domingo, 29 de marzo de 2020

GWHC08 Del descenso a los infiernos a unas nuevas vidas II


-Sí gracias, aunque no creo que sea por eso, - repuso ella que, de pronto había recordado – Tau, musitó con tono de sorpresa, para repetir. - La nebulosa Tau. ¿Os dice algo ese nombre?



Sus tres invitadas se miraron con gesto de sorpresa y preocupación. Fue Setsuna la que pudo preguntar a su vez.



-¿De dónde te suena a ti eso?

-Me ha vuelto ahora a la cabeza. Y lo he recordado. – Les informó su interlocutora explicando. - Cuando estaba en el Infierno, conocí a una muchacha allí. Nos hicimos amigas puesto que nuestras almas soportaban un tormento parecido. Se llamaba Kaori.

-¿Kaori? ¿No sería Kaorinite? - Quiso saber Michiru visiblemente turbada. -

-Sí, ese era su nombre completo. Pero prefería que la llamase Kaori. ¿La conocíais?- Inquirió Esmeralda a su vez.

-Una dura enemiga,- reconoció Haruka. - Pero Mistress Nine, bueno, la encarnación de ésta en Hotaru, acabó con ella.



            Esmeralda iba acordándose de alguna cosa más. Así tomó la palabra para desvelar a sus amigas.



-Amaba a un hombre, como yo a Diamante. Prometimos que nos apoyaríamos para soportar nuestros respectivos tormentos. Y que una le echaría una mano a la otra si tenía alguna posibilidad de redimirse. Ella cumplió su palabra. Ayudó a Diamante cuando él fue a rescatarme. Quise que se salvara cuando pensé que yo no podía regresar. Y de alguna manera creo que Kaori volvió, pero quedó atrapada entre su dimensión y la nuestra. Al menos, eso me contó el chamán que instruyó a Diamante para traerme a mí. Ahora quiero honrar mi promesa y hacer algo por ella. Merece una oportunidad.



Aunque tras un denso silencio de sus oyentes Michiru movió la cabeza, para replicar con tono serio.



-Tú no tienes idea de lo malvada que era. Le estuvo bien empleado lo que le sucedió. Yo no la volvería a traer aquí por nada del mundo.

-Yo también era malvada, podéis preguntárselo a vuestras compañeras guerreras. - Argumentó su interlocutora para añadir. - Pero si algo he aprendido de mi terrible experiencia en el inframundo es que el arrepentimiento existe, todos podemos cambiar. Yo sé que ella también estaba arrepentida de corazón. Os lo suplico. ¡Ayudadme a salvarla, por favor!- Les suplicó preguntando emocionada.- ¿Qué sentido tendrá purgar tus culpas y arrepentirte sino te dan otra oportunidad para expiarlas?



      Las tres guerreras se miraron sin saber que decir. Justo en ese momento escucharon el sonido de la puerta abriéndose. Era Diamante que volvía.



-¡Hola cariño!- saludó desenfadadamente él, un poco antes de comprobar que tenían visitas. - Hola a todas – rectificó entonces con una sonrisa. - Me alegra veros por aquí.



No obstante, enseguida se percató del gesto serio de las cuatro cuando las interrumpió en mitad de aquella conversación. En pocas palabras le pusieron al corriente del asunto y Diamante pensativo, señaló.



-En mi opinión Esmeralda tiene razón. Es cierto, recuerdo que gracias a esa chica evité una trampa. Aunque si no sabemos a qué hombre quería, no creo que tengamos muchas oportunidades.

-Creo imaginar quien podría ser – Replicó Michiru. - Por lo que pudimos averiguar luchando contra ellos tendría que ser el doctor Tomoe.

-Así es.- Intervino Esmeralda.- Ese nombre me suena.

-¿Tomoe?- se sorprendió Setsuna – Pero ese hombre ha perdido la memoria. Y aunque se ha recuperado de sus secuelas físicas no recuerda nada de cuando fue poseído por el dimone Germatoid.

-Según me explicó Landar, solamente el amor puede redimir a esas almas lastradas por la culpa.- Terció Diamante que agregó. – Como ya sabéis mi hermano vive en Tokio y creo que debe de conocer al doctor. Es más, podrían estar trabajando juntos. En cuanto pueda contactaré con él.

-Sigo pensando que no es buena idea devolver a Kaori al mundo de los vivos. – Insistió Haruka con tono inflexible. -

-Confiad en ella. ¡Por favor! – les pidió Esmeralda.- Podemos ayudarla, si regresa y somos sus amigos, seguro que elegirá el camino del bien. Tenemos que intentarlo. Todo el mundo merece otra oportunidad.

-¡Empiezas a hablar como Usagi! Y recuerdo como eso mismo nos sacaba de quicio con el asunto del Grial. – Rio ahora Michiru con cierta añoranza. De hecho, parecía más dispuesta que su compañeras a ayudarla, cuando sentenció para reconocer. – Y finalmente ella tuvo razón. No se hable más. Nosotras volveremos pronto a Japón. Hablaremos con tu hermano y mientras vosotros os adaptáis aquí, iremos pensando qué se podría hacer.

-Lo que no sé yo. En caso de que tengamos éxito, es cómo se lo tomará Hotaru. – Intervino reflexivamente Plutón con un sesgo de preocupación para explicar a sus amigos. - Ella y Kaori no se llevaban precisamente bien, y  aunque ahora sea la guerrera Saturno reencarnada lo recuerda perfectamente.

-De todos modos, la chica ahora vive a caballo entre nuestra casa y la de su padre. – Comentó Haruka. - Es muy independiente y han pasado ya varios años desde entonces.  Habrá olvidado muchas cosas.

-Puede ser, pero comprendo lo que Setsuna quiere decir. - Remachó Michiru que, algo más desenfadadamente, añadió. - Bueno, cada cosa en su momento. Por ahora centrémonos en salvar a Kaorinite y recuperarla para el bien, como Esmeralda ha propuesto.



El resto asintió con aprobación. Continuaron conversando un poco más sobre aquello y finalmente Urano dio su brazo a torcer. Seguía sin parecer muy convencida pero entre los demás la persuadieron de que, al menos ahora, Kaori no podría ser muy peligrosa.  Entre tanto prepararon una suculenta cena, auxiliadas también por el recién llegado. Mientras la disfrutaban transcurrieron un par de horas más en las que contaron a Diamante y a Esmeralda las aventuras que tuvieron frente a la asociación de las Brujas Cinco. Las guerreras les comentaron lo que sabían sobre Kaorinite y el doctor. Más tarde la conversación derivó hacia los pormenores sobre la entrevista de Esmeralda con Madame Deveraux y de cómo aquella anciana dama había contratado a su pareja. Al fin las guerreras se marcharon y los dos jóvenes quedaron a solas en casa.



-Cariño, me alegro mucho por ti. – La felicitó Diamante dándole un beso en los labios. -

-Bueno- suspiró Esmeralda sonriendo. – Ahora tengo que ponerme a estudiar francés y a prepararme para ser una buena modelo y diseñadora.

-¡Lo harás de maravilla! – La animó él aseverando convencido. - Para alguien que dominaba la etiqueta de palacio de Némesis como tú, eso será un juego de niños.



Y entre esto y otras conversaciones sobre el día de él los dos cenaron y se acostaron. Cierto es que ya habían tenido relaciones tras un tiempo de estar juntos pero no por eso dejaba Esmeralda de sentir un cosquilleo en el estómago cuando él la abrazaba y los dos se entregaban a las caricias y besos previos. Tras terminar, y sintiéndose cansados por el largo día, se durmieron enseguida.



-Hasta mañana, mi amor.- Le susurró ella al oído.-

-Que descanses, sueña con algún diseño bonito.- Repuso el joven.-



      La muchacha sonrió cerrando los ojos. Pero desgraciadamente para ella no fueron precisamente diseños los que aparecieron en su mundo onírico. Sin saber cómo se vio transportada a un lugar oscuro, denso y frio. Por unos terribles momentos el pánico la invadió. Temió que seguía estando en el Infierno y que los días pasados junto a Diamante sólo hubiesen sido un sueño fugaz, en medio de su tortura eterna. Una clase de alucinación con la que aquellos demonios se regocijaban en atormentarla. Recordó una frase de Kaori cuando se separaron. Ese maldito lugar te hacía concebir esperanzas para luego arrancártelas. Pero en cierta manera aquel lugar no era el infierno que ella había experimentado. A lo lejos, mirando en derredor, veía los brillos titilantes de lo que parecían estrellas. Entonces escuchó una voz muy familiar que le decía.



-Tau. Estás en la nebulosa Tau.



  Se giró hacia la fuente de ese sonido y allí la vio. De pie, vestida con una especie de traje oscuro con largos faldones y un escote generoso sobre el que reposaba un curioso colgante que llevaba engarzado un gran broche, estaba su amiga Kaori. Ahora era una mujer de piel blanca, casi tirando a cenicienta, con ojos y cabello rojizo. Observaba a Esmeralda con un tinte de tristeza en su mirada, pese a todo le sonrió al decir.



-Estoy muy contenta por ti. Has alcanzado tu mayor deseo. Y te agradezco mucho que pensaras en mí.

-Kaori, quisiera ayudarte. Como hiciste tú conmigo. Pero no sé qué debo hacer. – Se lamentó Esmeralda. –Quiero cumplir la promesa que nos hicimos, pero no sé de qué modo…

-Ya hiciste mucho por mí. Fuiste una amiga. Me diste fuerzas como yo te las di a ti. Por lo menos me sacaste de ese terrible averno. Ahora debo encontrar un modo de salir de esta dimensión. – Replicó ella que explicó. - Verás, ahora no estamos en el Infierno. Al menos no es el mismo en el que antes padecíamos. Gracias a tu bondad se me permitió salir de allí. Pero en una cosa sí que tú y yo somos diferentes, amiga mía.

-¿Diferentes? ¿En qué?- Inquirió su contertulia.-

-Yo no era humana. Ocupé este cuerpo que ves. Ya te lo dije. Provengo de la Nebulosa Tau, desde aquí, nuestro maestro Faraón Noventa intentó invadir la dimensión terrestre. Cómo cometí actos terribles, estoy encerrada en este infierno especial, el de Tau. Necesito que alguien con mucho poder me ayude a escapar. Por fortuna, puedo comunicarme contigo a través de tus sueños.

-¿Quién era el hombre al que amabas? No lo recuerdo. ¿No sería un tal Tomoe?- Le preguntó su interlocutora recordando la conversación que mantuvo con sus amigas. –



            Kaori esbozó una tímida sonrisa y asintió. Para confesar refrescando la memoria de su amiga.



-Quizás lo olvidaste cuando pudiste salir del Infierno. Pero te lo conté. Nunca había sentido nada parecido hasta que le conocí. A su lado fui feliz. Él ya me salvó de la muerte una vez. Los momentos que pasé en su casa cuidando de él y de su hija fueron los mejores de mi vida. Por primera vez pude saber lo que era una familia. Aunque yo fui muy cruel con la pobre niña. Solamente me interesaba ganar el corazón del doctor. Si hubiera sido más bondadosa con Hotaru quizás las cosas hubiesen sido distintas. Aunque el doctor entonces estuviera poseído por ese Germatoid. Y ahora temo que el  espectro de ese ser terrible ronde por aquí y quiera capturarme.

-Te salvaremos. – Le prometió Esmeralda cuando fue cegada de repente por una luz diáfana que la hizo cerrar los ojos. – No temas…



Sin embargo, al abrirlos musitando esas palabras constató que era de día. La luz del sol entraba a raudales por la ventana de su dormitorio. Diamante ya se había levantado. Ella hizo lo propio, tras darse una ducha miró el reloj. ¡Eran más de las nueve! ¡Se había dormido en su primer día! Con horror se vistió de prisa y pidió un taxi para ir directamente al salón de modas Deveraux, no sin antes llevar más bocetos de los que tenía. Finalmente llegó a eso de las diez de la mañana, ¡casi dos horas tarde! Cuando subió las escaleras y se plató en recepción la aguardaba esa mujer que conoció la tarde anterior en el despacho de Madame Deveraux. La tal Monique, de pelo y ojos castaños, treinta y tantos años, más o menos de su estatura y con una expresión de disgusto que no se molestaba en ocultar, más cuando le dijo en francés.



-Excuse-moi, ma chérie. Vous devez être à l'heure !

-Oui, excuse-moi, je suis désolé, je ne parle pas française. – Pudo responder ella, con un tono dubitativo. Tras hacer un esfuerzo por recordar y pronunciar correctamente las pocas palabras  que conocía.- Je suis très mal…pour être en retard…

-Espero que esto no se repita o me veré obligada a informar a la señora Deveraux.- Le contestó esa mujer, ahora en un fluido inglés. -

-Lo siento mucho, de veras. Monique.- Pudo excusarse nuevamente Esmeralda que improvisó una justificación mostrando su carpeta de diseños. - Pero me di cuenta de que me dejaba esto en casa y quise ir a por ellos para enseñárselos a Madame Deveraux.

-Soy la señorita Lacrosse para ti.- La corrigió secamente aquella mujer informando a la muchacha. – También soy modelo y ahora además soy la secretaria personal de Madame Deveraux y me ocupo de las nuevas chicas. Hoy la señora no está. De todos modos, tengo instrucciones de prepararte para ver como caminas por la pasarela. Sígueme.



Esmeralda obedeció y dócilmente fue detrás de aquella mujer. Desde luego no empezaba con muy buen pie que digamos. Y le daba la impresión de que esa individua carecía de cualquier rasgo de amabilidad que le mostrase cuando su jefa estuvo presente.



-Quizás sea porque he llegado tan tarde.- Se dijo.- Trataré de no volverlo a hacer…ahora a practicar, espero que todo vaya mejorando.



No obstante, las siguientes tres horas no fueron mucho mejor, se pasó casi todo el tiempo de pie caminando de aquí para allá entre las constantes órdenes de aquella individua tales como. ¡No arquees la espalda, cabeza erguida, los pasos más largos! Aquello le pareció aun peor que cuando era niña y sus droidas de protocolo le enseñaban a saludar y hacer reverencias en su educación palaciega. Y esa mujer era incluso más hosca que cualquiera de las institutrices que le pusiera su padre. Pero ella estaba decidida a hacer las cosas bien y sin quejarse en ningún momento se afanó por seguir todas las instrucciones que recibía.



-Esto de ser humana a veces es muy cansado. – Suspiraba aunque enseguida se dijo con mejor talante.- Pero comparado con los tormentos que he tenido que sufrir, no es nada.



Y tras un buen rato, en una de las pausas que la concedieron, aprovechó para llamar a Diamante…



-Espero que su día haya sido mejor que el mío- Suspiró la joven cuando iba a establecer la comunicación.-

 

Paralelamente a las peripecias de su recién estrenada novia, el muchacho estaba  terminando su jornada laboral. Diseñaba un complejo sistema para los satélites espaciales de la ESA. Aunque para él aquello era muy sencillo. De hecho, había introducido un par de modificaciones para mejorar la efectividad de los programas. Con sus conocimientos del futuro eso era muy fácil. Lo peor era tener que obedecer a un jefe. Pese a todo lo aprendido y a las experiencias vividas en su retorno, ese orgullo principesco era difícil de domar. Pensaba en eso y al tiempo estaba terminando una de las líneas de comandos del programa cuando sonó su teléfono. Era Esmeralda. Se alegró de escucharla. Hizo un breve receso en tanto ella le contaba cómo le había ido el día. Incluso le hizo reír cuando confesó que había llegado tarde y que ya se había llevado la primera bronca. Ambos bromearon con lo ventajoso que era aparecer y trasladarse a voluntad como antes hacían. Después la conversación derivó hacia tonos más serios cuando  la joven le contó el sueño que tuvo. Diamante reflexionó. Si eso era así el tema entonces podía enfocarse de un modo científico. Tras charlar unos minutos más se despidió de la muchacha hasta la tarde. Prosiguió su trabajo y cuando llegó la hora de acabar, fichó de salida y antes de marcharse a casa se puso en contacto con su hermano Zafiro a través de video conferencia en uno de los despachos. En Japón era de noche pero su interlocutor parecía haber estado esperando la llamada. Diamante le explicó  el sueño que había tenido Esmeralda a lo que su hermano replicó.



-Las guerreras me han explicado lo que sucede. Y con eso que me has dicho creo que tengo la solución. De hecho hablé con Tomoe sin decirle nada de los sentimientos de esa muchacha. Solamente le planteé el problema desde una perspectiva científica. Tanto él como yo hemos acordado que es algo factible. Y esto que me cuentas ahora viene a confirmarlo.

-Esa chica entonces está atrapada en otra dimensión paralela a la nuestra. – Secundó Diamante para decir. – Sería cuestión de establecer una especie de corredor que nos comunicase y poder sacarla de allí.

-Para eso tenemos un aparato que hemos diseñado para el planetario de Tokio. – Le contó Zafiro dándole más detalles. – Se trata de una impresora en tres dimensiones. Es capaz de convertir energía en materia. Realmente he aportado algún conocimiento del siglo treinta y es altamente secreto. En el planetario desconocen su verdadero potencial. Piensan que sólo puede mostrar evoluciones del sistema solar en tres dimensiones. Pero ese sitio es base de operaciones de nuestra agencia. Ya sabes, los gobiernos mundiales. Y está subvencionada por un tipo con muchísimo dinero, del que ya te hablaré…

-Lo importante hermano es cómo lo vamos a hacer. – Repuso Diamante que no tenía ganas de que su interlocutor le contase tantos detalles superfluos. -

-Dame unos días para disponerlo todo y en cuanto podáis veniros a Japón.

-En una semana tendré unos días de vacaciones, supongo que Esmeralda podrá pedir también un breve permiso.

-¿Es que ya encontró trabajo?- Se interesó Zafiro. -¿Tuvo suerte con eso de la moda?



Su hermano mayor le puso al corriente y cuando mencionó que la muchacha había llegado tarde el primer día Zafiro no pudo evitar reírse para sentenciar divertido.



-¡Muy propio de ella!

-Te aseguro que ha cambiado mucho – Le respondió Diamante con una sonrisa.-

-Sí, lo vimos cuando estuvisteis aquí. Os deseo que seáis muy felices, hermano. Tanto como lo soy yo con Petz. - Contestó éste agregando divertido. – También puse en práctica el consejo de Roy. Ya sabes, el uso inteligente de las buenas canciones del Rincón…



Diamante se rio al oír eso. Le preguntó  a su hermano menor por su vida y Zafiro le dijo que  tanto él como su novia estaban muy contentos. Ella trabajaba duro en la tienda y él en su labor de ingeniero. Aun así tenían tiempo para pasarlo juntos y de vez en cuando quedaban con algunas de las guerreras. Sobre todo con Makoto, que era la amiga más cercana de Petz como ya pudieron comprobar. Tras un poco más de conversación recordando vivencias pasadas con sus amigos y alguna que otra batallita, se despidieron. Los siguientes días Diamante y Esmeralda estuvieron muy liados. De hecho se veían menos cada vez, hasta que llegó el momento de viajar a Japón. Por suerte madame Deveraux le concedió a la muchacha unos días. Lo más extraño es que la anciana no le hizo apenas preguntas de porqué tenía que marcharse. Eso sí, le pidió que a la vuelta recuperase el tiempo y esbozase algún que otro diseño más, a lo que su pupila se comprometió. Y es que aquellos bocetos que Esmeralda trajo el día que llegó con retraso parecían haberse traspapelado. Por suerte la muchacha tenía copias. De todos modos no pensó en ello cuando hizo las maletas y tras abordar un avión llegó a Tokio junto con su novio. Los dos se alegraron de ver a Usagi y a la gata Luna allí,  junto a Petz y Zafiro habían venido a recibirles.



-Hola. ¿Qué tal por Francia? ¿Ya os habéis comido muchos croissants?- Inquirió la rubia muchachita a modo de saludo.-

-¡Ay, qué cruz, qué cruz, qué cruz! – Suspiró la gata moviendo la cabeza.-



            Sin prestar atención a eso, Esmeralda sonrió asintiendo con divertida complicidad…



-Pues confieso que sí. Son casi tan adictivos como las tartas. Pero debo tener cuidado, engordan bastante…

-Hola y muchas gracias por venir a recibirnos.- Terció Diamante que enseguida abrazó a su hermano y a Petz y besó una mano de Usagi con gran deferencia añadiendo.- Es un honor para nosotros que te hayas dignado acompañar a mi hermano y a Petz.

-¡Me haces poner colorada!- Sonrió esa chica.- No hace falta que seas tan protocolario.- Le pidió ahora ya con tono algo más sereno.-

-Eres la reina de la Tierra.- Replicó Diamante.- Este es el mínimo respeto que mereces.

-Aun no.- Sonrió Usagi corrigiéndole con humor e incluso afecto.- Ahora solamente soy vuestra amiga. Como ya os dije al volvernos a ver en la fiesta de la victoria. ese es el título que más me importa.

-Y nos sentimos muy honrados de que nos llames así.- Afirmó Esmeralda.- Te aseguro que es mutuo.



Y la recién llegada no perdió ocasión para contarle a aquella muchacha lo sucedido, en tanto iban hacia casa le consultó.



- ¿Crees que será posible? Dar a Kaori una segunda oportunidad, como la he tenido yo.

-No veo por qué no podría serlo.- Repuso la interpelada matizando eso sí.- Si de veras lucha por ganársela.

-Sí, no es una idea descabellada.- Convino Luna por una vez.-



 Hablaron un buen rato sobre eso y también acerca de cómo les iban las cosas. Esmeralda le prometió a Usagi que ya diseñaría algún vestido para ella. Eso produjo el consecuente entusiasmo de la muchacha. Después ésta se despidió alegando que había quedado con las chicas. De modo que los dos hermanos y sus respectivas novias se dirigieron a la casa de Petz y Zafiro. Desde allí, una vez el grupo dejó sus equipajes, se encaminaron al planetario. Estaba cerrado al público oficialmente por reformas. No obstante, una vez dentro la situación era bien distinta. Allí esperaba el profesor Tomoe, un hombre alto, casi tanto como Diamante, de pelo blanco, aunque ese hombre era joven todavía. De hecho, era muy parecido al propio  príncipe de Némesis. Esmeralda recordó entonces la descripción que su amiga le diera.



-Es cierto, tienen un enorme parecido.- Pensó divertida al observar a Diamante junto a ese hombre.-



Desde luego que ambos daban la impresión de ser hermanos cuando estaban juntos. Aunque dejó aquello al percatarse de que también aguardaban las guerreras Urano y Neptuno con sus identidades civiles.



-Todo está dispuesto. – Les anunció el científico. -

-¿Qué tenemos que hacer?- Quiso saber Diamante.-



El joven príncipe estaba observando con curiosidad una especie de cabina conectada a unos ordenadores que era lo que más llamaba la atención en aquella estancia. Supuso que tendría alguna utilidad, quizás fuera una especie de medio de transporte.



-En primer lugar comprobar si podemos establecer conexión. – Le explicó su hermano menor indicándole. - Eres el único que se ha metido en un espacio similar. Debes ser tú quién se conecte a esa máquina y trate de comunicarse.



Como Diamante le contase algo a su hermano sobre el adiestramiento al que fuera sometido por Nube Alta, Zafiro a su vez le aclaró.



-Verás. La clave está en que puedas introducir tu consciencia en esa máquina de modo que sirvas de enlace entre nuestra dimensión y esa. Eres el único con la suficiente energía y entrenamiento como para conseguirlo. Pero te advierto una cosa. Podría ser muy peligroso, si algo fallase tu espíritu correría el riesgo de quedarse allí y tu cuerpo sería una cáscara vacía para siempre.



Al escuchar estas palabras todos se estremecieron, sobre todo Esmeralda que ahora no creía tan buena idea el que su novio se lanzase a esa aventura.



-¿Estás dispuesto a arriesgarte así por una completa extraña?- Le preguntó Petz mirándole sorprendida. -



            El príncipe le devolvió la mirada y respondió con tintes de reflexión.



-En el pasado, o no sé si decir en el futuro, fui yo quien permitió que un montón de personas, vosotros incluidos, os sacrificaseis por mí. Ahora sé que se debe de hacer lo posible para socorrer a otros. El bienestar de mis súbditos y su felicidad. Ese era mi verdadero sueño antes de ser corrompido por la perfidia del Sabio. Y ahora podré terminar de pagar esa deuda moral.

-¡Diamante, cariño!- Pudo decir Esmeralda visiblemente preocupada. - Tengo miedo. Todo esto es mi culpa, si no hubiera insistido…

-No te preocupes, iré con cuidado. – Repuso él acariciando el mentón de la chica con suavidad. - Y cuando todo esto termine, estaremos juntos otra vez.



A Petz le recorrió un escalofrío al escuchar aquello. Eran casi las mismas palabras que Zafiro le dijese a ella cuando, mal herido, salió de su apartamento aquella aciaga tarde, rumbo a tratar de hablar con su hermano y obtuvo la muerte a manos del Sabio a cambio.  Movió la cabeza con temor pero no se atrevió a decir nada al resto del grupo. Sólo pidió en silencio que Diamante tuviera más suerte en esta ocasión que su entonces infortunado hermano menor.



-En ese caso, cuando estés preparado te explicaremos lo que debes hacer. – Intervino Tomoe. -

-Cuando quiera, doctor. – Convino Diamante con un asentimiento enérgico de cabeza. -



-Te conectaremos una especie de casco con electrodos a tu cerebro. – Le explicó el científico con más detalle. - Entonces la máquina y tú os ajustaréis. Para ti se abrirá el campo virtual que te llevará hasta ese espacio de Tau, o como se llame. Tu hermano y yo estaremos monitorizando tu estado físico y el estado del aparato continuamente. Tenemos una especie de comando de emergencia para abortar la misión en caso de que creamos que tu vida o tu espíritu corren peligro.

-Entonces no hay más que hablar, – sentenció su interlocutor en tanto Zafiro le ayudaba a ajustarse el casco. -

-¡Noo! –Gritó Esmeralda corriendo a interponerse, en tanto suplicaba abriendo los brazos como si quisiera proteger a su novio del resto.- Os lo imploro. ¡Diamante, por favor… no quiero perderte! Lo siento. Que Kaori me perdone…se que es injusto...pero…



            Sin embargo fue su novio el que la abrazó tratando de calmarla para después acariciarle la barbilla y declarar en tanto la chica derramaba unas lágrimas llenas de miedo y ansiedad.



-No debes temer nada por mí. Estoy seguro de que lo lograré. Cosas más difíciles he enfrentado. Y creo firmemente que merece la pena.

-Prométeme que al menor riesgo para ti volverás.- Le pidió ella con patente congoja.-

-Te prometo que regresaré junto a ti. Y sabes que siempre cumplo mis promesas.- Sonrió el muchacho.-



Esmeralda pareció calmarse y asintió despacio. Petz colocó ambas manos sobre los hombros de su amiga y gentilmente la apartó. Tras  hacer esto y conectar los electrodos en las sienes del príncipe, Tomoe encendió el dispositivo. Zafiro comenzó a programar una serie de comandos y Diamante empezó con sus ejercicios de relajación y concentración. Las ondas alfa de su cerebro pasaron a beta en tanto Zafiro les pedía a Esmeralda y Petz.



-Debéis apartaros y dejarle espacio. No sería bueno que vuestro campo electromagnético interfiriese con el de él.



Las dos obedecieron enseguida, aunque Esmeralda con ciertas reticencias. La joven seguía sin querer separarse de él. Ahora tenía mucho miedo. ¿Y si algo salía mal y ahora que había vuelto a la vida lo perdía? Pero se forzó a tratar de ser optimista tras escuchar las palabras de su novio. Si alguien podía hacerlo ese era Diamante. Pudo rescatarla a ella, seguro que podría repetir la hazaña con Kaori. Y esto parecía estar más controlado que la experiencia mística que tuvieron ambos en aquella agreste montaña con el chamán.



-Lo siento.- Musitó dirigiéndose a Petz para acusarse con apuro.- He hecho una escena. Como en los viejos tiempos, ¿verdad?
-No querida.- Sonrió su interlocutora, confesando sin tapujos.- Nada que no hiciese yo cuando Zafiro se apartó de mi lado aquella vez que quiso advertir a  Diamante acerca del Sabio. Es normal, Tú quieres a tu novio lo mismo que yo al mío. Pero ten fe en él.- Concluyó de un modo más animoso.- 

Ahora no está solo en esto, ninguno lo estamos.



En ello quería confiar Esmeralda. Lo deseaba y rezaba con toda su alma para que las cosas fueran bien. En eso pensaba cuando la puerta de la sala se abrió y pasaron Haruka, Setsuna y Michiru. Ellas también habían sido puestas al corriente aunque lamentaron el retraso. Las dos sailor habían ido a buscar a su compañera Plutón que venía de estar con Hotaru. Setsuna traía colgando de su brazo derecho lo que parecían  ropas. Sobre todo algunas blusas y faldas. Michiru portaba una maleta que su compañera había traído también, que dejó sobre una mesa de esa estancia. Abriéndola todos vieron que contenía ropa interior y otros elementos de vestir y complementos femeninos. La sailor sonriendo aclaró al resto.



-Teniendo en cuenta lo que nos narraste de tu experiencia Esmeralda, hemos considerado más decoroso traer esto. Supongo que cuando Diamante tenga éxito los caballeros serán tan amables de retirarse.

-¡Ejem! Por supuesto – pudo carraspear Tomoe que parecía haberse ruborizado ligeramente en tanto aparentaba observar únicamente las mediciones del encefalograma de Diamante en la pantalla del ordenador. – Les cederemos la sala entera…

-Su talla, si no recuerdo mal, vendría a ser la de Setsuna o la tuya, Esmeralda. – Añadió Haruka que sonrió ufana para afirmar. - Soy bastante buena en lo de calcular tallas de mujer a ojo se refiere.



Las  chicas se miraron divertidas, aunque Esmeralda enseguida borró esa tímida sonrisa que le asomaba centrándose en contemplar el cuerpo inmóvil y el rostro de su novio que tenía los ojos cerrados. Consciente de ello, Petz le ofreció una mano que su antigua jefa y ahora amiga, aferró.



-Protégele por favor.- Musitó Esmeralda, recordando a aquel ángel que la sacase a ella del otro mundo.- Tráeles de vuelta a los dos.



Ajeno a todo lo que sucedía en el exterior, Diamante se movía ahora por una especie de nebulosa. A su alrededor todo era negro, lo único que podía servirle de guía era el titilante brillo de algunas lucecitas que parecían estrellas. Concentrando su aura y su esencia espiritual él reconocía que aquel sitio era otro plano existencial. No obstante, era por completo distinto desde luego al infierno en el que había entrado anteriormente. De pronto curiosamente se topó con una puerta que parecía muy similar a la de un laboratorio.



-¿Qué será esto? No debo fiarme de las apariencia. Tengo que verlo con los ojos del espíritu.- Se dijo, recordando las enseñanzas de su maestro.-



Y se concentró tal y como Nube Alta le había enseñado. Trataba de detectar alguna trampa o engaño pero no parecía haberlo. Finalmente, al convencerse de eso, abrió aquella puerta. Tras la misma apareció un largo pasillo apenas sí iluminado por un resplandor rosáceo. Caminó por él hasta llegar a otra puerta que tenía grabada una estrella negra de cinco puntas. Tampoco presintió peligro inminente. Así pues la abrió sin ceremonias para encontrar una amplia sala con iluminación cenital llena de tubos de ensayo y probetas y, a unos pocos metros, la figura en penumbra de un hombre que parecía estar llevando a cabo un experimento. A Diamante aquel tipo le resultaba familiar, podía ver bien su bata blanca pero a la altura de su rostro sólo había oscuridad. Destacaban eso sí, el brillo de dos redondas lentes a modo de ojos y una boca alargada y curvada hacia arriba. Ese hombre desde luego parecía de buen humor, reía en tanto musitaba con voz algo ronca y gutural.



-¡Ah! Las estrellas lo saben todo, sí señor.

-¿Doctor Tomoe?- Quiso adivinar Diamante no sin sorpresa, dirigiéndose a ese extraño. -

-¿Quién es?- Le respondió éste que giraba ahora hacia él ese curioso rostro. -

-No quiero molestarle con sus experimentos.- Declaró educadamente su interlocutor dándose cuenta de que aquel tipo distaría mucho de ser el auténtico Tomoe. - Venía preguntando por su ayudante.

-¡Ah! Esta Kaori, ¡ya es la hora del té! – Exclamó elevando los brazos hacia el cielo para agregar ante un atónito Diamante. – Cómo están las ayudantes hoy en día. Hágame caso, infórmese bien y pida referencias antes de contratar a nadie. Por cierto, ¿Quién es usted?

-¡Oh!, nadie de importancia. – Pudo decir el príncipe que, decidió tratar de ganar algo de tiempo y discurrió. – Bueno, un tal Faraón Noventa me ha enviado un mensaje. Era para usted, pregunta que tal van sus investigaciones.

-¡Vaya!- replicó aquel tipo con tono reflexivo. - Eso significa que no me queda mucho tiempo. El Maestro exigirá resultados. No sabe usted el mal genio que tiene cuando no cumplimos los plazos. Aunque sin mi break vespertino no me puedo concentrar debidamente. ¡Kaori! – volvió a gritar como un poseso. - ¡Quiero mi taza de té!

-No se preocupe. Siga aquí trabajando que yo voy a buscarla. – Le tranquilizó su contertulio. – No queremos que el Maestro se disguste. ¿Verdad?

-Gracias. Es muy amable de su parte. – Replicó aquel individuo que ya estaba otra vez volcado en sus experimentos. – Pídale un café para usted también.



Diamante suspiró, al parecer aquel ser estaba completamente loco. O por lo menos eso pensaba. Debía de ser ese tal Germatoid, aquella criatura alienígena que poseyera al verdadero doctor.



-Desde luego, la información que me dieron las sailors del sistema solar exterior me está siendo muy útil.- Pensó agradecido.-



Afortunadamente tuvo la precaución de documentarse bien antes de embarcarse en esa aventura. Y esas tres le contaron muchas cosas de sus enfrentamientos contra las Brujas Cinco y sus líderes. Así pues salió presuroso de aquel laboratorio solamente para encontrarse en una gran sala con infinidad de cuerpos fofos tirados en derredor. Todos tenían un rostro igual al que había visto en la cara del tipo aquel, y una estrella de cinco puntas negra dibujada sobre sus frentes.



-Bueno, parecen únicamente fardos vacíos.- Suspiró con alivio.-



Empero, para su sorpresa y horror, aquel chalado reapareció al otro extremo de la habitación y derramando una probeta que contenía una especie de líquido rosáceo gritó.



-¡Aquí va mi último descubrimiento!



Y una oleada de vapor del mismo tono se elevó en el aire inflando aquellos guiñapos que estaban en el suelo. De inmediato todos se levantaron aullando enloquecidos y atacando al atónito Diamante, éste apenas si tuvo tiempo de esquivarlos. Incluso lanzó rayos de energía mística que los destruían, pero por cada uno que eliminaba otro reaparecía. Así le sería imposible salir…



-¡Maldita sea! No sé por dónde escapar de aquí.- Espetó con visible apuro.-



            En el cuarto de control, Tomoe observó que las constantes vitales de Diamante comenzaban a ser irregulares.



-Debe de tener algún problema. – Comentó el científico a Zafiro que asintió.-

-Le vigilaremos, si la cosa se agravase lo sacamos rápidamente de ahí. – Convino éste. -



Entre tanto, Diamante logró apartar a aquellos engendros el tiempo suficiente como para ganar una puerta que también llevaba grabada esa extraña estrella y entró. Esta vez no tuvo tiempo de concentrarse para detectar algún posible peligro.



-Lo que sea que pueda haber aquí no podrá ser peor que esto.- Se arengó entrando con celeridad tras rodar sobre el suelo esquivando al último de esos muñecos de pesadilla que quiso agarrarle.-



Cerró tras de sí con un estruendo. Ahora todo era silencio. El príncipe se tomó unos instantes para recobrar su respiración. Resopló aliviado aunque, de repente, una voz femenina le dijo llena de alivio.



-Menos mal que ha llegado usted, doctor. ¡Nos faltaba uno para jugar al twister!



Al mirar con atención el atónito muchacho observó las siluetas de cuatro mujeres, aunque sus rostros no eran visibles. Únicamente podía percibir que llevaban una especie de batas de laboratorio y que en el suelo, y eso sí le era perfectamente discernible, incluso con colores, aparecía una especie de mantel lleno de dibujos de círculos de tonos verde, azul, rojo, amarillo, etc. Una de aquellas chicas estaba tumbada, posando un pie en un círculo rojo y la mano contraria sobre un círculo amarillo. Entonces escuchó a otra cantar.



-Pie derecho sobre círculo verde, mano izquierda sobre círculo rojo. Le toca a usted, doctor.



Al parecer se estaban refiriendo a él. El chico se forzó a mirar más detenidamente ese mantel con sus percepciones espirituales, pero lo que pudo ver le horrorizó. Ahora, en lugar de círculos de colores podía observar agujeros de los que surgían insectos repulsivos, o bien zarzas con espinas afiladas. Dudó un poco y entonces, como una inspiración que le hubiera venido a la mente gritó, imitando al tipo chalado de antes.



-Es la hora del té. ¡Nadie ha traído las pastas!



Eso pareció sembrar la confusión. Una de esas chicas, de peinado extraño, con una larga trenza que parecía ahora brillar en un tono azulado a un lado de la cabeza, se apresuró a disculparse diciendo.



-¡Lo siento, era mi turno! ¡Me olvidé, la partida estaba tan interesante!



Las otras figuras colocaban con celeridad una mesita con cinco sillas, dispuestas en forma de pentáculo. Una de ellas, la que hacía el vértice orientado hacia abajo, le fue ofrecida a Diamante por la silueta de una chica de corta melena cuyo tono parecía de un color similar al propio pelo del príncipe, aunque algo más azulado. Él declinó amablemente arguyendo que tenía que ir a por el té.



-Esperad aquí, lo traeré antes de que se enfríe.- Discurrió.-



Y esas mujeres asintieron, sentándose obedientemente en sus lugares. Él se las ingenió para salir por otra puerta que también tenía grabada una negra estrella de cinco puntas. Ahora penetró en una sala amplia y de blancas paredes bien iluminada. Pudo ver a una mujer de larga cabellera pelirroja con un vestido violeta que se afanaba en preparar café en una máquina de expresos. La chica no paraba de repetir en voz alta y  tono de tribulación.



-¡Tengo que preparar café para el doctor! El doctor me ha pedido que haga café para las visitas.



Diamante se acercó a ella. No podía estar del todo seguro pero se atrevió a decir en voz baja tocando un hombro de aquella muchacha.



-¿Kaori?

-¿Sí?- pudo replicar ella que le observaba como si le conociera, añadiendo de inmediato. - Ya casi está, doctor. Ahora mismo le llevo el café a Hotaru.



Tomoe y Zafiro se sintieron aliviados cuando las constantes de Diamante volvieron a regularizarse. Las mujeres también. Esmeralda se paseaba visiblemente intranquila. Fue Petz la que, tomándola de una mano otra vez le susurró con tinte animoso.



-Lo está haciendo bien. No te preocupes, lo conseguirá.

-Eso espero. – Pudo responder su interlocutora tratando de relajar su tensión. -



Entre tanto, el objeto de su preocupación reconoció a aquella voz como la anónima que tanto le ayudase aquella vez cuando fue a rescatar a Esmeralda. Por eso tomó de los hombros a aquella chica atrayéndola despacio hacia sí y le dijo con tono amable, casi paternal.



-Todo está bien Kaori, tienes que venir conmigo.

-Pero doctor. Aún queda mucho por hacer, debo hornear unas galletas y…

-Mírame bien a los ojos y solamente concéntrate en mi voz. Piensa en lo que sucede y céntrate en tu voluntad de salir de aquí. – Le ordenó Diamante ahora con un tono más persuasivo, empleando algunas de las técnicas que Nube Alta le enseñara. – Recuerda quién eres y lo que realmente deseas.



La muchacha obedeció. Al cabo de unos instantes en las que ambas miradas se enfrentaron ella parpadeó, ahora parecía aturdida, como si hubiera despertado de un profundo sueño. Entonces volvió a hablar pero con un tono diferente. Más temeroso, para advertir a su interlocutor.



-¿Eres tú? Aquel que vendría a buscarla. Eres el que el ángel prometió que me salvaría.



            Y es que la chica recordó de pronto. Como un flash a su memoria acudieron los instantes posteriores a separarse de Esmeralda. En medio de aquella oscuridad una gran forma que brillaba con un resplandor malva se apareció. Era un alto encapuchado con rostro pétreo. Kaori no pudo mirarle a los ojos, dado que estos refulgían como carbones encendidos. La aterrada chica se arrojó de rodillas al suelo mirando hacia el suelo.



-Te lo suplico. Ten misericordia de mí…- Le pidió con un gemido.-

-No temas nada por mi parte.- Fue la réplica de ese ser con una dulzura que en nada cuadraba a su siniestra apariencia para añadir.- Vengo a darte una buena noticia. Tu amiga ha ofrecido su puesto para que tú seas libre…

-¿Cómo?- Pudo replicar la atónita muchacha poniéndose lentamente en pie.- ¿Esmeralda?…

-Debes dejar que tu amor verdadero te guíe.- Le explicó aquel ente.- Así te liberarás…



Kaorinite asintió. Eso es lo que deseaba. Pudo ver como su túnica también se había vuelto prácticamente blanca. Ahora se sentía ascender hacia aquella negrura por la que su amiga despareció anteriormente. Llegó incluso a verla, abrazada a aquel enorme ser. Hablaron y Esmeralda le encargó hacer feliz a su amor, ese tal príncipe Diamante. Ella fue sincera. No podría amar a otro que no fuera el doctor. Pese a ello se elevó con rumbo a una luz cenital que dejó paso a un inmaculado resplandor. Entonces, sin apenas darse cuenta, se encontró desnuda sobre un suelo arenoso. Apenas abrió los ojos y vio a un anciano que la observaba sorprendido. Sin embargo, notó como su cuerpo se desvanecía. Se sentía nuevamente transportada…rápidamente tuvo la intuición de adonde.  Apenas sí tuvo tiempo de musitar…



-¡Tau!



            Reapareció en aquella sala del laboratorio, donde había trabajado tan cerca del doctor. Pero ahora no era él. Se trataba de ese Germanoid. Desesperada, comprendió que había retornado a ese infierno. Pero al de su dimensión de origen. Allí estaban las esencias de los guerreros de su nebulosa, con la forma de los humanos que habían poseído. Ella misma no recordaba ya como fue su aspecto original. De hecho, se sentía como si siempre hubiese sido Kaori, la ayudante de laboratorio y asistente de aquel eminente científico. Trató de contactar con Esmeralda sin lograrlo. Solamente tras algún tiempo de paciente práctica pudo dominar su aura para poder hablar con ella en los sueños de su amiga. Después, posiblemente a causa del aura maligna de ese lugar, no recordó nada de lo ocurrido hasta ese mismo instante. Entonces quiso advertir a su salvador.



 -Debes tener cuidado, estamos en lo profundo de este infierno.

-¿Sabes salir de él? - Quiso saber el muchacho que la miraba con interés y preocupación. -

-Necesito una luz que me guíe.- Pudo responder la chica que parecía estar muy confusa. -



Diamante se quedó pensativo, algo le decía que tenía que comunicarse con el doctor y su hermano, pero no sabía cómo hacerlo. Entonces pareció tener una intuición. Se concentró…



-A ver si esto resulta.- Le dijo a su interlocutora.-



Los signos vitales del chico comenzaron a  volverse irregulares nuevamente. Aquello era muy extraño, una especie de taquicardia que preocupó seriamente a Tomoe.



-¡Tenemos que sacarle de ahí! – Urgió el profesor. -



Zafiro mismo iba a disponer el protocolo de reanimación cuando se quedó mirando durante unos segundos más ese cuadro tan peculiar. Entonces algo le dijo que debía prestar un poco más de atención y exclamó dirigiéndose al grupo.



-¡Mirad!- ¿es que no notáis una especie de patrones aquí?

-Sí,- convino Setsuna aproximándose a la pantalla. - Son como secuencias, parece obra de algo inteligente. No es como una arritmia normal.

-¡Es código morse! – Exclamó Haruka leyendo aquello con atención. - Nos está diciendo algo.

-¡Bien por mi hermano! Realmente aprendió mucho en el Rincón con Roy y los demás. –Sonrió Zafiro, quien junto a Urano, interpretó rápidamente aquello. –

-¡Que el doctor me dé la mano!- Corearon ambos casi al alimón.-



Tomoe se sorprendió, pero obedeció enseguida, agarrando la mano derecha de Diamante con la izquierda suya.



-¿Así está bien?- Inquirió el estupefacto científico.-



El príncipe de Némesis estaba sudando copiosamente, aquel esfuerzo físico parecía pasarle factura en esa otra dimensión. Paralelamente a eso, en la dimensión avernal de Tau, un resplandor brilló en el fondo de aquella sala. Tanto él como Kaori miraron hacia allí y la chica sonrió con amplitud en tanto reconocía de entre esa luz.



-¡Es el doctor! Es su rostro.

-Tenemos que ir hacia allí. - Le indicó Diamante a la muchacha que se aprestó a ello. -



Pero justamente entonces, en el lado opuesto, aquel loco con bata penetró en la sala acompañado de las siluetas femeninas de antes y de varios de esos seres de pesadilla, al grito de.



-Kaori. ¡Te has olvidado de la hora del té!  Eso es imperdonable. Tendrás que sufrir…por tu descuido. ¡Ja, ja, ja!…sufrir eternamente…



La muchacha dilató sus  pupilas observando a aquellas apariciones con terror. Diamante no se lo pensó dos veces. Agarrándola de la mano corrió arrastrándola hacia el otro extremo del cuarto. Entre tanto eran perseguidos por aquellos monstruos que aullaban y ululaban salvajemente coreando.



-¡El té, el té!...Es la hora del té.



El chico no vaciló, miró fijamente a Kaori y le espetó.



-Cruza. ¡Ahora!

-¿Y tú?- Le preguntó ella con visible preocupación. -

-Detrás de ti, tengo que detenerles. Si no… Dile a Esmeralda que la quiero.- Pudo sentenciar empujando a Kaori hacia ese resplandor. - ¡Vamos!



Aquellos extraños seres se le echaban encima. Diamante recurrió a sus reservas místicas y emitió una poderosa onda de energía que destruyó a varios de ellos, pero enseguida aparecían más y más… Él veía como aquel resplandor comenzaba a debilitarse y aquella era su única puerta de salida. La última oportunidad de escapar.



-¡Maldita sea! Debo encontrar una solución.- Pensaba con cada vez mayor premura.-



En la sala del planetario aquella cabina conectada a la impresora se iluminó con un fulgor plateado. Era tan intenso que les cegó a todos por unos momentos. A los pocos segundos, Esmeralda creyó distinguir una silueta que estaba siendo esculpida a gran velocidad por aquella máquina. Era como si ese resplandor se fuera condensando en una forma cada vez más definida.



-¡Algo está saliendo de ahí! – Exclamó la muchacha en tanto Haruka, Michiru y Setsuna se acercaban a esa máquina. -

-El pulso de Diamante se acelera, ¡está demasiado alto! – gritó Zafiro dando la voz de alarma. - ¡Doctor, rápido, hay que sacarle!



Pero aunque el chico activó los protocolos, estos no parecían funcionar. La presión arterial del paciente subía y las ondas de su cerebro se debilitaban. Estaba casi al límite de su resistencia.



-¡Maldita sea, hermano!- Exclamó Zafiro ante el horror de Esmeralda y Petz, y la manifiesta preocupación del resto.- ¡Tienes que reaccionar!



Diamante sostenía un fiero combate en aquella dimensión. No obstante, por más que emitía poder y aniquilaba a esos engendros, muchos más los reemplazaban. De pronto una palabra iluminó su mente, y siguiendo el procedimiento anterior del código morse la transmitió al mundo real. Zafiro cantó aquella palabra en voz alta. De inmediato las tres guerreras se miraron repitiéndola al unísono.



-¡Talismán!

-Ocupaos de esto. – Les indicó Haruka a Petz y a Esmeralda en alusión a la máquina que proseguía con su frenética actividad de modelar una forma femenina en su interior. – Nosotras le sacaremos.



Todas a una las tres sailor se transformaron. Entonces cada guerrera hizo salir una especie de objeto luminoso invocándolo de la nada. Un espejo, una espada y un orbe flotaron ante ellas. Sin dudarlo posaron una mano cada una sobre la mano izquierda de Diamante. El muchacho entonces pudo percibir una gran fuerza. Ante él se materializó un espejo con el que podía ir eliminando a esos seres según los hacia reflejarse en él. Y finalmente con una espada que apareció ante sí, remató a aquel loco de la bata clavándosela en la cabeza. Éste, con un aullido horrísono, estalló. El agotado príncipe recuperó esa arma y entonces un orbe de color granate apareció ante él, Diamante lo agarró y aquello refulgió en un tono escarlata propulsándole hacia aquella luz brillante por la que él había empujado a Kaori tan solo unos momentos antes…



-¡Vamos! –Se dijo tratando de concentrar al máximo su aura en tanto cerraba los ojos.- Debo conseguirlo…



El príncipe abrió los ojos y ahogó un jadeo entrecortado. Apenas podía mirar a un punto fijo puesto que se sentía mareado. Su hermano y Tomoe le sostuvieron durante unos instantes. Por fortuna, esa sensación fue remitiendo y se encontró con que tanto Setsuna, Michiru y Haruka le daban ahora la mano. Zafiro también estaba con él y el propio doctor parecía estar auscultándole con dos dedos sobre la  arteria carótida en tanto declaraba con visible satisfacción y alivio.



-El pulso vuelve a ser normal.

-¡Vaya un viajecito te has pegado, amigo! - Le sonrió su hermano con visible alivio. -

-Sí- admitió Diamante que, de inmediato preguntó. - ¿Y Kaori?



            Aunque no le contestaron a eso. Por lo menos de inmediato. Y es que Esmeralda corrió a abrazarle y suspiró casi entre sollozos.



-¡Gracias a Dios que estás bien! No podría haber soportado perderte.

-Te lo prometí.- Repuso él acariciando el largo y sedoso pelo de tono verde botella de la chica para remachar.- Y ya  te lo dije, siempre cumplo mi palabra.



La joven asintió con una gran sonrisa ahora. En ese instante la máquina del laboratorio dejó de funcionar, el resplandor fue extinguiéndose lentamente. Repuesta ya de la zozobra sufrida por el bienestar de su novio, Esmeralda fue hacia allí y con expectación y cautela abrió la puerta. Apenas si tuvo tiempo de sostener el desnudo cuerpo de aquella chica pelirroja quien, inconsciente, cayó laxamente sobre sus brazos. Petz corrió a ayudarla. Entre las dos la tumbaron en el suelo y rápidamente la cubrieron con ropas. Setsuna se unió a ellas y aunando sus fuerzas las tres subieron a esa joven a una camilla que previsoramente se había emplazado allí.



-¿Kaori, puedes oírme?- Le preguntaba una asustada Esmeralda a aquella chica que parecía seguir inconsciente. - Responde, por favor. Amiga mía… ¡vamos! Tienes que reaccionar.



Tomoe se aproximó a ella y también le tomó el pulso sujetando con suavidad una de las pálidas muñecas de la muchacha. Aunque apenas lo hizo ella pareció revivir a su contacto, abrió los ojos y pudo musitar con un tono teñido de un afecto y emotividad que su interlocutor no captó.



- Gracias, doctor.

-¡Oh!, no tiene por qué dármelas. – Sonrió ligeramente él que explicó con su tono científico habitual.- Yo no he hecho nada de particular, señorita. Únicamente me limitaba a tomar sus constantes vitales.



            No obstante la mirada llena de agradecimiento  y la sonrisa de aquella mujer hicieron que  el científico se ruborizase ligeramente. También ayudó la circunstancia de que los generosos senos de aquella desconocida se marcaban claramente debajo de una blusa que las chicas le habían colocado apresuradamente por encima. Consciente de ello Tomoe apartó la mirada y se alejó para tratar de ocuparse de desconectar el sistema. O al menos pretender que hacía algo hasta que le pasase aquella sensación.



-¿Te encuentras bien, cariño?- Se interesó Esmeralda corriendo una vez más al lado de su novio. – ¿Ya se te ha pasado ese mareo?

-Nunca estuve mejor. – Repuso él con convencimiento en tanto le guiñaba un ojo.-



Aunque quizás a ella no le bastaba esa aseveración porque le besó ardientemente en los labios para comprobarlo. Diamante respondió a aquello y el resto simplemente miró para otra parte como si no estuviera pasando nada. Entre tanto, con un Zafiro y un Tomoe jugando a quién aguantaba más con los ojos cerrados, las demás chicas vistieron a  Kaori.



-Creo que esto se ajusta bien a tu tipo y tu talla. – Le dijo Michiru pasando una blusa de color amarillo y una falda roja a la chica. –

-La verdad, hasta ahora no me había fijado en el tipo tan estupendo que tienes.- Musitó Haruka con tono realmente lleno de interés.-



            Setsuna  y Petz se pusieron tan coloradas como esa chica y Michiru por supuesto le dedicó una mirada tal a su pareja que la rubia sailor se limitó a sonreír apurada para sentenciar.



-¡Vale!, no he dicho nada. Vamos a centrarnos en lo que debemos.

-Anda, termina de vestirte, Kaori.- Le pidió amablemente Michiru ignorando el comentario de su pareja.-



La chica asintió y tras ponerse algo de ropa interior que le proporcionó Setsuna completó su vestuario con esas  prendas y un par de zapatos de tacón rojos que le había traído Petz. Por fortuna el número parecía irle bien.



-Muchas gracias a todas. No sé cómo podré agradecéroslo.- Musitó llorosa.-

-Dales las gracias a ellos. – Le indicó Haruka señalando hacia la pareja de novios. –



Los aludidos todavía no habían terminado con su exhibición de afecto. Aunque por suerte la naturaleza del mismo había bajado ya sensiblemente el tono, quedándose en el terreno de las mutuas caricias en el rostro y el pelo. Por fin ambos se percataron de que ahora eran el centro de las miradas y ciertamente ruborizados se unieron al resto del grupo. Kaori entonces se abrazó a Esmeralda y con sollozos pudo decir de forma entrecortada.



-¡Gracias amiga mía! ¡Muchas gracias por todo!

-Soy muy feliz de que estés aquí. Nos lo prometimos y lo hemos cumplido. – Replicó ésta esforzándose también por no emocionarse demasiado.- ¡Lo hemos conseguido, las dos lo hemos logrado!…



Y al separarse al fin de ese caluroso y afectivo abrazo, Kaori también se dirigió a Zafiro y a  Diamante y les sonrió reconocidamente para agregar del mismo modo.



-Nunca olvidaré lo que habéis hecho por mí. Os lo agradezco de corazón. Sobre todo a ti, Diamante.

-Ha sido un placer. Espero que puedas empezar una nueva vida y que seas muy feliz. – Añadió mirando de soslayo al doctor que, aun atareado con las últimas desconexiones del equipo, no se había percatado de ello. – Y que tengas mucha suerte.



            Setsuna se dirigió entonces a Kaori e hizo un aparte con ella para explicarle entre susurros.



-Tomoe perdió la memoria. No se acuerda de ti cómo has podido ver. No sería aconsejable que tratases de despertar en él ningún tipo de recuerdo sobre las brujas, ni lo que pasó entonces. ¿Lo comprendes?



La muchacha asintió despacio para confesarle a su interlocutora.



-Sinceramente le envidio. Ojalá pudiera olvidarlo yo también. Mi mayor deseo sería estar junto a él como dos personas normales. Sin ningún tipo de remordimiento, ni de carga por las fechorías que hicimos en el pasado.

-Debes tener paciencia, y perdonarte.- Le aconsejó su interlocutora, para agregar.- Ya has pagado por todo eso. Y ahora tienes la oportunidad que tanto habías deseado. Esmeralda nos contó que igual que hizo ella pensando en Diamante, tú te aferraste al recuerdo de tus sentimientos por el doctor para soportar todo aquello. Pues bien. Él ahora está aquí. Y tú también.

-Sí.- Convino su contertulia declarando con voz queda.- Cuando el Germanoid no le poseía era un buen hombre, gentil y considerado, que me dio afecto y comprensión. Eso es lo que realmente hizo que me enamorase de él. Eso me mantuvo en pie en medio de tanto horror. Y fue lo que me mostró que, incluso el corazón de un ser tan abyecto como era yo, podía sentir algo bueno. Ser capaz de iluminarse con una luz, aunque fuera muy pequeña, de esperanza.



Aquello hizo sonreír a Setsuna que dio a su contertulia una amistosa palmada en un hombro. A la par que admitía satisfecha.



-Esmeralda no se equivocaba contigo. Realmente has cambiado.

-Me noto rara. – Comentó la chica que en verdad se notaba muy débil y cansada y así lo manifestó.- No sé lo que me ocurre.

-Ahora eres humana.- Le explicó Plutón. – Y por lo tanto tienes que adaptarte, supongo que tendrás que comer y dormir. Tu organismo es ahora de nuevo mortal y te lo está recordando.

-Necesita poder descansar en alguna parte.- Terció Michiru.-

-Ocupémonos de eso.- Añadió Haruka.-

-De que descanse, claro.- Puntualizó Setsuna, quien, lo mismo que Michiru, posó sobre la sailor Urano, una acusatoria mirada.-

-Claro, ¿Qué sino?.- Se apresuró a decir la así observada haciendo un espacio con las manos, para musitar.- Es que ya no se puede ni hacer una broma.

-¡Que ya nos conocemos, Ruka! - Le susurró Michiru a medio camino entre la reprobación y la chanza. –



            La así interpelada se limitó a elevar cómicamente los brazos como si la estuvieran apuntando con una pistola. Eso hizo reír al fin a sus compañeras y amigas. Hasta la propia Kaori sonrió.



-Muchas gracias, de veras, chicas.- Fue capaz de decir con emoción.-

-Te llevaremos a un lugar más acogedor. Tienes que irte adaptando a este nuevo entorno.- Le comentó afablemente Setsuna.-

-Seguramente eso no me será complicado.- Respondió la pelirroja, agregando.- Después de donde he estado, cualquier sitio será el paraíso para mí.



            Aunque algo hizo que su corazón latiese mucho más deprisa. Al fin, Tomoe y Zafiro habían abierto los ojos y junto con Diamante se aproximaron hasta las chicas. El doctor tenía un fonendoscopio y le dijo con amabilidad.



-Seguramente esté usted bien, pero creo que es mejor que la ausculte. No soy doctor en medicina realmente sino en micro biología, pero tengo los conocimientos suficiente para hacerle un breve reconocimiento.



            Ella únicamente fue capaz de sonreír de forma luminosa, mirándole con gran arrobo. Tomoe carraspeó un poco, sintiéndose algo azorado. Aunque con mucha profesionalidad puso aquel instrumento en el pecho de la chica, tras colocárselo él mismo en sus oídos.



-Su corazón late bastante rápido, quizás sea una taquicardia. Pero, a juzgar por cómo ha aparecido, posiblemente precise de un tiempo para irse calmando.

-Estoy perfectamente, nunca me había sentido mejor, y en gran parte es gracias a usted.- Se atrevió ella a musitar.-

-Ejem, bueno.- Pudo responder el apurado doctor.- Mi contribución ha sido más bien modesta. Solamente deseo que esté usted bien.



            Volvió a tomarle el pulso a la chica, sosteniendo con suavidad la muñeca de ella entre sus dedos. Kaorinite se ruborizó, lo mismo que él. Los demás presenciaban aquello entre enternecidos y divertidos. Al fin, Tomoe concluyó que su “ paciente”, estaba estable y bien para marcharse.



-Espero verle de nuevo, y muchas gracias, de verdad por estar aquí para ayudarme.- Le susurró ella con gran sentimiento de afecto y reconocimiento.-



Tomoe se limitó a esbozar una leve sonrisa y finalmente esa mujer y las sailors se marcharon. Las chicas quedaron en llevarse a Kaori a algún lugar para que pudiera instalarse, al menos durante los primeros días, aunque no tardaron en ver que tenían un pequeño problema.



-Nosotras tendremos que marcharnos en breve. - Comentó Setsuna.- Algunos asuntos nos reclaman.

-Es cierto. Tengo una gira .- Añadió Michiru.-

-Y yo debo ir a competir en algunas carreras.- Se sumó Haruka.-

-No quiero molestaros.- Se apresuró a añadir Kaori.-



            Y es que, camuflado entre el rubor por ese encuentro con su amado doctor, también tenía vergüenza. Reconocía perfectamente a esas mujeres. Luchó contra ellas e incluso quiso matarlas. No podía creer que ahora le estuvieran brindando su hospitalidad. Por ello, su rostro evidenciaba una clara turbación. Petz enseguida se dio cuenta y le propuso.



-¿Querrías alojarte con nosotros?. Nuestro apartamento es muy grande. Al menos hasta que encuentres algo.

-Estaría muy honrada. Muchas gracias.- Musitó la interpelada, entrelazando ambas manos.-

-Entonces decidido.- Asintió una sonriente Petz.-
-Y no te preocupes, Kaori, hemos pasado por esto antes que tú. Te daremos algunos consejos para

adaptarte.- La animó Esmeralda.-




Eso hizo que su amiga se sintiera mucho mejor. Y así lo hicieron. Esmeralda y Diamante, que aun disponían de algunos días libres, iban regularmente a verla. Sobre todo su antigua compañera en el averno  acudía a veces acompañada de Setsuna. La sailor trataba de ayudarla con su trabajo dado que, fiel a la promesa que hiciera a su jefa,  Esmeralda estaba tratando de diseñar algunos bocetos nuevos. Curiosamente Kaori le habló de cómo se vestía en Tau y le dio tan buenas descripciones que su amiga pudo esbozar varios trajes. Una tarde, junto con Petz y Setsuna, (dado que Haruka y Michiru no estaban localizables), se reunieron las cuatro en el apartamento de Petz. Esmeralda había diseñado algunos vestidos y, sin perder ni un instante, los había enviado por fax a su jefa. La anciana dio el visto bueno y le comentó a la muchacha que le gustaría  que hiciese algunos patrones y telas para coserlos. La chica, con visible entusiasmo, le pidió que le dejase intentarlo antes de regresar a ver que podía hacer en Japón con la  joven (de la que no quiso desvelar mucho) que le había dado muchas de esas ideas. De modo que, tan pronto como pudo, Esmeralda le mostró los bocetos a su amiga.



-Sí. Eran muy parecidos a estos. - Asintió  Kaori con aprobación. -

-Tenemos una buena tienda de telas por ésta zona. – Le comentó Petz que se conocía ya bien el barrio proponiendo con jovialidad. - Podríamos comprar algunas y coser un par de vestidos.

-¡Sería estupendo! – convino una entusiasmada Setsuna que pocas veces tenía tiempo y amigas para dedicarse a su hobbie favorito. – Me apunto encantada.



Y así lo hicieron. En aquella tarde y merced a la pericia demostrada por  la sailor Plutón y Esmeralda cosieron un traje que ambas insistieron en que debía ser estrenado por Kaori. La chica estuvo algo remisa, pero la persuadieron con argumentos de peso como.



-Mira, lo hemos confeccionado para tu talla. Además, eres tú la que me dio la idea. – La insistía Esmeralda. -

-Te va a quedar muy bien, el color azafrán hace muy bonito con tu pelo. - Aseveró Setsuna. –

-Tengo muchas ganas de ver cómo te queda, – remachó Petz, no dejándole lugar ya para la negativa. –

-Está bien.- Aceptó la joven.- Me siento un poco tonta… ¿De verdad creéis que me quedará?…

-¡Te sentará de maravilla! - La animó Esmeralda sin dejarla terminar la frase.-



Obedientemente Kaori se lo puso y lo cierto es que estaba preciosa, recogió su larga cabellera en una trenza que Petz le hizo al estilo de su hermana Beruche.  Esmeralda, ni corta ni perezosa había traído una cámara como si tuviera esa idea ya premeditada y le pidió a su amiga que se dejase sacar unas fotos. De este modo, completaron el conjunto con unos zapatos rojos que combinaban muy bien. Entonces, siguiendo las indicaciones de su amiga Kaori posó como modelo y ciertamente no lo hizo mal. Sonriendo, fue Setsuna la que comentó.



-Creo que Kaorinite podría ir a trabajar contigo, Esmeralda. Hacéis un buen tándem.

-Sí, es verdad querida. – Convino la modelo dirigiéndose a su amiga. - Tienes madera, como diría la jefa.

-No creo que eso sea lo mío. – Replicó la muchacha con algo de rubor. - A mí me gustaría trabajar en algo relativo a la investigación. Pero no niego que sería una bonita experiencia.- Completó con una sonrisa afable, añadiendo ya con más inquietud.- Y tengo que empezar a ganarme la vida. Debo pagaros por vuestra generosidad.

-¡No digas tonterías!- Desestimó Petz.- Ahora eres nuestra amiga.

-Sí, aunque, hablando de eso.- Se sonrió Esmeralda.-



            Las otras la observaron desconcertadas y la joven añadió.



-He escrito a Madame Deveraux, le he contado que tengo unos fabulosos diseños. Se los enviaré, pero también la he informado de que tú me has prestado una muy valiosa colaboración. De modo que, por las fotos que te hemos tomado y tus ideas, eres merecedora de una compensación.

-¿Yo?- Inquirió la perpleja Kaorinite apuntándose al pecho con uno de sus dedos.- Pero, si no he hecho apenas nada.

-Me has dado unas ideas estupendas.- Afirmó su contertulia, alegando.- Por eso, te mereces un pago. Será suficiente como para que puedas empezar una nueva vida.



            Kaori no supo que decir, únicamente lloró abrazándose a su amiga. Las otras sonrieron ante esa emotiva escena. Aunque el ruido de una puerta abriéndose las sacó de eso.



-Voy a ver si es Zafiro.- Dijo Petz.-



Y salió de la habitación. En efecto, su novio había regresado y se entretuvo unos momentos hablando con él. Parecía que el chico le estuviera contando grandes noticias pues la joven lanzó una exclamación visiblemente contenta y se abrazó al recién llegado. El muchacho la levantó incluso en brazos. Tras besarse un poco, al margen de sus curiosas compañeras que, claro está habían escuchado el ruido y las exclamaciones, Petz regresó de la mano con su pareja. Entonces, tras un asentimiento sonriente de él, ella  les guiñó un ojo a todas y reclamó su atención para desvelar.



-Guardadme el secreto por ahora. Pero  Zafiro me acaba de decir que esta mañana ha recibido una oferta fabulosa de un millonario americano para que trabaje en sus empresas. También le ha dado carta blanca para llevar a su propio equipo de científicos.

-He hablado con Tomoe, le he contado la propuesta y él ha aceptado. – Afirmó el joven.-



            Fue escuchar la referencia al científico y el pulso de Kaorinite se aceleró. No había vuelto a verle desde aquel día en el que fue rescatada. Y no sabía cómo hacer para acercarse a él. No obstante, había preferido esperar hasta adaptarse a su nueva vida y disfrutar de la amistad de Esmeralda y las demás. Sin embargo, ahora su corazón latía rápido. Más todavía cuando Petz comentó dirigiéndose a su novio.



-Y eso no es todo. ¿Verdad cariño?

 -Tienes razón.- Convino Zafiro que agregó visiblemente divertido. - También le he solicitado a mi nuevo jefe, el señor Masters, que contrate a cierta chica pelirroja que todos conocemos.

-¡De veras! ¿A mí? – Exclamó Kaori deduciendo lógicamente que era ella la muchacha a la que se aludía. -

-Eso si  es que acepta, - remachó el chico preguntando a bocajarro a la aun sorprendida muchacha. - ¿Y bien señorita Kaori Night? ¿Qué me dice usted?- Remachó de modo jovial.-

-¡Kaori Night!- Se sorprendió ella mirándole sin comprender.-

-Algún nombre y apellido tenía que darte, y no se me ocurrió ninguno cuando me preguntaron. Pero al decir tu nombre completo debieron de pensar que eran ambos y que se escribían así. – Rio el chico, haciendo que el resto riese con él según remachaba con humor. – ¡Un error mío en la pronunciación, quizás!

-Estaré encantada, – sonrió ella abrazándose al muchacho con alegría ante el azoramiento del propio Zafiro, las caras divertidas de Esmeralda y Setsuna y la no tan divertida de Petz que pensó que ese abrazo era demasiado apretado y ya duraba en exceso. – ¡Muchas gracias!…



Pero finalmente Kaori se soltó del chico. Esa era una gran noticia que tendrían que celebrar. Por lo pronto trabajarían todavía en Japón, aquel magnate tenía allí una de sus filiales. Decidieron salir de cena, aunque Setsuna, lamentándolo mucho les dijo que ya tenía un compromiso previo.  Así pues salieron los cuatro y tras llamar a Diamante aquello se convirtió en una velada de cinco. Desgraciadamente también era una despedida, aunque momentánea. Esmeralda y su novio volvían ya a París. Eso sí, tal y como le anticipó a su amiga, ella se llevaba ese traje y alguna que otra foto de Kaori luciéndolo.



-Os voy a  echar mucho de menos.- Suspiró una emocionada Kaorinite con lágrimas en los ojos.-

-Pero ahora no estarás sola en un tétrico lugar. Vas a iniciar una nueva vida con nuevos amigos. Y será un reto apasionante. Ya lo verás.- La animó muy afectuosamente Esmeralda en tanto ambas se tomaban de las manos.-

-Ante todo ten confianza en el futuro.- Añadió Diamante.-

-La tendré. Gracias a vosotros.- Asintió la aludida.- ¡Os lo debo todo!…

-No, que va.- Negó modestamente el príncipe, declarando.- Te lo debes a ti misma. Ahora, te daré el mismo consejo que las guerreras nos dieron a nosotros. Usa tus dones para ayudar a los demás. Construye algo hermoso con tus habilidades.



            Kaori convino en eso con una gran sonrisa. Dio unos sentidos abrazos a Zafiro y a Petz, lo mismo que a Diamante al que además obsequió con un leve beso en los labios para pasmo del chico que miro algo azorado a su novia. Sin embargo esta lucía una media sonrisa cómplice  y preguntó con tono algo meloso.



-¿Debo ponerme celosa, cariño?...



            Diamante iba a replicar pero, para mayor asombro suyo y de los demás testigos, fue Kaori la que se le anticipó abrazando a Esmeralda y susurrando en un indeterminado tono de seductora jovialidad.



-No me he olvidado de ti…mi amor. Ni de la experiencia que compartimos.



            Y para pasmo de los demás, ambas se fundieron en un apasionado beso, apresando los labios de una en los de la otra. Tras separarse sus bocas y darse un abrazo lleno de cariño, fue el príncipe de Némesis el que sonrió parafraseando a su novia.



-¿Debo ser yo el que se ponga celoso entonces, cariño?

-Vuestra relación está a salvo.- Sonrió Kaori tras romper ese abrazo con su amiga.- Después de lo que he pasado nunca me interpondría entre dos personas que se aman…

-Sobre todo porque también tú tienes a alguien muy especial a quien amar.- Completó Esmeralda.-

-¡Ojalá pudiera lograr que me correspondiese! - Suspiró la joven pelirroja.-

-Ten fe. Seguro que una chica como tú no le dejará indiferente.- Terció Petz.-

-Aunque el doctor es muy distraído, eso sí.- Sonrió Zafiro agregando divertido.- No te puedes desanimar si al principio ni se entera. A mí me pasó igual con la pobre Petz.



            Su novia le dio un codazo y éste protestó con jocosidad. Aquello arrastró a los demás que rieron. De este modo se despidieron y al día siguiente Diamante y Esmeralda volaron de vuelta a Francia. En cuanto llegaron y ella acudió al trabajo, Madame Deveraux la citó en su despacho. Nada más ver esas fotos aquella anciana insistió a Esmeralda para que trajera a esa chica a París.



-Lo siento mucho, señora.- Se disculpó ésta. - Pero mi amiga no es modelo, ni está interesada en serlo. Es científica. Vive en Tokio y trabaja allí.

-Bueno, pues no descartes que cuando vaya por allá yo misma le haga una oferta. – Aseveró aquella anciana con un tono bastante afable para lo que solía. – Y ya sabes que soy muy difícil de rechazar…



Esmeralda asintió sonriente, aunque al poco la expresión de madame Deveraux cambió para volverse más severa. La muchacha lo percibió y hasta se alarmó, esperaba que no tuviera que recibir alguna regañina por algo que hubiese hecho mal o dejado de hacer. No obstante sus temores, al menos en eso, eran infundados y la anciana le contó.



-Escucha niña. ¿Recuerdas esos bocetos que me dijiste habías traído aquí y se traspapelaron?

-Sí señora. Los dejé solamente por un momento.- Pudo replicar ella, aunque su contertulia la interrumpió con un gesto de una de sus manos y le contó. -

-Pues los he visto, mejor dicho. Reconocí tu estilo. ¿Y a que no adivinas dónde los he podido ver?



Su desconcertada interlocutora negó con la cabeza, a la espera de una respuesta que llegó como un jarro de agua fría.



-En un desfile de Goldpier. Esta misma mañana por el canal de moda.

-¿Cómo?- Exclamó la muchacha visiblemente indignada. – ¡Me está diciendo que han robado mis diseños!



Aquella anciana la observó inquisitivamente, como si ahora pareciera aliviada de descartar algo que hubiera sospechado, pero finalmente le sonrió animosamente a la muchacha para decir.



-No te preocupes. No es nada raro viniendo de un canalla como ese. No sería la primera vez que ha sobornado a algún empleado mío para espiarme.  Y te diré la verdad. Ya no me fio de nadie y sospeché que tú podrías habérselos vendido o tener un trato con él para informarles desde dentro.

-¿Yo? ¿Pero cómo puede usted creer?- Pudo replicar ella realmente conmocionada e incluso ofendida, en tanto se llevaba una mano al pecho sentenciando. - ¡Yo jamás haría eso! Usted ha sido muy buena conmigo y no quiero actuar así, ya no… - Agregó musitando para sí. -

-No te inquietes, jovencita, te creo. Me basta con ver el brillo de tu mirada. Eso es lo que quería comprobar. – Afirmó Madame Deveraux que le confió. - Porque en esta profesión no te puedes fiar de casi nada ni de casi nadie. Es otro consejo que te doy. Recuérdalo bien siempre porque he puesto muchas esperanzas en ti. Confía únicamente en aquellos que te demuestren su lealtad y aun así, permanece vigilante siempre. Y nunca, nunca perdones una traición. Eso es lo único en lo que deberás mostrarte implacable.



            Su pupila asintió asimilando aquellos consejos. Una vez lo hizo tomó la palabra.



-¿Y qué podemos hacer?- Quiso saber la atribulada Esmeralda. -

-De momento nada, pero descuida, ya llegará el momento de ajustar las cuentas con ese gusano. – Respondió la señora Deveraux que volvió a cambiar de tercio con mayor desenfado para advertir a su interlocutora. – Y jamás dejes que el enfado o la ira te nuble la mente ni la expresión delante de tus enemigos. Ten presente que este mundo versa sobre las apariencias.  Mantén las formas siempre. Ya habrá ocasión de variar el fondo. ¿Lo has entendido, niña?

-Sí señora. – Contestó ella que para su desgracia lo comprendía demasiado bien, aquello era como en la corte de Némesis.- No lo olvidaré.

-Dejaremos esto de momento. Vuelve al trabajo y hazlo bien. Y en cuanto tengas oportunidad saluda a esa científica amiga tuya de mi parte. – Le encargó su jefa en tanto Esmeralda se despedía saliendo de su despacho. -



La joven así lo hizo. Aunque eso significaba volver a ponerse a las órdenes directas de Monique, quien no se privó de lanzarle alguna pulla en cuanto al vio aparecer por el cuarto de maquillaje.



-Espero que hayas disfrutado de tus vacaciones. – Le dijo por todo saludo, agregando.- Desde luego, no sé qué habrá podido ver la jefa en ti para darte un trato tan preferente. Tienes muchísimo que aprender todavía.



            Y pese a no gustarle aquel recibimiento Esmeralda optó por guardar silencio. Al menos por el momento. Además, sospechaba que quizás esa arpía hubiera tenido algo que ver con esos bocetos desaparecidos.



-No tengo pruebas, pero ya me ocuparé de vigilarte.- Pensó en tanto le dedicaba una leve sonrisa a esa zorra por toda contestación. -



Y el día discurrió sin más novedades. Esmeralda fue fotografiada luciendo algunos modelos de la nueva colección de primavera y recibió instrucciones para participar en el próximo desfile en la casa Deveraux de París. Entre tanto, en Japón, Kaori afrontaba su primer día de trabajo. Fue presentada al equipo del laboratorio y para su alegría Zafiro le indicó que formaría parte de la división del doctor. Éste se sorprendió al reconocer en ella a la muchacha que habían rescatado.



-Encantado de volverla a ver – Pudo decir Tomoe estrechando la mano de la chica que sintió un escalofrío recorrer su espalda. – Ignoraba que fuera usted técnica de laboratorio.



            Supuso que quizás, esa pobre muchacha hubiera quedado atrapada en aquella máquina de la que la sacaron en el transcurso de algún experimento. A decir verdad. Zafiro y Diamante no le contaron mucho de ella. Se limitaron a indicarle que había quedado perdida en una extraña dimensión a la que denominaron Tau. Posiblemente ese fuera el nombre científico de aquella prueba. Aunque ahora eso no importaba demasiado. Esa hermosa joven estaba ahí y él no podía evitar fijarse en ella.



-Es un gran honor poder trabajar para usted, doctor.- Le respondió entonces la chica, mirándole con una amplia sonrisa. -

-¡Oh! No diga eso. El honor y el placer es mío al contar con un gran grupo de compañeros. Tenemos mucho que hacer y lo cierto es que aún estamos aterrizando.- Le confesó él para añadir con más desenfado. - Ahora ya es casi la hora del break. Si desea acompañarnos.

-Yo misma le puedo preparar un té Earl- grey con pastas de chocolate.- Se ofreció la chica.-

-¿Cómo lo sabe?- Sonrió  su contertulio mirándola con incredulidad para admitir. - Es mi bebida favorita. Y las pastas también.

-Hago  mis deberes, doctor. – Sonrió nuevamente ella de forma luminosa. -

-Bueno, intervino Zafiro entonces. – Pues vamos a la pausa y después al trabajo. Si no me equivoco vamos a tener mucho que hacer y poco tiempo para ello. ¡Masters paga muy bien pero exige mejor todavía!



Todos convinieron en ello tras reírse de la ocurrencia. Los días pasaron y Kaori comenzó a demostrar que los conocimientos científicos que atesoraba de Tau eran de una gran ayuda. Hizo asimismo un buen equipo con el doctor. Él estaba asombrado, cada vez que necesitaba algo o quería alguna cosa, aquella mujer parecía haberle leído el pensamiento. Siempre se anticipaba. Realmente era una cualificada profesional. Así, una tarde, ya casi terminando, Tomoe se resintió de una vieja dolencia en el hombro. No dijo nada y como pudo se sentó tratando de frotarse el lugar que le dolía con la otra mano. En cuanto Kaori lo vio se apresuró llegar hasta él.



-Espere doctor, le daré un masaje.

-¡Oh!, no por favor.  – Pudo replicar él con cierta vergüenza. - No es nada.



Aunque la muchacha no le hizo caso y posó sus manos suavemente en el hombro para frotar con delicadeza. Tomoe notó enseguida un gran alivio y pudo suspirar.



-Gracias. Es este maldito hombro, no lo recuerdo, pero creo que se debe a una lesión producida por mi accidente, desde entonces  me duele y en ocasiones es bastante molesto.

-Para mí es un placer poder ayudarle, doctor. – Musitó ella que estaba visiblemente colorada, aunque agradeció que, al estar de espaldas, el doctor no pudiera verla cuando agregó. – En lo que precise.

-Por favor. Llámame Souichi. Es mi nombre. Oye Kaori, disculpa mi curiosidad, pero ¿qué te sucedió? Si quieres contármelo.

-¿A mí?- Repuso la chica.-

-Sí…fue algo muy extraño, estabas en esa especie de dimensión paralela. Supuse que fue a causa de algún accidente mientras experimentabas. ¿Verdad?

-Sí, algo así.- Musitó al joven con patente apuro.- Fue un accidente. Al menos solamente yo resulté afectada.

-Comprendo.- Repuso el doctor quién, con tinte más animoso, afirmó.- Pero ha sido una gran suerte el que pudiéramos sacarte de ahí. Sobre todo de cara a tu familia. Se alegrarían muchísimo de que estuvieras sana y salva.

-No, no tengo a nadie.- Le confesó la azorada joven.- Mis padres hace tiempo que desaparecieron…

-Cuanto lo lamento.- Comentó el doctor ahora con genuino pesar, para querer saber con bastante interés.- ¿Tampoco estás casada ni tienes pareja?

-No doctor. – Replicó ella con la voz trémula, notaba como si una especie de hormigueo le recorriera el estómago ahora. -  Estoy soltera.

-Me sorprende que una mujer como tú no haya tenido tiempo para elegir un pretendiente.

-Mi vida es mi trabajo.- Pudo contestar ella, que cada vez se sentía más cohibida. -

-Te entiendo. Nos parecemos bastante. Aunque yo sí que estuve casado.- Le reveló él, al menos eso creía Souichi. - Desgraciadamente mi esposa murió en el accidente que tuve.

-¡Cuanto lo siento!- Repuso apuradamente ella.-

-Gracias, ya ocurrió hace mucho tiempo. Ahora vivo con mi hijita. Bueno, Hotaru ya se va haciendo mayor. Lo cierto es que por mis ocupaciones la veo bastante poco. Nuestras amigas Haruka, Setsuna y Michiru suelen pasar mucho tiempo con ella. Casi son como sus madres y padres oficiosas. – Sonrió él. -¿Tú aun no la conoces, verdad?

-¿A su hija? No. Aún no. – Mintió ella sintiéndose ahora bastante incómoda. –



            Aunque su interlocutor no se percató de eso. Al contrario, pareció animarse y propuso de pronto, tomando por sorpresa a la muchacha.



-Creo que os llevaríais bien. Se me está ocurriendo que, si no tienes planes este fin de semana, podrías venir a mi casa y cenar con nosotros. Así podréis conoceros. ¿Te parece bien?

-¿Yo? ¿Ir a su casa?- Balbuceó ella, que no sabía realmente cómo reaccionar. –No sé, es que…

-Si te he parecido demasiado atrevido te pido perdón. – Se apresuró a decir él. - Me gusta que mis compañeros de trabajo más próximos le sean familiares. Con Zafiro y  Petz hemos cenado en ocasiones y con  Setsuna y las demás también. Aunque ellas no trabajen aquí. Ya te digo que son como de la familia.

-Me sentiría muy honrada. – Sonrió ella al fin venciendo su recelo. – Acepto encantada.

-Pues decidido, este sábado si te parece bien. – Concretó el doctor, en tanto le indicaba a la muchacha que ya era suficiente con aquel masaje. – Bueno, prosigamos…



Volvieron al trabajo dejando ya aparcado aquel tema. Al terminar Kaori se despidió y regresó a su casa. Con su primer sueldo y el dinero recibido por sus fotos y las ideas que le dio a su amiga Esmeralda para sus diseños, había alquilado un pequeño estudio cerca del apartamento de Petz y Zafiro. La chica se sentía desde luego muy feliz y esto la colmaba aun de más alegría. ¿Pudiera ser que el doctor comenzase a sentir algo hacia ella? Ojalá fuera así. Todas aquellas preguntas que le había hecho, sobre si tenía pareja o estaba casada. Quizás podría deberse a una simple y genuina curiosidad entre compañeros de trabajo. Lo cierto es que ella había reafirmado sus sentimientos hacia él. Ahora Tomoe era incluso más amable y encantador. No tenía esos episodios de ser dominado por aquella terrible criatura. Por ello, siempre se comportaba con un caballero, gentil y considerado. Hasta a veces, cuando no usaba sus gafas, era mucho más apuesto. En eso pensaba la joven con creciente rubor y su corazón palpitándole fuerte.



-Es un hombre encantador, y guapo. Lástima que ese monstruo le poseyera arruinándole la vida durante tanto tiempo.



Suspiró arrepentida una vez más. Ella era otro monstruo. Por lo menos lo fue. Quizás ahora podía soñar con que las cosas llegaran a ser distintas y que nada se interpusiera entre los dos. Aunque eso la hacía regresar de nuevo a su culpabilidad.



-Tendré que volver a verla, y mirarla a los ojos. Y no sé si seré capaz.- Pensaba con agobio.-



Y es que no todo era tan ideal y el hecho de tener que enfrentarse a Hotaru la preocupaba. Setsuna, en alguna conversación mantenida días atrás, se lo había dejado entrever. Una tarde que quedaron a tomar café. La guerrera Plutón la llamó pretextando charlar sobre modas. Se reunieron en el nuevo negocio que Makoto había puesto en marcha. El Flowers & Flavours. Allí Kaori aguardó tras ocupar una silla y una mesa en la esquina de ese local. Al poco una amable jovencita vino a tomarle nota.



-Un té verde por favor, -Repuso ella.- Espero a una amiga.

-Muy bien, señorita.- Repuso esa camarera alejándose de allí.-



            Estaba aguardando justo cuando apareció Setsuna, la sailor venía, por supuesto, ataviada con ropa civil, una falda blanca y una blusa verde oliva. No estaba mal conjuntada desde luego.



-Buenas tardes, lamento el retraso.- Se disculpó la recién llegada.-

-No te preocupes, acabo de sentarme y pedir un té.- Le respondió Kaori.-

-¿Qué tal llevas la adaptación?- Quiso saber su interlocutora.-

-Muy bien, gracias. En el trabajo son todos muy agradables. Y el doctor, en fin, es maravilloso poder estar en su equipo.- Sonrió la chica.-

-Claro.- Convino Setsuna aunque con no demasiado entusiasmo.-

-¿Va todo bien?- Se interesó Kaorinite al verla con esa expresión.-

-Bueno, sí. No tenemos problemas serios por ahora. Lo único…verás.- Añadió con tinte dubitativo, como si le constase hallar las palabras adecuadas, aunque finalmente, Setsuna se decidió, declarando con franqueza.- Tuvimos que contarle lo sucedido a Hotaru. Cuando su padre le comentó que una chica nueva había entrado a trabajar en su división de bioingeniería, y te describió, su hija le hizo algunas preguntas. Es una chica muy inteligente…

-Y enseguida supo que era yo, ¿verdad?- Suspiró Kaori.-



            Su interlocutora apenas tuvo que asentir débilmente. Y se apresuró a agregar con tono apurado.



-Tanto Haruka, como Michiru, como yo misma le aseguramos que nada tenías que ver con la Kaorinite de antes. Pero no quiso escucharnos a ninguna…yo, lo siento…

-No te preocupes, supuse que sería así.- Contestó resignadamente Kaori.- Quizás, cuando tenga la oportunidad de verla y hablar con ella, compruebe que lo le habéis contado es cierto.



            Aunque a juzgar por la expresión de circunstancias de su amiga, le pareció que esa posibilidad iba a ser bien remota. No obstante, tendría que intentarlo. Había pasado por cosas muchísimo peores. Así lo manifestó sentenciando.



-Es la última de las penitencias que me resta por cumplir. Obtener su perdón.

-Te deseo la mejor de las suertes.- La apoyó Setsuna.-



La camarera vino entonces con su té, la recién llegada pidió otro al tiempo que preguntó a esa jovencita.



-¿No está la dueña?

-La señorita Kino ha tenido que salir.- Les contó ésta, que, tras tomar nota del pedido de su clienta, volvió a alejarse.-

-La señorita Kino.- Sonrió Plutón, afirmando con más desenfado.- Me alegro por Mako-chan, le están yendo bien las cosas.

-Sí, este lugar es muy acogedor.- Convino Kaori.-



De este modo, dejaron aquel espinoso asunto de Hotaru y cambiaron de tema, charlaron de modas y cosas más agradables. Esa chica le trajo su té a Setsuna y prosiguieron su conversación. Al cabo de un rato se despidieron cordialmente.



-Dales recuerdos a las otras.- Le pidió Kaori.-

-De tu parte. Lo mismo para Zafiro y Petz.- Le respondió su amiga.-



Tras estas palabras se separaron y  Kaorinite volvió a su casa, dando un paseo y pensando en aquello. Hasta el momento no había tenido problemas dado que únicamente veía al doctor en el trabajo. De hecho, ella se pasaba la mayor parte de su tiempo allí. En su estudio apenas sí paraba a dormir. Lo cierto es que no le tenía muy tomada la medida todavía a su vida como una humana corriente. Casi más por guía de Petz hacía la compra y mantenía su casa como se suponía debía de hacerse. Salvo por uno o dos peluches que le habían regalado y algunos objetos de decoración tampoco tenían un claro estilo propio en lo que técnicamente era su hogar. Podría decirse que los nexos sentimentales y de vivencias más intensas estaban en su mismo lugar de trabajo. Aunque esa noche apenas sí fue capaz de conciliar el sueño pensando en la invitación del doctor. No quiso sacar el tema durante la semana y se dedicó a centrarse en sus tareas. Por fortuna, los días pasaron rápidos, llenos de ocupaciones laborales y llegó el sábado. Ella se presentó en la casa de Tomoe  luciendo un hermoso y algo más recatado para lo que en su vestuario había sido habitual, vestido rojo y blanco. Los zapatos evidentemente iban a  juego y su pelo estaba suelto en una larga y sedosa melena bermellón. Tras bajar del taxi que la llevó a la dirección se acercó hacia la puerta. Aquel era un bonito chalet con una apreciable parcela de jardín. Lo primero que hizo la muchacha fue llamar a un teléfono cámara automático que se hallaba en la pared junto a la verja que protegía el acceso. Enseguida le respondió la voz del doctor.



-Me alegra que hayas venido. Pasa - La invitó él, al tiempo que se escuchaba un zumbido que daba apertura a la verja. -



Kaori penetró en aquella parcelita deteniéndose únicamente para contemplar algunas matas de flores de color blanco. Tras sacar un pequeño espejito de mano se repasó el maquillaje y su aspecto  quedando satisfecha. Su amiga Petz le había regalado un par de cremas con las que le aseguraba que iba a estar aún más bella. Sonrió, ojalá fuera belleza lo único que necesitase para enamorar al doctor. Pero, por supuesto, el motivo principal de haberse detenido durante unos segundos era el temor a iniciar aquello. Finalmente se decidió y llamó a la puerta de la casa. Cuando ya esbozaba una cálida sonrisa esperando que fuera Tomoe el encargado de recibirla la puerta se abrió y la muchacha quedó perpleja. ¡No había nadie delante de ella! Aunque esa impresión acaso duró un instante puesto que enseguida bajó la mirada descubriendo el rostro severo de Hotaru, tal y como lo recordaba.



-¿Qué has venido a hacer aquí?- Le espetó la niña con ningún tipo de consideración. -

-Yo… tu padre me ha invitado. – Pudo responder apuradamente ella.-



Desde luego que se sentía entre sorprendida y violenta y por qué no decirlo, temerosa de aquella cría de la que conocía su auténtica identidad. Y no se había preparado para ponerse ante ella nada más llegar. Más aún cuando, con una sonrisa sardónica y hasta algo macabra, su interlocutora comentó.



-Mi padre es demasiado bueno. No merece pasarlo mal, ni sufrir. No quiero disgustarle contándole la verdad acerca de ti. No sé cómo es posible que hayan podido traerte de nuevo a la vida, ni me importa. Tampoco entiendo cómo has tenido la osadía de venir aquí. Pero si te atreves a causarle el menor problema te juro que te las verás conmigo. Y pensarás que Mistress Nine fue amable cuando te mató, en comparación a lo que yo te haré. ¿Lo has entendido? Estarás de regreso en el Infierno del que nunca debiste haber salido antes de que puedas pestañear.



La atemorizada mujer observaba a aquella chiquilla y sus piernas le temblaban. La mirada que sus ojos le devolvían rayaba en el puro odio. En apariencia no era más que una niña de doce años, pero podía sentir claramente su ira y el poder que la recorría.  Sabía de sobra que no hablaba en vano y su última amenaza hizo que el corazón le diese un vuelco. Aun recordaba como la evolución maligna y adulta de esa cría, Mistress Nine, la había asesinado con un solo gesto, ¡cuando ella todavía poseía sus poderes de Tau! y al parecer la encarnación de la Guerrera Saturno era aún más poderosa y la propia Kaorinite no era ya más que una simple humana. Por suerte para ella, al poco tiempo se escuchó la afable voz de Tomoe que debía provenir del fondo del pasillo que tenían tras la entrada.



-Hija. ¿Ha llegado ya nuestra visita?

-Sí papá- replicó la chiquilla que ahora usaba un tono alegre y despreocupado, el que realmente tendría que corresponder a una pequeña de su edad, dejando aún más trastornada a Kaori. – Ya está aquí, nos estábamos saludando…

-Hazla pasar, enseguida estoy con vosotras. – Le indicó su padre.-



Hotaru se limitó a observar a su interlocutora con desdén y con un ademán de brusca invitación de su mano le franqueó el paso.



-Por favor, pasa. Estás en tu casa. – Sentenció con una buena dosis de sarcasmo. -



Kaori cruzó el umbral aunque casi parecía que se dirigiera hacia el lugar de su ejecución. Tímidamente tomó asiento en una silla que se hallaba junto a una gran mesa de cristal en la que se disponían vasos, cubiertos y demás artículos para la cena. Al punto Tomoe apareció vestido informalmente, con un jersey de color blanco que conjuntaba con sus cabellos y un pantalón de pana gris. El doctor le dedicó una amable sonrisa que alivió sobremanera a la muchacha en tanto se disculpaba.



-Perdóname, no suelo vestir muy elegantemente en casa, con Hotaru prefiero estar cómodo.

-¡Oh!, no se preocupe por eso, está usted muy bien. – Afirmó ella pensándolo de veras.-

-No, que va. Soy un desastre para estas cosas. No me suelo prodigar mucho en acontecimientos sociales. Tú en cambio estás muy elegante y muy hermosa. – La cumplimentó Tomoe haciendo que la chica se sonrojase.-

-Muchas gracias.-Pudo musitar la chica.-

-Veo que ya has conocido a mi hijita. – Añadió él en tanto la niña se acercaba sumisamente a su lado y se dejaba rodear por un brazo que su padre pasó amorosamente tras sus hombros. - Hotaru, esta señorita es mi compañera Kaori Night. Una magnífica técnica de laboratorio y mi asistente personal.

-Mucho gusto, – sonrió ella que hizo una leve inclinación de cabeza como si nada hubiera pasado entre ambas. – Señorita Kaori… Night.

-Encantada de conocerte. – Pudo replicar la atónita Kaori a la que casi se le atragantaban las palabras.- Hotaru…



La niña le obsequió con una ladina sonrisa en tanto la miraba de forma fría. Aunque tanto Tomoe como ella se dispusieron a sentarse junto a su invitada y Hotaru cambió radicalmente de expresión al mirar a su padre, al que dirigiendo un semblante amable, y tono afectuoso, preguntó.



-¿Qué tal van las cosas en el trabajo, papá?

-¡Oh!, muy bien, cielo.- Sonrió él – Kaori te lo puede decir. Estamos muy atareados pero merece la pena. Vamos obteniendo grandes avances. Y en el futuro ayudaremos a muchas personas.

-Mi padre es un hombre muy bueno. Investiga para ayudar a los demás.- Afirmó la niña con velada ironía.- ¿Y usted, hace lo mismo?

-Lo intento, de veras.- Pudo replicar la invitada tratando de controlar su nerviosismo.-

-No seas tan modesta. -Terció el doctor dirigiéndose a su hija para contarle con tintes de alabanza.- Kaori es una magnífica científica. Muy competente y siempre deseosa de ayudar. Hacemos un buen equipo, ¿verdad? – Le preguntó el propio Tomoe  a su ayudante con simpatía, en tanto sentenciaba.- Todos allí compartimos las mismas metas.



La aludida solamente pudo asentir nerviosamente, más cuando la niña se levantó sonriente para pedirle permiso a su padre.



-¿Puedo ir trayendo la cena? Así vais hablando de vuestras cosas.

-Sí, claro cariño. Gracias



      La chiquilla se alejó rumbo a la cocina dejando solos a los adultos, aunque Kaori no estaba muy centrada precisamente en la conversación. Por fortuna para ella fue el doctor quién abrió fuego tomando la iniciativa.



-¿Sabes? Estoy muy orgulloso de mi hija. Desde que era muy pequeña tuvo que criarse sin una madre y aunque antes era algo enfermiza, por lo poco que puedo recordar, ahora está de maravilla.

-Se la ve muy saludable, sí.- Repuso sinceramente su interlocutora, agregando.- Y parece muy inteligente.

-Va muy bien en el colegio, es muy responsable. -Repuso con orgullo el doctor para añadir.- Y tiene muy buenos amigos aquí. Espero que dentro de poco tú seas una más de ellos.

-Sí, me gustaría mucho. – Afirmó la chica deseando realmente que así fuera. –Muchísimo, de veras.



      Al poco, Hotaru regresó con una gran perola en la que humeaba una sopa que olía deliciosamente.



-Es de marisco.  - Afirmó la cría añadiendo orgullosamente. - He ayudado a mi padre a prepararla.



     La dejó reposar sobre un salva manteles en tanto empuñaba un gran cucharón, aunque antes de empezar a repartir en los platos, su padre le recordó con simpatía.



-Cariño, acuérdate de servir primero a nuestra invitada.

-¡Claro papá! – Convino alegremente la niña que pasó a mirar de reojo a su huésped para sonreír de forma más aviesa aunque casi imperceptible salvo para Kaori y remachar con una fingida melosidad. – Espero que te guste. La hicimos especialmente para ti.



Aunque la invitada apenas sí podía ahora tragar saliva. ¿Y si aquella niña hubiera envenenado la cena? Capaz la creía con ese odio con el que la miraba. Aunque no, de esa misma sopera estaba sirviéndole ahora a su padre e incluso echándose ella misma. Por fortuna aquel temor era del tono infundado, la sopa efectivamente estuvo deliciosa y el segundo plato, unos medallones de merluza, no se quedaron atrás. Kaori sí pudo disfrutar de la cena mientras comían dado que, delante del doctor, aquella niña era un prodigio de dulzura y amabilidad. Otra cosa fue cuando escucharon el sonido de un teléfono y  Tomoe, disculpándose, fue a atenderlo. En ese instante Kaori decidió pasar a la ofensiva. Ya estaba harta de dejarse intimidar y fue directa al grano con aquella chiquilla.



-Escucha Hotaru, sé que en el pasado me porté muy mal contigo. Pero créeme. Lo lamento de veras. Aprendí la lección. Ya no soy la mujer que era. Te suplico que me des una oportunidad.

-Eso es lo que tú dices - Replicó la niña con gesto hosco para sentenciar. - ¡Las oportunidades no se dan, se ganan!

-Pero la Guerrera Luna siempre dice que…



Y ahí no pudo continuar, la chiquilla la cortó de un puñetazo sobre la mesa para espetar.



-¡No te atrevas a nombrar a la Guerrera Luna! Tú la habrías matado de tener ocasión. Y de hecho lo intentaste. ¿O es que no lo recuerdas?

-Sí, lo recuerdo.- Suspiró la consternada  invitada bajando la mirada.-



            Aunque eso no aplacó ni mucho menos a su interlocutora quien prosiguió con severidad, e incluso reprobación.



-Lo que pasa es que ella es demasiado buena, y perdona muy fácilmente. Pero yo soy la Guerrera de la Destrucción. ¡Jamás te olvides de eso!



Kaori estaba pálida. Aquella chica no parecía querer escucharla. Es más, le estaba diciendo claramente quién era y lo que podía hacerle. Tuvo que luchar para que las lágrimas no le aflorasen. Al menos no le daría a esa mocosa aquella satisfacción.



-También eres muy buena actriz. – Pudo echarle en cara a la cría – delante de tu padre eres otra persona completamente distinta.

-Aprendí muy bien de ti.- Replicó ella de forma sarcástica, sentenciando. – Eras toda dulzura y sonrisas delante de él y un monstruo mezquino conmigo cuando mi padre no estaba. Dime. ¿Qué sientes ahora cuando se han cambiado las tornas?

-Lo siento,- era lo único que podía replicar la interpelada.- Comprendo que me odies por eso. Estás en tu derecho, aunque te juro que ya no soy así.



Aunque, por sorprendente que pudiera parecer, ahora la cría dulcificó su gesto y agregó dándole una tregua.



-Yo no soy malvada y no te odio….mucho, pero desde luego que no me fio de ti. Si de verdad demuestras que has cambiado entonces tendrás esa oportunidad que pides. Te vigilaré y espero que no le causes problemas a mi padre. Él ya ha sufrido bastante y si te aprecia yo no haré nada que pueda entristecerle. Al contrario, lo único que deseo es que sea feliz, se lo merece.

-Hotaru, yo quiero mucho a tu padre. – Se atrevió a decir ella asegurando con vehemente convicción. - ¡Jamás le haría daño!



            Aunque eso no gustó demasiado a la cría que repuso con tintes claros de advertencia.



-Mi padre tiene derecho a vivir su vida con tranquilidad. Procura alejarte de él. 

-No eres justa. Los dos trabajamos juntos y eso es él quien debe decidirlo. – Opuso la muchacha que ahora sí se sentía enfadada. -

-Eso te lo puedo conceder. – Admitió la niña que aun así le advirtió con un siseo que trataba de mantener su airada voz en un tono audible sólo para su interlocutora. - Pero hazle daño a mi padre de cualquier manera y me ocuparé de ti. Y como eso suceda te juro que cualquier tortura que padecieras en ese infierno te iba a resultar un día de campo comparada con lo que te haré y te prometo que será lento y doloroso.



Su interlocutora no tuvo tiempo ni de responder. Sus ojos hacían aguas y justo entonces reapareció el doctor. Tomoe no pudo dejar de fijarse en ese detalle en tanto se disculpaba.



-Lo siento, era del laboratorio. Ya sabes Kaori, esas comprobaciones de protocolos. No nos dejan en paz ni en casa. Por cierto, ¿te sucede algo?

-No…no es nada.- Pudo replicar ella tratando de no sollozar sin lograrlo. – Estoy bien…



Pese a tratar de impedirlo le rodaron dos lágrimas por las mejillas. Souichi la observó con preocupación. No entendía nada. Kaori tampoco supo que decir. Paradójicamente ahora fue Hotaru la que acudió presta a echarle un cable a su invitada cuando con tono melancólico le explicó a su padre.



-Ha sido culpa mía, perdóname. ¡Pobre Kaori!, le he contado algo del accidente y de mi enfermedad. También le he dicho que apenas sí recuerdo a mamá.



Tomoe asintió, ahora él también parecía emocionado cuando subrayó.



-Mi pobre Keiko  - suspiró largamente para tratar de animarse y proseguir más jovial. - Eso ya es pasado. Nunca podremos olvidarla, eso está claro. Sin embargo, tenemos que esforzarnos por ser felices, tesoro.

-Sí papá – convino la niña con otra deslumbrante sonrisa. – Yo soy feliz si lo eres tú…

-Gracias cariño.- Sonrió a su vez Suochi.-

-¿Y tú, Kaori?- Se interesó la niña ahora disparando la pregunta como si utilizara un cañón.- ¿Estás casada?...

-No, no…soy soltera…- Replicó ahora algo descolocada.-

-¡Qué raro! Una mujer tan guapa y tan inteligente…- Valoró Hotaru haciéndolo sonar como un piropo.- Seguro que tendrás a los hombres que quieras… ¿Por qué te gustan los hombres, verdad?

-¡Pero hija! – Se sonrió Tomoe, algo envarado por su pobre ayudante.- Eso forma parte de la vida privada de nuestra invitada. No debes preguntarle esas cosas.

-¡Oh! Lo siento mucho, Kaori. ¿Me perdonas?- Le pidió con un tinte de voz tan meloso como impostado.- Es que estoy acostumbrada a charlar con mis amigas…y ellas…tienen gustos muy variados.

-No hay nada que perdonar.- Pudo sonreír nerviosamente la interpelada que no desaprovechó la oportunidad para declarar.- Eres muy joven todavía para entender algunas cosas.

-Claro. No tengo tu experiencia en la vida. Me sacas tantos años que hasta parece que hubieras vivido dos veces más que yo.- Contestó la cría disimulando a duras penas su inquina.-


El doctor miraba a ambas con extrañeza. No era tan ingenuo como para no comenzar a sospechar que ahí estaba sucediendo algo. La atmosfera parecía que se congelase por momentos. Quizás su hija se percató a su vez de ello. El caso es que sonrió ampliamente y añadió dirigiéndose a su ahora atónita contertulia con un tinte mucho más jovial y amable.



-Por eso me vendría muy bien que me aconsejases cuando me guste algún chico o cuando quiera ir de tiendas…tengo amigas mayores pero muchas veces están muy ocupadas, seguro que una más no me vendría mal.

-Claro que sí, hija.- Sonrió a su vez Tomoe ahora con visible alivio. Al parecer había interpretado mal la situación. Por ello convino.- Eso estaría muy bien, que seáis amigas. Seguro que Kaori podría aconsejarte en muchas cosas.

-Estará encantada de hacerlo.- Convino ésta relajando su semblante.-

-Sí, hasta puede que tengas tiempo algún día para ir de compras.- Añadió la niña.- Con mis amigas y conmigo. Por ejemplo, a comprar algún buen par de zapatos… ¿Te gustan los zapatos, Kaori?

-Claro.- Afirmó ella permitiéndose incluso sonreír al tratar de bromear.- Siendo una mujer. ¿A quién de entre nosotras no le gustan?

- Es verdad.- Afirmó Hotaru que remachó con un tinte algo más malévolo.- Recuerdo que a una de mis amigas le gustaba mucho un par que había en una tienda, eran de cristal…-  Aclaró dejando helada a su invitada.- Es algo tan curioso que no se me ha olvidado…y creo que jamás se me olvidará. Ni a ella, ni a su novio tampoco…él hasta se acuerda muy bien de quién se los vendió…

-Así me gusta.- Afirmó el padre de la joven, ajeno al significado de todo aquello, cuando sentenció.- Es estupendo que comencéis a congeniar…

-Sí. Eso pienso también yo.- Aseveró la cría que añadió de modo solícito.- ¿Un poco más de vino, Kaori?...

-No, muchas gracias.- Fue capaz de musitar la aludida cuya mano casi temblaba cuando por instinto tapó su copa y se excusaba añadiendo. - Ya he bebido bastante.



Después vino el postre. Un sorbete de helado de fresa que estaba delicioso, aunque a Kaori casi no le supo a nada según recordaba las palabras de esa jovencita. Por fortuna para ella la velada transcurrió ya sin más incidentes. La invitada se despidió al rato agradeciendo mucho aquella magnífica acogida, al menos de cara al doctor. Hotaru no salió a despedirla pretextando que debía irse a dormir. Su padre la excusó y fue él quien acompañó a la joven hasta la puerta.



-Creo que le has caído muy bien a mi hija. No suele hablar mucho con personas que no conoce. - Valoró él.- Es curioso, parecía que las dos os comprendierais muy bien.

-Me alegro.- Pudo decir la apurada muchacha.- Es una niña estupenda…

-Sí, de veras que lo es. A veces me siento culpable porque la veo muy poco.- Se lamentó el doctor.- Dentro de nada se hará una mujer y apenas habremos compartido unos breves momentos los dos juntos.

-Pues deberías estar más tiempo junto a ella.- Se atrevió a  aconsejarle su interlocutora, declarando con sinceridad.- Una niña de su edad estando sola puede sufrir mucho.

-Como Hotaru misma ha dicho, tiene muchas y buenas amigas.- Afirmó entonces Tomoe.- Y casi han hecho las labores de madre con ella. Nunca la han dejado sola. Sin embargo, me gustaría mucho que tú también la aconsejaras.

-Hare lo que pueda.- Sonrió débilmente la aludida sentenciando con total sinceridad y casi hasta que con desesperación, lo que por suerte pasó desapercibido a su interlocutor.- Lo que sea por ganarme su confianza.



El doctor asintió sonriendo agradecido. Al fin, un taxi que habían llamado llegó y se despidieron hasta el lunes. Kaori se fue a su piso con una agridulce sensación. Al día siguiente lo primero que hizo fue llamar por teléfono a París. Aunque era algo tarde allí su amiga Esmeralda se alegró de saludarla y Kaori, deseando desahogarse, pudo referirle algo de aquella velada.



-No sé qué decirte. – Repuso su estupefacta amiga. - Quizás debas darle tiempo a esa niña.  Yo te comprendo muy bien, y muchas veces me siento como tú. Lo cierto es que hicimos tanto daño  a tantas personas que ahora es difícil tratar de borrarlo de golpe, pero seguro que con tiempo y paciencia lo conseguirás.

-Gracias Esmeralda. - Pudo sollozar su interlocutora. – Te juro que eso es lo que más desearía. Pero si la hubieses visto. ¡Me dio mucho miedo! Era peor que cualquier tormento del Infierno.



            Su interlocutora la escuchó no sin preocupación. Esperaba que fuera lo que fuese lo que hubiera sucedido entre su amiga y esa chiquilla pudiera remediarse. Así que respondió tratando de alentarla.



-No te preocupes. Nos tienes a todos nosotros. Y si quieres un consejo yo que tú hablaría con Setsuna, creo que ella se entiende muy bien con esa cría.

-Yo lo hice pero lo volveré a hacer, muchas gracias. Lamento el haberte llamado tan tarde.

-No seas tonta. Llama cuando quieras. Suerte y no te vengas abajo. Ya has pasado lo peor. – La animó su amiga para despedirse. -



Esmeralda colgó algo preocupada. La pobre Kaori continuaba expiando sus pecados incluso tras haber salido de los infiernos en los que estuvo.



-¿Quién era, cariño?- Le preguntó Diamante que estaba medio dormido ya. -

-Kaori- le contó ella refiriéndole un breve resumen de la conversación. – ¡Pobrecilla! Hotaru se lo está haciendo pasar muy mal. Pero puedo comprenderlo. Al menos hasta cierto punto.- Matizó.-

-No es fácil comenzar de nuevo. – Afirmó él pasando un brazo por el hombro de su novia.- Y menos con esa carga del pasado.

-No es justo, ella ya pagó por lo que hizo.- Repuso su interlocutora.-

-Sí. Tienes razón. –Convino Diamante.- Aunque no está sola. Zafiro, Petz y las guerreras la ayudarán.

-Seguro que así será y que ella lo superará. – Declaró Esmeralda que, cambiando de tema, le susurró a su novio de forma melosa, sacando a colación un tema del que habían estado hablando. - ¿Qué te parece mi idea?- Tengo un pequeño estudio en París que me han prestado en la agencia. Lo usamos para alojarnos cuando hay desfile. Este fin de semana va a estar vacío. Tengo las llaves….tú, yo, una buena cena…

-¿Y alguna otra cosa más?- Sonrió el chico. –

-Siempre hay otras posibilidades. – Convino ella esbozando una sonrisa igualmente pícara. –



Aunque todavía quedaba una semana, los dos ya se imaginaban aquella velada romántica en un pisito que, según Esmeralda, tenía vistas a la Torre Eiffel. De todos modos eso ya llegaría. La muchacha tenía que madrugar al día siguiente y se fue a la cama sin pensarlo mucho. Su compañero hizo lo mismo. Al día siguiente ella acudió al trabajo. Era temprano, abordó un taxi que la dejó a unos pocos cientos de metros de los salones Deveraux. A la joven modelo le gustaba pasear de mañana. Aunque esta vez unos ruidos de sirenas de policía y un cordón de agentes armados le impedían el paso. Como pudo quiso enterarse de lo que sucedía. Su francés no era demasiado bueno todavía pero con una mezcla de éste y del inglés logró averiguar que unos malhechores habían atracado un banco y que mantenían rehenes. La chica miró hacia una desierta calleja adyacente por la que a esas horas no pasaba nadie y acarició su piedra de Justiciera diciéndose animosa y no sin algo de ansiedad.



-Bueno, creo que es la hora de mi debut. Tengo que ser digna de esta responsabilidad.



Sin pensarlo se metió allí y llena de expectación y algo nerviosa invocó el poder de su piedra.



-¡Corazón puro del Viento! ¡Dame el poder!



 Tras transformarse en medio de una zarabanda de giros sobre sí misma y luces, dio un portentoso salto hacia arriba logrando subirse al tejado de una de las casas que tenía cerca y comenzó a aproximarse hasta el banco de techumbre en techumbre. Aquella era una agradable sensación. Con sus poderes de antaño podía incluso volar. Pero tras su retorno a la vida como un ser humano corriente perdió aquellas facultades. Ahora, con las propiedades de esa piedra, aunque no fueran capaces de tanto,  tenía la capacidad de ser muy ágil. Subida pues desde su atalaya podía observar bien la acción. La policía francesa había formado un buen cordón de seguridad impidiendo que el creciente número de curiosos se aproximase e incluso los tiradores de élite se apostaban ya en algunas ventanas cubriendo el edificio. No obstante, si nadie lo evitaba aquello podría acabar en alguna tragedia. Debería ser rápida y certera. La joven aguzó pues sus sentidos. Para su sorpresa, su capacidad de comprender el idioma había aumentado, dado que escuchaba hablar a los agentes y a las personas y podía entender  perfectamente lo que decían. Y todo era debido al sofisticado uniforme de justiciera que los gatos de la Luna le confeccionasen.



- Vaya, Luna y Artemis son unos genios con el diseño, me convendría tomar notas. - Se sonrió en tanto lo pensaba. –



Pero no había lugar para perder el tiempo. Para su sorpresa un par de atracadores salieron hasta la puerta del banco llevando como rehenes a dos mujeres. La policía no se atrevía a disparar ni a acercarse. Aquellos tipos cubiertos por pasamontañas amenazaron con usar las armas que apuntaban a la sien de sus cautivas si las autoridades hacían el menor movimiento. Y para evitar a los francotiradores se envolvieron ellos y a las rehenes con una gruesa manta de campaña que impedía verles con claridad. Exigieron un coche rápido. En tanto los negociadores de la policía trataban de hablar con ellos, esos tipos volvieron al interior.



-Vaya, esto está muy complicado. - Se dijo la Justiciera esforzándose para discurrir.- ¿Qué debería hacer? A ver… ¿Cómo podría acercarme sin que me vieran?



Esmeralda captó desde su posición que el banco disponía de un piso superior con una balconada. Sin pensarlo saltó hacia allí con gran velocidad. Aunque posiblemente la hubieran visto. De hecho, dos atónitos policías señalaron en su dirección y hasta los tiradores llegaron a apuntarla en un acto reflejo. Por suerte para ella desapareció al instante entrando por la puerta de servicio de esa azotea. Ahora solamente tenía que descender los escalones. Pero antes de actuar debería saber a ciencia cierta cuantos atracadores había. Bajó lo que pudo y, agachada junto a una columna para no ser visible, pudo descubrir a tres individuos que tenían bajo la mira de sus pistolas a una docena de aterrados rehenes. La muchacha trató de pensar qué hacer. Si atacaba rápidamente no podía estar segura de dejarles fuera de combate antes de que disparasen contra alguien. Pensó tratando de recordar hasta donde llegarían las propiedades de aquel uniforme con la que la habían dotado las guerreras. Al menos materializó su boomerang. Éste era rápido y silencioso y se le ocurrió una idea. Pudo arrojarlo contra uno de esos tipos con trayectoria semicircular de modo que, cuando ese arma impactó en él, le derribó de forma que el objeto continuó su marcha hacia el siguiente atracador. Ella por su parte había saltado de forma felina golpeando al otro con una patada en la espalda que logró tirarle al suelo. Cuando el atracador restante se giraba hacia ella sorprendido, apuntándola con el revolver, el boomerang le golpeó dejándole inconsciente como a su compañero. Aquello debió de suceder en apenas tres o cuatro segundos. Todos los atracadores estaban en el suelo y desarmados. Los rehenes la observaban con una mezcla de estupor y alborozo. Más cuando ella, ahora en un perfecto francés, les dijo.



-Ne vous inquiétez pas. Tout sera bien.



Un guardia de seguridad que había estado tirado sobre el suelo fue quien primero se recobró de la sorpresa tras presenciar tan extraordinaria actuación. Sin dilación procedió a esposar a los atracadores y se comunicó con la policía. Esmeralda se disponía a irse ya por las mismas escaleras por las que había bajado cuando una mujer aun tan sorprendida como agradecida le preguntó.



-Qui êtes-vous ?

-Je suis une de las Justicières. Je m´appelle la Dame du Vente – Declaró con orgullo ella por toda respuesta corriendo escaleras arriba y saliendo de allí. -



 Por fortuna, cuando la noticia alcanzó a la policía estos se ocuparon de entrar para detener a aquellos delincuentes sin pensar en ella. La Justiciera pudo ganar el tejado del edificio e ir saltando hacia un lugar más apartado. Recobró allí su identidad normal. Aun jadeaba por el esfuerzo y el subidón de adrenalina pero sonreía radiante. ¡Al fin había hecho algo bueno por la gente! Ahora ya podía compartir y sobre todo comprender, la alegría y la satisfacción de sus compañeras  y de las Sailors cuando salvaban a inocentes. Finalmente y tras serenarse un poco, optó por recuperar su itinerario y acudir al trabajo.  Seguía siendo tan temprano que casi no había llegado nadie. Apareció con media hora de adelanto esta vez. Al entrar fue directamente a su despacho y allí, abriendo la caja fuerte que los contenía, desplegó sus bocetos. Los estudiaba tratando de hacer alguna modificación cuando oyó ruidos en el exterior. Se asomó prudentemente por la ventana y en una pared contigua descubrió una especie de cuerda y un gancho. Era como si alguien los hubiera usado para subir. Cuando quiso darse cuenta apenas si podía ver, una humareda extraña inundaba su despacho.



-¡Es gas!  - Se dijo tratando de escapar a sus efectos. –



Como pudo se tapó la boca y la nariz y salió corriendo del despacho, ya en el baño contiguo pudo toser y tratar de expulsar de sus pulmones aquello. Tras lavarse la cara decidió volver a transformarse en Justiciera. Lo hizo allí, aprovechando que esa parte estaba desierta. Al parecer, la densidad de aquel gas estaba disminuyendo dado que escapaba a través de la ventana abierta. Cuando la muchacha pudo ver con cierta claridad observó con horror que sus diseños habían desaparecido.



-¡Esto es el colmo! – Pensó indignada.- Me los han robado en mis narices, pero no lo consentiré. Ésta vez no se saldrán con la suya.



A toda prisa miró por la ventana y sin pensar saltó hacia arriba agarrándose a esa especie de cable de la habitación contigua. Pudo subir al tejado de la casa y entonces la vio. Una figura totalmente vestida de negro y con una máscara antigás puesta que al parecer llevaba un portafolio en la mano. Esmeralda reconoció sus bocetos y se apresuró a perseguir a ese ladrón. Aquel tipo debió de verla llegar puesto que ágilmente corrió hacia el final del tejado. No obstante, la Dama del Viento era de una agilidad superior y logró interceptar a su oponente que parecía ser algo más bajo que ella. Quizás baja sería la palabra apropiada dado que, a través de ese negro traje de licra que lucía, parecían adivinarse formas femeninas. Entonces la muchacha, en un arrebato, exclamó.



-¡No voy a perdonar a quién roba el trabajo de otros! Yo, la Dama del Viento, en nombre de la Justicia y de la propiedad intelectual ¡Te castigaré!



Quizás a su oponente aquello no le importó demasiado, lo cierto es que le respondió con una pata de kárate muy flexible hacia la cabeza que ella apenas pudo bloquear. No obstante se recobró de inmediato y montando el contraataque, Esmeralda lanzó su propia pierna contra su rival que a su vez la esquivó. Parecía ser una diestra luchadora y el intercambio de golpes entre ambas estaba muy reñido, finalmente su adversaria dio muestras de agotarse antes y optó por la retirada. La Dama del Viento recurrió a su boomerang que, de un certero lanzamiento, logró arrebatar el portafolio de las manos de aquella ladrona haciendo caer al tejado. Allí su legítima propietaria lo recuperó. Con una especie de exclamación ahogada tras su máscara que parecía maldecir su mala suerte aquella intrusa se lanzó desde el tejado y cayó dando volteretas a un techo de una vivienda más baja. Esmeralda empleó unos segundos para asegurarse de que el portafolio estaba cerrado y después quiso perseguirla. Pero para cuando saltó a su vez esa escurridiza ladrona se había esfumado.



-¡Maldita sea! – Pudo escupir presa de la contrariedad.-  Bueno, pudo haber sido peor. Al menos he recuperado mi trabajo – suspiró volviendo a su despacho. -



Por suerte pudo revertir su transformación sin ser vista bajando a la calle e ingresando por la puerta principal. Cuando retornó Madame Deveraux estaba ya allí informándose de lo sucedido. Enseguida vio a Esmeralda y la abordó.



-Creo que han tratado de robarnos. - Le dijo la anciana con visible intranquilidad. -

-Eso parece, pero no tema, no han logrado lo que querían. Esta vez no me dejé sorprender.- Pudo decir la chica que, comprobó efectivamente que sus bocetos estaban todos ahí. -

-Eres lista y decidida, eso me gusta. – Sonrió la anciana que pese a ello sentenció con más inquietud.- Sin embargo, mucho me temo que no van a renunciar tan fácilmente.



Esmeralda quedó pensativa. ¿Quién estaría detrás de aquello? Posiblemente el mayor rival de su jefa. Goldpier. Tampoco había visto a Monique. ¿Pudiera haber sido ella, así vestida? Era desde luego de esa estatura, pudiera ser que algo más alta. Aunque como llevaba tacones y esa extraña ladrona no, esa percepción podría ser fácilmente condicionada.



-No sé si esa bruja es experta en artes marciales.- Meditó Esmeralda.-



De todos modos, no podía acusarla sin pruebas. Como tampoco podrían hacerlo con ese tal Goldpier. En fin, ya lo descubriría. Por el momento decidió dejarlo estar. Tenía mucho trabajo que hacer y deseaba que llegase su ansiado fin de semana.



-Bueno…estaré alerta.- Se dijo acariciando la piedra de su colgante.- Y si vuelven a intentarlo les detendré…



            Entre tanto Diamante también se afanaba en su cometido cuando vía e –mail le llegó un mensaje de alguien que no lograba identificar. En él le prometían mucho dinero y un magnifico cargo ejecutivo si dejaba su actual puesto y se unía al remitente misterioso. Lo extraño era que aquella oferta no viniera firmada. Aunque en el mismo mensaje se le indicaba que, en breve, aquel  enigmático oferente se daría a conocer. No le dio más importancia y continuó con su trabajo. Los siguientes días volvió a recibir alguna que otra carta vía mail y esta vez sí que aquellas misivas dieron a conocer su procedencia. Venían nada menos que de la Masters Corporation. Si Diamante no se equivocaba, su propio hermano le había contado días atrás que había comenzado a trabajar con ellos, junto con Tomoe y la propia Kaori.



-Este tipo es realmente insistente.- Pensaba con irritación.- Ya le he dado un no…



Y cuando se reunió con su novia él y Esmeralda desde luego comentaron sus respectivas peripecias, ya aguardaban con alegría su fin de semana para relajarse de tanta actividad.  Aunque justamente el viernes recibieron una llamada que les hizo cambiar de planes. Al menos de momento. Un antiguo compañero de Diamante se puso en contacto con él. Era ni más ni menos que Nephrite. Príncipe de los Cuatro cielos. Aparte por supuesto de recordar viejos tiempos y aventuras en la lucha contra los demonios, éste, que ahora se hacía llamar Masato Saint Join y vivía en Londres, tenía una cosa bastante interesante que contarles…y de ahí surgieron una serie de peripecias que deberán ser narradas en otro momento…En Tokio entre tanto los días transcurrieron en la rutina del trabajo. Kaori quedó con Petz y Zafiro en algunas ocasiones. Y también pudo hablar con Setsuna para ponerla al corriente de su situación con Hotaru.



-Fue tal y como me advertiste. Aunque ya te dije que me lo temía.- Le comentó.-

-Haruka, Michiru y yo misma haremos cuanto esté en nuestras manos para que Hotaru sea más razonable. Pero es muy cabezota, del tipo de chica que tiene que convencerse de las cosas. No sirve que intentes explicárselo. Por mucho que razonemos. -Suspiró resignadamente Setsuna.-

-Gracias, amiga.- Repuso una reconocida Kaori.-



Y con esa esperanza se mantenía siempre cerca del doctor que cada vez parecía tratarla con más confianza. Desde luego no hacían un mal equipo. Al menos era un comienzo. Y daba la impresión de que su sólida relación profesional iba extendiéndose de modo casi imperceptible a la personal. Pasaron unos meses más. Un día Souichi le propuso ir a cenar a su casa. Daba la casualidad de que su hija se iba a pasar unos días precisamente con sus amigas Michiru, Setsuna y Haruka. Ella aceptó encantada. Aun recordaba aquella vez en la que, con la niña delante, se sintió tan incómoda, pero ahora el ambiente era totalmente distinto. La mesa estaba dispuesta sólo para dos, con velas en ambos extremos y una sugerente penumbra. Tomoe, con un elegante traje de chaqueta y corbata esta vez, la hizo pasar y le apartó la silla de forma muy galante. Kaori tampoco desmereció con un bonito vestido de colores malva. Apenas estuvo sentada cuando él le dijo.



-No tengo palabras para agradecerte toda tu ayuda y tu amabilidad en estos meses.

-Soy yo quién le está muy agradecida. – Pudo decir ella con cierto rubor que amenazaba por extendérsele en las mejillas. -Nunca ha dejado de confiar en mí.

-Por favor. Ahora no estamos en el trabajo. Tutéame. Me llamo Souichi. – Le recordó él. -

-Se me hace difícil, siempre te he llamado doctor. – Sonrió ella con cierta vergüenza. -



Él se levantó devolviéndole la sonrisa y se alejó hasta la cocina. Le sirvió el primer plato, un cóctel de gambas y volvió a sentarse junto a ella. Aunque un poco más cerca esta vez, para decidirse a confesar con cierta turbación.



-A mí también se me hace difícil. Desde que mi esposa murió no he sentido nada parecido por nadie. Al menos hasta ahora.



A la chica casi se le cayó la cuchara de las manos cuando escuchó aquello. Posó su mirada en los ojos del profesor que se la devolvió y casi sin darse cuenta él la besó en los labios con suavidad. Los dos se entregaron de nuevo a la experiencia, esta vez con más apasionamiento y el doctor, que desde luego no parecía el mismo, la tomó en brazos. Después no hubo necesidad de hablar. Souichi puso rumbo a su dormitorio. Kaori sentía el corazón a punto de estallar. Incluso por unos fugaces instantes le apenó no terminar aquella cena que casi ni había comenzado a probar. Pero tras ser depositada sobre la cama dejó de pensar en ello y junto con su pareja se afanó en despojarse de sus ropas. Ninguno supo a ciencia cierta el tiempo que tardaron en consumar aquello. La chica pudo sentir lo que era el amor humano en toda su dimensión y al terminar reposaron abrazados. Fue cuando él pudo retomar la palabra para suspirar.



-Kaori. Desde que te conocí te quiero en mi vida. Me gustaría que te unieras a nuestra familia, si me aceptas.



La muchacha sintió como las lágrimas le caían por las mejillas. Aquello era algo que no había podido ni soñar tan solo unos meses antes. Apenas sí pudo responder.



-Yo también te quiero. Quiero estar junto a  ti y que nada pueda separarnos otra vez.

-¿Otra vez?- le preguntó él, sin comprender –



La muchacha supo que había hablado de más, aunque rápidamente arregló aquel desliz.



-Quiero decir que. He deseado esto en muchas ocasiones, pero siempre he sentido que quizás, a Hotaru no le pareciera bien.

-Lo sé.- Admitió él que le desveló. – Para serte franco, antes de esta noche pude hablar con mi hija. No era capaz de hacer nada de esto a sus espaldas.



Para sorpresa de Kaori que creía que su ahora amante y futuro prometido ignoraba la situación, Tomoe le contó lo sucedido el día anterior. Efectivamente él había tenido una conversación muy importante con la niña. Aunque ni el propio doctor pudiera saber cómo se sentía del todo su hija.



-Verás. – Le refirió a la joven en tanto seguían tumbados en la cama y abrazados el uno al otro.- Estuvimos conversando y…



Hotaru había vuelto del colegio. Era una tarde más. Aunque para su padre no había pasado desapercibido el tenso ambiente que se generaba cada vez que su hija y su ayudante coincidían. Durante ese tiempo trabajando juntos había comenzado a sentir algo por Kaori, al final no pudo negarse que se había enamorado de aquella muchacha que siempre estaba ahí para él y parecía anticiparse a sus mismos deseos antes de que tuviera casi consciencia de ellos. Amable y dulce, animosa y dedicada. Por su parte él estaba indeciso, nervioso, no sabía si ella correspondería a sus sentimientos o era simple amabilidad. Quería creer que sí, pero lo que más le preocupaba era la actitud de su hija. Quizás era normal, podría ver a Kaori como alguien que intentase borrar la memoria de su madre y él debía hacerla comprender que eso jamás ocurriría. De modo que, cuando la cría llegó saludando de forma jovial como de costumbre, no quiso posponerlo más. La llamó y le pidió que se sentara a su lado.



-¿Qué ocurre, papá?- Preguntó la niña algo inquieta de ver esa expresión en el rostro de su padre. –Te noto preocupado.

-Tengo que hablar contigo de un asunto muy importante. – Pudo replicar él, que armándose de valor, le pidió sin más rodeos. – Se sincera conmigo, Hotaru. ¿Cómo te cae Kaori?

-Es una mujer agradable. Se nota que sabe hacer su trabajo. - Replicó ella de forma esquiva, sin querer enfrentar sus ojos a los de él. -

-Hotaru, mírame. – Le pidió dulcemente su padre que añadió. - Sé que hay algo. No sé qué es, pero me entristece. Cada vez que ha venido a casa o tú has venido al laboratorio me he ido dando cuenta, algo entre vosotras no está bien. Y no comprendo que es lo que pueda ser.



Ahora la niña no pudo contestar, miraba hacia el suelo con los ojos humedecidos. En tanto su padre tomaba delicadamente sus manos entre las suyas y declaraba.



-Sé que eres muy inteligente y perceptiva para tu edad. Y sabes que yo siento algo por Kaori. ¿Verdad, hija? Por eso quisiera pedirte perdón, si eso te hace daño. Pero no es lo que tú crees. Ella no me hará nunca olvidar a tu madre.

-Papá. – Fue capaz de decir la cría levantando la mirada con dificultad y mostrando lágrimas en sus ojos. Aunque pese a todo esforzándose por sonreír. - Si a ti te hace feliz estar con ella, yo también soy feliz por ti.

-¡Mi niña!- Pudo replicar él, también emocionado, pues se daba cuenta de que su hija sufría al decir aquello. - Me gustaría tanto que llegaseis a ser buenas amigas. Ella te aprecia mucho, de veras. Y no quiere sustituir a mamá. ¡De verdad que no! Esto son cosas de adultos. Algún día podrás entenderlo. Cuando seas mayor y te enamores de alguien….



            Kaori escuchó aquello con estupor. La que lo rememoraba a su vez, en casa de sus amigas era Hotaru. Recordó como no dejó continuar con su declaración a su progenitor y se abrazó a él llorando.  Aquello que tanto temía había sucedido. Esa arpía se había ganado el corazón de su padre, pero ella no podía hacer nada más que soportarlo de la manera más digna posible. Y hasta ahora tenía que admitir que Kaori se había portado muy bien con los dos.  Y viendo la expresión de su padre no podía negar la evidencia. Era cierto que esa mujer le hacía feliz. Él siempre iluminaba su rostro cuando la veía. ¿Qué podía hacer ella ante eso? Por una parte deseaba gritarle y contarle quién había sido esa víbora y las terribles cosas que había hecho. Pero sabía perfectamente que eso no era posible. Tampoco podía tomar represalias contra ella. Eso solamente haría sufrir a su padre quien lo vería como algo injusto y cruel. Y para la niña él era la mejor persona del mundo y no podría soportar la mera idea de hacerle daño. De modo que únicamente le quedaba aceptarlo. Al fin se separó del abrazo de su padre y con una manga se enjugó las lágrimas lo mejor que pudo. Aun improvisando una sonrisa forzada dijo.



-Tengo que ir a hacer los deberes, papá. Mañana me gustaría irme con las chicas. – Completó refiriéndose a sus compañeras guerreras. – Si te parece bien.

-Claro que me parece bien. Te sientes muy unida a ellas. Me alegra mucho que sean tan buenas amigas tuyas. Aunque no alcanzo a comprender qué podéis hacer tanto tiempo las cuatro juntas. ¡Son tan mayores para ti!-  Comentó su padre que nunca había comprendido el sentido de esa relación, aunque él mismo se replicó al añadir. - Desde luego, nunca les podré agradecer lo bastante el haberte cuidado cuando yo no pude hacerlo. Quizás ellas saben cómo yo que eres una chica muy especial y puede que estén más capacitadas para comprenderte que el tonto de tu padre. ¡Ojalá hubiera estado ahí durante más tiempo para ti! – Sonrió con melancolía e incluso algo de tristeza. - ¡Perdóname hija!


-No digas eso, ¡por favor! No tengo nada que perdonarte. Al contrario. Yo siempre te querré más que a nadie, papá. – Le prometió la niña abrazándose a su cuello ahora para darle un sentido beso en las mejillas, y mojarle de paso con sus lágrimas.- ¡Perdóname tú a mí, si no he sido justa! ¡Te quiero mucho, papá!

-Y yo a ti, mi cielo. - Replicó él, con lágrimas también. – Por eso es muy importante para mí que lo entiendas y que quieras participar de ello. De veras que eres una chica muy madura. Con tu comprensión me haces muy feliz.



La niña asintió separándose de él, sin atreverse a mirarle de nuevo se marchó a su cuarto y cerró la puerta.



-Sé que esto la ha afectado, pero no puedo suprimir mis sentimientos hacia ti.- Le confesó el doctor a su ahora pareja sentimental.-



Y es que Tomoe recordó cómo se quedó viendo a su pequeña en tanto ella se alejaba. Él sufría por Hotaru pero creyó que, con el tiempo, todo se solucionaría. Ahora Kaori escuchaba también con lágrimas en los ojos y cuando él terminó, la muchacha se apresuró a decir.



-No quiero ser más que una buena amiga para ella. Que me cuente sus problemas y ayudarla. La compensaré, ¡te lo prometo! Me esforzaré en ser como una hermana mayor. No pretendo usurpar el papel de madre.

-Démosle tiempo.- Musitó Tomoe entrelazando los dedos de sus manos con los de su amante. - Acabará viendo que eres una buena persona y te querrá. Estoy seguro.



Su interlocutora deseó que aquello fuera cierto, y lo anhelaba de veras. Olvidar la terrible relación que tuvieron en esa antigua vida llena de maldad. Pero incluso entonces ella se preocupaba por la salud de la niña. Aunque fuera de un modo egoísta, para llevar a cabo su cometido. No lo quiso pensar más. Ella y Souichi se relajaron hablando de otras cosas y fue cuando el doctor, sonriendo ahora, recordó casi con técnica precisión.



-Espero que aun podamos tomarnos la cena. ¡Menos mal que era buffet frío!



Aquello pilló desprevenida a Kaori y la hizo reír. Desde luego eran pocas las ocasiones en las que lo hacía. Convino en ello con su ahora prometido en ciernes y ambos dieron buena cuenta de lo que quedaba de la cena que seguía estando delicioso, al menos eso le pareció a ella. De hecho, en aquellos instantes hubiera podido comer papel de lija y le habría encantado de igual forma. Así de feliz se sentía.



-Iremos paso a paso, con calma y disfrutando del momento.- Le propuso la joven.-

-Sí, eso es muy razonable.- Convino él.-



Y efectivamente, los meses pasaron y ambos se comprometieron. Comenzaron a verse más fuera del trabajo, aunque Kaori siempre trató de que Hotaru no se viese involucrada. Sabía que ninguna de las dos estaría cómoda y que Souichi sufriría. Y por una vez la niña coincidía con ella en algo. De modo que se instauró una especie de regla no escrita. Delante del doctor e incluso cuando él no estaba presente, se trataban con educación aunque con distancia.



-Me hubiera gustado que todo evolucionase de diferente forma.- Meditaba a solas Kaori en tanto hacía planes para la boda.-



            Todavía no dieron el paso de vivir juntos. Al menos hasta que estuvieran casados. Eso eliminaría fricción innecesaria entre ambas. Por su parte, las sailors exteriores trataban de ir suavizando la actitud de Hotaru poco a poco. Mientras, Esmeralda había aumentado mucho su participación en los desfiles de la Casa. Y continuaba diseñando vestuario con la aprobación de Madame Deveraux. Cierta tarde, la Jefa, como todos solían llamarla de modo informal, la citó en su despacho.



-¿Deseaba verme, señora?- Inquirió ella con tono afable y algo sumiso incluso.-

-Pasa niña.- Le ordenó su interlocutora, añadiendo.- Y cierra la puerta.



            Esmeralda obedeció, se mantuvo en silencio hasta que su contertulia tomó nuevamente la palabra. Esta le dijo.



-Voy a salir de viaje a los Estados Unidos. En mi ausencia te encargarás de la casa aquí.

-¿Monique irá con usted?- Quiso saber ella.-

-Monique se quedará aquí.- Replicó la anciana.-

           

            Eso descolocó a Esmeralda. Lo lógico sería que esa mujer tuviera el mando, dado que era la mano derecha y persona de confianza de la anciana. Así se atrevió a argüir.



-No comprendo. Monique es más antigua que yo y es la directora.

-Y yo soy la presidenta y fundadora. Monique y tú haréis lo que yo os diga.- Afirmó madame Deveraux con tono cortante.-

-Sí, señora.- Musitó Esmeralda asintiendo.-



            Se produjo un  silencio tenso e incómodo. Aunque la joven se mantuvo ahí, de pie. Su jefa se levantó entonces del sillón en el que estaba sentada y aproximándose a ella, comentó con tono lleno de perspicacia.



-Veo que sabes obedecer. Pero que también das tu opinión sin que nadie te la pida.

-Perdóneme si la he ofendido.- Repuso la joven.-

-Las ofensas son para los tontos.- Declaró la señora Deveraux, sentenciando de seguido.- Lo que has de hacer es calibrar lo que te digan. Nadie puede ofenderte si tú no te dejas. Pero has de analizar las palabras que escuches. Y en este caso, cuando alguien me da su opinión pueden pasar dos cosas. Una, que sea insolente o no sepa con quien está tratando, y dos, que piense que estoy cometiendo un error o una injusticia. En cualquier caso, debes saber algo, niña. Yo soporto la insolencia siempre y cuando esté al servicio de algo más importante y que merezca la pena. Y también puedo equivocarme como cualquiera. A veces es inteligente hacérmelo ver, y otras no. En este caso, y por tu parte no lo ha sido.

-Lo siento.- Musitó una vez más Esmeralda, bajando la cabeza.-



            Comenzaba a preocuparse. Quizás ese comentario suyo le costase caro. Ya le habían advertido que esa mujer era muy excéntrica e impredecible.



-¿Cuál fue la primera lección que te di?- Inquirió entonces la señora Deveraux con tono entre reprobatorio y condescendiente?

-Yo…-Fue capaz de responder la joven, sin recordarlo.-

-¡La cabeza siempre alta, niña! - exclamó la diseñadora.-



            Y Esmeralda elevó el mentón, mirando ya a los ojos a esa mujer quien entonces suavizó sus hasta entonces severas facciones y añadió.



-Mucho mejor así. Ahora escúchame con atención.

-Sí, señora.- Repuso su interlocutora con más seguridad en su voz.-

           

            La anciana se paseó un poco por la habitación hasta que prosiguió con un tono más informativo que molesto.



-Cuando yo tomo una decisión, esa decisión es firme. En este caso, si yo considero que tú has de dirigir esta Casa, la sede central de París hasta que regrese, así será. Monique no dirá nada porque no le corresponde a ella decidir.  Y si lo dijera te lo dirá a ti, nunca a mí ¿Lo entiendes? Porque sabe muy bien lo que debe o no debe hacer.

-Sí.- Musitó rápidamente la muchacha.-

-Como te he dicho antes, veo que sabes inclinarte enseguida ante quienes te mandan. Pero quiero ver cómo te comportas cuando seas tú quien de las órdenes. Y aunque te afanes en no mostrarlo, veo que  tienes la mirada de aquellos que han dado muchas.

-¿Cómo sabe eso?- Preguntó una perpleja Esmeralda.-



            ¿Pudiera ser que esa mujer estuviera al corriente de quién había sido ella? No tenía ni idea. Aunque la respuesta no se hizo esperar. Madame Deveraux le desveló.



-Luché en la Resistencia durante la guerra. Tuve que acatar muchas órdenes entonces. Pero también lideré. Y recibí buenos consejos. Luego salí adelante y fundé esta casa. A medida que prosperé comencé a contratar personal y pasé de acatar mandatos a darlos. Algunas de esas personas me han sido leales durante décadas. Las fui ascendiendo, les di responsabilidades. Por eso sé perfectamente como es la expresión de quienes obedecen y de quienes mandan. Y del mismo modo sé que tú tuviste poder alguna vez. Lo que no sé es cómo lo ejerciste. Bien, no tardaré en averiguarlo.

-Puede que no le guste la respuesta.- Se atrevió a contestar Esmeralda.-

-Todo es posible. De ti dependerá.- Sentenció la diseñadora que dio por concluida esa reunión.- Ahora, ve a prepararte en el despacho que te he asignad. Tienes bastantes cosas que revisar.

-Sí, señora Deveraux.- Contestó obedientemente la joven, saliendo de allí.-



            Se fue directa a aquel despacho y estuvo un buen rato revisando archivos de cuentas y horarios para encajar a diversas modelos en  varios desfiles que deberían tener lugar en la casa. No supo realmente cuanto tiempo transcurrió hasta que una agitada Monique entró sin siquiera llamar a la puerta. Antes de que la atónita Esmeralda pudiera ni abrir la boca, la recién llegada, con visible indignación, le espetó.



-¿Cómo lo has hecho, eh?

-¿Hacer el qué?

-No te hagas la tonta conmigo. La Jefa te ha puesto a cargo de esta sede en tanto se vaya de viaje a América.

-Es cierto. Pero yo no se lo pedí. Ha sido una orden suya.- Replicó Esmeralda.-



            Monique se sonrió sarcásticamente y movió la cabeza. Retomó la palabra con desdén.



-Te calé desde el primer día que entraste por la puerta de su despacho.- Afirmó imitando con tono meloso y cursi la voz de Esmeralda y parafraseándola.- Sí, señora Deveraux, me hace mucha ilusión estar aquí…



            Aunque esto terminó por indignar a su interlocutora que se levantó de su sillón plantándole cara a esa estúpida para espetar.



-¡Si no te gusta la decisión de madame Deveraux, ve a su despacho y díselo! Aunque no creo que tengas valor ni para tocar a su puerta. Así que no pienses ni por un segundo que voy a tolerar que me digas todas las sandeces que nunca osarías decirle a ella.



            Si las miradas matasen la de Monique seguramente la habría liquidado, por suerte no era así. Esa modelo en cambio miró hacia otro sitio y se alejó, antes de salir por la puerta del despacho le deseó irónicamente.



-Buena suerte con todo esto, novata. Te va a hacer falta.



            Y no se recató de cerrar con un portazo. Esmeralda suspiró varias veces tratando de calmarse y se sentó una vez más.



-Aquí hay muchísimo trabajo. Me veré obligada a dedicarle mucho tiempo. Y está claro que Monique no va a ayudarme. Tendré que recurrir a otras chicas. Hay algunas que son majas y llevan más tiempo que yo aquí.- Se dijo.- En fin, si he pasado por el Infierno y pudimos escapar de esa isla de Masters, esto no puede ser mucho más difícil



            Se acordó de aquella aventura de hacía unas semanas, cuando un excéntrico millonario la secuestró y Diamante fue una vez más a rescatarla. Aunque en esta ocasión ella participó más activamente para ayudarle a derrotar a esos extraños robots. Al menos ese tipo demostró luego no ser tan villano como aparentaba y por si fuera poco le compró todas las colecciones de moda que lanzó. Eso le dio bastantes puntos. Quizás por eso la señora Deveraux la había sometido a esta prueba.



-Es muy complicado compaginar mi labor como Justiciera con todo esto, pero debo esforzarme.- Se arengó.- Ante todo debo usar la cabeza.



Y es que tenía una cosa muy clara. Siendo de las últimas en llegar muchas de sus compañeras a buen seguro que encajarían ese nombramiento tan mal o peor que la propia Monique. Por lo menos a esta la veía venir y había ido directamente contra ella.



-Pero habrá otras que solamente me sonría y luego hablen mal de mí a mis espaldas.- Se dijo.-



De modo que tendría que ser firme, pero al mismo tiempo flexible y humilde para buscar su ayuda. Aunque también debería jugar bien sus cartas. Había algunas modelos que se llevaban muy bien con esa estúpida de Lacrosse.



-Llamaré a Carla y a Margot. Ellas tienen bastante experiencia y, por lo que he podido ver, no parecen muy amigas de Monique.



            Por su parte Alexandra Deveraux  había observado atentamente esa escena a través de un circuito cerrado de televisión con cámaras ocultas que tenía en ese despacho.



-Muy bien, niña. Al menos tuviste carácter para plantarle cara a Monique y pararle los pies. Ahora vamos a ver de lo que estás hecha. – Musitó con una media sonrisa, pensando.- Si superas esta prueba y algunas otras que te pondré, estás llamada a tener un gran futuro en esta casa.



 Y Esmeralda logró arreglárselas. Contactó con esas dos modelos y con algunos miembros más del cuerpo administrativo de la Central, sin olvidarse de Monique y sus partidarias. Incluso convocó una reunión con ellos el día de la partida de Madame Deveraux, cuando, por conducto oficial se la designaba como gerente provisional con plenos poderes en la central de París.



-Celebro que estén todos aquí.- Les dijo enfundada en un blazer y zapatos de poco tacón al verles allí sentados alrededor de una mesa de conferencias.- Como saben, la Señora Deveraux me ha encargado la tarea de dirigir esta seda hasta su vuelta. No les engañaré, no esperaba semejante encargo. Por ello preciso la ayuda de todos y cada uno de los que están aquí. Cualquier ayuda, o consejo será muy bien recibida.

           

            Nadie respondió, pero la observaban muy atentamente. Esmeralda no se dio por vencida y les entregó a todos y cada uno una pequeña carpeta con los horarios y actividades que había preparado para los siguientes pases de modelos. También un presupuesto que había encargado previamente a la sección financiera. Fue por supuesto Monique, quien, tras revisar esas cuentas, declaró con tono entre preocupado y perplejo mientras se levantaba de su silla.



-Esto es mucho dinero. ¡Tenemos los mejores stands de la pasarela de París! El alquiler junto con las primas que has presupuestado harán que no obtengamos beneficios.

-Los beneficios en este caso son lo de menos.- Repuso audazmente Esmeralda, dejándoles atónitos.-

-Vaya, seguro que a Madame Deveraux eso le va a encantar.- Se sonrió su contertulia con una buena dosis de sarcasmo.-

-Le encantará si somos la sensación de esta primavera y si le comemos terreno a la competencia. Especialmente a Goldpier.- Afirmó con rotundidad la gerente.-



            Monique se limitó a encogerse de hombros y a tomar asiento. En su opinión, esa pobre tonta estaba cavándose su propia tumba.



-No seré yo quien la detenga, muy al contrario, la ayudaré.- Pensó con regocijo.-



Los demás se cruzaron miradas preocupadas. Una de las encargadas de marketing comentó con visible inquietud.



-Corremos un gran riesgo. Si esto no sale bien perderemos mucho dinero, e incluso prestigio. ¿Lo ha consultado con la señora Deveraux?

-No.- Repuso lacónicamente Esmeralda.-



            Hubo un intercambio de murmullos, la mayoría evidenciaban tensión y manifiesta preocupación. Al fin, la joven gerente provisional añadió.



-Madame Deveraux me dio plenos poderes en su ausencia y su total confianza. ¿Qué clase de directiva sería si tengo que llamarla continuamente para pedir su aprobación?- Se preguntó en voz alta.-

-¿Una directiva prudente, quizás?- Contestó Monique no sin retintín, provocando alguna risita.-



            Pese a todo, Esmeralda no dio pruebas de enfadarse. Asintió despacio para afirmar.



-Puede que tengas razón. Solamente el tiempo lo dirá. En cualquier caso, esta es mi decisión y deseo vuestra colaboración. Si la cosa sale bien todos ganaremos con ello. De lo contrario, únicamente yo seré la responsable. Visto de ese modo, tenéis bastante que ganar y nada que perder.



            Ahora hubo nuevamente murmullos, aunque se había tornado en aprobación. La única que pareció frustrada con ese repentino cambio de sus compañeros fue Monique. Tras unos momentos en los que Esmeralda saboreó aquello, decidió retomar la palabra para arengar.



-Ahora, tenemos que ponernos a trabajar. Sé que en la Casa Deveraux están los mejores profesionales. Por eso he asumido este riesgo. Porque estoy convencida de que vamos a triunfar. Y os necesito a todos.- Añadió mirando entonces a Monique quien le sostuvo la mirada, incluso cuando añadió.- Atesoráis más experiencia que yo y sabéis más del mundo de la moda. Y eso es fundamental para que esta apuesta sea un éxito.



Y así lo hicieron, en apenas tres semanas todo estuvo listo y esa jornada de la moda de París les hizo destacar por encima de cualquier otro competidor. Sobre todo de la firma Goldpier. Tras obtener unos buenos resultados, las ventas de esas colecciones fueron un completo éxito. A su regreso la señora Deveraux llamó a Esmeralda a su despacho. Esta, temiéndose cualquier posible puñalada por parte de Monique, se dirigió allí con un gesto exento de triunfalismo.



-No cometeré el error de presumir de lo que he conseguido. Mis amigas me advirtieron que Madame Deveraux no se dejaba impresionar con facilidad.



            Y cuando su jefa la hizo pasar, Esmeralda saludó preguntando enseguida.



-¿Qué tal su viaje?

-¡Oh!, muy bien, agotador en parte, aunque es normal. Me voy haciendo mayor. – Replicó la anciana restándole importancia para querer saber con aparente despreocupación.- Dime. ¿Qué tal todo por aquí?

-Bueno.- Suspiró Esmeralda.- Supongo que usted ya habrá sido informada, ahora le daré mi versión de lo acontecido.



            Su jefa no respondió, aunque con su mirada le dio a entender que así era y que le contase su propio punto de vista.



-Asumí un alto riesgo, basándome en los profesionales con los que contaba y en mis propias estimaciones. Sé que quizás haya podido extralimitarme y que la suerte es un factor a tener en cuenta. Pero si la oportunidad se volviera a plantear haría exactamente lo mismo. Nadie prospera si no se la juega de vez en cuando. Aunque soy consciente de que esta firma no es mía y de que podría haberle costado muy caro de haber fracasado…



            Madame Deveraux se limitaba a escucharla con suma atención sin interrumpir y únicamente movía la cabeza levemente con gesto afirmativo. Esmeralda estaba nerviosa. No tenía ni idea de lo que esa mujer pudiera estar pensando. Quizás asentía porque consideraba que en efecto, se había sobrepasado en sus funciones. O pudiera ser que lo aprobase. Al fin, con decisión y algo de insolencia, pudo concluir.



-Pero creo que hice lo que tenía que hacer y no voy a disculparme por ello. Usted me concedió poder seguramente para que lo emplease, o hubiera dejado al cargo a alguien mucho más conservador. Y esto que he hecho no ha sido ninguna locura, calculé bien las probabilidades y las ganancias y pérdidas potenciales. Tanto para nuestro presupuesto como para nuestras finanzas…



            Al fin, dio por concluido su alegato. Y su jefa seguía guardando un silencio cada vez más espeso y que le resultaba realmente incómodo. Por fin, sin poder controlar su zozobra, Esmeralda pudo atreverse a preguntar.



-¿No va a decir nada, señora Deveraux?



            Y tras unos instantes más de mutismo, al fin esa anciana contestó con tono mesurado y tranquilo.



-No hace ninguna falta. Todo lo que había que decir, ya lo has dicho tú. Veo que has aplicado mis consejos, y que has conseguido que la división entera de Modas Deveraux París trabaje a tu lado. Incluida Monique.



            Esmeralda la miró con perplejidad y se atrevió a confesar entonces.



-Supuse que ella le habría contado otra cosa. Nuestra relación personal no es muy buena que digamos.

-Monique es una profesional, y me informó de lo que hiciste y dijiste en esa reunión que convocaste, sí.- Admitió la señora Deveraux, añadiendo.- Y alabó tu decisión y tu capacidad de liderazgo. Esas es otra cosa que siempre he querido ver en mis colaboradoras y en mis subordinadas. Sus sentimientos personales no tienen que ver con su trabajo. Y tú hiciste bien en incluirla a ella como parte importante del equipo. Por eso, las cosas han funcionado. Recuérdalo niña. Cualquier reto se puede superar si cuentas con la lealtad y la colaboración máxima de tu equipo. Tú has sabido ganártela. Y te diré que si pese a todo hubiéramos perdido dinero en esta apuesta tuya, me habría sentido satisfecha igualmente. Te centraste en una estrategia a largo plazo para asentar nuestro prestigio y superar a nuestro mayor competidor y rival, no en unas efímeras ganancias. En este caso yo hubiera hecho exactamente lo mismo. Por el momento hasta trabajado bastante, tómate unos días libres.



            Ahora Esmeralda no pudo evitar sonreír, asintió musitando.



-Muchas gracias, señora Deveraux.



            Y es que precisamente un día antes había recibido un mensaje de Kaori. Su amiga le anunciaba su inminente boda y la invitaba. Por ello tendría que ir a Japón. Sería en un par de semanas. Así lo comentó.



-¿Podría tomarme esos días en un par de semanas, señora?. Mi amiga, esa de los diseños de la que le hablé en Japón, va a casarse y nos ha invitado a mi novio Diamante y a mí.

-¿Tu novio qué?- Inquirió Madame Deveraux, añadiendo diríase que divertida.- ¿No se llamaba Zafiro?

-No,- sonrió la joven.- Ese es su hermano pequeño.

-Supongo que serán joyeros. Lo vuestro es como una mina.- Comentó Madame Deveraux, añadiendo más en serio.- Muy bien, te has ganado tomarte esos días libres cuando mejor te venga.



Y así lo hizo Esmeralda, muy contenta le refirió lo ocurrido a su novio. Diamante se rio con esas ocurrencias de aquella anciana y no tardó en alabar a la joven.



-Siempre fuiste buena a la hora de dirigir.

-Lo único es que antes ponía por delante únicamente mis intereses, pero ahora era el trabajo de todos lo que me motivaba. Quería el éxito para la Casa.

-Y lo has logrado.- Sonrió él, dándole un beso.-

-¿Qué tal tú?- Quiso saber ella.-

-Bueno, ya sabes. Mucho trabajo. Y las ofertas de ese Masters siguen llegando. Mira que le hemos dicho veces que no. Y todavía, después de secuestrarte y llevarte a su isla, espera que acepte.

-Quizás no fuera mala idea.- Comentó no obstante ella, alegando.- Tu hermano aceptó y está muy contento.

-A mí no se me convence por las malas.- Sentenció Diamante.-

-Puede que haya aprendido de sus errores y merezca una segunda oportunidad. ¿No crees?



            Su interlocutor la miró con gesto serio, pero finalmente sonrió. Moviendo la cabeza entre divertido y falsamente reprobador, para admitir.



-Tocado. No puedo cerrarle las puertas por un error si de veras cambia. Y Zafiro siempre habla muy bien de él. En fin. Si es capaz de enmendar las cosas, pudiera estudiarlo.



Y dejaron ese tema para preparar su próximo viaje a Japón. En efecto, días después Souichi y Kaori celebraron la boda en Tokio, muchos de sus amigos acudieron como invitados. Por ejemplo, Zafiro y Petz y por supuesto Diamante y Esmeralda, recién llegados de Europa. La ceremonia fue preciosa, con una radiante Kaori vestida de novia. Esmeralda fue una de sus damas de honor, las otras fueron Haruka, Setsuna y Michiru. Al concluir y salir de la iglesia celebraron un banquete en un restaurante próximo. Los recién casados fueron departiendo con sus invitados. Al llegar junto con Esmeralda y Diamante, se detuvieron unos instantes a intercambiar impresiones.



-¡Muchísimas felicidades! - Les dijo el príncipe de Némesis.-

-Gracias.- Sonrió Tomoe con patente felicidad.-

-Ya sabéis, la próxima la vuestra.- Les sugirió una animada Kaori.-

-Tenemos pensado casarnos, claro. Pero todavía creemos que es algo pronto.- Repuso Esmeralda.-



Diamante asintió conviniendo en ello. Él ahora iba a entrevistarse con Ian Masters, el magnate de la Masters Corporation y les  refirió a Tomoe y Kaori sus aventuras en la isla del millonario, dueño de la firma.



-Es una historia muy larga. Pero comenzó por secuestrar a Esmeralda y tras disculparse e insistir después en que trabajase para él, mandó a su secretaria personal a tratar de convencerme.

-Bueno, recuerda que Jenny nos contó que esa idea fue únicamente suya.- Matizó Esmeralda.-



            Y es que esa jovencita, que en efecto era la asistente personal del multimillonario, les abordó durante una cena que tuvieron pocos días antes de ir a Japón para la boda de sus amigos. Fue tan persuasiva que logró convencer a Diamante de ir a entrevistarse con su jefe. Aunque esa reunión debería aguardar a que retornasen del país del sol naciente.



-Bueno, y eso no fue todo. Antes visitamos a nuestro amigo Nephrite en Gran Bretaña.- Añadió Esmeralda.- Conocimos a su novia, una tal Amanda Thompson. No sé por qué, pero algo en ella me resultó familiar.

-Vaya, habéis tenido muchas aventuras.- Sonrió Kaorinite.-

-Pues os propongo que vengáis de Luna de Miel a París, es la ciudad de la Luz y del amor por excelencia.- Afirmó su amiga, ofreciéndoles con afabilidad.- Os haremos de guías y hasta te presentaré a mi jefa. Seguro que quiere conocerte en persona.



 Tanto Souichi como Kaori estuvieron de acuerdo con esa genial idea. Al poco tuvieron que dejar a sus amigos para ir a saludar a otros invitados. A ese enlace también asistieron las guerreras interiores que desearon lo mejor a la pareja. Aunque las que más interés tenían en aquello eran las componentes del sistema solar exterior, además de las que actuaron como damas de honor, no podía faltar Hotaru. La niña por su parte hubiera deseado enfrentarse a Galaxia de nuevo antes que pasar por aquello, pero entre todas sus amigas la convencieron y, pese a negarse a ser una dama de honor más, sabía que para la felicidad de su padre hubiera sido un duro golpe si ella no hubiese asistido. Con todo, tragándose sus sentimientos personales, felicitó cordialmente a la pareja e hizo después un discreto aparte con Kaori. La radiante novia que lucía preciosa con su vestido blanco y su ramo de rosas a tono con su cabello, le dirigió unas esperanzadas palabras.



-Hotaru, te agradezco mucho que estés aquí. Y quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo. De verdad. Seremos buenas amigas…



Aunque la cría negó para replicar con un tono frío que trataba de ocultar su tristeza e impotencia.



-¡Quítate eso de la cabeza! El hecho de que mi padre te quiera no significa que tú y yo vayamos a ser amigas. Yo elijo a las personas en quienes confío. Sin embargo, no te preocupes, a mi padre no le haré sufrir. Por eso deseo que sea feliz contigo. Aunque te daré un consejo, no olvides nunca quién soy. Porque yo nunca olvidaré quién eres tú y lo que fuiste. Pero no temas, en lo demás no me interpondré.



Al escuchar aquello Kaori bajó la cabeza con pesar y aun así, pudo musitar resignada.



-Quizás con el tiempo puedas ver las cosas de otra manera.

-Nunca se sabe. – Tuvo que convenir la niña sin ningún entusiasmo. - Pero lo que sí te diré es esto. Y es la mejor proposición que puedo hacerte. Mantente al margen de mi vida y yo no me meteré en la tuya con mi padre.

-Me parece justo. – Suspiró su resignada interlocutora. – Gracias, de verdad.



Hotaru la miró sorprendida, quizás no esperaba esa reacción. De modo que, tratando de ser un poco más amable, sobre todo porque vio que su padre se acercaba sonriente, añadió.



-Entonces acordado. Te deseo de corazón que los dos seáis muy felices. Si de verdad quieres a mi padre y logras hacerle dichoso puede que mi opinión sobre ti cambie. En eso tienes razón, como suele decir Setsuna, el tiempo lo dirá.

-Sí, el tiempo lo hará…Hotaru…- Convino su interlocutora.-



Al fin Kaori pudo permitirse sonreír, aunque fuera de forma fugaz. La llegada hasta ella de un Souichi elegantemente vestido con su smoking de novio hizo que ambas chicas animaran su expresión, sobre todo cuando él les comentó.



-Cuanto me alegra veros hablar a las dos. ¡Mis preciosas jovencitas! Estoy muy contento de que estés aquí compartiendo este momento con nosotros, hija.

-Yo también me alegro mucho por vosotros. – Afirmó Hotaru, que en esta ocasión no mentía cuando declaró. - Se lo acabo de decir a Kaori.

-Así es.- Convino la aludida sonriendo a su vez al rematar con la misma franqueza.- Las dos nos entendemos.



Souichi iluminó su expresión aún más. Para él eso era estupendo. Ojalá que poco a poco ambas fuesen congeniando. Volvió a dedicarlas otra sonrisa tras rodear a cada una afectuosamente con un brazo y se alejó para atender al resto de invitados. Entonces Hotaru le dirigió un último comentario a su interlocutora que ahora la escuchaba con atención cuando la chica sentenció.



-Sólo por ver así de feliz a mi padre sería capaz de dar mi vida. Cuida bien de él. Quiérelo de veras y con el tiempo me tendrás como una amiga. Hazle el menor daño y no habrá sitio en el Cosmos donde puedas ocultarte de mí.

-No tendrías que molestarte en matarme. Antes de hacerle daño yo misma moriría y volvería al infierno. – Afirmó su contertulia con el mismo decidido tono que esta vez sí que caló en la niña y aprovechando ese momento de desconcierto en ésta, la novia añadió tratando de anticiparse. – Verás Hotaru…si me lo permitieras, me gustaría contarte una historia sobre mí. Una que desconoces…y antes de decirme que no te interesa saber de mi vida, créeme. Esto sí que te gustará conocerlo.



            Eso picó la curiosidad de su contertulia. De modo que optó por no replicar con sarcasmo y sí con auténtico interés al invitar a Kaori con un.



-Te escucho…



            La interpelada sonrió débilmente, suspiró y comenzó a relatar con voz queda.



-Había una vez una muchachita recién licenciada en bioquímica. Una joven con muchos sueños por cumplir, poco amiga de salir o de relacionarse demasiado. Que se esforzó muchísimo por obtener una beca y poder hacer un doctorado con el mejor especialista del mundo en su disciplina. Ese especialista era tu padre…En aquellos días tú eras muy pequeña. Tu madre era la asistente del doctor. Y yo… yo solamente era esa entusiasta jovencita que deseaba más que nada que él la apreciase. Que se fijara en ella laboral y sentimentalmente. Aunque sabía que lo último era imposible. Tu padre amaba mucho a tu madre.



            Hotaru la miró entre atónita y emocionada, pero supo aguardar en tanto Kaorinite proseguía con tono entristecido.



-Entonces llegó ese fatídico día. Aquel malhadado experimento, con franqueza, no sé qué pudo salir mal. Pero esa cámara de contención reventó. Desgraciadamente lo hizo cuando tú estabas de visita. Tu propia madre te protegió con su cuerpo de la explosión. Y ella pagó ese gesto de amor hacia ti con la vida. Los demás quedamos gravemente heridos. Yo me moría y en medio de mi agonía fui capaz de ver a tu padre abrazado al cuerpo de Keiko y después al tuyo, tratando de reanimarte inútilmente. Le oí llorar gritando de impotencia y de dolor. Y fue entonces cuando escuché esa voz tenebrosa. Esa voz de otra dimensión que le ofreció a Souichi salvar tu vida y la suya. A cambio de que él le sirviera.



            La niña atendía con muestras de estar realmente impactada. Ahora le cuadraban muchísimas cosas. No pudo evitar preguntar.



-Esa voz era la de Faraón Noventa. ¿No es así?

-Así era…y  yo, que estaba a punto de morir, fui testigo de cómo os poseyó a ti y a tu padre.- Musitó su interlocutora.- Y de como aquello os salvó la vida. Por mi parte apenas sí fui capaz de susurrar…en ese instante únicamente deseaba salvar también la mía. No quería terminar así. Era tan joven y tenía tantas ilusiones por realizar…Supliqué por vivir y ese ente me escuchó… Entonces me ofreció el mismo trato y acepté. ¡Acepté solamente porque quería vivir!… ¿Acaso eso era un crimen? - Sollozó la mujer tratando de contener las lágrimas sin lograrlo, aunque siendo al fin capaz de continuar.- En ese mismo instante una especie de huevo descendió sobre mi cabeza y entró en ella. Ese huevo era yo… Kaorinite de Tau Ceti, me fundí con esa muchacha, Yuka se llamaba… - Suspiró de nuevo enjugándose las lágrimas.- Y ella se fue…se fue para siempre…

-Entonces ese monstruo no la salvó. Permitió sencillamente que tú ocupases el cuerpo de esa pobre desgraciada.- Declaró Hotaru con más dureza inquiriendo.- ¿Acaso no la engañó después de todo?



            Sin embargo, su contertulia movió la cabeza y pudo rebatir.



-Quizás eso fue lo que él y yo creímos al principio. Pero de algún modo la consciencia, los recuerdos y las ilusiones de esa jovencita permanecieron en mí. Y poco a poco las fui interiorizando. Me enamoré del doctor igual que ella. A ti quise cuidarte y protegerte. Al principio por mandato de Faraón Noventa, dado que eras el recipiente de la Ama Nueve. Aunque, tras mi batalla y mi derrota contra las guerreras tu padre me rescató. Como sabes, durante un tiempo permanecí en casa, cuidándote y siendo su asistente, sin recurrir a mis poderes. Fue entonces cuando comencé a darme cuenta. ¡Le quería y deseaba vivir a su lado de un modo normal! Ya ni siquiera sabía quién era yo en realidad. ¿Era Yuka, la joven y entusiasta becaria? ¿Era Kaorinite la guerrera de Tau Ceti? ¿O me había convertido en la asistente Kaori?…quizás nunca fui ya ninguna de las tres sino alguien nuevo. Pero Germanoid, el malvado ente que controlaba a tu padre, me obligó a volver. Hasta que Mistress Nine despertó en ti…y el resto…

-Sí, sé bien lo que pasó.- Pudo musitar su atónita oyente, para admitir a su vez con un tinte de arrepentimiento. -  Y si te soy sincera, cuando ella despertó… al principio no me controlaba del todo. Traté de detenerla cuanto pude. Pero no fue así cuando quiso destruirte. Podría decirte que intenté evitarlo, pero mentiría…porque te odiaba...y quería verte muerta. Sé que suena terrible, pero fue la única cosa en la que ambas estuvimos de acuerdo.

-Lo entiendo.- Afirmó su contertulia bajando la cabeza para sentenciar con tono emocionado.- Lo único que lamento es que todavía me odies. Porque ahora únicamente  quiero ser esa chica que fui una vez…una jovencita que solamente deseaba llegar a ser feliz encontrando el amor y dedicándose a su pasión por la investigación. ¡Te lo suplico!…ese es mi único anhelo ya.- Exclamó entre sollozos.- Tras morir al menos dos veces y pagar mis culpas en el Infierno, sólo aspiro a ser dichosa en esta nueva vida y contribuir a que tu padre también lo sea… ¿Es pedir demasiado quizás?....



Hotaru ahora sí le dedicó una mirada de  piedad, e incluso respeto. Por lo menos sí parecía que Kaori quería a su padre y que decía la verdad. Quizás a su manera pero al fin y al cabo le amaba tanto como ella misma. Tras observar la torturada expresión de aquella mujer por unos instantes y negar con la cabeza musitó para admitir.



-No, no puedo negarte eso. Es algo justo…si hay algo que la Guerrera Luna nos enseñó es que todos tenemos derecho a perseguir la felicidad cuando no dañamos a nadie. Y ahora creo que eres sincera, que tú únicamente deseas hacer feliz a mi padre.

-Gracias.- Sollozó la mujer con patente reconocimiento en su voz.-



La niña no respondió, se limitó a asentir alejándose de allí para reunirse junto al resto de las guerreras que departían animadamente.



-Para mí no es tan fácil, Kaori, necesitaré bastante tiempo.- Meditaba mientras exteriormente sonreía charlando con Haruka y Michiru.-



Así cuando la celebración  terminó todos volvieron a  sus vidas habituales. Tomoe y Kaori aceptaron por supuesto pasar unos días con sus amigos en París. Fue una estancia bastante interesante. Kaori en efecto tuvo la ocasión de ser presentada a la señora Deveraux, quien departió con ella durante unos minutos. Cuando terminaron, la pelirroja salió durante unos momentos, guiada por una de las modelos, para ver el lugar. Aprovechando aquella circunstancia, Esmeralda le preguntó a  su jefa.



-¿Qué le ha parecido Kaori?

-Me parece que es una mujer muy notable, como tú. Y me parece muy mal que no desee aceptar mi oferta para ser modelo. Pero ya me lo advertiste. Lo suyo es la ciencia. – Suspiró resignadamente la señora. –

-No pensé que usted se diera por vencida.- Comentó Esmeralda, casi más sorprendida que bromeando.-

-Niña, no suelo hacerlo, pero una cosa es darse por vencido y otra perseguir algo que sabes que es imposible. Hasta yo tengo mis limitaciones. -Admitió su jefa.-



            Esmeralda sonrió divertida, aunque el gesto de su contertulia no mostraba la misma expresión, más bien estaba con talante reflexivo.



-¿Ocurre algo malo?- Inquirió la chica.-

-No, es solo que tu amiga y tú os parecéis.- Afirmó la diseñadora.- Tenéis la misma mirada. Esa que ha visto cosas que deseáis olvidar sin poder hacerlo. Y créeme que me han bastado unos minutos de charla con ella para decirte que la respeto, como te respeto a ti. Puesto que ambas habéis tenido que luchar mucho.

-Así es.-Admitió su interlocutora.- Hay cosas en nuestro pasado que no son precisamente dignas de encomio. Pero hemos pasado página de ello.

-Todos tenemos algo en nuestro pasado que nos perturba. No importa el tiempo que pase o lo fuertemente que deseemos olvidarnos de ello. Nunca seremos capaces de hacerlo puesto que forma parte de nosotros mismos. Por eso te aconsejo que no luches contra ese sentimiento, sino que lo aceptes.



Esmeralda asintió. Al poco se despidió de su jefa para acompañar a su amiga de regreso a su hotel. De este modo, tras unos días en París, el matrimonio de recién casados visitó algunos otros lugares de Europa y finalmente retornaron a Tokio dispuestos a reemprender sus trabajos y su vida en común. Kaorinite trató de acercarse a Hotaru. Aunque esta, reacia al principio, estuvo más tiempo con sus compañeras y al igual que el resto del grupo vivió otra serie de aventuras dignas de mención. Al cabo de no mucho tiempo, su ahora madrastra le haría el mejor regalo que ella pudiera imaginar. También Diamante y Esmeralda vivieron muchas cosas y años más tarde se vieron bendecidos con el mayor de los tesoros al que podían aspirar. Pero lo que sucedió entonces deberá ser contado en otra ocasión.





Páginas consultadas

https://www.estudioschamanicos.com/los-dineh-navajos/

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