martes, 4 de diciembre de 2018

GWNE20. El principio del final o el final del principio


Por su parte Zafiro corrió de vuelta al salón del trono. Debía hablar con Diamante pero éste ya no estaba allí. Únicamente Esmeralda permanecía en el lugar, con aire reflexivo. Sin embargo, lo que dejó sorprendido al joven ingeniero fue ver refulgir una vez más el gran cristal negro que sintetizaba la energía de la caldera.



-Me pregunto si la presión de la caldera estará lo bastante tensa como para iniciar la batalla.- Le dijo Esmeralda, acercándose a él.-

-Diría que tenemos una bomba en nuestras manos.- Replicó Zafiro.-

-¿Qué?- Exclamó la muchacha mirando ahora con extrañeza a ese cristal.-

-Diamante no parece comprender lo peligroso que es el poder del Cristal Oscuro.- Le explicó a su contertulia, afirmando con tono reprobatorio.- Hasta ahora solo nos ha dirigido ese mago de pacotilla al que llamamos Hombre Sabio.



            Y desde luego que las cosas que la Dama Turmalina y otros le habían ido contando sobre ese encapuchado cada vez pesaban más en sus consideraciones. ¿Y si ese consejero estuviera persiguiendo otros fines distintos a los de Diamante? ¿Y si tuviera en mente algún siniestro plan contra la familia reinante? Otros muchos le habían acusado y ninguno había sobrevivido. Así, añadió meditando en voz alta.



-Puede que estemos tomando el camino equivocado y vayamos al caos.

-Nadie que esté en sus cabales puede confiar en el Hombre Sabio.- Afirmó Esmeralda, quien tampoco le daba mucho crédito últimamente a ese encapuchado, a la vista de su nula ayuda para que ella se ganase el corazón del príncipe. Es más, la joven añadió incluso con desenfado. – El príncipe Diamante ya ha comenzado a sospechar y pronto le pondrá a buen recaudo.



            Además, y a pesar de todo lo sucedido y de la influencia de la energía oscura, todavía quedaba en Esmeralda un resquicio que le recordaba aquellas palabras de la difunta reina Amatista. “ No confíes nunca en el Hombre Sabio”, le advirtió. Y desde entonces ella jamás lo hizo, aunque tenía que admitir que ese individuo en algunas ocasiones le había resultado muy útil. Sus reflexiones fueron interrumpidas por la aparición de una gran proyección holográfica de Diamante que reprendió a su hermano.



-Zafiro. ¿Por qué la reacción de la caldera no ha sido preparada tal y como te ordené?



            No obstante, antes de que el joven pudiera hacer amago de responder, la duquesa de Green- Émeraude, se anticipó.



-Príncipe Diamante, no necesitamos desperdiciar el inmenso poder del cristal oscuro. Deja que yo me encargue de esto.



            El interpelado se limitó a mirarla con severa frialdad y desapareció.



-¡Príncipe Diamante!- Le llamó ella en vano.-



            Bajó la cabeza con pesar, en tanto Zafiro declaraba con tono resignado.



-Diamante se deja influir por su corazón. Si no se hubiera enamorado de la reina Serenity habríamos matado a Sailor Moon y el problema se habría acabado hace ya mucho tiempo.



            Eso era demasiado para Esmeralda. Desde luego que su interlocutor tenía toda la razón. ¡Maldita pécora asquerosa! Había embrujado al príncipe y éste estaba totalmente absorbido por ella. Llena de rabia tiró su abanico y lo pisó exclamando.



-¡Maldita sea! Ella no es más que una miserable basura. ¡Dejaremos que el Hombre Sabio nos utilice a su antojo! No sé cual será su propósito pero al final seré yo quien le utilice a él para cumplir los deseos de mi príncipe. No será la reina Serenity quien empiece una nueva vida junto al príncipe Diamante sino yo, ¡ja, ja, ja, ja! - Rio con esa atronadora risa suya, que desahogaba también parte de su frustración y amargura.-



            Y decidida como estaba fue en busca de aquel encapuchado. Tuvo que volver a cruzar el pasillo inter dimensional hasta la Tierra. Al fin logró encontrarle. Estaba todavía en esa base provisional que habían instalado en Neo Cristal Tokio.



-¡Hombre Sabio! - Le llamó a voces.- ¿Dónde estás? ¡Contéstame! – Le exigió con irritación. -



            Una risa infantil la sorprendió, mirando en derredor no pudo ver a nadie aunque enseguida preguntó.



-¿Quién es? No debería haber ningún droido en esta base. ¿Quién eres tú?



            Fue cuando aquel a quien buscaba surgió de debajo del suelo, tal y como últimamente era su costumbre.



-Hombre Sabio.- Repitió ella al verlo aparecer.-

-Hay un viejo dicho.- Afirmó el encapuchado.- La ira cobra vida interior y muchas veces nubla la mente y los oídos.

-¿Estás diciendo que esa voz solamente me la imagino?- Inquirió ella con tono desabrido, aunque enseguida la tornó en un tinte más conciliador para admitir.- Esta bien Hombre Sabio, necesito tu ayuda. He decidido atacar el palacio de cristal y debo prepararme. Voy a necesitar la fuerza que solo puede darme tu poder. ¿Serás tan amable de hacerme ese pequeño favor?

-¿Es orden del príncipe?.- Quiso saber su interlocutor.-

-No. - Reconoció sinceramente ella que no obstante alegó.- Pero lo aceptará si podemos dar fin a la batalla y salir triunfantes.

-Entiendo.- Repuso agudamente el encapuchado.- No habrá más que una reina que puedo ver en el futuro y esa debe ser la reina Esmeralda.

-¿Reina?- Musitó la atónita joven.-



            A su mente volvían esos recuerdos tan agridulces, cuando sirvió con devoción a la reina Amatista. La propia soberana le dijo una vez que sería muy feliz si su hijos pudieran ser dichosos con alguien que les amase de veras. Y le encargó la misión de proteger a Diamante. Quizás si lograba alcanzar más poder…



-Hay una pequeña diferencia entre la reina Serenity y tú.- Le desveló el Sabio que pareció leer sus pensamientos cuando, observando su bola la vio aparecer vestida con galas reales y le dijo.-  Con el poder del cristal oscuro tú podrías aventajarla.

-Yo puedo ser reina.- Pensaba la joven, absorta ante esa posibilidad y recreándose en esa visión de ella misma así ataviada.-



            El Sabio hizo surgir una preciosa corona negra adornada con una esmeralda que envió levitando hacia ella. Indecisa todavía, la chica sonrió y con tono soñador y esperanzado admitió, sellando su destino.



-Sé que tratas de engañarme, pero para ganar el corazón del príncipe haría cualquier cosa. Podría hacer un trato con el mismísimo demonio. – Sentenció.-



            Aunque el encapuchado guardaba silencio. Parecía aguardar a que esa muchacha se decidiera. Y tras una breve lucha interna ella lo hizo finalmente tomando la corona en sus manos.



-¡AAHH! -Chilló Esmeralda sintiendo como un enorme torrente de poder la inundaba, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera de dolor.-



            Aunque su atuendo habitual cambió transformándose en un sedoso y largo vestido cortesano de color morado con hombreras negras, a juego con la corona que ahora lucía en su frente. El mismo de aquella visión. Remataba ese conjunto con un collar que portaba una gran esmeralda  engarzada en él. Quizás se había equivocado en sus sospechas y el Sabio le hubiese concedido su mayor deseo. Se sentía tremendamente poderosa, como si no pudiera contener la energía que la llenaba durante mucho tiempo. Alborozada exclamó.



-¡El poder invade mi cuerpo, soy vuestra futura reina! La soberana que reinará con el príncipe Diamante. ¡Ja, ja, ja, ja!



            Y al fin, el encapuchado habló, iluminando sus ojos con dos incandescentes círculos amarillos…



-Esmeralda.- Dijo con tono condescendiente.-

-Dime.- Repuso la chica, quien de pronto, se sintió extraña.-



            Una gran cantidad de vapor negro comenzó a emanar de su cuerpo, sin entender que le ocurría, la desdichada únicamente fue capaz de exclamar.



-¡Oh cielos!

-¿Tú crees que podrías ser capaz de utilizar el verdadero poder del cristal oscuro?- Preguntó burlonamente el Sabio, que añadió con sádico regocijo.- No, y por eso sacrificarás tu vida por mí.

-¡Maldito seas, Hombre Sabio! - Pudo replicar la interpelada, en un último destello de su voluntad, que se desvanecía.-



            La joven notaba como, poco a poco, iba perdiendo la consciencia.  Esas premonitorias palabras de la reina Amatista resonaron ahora una vez más como un eco en su mente. Jamás debió fiarse de ese encapuchado siniestro, se daba cuenta al fin de que fue él quien asesinó a su amada soberana, lo mismo que a otros muchos. Y ella iba a ser otra víctima más…cayó al suelo llena de tristeza, frustración y odio, con su último aliento apenas pudo susurrar con pesar, siendo envuelta progresivamente por una nube oscura que seguía surgiendo de su cuerpo.



-Príncipe Diamante, mi deseo era poder reinar en el futuro contigo.

-¡Tonta!.- Espetó el Sabio con desdén en tanto esa nube oscura que la cubría por entero  aumentaba cada vez más de tamaño.-



            En Némesis entre tanto Zafiro estaba repasando la caldera. Aquello no iba bien. El nivel de energía amenazaba con desbordarse.



-Tengo que frenar esto, o saltaremos por los aires.- Pensaba con gran preocupación.-



            Pudo aliviar parte de la presión soltando un poco de energía que recondujo hacia el resto del planeta. Al menos la parte buena era que los habitantes de Némesis se beneficiarían de más luz y calor. Pero, de seguir así, ni tan siquiera esa medida serviría a medio plazo.



-Esto se nos está yendo de las manos.- Se dijo.- Tengo que hablar con Diamante.



            En la capital y en otros lugares, incluido el refugio de los rebeldes, la luz aumentó de intensidad.



-¡Vaya! ¿Qué ocurre?- Inquirió Cinabrio en voz alta.-

-Ha subido la tensión.- Comentó Lazulita.-



            A los pocos minutos de que eso pasase alguien llamó a la puerta. Tras hacer una comprobación de seguridad se percataron de que eran Cobre y Perla con la Dama Turmalina, o más bien estaban sosteniéndola entre los dos para que no se cayese. También iban acompañados por un anciano. Abrieron y les permitieron pasar.



-Gracias a Dios que estáis bien.- Suspiró Cinabrio.-

-Fue por poco. Los droidos están patrullando la ciudad en gran número.- Comentó Cobre, que se había fijado en eso durante su viaje.-

-Por fortuna mi deslizador tiene el sello de la Corte. No nos detuvieron.- Intervino ese hombre.-

-Este es el Señor Talco. Nos ayudó a escapar.- Le presentó oficialmente Perla con tono agradecido.-

-Sí, no sé que está sucediendo pero el palacio está desierto. – Comentó el aludido.-

-Podría ser la oportunidad que estábamos aguardando. Con el Sabio fuera y Diamante ocupado en su enfermizo deseo de capturar a Serenity. Estará rabioso desde que se le escapó. - Comentó Lazulita.-



            Cinabrio la observó perplejo, ¿Diamante tratando de capturar a Serenity?...



-¿A qué te refieres con eso?- Inquirió el líder de la resistencia.- Serenity está en la Tierra.

-Bueno, y Diamante ha viajado a ella también. ¿Verdad Cobre?.- Comentó la aludida mirando con algo de nerviosismo al hijo del médico.- ¿No te lo dijo tu padre?

-¿Mi padre? No.- Negó este.- Él no me ha comentado nada de eso. Únicamente que el príncipe estaba ausente.



            Lazulita miró significativamente a Cinabrio y le comentó en voz baja.



-¿Podemos hablar un momento en privado?

-Sí, claro.- Convino el interpelado.-



            Se disculparon durante unos momentos y metiéndose en una sala anexa la chica cerró la puerta.



-¿Qué pasa?- Quiso saber el jefe de los republicanos.-

-¿Es que no lo ves?. Ese chico me ha dado información falsa.- Le explicó su interlocutora.-

-¿A qué te refieres?- Inquirió Cinabrio.- ¿A eso que has dicho de Serenity?

-Juraría que él, o Perla, ahora no me acuerdo del todo.- Dudó su contertulia.- Bueno, que alguno me contó que Diamante había atrapado a Serenity en la Tierra y que ésta se escapó, gracias a algún traidor que estaba de nuestra parte.- Ahora se hace el tonto, claro. ¿Cómo podría saber eso de no estar metido en ese círculo?- Le planteó la muchacha.-



            Cinabrio se llevó una mano a la barbilla con gesto pensativo. No quería creer que ninguno de esos dos muchachos fuese un traidor. Incluso les tenía aprecio, pero no podía fiarse de nadie.



-Puede que el Señor Talco o la misma Turmalina les comentasen algo.

-Esa Turmalina está completamente loca.- Descartó Lazulita.- O controlada por ese Sabio. Tras tanto tiempo prisionera le habrá sido sencillo manipularla. Y acerca de Talco, no podemos estar seguros. Esto bien pudiera ser una trampa. Como señuelo nos trae a esa inútil para que nos confiemos y ataquemos el palacio que bien podría estar custodiado por decenas de droidos.

-Entonces, ¿en quién puedo confiar? – Exclamó un irritado Cinabrio.- Dime. ¿En quién?



            Lazulita se apresuró a intentar calmarle pasando una mano sobre su rostro y acariciándole con suavidad.



-Soy tu hermana. Siempre podrás contar conmigo.- Le susurró con afecto.-



            Y tras unos momentos para que el líder de la resistencia resoplase y pudiera sosegarse un poco, ella le aconsejó.



-Lo mejor será separarnos. Tener cuidado y comprobar sobre el terreno si lo que nos han contado es cierto.

-Muy bien, ve a decirles que saldremos por grupos. Ahora iré yo, en cuanto piense a donde enviarles y en la zona de reunión. - Convino él.-



            La joven salió para informar al resto, Cinabrio entonces sacó un comunicador portátil que ocultaba bajo una de sus mangas y comentó a un desconocido receptor.



-Sí, tal y como pensabas. Ahora vamos para allá. Espéranos…



            Entre tanto, el Sabio no podía estar más complacido. La estúpida de Esmeralda en efecto se había sacrificado por él. Utilizando la rabia, los celos y el desamor de esa chica, y merced a un conjuro maléfico alimentado por la energía oscura, la había convertido en un enorme dragón que atacó el palacio de Cristal- Tokio. A punto estuvo de destruir la barrera que lo protegía. Aunque, una vez más, las guerreras de la Luna pudieron hacer frente a la amenaza y derrotaron a ese monstruo. Y dentro del mismo, sintiéndose impotente, Esmeralda recibió el ataque del poder de la Luna. Por un breve momento se sintió liberada de aquel dolor y sufrimiento terrible que la llevaba lastrando desde hacía años. No obstante, todas esas emociones, tristeza, desamor, celos y rencor, parecieron tomar forma en un enorme vórtice negro que la devoró sin que ella pudiera resistir. Gritando inundada por el terror más absoluto desapareció en aquella terrible dimensión. Aunque todavía pudo lanzar un último suspiro con el nombre de su amado.



-¡Diamante!



            El príncipe estaba en ese momento sentado en el salón del trono, apuraba una copa de vino y por un instante creyó oír la voz de esa pobre desgraciada llamándole.



-Esmeralda.- Musitó.-



            Pero no pensó más en ello. El que sí meditaba sobre lo ocurrido era el Sabio.



-Aunque esa estúpida haya sido vencida no importa. Mi verdadero propósito no es el triunfo de la Luna Negra. Zafiro y el príncipe Diamante también sacrificarán su vida, un día, en nombre de este propósito. De hecho, ahora tengo el mayor triunfo en mi mano. Uno que Sailor Moon y los suyos no esperan. ¡Ja, ja, ja! - Se rio lleno de regocijo en tanto aquella cantarina risa infantil se escuchaba de fondo.-



            Y es que le había sido muy fácil. La localizó sola, sentada en un columpio. Poniendo en juego sus capacidades para crear alucinaciones él metió en la mente de aquella indefensa niña imágenes de inexistentes momentos de su pasado. Aquella chica fue totalmente sugestionada por él.



-¡Ódialos a todos!.- La aleccionó.- ¡Ellos no te quieren, no les importas!…



            Disfrutó viendo como en los inocentes ojos de aquella chiquilla fue anidando el rencor y el odio más absoluto. Al fin, una vez estuvo lista, la rodeó con una potente cantidad de energía oscura que propició su transformación. Hizo que su cuerpo creciera y madurase, a la par que aumentaba aun más si cabía sus deseos de venganza.



-He perfeccionado esta técnica. En el pasado ya nos fue útil. Uno de mis hermanos la utilizó. Yo mismo la he usado anteriormente con muy buenos resultados, ¡Ja, ja, ja, ja! - Pensaba lleno de satisfacción.-



            Y ante él tenía ahora a una muchacha joven, realmente hermosa, de pelo rosado y ojos bermellón que sonreía con malicia. Llevaba un vestido negro aterciopelado que apenas sí velaba sus encantos y calzaba zapatos de tacón rojos…de esta guisa apareció en el salón del trono siendo acompañada por el Sabio. El príncipe Diamante le dedicó una perpleja mirada.



-Henos aquí. La servidora del Cristal oscuro, la chica, se ha convertido en servidora de la oscuridad y ha adquirido un inmenso poder.- La presentó el encapuchado.-

-¿Qué?- Exclamó el estupefacto Diamante preguntándole a la recién llegada.- ¿Tú eres la Pequeña Dama? ¡Es la marca de nuestro clan!- Exclamó el príncipe al ver aquella luna negra dibujada en la frente de esa joven que únicamente sonreía de forma inquietante.-

-Yo soy la Dama Negra.- Respondió la interpelada con una voz suave y pérfida.-

-Diamante, tú siempre has querido ir al pasado de la Tierra. Y hasta ahora no has podido. La Dama Negra puede ayudarte con su poder de la oscuridad, a dominar la Tierra.- Le dijo el Sabio.-



            Y tanto ella como el encapuchado desaparecieron dejando el eco de la malévola risa de esa joven.



-Así que por fin ha llegado el momento de la venganza.- Se dijo un satisfecho príncipe apretando un puño.- Este será mi momento.



            Zafiro apareció entonces a su lado y le advirtió con tono inquieto.



-Diamante. No debes entregar tu confianza al Hombre Sabio. Estoy convencido de que nuestra hermana Esmeralda murió solo por confiar en él.



            Hablaba así de ella, en realidad era como si los tres hubiesen estado hermanados en aquella empresa, aunque no tuvieran lazos de sangre con esa desdichada joven. Pese a ello y a sus diferencias Zafiro había llegado a apreciarla recordando como fue antaño y lo mucho que esa desdichada joven quiso a su madre la reina Amatista. Así que la noticia de su muerte, según interpretación del Sabio achacada a un deseo suicida de Esmeralda por reivindicarse ante el príncipe, además de no haberle convencido en absoluto, reforzaba sus sospechas y le llenó de pesar.



-¿Cómo?- Inquirió su interlocutor, mirándole con desconcierto, aunque enseguida añadió con evidente resentimiento.- Entiendo, nosotros solo hemos vivido en este remoto lugar porque la Tierra nos obligó a ello. Y a mí no me importa perder a mis sirvientes si así consigo vengarme.



            Zafiro escuchaba aquello con evidente preocupación, trató de compartir sus temores con su hermano.



-Escucha Diamante. Hay muchas cosas sospechosas con respecto al Hombre Sabio.

-¡Tonterías!- Desestimó de inmediato su contertulio, rebatiendo.- El Hombre Sabio nos ha estado ofreciendo información vital para que podamos usar correctamente la energía del cristal oscuro. ¿Es que acaso necesitas otra prueba más de su confianza?- Remachó, añadiendo.- Escúchame bien, Zafiro.- Y activó un holograma en el que podían verse a las sailors defensoras del palacio unidas alrededor de una columna y proyectando sus energías.- Estas cuatro guerreros han bloqueado nuestro camino con gran firmeza. Tenemos que solucionar este problema. Resulta mucho más fácil destruir el mundo en el pasado que dominar el Cristal Tokio.



            Y poniéndose en pie, declaró, mirando a su hermano con mayor estima ahora.



-No desperdiciaré mi oportunidad ahora que la chica se ha convertido en servidora del cristal oscuro. Partiré para la Tierra y construiré una puerta oscura con ayuda de la Dama Negra. - Y tras acariciar algunos mechones de pelo y la frente de su contertulio con afecto, le encomendó.- Mira Zafiro, tú cuida de la reacción de la caldera para que la energía del cristal oscuro siga amplificándose hasta que se abra la puerta.



            El muchacho asintió, levemente musitando.



-Diamante…

-¿Entendido?- Quiso saber éste.-

-Sí.- Afirmó dócilmente su hermano menor.-



            Zafiro se retiró hacia la caldera, casi como si estuviera hipnotizado, aunque juraría que Diamante no había usado tal poder contra él. En realidad, ambos hermanos se querían y él estaba dispuesto a seguirle solamente por eso.



-Tengo que ayudarle. Ya investigaré al Sabio después.- Pensó.-



            La resistencia entre tanto intentaba poner en práctica su plan. A pesar de todo Cinabrio ordenó que se dividieran en grupos para intentar acceder al palacio.



-Si pudiéramos controlar la fuente de energía que alimenta Némesis, podríamos anular los planes de Diamante.- Comentó a su hermana que le acompañaba.- Espero que todo saldrá bien.

-¿Cuánto queda para el punto de encuentro?- Le preguntó la muchacha.-

-Apenas unos veinte minutos.- Le dijo él.-



            Avanzaban a pie, con trajes espaciales dado que tuvieron que salir por fuera de las zonas con soporte vital. Acorde a lo que le dijo su hermano, deberían entrar cerca de un acceso de palacio que estaría poco custodiado.



-Talco me aseguró que ya nadie entraba por ahí.- Le desveló Cinabrio.-

-¿Confías en él?- Inquirió Lazulita.-

-Pronto podré responderte a eso.- Se sonrió su hermano.-



            Por su parte, el grupo de Cobre y Perla usaron una vía convencional. El propio Talco les acompañaba conduciendo el deslizador en el que iban.



-Ojalá que la Dama Turmalina se recupere.- Deseó Cobre.-

-La hemos dejado con algunas buenas personas, partidarias de nuestro movimiento, cuidarán bien de ella.- Afirmó Perla.-



            El vehículo llegó al fin hasta un acceso secundario al palacio. Allí se detuvo. Talco les pidió.



-Esperadme aquí. No sé cómo podría estar la situación. Iré a ver al príncipe Diamante con algún pretexto. Si sigue aquí supongo que me recibirá. En tal caso, poneos a cubierto, y si me es posible, os indicaré cuándo y cómo podéis entrar. Pero si las cosas se complicasen lo más mínimo, marchaos.



            Lo habían acordado antes de salir, Talco llevaba un intercomunicador que les permitiría escuchar lo que hablase.



-¿Pero qué le sucederá a usted?- Inquirió Cobre con algo de inquietud.-

-Nada, no temas. – Sonrió afablemente su contertulio.-



            De modo que el noble se dirigió hacia la entrada principal y enseguida fue abordado por un centinela droido.



-Comunica al príncipe Diamante que humildemente solicito una audiencia con él. Tengo asuntos importantes de los que informarle.

-Nuestro príncipe no se encuentra en palacio.- Fue la contestación.-

-En tal caso, quisiera ver al Infante Zafiro.- Le pidió Talco.-

-Está ocupado revisando la caldera. Por orden directa del príncipe.- Repuso el guardia.-

-Pues dile que deseo hablar con él. Es importante. Te aseguro que no rehusará verme y no le haré perder mucho tiempo.- Afirmó el noble.- O de lo contrario, avisa al Sabio.

-El consejero Real tampoco se encuentra aquí en estos momentos.- Le informó su interlocutor.-



            Eso sí que no lo esperaba. Mucho mejor. Podría ser capaz de ver al Infante sin la interrupción o el control de ese individuo.



-Se pues tan amable de pedir audiencia en mi nombre para ver al príncipe Zafiro.- Insistió, reforzando su solicitud al declarar aunque eso hiciera mucho tiempo ya que apenas significase nada.- Soy miembro del Consejo.

-Aguardad aquí.- Le indicó ese centinela.-



            Al poco comunicó aquello por un transmisor a otro droido que fue el encargado de avisar a Zafiro.



-¿El noble Talco desea verme a mí?- Se extrañó el joven.-

-Así es, Alteza. En ausencia del príncipe Diamante sois el regente de Némesis. – Respondió aquel androide.-

-Muy bien. Ahora mismo voy, dile que acuda al salón de recepciones.- Le indicó el Infante a su sirviente artificial.-



            Así quedó convenido. En ese momento, Cinabrio y Lazulita llegaban al punto acordado. Pero no había nadie allí.



-¿Dónde están todos?- Quiso saber la joven.-

-Paciencia, pronto llegarán.- Le aseguró su hermano.-



            Pero el tiempo pasaba y nadie venía. Lazulita comenzaba a inquietarse.



-¿Les habrá pasado algo?- Comentó.

-No. Tranquila.- La calmó Cinabrio.-



            Aunque al fin alguien vino. Un grupo de individuos se aproximaban. Provistos de trajes espaciales como ellos. El líder le indicó a su hermana.



-Adelante…



            Ella le siguió, los dos pudieron entrar por esa zona apenas transitada y quitarse los trajes nada más cerraron y se presurizó en lugar.



-Este pasadizo debe de ser de los tiempos del rey Corindón.- Comentó la chica.-

-Supongo que sí.- Convino él.-



            Aquellas figuras que les seguían todavía iban provistos de trajes. Lazulita se extrañó.



-¿Por qué no se los quitan? Ya estamos a salvo.

-Supongo que no se habrán percatado. Ahora, en cuanto accedamos al interior del palacio, se lo diré.- Repuso despreocupadamente su hermano.-



            Y abriendo otra especie de compuerta pudieron pasar al interior de una habitación, ya en el interior del edificio. Al entrar, Cinabrio fue a conectar algunas luces, pero entonces descubrió que varios droidos guardianes estaban allí, esperándoles.



-¡Quedáis detenidos en nombre del príncipe Diamante, acusados de traición!- Dijo uno.- Quitaos esos trajes.- Ordenó a aquellos que todavía no lo habían hecho.-



            Sin embargo, esos individuos no acataban las órdenes. Otro droido les advirtió.



-Obedeced o abriremos fuego.



            Pero siguieron sin recibir respuesta. Al momento y cumpliendo su amenaza aquellos androides dispararon eliminando a dos de esos tipos. Lazulita no se inmutó y Cinabrio aprovechó para sacar un arma y atacar a su vez a un droido al que alcanzó, dejándole inutilizado. El resto por desgracia para él reaccionó enseguida apuntándole. Entonces la voz de su hermana les detuvo.



-Esperad. ¡El Sabio le quiere vivo!



            El líder de los rebeldes la miró con gesto de sorpresa. Ella se sonrió levemente para admitir.



-Os llevo vigilando desde hace ya mucho tiempo.

-¿Siendo mi propia hermana? – Inquirió su interlocutor.-

-El Hombre Sabio me mostró vuestros verdaderos objetivos. Queréis destruir nuestro mundo, sois enviados de Endimión y de Serenity.- Le acusó, añadiendo con amargura y reproche.- Yo nunca te he importado, dejaste que me torturasen y te dio igual.



            Ahora los peores temores de Cinabrio se confirmaban. Su hermana Lazulita fue detenida también cuando le atraparon a él, y mientras Rubeus le daba aquella paliza que aún recordaba, ¡quién sabe qué atrocidades le habría estado haciendo aquel encapuchado a ella! Al principio no quiso creerlo, pero al conocer el estado de la duquesa de Turquesa no tuvo más remedio que rendirse a la evidencia. Seguramente que ese maldito encapuchado le habría lavado el cerebro a Lazulita.

-Eso no es verdad.- Repuso él.-

-¡Mientes!, pero ahora confesarás la verdad. Cuando el Amo regrese él se ocupará de ti. Y no podrás engañarle. – Afirmó la chica con tono airado.-



            Cinabrio suspiró, asintió entonces y repuso con resignación.



-Bueno, eso es algo que nunca podremos saber…



            Y subrayando sus palabras una potente llamarada destruyó a dos de los androides que le estaban apuntando. Al mismo tiempo un par de rayos de energía se ocuparon de eliminar a los dos restantes que quedaban. La perpleja Lazulita vio como una mujer enfundada en un extraño uniforme, en el que destacaba un gran lazo rojo en el pecho y una mini falda, entraba en la sala acompañada de..



-¡Perla, Cobre!- Exclamó la muchacha sin poderlo creer, mirando entonces hacia aquellos cuerpos caídos enfundados en trajes espaciales.-



            Su hermano se aproximó a uno de esos individuos que yacían allí tumbados y le quitó la escafandra que llevaba. Para sorpresa de Lazulita, esta vio que se trataba de un viejo modelo de droido doméstico.



-Por desgracia, tus sospechas se confirmaron, Sailor Némesis.- Le comentó él a esa mujer tan extrañamente ataviada.-



            Esta no tardó en sujetar y reducir a Lazulita quien no tuvo tiempo ni de empuñar un arma que tenía oculta bajo su ropa. Una vez la ataron, Cinabrio le comentó con tono entre apesadumbrado y severo.



-En cuanto dijiste aquello de que Diamante había atrapado a Serenity te traicionaste. Ninguno de nosotros tenía conocimiento de eso. Únicamente quien hubiera estado allí, o en contacto con el príncipe, su hermano o el Sabio, podían saberlo.

-El Amo Hombre Sabio me ha estado informando. Él conoce vuestras verdaderas intenciones.- Admitió la joven intentando revolverse.-



            Aunque fue sujetada por Perla y por Cobre mientras Sailor Némesis tomaba el relevo en la explicación, declarando.



-Talco fue a hablar con Zafiro, le ha estado contando algunas cosas. El príncipe desde luego no te conocía Lazulita, y menos aún su hermano Diamante. Por eso, concluimos de inmediato que eras una espía del consejero.

-Sí, tratando siempre de que no atacásemos el palacio. – La recriminó Cobre.- Con la excusa de que estuviera bien defendido. En realidad apenas hay nadie salvo unos droidos.

-Mi maestro ya estará aquí de vuelta. En cuanto sepa que estáis dentro, os mandará eliminar.- Les amenazó ella.-

-No va a tener ese placer.- Repuso la sailor.-



            Perla colocó entonces un paño empapado en narcótico sobre la boca y nariz de Lazulita, esta trató de resistirse pero quedó inconsciente de inmediato. Una vez desmayada su propio hermano la tomó en brazos observándola consternado.



-No debes sentirte mal. -Le dijo Magnetita, animándole.- Cuando hablamos antes de que salierais te avisé que tu hermana estaría a buen seguro controlada por ese encapuchado. Tendremos que encerrarla por ahora.

-¿Y qué haremos después?- Quiso saber el consternado líder de los rebeldes.-

-Cuando derrotemos a ese Sabio su control sobre ella desaparecerá. No temas. Lo lograremos.- Afirmó la sailor.-



            Perla asintió afirmando con tono esperanzado.



-Ahora tendremos al príncipe Zafiro de nuestro lado. Talco le contó todo y nosotros, después de aguardar un momento, pudimos entrar gracias a que el mismo Infante nos franqueó el paso. Luego nos dijo que él se encargaría del Sabio y de contarle a Diamante la verdad.

-Sí, nos comentó que su hermano se haya también bajo la influencia de ese monstruo.- Intervino Cobre.-

-Debemos irnos ya.- Les indicó Sailor Némesis.- Salid fuera y abordad el deslizador de Talco. Os espera.

-Pero. ¿Y la misión?- Inquirió Cinabrio.-

-Zafiro va a desactivar el cristal negro que regula la Caldera. Dejará un sistema de alimentación secundario para el planeta.- Le contó Perla.- Al menos eso nos contó a nosotros.

-¿Confiáis en él?- Quiso saber su líder.-          



            Némesis asintió. La Guerrera esbozó una leve sonrisa y desveló.



-También yo pude intercambiar unas palabras con él. En mi identidad como Lady Magnetita. Le expliqué que, tanto su madre, como su padre y su abuela, lucharon contra este mismo mal. Me prometió acabar con esto de una vez por todas.



            De modo que sin pérdida de tiempo todos salieron de allí. Fiel a la palabra que le dio a la sailor, Talco aguardaba fuera con su deslizador. Por suerte era un vehículo grande y pudieron entrar todos en él. Aunque Magnetita se quedó fuera.



-¡Vamos! Hay sitio.- Le dijo Cinabrio.-



            Aunque esta movió lentamente la cabeza, volvió a sonreír y portando su antorcha en llamas, le respondió.



-Queda muy poco para la batalla final. Y esa habrá de librarse en otro tiempo. No te preocupes Cinabrio, estaremos en contacto, pero yo debo permanecer aquí para terminar el trabajo que mi reina ha de comenzar. O mejor dicho, comenzó hace mil años, derrotando a ese malvado encapuchado y a su Amo. El Fantasma de la Muerte.



            El resto la miró sin comprender. Aunque Sailor Némesis sonrió más ampliamente ahora y les aseguró.



-Ya lo entenderéis. Ahora buscad un lugar en el que estéis a salvo. Si todo va bien pronto nos veremos…



            Perla pareció querer preguntarle algo, tenía una expresión de temor, aunque no le dio tiempo. Cinabrio cerró con decisión la carlinga del vehículo y Talco arrancó sin tardanza. Enseguida se perdieron por una de las rutas de salida del palacio.



-Ahora, Majestad. Todo está en vuestras manos.- Pensó la joven guerrera mientras les veía alejarse.-



            Y entre tanto, el Infante Zafiro todavía estaba conmocionado por aquellas revelaciones. Todo cobraba sentido. Estando a punto de ir al cuarto de calderas vio aproximarse al noble Talco. El anciano, sin reparar en saludos protocolarios, le hizo una seña…



-Alteza, por favor, venid. Es muy urgente.

-¿Qué es lo que sucede?- Inquirió él.-



            Tuvo que pasar a una habitación anexa para que ese hombre le contase aquello. Al fin, Talco remachó.



-Y todo eso sucedió por culpa del Sabio. Siempre ha estado utilizándonos. Mató a vuestro padre, a vuestra madre y, antes que él, sus diabólicos hermanos acabaron con otros antepasados vuestros.

-Pero. ¿Es cierto eso que me decís?- Exclamó el perplejo joven.-



            Su pregunta quedó sin respuesta, al menos durante unos instantes, Talco había conectado con alguien en el exterior.



-Chicos, entrad en el palacio por el pasaje de servicio.- Les indicó.- Son esos dos jóvenes que ya conocéis, Alteza.- Le explicó a su interlocutor.-



            En un primer momento Zafiro no caía en quienes eran, aunque no tardó en verlos llegar. Perla y Cobre hicieron una leve y torpe reverencia, aunque el Infante enseguida les excusó.



-No hay tiempo para eso ahora. Decidme. ¿Qué pruebas tenéis?- Interrogó al noble.- Necesito evidencias de peso.

-Señor, hay alguien aquí que puede aportároslas.- Contestó el interpelado.-

-¿De quién se trata?- Inquirió Zafiro mirando alternativamente a esos dos jovencitos.-



            No obstante, los dos le devolvieron la mirada con gesto desconcertado. Eso desencantó a Zafiro. Empero, una voz de mujer logró atraer su atención, salía de un extremo de la sala.



-El noble Talco se refiere a mí, Señor.



            Al girarse Zafiro quiso distinguir de quién se trataba, pero en esa parte de la habitación había una penumbra que velaba los rasgos de esa individua quien lucía un largo vestido de color blanco.



-¿Quién sois?- Preguntó el sorprendido Infante.-

-Alguien que vivió aquí hace mucho tiempo, y que conoce sobradamente todos los pasajes secretos que guarda este palacio. Si tomáis este por el que he venido, llegaréis sin ser visto a los aposentos privados del Sabio. Allí tendréis las pruebas que pedís. Él mismo os las brindará. Podéis creerme.

           

            Aunque el joven miró hacia ella con escepticismo y enseguida objetó.



-¿Y cómo sé que no estáis tratando de engañarme? ¿Acaso debo confiar en vosotros?

-Alteza, en vuestro corazón sabéis en quién podéis confiar. Y nunca lo hicisteis en el Sabio, lo mismo que tampoco lo hizo vuestra madre.- Replicó ella con tono conciliador.- Os ruego que os apresuréis, antes de que ese ser maléfico lleve a la perdición a vuestro hermano y a todos los que viven en este planeta.



            Y aunque dudó durante unos segundos, finalmente Zafiro asintió. Antes de internarse por una puerta que acababa de abrirse cerca de esa mujer, les dijo a sus interlocutores.



-Me ocuparé personalmente de desenmascarar a ese maldito Sabio. Luego iré a detener la reacción de la Caldera que alimenta la ofensiva que estamos llevando a cabo en el pasado. No temáis, la desviaré a un conducto secundario para que nuestro mundo siga siendo habitable. Para eso tengo que hacerme con un chip que la controla.

-Si lo deseáis, nosotros podríamos ocuparnos de eso.- Le propuso Talco.-

-Será mejor que salgáis de aquí.- Sonrió Zafiro moviendo la cabeza.- Solamente yo tengo los códigos para entrar y podríais ser atacados por los droidos de guardia.

-Hablando de eso.- Intervino esa mujer.- Cinabrio nos necesita.- Tenemos que ir en su ayuda. No creo que el plan que hemos urdido vaya a engañar a Lazulita durante mucho más tiempo.



            Los demás asintieron no sin cierto pesar. Les habría gustado ayudar al Infante, aunque este se apresuró a despreocuparles.



-Tranquilos, es mejor que vaya yo solo. No levantaré sospechas. Id a cumplir con vuestra tarea.



            Y así fue como se separaron, tras desearse suerte. Entonces Zafiro recorrió ese pasaje que jamás había visto.



-Ahora mi hermano y esa tal Dama Negra han ido al pasado. Hemos desviado una cantidad enorme de energía oscura para crear un asentamiento allí. Espero que no sea tarde para remediarlo.- Se dijo con inquietud.-



Prosiguió su recorrido por aquel lugar y tal y como esa extraña le comentase accedió a unas habitaciones para él desconocidas. Allí, parapetado tras una columna que le cubría, pudo escuchar la voz del Sabio. Parecía estar hablando con alguien.



-Señor de la Nada, silencio, obedezco tus órdenes. El que controla el universo no es Diamante con sus irracionales sueños. Sino el Fantasma de la Muerte que posee un absoluto poder. Él es nuestro señor. El príncipe Diamante es un idiota que desconoce la fuerza del silencio y el poder caótico de la Nada. Yo creo en el poderoso y supremo Fantasma de la Muerte, y liberaré al universo de esas repugnantes cosas llamadas vida. ¡Qué es!- Exclamó de pronto, como si hubiera sentido la presencia de alguien.-



            Zafiro se apresuró a salir de allí. Caminando deprisa volvió sobre sus pasos por esa galería y tras salir por la estancia en la que había estado hablando con Talco y los otros, se dirigió sin pérdida de tiempo a la sala de calderas, pensando con una mezcla de horror, rabia y preocupación.



-¡Yo estaba seguro de esto!  Ese bastardo no solo no ayuda a Diamante, sino que además sabe cómo utilizarlo.



            No tardó en plantarse ante la puerta que abrió de inmediato. Ante él estaba el cristal de la caldera, brillando con una intensidad inusitada.



-Nunca había visto que la energía alcanzase este nivel. ¿Será este el trabajo del Hombre Sabio?- Se preguntó, diciéndose con apremio.- Tengo que hacer algo.



            A su mente volvían aquellas terribles cosas que le habían contado Talco y esa mujer. Ahora estaba claro que eran ciertas. No permitiría que esa especie de monstruo llevase a cabo su maléfico plan. Sin perder ni un instante activó la zona de mandos extrayendo el chip que controlaba la caldera y apagándola.



-Bueno.- Se dijo aliviado.- No puedo dejar que escape del todo a nuestro control.



            Aunque su satisfacción fue muy efímera. Oyó entonces la enojada voz del Sabio que le llamó.



-Zafiro.

-¡Hombre Sabio!- Se sobresaltó el joven, sin acertar a entender cómo aquel individuo podría haberle descubierto tan rápidamente.-

-Vuélvelo a conectar.- Le ordenó el encapuchado.-

¿Y por qué debo seguir tus órdenes?- Replicó envalentonado. – Hablaré con Diamante y decidiremos lo que debe hacerse.

-Es el Fantasma de la Muerte, gobernante del universo, de quien tú recibes las órdenes.- Le espetó su interlocutor encendiendo sus ojos como dos destellos de color blancuzco, a la par que le amenazaba.- Y si no cumples sus deseos puedes perder la vida.

-Tú ya habías mencionado ese nombre.- Repuso el muchacho, recordando más bien lo que Talco y esa mujer le contaron.- ¿Qué significa el Fantasma de la Muerte?

-Es el hacedor y hará que el universo se convierta en el centro del silencio y de la nada. Como fue un día.- Le dio por siniestra réplica su interlocutor, remachando.- Y acabará con toda repugnante vida, como la tuya.



            El tono amenazador y helado de esas palabras le hicieron temblar. ¿Quién era realmente ese individuo? Jamás le había visto el rostro, nunca le vio comer en su presencia. ¿Acaso no lo precisaba?...¿Estaría realmente vivo? Ahora, todos los extraños accidentes y muertes de otros nobles a lo largo de los años caían como una losa en la mente de Zafiro. ¿Qué era esa cosa que les había estado dirigiendo?



-¿Quién? ¿Quién eres tú de verdad?- Pudo balbucir el chico, sintiendo que le envolvía un pánico sobrenatural. –

-El tiempo lo dirá.- Sentenció aquel ser.-



Y sacando esos extraños brazos que refulgían de varios colores creó una esfera de energía entre las manos convirtiéndola en un chorro de energía con el que atacó a Zafiro. El joven apenas sí pudo cubrirse con un brazo, en tanto sentía su cuerpo arder.



-¡Ah! ¡Hombre Sabio, maldito!- Pudo gritar, intentando reunir sus escasas energías.-

-¡Jamás lo averiguarás porque vas a morir! - Aulló éste con sádico placer.-



            Tras chillar sobrepasado por el dolor, Zafiro pudo aun activar el chip que había sacado de la caldera. Por fortuna para él estaba programado en la misma frecuencia de la energía que emitía directa al pasado. De este modo pudo teletransportarse por el tejido espacio- temporal. No sabía a dónde iría, pero esa era la única posibilidad de seguir vivo que le quedaba. Por su parte, el Sabio le vio desaparecer y tras cesar su ataque escupió con desdén.



-¡Así aprenderás a no meter las narices donde no te llaman!



            Entre tanto, en el pasado, Diamante estaba sentado en su puesto de mando, en aquella especie de enorme edificio de cristales negros que había erigido en pleno centro del Tokio en el siglo veinte. Junto a él, sentada en uno de los brazos de su sillón, aquella extraña joven  afirmaba con un meloso tono de satisfacción.



-La puerta oscura será abierta a su debido tiempo.

-La reacción de la caldera está alcanzando su nivel más alto.- Convino él.- Mis deseos pronto se cumplirán.

-El mundo desaparecerá y habrá un inmenso cambio.- Pronosticó ella riéndose entre murmullos.-



            Diamante asintió, estaba realmente impresionado por aquella chica. Era casi increíble que se tratase de la Pequeña Dama. La hija de Serenity. Por momentos llegó a considerar que si la madre quedase fuera de su alcance, esa chica sería la perfecta candidata para ser su reina.



-Mi compañera perfecta, la única que entiende mis deseos y que hará mi voluntad sin titubear.- Reflexionó.-



            Y allí abajo, inadvertidas para la mirada de Diamante, muchas personas eran impelidas a guarecerse en refugios. Entre ellas, las cuatro hermanas Ayakashi, quienes vivían ahora como humanas corrientes del siglo veinte. Fue Kermesite quien advirtió a las otras al observar ese inmenso cristal negro.



-¿Habéis visto? Al parecer las cosas se han puesto muy serias. Ya no hay casi nadie por las calles. -

-Sí, lo mejor será darnos prisa por entrar al refugio. - Convino Karaberasu. –



Petz miraba hacia aquel gigantesco cristal preguntándose qué habría sucedido en el futuro. Asintió descuidadamente a las palabras de sus hermanas cuando algo captó su atención, una figura conocida iba arrastrando los pies y apoyándose contra la esquina de la calle de enfrente. Creyó reconocer a…



-¡Zafiro! - Pudo decir entre asombrada e incrédula. –



            El muchacho era precisamente quién, trastabillándose, intentaba apoyarse en las paredes para seguir caminando. Estaba muy malherido y apenas sí tenía fuerzas.



-Di… Diamante.- Musitaba.- ¡Cuidado! - Fue capaz de decir, tras apoyarse en un árbol y caer finalmente al suelo en donde, a punto de perder el sentido, musitó.- El Hombre Sabio…acabará contigo…



Por su parte Petzite no lo dudó. Supo de inmediato de quién se trataba. Las demás no parecieron haber visto bien a ese individuo, pero su hermana corrió repentinamente cruzando la calle. Tomadas por sorpresa la llamaron en vano, finalmente todas fueron tras de Petz.  Cuando la alcanzaron ella estaba arrodillada sosteniendo la cabeza de un hombre que parecía estar herido. Para conmoción de todas reconocieron a Zafiro, el hermano menor del príncipe Diamante. Estaba sin sentido.



-Chicas ayudadme, tenemos que llevarle a casa. - Les pidió Petz. -

-Pero, debemos ir al refugio, - opuso Bertie. -

-¡Por favor! Kalie, Bertie, Cooan. - Les suplicó su hermana interpelándolas por los nombres que habían adoptado para vivir en el siglo veinte. Eso las dejó atónitas, implorar de esa forma era algo que jamás la habían visto hacer. Sobre todo cuando Petz añadió con visible gesto de sufrimiento y temor en su voz. - Morirá si le dejamos aquí. Os lo ruego, ¡ayudadme!



Sin pensarlo ya dos veces Beruche asintió, tanto ella como Karaberasu y Cooan se aprestaron para tratar de transportar a Zafiro junto con Petz. Pesaba bastante pero entre las cuatro lograron levantarlo pasando los brazos del muchacho por los hombros de las dos mayores. Por fortuna su casa no estaba lejos. Cooan y Bertie las iban relevando cuando se cansaban. Pudieron subirle al ascensor sin problemas. Entraron con él a cuestas en el apartamento y finalmente le metieron en el dormitorio de su hermana mayor. Entre todas le curaron las heridas de la mejor forma que pudieron y le acostaron.



-No podemos hacer más por ahora.- Suspiró Bertie.-

-Dejémosle dormir a ver como se despierta. – Les sugirió Cooan.-



Las chicas así lo hicieron. Petz preparó algo de comer en tanto Karaberasu le decía con palpable desasosiego.



-¿Qué podemos hacer? No tiene buen aspecto.

-Solo necesita descansar. - Afirmó tajantemente su hermana mayor. –

-Pero. ¿Qué sucederá cuando se despierte? – Inquirió Bertie con visible temor en el rostro sin poder evitar expresar sus miedos en voz alta. – Quizás haya venido a castigarnos por haber traicionado al príncipe Diamante.

-Sí. Para él debemos de ser únicamente unas desertoras. No sabe la razón por la que lo que hemos hecho. – Añadió Cooan, también visiblemente inquietada.-

-No os preocupéis. Yo hablaré con él y se lo explicaré todo. Zafiro siempre fue comprensivo y amable. Lo entenderá.- Las tranquilizó Petz.-



Sus interlocutoras se miraron atónitas, al menos las pequeñas. ¿Desde cuándo había dejado Petz de odiar a los hombres? Jamás había hablado bien de ninguno. Su hermana mayor las observó con una débil sonrisa. Dándose cuenta de aquello y comprendiéndolas. Claro. ¿Qué podían saber ellas de su vida íntima?



-Voy a ver qué tal se encuentra. - Les comentó Petz con tono amable y suave, a la vez que en una bandeja ponía un plato de sopa y algo de pan. -



La muchacha entró en la habitación. Justamente parecía que él se había despertado tras haber tenido quizás alguna pesadilla. Al poco el Infante se percató de que estaba en una estancia que no conocía. Pero su sorpresa fue manifiesta al verla a ella. Y es que Zafiro se había incorporado bruscamente de la cama en la que estaba. Desconcertado al principio, todavía repasaba lo sucedido. Había tenido un extraño sueño, aparecían su hermano y  él, siendo casi unos críos en un desolado páramo.



-¡Mira, una flor!- Exclamaba el pequeño Zafiro al ver ese único vestigio de vida en medio de la total negrura.-

-¡Sí, una flor! - Sonreía Diamante con el mismo contento.-

- Aquí hay pocas.- Afirmaba él de niño.-

-Sí, tenemos muy pocas flores, Némesis es un planeta muy árido.- Declaraba con pesar su hermano mayor, animando su tono al poco tiempo para aseverar.- Pero algún día invadiré la Tierra de la que fuimos expulsados y tendremos todas las flores que queramos.

-¡Sí, tu podrás hacerlo, de eso estoy seguro! - Exclamaba entusiásticamente esa infantil versión de sí mismo.-



            Aunque la sonrisa de su hermano al escucharle quedó borrada cuando de fondo se oyó la voz del Sabio que le llamaba.



-Es hora de irnos, príncipe.



            Ahora Diamante aparecía una vez más como adulto, lo mismo que el propio Zafiro quien trataba a gritos de advertirle.



-¡Hombre Sabio!,¡Niisan!, te digo que no deberías confiar en el Hombre Sabio, ¡Diamante, Niisan! – Aullaba con impotencia y angustia viendo como su hermano mayor se alejaba de su alcance junto con la imagen de aquel encapuchado, dejándole a él rodeado por una total oscuridad. -



            Ahora, tras incorporarse y encontrarse vendado casi por todo el cuerpo, el debilitado joven apenas fue capaz de musitar.



-¿Dónde estoy?

-¿Ya te has despertado?- Quiso saber una voz suave de mujer, mostrando la preocupación en su rostro. - ¿Cómo estás?

-¡Petzite!- Pudo exclamar él con voz aun débil en cuanto la reconoció.- ¿Dónde estoy?

-En mi dormitorio. - Le susurró su interlocutora, dejando la bandeja en una mesita y acercando una silla para sentarse a su lado.-

-Entiendo.- Susurró él.- Recuerdo que tú has estado viviendo en este mundo desde que nos traicionaste.

-Sí.- Admitió ella. - Y estoy lista para ser castigada, pero te pido que perdones a mis hermanas, ¡por favor! -Le suplicó la chica dejando translucir algo de su velada angustia, en tanto se llevaba una de sus manos al pecho.- Castígame solo a mí. Yo soy la mayor y la responsable.

-No te preocupes. - Sonrió él sin darle ninguna importancia a aquello para afirmar. - No he venido a actuar de ejecutor.



            Entre tanto, incapaces de contener su curiosidad e inquietud, Cooan y Bertie se asomaron entreabriendo la puerta. Al poco cerraron con la mayor suavidad que pudieron y se reunieron con su otra hermana. Fue la perpleja Cooan quien quiso saber.



-¿Desde cuándo ha dejado Petzite de odiar a los hombres?

-Creo que lo mejor será que huyamos.- Intervino una intranquila Bertie.- Antes de que él termine con todas nosotras.



            Era natural que propusiera aquello, ahora sentían un miedo atroz a las represalias. Si bien pudieron librarse de Rubeus y este desapareció de sus vidas, el resto de la familia o cualquier droida podría fácilmente eliminarlas. Sin sus poderes de antaño estaban por completo indefensas y únicamente podían contar con Sailor Moon y las otras. Aquellas chicas, lejos de ser sus enemigas, demostraron ser buenas personas. Su madre y su abuela tenían razón. Igual que la reina Amatista. El mal no estaba en la Tierra sino en el mismo Némesis. Y era nada menos que el infante Zafiro el que había ido a buscarlas…y pese a que estaba muy malherido no se fiaban…aunque Kalie, muy reflexiva e incluso con tono extrañamente apagado para lo que solía, declaró.



-Creo que no nos pasará nada.

-¿Qué?- Exclamaron sus hermanas menores a un tiempo.-

-¿Por qué no nos vamos y los dejamos a los dos solos?- Le propuso Karaberasu.-

-¿Eso nos aconsejas?- Inquirió una atónita Bertie.-  



            Su interlocutora abrió sus ojos que casi hacían aguas recordando. Ella era la única que sabía lo que eso significaba para su hermana mayor. Así, les desveló a las otras.



-Petzite siempre ha estado enamorada de Zafiro…



            Y mientras tanto, en su cuartel general, Diamante se levantaba con brusquedad al recibir el informe del Sabio quien había acudido en persona a contarle lo ocurrido. Un incrédulo príncipe apenas pudo preguntar elevando el tono.



-¿Qué dices?

-Zafiro se volvió loco. Sacó el chip de la reacción de la caldera para desconcertarla. Zafiro el traidor, escapó al mundo. ¡Acabad con él y recuperad el chip de control!.- Sentenció con tono imperioso.-



            Estaba tan impactado tras oír aquello que Diamante ni reparó en la insolencia del Sabio al atreverse a darle órdenes. Únicamente era capaz de inquirir, lleno de estupor.



-¿Por qué? No puede ser cierto lo que me dices.

-Lo es.- Aseveró su contertulio.- ¿Es que estás pensando en abandonar nuestros planes de invadir la Tierra?- Espetó con patente indignación.-



            Diamante no respondía, aunque fue la Dama Negra quien tomó la palabra dirigiéndose a su Alteza con un tono más amable y conciliador.



-Príncipe, con tu permiso yo misma iré a recuperar ese chip.



            Y sin darle tiempo a contestar esa chica desapareció. El Sabio hizo lo propio, dejando a Diamante ahí, en pie, y lleno de consternada incredulidad, diciendo en voz alta.



-Zafiro traidor, no puede ser…



            Entre tanto, su hermano recibía un poco de esa sopa que Petz le había preparado.



- Aquí tienes.- Le ofreció ella alargándole el plato.-

- Gracias. Pero dime.- Quiso saber ahora él con patente curiosidad - ¿Cómo has podido sobrevivir aquí?

-Tengo a mis hermanas, y ellas me tienen a mí. Nos cuidamos mutuamente. Lo cierto es que hemos descubierto que este mundo es maravilloso. Quizás la vida aquí comparada con Némesis y sus facilidades es mucho más difícil. Pero nos hemos dado cuenta de cuánto valen el amor y la confianza.  Es tal y como todo era en nuestro mundo cuando todavía era libre de la influencia del mal.



Su interlocutor escuchó atentamente la historia que le contó aquella mujer que parecía totalmente cambiada y así se lo reconoció él con patente admiración.



-Estás tan diferente. Pareces otra mujer. Y debo decirte que me gusta mucho este cambio tuyo.- Halagó él en tanto Petz le acercaba la bandeja con la sopa, cosa que Zafiro agradeció. -

-Gracias, - sonrió ampliamente la muchacha, ruborizándose incluso para añadir. - Fueron Sailor Moon y unas amigas las que nos enseñaron que se puede vivir plenamente y amar. Entregarse a los demás y confiar, sin temores y sin odios.

-Entonces hemos estado equivocados desde el principio.- Musitó el muchacho con amargura agregando con patente temor. - Ese maldito Hombre Sabio nos llenó la mente de mentiras y deseos de venganza y quizás ya sea tarde. ¡Debo hacer algo y rápido!



Y así confirmaba plenamente lo que otros le habían advertido. Desde el principio ese canalla les había envenenado el alma. Ahora constataba aquello simplemente con observar el cambio que se había producido en Petzite. Aquella era la chica que  él recordaba cuando llegó a la Corte con sus hermanas. Abnegada, buena y  preocupándose por las otras. Además de tener mucha estima a la reina Amatista.



-Mi madre siempre dijo que esta chica y sus hermanas eran buenas personas.- Meditó.- Lo mismo que lo fue Esmeralda, y otros muchos que acabaron corrompidos por la ponzoña de ese maldito encapuchado.- Pensó alarmado y pasando a mostrarse decidido al prometerse.- No puedo permitir que Diamante sufra el mismo destino…



Y viendo la cara de preocupación de Petz, Zafiro le contó un breve resumen de lo sucedido, remachando a continuación.



-Tengo que ver a mi hermano y contarle lo que está pasando. ¡Está en peligro!

-Tú eres el de siempre. - Se lamentó ella. - Sólo piensas en el príncipe Diamante.

-Debo levantarme y salir. – Pudo replicar el chico.- Dame mi chaqueta. Tengo que ir a decirle cual es el verdadero propósito del Hombre Sabio.

-No.- Se negó la joven.-



Y Zafiro se esforzó tratando de ponerse en pie pero cayendo sobre el lecho presa de la debilidad. Volvió a tratar de levantarse, esta vez con éxito. No obstante, cuando estaba a punto de trastabillarse de nuevo, Petz le sujetó abrazándose a él.



-¡No!, ¡debes seguir en la cama, estás muy débil!- Pudo oponer ella con creciente alarma. -

-Tengo que advertir a Diamante… - Repetía obsesivamente él.-

-¡No! – Chillo Petz entre lágrimas, cosa que dejó atónito a Zafiro, más cuando ella añadió llorosa.-Estás malherido. Si vas a ver al príncipe Diamante puedes morir, y yo no soportaría que algo te ocurriera. Si llegaras a  perder la vida, ahora que te he vuelto a ver…

-Escúchame. Tengo que hacerlo. – Le pidió cariñosamente él, realmente conmovido por los sentimientos de aquella muchacha. -



Era una extraña sensación para Petz. En los ojos del Infante se notaba que podía percibir la preocupación y el cariño que ella le mostraba. Hacía mucho tiempo que no debía de sentir nada parecido. Zafiro la tomó suavemente de los hombros y le dijo con voz amable y llena de afecto.



- Tengo que hacerlo. Si tú supieras que tus hermanas estuvieran en grave peligro y que algo terrible amenazase su seguridad, también tratarías de ayudarlas. ¿No es así?



La compungida chica no tuvo más remedio que asentir en tanto las lágrimas le caían profusamente rodando por sus mejillas. Zafiro se enderezó añadiendo con sentimiento y dulzura.



-Diamante es mi único y querido hermano. No me lo perdonaría a mí mismo si le sucediera algo. Lo comprendes, ¿verdad?



Petz trató de decir algo, pensaba en tantas cosas a la vez que su capacidad de hablar se bloqueaba. ¿Cómo decirle lo mucho que le amaba? Que jamás pudo olvidarle y que desde que renació a esa nueva vida siempre pensaba en él, lamentando que su amor fuese imposible por inalcanzable. ¡Y ahora le tenía ahí, al fin en sus brazos!, y sin embargo de un modo tan efímero. De hecho, estaba a punto de perderle otra vez. También pensaba en su familia. ¿Qué les habría sucedido a sus padres? Ella y sus hermanas les dejaron allá en Némesis, en el futuro, sin poder despedirse, totalmente dominadas por esa oscuridad que veló sus mejores sentimientos. Pero no tuvo oportunidad de pronunciar palabra, él posó un dedo sobre sus labios para añadir con tono de promesa.



-No te preocupes. Iré con cuidado. Y cuando haya hablado con él regresaré aquí otra vez. Te dejaré mi chaqueta hasta que vuelva. – Señaló hacia una pared donde su americana de color azul marino reposaba colgada en una percha. –



            Y tras tomar prestada una camisa de ella el muchacho se alejó, dedicándole la mejor de sus sonrisas. Asimismo sonrió reconocidamente a las demás cuando éstas le vieron salir del apartamento. Zafiro descendió por un primitivo ascensor hasta llegar a la calle. Por un instante era como si todos los dolores que sufría y su agotamiento se hubieran desvanecido. Y la razón era ella. ¡Ahora podía darse cuenta! Volver a verla le había alegrado el corazón. Por primera vez en muchísimo tiempo había sentido esperanza. Quizás estuviera condenado después de todo. Empero, ahora al menos, tenía la certeza de que estaba enamorado de Petzite, de que siempre lo estuvo, pero esas fastidiosas tareas en la caldera, y aquella corrupción que el Sabio extendió sobre ellos se interpusieron entre ambos. Caminaba trastabillándose en tanto meditaba sobre eso.



-Si consigo retornar no lo dudes, mi querida Petzite. Quiero quedarme contigo en este siglo veinte y vivir en paz.- Se prometió.-



            Por el contrario, su amada estaba llorando abrazada a esa chaqueta, en tanto sus hermanas se dirigían a ella mirándola llenas de pesar e impotencia.



-Petzite. ¿Por qué le dejaste ir estando herido? ¡No podrá luchar!- Le preguntó suavemente, más que recriminárselo, la perpleja Cooan.-

-¿Por qué no vamos tras de él? Y entre todas...- Se atrevió a sugerir tímidamente Bertie.-

-¿De qué forma íbamos a poder ayudarle?- Replicó Karaberasu esgrimiendo la dura realidad, para recordarles a las otras.- Ya no somos lo que éramos. Seríamos una carga para él. Lo único que podemos hacer, es esperar. - Concluyó con pesar escuchando al igual que las demás los sollozos de Petz que seguía asomada al balcón de la terraza.-



            Debían rendirse a la evidencia. Su purificación por medio del Cristal de Plata que Sailor Moon poseía limpió su aura de maldad y su energía negativa, pero también las hizo perder todos los dones sobrenaturales que habían adquirido gracias a ella. Ahora eran sencillamente unas humanas comunes y corrientes, sin ningún tipo de habilidad especial. Nada podían hacer por él. Aunque una idea surgió en la mente de Cooan. No dudó ni por un instante, bajó con rapidez a una cercana cabina y marcó el teléfono de su amiga.



-¡Por favor, ayúdanos!...- Le suplicó cuando Usagi descolgó y la nombró tras reconocerla. –



            Zafiro seguía entre tanto vagando por las calles, apoyándose como podía en las paredes para no caer. Pasados esos momentos de ensoñación y de alegría por reunirse con Petz, el dolor y su debilidad volvían a hacerse muy patentes. Al fin llegó cerca de aquel enorme cristal oscuro. Pero antes de poder aproximarse más, una risa de mujer joven que resonaba burlona, se hizo oír. Enseguida vio aparecer a su dueña.



-Debo darte las gracias por ahorrarme la molestia de ir en tu busca.- Le dijo ella.-

-¡Quítate de mi camino, Dama Negra!- Le ordenó él al reconocerla.- Hay algo que tengo que decirle a Diamante.

-¿De verdad?- Se sonrió la chica, agregando sin ningún tipo de consideración.- Pues antes de que le veas, ¡vas a morir!



            Y preparó aquella extraña esfera en forma de gato que tenía para atacar. Zafiro ya estaba preparándose para recibir esa acometida cuando una voz de chica joven detuvo a la Dama Negra en seco.



-¡Alto!

-¡Sailor Moon!- Exclamó él al reconocerla.-

-¡Ja!…¡Sailor Moon!- Repitió la Dama Negra con desdén. –

-Escucha Chibiusa, - Le pidió la recién llegada quien estaba escoltada por más guerreras.- No le hagas ningún daño a ese hombre.



            Eso dejó asombrado a Zafiro. ¿No era esa acaso la jurada enemiga de su mundo y su familia?



-¿Qué?- Pudo decir él.-

-A ti te han engañado, Chibiusa.- Afirmó la guerrera de la Luna.- ¿Por qué no quieres escucharme?

-Te equivocas.- Replicó su interlocutora.- Nadie me ha engañado, hago solo lo que quiero hacer, Sailor Moon.

-Por favor. ¡Despierta!- Le rogó la guerrera una vez más.-



            Pero insensible a esa petición, La Dama Negra lanzó aquella esfera con forma de cabeza de gato al suelo gritando.



-¡Luna P, cambio!



            Y volvió hacia ella rebotando al tiempo que se transformaba en un espejo, con el emblema de la Luna Negra grabado en él. Enfocándolo hacia aquel enorme cristal oscuro, extrajo parte de su energía que redirigió contra las guerreras. Estas apenas fueron capaces de apartarse para esquivar ese ataque. Contratacaron al momento, aunque sus esfuerzos eran vanos. Apenas sí podían distraer a su enemiga.



-¡Pero tú!- Quiso decir el Infante.-

-Vamos, Zafiro.- Le indicó una guerrera de larga cabellera morena.-Date prisa y ve en busca de Diamante.

-¿Por qué?, ¿por qué me ayudáis?- Pudo al fin preguntar.-

-La verdad es que no lo sé.- Respondió otra guerrera, bastante más alta que su compañera y de cabellos castaños recogidos en una coleta.- Pero Cooan y sus hermanas nos pidieron que lo hiciéramos.

-¿Hablas en serio?- Inquirió el muchacho, incluso admitiendo.- Entonces puede ser una trampa.

-Ya lo sabemos, pero eso es algo a lo que tendremos que enfrentarnos cuando llegue.- Contestó afablemente esa chica de pelo oscuro, añadiendo.- También puede no serlo.

-A nosotras nos gusta confiar en la gente. Aunque sean enemigos. Especialmente a Sailor Moon.- Comentó esa chica alta, mirándole con simpatía e incluso guiñándole un ojo con total complicidad.-



            Zafiro estaba perplejo. ¿Así que esas eran las famosas princesas guardianas del futuro? ¿Cómo pudo Diamante creer que eran enemigas suyas? Era cierto lo que Talco le contó. Aquello que el pobre conde de Ayakashi descubrió, que el Sabio les había envenenado con la energía oscura para que desconfiaran de cualquiera. Aunque no tuvo demasiado tiempo para meditar sobre eso. La Dama Negra estaba lanzando energía en grandes cantidades y algunas guerreras fueron presa de uno de sus devastadores ataques.



-Id a salvarlas a ellas.- Les pidió Zafiro a esas dos que le protegían.- Yo estaré bien aquí.

-Pero tú.- Apenas pudo oponer la concernida guerrera del uniforme con tonos rojos y el largo cabello negro.-

-No te preocupes, yo estaré bien.- Insistió el chico,  fue entonces cuando mirando hacia el cielo le vio y esbozando una leve sonrisa, añadió.- Además debo ver a alguien. Bueno, gracias por todo.- Les dijo a sus esforzadas protectoras.-



            Y es que su hermano estaba flotando allí, a unos cuantos metros por encima de sus cabezas. Diamante no podía creerlo. Zafiro estaba siendo protegido por sus enemigas. Después de todo era verdad lo que el Sabio le dijo. Pese a todo se resistía a aceptarlo.



-Zafiro.- Le llamó para preguntarle entre atónito y dolido.- ¿Zafiro, por qué me has traicionado?

-¿Cómo me crees capaz de traicionarte a ti?- Replicó a su vez éste, desvelándole.- Diamante. Has sido engañado por el Hombre Sabio.



            Y en tanto la Dama Negra capturaba también a esas dos guerreras restantes en un campo de energía oscura, el príncipe, indiferente a esa batalla, pudo contestar entre incrédulo y enojado.



-¿Es que te has vuelto loco? Zafiro, no voy a permitir que nadie interrumpa mis planes.

-¡Diamante!- Exclamó su interlocutor.- Tus planes pueden estar equivocados. Debes recordar que lo que queríamos no se parece en nada a esto. Tienes que creer lo que te digo. ¡Hemos sido utilizados! ¡Niisan!



            El príncipe le miraba ahora con estupor, visiblemente impactado por aquellas palabras. Recordaba de un modo vago a sus padres. Su padre el rey tratando de advertirle acerca de algo en su lecho de muerte, pronunciando el nombre del Sabio. Su madre, quien jamás quiso tener cerca al Consejero. Observaba a su vez la pérfida expresión triunfal de la Dama Negra que había encerrado a sus enemigas en jaulas de energía oscura. Y fue ésta quien, con tono desdeñoso declaró dirigiéndose a ellas.



-¡Ya basta de tantas tonterías, morid!



Y fue a lanzar otro ataque definitivo contra sus ahora inermes presas. Por fortuna apareció aquel hombre vestido de smoking que contrarrestó aquello arrojándole una rosa que la desarmó.



-¡Otra vez tú!- Se molestó esa perversa joven.-



-¡Ya basta, Chibiusa!- La interpeló para dirigirse acto seguido al propio príncipe de Némesis con tono más de mando que de ruego.- Diamante, escucha a Zafiro, escucha lo que tu hermano ha visto en el futuro…¡escúchale con atención!



 Aquellas palabras sonaron con un tono severo y autoritario que le recordó al príncipe la voz del mismísimo rey Endimión. Lleno de curiosidad y asombro, el propio Diamante le preguntó a su hermano.



-Zafiro. ¿Qué diablos has visto tú en el futuro?



            El semblante del Infante se alegró, pudo decir, lleno de esperanza, rememorando aquella afectuosa manera que tenía de dirigirse a él desde que eran pequeños.



-¡Niisan!



            Aunque su gesto de confianza se tornó en otro de horror, apenas fue capaz de ahogar una exclamación. Tras el sorprendido Diamante brotó un torrente de energía oscura que lo derribó, aplastándole en el suelo. Apenas pudo quedarse clavado en sus rodillas tras intentar protegerse con ambos brazos. El príncipe se giró entre incrédulo y espantado.



-¡Za! ¡Zafiro!- Exclamó el horrorizado Diamante.- ¿Eh?- Añadió, girándose para enfrentar el origen de aquel ataque.- ¡Hombre Sabio!

-Zafiro es un traidor.- Declaró éste.- No debimos molestar al príncipe con tus tonterías.

-Diamante.- Pudo replicar su hermano, a duras penas.- El Hombre Sabio quiere acabar también con el mundo del futuro.



            Pero fue incapaz de decir más. La voz terrible de su agresor resonó aullando, en tanto le lanzaba una descarga de energía mortal.



-¡Mueeree!

-¡Alto, Hombre Sabio!- Gritó infructuosamente Diamante.-



            El Infante recibió aquella descarga que le hizo chillar en agonía, al fin, cayó ladeándose al suelo, en el centro de un cráter abierto por ese tremendo ataque.



-¡Zafiroo!- Aulló Diamante, lleno de horror e impotencia.-



            En ese instante, una pequeña forma rectangular y plana se elevó desde el cuerpo del Infante hasta las manos del Sabio. Era el chip de control. Una vez lo tuvo en su poder, el encapuchado sentenció.



-¡Estúpido Zafiro! Te has delatado a ti mismo al decir esas tonterías por sugerencia de las guerreras. ¡Dama Negra!. ¡Diamante! Vámonos ahora y ya acabaremos con ellas más tarde.

           

            Y dicho esto desapareció de vuelta al enorme cristal negro.



-Tiene razón.- Convino la interpelada desvaneciéndose a su vez.-



En cambio Diamante quedó allí, flotando, en tanto miraba el cuerpo de su hermano que agonizaba, siendo testigo de cómo era atendido por ese hombre del smoking y por la propia Sailor Moon, en sus últimos instantes.



-¡Za, zafiro! - Sollozó ella, al verle en aquel triste estado.-

-Lo siento, no pude protegerte, - Se disculpó el hombre del smoking quien llevaba también un antifaz.-



            Sin embargo, el moribundo únicamente pensó en ella. A duras penas pudo susurrar con su último aliento.



-Petzite. Lo siento…



            La aludida pudo sentir que algo en su interior se rompía. En ese mismo momento, la percha que sujetaba la chaqueta de Zafiro se quebró dejándola caer. Ella ahogó una exclamación de horror. Entre tanto, Diamante bajó al suelo. Ya no le importaba estar rodeado de enemigos. Es más. ¿Acaso lo eran de verdad?. Ya dudaba de todo y de todos, no sabía qué pensar. Sin embargo, eso daba igual ahora. Únicamente se llegó hasta el cuerpo de su hermano y lo tomó en brazos ante la atónita exclamación de Sailor Moon.



-¡Príncipe Diamante!



            Pero ahora el aludido no tenía ojos ni tan siquiera para ella. Solamente se estremecía de tristeza y después de rabia respectivamente cuando por orden pronunció dos nombres.



-Zafiro…Hombre Sabio…



            Y desapareció, retornando a su puesto de control. Allí se ocuparía personalmente de ajustar cuentas con esa canalla. Mientras tanto, en su habitación, Petz no podía dejar de llorar abrazada a aquella chaqueta. Era lo único que le quedaba de él. Al fin incluso eso se desvaneció de entre sus brazos, quizás eliminada por algún sistema del futuro para no dejar pruebas de su existencia previa. O bien pudiera ser que por la acción de algún tipo de conjuro fruto del poder de la oscuridad. No lo sabía y no le importaba. Únicamente era consciente de que le había perdido, y esta vez para siempre. Su hermana Karaberasu se aproximó tímidamente a ella y apenas pudo musitar, intentando apoyarla.



-Petz…



            Y sin embargo, levantándose, ella respondió y con un tono de voz sereno, declaró.



-No te preocupes, estoy bien.



            Y caminando hacia el balcón, agregó con resignada tristeza.



-Cuando él me dejó la chaqueta, yo supe que iba a morir…



            Sus tres hermanas la escuchaban consternadas, con sus ojos haciendo aguas, sin poder emitir ni una sola palabra. ¡Qué podrían haber dicho!. Aun así, Petz se asomó mirando hacia el atardecer y suspirando, pensó en él, en su mirada, en su sonrisa…cerrando los ojos para visualizar su imagen una vez más.



-Zafiro. Tu vivirás siempre en mi corazón con la última mirada que vi en tus ojos…



            Y aunque le fuese a costar media vida se repondría, junto con sus queridas hermanas volvería a comenzar en ese mundo, en esa época…demasiada gente buena se había sacrificado y quedado atrás en el camino para darles esa oportunidad de comenzar de nuevo.



-Por ti, y por mis padres y todos aquellos a quien jamás volveré a ver…seré fuerte y ayudaré a hacer un mundo mejor junto con mis hermanas.- Se prometió.-



            Y no estaba sola, puesto que era ese mismo anhelo el que, junto a ella, compartían las demás.





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