Por su parte Zafiro corrió de vuelta al
salón del trono. Debía hablar con Diamante pero éste ya no estaba allí.
Únicamente Esmeralda permanecía en el lugar, con aire reflexivo. Sin embargo, lo
que dejó sorprendido al joven ingeniero fue ver refulgir una vez más el gran
cristal negro que sintetizaba la energía de la caldera.
-Me pregunto si la presión de la caldera
estará lo bastante tensa como para iniciar la batalla.- Le dijo Esmeralda, acercándose
a él.-
-Diría que tenemos una bomba en nuestras
manos.- Replicó Zafiro.-
-¿Qué?- Exclamó la muchacha mirando
ahora con extrañeza a ese cristal.-
-Diamante no parece comprender lo
peligroso que es el poder del Cristal Oscuro.- Le explicó a su contertulia,
afirmando con tono reprobatorio.- Hasta ahora solo nos ha dirigido ese mago de
pacotilla al que llamamos Hombre Sabio.
Y
desde luego que las cosas que la Dama Turmalina y otros le habían ido contando
sobre ese encapuchado cada vez pesaban más en sus consideraciones. ¿Y si ese
consejero estuviera persiguiendo otros fines distintos a los de Diamante? ¿Y si
tuviera en mente algún siniestro plan contra la familia reinante? Otros muchos
le habían acusado y ninguno había sobrevivido. Así, añadió meditando en voz
alta.
-Puede que estemos tomando el camino
equivocado y vayamos al caos.
-Nadie que esté en sus cabales puede
confiar en el Hombre Sabio.- Afirmó Esmeralda, quien tampoco le daba mucho
crédito últimamente a ese encapuchado, a la vista de su nula ayuda para que
ella se ganase el corazón del príncipe. Es más, la joven añadió incluso con
desenfado. – El príncipe Diamante ya ha comenzado a sospechar y pronto le
pondrá a buen recaudo.
Además,
y a pesar de todo lo sucedido y de la influencia de la energía oscura, todavía
quedaba en Esmeralda un resquicio que le recordaba aquellas palabras de la
difunta reina Amatista. “ No confíes nunca en el Hombre Sabio”, le advirtió. Y desde
entonces ella jamás lo hizo, aunque tenía que admitir que ese individuo en algunas
ocasiones le había resultado muy útil. Sus reflexiones fueron interrumpidas por
la aparición de una gran proyección holográfica de Diamante que reprendió a su
hermano.
-Zafiro. ¿Por qué la reacción de la
caldera no ha sido preparada tal y como te ordené?
No
obstante, antes de que el joven pudiera hacer amago de responder, la duquesa de
Green- Émeraude, se anticipó.
-Príncipe Diamante, no necesitamos
desperdiciar el inmenso poder del cristal oscuro. Deja que yo me encargue de
esto.
El
interpelado se limitó a mirarla con severa frialdad y desapareció.
-¡Príncipe Diamante!- Le llamó ella en
vano.-
Bajó
la cabeza con pesar, en tanto Zafiro declaraba con tono resignado.
-Diamante se deja influir por su
corazón. Si no se hubiera enamorado de la reina Serenity habríamos matado a
Sailor Moon y el problema se habría acabado hace ya mucho tiempo.
Eso
era demasiado para Esmeralda. Desde luego que su interlocutor tenía toda la
razón. ¡Maldita pécora asquerosa! Había embrujado al príncipe y éste estaba
totalmente absorbido por ella. Llena de rabia tiró su abanico y lo pisó
exclamando.
-¡Maldita sea! Ella no es más que una
miserable basura. ¡Dejaremos que el Hombre Sabio nos utilice a su antojo! No sé
cual será su propósito pero al final seré yo quien le utilice a él para cumplir
los deseos de mi príncipe. No será la reina Serenity quien empiece una nueva
vida junto al príncipe Diamante sino yo, ¡ja, ja, ja, ja! - Rio con esa
atronadora risa suya, que desahogaba también parte de su frustración y amargura.-
Y
decidida como estaba fue en busca de aquel encapuchado. Tuvo que volver a
cruzar el pasillo inter dimensional hasta la Tierra. Al fin logró encontrarle.
Estaba todavía en esa base provisional que habían instalado en Neo Cristal
Tokio.
-¡Hombre Sabio! - Le llamó a voces.-
¿Dónde estás? ¡Contéstame! – Le exigió con irritación. -
Una
risa infantil la sorprendió, mirando en derredor no pudo ver a nadie aunque
enseguida preguntó.
-¿Quién es? No debería haber ningún
droido en esta base. ¿Quién eres tú?
Fue
cuando aquel a quien buscaba surgió de debajo del suelo, tal y como últimamente
era su costumbre.
-Hombre Sabio.- Repitió ella al verlo
aparecer.-
-Hay un viejo dicho.- Afirmó el
encapuchado.- La ira cobra vida interior y muchas veces nubla la mente y los oídos.
-¿Estás diciendo que esa voz solamente
me la imagino?- Inquirió ella con tono desabrido, aunque enseguida la tornó en
un tinte más conciliador para admitir.- Esta bien Hombre Sabio, necesito tu
ayuda. He decidido atacar el palacio de cristal y debo prepararme. Voy a
necesitar la fuerza que solo puede darme tu poder. ¿Serás tan amable de hacerme
ese pequeño favor?
-¿Es orden del príncipe?.- Quiso saber
su interlocutor.-
-No. - Reconoció sinceramente ella que
no obstante alegó.- Pero lo aceptará si podemos dar fin a la batalla y salir
triunfantes.
-Entiendo.- Repuso agudamente el
encapuchado.- No habrá más que una reina que puedo ver en el futuro y esa debe
ser la reina Esmeralda.
-¿Reina?- Musitó la atónita joven.-
A
su mente volvían esos recuerdos tan agridulces, cuando sirvió con devoción a la
reina Amatista. La propia soberana le dijo una vez que sería muy feliz si su
hijos pudieran ser dichosos con alguien que les amase de veras. Y le encargó la
misión de proteger a Diamante. Quizás si lograba alcanzar más poder…
-Hay una pequeña diferencia entre la
reina Serenity y tú.- Le desveló el Sabio que pareció leer sus pensamientos
cuando, observando su bola la vio aparecer vestida con galas reales y le dijo.-
Con el poder del cristal oscuro tú
podrías aventajarla.
-Yo puedo ser reina.- Pensaba la joven,
absorta ante esa posibilidad y recreándose en esa visión de ella misma así
ataviada.-
El
Sabio hizo surgir una preciosa corona negra adornada con una esmeralda que
envió levitando hacia ella. Indecisa todavía, la chica sonrió y con tono
soñador y esperanzado admitió, sellando su destino.
-Sé que tratas de engañarme, pero para
ganar el corazón del príncipe haría cualquier cosa. Podría hacer un trato con
el mismísimo demonio. – Sentenció.-
Aunque
el encapuchado guardaba silencio. Parecía aguardar a que esa muchacha se
decidiera. Y tras una breve lucha interna ella lo hizo finalmente tomando la
corona en sus manos.
-¡AAHH! -Chilló Esmeralda sintiendo como
un enorme torrente de poder la inundaba, haciendo que todo su cuerpo se
estremeciera de dolor.-
Aunque
su atuendo habitual cambió transformándose en un sedoso y largo vestido cortesano
de color morado con hombreras negras, a juego con la corona que ahora lucía en
su frente. El mismo de aquella visión. Remataba ese conjunto con un collar que
portaba una gran esmeralda engarzada en
él. Quizás se había equivocado en sus sospechas y el Sabio le hubiese concedido
su mayor deseo. Se sentía tremendamente poderosa, como si no pudiera contener la
energía que la llenaba durante mucho tiempo. Alborozada exclamó.
-¡El poder invade mi cuerpo, soy vuestra
futura reina! La soberana que reinará con el príncipe Diamante. ¡Ja, ja, ja,
ja!
Y
al fin, el encapuchado habló, iluminando sus ojos con dos incandescentes
círculos amarillos…
-Esmeralda.- Dijo con tono
condescendiente.-
-Dime.- Repuso la chica, quien de
pronto, se sintió extraña.-
Una
gran cantidad de vapor negro comenzó a emanar de su cuerpo, sin entender que le
ocurría, la desdichada únicamente fue capaz de exclamar.
-¡Oh cielos!
-¿Tú crees que podrías ser capaz de
utilizar el verdadero poder del cristal oscuro?- Preguntó burlonamente el
Sabio, que añadió con sádico regocijo.- No, y por eso sacrificarás tu vida por
mí.
-¡Maldito seas, Hombre Sabio! - Pudo
replicar la interpelada, en un último destello de su voluntad, que se
desvanecía.-
La
joven notaba como, poco a poco, iba perdiendo la consciencia. Esas premonitorias palabras de la reina
Amatista resonaron ahora una vez más como un eco en su mente. Jamás debió
fiarse de ese encapuchado siniestro, se daba cuenta al fin de que fue él quien
asesinó a su amada soberana, lo mismo que a otros muchos. Y ella iba a ser otra
víctima más…cayó al suelo llena de tristeza, frustración y odio, con su último
aliento apenas pudo susurrar con pesar, siendo envuelta progresivamente por una
nube oscura que seguía surgiendo de su cuerpo.
-Príncipe Diamante, mi deseo era poder
reinar en el futuro contigo.
-¡Tonta!.- Espetó el Sabio con desdén en
tanto esa nube oscura que la cubría por entero aumentaba cada vez más de tamaño.-
En
Némesis entre tanto Zafiro estaba repasando la caldera. Aquello no iba bien. El
nivel de energía amenazaba con desbordarse.
-Tengo que frenar esto, o saltaremos por
los aires.- Pensaba con gran preocupación.-
Pudo
aliviar parte de la presión soltando un poco de energía que recondujo hacia el
resto del planeta. Al menos la parte buena era que los habitantes de Némesis se
beneficiarían de más luz y calor. Pero, de seguir así, ni tan siquiera esa
medida serviría a medio plazo.
-Esto se nos está yendo de las manos.-
Se dijo.- Tengo que hablar con Diamante.
En
la capital y en otros lugares, incluido el refugio de los rebeldes, la luz
aumentó de intensidad.
-¡Vaya! ¿Qué ocurre?- Inquirió Cinabrio
en voz alta.-
-Ha subido la tensión.- Comentó Lazulita.-
A
los pocos minutos de que eso pasase alguien llamó a la puerta. Tras hacer una
comprobación de seguridad se percataron de que eran Cobre y Perla con la Dama
Turmalina, o más bien estaban sosteniéndola entre los dos para que no se cayese.
También iban acompañados por un anciano. Abrieron y les permitieron pasar.
-Gracias a Dios que estáis bien.-
Suspiró Cinabrio.-
-Fue por poco. Los droidos están
patrullando la ciudad en gran número.- Comentó Cobre, que se había fijado en eso
durante su viaje.-
-Por fortuna mi deslizador tiene el
sello de la Corte. No nos detuvieron.- Intervino ese hombre.-
-Este es el Señor Talco. Nos ayudó a
escapar.- Le presentó oficialmente Perla con tono agradecido.-
-Sí, no sé que está sucediendo pero el
palacio está desierto. – Comentó el aludido.-
-Podría ser la oportunidad que estábamos
aguardando. Con el Sabio fuera y Diamante ocupado en su enfermizo deseo de
capturar a Serenity. Estará rabioso desde que se le escapó. - Comentó
Lazulita.-
Cinabrio
la observó perplejo, ¿Diamante tratando de capturar a Serenity?...
-¿A qué te refieres con eso?- Inquirió
el líder de la resistencia.- Serenity está en la Tierra.
-Bueno, y Diamante ha viajado a ella
también. ¿Verdad Cobre?.- Comentó la aludida mirando con algo de nerviosismo al
hijo del médico.- ¿No te lo dijo tu padre?
-¿Mi padre? No.- Negó este.- Él no me ha
comentado nada de eso. Únicamente que el príncipe estaba ausente.
Lazulita
miró significativamente a Cinabrio y le comentó en voz baja.
-¿Podemos hablar un momento en privado?
-Sí, claro.- Convino el interpelado.-
Se
disculparon durante unos momentos y metiéndose en una sala anexa la chica cerró
la puerta.
-¿Qué pasa?- Quiso saber el jefe de los
republicanos.-
-¿Es que no lo ves?. Ese chico me ha
dado información falsa.- Le explicó su interlocutora.-
-¿A qué te refieres?- Inquirió
Cinabrio.- ¿A eso que has dicho de Serenity?
-Juraría que él, o Perla, ahora no me
acuerdo del todo.- Dudó su contertulia.- Bueno, que alguno me contó que
Diamante había atrapado a Serenity en la Tierra y que ésta se escapó, gracias a
algún traidor que estaba de nuestra parte.- Ahora se hace el tonto, claro.
¿Cómo podría saber eso de no estar metido en ese círculo?- Le planteó la
muchacha.-
Cinabrio
se llevó una mano a la barbilla con gesto pensativo. No quería creer que
ninguno de esos dos muchachos fuese un traidor. Incluso les tenía aprecio, pero
no podía fiarse de nadie.
-Puede que el Señor Talco o la misma
Turmalina les comentasen algo.
-Esa Turmalina está completamente loca.-
Descartó Lazulita.- O controlada por ese Sabio. Tras tanto tiempo prisionera le
habrá sido sencillo manipularla. Y acerca de Talco, no podemos estar seguros.
Esto bien pudiera ser una trampa. Como señuelo nos trae a esa inútil para que
nos confiemos y ataquemos el palacio que bien podría estar custodiado por
decenas de droidos.
-Entonces, ¿en quién puedo confiar? –
Exclamó un irritado Cinabrio.- Dime. ¿En quién?
Lazulita
se apresuró a intentar calmarle pasando una mano sobre su rostro y
acariciándole con suavidad.
-Soy tu hermana. Siempre podrás contar
conmigo.- Le susurró con afecto.-
Y
tras unos momentos para que el líder de la resistencia resoplase y pudiera
sosegarse un poco, ella le aconsejó.
-Lo mejor será separarnos. Tener cuidado
y comprobar sobre el terreno si lo que nos han contado es cierto.
-Muy bien, ve a decirles que saldremos
por grupos. Ahora iré yo, en cuanto piense a donde enviarles y en la zona de
reunión. - Convino él.-
La
joven salió para informar al resto, Cinabrio entonces sacó un comunicador
portátil que ocultaba bajo una de sus mangas y comentó a un desconocido
receptor.
-Sí, tal y como pensabas. Ahora vamos
para allá. Espéranos…
Entre
tanto, el Sabio no podía estar más complacido. La estúpida de Esmeralda en
efecto se había sacrificado por él. Utilizando la rabia, los celos y el desamor
de esa chica, y merced a un conjuro maléfico alimentado por la energía oscura,
la había convertido en un enorme dragón que atacó el palacio de Cristal- Tokio.
A punto estuvo de destruir la barrera que lo protegía. Aunque, una vez más, las
guerreras de la Luna pudieron hacer frente a la amenaza y derrotaron a ese
monstruo. Y dentro del mismo, sintiéndose impotente, Esmeralda recibió el
ataque del poder de la Luna. Por un breve momento se sintió liberada de aquel
dolor y sufrimiento terrible que la llevaba lastrando desde hacía años. No
obstante, todas esas emociones, tristeza, desamor, celos y rencor, parecieron
tomar forma en un enorme vórtice negro que la devoró sin que ella pudiera
resistir. Gritando inundada por el terror más absoluto desapareció en aquella
terrible dimensión. Aunque todavía pudo lanzar un último suspiro con el nombre
de su amado.
-¡Diamante!
El
príncipe estaba en ese momento sentado en el salón del trono, apuraba una copa
de vino y por un instante creyó oír la voz de esa pobre desgraciada llamándole.
-Esmeralda.- Musitó.-
Pero
no pensó más en ello. El que sí meditaba sobre lo ocurrido era el Sabio.
-Aunque esa estúpida haya sido vencida
no importa. Mi verdadero propósito no es el triunfo de la Luna Negra. Zafiro y
el príncipe Diamante también sacrificarán su vida, un día, en nombre de este
propósito. De hecho, ahora tengo el mayor triunfo en mi mano. Uno que Sailor
Moon y los suyos no esperan. ¡Ja, ja, ja! - Se rio lleno de regocijo en tanto
aquella cantarina risa infantil se escuchaba de fondo.-
Y
es que le había sido muy fácil. La localizó sola, sentada en un columpio. Poniendo
en juego sus capacidades para crear alucinaciones él metió en la mente de
aquella indefensa niña imágenes de inexistentes momentos de su pasado. Aquella
chica fue totalmente sugestionada por él.
-¡Ódialos a todos!.- La aleccionó.- ¡Ellos
no te quieren, no les importas!…
Disfrutó
viendo como en los inocentes ojos de aquella chiquilla fue anidando el rencor y
el odio más absoluto. Al fin, una vez estuvo lista, la rodeó con una potente
cantidad de energía oscura que propició su transformación. Hizo que su cuerpo
creciera y madurase, a la par que aumentaba aun más si cabía sus deseos de
venganza.
-He perfeccionado esta técnica. En el
pasado ya nos fue útil. Uno de mis hermanos la utilizó. Yo mismo la he usado
anteriormente con muy buenos resultados, ¡Ja, ja, ja, ja! - Pensaba lleno de
satisfacción.-
Y
ante él tenía ahora a una muchacha joven, realmente hermosa, de pelo rosado y
ojos bermellón que sonreía con malicia. Llevaba un vestido negro aterciopelado
que apenas sí velaba sus encantos y calzaba zapatos de tacón rojos…de esta guisa
apareció en el salón del trono siendo acompañada por el Sabio. El príncipe
Diamante le dedicó una perpleja mirada.
-Henos aquí. La servidora del Cristal
oscuro, la chica, se ha convertido en servidora de la oscuridad y ha adquirido
un inmenso poder.- La presentó el encapuchado.-
-¿Qué?- Exclamó el estupefacto Diamante
preguntándole a la recién llegada.- ¿Tú eres la Pequeña Dama? ¡Es la marca de
nuestro clan!- Exclamó el príncipe al ver aquella luna negra dibujada en la
frente de esa joven que únicamente sonreía de forma inquietante.-
-Yo soy la Dama Negra.- Respondió la
interpelada con una voz suave y pérfida.-
-Diamante, tú siempre has querido ir al
pasado de la Tierra. Y hasta ahora no has podido. La Dama Negra puede ayudarte
con su poder de la oscuridad, a dominar la Tierra.- Le dijo el Sabio.-
Y
tanto ella como el encapuchado desaparecieron dejando el eco de la malévola
risa de esa joven.
-Así que por fin ha llegado el momento
de la venganza.- Se dijo un satisfecho príncipe apretando un puño.- Este será
mi momento.
Zafiro
apareció entonces a su lado y le advirtió con tono inquieto.
-Diamante. No debes entregar tu
confianza al Hombre Sabio. Estoy convencido de que nuestra hermana Esmeralda
murió solo por confiar en él.
Hablaba
así de ella, en realidad era como si los tres hubiesen estado hermanados en
aquella empresa, aunque no tuvieran lazos de sangre con esa desdichada joven.
Pese a ello y a sus diferencias Zafiro había llegado a apreciarla recordando
como fue antaño y lo mucho que esa desdichada joven quiso a su madre la reina
Amatista. Así que la noticia de su muerte, según interpretación del Sabio
achacada a un deseo suicida de Esmeralda por reivindicarse ante el príncipe,
además de no haberle convencido en absoluto, reforzaba sus sospechas y le llenó
de pesar.
-¿Cómo?- Inquirió su interlocutor,
mirándole con desconcierto, aunque enseguida añadió con evidente resentimiento.-
Entiendo, nosotros solo hemos vivido en este remoto lugar porque la Tierra nos
obligó a ello. Y a mí no me importa perder a mis sirvientes si así consigo
vengarme.
Zafiro
escuchaba aquello con evidente preocupación, trató de compartir sus temores con
su hermano.
-Escucha Diamante. Hay muchas cosas
sospechosas con respecto al Hombre Sabio.
-¡Tonterías!- Desestimó de inmediato su
contertulio, rebatiendo.- El Hombre Sabio nos ha estado ofreciendo información
vital para que podamos usar correctamente la energía del cristal oscuro. ¿Es
que acaso necesitas otra prueba más de su confianza?- Remachó, añadiendo.-
Escúchame bien, Zafiro.- Y activó un holograma en el que podían verse a las
sailors defensoras del palacio unidas alrededor de una columna y proyectando
sus energías.- Estas cuatro guerreros han bloqueado nuestro camino con gran
firmeza. Tenemos que solucionar este problema. Resulta mucho más fácil destruir
el mundo en el pasado que dominar el Cristal Tokio.
Y
poniéndose en pie, declaró, mirando a su hermano con mayor estima ahora.
-No desperdiciaré mi oportunidad ahora
que la chica se ha convertido en servidora del cristal oscuro. Partiré para la
Tierra y construiré una puerta oscura con ayuda de la Dama Negra. - Y tras
acariciar algunos mechones de pelo y la frente de su contertulio con afecto, le
encomendó.- Mira Zafiro, tú cuida de la reacción de la caldera para que la
energía del cristal oscuro siga amplificándose hasta que se abra la puerta.
El
muchacho asintió, levemente musitando.
-Diamante…
-¿Entendido?- Quiso saber éste.-
-Sí.- Afirmó dócilmente su hermano
menor.-
Zafiro
se retiró hacia la caldera, casi como si estuviera hipnotizado, aunque juraría
que Diamante no había usado tal poder contra él. En realidad, ambos hermanos se
querían y él estaba dispuesto a seguirle solamente por eso.
-Tengo que ayudarle. Ya investigaré al
Sabio después.- Pensó.-
La
resistencia entre tanto intentaba poner en práctica su plan. A pesar de todo
Cinabrio ordenó que se dividieran en grupos para intentar acceder al palacio.
-Si pudiéramos controlar la fuente de
energía que alimenta Némesis, podríamos anular los planes de Diamante.- Comentó
a su hermana que le acompañaba.- Espero que todo saldrá bien.
-¿Cuánto queda para el punto de
encuentro?- Le preguntó la muchacha.-
-Apenas unos veinte minutos.- Le dijo
él.-
Avanzaban
a pie, con trajes espaciales dado que tuvieron que salir por fuera de las zonas
con soporte vital. Acorde a lo que le dijo su hermano, deberían entrar cerca de
un acceso de palacio que estaría poco custodiado.
-Talco me aseguró que ya nadie entraba
por ahí.- Le desveló Cinabrio.-
-¿Confías en él?- Inquirió Lazulita.-
-Pronto podré responderte a eso.- Se
sonrió su hermano.-
Por
su parte, el grupo de Cobre y Perla usaron una vía convencional. El propio
Talco les acompañaba conduciendo el deslizador en el que iban.
-Ojalá que la Dama Turmalina se
recupere.- Deseó Cobre.-
-La hemos dejado con algunas buenas
personas, partidarias de nuestro movimiento, cuidarán bien de ella.- Afirmó
Perla.-
El
vehículo llegó al fin hasta un acceso secundario al palacio. Allí se detuvo.
Talco les pidió.
-Esperadme aquí. No sé cómo podría estar
la situación. Iré a ver al príncipe Diamante con algún pretexto. Si sigue aquí
supongo que me recibirá. En tal caso, poneos a cubierto, y si me es posible, os
indicaré cuándo y cómo podéis entrar. Pero si las cosas se complicasen lo más
mínimo, marchaos.
Lo
habían acordado antes de salir, Talco llevaba un intercomunicador que les
permitiría escuchar lo que hablase.
-¿Pero qué le sucederá a usted?-
Inquirió Cobre con algo de inquietud.-
-Nada, no temas. – Sonrió afablemente su
contertulio.-
De
modo que el noble se dirigió hacia la entrada principal y enseguida fue
abordado por un centinela droido.
-Comunica al príncipe Diamante que
humildemente solicito una audiencia con él. Tengo asuntos importantes de los
que informarle.
-Nuestro príncipe no se encuentra en
palacio.- Fue la contestación.-
-En tal caso, quisiera ver al Infante
Zafiro.- Le pidió Talco.-
-Está ocupado revisando la caldera. Por
orden directa del príncipe.- Repuso el guardia.-
-Pues dile que deseo hablar con él. Es
importante. Te aseguro que no rehusará verme y no le haré perder mucho tiempo.-
Afirmó el noble.- O de lo contrario, avisa al Sabio.
-El consejero Real tampoco se encuentra
aquí en estos momentos.- Le informó su interlocutor.-
Eso
sí que no lo esperaba. Mucho mejor. Podría ser capaz de ver al Infante sin la
interrupción o el control de ese individuo.
-Se pues tan amable de pedir audiencia
en mi nombre para ver al príncipe Zafiro.- Insistió, reforzando su solicitud al
declarar aunque eso hiciera mucho tiempo ya que apenas significase nada.- Soy
miembro del Consejo.
-Aguardad aquí.- Le indicó ese
centinela.-
Al
poco comunicó aquello por un transmisor a otro droido que fue el encargado de
avisar a Zafiro.
-¿El noble Talco desea verme a mí?- Se
extrañó el joven.-
-Así es, Alteza. En ausencia del
príncipe Diamante sois el regente de Némesis. – Respondió aquel androide.-
-Muy bien. Ahora mismo voy, dile que
acuda al salón de recepciones.- Le indicó el Infante a su sirviente
artificial.-
Así
quedó convenido. En ese momento, Cinabrio y Lazulita llegaban al punto
acordado. Pero no había nadie allí.
-¿Dónde están todos?- Quiso saber la
joven.-
-Paciencia, pronto llegarán.- Le aseguró
su hermano.-
Pero
el tiempo pasaba y nadie venía. Lazulita comenzaba a inquietarse.
-¿Les habrá pasado algo?- Comentó.
-No. Tranquila.- La calmó Cinabrio.-
Aunque
al fin alguien vino. Un grupo de individuos se aproximaban. Provistos de trajes
espaciales como ellos. El líder le indicó a su hermana.
-Adelante…
Ella
le siguió, los dos pudieron entrar por esa zona apenas transitada y quitarse
los trajes nada más cerraron y se presurizó en lugar.
-Este pasadizo debe de ser de los tiempos
del rey Corindón.- Comentó la chica.-
-Supongo que sí.- Convino él.-
Aquellas
figuras que les seguían todavía iban provistos de trajes. Lazulita se extrañó.
-¿Por qué no se los quitan? Ya estamos a
salvo.
-Supongo que no se habrán percatado. Ahora,
en cuanto accedamos al interior del palacio, se lo diré.- Repuso
despreocupadamente su hermano.-
Y
abriendo otra especie de compuerta pudieron pasar al interior de una habitación,
ya en el interior del edificio. Al entrar, Cinabrio fue a conectar algunas
luces, pero entonces descubrió que varios droidos guardianes estaban allí,
esperándoles.
-¡Quedáis detenidos en nombre del
príncipe Diamante, acusados de traición!- Dijo uno.- Quitaos esos trajes.-
Ordenó a aquellos que todavía no lo habían hecho.-
Sin
embargo, esos individuos no acataban las órdenes. Otro droido les advirtió.
-Obedeced o abriremos fuego.
Pero
siguieron sin recibir respuesta. Al momento y cumpliendo su amenaza aquellos
androides dispararon eliminando a dos de esos tipos. Lazulita no se inmutó y
Cinabrio aprovechó para sacar un arma y atacar a su vez a un droido al que
alcanzó, dejándole inutilizado. El resto por desgracia para él reaccionó enseguida
apuntándole. Entonces la voz de su hermana les detuvo.
-Esperad. ¡El Sabio le quiere vivo!
El
líder de los rebeldes la miró con gesto de sorpresa. Ella se sonrió levemente
para admitir.
-Os llevo vigilando desde hace ya mucho
tiempo.
-¿Siendo mi propia hermana? – Inquirió
su interlocutor.-
-El Hombre Sabio me mostró vuestros
verdaderos objetivos. Queréis destruir nuestro mundo, sois enviados de Endimión
y de Serenity.- Le acusó, añadiendo con amargura y reproche.- Yo nunca te he
importado, dejaste que me torturasen y te dio igual.
Ahora
los peores temores de Cinabrio se confirmaban. Su hermana Lazulita fue detenida
también cuando le atraparon a él, y mientras Rubeus le daba aquella paliza que
aún recordaba, ¡quién sabe qué atrocidades le habría estado haciendo aquel
encapuchado a ella! Al principio no quiso creerlo, pero al conocer el estado de
la duquesa de Turquesa no tuvo más remedio que rendirse a la evidencia.
Seguramente que ese maldito encapuchado le habría lavado el cerebro a Lazulita.
-Eso no es verdad.- Repuso él.-
-¡Mientes!, pero ahora confesarás la
verdad. Cuando el Amo regrese él se ocupará de ti. Y no podrás engañarle. –
Afirmó la chica con tono airado.-
Cinabrio
suspiró, asintió entonces y repuso con resignación.
-Bueno, eso es algo que nunca podremos
saber…
Y
subrayando sus palabras una potente llamarada destruyó a dos de los androides
que le estaban apuntando. Al mismo tiempo un par de rayos de energía se
ocuparon de eliminar a los dos restantes que quedaban. La perpleja Lazulita vio
como una mujer enfundada en un extraño uniforme, en el que destacaba un gran
lazo rojo en el pecho y una mini falda, entraba en la sala acompañada de..
-¡Perla, Cobre!- Exclamó la muchacha sin
poderlo creer, mirando entonces hacia aquellos cuerpos caídos enfundados en
trajes espaciales.-
Su
hermano se aproximó a uno de esos individuos que yacían allí tumbados y le quitó
la escafandra que llevaba. Para sorpresa de Lazulita, esta vio que se trataba
de un viejo modelo de droido doméstico.
-Por desgracia, tus sospechas se
confirmaron, Sailor Némesis.- Le comentó él a esa mujer tan extrañamente
ataviada.-
Esta
no tardó en sujetar y reducir a Lazulita quien no tuvo tiempo ni de empuñar un
arma que tenía oculta bajo su ropa. Una vez la ataron, Cinabrio le comentó con
tono entre apesadumbrado y severo.
-En cuanto dijiste aquello de que
Diamante había atrapado a Serenity te traicionaste. Ninguno de nosotros tenía
conocimiento de eso. Únicamente quien hubiera estado allí, o en contacto con el
príncipe, su hermano o el Sabio, podían saberlo.
-El Amo Hombre Sabio me ha estado
informando. Él conoce vuestras verdaderas intenciones.- Admitió la joven
intentando revolverse.-
Aunque
fue sujetada por Perla y por Cobre mientras Sailor Némesis tomaba el relevo en
la explicación, declarando.
-Talco fue a hablar con Zafiro, le ha
estado contando algunas cosas. El príncipe desde luego no te conocía Lazulita,
y menos aún su hermano Diamante. Por eso, concluimos de inmediato que eras una
espía del consejero.
-Sí, tratando siempre de que no
atacásemos el palacio. – La recriminó Cobre.- Con la excusa de que estuviera
bien defendido. En realidad apenas hay nadie salvo unos droidos.
-Mi maestro ya estará aquí de vuelta. En
cuanto sepa que estáis dentro, os mandará eliminar.- Les amenazó ella.-
-No va a tener ese placer.- Repuso la sailor.-
Perla
colocó entonces un paño empapado en narcótico sobre la boca y nariz de
Lazulita, esta trató de resistirse pero quedó inconsciente de inmediato. Una
vez desmayada su propio hermano la tomó en brazos observándola consternado.
-No debes sentirte mal. -Le dijo
Magnetita, animándole.- Cuando hablamos antes de que salierais te avisé que tu
hermana estaría a buen seguro controlada por ese encapuchado. Tendremos que
encerrarla por ahora.
-¿Y qué haremos después?- Quiso saber el
consternado líder de los rebeldes.-
-Cuando derrotemos a ese Sabio su
control sobre ella desaparecerá. No temas. Lo lograremos.- Afirmó la sailor.-
Perla
asintió afirmando con tono esperanzado.
-Ahora tendremos al príncipe Zafiro de
nuestro lado. Talco le contó todo y nosotros, después de aguardar un momento,
pudimos entrar gracias a que el mismo Infante nos franqueó el paso. Luego nos
dijo que él se encargaría del Sabio y de contarle a Diamante la verdad.
-Sí, nos comentó que su hermano se haya
también bajo la influencia de ese monstruo.- Intervino Cobre.-
-Debemos irnos ya.- Les indicó Sailor
Némesis.- Salid fuera y abordad el deslizador de Talco. Os espera.
-Pero. ¿Y la misión?- Inquirió
Cinabrio.-
-Zafiro va a desactivar el cristal negro
que regula la Caldera. Dejará un sistema de alimentación secundario para el
planeta.- Le contó Perla.- Al menos eso nos contó a nosotros.
-¿Confiáis en él?- Quiso saber su
líder.-
Némesis
asintió. La Guerrera esbozó una leve sonrisa y desveló.
-También yo pude intercambiar unas palabras
con él. En mi identidad como Lady Magnetita. Le expliqué que, tanto su madre,
como su padre y su abuela, lucharon contra este mismo mal. Me prometió acabar
con esto de una vez por todas.
De
modo que sin pérdida de tiempo todos salieron de allí. Fiel a la palabra que le
dio a la sailor, Talco aguardaba fuera con su deslizador. Por suerte era un
vehículo grande y pudieron entrar todos en él. Aunque Magnetita se quedó fuera.
-¡Vamos! Hay sitio.- Le dijo Cinabrio.-
Aunque
esta movió lentamente la cabeza, volvió a sonreír y portando su antorcha en
llamas, le respondió.
-Queda muy poco para la batalla final. Y
esa habrá de librarse en otro tiempo. No te preocupes Cinabrio, estaremos en
contacto, pero yo debo permanecer aquí para terminar el trabajo que mi reina ha
de comenzar. O mejor dicho, comenzó hace mil años, derrotando a ese malvado
encapuchado y a su Amo. El Fantasma de la Muerte.
El
resto la miró sin comprender. Aunque Sailor Némesis sonrió más ampliamente
ahora y les aseguró.
-Ya lo entenderéis. Ahora buscad un
lugar en el que estéis a salvo. Si todo va bien pronto nos veremos…
Perla
pareció querer preguntarle algo, tenía una expresión de temor, aunque no le dio
tiempo. Cinabrio cerró con decisión la carlinga del vehículo y Talco arrancó sin
tardanza. Enseguida se perdieron por una de las rutas de salida del palacio.
-Ahora, Majestad. Todo está en vuestras
manos.- Pensó la joven guerrera mientras les veía alejarse.-
Y
entre tanto, el Infante Zafiro todavía estaba conmocionado por aquellas
revelaciones. Todo cobraba sentido. Estando a punto de ir al cuarto de calderas
vio aproximarse al noble Talco. El anciano, sin reparar en saludos
protocolarios, le hizo una seña…
-Alteza, por favor, venid. Es muy
urgente.
-¿Qué es lo que sucede?- Inquirió él.-
Tuvo
que pasar a una habitación anexa para que ese hombre le contase aquello. Al
fin, Talco remachó.
-Y todo eso sucedió por culpa del Sabio.
Siempre ha estado utilizándonos. Mató a vuestro padre, a vuestra madre y, antes
que él, sus diabólicos hermanos acabaron con otros antepasados vuestros.
-Pero. ¿Es cierto eso que me decís?-
Exclamó el perplejo joven.-
Su
pregunta quedó sin respuesta, al menos durante unos instantes, Talco había
conectado con alguien en el exterior.
-Chicos, entrad en el palacio por el
pasaje de servicio.- Les indicó.- Son esos dos jóvenes que ya conocéis,
Alteza.- Le explicó a su interlocutor.-
En
un primer momento Zafiro no caía en quienes eran, aunque no tardó en verlos
llegar. Perla y Cobre hicieron una leve y torpe reverencia, aunque el Infante
enseguida les excusó.
-No hay tiempo para eso ahora. Decidme.
¿Qué pruebas tenéis?- Interrogó al noble.- Necesito evidencias de peso.
-Señor, hay alguien aquí que puede
aportároslas.- Contestó el interpelado.-
-¿De quién se trata?- Inquirió Zafiro
mirando alternativamente a esos dos jovencitos.-
No
obstante, los dos le devolvieron la mirada con gesto desconcertado. Eso
desencantó a Zafiro. Empero, una voz de mujer logró atraer su atención, salía
de un extremo de la sala.
-El noble Talco se refiere a mí, Señor.
Al
girarse Zafiro quiso distinguir de quién se trataba, pero en esa parte de la
habitación había una penumbra que velaba los rasgos de esa individua quien
lucía un largo vestido de color blanco.
-¿Quién sois?- Preguntó el sorprendido Infante.-
-Alguien que vivió aquí hace mucho
tiempo, y que conoce sobradamente todos los pasajes secretos que guarda este palacio.
Si tomáis este por el que he venido, llegaréis sin ser visto a los aposentos
privados del Sabio. Allí tendréis las pruebas que pedís. Él mismo os las
brindará. Podéis creerme.
Aunque
el joven miró hacia ella con escepticismo y enseguida objetó.
-¿Y cómo sé que no estáis tratando de
engañarme? ¿Acaso debo confiar en vosotros?
-Alteza, en vuestro corazón sabéis en
quién podéis confiar. Y nunca lo hicisteis en el Sabio, lo mismo que tampoco lo
hizo vuestra madre.- Replicó ella con tono conciliador.- Os ruego que os
apresuréis, antes de que ese ser maléfico lleve a la perdición a vuestro
hermano y a todos los que viven en este planeta.
Y
aunque dudó durante unos segundos, finalmente Zafiro asintió. Antes de internarse
por una puerta que acababa de abrirse cerca de esa mujer, les dijo a sus
interlocutores.
-Me ocuparé personalmente de
desenmascarar a ese maldito Sabio. Luego iré a detener la reacción de la
Caldera que alimenta la ofensiva que estamos llevando a cabo en el pasado. No
temáis, la desviaré a un conducto secundario para que nuestro mundo siga siendo
habitable. Para eso tengo que hacerme con un chip que la controla.
-Si lo deseáis, nosotros podríamos
ocuparnos de eso.- Le propuso Talco.-
-Será mejor que salgáis de aquí.- Sonrió
Zafiro moviendo la cabeza.- Solamente yo tengo los códigos para entrar y
podríais ser atacados por los droidos de guardia.
-Hablando de eso.- Intervino esa mujer.-
Cinabrio nos necesita.- Tenemos que ir en su ayuda. No creo que el plan que
hemos urdido vaya a engañar a Lazulita durante mucho más tiempo.
Los
demás asintieron no sin cierto pesar. Les habría gustado ayudar al Infante,
aunque este se apresuró a despreocuparles.
-Tranquilos, es mejor que vaya yo solo. No
levantaré sospechas. Id a cumplir con vuestra tarea.
Y
así fue como se separaron, tras desearse suerte. Entonces Zafiro recorrió ese
pasaje que jamás había visto.
-Ahora mi hermano y esa tal Dama Negra
han ido al pasado. Hemos desviado una cantidad enorme de energía oscura para
crear un asentamiento allí. Espero que no sea tarde para remediarlo.- Se dijo
con inquietud.-
Prosiguió su
recorrido por aquel lugar y tal y como esa extraña le comentase accedió a unas
habitaciones para él desconocidas. Allí, parapetado tras una columna que le
cubría, pudo escuchar la voz del Sabio. Parecía estar hablando con alguien.
-Señor de la Nada, silencio, obedezco
tus órdenes. El que controla el universo no es Diamante con sus irracionales
sueños. Sino el Fantasma de la Muerte que posee un absoluto poder. Él es
nuestro señor. El príncipe Diamante es un idiota que desconoce la fuerza del
silencio y el poder caótico de la Nada. Yo creo en el poderoso y supremo
Fantasma de la Muerte, y liberaré al universo de esas repugnantes cosas
llamadas vida. ¡Qué es!- Exclamó de pronto, como si hubiera sentido la
presencia de alguien.-
Zafiro
se apresuró a salir de allí. Caminando deprisa volvió sobre sus pasos por esa
galería y tras salir por la estancia en la que había estado hablando con Talco
y los otros, se dirigió sin pérdida de tiempo a la sala de calderas, pensando
con una mezcla de horror, rabia y preocupación.
-¡Yo estaba seguro de esto! Ese bastardo no solo no ayuda a Diamante, sino
que además sabe cómo utilizarlo.
No
tardó en plantarse ante la puerta que abrió de inmediato. Ante él estaba el
cristal de la caldera, brillando con una intensidad inusitada.
-Nunca había visto que la energía alcanzase
este nivel. ¿Será este el trabajo del Hombre Sabio?- Se preguntó, diciéndose
con apremio.- Tengo que hacer algo.
A
su mente volvían aquellas terribles cosas que le habían contado Talco y esa
mujer. Ahora estaba claro que eran ciertas. No permitiría que esa especie de
monstruo llevase a cabo su maléfico plan. Sin perder ni un instante activó la
zona de mandos extrayendo el chip que controlaba la caldera y apagándola.
-Bueno.- Se dijo aliviado.- No puedo
dejar que escape del todo a nuestro control.
Aunque
su satisfacción fue muy efímera. Oyó entonces la enojada voz del Sabio que le llamó.
-Zafiro.
-¡Hombre Sabio!- Se sobresaltó el joven,
sin acertar a entender cómo aquel individuo podría haberle descubierto tan
rápidamente.-
-Vuélvelo a conectar.- Le ordenó el
encapuchado.-
¿Y por qué debo seguir tus órdenes?-
Replicó envalentonado. – Hablaré con Diamante y decidiremos lo que debe
hacerse.
-Es el Fantasma de la Muerte, gobernante
del universo, de quien tú recibes las órdenes.- Le espetó su interlocutor
encendiendo sus ojos como dos destellos de color blancuzco, a la par que le
amenazaba.- Y si no cumples sus deseos puedes perder la vida.
-Tú ya habías mencionado ese nombre.-
Repuso el muchacho, recordando más bien lo que Talco y esa mujer le contaron.- ¿Qué
significa el Fantasma de la Muerte?
-Es el hacedor y hará que el universo se
convierta en el centro del silencio y de la nada. Como fue un día.- Le dio por
siniestra réplica su interlocutor, remachando.- Y acabará con toda repugnante
vida, como la tuya.
El
tono amenazador y helado de esas palabras le hicieron temblar. ¿Quién era
realmente ese individuo? Jamás le había visto el rostro, nunca le vio comer en
su presencia. ¿Acaso no lo precisaba?...¿Estaría realmente vivo? Ahora, todos
los extraños accidentes y muertes de otros nobles a lo largo de los años caían
como una losa en la mente de Zafiro. ¿Qué era esa cosa que les había estado
dirigiendo?
-¿Quién? ¿Quién eres tú de verdad?- Pudo
balbucir el chico, sintiendo que le envolvía un pánico sobrenatural. –
-El tiempo lo dirá.- Sentenció aquel ser.-
Y sacando esos
extraños brazos que refulgían de varios colores creó una esfera de energía
entre las manos convirtiéndola en un chorro de energía con el que atacó a
Zafiro. El joven apenas sí pudo cubrirse con un brazo, en tanto sentía su
cuerpo arder.
-¡Ah! ¡Hombre Sabio, maldito!- Pudo
gritar, intentando reunir sus escasas energías.-
-¡Jamás lo averiguarás porque vas a
morir! - Aulló éste con sádico placer.-
Tras
chillar sobrepasado por el dolor, Zafiro pudo aun activar el chip que había
sacado de la caldera. Por fortuna para él estaba programado en la misma
frecuencia de la energía que emitía directa al pasado. De este modo pudo
teletransportarse por el tejido espacio- temporal. No sabía a dónde iría, pero
esa era la única posibilidad de seguir vivo que le quedaba. Por su parte, el
Sabio le vio desaparecer y tras cesar su ataque escupió con desdén.
-¡Así aprenderás a no meter las narices
donde no te llaman!
Entre
tanto, en el pasado, Diamante estaba sentado en su puesto de mando, en aquella
especie de enorme edificio de cristales negros que había erigido en pleno
centro del Tokio en el siglo veinte. Junto a él, sentada en uno de los brazos
de su sillón, aquella extraña joven
afirmaba con un meloso tono de satisfacción.
-La puerta oscura será abierta a su
debido tiempo.
-La reacción de la caldera está
alcanzando su nivel más alto.- Convino él.- Mis deseos pronto se cumplirán.
-El mundo desaparecerá y habrá un
inmenso cambio.- Pronosticó ella riéndose entre murmullos.-
Diamante
asintió, estaba realmente impresionado por aquella chica. Era casi increíble
que se tratase de la Pequeña Dama. La hija de Serenity. Por momentos llegó a
considerar que si la madre quedase fuera de su alcance, esa chica sería la
perfecta candidata para ser su reina.
-Mi compañera perfecta, la única que
entiende mis deseos y que hará mi voluntad sin titubear.- Reflexionó.-
Y
allí abajo, inadvertidas para la mirada de Diamante, muchas personas eran
impelidas a guarecerse en refugios. Entre ellas, las cuatro hermanas Ayakashi,
quienes vivían ahora como humanas corrientes del siglo veinte. Fue Kermesite
quien advirtió a las otras al observar ese inmenso cristal negro.
-¿Habéis visto? Al
parecer las cosas se han puesto muy serias. Ya no hay casi nadie por las
calles. -
-Sí, lo mejor será
darnos prisa por entrar al refugio. - Convino Karaberasu. –
Petz
miraba hacia aquel gigantesco cristal preguntándose qué habría sucedido en el
futuro. Asintió descuidadamente a las palabras de sus hermanas cuando algo
captó su atención, una figura conocida iba arrastrando los pies y apoyándose
contra la esquina de la calle de enfrente. Creyó reconocer a…
-¡Zafiro! - Pudo
decir entre asombrada e incrédula. –
El muchacho era precisamente quién,
trastabillándose, intentaba apoyarse en las paredes para seguir caminando.
Estaba muy malherido y apenas sí tenía fuerzas.
-Di… Diamante.-
Musitaba.- ¡Cuidado! - Fue capaz de decir, tras apoyarse en un árbol y caer
finalmente al suelo en donde, a punto de perder el sentido, musitó.- El Hombre
Sabio…acabará contigo…
Por
su parte Petzite no lo dudó. Supo de inmediato de quién se trataba. Las demás
no parecieron haber visto bien a ese individuo, pero su hermana corrió
repentinamente cruzando la calle. Tomadas por sorpresa la llamaron en vano,
finalmente todas fueron tras de Petz.
Cuando la alcanzaron ella estaba arrodillada sosteniendo la cabeza de un
hombre que parecía estar herido. Para conmoción de todas reconocieron a Zafiro,
el hermano menor del príncipe Diamante. Estaba sin sentido.
-Chicas ayudadme,
tenemos que llevarle a casa. - Les pidió Petz. -
-Pero, debemos ir al
refugio, - opuso Bertie. -
-¡Por favor! Kalie,
Bertie, Cooan. - Les suplicó su hermana interpelándolas por los nombres que
habían adoptado para vivir en el siglo veinte. Eso las dejó atónitas, implorar
de esa forma era algo que jamás la habían visto hacer. Sobre todo cuando Petz añadió
con visible gesto de sufrimiento y temor en su voz. - Morirá si le dejamos
aquí. Os lo ruego, ¡ayudadme!
Sin
pensarlo ya dos veces Beruche asintió, tanto ella como Karaberasu y Cooan se
aprestaron para tratar de transportar a Zafiro junto con Petz. Pesaba bastante
pero entre las cuatro lograron levantarlo pasando los brazos del muchacho por
los hombros de las dos mayores. Por fortuna su casa no estaba lejos. Cooan y Bertie
las iban relevando cuando se cansaban. Pudieron subirle al ascensor sin
problemas. Entraron con él a cuestas en el apartamento y finalmente le metieron
en el dormitorio de su hermana mayor. Entre todas le curaron las heridas de la
mejor forma que pudieron y le acostaron.
-No podemos hacer más
por ahora.- Suspiró Bertie.-
-Dejémosle dormir a
ver como se despierta. – Les sugirió Cooan.-
Las
chicas así lo hicieron. Petz preparó algo de comer en tanto Karaberasu le decía
con palpable desasosiego.
-¿Qué podemos hacer?
No tiene buen aspecto.
-Solo necesita
descansar. - Afirmó tajantemente su hermana mayor. –
-Pero. ¿Qué sucederá
cuando se despierte? – Inquirió Bertie con visible temor en el rostro sin poder
evitar expresar sus miedos en voz alta. – Quizás haya venido a castigarnos por
haber traicionado al príncipe Diamante.
-Sí. Para él debemos
de ser únicamente unas desertoras. No sabe la razón por la que lo que hemos
hecho. – Añadió Cooan, también visiblemente inquietada.-
-No os preocupéis. Yo
hablaré con él y se lo explicaré todo. Zafiro siempre fue comprensivo y amable.
Lo entenderá.- Las tranquilizó Petz.-
Sus
interlocutoras se miraron atónitas, al menos las pequeñas. ¿Desde cuándo había
dejado Petz de odiar a los hombres? Jamás había hablado bien de ninguno. Su
hermana mayor las observó con una débil sonrisa. Dándose cuenta de aquello y
comprendiéndolas. Claro. ¿Qué podían saber ellas de su vida íntima?
-Voy a ver qué tal se
encuentra. - Les comentó Petz con tono amable y suave, a la vez que en una bandeja
ponía un plato de sopa y algo de pan. -
La
muchacha entró en la habitación. Justamente parecía que él se había despertado
tras haber tenido quizás alguna pesadilla. Al poco el Infante se percató de que
estaba en una estancia que no conocía. Pero su sorpresa fue manifiesta al verla
a ella. Y es que Zafiro se había incorporado bruscamente de la cama en la que
estaba. Desconcertado al principio, todavía repasaba lo sucedido. Había tenido
un extraño sueño, aparecían su hermano y
él, siendo casi unos críos en un desolado páramo.
-¡Mira, una flor!-
Exclamaba el pequeño Zafiro al ver ese único vestigio de vida en medio de la
total negrura.-
-¡Sí, una flor! -
Sonreía Diamante con el mismo contento.-
- Aquí hay pocas.-
Afirmaba él de niño.-
-Sí, tenemos muy
pocas flores, Némesis es un planeta muy árido.- Declaraba con pesar su hermano
mayor, animando su tono al poco tiempo para aseverar.- Pero algún día invadiré
la Tierra de la que fuimos expulsados y tendremos todas las flores que
queramos.
-¡Sí, tu podrás
hacerlo, de eso estoy seguro! - Exclamaba entusiásticamente esa infantil
versión de sí mismo.-
Aunque la sonrisa de su hermano al
escucharle quedó borrada cuando de fondo se oyó la voz del Sabio que le
llamaba.
-Es hora de irnos,
príncipe.
Ahora Diamante aparecía una vez más
como adulto, lo mismo que el propio Zafiro quien trataba a gritos de
advertirle.
-¡Hombre Sabio!,¡Niisan!,
te digo que no deberías confiar en el Hombre Sabio, ¡Diamante, Niisan! –
Aullaba con impotencia y angustia viendo como su hermano mayor se alejaba de su
alcance junto con la imagen de aquel encapuchado, dejándole a él rodeado por
una total oscuridad. -
Ahora, tras incorporarse y
encontrarse vendado casi por todo el cuerpo, el debilitado joven apenas fue
capaz de musitar.
-¿Dónde estoy?
-¿Ya te has
despertado?- Quiso saber una voz suave de mujer, mostrando la preocupación en
su rostro. - ¿Cómo estás?
-¡Petzite!- Pudo
exclamar él con voz aun débil en cuanto la reconoció.- ¿Dónde estoy?
-En mi dormitorio. - Le
susurró su interlocutora, dejando la bandeja en una mesita y acercando una
silla para sentarse a su lado.-
-Entiendo.- Susurró
él.- Recuerdo que tú has estado viviendo en este mundo desde que nos
traicionaste.
-Sí.- Admitió ella. -
Y estoy lista para ser castigada, pero te pido que perdones a mis hermanas,
¡por favor! -Le suplicó la chica dejando translucir algo de su velada angustia,
en tanto se llevaba una de sus manos al pecho.- Castígame solo a mí. Yo soy la
mayor y la responsable.
-No te preocupes. -
Sonrió él sin darle ninguna importancia a aquello para afirmar. - No he venido
a actuar de ejecutor.
Entre tanto, incapaces de contener
su curiosidad e inquietud, Cooan y Bertie se asomaron entreabriendo la puerta.
Al poco cerraron con la mayor suavidad que pudieron y se reunieron con su otra
hermana. Fue la perpleja Cooan quien quiso saber.
-¿Desde cuándo ha
dejado Petzite de odiar a los hombres?
-Creo que lo mejor
será que huyamos.- Intervino una intranquila Bertie.- Antes de que él termine
con todas nosotras.
Era natural que propusiera aquello,
ahora sentían un miedo atroz a las represalias. Si bien pudieron librarse de
Rubeus y este desapareció de sus vidas, el resto de la familia o cualquier
droida podría fácilmente eliminarlas. Sin sus poderes de antaño estaban por
completo indefensas y únicamente podían contar con Sailor Moon y las otras. Aquellas
chicas, lejos de ser sus enemigas, demostraron ser buenas personas. Su madre y
su abuela tenían razón. Igual que la reina Amatista. El mal no estaba en la
Tierra sino en el mismo Némesis. Y era nada menos que el infante Zafiro el que
había ido a buscarlas…y pese a que estaba muy malherido no se fiaban…aunque
Kalie, muy reflexiva e incluso con tono extrañamente apagado para lo que solía,
declaró.
-Creo que no nos
pasará nada.
-¿Qué?- Exclamaron
sus hermanas menores a un tiempo.-
-¿Por qué no nos
vamos y los dejamos a los dos solos?- Le propuso Karaberasu.-
-¿Eso nos aconsejas?-
Inquirió una atónita Bertie.-
Su interlocutora abrió sus ojos que
casi hacían aguas recordando. Ella era la única que sabía lo que eso
significaba para su hermana mayor. Así, les desveló a las otras.
-Petzite siempre ha
estado enamorada de Zafiro…
Y mientras tanto, en su cuartel
general, Diamante se levantaba con brusquedad al recibir el informe del Sabio
quien había acudido en persona a contarle lo ocurrido. Un incrédulo príncipe
apenas pudo preguntar elevando el tono.
-¿Qué dices?
-Zafiro se volvió
loco. Sacó el chip de la reacción de la caldera para desconcertarla. Zafiro el traidor,
escapó al mundo. ¡Acabad con él y recuperad el chip de control!.- Sentenció con
tono imperioso.-
Estaba tan impactado tras oír
aquello que Diamante ni reparó en la insolencia del Sabio al atreverse a darle
órdenes. Únicamente era capaz de inquirir, lleno de estupor.
-¿Por qué? No puede
ser cierto lo que me dices.
-Lo es.- Aseveró su
contertulio.- ¿Es que estás pensando en abandonar nuestros planes de invadir la
Tierra?- Espetó con patente indignación.-
Diamante no respondía, aunque fue la
Dama Negra quien tomó la palabra dirigiéndose a su Alteza con un tono más
amable y conciliador.
-Príncipe, con tu
permiso yo misma iré a recuperar ese chip.
Y sin darle tiempo a contestar esa
chica desapareció. El Sabio hizo lo propio, dejando a Diamante ahí, en pie, y
lleno de consternada incredulidad, diciendo en voz alta.
-Zafiro traidor, no
puede ser…
Entre tanto, su hermano recibía un poco
de esa sopa que Petz le había preparado.
- Aquí tienes.- Le
ofreció ella alargándole el plato.-
- Gracias. Pero
dime.- Quiso saber ahora él con patente curiosidad - ¿Cómo has podido
sobrevivir aquí?
-Tengo a mis
hermanas, y ellas me tienen a mí. Nos cuidamos mutuamente. Lo cierto es que hemos
descubierto que este mundo es maravilloso. Quizás la vida aquí comparada con
Némesis y sus facilidades es mucho más difícil. Pero nos hemos dado cuenta de
cuánto valen el amor y la confianza. Es
tal y como todo era en nuestro mundo cuando todavía era libre de la influencia
del mal.
Su
interlocutor escuchó atentamente la historia que le contó aquella mujer que
parecía totalmente cambiada y así se lo reconoció él con patente admiración.
-Estás tan diferente.
Pareces otra mujer. Y debo decirte que me gusta mucho este cambio tuyo.- Halagó
él en tanto Petz le acercaba la bandeja con la sopa, cosa que Zafiro agradeció.
-
-Gracias, - sonrió
ampliamente la muchacha, ruborizándose incluso para añadir. - Fueron Sailor
Moon y unas amigas las que nos enseñaron que se puede vivir plenamente y amar.
Entregarse a los demás y confiar, sin temores y sin odios.
-Entonces hemos
estado equivocados desde el principio.- Musitó el muchacho con amargura agregando
con patente temor. - Ese maldito Hombre Sabio nos llenó la mente de mentiras y
deseos de venganza y quizás ya sea tarde. ¡Debo hacer algo y rápido!
Y
así confirmaba plenamente lo que otros le habían advertido. Desde el principio
ese canalla les había envenenado el alma. Ahora constataba aquello simplemente
con observar el cambio que se había producido en Petzite. Aquella era la chica que
él recordaba cuando llegó a la Corte con
sus hermanas. Abnegada, buena y
preocupándose por las otras. Además de tener mucha estima a la reina
Amatista.
-Mi madre siempre
dijo que esta chica y sus hermanas eran buenas personas.- Meditó.- Lo mismo que
lo fue Esmeralda, y otros muchos que acabaron corrompidos por la ponzoña de ese
maldito encapuchado.- Pensó alarmado y pasando a mostrarse decidido al
prometerse.- No puedo permitir que Diamante sufra el mismo destino…
Y
viendo la cara de preocupación de Petz, Zafiro le contó un breve resumen de lo
sucedido, remachando a continuación.
-Tengo que ver a mi
hermano y contarle lo que está pasando. ¡Está en peligro!
-Tú eres el de
siempre. - Se lamentó ella. - Sólo piensas en el príncipe Diamante.
-Debo levantarme y
salir. – Pudo replicar el chico.- Dame mi chaqueta. Tengo que ir a decirle cual
es el verdadero propósito del Hombre Sabio.
-No.- Se negó la joven.-
Y
Zafiro se esforzó tratando de ponerse en pie pero cayendo sobre el lecho presa
de la debilidad. Volvió a tratar de levantarse, esta vez con éxito. No
obstante, cuando estaba a punto de trastabillarse de nuevo, Petz le sujetó
abrazándose a él.
-¡No!, ¡debes seguir
en la cama, estás muy débil!- Pudo oponer ella con creciente alarma. -
-Tengo que advertir a
Diamante… - Repetía obsesivamente él.-
-¡No! – Chillo Petz
entre lágrimas, cosa que dejó atónito a Zafiro, más cuando ella añadió llorosa.-Estás
malherido. Si vas a ver al príncipe Diamante puedes morir, y yo no soportaría
que algo te ocurriera. Si llegaras a perder la vida, ahora que te he vuelto a ver…
-Escúchame. Tengo que
hacerlo. – Le pidió cariñosamente él, realmente conmovido por los sentimientos
de aquella muchacha. -
Era
una extraña sensación para Petz. En los ojos del Infante se notaba que podía
percibir la preocupación y el cariño que ella le mostraba. Hacía mucho tiempo
que no debía de sentir nada parecido. Zafiro la tomó suavemente de los hombros y
le dijo con voz amable y llena de afecto.
- Tengo que hacerlo.
Si tú supieras que tus hermanas estuvieran en grave peligro y que algo terrible
amenazase su seguridad, también tratarías de ayudarlas. ¿No es así?
La
compungida chica no tuvo más remedio que asentir en tanto las lágrimas le caían
profusamente rodando por sus mejillas. Zafiro se enderezó añadiendo con
sentimiento y dulzura.
-Diamante es mi único
y querido hermano. No me lo perdonaría a mí mismo si le sucediera algo. Lo
comprendes, ¿verdad?
Petz
trató de decir algo, pensaba en tantas cosas a la vez que su capacidad de
hablar se bloqueaba. ¿Cómo decirle lo mucho que le amaba? Que jamás pudo
olvidarle y que desde que renació a esa nueva vida siempre pensaba en él,
lamentando que su amor fuese imposible por inalcanzable. ¡Y ahora le tenía ahí,
al fin en sus brazos!, y sin embargo de un modo tan efímero. De hecho, estaba a
punto de perderle otra vez. También pensaba en su familia. ¿Qué les habría
sucedido a sus padres? Ella y sus hermanas les dejaron allá en Némesis, en el
futuro, sin poder despedirse, totalmente dominadas por esa oscuridad que veló
sus mejores sentimientos. Pero no tuvo oportunidad de pronunciar palabra, él
posó un dedo sobre sus labios para añadir con tono de promesa.
-No te preocupes. Iré
con cuidado. Y cuando haya hablado con él regresaré aquí otra vez. Te dejaré mi
chaqueta hasta que vuelva. – Señaló hacia una pared donde su americana de color
azul marino reposaba colgada en una percha. –
Y tras tomar prestada una camisa de
ella el muchacho se alejó, dedicándole la mejor de sus sonrisas. Asimismo
sonrió reconocidamente a las demás cuando éstas le vieron salir del
apartamento. Zafiro descendió por un primitivo ascensor hasta llegar a la calle.
Por un instante era como si todos los dolores que sufría y su agotamiento se
hubieran desvanecido. Y la razón era ella. ¡Ahora podía darse cuenta! Volver a
verla le había alegrado el corazón. Por primera vez en muchísimo tiempo había
sentido esperanza. Quizás estuviera condenado después de todo. Empero, ahora al
menos, tenía la certeza de que estaba enamorado de Petzite, de que siempre lo
estuvo, pero esas fastidiosas tareas en la caldera, y aquella corrupción que el
Sabio extendió sobre ellos se interpusieron entre ambos. Caminaba trastabillándose
en tanto meditaba sobre eso.
-Si consigo retornar
no lo dudes, mi querida Petzite. Quiero quedarme contigo en este siglo veinte y
vivir en paz.- Se prometió.-
Por el contrario, su amada estaba
llorando abrazada a esa chaqueta, en tanto sus hermanas se dirigían a ella
mirándola llenas de pesar e impotencia.
-Petzite. ¿Por qué le
dejaste ir estando herido? ¡No podrá luchar!- Le preguntó suavemente, más que recriminárselo,
la perpleja Cooan.-
-¿Por qué no vamos
tras de él? Y entre todas...- Se atrevió a sugerir tímidamente Bertie.-
-¿De qué forma íbamos
a poder ayudarle?- Replicó Karaberasu esgrimiendo la dura realidad, para
recordarles a las otras.- Ya no somos lo que éramos. Seríamos una carga para
él. Lo único que podemos hacer, es esperar. - Concluyó con pesar escuchando al
igual que las demás los sollozos de Petz que seguía asomada al balcón de la
terraza.-
Debían rendirse a la evidencia. Su
purificación por medio del Cristal de Plata que Sailor Moon poseía limpió su
aura de maldad y su energía negativa, pero también las hizo perder todos los
dones sobrenaturales que habían adquirido gracias a ella. Ahora eran
sencillamente unas humanas comunes y corrientes, sin ningún tipo de habilidad
especial. Nada podían hacer por él. Aunque una idea surgió en la mente de Cooan.
No dudó ni por un instante, bajó con rapidez a una cercana cabina y marcó el
teléfono de su amiga.
-¡Por favor, ayúdanos!...-
Le suplicó cuando Usagi descolgó y la nombró tras reconocerla. –
Zafiro seguía entre tanto vagando
por las calles, apoyándose como podía en las paredes para no caer. Pasados esos
momentos de ensoñación y de alegría por reunirse con Petz, el dolor y su
debilidad volvían a hacerse muy patentes. Al fin llegó cerca de aquel enorme
cristal oscuro. Pero antes de poder aproximarse más, una risa de mujer joven
que resonaba burlona, se hizo oír. Enseguida vio aparecer a su dueña.
-Debo darte las
gracias por ahorrarme la molestia de ir en tu busca.- Le dijo ella.-
-¡Quítate de mi
camino, Dama Negra!- Le ordenó él al reconocerla.- Hay algo que tengo que
decirle a Diamante.
-¿De verdad?- Se
sonrió la chica, agregando sin ningún tipo de consideración.- Pues antes de que
le veas, ¡vas a morir!
Y preparó aquella extraña esfera en
forma de gato que tenía para atacar. Zafiro ya estaba preparándose para recibir
esa acometida cuando una voz de chica joven detuvo a la Dama Negra en seco.
-¡Alto!
-¡Sailor Moon!-
Exclamó él al reconocerla.-
-¡Ja!…¡Sailor
Moon!- Repitió la Dama Negra con desdén. –
-Escucha
Chibiusa, - Le pidió la recién llegada quien estaba escoltada por más
guerreras.- No le hagas ningún daño a ese hombre.
Eso dejó asombrado a Zafiro. ¿No era
esa acaso la jurada enemiga de su mundo y su familia?
-¿Qué?-
Pudo decir él.-
-A
ti te han engañado, Chibiusa.- Afirmó la guerrera de la Luna.- ¿Por qué no
quieres escucharme?
-Te
equivocas.- Replicó su interlocutora.- Nadie me ha engañado, hago solo lo que
quiero hacer, Sailor Moon.
-Por
favor. ¡Despierta!- Le rogó la guerrera una vez más.-
Pero
insensible a esa petición, La Dama Negra lanzó aquella esfera con forma de
cabeza de gato al suelo gritando.
-¡Luna P, cambio!
Y
volvió hacia ella rebotando al tiempo que se transformaba en un espejo, con el
emblema de la Luna Negra grabado en él. Enfocándolo hacia aquel enorme cristal
oscuro, extrajo parte de su energía que redirigió contra las guerreras. Estas
apenas fueron capaces de apartarse para esquivar ese ataque. Contratacaron al
momento, aunque sus esfuerzos eran vanos. Apenas sí podían distraer a su
enemiga.
-¡Pero tú!- Quiso decir el Infante.-
-Vamos, Zafiro.- Le indicó una guerrera
de larga cabellera morena.-Date prisa y ve en busca de Diamante.
-¿Por qué?, ¿por qué me ayudáis?- Pudo
al fin preguntar.-
-La verdad es que no lo sé.- Respondió
otra guerrera, bastante más alta que su compañera y de cabellos castaños
recogidos en una coleta.- Pero Cooan y sus hermanas nos pidieron que lo
hiciéramos.
-¿Hablas en serio?- Inquirió el
muchacho, incluso admitiendo.- Entonces puede ser una trampa.
-Ya lo sabemos, pero eso es algo a lo
que tendremos que enfrentarnos cuando llegue.- Contestó afablemente esa chica
de pelo oscuro, añadiendo.- También puede no serlo.
-A nosotras nos gusta confiar en la
gente. Aunque sean enemigos. Especialmente a Sailor Moon.- Comentó esa chica
alta, mirándole con simpatía e incluso guiñándole un ojo con total
complicidad.-
Zafiro
estaba perplejo. ¿Así que esas eran las famosas princesas guardianas del
futuro? ¿Cómo pudo Diamante creer que eran enemigas suyas? Era cierto lo que
Talco le contó. Aquello que el pobre conde de Ayakashi descubrió, que el Sabio
les había envenenado con la energía oscura para que desconfiaran de cualquiera.
Aunque no tuvo demasiado tiempo para meditar sobre eso. La Dama Negra estaba
lanzando energía en grandes cantidades y algunas guerreras fueron presa de uno
de sus devastadores ataques.
-Id a salvarlas a ellas.- Les pidió
Zafiro a esas dos que le protegían.- Yo estaré bien aquí.
-Pero tú.- Apenas pudo oponer la
concernida guerrera del uniforme con tonos rojos y el largo cabello negro.-
-No te preocupes, yo estaré bien.-
Insistió el chico, fue entonces cuando
mirando hacia el cielo le vio y esbozando una leve sonrisa, añadió.- Además
debo ver a alguien. Bueno, gracias por todo.- Les dijo a sus esforzadas
protectoras.-
Y
es que su hermano estaba flotando allí, a unos cuantos metros por encima de sus
cabezas. Diamante no podía creerlo. Zafiro estaba siendo protegido por sus
enemigas. Después de todo era verdad lo que el Sabio le dijo. Pese a todo se
resistía a aceptarlo.
-Zafiro.- Le llamó para preguntarle
entre atónito y dolido.- ¿Zafiro, por qué me has traicionado?
-¿Cómo me crees capaz de traicionarte a
ti?- Replicó a su vez éste, desvelándole.- Diamante. Has sido engañado por el
Hombre Sabio.
Y
en tanto la Dama Negra capturaba también a esas dos guerreras restantes en un
campo de energía oscura, el príncipe, indiferente a esa batalla, pudo contestar
entre incrédulo y enojado.
-¿Es que te has vuelto loco? Zafiro, no
voy a permitir que nadie interrumpa mis planes.
-¡Diamante!- Exclamó su interlocutor.-
Tus planes pueden estar equivocados. Debes recordar que lo que queríamos no se
parece en nada a esto. Tienes que creer lo que te digo. ¡Hemos sido utilizados!
¡Niisan!
El
príncipe le miraba ahora con estupor, visiblemente impactado por aquellas
palabras. Recordaba de un modo vago a sus padres. Su padre el rey tratando de
advertirle acerca de algo en su lecho de muerte, pronunciando el nombre del
Sabio. Su madre, quien jamás quiso tener cerca al Consejero. Observaba a su vez
la pérfida expresión triunfal de la Dama Negra que había encerrado a sus
enemigas en jaulas de energía oscura. Y fue ésta quien, con tono desdeñoso
declaró dirigiéndose a ellas.
-¡Ya basta de tantas tonterías, morid!
Y fue a lanzar otro
ataque definitivo contra sus ahora inermes presas. Por fortuna apareció aquel
hombre vestido de smoking que contrarrestó aquello arrojándole una rosa que la
desarmó.
-¡Otra vez tú!- Se molestó esa perversa
joven.-
-¡Ya basta, Chibiusa!- La interpeló para
dirigirse acto seguido al propio príncipe de Némesis con tono más de mando que
de ruego.- Diamante, escucha a Zafiro, escucha lo que tu hermano ha visto en el
futuro…¡escúchale con atención!
Aquellas palabras sonaron con un tono severo y
autoritario que le recordó al príncipe la voz del mismísimo rey Endimión. Lleno
de curiosidad y asombro, el propio Diamante le preguntó a su hermano.
-Zafiro. ¿Qué diablos has visto tú en el
futuro?
El
semblante del Infante se alegró, pudo decir, lleno de esperanza, rememorando
aquella afectuosa manera que tenía de dirigirse a él desde que eran pequeños.
-¡Niisan!
Aunque
su gesto de confianza se tornó en otro de horror, apenas fue capaz de ahogar
una exclamación. Tras el sorprendido Diamante brotó un torrente de energía
oscura que lo derribó, aplastándole en el suelo. Apenas pudo quedarse clavado
en sus rodillas tras intentar protegerse con ambos brazos. El príncipe se giró
entre incrédulo y espantado.
-¡Za! ¡Zafiro!- Exclamó el horrorizado
Diamante.- ¿Eh?- Añadió, girándose para enfrentar el origen de aquel ataque.-
¡Hombre Sabio!
-Zafiro es un traidor.- Declaró éste.-
No debimos molestar al príncipe con tus tonterías.
-Diamante.- Pudo replicar su hermano, a
duras penas.- El Hombre Sabio quiere acabar también con el mundo del futuro.
Pero
fue incapaz de decir más. La voz terrible de su agresor resonó aullando, en
tanto le lanzaba una descarga de energía mortal.
-¡Mueeree!
-¡Alto, Hombre Sabio!- Gritó
infructuosamente Diamante.-
El
Infante recibió aquella descarga que le hizo chillar en agonía, al fin, cayó
ladeándose al suelo, en el centro de un cráter abierto por ese tremendo ataque.
-¡Zafiroo!- Aulló Diamante, lleno de
horror e impotencia.-
En
ese instante, una pequeña forma rectangular y plana se elevó desde el cuerpo
del Infante hasta las manos del Sabio. Era el chip de control. Una vez lo tuvo
en su poder, el encapuchado sentenció.
-¡Estúpido Zafiro! Te has delatado a ti
mismo al decir esas tonterías por sugerencia de las guerreras. ¡Dama Negra!.
¡Diamante! Vámonos ahora y ya acabaremos con ellas más tarde.
Y
dicho esto desapareció de vuelta al enorme cristal negro.
-Tiene razón.- Convino la interpelada desvaneciéndose
a su vez.-
En cambio Diamante
quedó allí, flotando, en tanto miraba el cuerpo de su hermano que agonizaba,
siendo testigo de cómo era atendido por ese hombre del smoking y por la propia
Sailor Moon, en sus últimos instantes.
-¡Za, zafiro! - Sollozó ella, al verle
en aquel triste estado.-
-Lo siento, no pude protegerte, - Se
disculpó el hombre del smoking quien llevaba también un antifaz.-
Sin
embargo, el moribundo únicamente pensó en ella. A duras penas pudo susurrar con
su último aliento.
-Petzite. Lo siento…
La
aludida pudo sentir que algo en su interior se rompía. En ese mismo momento, la
percha que sujetaba la chaqueta de Zafiro se quebró dejándola caer. Ella ahogó
una exclamación de horror. Entre tanto, Diamante bajó al suelo. Ya no le
importaba estar rodeado de enemigos. Es más. ¿Acaso lo eran de verdad?. Ya
dudaba de todo y de todos, no sabía qué pensar. Sin embargo, eso daba igual
ahora. Únicamente se llegó hasta el cuerpo de su hermano y lo tomó en brazos
ante la atónita exclamación de Sailor Moon.
-¡Príncipe Diamante!
Pero
ahora el aludido no tenía ojos ni tan siquiera para ella. Solamente se
estremecía de tristeza y después de rabia respectivamente cuando por orden
pronunció dos nombres.
-Zafiro…Hombre Sabio…
Y
desapareció, retornando a su puesto de control. Allí se ocuparía personalmente
de ajustar cuentas con esa canalla. Mientras tanto, en su habitación, Petz
no podía dejar de llorar abrazada a aquella chaqueta. Era lo único que le
quedaba de él. Al fin incluso eso se desvaneció de entre sus brazos, quizás
eliminada por algún sistema del futuro para no dejar pruebas de su existencia
previa. O bien pudiera ser que por la acción de algún tipo de conjuro fruto del
poder de la oscuridad. No lo sabía y no le importaba. Únicamente era consciente
de que le había perdido, y esta vez para siempre. Su hermana Karaberasu se
aproximó tímidamente a ella y apenas pudo musitar, intentando apoyarla.
-Petz…
Y sin embargo, levantándose, ella
respondió y con un tono de voz sereno, declaró.
-No
te preocupes, estoy bien.
Y caminando hacia el balcón, agregó
con resignada tristeza.
-Cuando
él me dejó la chaqueta, yo supe que iba a morir…
Sus tres hermanas la escuchaban
consternadas, con sus ojos haciendo aguas, sin poder emitir ni una sola
palabra. ¡Qué podrían haber dicho!. Aun así, Petz se asomó mirando hacia el
atardecer y suspirando, pensó en él, en su mirada, en su sonrisa…cerrando los
ojos para visualizar su imagen una vez más.
-Zafiro.
Tu vivirás siempre en mi corazón con la última mirada que vi en tus ojos…
Y aunque le fuese a costar media
vida se repondría, junto con sus queridas hermanas volvería a comenzar en ese
mundo, en esa época…demasiada gente buena se había sacrificado y quedado atrás
en el camino para darles esa oportunidad de comenzar de nuevo.
-Por
ti, y por mis padres y todos aquellos a quien jamás volveré a ver…seré fuerte y
ayudaré a hacer un mundo mejor junto con mis hermanas.- Se prometió.-
Y
no estaba sola, puesto que era ese mismo anhelo el que, junto a ella,
compartían las demás.
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