lunes, 12 de noviembre de 2018

GWNE17. La huida del futuro.

Las cuatro hermanas y Rubeus surcaban ya el espacio hacia la Tierra. Tardarían muy pocas semanas merced a los grandes avances tecnológicos y la propulsión de la energía oscura que había multiplicado la velocidad de sus ingenios de una forma increíble.




-El infante Zafiro y sus ingenieros se han superado con esta nave.- Decía Rubeus sin poder ocultar su admiración, sentado en el puente de mando.- ¡Es realmente magnífica! ¡Y tenemos docenas de ellas! Nuestra victoria sobre los terrestres será absoluta. No me sorprende que fueran incapaces de vernos llegar. Debió de ser eso lo que propició que le tomásemos desprevenidos.



Y razones no le faltaban para pensar así. Aquella era una nave espaciosa y muy veloz, con un gran cuarto para cada uno. Los meses a los que se había reducido ahora el viaje pasaron entre las instrucciones de su jefe y los esporádicos consejos del Hombre Sabio vía Holo proyección. Rubeus había instalado el comunicador que éste le diera en la nave.



-¿Cuáles son nuestras instrucciones?- Quiso saber el joven, hablando con aquel encapuchado.-

-Primero comprobar la zona. Después averiguar con certeza y exactitud la causa de la resistencia del palacio de Cristal-Tokio. Por último neutralizar esas causas, si es posible ahora, sino, retrocediendo en el tiempo.

-Muy bien. Así lo haremos.- Repuso Rubeus.-

-Si lo logras, permíteme augurarte un espléndido futuro. Serás aclamado como un héroe de Némesis.- Le prometió su interlocutor.-

-Solamente espero servir bien al príncipe Diamante.- Repuso el muchacho tratando de mostrar modestia.-

-Me ocuparé que él sepa de tu devoción, joven Rubeus.- Convino el encapuchado.- Y que sea generoso con su recompensa. Si obtienes el éxito que mereces, yo de ti iría pensando en lo que le pedirías al príncipe.



            Y tras aquellas palabras la imagen del Sabio desapareció y el comandante volvió a quedar a solas en el puente. Se sentía muy satisfecho, estaba seguro de que aquella misión sería muy sencilla. Casi un juego de niños. Con toda la Tierra prácticamente arrasada por el anterior ataque y quedando como único bastión ese palacio, y quizás algunos focos de resistencia aislados en partes muy focalizadas del planeta, sería cuestión de poco tiempo localizar la fuente de su resistencia y destruirla. Meditaba aquello, pensando en las posibles recompensas que obtendría.



-Puede que le pida al príncipe la mano de esa estúpida de Esmeralda. Creo que es una idiota, pero ahora es la dueña del ducado de Green- Émeraude.



            Y además de eso, tenía que reconocer que esa chica era muy hermosa y con un magnífico cuerpo. Gozaría con la duquesa en su noche nupcial, quisiera ella o no. Sería incluso mejor si se resistiera. Para él, tener la ocasión de domar a esa zorra sería algo impagable. Le devolvería las humillaciones que le causó con su rechazo.



-Sí, el príncipe solamente piensa en la reina Serenity. Si logro llevársela me concederá cualquier cosa que le pida.- Se dijo lleno de satisfacción.- Esmeralda no significa nada para él. Aunque la muy estúpida se niegue a verlo.



Se deleitaba pensando eso en soledad. Al menos hasta que Kermesite se aproximó haciendo que el sonido de sus tacones resonase en aquella extraña superficie de la nave, emitiendo una especie de eco metálico.



-Amo Rubeus. ¿Necesitas alguna cosa?- Se interesó.-

           

            Lo cierto es que el aludido se encontraba de un estupendo humor tras su conversación con el consejero del príncipe. Y ahora además, lleno de excitación como estaba, miraba detenidamente a Kermesite y la encontraba realmente atractiva. A punto estuvo de proponerle que le acompañase a su habitación para iniciarla como se debía. Sin embargo, algo le detuvo. Recordó el consejo del Hombre Sabio. Sería mejor no hacer nada que pudiera echar por tierra las estupendas perspectivas que se auguraba.



-Me dijo que no era recomendable que me mezclase con ninguna de las hermanas. Puede que se tomasen demasiadas confianzas, como esa idiota de Calaverite. ¡La muy estúpida creía que estaba enamorado de ella!  Bien. Ahora adoptaré otra estrategia…-Así pues respondió.- No gracias. Eres muy amable.- Añadió sonriendo afablemente.- Ve a descansar. Este viaje será largo, tenemos que estar física y mentalmente listos para cumplir con nuestra misión.

-Lo estaremos, amo.- Le aseguró la chica, ruborizándose para añadir.- Yo estoy lista para cualquier cosa que me pidas.

-Muy bien.- Convino él con aprobación.- Porque espero lo mejor de todas vosotras.

-Descuida.- Asintió la entusiasmada muchacha.- ¡Triunfaremos, cueste lo que cueste!



            Y dicho esto la joven se retiró. Por su parte Rubeus se fue a sus estancias, donde enseguida reclamó a una de sus droidas.



-Droida Nipasu, ven aquí.



            Al punto una hermosa mujer de cabellos largos y azulados, vestida con una larga túnica apareció al instante. Tras hacer una marcada inclinación, inquirió.



-¿Me mandaste llamar, amo?

-Sí.- Se sonrió él, acariciando el mentón del androide que soportó aquello sin inmutarse.- Quiero que adoptes la forma de la duquesa Esmeralda de Green. Y que me hagas disfrutar un poco de tus encantos femeninos.

-Entiendo amo. Pongo en marcha el programa de copulación.- Repuso obedientemente la droida, mutando su apariencia por la de esa mujer que le había sido indicada.-



            Rubeus la contempló con visible agrado, más cuando comenzó él mismo a desnudarla.



-Tengo que practicar un poco, para cuando seas mi esposa.- Musitó.-

-¿Dijiste algo, amo?- Preguntó su interlocutora.-

-Nada. Tú dedícate a satisfacerme.- Replicó lapidariamente él.-



            Y tras ordenarla que se pusiera de rodillas, él se ocupó asimismo de desvestirse para ordenarle con patente deseo.



-Pon en práctica tus artes amatorias, comienza por las orales…



            Por supuesto, la androide lo hizo de modo sumiso. Luego cuando él la detuvo para no terminar en eso, la hizo tumbarse y abrir las piernas. Nipasu se dispuso tal y como su amo le indicó. Esas androides estaban programadas con multitud de capacidades y el marqués de Crimson se ocupó de que las habilidades sexuales estuvieran entre ellas. De este modo no necesitaría a ninguna de las hermanas. Ni si quiera a Calaverite que era seguramente la más ducha en esos menesteres. A decir verdad, no había probado a ninguna otra. Lo cierto es que no era tonto y se daba perfecta cuenta de que, aparte de la desafección de su antigua amante, su hermana mayor Petzite no le miraba con demasiada simpatía, además de estar perdidamente enamorada de ese bobo de Zafiro. En cuanto a Bertierite , esa no daba la impresión de mirar a ningún hombre en particular. Quizás no estuviese interesada en ellos. Esta droida era precisamente una de las que esa chica tenía asignadas.



-¿Practicas este tipo de juegos con tu ama?- Quiso saber él entre jadeos apasionados, una vez pasó a penetrar a esa droida.-

- No amo. Ella no me lo ha pedido.- Contestó la interpelada sin inmutar su monótono tono de voz.-

-Mejor, nunca se sabe si puede interesarme tener alguna relación con Bertie.- Se sonrió en tanto continuaba haciéndole el amor a esa androide de modo frenético, eso sí, pensando.-  Tendré que programarla para que jadee o emita gemidos. Con esa voz tan aburrida casi me quita las ganas.



            Aunque la que sí estaba realmente dispuesta era Kermesite. La más joven e inexperta de las cuatro. Sería un placer adicional para él tomarla. Sin embargo, en tanto el Sabio no le dijera otra cosa, se atendría a ese consejo recibido. No quería que esa chica pensara que eso le pudiese dar privilegios, o que la afectase negativamente en su eficiencia para cumplir con sus cometidos. Y a decir verdad. Estaba disfrutando mucho con esa droida que le miraba con el rostro de Esmeralda.



-Espero que muy pronto, tenga a la verdadera debajo de mí.- Deseó lo cual contribuía a reforzar su libido.-



            Ajenas a los pasatiempos de su amo, las cuatro hermanas descansaban en sus habitaciones. Aburridas la mayor parte del tiempo, sin nada que hacer, dedicaban horas a maquillarse y arreglarse probándose diferentes perfumes que el ordenador de la nave creaba acorde a sus indicaciones.



-Esta fragancia que he ideado será magnífica para que cualquier hombre termine de rendirse a mis encantos.- Declaró una fatua Calaverite, reunida con sus hermanas en una estancia común, que dedicaban a salón de belleza.

-Querida. A mí no me hacen falta esa clase de cosas para ser interesante a los ojos de un hombre.- Replicó altaneramente Petzite.-

-Pues ya me dirás a los ojos de cual. ¡Todavía estoy esperando verte con uno!- Se burló su interlocutora.-



            Su hermana mayor la fulminó con la mirada aunque fue Bertierite quien dijo con desdén.



-La mayor parte de los hombres son demasiado simples. No tienen interés.

-Excepto el amo Rubeus.- Se apresuró a remachar Kermesite.-



            El resto de las hermanas le dedicaron miradas entre incrédulas y burlonas. Aunque no dijeron nada. Su jefe podría estar escuchando.



-Será mejor que durmamos un poco. – Les aconsejó Petzite.- Mañana debemos entrenar e ir preparando nuestra misión sobre el terreno.

-Sí, el amo Hombre Sabio dijo que enviaría modelos en tres dimensiones del palacio de los reyes terrestres, para que pudiéramos tener plena información si debíamos iniciar un asalto.- Convino Bertierite.-



            De modo que cada una se retiró a sus habitaciones, Kermesite estaba muy ilusionada, había crecido y su cuerpo estaba bastante cambiado. Ya tenía sus atributos de mujer bien desarrollados y se había percatado de las miradas que el amo Rubeus le había dedicado.



-Quizás es que, siendo subordinada y jefe, no está bien.- Pensaba con candor.- No sé si el príncipe Diamante o el Sabio aprobarían eso. Pero a fin de cuentas, soy hija de un conde. Bueno, cuando todo termine y retornemos triunfantes seguro que será diferente y el amo Rubeus podrá confesarme lo que siente por mí.



Con ese halo de romanticismo que ahora la envolvía ordenó a la computadora que buscara alguna de esas canciones que, de niña, había escuchado cuando las ponían su madre o su abuela. Eligió una que recordaba  desde muy corta edad, estando sentada junto a la abuela Kim. El cantante era realmente bueno, y esa melodía junto con esa letra tan romántica, la hacían retrotraerse por unos instantes a esos momentos de infancia.



Me siento tan inseguro
Mientras tomo tu mano y te llevo a la pista de baile
Mientras la música perece…


Algo en tus ojos
Llama a la mente una pantalla plateada
Y todo son tristes adiós



Nunca voy a bailar nuevamente
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular


Se que no eres tonta
Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a un amigo
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada


Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo

El tiempo nunca puede remediar
El murmullo descuidado de un buen amigo


Para el corazón y la mente
Si tu respuesta es bondadosa
No hay confort en la verdad
Dolor es todo lo que encontrarás



Nunca voy a bailar nuevamente
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta


Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a una amiga
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo



¿Qué soy yo sin tu amor?
Esta noche la música parece tan ruidosa
Desearía que pudiéramos salir de este gentío
Tal vez sea mejor esta manera


Heriríamos a otros con las cosas que queremos decir

Podríamos haber estado tan bien juntos
Podríamos haber vivido este baile por siempre
Pero ahora, ¿quién va a bailar conmigo?


Por favor quédate
(Y ahora nunca va a ser
De esta manera)



Nunca voy a bailar nuevamente
Los pies culpables no llevan el ritmo
Aunque es fácil simular
Se que no eres tonta


Debería haberlo sabido mejor antes de engañar a un amigo
Y desperdiciar una oportunidad que me había sido dada
Pues yo nunca voy a volver a bailar
De la manera que bailé contigo



Ahora que te has ido...
Ahora que te has ido...
Ahora que te has ido...
¿Qué es lo que hice tan mal?
¿Tan mal que has tenido que dejarme solo?




(Careless whispers, George Michael. Crédito al autor)



            Una Kermesite niña le preguntaba a su abuela entonces.



-Abuela Kim, la canción es bonita pero no la entiendo.



            Aquella mujer de cuyo rostro apenas sí se acordaba ya, le contestó.



-Cielo, cuando seas mayor lo comprenderás. A mí me sucedía lo mismo cuando mi madre la ponía. Ella me contó que su propia madre y su abuela Constance la escuchaban. Incluso que mi bisabuelo de la Tierra, que era un gran cantante, se la cantó a mi bisabuela cuando la conoció.

-¿Entonces tu bisabuelo quería mucho a tu bisabuela?- Quiso saber la curiosa y entusiasmada Kermesite.-

-Sí.- Sonrió Kimberly asintiendo.- Cuando yo era pequeña mi madre me contaba que, aun siendo ellos mayores, se notaba lo mucho que se amaban. Luego tristemente él falleció.

-¡Qué pena!- Se lamentó la cría, incluso sin haber conocido a esos antiguos ancestros.-

-No, cariño. Ellos se quisieron mucho y fueron sin duda muy felices.- Le aseguró su interlocutora.- Tuvieron la vida que desearon tener. Eso es lo más a que podemos aspirar.



            Y ahora, ya adulta, Kermesite sonreía en tanto comenzaba a dormirse, tumbada en su cómodo lecho, musitando.



-Esa canción es muy fácil de comprender. Un chico que engaña a la chica a la que ama y la pierde. Luego él se arrepiente aunque es tarde para arreglarlo. Pero ese no será mi problema. Rubeus y yo nos amamos de veras. Él me querrá a mí únicamente y jamás me engañará. Estoy convencida de que seremos muy felices también…cuando cumplamos la misión…



Y a tal efecto tanto ella como sus otras hermanas prosiguieron con sus tomas de energía oscura y practicando sus cada vez mayores poderes. Al fin llegaron a la Tierra y bajaron a una altitud cercana a la posición de Cristal Tokio. Allí descubrieron un paisaje devastado, sumido en una oscuridad perpetua. La ciudad estaba reducida a escombros y ruinas con innumerables agujeros provocados por los cañones de energía de las naves de Némesis. No se detectaba presencia humana alguna.



-¿Creéis que habrá habido algún superviviente?- Inquirió Kermesite con curiosidad.-

-No es probable, teniendo en cuenta la potencia de nuestras armas.- Repuso indiferentemente Bertierite, explicando con ayuda de sus profundos conocimientos.- Las explosiones de energía oscura son más poderosas que una bomba atómica de las que usaban en el pasado. Así han dejado el cielo terrestre, cubierto por una gran nube de micropartículas a nivel de la estratosfera que no dejan llegar la luz de su sol.

-De quedar alguien estará bajo tierra en algún refugio o muy lejos de aquí. Nada de lo que preocuparnos. - Añadió Petzite con tintes de triunfalismo en su voz.-

-Una pena, parecía un sitio bonito, apuesto que tendrían muchas tiendas.- Comentó sarcásticamente Calaverite.-



            Su superior las escuchaba con poco interés, tomaba aquello por absurdas conversaciones entre mujeres. No obstante, comentó.



-Vamos a aproximarnos cuanto sea posible para estar seguros. Con nuestros sistemas de protección activados. No quiero que nada nos pueda atacar por sorpresa.



Así fue y en cuanto estuvieron a una distancia de apenas un par de cientos de metros de su objetivo, el joven pelirrojo filmó y analizó los alrededores del palacio. El escáner de la nave confirmó lo que ya había sido detectado anteriormente por otras de la flota, cuatro puntos de energía que protegían otro más atenuado, era energía de seres humanos. Pero de un poder enorme.



-Dispararemos contra esa barrera.- Les ordenó a las hermanas.-



            Su nave así lo hizo, repetidos disparos de energía oscura que, no obstante, eran sistemáticamente desviados por la combinación de fuerzas de aquellas columnas energéticas, de colores rojo, azul, amarillo y verde.



-¡Es inútil, amo! - Comentó Bertierite.- Esa combinación de energía crea una especie de campo electromagnético que repele nuestros disparos. Es como si fueran dos imanes con la misma carga. Se repelen antes de poder impactar siquiera.

-Por mucho que disparemos de nada nos servirá.- Sentenció Calaverite.- Únicamente agotaremos nuestra fuente de energía.

-Eso debió de pasarles a muchas de nuestras naves. Tuvieron que retirarse precisamente por fallos en la propulsión.- Recordó Rubeus.-

-¿Qué hacemos entonces, amo? Intentamos descender a la superficie y buscamos algún punto débil?- Quiso saber Petzite.-



            Rubeus meditó la respuesta, aunque, por mucho que el ordenador analizaba el terreno no encontraba la más mínima brecha. Podría enviar a alguna de las hermanas, pero si algo o alguien estaba oculto a sus sistemas de detección y la atacaba podría matarla. La verdad, no es que le preocupase demasiado perder a alguna de ellas, las consideraba simples peones para cumplir con su cometido. No obstante recordó previsoramente que lo más probable es que tuvieran que viajar al pasado.



-Necesitaré a las cuatro. Y si alguna cayera, las otras serían mucho más reacias a cumplir las órdenes. No, tendré que fingir que me preocupan un poco.- Pensó sintiéndose satisfecho de su propia astucia, así pues agregó con un tinte de voz bastante considerado e incluso lleno de fingida prevención.-No, sería inútil. Y quizás tengan algún tipo de defensa que no hayamos conseguido detectar. Podríais estar en peligro. No quiero arriesgar vuestra seguridad. Informaremos para pedir instrucciones.



Las chicas asintieron, visiblemente agradadas de que su amo se preocupase por ellas. Para Kermesite esa era la confirmación de que Rubeus no era tan  egoísta como sus hermanas mayores le pintaban. Bertierite a su vez creyó que estaba limitándose a ser razonable. Lo cual era bueno sin duda. Mejor un jefe así que no otro irreflexivo. Calaverite y Petzite suspiraron aliviadas, al menos Rubeus daba la impresión de no querer utilizarlas como si de droidas se tratasen. Fue precisamente la antigua amante del pelirrojo quien le sugirió.



-Amo, podrías enviar un par de androides. Así sabríamos mejor a qué atenernos.

-Me parece una buena idea.- Convino él.-



            Y a los pocos minutos dos droidas salieron de la nave. Analizaron la situación sobre el terreno para dictaminar a su regreso.



-Atmosfera respirable para los humanos, aunque no se ha detectado ningún rastro de vida fuera del palacio. El acceso a este está imposibilitado por una poderosa barrera de energía.



Rubeus suspiró. Eso confirmaba los estudios hechos desde la nave. De modo que sin dilación se lo comunicó al Hombre Sabio a través de un canal especial que llegaba a Némesis casi al instante.



-¿Habéis detectado algún espectro de energía que se ajuste a las especificaciones que te envié sobre el Cristal de Plata? – Quiso saber el encapucho al establecer la comunicación.-

-No, Hombre Sabio.- Repuso Rubeus, quien con más despreocupación, declaró.-Únicamente la combinación de esas cuatro energías. De todos modos, ¿qué más nos da? Ya tenemos la Tierra en nuestro poder. Será cuestión de tiempo que esas energías se agoten y que podamos acceder al palacio.



            Aunque la respuesta de su interlocutor, sonó tan escéptica como reprobadora.



-¿Cuestión de tiempo, dices? ¿Y de cuánto tiempo estaríamos hablando? ¿Días, meses, años, décadas, quizás siglos? ¿Acaso quieres que le diga eso al príncipe? Su impaciencia crece por momentos.

-¡Oh, no, por supuesto que no! - Se apresuró a contestar un más apurado Rubeus.- Solamente quiero asegurarme de agotar todas las alternativas.

-¿Cuántas personas hay en palacio?- Inquirió su contertulio.-

-Acorde a nuestros escáneres termográficos, cuatro personas, que son las fuentes de cada uno de esos rayos de energía.- Respondió el joven marqués.- También detectamos dos lecturas más débiles. Y otras dos menores, que no parecen ser de humanos.

-Entiendo.- Musitó el Sabio con talante reflexivo.- Entonces está claro.



Y  le explicó a Rubeus, de una forma más conveniente para sus fines, lo mismo que había dicho a esos dos siniestros acompañantes suyos enfundados en armaduras, para sentenciar.



- Vuestros informes confirman mis sospechas. Por lo que veo no hay rastro del Cristal de Plata. Ya sabéis lo que hacer. Debéis encontrarlo y apoderaros de él, si sumamos su poder al del Cristal Negro seremos invencibles.

- Pero, ¿entonces debo buscarlo en el pasado como me indicaste?  - Le preguntó Rubeus bastante desconcertado -.

- Sí. Deberás viajar al pasado, mil años atrás. Ya te expliqué que tú nave está preparada para el salto temporal. Acorde a lo que me has dicho, y comparándolo con las mediciones de otras naves, hemos confirmado que tampoco está la pequeña heredera del Milenario de Plata. Luego debe de ser ella la que ha huido con esa joya. Ya conocéis las órdenes. Perseguidla, matadla y recobrar el Cristal. No debéis tener compasión aunque parezca una niña. No lo es. Su edad es muy diferente a lo que aparenta. Y es muy peligrosa. Ella pretende destruirnos y para eso ha vuelto al pasado, para pedir ayuda. Armada con el Cristal de Plata podría desde luego llegar a eliminarnos. ¿Lo habéis entendido? De vosotros depende el futuro de nuestro Reino.



            Las hermanas y su jefe respondieron al unísono de forma afirmativa. El Hombre Sabio desapareció deseándoles éxito. Rubeus repitió arengando a sus subordinadas.



-¡Ya sabéis, sin piedad, matad a esa chica y a todo el que se os interponga y obtener el Cristal de Plata! Hemos de regresar triunfantes de esta misión para que el príncipe Diamante y el Hombre Sabio se sientan orgullosos de nosotros. Recordad que las guerreras del pasado son las mismas que se oponen a nosotros aquí. Tendremos que acabar también con ellas que fueron las causantes de la humillación de nuestro Príncipe en la Tierra. A buen seguro serán más débiles que ahora y las tomaremos por sorpresa.



-Entonces será mucho más sencillo.- Se sonrió malignamente Bertierite.-

-Sí, no nos esperarán.- Convino asimismo Calaverite con regocijo.-

-Acabaremos con ellas enseguida. No serán rivales para nuestros poderes.- Sentenció Petzite.-

-Y triunfaremos, seremos unos héroes, ¿verdad amo?- Remachó una ilusionada Kermesite.-

-Así será, si mostráis decisión, dedicación y atacáis al enemigo sin mostrar piedad. ¡Vamos! Ha llegado la hora de la victoria para nuestro mundo. Y únicamente depende de nosotros.- Declaró su jefe.-



            Las hermanas asintieron con convencimiento ante la arenga de Rubeus. Él entonces programó la nave para el viaje temporal.



- Ahora voy a mis estancias a descansar, luego que alguna de vosotras me traiga algo de comer.

- Yo lo haré. mi amo. - Se ofreció Kermesite de forma solícita. -

- Pobrecita Kermie. - Murmuró Petz con algo de sorna a su hermana Calaverite que la escuchaba impasible, incluso cuando oyó a su interlocutora preguntarla. - ¿No sabe que tú y Rubeus os entendéis, verdad?..

- Eso fue hace algún tiempo,- repuso la aludida con indiferencia para añadir con su más que corriente y  ácido sarcasmo.- Ahora me ignora como a cualquiera de vosotras.

- Ni a mí, ni a Bertierite nos ha interesado nunca Rubeus. - Sonrió Petzite sin preocuparse por esa afirmación. - Así que no nos importa si nos ignora o no. Simplemente obedecemos las órdenes que nos da. Si él medra nosotras también lo haremos.

- Bertie aún se comporta como una niña para muchas cosas y tú tienes puesta la vista demasiado alto querida hermana,- replicó Calaverite con una sonrisa de triunfo para añadir con regocijo. - Sólo yo he sabido aprovecharme de la situación. Pese a las apariencias la pobre Kermesite todavía es una cría ingenua…



            Petzite no respondió esta vez, bastante molesta por el comentario de su hermana, se limitó a marcharse a su habitación. Lo mismo hizo ésta. Solamente quedaron en la sala de mandos Bertierite, que contemplaba los múltiples fulgores caleidoscópicos de color que rodeaban a la nave mientras daban el salto temporal, y su hermana menor, que se afanaba en preparar algo con la máquina de comida de la nave.



- Estoy segurísima de que al amo Rubeus le gustará esto. - Decía Kermesite bastante ilusionada. -

- Termina de prepararle la comida y ven. - Le pidió  su interlocutora con un tono más científico que otra cosa al afirmar -…esto es muy interesante.



            La requerida se acercó y ambas contemplaron el espectáculo.



-¿Cómo crees que será la Tierra? - Le preguntó a su hermana. – Ahora que por fin vamos a conocerla, tengo mucha más curiosidad. Bueno, me refiero a verla sin haber recibido nuestro ataque.

- Supongo que diferente a nuestro mundo. -Contestó Beruche razonadamente añadiendo sin embargo. - Aunque también a mí me intriga. Pero, como dice el amo Rubeus, sólo hay que pensar en cumplir con nuestra misión.

- Yo haré todo cuanto él me pida,- afirmó Kermesite muy entusiasmada. - ¡Le demostraré que ya soy toda una mujer!

- Me temo que para eso hay más de una manera. - Se sonrió su hermana. -

-¿A qué te refieres? – Inquirió su interlocutora mirándola con los ojos muy abiertos. -

-  Ya lo verás, ¡ji, ji, ji!- Se burló su  contertulia con un tinte misterioso para remachar antes de recibir alguna otra pregunta. - Bueno, me voy, debo comprobar la dotación de droidas adaptadas antes de que lleguemos.

-¿Droidas adaptadas?- inquirió Kermesite - ¡Ah ya! - Añadió pareciendo recordar. - Los androides especiales que ha preparado el infante Zafiro para acompañarnos en esta misión.

-Pueden convertirse en cualquier ser humano y mostrar algunas emociones. Son perfectas para infiltrarse y suplantar a quien haga falta. Nadie las podrá distinguir de una persona real salvo nosotras. - Le comentó Bertie con una media sonrisa siniestra.-

-Seguro que con ellas lograremos la victoria. Por fuertes que esas sailors sean.- Aseveró su contertulia. -

- De eso estoy convencida. Somos muy poderosas, estamos adiestradas en el combate y nuestra tecnología es mil años más avanzada. Las guerreras de la Luna Blanca no tendrán ni la menor posibilidad.- Convino con suficiencia Bertierite que dejó sola a su hermana pequeña y se marchó a su habitación.-

-Seguro que así será.- Sonrió Kermesite colocándose bien el tutú de su vestido.- Pero ahora vamos a lo que realmente importa.



            Después llenó una bandeja con la comida y le pidió permiso a Rubeus para llevársela, éste la hizo pasar.



- Perdón mi amo si te molesto, pero aquí está la comida que querías.

- Muy bien, déjala ahí y retírate. - Ordenó su comandante de forma algo seca mientras ojeaba una especie de mapas con puntos luminosos. - Tengo que terminar esto.

- Sí, Señor-  repuso la joven que iba a marcharse cuando le dijo a Rubeus con la voz trémula por sus emociones. - Cualquier otra cosa que desees, sólo tienes que pedírmela. Haré todo lo que esté en mi mano para complacerte...



            El chico le dedicó una mirada de asombro y luego la recorrió con ella. En efecto, tal y como ya había advertido, la antaño pequeña Kermesite había crecido bastante y se había vuelto una joven muy atractiva. Y además parecía que comenzaba a no ser tan inocente, tanto mejor. Pero ahora no tenía tiempo para ocuparse de eso. Aquel fastidioso consejo del Sabio  venía a su mente una y otra vez, que dejase al margen a las hermanas de cualquier devaneo en pro del éxito y para lograr cumplir su inminente misión, debía dedicarle todas sus energías. Para desahogar sus instintos, con alguna droida de las que tenía a su servicio tendría para sentirse más que satisfecho.



- Muy bien, lo tendré en cuenta. Gracias por tu lealtad.- Contestó él sonriéndola de una forma que a la chica le pareció maravillosa para añadir. - Pero ahora estoy ocupado, déjame sólo para que termine mi tarea y ya nos veremos.



            La muchacha se inclinó muy respetuosamente y salió de la estancia. Fue a su habitación pensando, con las mejillas enrojecidas.



-¡Ya sabía yo que le gustaba al amo Rubeus! ¡Estoy segura de que me ama tanto como yo a él! - Y creyendo esto se tumbó en la cama llena de felicidad mientras la nave concluyó el salto temporal. -



            Al rato de consular algunos datos y preparar ciertas cosas, el líder de la expedición se aburría y vio a Bertierite con su tablero de ajedrez durante su turno de guardia en el puente de mando. La muchacha estaba moviendo algunas piezas en él. Deseoso de variar sus distracciones físicas por alguna más intelectual no se recató en desafiarla a una partida. La  joven sonrió débilmente.



-Será un honor para mí, amo.- Repuso en tanto colocaba las piezas.-



            El hijo del marqués no era mal jugador, algunas veces había echado alguna partida contra el príncipe Zafiro y otros cortesanos. Se ufanaba previendo un triunfo fácil contra esa chiquilla. De hecho, el resto de las hermanas acudieron a presenciar esa partida. Su jefe comenzó realmente confiado y tomando la iniciativa con las blancas pero enseguida descubrió que esa muchacha era realmente buena, tanto que al cabo de media hora le tenía totalmente desarbolado.



-Jaque mate.- Pudo sonreír la chica en tanto colocaba su reina para sellar el destino del rey rival.-



            Su contrincante observó el tablero con incredulidad. Se levantó molesto derribando las piezas que quedaban ante la atónita y preocupada expresión de Bertie para declarar.



-¡Bah!, este juego es estúpido. El verdadero ajedrez se disputa con fichas reales. Además,  ahora tenemos otras cosas que hacer. Preparaos, ya nos queda poco.- Les ordenó desapareciendo a través de unos grandes espejos que tenían en el puente de mando.-



            Las demás miraron a su hermana con inquietud.



-¿Qué habrá querido decir con eso de fichas reales?- Se preguntó en voz alta Kermesite.-

-Vete tú a saber.- Repuso Petzite moviendo la cabeza para remachar.- Al amo Rubeus le encanta hacer declaraciones dramáticas y enigmáticas.

-No sé por qué se ha puesto así.- Suspiró Bertierite recogiendo las piezas del suelo.- La partida estuvo disputada.



Fue Calaverite la que, tras sonreír con sardónica expresión, le dijo a la jugadora.



-Has cometido un grave error, hermanita.

-No lo creo así. He ganado.- Opuso ella.-

-Pues ahí está precisamente el error.- Le desveló su hermana aclarándola a ella y al resto.- Parece mentira que no le conozcáis a estas alturas. Rubeus no soporta perder, y menos contra cualquiera de nosotras, sus subordinadas. Debiste dejarle ganar, o al menos hacer tablas.

-Yo nunca juego para no ganar. Sino el juego es una pérdida de tiempo.- Rebatió su hermana con tono lleno de confianza, sentenciando.- Hay que jugar para ganar.

-Puede ser.- Terció Petzite, aunque en esta ocasión se puso del lado de Calaverite en tanto remachaba.- Pero no siempre. Y menos con el amo Rubeus. A veces las victorias se pueden convertir muy fácilmente en derrotas o al revés. Lo importante no es ganar una batalla sino la guerra. Trata de recordarlo, Bertierite.



            Y las dos mayores se alejaron traspasando sus respectivos espejos, rumbo a sus habitaciones. Fue Kermesite la que, animosamente, le comentó a su hermana.



-No te preocupes. Al amo Rubeus se le olvidará eso muy pronto. No es como nuestras hermanas mayores creen. Lo que ocurre es que estará preocupado por cumplir con éxito nuestra misión y soporta mucha tensión al ser el responsable máximo.

-Bueno, eso espero. No me gustaría que me tomara manía por esto.- Suspiró Bertie, añadiendo resignada.- Quizás Petzite y Calaverite tengan razón y no debiese haberle ganado.



            Y tras pronunciar esas palabras recogió el tablero y las piezas y se fue a su habitación. Lo cierto es que a ella no le interesaba nada Rubeus, no en la manera en la que sus otras hermanas le veían. Para ellas era un hombre atractivo, sobre todo para Kermie. Ella debía admitir que su superior era un gran atleta, con un cuerpo realmente formidable y sabía ser gentil en ocasiones.  Sin embargo, a diferencia de su hermana pequeña, no se sentía cómoda en su compañía.



-No sé. –Reflexionaba tumbada en su lecho.- Ahora lo único que importa es que cumplamos la misión. Rubeus es mi jefe y me mostraré lo más dispuesta posible a cumplir sus órdenes respecto de mis obligaciones…solamente eso…



Por su parte Kermesite, tras mirar un poco a las pantallas de la nave, hizo lo propio. Si en algo tenía razón su superior era en que les quedaba muy poco para comenzar su misión, y ella estaba impaciente por hacerlo.



-Sí, lo lograremos y Rubeus verá lo mucho que valgo.- Se dijo esperanzada en tanto se retiraba a su cuarto.- Entonces ya nada se interpondrá entre nosotros.



            Tiempo antes de que las hermanas y Rubeus partieran rumbo a la Tierra para llevar a cabo su misión las cosas se habían sucedido de modo vertiginoso en Neo Cristal Tokio. Tras los primeros momentos de caos y confusión, con gritos y carreras de los habitantes de la ciudad que huían sin rumbo fijo, se reestableció una momentánea calma. Las guerreras despertaron. Apenas si salieron de su aturdimiento se percataron de lo ocurrido, con celeridad  buscaron a la pequeña Dama. Venus les dijo al resto.



-Tiene que haber entrado en palacio. ¡Deprisa!…Tenemos que meter dentro a la reina.



            Sus compañeras asintieron, entre todas movieron ese sarcófago de cristal en dónde la soberana había quedado aprisionada. Entonces el rey Endimión salió uniéndose a ellas al tiempo que, desde el cielo, llegaban nuevos ataques.



-¡Oh, no! Lo destruirán todo.- Exclamó Marte con expresión de horror.- Espero que la gente se meta en los refugios.

-Jamás creí que tuvieran que volver a utilizarlos.- Comentó una espantada a su vez Júpiter.-

-Deprisa. Volved dentro y formar una barrera protectora.- Les ordenó el rey.-

-Pero, su Majestad la reina.- Replicó Ami.-

-Yo me encargo de eso. ¡Vamos! – Las apremió Endimión afirmando de modo contundente.- Ahora no podemos hacer nada por las personas que están fuera. Pero la seguridad del palacio y de todos los que habitan en él está en vuestra manos. Incluyendo a la Pequeña Dama.



            Las guardianas obedecieron entonces. Corrieron hacia unos puntos prefijados en los que se situaron. Concentrando sus auras emitieron cuatro rayos de energía, verde, azul, rojo y amarillo, que protegieron el palacio. Entre tanto el rey movió ese extraño crisol de cristal en donde reposaba su esposa. Le costaba hacerlo pero logró empujarlo hacia la entrada. Desgraciadamente otro rayo cayó cerca de él antes de que las sailors levantaran ese escudo hiriéndole de gravedad. Con sus últimas fuerzas fue capaz de meter el sarcófago dentro del palacio.



-Se…Serenity.- Fue capaz de balbucir, sujetándose su brazo ensangrentado.- Mi amor…tienes que…resistir…te salvaremos…



Haciendo un supremo esfuerzo se arrastró hasta una de las salas donde se ubicaba una enfermería de urgencia. Se conectó a los sistemas de soporte vital encerrándose en una cámara hiperbárica antes de caer inconsciente.



-¡Papá, Mamá! - Lloraba la Pequeña Dama, abriendo aquella puerta de esa extraña habitación.-



            La guerrera Plutón enseguida acudió al oír esos lamentos. Atónita escuchó los estruendos de las explosiones.



-Pequeña Dama, ¿estás bien?...



            La niña solamente podía llorar abrazada a su amiga. Setsuna se arrodilló tratando de confortarla pero lo que pudo ver al conjurar unas imágenes en su cetro granate la hizo estremecer…



-¡Oh, Dios mío!- Exclamó sin poder contenerse.- ¡Otra vez, no!



            Todo lo que veía era desolación. Los hasta hacía unos pocos minutos bellos paisajes de las afueras del palacio no eran sino cráteres humeantes. Restos de edificios quemados y multitud de escombros se divisaban por todas partes. No quedaba nadie en pie. El mismo palacio estaba muy dañado, aunque ahora resistía protegido por la energía combinada de sus guardianas. Plutón lloró sin poderlo evitar. Ella se sentía impotente. No podía abandonar su puesto. Sin embargo, se esforzó por mantenerse serena y animosa en tanto la cría se separaba de su abrazo y le decía entre gemidos.



-No he visto a Luna, ni a Artemis ni a Diana. ¿Y si les han matado?

-Tranquilízate, Pequeña Dama.- Le pidió la guerrera haciendo acopio de toda su entereza.- Aquí estarás segura. Yo te protegeré…



            Entonces hizo aparecer una gran cabeza de gato de color negro, con una especie de antena. La niña enseguida se abrazó a ella, pues era su juguete favorito, en tanto Setsuna le decía.



-¿Ves? Aquí tengo a Luna - P… te la he guardado como me pediste…

-Dime una cosa P- Quiso saber la cría que ahora parecía estar más calmada.- ¿Podrías avisar a la gran Guerrero Luna? Está en el pasado…Mi papá me contaba que era la guerrera más fuerte del universo. Ella podría vencer a los que nos han atacado y salvar a mi mamá.



            No obstante, la sailor movió la cabeza apenada y, mirando fijamente a la niña, le respondió.



-Lo siento, sin mandato directo de los reyes no me está permitido ir atrás en el tiempo. Sabes que las llaves que poseo no deben emplearse sino es por una causa de fuerza mayor.

-Y ésta lo es…- Proclamó la niña.- ¡Por favor, P!…- Le pidió suplicante.-



            Setsuna no sabía qué hacer. Siempre tuvo muy claras sus directrices. No debía alterar el curso de la historia de ningún modo. Pero… ¿y si en esta ocasión alguien lo hubiese hecho ya? Creyó haber sentido algo. Como una alteración en la corriente del tiempo. Y eso había sucedido hacía apenas unos minutos. Aun así, pudo responderle a la cría con voz queda.



-No puedo moverme de aquí. Por más que lo deseara…

-Pues yo iré. - Afirmó la niña con determinación.- Buscaré a la Guerrera Luna en el pasado y la pediré que nos salve. Y encontraré el Cristal de Plata que tengan allí. Con eso seguro que mamá volverá a estar bien.



            Su interlocutora estaba librando una lucha interna. Todo su adiestramiento como guardiana y sus juramentos de fidelidad le prohibían aquello, pero al mismo tiempo, su instinto y todas las fibras de su ser la impelían a ello. De todos modos quiso racionalizar eso. Si Chibiusa, en fin, la Pequeña Dama, se lo pedía…en ausencia de sus padres era técnicamente la heredera y a quien debería obedecer. Así lo decidió. Finalmente se quitó una de las llaves de su cinturón que comenzó a emitir leves destellos apuntando hacia una dirección concreta. Entregándosela a la pequeña, le explicó…



-Invoca al padre Cronos cuando quieras volver. Ahora sigue el fulgor de la llave y cruza la siguiente puerta que veas. Te llevará al momento al que deseas ir. Pero no la pierdas o te quedarás atrapada en el pasado para siempre…y llévate a Luna- P. Con ella podremos comunicarnos y te ayudará cuando lo necesites.

-¡Gracias P!- Le sonrió la chiquilla abrazándose al cuello de su amiga.- Te prometo que salvaré a mamá y a todos.



            Tras un largo rato en el que la guardiana rodeó también con los brazos a esa niña expresándole así todo su cariño, se separaron. La cría corrió hacia lo desconocido, siguiendo las indicaciones recibidas. Setsuna la vio alejarse hasta que se perdió entre la neblina y solamente pudo suspirar, deseando de corazón que tuviera éxito…



-¡Suerte Pequeña Dama!...-Musitó.-



            Entre tanto en Némesis el príncipe fue informado de lo sucedido por su consejero y dio su aprobación, quería tener prontas noticias del desenlace de la misión. El Hombre Sabio le prometió tenerle puntualmente informado de lo que hicieran Rubeus y su equipo.



-De modo que estas seguro de eso?- Inquirió el príncipe.-

-Sí, Alteza. Es imperativo que Rubeus y las hermanas viajen al pasado. Es el único modo de vencer la resistencia que nos impide acceder al palacio.

-Muy bien, doy mi permiso. Pero recuerda esto, Sabio. Bajo ninguna condición deberá dañarse a la reina Serenity, ni a la actual, ni a la del pasado. Sea esta quien sea. ¿Está claro?

-Totalmente, Señor.- Convino humildemente el encapuchado haciendo una leve inclinación.-



            El consejero se retiró desapareciendo de la sala. Un truco que, según él , ahora podía hacer ejecutando un teletransporte que funcionaba gracias a la energía del cristal negro. Así Diamante quedó a solas contemplando la imagen tridimensional de su amada. Su silenciosa meditación fue interrumpida por Zafiro.



-Hermano. Tras el éxito del ataque sugiero que empleemos parte de la energía de la caldera en aumentar la superficie cultivable de nuestro planeta. Ya no hace falta usarla para la defensa de nuestro mundo y han llegado informes de falta de alimentos entre la población.



            Diamante al fin salió de aquel ensimismamiento para mirarle con incredulidad y responder.



-¿Qué disparates son esos?. En Némesis tenemos abundancia de alimentos y cualquier otra cosa básica.

-Esas no son las noticias que me han llegado.- Se atrevió a rebatir su contertulio.- Hay zonas del planeta en las que falta el agua, y los recortes de energía han afectado a los cultivos hidropónicos y al mantenimiento de las cúpulas.

-Hemos debido hacer un gran esfuerzo para dotarnos de una armada poderosa a fin de derrotar a los terrestres. - Contestó Diamante, eso sí, añadiendo pese a todo con algo más de inquietud.- De todos modos, te autorizo a que recabes más información. Y si esos rumores fueran ciertos, actuaremos de inmediato.

-Muy bien.- Convino éste, alejándose de allí.-



            Ahora, el príncipe al cargo del gobierno volvió a quedarse a solas. Ya no quedaban nobles importantes por allí. Aparte claro está, de su propio hermano Zafiro y Esmeralda. Pensando un poco en ello, pudiera ser que esa clase de propaganda contraria a él fuese difundida por los traidores activistas en pro de una república. Al menos eso le comentó el Sabio cuando algo similar había surgido. Ocurrió justo un par de días antes de la llegada de Rubeus y las hermanas a la Tierra. Estando sentando como ahora, en su trono, un mensaje le llegó directamente a su gran pantalla. Aunque la fuente era anónima.



-Una gran explosión se ha registrado en el condado de Ayakashi. Todo por tu culpa. Tu inconsciencia nos llevará  a la destrucción. Abre los ojos.- Pudo leer atónito.-  ¡Sabio! - Llamó al consejero.-



            Aunque este no apareció. Posiblemente andaría ocupado con los planes de invasión de la Tierra. La que sí se aproximó fue Esmeralda. La muchacha llegó caminando despacio y, al acercarse hasta él se inclinó preguntando.



-¿Sucede algo mi príncipe?

-Léelo tú misma.- Le indicó él,  señalando al monitor.-

-Vaya.- Comentó la atónita chica.- Ese es el condado de las cuatro hermanas. ¿Se sabe que ha sucedido?

-No, estaba llamando al Hombre Sabio por si podía tener alguna información. Aunque no responde.

-Estará muy ocupado, Alteza.- Conjeturó ella.- Aunque podríamos enviar a alguien para ver que ha sucedido. Kiral y Akiral son primos de las hermanas y sobrinos de la Dama Ayakashi.

-Ese condado está muy lejos de aquí. Y carece de importancia estratégica.- Desdeñó Diamante.- Cosas más importantes reclaman mi atención, como los rebeldes republicanos. Envié a los dos gemelos a capturar a los que pudieran.

-Como vos deseéis, mi príncipe.- Asintió la joven, ofreciéndose con patente obsequiosidad.- ¿Puedo hacer algo por vos?

-No.- Repuso lacónicamente él, aunque enseguida rectificó.- En realidad sí. Ordena a alguna droida de servicio que me traiga una copa de vino.

-Sí Señor.- Musitó ella sin apenas ocultar su decepción y amargura.-



            Se marchó haciendo resonar los tacones de sus botas contra el marmóreo suelo. Al poco rato una droida le trajo a Diamante lo que había pedido. Estaba saboreando aquel vino del que se encontraba particularmente orgulloso, cuando finalmente apareció el Sabio.



-Te estuve llamando, ¿Dónde te habías metido?- Inquirió él con tono recriminatorio.-

-Os ruego me disculpéis, Alteza, pero tenía asuntos que atender. Entre planificar la misión de Rubeus y las incómodas acciones de la resistencia.- Se justificó el encapuchado.-

-Hablando de eso, mira la pantalla.- Le ordenó el príncipe.- Y explícame qué significa esto.



            Tras unos momentos de silencio y leer ese mensaje, el Sabio replicó.



-Lamentablemente ese es uno de los incidentes de los que me estaba ocupando, Alteza. Al parecer los sabotajes terroristas de esos grupos de traidores han destruido la casa de la familia Ayakashi. También hemos tenido ataques en algunos domos que dañaron los sistemas de soporte vital y las conducciones de agua.

-Entiendo. Por eso Zafiro me habló del descontento por la falta de agua y de alimentos en algunas zonas de Némesis. Bien, Sabio.- Comentó Diamante queriendo saber.- ¿Qué sugerencias puedes darme al respecto?

-Señor, debemos emprender acciones enérgicas contra esos criminales. Que todo el mundo pueda ver que no únicamente os preocupáis de la seguridad de nuestro planeta en el exterior, sino también en el interior.

-Muy bien. Envía a algunos droidos para que ayuden a los hermanos Kiral y Akiral, y se ocupen de detener a los culpables.- Ordenó el príncipe.-

-Como vos digáis, Alteza.- Convino éste desvaneciéndose.-



            Esmeralda había escuchado aquello. Le parecía muy bien que los rebeldes fueran castigados aunque realmente no le preocupaba en demasía. Lo que sí estaba es realmente furiosa y frustrada. Para Diamante no era sino una especie de criada. Todo lo más, alguien a quien poder encargarle algunos recados. Las cosas importantes solamente las discutía con el Sabio o con Zafiro. Por supuesto que ella dio las órdenes oportunas para que el príncipe recibiera esa copa de vino, del que se había hecho muy aficionado en los últimos meses. Tanto era así que, de los pocos sitios a nivel de cultivos que se seguían mimando en Némesis, los viñedos suponían una gran parte.



-¡Espero que se atragante con él!- Espetó en cuanto la droida se dirigió al salón del trono con una bandeja en la que portaba una botella y una copa.



            No pensaba realmente eso, pero se sentía muy dolida. Se refugió en sus habitaciones considerando que podría hacer. Ahora solamente cabía esperar a ver cuál sería el resultado de la misión de Rubeus.



-Si tienen éxito viajando al pasado y logran destruir la resistencia de ese palacio. Entonces podrán capturar a esa zorra y traérsela a Diamante.- Pensaba llena de rabia.- Me gustaría que fracasasen. O en el mejor de los casos…



            La joven deseaba que Rubeus ignorase la orden de no acabar con la reina Serenity, pero se daba cuenta de que eso era imposible. Ese bobo se ceñía a las instrucciones que recibía al pie de la letra. O mejor aún, que cuando viajase al pasado la encontrase y la matase por accidente, de lo contrario sería el fin para Némesis y para ella misma.



-Si esa fulana viene a nuestro planeta antes moriré que rebajarme a servirla.- Se juró.- Nunca permitiré que tenga a Diamante, ¡nunca!

           

            Salió de sus estancias deambulando por palacio. Fue entonces cuando pasó cerca del salón del trono y escuchó esa conversación entre el Sabio y Diamante…decidió no molestar más al príncipe y se retiró caminando pensativa.



-Quizá si yo pudiera encontrar a esos rebeldes…- meditaba.- Diamante me valoraría más. Siempre ha creído que no era más que la sirvienta de su madre, o una cara bonita. Pero puedo hacer muchas más cosas.- Se animó.-



Y dispuesta a demostrarlo retornó a sus habitaciones para comenzar a planear que hacer. Por su parte el Hombre Sabio se recluyó en su estancia y procedió a invocar a su auténtico amo y señor, contándole sus verdaderos planes.



- ¡Ja, ja, ja, ja! Tanto Diamante y sus estúpidos sueños de poder como Valnak y Armagedón y el resto de los demonios son unos idiotas. Lo que cuenta verdaderamente es el poder del Fantasma de la Muerte y el Caos absoluto de la Nada. Mi señor, yo haré que triunfes sobre todos ellos y que el silencio del olvido se adueñe en su día de todo el Cosmos...¡ja, ja, ja, ja, ja!- se reía regodeándose de sus intrigas y añadía. - Si esos idiotas supieran quién lo ha organizado todo... ¡yo! - Se dijo a sí mismo con un tono de autosuficiencia. – Incluso tuve que ocuparme primero de los padres de estas estúpidas hermanas. Con Ópalo fue sencillo. Aunque con su esposa…no esperaba tanta resistencia.- Tuvo que admitir ahora con un tinte más reflexivo.- Incluso a mí me cuesta entender qué quiso decir al final. Pudiera ser que realmente ya estuviera loca después de todo.



            Recordaba hacía apenas algunas horas, cuando tuvo que ir en persona al condado de Ayakashi. Según algún agente que tenía destacado cerca de allí, en aquel lugar habitualmente desolado y en estado de abandono, habían comenzado a realizarse obras de reparaciones y mejoras. Aun nivel modesto, pero de todos modos era extraño. Lo primero que eso sugería era que los rebeldes pudieran haber instalado allí una de sus bases. ¿Qué mejor lugar que uno tan apartado y oculto? Esa hipótesis se apoyaba en algunas transmisiones que habían salido y llegado a ese condado. Pese a estar encriptadas, o precisamente por eso mismo, no tuvo ninguna duda de a quienes podrían pertenecer. De modo que, tras recibir el informe de su espía, decidió acudir para ver de qué se trataba.



-Podría enviar a Valnak y Armagedón.- Pensó, descartando esa idea.- Pero son demasiado llamativos e impulsivos. Y quisiera ver si hay rebeldes o si Idina Ayakashi sigue allí con vida. Tengo interés en preguntarle algunas cosas antes de acabar con ella... Quizás sea la humana más peligrosa que haya en este planeta para los planes de mi amo.



            Y ese encapuchado hacía bien en tener esa cautela. Lo cierto era que, durante ese intervalo de tiempo en el que nadie se había interesado por su suerte, Idina se había estado preparando en soledad. Tanto tiempo alejada de sus hijas y  con su esposo desaparecido estaba segura de que pronto sería su turno. Por ello se decidió a emprender esas obras de reacondicionamiento de su casa y de sus tierras. Además de prepararse para su defensa.



-Ese Sabio vendrá ahora por mí. Soy uno de los pocos escollos que le quedan. -Reflexionaba muy consciente de eso. -  Pero se llevará una sorpresa. Jamás permitiré que ese monstruo me use como un juguete roto. Ni tampoco lo hará con mis hijas. Aunque me cueste la vida.



Y es que todavía se acordaba de hacía ya algunos años, cuando miraba las viejas imágenes familiares. Aquellas que su entonces prometido le trajo como regalo a la dama Kurozuki. Podía ver a ésta siendo una jovencita, a la madre que su abuela tuvo, de la que ella misma tomaba su nombre e incluso más allá. Y, un día, observando las fotografías congeladas en el haz que emitía aquel aparato, casi quedó sin respiración. Hacía poco que sus propias hijas le habían mandado unas imágenes tridimensionales de ellas mismas en la Corte. Ya estaban muy crecidas y su madre se estremeció cuando, casualmente, proyectó ambos a un tiempo…



-¡No! ¡Esto no puede ser! – Se dijo balbuceando.-



            Y pese a la diferencia de edad miraba alternativamente a una y a otra, el parecido era increíble. Esa mujer, su tatarabuela, allí sentada con ese chico de pelo moreno, a las puertas de una especie de facultad o centro de estudios.



-¡Dios mío! ¡Mi hija! No… no puede ser posible…-Exclamó llevándose las manos a la boca.-



            Desde aquel día, miraba eso una y otra vez e hizo averiguaciones. Le costó bucear en los archivos históricos que su abuela y su abuelo tenían. Y aunque le supuso meses, logró reunir evidencias suficientes. No solamente de su planeta, sino de los archivos terrestres que la soberana Amatista Nairía se trajo de su mundo y que dejó en la gran biblioteca para que todos los habitantes de Némesis pudieran indagar sobre sus antepasados terrícolas. También los privados que le envió, la soberana, junto con las recopilaciones de la doctora Topacita, la madre de su querida amiga Maray, le aportaron datos e imágenes muy reveladoras.



-¡Tengo que decírselo, debo contárselo todo a ellas! - Se decía la atribulada mujer una de esas noches, tras intentar infructuosamente contactar con su familia.- Debo evitar esto…Y también enviar algunos mensajes. Ópalo me dio claves, me contó dónde podría mandarlos. Lo haré. Los miembros de la resistencia deben ser informados de esto. ¡Ella sobre todo debe saberlo!



            Aunque tras reflexionar durante días y sobre todo, tras enterarse de la invasión a la Tierra y de que sus hijas habían partido ya hacia allí, por medio de sus comunicaciones con algunos miembros de la resistencia, cambió de idea. Una mañana, tras mucho meditar, Idina suspiró entre lágrimas musitando.



-Es el destino. Debe ser así. Todo está trazado… pero todavía puedo hacer algo por ellas. Para que en alguno de esos remotos días reciban un último mensaje de su madre…



            Y utilizando los equipos más avanzados que poseía codificó un mensaje urgente. Transcurrido un día tuvo visita.  Se resignó a su suerte preparándose para luchar. Por fortuna esa presencia resultó ser amiga. Ante ella se erguía una mujer más o menos de su estatura, pelo largo encrespado y moreno, vestida con un  atuendo muy particular. ¡Ese tipo de ropa le era muy familiar!… de niña, Idina había oído hablar de aquellas que así se vestían. ¡Eran las sailors guardianas de la Luna!



-No temas nada de mí.- Le dijo esa individua con tono suave presentándose acto seguido.- Soy Sailor Némesis, la guardiana de este planeta.

-Sí, sé quien eres.- Sonrió su interlocutora.- Te conozco bien, aunque sea a través de historias y grabaciones.

-Yo también sé quién eres tú. Idina Kurozuki.- Asintió la sailor con tono lleno de respeto, incluso de afecto.- Sé muy bien lo mucho que te debemos.

-Lo mismo podría decir yo. Pero ahora no tenemos tiempo para hablar de eso.- Se lamentó la anfitriona, quien fiel a su educación, le ofreció.- ¿Te apetece algo de beber?

-No, gracias.- Repuso su contertulia quien enseguida quiso saber.- ¿Estás segura de lo que vas a hacer?

-Sí, es necesario. Después de los mensajes que nos cruzamos y de lo que me contaste.- Contestó ella sin dudar.-



            Durante esos días previos, rematados por el anterior, las dos se había estado comunicando. Ambas se pusieron al corriente de lo que sabían. Sailor Némesis le contó a la condesa de Ayakashi.



-Ignoro donde pueda estar tu esposo ahora. Pero era un hombre valiente y te amaba a ti y a sus hijas con sinceridad. Eso pude verlo en sus ojos.

-Sé dentro de mi corazón que Ópalo ya no está.- Suspiró Idina, esbozando una leve sonrisa teñida de tristeza al musitar.- Y tengo la esperanza de que pronto podré reunirme con él.

-Gracias a sus indagaciones y a su tesón, tu marido me encontró en una cámara hiperbárica en la que me refugié tras ser derrotada por Caos.- Le contó la sailor, admitiendo cariacontecida. -Quise atacar a ese ente del mal tras la muerte de mi amada Ámbar, pero fracasé. Era demasiado fuerte para mí entonces.

-¿Y qué es lo que ha cambiado ahora?- Preguntó Idina.- ¿Acaso ese ser y su siervo el Sabio, no siguen siendo muy poderosos?

-Sí, puede que incluso más, pero ahora sabemos lo que sucederá.- Repuso su contertulia.- Caos tendrá que ceder mucha parte de su poder a su siervo para que éste culmine su tarea en el pasado. Y si tú..

-Sí, si yo fuera capaz de aniquilar a ese infame Sabio ahora. Al menos podría daros una oportunidad.

-Destruido ese ente maléfico, su amo perderá poder. Quizás eso sea suficiente como para que esta vez pueda derrotarle.- Convino la sailor.-

-De no serlo no te arriesgues. Sailor Némesis...- Le pidió Idina, quien sonrió entonces con afecto para matizar.- No te pongas en peligro, Dama Magnetita. O mejor dicho, Constance…si puedo llamarte así.



            Ahora fue su interlocutora quien sonrió, asintiendo para contestar con visible cariño a su vez.



-Tú, madre de este gran linaje de luchadoras, puedes llamarme como quieras.

-Ya no sé si soy madre o hija , posiblemente ambas cosas.- Aseveró su contertulia remachando llena de convicción.- Pero haré que mis niñas se sientan orgullosas de mí, ya sea en el pasado, en el presente o en el futuro.

-Lo estarán.- Sentenció Magnetita.- Todos lo estaremos. Sé que no puedo pedirte que lo reconsideres puesto que así tiene que ser. Por eso, me ocuparé de que tu acto de valor y de sacrificio se recuerde más allá de este tiempo. Solamente ten muy presente esto. Él tratará de engañarte, proyectará alucinaciones en tu mente con el fin de que veas lo que él quiera. Para eso…

-Sí, sé lo que debo hacer.- Asintió Idina.- Lo mismo que tú y la reina Ámbar hacíais. ¿No es así?

-Así es.- Admitió Magnetita.- No sé si te bastará para superar sus sugestiones. Aunque al menos se lo pondrás mucho más difícil.

-Con eso será suficiente para lo que tengo planeado hacer una vez esté a mi merced.- Sentenció su interlocutora.- He preparado todo muy cuidadosamente.



            Y tras conversar sobre más temas finalmente acordaron el plan a seguir. Al poco y tras darse un fuerte y cariñoso abrazo Sailor Némesis se marchó. Idina quedó allí, aguardando. No dudaba de que sería cuestión de tiempo.



-Es un ser maligno pero no es idiota. Habrá detectado mis transmisiones. Sabrá que estoy preparando algo si destaca algún espía y observan la casa. Bien, te espero. Pero antes…



No quiso olvidarse de grabar unas palabras de despedida. No estaba segura de sí sus amadas hijas podrían escucharlas alguna vez. Aunque trazó un plan para hacérselo llegar. Y el mensajero iba a ser quien ellas menos pudiera esperarse.



-Eso él tampoco lo esperará. ¡Maldito! Ojalá pudiera ver la expresión de tu cara cuando lo descubras. Si es que tienes rostro bajo ese sayal o llegas a averiguarlo alguna vez. -Se sonrió pensando en aquel mínimo triunfo.-



De modo que se dispuso a prepararlo todo conectando algunos aparatos y revisando las pocas armas que tenía. Era cuestión de poco tiempo. Se decidió a salir del refugio en el que había vivido durante tantos meses, oculta de todo y, una vez en su casa, hizo los ajustes necesarios.



-¡No estoy asustada, miserable! - Dijo en alta voz.- Sé que me vigilas esperando a que vuelva, bien, pues ya estoy aquí. ¿A qué estás esperando?



Y fue entonces cuando a modo de réplica una voz, entre grave y pérfida, atronó en la estancia. Al volverse hacia la fuente descubrió a ese tipo encapuchado que flotaba en el aire.



-Idina Kurozuki.  ¿Qué intentas hacer?...

-Te aguardaba, Sabio.- Se sonrió ella, añadiendo incluso con tintes de jovial recriminación en su voz.- Estaba segura de que vendrías. Aunque me has hecho esperar mucho.

-Eres audaz.- Admitió él, aunque varió ese tono respetuoso que empleó por otro más burlesco al sentenciar.- Pero desgraciadamente para ti, mucho me temo que eso no te servirá de nada. También lo era tu esposo y me deshice fácilmente de él.



            Y usando su bola proyectó unas imágenes de Ópalo. El conde iba sujeto con unas esposas y dos droidos lo metieron a la fuerza en una lanzadera. Esta nave despegó y dentro de ella se escuchó al conde decir.



-¿A dónde me lleváis, miserables latas?

-Destino irrelevante.- Replicó uno de esos androides, remachando.- La nave se autodestruirá al abandonar la órbita del planeta.

-Ya veo.- Musitó él, solicitando con tono apagado.- Al menos podría poner algo de música. Al menos concederme ese último deseo.

-Claro.- Contestó uno de sus captores.- ¿Cuál desearías?



            Y Ópalo eligió una hermosa canción, una que Idina recordaba cuando se conocieron. Él siempre le dijo que, de alguna forma, siempre se había sentido identificado con ella.



¡Oh, oh!, sí, soy el gran impostor
Fingiendo que estoy bien
Mi necesidad es tal que finjo demasiado
Estoy solo pero nadie puede decir



¡Oh, oh!, sí, soy el gran impostor

A la deriva en un mundo propio

He jugado el juego pero para mí verdadera vergüenza

Me dejaste llorar solo



Demasiado real es este sentimiento de fantasía
Demasiado real cuando siento lo que mi corazón no puede ocultar



Sí, soy el gran impostor

Solo riendo y divertido como un payaso

Parece que soy lo que no soy, ya ves

Estoy usando mi corazón como una corona

Pretendiendo que todavía estás cerca




Síiii


Demasiado real es este sentimiento de fantasía
Demasiado real cuando siento lo que mi corazón no puede ocultar



Sí, soy el gran impostor

Solo riendo y divertido como el payaso



Parece que soy lo que no soy, ya ves
Estoy usando mi corazón como una corona
Fingiendo que tú


Fingiendo que tú todavía estás cerca
(Todavía cerca)



            Idina no pudo evitar derramar algunas lágrimas para satisfacción de su enemigo, aunque eso ahora no le importaba a ella en tanto seguía viendo lo que le aconteció a su pobre esposo, quien ahora, a pesar de todo, sonreía con dignidad cuando la canción concluyó.



-Puedes decir unas últimas palabras. El Sabio nos indicó que te lo permitiéramos. Serán enviadas a quien solicites.- Le comentó el otro androide a Ópalo.-

-En tal caso, Sabio.- Se sonrió el conde de Ayakashi declarando con tono desafiante.- ¡Vete al infierno y espérame allí!. -Aunque mudando su expresión por otra de nostalgia y afecto, agregó.- Y para mi amada esposa y mis queridas hijas…os deseo que seáis muy felices. Os quiero, eso es lo único en mi vida en lo que jamás fingí, y estoy seguro de que algún día, en algún otro lugar, nos volveremos a encontrar…



            De pronto se vio un flash de energía que casi cegó a Idina y después nada. El Sabio tomó entonces la palabra y declaró.



-¡Pobre necio!...Aferrándose a una estéril ilusión. Como tú…

           

            Idina le sorprendió entonces al sonreír, mirándole sin inmutarse mientras enjugaba alguna lágrima todavía. El encapuchado se rio entonces comentando.



-¡Ja, ja, ja! ¡Lo sabía! Ese estúpido te engañó tantas veces con otras mujeres que has llegado a odiarle y te alegras de su muerte. Es natural, puedo entenderte.



            Aunque para sorpresa de su oponente, Idina enseguida replicó con tinte tan desafiante como el de su marido.



-No, no entiendes nada. Mi expresión es de orgullo y de alegría por él. Murió como un héroe, enfrentándose al mal que tú representas.

-No temas, Idina Kurozuki. Si tan complacida te sientes por eso, pronto te reunirás con tu amado esposo.- Replicó prontamente el Sabio.-

           

Aunque la interpelada no pareció asustarse por esas palabras teñidas de amenaza y sí repuso.



-Antes dime una cosa. ¿Quién eres?...- Quiso saber Idina con tono desafiante.-

-Soy el consejero del rey.- Replicó aquel extraño.-

-No, me refiero a quién eres de verdad.- Le insistió la mujer.- Y  sobre todo, ¿quién te crees que eres para venir a mi casa a amenazarme?

-Nadie te amenaza. Solamente tú eres la que ves y oyes cosas que no existen.- Se rio el Encapuchado.- ¡Eres Idina, la loca de la familia Kurozuki! Ja, ja, ja…¡Así se te recordará!



            Y apuntando con sus ojos hacia la mujer los hizo brillar como carbunclos encendidos. Idina intentó apartar la mirada pero fue incapaz, cayendo en la sugestión…vio a sus propias hijas, todas con el emblema de la Luna Negra en la frente, sonriendo malévolamente.



-Tú no lo entiendes.- Repuso ella con visible horror.- ¡Esto está mal!…mis hijas, mis hijas son… en el futuro… no, en el pasado…

-Tus hijas son leales servidoras de su Majestad y de Némesis. Harán lo que deban hacer. Acabarán con el reino de la Tierra…

-¡Jamás harán tal cosa! - Negó Idina con rotundidad.- Les contaré la historia de mi familia y entonces comprenderán. Todos lo harán…

-Pobrecita Idina.- Replicó el Sabio con tintes de burla.- ¡La pobre mujer que se volvió loca por culpa de la soledad! No dejaré que trastornes a tus hijas con esos disparates.- Sentenció con tono ahora amenazador.-

-No estoy loca, maldito. Y no me lo podrás impedir mostrándome mentiras. Cuando mi marido vuelva.- Trató de responder ella con valentía.- Entonces…

-Tu marido… ¿ese que te abandonó hace ya tantos años? Descuida, no volverá. Lo que he mostrado de él no eran ninguna visión, sino la realidad. Pero tú en el fondo ya lo sabías, ¿No es así? Sí, pobre Idina. Es demasiado tarde. Tus hijas ya han viajado al pasado…, y esta vez terminarán lo que empezamos. ¡Míralas! Podrás sentirte orgullosa de ellas. Las educaste muy bien…



            De entre la capucha de aquel individuo refulgieron nuevamente esas dos ascuas rojizas a modo de ojos. Idina no podía sustraerse a esa mirada que la impregnaba de miedo y odio. Una vez más podía ver a sus niñas crecer y convertirse en bellas mujeres, pero con la mirada cargada de iniquidad y medias lunas oscuras con los picos hacia abajo dibujadas sobre sus frentes. Vio como atacaban y asesinaban sin piedad. Después aparecían luchando contra unas chicas vestidas de trajes cortos y minifaldas. Estas extrañas guerreras finalmente vencían, matando  sin contemplaciones una a una a sus hijas.



-¡Noo! ¡Eso no pasó! - Gritaba Idina llevándose las manos a la cabeza.- ¡Ellas no son así! Nunca lo fueron.

-¡Ja, ja, ja! - Sí que sucedió. Esta es la verdad. Fue lo otro lo que jamás ocurrió. ¡Lo que nunca pasará!…La Luna Negra triunfará, y ellas se sacrificarán como vulgares fichas de ajedrez de una partida mucho mayor… Entonces la nada y la muerte prevalecerán…eternamente…



            Idina no sabía qué hacer, la sugestión de ese ente era terrible, chillaba en agonía tratando de no ver aquello en su mente. Pero era incapaz de evitarlo, incluso cuando cerraba los ojos. Era como si ese malvado ser le estuviera friendo el cerebro. Entonces apretó un botón de un pequeño mando que tenía oculto entre su mano derecha. De inmediato sonó una música y pudo oírse una canción.



-¿Qué es eso?- Exclamó el encapuchado mirando en todas direcciones, sin lograr encontrar la fuente del sonido.-


¡Aleja esos perros de mí! 

Tu vida es un misterio 
la mía, un libro abierto 
si pudiera leer tu mente 
creo que lo haría 
no tengo miedo, cariño, 
no me importa….




E Idina se sacudió aquella sugestión. Tal y como comentó con Sailor Némesis, sabía lo que hacer. Había estado practicando para centrarse en algunas canciones y los acordes de esa melodía pudieron quebrar la hipnosis de ese tipo. La muchacha cantó entonces con decisión, con su voz algo estremecida todavía por aquellos ataques telepáticos, en tanto sacaba una especie de pistola de un bolsillo de su traje.


¿Qué tienes que esconder? 
¿Qué necesitas probar? 
siempre estás mintiendo 
esa es la única verdad 
no tengo miedo, cariño, 
no me importa. 

Esta noche las calles están llenas de actores 
no sé por qué 
¡Oh!, aleja esos perros de mí 
antes de que me muerdan. 




La mujer disparó otro haz de partículas con su arma que el Sabio ahora sí que esquivó. Él respondió con una ráfaga de energía que destruyó parte del salón. Idina pudo evitarla por poco saltando a un lado, aunque fue herida por la onda expansiva, en tanto la canción proseguía.

¿Qué tienes que decir sobre las sombras del pasado? 
creías que si lo habías pagado te lo quitabas de encima 
¿a dónde tenemos que ir 
para que podamos reírnos libremente? 


iría a cualquier parte, cariño 
no me importa 
no tengo miedo.



Esta noche las calles están llenas de actores 
no sé por qué 
¡Oh!, aleja esos perros de mí 
antes de que me muerdan, 
antes de que me muerdan. 



Idina cantaba esas estrofas con un extraño y total convencimiento. El mismo Sabio afirmó sorprendido.



-¡En verdad sí que estás completamente loca!



Pero su enemiga no le contestó, siguió desgranando esa canción como si su vida estuviera ligada a la misma.


Esta noche luché y 
me he decidido 
sé que es lo correcto 
sé que esos perros todavía 
son una amenaza a mi alrededor 
¡pero puedo, puedo luchar! 



Dicho esto disparó contra el Sabio apuntando a su bola. Logró alcanzarla al fin. Aunque el haz de energía que emitió su arma se estrelló inofensivamente contra ésta.



-¡Ja, ja, ja!- Se burló su enemigo, preguntando con sorna.- ¿Esta era tu arma para destruirme?



            Y de inmediato contratacó lanzando un rayo de energía negra que hizo chillar a esa mujer de dolor.



-¡Vas a morir!- Exclamó con regocijo.-



Pero le sorprendió que Idina, además de gravemente dañada por esa descarga, no solamente no quedase confundida o asustada, sino que además le mirase con una mezcla de reto y orgullo, con un destello casi salvaje en sus pupilas que estaban tras algunos mechones rebeldes de su cabello, sonriendo y  sin dejar de cantar, pese a su estado de agotamiento y sus heridas.



Si fuera tú, si yo fuera tú 
no me trataría como 
tú lo haces. 




Si fuera tú, si yo fuera tú 
no me trataría como 
tú lo haces. 




            Y entonces ella apretó otro botón de un pequeño mando a distancia que tenía escondido en una mano. Al instante un haz de rayos de energía rodeó al Sabio formando una especie de jaula en la que aquel encapuchado se vio atrapado.



-¿Qué significa esto?- Exclamó entre perplejo y furioso.-



            La respuesta le llegó por parte de su enemiga, cuando ésta repitió el estribillo de la canción con tono desafiante y audaz.


Si fuera tú, si yo fuera tú 
no me trataría como 
tú lo haces. 

No tengo miedo, 
cariño, no me importa. 



-No me detendrás por mucho tiempo con esta estúpida añagaza.- Replicó él tratando de destruir ese contendor de energía.-

-No lo necesito.- Fue capaz de afirmar ella para rematar la última estrofa de la canción en tanto sacaba de sus ropas una especie de cajita y apretaba un botón.-


Iría a cualquier parte 
cariño, no me importa… 



            Idina estaba agotada, aquella batalla mental la había llevado al límite de su resistencia. Al menos se sentía orgullosa de sí misma, tenía a ese bastardo atrapado en esa red energética y podía darse cuenta de que, quizás por primera vez en su existencia, el Sabio estaba inquieto por su suerte. Al fin, apenas consciente, la última de los miembros de la familia Kurozuki que quedaba en Némesis, pudo balbucir con voz entrecortada.



-Algún día…mis hijas…te darán una lección…a ti o a otros como tú…lo sé. Esa será también mi victoria. La mía y la de mi esposo, y de este mundo, sobre ti. Por muy sabio que creas que eres, jamás podrás predecir el futuro, yo en cambio…lo sé. Y ellas sabrán que no tuve miedo…ella no tuvo miedo…dirán…



No tengo miedo 
no tengo miedo 


no tengo miedo 



(I am not Scared. Eighth Wonder, crédito al autor)



            Al fin se desmayó…sumiéndose para siempre en la negrura. Su enemigo la observó perplejo aunque enseguida se rehízo con esa música sonando de fondo.



-¡Ja, ja ,ja, ja! ¡Pobre loca!- Se rio el Sabio para sentenciar burlón.- Nadie creerá ni una palabra de lo que digas. Ni tan siquiera tus propias hijas…Y esta jaula no me retendrá por mucho tiempo.



Comenzó a emitir energía oscura haciendo que se cortocircuitasen aquellos rayos de luz que le mantenían prisionero. Aunque entonces, una de las paredes que tenía enfrente se iluminó con una extraña cuenta atrás en tanto la tonada concluía. Siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos , uno…



-¿Qué?- Exclamó dándose cuenta al fin de lo que sucedía.- ¡Maldita zorra!



Supuso que una especie de bomba había sido activada. Lo que no esperaba es que toda la casa estallase. Aquella perra había conectado explosivos en toda ella. Posiblemente con un temporizador que se habría activado al final de esa canción o con su intento por liberarse de su encarcelamiento. Todo el lugar quedó reducido a escombros. Pese a todo, al cabo de unos minutos, el Sabio emergió indemne.



-Hace falta mucho más que esto para poder aniquilarme. ¡Pobre ilusa! – Sentenció entonces.- Pero admito que lo has intentado. No obstante, cometiste un error. La misma jaula energética que me aprisionaba ha protegido mi único punto vulnerable. A pesar de todo debo reconocerlo. Has sido mi mejor rival. Mucho más taimada e inteligente que el simple de tu marido. Pero ya no estás, y nadie podrá impedir que cumpla con mi misión, ¡ja, ja, ja!…



Ahora se regocijaba en ese recuerdo. Por dura que fuera la resistencia de los humanos, uno tras otro habían ido cayendo bajo su poder. Al hilo de eso se jactaba…en voz alta, pese a que, o precisamente porque no había nadie más para escucharle…



-Y además ordené atentar contra Némesis y sus lunas y contra el Rey Endimión de la Tierra. Luego usé a mis agentes para crear la necesaria confusión entre ellos y mandé un anónimo advirtiendo de que un individuo que obedecía a Diamante intentaría matarle. Pero lo más divertido fue envenenar tanto al rey como a la reina de Némesis y que, aunque Coraíon lo descubriese, no pudiera alertar al estúpido de su hijo. Mis sicarios lo han hecho todo según mis planes y el poder del Cristal Negro que también corrompe sus almas y el influjo de todos mis artilugios que han deformado sus sentidos de la realidad, les impedirán darse cuenta de nada que no sea lo que yo deseé. La única que es capaz de escapar a mi sugestión es esa maldita Serenity. Pero también caerá. Si no es ahora, en el pasado ¡Sí, Gran Fantasma de la Muerte! Señor de la Nada y del Olvido eterno. - Exclamó triunfante - ¡Ya está todo listo para preparar tu ansiada llegada!



            Así, ajenos a todo esto, los expedicionarios aparecieron sobre los cielos de Tokio de fines del siglo veinte. Rubeus se materializó en el puente de control de la nave y tras él lo hicieron una tras otra las cuatro hermanas, dedicando curiosas miradas a la ciudad por las ventanillas de la nave.



- Así que este es el Tokio del siglo veinte. - Comentó Kermesite.- Lo imaginaba más grande. Aunque no importa, ahora podremos destruir los cristales punto y llenar la Tierra con el poder de la oscuridad.

- Pero primero. - Terció Bertierite con un divertido aunque malicioso tono de voz desprovisto de sensibilidad humana. - Tendremos que encontrar a la muchachita y matarla.

-Bien…-Convino Rubeus.- Preparaos para la fase de búsqueda e infiltración. Acorde a las instrucciones que el Hombre Sabio me ha enviado, deberéis estar atentas a una subida brusca y grande de energía.- Les indicó su jefe, quien añadió.- Kermesite. Serás la primera en bajar.

-¿Yo, amo?- Se señaló la joven con visible sorpresa.-

-Confío en que puedas localizar a esa niña lo antes posible. -Sonrió levemente él.-

-No te decepcionaré. -Afirmó la aludida devolviéndole la sonrisa.-



Y lo mismo que Kermesite, sus hermanas y Rubeus estaban también expectantes, deseosos y dispuestos a comenzar su misión. Poco sabían ninguno de ellos lo que el destino iba a depararles...

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