domingo, 25 de noviembre de 2018

GWNE18. La batalla por la vida


Las noticias fueron realmente trágicas. Cuando los componentes de la resistencia supieron del triste fin de la condesa Idina de Ayakashi cundió el malestar y la tristeza. Incluso Cinabrio, reunido con un selecto grupo de seguidores, admitió.



-A pesar de las diferencias políticas que nos separaban, tanto ella como su marido, el conde Ópalo, demostraron ser unas valerosas y buenas personas. Ante todo quisieron liberar a Némesis del mal. Y ahora somos nosotros los que tenemos que continuar con sus esfuerzos para lograrlo.



            Aquellas palabras fueron contestadas por un aplauso generalizado. Entre los asistentes a ese discurso, aunque en una identidad civil, estaba la propia Sailor Némesis.



-Desde luego que sí. Se lo debemos a ella y a todos los que la precedieron. Y más que a nadie te lo debo a ti, amada mía.- Pensó tan consternada como embargada por la emoción.-



Pese a tantos años transcurridos no podía dejar de pensar en ella. Aun recordaba su sonrisa, su mirada, su olor y sus caricias. Y cómo la propia Magnetita le cantaba, con esa voz suya, suave y cálida. Una vez, tras haber disfrutado juntas de su amor, la entonces teórica camarera mayor de la princesa desgranó unas estrofas de alguna vieja y bonita canción terrestre. Al terminar, estando las dos abrazadas, Ámbar le dijo tras sonreír.



-Un poco más, y conseguirás que me duerma antes que mi hijo.- Aseveró aludiendo al bebé que dormía apaciblemente en su cuna.-

-Si lo haces entre mis brazos no me importaría.- Afirmó afectuosamente ella.-

-Eres la mejor dama de compañía que se puede tener, además de ser la mujer de la que me he enamorado.- Le confesó Ámbar añadiendo con un tinte de genuina curiosidad.- ¿Dónde aprendiste a cantar así?

-Bueno.- Sonrió algo tímidamente Magnetita ahora.- Desde pequeña escuché cantar a mi abuela paterna en grabaciones y en vídeos. Llegó incluso a ser famosa. De joven formó parte de un grupo musical muy admirado en su época. Y mi padre siempre dijo que yo había heredado su misma voz.

-Pues tu abuela debió ser fabulosa.- Comentó una divertida princesa, para agregar con algo de picardía.- ¿Y era tan buena como tú en todo? Ya sabes…- Añadió acariciándola el rostro y el pelo.-

-¡No!- Se rio Magnetita aclarando a su pareja.- Esa abuela era totalmente hetero. Tú te refieres a mi otra abuela, la materna. ¡Aunque, comprenderás que yo no sepa cómo sería de buena en la cama!



            Ámbar rompió a reír también. Las dos estaban desde luego llenas de complicidad y disfrutaban de su mutua compañía, y no únicamente en el lecho. Entonces fue cuando oyeron un ruido. Con celeridad Magnetita se levantó y comenzó a buscar sus ropas para vestirse. Lo mismo hizo la princesa que suspiró afirmando ahora con un toque de fastidio tamizado por el pesar.



-Si tan solo pudiéramos ser libres para expresar nuestro amor siempre y delante de todos.

-Supongo que no te referirás a expresarlo como hemos hecho hace un momento.- Se sonrió pese a todo su interlocutora.-



            Y su amada rio una vez más, de forma cantarina esta vez, moviendo la cabeza.



-¡No seas tonta!…ya me entiendes.- Pudo decir ahora de un modo más jovial.-



            Y ese tipo de expresión risueña y tan hermosa de Ámbar es la que Sailor Némesis atesoraba en su corazón. Cuando logró poco a poco sacarla de la depresión en la que la había sumido la muerte tan prematura de su esposo, el príncipe Karst.  Por entonces la amenaza que se cerniría sobre su destino no había aparecido aun. Desgraciadamente no tardaría mucho en manifestarse destrozando aquella felicidad y todos los sacrificios que ellas y otros hicieron, apenas pudieron frenarla. Aunque volviendo al momento actual quería ser optimista, quizás la victoria estaba más cercana.



-Si Diamante y los demás de su clan se concentran en la Tierra, eso podría darnos una oportunidad. El mismo Caos y su secuaz el Sabio estarán más centrados en ese objetivo y eso bien pudiera hacerles vulnerables o al menos restarles poder. Podría ser la ocasión que llevo aguardando desde hace tanto tiempo.- Meditó.-



Pese a todo debía tener muchísimo cuidado, no pecaría precipitándose como en la vez anterior. Aquella en la que, llena de rabia, quiso vengar la muerte de su amada Ámbar. Recordó que, justo tras simular su propia defunción, deambulaba por la capital escondida.



-¡Maldita seas, Marla!- Sollozaba cuando supo la aciaga noticia.- ¡Acabaré contigo aunque me cueste la vida!¡Lo juro!



            Y es que la nueva de la muerte de la princesa, achacada oficialmente a una enfermedad, la destrozó. Ella sabía muy bien la verdad. Ámbar prefirió morir a ser poseída y hacerle daño a su pequeño.



-¡Ahora lo vais a pagar, tú y tu amo Caos! Él es el verdadero responsable. -Escupía llena de rabia y tristeza.- La reina Serenity siempre supo que no había podido terminar con ese monstruo. Aunque jamás llegó a sospechar que se escondiese tan cerca…



            Y en parte fue por eso. El motivo por el que su soberana la envió a Némesis, quizás sospechase que el mal estuviera rondando en los confines del Sistema Solar, amenazando el futuro de la Tierra. Desgraciadamente ignoraba su exacta ubicación. De otro modo hubiese sido capaz de aniquilarlo por completo.



-Seré yo misma quien se ocupe de ello ahora. Haré honor a quien soy, Sailor Némesis. La que castiga a los malvados. - Pensaba llena de deseos de venganza.-



            Así pues, provista de su equipo de Sailor pudo ir a un lugar apartado y transformarse.



-Planeta Némesis...¡dame el poder!- Gritó.-



            Tras un juego de luces y vueltas sobre sí misma, una vez completada la transformación, apareció ataviada con unos pendientes con flores de narciso y un collar con una piedra violeta. Bajando lucía un cobertor de hombros negro, un bodi blanco en su cuerpo, cuyo pecho estaba decorado por un gran lazo rojo en cuyo centro se sujetaba una piedra del mismo color que su colgante, remataba el conjunto con una falda y botas moradas con ribetes negros. Tras comprobar satisfecha el cambio en su vestuario, utilizó sus poderes instintivos y un medidor de energía.



-La fuente del poder oscuro es más intensa hacia el ecuador del planeta. Tendré que ir hacia allí.- Se dijo.-



            Por fortuna para ella, sus poderes como Sailor le permitían avanzar sin precisar traje de protección. Incluso saltar con gran agilidad. Finalmente llegó a un centro minero que parecía estar en desuso. Al menos en ciertos tramos. Algunas galerías sí que tenían trabajadores. Mineros enfundados en trajes espaciales protectores o esos androides de burdo diseño que hacía las veces de bestias de carga o iban a los sitios más peligrosos.



-No debo dejar que me vean.- Se dijo.-



            No le fue difícil dado que había poca presencia humana y esos robots no eran  precisamente muy observadores en algo no relacionado con sus tareas. De este modo, consiguió que no reparasen en ella y descendió por algunas galerías siguiendo ese rastro energético.



-Aquí la señal es muy fuerte. Demasiado.- Pensó, al encontrarse frente a una puerta cerrada, de apariencia no demasiado resistente.



            Aunque esas apariencias engañaban. Primero intentó abrirla despacio pero no fue capaz. Luego trató de forzarla sin éxito. Al fin, usando su arma principal, una gran tea ardiente, logró comenzar a deteriorarla.



-¡Que te consuma el fuego de la justa venganza!-. Exclamó.-



            La puerta finalmente cedió y ella la abrió de una patada. Entró con celeridad cubriéndose instintivamente por si era atacada por cualquiera que pudiese estar dentro. No obstante, nada sucedió. Ahora se daba cuenta de que estaba en una gran sala, apenas iluminada por un tono de luz entre rojizo y purpúreo. Mirando hacia la fuente de esa luminosidad, descubrió una especie de amasijo de energía flotando al fondo de la estancia. Y entonces aquello le habló.



-Bienvenida, Sailor Némesis. Te esperaba…

-¿Eres Caos, no es cierto?- Inquirió hostilmente ella colocándose en guardia.-

-Así es.- Admitió aquel ser.- Al menos una parte de él. Mi esencia no puede ser contenida fácilmente. Y desea salir, impregnando a cuantas más criaturas, mejor.

-¿Cómo a esa loca de Marla?- Espetó su interlocutora, recriminándole con rabia.- Por su culpa la princesa Ámbar está muerta.

-Está muerta, como tú lo estarás, como todas las formas vivas seguirán el curso de sus existencias hasta el fin. La muerte es inexorable.- Sentenció Caos.-

-No lo niego, pero ella no merecía terminar así. No era su hora.- Protestó la Sailor.-

-¿Y tú cómo lo sabes?- Se burló su siniestro contertulio.- ¿Acaso eres una deidad?



            Magnetita se detuvo a reflexionar sobre esa cuestión durante unos instantes, aunque enseguida se recobró. No podía dejar que ese pérfido ente la manipulase y replicó con audacia.



-Soy la diosa de la venganza, Sailor Némesis. ¡Y en nombre de la justicia, te castigaré!



            Las carcajadas reemplazaron a las palabras cuando Caos rompió a reír de un modo casi enloquecido. Su rival apretó los dientes sintiéndose furiosa.



-Pronto dejarás de burlarte de mí.- Le aseguró, tiñendo su tono de voz de amenaza.- ¿No has dicho que la muerte es inexorable? Pues te ha llegado el turno de sufrir la tuya. Como le sucedió a esa zorra de Marla. La muy estúpida creyó poder controlarme, pensaba que era simplemente una jovencita llena de miedo y culpabilidad. Pero supe engañarla. No soy tan débil como creíais. Cuando Azabache me regaló esos pendientes de cristal negro enseguida sospeché. Ella intentó poseerme a través de ellos, pero se equivocaba. Fingí dejarme controlar, incluso la dejé hablar por mi boca. Luego los empleé en su contra. Estaba tan cegada por disfrutar del goce carnal que tanto añoraba, que ni se dio cuenta hasta que fue tarde.

-¡Ja, ja, ja! – Se burló aquel ser, replicando divertido.- En eso te doy la razón, Marla siempre fue una estúpida. Pero en lo otro te equivocas. La muerte afecta a los seres mortales, yo no lo soy. Piénsalo, Sailor Némesis. Llevo existiendo desde el principio de los tiempos. Es más, soy una parte de la existencia misma. Sin mí, la otra mitad que representa el bien, o el Cosmos, como quieras llamarla, perdería su sentido.



            Esas palabras dejaron tan perpleja a Magnetita que por unos instantes olvidó su propósito de atacar. Su enemigo pudo verlo fácilmente y aprovechando esa incipiente duda en ella, añadió.



-Marla no es más que un ser atormentado, de por sí ya tiene suficientes demonios. Y el mayor de todos era su propia mortalidad. Por ello, se entregó a mí con sumo gusto. No murió, al menos del modo en que tú crees, simplemente la envié a otro lugar y otro momento en donde me será más útil. A cambio yo le he dado lo que siempre anheló. En cuanto a vosotras. ¿Crees que no supe el juego que tú y Ámbar os traíais? Permití que engañaseis a Marla porque era únicamente un peón en el juego. Dejé que creyeras que la clave estaba en que el pobrecito Coraíon sobreviviera a un presunto intento de asesinato. Pero en verdad jamás entró en mis planes matarle.

-¿Qué?- Pudo exclamar una estupefacta Magnetita siendo capaz apenas de gemir.- Entonces…Ámbar, ¡el plan!…

-Sí.- Se burló su oponente con un falso tono de consternación.- Lamentablemente vuestro sacrificio fue inútil. Tu querida princesita murió por su niñito sin tener motivos. Porque, dime. ¿Para qué habría de desear matar al futuro rey de Némesis cuando puedo manipularle a mi antojo?

-No.- Musitó la sailor moviendo la cabeza.- ¡Mientes!

-¡Oh!, ¡pobrecita lady Magnetita!- Se burló Caos.- Su matrimonio con el bufón de Azabache. Su suicidio fingido, y la muerte de su amada princesa. ¡Todo para nada!- Escupió con regocijo.-



            Su interlocutora se sentía horrorizada y llena de consternación y rabia. Ella misma urdió ese plan. Incluso habló con su padre adoptivo antes de que llegase Azabache a su casa. El perplejo duque Karst le preguntó lleno de incredulidad.



-¿Estas segura de que es lo que quieres hacer?

-No es lo que quiero, pero es lo que debo hacer.- Repuso ella entre lágrimas, sentenciando.- Si quiero proteger a Ámbar y a su hijo. La única forma de apartar a esa maligna influencia de su lado es atrayéndola hacia mí. Y sé que ese hombre tiene tratos con ella. Si me ve hundida y desmoralizada, y si cree que me obliga de algún modo a renunciar a mi felicidad casándome con ese hombre, estoy convencida de que bajará la guardia.

-Pero, según me has dicho, podría poseer a otra y hacerle atacar a la princesa. O a la propia Ámbar. – Objetó el espantado Karst.- Tengo que decírselo al rey…

-¡No!- Le cortó ella con brusquedad, mostrando ahora su auténtico temperamento de guerrera, al sentenciar.- Corindón no puede saber esto. Al menos, no todavía. Si algo saliese mal entonces díselo. Pero entre tanto, lo primordial es proteger a Ámbar y al bebé. La única forma de vencer a Marla es hacerla creer que ya ha ganado. Y si para eso debo sacrificar mi vida de cualquier manera, así sea. Es mi misión.



            Su desolado interlocutor finalmente musitó, bajando la cabeza.



-Entonces, quieres que reciba a ese tipo y…

-Sí, que finjas que te he disgustado tanto que quieres casarme con el primero que pida mi mano. Que por supuesto será él. La única verdad en esto es que, al esparcirse el rumor sobre mi condición sexual, ningún otro pretendiente me querría como esposa.

-Dime una cosa. Si es que quieres hacerlo.- Le pidió el duque.- ¿Es cierto? ¿Amas realmente a Ámbar o es únicamente una tapadera para engañar a esa perversa presencia?

-Karst.- Suspiró la chica, pudiendo sonreír entre sus lágrimas,- Las únicas cosas verdaderas en toda esta charada son estas dos.- Enumeró con la voz temblorosa y todo su sentimiento.- A Ámbar la amo con todo mi corazón, lo mismo que te quiero a ti. Te considero como a un verdadero padre. Y ojalá que no tuviera que haberte implicado en esto.

-No.- Sonrió el veterano consejero, posando ambas manos sobre los hombros de la chica, para replicar con afecto.- Gracias por permitirme ayudarte, Sailor Némesis…

-Para ti, siempre seré Magnetita, padre.- Sonrió la agradecida joven.-



            Ahora, pensando en lo estéril de todo aquello, sufría lamentándose. Aunque Caos enseguida supo atraer su atención, tornando su tono de mofa en otro mucho más cordial.



- Lo que hiciste fue en efecto muy inteligente. Marla se confió, creyendo que podría hacerse con Ámbar en cualquier momento. Se recreó torturándola pero no esperaba que ella fuese a hacer algo así. Ni yo tampoco, la verdad. Admito que me sorprendió. Pero aun así, mi sirvienta podría haber poseído al niño…ese fue un fallo en vuestro plan.- Se regocijó aquel ente.-



            Aunque en esta ocasión fue Magnetita quien sonrió desafiante para mover la cabeza y rebatir.



-¿Marla reencarnarse en un hombre? ¿Con lo muchísimo que los aborrecía?. No, jamás hubiese hecho tal cosa. Y no le hubiera sido tan sencillo poseer a nadie más. Precisaba que otra mujer tuviera un lado oscuro o sufriera una gran congoja. – Suspiró ahora, apenada para admitir.- Por eso Ámbar era una presa en teoría fácil. Por ello intenté acabar con su soledad y tornar su melancolía en felicidad. Pero me enamoré de ella durante el proceso. Eso es lo que Marla no supo comprender, lo mismo que tú, porque sois incapaces de amar. Por eso no distinguió mi fingida pasión cuando logré que se metiera en mí y la atrapé. Le di el tiempo necesario a Ámbar para que, ella…



            Bajó la cabeza tratando de reprimir sus lágrimas, no le iba a dar a ese monstruo la satisfacción de verla así. Aunque éste tomó la palabra entonces.



-Vaya, eres en verdad muy astuta. Conocías las debilidades de esa idiota. ¡Ja, ja! - Se rio Caos para agregar con un tinte más conciliador.- Vamos, no es tarde. Serías una muy valiosa adquisición para mí. Mejor incluso que Marla.

-¡Estás loco si piensas ni por un solo segundo que yo podría unirme a ti! - Espetó su adversaria.-



            Aunque aquel ente maligno no se daba por vencido y agregó.



-Ella fue muy fácil de convencer, yo conocía de sobra sus deseos, lo mismo que sé lo que tú ansías. Y al igual que hice en su caso, podría dártelo.

-¿Darme el qué?- Inquirió la atónita muchacha.-

-Tú eres Sailor Némesis, yo soy el corazón de Némesis. Únete a mí y lo tendrás todo. Serás inmortal e incluso puede que seas capaz de hacer volver a tu amada princesa.

-No te creo.- Replicó ella moviendo la cabeza.- Eso no es posible.

-¿No lo es?- Se regocijó Caos, alegando.- Para alguien capaz de trascender los límites del tiempo y del espacio como yo, eso es muy sencillo. Dime. ¿Y si te enviara desde aquí al pasado, apenas unas horas antes de que tu amada muriera? ¿Y si las dos pudierais escapar libres de todo y de todos? Ella viviría con parte de mi esencia, como tú. Y permaneceríais juntas por siempre disfrutando de vuestro amor sin ninguna restricción. Sin nada que temer, hasta pudiendo criar al joven príncipe Coraíon. De todos modos, eso no cambiará nada. Mis planes seguirán adelante de un modo u otro. Tú serías dichosa y yo te tendría como aliada y mentora del futuro rey…¿No darías cualquier cosa por volver a estar con Ámbar? Piénsalo.

-Juntas por siempre.- Repitió la Sailor musitando aquellas palabras con evidente deseo.-

-Sé que eso es lo que más te gustaría. Olvida esas vanas promesas que le hiciste a Serenity. En el fondo a ella no le importa nada lo que suceda aquí. Esto solamente es parte de nuestra guerra. Y a ti te usa como a un peón. Lo mismo que hago yo con las gentes de este mundo. La única diferencia entre nosotros, es que yo lo admito. Considéralo de este modo. Yo dormía en este planeta hasta que esos pioneros me despertaron. Languidecía aquí, pero gracias a su llegada me reactivé. Y todo porque Serenity y Endimión les echaron de la Tierra. De ese lugar que dicen es tan maravilloso.



            Por unos momentos ese tono tan seductor y amigable de Caos logró envolverla. Y también le plantaba esa semilla de la duda. Al menos en algo parecía tener razón ese monstruo. ¿Si el reino de neo Cristal Tokio era tan fabuloso, por qué hubo gente que huyó de él? ¿Acaso no habían terminado con el hambre y las injusticias? ¿Es que los miles de millones de personas que vivían en la Tierra no había alcanzado altísimas cotas de bienestar? Fue en ese instante cuando, paradójicamente, recordó una conversación con la soberana antes de partir hacia Némesis. Ella en su papel de guardiana estaba con una rodilla doblada junto al trono, y Serenity, con tono afable en tanto la observaba con una expresión de afecto maternal en ese rostro tan bello, suave y pálido, le pidió.



-Por favor, levántate. Tenemos que charlar un poco en mis habitaciones.



            Ella obedientemente la siguió. Pasaron cerca de una especie de cámara incubadora a la que la soberana dedicó una mirada que rezumaba tristeza en esos ojos azules tan hermosos y profundos que poseía.



-¿Os sentís bien, Majestad?- Se interesó ella.-

-Todo lo bien que una madre se puede sentir, cuando ve que su hija no ha despertado aún de ese Gran Sueño.- Suspiró la interpelada, afirmando con un tono de pesar que no se molestó en ocultar.- Constance, ser la soberana del mundo a veces puede ser una durísima carga. Todos quieren que les resuelvas sus problemas. Pero eso es imposible, especialmente cuando no puedes ni solventar los tuyos propios.



            La muchacha no respondió, sin embargo sabía que en esa cámara se albergaba el cuerpo de la Pequeña Dama. La princesa Usagi Chiba. La hija de Serenity. Tras el despertar, por alguna razón desconocida para todos, incluso para los mismos monarcas, la cría permaneció en letargo.



-Señora, ojalá que la princesa despierte pronto.- Musitó tímidamente ella, sin querer importunar a su reina con aquel recuerdo.-



            No obstante, Serenity sonrió con gesto amable en tanto la guiaba a su cámara privada. La puerta se abrió de forma automática y Constance entró tras la soberana. Al fin, ésta respondió.



-Las cosas a veces no son como desearíamos que fuesen. Pero todo sucede por un motivo. Tenemos todavía mucho por hacer para lograr un mundo en armonía.

-Ya habéis conseguido que el mundo sea perfecto.- La alabó la joven, afirmando.- Mis padres vinieron aquí buscando una vida mejor, y la encontraron. Mi propio padre me contó que os conoció a vos y a las princesas planetarias. Y que sois personas maravillosas capaces de ayudar a todos e incluso de perdonar a quienes os han ofendido gravemente. Llegó a decirme que incluso él mismo se contaba entre ellos. Y me pidió que, si algún día yo llegaba a tener el honor de serviros, os pidiera disculpas en su nombre.



            Aunque Serenity movió la cabeza para suspirar, juntando ambas manos sobre su pecho y declarando.



-No, Constance. El mundo no es perfecto. Nada terrenal lo es. Por ello siempre debemos esforzarnos por mejorarlo a cada instante. Tu padre es un buen hombre, le conocimos, sí. Y pese a que durante un tiempo estuvo perdido, finalmente la luz que hay en él pudo brillar. Como siempre lo ha hecho en vuestra familia.

-Señora.- Quiso saber la perpleja joven, atreviéndose a preguntar.- ¿Es cierto que también conocisteis a mi abuela?

-Así es, y a tu bisabuela también. Y sé que tu padre te llamó Constance en su honor.- Sonrió ampliamente la reina.- Ella ya no está. Junto a sus hermanas, esposo y amigos, partió a un lugar en el que sí se es por siempre feliz. Pero dejó su continuación…

-A veces me han contado historias sobre mi familia paterna. Aunque hay cosas que no han querido revelarme. Mi abuela Idina siempre sufrió mucho por separarse de su hija, mi tía Loren.- Le aclaró a la reina.- Ella huyó, se fue muy lejos.

-Así es. Se marchó al lugar al que tú deberás ir.- Le desveló Serenity para asombro de la chica.- Un mundo muy lejano. Pero debía ser así. Y pese a que Idina sufrió mucho, y lo sé porque he visto llorar a mi gran amiga la princesa de Marte muchas veces, cuando ella pensaba que no me daba cuenta. -Suspiró la soberana para desvelar.- Rei es la madrina de tu abuela. Y sintió en su alma aquel dolor de ella como si fuera propio. Pero tu abuela tuvo otro hijo, y de él naciste tú. Eso ha alegrado la vida de Idina en estos años.

-Tiene la salud cada vez más frágil.- Suspiró Constance.- Mi padre le ofreció venir a la Tierra, a la casa de sus padres, después de la muerte del abuelo Michael. Aunque ella no quiso. Y eso que algunos científicos advierten que el agujero de gusano que nos comunica está decayendo. Podríamos quedar separados para siempre.

-Tu abuela lo sabe, pero ella vive en Bios y allí permanecerá hasta que pueda reunirse con su hija y los demás. Donde los ángeles cantan y donde un buen hombre o una buena mujer son más fuertes. - Afirmó con tono soñador Serenity dejándola intrigada.-



            Aunque antes de que pudiera preguntarle por eso, la soberana cambió de tema y pasó a detallarle su misión. Ella escuchó atentamente y al fin, la reina concluyó.



-Recuerda querida princesa guardiana, Sailor Némesis. Pues es ese el título que desde ahora en adelante te concedo, para que te consagres a la defensa de aquellos que allí fueron en busca de una nueva vida. Lo correcto no suele ser lo más conveniente a veces para nosotros. Tus antepasados comprendieron eso. Y sé que un día tú también lo harás…lo fundamental es sentirse viva y defender toda existencia de la amenaza de la aniquilación. ¡Has de luchar por la vida de todos los inocentes!



            Y como si de un eco en su mente se tratase, esas palabras de su soberana la sacaron de aquella especie de trance en la que la había sumido Caos. Magnetita sonrió, para mover la cabeza y replicar de forma audaz.



-Casi lo logras, pero no me dejaré envolver por tus mentiras.

-Peor para ti.- Sentenció su interlocutor, tornado su seductor tono en otro amenazante.-

-Ya lo veremos. ¡Poder de la llama vengadora!- Exclamó Sailor Némesis haciendo aparecer una antorcha inflamada.-



            Quiso atacar a su enemigo con una corriente de fuego que brotó de su arma, aunque éste creo algo similar a un escudo que rechazó esas llamas. Por más que Némesis lo intentaba, no era capaz de dañar a su oponente. Incluso cuando invocó su potente ataque, haciendo surgir otro mar de llamaradas en tanto giraba sobre sí misma al grito de.



-¡Veredicto final!

-¡Ja, ja, ja, ja!- Se regocijaba su enemigo.- Eres una ilusa. No tienes poder para destruirme, ni tan siquiera para tocarme. Estoy demasiado asentado aquí.



            Y para demostrarlo contraatacó con una oleada de energía de tonos entre escarlatas y negros, que arrasó a su contrincante como si de una gran ola se tratase. Magnetita apenas sí pudo cubrirse para evitar ser aniquilada. Ahora, dolorida y herida de consideración, tuvo no obstante fuerzas suficientes como para salir de allí tambaleándose, con las carcajadas de Caos de fondo. Tan ufanado estaba por su triunfo que ni se molestó en perseguirla para rematarla.



-Y ese fue su gran error. Pude salir a duras penas y por suerte encontré esa habitación provista de aquella cámara hiperbárica. Estaba en un sector cerrado pero todavía funcionaba. ¡Qué irónico! La misma energía oscura que casi me mata alimentó a esa cámara para regenerarme. Afortunadamente usaba la energía oscura únicamente para darle corriente a ese aparato y no para transmitírmela.- Reflexionó.-



            Y eso era lo más curioso de todo, paradójicamente, ella estaba más protegida allí dentro, en el mismísimo corazón del mal del planeta, que cualquier otro de sus habitantes. Quizás fuera como el ojo de un huracán, en donde hay una quietud y calma absolutas, teniendo la destrucción a unas pocas decenas de metros solamente. Sea como fuere, allí permaneció hasta que Ópalo Ayakashi la liberó. Ahora estaba allí, escuchando el inspirador discurso de Cinabrio. Junto a ella vio acercarse a una mujer, de edad madura ya, que la abordó.



-Disculpe. ¿Sabe si hace mucho que ha comenzado?

-Apenas unos minutos.- Respondió amablemente Magnetita.-



            Y Cinabrio no tardó mucho más, agradeciendo a todos su presencia y su entereza para enfrentarse a esos opresores como él los calificaba, concluyó su discurso. Algunos le rodearon para felicitarle y darle ánimos. Otros sugiriéndole mil y un planes. Él los escuchó atenta y amablemente a todos. Por fin se retiró. Sailor Némesis vio como esa mujer que se había dirigido anteriormente a ella le saludaba.



-Me alegra verte. Tengo información para ti.



            El líder de la resistencia asintió, invitándola a pasar a una habitación privada. Una vez allí, tomaron asiento en sendas sillas.



-Tú dirás, Turmalina.- Comentó él, llamando por su nombre a la visitante.-

-Hay algunos problemas en la Corte, el príncipe Diamante me ha hecho venir. Lo mismo que a Talco. Él también se había retirado a sus territorios.

-Me sorprende. Creía que ese engreído de principito pensaba tenerlo todo controlado.- Se sonrió Cinabrio.-

-Al parecer Rubeus y su grupo están teniendo más complicaciones de las esperadas en la Tierra. A decir verdad, no nos han contado demasiado. No es algo que agrade al príncipe. Aunque a pesar de ello, pude enterarme de algo muy interesante. -Respondió ella.-

-Entiendo. ¿Y  de qué se trata exactamente? -Quiso saber su interlocutor.-

-Verás…- Le contó la duquesa.-



            Acababa de llegar de sus dominios, lo cierto es que había pasado una temporada muy tranquila, lejos de intrigas y de rivalidades fútiles. Tanto era así que no tenía muchos deseos de volver a la Corte, pero recibió un requerimiento directo del príncipe que le ordenaba acudir a la capital. Claramente no podía negarse y se puso en camino enseguida. Una vez en palacio se presentó sumisamente ante el gobernante, quien estaba flanqueado por el Sabio.



-Alteza.- Saludó ella haciendo una patente inclinación.-

-Celebro verte, duquesa Turmalina.- Repuso Diamante esbozando una media sonrisa.- Te he llamado para que te ocupes de los asuntos de palacio, sustituirás a la duquesa Esmeralda.

-¿Es que se siente indispuesta, Señor?- Inquirió ella.-

-En absoluto. La duquesa de Green-Émeraude, ha sido designada por su Alteza para ocuparse de otros asuntos.- Terció el Sabio.- Tendrá que partir pronto. Podréis ir a verla y que os ponga al corriente de vuestras obligaciones.

-Así lo haré.- Asintió Turmalina.-



            La duquesa miró de reojo al príncipe, su gesto adusto y frio hacía que ella casi no pudiera reconocer a ese muchacho tan educado y cortés que había visto crecer durante su vida palaciega. Ahora era ya un hombre, pero daba la impresión de carecer de empatía. Como si le hubieran drenado la humanidad. Eso solamente confirmó sus sospechas. El auténtico gobernante en las sombras era ese Sabio. Sería mejor no darle motivos para que se preocupase por ella. Así pues, enseguida volvió a dirigirse al príncipe para solicitarle.



-¿Puedo retirarme, Alteza?

-Por supuesto.- Repuso lacónicamente él, en tanto indicaba a una de sus droidas que le sirviera una copa de vino.-



            Cinabrio interrumpió un momento la historia para comentar con evidente desdén.



-Siempre fue un niñato con demasiados aires. No veo que haya cambiado en absoluto. Pero es cierto que quien de veras gobierna ahí es ese condenado Hombre Sabio.

-Pues eso no fue todo. Fiel a las indicaciones que me dio el encapuchado, fui en busca de Esmeralda. Y ella sí que me pareció muy cambiada. - Prosiguió Turmalina.- Mucho más que el propio príncipe.



            Caminando por las largas galerías del palacio llegó al fin hasta los aposentos de esa muchacha. Tocó a la puerta y a los pocos segundos se oyó la voz de Esmeralda, teñida de un tono meloso y algo despreocupado.



-¿Quién es?

-Lady Esmeralda, soy la duquesa Turmalina de Turquesa.- Se anunció ella.- Tengo órdenes de hablar con vos. He sido designada para relevaros.



            A los pocos instantes  la puerta se abrió. Aunque lo hizo sola. Turmalina juraría que era un modelo antiguo, sin ningún tipo de sensor. Pudiera ser que se hubiese instalado algún sistema de apertura. No le dio más importancia y entró, al oír la voz de su anfitriona.



-Pasad, os lo ruego.



            Anduvo unos metros más hasta aproximarse a un largo sofá en el que Esmeralda yacía tumbada. La joven vestía un ajustado vestido de tonos verdes oscuros, llevaba un vistoso collar con tres grandes esmeraldas sobre su pecho, y calzaba un par de altas botas de ante, del mismo tono que su ropa, y con apreciable tacón. De hecho las ponía sobre el sofá en el que estaba sin ningún tipo de reparo en tanto se daba aire con un ostentoso abanico de plumón rojo.



-Esta chica ha debido de perder la educación o la cabeza.- Pensaba admonitoriamente ella.-¡Qué formas de sentarse son esas!



            Su contertulia pareció haberle leído el pensamiento dado que se incorporó enseguida para ponerse de pie a la par que comentaba con tono desapasionado.



-Disculpadme duquesa. Estaba cansada. Decidme. ¿Qué se os ofrece?

-Como ya os he comentado antes de entrar, el príncipe Diamante me ha ordenado relevaros de vuestras tareas.

-Sí, nuestro gentil príncipe me ha encomendado una importante misión.- Sonrió ella, desvelándole a la atónita Turmalina.- Debo ir a la Tierra, viajar atrás en el tiempo, y reemplazar al inútil de Rubeus.



            Como la recién llegada permaneció en silencio mirándola con incredulidad, fue la propia Esmeralda quien continuó con una mezcla de desdén y de burla.



-¡Imaginaos! Ese idiota solamente tenía que viajar al pasado y eliminar a una cría. En lugar de eso las cuatro hermanas Ayakashi que iban con él le han desertado. ¡Es imperdonable!

-Iréis a capturar y castigar a esas desertoras, supongo.- Apuntó entonces Turmalina.-



            Aunque Esmeralda prorrumpió en una sonora y molesta carcajada. Tanto que la duquesa de Turquesa tuvo que taparse los oídos. Aquella aseveración daba la impresión de haberle divertido mucho. Finalmente, en cuanto dejó de reír la joven movió la cabeza, replicando.



-¡En absoluto! Esas cuatro bobas no me preocupan en lo más mínimo. ¡Que se queden en ese sucio y primitivo siglo veinte si quieren! Yo debo cumplir la misión en la que Rubeus ha fracasado. ¡Menudo idiota! Pretendía que le hubiesen concedido mi mano en caso de haber tenido éxito. El mismo Sabio me lo contó. Hasta para el consejero de la Corte la audacia de Rubeus era excesiva. Y el Hombre Sabio no se equivoca, ¡porque yo jamás aceptaría eso!- Escupió ahora.- Ya se lo dije una vez, ¡antes muerta que casada con él!

-No lo comprendo. ¿El siglo veinte? ¿Qué tiene eso que ver con la guerra contra la Tierra?- Inquirió ella, fingiendo desconocer mucho más de lo que sabía.-

-¡Oh! Claro, no estáis al tanto.- Conjeturó su interlocutora, quien no desaprovechó la oportunidad para lanzarle una pulla al sentenciar.- Habéis pasado tanto tiempo fuera de la capital que no me sorprende. Veréis.- Le contó Esmeralda.- Tras nuestro exitoso ataque a Cristal Tokio únicamente el palacio que protege a esa zorra de Serenity ha resistido. El Hombre Sabio cree que es debido al poder combinado de sus princesas guardianas. Por el contrario, no se detectó ninguna evidencia del Cristal de Plata. Por eso creen que no debe de seguir allí. O que no pudieron utilizarlo. Al menos, eso le informó a nuestro amado príncipe. Lo que pasa es que pensaban que yo no era más que una estúpida. Pero, estando allí, intervine en su conversación.



            La duquesa de Green recordó como había acudido al salón del trono en el que Diamante solía estar. Allí, junto con el príncipe, su hermano Zafiro y el Sabio parecían comentar la situación.



-¿Acaso es que Rubeus es tan incapaz que no puede ni ocuparse de una niña?- Espetó Diamante realmente irritado.-

-Hermano. Puede que no sea tan sencillo.- Opuso un más racional Zafiro. – Si esa pequeña ha huido al pasado, podría estar en cualquier parte.

-Hemos rastreado su energía. A veces produce unos picos de poder inusuales. También he observado que se han abierto algunos portales interdimensionales. La chica ha viajado al pasado. Y podemos conocer la fecha exacta. Le di esa información a Rubeus al iniciar su misión.- Comentó el encapuchado.-

-En tal caso, debería ser muy sencillo para él encontrar a una vulgar mocosa y matarla. Y no enojar de este modo tan innecesario como estúpido a nuestro príncipe.- Terció ella con tono entre molesto y solidario.-



            Diamante asintió, al menos se había dado por enterado de sus palabras. Aunque para sorpresa de Esmeralda fue Zafiro quien se dirigió directamente a ella y le preguntó, con tintes admonitorios.



-¿Y qué propones exactamente? Antes de relevar a Rubeus deberíamos tener un plan mejor que el suyo. ¿Acaso lo tienes tú? Él al menos ha confirmado que esa chica está en el pasado en la misma época que él.

-Bueno.- Se sonrió ella, haciéndose de rogar, en tanto se abanicaba lentamente con ese abanico rojo.- Desde luego, iría más directa a la solución.

-¡Explícate!- Le ordenó Diamante con brusquedad.-



            El tono del príncipe no estaba para juegos y la muchacha se daba cuenta de que, si quería que él mejorase su estima hacia ella, debía darle una respuesta directa y sobre todo, adecuada. De modo que, hablando con un tinte más serio y respetuoso, replicó.



-Alteza. Estamos perdiendo el tiempo corriendo tras una chiquilla en lugar de ocuparnos del auténtico problema.

-Y a tu juicio, Esmeralda. ¿Cuál es ese problema?- Quiso saber ahora el Hombre Sabio.-



            Se sintió complacida. Hasta ese avezado consejero le dedicaba ahora toda su atención, aguardando sus palabras. Lo mismo que Diamante y hasta su petimetre hermano menor. Disfrutó de ese pequeña satisfación durante unos instantes antes de tomar la palabra y exponer.



-Nosotros queremos terminar con la fuente de poder que sostiene el palacio de Cristal Tokio ahora. ¿No es así?- Preguntó la muchacha a sabiendas de la afirmativa respuesta, por ello, tras ver como sus interlocutores asentían, sonrió una vez más, y de modo triunfal, dictaminó.- Pues es evidente que el Cristal de Plata no es. Dado que, o bien Serenity no fue capaz de emplearlo a tiempo, o esa cría ha debido de huir con él. Puede que para ponerlo a salvo de nosotros…

-¡Ve al grano!- Le ordenó Diamante con tono cortante aunque lleno de interés.-

-Sí, Alteza.- Convino sumisamente ella declarando.- La auténtica fuente de nuestra resistencia se encuentra en las zonas en las que esas princesas guardianas están emitiendo sus poderes.

-Esa idea ya la tuvo Rubeus.- Se sonrió burlonamente Zafiro, para sentenciar.- Después de todo, te limitas a repetir sus errores.

-Nada de eso.- Contestó una molesta Esmeralda, para argumentar de un modo más conciliador hacia el Infante.- Yo tengo otro plan. Y podría precisar de tu ayuda…



            De hecho, hacía un tiempo que entre ella y Zafiro se había congelado el ambiente. El joven hermano del príncipe, pese a no recibir tanta energía oscura como el resto, sí que estaba continuamente trabajando junto a la caldera y de modo indirecto, era bañado por ella. Poco a poco su carácter se había ido volviendo sarcástico y las únicas dos cosas que parecían importarle eran el funcionamiento de la caldera y de sus androides y obtener la aprobación de Diamante en todo lo que hacía. Por ello chocaba con Esmeralda, viéndola como una pesada inoportuna que únicamente deseaba flirtear con el príncipe. Ella por su parte le veía como a un pedante y un aguafiestas. Pero ahora, con la idea que le rondaba la cabeza, la duquesa no tendría más remedio que mostrarse algo más amable con él. De modo que agregó.



-Teniendo en cuenta que eres el mejor ingeniero que hay en Némesis, si aunamos tu talento y mi plan, no podremos fracasar…



            Y ahora, ante la atónita mirada de Turmalina, Esmeralda, concluyó aquella anécdota. Pasando a otra que incluso la divertía mucho más.



-Una vez puse al corriente al príncipe Diamante de mi idea, me dio su aprobación de inmediato. Y lo que es todavía mejor. Me encargó de ir a comunicarle a ese patán de Rubeus que iba a relevarle. ¡Ja, ja, ja! - Volvió a reírse de ese modo atronador.- La verdad, por una parte fue un momento algo inoportuno, yo había estado investigando un poco la red de esos rebeldes.

-¿Rebeldes?- Repitió la duquesa, tratando de disimular ese matiz de temor que su voz había emitido.-



            Por suerte para ella, su interlocutora no debió de darse cuenta puesto que estaba demasiado absorta en ufanarse de sí misma al contestar.



-Ya sabéis, esos idiotas que quieren la República. ¡Son casi tan patéticos como Rubeus! El caso es que me había puesto a trabajar para ver si podía descubrirles. Hasta me hice con un confidente. Desconozco su identidad, ya que contactamos con muchas medidas de seguridad. Iba a conocerle pronto pero ahora no tendré tiempo para verlo. Esta misión es mucho más importante. Me ocuparé de eso a mi regreso, cuando haya obtenido la victoria para nuestro planeta y nuestro amado príncipe.

-¿De veras no os preocupan esos rebeldes?- Le preguntó Turmalina deseando tantearla.-

-En absoluto. Únicamente son un puñado de infelices que dicen tonterías. No tienen nada que hacer frente a nosotros. – Desestimó la joven duquesa de Green, añadiendo con más entusiasmo ahora.- La clave de todo está en derrotar definitivamente al reino de la Tierra. Cuando lo hayamos logrado estarán a nuestra merced y estos agitadores de aquí perderán todo apoyo moral para seguir luchando por su ridícula causa.

-Lo exponéis de un modo muy inteligente.- La lisonjeó su interlocutora.-

-Gracias, vos sois de las pocas personas con juicio en la Corte.- Afirmó Esmeralda, visiblemente agradada por ese cumplido.-



            Y animada por eso, le confió divertida.



-La verdad. Cuando viajé fugazmente al pasado a través del sistema inter dimensional que ha desarrollado el Hombre Sabio, para darle a Rubeus la noticia de su cese, me lo pasé en grande viendo su cara.



            La muchacha recordaba cómo estando en esa fase de tele transporte pudo ya escuchar a Rubeus que debía de estar hablando solo.



-Estoy seguro… estoy seguro de que esta vez yo acabaré con la chica y con el Cristal de Plata…



            Aquello la hizo reír, no pudo evitarlo, prorrumpió en sus típicas carcajadas cuando aun ni se había materializado por completo.



-¡Ja, ja, ja, ja! – Seguía riendo, disfrutando incluso de que Rubeus tuviese que taparse la cara, molesto por las ondas de luz que liberaba esa descarga de energía que la transportó al pasado.-

-¡Esmeralda!- Pudo musitar él, atónito al verla materializarse en medio del puente de la nave.-

-Mucho tiempo sin vernos, Rubeus.- Saludó irónicamente ella.-



            La joven duquesa se aproximó junto a su interlocutor, miró junto a él por uno de los espejos de la nave hacia la ciudad que tenían debajo y  tomó la palabra, entre curiosa y algo decepcionada.



-¿Es este el famoso Tokio del Siglo veinte? -Inquirió para opinar.- Muy pequeño y muy feo, ¿verdad?... No sé si podré acostumbrarme a un lugar tan sucio. -Remachó.-

-¿Qué quieres decir con eso?- Quiso saber él, con una expresión de evidente malestar.-



            Ella se atusó un poco el pelo para replicar como si tal cosa.



-No te enteras de nada. Mi misión es matar a la chica, y conquistar Cristal Tokio para nosotros. Para que sea nuestro el día de mañana. Se te quitan esas atribuciones por tus fracasos.- Remachó con desdén. –

-¡Tonterías!- Estalló Rubeus que replicó con total convicción.- El príncipe Diamante jamás me abandonará.



            Ese tono lleno de enfado de él fue para ella música celestial. No dudó en seguir regodeándose de su interlocutor, al responder en tono burlón que mostraba una fingida condescendencia.



-Eso creías. Pero estabas equivocado. Rubeus, te has mostrado tan incapaz que has hecho que nuestro gentil príncipe se irrite y ya no crea en ti.- Declaró, enumerando con regocijo.- Has perdido a las cuatro hermanas Ayakashi, no has conseguido que ningún Cristal Punto sea reemplazado por el poder de la oscuridad, no has podido encontrar el Cristal de Plata y tampoco a la chica. Lo que me asombra, es que hayas aguantado tanto tiempo en tu Real cargo.- Concluyó muy ufana tras desgranar aquella lista de fracasos de su interlocutor, para agregar.- Pero es indudable que el príncipe Diamante ya no te quiere al mando de nuestra gloriosa familia. – Y al ver el gesto de ira contenida de su contertulio aún añadió con sorna.- Si dudas de mis palabras, ¿por qué no vas a preguntárselo a nuestro príncipe directamente? Bueno, si es que tienes el valor de enfrentarte con él, cara a cara. -  Y tras unos breves instantes en los que se deleitó viendo ahora como el gesto de su contertulio pasaba a expresar temor, en tanto este apretaba los puños con impotencia sin poder siquiera pronunciar palabra, Esmeralda remachó.- Muy bien, deja que yo me ocupe de todas las cosas. Hasta luego.- Se despidió, activando el teletransportador, de vuelta a Némesis y al siglo treinta.-



            Ahora volvía a reír ante la perpleja Turmalina. Al fin pudo decir, todavía con una amplia sonrisa.



-De veras. ¡Ojalá que le hubieseis visto la cara a ese patán!...Le dejé unas horas para ver si era capaz de lograr algo…pero el plazo se acaba…y estoy deseando que termine con su total y absoluto fracaso…

-Después, me dijo alguna que otra tontería más y me fui.- Concluyó Turmalina ante un atento Cinabrio.-



            El líder de la resistencia se llevó una mano a la barbilla y tras unos instantes de reflexivo silencio, comentó.



-Al menos, ahora tendrás acceso al palacio y podrás informarnos de qué están planeando.- Comentó para deducir con agudeza.- Al parecer existen facciones enfrentadas de la nobleza. Más bien todos están contra todos. Es como si no confiasen ni en los propios miembros de su clan.

-Debe de ser por efecto del Cristal Oscuro.- Conjeturó su interlocutora.- Eso emponzoña el alma. En cuanto llegué a mi heredad hice lo que Ópalo Ayakashi me recomendó antes de desaparecer. Quité esos monolitos. Me he estado apañando con energía auxiliar o magnética desde entonces…



            Alguien tocó a la puerta, Cinabrio le indicó que entrase, era Lazulita quien, sonriente, le comentó.



-Sailor Némesis está esperándote. Quiere hablar contigo.

-¿Sailor Némesis?- Se sorprendió Turmalina, mirando alternativamente a esa chica y a su interlocutor.-

-Es el nombre en clave de una de mis agentes.- Comentó despreocupadamente él.-



            Aunque le dedicó a Lazulita una mirada de reprobación, haciendo que la chica bajase la cabeza y salieran enseguida de allí, cerrando la puerta. El líder del grupo retomó su conversación con la duquesa para pedirle.



-Ahora será mejor que te vayas. El Sabio tiene espías por todas partes. Agradezco mucho que hayas venido a contarme todo eso, pero debes ponerte a salvo.

-Sí.- Convino Turmalina.-



            Ella se marchó y Cinabrio aguardó un poco para salir. Se dirigió a otro despacho oculto que tenía. Antes de entrar en él vio a Lazulita, y, tal y como ésta se temía, la reconvino, aunque con suavidad.



-Jamás pronuncies ese nombre delante de nadie que no sea yo. ¿Entendido?

-Sí, lo siento. Es que pensé que..- Pudo disculparse la apurada mujer.-

-Te lo digo puesto que no podemos fiarnos de nadie que no seamos tú y yo.- Añadió él, tomándola de ambos brazos para afirmar.- Eres lo único que me queda.

           

La interpelada pudo esbozar una débil sonrisa y asentir, al poco dijo con tono suave.



-Ella, te está esperando.

-Muy bien.- Convino su interlocutor indicándole a la muchacha.- Diles a Cobre y a Perla que les veré luego.



La chica asintió en tanto él se marchaba. Al fin, Cinabrio entró en esa sala. Allí esperaba Sailor Némesis. La guerrera, nada más verle entrar, le preguntó.



-¿Es esa mujer digna de confianza? Por lo que vi, tu hermana no la miraba con buenos ojos.

-Es de la nobleza. Por eso Lazulita no le tiene mucha simpatía. Ten en cuenta que hemos sufrido mucho por culpa de esos privilegiados. Aunque no todos son malos, esperemos que podamos fiarnos de la duquesa de Turquesa. Me ha contado cosas bastante interesantes.- Repuso él.-

-Nunca se sabe. Podría ser información envenenada enviada por el Sabio.- Objetó su contertulia afirmando con voz queda.- Incluso aunque ella no lo supiera. Quizás te haya contado algo de buena fe, sin sospechar que es mentira. Créeme. Si hay algo que le guste al mal es aprovecharse de la inocencia y bondad de otros para manipularles de un modo u otro.

-Es cierto.- Tuvo que admitir Cinabrio, para responder de inmediato.- Por eso tenemos que extremar las precauciones.

-Bueno.- Comentó Magnetita, dejando ese tema de lado para añadir.- Yo también tengo información. Me la dio una de los suyos, y de esa sé que nos podemos fiar.

-¿Y cómo estás tan segura?- Quiso saber su intrigado interlocutor.-

-Porque esa si que ha sido malvada. Y precisamente por ello, cuando ha renegado del mal, lo ha hecho para siempre.- Sentenció con seguridad Sailor Némesis.-

-Eso no tiene mucho sentido.- Opuso su contertulio.-

-Lo tiene, confía en mí.- Sonrió débilmente ella.-



            Así, Sailor Némesis le contó algunas cosas, eso sí, sin querer desvelar la identidad de su informante anónima. Aquello provocó una conmoción en Cinabrio quien a punto estuvo de salir corriendo de allí para hacer algo.



-No.- Le detuvo su contertulia.- Tienes que hacer como si no supieras nada.

-Pero, ¡estará en peligro!- Comentó con inquietud.- No puedo permitir que le suceda nada por…

-Desgraciadamente, eso no está ya en nuestras manos.- Suspiró la Sailor, sentenciando.- El Sabio ya está al corriente. Y Diamante pronto lo estará.



            El líder asintió despacio, musitando con pesar.



-Nunca me gustó el ajedrez, porque es una metáfora demasiado cruel. En esta partida nos vemos obligados a sacrificar a muchos inocentes y buena gente como peones.

-Nosotros jamás quisimos jugar a esto. Nos lo impusieron.- Trató de animarle Némesis, quien se levantó de la silla en la que estaba para despedirse.- Ahora tengo que irme. Debemos prepararnos. Al menos en tanto nuestros enemigos estén ocupados con sus disparatados planes de conquistar Cristal Tokio nos dejarán un breve margen aquí. Ya nos veremos.



            Y dicho esto salió, dejando allí a un desolado y preocupado Cinabrio. El líder hizo llamar entonces a dos de sus oficiales. Aquellos a los que le pidió a Lazulita que avisase. Al fin entraron, el chico era joven, de unos veinte años, de cabello verde oscuro y ojos anaranjados, la muchacha , casi una adolescente a su vez, tenía los cabellos cortos y blancos y ojos de color verdoso claro.



-Aquí estamos.- Declaró Cobre.-

-Dinos que debemos hacer.- Añadió su compañera.-

-Escuchad, no será una tarea fácil.- Repuso un apurado Cinabrio.-



Y tras poner al corriente a esos dos, les dejó ir no sin inquietud. Aunque no era el único que se sentía así. Zafiro estaba analizando el rendimiento de la caldera y encontró motivos para preocuparse. Quiso ir a comentárselo a su hermano.



-Debo informarle de inmediato. Tenemos que ir con cuidado.- Pensaba.-



            Se cruzó con el veterano Talco. El noble con su cabello grisáceo ya, le saludó con un ademán, diciendo.



-Alteza.

-Señor Talco. ¿Qué tal está?- Se interesó el joven.-

-Viejo.- Se sonrió sardónicamente éste, comentando a su vez.- Os veo con mucha premura. ¿Tenéis prisa?

-Sí, debo comentar algunas cosas con mi hermano.- Repuso el interpelado.-

-Creo que el príncipe se hallaba con el Hombre Sabio. Dijeron que no se les molestase. Estaban tratando asuntos bastante significativos.

-En tal caso, no creo que mi presencia les perturbe mucho. Yo también debo hablar con Diamante sobre temas importantes.- Declaró Zafiro.-



            Y ante la curiosa mirada de Talco, el Infante se limitó a añadir con un tono algo más despreocupado.



-Cosas de mantenimiento, presupuestos, ya sabéis. Tengo que discutir con él de algunas cifras.

-Claro.- Convino su interlocutor.- Espero que podáis resolverlo rápido.



            Y dicho esto el noble hizo otra leve inclinación de cabeza y se alejó. Zafiro suspiró, no quería contarle a nadie que no fuese su propio hermano el verdadero alcance del problema. Continuó su caminar hasta la antesala del salón del trono. Allí encontró a dos droidos que custodiaban la puerta. Para su sorpresa, le detuvieron.



-Soy el príncipe Zafiro, Infante de Némesis.- Les informó él con tono firme.- Deseo pasar a ver a mi hermano.

-Debéis aguardar, Alteza. Vuestro hermano se encuentra reunido con su consejero y ha dado orden de que nadie le moleste.

-¡Acabo de deciros quien soy! - Se irritó el aludido.- Podéis verificarlo.

-Lo seáis o no, es irrelevante. El príncipe Diamante no hizo ninguna excepción en esa orden.- Replicó el impasible droido.-



            Moviendo la cabeza pero dándose cuenta de que era inútil tratar de razonar con una máquina, no tuvo más remedio que esperar. Al fin, tras unos cuantos minutos, la puerta se abrió. Fue el Hombre Sabio quien salió de allí.



-Príncipe Zafiro. ¿Cómo vos por aquí?- Preguntó con un tono que pretendía denotar sorpresa.-

-Estos amables centinelas me entretuvieron con su grata compañía.- Repuso sarcásticamente el joven.-

-Lamento si os han importunado. Tenían órdenes de vuestro hermano.- Le explicó su interlocutor.-

-Sí, eso me han dicho.- Asintió el Infante.- Solamente espero que ahora ya no me pongan ningún impedimento para entrar a verle.

-Por supuesto que no lo harán.- Aseveró el Sabio invitándole con respetuoso tono.- Pasad cuando queráis.



            Zafiro así lo hizo, para no perder la costumbre se encontró al objeto de su búsqueda sentado en el trono con sus largas piernas cruzadas en tanto saboreaba una copa de vino.



-Hermano.- Se sonrió Diamante.- ¿Qué te trae por aquí?

-Un asunto serio.- Replicó este.-



            No se anduvo con ceremonias dado que los dos estaban solos en aquella gran estancia. De modo que el Infante le contó lo que ocurría. Tras dejarle hablar, Diamante le obsequió con una mirada entre desdeñosa y despreocupada para comentar del mismo modo.



-¿Qué no habrá energía para todo nuestro mundo? ¡Zafiro! Cada vez somos más poderosos, la fuerza del cristal oscuro amplifica la de por sí tremenda energía del interior de Némesis. Acorde a las estimaciones del Hombre Sabio, esta no deja de aumentar.

-No voy a contradecir al Sabio en sus estimaciones pero sí puedo afirmar esto.- Objetó un escéptico y al tiempo inquieto Zafiro, al tiempo que advertía.- Estamos forzando la caldera y hay zonas que, precisamente por un exceso de tensión, podrían no aguantar. Las infraestructuras que canalizan esa energía a muchos lugares del planeta son viejas, no soportarán tanta intensidad. Hermano, debemos bajar el ritmo. O muchísima gente se quedará sin los sostenes básicos para la vida.

-Ahora no podemos ni pensar en eso. Hay que culminar con nuestra misión.- Negó su interlocutor.- Esmeralda deberá triunfar donde Rubeus ha fracasado. Va a partir de inmediato al pasado y precisa de esa potencia para dar el salto temporal. No puede haber ningún fallo ahora. Confío en ti para que eso no suceda.



            El joven Infante solamente pudo suspirar con resignación y asentir despacio para musitar.



-Haré cuanto pueda. Esmeralda podrá viajar segura. Pero, a partir de ahí, no respondo si continuamos forzando las máquinas más allá de su límite.

-Mejoraremos esas máquinas. Te daré carta blanca para acometer las reformas que te parezcan oportunas. Con los recursos que necesites. - Convino Diamante, afirmando con mayor dosis de entusiasmo. – No temas nada. El triunfo está ya muy cercano y yo me siento increíblemente poderoso y confiado en nuestras posibilidades.



            Aquella declaración sorprendió a Zafiro. No esperaba que su hermano estuviera tan animado tras esas noticias. Supuso que algo tendría preparado.



-Muy bien.- Asintió con más tranquilidad.- Iré a revisar toda la estructura de la caldera, con tu permiso.

-Por supuesto, haz lo que creas más conveniente.- Concedió su interlocutor.-



            Y nada más se marchó su hermano, Diamante se sonrió con perfidia. El Sabio le había proporcionado una magnífica arma para su arsenal. Aun tenía en mente su conversación con él.



-Mi príncipe.- Le comentaba el encapuchado cuando estuvieron a solas en el salón del trono, unos minutos antes.- ¿Deseabais verme?

-Sí, Hombre Sabio. Estoy algo inquieto.- Le confesó, para explicarle.- De un tiempo a esta parte no sé en quienes poder confiar. Salvo en mi hermano y en Esmeralda, los demás nobles parecen no tener ya muchos deseos de estar en la Corte.

-Eso es debido a que tenemos muchas responsabilidades y no quieren ser cargados con ninguna.- Opinó su contertulio, que añadió con un tono que daba la impresión de ser dubitativo.- Y que, algunos de ellos quizás, no saben todavía hacia donde deben encaminar sus lealtades.

-¿Qué quieres decir con eso?- Se molestó Diamante, proclamando.- Yo soy su legítimo soberano y señor.

-No lo pongo en duda, Alteza.- Afirmó el Sabio, para objetar de seguido.- Aunque unos pocos se sienten descontentos y han tomado contacto con los rebeldes. Mucho me temo que puede que se hayan creído sus mentiras.

-¿Insinúas que podríamos tener traidores entre los miembros de mi Corte?- Inquirió un ahora furioso príncipe.-



            Su consejero se tomó unos momentos para contestar, al fin lo hizo midiendo bien sus palabras.



-Esa es una pregunta muy difícil de responder, Señor. Yo no soy quien para ello. Sin embargo, quizás vos mismo pudierais hacerlo. Tenéis ya la capacidad para dilucidarlo.

-¿A qué te refieres?- Quiso saber un intrigado Diamante. –

-Recordad cuando os marqué con el signo de vuestro clan, la luna negra.- Le contestó su contertulio, desvelándole.- A todos los miembros de la familia Real y la nobleza más alta de Némesis les aumenté sus poderes emanados de la energía oscura. Vos, mi príncipe, tenéis ahora la facultad de ver con el ojo de la verdad y persuadir a cualquiera con él.

-¿De veras?- Inquirió el atónito joven.-

-Llamad a alguno de vuestros cortesanos, uno que no esté marcado con ella, y lo veréis. Ordenádselo mirándole fijamente y os contará cualquier cosa que deseéis. Además de obedeceros.-Le respondió su consejero con tono confiado.-

-¿Cómo haré eso? -Quiso saber el asombrado príncipe.-

-Sencillamente por vuestra voluntad. Señor. Aguardad y lo comprobaréis.- Sentenció el Sabio, añadiendo.- Sobre todo con ciertas damas que han vuelto a la Corte…y que frecuentan compañías poco recomendables en mi modesta opinión…



            Al poco el encapuchado se marchó, dejándole con esos pensamientos. Luego llegó Zafiro. Y ahora que su hermano se había ido, Diamante quiso probar su teoría. Avisó a uno de sus droidos. El robot se aproximó y él le ordenó.



-Ve en busca de la duquesa Turquesa. Dile que quiero que se presente ante mí enseguida.



            Estaba claro que el Sabio la había aludido a ella. Junto con Talco eran los únicos nobles de alto nivel que regresaron recientemente a la Corte y no portaban la marca de su clan. Aquello a lo que antes no había dado importancia ahora le comenzaba a parecer subversivo a Diamante que reflexionó en tanto la aguardaba.



-Ordené que todo el mundo llevase la marca. Algunos lo hicieron enseguida. Pero otros no, y estos no la llevan. Es muy raro que se retirasen de la capital. Tal y como el Hombre Sabio ha dicho, los traidores pueden estar entre nosotros. Mi deber es depurar la Corte de ellos. Es posible que sean quinta columnistas de los rebeldes republicanos, o peor aún, del propio rey Endimión.



            Entre tanto, el requerimiento del príncipe llegó a la duquesa. Turmalina acudió lo antes posible. Allí encontró a Diamante sentado en su trono, mirando distraídamente un gran holograma de la reina Serenity de la Tierra.



-Alteza. ¿Me habíais mandado llamar?- Quiso saber ella.-

-¿Es preciosa, no es así?- Inquirió él a su vez, sin apartar la vista de esa proyección.-

-Es muy bella.- Convino Turmalina.-

-Alguien con tal hermosura y bondad, bien merece ser servida. ¿No creéis, duquesa?- Preguntó Diamante.-

-Supongo que en la Tierra así lo creerán, Señor.- Contestó prudentemente ella. –

-¿Y vos, qué es lo que creéis?- Inquirió Diamante mirándola ahora de forma profunda.-



            Turmalina se sobresaltó al encontrarse con los ojos del príncipe. Parecían poseídos por una especie de brillo perverso. Aunque lo que no pudo asimilar fue cuando, de pronto, se percató de que Diamante tenía un tercer ojo abierto en su frente. Ahora podía escuchar la voz de aquel muchacho, como si le llegase desde el interior de su propia cabeza, semejando un eco que la obligaba a contestar con la verdad…



-Decidme, duquesa. ¿Conocéis a alguno de los rebeldes?

-Sí,- musitó ella sin pretenderlo.-

-Eso es muy interesante. ¿Acaso sabéis dónde puedo encontrarles?

-Sí, Alteza. Están…están.- Contestó Turmalina contra su propia voluntad.- Aquí, en la capital.

-Eso ya lo sabía.- Respondió aquella voz en su cabeza. Sonando ahora más premiosa e irritada.- ¿Dónde exactamente?



            Y la asustada y sorprendida Duquesa fue incapaz de negarse a responder a esa cuestión. Haciéndolo además con total sinceridad y contándole bastantes más cosas. Al concluir ese interrogatorio, fue como si despertase de un sueño. Ahora Diamante la observaba, aunque el príncipe lucía su apariencia normal. Aparte de la severidad de su mirada no había nada de extraño en él.



-Centinela.- Llamó el joven a uno de sus androides que acudió de inmediato.- Lleva a la duquesa a una celda. Allí aguardará su juicio por alta traición.

-No, Señor, esperad un momento.- Le suplicó ella.- ¡No soy una traidora! - Se defendió.-

-Acabáis de confesarlo. ¡Os reunís con los republicanos para conspirar contra mí!- La reprendió Diamante.-

-Dejadme que os lo explique, no es contra vos, Alteza.- Gimió ella, en tanto era sujetada de un brazo por aquel androide de la guardia. –

-¡Basta!- Espetó Diamante ordenando a su droido.- Quítala de mi vista.



            Pese a intentar resistirse, la noble nada pudo hacer, fue arrastrada fuera del salón del trono.



-¡Ópalo!- Gemía ahora llena de temor y tristeza.- Tenías razón…acabará con nosotros uno a uno.



            En tanto la llevaban por uno de los pasillos, la duquesa seguía implorando, aunque sus ruegos caían en saco roto. Esos androides no tenían emociones con las que poderles persuadir. Gritó y trató de zafarse pero era imposible. Esa máquina era demasiado fuerte. Fue en ese instante cuando la voz de Talco se hizo oír. Venía por el sentido contrario y se encontró con aquel embarazoso panorama.



-¿Qué está sucediendo aquí?.¡Suelta inmediatamente a la duquesa! - Le ordenó a ese droido.-

-Su Alteza, el príncipe Diamante, ha ordenado que sea confinada en los calabozos acusada de traición.- Le respondió impasiblemente aquella máquina.-

-¿Cómo?- Se asombró el noble.-

-¡Ayúdame, por favor! No es cierto, no soy una traidora. ¡Talco debes creerme!



            Por un instante el interpelado la miró con escepticismo. Turmalina siempre fue una manipuladora y una intrigante. No le sorprendía que hubiese hecho alguna de las suyas. Después de todo, no se detuvo hasta obtener la herencia del ducado de su prima Turquesa. Pensando en eso, ensombreció su gesto. Aquello le recordaba asimismo a Berilo. Y esa mujer debió de percatarse de ello, dado que insistió con tono suplicante y lleno de angustia.



-Talco, ¡mi prima y Berilo se dieron cuenta! Sabían quién era el auténtico traidor. Por eso les quitó de en medio.

-¿Cómo dices?- Inquirió su interlocutor, mirándola con la boca abierta.- ¿A quién te refieres?

-Lo sabes de sobra.- Aseveró ella, sin atreverse pese a todo, a pronunciar el nombre sobre el que hacía recaer sus sospechas.- ¡Ten cuidado, al final irá a por ti también!



            El interpelado recordó una de las últimas conversaciones que mantuvo con Berilo. Tras su ruptura, cuando este se desposó con Turquesa no le dirigió la palabra en mucho tiempo. Después, al nacer la hija de su ex amante, le felicitó con frialdad. Aunque, poco a poco, empezaron a tratarse nuevamente, pese a que fuese de vez en cuando en la Corte, por mor de la etiqueta palaciega. Al final, cuando la pequeña Beryl desapareció, viendo la zozobra y la tristeza que consumía a Berilo y a su esposa, no pudo por más que lamentarlo. Más todavía cuando la duquesa fue encontrada muerta, colgada en su propia mansión.



-Lo siento mucho, de verdad.- Le dijo entonces, tiempo después del funeral al que acudió permaneciendo en un discreto segundo plano.- Entiendo que perder a vuestra hija debió de enloquecer a Turquesa.

-No.- Suspiró Berilo llevándose ambas manos entrelazadas hacia su boca.- No, sé que ella no se suicidó de esa manera tan terrible únicamente por eso. Estoy seguro de que la empujaron a ello. Y creo saber quién fue.

-¿Quién?- Inquirió Talco mirándole con estupor e incluso preocupación.-

-¡Ese maldito Sabio! - Escupió su interlocutor, alegando.- No puedo demostrarlo todavía, pero un día lo haré. Y entonces lo pagará.

-Berilo, tienes que tratar de calmarte.- Le pidió su interlocutor  incluso con tono conciliador.- Ha sido una desgracia. Sabes bien que yo…- Suspiró entonces, tratando de sobreponerse a sus propios sentimientos, al fin pudo decir.- Pese a todo lo que pasó entre nosotros, lo sentí mucho. No vamos a remover el pasado ahora. Está claro que no merecías que te sucediera esto. Pero de ahí a  acusar al Consejero Real de algo así.

-Algún día le verás como realmente es.- Le profetizó entonces un destrozado Berilo.- No soy el único que sospecha de él. Incluso la reina Amatista recela.

-¿La reina?- Repitió el perplejo Talco, quien tratando de sonar conciliador y más tranquilo, le pidió a su ex amante.- Por favor. Debes tener cuidado con lo que dices…

-Ya nada me importa. Ya no.- Suspiró su contertulio.-



            Y tras posar una mano en el hombro derecho de Talco, Berilo se marchó. Fue la última vez que le vio. Luego los hechos parecieron darle la razón a su ex pareja. Uno tras otro, todos aquellos que dieron la impresión de cuestionar, o al menos recelar del Sabio, fueron muriendo. Algunos en muy extrañas circunstancias. Pero jamás se pudo culpar a ese encapuchado, ni entrever ninguna relación suya con las muertes.



-Berilo se suicidó, dejó una nota. Debe ser así…- Intentaba repetirse a sí mismo ahora, saliendo de esos amargos recuerdos.-



            Pero tener delante a la llorosa Turmalina le hacía dudar de esa versión. Ya eran demasiados los casos extraños. Y esa desgraciada no cesaba de gritar, en tanto aquel droido la arrastraba literalmente por el suelo.



-Tienes que ayudarme. ¡Por favor! Va a matarme a mí también…

-¡Basta!- Exclamó él, encarándose con ese androide.- Por muy graves que sean los cargos contra la Dama Turmalina, es la duquesa de Turquesa. No consentiré que la trates como a un animal.  ¡Protestaré ante el mismísimo príncipe! ¡Haré que te desguacen por tu insolencia!- Amenazó.-

-Le repito, Señor Talco, que ha sido el príncipe en persona quien me ha ordenado arrestarla y conducirla al calabozo.- Contestó el androide sin reflejar emoción ninguna.-

-¡Una cosa es que te haya ordenado eso, y otra que la trates de ese modo! Dudo mucho que el príncipe haya ordenado que la despojes de su dignidad.- Le abroncó su contertulio.-



            Al escuchar aquello, el robot se detuvo, aunque no fueron las palabras de Talco las que obraron esa especie de milagro. Para horror de Turmalina y sobresalto del otro aristócrata, allí, flotando a unos pocos metros, se hallaba el Sabio, quien con tono monocorde y exento asimismo de emoción, le ordenó al androide.



-El noble Talco tiene toda la razón. Debes tratar a la duquesa como merece, acorde a su rango. Ayúdala a levantarse.



            El droido así lo hizo. Turmalina estaba aterrada, aunque se obligó a mantener esa recobrado decoro.



-Os lo agradezco.- Pudo musitar ella sin atreverse a mirar a ese encapuchado.-

-Seguramente esto debe de ser un malentendido.- Intervino Talco al fin.-

-No sé lo que habrá ocurrido, pero no pude evitar oír los gritos de la duquesa. Hablaré con el príncipe para conocer qué razones le han llevado a tomar esta decisión. Desgraciadamente, hasta que todo se aclare, siendo orden suya no me está permitido interferir. Ni a mí, ni a vos, Señor Talco.- Remarcó ahora dirigiéndose hacia éste.-

           

            El interpelado no tuvo más remedio que hacerse a un lado. Turmalina fue impelida una vez más a caminar en dirección a las celdas. En esta ocasión, pese a seguir llorando ya no se resistió. Al menos quería preservar la poca dignidad que le quedase delante de ese encapuchado y de Talco. Al desaparecer por el largo corredor, fue este aristócrata quien interrogó al Sabio.



-¿Se puede saber que está ocurriendo?

-Me enteraré y os informaré a su debido tiempo.- Repuso el interpelado que no aguardó a recibir una nueva pregunta ya que, dándose la vuelta, se perdió levitando por el otro extremo del corredor.-   



Y allí quedó Talco, sumido en sus recuerdos y haciéndose muchas preguntas. En tanto se ponía en camino hacia sus habitaciones pensaba.



-Berilo, Turquesa, Ópalo Ayakashi, el marqués de Crimson, el duque Cuarzo… la propia reina Amatista, y otros tantos antes que ellos. Y ahora, Turmalina…quizás ella tenga razón. Sería mejor que me marchase de aquí. No quiero ser el siguiente.



Por su parte, de vuelta en sus estancias, un satisfecho Hombre Sabio acariciaba su bola comentando.



-Vaya, el informe que recibí de mi espía en el cuartel rebelde ha merecido la pena. Con esta estúpida encerrada y Talco atemorizado, ya no queda nadie más en palacio que pueda ser un estorbo a mis planes. Al menos, por el momento…



            Y por su parte, ajena a lo sucedido, Esmeralda se preparaba para comenzar con su misión. Había estado observando con atención las evoluciones de Rubeus. Sobre todo tras la visita sorpresa que le hizo al pasado. Gracias al sistema de comunicaciones que el Sabio diseñó en la nave de ese idiota pudo seguir gran parte del plan del marqués de Crimson. ¡Al parecer averiguó el paradero de esa irritante hija de Serenity y quiso capturarla! Incluso logró aprisionar a las sailors guardianas del pasado en su nave. Pero la propia Sailor Moon había sido capaz de vencerle, pese a que Rubeus se había servido del poder del cristal oscuro que llevaba para crear una fuente de gravedad aumentada.



-No sé bien lo que pasó después. Los daños en la nave estropearon la cámara. Pero de algún modo esas malditas guerreras debieron de liberarse y destruir el cristal. Con eso han provocado un fallo en cadena de los reactores. Esa nave está condenada. - Reflexionó Esmeralda.-



            Totalmente sobrepasado, el idiota de Rubeus llevó su nave al espacio, quizás en un último intento para impedir que esas sailors escapasen. Pero lo hicieron. Ahora el muy patán estaba atrapado en una ratonera que iba a estallar de un momento a otro.



-Esto no me lo pierdo.- Se sonrió pérfidamente ella.- Creo que ha llegado el momento de despedirme de ese imbécil.



            Y no lo dudó, usando el transportador una vez más viajó al pasado, justo al puente de mando. Había programado su retorno para unos breves minutos después. Volvería al futuro para estar a salvo, aunque no sin antes disfrutar del momento. De hecho, apareció en la sala de control de la nave que estaba envuelta en llamas. Por fortuna había tomado la precaución de protegerse activando un escudo energético que sus poderes oscuros le brindaban. Allí le vio. A gatas en el suelo, agotado, magullado y herido. Pese a todo sus heridas no eran tan graves como la humillación. Esmeralda no pudo evitar reírse a carcajadas en tanto proclamaba divertida.



-¡Ja, ja, ja! ¡Vaya un espectáculo, Rubeus!.



            Sin embargo él, lejos de enfadarse o molestarse siquiera, la miró esperanzado solicitándole, en tanto alargaba una temblorosa mano hacia ella.



-Esmeralda. Me alegro de verte. Devuélveme al futuro ¿quieres? Esta nave va a explotar dentro de dos minutos.



            Aunque la aludida, mirándole con una mezcla de sorna y desdén, repitió sarcásticamente.



-¿Sí, de verdad?



            No dudó en fustigarle en la mano a ese bobo con el rojo abanico que llevaba. El atónito Rubeus la miró desencajado por la incredulidad y el espanto.



-¿Qué?- Pudo exclamar él.-

-Sailor Moon, la chica, las otras, las has perdido a todas.- Replicó Esmeralda regodeándose para agregar con un tono reprobatorio que pese a ello sonaba divertido a la par que incrédulo.- ¿Y a pesar de eso quieres vivir? Eres una vergüenza. Un hombre tan incapaz como tú, no es digno de vivir en nuestra familia. Tú debes morir con esta nave. ¡Ja, ja, ja, ja!



            Fue entonces cuando el cronómetro de su salto temporal la devolvió a sus habitaciones. Aunque para su regocijo ¡Todavía pudo escuchar los últimos gritos de ese desgraciado suplicándole!



-¡Espera Esmeralda, ayúdame! ¡Esmeraldaaaa!….



            Después el silencio. La nave había estallado en órbita. La duquesa de Green- Émeraude se limitó a sonreír, musitando.



-Un idiota menos. Voy a informar al príncipe para comenzar oficialmente con mi misión.



            Así lo hizo, presentándose en el salón del trono en donde Diamante estaba saboreando una copa de vino. Una vez anunciada y serle autorizada la entrada, ella se aproximó y tras efectuar una reverencia, le comunicó con fingido pesar.



-Príncipe Diamante, me temo que ha sido demasiado para Rubeus.

-¿De verdad?- Inquirió éste, comentando con tono indiferente.- Entonces no estaba tan capacitado como nosotros pensábamos. – Y agregó dirigiéndose directamente a ella para poner algo más de énfasis en sus palabras.- Ahora Esmeralda, trabaja con tesón para no repetir el fracaso de Rubeus.

-Sí. Dejádmelo a mí.- Contestó ella, quien, tras hacer una reverencia ante el príncipe, desapareció gracias al poder oscuro del que estaba imbuida.-



            Por supuesto que lo haría. Estaba decidida a mostrar su valía ante su idolatrado Diamante. Así pues, se dispuso a viajar al pasado, pero antes tendría que darle los últimos retoques a su plan.



-Para eso me hará falta la ayuda de Zafiro. Espero que haya podido concluir el trabajo que le encargué. Bueno, si debo ser simpática y agradable con él, lo seré. Cualquier cosa para triunfar.



            Y es que en la mente y el alma de la joven, ya solamente cabía un deseo. Agradar a su soberano. Demostrar cuan dispuesta estaba y lo eficiente que era. Por eso, sería en efecto capaz de hacer cualquier cosa. Y no se detendría ante nada, ni ante nadie, para triunfar. Con esa consigna bien interiorizada, salió a buscar a Zafiro. Por su parte, Diamante quedó sentado en su trono. Tras la salida de Esmeralda él volvió a reactivar una vez más ese gran holograma con la imagen de la reina Serenity, elevando su copa de vino para brindar por su anhelada soberana y sentenciar.



-Yo consigo todo lo que quiero, todo…


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