En
el marquesado de Crimson, un ya envejecido y débil Lamproite se ocupaba de
mantener aquellas nuevas dotaciones de armamento listas.
-El
Sabio no tendrá ninguna queja. Estaremos preparados si la Tierra nos ataca.
- Se decía satisfecho una vez sentado en
un sillón en el salón de su casa.-
Estaba agotado y se sentía enfermo.
Ahora podría reposar un rato. Pero pese a todo no iba a disfrutar mucho tiempo
de sosiego. Y es que su esposa no andaba lejos. Azurita, como de costumbre, con
un rostro y un carácter bastante agriado por los años, le reprobaba.
-En
lugar de andar perdiendo el tiempo aquí, marchitándonos, deberíamos ir a la
Corte. Nuestro hijo está solo y sin guía. Y las últimas noticias que llegaron
no podrían haber sido peores para nuestros intereses.
Se refería a la pérdida del pleito
por el ducado de Turquesa. Ella no lo expresaba claramente pero se temía que la
bisoñez de su hijo y su poco talento a la hora de lidiar con asuntos
palaciegos, hubiesen tenido bastante que ver en eso.
-De
haber estado allí, nunca lo habríamos permitido.- Sentenció, llena de
malestar.-
-¿Quieres
callarte ya, mujer?- Le pidió Lamproite, harto de escuchar eso.- Lo pasado,
pasado está. Y Rubeus tampoco lo está haciendo tan mal. Es el hombre de
confianza del Sabio y del rey Coraíon. Le han encargado de temas muy
importantes. Eso nos ha contado la última vez que pudimos hablar con él.
-¿Hombre
de confianza?- Repitió su interlocutora entre incrédula y sarcástica, para
remachar con desdén.- ¡No me hagas reír! ¡Un peón querrás decir! Es el chico de
los recados. Eso le consideran. Y mientras los ha estado cumpliendo de forma
solícita, esa zorra de Turmalina ha logrado persuadir a ese encapuchado y al
rey para que le diesen lo que nunca fue suyo, sino de tu hermano por derecho de
matrimonio. Y tú aquí, tan contento con esos juguetes que te han ordenado
poner.
-No
son juguetes, son cañones de defensa. Por si quisieran atacarnos. Tienen una
enorme potencia y junto con los que han emplazado en el ducado de Green-
Émeraude, protegerán nuestro mundo de la amenaza de la Tierra. - Le explicó una
vez más su marido.-
-Si
esos terrestres quisieran atacarnos no creo que fueran tan idiotas como para
hacerlo abiertamente.- Le respondió una escéptica Azurita.-
Su aburrido esposo asintió a
desgana. Cualquier cosa con tal de terminar con esa absurda discusión. Azurita
era cada día más irritante, de hecho él no la soportaba ya. Incluso siendo
joven esa chica tenía un carácter complicado, pero su atractivo y la
importancia de su familia le hicieron pasar eso por alto. Y desde que la madre
de su esposa muriese también años atrás, ésta se había ido refugiando cada vez
más en sus deseos de ascenso social. Azurita solamente había tenido un anhelo,
que pudieran significarse como una de las principales familias, sino la más
importante de la Corte, tras la familia Real. Lamproite llegó a recordar con
pesar que, muchos años atrás, incluso hubo amor en su relación. Él le gustaba a
la que luego sería su esposa y al principio fue recíproco. Después, a medida
que los años pasaron y tras el nacimiento de su hijo, Azurita se volcó en
educarle para que fuese competitivo y no aceptara un no como respuesta. Al
principio el propio Lamproite estuvo con ella en eso. Aunque él veía que su
hijo no tenía el talento necesario para medrar como cortesano a un alto nivel.
Sin embargo, le encantaba la acción y las actividades físicas. Se convirtió en
un joven atlético y atractivo. En ganarse la admiración de las mujeres jamás tuvo
problemas. Aunque, pese a no ser tonto, tampoco era tan inteligente como él
mismo se creía. Pese a todo, Azurita le valoraba con una pasión propia de una
madre posesiva, y a pesar de que conocía de sobra sus limitaciones, estaba
ciega ante los defectos de su retoño. Al menos hasta hace pocos años, cuando su
querido hijo apenas se dignaba ya ponerse en contacto con ellos.
-Mi
padre también era así de joven, inconformista y luchador. No dudó en salir de
su planeta cuando comprendió que debía labrarse un futuro. Rubeus, no debes
dejar que nada te frene en tus aspiraciones. Y nunca pongas excusas, eso es
para los perdedores. - Le decía ella a su hijo una y otra vez cuando le
educaba.-
Y
el padre de aquel muchacho optaba por mantenerse al margen de esas conversaciones,
todo lo más asentía descuidadamente.
Al
fin Lamproite, pretextando tener una cierta edad para la vida en la Corte y
deseando apartarse de ese nido de chismorreos y aduladores, se volvió a su
marquesado. Siendo realista, no podía competir con el Sabio, que era el
consejero más influyente, ni con el conde Ópalo, amigo del rey desde la
juventud de ambos, ni tan siquiera con el duque Cuarzo de Green, cuya familia
era más importante y poseía mejores tierras que la suya. Esa decisión de
retirarse le costó desde luego discutir agriamente con su esposa, aunque se las
arregló para persuadirla de que lo hacía únicamente para dejarle el campo libre
a Rubeus. Luego llegó ese encargo del Sabio, quién, apelando a su lealtad e
interés por Némesis, le pidió que instalase aquellos dispositivos de defensa y
seguridad como les llamó. Y claro, sabiendo además que Cuarzo iba a hacer lo
mismo en su ducado, no pudo negarse.
-¿Qué
podría haber hecho sino?- Pensaba, en tanto dejaba que Azurita desgranase una
catarata de reproches sin prestarle atención.-
Así
las cosas, uno de los droidas vino a avisar a Lamproite interrumpiendo aquello.
-Amo,
han llegado unas visitas. Vienen de la Corte.
-¿Quiénes
serán?- Se preguntó él que, curioso, ordenó a su droido.- Hazles pasar.
Al cabo de unos momentos, ante los
sorprendidos ojos de Lamproite y Azurita, dos individuos vestidos con extrañas
armaduras y cascos hicieron acto de presencia. Quitándose el yelmo, uno de
ellos, de cabello rubios y cortos y ojos color sangre, les saludó.
-Soy
el capitán Valnak, enviado del Sabio. Venía a preguntar qué tal iban los
sistemas de defensa.
-Van
perfectamente, como pueden comprobar.- Le respondió su anfitrión.-
-Algo
hemos visto.- Contestó su acompañante, sin quitarse el casco que le ocultaba
las facciones, añadiendo con sorna.- Solamente les daré un pequeño consejo…
-¿Qué
consejo?- Quiso saber Lamproite.-
-Que
no se fíen de lo que les digan sus droidas. ¿Qué pasaría si algún extremista
enviado por la Tierra entrase aquí y destruyera esto?- Inquirió jocosamente
Valnak.-
-¿Extremistas
terrestres? ¿Dónde?- Preguntó una asustada Azurita.-
-¡Aquí!,
ja, ja, ja.- Se rio aquel misterioso tipo provisto de yelmo, al tiempo que
elevaba un brazo y apuntaba con su dedo a la mujer.-
De la punta de aquel dedo brotó un
rayo de energía que atravesó el pecho de su interlocutora, antes de que el
impactado Lamproite pudiera reaccionar su esposa cayó al suelo sin vida.
-¡Azurita!-
Exclamó entre horrorizado e incrédulo, para volverse hacia sus atacantes e
increparles.- ¡malditos asesinos! ¡Me las pagaréis!
-¡Ja,
ja, ja! Para que aprendáis la escoria de este planeta. Así tratan los soberanos
de la Tierra a los criminales.- Exclamó Valnak.-
-Acabaré
con vosotros, lacayos de los tiranos terrestres!-Replicó Lamproite.-
Sacó un arma que llevaba, en
realidad, una simple soldadora. Quiso lanzar una llama contra sus agresores
pero estos se limitaron a reírse.
-Eso
me hace sentir como en casa.- Se burló el otro individuo.-
-¡No
os lo pondré fácil!- Repuso pese a todo Lamproite.-
Pero, pese a su desesperado intento
de resistencia enseguida fue su turno, Valnak le apuntó asimismo con su mano y
emitió una ráfaga de potente energía contra él. El noble apenas tuvo tiempo de
gritar de dolor antes de ser desintegrado junto con el cuerpo de su esposa.
-¡Recuerdos
de Serenity y Endimión!- Exclamó el rubio individuo entre risas.-
Los droidos hicieron acto de
presencia dando la alarma, uno de ellos apuntó con una especie de cañón de
energía a esos dos intrusos.
-Eliminar
al enemigo.- Declaró disparando ráfagas de rayos contra ellos.-
Aunque esos dos no tuvieron ningún
tipo de problemas en eludir ese ataque y contratacar emitiendo su propia
energía a su vez. En pocos minutos habían destruido a todos los androides
guardianes.
-Bien,
esto ya está.- Sentenció el tipo que ocultaba su rostro.-
-No
del todo, Armagedón.- Le recordó su compañero.- Ahora debemos ocuparnos del
otro. ¿Cómo dijo que se llamaba?
-Un
tal Cuarzo.- Creyó recordar su interlocutor.- Está en la otra punta de este
planetucho.
-Dime
una cosa.- Le preguntó Valnak a su acompañante. - ¿Para qué tenemos que estar
obedeciendo las órdenes de ese encapuchado? Somos demonios del cuarto círculo.
Y tú eres sumamente poderoso.
-A
estas alturas debería serlo mucho más.- Admitió el aludido, moviendo ahora la
cabeza para expresar con patente desagrado.- A mí tampoco me gusta recibir
órdenes de ese ridículo ser envuelto en un sayal. Pero no tenemos elección si
queremos cumplir con nuestro objetivo. Este cuerpo es poderoso pero no puedo
sacarle todo el partido que quisiera. No sé qué sucede. Cuando lo poseí creía
que la llave hacia su poder estaba en mis manos…
-Y
sin embargo no ha sido así.- Se lamentó Valnak.-
-Ese
Sabio cree tener la respuesta.- Le comentó Armagedón.- Según él, yo debería ser
uno con este cuerpo desde el mismo momento de su nacimiento. Crecer con él y
llegar a la edad adulta, en lugar de haberlo ocupado siendo una carcasa vacía.
Solamente así sería capaz de disponer de toda su fuerza.
-¿Y
cómo quiere que hagas eso?- Se molestó su compañero.- Ese tipo de conjuros
están por encima de nuestros conocimientos.
-Lo
sé. Y no podemos llamar a ningún demonio superior, o estaría deseoso de
eliminarnos y quedarse él con todo el mérito.- Repuso su interlocutor,
explicando.- Pero ese Sabio dice que él sí puede ayudarnos a eso.
-Y
luego está ese maldito problema de viajar atrás en el tiempo. Por motivos que
ignoro no somos capaces, ni nosotros, ni ningún otro demonio, de retornar a
según qué años del pasado, y precisamente es en esa época dónde está la clave
de todo.
-Sabes
que los demonios fuimos expulsados de la Tierra desde el advenimiento del Rey
de la Gloria. – Musitó Armagedón, como si la mera pronunciación de ese nombre
le perturbase.- Y que únicamente podemos acceder a esta dimensión si se nos
invoca adecuadamente. Pero eso exige de mucho poder. Este cuerpo, con la fuerza
que posee, sería el vehículo adecuado para entrar…es el cuerpo del Enviado,
aquel que cumplirá la profecía.
Hacía mención a una antigua profecía
que se comentaba en el Infierno. Un enviado con sangre del averno y cuerpo
humano, una especie de poderoso híbrido entre ambas razas, llegaría
antecediendo a un poderoso Mensajero.
-Está
claro que ese enviado, soy yo.- Sentenció Armagedón.- Tengo que ir a la Tierra,
y si los demás métodos fallan, reencarnarme si es necesario.
-Sí,
y una vez allí, poder recuperar esas malditas piedras y reabrir el camino para
nuestro Soberano y Señor.- Asintió Valnak que ya sabía aquello muy bien,
objetando a su vez.- Ya lo intentaron los hijos de Caos. En el pasado remoto se
ganó esa batalla. Cuando tú te hiciste con este cuerpo y sin embargo…
-Luego
llegó el Rey... ya sabes. Nuestro enemigo.- Le hizo entender Armagedón.-
-Pero
eso no explica como el reino de la Oscuridad que encabezaba esa idiota de
Metalia fue destruida, junto con sus peones.- Comentó Valnak.-
-Fueron
las guerreras de la Luna y de los planetas de este sistema solar.- Le contó
Armagedón.- Por ello, tenemos que destruir ese maldito reino de Neo Cristal
Tokio. Y ese Sabio tiene un plan para lograrlo. Lo lleva tramando en
coordinación con su señor Caos desde hace mucho tiempo.
-Destruirlo
ahora, claro. Pero eso no cambiará el pasado.- Objetó agudamente su
contertulio.-
-Creo
que el Sabio ya ha pensado en eso también.- Afirmó su compañero quitándose el
yelmo a su vez.-
Tenía ojos verdes, enmarcados en un
rostro atractivo que a su vez estaba rematado por pelo de color castaño.
-Una
lástima que no seas capaz de utilizar toda la energía almacenada en ese
cuerpo.- Dijo Valnak.-
-Sí,
y no es solamente eso. -Le confesó un inquietado Armagedón.- Muchas veces tengo
la impresión de que alguien está atrapado conmigo y que, si me descuidase en lo
más mínimo, podría echarme de esta posesión. Por eso, ya sabes que si este plan
del Sabio para someter a la Tierra fracasa, no tendré más opción que seguir su
método de reencarnación.
-¿Alguien?
¿Te refieres a él? Murió en la lucha.- Objetó Valnak.-
-Puede
que así fuera en el plano físico, pero no sé si su alma se fue o quiso
permanecer dentro de su cuerpo.- Respondió un concernido Armagedón.-
Durante un rato ninguno habló y tras
ese momento de reflexivo silencio, Valnak comentó tratando de sonar más
confiado.
-
Vayamos paso, a paso. Dejemos eso por ahora y vayamos a terminar este encargo.
Seguramente el plan de ese encapuchado funcionará y podremos volver a la Tierra
en el pasado. Allí reuniremos las piedras Yalmutud y, cuando nuestro amo venga,
como el mensajero del Averno al que alude esa profecía, podrá conferirte esos
poderes como recompensa.
Su compañero asintió, esperando que
así fuera. Ambos salieron de aquella casa entonces, elevándose para ir volando
hacia su próximo destino. Tras unas horas de viaje aterrizaron cerca del los
límites del ducado de Green- Émeraude. Allí entraron paseando tranquilamente.
-Bonito
sitio.- Comentó irónicamente Valnak.-
-No
sabía que te gustasen los lugares con plantas y florecitas.- Se burló su
compañero, al ver un enorme jardín.-
-¿Por
qué no?. En el Infierno no tenemos mucho de eso.- Se rio su interlocutor.- ¡Y
siempre podemos quemarlas!
Al igual que en el otro sitio, una
droida les salió al paso para preguntarles quienes eran. Era atractiva, con la
apariencia de una joven mujer de cabellos entre castaños y verdosos y ojos
profundamente azules. Incluso los demonios se quedaron observándola con
perplejidad.
-¿Quiénes
sois y qué deseáis?
-Somos
enviados de su Majestad.- Replicó Armagedón.- Venimos a ver al duque. Para
saber cómo van sus trabajos.
-En
tal caso seguidme, por favor.- Les pidió amablemente aquel androide.-
Fueron tras de ella sin preocuparse.
Eso sería tan sencillo como la vez anterior. En efecto, esa individua
artificial les pidió que aguardasen un momento a la entrada de la mansión, y
fue a buscar a su amo. Al menos eso parecía, dado que ambos pudieron escuchar
la conversación entre ellos.
-Cuarzo,
han venido dos emisarios del rey.
-Muy
bien cariño. Enseguida voy. Démosles la acogida que merecen. Atiéndeles entre
tanto.
-Como
tú digas…
Y Valnak no pudo evitar sonreírse
para susurrarle a su compañero a modo de divertido cotilleo.
-¿Has
oído? El tipo parece que estuviera casado con ese robot.
-Yo
no he venido aquí a juzgar sus relaciones de pareja, únicamente me interesa acabar
con él enseguida.- Replicó su despreocupado compañero.-
Aunque ninguno pudo anticipar la
recepción que les aguardaba. Un rayo de energía de apreciable fuerza les
impactó lanzándoles fuera de la casa.
-Lamento
el retraso.- Oyeron la voz ahora en tono de burla y desprecio del duque.- ¡A
los traidores hay que tratarles acorde a sus crímenes!
Ambos demonios tuvieron que ponerse
en guardia y cubrirse mutuamente las espaldas para crear un campo de protección
energético, dado que numerosos rayos láser, salidos de varias direcciones, y
disparados por algunos androides, les impactaban sin descanso, hiriéndoles
incluso.
-¿Pero
qué está pasando?- Inquirió un perplejo y alarmado Valnak.-
-Pasa
que yo tenía comunicación con el marqués de Crimson, y uno de sus droidos me
informó de vuestro sucio, cobarde y vil ataque.- Respondió su interlocutor,
sentenciando.- Lo pagaréis muy caro, ¡canallas terrestres! Ya he mandado un
mensaje al rey Coraíon. ¡Os aniquilaremos!
Y gracias a esa transmisión enviada
desde la caja negra de uno de los droidas de su colega Lamproite, el
horrorizado duque pudo oír aquellos gritos reivindicando a los soberanos de la
Tierra. Poco después incluso vio el asesinato del marqués y de su esposa. Pese
a que la calidad de la imagen era mala, reconoció las figuras embutidas en
armaduras de esos dos. Ahora tocaba darles su merecido. Y desde luego que
parecía determinado a cumplir con su amenaza. Un sinfín de disparos ocultaron a
los demonios bajo una lluvia de energía que a su vez provocó que mucho polvo y
humo se levantasen a su alrededor. Al fin, los disparos cesaron. Sonriendo
satisfecho, Cuarzo salió de la casa.
-Espero
que haya podido acabar con ellos.
Pero para su horror, la burlona voz
de Armagedón le respondió, una vez el polvo y la humareda se disiparon dejando
ver a ese demonio sin apenas heridas o magulladuras.
-Es
una lástima. Debo decir que nos ha impresionado. Engaño, traición y
ensañamiento. Admito que nos tomó totalmente por sorpresa. Señor duque, es
usted digno de ser uno de los nuestros.
-Sí.-
Comentó Valnak, apareciendo ante el perplejo aristócrata totalmente indemne a
su vez, al margen de algunos destrozos menores en su armadura y pequeñas
heridas que se cerraban solas casi como por ensalmo.- Mi compañero ha tenido
una buena idea. ¿Qué nos dice, señor duque? Únase a nosotros y viva, niéguese y
muera.
Armagedón era algo más alto que
Cuarzo, quien no podía quejarse precisamente de su estatura. Pese a todo, el
duque de Green- Émeraude movió la cabeza para replicar con todo su orgullo y
dignidad intactos.
-¡Jamás
traicionaré a los míos, ni me rebajaré a ese tipo de comportamiento!
-Entonces
ya sabe lo que le pasará.- Replicó Valnak.-
-Sí,
que al fin podré reunirme con mi amada esposa.- Sonrió él, mirando hacia el
infinito.- Maray, no tardaré en estar junto a ti…Esmeralda, hija, perdóname por
dejarte…
Un rayo proveniente de una de las
manos de Armagedón cortó sus palabras de despedida, le atravesó por la espalda
y el duque cayó muerto al instante. Valnak entonces reprobó aquello, en tanto
destruía metódicamente con rayos de energía a esos androides que les habían
atacado, sin darles tiempo a responder.
-Debiste
matarle de frente. Se lo merecía.
-Tienes
razón.- Convino su interlocutor con tono de ironía, aunque algo de respeto
también, en tanto ayudaba a Valnak a combatir contra los dos últimos robots que
veían.- He sido muy maleducado por interrumpirle mientras decía sus últimas
palabras.
Aunque más disparos contra ellos les
hicieron replegarse. En esta ocasión era aquel otro androide con la apariencia
de esa hermosa joven quien, tras vaciar un cargador de cohetes que portaba en
un lanzamisiles, se dirigió hacia el cuerpo sin vida de su dueño y tomándolo en
brazos, le dijo.
-Mi
señor, y mi amo. Me programaste con sentimientos hacia ti. Y he intentado ser
como la esposa que perdiste. Ahora que has dejado de vivir mi propia existencia
no tiene sentido. Pero todavía puedo hacer una última cosa por ti.
Y dejando cuidadosamente el cadáver
al pie de la escalinata que daba acceso a la mansión, volvió sobre sus pasos
para enfrentarse a los dos asesinos. Estos llegaron a mirarse perplejos.
-¡Solamente
eres una máquina! No lo entiendo.- Exclamó Armagedón.-
-Soy
Num, androide Número 1 de mi serie. Y en nombre de mi amo y por los sentimientos
que me enseñó, le vengaré terminando con sus asesinos.- Repuso aquella droida.-
Los dos demonios se miraron
atónitos. Fue Valnak quien afirmó admirado pese a todo.
-Yo
sí la entiendo. Ese androide había desarrollado un genuino amor por su amo, y
ahora realmente quiere vengarse de nosotros. Es muy hermoso. Ver el odio y la
tristeza reflejados en sus ojos artificiales. ¿No crees, amigo? Parece que
estuviera viva.
-Lo
es.- Asintió su interlocutor, proponiendo con una media sonrisa algo burlona.-
Hagamos pues que su final sea glorioso.
Y los dos demonios, tras
intercambiar unas miradas, esta vez de complicidad, apuntaron a ese robot con
sus dedos disparándole de modo incesante. Aquella mujer cibernética avanzó
resistiendo muchos de esos rayos hasta que finalmente comenzó a brotar humo de
ella al tiempo que muchas chispas de cortocircuitos la hicieron caer. Entonces
hizo algo increíble a ojos de sus agresores quienes incluso detuvieron su
castigo impresionados al presenciarlo. La robot giró una vez más sobre sí misma
y casi arrastrándose se llegó hasta su fallecido dueño.
-Daños…irreversibles…
en mi sistema…- Pudo recitar entre cortocircuitos, remachando.- Avería
definitiva…yo…hubiera…querido…ser…ella…, ser tu Maray, Cuarzo…
Finalmente
cayó a plomo quedando junto a él, en silencio y totalmente fuera de servicio.
-Estos
droidos están mejorando mucho.- Comentó Valnak sin poder creer todavía lo que
había tenido la oportunidad de presenciar.- Jamás llegué a imaginar que
pudieran tener sentimientos.
-Sí,
el Sabio pretendía emplearlos para triunfar en su misión. Si todos son así,
creo que lo logrará.- Afirmó su compañero, concluyendo.- Podrían ser tan
manipulables como los mismos humanos. O tan volubles e imprevisibles como
ellos.- matizó con tono de duda.-
-En
cualquier caso, hemos cumplido con nuestra tarea. Esperemos que él haga su
parte. Ahora debemos volver. Tenemos que aguardar a ver que pasa.- Remachó el
rubio demonio obviando ya los restos de aquel droida, que había quedado
abrazada al cadáver de su dueño.-
Y en la casa de los condes de
Ayakashi, Idina estaba recogiendo lo más necesario para abastecerse. No tenía
ya androides que la ayudasen y eso resultaba ser un trabajo muy duro.
-Debo
ser como mis antepasados, ellos no poseían esta clase de sirvientes y aun así
levantaron este planeta con su esfuerzo y tenacidad.
Y ella no estaba desmereciendo de
sus ancestros en eso. Se guarecería en ese refugio exterior a la casa que su
esposo construyó, y que se conectaba a través de un túnel que iba desde el
sótano. Solamente el trasladar lo más importante y acondicionar ese lugar le
llevó dos días. Temió que, mientras tanto, el Sabio o alguno de sus secuaces
fuesen allí para matarla. Pero afortunadamente nada extraño sucedió.
-Bueno.-
Se dijo tratando de animarse de modo irónico.- Seré tan insignificante para él,
que ese monstruo no se toma la molestia ni de enviar a un droido a asesinarme.
Al poco y por una frecuencia de
conexión segura entre los dos, recibió una holo foto de su marido. ¡Eran sus
hijas! Y también le llegó un mensaje de Ópalo que le decía con un tono tan
afectuoso como cuando se conocieron.
-Estas
sí que son ellas. Nuestras auténticas hijas. Por su seguridad me he ausentado
de la capital por un tiempo. Estoy tratando de reunir apoyos para desenmascarar
a ese maldito Sabio. Pero hasta entonces estaré lejos de la Corte. No es
prudente volver a la capital aun.
-Sí,
querido. Ten muchísimo cuidado.- Musitó a sabiendas pese a todo de que su
esposo no podría contestar.-
Lo que sí le llegó fue una hermosa
canción. De esas que pertenecían a la colección de su difunta abuela Kurozuki.
Ópalo la envió a modo de mensaje clasificado. El conde sabía que únicamente su
mujer lo podría descifrar. Y no se equivocaba puesto que Idina sonrió
emocionada al escuchar.
Sé que la mejor parte
del amor es la rebanada más delgada
Y que no cuento para mucho
Pero no estoy dejando ir
Creo que aún hay mucho en que creer
Así que levanta tus ojos si sientes que puedes
Alcanzar una estrella y te mostraré un plan
Lo he calculado
Lo que necesitaba era a alguien que me enseñara
Sabes que no puedes engañarme
Te he amado por mucho tiempo
Empecé tan fácilmente
Deseas continuar
Perdido en el amor y yo no sé mucho
¿Estaba yo pensando en voz alta y perdí contacto?
Y que no cuento para mucho
Pero no estoy dejando ir
Creo que aún hay mucho en que creer
Así que levanta tus ojos si sientes que puedes
Alcanzar una estrella y te mostraré un plan
Lo he calculado
Lo que necesitaba era a alguien que me enseñara
Sabes que no puedes engañarme
Te he amado por mucho tiempo
Empecé tan fácilmente
Deseas continuar
Perdido en el amor y yo no sé mucho
¿Estaba yo pensando en voz alta y perdí contacto?
Pero estoy de vuelta en
mis pies
E impaciente por ser lo
que tú deseaste
Así que levanta tus ojos si sientes que puedes
Alcanzar una estrella y te mostraré un plan
Lo he calculado
Lo que necesitaba era a alguien que me enseñara
Sabes que no puedes engañarme
Te he amado por mucho tiempo
Empecé tan fácilmente
Deseas continuar
Así que levanta tus ojos si sientes que puedes
Alcanzar una estrella y te mostraré un plan
Lo he calculado
Lo que necesitaba era a alguien que me enseñara
Sabes que no puedes engañarme
Te he amado por mucho tiempo
Empecé tan fácilmente
Deseas continuar
Perdido en el amor y yo
no sé mucho
¿Estaba yo pensando en voz alta y perdí contacto?
¿Estaba yo pensando en voz alta y perdí contacto?
Pero estoy de vuelta en
mis pies
E impaciente por ser lo
que tú deseaste
Sabes que no puedes engañarme
Te he amado por mucho tiempo
Empecé tan fácilmente
Deseas continuar
Sabes que no puedes engañarme
Te he amado por mucho tiempo
Empecé tan fácilmente
Deseas continuar
Pero estoy de vuelta en mis pies
E impaciente por ser lo que tú deseaste
Ahora estoy perdido, perdido en el amor,
Ahora estoy perdido, perdido en el amor,
Ahora estoy perdido, perdido en el amor,
Ahora estoy perdido, perdido en el amor,
Perdido en el amor y yo
no sé mucho
¿Estaba yo pensando en voz alta y perdí contacto?
¿Estaba yo pensando en voz alta y perdí contacto?
Pero estoy de vuelta en
mis pies
E impaciente por ser lo
que tú deseaste
Perdido en el amor, perdido en el amor, perdido en el amor
Perdido en el amor, perdido en el amor, perdido en el amor
(Lost in love. Air Supply. Crédito al artista)
-Es
su modo de pedirme perdón. Y yo te perdono, mi amor.- Afirmó ella entre
lágrimas de dicha y emoción.- Y es una bella manera de darme información que
ese ser sin alma jamás podrá descifrar.
Al menos ahora, paradójicamente, su
relación con su marido se había estrechado más que nunca. Tanto él como sus
hijas estaban ahí en la capital y estaban bien, a pesar de todo. Eso la hizo
sonreír. Idina se alegró durante ese fugaz momento, contemplando a sus niñas
convertidas ya casi en unas mujeres adultas. Sobre todo en el caso de las dos
mayores. Aunque llevaban unos vestidos extraños para su gusto. Supuso que sería
la moda allí.
-Por
vuestra felicidad y bienestar todo esto es soportable.- Pensó emocionada.- Solamente espero que Ópalo no se arriesgue
inútilmente. Quizás podríamos irnos de este planeta. No sería ninguna locura.
Además, siempre quise conocer la Tierra. A las chicas les encantaría…puede que
incluso fuéramos capaces de empezar de nuevo allí.
Tras meditar un poco sobre ello y
recrearse en mirar los rostros de sus amadas hijas finalmente decidió que no
podía dedicarse a soñar con esas ideas, al menos no todavía. Primero habría que
ponerse a salvo de ese Sabio y pudiera ser que, si Ópalo tenía éxito, fuese
capaz de acabar con esa amenaza.
-Pero
hasta que eso llegue, debo ser precavida.- Se aleccionó.-
De
modo que retornó a su tarea. Esa era la otra consigna que su esposo le había
transmitido con la música. Permanecer ocultos y perdidos. Al menos a la vista
de ese Sabio. Y esa estrofa que decía.
“Así
que levanta tus ojos si sientes que puedes
Alcanzar una estrella y te mostraré un plan
Lo he calculado
Lo que necesitaba era a alguien que me enseñara”
Alcanzar una estrella y te mostraré un plan
Lo he calculado
Lo que necesitaba era a alguien que me enseñara”
-Está
planeando algo importante.- Supuso ella, para seguir deduciendo.- Precisa que
ni yo, ni las niñas estemos en medio.- Y a buen seguro se reunirá con alguien.
Puede que para salir de Némesis. Sí. Alcanzar una estrella. Lo ha calculado,
significa que ha pensado en todo al detalle. Y necesitaba a alguien que le
enseñe, o más bien que le preste apoyo o le ponga en contacto con más personas
como nosotros, que conozcan el verdadero peligro. Posiblemente haya establecido
ese contacto ya. - Sonrió asintiendo con aprobación para desearle.- Cariño,
ojalá que todo salga bien.
Y en cuanto a ella cumpliría con su parte. Ya
tenía casi todo dispuesto. Agua, provisiones de emergencia, algunas armas,
equipo de alta tecnología en tres dimensiones, un generador de energía y una
pantalla que la conectaba al exterior. Cerca un camastro que no era demasiado
incómodo, y bajo este, unas cajas que eran posiblemente lo más preciado que atesoraba
allí.
-Todas
las cosas de mis antepasados y las que la reina Amatista me envió.- Se dijo al
abrir una de esas cajas.- Ahora tendré tiempo al fin de ver estas grabaciones…
Conectó una de ellas, al principio
la calidad era muy mala. Pero, poco a poco, parecía poder entenderse mejor y
ver algo.
-Esta
es una de las películas que encargué a Duba que limpiara.- Suspiró, con una
mezcla de pesar e indignación, recordando todo lo sucedido.-
Apenas sí podía ver a un grupo de
personas, entre ellas una niña pequeña. Era de cabellos morenos y ojos azules,
vivos y penetrantes. Otra voz de mujer le decía.
-Tienes
que dejar al perrito en su caseta, cielo…
-Sí
mami, pero es que Tot es muy mono…le quiero abrazar…
-Ten
cuidado, no le hagas daño.- Le pedía otra voz infantil, perteneciente a un
niño.-
-No
se lo haré, Alan.- Afirmó ella.-
-Idina,
haz caso a tu hermano.- Le pidió aquella voz de adulta quien no aparecía en el
encuadre.-
Al oír ese nombre, se sorprendió.
-Vaya,
esa niña se llamaba como yo.- Pensó divertida por ello.-
La calidad de esa primitiva película
en dos dimensiones menguaba. Apenas sí quedaba ya nada reconocible. Deteniendo
la proyección, suspiró, rememorando.
-La
abuela Kurozuki adoraba esto. Cuando Ópalo se lo trajo de la Tierra se sintió
inmensamente feliz. Creo que la ponía una y otra vez. ¡Ojalá hubiese podido
verla a su lado para que me contase de quienes se trataban!
Pensaba que podrían ser familiares,
pero no estaba del todo segura. Su abuela podría haberle aclarado ese misterio.
Desgraciadamente murió a los pocos días. Justo en mitad de la Luna de Miel de
Idina y su esposo. Rebuscó algo más y encontró archivos que pertenecieron a la
mismísima reina Amatista.
-Estos
archivos se los dio la doctora Topacita.- Leyó al consultarlo en la holo Tablet
que tenía…
Pudo visualizarlos en aquel aparato.
Y lo primero que escuchó fue impactante.
Ante ella el rostro de una mujer atractiva de media melena rizada, de color
dorado. Se parecía muchísimo a la reina Amatista aunque no era ella. Hablaba
con voz temblorosa y musitaba ante un primer plano que debía de haber sido
tomado por una pequeña cámara de vídeo con una canción de fondo que apenas era
audible…
-Soy
la princesa Ámbar. Tengo que contar la verdad, para que las generaciones futuras
se guarden del peligro que las acecha desde el corazón de este planeta. Aunque
lo primero que deseo decir es que Magnetita y yo somos inocentes. Bueno, quizás
no lo seamos de amarnos, pero eso no es lo importante ahora. Ella vino a
cumplir una terrible misión, pero se enamoró de mí y yo la correspondí. Al fin,
me confesó todo. La trajeron a palacio para ser mi camarera, al menos, eso
deseaba Karst, su padre adoptivo. Pronunciando ese nombre no puedo evitar
sentir remordimientos.- Sollozaba la mujer, declarando con afectado tono de
voz.- Mi amado esposo se llamaba así también. Su padre el rey Corindón le puso
ese nombre en honor de su amigo y consejero, el padre adoptivo de Magnetita.
Idina abría la boca con asombro.
Conocía esos nombres de las clases de historia.
-¡Esto
debe de tener al menos cincuenta años o más! Yo no había nacido siquiera.
-Pensó asombrada.-
Pero la princesa seguía hablando.
Daba la impresión de querer confesar muchas cosas y de no estar segura de por
dónde empezar. Casi como si delirase, comentaba entre sollozos.
-Mientras
escuche esta canción, la que nos unió y al mismo tiempo separó a mí y a mi amada, ese monstruo que se oculta en mí
interior no podrá dominarme. No hará que le cause ningún daño a mi querido
hijo. El pobre Coraíon, que duerme en la habitación de al lado. ¡Jamás sufrirá
por causa de su madre!
No
somos amantes, somo extrañas…Podía oírse de fondo, al menos era una parte del
estribillo de la canción que Idina pudo entender. Ámbar entonces explicaba a la
cámara.
-Con
algo que concite sentimientos de amor hacia nuestros seres queridos o de
valentía, o que nos inspire, somos capaces de bloquear el maléfico control que
esa Marla desea imponer sobre nosotras. Pero sé que, en algún momento, esa
protección caerá. Por ello he tomado una decisión terrible, aunque es la única
que puedo tomar. Moriré antes que causarle daño a mi pequeño. Esa malvada jamás
podrá someterme, como hizo con la pobre Magnetita. Ella…, ella luchó con todas
sus fuerzas para expulsarla.
-¿Quién
es esa Marla?- Pensaba Idina con perplejidad.- No es el Sabio.
Aunque la voz de la propia princesa
despejó esa duda, cuando Ámbar comentaba.
-Ella
me dijo que sus hermanos vendrían en un futuro para terminar su labor. Que, si
pese a todo mi hijo sobrevive, será controlado por ellos. Unos seres oscuros y
maléficos, que disfrazarán sus actos de buenas intenciones y consejos tan
encubiertos como ellos mismos, que portarán un sayal y ocultarán su rostro, al
igual que sus mentiras. Hasta que llegue su momento. No entiendo que quiere
decir, pero haré cuanto esté en mi mano para impedírselo. ¡Lo juro! Y mi amada
Magnetita juró lo mismo…
Y de este modo la horrorizada Idina
oyó un relato realmente escalofriante, concluía con otra voz femenina, que
sonaba de un modo realmente perverso. Entre melosa y siseante.
-Ámbar,
cariño, esa cancioncita tan cursi no me mantendrá alejada durante mucho más
tiempo. De hecho, ya estoy en tu cabeza. Lo sabes, ¿verdad?....
Un sudor frío recorrió a Idina
cuando esa cámara enfocó a la princesa. ¡Era ella quien había hablado con esa
voz!
-¡Dios
mío!- Musitó la condesa llevándose las manos a la boca.-
Aunque de nuevo pudo oír la voz de
la princesa y verla moviendo la cabeza, como si estuviera recurriendo a sus
últimas reservas de conciencia y de bondad para contrarrestar aquello.
-¡No!-
gritó.- Jamás te lo permitiré…
Y caminó hacia otra habitación, la
cámara la siguió en tanto la mujer se aproximaba a la pequeña figura dormida de
un niño.
-Debe
de ser...¡El rey Coraíon!- Exclamó Idina.-
La princesa besó cálida y
afectuosamente al crío en la cabeza. Entre sollozos apenas pudo musitar en
tanto esa canción que la protegía de esa maligna influencia terminaba…
-Adiós,
mi amor. Te deseo que seas muy feliz…
Después, tomando un cuchillo se
alejó, metiéndose en otra habitación…la grabación terminaba ahí.
-Entonces
ella se suicidó, pero no fue por ese amor prohibido. ¡Lo hizo para salvar a su
hijo!- Reflexionó una emocionada Idina, quien musitó con respeto y compasión.-
Gracias por tu noble sacrificio, princesa Ámbar. No seré menos que tú. Haré lo
que sea para proteger a mi marido y a
mis queridas niñas de esos monstruos.
Y siguió rebuscando entre las
pertenencias que fueron de la reina Amatista. Algunas legadas a su vez por la
doctora Topacita, la madre de su amiga.
-Maray
me avisó de que algo terrible había aquí. Y por entonces no le di importancia.
Pensaba que la pobre estaba afectada por la muerte de su madre y su propia
enfermedad.- Pensó llena de culpabilidad, aunque enseguida se sobrepuso a eso
prometiéndose con decisión.- Ahora te escucharé muy atentamente, a ti y a estas
voces del pasado.
Y
entonces descubrió otra grabación. Anotado en una etiqueta con la propia
letra de la doctora, podía leerse.
-Mensaje
de Magnetita.
No tardó en proyectarlo. Al
principio vio la imagen de la madre de Maray, la doctora, con expresión de
profundo terror, apenas balbucía.
-Esto
es algo tan terrible que rezo para que mi hija y todos los habitantes de
Némesis jamás deban enfrentarse a ello. Quizás si permanece oculto a su
conocimiento les dejen en paz. De lo contrario, espero que estas grabaciones
lleguen algún día a manos de alguien que sea capaz de usarlas para combatir
este mal que se oculta tan profundamente en este planeta. Como doctora personal
de la princesa Ámbar y su camarera durante años, pude conocer a una persona que
quizás sea capaz de vencerlo. El rey Corindón en su lecho de muerte me lo contó
todo. Su única esperanza estaba en lo que esta joven pudiera hacer para
librarnos de esta amenaza. Yo la conocí con el nombre de Magnetita….pero ese.-
Topacita detuvo su relato y tras esbozar una trémula sonrisa, suspiró, para
rectificar.- Quizás sea mejor que ella misma lo cuente. El rey me entregó estas
grabaciones que recibió a su vez de su amigo el duque Karst.
Y
la doctora desapareció de la imagen, en su lugar y para su sorpresa, Idina vio aparecer a una
hermosa joven de largo y ensortijado cabello moreno y ojos de un extraño tono
gris acerado. Enseguida la oyó presentarse.
-Me
llamo Magnetita Karst, aunque ese nombre solamente ha sido una tapadera. Una
identidad falsa que ocultaba mi verdadero ser. Soy sailor Némesis.- Declaró
dejando a Idina perpleja.-
-¿Sailor
Némesis?- Repitió la asombrada mujer.- ¿A qué se refiere con eso?
Aunque esa individua lógicamente
ajena a las preguntas de su espectadora, seguía desgranando su historia.
-Nací
tras el Gran Sueño. Mis padres eran de otro planeta pero se mudaron a la Tierra
antes de que yo llegase al mundo. Me educaron en la creencia de que todos
debíamos ser libres para amar a quien nos dictase el corazón. Mi padre siempre
decía que existe un libro en el que nuestros actos son apuntados, los buenos y
los malos. Se llama el Libro de los Días. Y que todos tenemos que trata de
escribir páginas hermosas en él, aunque a veces sean dolorosas. Así, rodeada
del amor de mis padres, crecí en un hogar maravilloso y, siendo muy joven,
recibí una invitación para acudir al palacio de Neo Cristal Tokio. La propia
soberana Serenity me pidió que entrase a su servicio. Al principio no podía
entender cómo ella estaba tan interesada en una chica corriente como yo. Sin
embargo, pronto percibí algo muy especial. Algo despertó en mi interior. Ella
me lo explicó, mi semilla estelar
reaccionó ante el poder del Cristal de Plata. Y la reina lo supo de inmediato.
Me contó que yo descendía de una familia de luchadoras por la Justicia. Que mi
padre Thomas Andreu Johnson, era hijo de una justiciera, que fue hija a su vez
de otra. Y que empeñaron sus vidas en la lucha contra el mal. Recuerdo que mi
madre, Helen, siempre me habló de sucesos realmente increíbles, su propia
madre, mi abuela Julieth, fue doctora y ejerció en varios planetas, conoció a
personas admirables, dotadas de grandes poderes a su vez. Y nunca me ocultó que
ella había amado a otras mujeres… y que nada había de malo en eso.
Idina escuchaba con asombro, esos
nombres parecían querer decirle algo. Aunque no se acordaba.
-Estoy
segura de haberlos escuchado pronunciar, siendo yo muy pequeña. Pero no me
acuerdo bien.
Aunque dejó de pensar en eso y se
concentró en seguir escuchando a la narradora de esa interesante historia…
-La
reina me concedió la capacidad de transformarme en guerrera de la justicia y me
ordenó viajar a un remoto confín del sistema solar. Serenity tenía un terrible
presentimiento. El mal de algún modo había sobrevivido y se había refugiado en
un remoto planetoide. Su Majestad temía por la seguridad de las gentes que
emigraban a este planeta y me envió en una misión secreta. Embarqué con algunos
colonos rumbo a Némesis. Pude detectarlo sin problemas con mis sentidos al
llegar. Aunque hubo personas que ya estaban instaladas aquí. Entonces, cuando
esas malvadas Feminax masacraron a un grupo de ellos, me hice pasar por una de
las supervivientes. El duque Karst me encontró y me adoptó en su familia. Esa
era la tapadera perfecta. Yo debía infiltrarme a la búsqueda del origen del mal
y destruirlo. No tardé en descubrir a esa Marla, quien era sierva de Caos, el
mal que yo quería aniquilar. Aunque ese ente era muy poderoso y astuto, y se
había fijado ya en la princesa Ámbar. Deseaba poseerla y, a través suyo, al
heredero al trono. Para impedirlo entré a su servicio como su camarera mayor.
Tuve que desvelarle al consejero Karst mi autentica identidad para que me
recomendase al rey Corindón. El duque es
un buen hombre. Le quiero como a un padre, y no fue muy difícil entonces
interpretar el papel que tuve asignado de hija buena y obediente. Sobre todo
cuando esa malvada Marla asesinó al príncipe Karst. Eso destrozó a Ámbar
dejando su mente debilitada y muy fácilmente influenciable por la sugestión de
ese ser maligno. Quise impedirlo, permaneciendo junto a la princesa todo el
tiempo que me fuera posible. Sin embargo, en cuanto vi que la sugestión de
Marla iba ganando terreno, solamente me quedó una opción. Pensé en matar a Ámbar.
Aunque a esas alturas ya me había enamorado de
ella, tanto como ella lo estaba de mí. ¡No pude hacerlo! - Sollozó
ahora.- Es más, yo misma empecé a ser controlada por ese abominable ente. En mi
desesperación traté de hacer lo mismo que la legendaria Sailor Galaxia hiciera
con Caos, contener la esencia de Marla en mi interior para apartarla de mi
amada. Usé esos pendientes de los que ella misma se servía para acceder a
nuestras mentes, aunque fracasé. Mi padre adoptivo y el propio rey pudieron
descubrirme cuando estaba casi totalmente dominada por ella y sacarme de allí a
tiempo. Después me alejaron en la vana esperanza de que eso hiciera que el mal
se quedase en mí, y no regresara a por
la princesa. Para completar el engaño tuve que casarme con ese malévolo
Azabache. ¡Cómo le despreciaba! Pese a eso, creo que, a su modo, él me amaba.
Aunque mi plan funcionó, durante un tiempo, Marla se divirtió martirizándome.
Se reía de verme a mí, alguien que compartía sus mismas inclinaciones sexuales,
casada a la fuerza con un hombre. Después, urdimos mi muerte. Al menos la farsa
que preparé para salir del punto de mira del mal. Mi padre adoptivo diría que
me arrojé por un barranco. De este modo, pude esconderme y Caos se olvidó de
mí. Ámbar volvió a ser su blanco. Sé que
ella resistió lo que pudo con nuestra canción. ¡Pero al fin!…- Gimió la
destrozada sailor, dejando caer lágrimas de tristeza e impotencia.- Ella hizo algo que no fui capaz de prever y
mucho menos de evitar. Ámbar se quitó la vida para evitar que ese monstruo la
poseyera por entero. Así salvó a su hijo,
pero rompió mi corazón. - Sentenció con la voz quebrada por la pena.-
Cuando lo supe…yo...me retiré sin fuerzas ni deseos de pelear…¡He fallado!.
¡Les he decepcionado a todos!. Fui una cobarde al no atreverme a plantar cara a
ese ente. Pero ya no más. Al fin sé dónde se esconde ese ser diabólico. Iré por
él y lo aniquilaré, aunque me cueste la vida.
Idina entonces abrió la boca de
manera evidente y exclamó.
-¡Entonces
no murió!... Al menos entonces.¡Tengo que saber más!
Y casi concluyendo la grabación,
pudo oír a Magnetita confesar.
-Me
mantendré firme en el empeño, como aquellas luchadoras justicieras de las que
desciendo.- Y sonrió con una expresión de nostalgia, para agregar.- He
mantenido la palabra que le di a la reina. Y a pesar de todo el dolor que me ha
supuesto, sigo aquí, lista para cumplir con la misión que me asignó. Sin
embargo, todavía añoro a mis padres, a mis abuelos en la Tierra, y también
tengo el corazón roto por renunciar a estar con mi amada Ámbar. Pero mantengo
mi determinación y mi constancia. Sí, porque ni Magnetita, ni Sailor Némesis
son mis auténticos nombres. Me llamo Constance Johnson. Y mi padre quiso
llamarme así en honor de su abuela Connie. La primera Justiciera de la familia,
quien junto a sus hermanas, luchó por salvar la Tierra y defenderla de todo mal
hace mucho, mucho tiempo....
Eso hizo reaccionar a Idina, abrió
los ojos de un modo desmesurado, siendo apenas capaz de musitar, justo cuando
esa grabación terminaba.
-¡La
abuela Connie! ¡Esa era la abuela de mi abuela!... ¿acaso esta mujer podría
estar emparentada conmigo? Tengo que consultar las cosas que mi madre y ella me
dejaron.- Se dijo llena de interés y asombro.-
Y se dispuso a rebuscar para
encontrarlas. Entre tanto, tras enviar a Idina esa canción con aquellas claves
ocultas, su esposo estaba ocupado planeando alguna forma de acceder al rey. No
se fiaba del todo de que su línea no hubiera estado intervenida, o que ese
monstruo no fuera capaz de descifrar el mensaje oculto en las estrofas de la
canción, por ello engañó deliberadamente a su mujer en algunas cosas.
-La
he mentido durante muchos años, pero en esta ocasión es por una buena causa.-
Se dijo.- No permitiré que se ponga en peligro o que sufra pensando en mí.
De modo que, dispuesto a cumplir con
su misión, contactó con Cinabrio por una frecuencia oculta. Su aliado enseguida
respondió, quedaron reuniéndose en una de las guaridas de los republicanos.
-Estamos
listos.- Le confirmó al conde.-
-Bien,
en tal caso, nos introduciremos en palacio por un sitio secreto.- Indicó éste.-
Y es que Ópalo conocía alguna
entrada más discreta, una que le habían indicado, se parecía a otras que había
usado para salir en ocasiones cuando tanto él como el rey iban de incognito. Lo
hicieron algunas veces cuando Coraíon deseaba investigar algún asunto con
discreción. Aunque esas serían sin duda ya conocidas por el Sabio. No obstante,
esta otra…
-Él
no estaba aún aquí. No debe conocerla. Podremos entrar sin ser detectados. Y
entonces seré capaz de hablar con él y ponerle al corriente de todo. Tengo
pruebas e información. Mi esposa me las ha enviado a través de nuestro modo seguro de
comunicación.- Pensaba realmente animado.- Y sobre todo, tengo el testimonio de
alguien que jamás creí posible conocer.
Y es que había estado en aquella
mina. Ese lugar desolado donde su cuñado presuntamente había perdido la vida en
un accidente. Acorde a los informes la entrada voló por una explosión de gas.
Sin embargo, a Ópalo le sorprendió ver que esa parte estaba perfectamente.
-Quizás
la repararon desde el accidente.- Quiso creer.-
Aunque no parecía haber actividad
minera. Ni tan siquiera veía robots excavadores. Él mismo se agenció un droido
antiguo, de los que no tenían comunicación remota. Sencillamente funcionaban
por programación de órdenes directas.
-De
este modo, ese maldito Sabio no podría controlarles.- Pensaba complacido.-
Y dio la impresión de que su treta
funcionó. Nadie les molestó cuando ese robot le fue guiando a través de la
entrada de la mina que daba acceso a una larga galería. Ópalo la siguió
pertrechado con equipo que había pertenecido a su cuñado. Con un respirador y
un traje espacial reforzado avanzó siguiendo al droido.
-Amo,
debe tener cuidado.- Le informó el androide que tenía voz metálica, como todo
antiguo diseño.- Las galerías de esta zona todavía son seguras, pero más allá
del tercer nivel, llevan tiempo sin ser revisadas.
-Lo
tendré en cuenta.- Repuso Ópalo vía transmisor.-
Descendió con una cámara grabando
todo lo que veía. Tenía una extraña sensación, como de intranquilidad, a medida
que se iba internando en las profundidades de esa mina. Allí era donde se
iniciaron los trabajos para horadar el corazón de Némesis y extraer la energía
oscura por vez primera. Algunos de los antepasados de su esposa entre otros
trabajaron allí.
-Hay
algo aquí que me da escalofríos.- Musitó tratando de hablar consigo mismo como
si de ese modo se sintiera acompañado y más seguro.- ¿Detectas algo fuera de lo
normal?- Preguntó a su robot explorador.-
-La
concentración de energía oscura es cada vez más elevada.- Fue la metálica
réplica.-
De hecho les servía de guía. Era
como un rastro que les iba acercando hacia algo. No obstante, Ópalo no tenía ni
idea de hacia qué. Al cabo de unos minutos tuvieron que detenerse, esa galería
moría aparentemente sin salida. Empero, no tardó en ver una apertura por la que
descendían una cantidad indeterminada de escalones. Al principio quiso
contarlos, pero la oscuridad se los tragaba…
-¿Hacia
dónde conduce eso?- Le preguntó al androide.-
-Información
no disponible, amo.- Contestó éste.-
-No
tendremos más remedio que investigar.- Contestó él.-
-Podría
ser peligroso. Detecto unos niveles elevadísimos de energía. Incluso con tu traje
podrías correr riesgos.- Le previno su robot.-
-Tendré
que afrontarlos. Presiento que aquí se encuentra la respuesta a muchos
enigmas.- Declaró Ópalo.-
Así pues, aunque con su robot
antecediéndole como única medida de precaución, comenzó a descender lentamente
hacia aquella negrura. El androide iluminaba algo el camino con una luz
proyectada desde sus ojos. Durante un buen rato prosiguieron la marcha hasta
llegar al fin a una especie de rellano. Avanzando encontraron una puerta de
metal.
-Debe
ser una estancia de descanso.- Conjeturó él.-
Esa estancia estaba bien cerrada
aunque bajo la rendija de esa puerta creyó distinguir una luz. Era extraño. No
tenía idea de quién podría estar allí. De hecho, toda la zona le dio la
impresión de estar abandonada desde hacía mucho tiempo.
-Abre
esta puerta con cuidado.- Le ordenó a su droido.-
-En
tal caso señor, debes protegerte tras de mi.- Le indicó su androide
arguyendo.-No sabemos que pueda contener, posiblemente compuestos o materiales
volátiles o inflamables que se hayan inestabilizado más por el largo tiempo
transcurrido. Podría ser peligroso.
Ópalo asintió a esa larga perorata
de la máquina y no tardó en buscar refugio algo más atrás. Su robot en efecto,
pudo forzar la puerta y abrirla no sin dificultades. Efectivamente, daba la
impresión de llevar cerrada durante mucho tiempo aunque su estado de
conservación era bastante bueno. Al ser capaz de mirar al interior de esa sala
el conde de Ayakashi observó algo extraño. Una especie de sarcófago cerrado se
hallaba dentro. Estaba decidiendo si ordenarle a su androide que lo forzase
cuando comenzó a abrirse.
-¿Qué?-
Pudo exclamar él, mirando a través de su escafandra con asombro.- ¿Quién eres?
Y desde luego que no esperaba
encontrarse algo así. Una vez se abrió
por completo tuvo ante él a una joven de larga cabellera oscura, ojos entre
azules y grisáceos, vestida con un extraño conjunto. Lucía una especie de
corpiño negro, un gran lazo de color blanco le cubría la mayor parte del pecho,
en su centro lucía una piedra de un tono violeta brillante que conjuntaba con
un colgante en su cuello, provisto de una gema más pequeña. Más abajo, una
minifalda de color blanco también con botas hasta las rodillas de tono morado
oscuro, culminaban ese extraño vestuario. La chica abrió los ojos y apenas sí
parpadeó ante la perpleja mirada de Ópalo que no supo qué decir.
-¿Cuanto
tiempo he dormido?- Fue lo primero que esa joven quiso saber.-
-No
tengo ni idea.- Pudo responder finalmente él, deseando saber a su vez.- ¿Qué
haces aquí?
-No
debes seguir por este camino. Será tu perdición.- Se limitó a advertirle esa
muchacha con tono solemne.-
-Si
eres uno de esos sicarios del mal que habita en este mundo, antes tendrás que
matarme. No me impedirás destruirlo.- Repuso Ópalo sin llegar a comprender como
podría esa chica estar sin ningún tipo
de traje protector.- Y no estoy solo.- La amenazó señalando a su droida que
estaba listo para disparar un arma que llevaba en su brazo derecho.-
Aunque lo que el conde no esperaba
era que esa mujer le sonriera incluso con gesto amigable para mover la cabeza y
negar.
-Te
equivocas. No soy un sirviente del mal. Al menos lo evité por muy poco. Estoy
aquí con tu mismo objetivo. Soy Sailor Némesis. La guardiana de este planeta.
-¿Quién?-
Se asombró él.-
-Ahora
no tengo tiempo de contarte más. Pero debes saber que la maldad anida en efecto
en el corazón de este mundo. Fui enviada aquí hace mucho tiempo para
destruirla. Pero ella se adelantó a mis intenciones aprovechando mi debilidad y
casi acabó conmigo. Tuve que refugiarme en esta cámara hiperbárica. Una que
usaban los primeros mineros para recobrarse de los efectos de la descompresión
o de los gases nocivos, caso de que sus trajes fallasen. Debí de entrar en
animación suspendida. No sé qué tiempo ha transcurrido.
Ópalo la miraba perplejo, si esa
chica era en verdad quien decía ser, eso le parecía increíble. Apenas pudo
preguntar.
-¿De
verdad, no sabes cuánto tiempo ha pasado?
Su interlocutora movió la cabeza,
queriendo saber también.
-¿Y
quién sois vos? ¿Sigue Corindón siendo el rey?
Él
enseguida la informó, sin poder dejar de mirarla con asombro.
-Soy
Ópalo, conde de Ayakashi. Y Corindón murió hace mucho, ahora el rey es su
nieto, Coraíon. Yo quiero advertirle del peligro que corre al confiar en ese
maldito hombre Sabio.
-¿Coraíon,
el hijo de Ámbar?- Se asombró la joven, inquiriendo a su vez.- ¿Y quién es ese
Sabio?
Su contertulio suspiró dentro de su
escafandra, sentenciando.
-Al
parecer tenemos mucho de qué hablar. Porque vos, ¿sois la dama Magnetita,
verdad?- Inquirió a su vez él.
La interpelada asintió, pese a
ello, replicó con tono lleno de determinación.
-No
hay tiempo para eso. Debo actuar. La guarida de Caos no queda lejos de aquí.
Pero a buen seguro que se hallará protegido por sus secuaces.
La muchacha se interrumpió por unos
instantes y mirando con rostro esperanzado a su interlocutor se atrevió a
preguntarle con tono trémulo.
-
Antes de nada. Decidme una cosa. ¿Coraíon es un buen rey?
-Lo
es. Siempre fue justo y quiso beneficiar a su pueblo.- Asintió el conde.- Y
además de mi soberano, le considero mi amigo.
Una sonrisa afloró en el rostro de
esa hermosa guardiana, quien pudo decir aliviada.
-Entonces
todo ha sido para bien. Recuerdo haberle tenido entre mis brazos cuando apenas
sí era un niño. Incluso apartarle de su madre cuando Marla intentó poseer a
Ámbar para que lo matase.
-¿Marla?¿Quién
es?- Inquirió el desconcertado Ópalo.-
La sailor le contó al asombrado
conde como aquella vez, estando juntas en las estancias reales, Ámbar no se
sintió bien. Estaba tumbada en la cama y su hijo dormía cerca. Ella había ido a
por un poco de agua para la princesa y al volver la encontró de pie cerca de la
camita del niño, empuñando una almohada y dispuesta a asfixiarle.
-¿Qué
vas a hacer?-Inquirió entre perpleja y horrorizada.-
Aunque cuando Ámbar se giró, lucía
una macabra sonrisa y la miraba con ojos llenos de sadismo.
-Acabar
con este maldito mocoso.- Replicó con una voz que no sonaba en absoluto como la
suya.- ¡Ahora esta estúpida princesa es mía!.
-No,
¡jamás te lo permitiré!- Exclamó Magnetita, agregando de forma suplicante.-
Ámbar, amor mío, lucha contra ella, sé que estás ahí…
-No
te oye.- Se burló esa extraña que la poseía.- Es inútil.
-No
lo es.- Repuso la camarera con decisión en su tono y expresión.-
-Tendrás
que matarla para detenerme. ¿Serás capaz?- La desafió su interlocutora,
remachando con un tinte más conciliador e incluso cordial.- Sé que la amas.
Piénsalo. Podrías tenerla, y sin ese molesto crío. ¡Estaríais juntas por siempre! Diremos que murió mientras dormía, nos
creerán. ¿Quién no iba a hacerlo? Lloraremos un poco y esos estúpidos machos se
lo tragarán. Dos pobrecitas mujeres desvalidas, una de ellas la afectada madre
que ha perdido a su queridísimo hijito…¡Será perfecto!
-No
es mala idea.- Replicó entonces ella, sonriendo para proponerle a esa
individua.- A cambio, solamente te pido una cosa.
-¿Cuál
es?. No dudes que te la concederé. A cambio de que te unas a mí.- Contestó ese
ser.-
-Acuéstate
conmigo ahora, y luego ya nos ocuparemos del mocoso. No hay ninguna prisa.- Le
propuso Magnetita que ya estaba comenzando a quitarse la ropa, en tanto le
confesaba.- A decir verdad. Estoy harta de sus lloros. Yo misma acabaré con él,
deseo a la princesa para mí sola.
El rostro de Ámbar se deformó
esbozando una siniestra sonrisa llena de lujuria. Quien la poseía habló
complacida.
-Estaba
segura, nada más verte supe que tenías un alma oscura. Y tus ojos no engañan,
miran este cuerpo en el que me alojo con mucho deseo. También en eso eres de
las mías. Bien, ahora te complaceré con sumo gusto.
Y comenzó a su vez a desnudarse. Al
fin, las dos se aproximaron para abrazarse
dándose unos leves y rápidos besos en la boca, después se unieron en uno
largo y prolongado explorándose con sus lenguas por todo su ser. Al poco se tumbaron en la cama y dieron rienda suelta
a sus pasiones. Esa extraña que dominaba a Ámbar conocía bien las artes
amatorias y a su pesar Magnetita disfrutó. Intercambiaron caricias y otras
muchas cosas uniendo sus cuerpos. Cambiando de posición y subiéndose
alternativamente una sobre otra.
-¿Te
gusta, verdad?- Jadeaba aquella que llevaba las riendas de la princesa.-
-¡Te
amo!- Pudo jadear a su vez Magnetita, afirmando en tanto se volteaba para
colocarse sobre su amante para añadir con un tono tamizado por cierto
regocijo.- Tantos años de abstinencia han hecho que te sea irresistible hacer
el amor con otra mujer, ¿No es así, Marla?
-Así
es.- Confesó ésta con tono lleno de goce.- Ya no podía soportarlo…necesitaba
ocupar un cuerpo mortal…
Y entonces, Sailor Némesis se apartó
un poco el cabello dejando ver esos pendientes oscuros, al tiempo que, susurró
entre jadeos.
-Ahora
libérala y entra en mí, ¡zorra!
Su contertulia no tuvo tiempo de
reaccionar, Magnetita selló los labios de Ámbar con los de ella y la esencia de
Marla salió del cuerpo de la princesa ingresando en el suyo. La sailor luchó
tratando de controlar aquello. Se separó violentamente de su amante, ambas
estaban desnudas cuando la puerta del cuarto se abrió. Eran el consejero Karst
y el rey Corindón….ahora, tras volver de esos recuerdos, sailor Némesis le explicó
a su asombrado oyente.
-Fue
entonces cuando Marla habló por mi boca. Pero yo pude aprisionarla
temporalmente en esos pendientes y usando mis últimas reservas de voluntad pude
quitármelos con rapidez. Así retomé el control de mí misma. Ámbar hizo lo mismo
y se sintió terriblemente mal. El resto supongo que ya lo conocerás.
-Sí.-
Admitió su atónito e impresionado interlocutor, relatando.- Te expulsaron de la
Corte. Te obligaron a casarte con Azabache y tú…
Su interlocutora le hizo un gesto
con la mano para que la dejase hablar y le relató.
-Luego
puse en práctica mi plan. Tuve que contarle todo lo sucedido a Karst. Por
desgracia el mal que representaba Marla era muy poderoso y fue cuestión de
tiempo que pudiera escapar de esos pendientes que la contenían tratando de
poseer de nuevo a Ámbar. Pero ahora ella era consciente de eso y antes de
permitir que volviera a ocurrir.
-¡Se
quitó la vida!- Musitó el impactado Ópalo.- El último sacrificio que una madre
puede hacer por su hijo.
Su contertulia bajó la cabeza y
asintió, en tanto sendas lágrimas rodaban por sus mejillas. Al fin musitó con
voz queda.
-Aceptamos
la vergüenza, la humillación y, lo que fue peor de todo, nuestra separación.
Todo por salvar la vida de Coraíon. Por ello me alegra saber que ha sido un
monarca justo y un buen gobernante. El sacrificio de su madre mereció la pena.
¡Mi pobre Ámbar!
-Y
el tuyo también. Si te sirve de consuelo creo que donde quiera que esté la
princesa, seguro que se sentirá muy orgullosa de su hijo.- Convino Ópalo.
Agregando ya con un tinte más apremiante.- Por eso él tiene que saber lo que
está sucediendo. Némesis está en grave peligro. Y no dudo de que en cuanto se
lo comunique hará todo lo necesario para salvar este planeta.
-En
tal caso, debéis ir ya a avisarle. Yo me ocuparé de Caos.- Le indicó la
sailor.-
Y ante el asombro de Ópalo esa mujer
materializó una larga antorcha de color marfil en su mano derecha que brillaba
con llamas anaranjadas. Su contertulio únicamente pudo replicar.
-Os
deseo buena suerte, Dama Magnetita, o Sailor Némesis. Como prefiráis ser
llamada. Ha sido un honor conoceros. Gracias por vuestro sacrificio.
-Lo
mismo digo conde, cuidaos. –Replicó amablemente ella.- Ahora escuchad, porque
el mal es muy poderoso y astuto, Ámbar y yo misma creímos burlarlo pero fijaos
a qué precio. De todos modos hay algo que tendréis que buscar cuando entréis
por donde os voy a indicar…
Y la muchacha le dio más información
sobre antiguas entradas a palacio y claves de acceso que quizás ya estuvieran
en desuso. O pudiera ser que no. De todos modos era la forma más segura y
sigilosa de acceder sin ser detectado por el Sabio y el conde tendría que
arriesgarse. Así pues, y tras despedirse deseándose mutuamente suerte, Ópalo
retornó a la superficie junto a su androide. Luego volvió a la capital
contactando de inmediato con Cinabrio. Ahora, tras referir aquello a su
perplejo interlocutor, éste apenas sí pudo contestar.
-¿Estáis
seguro de eso? ¿Una sailor? ¿Cómo las que protegen a Serenity? ¿Y decís que era
la Dama Magnetita?
-Así
es.- Se ratificó su interlocutor.-
Aunque Cinabrio movió la cabeza,
replicando con incredulidad.
-Las
condiciones de ese entorno han debido de trastornaros. Allí se cuenta que la
gente sufre alucinaciones.
-A
mí me pareció muy real. Incluso me dio instrucciones para entrar a través de un
pasillo oculto. Uno que ella usaba para poder verse con la princesa Ámbar en
privado. O eso me comentó. – Insistió el conde.-
-¿Lo
veis? Para eso no necesitaba de ningún pasillo. Si no me equivoco, o no he
olvidado las lecciones de historia, era su camarera mayor.- Apuntó su
contertulio.- Podía estar a su lado siempre sin levantar sospechas.
-Quizás
no quedaban allí para esa clase de cosas.- Elucubró Ópalo quien, aparcando ese
tema, afirmó con decisión.- En cualquier caso, debemos estar dispuestos. Yo
confío en ella. Si vos no, puedo ir solo.
-Si
vos confiáis en esa mujer, sea quien sea, lo mismo haré yo. Estoy dispuesto,
cuando digáis.- Asintió su aliado añadiendo con prevención.- Si es que todavía
os fiáis del rey.
-Apostaría
mi vida por él. Con mayor motivo ahora, habiendo escuchado a la dama Magnetita.
Estamos en deuda con ella y con la princesa Ámbar, por el sacrificio que
hicieron.
Su contertulio tuvo que aceptar
aquello, pese a sus dudas y se pusieron en marcha. Acorde con el plan, Cinabrio
y los suyos organizarían algunos disturbios y protestas para desviar la
atención del Sabio y las fuerzas de seguridad. De este modo, Ópalo tendría
oportunidad de acceder al monarca y contarle la verdad. Se separaron y el conde
se dirigió a palacio. Antes de llegar tomó un desvío por la red de
intercomunicadores por donde pasaban los vehículos.
-De
acuerdo a las indicaciones de la dama Magnetita, debo ir por aquí.- Se dijo
penetrando por un ramal secundario.-
Lo recorrió durante unos minutos
llegando en efecto a una vía muerta. Provisto una vez más de un traje espacial
salió de su deslizador. A pocos metros una compuerta presurizada permitía salir
de aquel tubo de vacío en el que estaba. Tardó en abrirla y pudo acceder a un
yermo terreno por el que caminó. A poca distancia, una construcción que daba la
impresión de ser muy antigua, llamó su atención.
-Este
debe de ser el sitio que me comentó Sailor Némesis.- Se dijo.-
Parecía ser un antiguo refugio de
los pioneros. Posiblemente construido para guarecerse durante las primeras
obras de infraestructuras del planeta. Ópalo llegó en efecto ante una
puerta y vio un panel. Era un viejo modelo
alfanumérico. Tecleó en él una clave que Magnetita le diera, en la esperanza de
que funcionase. Sin embargo, tras unos instantes de espera, nada sucedió.
-Posiblemente
no tenga energía ya.- Pensó desalentado.- Han pasado muchos años.
Temiéndose algo semejante, se quitó
una especie de contenedor que portaba a su espalda. De él extrajo una batería.
Supuso que al ser un sistema antiguo tendría algo para concertar. Por fortuna
no erró en sus elucubraciones. Ese teclado podía alimentarse con una fuente
secundaria. Estaría a buen seguro previsto para casos de avería
-Claro,
nadie se preocupó entonces de que tratasen de entrar intrusos. El exterior era
tan inhabitable en esa época como ahora.- Pensó.-
Y conectando la batería rezó para
que funcionase. A los pocos segundos sonrió. Las tecleas se iluminaron con una
tonalidad verdosa- azulada. Ahora Ópalo repitió la operación volviendo a marcar
la clave y esta vez hubo una respuesta. Un leve zumbido le informó de que podía
abrir. Agarrando un tirador que había en la puerta la abrió sin dificultad. Una
vez dentro cerró. Al instante luces de una tonalidad azulada se encendieron
permitiéndole ver.
-¡Perfecto!-
Suspiró aliviado.-
Comenzó a andar, sus pasos
resonaban, eso significaba que existía aire, pero no podía arriesgarse a que no
fuera respirable. Así pues permaneció con su traje puesto. Al cabo de unos
minutos de caminar llegó ante otra puerta que sellaba lo que debía de ser una
entrada a palacio. Aunque antes de intentar trasponerla buscó por las paredes.
-Ella
me dijo que estaría por aquí.- Musitó, palpando.-
Y al poco tocó algo que emitió un
sonido parecido a un zumbido. Un pequeño compartimento se abrió. Ópalo encontró
una tarjeta plana. Parecía un antiguo dispositivo de almacenamiento de memoria
para computadores.
-Aquí
están las pruebas que me prometió.- Sonrió satisfecho.-
Y
una vez se hizo con ese objeto y lo guardó en un bolsillo protegido usó el
mismo código de antes y fue capaz de abrir esa otra puerta.
-¡Sí!-
se dijo animado al trasponerla.- Estoy dentro. Ahora debo ir a las habitaciones
del rey.
Y deseando llegar a tiempo, Ópalo
cruzó con decisión algunos pasillos que ya le eran familiares. Al poco se
encontró justo frente a las estancias reales, aunque dos droidos de guardia le
cerraron en paso.
-¿Qué
deseáis?- Inquirió uno.-
-Vengo
a ver al rey.- Repuso con tono seguro y demandante.-
-No
está registrada ninguna audiencia.- Le rebatió el otro centinela.- Y menos en
las estancias privadas de su Majestad.-
-Preguntad
a su Majestad si desea recibirme.- Les ordenó él sin arredrarse.-
Sin embargo, esos dos androides,
lejos de obedecer, se aproximaron a él ordenando a su vez.
-Identifíquese
y muestre su acreditación o dese preso por vulnerar la seguridad de palacio.
-El
rey me identificará.- Replicó altivamente él, ganando tiempo sin embargo, al
agregar.- Llamadle y ya veréis.
-No
se molestará a su Majestad. Tiene importantes asuntos que le reclaman.-
Contestó uno de los robots.-
-Él
mismo lo dirá, ahí viene.- Señaló Ópalo hacia la otra parte del corredor.-
Ambos droidos miraron hacia allí
para confirmar el dato, lo que su interlocutor aprovechó sacando un arma para
destruirles con sendos disparos en sus cabezas.
-¡Estos
androides son estúpidos! - Se dijo pasando sobre ellos.-
Tocó a la puerta y no obtuvo
respuesta. Por suerte tenía la clave. No tardó en marcarla. Aunque esta vez no
surtió efecto.
-¡Maldita
sea! No lo entiendo.- Musitó frustrado.- Por qué no funciona?
Aunque la voz del Sabio le
respondió, congelándole en el sitio.
-Eso
es fácil de responder. Los traidores no tienen permiso para entrar en los
aposentos de su Majestad.
Al girarse para encararle
apuntándole con su arma el conde quedó perplejo al ver que el rey Coraíon
estaba junto a él. Éste le interrogaba con la mirada, entre atónito, incrédulo
y reprobador.
-Majestad,
vine para advertiros.- Pudo decir él bajando su pistola de inmediato.-
-¿Es
esta la forma en la que tratáis de advertir al rey? Intentando forzar la
entrada a sus aposentos tras destruir a sus guardianes?- Inquirió irónicamente
el Sabio.-
-¡Cállate!,
no estoy hablando contigo.- Le espetó su antagonista.- He venido para contarle
al rey todas tus mentiras.
-Ópalo,
espero que tengas una buena explicación para esto.- Intervino por fin el
soberano mirándole con gesto severo.-
-Claro
que sí.- Respondió él.-
-Entonces,
explícame quién ha asesinado a los marqueses de Crimson y al duque de Green-
Émeraude.- Estalló Coraíon.-
El conde abrió la boca perplejo. No
podía creer lo que acababa de escuchar.
-¿Qué
decís, Señor?- Pudo preguntar visiblemente estupefacto.
-Muy
simple.- Intervino el Sabio, contestándole con tono ofendido.- Mientras vos me
estáis acusando de conspiraciones imaginarias aquí, el príncipe Diamante y el
nuevo marqués de Crimson, Rubeus, han acudido allí donde han asesinado a esos
dos valientes servidores del rey. Y gracias a un mensaje que el duque de Green-
Émeraude pudo enviarnos antes de morir, hemos sabido que los asesinos
proclamaron actuar en nombre de la Tierra.
-¡Eso
no es posible!- Exclamó Ópalo.-
-Si
no me creéis a mí, preguntadle a vuestro amigo, el conspirador Cinabrio. Un
republicano que está confabulado con esos criminales.
Y antes de que el desconcertado
conde pudiera replicar a eso, un par de droidos trajeron a Cinabrio esposado.
Le arrastraban sin ninguna cortesía haciendo que sus rodillas golpeasen el
suelo. El individuo había recibido también algunos golpes y lucía magulladuras
en casi todo el cuerpo. Así, el rey le preguntó directamente a Ópalo.
-¿Niegas
conocer a este hombre?
-No,
Majestad, no lo niego.- Tuvo que admitir él.-
-Entonces
es cierto lo que ha confesado. Estabas confabulado con él.- Denunció Coraíon.-
-No
en el modo en que pensáis, Señor.- Contestó sin embargo él.- Nada hemos tramado
en contra vuestra.
-¿Estáis
planeando una conspiración con un republicano y tenéis la osadía de decir que
no vais contra nuestro rey?- Terció burlonamente el Sabio.-
-¡Bien
sabes que voy contra ti y tus manipulaciones! - Le espetó Ópalo enfrentando esa
mirada tan desconcertante que lucía su rival bajo aquella capucha.-
Y es que el conde juraría haber
visto encenderse dos ojos como dos carbones rojos, lo que le paralizó. Aunque
esa impresión pasó enseguida y ahora, mirando a la oscuridad que había bajo
aquel sayal, añadió con tono desafiante.
-Para
tu desgracia, hay algo que no sabes y que no pudiste anticipar. Alguien muy
poderoso me está ayudando y pronto acabará con tu amo.
-¿A
qué te refieres?- Quiso saber el ahora atónito Coraíon.-
-A
Sailor Némesis, Majestad.- Le contestó su interlocutor, desvelándole, para
mayor asombro del monarca.- Pude verla, la encontré cuando investigaba la
guarida secreta de este monstruo que tenéis por consejero. Está viva. ¿Me oyes,
Sabio? No pudisteis terminar con ella. Ni tu Señor oscuro, ni esa tal Marla.
-No
sé de qué me hablas.- Negó el encapuchado que a renglón seguido, añadió.- Ni
conozco a esa Sailor Némesis. Pero el mero hecho de que tenga ese nombre la
convierte en servidora de Serenity, lo cual confirma mis sospechas. La Tierra
tiene agentes ocultos aquí.
-Es
servidora de Serenity, sí.- Admitió Ópalo, afirmando pese a ello con orgullo.-
Pero se debe a la defensa de este mundo contra los poderes malignos que tú
representas. Ya veló por vuestra Majestad cuando erais muy pequeño, Señor.-
Sentenció dirigiéndose ahora al estupefacto rey.- Os tuvo en sus brazos y llegó
a acunaros. Incluso os salvó la vida. Ella me lo contó.
-¿Pero
se puede saber de quién hablas?- Inquirió el incrédulo Coraíon.-
-De
la dama Magnetita. Majestad. La camarera principal de vuestra madre la princesa
Ámbar.- Le contestó el conde.-
-¿La
dama Magnetita?- Repitió un atónito soberano, objetando con incredulidad.- Pero
si murió siendo yo un crío.
-Admito
que me equivoqué con vos, conde.- Intervino oportunamente el Sabio, para sentenciar.-
No sois un traidor, únicamente sois un demente. Droidos, llevad al Señor de
Ayakashi a una de las habitaciones de palacio y custodiarle hasta que hagamos
llamar un médico. Está claramente perturbado.
Ambos androides soltaron a un
exánime Cinabrio que cayó al suelo, iban a capturar a Ópalo pero este se
adelantó y en un intento desesperado se lanzó contra el rey, abrazándose a él,
sin que el estupefacto soberano pudiera reaccionar.
-¡Majestad,
debéis creerme! Os lo suplico.- Exclamó en tanto soltaba una de sus manos y la
metía en uno de los bolsillos del rey sin que el resto de los presentes se
percatase.-
Aunque a los pocos instantes los
androides le hicieron soltarse para derribarle al suelo. No pudo resistir la
fuerza que tenían, sujetándole de los brazos se lo llevaron a rastras igual que
habían traído a Cinabrio. Sus gritos resonaban por los pasillos en tanto sus
captores lo alejaban.
-¡Majestad!
Buscad las evidencias en vos. No confiéis en el Sabio…
Al fin, el silencio cayó sobre la galería
en la que Coraíon era incapaz de salir de su sorpresa y pesar. Fue el
encapuchado quien tomó la palabra con tono que daba la impresión de estar
consternado mientras dos droidas más aparecían para custodiar al todavía inerme
Cinabrio.
-Lamentablemente,
el Señor de Ayakashi ha perdido la razón. Este es el golpe que nos faltaba por
recibir tras la dramática pérdida de los mejores nobles de Némesis.
-No
lo entiendo. Y todavía no puedo creerlo.- Musitó el desconcertado rey.- ¿Qué le
habrá sucedido? Siempre fue un amigo y servidor leal.
-No
dudo de que los mismos agentes terrestres que han hecho esto fueron los
causantes de las muertes del Marqués de Crimson y del duque de Green- Émeraude,
Señor. Puede que no fuesen capaces de acabar con el conde, y sí de enloquecerlo.
Por ello debéis recluiros en vuestros aposentos. Ordenaré a una guardia de
droidas que os vigilen día y noche.
-Pero
mis hijos, y otros nobles corren entonces peligro.- Declaró el alarmado
Coraíon.-
-No
temáis, enviaré escoltas de droidas para protegerles. Y si me lo permitís, os
daré un consejo. De cara a ellos es mejor no comentar la locura del conde
Ópalo. Desgraciadamente ya tenemos demasiados problemas. Sería muy triste que
sus hijas lo averiguasen. No podemos permitirnos el lujo de perder a más leales
o de que tengan sus mentes en otras cosas que no sean la defensa del reino.
El afectado soberano asintió,
accediendo a entrar en su habitación.
-Sí,
tienes razón. Ocúpate de todo, tengo que descansar.- Le pidió al Sabio.-
-Como
vos digáis, Majestad.- Convino éste alejándose de allí, flotando como
acostumbraba.-
Al
fin, Coraíon abrió la puerta de sus estancias privadas y se metió. Una vez en
el interior cerró tras él suspirando y moviendo la cabeza. ¿Qué demonios estaba
sucediendo? ¿Acaso todo el mundo estaba perdiendo la razón?
-Ha
sido terrible, en cuanto descanse hablaré con Ópalo. No puedo dejarle así. Pero
debe calmarse. Por su bien y el de sus hijas. No quiero creer que pueda ser un
traidor…
Se estaba quitando el traje cuando
notó algo en un bolsillo. Con todo lo sucedido ni se dio cuenta de cómo habría
llegado eso allí. Al sacarlo vio que se trataba de un objeto rectangular. Una
antigua tarjeta de memoria.
-Ha
debido de ser Ópalo cuando se echó encima de mí.- Dedujo de inmediato.- Me lo
ha escondido para que el Sabio no lo viese.
Y lleno de curiosidad e interés no
tardó en encontrar un aparato capaz de reproducir el contenido de aquello., Por
suerte conservaba algunos antiguos ingenios de su abuelo que habían sido
reparados por su hijo Zafiro.
-Espero
que funcione todavía, parece un
dispositivo muy antiguo..- Deseó una vez conectó ese viejo ordenador que tenía
en su cuarto y le introdujo aquella tarjeta.-
Y lo hizo. De este modo por boca de
su difunta madre y de aquella dama Magnetita, el rey pudo ver y oír algunas
cosas que le hicieron cambiar totalmente su percepción. Al principio le
llenaron de asombro y de incredulidad, luego de preocupación y horror. El mal,
en efecto, estaba a su misma diestra. Y quizás ya fuera tarde para combatirlo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)