Los dos
jóvenes caminaban nerviosos, pensando en cómo podrían hacer aquello que su
líder les había encomendado.
-No creo que seamos capaces. – Comentaba un inseguro
Cobre.-
-Lo seremos. Tu padre es el médico Real.- Le animó Perla.-
Él sabrá cómo permitirnos entrar sin levantar las sospechas de la guardia.
-No me parece que el príncipe Diamante haya autorizado
ninguna visita médica a la duquesa.- Comentó el joven, no sin escepticismo,
para agregar.- Y además, mi padre no está al corriente de mis actividades. No
deseo meterle en problemas.
Perla le
detuvo en seco tomándole de los hombros para susurrar con tono convencido.
-Escucha. Ya no hay vuelta atrás. Es una lucha por la
supervivencia. ¡O ellos, o nosotros!.- Sentenció.-
Y ella
sabía muy bien de lo que hablaba. Provenía de una región del sur del planeta,
una de las más pobres. A dónde menos llegaban las infraestructuras. Antes, en
los tiempos del rey Coraíon, sí que se había establecido un plan para fabricar
e instalar más tubos comunicadores, y canalizaciones de agua. También estaba
prevista la construcción de plexiglás para hacer habitable mucha más extensión
de terreno y poblarla con árboles, cultivos y otras cosas fundamentales. Sin
embargo, al poco de la muerte del soberano, todo se paralizó. Aquellos planes
demenciales del príncipe Diamante para conquistar la Tierra dieron al traste
con esas mejoras. Perla fue tomando conciencia de esa situación entre la cada
vez mayor carestía y la creciente represión contra cualquiera que alzase la voz
en demasía. Sus padres poco podían hacer para alimentarla, ni a ella ni a su
hermano Oro. Por ello les enviaron al norte, a la capital. Allí quizás podrían
ganarse la vida. Al principio fue muy arduo. Ella tuvo que trabajar en todo lo
que pudo, de minera, agricultora, etc. Aunque los androides hacían cada vez
menos necesaria la participación humana en ninguna de esas tareas. Eso condenaba
a muchas personas a sentirse inútiles y casi pensar que les daban caridad cada
vez que se les ofrecía una ración de alimento gubernamental. Aquello le parecía
indigno a Perla. Aunque se sentía impotente y sin saber qué hacer. Entonces
conoció a Cinabrio. Fue durante uno de esos asaltos de los rebeldes. Para
asombro de la jovencita, un grupo capitaneado por ese hombre destruyó algunas
infraestructuras y a un par de droidos que repartían alimentos en plena calle.
Ella, furiosa por semejante despilfarro, no se calló.
-¿Estáis locos acaso?. ¡Mirad lo que habéis hecho! - Les
abroncó, cuando el resto de las personas allí presentes ni se atrevieron a
abrir la boca y sí corrieron a rescatar cuanta comida pudieron.-
-Vaya.- Comentó entonces uno de los rebeldes, dirigiéndose
a ese hombre que les lideraba.- Aquí tenemos a una partidaria monárquica.
-Yo no soy monárquica. Solamente soy sensata. ¿Cómo vais
a lograr el apoyo de la gente si les priváis de la comida y el agua, eh? ¡Sois
unos majaderos!
Aquel torvo
individuo que había hablado se aproximó a ella con intenciones poco amistosas,
aunque su jefe le detuvo con un gesto para declarar.
-Espera Pirito. Esta niña tiene razón. Dime.- Sonrió
adustamente para preguntar con visible interés.- ¿Qué harías tú en nuestro
lugar?
Y tras
reflexionar durante unos momentos, la muchacha respondió sin arredrarse,
mostrándose muy segura para alguien de tan poca edad.
-Construiría en vez de destruir. Ayudaría a la gente a
producir más oxígeno y comida. Sobre todo en las regiones más pobres. Les
devolvería la dignidad de procurarse su propio sustento. ¿Queréis que os apoyen
contra la tiranía de Diamante?. Pues esa es la manera. Yo, desde luego, lo
haría si viese que os importan las personas y no solamente las ideas…
Aquello
hizo pensar a su contertulio, tras mesarse la barbilla, asintió. Luego sonrió
con aprobación y declaró.
-Tienes toda la razón. Únete a nosotros y te prometo que
comenzaremos a trabajar más por el bienestar de las personas. Aunque no sea tan
sencillo como crees.
-Ayudar a los más necesitados siempre es sencillo. Lo
difícil es pretender combatir el miedo con más miedo. Y lo único que habéis
logrado hasta ahora es que mucha gente os tema tanto como a los androides de
Diamante. – Replicó la joven, reprochándole a continuación con indignado tono.-
Los habitantes de Némesis están asustados por los dos bandos, además de sentirse
humillados y morirse de hambre y frio en muchos sitios. Pero ninguno de
vosotros vais a auxiliarles. ¿Qué os hace mejores que el príncipe y su Corte de
privilegiados entonces?
-¿Qué tonterías son esas?- Intervino una muchacha algo
mayor que ella, mirándola con malestar.- Nosotros luchamos por la libertad. No
nos compares ni en broma con ese canalla de Diamante y su séquito. Se limitan a
echarle la culpa a la Tierra de todos nuestros males.
Ambas
enfrentaron sus miradas en lo que parecía presagiar un altercado. Aunque el
jefe de los republicanos intervino entonces tratando de serenar los ánimos.
-Tranquila Lazulita. Esta chica es honesta y valiente.
Nos sería de mucha ayuda. Dinos, ¿cómo te llamas?
-Perla de la casa de Arenisca.- Replicó la jovencita con
orgullo en su tono, deseando saber a su vez.- ¿Y tú?
-Soy Cinabrio, de la casa de Uralita.- Contestó
rápidamente él.- Te invito a que vengas con nosotros y nos aportes tu visión de
las cosas.
Y Perla
así lo hizo. Entonces los atentados comenzaron a remitir. Únicamente se
centraron en destruir o sabotear elementos estrictamente diseñados para atacar
la Tierra. O a robar recursos para dárselos a las familias más necesitadas.
Perla tuvo razón, eso comenzó a granjearles un creciente apoyo popular. Al hilo de aquello, se acordó de otro debate
que tuvieron en su cuartel general. Lazulita comentaba con tono inquieto.
-Ahora Diamante y el Sabio dirán que somos agentes de
Endimión. Centrarnos en destruir las instalaciones del astropuerto de la capital
o algún cañón de defensa orbital hace que las apariencias les den la razón.
-Sí.- Convino entonces ese chico al que también conoció
allí, de nombre Cobre.- Mi padre me ha comentado algo parecido. Se ocupan de
obviar muy convenientemente nuestros repartos de comida. O las ayudas que
procuramos en las reparaciones de domos o de sistemas de soporte vital. En la
Corte lo único que están publicitando son nuestros ataques como acciones de una
quinta columna sufragada por Endimión.
Perla
observó el gesto preocupado de Cinabrio. El líder estaba sopesando aquellas
palabras. Ella decidió intervenir, afirmando.
-A mí el rey Endimión no me ha hecho nada. Ni a mi
familia tampoco, ni a mis abuelos… Pero esta dictadura tiránica de Diamante,
apoyada en los consejos de ese encapuchado siniestro, sí. Mis enemigos no son
los reyes de la Tierra. Con todo respeto, no creo que en Neo Cristal Tokio
sepan ni tan siquiera que existimos.
-Eso no impide que el príncipe Diamante y sus nobles nos
usen como justificación en sus planes contra la Tierra.- Replicó Lazulita.- Por
ello, me opongo a seguir atacando esas instalaciones.
-En eso estoy de acuerdo.- Afirmó Perla.- Nada vamos a
conseguir de esa manera. Ellos las reconstruirán consumiendo más recursos
todavía. Y serán aquellos bienes destinados a los más necesitados los que
utilicen, de modo que también nos culparán de eso.
Cinabrio
asintió. Desde ese momento los ataques y atentados se terminaron. En lugar de
eso, la lucha se centró en averiguar todo lo posible acerca de los planes del
príncipe Diamante y de su consejero el Sabio. Y al menos, la estrategia de
ayudar a la gente en lugar de destruir comenzó a funcionar. Cada vez más
personas estaban en contra de la monarquía, pues empezaban a verla como el
reflejo de la pobreza, la desigualdad y la opresión. Ahora, paradójicamente,
ellos tenían que infiltrarse para ayudar a una de esas nobles antaño servidoras
de Diamante, la duquesa de Turquesa, caída súbitamente en desgracia.
-La tal Turmalina estaba en los calabozos, si mal no recuerdo.
– Apuntó Cobre sacando a su compañera de esos pensamientos.-
-Eso es lo que nos han dicho.- Afirmó ella, suspirando
algo intranquila.- Espero que la fuente sea fiable.
Llegaron
ante una de las entradas. Como no podía ser de otro modo, custodiada por
droidos. Aunque eso no sería problema. Cobre se identificó como hijo del doctor
Jaspe.
-Pasad, Señor Cobre.- Fue la impertérrita réplica de una
de esas máquinas.-
Como la
muchacha iba con él, el permiso para entrar se le extendió a ella también. Perla
caminaba ahora por el interior de palacio. Era la zona reservada al tránsito de
los visitantes, de modo que su seguridad no era demasiado importante. A pesar
de todo no pudo evitar quedar impresionada por esas instalaciones tan grandes,
con techos abovedados que se elevaban decenas de metros en algunos puntos.
Acostumbrada como estaba a muchos lugares claustrofóbicos, eso le parecía
irreal.
-¡Es increíble! Que algunos vivan así, y que la mayor
parte de los demás estemos hacinados en esos pequeños habitáculos.- Le comentó
en voz baja a su acompañante entre estupefacta e indignada.-
-Al principio yo pensaba que todo el mundo en Némesis
vivía como en la Corte.- Repuso el azorado chico.- Pero cuando descubrí que no
era así… bueno, por eso, entre otras cosas, me uní a la resistencia.
Así
había sido. Cobre creció en la Corte, aunque sin ver demasiado a los altos
dignatarios y nobles importantes. No obstante, su padre Jaspe le contaba
bastantes cosas. Evidentemente otras no, por mor del secreto profesional o de
que él era demasiado pequeño para conocerlas.
-Esta gente es realmente muy egoísta.- Sentenció Perla.-
-No todos son así. Mi padre me contaba que el rey
anterior era una buena persona, y que su esposa, la reina Amatista, fue una
princesa llegada de la mismísima Luna Blanca y que amaba realmente a la gente y
deseaba ayudar…
Y lo
comentó cuando ambos pasaron cerca de los jardines de palacio. Aquellos
hermosos lugares llenos de árboles y flores. Por desgracia, transcurridos años
ya del fallecimiento de la reina, habían quedado muy abandonados. Se realizaba
un mantenimiento bastante deficiente dado que la mayor parte de los recursos
estaban enfocados en aquella guerra contra la Tierra. Pese a todo todavía
quedaban áreas muy hermosas. Sin poder reprimir su curiosidad, Perla se
aproximó a una de las entradas y leyó un cartel holográfico.
-Galería floral Sonia Calderón. ¿Quién sería?- Se
preguntó en voz alta.-
-No lo sé. Puede que una persona importante, creo que de
los tiempos de los pioneros.- Le respondió un inseguro Cobre.-
-Aquí dice que ella plantó muchas de estas flores y
árboles, y que consagró su vida a crear belleza. Debió de ser una buena
persona.- Sonrió levemente Perla al leer ese rótulo holográfico explicativo. Además,
constató otra cosa que le gustó.- Y no indica que poseyera ningún título
nobiliario.
- Sí, mi padre me contó que en los primeros tiempos era
así. Casi nadie tenía títulos. -Le contó el chico indicándole de seguido.- Más
allá, está la galería dedicada a la doctora Topacita. Mi padre me contó que fue
una de las primeras médicos Reales. Y al fondo, la galería Mei Ling Chan, quien
fue una científica que ayudó mucho a crear curas para las enfermedades y
problemas producidos por el entorno de nuestro planeta. - La ilustró su
compañero.-
-La energía oscura.- Musitó Perla, casi de forma
filosófica, para sentenciar.- Es al mismo tiempo la fuente de nuestro sustento
y la de nuestros problemas. Y parece que ya lo fue de igual modo en tiempos de
los pioneros.
-Más al fondo todavía están las galerías dedicadas a la
princesa Ámbar y a la reina Amatista.- Le contó el chico, casi a modo de
lección de historia.- Los padres de Ámbar fueron pioneros que trabajaron muy
duro para construir habitáculos y ayudar a prosperar a este mundo. En un
principio ella no era ninguna princesa. Se casó con el príncipe Karst, el hijo
de Corindón, el primer líder de Némesis y su primer soberano.
Aunque
eso a su compañera no le importaba demasiado. Estaba claro que, si las ideas originales
de aquellos antiguos habitantes de Némesis se hubieran seguido aplicando, la
población en general gozaría de esa calidad de vida que tenían en este enorme
palacio. En lugar de eso, se había abierto una brecha casi insalvable entre las
clases privilegiadas y el resto.
-Bueno, tenemos que ir hacia los calabozos.- Le recordó
ella a su guía.-
Su
acompañante asintió, por un lado les pesaba dejar aquel lugar tan hermoso.
Aunque lo primero era el deber. Por suerte las noticias en la Corte circulaban
deprisa y no tardó en saberse que la duquesa de Turquesa había sido acusada de
traición y encerrada en prisión. A pesar de ello tuvieron que pasar un par de
días para poder ponerse en marcha. Ante todo no debía comprometerse la
seguridad.
-Supongo que por esa razón nos habrá enviado Cinabrio.-
Conjeturó Cobre.- Esa mujer ha estado en nuestro cuartel general.
-Ya nos estamos trasladando a otro sitio. Por seguridad.-
Repuso Perla.- A buen seguro que la habrán interrogado y, aunque intentase
resistirse, es cuestión de tiempo que, de un modo u otro, le saquen lo que
sabe.
La chica
recordaba que Cinabrio les contó cómo se las gastaban en los calabozos Reales.
Él mismo sufrió una brutal paliza a manos del ahora difunto marqués de Crimson.
Sí, ese individuo había muerto, según la versión oficial, junto con las cuatro
hermanas de la familia Ayakashi, en combate contra los enemigos terrestres. El
propio príncipe lo comunicó al pueblo de Némesis, asegurando que se les
rendirían honras fúnebres al marqués y a sus subordinadas en reconocimiento a
su valor y abnegación en el cumplimiento de su deber.
-No sé, Cinabrio cree que eso es mentira.- Comentó
Cobre.- Y mi padre piensa lo mismo, en la Corte circulan rumores muy
inquietantes sobre lo que de veras sucedió…
-¿Qué dicen esos rumores?- Quiso saber Perla.-
- Que el marqués, un tal Rubeus, era un déspota y un incompetente.
Las cuatro hermanas Ayakashi hartas de su tiranía desertaron, pasándose al
bando de las guerreras de la luna y él fracasó y murió cuando explotó su nave,
tras ser derrotado por Sailor Moon.
-¿Sailor Moon?. ¿Quién es esa?- Inquirió la muchacha con
tono sorprendido.-
-Una especie de guerrera guardiana del pasado. Al menos
eso ha oído mi padre.
-¿Y no te ha contado nada más?- Le preguntó su curiosa
compañera.-
-Bueno, él no me lo contó a mí. Se lo dijo a mi madre, yo
les escuché hablar sin que se dieran cuenta.- Le aclaró Cobre.-
La madre
del chico, Euclasa, era técnica de estructuras y trabajaba a las órdenes
directas del Infante Zafiro. Al parecer ese era el menos malo de la familia.
Por lo menos, solamente se interesaba por sus trabajos y los droidos y dejaba
en paz a los demás.
-Sí, mi padre siempre dice que es el más comprensivo y
sensato de la familia.
-Y se dedica a fabricar los androides que nos persiguen y
nos atacan.- Suspiró Perla moviendo la cabeza para hacer una pregunta retórica
teñida de sarcasmo.- Pues ¿cómo serán
los otros?
Su
compañero asintió despacio. A buen seguro mejor no averiguarlo. Entre tanto, el
aludido Infante de Némesis estaba en un periodo de descanso. A él le llegaron
asimismo esos rumores, pero fue a través de la mismísima Esmeralda. Cuando esa
muchacha acudió a verle para que le mostrara los progresos del encargo que le
hizo.
-Hola Zafiro.- Saludó amablemente ella.- Espero no
importunar, venía a ver si habías terminado esos dispositivos.
-Ya están acabados, - Repuso desapasionadamente él.-
-¡Fantástico!- Exclamó ella, declarando llena de
satisfacción.- Ahora podré ocuparme de sustituir con plenas garantías a ese
necio de Rubeus.
-¿Qué ha pasado con él?- Se interesó Zafiro ahora.-
¿Volverá aquí?
-¿Volver aquí?, ¡ja, ja, ja! - Se rio su interlocutora
atronando el lugar con esa tremenda carcajada suya.- Lo veo difícil.
El atónito
Infante tuvo que taparse los oídos, al fin, cesó esa terrible risa y Esmeralda
le contó.
-Ese imbécil jamás volverá. Murió cuando estalló su nave…
-¿Qué ha pasado con las cuatro hermanas?- Se inquietó
Zafiro con expresión de evidente preocupación.-
-No les ha sucedido nada que yo sepa. No estaban con él.-
Replicó su interlocutora, que se sonrió de inmediato con malicia para añadir.-
Creo que le abandonaron, desertaron. Eso es alta traición aunque puedo
comprenderlas muy bien. Incluso tienen mis simpatías por ello. Nadie podría ser
capaz de soportar servir a un inútil como Rubeus. Bueno, cuando vaya a la
Tierra, si las veo…
-¡Déjalas! - Le ordenó Zafiro con tinte bastante más duro
de lo que era habitual en él.-
Esmeralda
le observó sorprendida, interrogándole con la mirada. El joven enseguida se
apercibió, añadiendo ya en un tono más calmado.
-Disculpa. Quiero decir que no debes perder el tiempo con
ellas. La misión es más importante.
-Descuida.- Sonrió su contertulia, afirmando.- Ya te he
dicho que no tengo nada en su contra. Salvo que tu hermano me ordene lo
contrario, no me ocuparé de ellas.
Eso dio
la impresión de tranquilizar a Zafiro quien no tardó en dejar el tema. Le
mostró a Esmeralda aquello que había estado preparando acorde a las
indicaciones de la joven. Eran unas pequeñas estatuitas con la figura de la
duquesa de Green- Émeraude. Tras explicarle cómo poder usarlas ella replicó a
modo de recapitulación.
-Si lo he entendido bien, una vez las coloque, estas
figuritas absorberán la energía oscura, crecerán y multiplicarán el poder de
dicha energía, destruyendo para siempre la posibilidad de asentar un cristal
punto ahí.
-Así es. De este modo, podrás eliminar en el pasado los
lugares de poder sobre los que las guerreras guardianas de Cristal- Tokio, se
sitúan ahora.
-¡Su fuerza será anulada y podremos tomar el palacio! - Completó
Esmeralda de modo triunfal.-
Dicho esto, los dos
fueron a contarle el plan a Diamante. Aunque Zafiro seguía inquieto. No podía
dejar de pensar en las hermanas, sobre todo en Petzite.
-No entiendo porqué desertarían.- Se preguntaba.-
Sin embargo,
otros asuntos más importantes reclamaron su atención. La reacción de la caldera
parecía estar variando. Era como si algún tipo de energía exterior la
estimulase a aumentar su potencia.
-No lo comprendo.- Reflexionaba durante una pausa que
dedicaba para comer algo.- ¿De dónde saldrá ese poder?
Por su
parte, Perla y Cobre llegaron al fin hasta la zona de mayor seguridad. Allí
estaban los calabozos. El joven recurrió a ese plan que habían elaborado. Era
muy arriesgado y posiblemente pueril, pero no tenían otra cosa mejor. De modo
que, tratando de sonar calmado y despreocupado, se aproximó hasta uno de los
centinelas robots y le llamó.
-Tengo que ver a la prisionera Turmalina. Reconocimiento
médico. -Le dijo.-
-Nadie me ha informado de eso.- Repuso el androide.-
-Ni a mí, hasta que el príncipe Diamante dio la orden.-
Repuso él, alegando.- Bueno, me ordenó que se lo dijera a mi padre, el doctor
Jaspe. Pero se halla ocupado y para una
simple revisión me basto yo que estoy estudiando medicina con él. Solamente
preciso de mi ayudante.- Agregó incluyendo a Perla.-
-Debo confirmarlo.- Contestó el androide.-
-¿Acaso piensas realmente que el príncipe querrá que le
molestes para confirmar una orden tan nimia?- Intervino Perla en un arranque de
audacia.- ¡Eso no es lógico! ¿Es que no ves que es el hijo del propio doctor Jaspe
quién te lo está ordenando?
Y aquello
increíblemente hizo que esa máquina lo reconsiderase.
-Ese es un planteamiento válido. Pueden pasar.
No
quisieron dudar y con paso decidido cruzaron esa puerta. Entraron en una
galería que les llevaba directamente a las celdas. Al recorrer unos pocos
metros vieron que la prisionera estaba allí, tumbada en un camastro. Parecía
dormida.
-Dama Turmalina.- Le susurró Perla.-
En un
primer instante no obtuvo réplica. Empero, al insistir al fin logró que esa
mujer se girase para mirarla. Aunque lo que tanto ella, como su compañero Cobre,
vieron, les dejó horrorizados, en tanto esa individua, casi con un gemido
lastimero, preguntaba.
-¿Quiénes sois?...
Los ojos
de esa desgraciada parecían totalmente opacados, como si no pudiera ver nada
con ellos. Perla tuvo que contener una exclamación de horror. Fue Cobre quién,
más dueño de sí, le preguntó con idéntico estupor y espanto que su compañera.
-¿Qué os ha ocurrido?
-Reconozco tu voz.- Sonrió esa pobre individua ahora con
un tono excesivamente jovial.- El joven hijo del doctor Jaspe. ¿Has venido a
jugar?
-No, vine a ver si queríais alguna cosa.- Pudo decir el
impactado muchacho.-
-Mi casa. Quiero irme a mi casa.- Sollozó entonces esa
mujer.- ¡No quiero, no quiero que él me encuentre!…
-¿Él?. – Repitió Perla, preguntando.- ¿Quién es él?
-¡La Muerte, ese es él! - Gemía ahora su interlocutora de
modo histérico.- ¡Vendrá a llevárseme! Me lo ha dicho…
Ambos jóvenes
se miraron entre estupefactos y horrorizados. ¡Esa pobre mujer estaba completamente
loca! ¿Qué habrían podido hacerle para que se quedase así? Se apartaron unos
metros de la celda, dejando que la duquesa divagase entre sollozos y lamentos.
-Tengo que llamar a mi padre, ahora de verdad. Y debo
contarle esto.- Le susurró Cobre a su acompañante.- La Dama Turmalina necesita
ayuda.
-Si lo haces te hará preguntas. Para empezar, querrá
saber cómo has podido entrar aquí.- Replicó su contertulia, musitando a su
vez.-
-Ya inventaré algo. De todas formas, cuando la vea no
creo que se preocupe por lo que le diga.- Opuso el muchacho.-
Decidieron
pues salir, la reclusa no pareció percatarse de eso, o incluso pudiera ser que
ni fuera ya consciente de su presencia. Al fin, volviendo hasta donde estaba
aquel androide, le dijeron.
-Mi padre ha de venir enseguida. La prisionera no está en
condiciones.
Sin
embargo ese robot droido se negó, acusándoles a su vez.
-No he obtenido ninguna confirmación de vuestras afirmaciones.
No estabais autorizados por el príncipe Diamante, ni por su consejero el Hombre
Sabio. Seréis retenidos aquí hasta que deis una explicación convincente.-
Sentenció, en tanto otro robot más aparecía tras de ellos.-
Ambos
chicos estaban asustados, no podrían ni escapar ni enfrentarse a esas máquinas.
Por fortuna, una voz masculina se escuchó detrás de ese androide.
-Yo les doy permiso. Déjales ir.
-¿Quién es?- Quiso saber el androide.-
-El Infante Zafiro.- Se anunció éste, insistiendo.- Dejad
que salgan…es una orden mía.
De
inmediato ambos droidos obedecieron. El extrañado Infante les detuvo con un
gesto y quiso saber, preguntando con tono sorprendido pero amable al mismo
tiempo.
-¿Quiénes sois y por qué estabais aquí?
-Soy Cobre, Alteza. El hijo del doctor Jaspe.- Le
contestó respetuosamente éste.- Me enteré que la duquesa estaba prisionera y
quise venir a interesarme por su estado, pero está muy mal. Mi padre tiene que
verla.
-¿Qué le pasa?- Inquirió el preocupado Infante.-
-Se ha vuelto loca. Dice cosas muy raras.- Terció Perla.-
-¿Tú quien eres?- Le preguntó aquel hombre, alto y
apuesto, de cabellos y ojos azules oscuros.-
-Soy...yo..- Fue capaz de musitar la chica, totalmente
descolocada.-
Ahora
sentía miedo, ese hombre era el hermano de aquel tirano. Si descubría que era
una infiltrada de los rebeldes a buen seguro que ordenaría que la encerrasen
junto a esa desdichada duquesa. Y si aquellos sádicos habían dejado a la Dama
Turmalina en aquel terrible estado siendo una de las suyas ¿Qué no podrían
hacerle a ella?. Por fortuna, Cobre intervino salvando la situación.
-Es una compañera de estudios. Vino a ayudarme.
-Id en busca de tu padre.- Le indicó el Infante entonces
al muchacho.-
Esos dos
obedecieron al punto, corriendo sin parar. Por su parte, Zafiro pensaba en lo
sucedido solamente unos minutos antes. Seguía en la pausa de su trabajo
meditando sobre la extraña situación en la caldera cuando vino a verle Talco.
Aquel anciano estaba muy nervioso.
-¿Puedo hablar con vos unos momentos, Alteza?-Le pidió
mirando en derredor suyo, como si temiese que alguien pudiera estar
escuchándole.-
-Por supuesto. Decidme, señor Talco.- Le invitó Zafiro,
en tanto le ofrecía.- ¿Deseáis sentaros o tomar algo quizás?
-No, gracias Alteza. Veréis. Estoy muy preocupado por la
duquesa de Turquesa.
-¿Qué la pasa?- Inquirió el joven.-
Su
interlocutor le miró perplejo, a los pocos instantes se rehízo para responder.
-¿Acaso no lo sabéis? Vuestro hermano ordenó detenerla,
la acusó de alta traición. De colaborar con los rebeldes.- Le contó, dejándole
atónito.-
-Apenas salgo de aquí.- Confesó Zafiro.- No tenía ni
idea. No lo comprendo. Hablaré con mi hermano.
-Únicamente os ruego que, por favor, os aseguréis de que
ella está bien. Yo no pude hacer nada y no deseo irritar al príncipe Diamante.
-No veo porqué ibais a irritarle si vuestra preocupación
es genuina. Supongo que mi hermano habrá tenido sus razones para actuar de esa
manera. Aunque la duquesa de Turquesa tiene sus derechos. No temáis, iré
enseguida a ver qué ocurre.- Tranquilizó a aquel angustiado individuo.-
-Tened cuidado, y… por favor. No le contéis al príncipe
que yo os lo he dicho. - Le pidió su contertulio, apenas susurrando con
evidente inquietud. - Quizás al Consejero no le guste.
-¿Al Hombre Sabio?- Inquirió un incrédulo Zafiro.- ¿A él
que le podría importar?...
No
obstante, pudo darse cuenta de la expresión de temor que dominaba el semblante
de Talco, de modo que asintió.
-Perded cuidado, quedará entre nosotros.
-Muchas gracias, Alteza.- Suspiró su interlocutor.-
Gracias.- Añadió, alejándose de allí con premura.-
Y Zafiro
cumplió su promesa. Tan pronto pudo se dirigió hacia los calabozos. Llegó justo
en el momento de presenciar aquella escena. Esos dos muchachos estaban siendo
amenazados con ser retenidos. Aquello le pareció absurdo. ¡Uno era el hijo del
doctor Jaspe, y la chica era apenas una jovencita! Posiblemente estuvieran
recorriendo el lugar para buscar intimidad o sencillamente fuese una tontería
juvenil. No obstante, le preocupó lo que le contaron acerca de la duquesa. Así
pues, una vez les vio alejarse de allí a toda prisa, decidió visitar a la
prisionera.
-Déjame pasar.- Le ordenó al androide.-
Por esta vez, el
droido le obedeció sin poner reparos. Al menos este era un prototipo diseñado
por él, sin apenas tiempo de servicio. Nadie lo podría haber manipulado todavía
para acatar órdenes ajenas a las suyas. De modo que, tranquilo a ese respecto,
entró a la galería de celdas y una vez allí, se aproximó a la de la duquesa.
-Dama Turmalina.- La llamó con prevención.-
La mujer
estaba acostada en un camastro. Zafiro pensó que estaría dormida. Avisó a uno
de sus droidos.
-Abre.- Le ordenó.- Voy a visitar a la prisionera.
El
androide hizo lo que se le mandó. El Infante pudo acceder al interior de la
celda. Al mirar desde otro ángulo pudo constatar que la duquesa no dormía,
apenas decía algo ininteligible. Aunque lo que más le impresionó fue ver esos
ojos sin vida y opacos.
-¿Qué os ha ocurrido?- Preguntó él con horror.-
-Va a venir a por mí…vendrá a por todos nosotros.- Gemía
ella, sin prestar atención a la pregunta.-
-¿De qué habláis?- Quiso saber su perplejo interlocutor.-
Dama Turmalina.- Insistió.-
-No, no os fieis de él. Nos destruirá…- Musitó la mujer.-
¿A quién os referís?- Inquirió el joven.-
-Él, es…el rostro de la muerte…-Pudo susurrar la aterrada
Turmalina.- Bajo esa capucha…
-¡El Sabio!- Exclamó Zafiro.- ¿A él os referís? ¿Qué os
ha hecho?- Preguntó con creciente asombro y preocupación.-
Pero la
duquesa no dijo nada más, se acurrucó en posición fetal sollozando. Su
visitante la contempló alarmado. Por suerte el doctor Jaspe no tardó en venir.
-Aquí estoy, Alteza. Mi hijo me ha dicho que deseabais
que viniera.- Saludó el médico.-
-Llevadla a vuestro hospital. Bajo mi responsabilidad.-
Le ordenó Zafiro indicándole que entrase en la celda de la duquesa.-
Tras
reconocerla brevemente el médico quedó tan impactado como él y los demás. No lo
dudó ni por un instante y así lo hizo con la ayuda de un droido camilla. Antes
de partir, su contertulio le pidió.
-Informadme puntualmente de su estado.
-Sí, Alteza.- Asintió el facultativo, llevándose a su
paciente.-
Por su parte el
Infante de Némesis fue en busca de su hermano. Diamante estaba terminando de
almorzar, aunque su mente estaba puesta en los avances que pudieran hacerse en
el pasado.
-Esmeralda ya debería haber informado.- Musitaba
contrariado.- No es propio de ella retrasarse tanto. Espero que haya obtenido
resultados.
En ese
instante Zafiro entró en sus estancias con paso presuroso. Eso extrañó a
Diamante.
-¿Querías alguna cosa?-Le preguntó.-
El
recién llegado no tardó en ponerle al corriente de lo que había ocurrido. Aunque,
lejos de apiadarse de esa desgraciada, el príncipe sentenció.
-Esa traidora estaba muy bien en su celda. Ordena al
doctor Jaspe que vuelva a llevarla allí.
-Pero hermano. Estaba completamente trastornada, y esas
cosas que dijo sobre el Hombre Sabio.- Arguyó Zafiro.-
-Únicamente mentiras, pretenderá librarse de su juicio
por traición haciéndose la demente.- Repuso su contertulio, sin dejar de
comer.-
-Pues yo quisiera saber qué es lo que tu consejero tiene
que decir.- Insistió Zafiro.-
Ante eso
Diamante, con gesto aburrido, activó un intercomunicador.
-Hombre Sabio, deseo verte ahora.- Le llamó.-
En apenas
unos instantes aquel individuo brotó del suelo de la habitación, a modo de
proyección tridimensional.
-Aquí estoy, Alteza.- Repuso con tono sumiso.- Para lo
que deseéis mandarme.
-Dime. ¿Qué ha pasado con la duquesa Turmalina?- Inquirió
Diamante.-
-La duquesa ha sufrido un ataque. Unos droidos centinelas
me lo notificaron. Acudí a visitarla pero comenzó a culparme de todos sus
males, diciendo que yo le iba a traer la muerte. Le contesté que ni tan
siquiera estaba al corriente de su triste situación. Pero no atendía a razones.
Iba a comunicároslo. - Declaró el encapuchado.-
-¿Y por qué no lo hiciste de inmediato?- Le preguntó
Zafiro con tono desconfiado.-
-Alteza, debo ocuparme de muchas cosas. Entre ellas de
monitorizar la misión al pasado y controlar los movimientos de la resistencia
anti monárquica. Mucho me temo que, sumido en esos asuntos de la máxima
prioridad, olvidé notificárselo al príncipe. Os presento mis excusas.
-Está bien. - Intervino Diamante agitando descuidadamente
su mano derecha.- No me preocupa que esa mujer esté loca. Eso suele suceder
mucho aquí. Que el médico de palacio la examine y que dictamine si es cierto o
si se trata únicamente de una treta para eludir su castigo.
-Así se hará, Alteza.- Afirmó el encapuchado.- Me
encargaré de notificárselo al doctor Jaspe.
Aunque
antes de que este se retirase tal y como había venido, Zafiro intervino
agudamente para ofrecerse.
-Yo me ocuparé. El Hombre Sabio tiene razón, con tantas
cosas en su cabeza esto seguramente no sería sino otra molestia para él. Yo
casi he puesto a punto la caldera. Tengo tiempo.
-Muy bien.- Convino Diamante, deseoso de dejar ese tema.-
Lo dejo en tus manos, hermano.
-Eso, si el Sabio no tiene inconveniente.- Contestó
cautelosamente el joven.-
-En absoluto, os agradezco vuestra ayuda tan desinteresada,
Infante Zafiro.- Replicó el encapuchado, desapareciendo bajo el suelo.-
Dicho
esto, Zafiro se marchó también del salón del trono. Fue directo al dispensario
de urgencia. El doctor Jaspe había estabilizado a la Dama Turmalina que ahora
sí dormía.
-¿Y bien?-Quiso saber el Infante al llegar.- ¿Cómo se
encuentra?
-Nunca había visto nada igual. Parece estar totalmente
ida y en pánico.- Le describió el atónito doctor.- No está nada bien. Precisa
de cuidados y de mucho reposo.
-En tal caso, manténgala aquí. Yo informaré a mi
hermano.- Le indicó Zafiro.-
Y tras
dar estas instrucciones se fue para seguir con su trabajo. De hecho, no le
había dicho la verdad a Diamante, tenía bastantes cosas por hacer pero algo le
hizo pensar que, de haber dejado que el consejero se encargase de Turmalina,
ésta no hubiera durado mucho.
-A veces tengo la impresión de que el Hombre Sabio se
guarda demasiados secretos. – Meditó.-
Entre
tanto, Perla y Cobre pudieron salir de palacio y acudir al punto convenido para
informar. El chico al menos pudo pasarse antes por el dispensario y comprobó aliviado
que la duquesa de Turquesa estaba allí. No tardó en contárselo a Cinabrio
cuando se reunieron junto con él y otros miembros de la resistencia.
-Por fortuna el Infante Zafiro parece alguien más humano
que el resto.- Opinó el muchacho.-
-Es cierto.- Tuvo que admitir Perla.- Debe de ser el
único en esa familia que tiene sentimientos.
-¿Qué haremos ahora?- Quiso saber Cobre.-
-Solamente podemos esperar.- Les respondió éste.-
Así lo
hicieron y pasaron los días. En ese intervalo de tiempo Esmeralda hizo sus primeras tentativas en la Tierra del pasado
por llevar a cabo su misión, pero todas fracasaron. La joven comenzaba a ponerse
nerviosa. Ahora, en un pequeño reciento flotante que se ubicaba en el pasadizo
temporal por el que había transitado, consideraba sus planes.
-¡Malditas guerreras!- Espetaba lamentándose.- Son más
poderosas de lo que pensaba. Incluso en ese sucio y primitivo siglo veinte.
Y es que
había tenido ya el “honor” de enfrentarse con esa tal Sailor Moon y sus
compañeras. Aunque, aparte de un atracón de comer tartas en su primer día en el
siglo veinte, no había sacado demasiadas cosas en claro. Lo intentó también con
una droida de nombre Undedín que fabricaba pulseras, las cuales servían para
capturar la energía de sus víctimas. Pese a todo el poder que ese androide
tenía fue asimismo derrotado. La propia Esmeralda apareció justo para ver como
la destruían y, sin desear mostrarse frustrada ante sus enemigos, se jactó de
cuales serían sus planes delante de ellos. Empero, tendría que triunfar lo
antes posible, o la paciencia de Diamante se agotaría. Aunque su siguiente idea
prometía.
-Voy a expandir un virus sintético de la gripe que he
podido crear con la ayuda del poder de la oscuridad. Irá drenando la energía de
los humanos a la par que permitirá que la energía oscura se expanda por su
mundo, ¡Ja, ja, ja!
Y no
dudó en hacerse pasar por doctora y anular al personal de aquel anticuado y
ridículo hospital terrestre en el que instaló su base de operaciones.
Sirviéndose de otra droida de nombre Parkoman, trató de contagiar a toda la
población. Y los que no enfermaron fueron atraídos con el pretexto de ponerles
precisamente una vacuna. No obstante, cuando estaba terminando de impregnar
algún instrumental con la energía oscura, tanto ella como su androide se vieron
sorprendidas por la llegada de una cría pequeña. La niña quería unas medicinas
y Esmeralda decidió inyectarle esa “ vacuna” suya. La mocosa se resistió y cual
fue su sorpresa cuando ordenó a Parkoman que la sujetase y esa cría entró en
pánico, gritando a la vez que liberaba un poder enorme, el poder del Cristal de
Plata
-¡Pero, si es la chica!- Exclamó la atónita Esmeralda
entonces.-
Aunque
una vez más fue sorprendida por la llegada de una de esas guerreras. Al parecer
estaba al corriente de su plan. La misma Esmeralda tuvo que admitir que se
había pasado de lista y las había menospreciado. Pese a eso, a punto estuvo de
lograr acabar con ambas, pero un tal Tuxedo Kamen, un tipo vestido de smoking ,
capa y que llevaba un antifaz que le velaba parte del rostro, apareció entonces
junto con el resto de las guerreras destruyendo a esa droida y obligándola a ella
misma a escapar una vez más. Inasequible al desaliento Esmeralda volvió a
intentarlo con una droida llamada Dogba, que poseyó a algunos animales que
estaban abandonados en un refugio. El resultado fue el mismo, derrota y además
humillación.
-¡Maldita sea!, uno de esos chuchos repelentes incluso se
orinó sobre una de mis botas.- Pensaba llena de asco y rabia por aquel ultraje.-
Aunque
ese era el menor de sus problemas. A este paso iban a acusarla de ser tan
inútil como Rubeus. Y no quería compartir su mismo final. Así las cosas volvió
al futuro a replantearse su estrategia y decidió darse un baño relajante para
pensar en su última tentativa fallida…
-Tengo que hacer algo drástico. Y necesito ayuda de
droidos realmente poderosos. Bueno, ya sé a quienes recurrir…Y haré que el
príncipe se fije en mí.- Se deleitaba, acariciándose sus largas y esbeltas
piernas, pensando, mientras se lavaba rodeada de flores que flotaban a su
alrededor. - Al príncipe Diamante le encanta la esencia de jazmín. Yo empaparé
mi divino cuerpo con esta esencia para gustarle al príncipe.
Y es que
ella se sabía muy hermosa, con un cuerpo realmente seductor. Tenía que lograr
su objetivo y engatusar al príncipe cuando regresase triunfante ante él. En eso
pensaba cuando, justo delante de ella, apareció Zafiro con las manos en los
bolsillos del blanco pantalón que llevaba. El joven se manifestó en forma de
holo proyección en aquella especie de refugio que la duquesa de Green- Émeraude
tenía. Pese a estar desnuda, sumergida en el agua, enseguida se tapó sus
pechos.
-Esmeralda.- Saludó él, agregando con tono entre
divertido y sarcástico.- Te veo muy feliz.
Aquello
la incomodó sobremanera. Apenas si fue capaz de replicar con tono de
reprobación.
-¡Oh, Zafiro! No has pedido permiso para entrar en mi
cuarto de baño.
-Ahora nosotros deberíamos estar abriendo la puerta
negra, para destruir la famosa calle diez.- Declaró él, aludiendo a una zona
clave en el pasado terrestre para sus planes.-
Penetrar en Tokio e inundar la ciudad con el poder de la oscuridad. ¿Y
qué haces tú aparte de bañarte?- Denunció el ahora irritado Infante. –
Y es que
ya estaba harto de tener que forzar la caldera, poniendo en riesgo su
estabilidad para suministrarle más poder a esa estúpida y que ésta se limitase
a entretenerse con banalidades. Por supuesto, ella replicó de forma altiva y
condescendiente, en tanto se reía…
-¡Ja, ja, ja! Aunque me esté bañando estoy pensando en un
plan. No necesito tu consejo. -Sentenció desdeñosamente la joven que hacía
mucho tiempo que olvidó la deferencia hacia el rango de su contertulio. -
-¿Qué?...
-El nuevo cristal punto se encuentra en la escuela Cran
para genios de la calle diez.- Le informó ella. -
E incluso
tras salir del baño momentáneamente, provista de un albornoz, se ocupó de
lanzar otra estatuilla a la azotea del edificio que albergaba dicha academia. Invocó
a una droida de la clase Duba. Era un modelo mejorado, capaz de crear
alucinaciones mucho más poderosas que las de sus predecesoras. Le ordenó que
montase guardia hasta que el poder de la oscuridad estuviera en su apogeo. Con
eso nada podría salir mal. Luego se fue para retornar a la comodidad de su
bañera. Eso no podría fallar y sin embargo, Zafiro, tras echar un vistazo al
pasado, le dijo que así había sido.
-¿Duba ha fracasado?- Inquirió ella realmente perpleja.-
-Te dije que darte un baño haría que descuidases bastante
tu trabajo.- La reconvino él.-
No
obstante, la réplica de ella fue volver a reír con una de sus típicas
carcajadas y asegurar.
-Muy pronto volveré a encontrar otro punto negativo.- Y
agregó, ahora con patente incomodidad.- Zafiro, a ti no se te permite ver mi
maravilloso cuerpo en la bañera. ¡Vete!- Exclamó lanzándole agua a esa
proyección que enseguida desapareció.- ¡Ja,
ja, ja! - Reía la muchacha hasta que, una vez desapareció su interlocutor,
mostró su auténtico estado de ánimo. Furiosa, dio un puñetazo en la bañera,
sentenciando.- ¡Maldita sea, la próxima vez lo conseguiré!
Ahora,
volvía a pensar en esa niña. Estaba claro que era la heredera del trono de
Cristal Tokio, y que poseía el Cristal de Plata. Debía hacer cuanto le fuera
posible por capturarla o mejor aún, matarla.
-Bien. No me queda otro remedio. Iré a hacer una visita a
esos dos.- Decidió en tanto salía al fin de la bañera y se secaba.-
Zafiro a
su vez dejó de lado a esa boba de Esmeralda y se preocupó por la Dama
Turmalina. Esa mujer seguía postrada en la cama, sin hablar. Apenas se movía.
Pese a todo, daba la impresión de estar algo mejor. Durante un rato el Infante
se sentó a su lado y la miró compadeciendo la suerte de esa desdichada.
Inopinadamente ésta pareció recobrar algo el sentido y alargó su mano derecha
hacia las del chico.
-Alteza.- Fue capaz de musitar haciendo un esfuerzo.- ¡Estáis
en peligro, todos lo estamos!
-Tranquila. -Quiso calmarla él.- Mi hermano me ha dado
permiso para que os mantenga aquí. Estáis a salvo. Yo mismo abogaré por vos
ante él.- Aseguró el joven.-
-No.- Musitó su contertulia dejándole asombrado, cuando
le desveló.- El príncipe Diamante no es a quien yo temo. No le soy desleal. ¡Traté
de advertirle! Es el Sabio, es él quien está urdiendo todo. Es la muerte
personificada. Desea nuestra aniquilación…está utilizando a vuestro hermano
para sus propósitos.
-Debéis calmaros.- Le pidió el atónito muchacho.-
-¡Os lo suplico, escuchadme mientras aun pueda hablar!.-
Le imploró aquella descompuesta mujer.-
De un
modo u otro presentía que ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Tras haber pasado
esos días sumida en sueños casi continuos y algunas pesadillas, rememorando ese
horrible momento en el que aquel encapuchado le mostró su verdadera naturaleza.
Ella estaba recién encerrada y tras protestar y rogar durante un rato
finalmente se calmó un poco.
-No ganaré nada haciendo esto. Quizás si me tranquilizo
el príncipe vendrá y podre explicarle que todo esto es un malentendido. -Razonó
para sí.-
O al
menos eso quería pensar. No tenía ni idea de cómo habría podido sonsacarla.
Apenas sí recordaba su conversación con Diamante. En esos pensamientos estaba
cuando apareció ese encapuchado.
-¡Hombre Sabio! -Exclamó ella, casi aliviada.- Tenéis que
ayudarme.
-¿Ayudaros?- Repitió este con tono lleno de sarcasmo,
para añadir.- ¿A qué debería ayudaros, Dama Turmalina? ¿A seguir traicionando a
nuestro amado príncipe?
-Os aseguro que yo…
-No hace falta que intentéis engañarme. Puedo ver a
través de vos, igual que su Alteza.- Afirmó ufanamente el Sabio, desvelándole.-
De hecho, yo le di ese poder.
-¿Vos?- Exclamó ella con perplejidad.- ¿Cómo habéis hecho
eso?
Aquel
individuo tan extraño se acercó a ella. Turmalina tuvo entonces la desagradable
sensación de oler a podrido, como si algo bajo aquel sayal se estuviera
descomponiendo. Instintivamente se apartó. Eso provocó el comentario de aquel
ser, que declaró con regocijo.
-Por el poder que me da mi Amo y Señor, el Fantasma de la
Muerte.
-¿A qué os referís?- Balbució la ahora aterrada mujer.-
-No tratéis de engañarme. Ni siquiera pudisteis hacerlo
con Diamante. Decidme. ¿Quién ha estado con vos? ¿Quién os ha hablado de mí?-
Le ordenó con tono amenazador en tanto sus ojos comenzaban a brillar con un
tono rojizo bajo su capucha.-
-No sé a que os referís.- Negó ella moviendo la cabeza y
apartándose.-
-Pobre Turmalina.- Siseó el Sabio ahora.- Siempre quiso
llegar a ser alguien. La pobre niña olvidada por su familia, a la sombra de su
prima Turquesa.
-¡Callaos!- Le exigió su interlocutora, replicando.- Solamente
quise lo que era mío por derecho.
-Sí.- Convino sarcásticamente el Sabio.- Vuestra madre
era hermana del padre de Turquesa. Pero la heredad fue para él. ¡Qué triste ser
descartada por el mero hecho de ser una mujer! No obstante, más triste fue que
vuestra madre fuera violada por su propio hermano y os tuviera a vos…
-¿Qué disparate es ese?- Respondió la duquesa entre
atónita y escandalizada.- ¡Eso es mentira!
-No, no lo es...- Se burló su contertulio.- Vuestro padre
se casó con vuestra madre por conveniencia. Era un don nadie, sin posibles.
Pero, para tapar ese escándalo, vuestro abuelo hizo cuanto pudo. Y en cambio el
hermano de vuestra pobrecita madre…fue premiado con el derecho de sucesión…
-¡Esas no son más que mentiras!- Estalló ella.- ¡Como
tú!- Le espetó llena de furia.- Eres un monstruo que corrompe a nuestro mundo
con su vileza. Ópalo tenía razón…¡Ojalá que Sailor Némesis te destruya!
Entonces
guardó un abrupto silencio. Ese encapuchado tampoco habló durante unos
instantes. Un sudor frío recorrió a Turmalina. ¡Se había traicionado! Tuvo
acceso a unos documentos que el Conde de Ayakashi le había dado a Cinabrio en
los que se nombraba a esa guerrera y se juró guardar el secreto. Ahora, su
inquisidor aumentó el brillo de esos malignos ojos rojizos, que ya semejaban carbunclos
encendidos y siseó.
-¡Vaya! De modo que conocéis a Sailor Némesis. Esa tonta
que pensó poder enfrentarse a mi Amo. Pues no pudo hacerlo…lo que no creía es
que tras tantos años continuase con vida. Bien… eso puede arreglarse. Ahora
decidme, dónde está.- Le ordenó.-
-No lo sé. – Se resistió la duquesa, tratando de
reivindicarse pese a todo.- Y aunque lo supiera, jamás hablaría.
-¿De veras?- Se burló su interlocutor aumentando la
intensidad de aquel brillo en sus ojos.-
Y la
estupefacta y aterrada Turmalina pudo ver aquel fondo de su capucha, a la débil
luz de ese resplandor, que fue no obstante suficiente para revelarle el
horrendo y auténtico rostro de su acosador. Gritando llena de pavor fue además
atacada por una especie de asalto mental terrible.
-Hablarás aunque no pronuncies ni una palabra.- Sentenció
el Sabio. –
Y pese a
que cerró los ojos, intentando salir de aquello, su cabeza casi le estallaba,
solamente podía chillar y lamentarse por el dolor y las terroríficas imágenes
de muerte y destrucción que ese monstruo proyectaba en su mente. Luego,
acurrucada en posición fetal, se desmayó…Ahora Zafiro la observaba con la boca
abierta, visiblemente impresionado. Turmalina finalmente musitó entre lágrimas.
-Cuando desperté ya no estaba allí. Y no estuve segura de
si fue una pesadilla o si me estaba volviendo loca.
-Pudo ser alguna clase de sugestión para haceros hablar.-
Especuló Zafiro.-
-No lo sé. Aunque me pareció que era real, ¡demasiado
real! – Afirmó ella, aferrándose a una de las manos del impresionado Infante
con las suyas.-
-No temáis, llegaré al fondo de este asunto.- Le prometió
él, sonriendo más animosamente ahora.- Será mejor que descanséis.
Aunque
esa pobre desdichada parecía estar realmente asustada. Tanto que se negaba a
soltar la mano de Zafiro. Era como si presintiese que, cuando él la dejase
sola, estaría sentenciada. Por suerte la llegada del doctor Jaspe la hizo ceder
en aquello y finalmente liberó al Infante. Éste le encargó al facultativo que
siguiese cuidando de la duquesa de Turquesa y se marchó.
-Tendré que hablar con mi hermano de esto. Me parece una
acusación muy grave. – Pensó.-
Pero
Diamante estaba ocupado, junto con el Sabio contemplaba como el nivel
energético de la caldera subía más y más. El poder que transmitía al enorme
cristal negro que dominaba el centro del salón del trono era cada vez mayor.
-Algo está sucediendo en el siglo veinte en la Tierra.-
Comentó el encapuchado.-
-Sí. Es extraño.- Convino el príncipe dándose la vuelta
para ir a sus habitaciones. –
Tenía
una llamada de Zafiro. Quizás fuera relacionado con aquello. Pero no pudo
atenderla. De pronto una tremenda cantidad de energía invadió ese cristal
haciéndolo brillar con un tono dorado. El propio Diamante, asombrado, se giró
mirando aquello con incredulidad.
-El poder potencial de la chica ha sido revelado.-
Declaró el Sabio.-
-¿Poder potencial?- Inquirió el príncipe sin comprender.-
-Su energía es demasiado valiosa como para desperdiciarla.-
Replicó su interlocutor.-
-Me da la impresión de que tienes alguna idea.- Comentó
Diamante.-
A pocos
metros de ellos en el corredor adyacente, Zafiro se detuvo, ocultándose tras
una de las numerosas columnas que flanqueaban aquello. Iba de camino para ver a
su hermano tras haberle enviado un mensaje. Ahora, al sentir aquel enorme poder
en la caldera, estaba pensativo. Quizás no fuera ese el mejor momento para
distraerle con extrañas alucinaciones de una pobre demente.
-Será mejor esperar. A ver qué hace el Sabio.- Se dijo.-
Por su
parte, Esmeralda estaba realmente frustrada. Tras haber ido a buscar a esos dos
gemelos, Kiral y Akiral, les ordenó que fueran con ella al pasado.
-¿Es orden directa del príncipe Diamante?- Quiso saber
Kiral.-
-Él me dio la potestad de elegir a mis ayudantes.-
Declaró la joven, aunque el príncipe jamás hubiese dicho tal cosa.-
Sin
embargo, estaba desesperada. Precisaba a los más fuertes de entre los droidos y
a esas alturas se había dado perfecta cuenta de que esos dos eran androides. Posiblemente
Zafiro los fabricase por indicación de Diamante o del Sabio, para suavizar el
dolor de la pobre Dama Agatha. Pero ésta ya había muerto, luego ¿qué importaba
ya? No era necesario mantener esa farsa. Así pues les indicó.
-Vuestra obligación es obedecer mis órdenes.
-Lo que tú desees, duquesa Esmeralda.- Convino Kiral, que
era de tez más morena que su “hermano”.-
Ambos
llevaban grabada la media luna negra con las puntas hacia abajo en sus frentes.
Obedecieron pues a su superiora encaminándose al pasado y reaparecieron en un
parque. Allí clavaron una estatuilla y la bombardearon con energía oscura que
brotaba de sus cuerpos. Al cabo de unas horas esa pequeña estatua había
adquirido unas enormes proporciones. Tras aguardar un tiempo prudencial oculta
en el pasado, la duquesa apareció en esa zona para inspeccionar los resultados
encontrándose con sus subordinados en la azotea de un edificio próximo.
-¡Esmeralda! -Comentó jovialmente Kiral, al verla
aparecer.-
-Te he estado esperando, Kiral. ¿Has traído a Akiral
contigo?- Quiso saber ella.-
-Por supuesto.- Respondió el interpelado.-
-Bien.- Aprobó ella, añadiendo.- El punto negativo se
presentará pronto. Y tendremos que estar preparados para la lucha.
En tanto
decía esto, el gemelo de Kiral apareció al lado de su hermano. Los dos la
escuchaban declarar.
-Y esta vez no podemos fracasar, el poder de la oscuridad
tiene que extenderse por toda la Tierra. Kiral.
-Sí.- Repuso el aludido.-
-Akiral.-
-Sí.- Contestó el interpelado.-
-Lo dejo todo en vuestras manos, acabad con esas
irritantes chicas.- Les ordenó.-
-¡Sí, Esmeralda!- Convinieron ambos a dúo, en tanto se
inclinaban saludando para desaparecer.-
Ella se
quedó sola, pensado con deleite.
-Cuando todo esto haya terminado, yo podré abandonar este
miserable mundo primitivo. ¡Ja, ja, ja! - Rio con aquella irritante risa suya
mientras observaba la ciudad desde aquella azotea.-
Pero una
vez más, las cosas no salieron como estaban planeadas. Aquella mocosa manifestó
una increíble cantidad de energía, repeliendo el ataque de Kiral y Akiral y arrojándoles
muy lejos, como si de guiñapos se trataran. Las sailors aprovecharon para
eliminarles y ella, llena de rabia y de frustración, apareció sobrevolándolas
para espetar.
-¡Lo han hecho otra vez! ¡Os mataré! - Sentenció clavando
en ellas una mirada de odio, en tanto partía el abanico aquel que la reina
Amatista le regalase hacía ya tanto tiempo.- ¡Renunciad a la vida!
E hizo
aparecer dos esferas de energía oscura en sus manos. Estaba dispuesta a
lanzarlas contra sus enemigas cuando recibió un mensaje directo del príncipe.
-Esmeralda, ¡alto! - La interpeló.-
La
sorprendida joven desvaneció esas bolas y llevándose la mano a su oreja derecha
, en donde portaba el mini transmisor que la comunicaba con el agujero de
gusano que la había traído del futuro, quiso saber.
-Príncipe Diamante, ¿por qué me detenéis?
-Vamos a cambiar de estrategia.- Le respondió él,
sentando en ese momento en su trono.- Regresa, Esmeralda.
-Aun no.- Se resistió ella, informándole.- Estoy a punto
de matarlas.
-¡Es una orden!- Oyó contestar al príncipe con mayor
dureza en su voz.-
No
deseaba contrariarle bajo ninguna circunstancia, de modo que, resignada,
desistió en su empeño, no sin antes dirigirse a sus enemigas y afirmar tratando
de reivindicarse.
-No os engañéis creyendo que habéis vencido. Cuando
nosotros empleemos toda nuestra energía, vosotras moriréis, ¡ja, ja, ja, ja!…-
Rio desapareciendo en el aire tras activar su transpondedor temporal.-
Ahora
estaba sentada en sus habitaciones, entre furiosa, frustrada y desconcertada.
¿Por qué le habría ordenado Diamante volver? ¿Y ese repentino cambio de planes?
En cuanto le fuera posible trataría de hablar con el príncipe para que se lo
aclarase.
-Tiene que haber alguna explicación lógica.- Se repetía.-
Acudió
pues al salón del trono. Además de Diamante, estaba también Zafiro. El joven
contemplaba una esfera oscura sobre la que refulgían varios puntos luminosos,
contó siete en total, y comentó.
-Alguien ha cruzado el espacio- tiempo a través de un
pasaje que nada tiene que ver con la ruta del castillo.
-Pues debe ser la chica.- Supuso Esmeralda apareciendo
tras de él.-
-No solo ella.- Le desveló Zafiro, quien cruzado de
brazos no dejaba de observar esa esfera.- Vienen otros acompañándola.
-¿Eh?- Se sorprendió la duquesa de Green- Émeraude.-
-Extraños visitantes han llegado a este planeta.-
Intervino Diamante, con los brazos asimismo cruzados sobre el pecho.-
El Sabio
apareció en ese momento, surgiendo por debajo del suelo, y sentenció.
-El tiempo ha llegado. Ahora podremos conseguir el
Cristal de Plata y a la chica.- Afirmó mostrando las imágenes de esos recién
llegados en su bola de cristal.- Y destruir el castillo invencible de una vez
por todas.- Remachó aludiendo a las defensas del palacio de Cristal- Tokio.-
-¿Podrás capturar a la chica?- Quiso saber Esmeralda,
mirando aquello con incredulidad.-
-Cuando le demos la fuerza del cristal oscuro a la chica,
esta adquirirá un terrible poder.- Fue la réplica del encapuchado.-
Aunque
Diamante parecía estar sumido en sus propios pensamientos, más que a esa chica,
él se centraba en la visión de otra imagen. La de aquella guerrera del pasado…
¡no podía ser!, era…
-Esos ojos.- Musitó con tono reflexivo.- Está claro, ella
es…Sailor Moon, es preciosa…
-¡Diamante!- Pudo decir Zafiro con evidente sorpresa.-
-Primero atrapad a la chica.- Les indicó el Sabio,
desapareciendo bajo el suelo una vez más.-
El
príncipe se giró para enfrentar su mirada a la de su hermano y la duquesa de Green-
Émeraude, fue a esta a quien le ordenó.
-Esmeralda, captura a la chica. A Sailor Moon también la
quiero viva.
Eso dejó
estupefacta a su interlocutora quien apenas fue capaz de repetir en tono de
interrogación.
-¿Sailor Moon?
- Quiero examinar sus preciosos ojos con más atención.-
Afirmó Diamante. –
Esmeralda
no salía de su asombro. Aquello la desagradó, e incluso Zafiro puso mala cara
cuando quiso interpelar a su hermano.
-¡Diamante!- Exclamó el joven.-
-Eso es todo.- Replicó éste desapareciendo de allí.-
Eso dejó
frustrado a su hermano, quien entonces sentenció pensando en todo lo que había
visto y escuchado hasta entonces, incluido el testimonio de la pobre Dama
Turmalina.
-¡Ese maldito Hombre Sabio está tratando de controlar a
Diamante con historias que nadie cree! ¡Son solo supercherías indignas de un
hombre sabio!
-Así es.- Convino Esmeralda, detrás de él, agregando.- Y
también le ha dado información falsa a Diamante sobre el Cristal de Plata. ¿Por
qué lo hará?- Inquirió acariciando un abanico rojo, idéntico al que
destruyera.-
Lo
cierto es que fue más sencillo reemplazar ese abanico roto que tener la respuesta
a su pregunta.
-Algún día lo desenmascararé.- Fue la réplica de su
contertulio.-
-Pero antes de que ese día llegue, tenemos que matar a
Sailor Moon que es nuestro más grande obstáculo.- Aseveró su interlocutora
riéndose por lo bajo de un modo maquiavélico e inquietante.-
El
encapuchado por su parte también estaba receloso. No dudó en comunicarse con su
agente infiltrado en el grupo rebelde y enviarle un mensaje que decía.
-El momento ha llegado…
Esmeralda fue
presta a cumplir con su misión, para ello interceptó al grupo de las guerreras
que iban acompañando a la niña. Valiéndose de sus poderes oscuros levitó por
encima de ellas, y riéndose a carcajadas, las saludó con sarcástico regocijo.
-¡Ja, ja, ja! - Bienvenidas a nuestro territorio.-
-¡Esmeralda!- Exclamó atónita la mismísima Sailor Moon.-
-Os daremos una digna recepción.- Se burló ella.-
Al
momento lanzó contra sus enemigos una bola de energía entre verdosa y oscura
que logró romper la unión que mantenían. Esos idiotas iban de las manos para
evitar perderse por el pasadizo inter dimensional que conectaba el pasado con
el futuro. Ahora, tras recibir ese ataque de Esmeralda salieron despedidos cada
uno en una dirección ante la carcajada maligna de regocijo de la duquesa quien
aterrizó en ese corredor deduciendo.
-¡Ja!, se han perdido en la laberinto espacial. -¡Ryuakusu!
Convocó a una de
las droidas más poderosas de las que disponían, con energía capaz incluso de
alterar el continuo de la corriente temporal, que apareció respondiendo de
inmediato.
-Aquí estoy. -Replicó ese androide, bajo la apariencia de
una hermosa joven, de cabellos cortos azulados en forma de bucle, que vestía
algo similar a un peplo griego.-
-Tú conoces muy bien el laberinto espacial. Búscalas y
mátalas.- Le ordenó Esmeralda.-
-Sí, mi señora.- Repuso humildemente la droida.-
-¡Oye!- le matizó Esmeralda a modo de enfático
recordatorio.- La chica deberá ser capturada, viva.
-Solo la chica.- Convino su interlocutora.- Entendido.-
Sentenció, alejándose de allí a gran velocidad, en tanto se elevaba en el
aire.-
Esmeralda
la vio marchar con gesto divertido, musitando con creciente regocijo.
-Me olvidé de darle instrucciones precisas con respecto a
Sailor Moon. Me temo por lo tanto que Ryuakusu también va a matarla, ¡ja, ja,
ja!
Y podría
estar segura de que eso sería lo más probable. Ese tipo de droidas era de los
más poderosos y terribles. A su capacidad de alterar la corriente del tiempo-
espacio se sumaba su habilidad para modificar su apariencia, transformándose en
la persona que su enemigo deseara ver. Con esas perspectivas dio el asunto por
zanjado.
-Iré a mis habitaciones a esperar el informe de Ryuakusu
y a preparar mi disculpa con el príncipe Diamante, cuando deba comunicarle la
accidental muerte de Sailor Moon. ¡Ja, ja, ja!…
De
hecho, tras atravesar ese portal inter dimensional había llegado a la Tierra
del siglo Treinta. Tanto Diamante, como Zafiro y el Sabio, habían ido a su vez
por ese mismo sitio para ver la derrota de sus enemigos. Aquello les dio un
respiro a los miembros de la resistencia. Cinabrio fue informado de eso en su
nueva base de operaciones, cerca de la capital de Némesis. Un informante
anónimo le avisó de ello
-Al parecer, nuestros queridos dirigentes han partido a
la Tierra. El palacio solamente está guardado por unos pocos droidos.- Comentó
a su grupo.-
-Sería el momento ideal para tomarlo.- Intervino Pirito.-
-Quizás sea una trampa.- Objetó Lazulita, alegando con
prevención.- De un informante anónimo se podría esperar cualquier cosa. Incluso
que sea una treta del Sabio para hacernos cometer un error y descubrirnos.
-Eso es cierto.- Admitió Cinabrio quien se dirigió una
vez más a Perla y a Cobre.- ¿Creéis que podréis entrar en el palacio una vez
más y confirmarlo?
-Supongo que sí.- Repuso el chico.- Puedo preguntar a mi
padre.
-La última vez fuimos muy afortunados.- Le recordó
Perla.- De no haber intervenido el Infante Zafiro, no sé qué hubiera pasado. Él
no parece ser como los otros.- Admitió.-
-Es cierto. Quizás si pudiéramos contactarle.- Propuso
Cobre. ¿Quién sabe?...si supiera la verdad no creo que aceptase seguir las
órdenes del Sabio.
-Yo no me fiaría de él.- Intervino Lazulita.- A la hora
de la verdad es el hermano del príncipe Diamante. ¿Os pensáis que iba a
traicionarle por nosotros?
El eco
de esa pregunta quedó flotando de manera incómoda entre ellos. Finalmente
Cinabrio asintió, para tomar la palabra y ordenarle a esos dos chicos.
-Vosotros, id a palacio. Comprobad lo que hemos comentado
y, de ser cierto, acudid a informarnos rápidamente. Si nos hacemos con ese
lugar podremos liberar a la Dama Turmalina y puede que derrocar la monarquía.
Los
muchachos asintieron y se marcharon. Lazulita aprovechó para comentarle al líder
del grupo.
-Debemos ser muy cuidadosos. No creo que hayan dejado el
palacio desprotegido. No son tan ingenuos.
-O puede que ni tan siquiera nos tomen en consideración.-
Intervino una voz femenina saliendo del fondo de la sala.
Cinabrio
y los demás se pusieron en guardia. No había visto entrar a aquella mujer. Ese
era un fallo imperdonable de seguridad. Aunque el jefe de los rebeldes
enseguida se tranquilizó, al reconocer su familiar uniforme.
-Sailor Némesis.- Dijo aliviado.-
-Debéis tener mucho cuidado, en eso Lazulita tiene
razón.- Les aconsejó ella, alegando.- Os he tomado por sorpresa con total
facilidad. Podrían haber sido los droidos de la guardia Real. Y ahora estaríais
muertos.
-Es verdad.- Admitió Pirito.- Voy a echarles la bronca a
los idiotas que estaban de guardia.
Salió
dejando a los dos miembros de la resistencia que quedaban con esa mujer. Sailor
Némesis aprovechó para contarles.
-He recibido una comunicación de la guardiana del Portal
espacio- temporal. Ha sentido grandes fluctuaciones en el tejido inter
dimensional. Pudiera ser que alguien hubiese venido desde el pasado hasta aquí.
-¿Quién? ¿Amigo o enemigo? - Quiso saber Cinabrio.-
-Es pronto para saberlo todavía. Aunque lo investigaré.-
Les prometió la Sailor. añadiendo.- Pude escuchar lo que estabais planeando. De
momento os aconsejo aguardar hasta estar muy seguros.
Lazulita
miró a su hermano con un gesto que expresaba no solamente su conformidad sino
que ella misma ya se lo había aconsejado. El líder de los republicanos asintió
despacio y sentenció.
-Esperaremos a recibir la confirmación de Perla y de
Cobre…
Por su
parte, Esmeralda salió de sus aposentos dirigiéndose a la base provisional que
el príncipe había instalado en la misma Tierra del siglo treinta. Esperaba
verle furioso cuando supiera que Sailor Moon había sido eliminada, aunque para
sorpresa y malestar de la duquesa, el príncipe la estaba contemplando a través
de una imagen holográfica. Y no la veía en el pasado. Esa individua y sus
amigos estaban allí, en pleno Cristal Tokio, en ese preciso momento. De algún
modo se las habían arreglado para derrotar a Ryuakusu y llegar al futuro.
-¡No puede ser!- Pensaba la frustrada Esmeralda. –
-¡Ellos no deberían estar aquí! - Terció Zafiro, tan
perplejo y alarmado como ella.-
-Es idéntica a ella.- Afirmó Diamante. – La poderosa
diosa que controla Cristal- Tokio. La mujer que yo amaba y con la que quise
desposarme. La reina Serenity.- Añadió en tanto recordaba la imagen de su
adorada soberana.- Son como dos gotas de agua. Es idéntica a la bella dama que
duerme en el palacio de cristal.
-¡Diamante! -Exclamó Zafiro.-
-Ya sabía yo que el príncipe Diamante mostraba mucho
interés por Sailor Moon.- Farfulló la joven duquesa de Green- Émeraude,
tapándose la cara con su abanico para intentar ocultar su rabia.-
-¡Esmeralda! Las guerras han conseguido llegar finalmente
a Cristal- Tokio y todo ha sido por tu culpa.- Le recriminó Zafiro.-
-Las venceré ahora mismo.- Aseguró ella.-
No
necesitaba desde luego ningún incentivo externo para ello. Se disponía a ir
rápidamente a interceptarlas cuando la voz de Diamante la detuvo para decir.
-No tienes que hacerlo. Déjamelas a mí.
-¡Diamante!- Trató de protestar su atónito hermano.-
-Zafiro, Esmeralda. Quiero que encontréis a la chica.-
Les ordenó.-
-Bien.- Fue lo único que ambos pudieron decir antes de
que su príncipe desapareciera.-
La
primera en reaccionar fue Esmeralda. Llena de ira y frustración arrojó su
abanico contra aquel holograma haciendo que sufriese un cortocircuito y
desapareciera.
-Le daré una buena lección a cualquiera que trate de
robarme al príncipe Diamante.- Pensaba llena de celos y rabia.-
Y el
objeto de su amor iba asimismo pensando en el suyo propio. Diamante fue capaz
de rastrear a los recién llegados hasta una especie de refugio. Allí hablaban
con un holograma que él reconoció como el rey Endimión. Esperó a que éste se
desvaneciera, eliminando así una tenue barrera de energía que protegía el
lugar.
-Será muy fácil.- Se dijo con regocijo.-
De
seguido envió una ráfaga de energía negra a modo de vendaval que dispersó a sus
enemigos. Aprovechando el desconcierto se hizo ver.
-¡Ya te tengo!- exclamó con tono triunfal, sentenciando.-
Jamás podrás huir de mí.
-¿Quién demonios eres?- Le preguntó Sailor Moon,
mirándole fijamente.-
Ya no
hubo ninguna duda. Él recordaba perfectamente esa mirada. La misma que le
dedicó Serenity cuando salió a recibirle a palacio.
-Los mismos ojos.- Meditó él.- Ella me miró con esos
mismos ojos aquella vez. Con sus
preciosos e inolvidables ojos.
Sin
tardanza empleó aquel poder que le había conferido el Sabio y con su tercer ojo
paralizó a sus enemigos, diciéndole a su presa con tono entre invitador y
lascivo.
-Quiero que me acompañes a mi casa…
Las
demás guerreras eran impotentes para moverse, Diamante hizo levitar a Sailor
Moon quien además portaba a la chica en sus brazos. ¡Tanto mejor! Así mataba
dos pájaros de un tiro. Aunque fue ese tipo vestido de smoking y con sombrero
de copa el que pudo decir.
-¡Usagi!
Sin que
Diamante lo esperase ese idiota fue capaz de arrojarle una especie de bastón
que llevaba privándole por un momento de la concentración requerida para
mantener su tercer ojo. Eso hizo que Sailor Moon dejara caer a esa chiquilla
que fue tomada en brazos por aquel entrometido. Por suerte Diamante pudo
recobrarse y emitir nuevamente su poder, paralizando otra vez a aquellos
entrometidos, y atraer a su presa hacia sí. A fin de cuentas era a ella a quien
quería. Así lo dijo cuando, pese a los intentos de su prisionera por escapar,
él la sujetaba del brazo declarando con visible contento.
-He perdido a la Pequeña Dama, pero no importa. Me doy
por satisfecho con haberte conseguido a ti.
Y tras
estas palabras desapareció portando a su botín junto a él. Reapareció llevándola
en brazos. Aquella chica estaba inconsciente ahora. La dejó en su propia
habitación, sobre la cama y llamó a unas droidas.
-Vestidla y preparadla adecuadamente.- Ordenó a esos
androides.-
Luego
salió lleno de satisfacción. Nada enturbiaría aquel momento. Era su ocasión
soñada. Por fin tendría a Serenity en sus brazos y nadie les separaría jamás.
-La dejaré descansar hasta que esté lista y luego le
declararé mi amor. Ella me jurará eterna lealtad y será mi esposa. Así
iniciaremos nuestra propia dinastía. Una que unirá a Némesis con la Tierra y la
Luna. – Pensaba con entusiasmo en tanto se sentaba en una sala anexa para tomar
una copa de vino. –
Por su
parte Esmeralda le vio llegar. Se escondió tras una galería de columnas y quedó
atónita. Diamante llevaba en brazos a esa estúpida, y no parecía haber para él
nada más en el mundo. La metió en unas habitaciones y luego salió.
-¡Maldita sea!- Se dijo llena de amargura y pesar.- No
permitiré que esa zorra me lo robe…
No
obstante, era imposible para ella entrar ahí ahora. El propio príncipe estaba
en el cuarto de al lado y a buen seguro que pendiente de su invitada forzosa.
-Aguardaré una ocasión propicia.- Se dijo intentando
mantener la calma.-
Al poco
vio como una droida de servicio salía y Diamante volvía a entrar en ese cuarto.
El príncipe estaba tan impaciente que ni cerró la puerta.
-Has despertado muy pronto después de recibir el poder
del cristal oscuro.- Le dijo a esa aturdida y asustada muchacha que ahora se
había incorporado de la cama y que parecía estar buscando algo.- Lo cual por
supuesto, no me sorprende nada. Bueno, habría sido mejor que despertaras lejos
de aquí.- Remachó, deseando haberla podido llevar a Némesis antes de que
hubiese recobrado el sentido.-
-¿Quién eres tú?- Preguntó la perpleja joven mirándole
fijamente con expresión temerosa.-
-Yo soy el príncipe Diamante.- Se presentó él.- Bienvenida
a la base de nuestra poderosa familia. Oye, Sailor Moon, ¿o debo llamarte reina
Serenity, ahora que te pareces a ella? – Inquirió, aunque sin esperar réplica,
agregó, elevando un brazo y usando sus poderes con la joven, al tiempo que sentenciaba.-
Ha llegado el momento de que hablemos.
La hizo
levitar con facilidad. Empero, su presa no se daba por vencida. Trató
inútilmente de invocar su poder de transformación.
-¡Cristal de Plata! ¡Dame el poder!.. ¡No me he
transformado!- Pudo decir llena de incredulidad y temor.-
-El Cristal de Plata no tiene ningún poder bajo los
efectos del Cristal oscuro.- Le desveló él.-
Y así
era. Ayudado por el Sabio, Zafiro había instalado un gran colector de energía
cerca del palacio de Cristal Tokio. Recibía directamente el poder desde Némesis
vía espacio inter dimensional. De modo que esa chica sería incapaz de
transformarse en Sailor Moon. Diamante levitó en un instante hasta ella. Colocándose
justo en frente.
-¿Cristal oscuro?- Inquirió la muchacha sin comprender.-
- Estos aposentos que están llenos del poder de la
oscuridad absorben cualquier otra clase de poder.- Le explicó él.- Aunque sea
el poder del mismismo Cristal de Plata.- Sentenció, alargando su mano para
tomar la barbilla de ella.-
-¡No!- Se zafó la chica, golpeándole en el brazo, al
tiempo que le obsequiaba con una mirada salvaje de desafío.-
Sin
embargo, lejos de disgustarse por ello, Diamante la miró complacido para
afirmar.
-Tus ojos, tú eres la futura reina Serenity.
Y una vez más, hizo
uso de su poder especial. Ahora solamente una cosa le importaba, tomarla, que
fuera suya a cualquier precio. La gozaría allí mismo, en ese instante, y de ese
modo quería sellada su unión. Comenzaría por un beso.
-Utiliza este aposento con libertad. Sailor Moon. Es el
mismo que te servirá para descansar eternamente.- Le susurró. –
Así
sería. Tanto ella como él lograrían ser inmortales con aquel enorme poder que
Diamante ahora poseía. Se apropiaría de la fuerza del Cristal de Plata para
aumentarlo más todavía y eso les daría la vida eterna. Ella sería su reina por
siempre. Esas al menos fueron las promesas del Sabio…Aunque la muchacha todavía
tuvo fuerzas para preguntarle.
-Dime, ¿qué fue lo que te decidió a atacar precisamente
nuestro planeta?
-Con el Cristal oscuro controlamos, el tiempo, el espacio
y toda la energía que queramos.- Repuso el príncipe.- Y atraeremos a los demás mundos
hasta nuestra dimensión…Y el que tenga el poder más fuerte se quedará con este
precioso planeta. Es lo más natural.- Remachó sintiéndose totalmente confiado.-
-Te equivocas.- Pudo oponer ella.- ¡No lo conseguirás!
-Siempre he querido que fueras mía a cualquier precio.-
Sonrió aviesamente él, activando su tercer ojo una vez más.- Mi nueva reina
Serenity, y por fin lo conseguí…- Sentenció, agarrándola suavemente de la
barbilla y aproximando la boca de la inerme chica hacia sus labios.-
Pese a
todo, la joven todavía se resistía. Cosa que comenzó a molestarle. Entonces,
una rosa roja se interpuso haciéndole perder la concentración y que Sailor Moon
cayera a plomo al lecho que estaba unos metros más abajo.
-¿Quién eres?- Quiso saber Diamante mirando hacia la
fuente de aquel ataque.-
Allí
estaba ese tipo vestido de smoking. No tenía idea de cómo habría podido llegar
hasta allí, pero estaba claro que entró por una de las ventanas abiertas que
tenía esa enorme estancia en su parte de arriba.
-¡Tuxedo Kamen!- Exclamó la joven.-
Aquel
individuo se dirigió a él con tono entre amonestador y desafiante para
reprocharle.
-Tú eres un hombre malvado que obligas a las chicas a que
se entreguen a ti utilizando mezquinos sortilegios. ¡Te castigaré!
Eso era
el colmo. ¿Cómo se atrevía aquel miserable a plantarle cara? De inmediato y con
un tinte burlón, Diamante replicó.
-¡No, acabaré contigo!
Y pasó a
dispararle con su tercer ojo, unas breves ráfagas de energía que ese imbécil
trataba de bloquear protegiéndose con la capa que llevaba. Eso le hizo reír.
Aunque entonces, una ráfaga de energía oscura venida de un lugar indeterminado
le perturbó. Era un vendaval que le obligó a cubrirse la cara, perdiendo así la
posibilidad de atacar a su rival.
-¡Aaaahh!- gritaba Diamante, cegado momentáneamente por
aquello. -¡Alto, maldición! - Gritaba impotente para detener a sus prisioneros…
Y es que
estos aprovecharon esa oportunidad desapareciendo de allí. Cuando ese vendaval
se desvaneció, el príncipe miró en todas direcciones sin ver ni a la joven, ni
a ese idiota. Su ira no tenía límites.
-¡Mataré con mis propias manos al responsable de esto!-
Aulló oteando en todas direcciones.-
Pero
estaba solo. Ahora únicamente quería volver a
capturar a su preciada reina…salió de allí, dispuesto a volver a
encontrarla. No obstante, ella volaba a salvo junto con su rescatador, ambos
subidos en un ala delta que surcaba los cielos. Los dos fueron vistos por
Esmeralda que estaba fuera de aquellas habitaciones. La duquesa cruzada de
brazos, comprobaba complacida como aquella pareja escapaba.
-¡Hum!- Exclamó con aprobación y alivio. –
-¡Esmeralda! - La llamó Zafiro apareciendo junto a ella.-
Sobresaltada,
ella le miró con expresión temerosa y sorprendida. Más aún cuando el Infante le
preguntó.
-¿No me digas que interrumpiste a Diamante y dejaste que
esos dos tontos escaparan?
Sin
saber cómo replicar en un primer momento, se tapó con su abanico. Al fin, tuvo
tiempo de encontrar una respuesta.
-¿Dejar escapar a esos dos? ¿Por qué iba yo a hacer una
cosa tan estúpida?- Inquirió a su vez.-
-Una mujer es una criatura terrible, que hace las cosas
más extrañas cuando está celosa.- Declaró su interlocutor, remachando con
agudeza.- Y tú estás feliz de ver que Sailor Moon ha escapado del príncipe
Diamante. ¿No es así?
Parapetando su rostro tras el abanico una vez más, ella
abrió los ojos y parpadeó para reír.
-¡Ja, ja, ja! Yo le he jurado eterna lealtad al príncipe
Diamante. Y jamás rompería mi juramento. ¡Ju, ju, ju!…
Y desde
luego que, en su opinión, no lo había hecho. Es más, le había protegido de esa
perversa reina Serenity, encarnada en su enemiga, Sailor Moon. Esa era su
principal misión y haría cualquier cosa para que Diamante fuera suyo algún día.
Aunque su interlocutor pareció simpatizar con ella cuando afirmó con tono
comprensivo.
-Lo entiendo, porque resulta que tú y yo sentimos lo
mismo.
-¿Eh?- Se asombró Esmeralda.-
-Yo también odio a Sailor Moon.- Proclamó él.-
-¡Ah!. Así que tú y yo sentimos lo mismo. – Convino ella
entre atónita y divertida.-
Y dicho
esto Esmeralda se giró dándole la espalda y contemplando aquel oscuro cielo por
donde sus enemigos habían escapado hacía tan solo unos momentos. Finalmente
Zafiro tomó la palabra para decir.
-Será mejor que regresemos con Diamante. No debemos
despertar sus sospechas…
Lo
hicieron de inmediato. En silencio oyeron al príncipe protestar amargamente por
su mala fortuna y destrozar algunos elementos del mobiliario para desahogar su
frustración.
-¿Habéis visto a quien me hizo esto?- Les preguntó con
tono iracundo.-
-No, Alteza.- Replicó Esmeralda bajando la cabeza.-
Tras un
momento de embarazoso silencio fue finalmente Zafiro quien se atrevió a
sugerir.
-Deberíamos volver a Némesis. Somos más fuertes allí. Y
quien quiera que sea que ha ayudado a nuestros enemigos, podría atacarnos a
placer en este lugar.
Pese a
sentirse muy enfadado y frustrado, Diamante no tuvo más remedio que convenir en
eso. Tampoco había visto al Sabio desde hacía ya unas horas. Supuso que el
consejero estaría en su mundo preparando alguna estrategia. Quería consultarle
sobre qué debía hacer. Aunque nada más retornar al salón del trono de Némesis
le ordenó a su hermano.
-Zafiro, quiero que lances todo el inmenso poder del
cristal oscuro contra el palacio de Cristal en la Tierra. En cuanto todo esté
preparado volveremos a invadirlos.
El
príncipe estaba decidido a terminar con eso de una vez por todas. ¡Tendría a
Serenity de un modo u otro! Era lo único que le importaba ya.
-Diamante. La reina Serenity se negará a rendirse y
nosotros no podremos traspasar ese maldito escudo que la protege.- Respondió su
preocupado interlocutor.-
-¡Zafiro!- Musitó un incrédulo príncipe.-
-Parece que has olvidado cual fue el verdadero propósito
de nuestra familia al establecerse en este planeta.- Le recordó su hermano,
declarando con reprobación.- El rencor de nuestro antepasado por haber sido
obligado a abandonar la belleza de la Tierra y vivir en un planeta como
Némesis. ¡Nuestros eternos planes han sido lograr la venganza cambiando el
destino de la Tierra y no lo olvidaré!
Eso
enfureció a Diamante. ¿Quién se creía su hermano pequeño que era para decirle
lo que debía hacer? Se giró lanzándole una ráfaga de energía que le hizo volar
estrellándole contra una columna.
-¡Ah!- Se quejó Zafiro al impactar contra aquella dura
superficie.-
- ¡Príncipe Diamante!- Le llamó Esmeralda, preocupada
ante aquello.-
Y es que
Diamante parecía haber perdido por completo el control. Obsesionado como estaba
por esa pequeña zorra de Serenity. Aquella chica que era tan poca cosa. ¿Y por
esa mocosa escuálida era por quién él se había vuelto loco? ¡No podía ser! Ella
no era capaz de asimilarlo…
-Sería mejor que te dedicaras a controlar la reacción de
la caldera del Cristal negro en lugar de atreverte a darme consejos.- Respondió
el príncipe a su hermano con tono severo.-
-¡Diamante!- Pudo balbucir su interlocutor, doliéndose
todavía de aquel ataque.-
Y una
vez más apareció el holograma de Serenity.
-Reina Serenity, pronto serás mía.- Sentenció el
príncipe.-
Zafiro
movió la cabeza pero optó por salir de allí. Tendría que verse aquellos
hematomas que le había causado ese impacto tan violento. Aunque eso era lo que
menos le preocupaba ahora. Su hermano se había desquiciado. La orden que le
había dado era absurda. Primero, porque la caldera no podía soportar tal
esfuerzo, y segundo, estaban demasiado lejos. Sin usar el pasillo inter
dimensional tendría que hacer cálculos muy complejos para emitir una fuerza tan
enorme a través del mismo sin dañar de modo irreparable el tejido del espacio-
tiempo.
-¡Es una locura! - Pensaba lleno de inquietud.- En el
mejor de los casos, perderemos a mucha población si desviamos la energía de los
sistemas de soporte vital…
Y sumido
en esas reflexiones se dirigió hacia el cuarto de calderas. Aunque entonces escuchó
una voz, al girarse vio a ese muchacho. El hijo de Jaspe, si mal no recordaba.
-¡Alteza! - Le llamó el muchacho.-
-¿Qué quieres?- Espetó éste, con evidente mal humor.-
-Os ruego que nos perdonéis, Señor.- Intervino otra voz,
ahora femenina. Era la de esa muchacha que acompañaba a ese chico.- Solamente
queríamos saber cómo estaba la Dama Turmalina.
-No tengo idea. Acabo de volver de un viaje.- Repuso
sinceramente Zafiro.- Aunque la última vez que pasé a visitarla estaba mejor.
La
muchacha se aproximó a él y sonriendo reconocida le comentó.
-Muchas gracias, sois una buena persona. Quizás el único
que queda que puede hacer algo por Némesis. Señor… ¡por favor! ¡Salvadnos!- Le
suplicó ella entre lágrimas.- No permitáis que nada malo nos suceda.
Perla se
sentía desfallecer. Pese a su fortaleza de carácter veía las cosas cada vez
peor. Su plan de atacar aprovechando la ausencia de Diamante había sido echado
por tierra. El príncipe había retornado y por si fuera poco de muy mal humor. Ella,
escondida junto con Cobre, pudo oír esa conversación que mantuvo con su hermano
y con la duquesa de Green- Émeraude. ¡Aquello era terrible! Si Diamante usaba
la energía del Cristal oscuro en su totalidad para atacar la Tierra. ¿Qué
sucedería con los miles de personas que habitaban Némesis?...
-Yo…- Musitó Zafiro.-
Tras un
incómodo silencio, el joven Infante asintió despacio, comentando con tono
conciliador.
-Trataré de hacérselo ver a mi hermano. No temáis nada.
-Os suplico que nos dejéis visitar a la Dama Turmalina. –
Le pidió Cobre alegando, en este caso la verdad.- Mi padre no está. Se fue a
pasar consulta a la ciudad. Y me gustaría ver como sigue la duquesa.
-Podéis ir.- Les concedió el Infante.-
Los
chicos se lo agradecieron con sendas sonrisas. Corrieron para ver como estaba
aquella mujer. Al llegar al dispensario ella dormía. Suspirando aliviados,
Perla informó a Cinabrio con una mezcla de alivio por esa mujer y pesar por su
fracaso.
-Debemos abortar la misión. Han vuelto.
-Bien. Recibido.- Repuso éste, preguntándoles a su vez.-
¿Pudisteis ver a la duquesa de Turquesa?
-Sí, estamos con ella.- Intervino Cobre.-
-Tenéis que sacarla de palacio.- Les ordenó su líder.-
-No sé si podremos.- Objetó una preocupada Perla.-
-Os ayudaré.- Se brindó la voz de un hombre mayor.-
Sobresaltados
al principio, miraron de inmediato en dirección a la fuente de aquella
propuesta. Era un hombre de pelo cano ya.
-Soy Talco. Y quiero ayudaros. Bastante he estado sin
actuar. Ahora que no he visto al Sabio durante un tiempo, creo que tenemos vía
libre.- Les comentó.-
-¿Cómo podríamos fiarnos
de usted?- Le preguntó un desconfiado Cobre que sabía bien quien era.-
Ese
miembro de la nobleza había llegado haría unos meses a la Corte llamado por el
propio príncipe. Quizás fuera un espía de Diamante o simplemente un tipo ávido
de medrar. En cualquier caso podría entregarles a todos. Aunque el propio
Talco, quizás consciente de que sospechaban eso de él, enseguida respondió a
esa cuestión.
-Porque he comprobado que lo que Turmalina me contó era
cierto.- Admitió su contertulio desvelándoles.- Yo fui el informador anónimo
que le contó a Cinabrio los planes de Diamante. Pero no esperaba que retornase
tan rápido. Y menos aún tan enfurecido. Sería muy peligroso quedarse aquí y
dejar a Turmalina inerme a su voluntad. Conozco algunos pasajes que no están
vigilados y tengo fuera un deslizador. ¡Deprisa! - Les apremió advirtiendo
visiblemente concernido.- Cada segundo cuenta. Diamante, o lo que es peor, el
Sabio, podrían descubrirnos en cualquier momento.
Los
chicos se miraron sin saber que hacer, por suerte, la voz de Cinabrio que lo
había escuchado todo, les autorizó.
-Adelante. Podéis confiar en él. No hay tiempo que
perder.
Y así lo
convinieron. Intentaron despertar a la duquesa quien al principio no se mostró
muy receptiva, al fin lograron despabilarla.
-¿Qué sucede?- Fue capaz de musitar aturdida con un
gemido lleno de desconcierto.-
-Nos vamos de aquí.- Le contestó amablemente Talco.-
¡Vamos! Tenemos que escapar mientras podamos.
Y la
mujer asintió, apenas siendo capaz de levantarse. Entre Cobre y Talco tuvieron
que tomarla en volandas mientras Perla les guiaba.
-¡Vamos! - Susurraba la chica.- Salgamos lo antes posible
de aquí.
Eso trataron
de hacer casi corriendo contra reloj para escapar de aquel peligroso lugar.
-Si el Sabio no nos localiza lo conseguiremos.- Afirmó un
esperanzado Talco.
Aunque en ese
instante, por fortuna para el grupo de prófugos, el encapuchado se hallaba muy
lejos de allí y dirigía su atención a otro asunto que para él era prioritario.
Uno que pondría el triunfo final en sus manos. Y no iba a dejarlo escapar.
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