? Su
impaciencia crece por momentos.
-¡Oh, no, por
supuesto que no! - Se apresuró a contestar un más apurado Rubeus.- Solamente
quiero asegurarme de agotar todas las alternativas.
-¿Cuántas
personas hay en palacio?- Inquirió su contertulio.-
-Acorde a
nuestros escáneres termográficos, cuatro personas, que son las fuentes de cada
uno de esos rayos de energía.- Respondió el joven marqués.- También detectamos
dos lecturas más débiles. Y otras dos menores, que no parecen ser de humanos.
-Entiendo.-
Musitó el Sabio con talante reflexivo.- Entonces está claro.
Y
le explicó a Rubeus, de una forma más
conveniente para sus fines, lo mismo que había dicho a esos dos siniestros
acompañantes suyos enfundados en armaduras, para sentenciar.
- Vuestros
informes confirman mis sospechas. Por lo que veo no hay rastro del Cristal de
Plata. Ya sabéis lo que hacer. Debéis encontrarlo y apoderaros de él, si
sumamos su poder al del Cristal Negro seremos invencibles.
- Pero,
¿entonces debo buscarlo en el pasado como me indicaste? - Le preguntó Rubeus bastante desconcertado
-.
- Sí. Deberás
viajar al pasado, mil años atrás. Ya te expliqué que tú nave está preparada
para el salto temporal. Acorde a lo que me has dicho, y comparándolo con las
mediciones de otras naves, hemos confirmado que tampoco está la pequeña
heredera del Milenario de Plata. Luego debe de ser ella la que ha huido con esa
joya. Ya conocéis las órdenes. Perseguidla, matadla y recobrar el Cristal. No
debéis tener compasión aunque parezca una niña. No lo es. Su edad es muy
diferente a lo que aparenta. Y es muy peligrosa. Ella pretende destruirnos y
para eso ha vuelto al pasado, para pedir ayuda. Armada con el Cristal de Plata
podría desde luego llegar a eliminarnos. ¿Lo habéis entendido? De vosotros
depende el futuro de nuestro Reino.
Las hermanas y su jefe respondieron
al unísono de forma afirmativa. El Hombre Sabio desapareció deseándoles éxito.
Rubeus repitió arengando a sus subordinadas.
-¡Ya sabéis,
sin piedad, matad a esa chica y a todo el que se os interponga y obtener el Cristal
de Plata! Hemos de regresar triunfantes de esta misión para que el príncipe
Diamante y el Hombre Sabio se sientan orgullosos de nosotros. Recordad que las
guerreras del pasado son las mismas que se oponen a nosotros aquí. Tendremos
que acabar también con ellas que fueron las causantes de la humillación de
nuestro Príncipe en la Tierra. A buen seguro serán más débiles que ahora y las
tomaremos por sorpresa.
-Entonces será
mucho más sencillo.- Se sonrió malignamente Bertierite.-
-Sí, no nos
esperarán.- Convino asimismo Calaverite con regocijo.-
-Acabaremos
con ellas enseguida. No serán rivales para nuestros poderes.- Sentenció
Petzite.-
-Y
triunfaremos, seremos unos héroes, ¿verdad amo?- Remachó una ilusionada Kermesite.-
-Así será, si
mostráis decisión, dedicación y atacáis al enemigo sin mostrar piedad. ¡Vamos!
Ha llegado la hora de la victoria para nuestro mundo. Y únicamente depende de
nosotros.- Declaró su jefe.-
Las hermanas asintieron con
convencimiento ante la arenga de Rubeus. Él entonces programó la nave para el
viaje temporal.
- Ahora voy a
mis estancias a descansar, luego que alguna de vosotras me traiga algo de
comer.
- Yo lo haré.
mi amo. - Se ofreció Kermesite de forma solícita. -
- Pobrecita Kermie.
- Murmuró Petz con algo de sorna a su hermana Calaverite que la escuchaba
impasible, incluso cuando oyó a su interlocutora preguntarla. - ¿No sabe que tú
y Rubeus os entendéis, verdad?..
- Eso fue hace
algún tiempo,- repuso la aludida con indiferencia para añadir con su más que
corriente y ácido sarcasmo.- Ahora me
ignora como a cualquiera de vosotras.
- Ni a mí, ni
a Bertierite nos ha interesado nunca Rubeus. - Sonrió Petzite sin preocuparse
por esa afirmación. - Así que no nos importa si nos ignora o no. Simplemente
obedecemos las órdenes que nos da. Si él medra nosotras también lo haremos.
- Bertie aún
se comporta como una niña para muchas cosas y tú tienes puesta la vista
demasiado alto querida hermana,- replicó Calaverite con una sonrisa de triunfo
para añadir con regocijo. - Sólo yo he sabido aprovecharme de la situación. Pese
a las apariencias la pobre Kermesite todavía es una cría ingenua…
Petzite no respondió esta vez,
bastante molesta por el comentario de su hermana, se limitó a marcharse a su
habitación. Lo mismo hizo ésta. Solamente quedaron en la sala de mandos
Bertierite, que contemplaba los múltiples fulgores caleidoscópicos de color que
rodeaban a la nave mientras daban el salto temporal, y su hermana menor, que se
afanaba en preparar algo con la máquina de comida de la nave.
- Estoy
segurísima de que al amo Rubeus le gustará esto. - Decía Kermesite bastante
ilusionada. -
- Termina de
prepararle la comida y ven. - Le pidió
su interlocutora con un tono más científico que otra cosa al afirmar
-…esto es muy interesante.
La requerida se acercó y ambas
contemplaron el espectáculo.
-¿Cómo crees
que será la Tierra? - Le preguntó a su hermana. – Ahora que por fin vamos a
conocerla, tengo mucha más curiosidad. Bueno, me refiero a verla sin haber
recibido nuestro ataque.
- Supongo que
diferente a nuestro mundo. -Contestó Beruche razonadamente añadiendo sin
embargo. - Aunque también a mí me intriga. Pero, como dice el amo Rubeus, sólo
hay que pensar en cumplir con nuestra misión.
- Yo haré todo
cuanto él me pida,- afirmó Kermesite muy entusiasmada. - ¡Le demostraré que ya
soy toda una mujer!
- Me temo que
para eso hay más de una manera. - Se sonrió su hermana. -
-¿A qué te
refieres? – Inquirió su interlocutora mirándola con los ojos muy abiertos. -
- Ya lo verás, ¡ji, ji, ji!- Se burló su contertulia con un tinte misterioso para
remachar antes de recibir alguna otra pregunta. - Bueno, me voy, debo comprobar
la dotación de droidas adaptadas antes de que lleguemos.
-¿Droidas
adaptadas?- inquirió Kermesite - ¡Ah ya! - Añadió pareciendo recordar. - Los
androides especiales que ha preparado el infante Zafiro para acompañarnos en
esta misión.
-Pueden
convertirse en cualquier ser humano y mostrar algunas emociones. Son perfectas
para infiltrarse y suplantar a quien haga falta. Nadie las podrá distinguir de
una persona real salvo nosotras. - Le comentó Bertie con una media sonrisa
siniestra.-
-Seguro que
con ellas lograremos la victoria. Por fuertes que esas sailors sean.- Aseveró
su contertulia. -
- De eso estoy
convencida. Somos muy poderosas, estamos adiestradas en el combate y nuestra
tecnología es mil años más avanzada. Las guerreras de la Luna Blanca no tendrán
ni la menor posibilidad.- Convino con suficiencia Bertierite que dejó sola a su
hermana pequeña y se marchó a su habitación.-
-Seguro que así
será.- Sonrió Kermesite colocándose bien el tutú de su vestido.- Pero ahora
vamos a lo que realmente importa.
Después
llenó una bandeja con la comida y le pidió permiso a Rubeus para llevársela,
éste la hizo pasar.
- Perdón mi
amo si te molesto, pero aquí está la comida que querías.
- Muy bien,
déjala ahí y retírate. - Ordenó su comandante de forma algo seca mientras
ojeaba una especie de mapas con puntos luminosos. - Tengo que terminar esto.
- Sí, Señor- repuso la joven que iba a marcharse cuando le
dijo a Rubeus con la voz trémula por sus emociones. - Cualquier otra cosa que
desees, sólo tienes que pedírmela. Haré todo lo que esté en mi mano para
complacerte...
El chico le dedicó una mirada de
asombro y luego la recorrió con ella. En efecto, tal y como ya había advertido,
la antaño pequeña Kermesite había crecido bastante y se había vuelto una joven
muy atractiva. Y además parecía que comenzaba a no ser tan inocente, tanto
mejor. Pero ahora no tenía tiempo para ocuparse de eso. Aquel fastidioso consejo
del Sabio venía a su mente una y otra
vez, que dejase al margen a las hermanas de cualquier devaneo en pro del éxito
y para lograr cumplir su inminente misión, debía dedicarle todas sus energías. Para
desahogar sus instintos, con alguna droida de las que tenía a su servicio tendría
para sentirse más que satisfecho.
- Muy bien, lo
tendré en cuenta. Gracias por tu lealtad.- Contestó él sonriéndola de una forma
que a la chica le pareció maravillosa para añadir. - Pero ahora estoy ocupado,
déjame sólo para que termine mi tarea y ya nos veremos.
La muchacha se inclinó muy
respetuosamente y salió de la estancia. Fue a su habitación pensando, con las
mejillas enrojecidas.
-¡Ya sabía yo
que le gustaba al amo Rubeus! ¡Estoy segura de que me ama tanto como yo a él! -
Y creyendo esto se tumbó en la cama llena de felicidad mientras la nave
concluyó el salto temporal. -
Al rato de consular algunos datos y
preparar ciertas cosas, el líder de la expedición se aburría y vio a Bertierite
con su tablero de ajedrez durante su turno de guardia en el puente de mando. La
muchacha estaba moviendo algunas piezas en él. Deseoso de variar sus
distracciones físicas por alguna más intelectual no se recató en desafiarla a
una partida. La joven sonrió débilmente.
-Será un honor
para mí, amo.- Repuso en tanto colocaba las piezas.-
El hijo del marqués no era mal
jugador, algunas veces había echado alguna partida contra el príncipe Zafiro y
otros cortesanos. Se ufanaba previendo un triunfo fácil contra esa chiquilla.
De hecho, el resto de las hermanas acudieron a presenciar esa partida. Su jefe
comenzó realmente confiado y tomando la iniciativa con las blancas pero
enseguida descubrió que esa muchacha era realmente buena, tanto que al cabo de
media hora le tenía totalmente desarbolado.
-Jaque mate.-
Pudo sonreír la chica en tanto colocaba su reina para sellar el destino del rey
rival.-
Su contrincante observó el tablero
con incredulidad. Se levantó molesto derribando las piezas que quedaban ante la
atónita y preocupada expresión de Bertie para declarar.
-¡Bah!, este
juego es estúpido. El verdadero ajedrez se disputa con fichas reales.
Además, ahora tenemos otras cosas que
hacer. Preparaos, ya nos queda poco.- Les ordenó desapareciendo a través de
unos grandes espejos que tenían en el puente de mando.-
Las demás miraron a su hermana con inquietud.
-¿Qué habrá
querido decir con eso de fichas reales?- Se preguntó en voz alta Kermesite.-
-Vete tú a
saber.- Repuso Petzite moviendo la cabeza para remachar.- Al amo Rubeus le
encanta hacer declaraciones dramáticas y enigmáticas.
-No sé por qué
se ha puesto así.- Suspiró Bertierite recogiendo las piezas del suelo.- La
partida estuvo disputada.
Fue
Calaverite la que, tras sonreír con sardónica expresión, le dijo a la jugadora.
-Has cometido
un grave error, hermanita.
-No lo creo
así. He ganado.- Opuso ella.-
-Pues ahí está
precisamente el error.- Le desveló su hermana aclarándola a ella y al resto.-
Parece mentira que no le conozcáis a estas alturas. Rubeus no soporta perder, y
menos contra cualquiera de nosotras, sus subordinadas. Debiste dejarle ganar, o
al menos hacer tablas.
-Yo nunca
juego para no ganar. Sino el juego es una pérdida de tiempo.- Rebatió su
hermana con tono lleno de confianza, sentenciando.- Hay que jugar para ganar.
-Puede ser.-
Terció Petzite, aunque en esta ocasión se puso del lado de Calaverite en tanto
remachaba.- Pero no siempre. Y menos con el amo Rubeus. A veces las victorias
se pueden convertir muy fácilmente en derrotas o al revés. Lo importante no es
ganar una batalla sino la guerra. Trata de recordarlo, Bertierite.
Y las dos mayores se alejaron traspasando
sus respectivos espejos, rumbo a sus habitaciones. Fue Kermesite la que,
animosamente, le comentó a su hermana.
-No te
preocupes. Al amo Rubeus se le olvidará eso muy pronto. No es como nuestras
hermanas mayores creen. Lo que ocurre es que estará preocupado por cumplir con
éxito nuestra misión y soporta mucha tensión al ser el responsable máximo.
-Bueno, eso
espero. No me gustaría que me tomara manía por esto.- Suspiró Bertie, añadiendo
resignada.- Quizás Petzite y Calaverite tengan razón y no debiese haberle
ganado.
Y tras pronunciar esas palabras
recogió el tablero y las piezas y se fue a su habitación. Lo cierto es que a
ella no le interesaba nada Rubeus, no en la manera en la que sus otras hermanas
le veían. Para ellas era un hombre atractivo, sobre todo para Kermie. Ella
debía admitir que su superior era un gran atleta, con un cuerpo realmente
formidable y sabía ser gentil en ocasiones.
Sin embargo, a diferencia de su hermana pequeña, no se sentía cómoda en
su compañía.
-No sé.
–Reflexionaba tumbada en su lecho.- Ahora lo único que importa es que cumplamos
la misión. Rubeus es mi jefe y me mostraré lo más dispuesta posible a cumplir
sus órdenes respecto de mis obligaciones…solamente eso…
Por
su parte Kermesite, tras mirar un poco a las pantallas de la nave, hizo lo
propio. Si en algo tenía razón su superior era en que les quedaba muy poco para
comenzar su misión, y ella estaba impaciente por hacerlo.
-Sí, lo
lograremos y Rubeus verá lo mucho que valgo.- Se dijo esperanzada en tanto se
retiraba a su cuarto.- Entonces ya nada se interpondrá entre nosotros.
Tiempo antes de que las hermanas y
Rubeus partieran rumbo a la Tierra para llevar a cabo su misión las cosas se
habían sucedido de modo vertiginoso en Neo Cristal Tokio. Tras los primeros
momentos de caos y confusión, con gritos y carreras de los habitantes de la
ciudad que huían sin rumbo fijo, se reestableció una momentánea calma. Las
guerreras despertaron. Apenas si salieron de su aturdimiento se percataron de
lo ocurrido, con celeridad buscaron a la
pequeña Dama. Venus les dijo al resto.
-Tiene que
haber entrado en palacio. ¡Deprisa!…Tenemos que meter dentro a la reina.
Sus compañeras asintieron, entre
todas movieron ese sarcófago de cristal en dónde la soberana había quedado
aprisionada. Entonces el rey Endimión salió uniéndose a ellas al tiempo que,
desde el cielo, llegaban nuevos ataques.
-¡Oh, no! Lo
destruirán todo.- Exclamó Marte con expresión de horror.- Espero que la gente
se meta en los refugios.
-Jamás creí
que tuvieran que volver a utilizarlos.- Comentó una espantada a su vez
Júpiter.-
-Deprisa.
Volved dentro y formar una barrera protectora.- Les ordenó el rey.-
-Pero, su Majestad
la reina.- Replicó Ami.-
-Yo me encargo
de eso. ¡Vamos! – Las apremió Endimión afirmando de modo contundente.- Ahora no
podemos hacer nada por las personas que están fuera. Pero la seguridad del
palacio y de todos los que habitan en él está en vuestra manos. Incluyendo a la
Pequeña Dama.
Las guardianas obedecieron entonces.
Corrieron hacia unos puntos prefijados en los que se situaron. Concentrando sus
auras emitieron cuatro rayos de energía, verde, azul, rojo y amarillo, que
protegieron el palacio. Entre tanto el rey movió ese extraño crisol de cristal
en donde reposaba su esposa. Le costaba hacerlo pero logró empujarlo hacia la
entrada. Desgraciadamente otro rayo cayó cerca de él antes de que las sailors
levantaran ese escudo hiriéndole de gravedad. Con sus últimas fuerzas fue capaz
de meter el sarcófago dentro del palacio.
-Se…Serenity.-
Fue capaz de balbucir, sujetándose su brazo ensangrentado.- Mi amor…tienes
que…resistir…te salvaremos…
Haciendo
un supremo esfuerzo se arrastró hasta una de las salas donde se ubicaba una
enfermería de urgencia. Se conectó a los sistemas de soporte vital encerrándose
en una cámara hiperbárica antes de caer inconsciente.
-¡Papá, Mamá!
- Lloraba la Pequeña Dama, abriendo aquella puerta de esa extraña habitación.-
La guerrera Plutón enseguida acudió
al oír esos lamentos. Atónita escuchó los estruendos de las explosiones.
-Pequeña Dama,
¿estás bien?...
La niña solamente podía llorar
abrazada a su amiga. Setsuna se arrodilló tratando de confortarla pero lo que
pudo ver al conjurar unas imágenes en su cetro granate la hizo estremecer…
-¡Oh, Dios
mío!- Exclamó sin poder contenerse.- ¡Otra vez, no!
Todo lo que veía era desolación. Los
hasta hacía unos pocos minutos bellos paisajes de las afueras del palacio no
eran sino cráteres humeantes. Restos de edificios quemados y multitud de
escombros se divisaban por todas partes. No quedaba nadie en pie. El mismo palacio
estaba muy dañado, aunque ahora resistía protegido por la energía combinada de
sus guardianas. Plutón lloró sin poderlo evitar. Ella se sentía impotente. No
podía abandonar su puesto. Sin embargo, se esforzó por mantenerse serena y
animosa en tanto la cría se separaba de su abrazo y le decía entre gemidos.
-No he visto a
Luna, ni a Artemis ni a Diana. ¿Y si les han matado?
-Tranquilízate,
Pequeña Dama.- Le pidió la guerrera haciendo acopio de toda su entereza.- Aquí
estarás segura. Yo te protegeré…
Entonces hizo aparecer una gran
cabeza de gato de color negro, con una especie de antena. La niña enseguida se
abrazó a ella, pues era su juguete favorito, en tanto Setsuna le decía.
-¿Ves? Aquí
tengo a Luna - P… te la he guardado como me pediste…
-Dime una cosa
P- Quiso saber la cría que ahora parecía estar más calmada.- ¿Podrías avisar a
la gran Guerrero Luna? Está en el pasado…Mi papá me contaba que era la guerrera
más fuerte del universo. Ella podría vencer a los que nos han atacado y salvar
a mi mamá.
No obstante, la sailor movió la
cabeza apenada y, mirando fijamente a la niña, le respondió.
-Lo siento,
sin mandato directo de los reyes no me está permitido ir atrás en el tiempo.
Sabes que las llaves que poseo no deben emplearse sino es por una causa de
fuerza mayor.
-Y ésta lo
es…- Proclamó la niña.- ¡Por favor, P!…- Le pidió suplicante.-
Setsuna no sabía qué hacer. Siempre
tuvo muy claras sus directrices. No debía alterar el curso de la historia de
ningún modo. Pero… ¿y si en esta ocasión alguien lo hubiese hecho ya? Creyó
haber sentido algo. Como una alteración en la corriente del tiempo. Y eso había
sucedido hacía apenas unos minutos. Aun así, pudo responderle a la cría con voz
queda.
-No puedo
moverme de aquí. Por más que lo deseara…
-Pues yo iré.
- Afirmó la niña con determinación.- Buscaré a la Guerrera Luna en el pasado y
la pediré que nos salve. Y encontraré el Cristal de Plata que tengan
allí. Con eso seguro que mamá volverá a estar bien.
Su interlocutora estaba librando una
lucha interna. Todo su adiestramiento como guardiana y sus juramentos de
fidelidad le prohibían aquello, pero al mismo tiempo, su instinto y todas las
fibras de su ser la impelían a ello. De todos modos quiso racionalizar eso. Si
Chibiusa, en fin, la Pequeña Dama, se lo pedía…en ausencia de sus padres era
técnicamente la heredera y a quien debería obedecer. Así lo decidió. Finalmente
se quitó una de las llaves de su cinturón que comenzó a emitir leves destellos
apuntando hacia una dirección concreta. Entregándosela a la pequeña, le
explicó…
-Invoca al
padre Cronos cuando quieras volver. Ahora sigue el fulgor de la llave y cruza
la siguiente puerta que veas. Te llevará al momento al que deseas ir. Pero no
la pierdas o te quedarás atrapada en el pasado para siempre…y llévate a Luna-
P. Con ella podremos comunicarnos y te ayudará cuando lo necesites.
-¡Gracias P!-
Le sonrió la chiquilla abrazándose al cuello de su amiga.- Te prometo que
salvaré a mamá y a todos.
Tras un largo rato en el que la
guardiana rodeó también con los brazos a esa niña expresándole así todo su
cariño, se separaron. La cría corrió hacia lo desconocido, siguiendo las
indicaciones recibidas. Setsuna la vio alejarse hasta que se perdió entre la
neblina y solamente pudo suspirar, deseando de corazón que tuviera éxito…
-¡Suerte
Pequeña Dama!...-Musitó.-
Entre tanto en Némesis el príncipe
fue informado de lo sucedido por su consejero y dio su aprobación, quería tener
prontas noticias del desenlace de la misión. El Hombre Sabio le prometió
tenerle puntualmente informado de lo que hicieran Rubeus y su equipo.
-De modo que
estas seguro de eso?- Inquirió el príncipe.-
-Sí, Alteza.
Es imperativo que Rubeus y las hermanas viajen al pasado. Es el único modo de
vencer la resistencia que nos impide acceder al palacio.
-Muy bien, doy
mi permiso. Pero recuerda esto, Sabio. Bajo ninguna condición deberá dañarse a
la reina Serenity, ni a la actual, ni a la del pasado. Sea esta quien sea. ¿Está
claro?
-Totalmente,
Señor.- Convino humildemente el encapuchado haciendo una leve inclinación.-
El consejero se retiró desapareciendo
de la sala. Un truco que, según él , ahora podía hacer ejecutando un
teletransporte que funcionaba gracias a la energía del cristal negro. Así
Diamante quedó a solas contemplando la imagen tridimensional de su amada. Su
silenciosa meditación fue interrumpida por Zafiro.
-Hermano. Tras
el éxito del ataque sugiero que empleemos parte de la energía de la caldera en
aumentar la superficie cultivable de nuestro planeta. Ya no hace falta usarla
para la defensa de nuestro mundo y han llegado informes de falta de alimentos
entre la población.
Diamante al fin salió de aquel ensimismamiento
para mirarle con incredulidad y responder.
-¿Qué
disparates son esos?. En Némesis tenemos abundancia de alimentos y cualquier
otra cosa básica.
-Esas no son
las noticias que me han llegado.- Se atrevió a rebatir su contertulio.- Hay
zonas del planeta en las que falta el agua, y los recortes de energía han
afectado a los cultivos hidropónicos y al mantenimiento de las cúpulas.
-Hemos debido
hacer un gran esfuerzo para dotarnos de una armada poderosa a fin de derrotar a
los terrestres. - Contestó Diamante, eso sí, añadiendo pese a todo con algo más
de inquietud.- De todos modos, te autorizo a que recabes más información. Y si
esos rumores fueran ciertos, actuaremos de inmediato.
-Muy bien.-
Convino éste, alejándose de allí.-
Ahora, el príncipe al cargo del
gobierno volvió a quedarse a solas. Ya no quedaban nobles importantes por allí.
Aparte claro está, de su propio hermano Zafiro y Esmeralda. Pensando un poco en
ello, pudiera ser que esa clase de propaganda contraria a él fuese difundida
por los traidores activistas en pro de una república. Al menos eso le comentó
el Sabio cuando algo similar había surgido. Ocurrió justo un par de días antes
de la llegada de Rubeus y las hermanas a la Tierra. Estando sentando como
ahora, en su trono, un mensaje le llegó directamente a su gran pantalla. Aunque
la fuente era anónima.
-Una gran
explosión se ha registrado en el condado de Ayakashi. Todo por tu culpa. Tu inconsciencia
nos llevará a la destrucción. Abre los
ojos.- Pudo leer atónito.- ¡Sabio! -
Llamó al consejero.-
Aunque este no apareció. Posiblemente
andaría ocupado con los planes de invasión de la Tierra. La que sí se aproximó
fue Esmeralda. La muchacha llegó caminando despacio y, al acercarse hasta él se
inclinó preguntando.
-¿Sucede algo
mi príncipe?
-Léelo tú
misma.- Le indicó él, señalando al
monitor.-
-Vaya.-
Comentó la atónita chica.- Ese es el condado de las cuatro hermanas. ¿Se sabe
que ha sucedido?
-No, estaba
llamando al Hombre Sabio por si podía tener alguna información. Aunque no
responde.
-Estará muy
ocupado, Alteza.- Conjeturó ella.- Aunque podríamos enviar a alguien para ver
que ha sucedido. Kiral y Akiral son primos de las hermanas y sobrinos de la
Dama Ayakashi.
-Ese condado
está muy lejos de aquí. Y carece de importancia estratégica.- Desdeñó
Diamante.- Cosas más importantes reclaman mi atención, como los rebeldes
republicanos. Envié a los dos gemelos a capturar a los que pudieran.
-Como vos
deseéis, mi príncipe.- Asintió la joven, ofreciéndose con patente
obsequiosidad.- ¿Puedo hacer algo por vos?
-No.- Repuso
lacónicamente él, aunque enseguida rectificó.- En realidad sí. Ordena a alguna
droida de servicio que me traiga una copa de vino.
-Sí Señor.-
Musitó ella sin apenas ocultar su decepción y amargura.-
Se marchó haciendo resonar los
tacones de sus botas contra el marmóreo suelo. Al poco rato una droida le trajo
a Diamante lo que había pedido. Estaba saboreando aquel vino del que se
encontraba particularmente orgulloso, cuando finalmente apareció el Sabio.
-Te estuve
llamando, ¿Dónde te habías metido?- Inquirió él con tono recriminatorio.-
-Os ruego me
disculpéis, Alteza, pero tenía asuntos que atender. Entre planificar la misión
de Rubeus y las incómodas acciones de la resistencia.- Se justificó el
encapuchado.-
-Hablando de
eso, mira la pantalla.- Le ordenó el príncipe.- Y explícame qué significa esto.
Tras unos momentos de silencio y
leer ese mensaje, el Sabio replicó.
-Lamentablemente
ese es uno de los incidentes de los que me estaba ocupando, Alteza. Al parecer
los sabotajes terroristas de esos grupos de traidores han destruido la casa de
la familia Ayakashi. También hemos tenido ataques en algunos domos que dañaron
los sistemas de soporte vital y las conducciones de agua.
-Entiendo. Por
eso Zafiro me habló del descontento por la falta de agua y de alimentos en algunas
zonas de Némesis. Bien, Sabio.- Comentó Diamante queriendo saber.- ¿Qué
sugerencias puedes darme al respecto?
-Señor,
debemos emprender acciones enérgicas contra esos criminales. Que todo el mundo
pueda ver que no únicamente os preocupáis de la seguridad de nuestro planeta en
el exterior, sino también en el interior.
-Muy bien.
Envía a algunos droidos para que ayuden a los hermanos Kiral y Akiral, y se
ocupen de detener a los culpables.- Ordenó el príncipe.-
-Como vos digáis,
Alteza.- Convino éste desvaneciéndose.-
Esmeralda había escuchado aquello.
Le parecía muy bien que los rebeldes fueran castigados aunque realmente no le
preocupaba en demasía. Lo que sí estaba es realmente furiosa y frustrada. Para
Diamante no era sino una especie de criada. Todo lo más, alguien a quien poder
encargarle algunos recados. Las cosas importantes solamente las discutía con el
Sabio o con Zafiro. Por supuesto que ella dio las órdenes oportunas para que el
príncipe recibiera esa copa de vino, del que se había hecho muy aficionado en
los últimos meses. Tanto era así que, de los pocos sitios a nivel de cultivos
que se seguían mimando en Némesis, los viñedos suponían una gran parte.
-¡Espero que
se atragante con él!- Espetó en cuanto la droida se dirigió al salón del trono
con una bandeja en la que portaba una botella y una copa.
No pensaba realmente eso, pero se
sentía muy dolida. Se refugió en sus habitaciones considerando que podría hacer.
Ahora solamente cabía esperar a ver cuál sería el resultado de la misión de
Rubeus.
-Si tienen
éxito viajando al pasado y logran destruir la resistencia de ese palacio.
Entonces podrán capturar a esa zorra y traérsela a Diamante.- Pensaba llena de
rabia.- Me gustaría que fracasasen. O en el mejor de los casos…
La
joven deseaba que Rubeus ignorase la orden de no acabar con la reina Serenity,
pero se daba cuenta de que eso era imposible. Ese bobo se ceñía a las
instrucciones que recibía al pie de la letra. O mejor aún, que cuando viajase
al pasado la encontrase y la matase por accidente, de lo contrario sería el fin
para Némesis y para ella misma.
-Si esa fulana
viene a nuestro planeta antes moriré que rebajarme a servirla.- Se juró.- Nunca
permitiré que tenga a Diamante, ¡nunca!
Salió de sus estancias deambulando
por palacio. Fue entonces cuando pasó cerca del salón del trono y escuchó esa
conversación entre el Sabio y Diamante…decidió no molestar más al príncipe y se
retiró caminando pensativa.
-Quizá si yo
pudiera encontrar a esos rebeldes…- meditaba.- Diamante me valoraría más.
Siempre ha creído que no era más que la sirvienta de su madre, o una cara
bonita. Pero puedo hacer muchas más cosas.- Se animó.-
Y
dispuesta a demostrarlo retornó a sus habitaciones para comenzar a planear que
hacer. Por su parte el Hombre Sabio se recluyó en su estancia y procedió a
invocar a su auténtico amo y señor, contándole sus verdaderos planes.
- ¡Ja, ja, ja,
ja! Tanto Diamante y sus estúpidos sueños de poder como Valnak y Armagedón y el
resto de los demonios son unos idiotas. Lo que cuenta verdaderamente es el
poder del Fantasma de la Muerte y el Caos absoluto de la Nada. Mi señor, yo
haré que triunfes sobre todos ellos y que el silencio del olvido se adueñe en
su día de todo el Cosmos...¡ja, ja, ja, ja, ja!- se reía regodeándose de sus
intrigas y añadía. - Si esos idiotas supieran quién lo ha organizado todo...
¡yo! - Se dijo a sí mismo con un tono de autosuficiencia. – Incluso tuve que
ocuparme primero de los padres de estas estúpidas hermanas. Con Ópalo fue
sencillo. Aunque con su esposa…no esperaba tanta resistencia.- Tuvo que admitir
ahora con un tinte más reflexivo.- Incluso a mí me cuesta entender qué quiso
decir al final. Pudiera ser que realmente ya estuviera loca después de todo.
Recordaba hacía apenas algunas horas,
cuando tuvo que ir en persona al condado de Ayakashi. Según algún agente que
tenía destacado cerca de allí, en aquel lugar habitualmente desolado y en
estado de abandono, habían comenzado a realizarse obras de reparaciones y
mejoras. Aun nivel modesto, pero de todos modos era extraño. Lo primero que eso
sugería era que los rebeldes pudieran haber instalado allí una de sus bases. ¿Qué
mejor lugar que uno tan apartado y oculto? Esa hipótesis se apoyaba en algunas
transmisiones que habían salido y llegado a ese condado. Pese a estar
encriptadas, o precisamente por eso mismo, no tuvo ninguna duda de a quienes
podrían pertenecer. De modo que, tras recibir el informe de su espía, decidió
acudir para ver de qué se trataba.
-Podría enviar
a Valnak y Armagedón.- Pensó, descartando esa idea.- Pero son demasiado
llamativos e impulsivos. Y quisiera ver si hay rebeldes o si Idina Ayakashi
sigue allí con vida. Tengo interés en preguntarle algunas cosas antes de acabar
con ella... Quizás sea la humana más peligrosa que haya en este planeta para
los planes de mi amo.
Y ese encapuchado hacía bien en
tener esa cautela. Lo cierto era que, durante ese intervalo de tiempo en el que
nadie se había interesado por su suerte, Idina se había estado preparando en
soledad. Tanto tiempo alejada de sus hijas y con su esposo desaparecido estaba segura de
que pronto sería su turno. Por ello se decidió a emprender esas obras de
reacondicionamiento de su casa y de sus tierras. Además de prepararse para su
defensa.
-Ese Sabio
vendrá ahora por mí. Soy uno de los pocos escollos que le quedan. -Reflexionaba
muy consciente de eso. - Pero se llevará
una sorpresa. Jamás permitiré que ese monstruo me use como un juguete roto. Ni
tampoco lo hará con mis hijas. Aunque me cueste la vida.
Y
es que todavía se acordaba de hacía ya algunos años, cuando miraba las viejas
imágenes familiares. Aquellas que su entonces prometido le trajo como regalo a la
dama Kurozuki. Podía ver a ésta siendo una jovencita, a la madre que su abuela
tuvo, de la que ella misma tomaba su nombre e incluso más allá. Y, un día,
observando las fotografías congeladas en el haz que emitía aquel aparato, casi
quedó sin respiración. Hacía poco que sus propias hijas le habían mandado unas
imágenes tridimensionales de ellas mismas en la Corte. Ya estaban muy crecidas
y su madre se estremeció cuando, casualmente, proyectó ambos a un tiempo…
-¡No! ¡Esto no
puede ser! – Se dijo balbuceando.-
Y pese a la diferencia de edad
miraba alternativamente a una y a otra, el parecido era increíble. Esa mujer, su
tatarabuela, allí sentada con ese chico de pelo moreno, a las puertas de una
especie de facultad o centro de estudios.
-¡Dios mío!
¡Mi hija! No… no puede ser posible…-Exclamó llevándose las manos a la boca.-
Desde aquel día, miraba eso una y
otra vez e hizo averiguaciones. Le costó bucear en los archivos históricos que
su abuela y su abuelo tenían. Y aunque le supuso meses, logró reunir evidencias
suficientes. No solamente de su planeta, sino de los archivos terrestres que la
soberana Amatista Nairía se trajo de su mundo y que dejó en la gran biblioteca
para que todos los habitantes de Némesis pudieran indagar sobre sus antepasados
terrícolas. También los privados que le envió, la soberana, junto con las
recopilaciones de la doctora Topacita, la madre de su querida amiga Maray, le
aportaron datos e imágenes muy reveladoras.
-¡Tengo que
decírselo, debo contárselo todo a ellas! - Se decía la atribulada mujer una de
esas noches, tras intentar infructuosamente contactar con su familia.- Debo
evitar esto…Y también enviar algunos mensajes. Ópalo me dio claves, me contó
dónde podría mandarlos. Lo haré. Los miembros de la resistencia deben ser
informados de esto. ¡Ella sobre todo debe saberlo!
Aunque tras reflexionar durante días
y sobre todo, tras enterarse de la invasión a la Tierra y de que sus hijas
habían partido ya hacia allí, por medio de sus comunicaciones con algunos
miembros de la resistencia, cambió de idea. Una mañana, tras mucho meditar,
Idina suspiró entre lágrimas musitando.
-Es el
destino. Debe ser así. Todo está trazado… pero todavía puedo hacer algo por
ellas. Para que en alguno de esos remotos días reciban un último mensaje de su
madre…
Y utilizando los equipos más
avanzados que poseía codificó un mensaje urgente. Transcurrido un día tuvo
visita. Se resignó a su suerte
preparándose para luchar. Por fortuna esa presencia resultó ser amiga. Ante
ella se erguía una mujer más o menos de su estatura, pelo largo encrespado y
moreno, vestida con un atuendo muy
particular. ¡Ese tipo de ropa le era muy familiar!… de niña, Idina había oído
hablar de aquellas que así se vestían. ¡Eran las sailors guardianas de la Luna!
-No temas nada
de mí.- Le dijo esa individua con tono suave presentándose acto seguido.- Soy
Sailor Némesis, la guardiana de este planeta.
-Sí, sé quien
eres.- Sonrió su interlocutora.- Te conozco bien, aunque sea a través de
historias y grabaciones.
-Yo también sé
quién eres tú. Idina Kurozuki.- Asintió la sailor con tono lleno de respeto,
incluso de afecto.- Sé muy bien lo mucho que te debemos.
-Lo mismo
podría decir yo. Pero ahora no tenemos tiempo para hablar de eso.- Se lamentó
la anfitriona, quien fiel a su educación, le ofreció.- ¿Te apetece algo de
beber?
-No, gracias.-
Repuso su contertulia quien enseguida quiso saber.- ¿Estás segura de lo que vas
a hacer?
-Sí, es
necesario. Después de los mensajes que nos cruzamos y de lo que me contaste.-
Contestó ella sin dudar.-
Durante esos días previos, rematados
por el anterior, las dos se había estado comunicando. Ambas se pusieron al
corriente de lo que sabían. Sailor Némesis le contó a la condesa de Ayakashi.
-Ignoro donde
pueda estar tu esposo ahora. Pero era un hombre valiente y te amaba a ti y a
sus hijas con sinceridad. Eso pude verlo en sus ojos.
-Sé dentro de
mi corazón que Ópalo ya no está.- Suspiró Idina, esbozando una leve sonrisa
teñida de tristeza al musitar.- Y tengo la esperanza de que pronto podré
reunirme con él.
-Gracias a sus
indagaciones y a su tesón, tu marido me encontró en una cámara hiperbárica en
la que me refugié tras ser derrotada por Caos.- Le contó la sailor, admitiendo
cariacontecida. -Quise atacar a ese ente del mal tras la muerte de mi amada
Ámbar, pero fracasé. Era demasiado fuerte para mí entonces.
-¿Y qué es lo
que ha cambiado ahora?- Preguntó Idina.- ¿Acaso ese ser y su siervo el Sabio,
no siguen siendo muy poderosos?
-Sí, puede que
incluso más, pero ahora sabemos lo que sucederá.- Repuso su contertulia.- Caos
tendrá que ceder mucha parte de su poder a su siervo para que éste culmine su
tarea en el pasado. Y si tú..
-Sí, si yo
fuera capaz de aniquilar a ese infame Sabio ahora. Al menos podría daros una
oportunidad.
-Destruido ese
ente maléfico, su amo perderá poder. Quizás eso sea suficiente como para que
esta vez pueda derrotarle.- Convino la sailor.-
-De no serlo
no te arriesgues. Sailor Némesis...- Le pidió Idina, quien sonrió entonces con
afecto para matizar.- No te pongas en peligro, Dama Magnetita. O mejor dicho, Constance…si
puedo llamarte así.
Ahora fue su interlocutora quien
sonrió, asintiendo para contestar con visible cariño a su vez.
-Tú, madre de
este gran linaje de luchadoras, puedes llamarme como quieras.
-Ya no sé si
soy madre o hija , posiblemente ambas cosas.- Aseveró su contertulia remachando
llena de convicción.- Pero haré que mis niñas se sientan orgullosas de mí, ya
sea en el pasado, en el presente o en el futuro.
-Lo estarán.-
Sentenció Magnetita.- Todos lo estaremos. Sé que no puedo pedirte que lo reconsideres
puesto que así tiene que ser. Por eso, me ocuparé de que tu acto de valor y de
sacrificio se recuerde más allá de este tiempo. Solamente ten muy presente
esto. Él tratará de engañarte, proyectará alucinaciones en tu mente con el fin
de que veas lo que él quiera. Para eso…
-Sí, sé lo que
debo hacer.- Asintió Idina.- Lo mismo que tú y la reina Ámbar hacíais. ¿No es
así?
-Así es.-
Admitió Magnetita.- No sé si te bastará para superar sus sugestiones. Aunque al
menos se lo pondrás mucho más difícil.
-Con eso será
suficiente para lo que tengo planeado hacer una vez esté a mi merced.-
Sentenció su interlocutora.- He preparado todo muy cuidadosamente.
Y tras conversar sobre más temas
finalmente acordaron el plan a seguir. Al poco y tras darse un fuerte y
cariñoso abrazo Sailor Némesis se marchó. Idina quedó allí, aguardando. No
dudaba de que sería cuestión de tiempo.
-Es un ser
maligno pero no es idiota. Habrá detectado mis transmisiones. Sabrá que estoy
preparando algo si destaca algún espía y observan la casa. Bien, te espero.
Pero antes…
No
quiso olvidarse de grabar unas palabras de despedida. No estaba segura de sí
sus amadas hijas podrían escucharlas alguna vez. Aunque trazó un plan para
hacérselo llegar. Y el mensajero iba a ser quien ellas menos pudiera esperarse.
-Eso él tampoco
lo esperará. ¡Maldito! Ojalá pudiera ver la expresión de tu cara cuando lo
descubras. Si es que tienes rostro bajo ese sayal o llegas a averiguarlo alguna
vez. -Se sonrió pensando en aquel mínimo triunfo.-
De
modo que se dispuso a prepararlo todo conectando algunos aparatos y revisando
las pocas armas que tenía. Era cuestión de poco tiempo. Se decidió a salir del
refugio en el que había vivido durante tantos meses, oculta de todo y, una vez
en su casa, hizo los ajustes necesarios.
-¡No estoy
asustada, miserable! - Dijo en alta voz.- Sé que me vigilas esperando a que
vuelva, bien, pues ya estoy aquí. ¿A qué estás esperando?
Y
fue entonces cuando a modo de réplica una voz, entre grave y pérfida, atronó en
la estancia. Al volverse hacia la fuente descubrió a ese tipo encapuchado que
flotaba en el aire.
-Idina
Kurozuki. ¿Qué intentas hacer?...
-Te aguardaba,
Sabio.- Se sonrió ella, añadiendo incluso con tintes de jovial recriminación en
su voz.- Estaba segura de que vendrías. Aunque me has hecho esperar mucho.
-Eres audaz.-
Admitió él, aunque varió ese tono respetuoso que empleó por otro más burlesco
al sentenciar.- Pero desgraciadamente para ti, mucho me temo que eso no te
servirá de nada. También lo era tu esposo y me deshice fácilmente de él.
Y usando su bola proyectó unas imágenes
de Ópalo. El conde iba sujeto con unas esposas y dos droidos lo metieron a la
fuerza en una lanzadera. Esta nave despegó y dentro de ella se escuchó al conde
decir.
-¿A dónde me
lleváis, miserables latas?
-Destino
irrelevante.- Replicó uno de esos androides, remachando.- La nave se
autodestruirá al abandonar la órbita del planeta.
-Ya veo.-
Musitó él, solicitando con tono apagado.- Al menos podría poner algo de música.
Al menos concederme ese último deseo.
-Claro.- Contestó
uno de sus captores.- ¿Cuál desearías?
Y Ópalo eligió una hermosa canción,
una que Idina recordaba cuando se conocieron. Él siempre le dijo que, de alguna
forma, siempre se había sentido identificado con ella.
¡Oh, oh!, sí, soy el gran impostor
Fingiendo que estoy bien
Mi necesidad es tal que finjo demasiado
Estoy solo pero nadie puede decir
¡Oh, oh!, sí, soy el gran impostor
A la deriva en un mundo propio
He jugado el juego pero para mí verdadera vergüenza
Me dejaste llorar solo
Demasiado real es este sentimiento de fantasía
Demasiado real cuando siento lo que mi corazón no puede ocultar
Sí, soy el gran impostor
Solo riendo y divertido como un payaso
Parece que soy lo que no soy, ya ves
Estoy usando mi corazón como una corona
Pretendiendo que todavía estás cerca
Síiii
Demasiado real es este sentimiento de fantasía
Demasiado real cuando siento lo que mi corazón no puede ocultar
Sí, soy el gran impostor
Solo riendo y divertido como el payaso
Parece que soy lo que no soy, ya ves
Estoy usando mi corazón como una corona
Fingiendo que tú
Fingiendo que tú todavía estás cerca
(Todavía cerca)
Idina no pudo evitar derramar algunas lágrimas para satisfacción de su enemigo, aunque eso ahora no le importaba a ella en tanto seguía viendo lo que le aconteció a su pobre esposo, quien ahora, a pesar de todo, sonreía con dignidad cuando la canción concluyó.
-Puedes decir
unas últimas palabras. El Sabio nos indicó que te lo permitiéramos. Serán
enviadas a quien solicites.- Le comentó el otro androide a Ópalo.-
-En tal caso,
Sabio.- Se sonrió el conde de Ayakashi declarando con tono desafiante.- ¡Vete
al infierno y espérame allí!. -Aunque mudando su expresión por otra de
nostalgia y afecto, agregó.- Y para mi amada esposa y mis queridas hijas…os
deseo que seáis muy felices. Os quiero, eso es lo único en mi vida en lo que
jamás fingí, y estoy seguro de que algún día, en algún otro lugar, nos
volveremos a encontrar…
De pronto se vio un flash de energía
que casi cegó a Idina y después nada. El Sabio tomó entonces la palabra y
declaró.
-¡Pobre
necio!...Aferrándose a una estéril ilusión. Como tú…
Idina le sorprendió entonces al
sonreír, mirándole sin inmutarse mientras enjugaba alguna lágrima todavía. El
encapuchado se rio entonces comentando.
-¡Ja, ja, ja!
¡Lo sabía! Ese estúpido te engañó tantas veces con otras mujeres que has
llegado a odiarle y te alegras de su muerte. Es natural, puedo entenderte.
Aunque para sorpresa de su oponente,
Idina enseguida replicó con tinte tan desafiante como el de su marido.
-No, no
entiendes nada. Mi expresión es de orgullo y de alegría por él. Murió como un
héroe, enfrentándose al mal que tú representas.
-No temas,
Idina Kurozuki. Si tan complacida te sientes por eso, pronto te reunirás con tu
amado esposo.- Replicó prontamente el Sabio.-
Aunque
la interpelada no pareció asustarse por esas palabras teñidas de amenaza y sí repuso.
-Antes dime
una cosa. ¿Quién eres?...- Quiso saber Idina con tono desafiante.-
-Soy el
consejero del rey.- Replicó aquel extraño.-
-No, me
refiero a quién eres de verdad.- Le insistió la mujer.- Y sobre todo, ¿quién te crees que eres para
venir a mi casa a amenazarme?
-Nadie te
amenaza. Solamente tú eres la que ves y oyes cosas que no existen.- Se rio el
Encapuchado.- ¡Eres Idina, la loca de la familia Kurozuki! Ja, ja, ja…¡Así se
te recordará!
Y apuntando con sus ojos hacia la
mujer los hizo brillar como carbunclos encendidos. Idina intentó apartar la
mirada pero fue incapaz, cayendo en la sugestión…vio a sus propias hijas, todas
con el emblema de la Luna Negra en la frente, sonriendo malévolamente.
-Tú no lo
entiendes.- Repuso ella con visible horror.- ¡Esto está mal!…mis hijas, mis
hijas son… en el futuro… no, en el pasado…
-Tus hijas son
leales servidoras de su Majestad y de Némesis. Harán lo que deban hacer.
Acabarán con el reino de la Tierra…
-¡Jamás harán
tal cosa! - Negó Idina con rotundidad.- Les contaré la historia de mi familia y
entonces comprenderán. Todos lo harán…
-Pobrecita
Idina.- Replicó el Sabio con tintes de burla.- ¡La pobre mujer que se volvió
loca por culpa de la soledad! No dejaré que trastornes a tus hijas con esos
disparates.- Sentenció con tono ahora amenazador.-
-No estoy
loca, maldito. Y no me lo podrás impedir mostrándome mentiras. Cuando mi marido
vuelva.- Trató de responder ella con valentía.- Entonces…
-Tu marido…
¿ese que te abandonó hace ya tantos años? Descuida, no volverá. Lo que he
mostrado de él no eran ninguna visión, sino la realidad. Pero tú en el fondo ya
lo sabías, ¿No es así? Sí, pobre Idina. Es demasiado tarde. Tus hijas ya han
viajado al pasado…, y esta vez terminarán lo que empezamos. ¡Míralas! Podrás
sentirte orgullosa de ellas. Las educaste muy bien…
De entre la capucha de aquel
individuo refulgieron nuevamente esas dos ascuas rojizas a modo de ojos. Idina
no podía sustraerse a esa mirada que la impregnaba de miedo y odio. Una vez más
podía ver a sus niñas crecer y convertirse en bellas mujeres, pero con la
mirada cargada de iniquidad y medias lunas oscuras con los picos hacia abajo
dibujadas sobre sus frentes. Vio como atacaban y asesinaban sin piedad. Después
aparecían luchando contra unas chicas vestidas de trajes cortos y minifaldas.
Estas extrañas guerreras finalmente vencían, matando sin contemplaciones una a una a sus hijas.
-¡Noo! ¡Eso no
pasó! - Gritaba Idina llevándose las manos a la cabeza.- ¡Ellas no son así!
Nunca lo fueron.
-¡Ja, ja, ja!
- Sí que sucedió. Esta es la verdad. Fue lo otro lo que jamás ocurrió. ¡Lo que
nunca pasará!…La Luna Negra triunfará, y ellas se sacrificarán como vulgares
fichas de ajedrez de una partida mucho mayor… Entonces la nada y la muerte
prevalecerán…eternamente…
Idina no sabía qué hacer, la
sugestión de ese ente era terrible, chillaba en agonía tratando de no ver
aquello en su mente. Pero era incapaz de evitarlo, incluso cuando cerraba los
ojos. Era como si ese malvado ser le estuviera friendo el cerebro. Entonces
apretó un botón de un pequeño mando que tenía oculto entre su mano derecha. De
inmediato sonó una música y pudo oírse una canción.
-¿Qué es eso?-
Exclamó el encapuchado mirando en todas direcciones, sin lograr encontrar la
fuente del sonido.-
¡Aleja esos perros de mí!
Tu vida es un misterio
la mía, un libro abierto
si pudiera leer tu mente
creo que lo haría
no tengo miedo, cariño,
no me importa….
E
Idina se sacudió aquella sugestión. Tal y como comentó con Sailor Némesis,
sabía lo que hacer. Había estado practicando para centrarse en algunas
canciones y los acordes de esa melodía pudieron quebrar la hipnosis de ese
tipo. La muchacha cantó entonces con decisión, con su voz algo estremecida
todavía por aquellos ataques telepáticos, en tanto sacaba una especie de
pistola de un bolsillo de su traje.
¿Qué tienes que esconder?
¿Qué necesitas probar?
siempre estás mintiendo
esa es la única verdad
no tengo miedo, cariño,
no me importa.
Esta noche las calles están llenas de actores
no sé por qué
¡Oh!, aleja esos perros de mí
antes de que me muerdan.
La mujer disparó otro haz de partículas con
su arma que el Sabio ahora sí que esquivó. Él respondió con una ráfaga de
energía que destruyó parte del salón. Idina pudo evitarla por poco saltando a
un lado, aunque fue herida por la onda expansiva, en tanto la canción
proseguía.
¿Qué tienes que decir sobre las sombras del pasado?
creías que si lo habías pagado te lo quitabas de encima
¿a dónde tenemos que ir
para que podamos reírnos libremente?
¿Qué tienes que decir sobre las sombras del pasado?
creías que si lo habías pagado te lo quitabas de encima
¿a dónde tenemos que ir
para que podamos reírnos libremente?
iría a cualquier parte, cariño
no me importa
no tengo miedo.
Esta noche las calles están llenas de actores
no sé por qué
¡Oh!, aleja esos perros de mí
antes de que me muerdan,
antes de que me muerdan.
Idina cantaba esas estrofas con un extraño
y total convencimiento. El mismo Sabio afirmó sorprendido.
-¡En verdad sí que estás completamente loca!
Pero su enemiga no le contestó, siguió
desgranando esa canción como si su vida estuviera ligada a la misma.
Esta noche luché y
me he decidido
sé que es lo correcto
sé que esos perros todavía
son una amenaza a mi alrededor
¡pero puedo, puedo luchar!
Dicho esto disparó contra el Sabio apuntando a su bola.
Logró alcanzarla al fin. Aunque el haz de energía que emitió su arma se
estrelló inofensivamente contra ésta.
-¡Ja, ja, ja!- Se burló su enemigo, preguntando con sorna.- ¿Esta era tu arma para destruirme?
Y de inmediato contratacó lanzando un rayo de energía
negra que hizo chillar a esa mujer de dolor.
-¡Vas a morir!- Exclamó
con regocijo.-
Pero le sorprendió que Idina, además de gravemente dañada
por esa descarga, no solamente no quedase confundida o asustada, sino que
además le mirase con una mezcla de reto y orgullo, con un destello casi salvaje
en sus pupilas que estaban tras algunos mechones rebeldes de su cabello,
sonriendo y sin dejar de cantar, pese a
su estado de agotamiento y sus heridas.
Si fuera tú, si yo fuera tú
no me trataría como
tú lo haces.
Si fuera tú, si yo fuera tú
no me trataría como
tú lo haces.
Y
entonces ella apretó otro botón de un pequeño mando a distancia que tenía
escondido en una mano. Al instante un haz de rayos de energía rodeó al Sabio
formando una especie de jaula en la que aquel encapuchado se vio atrapado.
-¿Qué significa esto?- Exclamó entre perplejo y furioso.-
La respuesta le llegó por parte de su enemiga, cuando ésta repitió el estribillo de la canción con tono desafiante y audaz.
Si fuera tú, si yo fuera tú
no me trataría como
tú lo haces.
No tengo miedo,
cariño, no me importa.
-No me detendrás por mucho tiempo con esta estúpida añagaza.- Replicó él tratando de destruir ese contendor de energía.-
-No lo necesito.- Fue capaz de afirmar ella para rematar la última estrofa de la canción en tanto sacaba de sus ropas una especie de cajita y apretaba un botón.-
Iría a cualquier parte
cariño, no me importa…
Idina
estaba agotada, aquella batalla mental la había llevado al límite de su
resistencia. Al menos se sentía orgullosa de sí misma, tenía a ese bastardo
atrapado en esa red energética y podía darse cuenta de que, quizás por primera
vez en su existencia, el Sabio estaba inquieto por su suerte. Al fin, apenas
consciente, la última de los miembros de la familia Kurozuki que quedaba en
Némesis, pudo balbucir con voz entrecortada.
-Algún día…mis hijas…te darán una lección…a ti o a otros
como tú…lo sé. Esa será también mi victoria. La mía y la de mi esposo, y de
este mundo, sobre ti. Por muy sabio que creas que eres, jamás podrás predecir
el futuro, yo en cambio…lo sé. Y ellas sabrán que no tuve miedo…ella no tuvo
miedo…dirán…
No tengo miedo
no tengo miedo
no tengo miedo
(I am not Scared. Eighth Wonder,
crédito al autor)
Al fin se
desmayó…sumiéndose para siempre en la negrura. Su enemigo la observó perplejo
aunque enseguida se rehízo con esa música sonando de fondo.
-¡Ja, ja ,ja,
ja! ¡Pobre loca!- Se rio el Sabio para sentenciar burlón.- Nadie creerá ni una
palabra de lo que digas. Ni tan siquiera tus propias hijas…Y esta jaula no me
retendrá por mucho tiempo.
Comenzó
a emitir energía oscura haciendo que se cortocircuitasen aquellos rayos de luz
que le mantenían prisionero. Aunque entonces, una de las paredes que tenía
enfrente se iluminó con una extraña cuenta atrás en tanto la tonada concluía. Siete,
seis, cinco, cuatro, tres, dos , uno…
-¿Qué?-
Exclamó dándose cuenta al fin de lo que sucedía.- ¡Maldita zorra!
Supuso
que una especie de bomba había sido activada. Lo que no esperaba es que toda la
casa estallase. Aquella perra había conectado explosivos en toda ella.
Posiblemente con un temporizador que se habría activado al final de esa canción
o con su intento por liberarse de su encarcelamiento. Todo el lugar quedó
reducido a escombros. Pese a todo, al cabo de unos minutos, el Sabio emergió
indemne.
-Hace falta
mucho más que esto para poder aniquilarme. ¡Pobre ilusa! – Sentenció entonces.-
Pero admito que lo has intentado. No obstante, cometiste un error. La misma
jaula energética que me aprisionaba ha protegido mi único punto vulnerable. A
pesar de todo debo reconocerlo. Has sido mi mejor rival. Mucho más taimada e
inteligente que el simple de tu marido. Pero ya no estás, y nadie podrá impedir
que cumpla con mi misión, ¡ja, ja, ja!…
Ahora
se regocijaba en ese recuerdo. Por dura que fuera la resistencia de los
humanos, uno tras otro habían ido cayendo bajo su poder. Al hilo de eso se
jactaba…en voz alta, pese a que, o precisamente porque no había nadie más para
escucharle…
-Y además
ordené atentar contra Némesis y sus lunas y contra el Rey Endimión de la
Tierra. Luego usé a mis agentes para crear la necesaria confusión entre ellos y
mandé un anónimo advirtiendo de que un individuo que obedecía a Diamante
intentaría matarle. Pero lo más divertido fue envenenar tanto al rey como a la
reina de Némesis y que, aunque Coraíon lo descubriese, no pudiera alertar al
estúpido de su hijo. Mis sicarios lo han hecho todo según mis planes y el poder
del Cristal Negro que también corrompe sus almas y el influjo de todos mis
artilugios que han deformado sus sentidos de la realidad, les impedirán darse
cuenta de nada que no sea lo que yo deseé. La única que es capaz de escapar a mi
sugestión es esa maldita Serenity. Pero también caerá. Si no es ahora, en el
pasado ¡Sí, Gran Fantasma de la Muerte! Señor de la Nada y
del Olvido eterno. - Exclamó triunfante - ¡Ya está todo listo para preparar tu
ansiada llegada!
Así, ajenos a todo esto, los
expedicionarios aparecieron sobre los cielos de Tokio de fines del siglo
veinte. Rubeus se materializó en el puente de control de la nave y tras él lo
hicieron una tras otra las cuatro hermanas, dedicando curiosas miradas a la
ciudad por las ventanillas de la nave.
- Así que este es el Tokio del siglo veinte. -
Comentó Kermesite.- Lo imaginaba más grande. Aunque no importa, ahora podremos
destruir los cristales punto y llenar la Tierra con el poder de la oscuridad.
- Pero primero. - Terció Bertierite con un divertido
aunque malicioso tono de voz desprovisto de sensibilidad humana. - Tendremos
que encontrar a la muchachita y matarla.
-Bien…-Convino Rubeus.- Preparaos para la fase de
búsqueda e infiltración. Acorde a las instrucciones que el Hombre Sabio me ha
enviado, deberéis estar atentas a una subida brusca y grande de energía.- Les
indicó su jefe, quien añadió.- Kermesite. Serás la primera en bajar.
-¿Yo, amo?- Se señaló la joven con visible
sorpresa.-
-Confío en que puedas localizar a esa niña lo antes
posible. -Sonrió levemente él.-
-No te decepcionaré. -Afirmó la aludida
devolviéndole la sonrisa.-
Y
lo mismo que Kermesite, sus hermanas y Rubeus estaban también expectantes,
deseosos y dispuestos a comenzar su misión. Poco sabían ninguno de ellos lo que
el destino iba a depararles...
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