domingo, 2 de diciembre de 2018

GWNE19 Pasión ciega


Los dos jóvenes caminaban nerviosos, pensando en cómo podrían hacer aquello que su líder les había encomendado.



-No creo que seamos capaces. – Comentaba un inseguro Cobre.-

-Lo seremos. Tu padre es el médico Real.- Le animó Perla.- Él sabrá cómo permitirnos entrar sin levantar las sospechas de la guardia.

-No me parece que el príncipe Diamante haya autorizado ninguna visita médica a la duquesa.- Comentó el joven, no sin escepticismo, para agregar.- Y además, mi padre no está al corriente de mis actividades. No deseo meterle en problemas.



            Perla le detuvo en seco tomándole de los hombros para susurrar con tono convencido.



-Escucha. Ya no hay vuelta atrás. Es una lucha por la supervivencia. ¡O ellos, o nosotros!.- Sentenció.-



            Y ella sabía muy bien de lo que hablaba. Provenía de una región del sur del planeta, una de las más pobres. A dónde menos llegaban las infraestructuras. Antes, en los tiempos del rey Coraíon, sí que se había establecido un plan para fabricar e instalar más tubos comunicadores, y canalizaciones de agua. También estaba prevista la construcción de plexiglás para hacer habitable mucha más extensión de terreno y poblarla con árboles, cultivos y otras cosas fundamentales. Sin embargo, al poco de la muerte del soberano, todo se paralizó. Aquellos planes demenciales del príncipe Diamante para conquistar la Tierra dieron al traste con esas mejoras. Perla fue tomando conciencia de esa situación entre la cada vez mayor carestía y la creciente represión contra cualquiera que alzase la voz en demasía. Sus padres poco podían hacer para alimentarla, ni a ella ni a su hermano Oro. Por ello les enviaron al norte, a la capital. Allí quizás podrían ganarse la vida. Al principio fue muy arduo. Ella tuvo que trabajar en todo lo que pudo, de minera, agricultora, etc. Aunque los androides hacían cada vez menos necesaria la participación humana en ninguna de esas tareas. Eso condenaba a muchas personas a sentirse inútiles y casi pensar que les daban caridad cada vez que se les ofrecía una ración de alimento gubernamental. Aquello le parecía indigno a Perla. Aunque se sentía impotente y sin saber qué hacer. Entonces conoció a Cinabrio. Fue durante uno de esos asaltos de los rebeldes. Para asombro de la jovencita, un grupo capitaneado por ese hombre destruyó algunas infraestructuras y a un par de droidos que repartían alimentos en plena calle. Ella, furiosa por semejante despilfarro, no se calló.



-¿Estáis locos acaso?. ¡Mirad lo que habéis hecho! - Les abroncó, cuando el resto de las personas allí presentes ni se atrevieron a abrir la boca y sí corrieron a rescatar cuanta comida pudieron.-

-Vaya.- Comentó entonces uno de los rebeldes, dirigiéndose a ese hombre que les lideraba.- Aquí tenemos a una partidaria monárquica.

-Yo no soy monárquica. Solamente soy sensata. ¿Cómo vais a lograr el apoyo de la gente si les priváis de la comida y el agua, eh? ¡Sois unos majaderos!



Aquel torvo individuo que había hablado se aproximó a ella con intenciones poco amistosas, aunque su jefe le detuvo con un gesto para declarar.



-Espera Pirito. Esta niña tiene razón. Dime.- Sonrió adustamente para preguntar con visible interés.- ¿Qué harías tú en nuestro lugar?



            Y tras reflexionar durante unos momentos, la muchacha respondió sin arredrarse, mostrándose muy segura para alguien de tan poca edad.



-Construiría en vez de destruir. Ayudaría a la gente a producir más oxígeno y comida. Sobre todo en las regiones más pobres. Les devolvería la dignidad de procurarse su propio sustento. ¿Queréis que os apoyen contra la tiranía de Diamante?. Pues esa es la manera. Yo, desde luego, lo haría si viese que os importan las personas y no solamente las ideas…



            Aquello hizo pensar a su contertulio, tras mesarse la barbilla, asintió. Luego sonrió con aprobación y declaró.



-Tienes toda la razón. Únete a nosotros y te prometo que comenzaremos a trabajar más por el bienestar de las personas. Aunque no sea tan sencillo como crees.

-Ayudar a los más necesitados siempre es sencillo. Lo difícil es pretender combatir el miedo con más miedo. Y lo único que habéis logrado hasta ahora es que mucha gente os tema tanto como a los androides de Diamante. – Replicó la joven, reprochándole a continuación con indignado tono.- Los habitantes de Némesis están asustados por los dos bandos, además de sentirse humillados y morirse de hambre y frio en muchos sitios. Pero ninguno de vosotros vais a auxiliarles. ¿Qué os hace mejores que el príncipe y su Corte de privilegiados entonces?

-¿Qué tonterías son esas?- Intervino una muchacha algo mayor que ella, mirándola con malestar.- Nosotros luchamos por la libertad. No nos compares ni en broma con ese canalla de Diamante y su séquito. Se limitan a echarle la culpa a la Tierra de todos nuestros males.



            Ambas enfrentaron sus miradas en lo que parecía presagiar un altercado. Aunque el jefe de los republicanos intervino entonces tratando de serenar los ánimos.



-Tranquila Lazulita. Esta chica es honesta y valiente. Nos sería de mucha ayuda. Dinos, ¿cómo te llamas?

-Perla de la casa de Arenisca.- Replicó la jovencita con orgullo en su tono, deseando saber a su vez.- ¿Y tú?

-Soy Cinabrio, de la casa de Uralita.- Contestó rápidamente él.- Te invito a que vengas con nosotros y nos aportes tu visión de las cosas.



            Y Perla así lo hizo. Entonces los atentados comenzaron a remitir. Únicamente se centraron en destruir o sabotear elementos estrictamente diseñados para atacar la Tierra. O a robar recursos para dárselos a las familias más necesitadas. Perla tuvo razón, eso comenzó a granjearles un creciente apoyo popular.  Al hilo de aquello, se acordó de otro debate que tuvieron en su cuartel general. Lazulita comentaba con tono inquieto.



-Ahora Diamante y el Sabio dirán que somos agentes de Endimión. Centrarnos en destruir las instalaciones del astropuerto de la capital o algún cañón de defensa orbital hace que las apariencias les den la razón.

-Sí.- Convino entonces ese chico al que también conoció allí, de nombre Cobre.- Mi padre me ha comentado algo parecido. Se ocupan de obviar muy convenientemente nuestros repartos de comida. O las ayudas que procuramos en las reparaciones de domos o de sistemas de soporte vital. En la Corte lo único que están publicitando son nuestros ataques como acciones de una quinta columna sufragada por Endimión.



            Perla observó el gesto preocupado de Cinabrio. El líder estaba sopesando aquellas palabras. Ella decidió intervenir, afirmando.



-A mí el rey Endimión no me ha hecho nada. Ni a mi familia tampoco, ni a mis abuelos… Pero esta dictadura tiránica de Diamante, apoyada en los consejos de ese encapuchado siniestro, sí. Mis enemigos no son los reyes de la Tierra. Con todo respeto, no creo que en Neo Cristal Tokio sepan ni tan siquiera que existimos.

-Eso no impide que el príncipe Diamante y sus nobles nos usen como justificación en sus planes contra la Tierra.- Replicó Lazulita.- Por ello, me opongo a seguir atacando esas instalaciones.

-En eso estoy de acuerdo.- Afirmó Perla.- Nada vamos a conseguir de esa manera. Ellos las reconstruirán consumiendo más recursos todavía. Y serán aquellos bienes destinados a los más necesitados los que utilicen, de modo que también nos culparán de eso.



            Cinabrio asintió. Desde ese momento los ataques y atentados se terminaron. En lugar de eso, la lucha se centró en averiguar todo lo posible acerca de los planes del príncipe Diamante y de su consejero el Sabio. Y al menos, la estrategia de ayudar a la gente en lugar de destruir comenzó a funcionar. Cada vez más personas estaban en contra de la monarquía, pues empezaban a verla como el reflejo de la pobreza, la desigualdad y la opresión. Ahora, paradójicamente, ellos tenían que infiltrarse para ayudar a una de esas nobles antaño servidoras de Diamante, la duquesa de Turquesa, caída súbitamente en desgracia.



-La tal Turmalina estaba en los calabozos, si mal no recuerdo. – Apuntó Cobre sacando a su compañera de esos pensamientos.-

-Eso es lo que nos han dicho.- Afirmó ella, suspirando algo intranquila.- Espero que la fuente sea fiable.



            Llegaron ante una de las entradas. Como no podía ser de otro modo, custodiada por droidos. Aunque eso no sería problema. Cobre se identificó como hijo del doctor Jaspe.



-Pasad, Señor Cobre.- Fue la impertérrita réplica de una de esas máquinas.-



            Como la muchacha iba con él, el permiso para entrar se le extendió a ella también. Perla caminaba ahora por el interior de palacio. Era la zona reservada al tránsito de los visitantes, de modo que su seguridad no era demasiado importante. A pesar de todo no pudo evitar quedar impresionada por esas instalaciones tan grandes, con techos abovedados que se elevaban decenas de metros en algunos puntos. Acostumbrada como estaba a muchos lugares claustrofóbicos, eso le parecía irreal.



-¡Es increíble! Que algunos vivan así, y que la mayor parte de los demás estemos hacinados en esos pequeños habitáculos.- Le comentó en voz baja a su acompañante entre estupefacta e indignada.-

-Al principio yo pensaba que todo el mundo en Némesis vivía como en la Corte.- Repuso el azorado chico.- Pero cuando descubrí que no era así… bueno, por eso, entre otras cosas, me uní a la resistencia.



            Así había sido. Cobre creció en la Corte, aunque sin ver demasiado a los altos dignatarios y nobles importantes. No obstante, su padre Jaspe le contaba bastantes cosas. Evidentemente otras no, por mor del secreto profesional o de que él era demasiado pequeño para conocerlas.



-Esta gente es realmente muy egoísta.- Sentenció Perla.-

-No todos son así. Mi padre me contaba que el rey anterior era una buena persona, y que su esposa, la reina Amatista, fue una princesa llegada de la mismísima Luna Blanca y que amaba realmente a la gente y deseaba ayudar…



            Y lo comentó cuando ambos pasaron cerca de los jardines de palacio. Aquellos hermosos lugares llenos de árboles y flores. Por desgracia, transcurridos años ya del fallecimiento de la reina, habían quedado muy abandonados. Se realizaba un mantenimiento bastante deficiente dado que la mayor parte de los recursos estaban enfocados en aquella guerra contra la Tierra. Pese a todo todavía quedaban áreas muy hermosas. Sin poder reprimir su curiosidad, Perla se aproximó a una de las entradas y leyó un cartel holográfico.



-Galería floral Sonia Calderón. ¿Quién sería?- Se preguntó en voz alta.-

-No lo sé. Puede que una persona importante, creo que de los tiempos de los pioneros.- Le respondió un inseguro Cobre.-

-Aquí dice que ella plantó muchas de estas flores y árboles, y que consagró su vida a crear belleza. Debió de ser una buena persona.- Sonrió levemente Perla al leer ese rótulo holográfico explicativo. Además, constató otra cosa que le gustó.- Y no indica que poseyera ningún título nobiliario.

- Sí, mi padre me contó que en los primeros tiempos era así. Casi nadie tenía títulos. -Le contó el chico indicándole de seguido.- Más allá, está la galería dedicada a la doctora Topacita. Mi padre me contó que fue una de las primeras médicos Reales. Y al fondo, la galería Mei Ling Chan, quien fue una científica que ayudó mucho a crear curas para las enfermedades y problemas producidos por el entorno de nuestro planeta. - La ilustró su compañero.-

-La energía oscura.- Musitó Perla, casi de forma filosófica, para sentenciar.- Es al mismo tiempo la fuente de nuestro sustento y la de nuestros problemas. Y parece que ya lo fue de igual modo en tiempos de los pioneros.

-Más al fondo todavía están las galerías dedicadas a la princesa Ámbar y a la reina Amatista.- Le contó el chico, casi a modo de lección de historia.- Los padres de Ámbar fueron pioneros que trabajaron muy duro para construir habitáculos y ayudar a prosperar a este mundo. En un principio ella no era ninguna princesa. Se casó con el príncipe Karst, el hijo de Corindón, el primer líder de Némesis y su primer soberano.



            Aunque eso a su compañera no le importaba demasiado. Estaba claro que, si las ideas originales de aquellos antiguos habitantes de Némesis se hubieran seguido aplicando, la población en general gozaría de esa calidad de vida que tenían en este enorme palacio. En lugar de eso, se había abierto una brecha casi insalvable entre las clases privilegiadas y el resto.



-Bueno, tenemos que ir hacia los calabozos.- Le recordó ella a su guía.-



            Su acompañante asintió, por un lado les pesaba dejar aquel lugar tan hermoso. Aunque lo primero era el deber. Por suerte las noticias en la Corte circulaban deprisa y no tardó en saberse que la duquesa de Turquesa había sido acusada de traición y encerrada en prisión. A pesar de ello tuvieron que pasar un par de días para poder ponerse en marcha. Ante todo no debía comprometerse la seguridad.



-Supongo que por esa razón nos habrá enviado Cinabrio.- Conjeturó Cobre.- Esa mujer ha estado en nuestro cuartel general.

-Ya nos estamos trasladando a otro sitio. Por seguridad.- Repuso Perla.- A buen seguro que la habrán interrogado y, aunque intentase resistirse, es cuestión de tiempo que, de un modo u otro, le saquen lo que sabe.



            La chica recordaba que Cinabrio les contó cómo se las gastaban en los calabozos Reales. Él mismo sufrió una brutal paliza a manos del ahora difunto marqués de Crimson. Sí, ese individuo había muerto, según la versión oficial, junto con las cuatro hermanas de la familia Ayakashi, en combate contra los enemigos terrestres. El propio príncipe lo comunicó al pueblo de Némesis, asegurando que se les rendirían honras fúnebres al marqués y a sus subordinadas en reconocimiento a su valor y abnegación en el cumplimiento de su deber.



-No sé, Cinabrio cree que eso es mentira.- Comentó Cobre.- Y mi padre piensa lo mismo, en la Corte circulan rumores muy inquietantes sobre lo que de veras sucedió…

-¿Qué dicen esos rumores?- Quiso saber Perla.-

- Que el marqués, un tal Rubeus, era un déspota y un incompetente. Las cuatro hermanas Ayakashi hartas de su tiranía desertaron, pasándose al bando de las guerreras de la luna y él fracasó y murió cuando explotó su nave, tras ser derrotado por Sailor Moon.

-¿Sailor Moon?. ¿Quién es esa?- Inquirió la muchacha con tono sorprendido.-

-Una especie de guerrera guardiana del pasado. Al menos eso ha oído mi padre.

-¿Y no te ha contado nada más?- Le preguntó su curiosa compañera.-

-Bueno, él no me lo contó a mí. Se lo dijo a mi madre, yo les escuché hablar sin que se dieran cuenta.- Le aclaró Cobre.-



            La madre del chico, Euclasa, era técnica de estructuras y trabajaba a las órdenes directas del Infante Zafiro. Al parecer ese era el menos malo de la familia. Por lo menos, solamente se interesaba por sus trabajos y los droidos y dejaba en paz a los demás.



-Sí, mi padre siempre dice que es el más comprensivo y sensato de la familia.

-Y se dedica a fabricar los androides que nos persiguen y nos atacan.- Suspiró Perla moviendo la cabeza para hacer una pregunta retórica teñida de sarcasmo.-  Pues ¿cómo serán los otros?



            Su compañero asintió despacio. A buen seguro mejor no averiguarlo. Entre tanto, el aludido Infante de Némesis estaba en un periodo de descanso. A él le llegaron asimismo esos rumores, pero fue a través de la mismísima Esmeralda. Cuando esa muchacha acudió a verle para que le mostrara los progresos del encargo que le hizo.



-Hola Zafiro.- Saludó amablemente ella.- Espero no importunar, venía a ver si habías terminado esos dispositivos.

-Ya están acabados, - Repuso desapasionadamente él.-

-¡Fantástico!- Exclamó ella, declarando llena de satisfacción.- Ahora podré ocuparme de sustituir con plenas garantías a ese necio de Rubeus.

-¿Qué ha pasado con él?- Se interesó Zafiro ahora.- ¿Volverá aquí?

-¿Volver aquí?, ¡ja, ja, ja! - Se rio su interlocutora atronando el lugar con esa tremenda carcajada suya.- Lo veo difícil.



            El atónito Infante tuvo que taparse los oídos, al fin, cesó esa terrible risa y Esmeralda le contó.



-Ese imbécil jamás volverá. Murió cuando estalló su nave…

-¿Qué ha pasado con las cuatro hermanas?- Se inquietó Zafiro con expresión de evidente preocupación.-

-No les ha sucedido nada que yo sepa. No estaban con él.- Replicó su interlocutora, que se sonrió de inmediato con malicia para añadir.- Creo que le abandonaron, desertaron. Eso es alta traición aunque puedo comprenderlas muy bien. Incluso tienen mis simpatías por ello. Nadie podría ser capaz de soportar servir a un inútil como Rubeus. Bueno, cuando vaya a la Tierra, si las veo…

-¡Déjalas! - Le ordenó Zafiro con tinte bastante más duro de lo que era habitual en él.-



            Esmeralda le observó sorprendida, interrogándole con la mirada. El joven enseguida se apercibió, añadiendo ya en un tono más calmado.



-Disculpa. Quiero decir que no debes perder el tiempo con ellas. La misión es más importante.

-Descuida.- Sonrió su contertulia, afirmando.- Ya te he dicho que no tengo nada en su contra. Salvo que tu hermano me ordene lo contrario, no me ocuparé de ellas.



            Eso dio la impresión de tranquilizar a Zafiro quien no tardó en dejar el tema. Le mostró a Esmeralda aquello que había estado preparando acorde a las indicaciones de la joven. Eran unas pequeñas estatuitas con la figura de la duquesa de Green- Émeraude. Tras explicarle cómo poder usarlas ella replicó a modo de recapitulación.



-Si lo he entendido bien, una vez las coloque, estas figuritas absorberán la energía oscura, crecerán y multiplicarán el poder de dicha energía, destruyendo para siempre la posibilidad de asentar un cristal punto ahí.

-Así es. De este modo, podrás eliminar en el pasado los lugares de poder sobre los que las guerreras guardianas de Cristal- Tokio, se sitúan ahora.

-¡Su fuerza será anulada y podremos tomar el palacio! - Completó Esmeralda de modo triunfal.-



Dicho esto, los dos fueron a contarle el plan a Diamante. Aunque Zafiro seguía inquieto. No podía dejar de pensar en las hermanas, sobre todo en Petzite.



-No entiendo porqué desertarían.- Se preguntaba.-



            Sin embargo, otros asuntos más importantes reclamaron su atención. La reacción de la caldera parecía estar variando. Era como si algún tipo de energía exterior la estimulase a aumentar su potencia.



-No lo comprendo.- Reflexionaba durante una pausa que dedicaba para comer algo.- ¿De dónde saldrá ese poder?



            Por su parte, Perla y Cobre llegaron al fin hasta la zona de mayor seguridad. Allí estaban los calabozos. El joven recurrió a ese plan que habían elaborado. Era muy arriesgado y posiblemente pueril, pero no tenían otra cosa mejor. De modo que, tratando de sonar calmado y despreocupado, se aproximó hasta uno de los centinelas robots y le llamó.



-Tengo que ver a la prisionera Turmalina. Reconocimiento médico. -Le dijo.-

-Nadie me ha informado de eso.- Repuso el androide.-

-Ni a mí, hasta que el príncipe Diamante dio la orden.- Repuso él, alegando.- Bueno, me ordenó que se lo dijera a mi padre, el doctor Jaspe.  Pero se halla ocupado y para una simple revisión me basto yo que estoy estudiando medicina con él. Solamente preciso de mi ayudante.- Agregó incluyendo a Perla.-

-Debo confirmarlo.- Contestó el androide.-

-¿Acaso piensas realmente que el príncipe querrá que le molestes para confirmar una orden tan nimia?- Intervino Perla en un arranque de audacia.- ¡Eso no es lógico! ¿Es que no ves que es el hijo del propio doctor Jaspe quién te lo está ordenando?



            Y aquello increíblemente hizo que esa máquina lo reconsiderase.



-Ese es un planteamiento válido. Pueden pasar.



            No quisieron dudar y con paso decidido cruzaron esa puerta. Entraron en una galería que les llevaba directamente a las celdas. Al recorrer unos pocos metros vieron que la prisionera estaba allí, tumbada en un camastro. Parecía dormida.



-Dama Turmalina.- Le susurró Perla.-



            En un primer instante no obtuvo réplica. Empero, al insistir al fin logró que esa mujer se girase para mirarla. Aunque lo que tanto ella, como su compañero Cobre, vieron, les dejó horrorizados, en tanto esa individua, casi con un gemido lastimero, preguntaba.



-¿Quiénes sois?...



            Los ojos de esa desgraciada parecían totalmente opacados, como si no pudiera ver nada con ellos. Perla tuvo que contener una exclamación de horror. Fue Cobre quién, más dueño de sí, le preguntó con idéntico estupor y espanto que su compañera.



-¿Qué os ha ocurrido?

-Reconozco tu voz.- Sonrió esa pobre individua ahora con un tono excesivamente jovial.- El joven hijo del doctor Jaspe. ¿Has venido a jugar?

-No, vine a ver si queríais alguna cosa.- Pudo decir el impactado muchacho.-

-Mi casa. Quiero irme a mi casa.- Sollozó entonces esa mujer.- ¡No quiero, no quiero que él me encuentre!…

-¿Él?. – Repitió Perla, preguntando.- ¿Quién es él?

-¡La Muerte, ese es él! - Gemía ahora su interlocutora de modo histérico.- ¡Vendrá a llevárseme! Me lo ha dicho…



            Ambos jóvenes se miraron entre estupefactos y horrorizados. ¡Esa pobre mujer estaba completamente loca! ¿Qué habrían podido hacerle para que se quedase así? Se apartaron unos metros de la celda, dejando que la duquesa divagase entre sollozos y lamentos.



-Tengo que llamar a mi padre, ahora de verdad. Y debo contarle esto.- Le susurró Cobre a su acompañante.- La Dama Turmalina necesita ayuda.

-Si lo haces te hará preguntas. Para empezar, querrá saber cómo has podido entrar aquí.- Replicó su contertulia, musitando a su vez.-

-Ya inventaré algo. De todas formas, cuando la vea no creo que se preocupe por lo que le diga.- Opuso el muchacho.-



            Decidieron pues salir, la reclusa no pareció percatarse de eso, o incluso pudiera ser que ni fuera ya consciente de su presencia. Al fin, volviendo hasta donde estaba aquel androide, le dijeron.



-Mi padre ha de venir enseguida. La prisionera no está en condiciones.



            Sin embargo ese robot droido se negó, acusándoles a su vez.



-No he obtenido ninguna confirmación de vuestras afirmaciones. No estabais autorizados por el príncipe Diamante, ni por su consejero el Hombre Sabio. Seréis retenidos aquí hasta que deis una explicación convincente.- Sentenció, en tanto otro robot más aparecía tras de ellos.-



            Ambos chicos estaban asustados, no podrían ni escapar ni enfrentarse a esas máquinas. Por fortuna, una voz masculina se escuchó detrás de ese androide.



-Yo les doy permiso. Déjales ir.

-¿Quién es?- Quiso saber el androide.-

-El Infante Zafiro.- Se anunció éste, insistiendo.- Dejad que salgan…es una orden mía.



            De inmediato ambos droidos obedecieron. El extrañado Infante les detuvo con un gesto y quiso saber, preguntando con tono sorprendido pero amable al mismo tiempo.



-¿Quiénes sois y por qué estabais aquí?

-Soy Cobre, Alteza. El hijo del doctor Jaspe.- Le contestó respetuosamente éste.- Me enteré que la duquesa estaba prisionera y quise venir a interesarme por su estado, pero está muy mal. Mi padre tiene que verla.

-¿Qué le pasa?- Inquirió el preocupado Infante.-

-Se ha vuelto loca. Dice cosas muy raras.- Terció Perla.-

-¿Tú quien eres?- Le preguntó aquel hombre, alto y apuesto, de cabellos y ojos azules oscuros.-

-Soy...yo..- Fue capaz de musitar la chica, totalmente descolocada.-



            Ahora sentía miedo, ese hombre era el hermano de aquel tirano. Si descubría que era una infiltrada de los rebeldes a buen seguro que ordenaría que la encerrasen junto a esa desdichada duquesa. Y si aquellos sádicos habían dejado a la Dama Turmalina en aquel terrible estado siendo una de las suyas ¿Qué no podrían hacerle a ella?. Por fortuna, Cobre intervino salvando la situación.



-Es una compañera de estudios. Vino a ayudarme.

-Id en busca de tu padre.- Le indicó el Infante entonces al muchacho.-



            Esos dos obedecieron al punto, corriendo sin parar. Por su parte, Zafiro pensaba en lo sucedido solamente unos minutos antes. Seguía en la pausa de su trabajo meditando sobre la extraña situación en la caldera cuando vino a verle Talco. Aquel anciano estaba muy nervioso.



-¿Puedo hablar con vos unos momentos, Alteza?-Le pidió mirando en derredor suyo, como si temiese que alguien pudiera estar escuchándole.-

-Por supuesto. Decidme, señor Talco.- Le invitó Zafiro, en tanto le ofrecía.- ¿Deseáis sentaros o tomar algo quizás?

-No, gracias Alteza. Veréis. Estoy muy preocupado por la duquesa de Turquesa.

-¿Qué la pasa?- Inquirió el joven.-



            Su interlocutor le miró perplejo, a los pocos instantes se rehízo para responder.



-¿Acaso no lo sabéis? Vuestro hermano ordenó detenerla, la acusó de alta traición. De colaborar con los rebeldes.- Le contó, dejándole atónito.-

-Apenas salgo de aquí.- Confesó Zafiro.- No tenía ni idea. No lo comprendo. Hablaré con mi hermano.

-Únicamente os ruego que, por favor, os aseguréis de que ella está bien. Yo no pude hacer nada y no deseo irritar al príncipe Diamante.

-No veo porqué ibais a irritarle si vuestra preocupación es genuina. Supongo que mi hermano habrá tenido sus razones para actuar de esa manera. Aunque la duquesa de Turquesa tiene sus derechos. No temáis, iré enseguida a ver qué ocurre.- Tranquilizó a aquel angustiado individuo.-

-Tened cuidado, y… por favor. No le contéis al príncipe que yo os lo he dicho. - Le pidió su contertulio, apenas susurrando con evidente inquietud. - Quizás al Consejero no le guste.

-¿Al Hombre Sabio?- Inquirió un incrédulo Zafiro.- ¿A él que le podría importar?...



            No obstante, pudo darse cuenta de la expresión de temor que dominaba el semblante de Talco, de modo que asintió.



-Perded cuidado, quedará entre nosotros.

-Muchas gracias, Alteza.- Suspiró su interlocutor.- Gracias.- Añadió, alejándose de allí con premura.-



            Y Zafiro cumplió su promesa. Tan pronto pudo se dirigió hacia los calabozos. Llegó justo en el momento de presenciar aquella escena. Esos dos muchachos estaban siendo amenazados con ser retenidos. Aquello le pareció absurdo. ¡Uno era el hijo del doctor Jaspe, y la chica era apenas una jovencita! Posiblemente estuvieran recorriendo el lugar para buscar intimidad o sencillamente fuese una tontería juvenil. No obstante, le preocupó lo que le contaron acerca de la duquesa. Así pues, una vez les vio alejarse de allí a toda prisa, decidió visitar a la prisionera.



-Déjame pasar.- Le ordenó al androide.-



Por esta vez, el droido le obedeció sin poner reparos. Al menos este era un prototipo diseñado por él, sin apenas tiempo de servicio. Nadie lo podría haber manipulado todavía para acatar órdenes ajenas a las suyas. De modo que, tranquilo a ese respecto, entró a la galería de celdas y una vez allí, se aproximó a la de la duquesa.



-Dama Turmalina.- La llamó con prevención.-



            La mujer estaba acostada en un camastro. Zafiro pensó que estaría dormida. Avisó a uno de sus droidos.



-Abre.- Le ordenó.- Voy a visitar a la prisionera.



            El androide hizo lo que se le mandó. El Infante pudo acceder al interior de la celda. Al mirar desde otro ángulo pudo constatar que la duquesa no dormía, apenas decía algo ininteligible. Aunque lo que más le impresionó fue ver esos ojos sin vida y opacos.



-¿Qué os ha ocurrido?- Preguntó él con horror.-

-Va a venir a por mí…vendrá a por todos nosotros.- Gemía ella, sin prestar atención a la pregunta.-

-¿De qué habláis?- Quiso saber su perplejo interlocutor.- Dama Turmalina.- Insistió.-

-No, no os fieis de él. Nos destruirá…- Musitó la mujer.-

¿A quién os referís?- Inquirió el joven.-

-Él, es…el rostro de la muerte…-Pudo susurrar la aterrada Turmalina.- Bajo esa capucha…

-¡El Sabio!- Exclamó Zafiro.- ¿A él os referís? ¿Qué os ha hecho?- Preguntó con creciente asombro y preocupación.-



            Pero la duquesa no dijo nada más, se acurrucó en posición fetal sollozando. Su visitante la contempló alarmado. Por suerte el doctor Jaspe no tardó en venir.



-Aquí estoy, Alteza. Mi hijo me ha dicho que deseabais que viniera.- Saludó el médico.-

-Llevadla a vuestro hospital. Bajo mi responsabilidad.- Le ordenó Zafiro indicándole que entrase en la celda de la duquesa.-



            Tras reconocerla brevemente el médico quedó tan impactado como él y los demás. No lo dudó ni por un instante y así lo hizo con la ayuda de un droido camilla. Antes de partir, su contertulio le pidió.



-Informadme puntualmente de su estado.

-Sí, Alteza.- Asintió el facultativo, llevándose a su paciente.-



Por su parte el Infante de Némesis fue en busca de su hermano. Diamante estaba terminando de almorzar, aunque su mente estaba puesta en los avances que pudieran hacerse en el pasado.



-Esmeralda ya debería haber informado.- Musitaba contrariado.- No es propio de ella retrasarse tanto. Espero que haya obtenido resultados.



            En ese instante Zafiro entró en sus estancias con paso presuroso. Eso extrañó a Diamante.



-¿Querías alguna cosa?-Le preguntó.-



            El recién llegado no tardó en ponerle al corriente de lo que había ocurrido. Aunque, lejos de apiadarse de esa desgraciada, el príncipe sentenció.



-Esa traidora estaba muy bien en su celda. Ordena al doctor Jaspe que vuelva a llevarla allí.

-Pero hermano. Estaba completamente trastornada, y esas cosas que dijo sobre el Hombre Sabio.- Arguyó Zafiro.-

-Únicamente mentiras, pretenderá librarse de su juicio por traición haciéndose la demente.- Repuso su contertulio, sin dejar de comer.-

-Pues yo quisiera saber qué es lo que tu consejero tiene que decir.- Insistió Zafiro.-



            Ante eso Diamante, con gesto aburrido, activó un intercomunicador.



-Hombre Sabio, deseo verte ahora.- Le llamó.-



            En apenas unos instantes aquel individuo brotó del suelo de la habitación, a modo de proyección tridimensional.



-Aquí estoy, Alteza.- Repuso con tono sumiso.- Para lo que deseéis mandarme.

-Dime. ¿Qué ha pasado con la duquesa Turmalina?- Inquirió Diamante.-

-La duquesa ha sufrido un ataque. Unos droidos centinelas me lo notificaron. Acudí a visitarla pero comenzó a culparme de todos sus males, diciendo que yo le iba a traer la muerte. Le contesté que ni tan siquiera estaba al corriente de su triste situación. Pero no atendía a razones. Iba a comunicároslo. - Declaró el encapuchado.-

-¿Y por qué no lo hiciste de inmediato?- Le preguntó Zafiro con tono desconfiado.-

-Alteza, debo ocuparme de muchas cosas. Entre ellas de monitorizar la misión al pasado y controlar los movimientos de la resistencia anti monárquica. Mucho me temo que, sumido en esos asuntos de la máxima prioridad, olvidé notificárselo al príncipe. Os presento mis excusas.

-Está bien. - Intervino Diamante agitando descuidadamente su mano derecha.- No me preocupa que esa mujer esté loca. Eso suele suceder mucho aquí. Que el médico de palacio la examine y que dictamine si es cierto o si se trata únicamente de una treta para eludir su castigo.

-Así se hará, Alteza.- Afirmó el encapuchado.- Me encargaré de notificárselo al doctor Jaspe.



            Aunque antes de que este se retirase tal y como había venido, Zafiro intervino agudamente para ofrecerse.



-Yo me ocuparé. El Hombre Sabio tiene razón, con tantas cosas en su cabeza esto seguramente no sería sino otra molestia para él. Yo casi he puesto a punto la caldera. Tengo tiempo.

-Muy bien.- Convino Diamante, deseoso de dejar ese tema.- Lo dejo en tus manos, hermano.

-Eso, si el Sabio no tiene inconveniente.- Contestó cautelosamente el joven.-

-En absoluto, os agradezco vuestra ayuda tan desinteresada, Infante Zafiro.- Replicó el encapuchado, desapareciendo bajo el suelo.-



            Dicho esto, Zafiro se marchó también del salón del trono. Fue directo al dispensario de urgencia. El doctor Jaspe había estabilizado a la Dama Turmalina que ahora sí dormía.



-¿Y bien?-Quiso saber el Infante al llegar.- ¿Cómo se encuentra?

-Nunca había visto nada igual. Parece estar totalmente ida y en pánico.- Le describió el atónito doctor.- No está nada bien. Precisa de cuidados y de mucho reposo.

-En tal caso, manténgala aquí. Yo informaré a mi hermano.- Le indicó Zafiro.-



            Y tras dar estas instrucciones se fue para seguir con su trabajo. De hecho, no le había dicho la verdad a Diamante, tenía bastantes cosas por hacer pero algo le hizo pensar que, de haber dejado que el consejero se encargase de Turmalina, ésta no hubiera durado mucho.



-A veces tengo la impresión de que el Hombre Sabio se guarda demasiados secretos. – Meditó.-



            Entre tanto, Perla y Cobre pudieron salir de palacio y acudir al punto convenido para informar. El chico al menos pudo pasarse antes por el dispensario y comprobó aliviado que la duquesa de Turquesa estaba allí. No tardó en contárselo a Cinabrio cuando se reunieron junto con él y otros miembros de la resistencia.



-Por fortuna el Infante Zafiro parece alguien más humano que el resto.- Opinó el muchacho.-

-Es cierto.- Tuvo que admitir Perla.- Debe de ser el único en esa familia que tiene sentimientos.

-¿Qué haremos ahora?- Quiso saber Cobre.-

-Solamente podemos esperar.- Les respondió éste.-



            Así lo hicieron y pasaron los días. En ese intervalo de tiempo Esmeralda hizo sus  primeras tentativas en la Tierra del pasado por llevar a cabo su misión, pero todas fracasaron. La joven comenzaba a ponerse nerviosa. Ahora, en un pequeño reciento flotante que se ubicaba en el pasadizo temporal por el que había transitado, consideraba sus planes.



-¡Malditas guerreras!- Espetaba lamentándose.- Son más poderosas de lo que pensaba. Incluso en ese sucio y primitivo siglo veinte.



            Y es que había tenido ya el “honor” de enfrentarse con esa tal Sailor Moon y sus compañeras. Aunque, aparte de un atracón de comer tartas en su primer día en el siglo veinte, no había sacado demasiadas cosas en claro. Lo intentó también con una droida de nombre Undedín que fabricaba pulseras, las cuales servían para capturar la energía de sus víctimas. Pese a todo el poder que ese androide tenía fue asimismo derrotado. La propia Esmeralda apareció justo para ver como la destruían y, sin desear mostrarse frustrada ante sus enemigos, se jactó de cuales serían sus planes delante de ellos. Empero, tendría que triunfar lo antes posible, o la paciencia de Diamante se agotaría. Aunque su siguiente idea prometía.



-Voy a expandir un virus sintético de la gripe que he podido crear con la ayuda del poder de la oscuridad. Irá drenando la energía de los humanos a la par que permitirá que la energía oscura se expanda por su mundo, ¡Ja, ja, ja!



            Y no dudó en hacerse pasar por doctora y anular al personal de aquel anticuado y ridículo hospital terrestre en el que instaló su base de operaciones. Sirviéndose de otra droida de nombre Parkoman, trató de contagiar a toda la población. Y los que no enfermaron fueron atraídos con el pretexto de ponerles precisamente una vacuna. No obstante, cuando estaba terminando de impregnar algún instrumental con la energía oscura, tanto ella como su androide se vieron sorprendidas por la llegada de una cría pequeña. La niña quería unas medicinas y Esmeralda decidió inyectarle esa “ vacuna” suya. La mocosa se resistió y cual fue su sorpresa cuando ordenó a Parkoman que la sujetase y esa cría entró en pánico, gritando a la vez que liberaba un poder enorme, el poder del Cristal de Plata



-¡Pero, si es la chica!- Exclamó la atónita Esmeralda entonces.-



            Aunque una vez más fue sorprendida por la llegada de una de esas guerreras. Al parecer estaba al corriente de su plan. La misma Esmeralda tuvo que admitir que se había pasado de lista y las había menospreciado. Pese a eso, a punto estuvo de lograr acabar con ambas, pero un tal Tuxedo Kamen, un tipo vestido de smoking , capa y que llevaba un antifaz que le velaba parte del rostro, apareció entonces junto con el resto de las guerreras destruyendo a esa droida y obligándola a ella misma a escapar una vez más. Inasequible al desaliento Esmeralda volvió a intentarlo con una droida llamada Dogba, que poseyó a algunos animales que estaban abandonados en un refugio. El resultado fue el mismo, derrota y además humillación.



-¡Maldita sea!, uno de esos chuchos repelentes incluso se orinó sobre una de mis botas.- Pensaba llena de asco y rabia por aquel ultraje.-



            Aunque ese era el menor de sus problemas. A este paso iban a acusarla de ser tan inútil como Rubeus. Y no quería compartir su mismo final. Así las cosas volvió al futuro a replantearse su estrategia y decidió darse un baño relajante para pensar en su última tentativa fallida…



-Tengo que hacer algo drástico. Y necesito ayuda de droidos realmente poderosos. Bueno, ya sé a quienes recurrir…Y haré que el príncipe se fije en mí.- Se deleitaba, acariciándose sus largas y esbeltas piernas, pensando, mientras se lavaba rodeada de flores que flotaban a su alrededor. - Al príncipe Diamante le encanta la esencia de jazmín. Yo empaparé mi divino cuerpo con esta esencia para gustarle al príncipe.



            Y es que ella se sabía muy hermosa, con un cuerpo realmente seductor. Tenía que lograr su objetivo y engatusar al príncipe cuando regresase triunfante ante él. En eso pensaba cuando, justo delante de ella, apareció Zafiro con las manos en los bolsillos del blanco pantalón que llevaba. El joven se manifestó en forma de holo proyección en aquella especie de refugio que la duquesa de Green- Émeraude tenía. Pese a estar desnuda, sumergida en el agua, enseguida se tapó sus pechos.



-Esmeralda.- Saludó él, agregando con tono entre divertido y sarcástico.- Te veo muy feliz.



            Aquello la incomodó sobremanera. Apenas si fue capaz de replicar con tono de reprobación.



-¡Oh, Zafiro! No has pedido permiso para entrar en mi cuarto de baño.

-Ahora nosotros deberíamos estar abriendo la puerta negra, para destruir la famosa calle diez.- Declaró él, aludiendo a una zona clave en el pasado terrestre para sus planes.-  Penetrar en Tokio e inundar la ciudad con el poder de la oscuridad. ¿Y qué haces tú aparte de bañarte?- Denunció el ahora irritado Infante. –



            Y es que ya estaba harto de tener que forzar la caldera, poniendo en riesgo su estabilidad para suministrarle más poder a esa estúpida y que ésta se limitase a entretenerse con banalidades. Por supuesto, ella replicó de forma altiva y condescendiente, en tanto se reía…



-¡Ja, ja, ja! Aunque me esté bañando estoy pensando en un plan. No necesito tu consejo. -Sentenció desdeñosamente la joven que hacía mucho tiempo que olvidó la deferencia hacia el rango de su contertulio. -

-¿Qué?...

-El nuevo cristal punto se encuentra en la escuela Cran para genios de la calle diez.- Le informó ella. -



            E incluso tras salir del baño momentáneamente, provista de un albornoz, se ocupó de lanzar otra estatuilla a la azotea del edificio que albergaba dicha academia. Invocó a una droida de la clase Duba. Era un modelo mejorado, capaz de crear alucinaciones mucho más poderosas que las de sus predecesoras. Le ordenó que montase guardia hasta que el poder de la oscuridad estuviera en su apogeo. Con eso nada podría salir mal. Luego se fue para retornar a la comodidad de su bañera. Eso no podría fallar y sin embargo, Zafiro, tras echar un vistazo al pasado, le dijo que así había sido.



-¿Duba ha fracasado?- Inquirió ella realmente perpleja.-

-Te dije que darte un baño haría que descuidases bastante tu trabajo.- La reconvino él.-



            No obstante, la réplica de ella fue volver a reír con una de sus típicas carcajadas y asegurar.



-Muy pronto volveré a encontrar otro punto negativo.- Y agregó, ahora con patente incomodidad.- Zafiro, a ti no se te permite ver mi maravilloso cuerpo en la bañera. ¡Vete!- Exclamó lanzándole agua a esa proyección que enseguida desapareció.-  ¡Ja, ja, ja! - Reía la muchacha hasta que, una vez desapareció su interlocutor, mostró su auténtico estado de ánimo. Furiosa, dio un puñetazo en la bañera, sentenciando.- ¡Maldita sea, la próxima vez lo conseguiré!



            Ahora, volvía a pensar en esa niña. Estaba claro que era la heredera del trono de Cristal Tokio, y que poseía el Cristal de Plata. Debía hacer cuanto le fuera posible por capturarla o mejor aún, matarla.



-Bien. No me queda otro remedio. Iré a hacer una visita a esos dos.- Decidió en tanto salía al fin de la bañera y se secaba.-



            Zafiro a su vez dejó de lado a esa boba de Esmeralda y se preocupó por la Dama Turmalina. Esa mujer seguía postrada en la cama, sin hablar. Apenas se movía. Pese a todo, daba la impresión de estar algo mejor. Durante un rato el Infante se sentó a su lado y la miró compadeciendo la suerte de esa desdichada. Inopinadamente ésta pareció recobrar algo el sentido y alargó su mano derecha hacia las del chico.



-Alteza.- Fue capaz de musitar haciendo un esfuerzo.- ¡Estáis en peligro, todos lo estamos!

-Tranquila. -Quiso calmarla él.- Mi hermano me ha dado permiso para que os mantenga aquí. Estáis a salvo. Yo mismo abogaré por vos ante él.- Aseguró el joven.-

-No.- Musitó su contertulia dejándole asombrado, cuando le desveló.- El príncipe Diamante no es a quien yo temo. No le soy desleal. ¡Traté de advertirle! Es el Sabio, es él quien está urdiendo todo. Es la muerte personificada. Desea nuestra aniquilación…está utilizando a vuestro hermano para sus propósitos.

-Debéis calmaros.- Le pidió el atónito muchacho.-

-¡Os lo suplico, escuchadme mientras aun pueda hablar!.- Le imploró aquella descompuesta mujer.-



            De un modo u otro presentía que ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Tras haber pasado esos días sumida en sueños casi continuos y algunas pesadillas, rememorando ese horrible momento en el que aquel encapuchado le mostró su verdadera naturaleza. Ella estaba recién encerrada y tras protestar y rogar durante un rato finalmente se calmó un poco.



-No ganaré nada haciendo esto. Quizás si me tranquilizo el príncipe vendrá y podre explicarle que todo esto es un malentendido. -Razonó para sí.-



            O al menos eso quería pensar. No tenía ni idea de cómo habría podido sonsacarla. Apenas sí recordaba su conversación con Diamante. En esos pensamientos estaba cuando apareció ese encapuchado.



-¡Hombre Sabio! -Exclamó ella, casi aliviada.- Tenéis que ayudarme.

-¿Ayudaros?- Repitió este con tono lleno de sarcasmo, para añadir.- ¿A qué debería ayudaros, Dama Turmalina? ¿A seguir traicionando a nuestro amado príncipe?

-Os aseguro que yo…

-No hace falta que intentéis engañarme. Puedo ver a través de vos, igual que su Alteza.- Afirmó ufanamente el Sabio, desvelándole.- De hecho, yo le di ese poder.

-¿Vos?- Exclamó ella con perplejidad.- ¿Cómo habéis hecho eso?



            Aquel individuo tan extraño se acercó a ella. Turmalina tuvo entonces la desagradable sensación de oler a podrido, como si algo bajo aquel sayal se estuviera descomponiendo. Instintivamente se apartó. Eso provocó el comentario de aquel ser, que declaró con regocijo.



-Por el poder que me da mi Amo y Señor, el Fantasma de la Muerte.

-¿A qué os referís?- Balbució la ahora aterrada mujer.-

-No tratéis de engañarme. Ni siquiera pudisteis hacerlo con Diamante. Decidme. ¿Quién ha estado con vos? ¿Quién os ha hablado de mí?- Le ordenó con tono amenazador en tanto sus ojos comenzaban a brillar con un tono rojizo bajo su capucha.-

-No sé a que os referís.- Negó ella moviendo la cabeza y apartándose.-

-Pobre Turmalina.- Siseó el Sabio ahora.- Siempre quiso llegar a ser alguien. La pobre niña olvidada por su familia, a la sombra de su prima Turquesa.

-¡Callaos!- Le exigió su interlocutora, replicando.- Solamente quise lo que era mío por derecho.

-Sí.- Convino sarcásticamente el Sabio.- Vuestra madre era hermana del padre de Turquesa. Pero la heredad fue para él. ¡Qué triste ser descartada por el mero hecho de ser una mujer! No obstante, más triste fue que vuestra madre fuera violada por su propio hermano y os tuviera a vos…

-¿Qué disparate es ese?- Respondió la duquesa entre atónita y escandalizada.- ¡Eso es mentira!

-No, no lo es...- Se burló su contertulio.- Vuestro padre se casó con vuestra madre por conveniencia. Era un don nadie, sin posibles. Pero, para tapar ese escándalo, vuestro abuelo hizo cuanto pudo. Y en cambio el hermano de vuestra pobrecita madre…fue premiado con el derecho de sucesión…

-¡Esas no son más que mentiras!- Estalló ella.- ¡Como tú!- Le espetó llena de furia.- Eres un monstruo que corrompe a nuestro mundo con su vileza. Ópalo tenía razón…¡Ojalá que Sailor Némesis te destruya!



            Entonces guardó un abrupto silencio. Ese encapuchado tampoco habló durante unos instantes. Un sudor frío recorrió a Turmalina. ¡Se había traicionado! Tuvo acceso a unos documentos que el Conde de Ayakashi le había dado a Cinabrio en los que se nombraba a esa guerrera y se juró guardar el secreto. Ahora, su inquisidor aumentó el brillo de esos malignos ojos rojizos, que ya semejaban carbunclos encendidos y siseó.



-¡Vaya! De modo que conocéis a Sailor Némesis. Esa tonta que pensó poder enfrentarse a mi Amo. Pues no pudo hacerlo…lo que no creía es que tras tantos años continuase con vida. Bien… eso puede arreglarse. Ahora decidme, dónde está.- Le ordenó.-

-No lo sé. – Se resistió la duquesa, tratando de reivindicarse pese a todo.- Y aunque lo supiera, jamás hablaría.

-¿De veras?- Se burló su interlocutor aumentando la intensidad de aquel brillo en sus ojos.-



            Y la estupefacta y aterrada Turmalina pudo ver aquel fondo de su capucha, a la débil luz de ese resplandor, que fue no obstante suficiente para revelarle el horrendo y auténtico rostro de su acosador. Gritando llena de pavor fue además atacada por una especie de asalto mental terrible.



-Hablarás aunque no pronuncies ni una palabra.- Sentenció el Sabio. –



            Y pese a que cerró los ojos, intentando salir de aquello, su cabeza casi le estallaba, solamente podía chillar y lamentarse por el dolor y las terroríficas imágenes de muerte y destrucción que ese monstruo proyectaba en su mente. Luego, acurrucada en posición fetal, se desmayó…Ahora Zafiro la observaba con la boca abierta, visiblemente impresionado. Turmalina finalmente musitó entre lágrimas.



-Cuando desperté ya no estaba allí. Y no estuve segura de si fue una pesadilla o si me estaba volviendo loca.

-Pudo ser alguna clase de sugestión para haceros hablar.- Especuló Zafiro.-

-No lo sé. Aunque me pareció que era real, ¡demasiado real! – Afirmó ella, aferrándose a una de las manos del impresionado Infante con las suyas.-

-No temáis, llegaré al fondo de este asunto.- Le prometió él, sonriendo más animosamente ahora.- Será mejor que descanséis.



            Aunque esa pobre desdichada parecía estar realmente asustada. Tanto que se negaba a soltar la mano de Zafiro. Era como si presintiese que, cuando él la dejase sola, estaría sentenciada. Por suerte la llegada del doctor Jaspe la hizo ceder en aquello y finalmente liberó al Infante. Éste le encargó al facultativo que siguiese cuidando de la duquesa de Turquesa y se marchó.



-Tendré que hablar con mi hermano de esto. Me parece una acusación muy grave.  – Pensó.-



            Pero Diamante estaba ocupado, junto con el Sabio contemplaba como el nivel energético de la caldera subía más y más. El poder que transmitía al enorme cristal negro que dominaba el centro del salón del trono era cada vez mayor.



-Algo está sucediendo en el siglo veinte en la Tierra.- Comentó el encapuchado.-

-Sí. Es extraño.- Convino el príncipe dándose la vuelta para ir a sus habitaciones. –



            Tenía una llamada de Zafiro. Quizás fuera relacionado con aquello. Pero no pudo atenderla. De pronto una tremenda cantidad de energía invadió ese cristal haciéndolo brillar con un tono dorado. El propio Diamante, asombrado, se giró mirando aquello con incredulidad.



-El poder potencial de la chica ha sido revelado.- Declaró el Sabio.-

-¿Poder potencial?- Inquirió el príncipe sin comprender.-

-Su energía es demasiado valiosa como para desperdiciarla.- Replicó su interlocutor.-

-Me da la impresión de que tienes alguna idea.- Comentó Diamante.-



            A pocos metros de ellos en el corredor adyacente, Zafiro se detuvo, ocultándose tras una de las numerosas columnas que flanqueaban aquello. Iba de camino para ver a su hermano tras haberle enviado un mensaje. Ahora, al sentir aquel enorme poder en la caldera, estaba pensativo. Quizás no fuera ese el mejor momento para distraerle con extrañas alucinaciones de una pobre demente.



-Será mejor esperar. A ver qué hace el Sabio.- Se dijo.-



            Por su parte, Esmeralda estaba realmente frustrada. Tras haber ido a buscar a esos dos gemelos, Kiral y Akiral, les ordenó que fueran con ella al pasado.



-¿Es orden directa del príncipe Diamante?- Quiso saber Kiral.-

-Él me dio la potestad de elegir a mis ayudantes.- Declaró la joven, aunque el príncipe jamás hubiese dicho tal cosa.-



            Sin embargo, estaba desesperada. Precisaba a los más fuertes de entre los droidos y a esas alturas se había dado perfecta cuenta de que esos dos eran androides. Posiblemente Zafiro los fabricase por indicación de Diamante o del Sabio, para suavizar el dolor de la pobre Dama Agatha. Pero ésta ya había muerto, luego ¿qué importaba ya? No era necesario mantener esa farsa. Así pues les indicó.



-Vuestra obligación es obedecer mis órdenes.

-Lo que tú desees, duquesa Esmeralda.- Convino Kiral, que era de tez más morena que su “hermano”.-



            Ambos llevaban grabada la media luna negra con las puntas hacia abajo en sus frentes. Obedecieron pues a su superiora encaminándose al pasado y reaparecieron en un parque. Allí clavaron una estatuilla y la bombardearon con energía oscura que brotaba de sus cuerpos. Al cabo de unas horas esa pequeña estatua había adquirido unas enormes proporciones. Tras aguardar un tiempo prudencial oculta en el pasado, la duquesa apareció en esa zona para inspeccionar los resultados encontrándose con sus subordinados en la azotea de un edificio próximo.



-¡Esmeralda! -Comentó jovialmente Kiral, al verla aparecer.-

-Te he estado esperando, Kiral. ¿Has traído a Akiral contigo?- Quiso saber ella.-

-Por supuesto.- Respondió el interpelado.-

-Bien.- Aprobó ella, añadiendo.- El punto negativo se presentará pronto. Y tendremos que estar preparados para la lucha.



            En tanto decía esto, el gemelo de Kiral apareció al lado de su hermano. Los dos la escuchaban declarar.



-Y esta vez no podemos fracasar, el poder de la oscuridad tiene que extenderse por toda la Tierra. Kiral.

-Sí.- Repuso el aludido.-

-Akiral.-

-Sí.- Contestó el interpelado.-

-Lo dejo todo en vuestras manos, acabad con esas irritantes chicas.- Les ordenó.-

-¡Sí, Esmeralda!- Convinieron ambos a dúo, en tanto se inclinaban saludando para desaparecer.-



            Ella se quedó sola, pensado con deleite.



-Cuando todo esto haya terminado, yo podré abandonar este miserable mundo primitivo. ¡Ja, ja, ja! - Rio con aquella irritante risa suya mientras observaba la ciudad desde aquella azotea.-



            Pero una vez más, las cosas no salieron como estaban planeadas. Aquella mocosa manifestó una increíble cantidad de energía, repeliendo el ataque de Kiral y Akiral y arrojándoles muy lejos, como si de guiñapos se trataran. Las sailors aprovecharon para eliminarles y ella, llena de rabia y de frustración, apareció sobrevolándolas para espetar.



-¡Lo han hecho otra vez! ¡Os mataré! - Sentenció clavando en ellas una mirada de odio, en tanto partía el abanico aquel que la reina Amatista le regalase hacía ya tanto tiempo.- ¡Renunciad a la vida!



            E hizo aparecer dos esferas de energía oscura en sus manos. Estaba dispuesta a lanzarlas contra sus enemigas cuando recibió un mensaje directo del príncipe.



-Esmeralda, ¡alto! - La interpeló.-



            La sorprendida joven desvaneció esas bolas y llevándose la mano a su oreja derecha , en donde portaba el mini transmisor que la comunicaba con el agujero de gusano que la había traído del futuro, quiso saber.



-Príncipe Diamante, ¿por qué me detenéis?

-Vamos a cambiar de estrategia.- Le respondió él, sentando en ese momento en su trono.- Regresa, Esmeralda.

-Aun no.- Se resistió ella, informándole.- Estoy a punto de matarlas.

-¡Es una orden!- Oyó contestar al príncipe con mayor dureza en su voz.-



            No deseaba contrariarle bajo ninguna circunstancia, de modo que, resignada, desistió en su empeño, no sin antes dirigirse a sus enemigas y afirmar tratando de reivindicarse.



-No os engañéis creyendo que habéis vencido. Cuando nosotros empleemos toda nuestra energía, vosotras moriréis, ¡ja, ja, ja, ja!…- Rio desapareciendo en el aire tras activar su transpondedor temporal.-



            Ahora estaba sentada en sus habitaciones, entre furiosa, frustrada y desconcertada. ¿Por qué le habría ordenado Diamante volver? ¿Y ese repentino cambio de planes? En cuanto le fuera posible trataría de hablar con el príncipe para que se lo aclarase.



-Tiene que haber alguna explicación lógica.- Se repetía.-



            Acudió pues al salón del trono. Además de Diamante, estaba también Zafiro. El joven contemplaba una esfera oscura sobre la que refulgían varios puntos luminosos, contó siete en total, y comentó.



-Alguien ha cruzado el espacio- tiempo a través de un pasaje que nada tiene que ver con la ruta del castillo.

-Pues debe ser la chica.- Supuso Esmeralda apareciendo tras de él.-

-No solo ella.- Le desveló Zafiro, quien cruzado de brazos no dejaba de observar esa esfera.- Vienen otros acompañándola.

-¿Eh?- Se sorprendió la duquesa de Green- Émeraude.-

-Extraños visitantes han llegado a este planeta.- Intervino Diamante, con los brazos asimismo cruzados sobre el pecho.-



            El Sabio apareció en ese momento, surgiendo por debajo del suelo, y sentenció.



-El tiempo ha llegado. Ahora podremos conseguir el Cristal de Plata y a la chica.- Afirmó mostrando las imágenes de esos recién llegados en su bola de cristal.- Y destruir el castillo invencible de una vez por todas.- Remachó aludiendo a las defensas del palacio de Cristal- Tokio.-

-¿Podrás capturar a la chica?- Quiso saber Esmeralda, mirando aquello con incredulidad.-

-Cuando le demos la fuerza del cristal oscuro a la chica, esta adquirirá un terrible poder.- Fue la réplica del encapuchado.-



            Aunque Diamante parecía estar sumido en sus propios pensamientos, más que a esa chica, él se centraba en la visión de otra imagen. La de aquella guerrera del pasado… ¡no podía ser!, era…



-Esos ojos.- Musitó con tono reflexivo.- Está claro, ella es…Sailor Moon, es preciosa…

-¡Diamante!- Pudo decir Zafiro con evidente sorpresa.-

-Primero atrapad a la chica.- Les indicó el Sabio, desapareciendo bajo el suelo una vez más.-



            El príncipe se giró para enfrentar su mirada a la de su hermano y la duquesa de Green- Émeraude, fue a esta a quien le ordenó.



-Esmeralda, captura a la chica. A Sailor Moon también la quiero viva.



            Eso dejó estupefacta a su interlocutora quien apenas fue capaz de repetir en tono de interrogación.



-¿Sailor Moon?

- Quiero examinar sus preciosos ojos con más atención.- Afirmó Diamante. –



            Esmeralda no salía de su asombro. Aquello la desagradó, e incluso Zafiro puso mala cara cuando quiso interpelar a su hermano.



-¡Diamante!- Exclamó el joven.-

-Eso es todo.- Replicó éste desapareciendo de allí.-



            Eso dejó frustrado a su hermano, quien entonces sentenció pensando en todo lo que había visto y escuchado hasta entonces, incluido el testimonio de la pobre Dama Turmalina.



-¡Ese maldito Hombre Sabio está tratando de controlar a Diamante con historias que nadie cree! ¡Son solo supercherías indignas de un hombre sabio!

-Así es.- Convino Esmeralda, detrás de él, agregando.- Y también le ha dado información falsa a Diamante sobre el Cristal de Plata. ¿Por qué lo hará?- Inquirió acariciando un abanico rojo, idéntico al que destruyera.-



            Lo cierto es que fue más sencillo reemplazar ese abanico roto que tener la respuesta a su pregunta.



-Algún día lo desenmascararé.- Fue la réplica de su contertulio.-

-Pero antes de que ese día llegue, tenemos que matar a Sailor Moon que es nuestro más grande obstáculo.- Aseveró su interlocutora riéndose por lo bajo de un modo maquiavélico e inquietante.-



            El encapuchado por su parte también estaba receloso. No dudó en comunicarse con su agente infiltrado en el grupo rebelde y enviarle un mensaje que decía.



-El momento ha llegado…



Esmeralda fue presta a cumplir con su misión, para ello interceptó al grupo de las guerreras que iban acompañando a la niña. Valiéndose de sus poderes oscuros levitó por encima de ellas, y riéndose a carcajadas, las saludó con sarcástico regocijo.



-¡Ja, ja, ja! - Bienvenidas a nuestro territorio.-

-¡Esmeralda!- Exclamó atónita la mismísima Sailor Moon.-

-Os daremos una digna recepción.- Se burló ella.-



            Al momento lanzó contra sus enemigos una bola de energía entre verdosa y oscura que logró romper la unión que mantenían. Esos idiotas iban de las manos para evitar perderse por el pasadizo inter dimensional que conectaba el pasado con el futuro. Ahora, tras recibir ese ataque de Esmeralda salieron despedidos cada uno en una dirección ante la carcajada maligna de regocijo de la duquesa quien aterrizó en ese corredor deduciendo.



-¡Ja!, se han perdido en la laberinto espacial. -¡Ryuakusu!



Convocó a una de las droidas más poderosas de las que disponían, con energía capaz incluso de alterar el continuo de la corriente temporal, que apareció respondiendo de inmediato.



-Aquí estoy. -Replicó ese androide, bajo la apariencia de una hermosa joven, de cabellos cortos azulados en forma de bucle, que vestía algo similar a un peplo griego.-

-Tú conoces muy bien el laberinto espacial. Búscalas y mátalas.- Le ordenó Esmeralda.-

-Sí, mi señora.- Repuso humildemente la droida.-

-¡Oye!- le matizó Esmeralda a modo de enfático recordatorio.- La chica deberá ser capturada, viva.

-Solo la chica.- Convino su interlocutora.- Entendido.- Sentenció, alejándose de allí a gran velocidad, en tanto se elevaba en el aire.-



            Esmeralda la vio marchar con gesto divertido, musitando con creciente regocijo.



-Me olvidé de darle instrucciones precisas con respecto a Sailor Moon. Me temo por lo tanto que Ryuakusu también va a matarla, ¡ja, ja, ja!



            Y podría estar segura de que eso sería lo más probable. Ese tipo de droidas era de los más poderosos y terribles. A su capacidad de alterar la corriente del tiempo- espacio se sumaba su habilidad para modificar su apariencia, transformándose en la persona que su enemigo deseara ver.  Con esas perspectivas dio el asunto por zanjado.



-Iré a mis habitaciones a esperar el informe de Ryuakusu y a preparar mi disculpa con el príncipe Diamante, cuando deba comunicarle la accidental muerte de Sailor Moon. ¡Ja, ja, ja!…



            De hecho, tras atravesar ese portal inter dimensional había llegado a la Tierra del siglo Treinta. Tanto Diamante, como Zafiro y el Sabio, habían ido a su vez por ese mismo sitio para ver la derrota de sus enemigos. Aquello les dio un respiro a los miembros de la resistencia. Cinabrio fue informado de eso en su nueva base de operaciones, cerca de la capital de Némesis. Un informante anónimo le avisó de ello



-Al parecer, nuestros queridos dirigentes han partido a la Tierra. El palacio solamente está guardado por unos pocos droidos.- Comentó a su grupo.-

-Sería el momento ideal para tomarlo.- Intervino Pirito.-

-Quizás sea una trampa.- Objetó Lazulita, alegando con prevención.- De un informante anónimo se podría esperar cualquier cosa. Incluso que sea una treta del Sabio para hacernos cometer un error y descubrirnos.

-Eso es cierto.- Admitió Cinabrio quien se dirigió una vez más a Perla y a Cobre.- ¿Creéis que podréis entrar en el palacio una vez más y confirmarlo?

-Supongo que sí.- Repuso el chico.- Puedo preguntar a mi padre.

-La última vez fuimos muy afortunados.- Le recordó Perla.- De no haber intervenido el Infante Zafiro, no sé qué hubiera pasado. Él no parece ser como los otros.- Admitió.-

-Es cierto. Quizás si pudiéramos contactarle.- Propuso Cobre. ¿Quién sabe?...si supiera la verdad no creo que aceptase seguir las órdenes del Sabio.

-Yo no me fiaría de él.- Intervino Lazulita.- A la hora de la verdad es el hermano del príncipe Diamante. ¿Os pensáis que iba a traicionarle por nosotros?



            El eco de esa pregunta quedó flotando de manera incómoda entre ellos. Finalmente Cinabrio asintió, para tomar la palabra y ordenarle a esos dos chicos.



-Vosotros, id a palacio. Comprobad lo que hemos comentado y, de ser cierto, acudid a informarnos rápidamente. Si nos hacemos con ese lugar podremos liberar a la Dama Turmalina y puede que derrocar la monarquía.



            Los muchachos asintieron y se marcharon. Lazulita aprovechó para comentarle al líder del grupo.



-Debemos ser muy cuidadosos. No creo que hayan dejado el palacio desprotegido. No son tan ingenuos.

-O puede que ni tan siquiera nos tomen en consideración.- Intervino una voz femenina saliendo del fondo de la sala.



            Cinabrio y los demás se pusieron en guardia. No había visto entrar a aquella mujer. Ese era un fallo imperdonable de seguridad. Aunque el jefe de los rebeldes enseguida se tranquilizó, al reconocer su familiar uniforme.



-Sailor Némesis.- Dijo aliviado.-

-Debéis tener mucho cuidado, en eso Lazulita tiene razón.- Les aconsejó ella, alegando.- Os he tomado por sorpresa con total facilidad. Podrían haber sido los droidos de la guardia Real. Y ahora estaríais muertos.

-Es verdad.- Admitió Pirito.- Voy a echarles la bronca a los idiotas que estaban de guardia.



            Salió dejando a los dos miembros de la resistencia que quedaban con esa mujer. Sailor Némesis aprovechó para contarles.



-He recibido una comunicación de la guardiana del Portal espacio- temporal. Ha sentido grandes fluctuaciones en el tejido inter dimensional. Pudiera ser que alguien hubiese venido desde el pasado hasta aquí.

-¿Quién? ¿Amigo o enemigo? - Quiso saber Cinabrio.-

-Es pronto para saberlo todavía. Aunque lo investigaré.- Les prometió la Sailor. añadiendo.- Pude escuchar lo que estabais planeando. De momento os aconsejo aguardar hasta estar muy seguros.



            Lazulita miró a su hermano con un gesto que expresaba no solamente su conformidad sino que ella misma ya se lo había aconsejado. El líder de los republicanos asintió despacio y sentenció.



-Esperaremos a recibir la confirmación de Perla y de Cobre…



            Por su parte, Esmeralda salió de sus aposentos dirigiéndose a la base provisional que el príncipe había instalado en la misma Tierra del siglo treinta. Esperaba verle furioso cuando supiera que Sailor Moon había sido eliminada, aunque para sorpresa y malestar de la duquesa, el príncipe la estaba contemplando a través de una imagen holográfica. Y no la veía en el pasado. Esa individua y sus amigos estaban allí, en pleno Cristal Tokio, en ese preciso momento. De algún modo se las habían arreglado para derrotar a Ryuakusu y llegar al futuro.



-¡No puede ser!- Pensaba la frustrada Esmeralda. –

-¡Ellos no deberían estar aquí! - Terció Zafiro, tan perplejo y alarmado como ella.-

-Es idéntica a ella.- Afirmó Diamante. – La poderosa diosa que controla Cristal- Tokio. La mujer que yo amaba y con la que quise desposarme. La reina Serenity.- Añadió en tanto recordaba la imagen de su adorada soberana.- Son como dos gotas de agua. Es idéntica a la bella dama que duerme en el palacio de cristal.

-¡Diamante! -Exclamó Zafiro.-

-Ya sabía yo que el príncipe Diamante mostraba mucho interés por Sailor Moon.- Farfulló la joven duquesa de Green- Émeraude, tapándose la cara con su abanico para intentar ocultar su rabia.-

-¡Esmeralda! Las guerras han conseguido llegar finalmente a Cristal- Tokio y todo ha sido por tu culpa.- Le recriminó Zafiro.-

-Las venceré ahora mismo.- Aseguró ella.-



            No necesitaba desde luego ningún incentivo externo para ello. Se disponía a ir rápidamente a interceptarlas cuando la voz de Diamante la detuvo para decir.



-No tienes que hacerlo. Déjamelas a mí.

-¡Diamante!- Trató de protestar su atónito hermano.-

-Zafiro, Esmeralda. Quiero que encontréis a la chica.- Les ordenó.-

-Bien.- Fue lo único que ambos pudieron decir antes de que su príncipe desapareciera.-



            La primera en reaccionar fue Esmeralda. Llena de ira y frustración arrojó su abanico contra aquel holograma haciendo que sufriese un cortocircuito y desapareciera.



-Le daré una buena lección a cualquiera que trate de robarme al príncipe Diamante.- Pensaba llena de celos y rabia.-



            Y el objeto de su amor iba asimismo pensando en el suyo propio. Diamante fue capaz de rastrear a los recién llegados hasta una especie de refugio. Allí hablaban con un holograma que él reconoció como el rey Endimión. Esperó a que éste se desvaneciera, eliminando así una tenue barrera de energía que protegía el lugar.



-Será muy fácil.- Se dijo con regocijo.-



            De seguido envió una ráfaga de energía negra a modo de vendaval que dispersó a sus enemigos. Aprovechando el desconcierto se hizo ver.



-¡Ya te tengo!- exclamó con tono triunfal, sentenciando.- Jamás podrás huir de mí.

-¿Quién demonios eres?- Le preguntó Sailor Moon, mirándole fijamente.-



            Ya no hubo ninguna duda. Él recordaba perfectamente esa mirada. La misma que le dedicó Serenity cuando salió a recibirle a palacio.



-Los mismos ojos.- Meditó él.- Ella me miró con esos mismos ojos aquella  vez. Con sus preciosos e inolvidables ojos.



            Sin tardanza empleó aquel poder que le había conferido el Sabio y con su tercer ojo paralizó a sus enemigos, diciéndole a su presa con tono entre invitador y lascivo.



-Quiero que me acompañes a mi casa…



            Las demás guerreras eran impotentes para moverse, Diamante hizo levitar a Sailor Moon quien además portaba a la chica en sus brazos. ¡Tanto mejor! Así mataba dos pájaros de un tiro. Aunque fue ese tipo vestido de smoking y con sombrero de copa el que pudo decir.



-¡Usagi!



            Sin que Diamante lo esperase ese idiota fue capaz de arrojarle una especie de bastón que llevaba privándole por un momento de la concentración requerida para mantener su tercer ojo. Eso hizo que Sailor Moon dejara caer a esa chiquilla que fue tomada en brazos por aquel entrometido. Por suerte Diamante pudo recobrarse y emitir nuevamente su poder, paralizando otra vez a aquellos entrometidos, y atraer a su presa hacia sí. A fin de cuentas era a ella a quien quería. Así lo dijo cuando, pese a los intentos de su prisionera por escapar, él la sujetaba del brazo declarando con visible contento.



-He perdido a la Pequeña Dama, pero no importa. Me doy por satisfecho con haberte conseguido a ti.



            Y tras estas palabras desapareció portando a su botín junto a él. Reapareció llevándola en brazos. Aquella chica estaba inconsciente ahora. La dejó en su propia habitación, sobre la cama y llamó a unas droidas.



-Vestidla y preparadla adecuadamente.- Ordenó a esos androides.-



            Luego salió lleno de satisfacción. Nada enturbiaría aquel momento. Era su ocasión soñada. Por fin tendría a Serenity en sus brazos y nadie les separaría jamás.



-La dejaré descansar hasta que esté lista y luego le declararé mi amor. Ella me jurará eterna lealtad y será mi esposa. Así iniciaremos nuestra propia dinastía. Una que unirá a Némesis con la Tierra y la Luna. – Pensaba con entusiasmo en tanto se sentaba en una sala anexa para tomar una copa de vino. –



            Por su parte Esmeralda le vio llegar. Se escondió tras una galería de columnas y quedó atónita. Diamante llevaba en brazos a esa estúpida, y no parecía haber para él nada más en el mundo. La metió en unas habitaciones y luego salió.



-¡Maldita sea!- Se dijo llena de amargura y pesar.- No permitiré que esa zorra me lo robe…



            No obstante, era imposible para ella entrar ahí ahora. El propio príncipe estaba en el cuarto de al lado y a buen seguro que pendiente de su invitada forzosa.



-Aguardaré una ocasión propicia.- Se dijo intentando mantener la calma.-



            Al poco vio como una droida de servicio salía y Diamante volvía a entrar en ese cuarto. El príncipe estaba tan impaciente que ni cerró la puerta.



-Has despertado muy pronto después de recibir el poder del cristal oscuro.- Le dijo a esa aturdida y asustada muchacha que ahora se había incorporado de la cama y que parecía estar buscando algo.- Lo cual por supuesto, no me sorprende nada. Bueno, habría sido mejor que despertaras lejos de aquí.- Remachó, deseando haberla podido llevar a Némesis antes de que hubiese recobrado el sentido.-

-¿Quién eres tú?- Preguntó la perpleja joven mirándole fijamente con expresión temerosa.-

-Yo soy el príncipe Diamante.- Se presentó él.- Bienvenida a la base de nuestra poderosa familia. Oye, Sailor Moon, ¿o debo llamarte reina Serenity, ahora que te pareces a ella? – Inquirió, aunque sin esperar réplica, agregó, elevando un brazo y usando sus poderes con la joven, al tiempo que sentenciaba.- Ha llegado el momento de que hablemos.



            La hizo levitar con facilidad. Empero, su presa no se daba por vencida. Trató inútilmente de invocar su poder de transformación.



-¡Cristal de Plata! ¡Dame el poder!.. ¡No me he transformado!- Pudo decir llena de incredulidad y temor.-

-El Cristal de Plata no tiene ningún poder bajo los efectos del Cristal oscuro.- Le desveló él.-



            Y así era. Ayudado por el Sabio, Zafiro había instalado un gran colector de energía cerca del palacio de Cristal Tokio. Recibía directamente el poder desde Némesis vía espacio inter dimensional. De modo que esa chica sería incapaz de transformarse en Sailor Moon. Diamante levitó en un instante hasta ella. Colocándose justo en frente.



-¿Cristal oscuro?- Inquirió la muchacha sin comprender.-

- Estos aposentos que están llenos del poder de la oscuridad absorben cualquier otra clase de poder.- Le explicó él.- Aunque sea el poder del mismismo Cristal de Plata.- Sentenció, alargando su mano para tomar la barbilla de ella.-

-¡No!- Se zafó la chica, golpeándole en el brazo, al tiempo que le obsequiaba con una mirada salvaje de desafío.-



            Sin embargo, lejos de disgustarse por ello, Diamante la miró complacido para afirmar.



-Tus ojos, tú eres la futura reina Serenity.



Y una vez más, hizo uso de su poder especial. Ahora solamente una cosa le importaba, tomarla, que fuera suya a cualquier precio. La gozaría allí mismo, en ese instante, y de ese modo quería sellada su unión. Comenzaría por un beso.



-Utiliza este aposento con libertad. Sailor Moon. Es el mismo que te servirá para descansar eternamente.- Le susurró. –



            Así sería. Tanto ella como él lograrían ser inmortales con aquel enorme poder que Diamante ahora poseía. Se apropiaría de la fuerza del Cristal de Plata para aumentarlo más todavía y eso les daría la vida eterna. Ella sería su reina por siempre. Esas al menos fueron las promesas del Sabio…Aunque la muchacha todavía tuvo fuerzas para preguntarle.



-Dime, ¿qué fue lo que te decidió a atacar precisamente nuestro planeta?

-Con el Cristal oscuro controlamos, el tiempo, el espacio y toda la energía que queramos.- Repuso el príncipe.- Y atraeremos a los demás mundos hasta nuestra dimensión…Y el que tenga el poder más fuerte se quedará con este precioso planeta. Es lo más natural.- Remachó sintiéndose totalmente confiado.-

-Te equivocas.- Pudo oponer ella.- ¡No lo conseguirás!

-Siempre he querido que fueras mía a cualquier precio.- Sonrió aviesamente él, activando su tercer ojo una vez más.- Mi nueva reina Serenity, y por fin lo conseguí…- Sentenció, agarrándola suavemente de la barbilla y aproximando la boca de la inerme chica hacia sus labios.-



            Pese a todo, la joven todavía se resistía. Cosa que comenzó a molestarle. Entonces, una rosa roja se interpuso haciéndole perder la concentración y que Sailor Moon cayera a plomo al lecho que estaba unos metros más abajo.



-¿Quién eres?- Quiso saber Diamante mirando hacia la fuente de aquel ataque.-



            Allí estaba ese tipo vestido de smoking. No tenía idea de cómo habría podido llegar hasta allí, pero estaba claro que entró por una de las ventanas abiertas que tenía esa enorme estancia en su parte de arriba.



-¡Tuxedo Kamen!- Exclamó la joven.-



            Aquel individuo se dirigió a él con tono entre amonestador y desafiante para reprocharle.



-Tú eres un hombre malvado que obligas a las chicas a que se entreguen a ti utilizando mezquinos sortilegios. ¡Te castigaré!



            Eso era el colmo. ¿Cómo se atrevía aquel miserable a plantarle cara? De inmediato y con un tinte burlón, Diamante replicó.



-¡No, acabaré contigo!



            Y pasó a dispararle con su tercer ojo, unas breves ráfagas de energía que ese imbécil trataba de bloquear protegiéndose con la capa que llevaba. Eso le hizo reír. Aunque entonces, una ráfaga de energía oscura venida de un lugar indeterminado le perturbó. Era un vendaval que le obligó a cubrirse la cara, perdiendo así la posibilidad de atacar a su rival.



-¡Aaaahh!- gritaba Diamante, cegado momentáneamente por aquello. -¡Alto, maldición! - Gritaba impotente para detener a sus prisioneros…



            Y es que estos aprovecharon esa oportunidad desapareciendo de allí. Cuando ese vendaval se desvaneció, el príncipe miró en todas direcciones sin ver ni a la joven, ni a ese idiota. Su ira no tenía límites.



-¡Mataré con mis propias manos al responsable de esto!- Aulló oteando en todas direcciones.-



            Pero estaba solo. Ahora únicamente quería volver a  capturar a su preciada reina…salió de allí, dispuesto a volver a encontrarla. No obstante, ella volaba a salvo junto con su rescatador, ambos subidos en un ala delta que surcaba los cielos. Los dos fueron vistos por Esmeralda que estaba fuera de aquellas habitaciones. La duquesa cruzada de brazos, comprobaba complacida como aquella pareja escapaba.



-¡Hum!- Exclamó con aprobación y alivio. –

-¡Esmeralda! - La llamó Zafiro apareciendo junto a ella.-



            Sobresaltada, ella le miró con expresión temerosa y sorprendida. Más aún cuando el Infante le preguntó.



-¿No me digas que interrumpiste a Diamante y dejaste que esos dos tontos escaparan?



            Sin saber cómo replicar en un primer momento, se tapó con su abanico. Al fin, tuvo tiempo de encontrar una respuesta.



-¿Dejar escapar a esos dos? ¿Por qué iba yo a hacer una cosa tan estúpida?- Inquirió a su vez.-

-Una mujer es una criatura terrible, que hace las cosas más extrañas cuando está celosa.- Declaró su interlocutor, remachando con agudeza.- Y tú estás feliz de ver que Sailor Moon ha escapado del príncipe Diamante. ¿No es así?

           

Parapetando su rostro tras el abanico una vez más, ella abrió los ojos y parpadeó para reír.



-¡Ja, ja, ja! Yo le he jurado eterna lealtad al príncipe Diamante. Y jamás rompería mi juramento. ¡Ju, ju, ju!…



            Y desde luego que, en su opinión, no lo había hecho. Es más, le había protegido de esa perversa reina Serenity, encarnada en su enemiga, Sailor Moon. Esa era su principal misión y haría cualquier cosa para que Diamante fuera suyo algún día. Aunque su interlocutor pareció simpatizar con ella cuando afirmó con tono comprensivo.



-Lo entiendo, porque resulta que tú y yo sentimos lo mismo.

-¿Eh?- Se asombró Esmeralda.-

-Yo también odio a Sailor Moon.- Proclamó él.-

-¡Ah!. Así que tú y yo sentimos lo mismo. – Convino ella entre atónita y divertida.-



            Y dicho esto Esmeralda se giró dándole la espalda y contemplando aquel oscuro cielo por donde sus enemigos habían escapado hacía tan solo unos momentos. Finalmente Zafiro tomó la palabra para decir.



-Será mejor que regresemos con Diamante. No debemos despertar sus sospechas…



            Lo hicieron de inmediato. En silencio oyeron al príncipe protestar amargamente por su mala fortuna y destrozar algunos elementos del mobiliario para desahogar su frustración.



-¿Habéis visto a quien me hizo esto?- Les preguntó con tono iracundo.-

-No, Alteza.- Replicó Esmeralda bajando la cabeza.-



            Tras un momento de embarazoso silencio fue finalmente Zafiro quien se atrevió a sugerir.



-Deberíamos volver a Némesis. Somos más fuertes allí. Y quien quiera que sea que ha ayudado a nuestros enemigos, podría atacarnos a placer en este lugar.



            Pese a sentirse muy enfadado y frustrado, Diamante no tuvo más remedio que convenir en eso. Tampoco había visto al Sabio desde hacía ya unas horas. Supuso que el consejero estaría en su mundo preparando alguna estrategia. Quería consultarle sobre qué debía hacer. Aunque nada más retornar al salón del trono de Némesis le ordenó a su hermano.



-Zafiro, quiero que lances todo el inmenso poder del cristal oscuro contra el palacio de Cristal en la Tierra. En cuanto todo esté preparado volveremos a invadirlos.



            El príncipe estaba decidido a terminar con eso de una vez por todas. ¡Tendría a Serenity de un modo u otro! Era lo único que le importaba ya.



-Diamante. La reina Serenity se negará a rendirse y nosotros no podremos traspasar ese maldito escudo que la protege.- Respondió su preocupado interlocutor.-

-¡Zafiro!- Musitó un incrédulo príncipe.-

-Parece que has olvidado cual fue el verdadero propósito de nuestra familia al establecerse en este planeta.- Le recordó su hermano, declarando con reprobación.- El rencor de nuestro antepasado por haber sido obligado a abandonar la belleza de la Tierra y vivir en un planeta como Némesis. ¡Nuestros eternos planes han sido lograr la venganza cambiando el destino de la Tierra y no lo olvidaré!



            Eso enfureció a Diamante. ¿Quién se creía su hermano pequeño que era para decirle lo que debía hacer? Se giró lanzándole una ráfaga de energía que le hizo volar estrellándole contra una columna.



-¡Ah!- Se quejó Zafiro al impactar contra aquella dura superficie.-

- ¡Príncipe Diamante!- Le llamó Esmeralda, preocupada ante aquello.-



            Y es que Diamante parecía haber perdido por completo el control. Obsesionado como estaba por esa pequeña zorra de Serenity. Aquella chica que era tan poca cosa. ¿Y por esa mocosa escuálida era por quién él se había vuelto loco? ¡No podía ser! Ella no era capaz de asimilarlo…



-Sería mejor que te dedicaras a controlar la reacción de la caldera del Cristal negro en lugar de atreverte a darme consejos.- Respondió el príncipe a su hermano con tono severo.-

-¡Diamante!- Pudo balbucir su interlocutor, doliéndose todavía de aquel ataque.-



            Y una vez más apareció el holograma de Serenity.



-Reina Serenity, pronto serás mía.- Sentenció el príncipe.-



            Zafiro movió la cabeza pero optó por salir de allí. Tendría que verse aquellos hematomas que le había causado ese impacto tan violento. Aunque eso era lo que menos le preocupaba ahora. Su hermano se había desquiciado. La orden que le había dado era absurda. Primero, porque la caldera no podía soportar tal esfuerzo, y segundo, estaban demasiado lejos. Sin usar el pasillo inter dimensional tendría que hacer cálculos muy complejos para emitir una fuerza tan enorme a través del mismo sin dañar de modo irreparable el tejido del espacio- tiempo.



-¡Es una locura! - Pensaba lleno de inquietud.- En el mejor de los casos, perderemos a mucha población si desviamos la energía de los sistemas de soporte vital…



            Y sumido en esas reflexiones se dirigió hacia el cuarto de calderas. Aunque entonces escuchó una voz, al girarse vio a ese muchacho. El hijo de Jaspe, si mal no recordaba.



-¡Alteza! - Le llamó el muchacho.-

-¿Qué quieres?- Espetó éste, con evidente mal humor.-

-Os ruego que nos perdonéis, Señor.- Intervino otra voz, ahora femenina. Era la de esa muchacha que acompañaba a ese chico.- Solamente queríamos saber cómo estaba la Dama Turmalina.

-No tengo idea. Acabo de volver de un viaje.- Repuso sinceramente Zafiro.- Aunque la última vez que pasé a visitarla estaba mejor.



            La muchacha se aproximó a él y sonriendo reconocida le comentó.



-Muchas gracias, sois una buena persona. Quizás el único que queda que puede hacer algo por Némesis. Señor… ¡por favor! ¡Salvadnos!- Le suplicó ella entre lágrimas.- No permitáis que nada malo nos suceda.



            Perla se sentía desfallecer. Pese a su fortaleza de carácter veía las cosas cada vez peor. Su plan de atacar aprovechando la ausencia de Diamante había sido echado por tierra. El príncipe había retornado y por si fuera poco de muy mal humor. Ella, escondida junto con Cobre, pudo oír esa conversación que mantuvo con su hermano y con la duquesa de Green- Émeraude. ¡Aquello era terrible! Si Diamante usaba la energía del Cristal oscuro en su totalidad para atacar la Tierra. ¿Qué sucedería con los miles de personas que habitaban Némesis?...



-Yo…- Musitó Zafiro.-



            Tras un incómodo silencio, el joven Infante asintió despacio, comentando con tono conciliador.



-Trataré de hacérselo ver a mi hermano. No temáis nada.

-Os suplico que nos dejéis visitar a la Dama Turmalina. – Le pidió Cobre alegando, en este caso la verdad.- Mi padre no está. Se fue a pasar consulta a la ciudad. Y me gustaría ver como sigue la duquesa.

-Podéis ir.- Les concedió el Infante.-



            Los chicos se lo agradecieron con sendas sonrisas. Corrieron para ver como estaba aquella mujer. Al llegar al dispensario ella dormía. Suspirando aliviados, Perla informó a Cinabrio con una mezcla de alivio por esa mujer y pesar por su fracaso.



-Debemos abortar la misión. Han vuelto.

-Bien. Recibido.- Repuso éste, preguntándoles a su vez.- ¿Pudisteis ver a la duquesa de Turquesa?

-Sí, estamos con ella.- Intervino Cobre.-

-Tenéis que sacarla de palacio.- Les ordenó su líder.-

-No sé si podremos.- Objetó una preocupada Perla.-

-Os ayudaré.- Se brindó la voz de un hombre mayor.-



            Sobresaltados al principio, miraron de inmediato en dirección a la fuente de aquella propuesta. Era un hombre de pelo cano ya.



-Soy Talco. Y quiero ayudaros. Bastante he estado sin actuar. Ahora que no he visto al Sabio durante un tiempo, creo que tenemos vía libre.- Les comentó.-

-¿Cómo podríamos fiarnos  de usted?- Le preguntó un desconfiado Cobre que sabía bien quien era.-

            Ese miembro de la nobleza había llegado haría unos meses a la Corte llamado por el propio príncipe. Quizás fuera un espía de Diamante o simplemente un tipo ávido de medrar. En cualquier caso podría entregarles a todos. Aunque el propio Talco, quizás consciente de que sospechaban eso de él, enseguida respondió a esa cuestión.



-Porque he comprobado que lo que Turmalina me contó era cierto.- Admitió su contertulio desvelándoles.- Yo fui el informador anónimo que le contó a Cinabrio los planes de Diamante. Pero no esperaba que retornase tan rápido. Y menos aún tan enfurecido. Sería muy peligroso quedarse aquí y dejar a Turmalina inerme a su voluntad. Conozco algunos pasajes que no están vigilados y tengo fuera un deslizador. ¡Deprisa! - Les apremió advirtiendo visiblemente concernido.- Cada segundo cuenta. Diamante, o lo que es peor, el Sabio, podrían descubrirnos en cualquier momento.



            Los chicos se miraron sin saber que hacer, por suerte, la voz de Cinabrio que lo había escuchado todo, les autorizó.



-Adelante. Podéis confiar en él. No hay tiempo que perder.



            Y así lo convinieron. Intentaron despertar a la duquesa quien al principio no se mostró muy receptiva, al fin lograron despabilarla.



-¿Qué sucede?- Fue capaz de musitar aturdida con un gemido lleno de desconcierto.-

-Nos vamos de aquí.- Le contestó amablemente Talco.- ¡Vamos! Tenemos que escapar mientras podamos.



            Y la mujer asintió, apenas siendo capaz de levantarse. Entre Cobre y Talco tuvieron que tomarla en volandas mientras Perla les guiaba.



-¡Vamos! - Susurraba la chica.- Salgamos lo antes posible de aquí.



            Eso trataron de hacer casi corriendo contra reloj para escapar de aquel peligroso lugar.



-Si el Sabio no nos localiza lo conseguiremos.- Afirmó un esperanzado Talco.



Aunque en ese instante, por fortuna para el grupo de prófugos, el encapuchado se hallaba muy lejos de allí y dirigía su atención a otro asunto que para él era prioritario. Uno que pondría el triunfo final en sus manos. Y no iba a dejarlo escapar.

 

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